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vol.44 issue2Mauricio Archila, coord., Zohanny Arboleda, Sergio Coronado, Tatiana Cuenca, Martha Cecilia García y Luis Emiro Guariyú. "Hasta cuando soñemos": Extractivísimo e interculturalidad en el sur de la Guajira. Bogotá: CINEP / Programa por la Paz, 2015. 452 páginas. DOI: 10.15446/achsc.v44n1.64031Andrés Salcedo Fidalgo. Víctimas y trasegares: forjadores de ciudad en Colombia 2002-2005. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2015. 292 páginas. DOI: 10.15446/achsc.v44n1.64033 author indexsubject indexarticles search
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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.44 no.2 Bogotá July/Dec. 2017

 

RESEÑAS

Myriam Jimeno, Daniel Varela y Ángela Castillo. Después de la masacre: emociones y política en el Cauca indio. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia / CES / ICANH, 2015. 348 páginas. DOI: 10.15446/achsc.v44n1.64032

La investigación Después de la masacre: emociones y política en el Cauca indio es una contribución de la Universidad Nacional de Colombia, debidamente documentada y con análisis decantados, al conocimiento de la realidad indígena, de la continuidad de la dominación colonial bajo formas republicanas y su correlato de resistencia de las comunidades indígenas en el largo ciclo histórico que viene desde la Conquista hasta nuestros días. Este es el acertado contexto de dilatada duración y de quemante actualidad que asumen él y las autoras.

Esta viene a ser, en mi valoración, una obra de antropología política y de historia social, ensamblada en un relato donde la razón y la pasión se encuentran interrelacionadas e integradas. No se trata de segmentar y agregar, sino de un cuerpo complejo, tanto desde los enfoques científicos que convoca como desde los actores que concurren.

Son los puntos de vista, los testimonios de las mujeres y hombres indígenas, de las víctimas directamente situadas con sus propias voces, sus sentimientos, culturas y cómo lo asumen el autor y las autoras en su dimensión política. También están las voces de las decisiones judiciales que se utilizan en forma adecuada, la documentación de archivos institucionales y "de baúl" de los originarios, los registros de prensa y revistas, y la invocación de los títulos jurídicos en que se construye una breve y potente argumentación de legitimidad y continuum legal de la justeza de la causa indígena. Se propicia un conocimiento complejo en un contrapunteo de posturas y enfoques que logra un relato igualmente claro, inequívoco. Forma parte de un paquete de iniciativas educativas, se complementa con la elaboración de un documental de Pablo Tatay y de cartillas solicitadas por la comunidad. Una manera polisémica de abordar los resultados, aunque cada producto tenga su propia singularidad.

Los lenguajes son diversos en la investigación, al elaborar una breve cartografía del departamento del Cauca y los propios universos regionales y locales. Un lenguaje especializado de representación y de referente geográfico. Una glosa sobre esto: el mapa sobre el norte del Cauca y la región del alto río Naya realizado por Ángela Castillo y Leonardo Guetio, al igual que el elaborado por miembros de la comunidad Kitec Kiwe sobre la vida en el Naya, enriquecen el relato. Estas cartografías contrastan con el mapa sobre el departamento del Cauca de 1967 del Instituto Agustín Codazzi, el cual resulta desactualizado, existiendo el Atlas de Colombia, del mismo instituto. Las fotografías tomadas por las autoras ofrecen una copia de una realidad que propicia nuevos sentidos a partir de fragmentos de lo real-social, enriqueciendo la investigación.

El aparato bibliográfico utilizado es amplio y en el libro se presentan debates pertinentes que se siguen en los distintos apartados del texto, como la relación dialéctica entre narración y acción, los usos políticos de la etnicidad, relatos de vida en el río Naya y las comunidades Nasa-Paez, el lenguaje de la etnicidad y los derechos, la creación de una comunidad y sus emociones como conmemoración, la violencia y recomposición social: de la víctima a la acción civil. Se enriquece el análisis teórico-aplicado, que es el método integrador, al utilizar: el trabajo etnográfico, de campo, como emoción, acompañamiento y compromiso científico y político, al igual que las relaciones entre teoría y práctica, la investigación-acción, la filosofía de la praxis, el verbo y la acción de Fausto.

Debe sorprender a los academicistas, neopositivistas, individualistas metodológicos que en esta investigación, siguiendo a dos destacadas mujeres académicas como son Hannah Arendt y Julia Kristeva, se asuma una postura radical, a mi juicio correcta y pertinente de enfatizar:

La acción como narración y la narración como acción completan la vida humana y en la medida en que el relato acompaña la vida de la polis, se unen relato y política. La narración es también, en sí misma, una acción política. (p. 35)

El relato indígena es una prosa contrahegemónica, la cual asume la forma directa y radical de un alegato jurídico-político, ético-político, sencillamente político. Esta investigación sobre los Nasa, creadores de una comunidad después de la masacre ejecutada por el Bloque Calima de las Autodefensas Unidas de Colombia en la semana santa del 2001, es un relato de ciencia social y de dimensión política con todas las letras. Conviene tener en cuenta lo afirmado en el libro sobre la amplia región del Naya como asentamiento de comunidades negras, indígenas y campesinas, que arribaron en distintos momentos.

En la reseña de las luchas indígenas paeces y nasas, el autor y las autoras destacan el periodo contemporáneo que viene desde el Frente Nacional. No obstante, solo aluden a la experiencia del movimiento armado Quintín Lame, que tuvo en los paeces su base y dirección. Es la tradición de La Gaitana y del primer Quintín Lame la que está en los inicios de la guerrilla. Y en el cruce de caminos del resguardo del Gran Chaparral y de otros, se encuentran los inicios de las FARC, tal como lo historia Alfredo Molano:

Una de las preguntas más inquietantes es por qué el sur del Tolima y el norte del Cauca fueron la cuna de las Farc y por qué son regiones que aún están envueltas en el conflicto. La respuesta está vinculada a dos grandes litigios históricos vigentes en esos territorios: la lucha por la tierra de los indígenas -paeces y pijaos- y la de los campesinos por el reconocimiento de sus derechos políticos.1

Se recuerda en esta investigación que los Nasa se autodefinen como guerreros, así en la actualidad apelen a la resistencia civil, lo que incluye toma de latifundios para presionar la devolución de tierras, el bloqueo de la carretera Panamericana de tanto en tanto, al igual que formas físicas de castigo contra funcionarios y militares. Todas expresiones con distintos grados de la resistencia, que es legítima, que no solo se debe comprender, sino valorar moralmente. El golpe "legal" más duro propinado por la justicia penal fue contra el dirigente Nasa Feliciano Valencia, condenado en el 2015 a 18 años de prisión.

El papel del frente 30 de las FARC y del José María Becerra del ELN está evaluado de manera crítica, enfatizando en las graves consecuencias de sus acciones sobre los Nasa y otras comunidades. Especialmente graves fueron los secuestros en La María y en el kilómetro 18, ambos en el año 2000, que sirvieron de pretexto y que no solo fueron los detonadores de la ocupación, verdadera invasión de los paramilitares del Bloque Calima y su estela de crímenes y vejaciones sobre las gentes de los territorios Naya.

De mi parte digo que fue un secuestro injustificable, repudiable, por su carácter inhumano. Pero, la actuación paramilitar buscó, sobretodo, poder territorial, control de rutas y generación de pánico en la población, como lo venían realizando estos actores armados en distintas regiones del país. Se trata de la violencia como palanca de acumulación capitalista del narcotráfico, el agronegocio, de la concentración neolatifundista y financiera. Los empresarios, sectores militares y políticos, tal como afirman el autor y las autoras, se aliaron con los paramilitares para el desarrollo de su modelo económico. El capítulo sobre el Bloque Calima es un esfuerzo plausible, un momento cenital de la exposición. Polémico, por supuesto, como en el caso de la utilización del calificativo de combatientes para designar a grupos armados y paramilitares. En verdad, el grupo armado paramilitar Bloque Calima no se organizó para combatir, sino para exterminar, tal como lo hizo en el Naya.

Las últimas partes de la investigación están dedicadas al rescate, a la redimensión de los vilipendiados y masacrados, a mostrar a partir de la experiencia y la reflexión de las comunidades el resurgimiento de la dignidad. El movimiento real enseña que las emociones y la política constituyen una sabiduría potente y fundan un principio de esperanza de los indígenas. El concepto de comunidades emocionales enriquece el dualismo analítico, al igual que la noción de ciudadanía étnica. Un campo de viva discusión es el que plantea esta investigación sobre las relaciones entre los discursos de los derechos humanos y su apropiación por los indígenas a partir de sus saberes y experiencias.

En esta investigación se señalan estos logros, entendidos en un proceso: 1) la historia colonial de exterminio y discriminación, 2) la resistencia indígena, con su lucha ancestral por la dignidad, la vida y la existencia como pueblos originarios, 3) el cabildo indígena, la autoridad y normas propias de conducta y regulación, 4) el legado de comunidad con base en uso colectivo de la tierra y 5) su denuncia del atropello, expresando su dolor y exigiendo reparación. En el proceso cultural, queda pendiente la recuperación de la lengua, el gran eje articulador de historia y cultura, de sus identidades.

En el ciclo histórico de los pueblos indígenas está la gran movilización, la minga del año 2008, desde sus territorios hasta Bogotá, que sacudió emocionalmente a Colombia y que tuvo repercusiones internacionales. Con buen criterio, esta investigación resalta la realización de esta épica, la cual se debe conservar en las memorias del país y del continente. La comunidad destruida dio paso a una comunidad construida, que se reagrupó en la finca La Laguna, municipio de Timbio. Una nueva colonización, de las muchas que han llevado a cabo los Nasa, con su cabildo Kitek Kiwe, la Tierra Floreciente, bello nombre en Nasa Yuwe. A partir de allí han mantenido su relación con el Naya y sus gentes.

RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá-Colombia
rsancheza@unal.edu.co


Notas

1 Alfredo Molano, A lomo de mula. Viajes al corazón de las FARC (Bogotá: Aguilar / El Espectador, 2016) 14.

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