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vol.45 número2Manuela Boatcă. Global Inequalities beyond Occidentalism. Farnham: Ashgate, 2015. 288 páginas. DOI: 10.15446/achsc.v45n2.71041 índice de autoresíndice de assuntospesquisa de artigos
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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versão impressa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.45 no.2 Bogotá jul./dez. 2018

https://doi.org/10.15446/achsc.v45n2.71042 

Reseñas

Raul Zelik. Paramilitarismo. Violencia y transformación social, política y económica en Colombia. Bogotá: Siglo del Hombre, 2015. 416 páginas. DOI: 10.15446/achsc.v45n2.71042

ARIEL SÁNCHEZ MEERTENS* 

* Asesor Centro de Memoria, Paz y Reconciliación, Colombia. asanchezme@unal.edu.co


Este libro es importante, sugestivo y necesario. Su apuesta por ofrecer un panorama comprehensivo del paramilitarismo, articulado a su vez con diferentes teorías de la guerra y del Estado, es sin duda laudable. Su aproximación al fenómeno desde la perspectiva de lo político, lo económico y social resulta poderosa. Justamente su sexto capítulo, donde aborda las dinámicas socio-simbólicas del accionar paramilitar, es uno de los más interesantes. En él se destaca cómo los excesos del paramilitarismo no corresponden a un comportamiento irracional, sino que, por el contrario, cumplen una función táctica y comunicativa fundamental. El uso de su violencia desbordada hace parte de una estrategia de destrucción del tejido social para poder imponer nuevos vínculos y estructuras, produciendo en su accionar lo que el autor denomina "campos lingüísticos indecibles". Estos campos se nutren del temor, la sospecha o el rumor que se desprenden del evento terrorífico, conquistando y permeando mediante el horror tanto el pasado como el futuro, lo real como lo imaginario. El desasosiego provocado genera así una suerte de doble vínculo, en el sentido conferido por Gregory Bateson, a través del cual la población victimizada se ve obligada en algunos casos a aliarse con sus agresores para sobrevivir. Solo quedó pendiente una discusión sobre los espacios y las estrategias pedagógicas del paramilitarismo, en particular sus escuelas políticas y de la tortura. Su inclusión en el debate es clave, puesto que en ellas buscaron su reproducción social y el establecimiento de una tecnología de control sobre las mentes, los cuerpos y las vidas de los sujetos participantes: precisamente esa biopolítica de la guerra que el autor mencionaría más adelante.

Una de las grandes virtudes de este trabajo es que no concibe su aproximación en un vacío académico, sino que se plantea y construye en diálogo con la visión de otros expertos, a veces en contrapunteo, otras en armonía y expansión. Este libro es por ello un ejercicio riguroso de catalogación y registro del paramilitarismo, labor que habilita su lectura en clave histórica, periodística y académica, incluso si se difiere de sus posturas analíticas. Sobre estas últimas es menester, en efecto, presentar algunos reparos. Al texto lo atraviesan una serie de tensiones irresueltas. La primera tiene que ver con una preocupación por establecer un origen unitario del paramilitarismo, marcada por un aparente malestar con el carácter poligenético del fenómeno. A pesar de reconocer la diversidad del paramilitarismo retomando la definición de Cubides como cuatro fenómenos yuxtapuestos, el autor tiende a reducir esas dimensiones a una sola, al menos en ciertos pasajes del libro. Pero el paramilitarismo no solamente tiene diferentes orígenes, sino que su identidad no es estática. Esta pluralidad es captada en el libro de Zelik reiteradamente, pero se desvanece en sus afirmaciones analíticas, desvanecimiento fuertemente asociado con tensiones conceptuales. El autor insiste en una acepción del paramilitarismo como un asunto de clase, pero a su vez lo reitera como un proceso despolitizado y despolitizador. Plantear el fenómeno en el esquema de la lucha de clases es, creo yo, una simplificación analíticamente contraproducente, pero si efectivamente se le contempla como tal, la consecuencia mínima es que el paramilitarismo sería entonces un fenómeno inherentemente político.

Por otro lado, reducir el paramilitarismo a una estrategia coercitiva de los grupos dominantes encaminada a intimidar las clases subalternas desconoce que muchos de sus aliados narcotraficantes provienen de esas llamadas clases subalternas. Concebir el paramilitarismo en términos de clase trivializa el considerable apoyo social del que gozan estos grupos, apoyo que, por desconcertante que sea, no puede reducirse a una suerte de falsa conciencia. Las modalidades de complicidad y respaldo superan la mera lógica hegemónica sustentada en tensiones de clase. De hecho, el paramilitarismo en su alianza con el narcotráfico se convirtió en una manera cruel y violenta de gestación de nuevas élites que le disputan el monopolio del poder a las clases políticas tradicionales, estas a su vez permeadas por sus dineros ilegales y signadas por su modelo de Estado y sociedad.

También es problemático sugerir que el paramilitarismo sea una forma de tercerización de la violencia del Estado, para luego subrayar su carácter apolítico. Al reducir este fenómeno a ejércitos privados o colectivos de mercenarios no solo se desconoce su complejidad, sino que se contradicen varias de las afirmaciones que previa y posteriormente hace el mismo autor. Apenas una página después de la aseveración que reduce el paramilitarismo a ejércitos privados, Zelik afirma que se trata, por el contrario, de una "estrategia político-militar para la transformación autoritaria de la sociedad y el Estado". Esto contradice su catalogación como fuerza privada y su descripción como ejército apolítico, insistencia que sorprende todavía más, después de que el autor planteara justamente que el paramilitarismo establece nuevas formas de poder. En ese mismo orden de ideas, es extraño encontrar que el autor presente en repetidas ocasiones al paramilitarismo como un proyecto en defensa del statu quo, mientras que en muchos otros pasajes lo vea como un proceso transformador. Defender el statu quo no basta.

Igualmente dudosa resulta la argumentación según la cual el paramilitarismo es en gran medida responsable de la mala imagen de la guerrilla mediante la falsa atribución de acciones cometidas en realidad por los paramilitares, acciones que, mancomunadamente con las demás tácticas del paramilitarismo, habrían llevado, según el autor, a la despolitización de la lucha armada. Este argumento sugiere que las masacres paramilitares causaron ciclos de violencia en retaliación y que las Autodefensas Unidas de Colombia (AUC) obligaron con su despliegue a un aumento forzado del gasto militar por parte de las guerrillas y, en general, a un aumento desbordado de la economía de la guerra. Finalmente, el argumento expone que el paramilitarismo obligó a la guerrilla a renunciar a su trabajo político organizativo. Aunque hay mérito en ciertos aspectos de esta tesis, lo que esta desconoce es que es también una decisión política militarizarse ante la amenaza y considerar que esta así lo justifica.

Como también es una decisión política distanciarse del trabajo organizativo y de las bases sociales para dedicarse a afrontar dicha amenaza. Por último, Zelik plantea convincentemente lo que llama la "mafiotización" del Estado a través del paramilitarismo, pero no desarrolla su contracara, la politización del narcotráfico a través del mismo fenómeno. Esto último es importante, porque cuestiona la noción del paramilitarismo exclusivamente como manifestación violenta de una élite política y económica establecida, invitando en cambio a pensar este fenómeno también como vehículo para la emergencia de nuevas élites regionales y nacionales, una "narcoburguesía", diría el autor, aunque sin desarrollar este aspecto.

Los reparos y desacuerdos aquí plasmados son, no obstante, una muestra contundente de la importancia de esta publicación para el debate público y académico. Su lectura invita e incluso obliga a tomar posición y repensar lo dicho, investigado y leído. Además, las conclusiones de este trabajo son sin duda fecundas, tal vez porque finalmente logra desprenderse de la rigidez inicial de sus parámetros analíticos. Aparece así el paramilitarismo entendido primero como forma de combate de la insurgencia a través de la irregularización de la violencia y como modalidad de externalización de esta por fuera del aparato estatal, con la que disminuye los costos políticos y económicos de la lucha contrainsurgente. Pero también se lo concibe como una forma de control integral de la población encaminada a la transformación de las estructuras sociales de comunicación y la subyugación a un sistema de orden establecido o por establecerse (biopolitización de la guerra). Igualmente se lo entiende como una estrategia que busca el debilitamiento del movimiento sindical reduciendo a los trabajadores a mano de obra barata y no organizada, paralelamente con la capitalización forzada de economías locales de subsistencia.

Lo enriquecedor de esta lectura del paramilitarismo no radica solamente en esta mirada multidimensional que articula en varios planos lo social con lo económico y político, pues incorpora un análisis comparativo y global que rompe con cierta tendencia local a imaginar todo lo asociado al conflicto armado colombiano en términos de su excepcionalidad. Por el contrario, el autor logra en su libro trazar paralelos con dinámicas en otras latitudes y temporalidades, y además vincular el fenómeno paramilitar colombiano con políticas e intereses transnacionales, en particular, de los Estados Unidos. Y no solo eso, pues logra igualmente, y de manera persuasiva, desvirtuar marcos interpretativos estandarizados a nivel mundial para abordar los fenómenos sociopolíticos de los llamados países en desarrollo. Es así como a lo largo de su análisis el autor revela la precariedad del concepto de Estado fallido con que se quiere dar cuenta de la proliferación de formas de violencia organizada en Colombia, incluyendo por supuesto el paramilitarismo. Zelik trasciende el uso de estas nociones populares formulando en cambio términos como la gubernamentalidad imperial o la polémica, novedosa y provocadora aproximación al neoparamilitarismo como una forma organizativa enajenada y despótica de la misma población. Este libro sin duda revigoriza y actualiza el debate sobre el paramilitarismo, justo cuando la opinión y la política pública están mirando para otro lado.

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