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vol.46 issue1Daniel Palma Alvarado, ed. Delincuentes, policías y justicias. América Latina, siglos XIX y XX. Santiago de Chile: Universidad Alberto Hurtado, 2015. 515 páginas. DOI: 10.15446/achsc.v46n1.75566 author indexsubject indexarticles search
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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.46 no.1 Bogotá Jan./June 2019

https://doi.org/10.15446/achsc.v46n1.75567 

Reseñas

Jeremy Adelman. El idealista pragmático. La odisea de Albert Otto Hirschman. Bogotá: Universidad de los Andes, 2017. 645 páginas. DOI: 10.15446/achsc.v46n1.75567

RENÁN SILVA* 

* Universidad Externado de Colombia rj.silva33@gmail.com


Se trata de una biografía, de buenas calidades literarias, muy erudita y documentada, del gran economista y analista de la sociedad Albert Otto Hirschman, quien es el autor de más de una decena de obras que, por su originalidad, agudeza y compromiso con la sociedad, honran a las ciencias sociales, además de muchísimos artículos, compilaciones y por lo menos un libro de entrevistas. Hirschman es muy conocido, por lo menos de nombre, por los economistas colombianos que no son demasiado jóvenes y saben algo más que ecuaciones. Sin embargo, todo indica que, más allá de las reverencias, las cuales son formas de cortesía obligada, su manera de pensar y de investigar no tiene desde hace años ningún efecto práctico entre nosotros (en Estados Unidos el propio Paul Krugman lo trataba con desdén, a diferencia de Amartya Sen, quien lo leía y lo discutía, es decir, lo respetaba).

La lectura de esta obra puede ayudar a los más jóvenes practicantes de la economía, y sobre todo a los estudiantes en formación en esa disciplina, a entender la ciencia económica como una ciencia social; a acercarla de nuevo, como lo fue en el pasado, a la literatura, a la filosofía y, desde luego, a la historia; y a servirse de ella para contradecir la versión que reduce ese saber a una forma de contabilidad sofisticada y la formación de economistas al aprendizaje de la aplicación mecánica de modelos, con el fin de llegar a resultados previamente conocidos.

El libro transmite la pasión y la alta consideración por la vida de Hirschman que llegó a sentir Adelman con el paso de los largos años que le tomó la preparación de la obra. Estudiando la vida de Albert Hirschman, Adelman convence a sus lectores, y me parece que lo hace sin retórica, que se puede ser un destacado científico de la economía y al mismo tiempo llevar una existencia llena de aventuras y de nobles propósitos por la mejora de la suerte del prójimo. Esto, sin que esa militancia por los demás se deje atrapar en el populismo, el sentimentalismo o la falta de rigor, haciendo de la ciencia al mismo tiempo un lugar de experimentación de sus problemas más complejos: la causalidad, el posibilismo, las relaciones entre teoría y práctica y la valoración que la experiencia debe merecer para el investigador de la sociedad, más allá de las teorías que eluden la vida social y remiten simplemente unas a otras, como si la comprobación de sus afirmaciones viniera de las propias teorías.

Uno de los puntos mejor demostrados en la obra de Adelman tiene que ver con la forma como presenta la valoración que Hirschman hacía de las reformas, por oposición a todo extremismo, y la crítica que hacía al postulado según el cual el ser humano es "perfectible" y no solamente "mejorable". No es accidental la mención que hace Adelman del libro de Eric Hobsbawm, que caracteriza el siglo XX como "era de los extremos", cuando recuerda que una de las virtudes mayores de Hirschman era precisamente el ponerse del lado de la reforma y de los cambios graduales, y, desde ese punto de vista, en contra de las dos grandes fuerzas que le dieron forma al siglo xx: de un lado, el comunismo que predicaba la posibilidad de un "hombre nuevo" hecho de toda la suma posible de perfecciones y, de otro, el pesimismo realista que se contenta con lo que existe y termina por esa vía siendo una de las defensas mayores del statu quo.

El título de la obra -que no corresponde al del original en inglés, pero sí a una expresión utilizada por el biógrafo y al sentido que este da a la vida de Albert Otto Hirschman- puede parecer una paradoja: como se sabe, los idealistas en general son poco prácticos, y los espíritus pragmáticos tienden a ser ante todo realistas, incluso en el peor de los sentidos, es decir, en el de conformarse con lo que hay y agachar el espinazo ante lo que Nietzsche llamaba "la inmaculada percepción". Pero no hay paradoja por parte alguna. Hirschman fue toda su vida un firme creyente en que algunas ideas podían cambiar la realidad y que los caminos de ese cambio pasaban por la acción colectiva creadora, la cual era capaz de ensayar senderos en los que habitualmente no se piensa y apoyarse incluso en las consecuencias más inesperadas de la evolución social.

Albert Hirschman es conocido ante todo por ser uno de los creadores de la teoría moderna del desarrollo económico. Muchas de las cosas que afirmó sobre crecimiento y progreso, los dos puntos que articulan toda teoría del desarrollo económico en la reflexión de Hirschman, mantienen hoy su validez, sobre todo cuando se habla de los países que se designan como en "vías de desarrollo". Pero en Hirschman hay mucho más. En cada una de sus obras, incluso en las que pueden parecer más técnicas, hubo siempre una reflexión de tipo epistemológico que sorprende, al punto que se podría decir que, pensando en los problemas de la causalidad, pero vistos estos de manera práctica en el campo del desarrollo económico, Hirschman innovó en el corazón de las ciencias sociales. Él rompió con las formas usuales del monocausalismo y de los determinismos simplistas, expresando grandes verdades en "principios" sencillos de prácticas de gobierno y políticas públicas, como cuando defendió la idea de "varias cosas al mismo tiempo", para indicar que todo problema y sus soluciones exigían el estudio y la puesta en marcha de sistemas de variables complejas y entrecruzadas.

Todo lector joven de ciencias sociales debería leer ese pequeño clásico que es Salida, voz y lealtad (1970), en el cual Hirschman abordó, de manera sabia, el problema de las actitudes y respuestas ante una crisis. En principio el pequeño ensayo parece destinado a solucionar necesidades prácticas, o bien de las organizaciones o bien de las "firmas" (las empresas) o bien de los Estados. Pero, muchos años después de haber escrito este ensayo, Hirschman quiso probar la utilidad de sus esquemas en crisis, no solo de grandes proporciones, sino de naturaleza relativamente diferente, y lo aplicó de manera muy creativa a la caída del Muro de Berlín (1989-1994), mostrando que las opciones de Salida, voz y lealtad podían aplicarse a un contexto muy diferente, y que la "voz" y la "salida" se habían impuesto sobre las lealtades y el Muro de Berlín se había venido a tierra, a través de una acción colectiva, que se fue concertando en el movimiento social mismo, en sus propuestas y realizaciones.

No al final de su vida, pero sí ya en edad avanzada, como pensador muy maduro, Hirschman publicó una colección de ensayos que tituló Tendencias auto-subversivas (1995) y en la introducción de la obra explicó esa sorprendente noción de autosubversión, que en realidad se encuentra a todo lo largo de su obra y que es la razón principal de su actualidad: un pensador se define ante todo por que es capaz de someter su pensamiento a una revisión continua y a una revolución permanente, y sabe que en cada revisión a fondo de su pensamiento es su propia identidad la que se pone en tela de juicio, pero no teme arremeter, cuando es necesario, contra el fundamento mismo de sus más "queridos teoremas".

Agreguemos, ya casi para terminar, que Albert Hirschman vivió en Colombia entre 1952 y 1956 y fue además un buen conocedor de la historia colombiana del siglo XX, la cual, junto con otras, le sirvió como base de sus reflexiones sobre el desarrollo económico y el progreso humano. Esos años están considerados de manera breve pero informada en la obra de Adelman (capítulo X) y tienen la virtud de recordarnos que los años cincuenta del siglo XX no fueron en Colombia simplemente violencia y que, por tanto, la única memoria a la que tienen derecho los colombianos no es la "memoria de la violencia". En esas páginas sobre Colombia aparece de fondo no solo su interés por el desarrollo económico y por los "problemas colombianos", sino la forma serena de encararlos, con un aire de esperanza que indica que no los consideraba ninguna fatalidad ni del clima, ni de la topografía, ni de la cultura. En esas páginas aparece también un breve pero rico cuadro de las sociabilidades modernas existentes en la Colombia urbana, y la forma como un pequeño pero significativo grupo de extranjeros y colombianos se ligaba a las tareas de la cultura, y se conectaba con la idea de que Colombia era una sociedad repleta de potencialidades. Lo anterior pone de presente la riqueza de los años cincuenta de nuestro siglo XX, imposibles de resumir en la idea de una violencia extendida y generalizada que tomaba la forma de una "guerra civil".

Poco se sabe sobre el hecho de que Hirschman veía con buenos ojos las formas de autoconstrucción y ayuda mutua en los procesos de vivienda y la construcción colectiva de la sociedad por parte de sus grupos mayoritarios, es decir, los grupos populares. Encontró uno de los mayores ejemplos de la acción colectiva racional en la ciudad de Cali, en el caso del futuro barrio Unión de Vivienda Popular, lugar al cual regresó con su esposa durante un sabático universitario muchos años después de su primera visita, y de donde salió complacido, según lo dejó consignado de forma escrita.

Puede parecer sorprendente que Adelman relacione el pensamiento de Hirschman con el de Nietzsche. Uno podría preguntarse qué puede hermanar al anarquista aristócrata alemán, defensor de la teoría del "superhombre" y de la "razas superiores", es decir, del triunfo de los fuertes sobre los débiles -por señalar lo peor del pensamiento de Nietzsche-, con el entusiasta pragmático defensor de lo que desde el siglo XVIII se designan como los "intereses de la humanidad", es decir, el bienestar colectivo y la distribución equitativa de los recursos que alberga la tierra y los que produce el trabajo humano. En realidad Adelman tiene razón en el punto de la vinculación. Los dos pensadores, tan diferentes, tenían en común la creencia en el valor del pensar, definido como la voluntad de "nunca arrojar la toalla" en cuanto a sus tareas de la inteligencia. También ambos participaban de la idea de que lo que importa es la tensión que debe hacerse al templar el arco, y no simplemente el dar en el blanco preciso.

Vale la pena leer este libro, donde se encuentran nuevos motivos para leer a Hirschman por parte de aquellos que por años hemos hecho de este autor un amigo y un motivo de esperanza. Además, vale la pena leer este libro por parte de aquellos que apenas han escuchado su nombre, pero desean modificar su idea actual de "ciencia económica" y desean hacer de esa ciencia algo menos convencional y formalista de lo que es en la actualidad. Este libro es el comienzo de un camino que los puede llevar desde los ensayos sobre el desarrollo económico hacia Salida, voz y lealtad, y darse ánimos para pasar luego a La moral secreta del economista, y leer ese encanto que son los Ensayos auto-subversivos y seguir con alguno de sus textos de crítica de las formas dominantes del pensamiento económico o de la ciencia política, y así continuar con esa prosa encantadora y esas agudezas analíticas que muestran a un distinguido batallador del no conformismo y un discípulo de la desobediencia racional y razonable.

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