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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.47 no.1 Bogotá Jan./June 2020  Epub Mar 05, 2020

https://doi.org/10.15446/achsc.v47n1.83148 

Artículos

La industria del ladrillo y la urbanización de San Cristóbal, 1910-1940

The Brick Industry and Urbanization in San Cristóbal, 1910-1940

A indústria do tijolo e a urbanização de San Cristóbal, 1910-1940

JOSÉ ALEJANDRO CIFUENTES SARMIENTO* 

* Universidad Sergio Arboleda Bogotá, Colombia. jose.cifuentes@usa.edu.co


RESUMEN

En el presente artículo se estudia la relación entre la industria del ladrillo y la urbanización en el suroriente bogotano durante las primeras décadas del siglo XX. Desde tiempos coloniales, en San Cristóbal se fabricaban tejas y ladrillos de forma artesanal, pues allí había los recursos necesarios para esta actividad, y desde finales del siglo XIX comenzaron a surgir en esta zona algunas fábricas de tipo moderno que usaban hornos industriales alimentados por carbón y acudían al trabajo asalariado. Ya para la década de 1920 el número de fábricas aumentó, pero estas no llegaron a desplazar la producción artesanal. Para ese momento, en la zona de San Cristóbal se fueron construyendo nuevos barrios integrados a Bogotá, por lo que el sector se convirtió en uno de los ejes del crecimiento urbano que experimentó la capital. Así pues, este trabajo busca comprender la importancia que revistió la producción de ladrillos en la historia del suroriente de la ciudad. Aunque en San Cristóbal existían recursos primordiales para las necesidades de una ciudad en expansión, como agua potable y tierras disponibles, y los cuales de por sí atraían ya la atención de los urbanizadores, lo cierto es que la existencia de fábricas modernas de ladrillos, así como de un sector artesanal dedicado a la misma actividad, tuvo un influjo concreto sobre la urbanización de esta parte de la ciudad.

Palabras clave: San Cristóbal; Bogotá; ladrillo; tejares; industria; urbanización; trabajo; historia barrial

ABSTRACT

The article studies the relation between the brick industry and urbanization in the southeastern sector of Bogotá during the first decades of the 20th century. Ever since Colonial times, artisanal production of bricks and tiles had been carried out in San Cristóbal, since it had the resources necessary for such activity. Towards the end of the 19th century, some modern factories appeared in the area, featuring industrial, coal-fueled ovens and employing salaried workers. By the decade of the 20s, the number of factories had increased, without, however, managing to displace artisanal production. New neighborhoods integrated to Bogotá began to be built in the area of San Cristóbal, thus transforming the sector into one of the capital's urban growth hubs. The objective of this article is to understand the importance of brick production in the history of the southeastern part of the city. Although San Cristóbal had essential resources to satisfy the needs of an expanding city, such as potable water and available land, which attracted urban developers, the existence of both modern brick factories and artisanal producers had a concrete influence on the urbanization process in that part of the city.

Keywords: Bogotá; brick; industry; labor; neighborhood history; San Cristóbal; tile works; urbanization

RESUMO

Neste artigo, estuda-se a relação entre a indústria do tijolo e a urbanização no sudeste de Bogotá, Colômbia, durante as primeiras décadas do século XX. Desde tempos coloniais, em San Cristóbal, são fabricados telhas e tijolos de forma artesanal, pois nele havia os recursos necessários para essa atividade, e, desde o final do século XIX, começaram a surgir, nessa zona, algumas fábricas de tipo moderno que usavam fornos industriais alimentados por carvão e recorriam a trabalho assalariado. Já para a década de 1920, o número de fábricas aumentou, mas estas não chegaram a deslocar a produção artesanal. Neste momento, na zona de San Cristóbal, foram construídos novos bairros integrados a Bogotá, razão pela qual o setor se converteu em um dos eixos do crescimento urbano que experimentou a capital. Assim, este trabalho pretende compreender a importancia que revestiu a produção de tijolos na história do sudeste da cidade. Embora em San Cristóbal tenham existido recursos primordiais para as necessidades de uma cidade em expansão, como água potável e terras disponíveis, e os quais por si só atraiam a atenção dos urbanizadores, o certo é que a existência de fábricas modernas de tijolos, bem como de um setor artesanal dedicado a essa atividade, teve uma influência concreta sobre a urbanização dessa parte da cidade.

Palavras-chave: Bogotá; história de bairro; San Cristóbal; indústria; telha; tijolo; trabalho; urbanização

Introducción

La industria de Bogotá ha sido objeto de estudio de varias investigaciones históricas, por lo que tenemos cierto conocimiento sobre las fábricas de bienes de consumo que surgieron desde los últimos años del siglo XIX; sin embargo, son pocos los estudios sobre la producción de ladrillos, una industria que se consolidó a inicios del siglo XX. A pesar de que el ladrillo comenzó a fabricarse en Bogotá desde el siglo xvi, el uso de este producto nunca se difundió durante el periodo colonial, pues los métodos de fabricación los hacían frágiles y costosos. Hasta mediados del siglo XIX, los ladrillos y las tejas se produjeron por medio de trabajo artesanal, cuando apareció la primera fábrica moderna que permitió mejorar la calidad del ladrillo. Así, el uso del ladrillo se hizo más común en Bogotá a partir de las décadas de 1890 y 1900. Esto dio pie al surgimiento de más fábricas modernas, lo cual no significó la desaparición de la producción artesanal. Además, buena parte de la producción industrial y artesanal de ladrillos se localizó en la zona de San Cristóbal. El presente trabajo estudia el desarrollo de la producción de ladrillos en dicho sector de la ciudad durante la primera mitad del siglo XX. Se busca comprender qué factores llevaron a que San Cristóbal se convirtiera en una sede de la industria ladrillera, explorar las características de esta producción y analizar el influjo que esta economía tuvo en la urbanización del suroriente de la ciudad.

San Cristóbal experimentó un importante proceso de urbanización. Juan Carlos del Castillo ha señalado que esta parte de la ciudad se convirtió en uno de los ejes de la expansión urbana de Bogotá durante la primera mitad del siglo XX. Este crecimiento, dice el mismo autor, se dio en forma lineal de norte a sur, siguiendo la trayectoria de los cerros orientales e integrando de esta forma las periferias ubicadas en ambos puntos cardinales.1 Durante las primeras décadas del siglo XX, en San Cristóbal -inicialmente planeado como un suburbio campestre al sur de la ciudad-, surgieron barrios para obreros como Villa Javier, el Primero de Mayo o el Veinte de Julio. Las fuentes nos permiten ver que en la construcción de estos barrios jugó un papel importante la producción tanto artesanal como industrial de ladrillos.

Localización y características del territorio

Actualmente, San Cristóbal es la localidad número cuatro del Distrito Capital y alberga a casi 410 mil habitantes, distribuidos en 274 barrios.2 Pero en la presente investigación San Cristóbal es entendido como un sector al suroriente de la Bogotá que inició su urbanización a principios del siglo XX y está limitado de norte a sur por el camino a Soacha (hoy calle 1a) y el río Fucha, y de occidente a oriente por el camino a Tunjuelo y el camino a Chipaque, tal como se puede apreciar en la figura 1. Durante el periodo colonial, y a lo largo del siglo XIX, la zona de San Cristóbal albergó haciendas en las que se dieron cultivos de pancoger y cría de ganado menor debido a la fertilidad de la tierra y a la presencia del río Fucha.3 La productividad de estas tierras la muestra el caso de la hacienda La Milagrosa, propiedad de la Compañía de Jesús hasta 1767, la cual se encontraba ubicada sobre la ribera derecha del río Fucha. Además de una casa de tapia, en la hacienda se encontraba un albergue para huérfanos que era abastecido por los productos cultivados en ella. Aprovechando la quebrada El Teñidero, la hacienda poseía tierras de regadío.4

De igual forma, las aguas del Fucha hicieron posible en San Cristóbal el desarrollo de otras actividades productivas, como molinos de harina y una fábrica de pólvora que funcionó con intermitencia desde finales del siglo XVIII.5 Además, también desde tiempos coloniales, en las laderas de la zona algunas personas se instalaron para producir ladrillos y tejas. Ahora bien, el establecimiento de chircales y tejares en San Cristóbal se explica por las características del terreno. Esta zona se ubica en la ladera de cerros que superan los 3.500 m s. n. m., los cuales colindan con los cerros del páramo de Cruz Verde, donde nace el río Fucha.6 Las laderas de dichos cerros le dan a San Cristóbal un terreno de morfología suave, arcillosa y blanda, la cual se formó con la acumulación de depósitos de piedras de composición homogénea y de tamaños diversos, que se denominan coluviales y están compuestos de material arcilloso.7 En el suroriente de la sabana de Bogotá, además, priman las formaciones estratigráficas Guadalupe, Guaduas y Regadera, en las que hay alta presencia de ciertos tipos de rocas que posibilitan la existencia de arcillas, arena y grava,8 materia prima primordial para la fabricación de productos de barro cocido, como los ladrillos.

Figura 1 Detalle del Plano de Bogotá por Francisco Cabrer, 1797. 

La producción de ladrillos en San Cristóbal

En 1938, Karl Brunner escribió un artículo donde proyectaba el desarrollo de Bogotá en la siguiente década. Allí el austriaco hacía un balance de "estructura económica" de la ciudad en el que identificaba tres núcleos industriales: el occidente, el norte y el sur. La industria en el sur se ubicaba entre los barrios Las Cruces y Veinte de Julio y se concentraba en la producción de materiales de construcción. El austriaco explicaba que esta industria se encontraba allí por la "calidad del suelo y a la relativa cercanía al casco de la ciudad".9 Sin embargo, Brunner daba una explicación bastante limitada. La situación descrita por este urbanista iba más allá de la calidad del suelo, pues era resultado de un proceso histórico que se remonta al siglo xvi y que pasa por las transformaciones que experimentó Bogotá a principios del siglo XX.

La calidad del suelo de la que habla Brunner no fue descubierta por los industriales que le eran contemporáneos. Cuando los españoles fundaron la ciudad, se encontraron en los cerros orientales los materiales necesarios para fabricar ladrillos y tejas, así como la fuente calórica para los hornos de cocción, el arbusto de chirca, una planta que le dio el nombre a las ladrilleras bogotanas: los chircales. No obstante, pese a los recursos disponibles, no surgió inmediatamente una fuerte industria ladrillera. De hecho, el uso del ladrillo en Bogotá durante el periodo colonial fue bastante reducido, pues los recursos disponibles limitaban su fabricación: al no usarse carbón como fuente calórica de los hornos de cocción, los ladrillos que se podían producir eran muy frágiles. Cuando la chirca se quemaba, se lograba una temperatura de máximo 650° C en los hornos, lo que apenas servía para producir ladrillos semicocidos muy frágiles.

Estas circunstancias obligaron a los productores a reducir el grosor de los ladrillos, por lo que los chircales en Bogotá se dedicaron más que todo a la fabricación de tejas y de un tipo de ladrillo adelgazado denominado "tablón", usado para reforzar los muros de tapia. Por su tamaño y fragilidad el ladrillo no se usó como material primordial en las edificaciones de la ciudad y su empleo quedó circunscrito a conventos y bóvedas de puentes e iglesias. La población tampoco usaba el ladrillo porque los problemas para su elaboración hacían de este un producto muy costo e inseguro.10 Aun así, los chircales florecieron desde el siglo xvi en las laderas de los cerros orientales, en una franja de 15 km comprendida entre Chapinero y San Cristóbal. Esta última zona era especialmente propicia, gracias a sus yacimientos de arcilla de fácil explotación.11 Todo este panorama cambió desde mediados del siglo XIX, cuando se aplicaron mejoras técnicas -por ejemplo, cambios en el tamaño y forma de los hornos-, y se introdujo el uso del carbón como fuente calórica. El precio de los ladrillos comenzó a bajar gracias a la producción creciente de chircales y el surgimiento de fábricas modernas ubicadas en los lindes del perímetro urbano, al norte de la Nieves y al sur de Las Cruces.12

Las primeras fábricas modernas de ladrillo surgieron en la periferia suroriental de la ciudad, siendo la pionera Ladrillos Calvo, creada en 1856, que estaba ubicada en la actual carrera 3a entre calles 2a y 3a. Calvo producía ladrillos prensados y, para 1886, era el primer fabricante que trabajaba con un horno cerrado tipo Hoffman, el cual mejoraba la calidad del ladrillo. El carbón, extraído de una mina del sector de Belén abierta desde 1865, permitió la introducción de hornos industriales, pues este mineral posibilitaba el aumento de la temperatura a unos 950 °C. Así, Calvo difundió el uso del ladrillo: apareció en edificios públicos como el Capitolio, la Plaza de Mercado de La Concepción y las Galerías Arrubla. Para principios del siglo XX, la producción de Calvo era tan importante que Carlos Martínez sostiene que el Acuerdo Municipal 10 de 1902 -el cual exigía el uso del ladrillo en nuevas construcciones y en la reedificación de las fachadas de las viviendas-, usó como medida estándar las dimensiones de los ladrillos elaborados en esta fábrica.13

Con la modernización de la producción de ladrillo también se abrió paso la fabricación industrial de otros productos de arcilla cocida. En 1906 fue fundada la fábrica de Tubos Moore,14 que además de producir ladrillos, introdujo los productos de gres vitrificado. La familia Moore descendía del ingeniero inglés Tyrell Moore, quien llegó a Colombia en 1828. Los Moore habían acumulado un capital considerable gracias al comercio de oro y cobre, así como al cultivo intensivo de café, lo que le permitió a Plantagenet Moore, hijo de Tyrell, aprovechar sus conocimientos en química e ingeniería para iniciar su aventura empresarial con los productos de gres.

La crisis sanitaria que afectaba a Bogotá al despuntar el siglo XX favoreció a la empresa. La ciudad necesitaba construir un sistema de alcantarillado moderno y para ello también era importante el uso de materiales que permitieran darle un tratamiento adecuado a las aguas residuales. Los tubos vitrificados, resultado de la cocción de la arcilla a altas temperaturas, fueron la respuesta ideal debido a su impermeabilidad y resistencia. Empero, durante sus primeros años de existencia, Tubos Moore tuvo dificultades para colocar en el mercado sus tubos de gres porque los bogotanos aún no confiaban en ellos, creyendo erróneamente que estos se obstruirían y que, por ser tubería cerrada, su limpieza sería difícil. Entonces Tubos Moore se dedicó a la producción de ladrillos vitrificados, los cuales fueron muy populares en la pavimentación de vías.

Tubos Moore se instaló desde 1906 en un lote entre las calles 1a y 1a A sur sobre la carrera 7 a, dada la cercanía a los yacimientos de arcilla de San Cristóbal. Las arcillas de San Cristóbal fueron muy importantes para la producción de esta fábrica; Jaime Moore, descendiente de Plantagenet, asevera que los ladrillos vitrificados se elaboraban con "un gres blanco muy especial y que se extraía de una mina que tenían en San Cristóbal".15 Entre 1916 y 1925, la fábrica se modernizó y expandió. Pasó del uso de vapor a la energía eléctrica. Además, importó hornos de última tecnología desde Inglaterra, lo que le permitió aumentar su productividad. En 1928 se abrió un nuevo establecimiento fabril sobre la carrera 5 a al norte de la calle 1a, en Las Cruces. Y en 1945 los dueños decidieron abrir una nueva fábrica en la vieja hacienda La Colina, ubicada en el extremo suroriental del barrio Veinte de Julio.16

Otra de las fábricas importantes de San Cristóbal fue Ladrillos B. Gaitán, fundada por la familia de Jorge Gaitán Cortés, alcalde de Bogotá entre 1961 y 1966. Luis Gaitán, habitante de San Cristóbal en la actualidad y medio hermano de Jorge Gaitán, cuenta que su bisabuelo, Pantaleón Gaitán Luque, compró un terreno en San Cristóbal hacia 1850. Gaitán Luque estableció en dicho terreno un molino de maíz; luego la familia se dedicó a la actividad comercial, estableciendo una relación con la Casa Montoya Patiño. Fue a principios del siglo XX, cuando Benjamín Gaitán, hijo de Pantaleón Gaitán Luque, comenzó a fabricar ladrillos en el terreno que poseían en San Cristóbal.17

La fábrica se ubicaba sobre la orilla sur del río Fucha, a la altura de Vitelma. Al parecer, inicialmente se trataba de una producción artesanal, pero la relación comercial de la familia Gaitán les permitió modernizar la fabricación de sus productos. Pantaleón Gaitán Pérez, hijo de Benjamín, era representante de Montoya Patiño & Cía., empresa importadora de herramienta y maquinaria, con contactos en los Estados Unidos. El rol de intermediario comercial le permitió a Pantaleón, encargado de la fábrica de su padre desde 1910, mejorar el proceso de fabricación de ladrillos introduciendo maquinaria moderna. Cabe señalar que los Gaitán controlaban una mina de arcilla adyacente a la fábrica, descubierta por Benjamín a finales del siglo XIX, la cual aportaba la materia prima para la producción de ladrillos.18

En la década de 1920, Pantaleón dejó por un tiempo la dirección de la fábrica para regresar a los Estados Unidos como representante comercial de Montoya Patiño & Cía. Para ese entonces la fábrica aparecía registrada en un censo de 1922 como una de las más importantes en el ramo de ladrillos del suroriente bogotano. En ese momento ocupaba a 14 obreros, 8 mujeres y 5 hombres, mientras que la fábrica de Moore tenía 22 trabajadores, y Ladrillos Calvo contaba con 36 obreros.19 En 1926, Pantaleón volvió de los Estados Unidos para apoyar a su padre en la fábrica porque aquel año se iniciaba el montaje de un horno Hoffman importado desde Norteamérica, lo cual es una muestra del crecimiento que había experimentado la empresa.20 Algunos testimonios también indican que el número de trabajadores de la fábrica aumentaba. Estos obreros fueron nutriendo de habitantes nuevos al barrio San Cristóbal, ya que se fueron instalando con sus familias en predios adyacentes.21

Las tres fábricas mencionadas incentivaron en San Cristóbal el desarrollo de una industria ligada al ladrillo y a otros materiales de construcción, la cual podemos decir que estaba en plena expansión a mediados del siglo XX. Las fábricas del sector eran un referente obligado en el país: en 1947 en la revista Casas y Solares, publicada por la Lonja de Propiedad Raíz, se presentó un estudio sobre la industria de la construcción en Colombia. Una parte de este trabajo se dedicó a los materiales de construcción, y más específicamente, a la industria del ladrillo capitalina. El autor del texto explicaba que el progreso urbano que experimentó la capital desde principios del siglo XX forzó cambios en la producción de ladrillos, por lo que desde la década de 1920 se pasó de "un centenar de pequeños hornos levantados en las laderas de los cerros con trabajo familiar y el capital de las clases económicas menos pudientes, con técnica rudimentaria reducida a la manufactura del ladrillo 'rosado', 'tablón' y adobe", a una industria que introdujo maquinaria compleja y que a su vez fue "modernizando el transporte y diversificando productos". Esta transformación se dio porque "se incrementaron las construcciones [y] la producción de ladrillo resultó insuficiente en calidad y cantidad"; de tal forma que "grandes capitales se orientaron a la transformación de esta industria", lo cual significó "la quiebra de la antigua organización":

de la antigua producción quedan únicamente unos cuantos hornos en Bogotá y municipios circunvecinos [como Suba y Usme], con una producción aproximada de un millón de unidades al mes, al tiempo que salen de las modernas fábricas cuatro millones mensuales de ladrillos por valor aproximado de millón y medio de pesos.22

El autor auguraba la desaparición de la industria artesanal debido a su incapacidad para competir contra la gran industria, al agotamiento de los viejos yacimientos de arcilla o porque los pequeños hornos están ubicados en zonas urbanizables, de manera que en algún momento iban a ser desplazados. Por último, el autor del estudio incluyó un informe con la situación de las seis principales fábricas de ladrillo bogotanas, cinco de las cuales se ubicaban en San Cristóbal. En primer lugar, aparecía la Fábrica de Ladrillo El Progreso S. A., sobre la que el autor afirma

produce únicamente ladrillo perforado del tipo (FLEPSA) [sigla del nombre de la empresa] de 5, 9, 12 y 15 centímetros de grueso para tabiques y pisos de 15 centímetros para paredes de carga. La demanda actual es superior a la capacidad de producción, y ésta llega a un millón de unidades, reducidas a tipo 'tolete'. Tiene a su servicio 60 obreros y su producción es totalmente mecanizada.23

Luego encontramos la fábrica SAIL, que contaba con un

capital de $60.000.00 y 24 años de producción permanente. Con 90 obreros y maquinaria moderna produce 350.000 ladrillos al mes, excepto ladrillo rosado, cuya producción está paralizada por el momento [...] Explota 30 fanegadas ricas en greda de alta calidad, situadas en el barrio 20 de Julio.24

La tercera era la Fábrica de Ladrillo San Cristóbal S. A., que

cuenta con 22 años de labores, 8 de ellos bajo la forma de sociedad anónima con bienes avaluados en $180.000.00. Produce únicamente ladrillo prensado de 25 centímetros de largo por 12 de ancho y 8 de grueso, de características especiales para frentes de edificios, alcantarillas, etc. Hace quince años vendía el millar a $20.00, el año pasado a $45.00 [.] goza de una demanda permanente, hoy ampliada por entidades como la Nación, el Departamento y el Municipio [.] Su producción actual es de 300.000 unidades al mes.25

En cuarto lugar, estaba la Fábrica de Ladrillo Calvo, "una empresa casi centenaria. Fundada en 1859, trabaja con un capital de $10.000.00 y 70 obreros para producir 200.000 ladrillos prensados de 4 centímetros de grueso, especiales para frentes. [...] sus instalaciones son parcialmente mecanizadas". Finalmente, estaba La Catalana, fábrica que "produce únicamente ladrillo refractario especial para hornos, calderas y usos industriales. Saca a la venta 10.000 unidades al mes a razón de $180.00 el millar [.] cuenta con 16 años de práctica y vetas de arcilla blanca, además de hornos especiales de fuego directo".26

Ante esta información, surge una pregunta concreta: ¿qué factores nos explican el hecho de que para la década de 1940 se hubiera situado en San Cristóbal una industria ladrillera en expansión? Ya hemos perfilado una parte de la respuesta al señalar que las laderas de los cerros al suroriente de la ciudad constituían una fuente de recursos, los cuales, desde el siglo xvi, se venían aprovechando para la elaboración de producción de arcilla cocida. Para aquellos empresarios que vieron la fabricación de ladrillos como una actividad rentable, disponer en la misma zona de los recursos necesarios facilitaba la producción.

Pero la respuesta también debemos buscarla en los procesos sociales que se habían dado en San Cristóbal. En efecto, la zona, con el pasar de los años, se había convertido en sede de producción artesanal de ladrillos, y los industriales del siglo XX encontraron un terreno ya allanado. Además, para 1947, año de la publicación del artículo en Casas y Solares, San Cristóbal era un núcleo de urbanización muy importante, con varios barrios para obreros. La urbanización, al poner a disposición de los empresarios fuerza de trabajo para sus fábricas, hizo posible, a su manera, el desarrollo de la industria ladrillera en el sector. Los productores artesanales, -trabajadores cualificados que poseen sus medios de producción y controlan sus condiciones de trabajo, incluido el fruto de este-27 habían ido especializando la zona, a tal punto que cuando aparecieron las fábricas modernas, estas, en vez de desplazar la producción premoderna,28 se asentaron sobre ella. Hacia mediados de la década de 1940, ambos tipos de producción ya convivían.

En este texto no se abordará la producción artesanal anterior al siglo XX. La daremos por sentada a partir del hecho de que para el siglo XX aún persistía esta forma de producir ladrillos. Como lo veremos a continuación, una mirada a la documentación disponible para la primera mitad del siglo XX nos muestra la existencia de una producción de ladrillos elaborada por pequeños fabricantes, quienes eran dueños de sus propios hornos, los cuales explotaban directamente, muy seguramente con trabajo familiar.

La existencia de esta producción de pequeña envergadura se registra en la distinción que se hacía entre la fabricación industrial y la producción artesanal por medio del vocablo 'chircal'. Esta palabra, con la que se habían denominado los hornos de ladrillo y teja en el periodo colonial, se utilizaba ahora en siglo XX para referirse a la producción de ladrillos en hornos rudimentarios con trabajo familiar. Así queda claro cuando observamos las licencias de construcción entre 1920 y 1930. Cuando los ciudadanos solicitaban a la Alcaldía municipal el permiso para construir pequeños hornos u otras edificaciones, como cobertizos para la fabricación de ladrillos, se referían a los lugares donde se realizaría la obra como chircales. En las licencias, las obras para chircales se localizaban en predios donde ya había una vivienda edificada en medio de barrios en crecimiento. En contraposición, en el mismo periodo podemos encontrar solicitudes de empresas como Tubos Moore para obras de mayor envergadura, por ejemplo, la instalación de grandes hornos o de plantas generadoras de electricidad. En dichas solicitudes siempre se refieren a los lugares como fábricas. De igual forma, en las principales guías y directorios telefónicos de la Bogotá de la primera mitad del siglo XX se hace la distinción entre chircales y fábricas de ladrillo.29

Los chircales comenzaron a aumentar en número en el suroriente bogotano a partir de mediados del siglo XIX, y tal era el alcance de la actividad productiva de estos, que a finales de esa centuria se habían convertido en un problema sanitario para la ciudad, debido a los efectos que la extracción de arcillas tenía sobre el abastecimiento de agua de la capital. De tal manera que, en algunas de las acciones que tomaron las autoridades municipales con respecto a la crisis del abastecimiento de agua, podemos encontrar alusiones a la situación de los chircales. El Concejo Municipal le encargó al director del ramo de aguas un informe sobre la situación del abastecimiento de líquido de la ciudad. José Segundo Peña presentó su informe en 1897. Allí denunciaba que desde mediados del siglo XIX, y en especial desde el inicio de la década de 1890, se habían venido presentando varios derrumbes entre Guadalupe y el alto de Vitelma a causa de la erosión producida por "los socavones y hoyos para extraer arena y pozos de chircal".30 El accionar erosivo de los chircales ya era una preocupación urgente para las autoridades municipales, debido al riesgo de derrumbes que se cernía no solamente sobre algunos sectores de la ciudad, sino también sobre los viajeros que hacían uso de los caminos a la sombra de los cerros. Por ello, mediante el Acuerdo Municipal 29 de 1894 se prohibió

la explotación de canteras de cualquiera naturaleza en la zona alta y oriental de la Ciudad, comprendida entre "El Arroyo de la Vieja", en Chapinero, y el "Alto de Bitelma"[sic] en el camino de San Cristóbal, sin que se haya solicitado la correspondiente licencia del Señor Alcalde.31

El ingeniero Miguel Triana publicó en 1914 un folleto que recogía algunos artículos de su autoría sobre la reforestación de las hoyas hidrográficas y el abastecimiento de agua de Bogotá, con la intención de que las ideas fueran aplicables a otros municipios. Allí establecía que uno de los principales problemas para la recuperación de los ríos de la ciudad era el consumo de leña y carbón de las industrias ladrilleras. En su estudio de este problema nos presenta una estadística de los productores que funcionaban "en los barrios alfareros de Bogotá" (tabla 1). De un total de 85 establecimientos alfareros, 59 se encontraban ubicados al suroriente de la ciudad. En San Cristóbal y Las Cruces se hallaba casi el 70 % de todos los chircales y tejares de la ciudad, y estos controlaban poco más del 65 % de la producción de ladrillos, tejas y tubos.

Tabla 1 Empresas alfareras y tejares de Bogotá para 1914. 

Ubicación Número de empresas Cantidad de hornos Piezas producidas*
Chapinero 13 32 442.500
Sucre 8 21 482.000
Santa Bárbara 5 10 103.000
Las Cruces 59 132 1.941.000
San Cristóbal

* Ladrillos, tejas y tubos.

Fuente: Miguel Triana, La arborización y las aguas. Artículos escritos para Bogotá, pero que son también aplicables a otras poblaciones de la República (Bogotá: Casa Editorial de El Liberal, 1914) 20-21. Es casi seguro que en esta tabla aparecen registradas fábricas como Tubos Moore y Calvo, al igual que los pequeños chircales artesanales.

Pese a los esfuerzos gubernamentales por controlar la actividad de los chircales, en la primera mitad del siglo XX estos no desaparecieron de los cerros orientales. Las licencias de construcción entre 1915 y 1935 nos permiten hacernos una idea al respecto. En estos veinte años nos encontramos al menos unas veinticinco peticiones de ciudadanos a la Alcaldía para la construcción de edificios y hornos para chircales en el suroriente bogotano. Muchas de estas licencias, aprobadas casi en su totalidad, eran para obras en predios ubicados en los barrios San Cristóbal, Primero de Mayo y Veinte de Julio, también sobre los caminos de Balkanes a Ubaque, y sobre la vía llamada Paseo Nariño, en la parte alta de San Cristóbal. Estos chircales se localizaban en predios de viviendas, se elaboraban con poco capital y su producción era limitada. Un caso que expone esta situación es el de un chircal que se ubicaba sobre la carrera 4a, al sur de la calle 1a, saliendo de Las Cruces en dirección a San Cristóbal. Allí, una persona de nombre J. Espitia Pinilla le solicitó en abril de 1929 a la Alcaldía que se le renovara la licencia otorgada dos años antes para construir un "horno para ladrillos". Esta obra, según el solicitante, se suspendió porque no poseía el dinero suficiente para continuar los trabajos. Un par de meses después, la alcaldía le aprobó al mismo J. Espitia una licencia para que construyera un cobertizo de tres metros para proteger el ladrillo crudo.32

El ya citado censo sobre ladrilleras y chircales de 1922 confirma lo que hemos hallado en las licencias de construcción: la producción artesanal de ladrillo se mantuvo a principios del siglo XX y convivió con las modernas fábricas en las mismas zonas donde se desarrolla esta industria. Este documento consigna la existencia de 52 establecimientos en toda la ciudad. En él se registran, además, el nombre del dueño, la dirección exacta donde se ubica el chircal y la cantidad de trabajadores que emplea, discriminados en hombres y mujeres. Del total de chircales registrados en este documento, 20 se encuentran entre Las Cruces y San Cristóbal, 4 en San Diego y 14 en Chapinero, los restantes están desperdigados entre las carreras 6a y 2a, en una franja al oriente que va desde Belén hasta Las Nieves. Comparando esta información con la aportada por Triana en 1914, se reducen en 33 los establecimientos alfareros en Bogotá. Aunque los chircales en la zona de Las Cruces y San Cristóbal, para 1922, representan solamente el 38 % de todos los existentes en la ciudad, esta sigue siendo la zona que más concentra establecimientos de este tipo en la capital.33

Los establecimientos anotados en este pequeño censo que consideramos chircales, son aquellos que registran entre 1 y 10 trabajadores. Podemos suponer que muchos de los trabajadores registrados eran familiares del dueño del chircal. El uso del trabajo familiar en los chircales aún era común en Bogotá en la década de 1970, tal y como se puede observar en el documental Chircales de Marta Rodríguez y Jorge Silva.34 El censo, junto con las otras fuentes citadas, también muestra que la fabricación artesanal e industrial de ladrillos, tejas y tubos fue una actividad económica muy importante en San Cristóbal, en un momento en que comenzaba a abrirse paso la urbanización del sector. En dicha urbanización incidió la economía manufacturera del ladrillo, pero a su vez, este proceso, al aportar fuerza de trabajo disponible en el sector, hizo posible el florecimiento de fábricas y chircales en el suroriente durante la primera mitad del siglo XX.

La urbanización en San Cristóbal

A continuación, esbozaremos las líneas generales del proceso de urbanización de San Cristóbal, el cual se dio a través de la construcción de barrios para obreros y se remonta a la década de 1890. Como veremos, el hecho de que en el suroriente se emplazaran barrios para obreros tiene mucho que ver con el desarrollo de la industria del ladrillo. Para comprender mejor este proceso, primero acudiremos a los postulados del geógrafo David Harvey, quien nos dice que debemos considerar el espacio no como un contexto, sino como una problemática. Con esta afirmación, lo que busca es demostrar que el espacio es construido socialmente. El espacio, además de ser el lugar de localización del conjunto de las actividades sociales, es movimiento, es un proceso que es determinado, y adquiere significado por las relaciones sociales a través del tiempo. Ahora bien, el argumento de que el espacio es socialmente construido se desprende del concepto de la "producción del espacio", que para el caso del espacio urbano significa que las ciudades se construyen colectivamente, siendo así como se definen y se les asignan significados a los espacios urbanos. En ese proceso, según Harvey, se expresan los proyectos y las ideas que las sociedades tienen de sí mismas. Al producir colectivamente las ciudades, nos estamos produciendo a nosotros mismos, dice Harvey. La producción del espacio conlleva el accionar del poder, la actividad individual y colectiva de los seres humanos, y las posibilidades y los límites que se les imponen.35

Lo anterior tiene implicaciones concretas cuando hablamos de sociedades capitalistas. Harvey nos dice que el espacio, como lugar de localización del capital fijo (centros de producción, mercados) se convierte en condición para el proceso de reproducción del capital. Ello en la medida en que las lógicas capitalistas de intercambio y la tendencia a crear trabajo excedente, tienen límites de orden espacial.36 Por lo tanto, el capital entra a modificar el espacio, algo que se ve claramente, según este autor, en la resolución de las crisis de acumulación de capital.37 Estos planteamientos nos permiten comprender mejor el proceso de urbanización de San Cristóbal, porque (1) ponen de manifiesto que los discursos sobre la organización del espacio tienen un asidero en procesos sociales que se desarrollan en un espacio determinado, los cuales, a su vez, afectan la organización del espacio; y (2) especialmente, porque ayudan a evidenciar que las disposiciones políticas sobre los barrios obreros también competían al desarrollo industrial de la ciudad, pues la reducción de costos de vivienda o la ubicación de los barrios de los trabajadores, podían impactar en el costo de la fuerza de trabajo.

De tal forma que, siguiendo las ideas de Harvey, podemos comprender que la urbanización de San Cristóbal se da en el marco de las transformaciones que responden al proceso de modernización que está experimentando la capital, y que, a su vez, hicieron posible el desenvolvimiento de la moderna industria del ladrillo. Entrando en materia, es necesario aclarar que la urbanización en San Cristóbal no surgió como resultado de un plan de ordenamiento urbano, sino por la acción de urbanizadores privados con una limitada intervención estatal. De este modo, el resultado final de la urbanización fue muy distinto de la idea que inicialmente propuso una pareja de empresarios que quisieron hacer dinero loteando los terrenos del sector.

Para finales del siglo XIX, hubo quienes consideraban que las tierras del suroriente eran potencialmente urbanizables. Fue Fortunato Pereira Gamba quien intentó la primera empresa urbanizadora en esta zona. Este personaje, nacido en Bogotá en 1866, fue un ingeniero que se dedicó al comercio, a la minería y que incluso trabajó en la Ferrería de la Pradera. En 1904 fue comisionado por el presidente Rafael Reyes para que se encargara de la Facultad de Ingeniería y Matemáticas de la recién creada Universidad de Nariño. Antes de partir al sur del país, sin embargo, Pereira Gamba vivió durante una década en San Cristóbal. Compró una hacienda en el suroriente bogotano, y según nos dice un biógrafo, allí se dedicó a la plantación de eucalipto.38 El mismo Pereira relata con más detalle su vida en el suroriente. El ingeniero reclama haber sido uno de los primeros impulsores del barrio San Cristóbal. Dice que llegó a la zona con el fin de "emprender en la industria chircalera" y compró la finca El Chorro, en la cual se dedicó a la fabricación de ladrillo y a la extracción de cal y carbón. Luego pensó en estimular el desarrollo urbano proveyendo tierras para iniciar la construcción de un nuevo barrio en el sector. Según su testimonio, supuso que "bastaba ofrecer tierras para fundar nuevos barrios y materiales de construcción", pero el problema radicaba en que fueron "pocas las gentes [que] se apresuraban al llamamiento". Su proyecto urbanizador no tuvo entonces el vigor que esperaba. Por lo que se puede ver en las notas autobiográficas de Pereira, este esperaba que su barrio fuera una zona de viviendas de recreo, alejadas de las dinámicas de la ciudad, pues él mismo llevó en San Cristóbal una vida "campestre social", jugaba al tiro al blanco con sus amigos y practicaba la cacería.39

Con el fin de estimular el desarrollo económico y urbano de San Cristóbal, Pereira intentó comunicar esta zona por medio de un tranvía. Para ello constituyó en 1897, junto a Máximo González, una sociedad que se encargaría de la construcción y funcionamiento de la nueva línea. El proyecto, que no llegó a materializarse, fue expuesto en un folleto publicado en 1898. El objetivo principal de la publicación era mostrar la pertinencia de una nueva línea de tranvía hacia el suroriente para atraer inversionistas, pero también presentaba a San Cristóbal como una zona importante en el futuro inmediato de la capital, cuyos terrenos eran prometedores para la inversión. En últimas, Pereira y González justificaban la necesidad de su tranvía argumentando que este medio de transporte iba a dar el empujón decisivo para que un sector económica y urbanísticamente promisorio iniciara el camino del progreso.

Los empresarios nos dicen que basta comparar el grado de desarrollo que se había alcanzado en Chapinero frente a la situación de abandono que vivía San Cristóbal, para comprender que el atraso no podía atribuirse sino "á la falta de comunicaciones fáciles". Y no era que San Cristóbal no contara con características que hicieran posible su progreso, por lo que Pereira y González exponían algunas de las bondades del sur de la ciudad. Primero señalaban que la zona, ya poblada, comenzaba a experimentar una "creciente afluencia de población". Lo anterior produjo una situación en la que "diferentes propietarios venden lotes de terreno en las cercanías del río á precios de entre $ 1-50 á $ 0-50 el metro cuadrado". La ubicación de San Cristóbal, argumentaban, era comparativamente estratégica, ya que la "distancia del centro de la ciudad al río [...] es solamente la mitad de la que hay á Chapinero", y eso sin contar que la "región de San Cristóbal tiene ventajosa provisión de aguas". La disponibilidad de agua potable se sumaba al hecho de que el suroriente contaba con un "abundante y seguro mercado de víveres, puesto que por el camino de Ubaque transita buena mayoría de los que abastecen la ciudad", haciendo de la zona un lugar ideal para la vivienda. Por estos motivos, se vaticinaba que el progreso del sector era "seguro y su desarrollo será, sin duda, más rápido que la región del norte".40

Estas predicciones también se basaban en las oportunidades para el emprendimiento económico. Pereira y González calificaban al suroriente como una "localidad de trabajo é industria". Antes que nada, quienes quisieran establecer empresas industriales en San Cristóbal se encontrarían con que las aguas del río eran una fuente de energía, la cual representaba una "potencia de centenares de caballos", que podría usarse para empujar desde molinos hasta motores. Pero en San Cristóbal era específicamente la industria ladrillera la que podría encontrar mayor asidero, pues en sus terrenos se podían hallar "arcillas y barros los mejores para la fabricación de materiales cocidos, canteras que producen la piedra más dura y resistente, yacimientos de calcáreo y de hulla [y] arenas diversas".41 Estos rasgos incluso ya habían hecho posible la existencia de "fundaciones importantes y centros de producción seria".42

En parte, la importancia industrial que Pereira y González le atribuían a San Cristóbal entraba a explicar las razones que los había llevado a proyectar la construcción de un tranvía en el suroriente. La pareja de empresarios recalca que el tranvía existente, que atravesaba de norte a sur la ciudad y la comunicaba con Chapinero, tenía la falencia de que concentraba su servicio exclusivamente en el transporte de pasajeros, desaprovechando los beneficios de las vías férreas, por cuanto en estas "los pasajeros son un tráfico relativamente secundario si se los compara con la carga".43 De tal forma que los promotores plantean el tranvía de San Cristóbal como un medio de transporte de mercancías. González y Pereira contemplaban que las mercancías que podría cargar el tranvía eran "1. Piedra, 2. Materiales cocidos, 3. Arena, 4. Piedra de cal, 5. Trigo y harina, 6. Leña, 7. Rama, 8. Maderas diversas, 9. Víveres". En últimas, la hipotética carga del tranvía estaría compuesta por mercancías que podían producirse fácilmente en San Cristóbal. Por lo tanto, los promotores del tranvía buscaban ofrecer un medio de comunicación "fácil y barato" para quienes quisieran iniciar empresas en el suroriente.44

Aunque la empresa, fundada legalmente en una notaría bogotana en 1897, compró algunos terrenos -para mediados de la década de 1900 algunas guías de la ciudad ya daban por hecho el funcionamiento del tranvía de San Cristóbal-,45 no llevó a cabo el proyecto y desapareció formalmente en 1912. De cualquier modo, el documento citado es un interesante testimonio de cómo fue abriéndose paso la urbanización de San Cristóbal. A los ojos de uno de los promotores de la zona, el sur de Bogotá se desarrollaría como lugar de habitación de los capitalinos gracias a la construcción de "residencias de recreo" y como núcleo productivo que albergaría "fincas de explotación".46 Finalmente, los esfuerzos de Pereira por desarrollar el suroriente bogotano no le rindieron los réditos que esperaba y abandonó la capital.

Sin embargo, no pasó mucho tiempo para que San Cristóbal se convirtiera en una zona urbanizada. Esto no ocurrió mediante fincas de recreo, sino a través de barrios obreros. Los chircales y la fabricación industrial de ladrillo fueron muy importantes ya que en torno a esta actividad económica se fueron aglomerando pobladores que se afincaron en el suroriente. En la década de 1890 encontramos testimonios al respecto. El alcalde de Bogotá en ese entonces, Higinio Cualla, presentó un breve informe sobre la situación geográfica y política de la ciudad para el año de 1898, titulado "Datos aproximados para la formación de la geografía y la estadística del municipio de Bogotá". Allí, Cualla, al hablar sobre la situación de los ríos de la ciudad, nos dice que "en toda la hoya del San Cristóbal y laterales [...] se encuentran innumerables chozas de labradores, de carboneros, etc.". Muchos de estos habitantes eran atraídos por la actividad extractiva en yacimientos de "carbonato de cal de diversas clases […] de carbón, muy abundantes piedras de labor para construcción, etc.".47 Poco a poco el suroriente fue apareciendo como una zona propicia para la edificación de viviendas para obreros.48 En 1902, José Manuel Patiño, en su Guía práctica de la capital, publicada en aquel año, reclamaba del gobierno "una suma de dinero suficiente para construir en San Cristóbal [...] barrios de obreros y de gente pobre, con habitaciones adecuadas, facilitando a los inquilinos la adquisición de esas habitaciones en propiedad, con el pago de cuotas mensuales".49 Y para 1905, un informe de prensa reportaba en San Cristóbal una urbanización más desarrollada, afirmando que existen al menos "un centenar de casas, desparramadas entre un perímetro en que caben algunos miles de ellas".50

A partir de la década de 1910 fue apareciendo una importante cantidad de urbanizaciones para obreros. En 1911, el jesuita español José María Campoamor fundó el barrio San Francisco Javier, en el punto conocido como el Peñón del Aserrío. Campoamor pretendía crear un barrio que aportara condiciones higiénicas y morales óptimas para la habitación de los obreros.51 La Alcaldía y el Concejo Municipal también impulsaron la construcción de dos barrios, Primero de Mayo y Buenos Aires, como parte de las labores que buscaban dar soluciones al déficit de vivienda que enfrentaba la población obrera de la capital. En estos casos, las autoridades gubernamentales eligieron emplazar estos barrios en San Cristóbal porque los obreros que potencialmente habitaran las nuevas viviendas iban a tener una cercanía al centro de la ciudad, donde se encontraban muchos de los lugares de trabajo, el fácil acceso al tranvía52 como principal forma de transporte, o incluso oferta laboral en el mismo sector.53

A modo de conclusión

Debemos insistir en que el presente trabajo no agota las posibilidades de estudio de la historia de la industria ladrillera en Bogotá. Aun así, hemos intentado reconstruir algunas de las principales características de la producción de ladrillos y otras mercancías de gres en la zona suroriental de la ciudad. Gracias al acceso a fuentes inéditas, como el censo de ladrilleras de 1922, pudimos evidenciar que entre finales del siglo XIX y la década de 1940, una gran cantidad de ladrilleras y chircales se encontraban precisamente sobre las laderas de los cerros que señoreaban el sector de San Cristóbal. Esta parte de Bogotá se convirtió en un foco de producción industrial de ladrillos, tubos y tejas, tras la llegada de fábricas modernas que emplearon trabajadores asalariados y utilizaron grandes hornos de cocción importados desde el extranjero. Este fue el caso de las fábricas Moore, Gaitán, El Progreso, San Cristóbal S. A., SAIL y La Catalana.

Las laderas surorientales de la ciudad fueron el escenario donde la fabricación de ladrillos comenzó a modernizarse puesto que allí se fundó el primer establecimiento que innovó en los procesos productivos con la instalación de un horno industrial en la década de 1850. Y el hecho de que esta industria se desarrollara precisamente ahí no es una coincidencia. En las laderas de los cerros de esta zona se encuentra una buena cantidad de insumos para la fabricación de ladrillos: yacimientos de arcilla y fuentes calóricas, vegetales y minerales; recursos que hicieron posible, desde el siglo XVI, la aparición de establecimientos dedicados a su producción.

En esta investigación pudimos constatar también que la base de esta actividad productiva fue el trabajo artesanal, una figura que pervivió hasta el siglo XX y no llegó a ser desplazada por la industria. De hecho, las fábricas modernas convivieron con una importante cantidad de hornos artesanales, conocidos como "chircales", los cuales, en muchos casos, se ubicaron en predios destinados para vivienda.

La industria ladrillera en San Cristóbal ayudó al desarrollo de la urbanización del sector durante las primeras décadas del siglo XX gracias a la conformación de los denominados "barrios obreros". Esta es una coincidencia llamativa, pero con ella no quisiéramos sugerir la existencia de una relación lineal entre industria ladrillera y barrios obreros. De hecho, los primeros intentos por urbanizar San Cristóbal datan de la década de 1890, cuando una pareja de empresarios pretendió convertir el suroriente en un suburbio campestre semejante a Chapinero y hasta planeó la construcción de un tranvía que conectara el suburbio con el centro de la ciudad. Para mediados de la década de 1900 ambos proyectos resultaron fallidos, pero ya en ese momento la urbanización en San Cristóbal estaba en marcha.

En esta zona se disponía de una importante cantidad de tierras que se podían lotear. Desde el siglo xvi, buena parte de los terrenos que circundaban el río Fucha habían sido ocupados por haciendas de comunidades religiosas y personajes notables de la ciudad, y ya en el siglo XX, muchos de los dueños de las haciendas de San Cristóbal decidieron lotearlas para sacar provecho de la creciente demanda de vivienda en la ciudad.54 Además, gracias al Fucha, el sector contaba con una buena fuente de agua potable, recurso de vital importancia para una ciudad agobiada por problemas de salubridad pública. Estos recursos atrajeron la atención de instituciones como la Iglesia y de las autoridades municipales, que construyeron en la zona barrios para "obreros" con el fin de intervenir el problema del déficit de vivienda entre los sectores populares de la ciudad.

No pretendemos afirmar que las fábricas de ladrillos en San Cristóbal crearon una dinámica urbanizadora a su alrededor como sucedió con las barriadas obreras del mundo decimonónico inglés, pero lo cierto es que esta actividad productiva sí proveyó una oferta laboral para los potenciales habitantes de la zona que,55 sumada a las posibilidades de producir ladrillos y tejas por cuenta propia de manera artesanal, fue impulsando la idea de que el suroriente bogotano era una zona indicada para la localización de viviendas para población trabajadora.

El proceso de urbanización de San Cristóbal es muestra de que el espacio se construye socialmente. Según David Harvey esto ocurre debido a que los procesos sociales se localizan en el territorio, y a que las relaciones sociales, a través del tiempo, modifican ese territorio. En el caso de San Cristóbal, la urbanización coincidió con cambios profundos en la sociedad bogotana: se configuraron nuevas relaciones capitalistas y apareció por esta época un sector industrial, factores que presionaron una transformación sobre las dinámicas de la ciudad. La industria, sin embargo, se erigió sobre formas productivas artesanales que no fueron desplazadas enteramente por las fábricas modernas. Este es un hecho que podemos ver con claridad en el caso de la producción del ladrillo.

En el desarrollo de relaciones de producción de tipo capitalista, el espacio es modificado para superar las limitaciones que este le impone a la reproducción del capital. Sin embargo, al seguir los argumentos de Harvey, no quisiéramos plantear una relación mecánica entre industria y urbanización. La idea de que las fábricas, en su necesidad de tener fuerza de trabajo disponible, impulsaron la urbanización del suroriente sería más que errada a la luz de los hechos acá estudiados. Además, afirmar tal cosa sería simplemente pretender que la forma en que los procesos de modernización afectaron la construcción del espacio urbano bogotano fue un calco de ciertas sociedades desarrolladas como la inglesa.

A la luz de los postulados de Harvey, los hechos estudiados nos llaman a comprender cómo el proceso de modernización, con sus características concretas y en un contexto específico como el nuestro, fue capaz de modificar un espacio. Así, podemos concluir que la industria del ladrillo, con sus fábricas modernas, pero también con sus hornos artesanales, impulsó un tipo de urbanización particular: la de "barrios obreros". Este proceso, sin embargo, no solo se explica en la industria ladrillera, sino que responde a otras dinámicas presentes en la Bogotá de ese entonces, tales como el déficit de vivienda, la crisis sanitaria o la aparición de un mercado especulativo en torno a la tierra. Por tanto, estos procesos, como la naturaleza social de aquellas formas de urbanización que fueron denominadas "barrios obreros", son aspectos de la historia de Bogotá que deben seguir siendo investigados para lograr una mejor comprensión de los cambios que experimentó la ciudad a principios de siglo.

OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias Archivos

Archivo de Bogotá (AB) Bogotá, Colombia [ Links ]

Fondo Unidad Administrativa Especial de Rehabilitación y Mantenimiento Vial [ Links ]

Licencias de Construcción [ Links ]

Publicaciones periódicas

Revistas

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Periódicos

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Documentos impresos y manuscritos

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Otros medios

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1Juan Carlos del Castillo, Bogotá, el tránsito a la ciudad moderna 1920-1950 (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2003).

2Datos para el 2011, recogidos en el documento de la Secretaría de Hábitat, Diagnostico localidad de San Cristóbal sector hábitat. Disponible en: http://www.habitatbogota.gov.co/index.php?view=download&alias=498-diagnostico-san-cristobal-dic2011&category_slug=diagnosticos-locales&option=com_docman&Itemid=620.

3Margarita Mariño y César Peña, Atlas histórico de Bogotá, 1538-1910 (Bogotá: Planeta, 2004) 473.

4Juan Carrasquilla Botero, Quintas y estancias de Santafé y Bogotá (Bogotá: Banco Popular, 1989) 30, 43.

5Daniel Ortega Ricaurte, Cosas de Santafé de Bogotá (Bogotá: Academia Colombiana de Historia / Tercer Mundo Editores, 1990) 32.

6Departamento Administrativo de Planeación Distrital, Recorriendo San Cristóbal (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, 2004) 11.

7Alcaldía Mayor de Bogotá, San Cristóbal. Diagnóstico local con participación social 2009-2010 (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, 2010) 31.

8Diana Montoya Arenas y Germán Reyes Torres, Geología de la sabana de Bogotá (Bogotá: Ministerio de Minas y Energía / INGEOMINAS, 2005) 92-95.

9Karl Brunner, "Bogotá en 1950", Registro Municipal, número especial "Homenaje del Cabildo a la Ciudad en su IV Centenario, 1538-1938" [Bogotá] 1938: 176.

10Carlos Martínez, "El ladrillo en Bogotá", Cuadernos Proa 4 (1983): 64-65, 71.

11Martínez, "El ladrillo" 64.

12Martínez, "El ladrillo" 71-72.

13Mariño y Peña, Atlas histórico 437. Martínez, "El ladrillo" 72-77. Las fuentes primarias también destacan la importancia de Calvo. En 1907 una guía de Colombia reseñaba a la fábrica Calvo como una de las más importantes fábricas de ladrillo y teja de la capital. Manuel Zamora, Guía de la República de Colombia (Bogotá: Imprenta Eléctrica, 1907) 49.

14La información sobre Tubos Moore acá presentada se basa en Jorge Luis Panader, "La influencia extranjera en el desarrollo de la ciudad. El caso de la Fábrica de Tubos Moore", tesis de maestría en Restauración de Monumentos Arquitectónicos (Bogotá: Pontificia Universidad Javeriana, 2001). El autor, gracias a la consulta de archivos privados de la familia Moore, realiza una detallada reseña histórica de Tubos Moore.

15Panader, "La influencia" 61.

16La fábrica se ubicaba justo donde hoy se encuentra el Portal Veinte de Julio del sistema Transmilenio.

17Consorcio D&A Investigación para la Producción y el Desarrollo Sociocultural, San Cristóbal habla "Fucha" (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, 2007) 102.

18Julio Dávila, Planificación y política en Bogotá: la vida de Jorge Gaitán Cortés (Bogotá: Alcaldía Mayor de Bogotá, 2000) 47-49.

19"Chircales de Bogotá inclusive Chapinero y San Cristóbal, 1922", Bogotá, 1922. Archivo de Bogotá (AB), Bogotá, Fondo Unidad Administrativa Especial de Rehabilitación y Mantenimiento Vial, Licencias de Construcción, caja 604.1334.01-02, f. 82.

20Natalia Gutiérrez, La casa de Jorge Gaitán Cortés en Bogotá (Bogotá: Instituto Distrital de Patrimonio Cultural, 2011) 2.

21Dávila, Planificación 50. Dentro de la zona de San Cristóbal, entre la actual calle 11 sur y el río Fucha, se emplazó un barrio que llevaba el mismo nombre del sector.

22Jorge Venegas Nieto, "Panorama de la industria del ladrillo en Bogotá", Casas y Solares 6.2 (1947): 30.

23Venegas, "Panorama" 30.

24Venegas, "Panorama" 31.

25Venegas, "Panorama" 31.

26Venegas, "Panorama" 31.

27Michael Hanagan, "Artisan and Skilled Worker: The Problem of Definition", International Labor and Working-Class History 12 (1977): 28-31. Nos circunscribimos a una definición de artesano desde el punto de vista productivo, sin que por ello queramos desconocer que la definición de este como actor sea una tarea compleja, como lo señala Sowell, más en un contexto como el colombiano, donde la noción de artesano pasaba por aspectos como el estigma por el trabajo manual o por la imbricación con la idea de pueblo. Para estos temas ver David Sowell, Artesanos y política en Bogotá, 1832-1919 (Bogotá: Ediciones Pensamiento Crítico / Editorial Círculo de Lectura Alternativa, 2006) 35-38.

28Cuando hablamos de producción premoderna nos referimos no tanto a los métodos, como a las relaciones de producción. Las relaciones de producción moderna, capitalistas, se basan en la explotación de trabajo asalariado. Estas relaciones pueden surgir por medio del trabajo a destajo, en los jornales, en el trabajo a domicilio, etc., justo como lo ha mostrado David Harvey para el caso de París. Mientras que las relaciones de producción previas al capitalismo hacen uso del trabajo asalariado, y responden a dinámicas sociales donde el productor tiene una relación directa con los medios de producción. No podemos olvidar que el trabajo asalariado surge cuando las clases sociales productivas son despojadas de los medios de producción. Para las formas que va tomando el trabajo asalariado ver David Harvey, París, capital de la modernidad (Madrid: Akal, 2006). Para las relaciones de producción precapitalistas, ver la sección sobre acumulación originaria de Karl Marx, El capital, t. I (Madrid: Akal, 2007) 197-259.

29Zamora, Guía de la República 49-51. The Bogotá Telephone Company, Guía telefónica de Bogotá (Bogotá: s. e., 1934) 35, 57, 74. Las licencias de construcción del periodo han sido consultadas una por una y se encuentran localizadas en AB, Bogotá, Fondo Unidad Administrativa Especial de Rehabilitación Vial, Licencias de Construcción, cajas correspondientes a los años 1914 a 1942. El único parámetro de organización fiable de esta documentación es la fecha de producción.

30José Segundo Peña, Informe de la Comisión permanente del ramo de aguas (Bogotá: Imprenta Nacional / Antiguo Convento de Clarisas, 1897) 42-46.

31Municipio de Bogotá, "Acuerdo 29 de 1894 por el cual se reglamenta la explotación de canteras y otras minas en la ciudad". Disponible en: http://www.alcaldiabogota.gov.co/sisjur/normas/Norma1.jsp?i=11784.

32AB, Bogotá, Fondo Unidad Administrativa Especial de Rehabilitación y Mantenimiento Vial, Licencias de Construcción, caja 604.1250.01/03, ff. 113-116. Además, se han encontrado licencias para chircales en zonas de Chapinero, la parte alta del barrio Sucre y los altos de San Diego. AB, Bogotá, Fondo Unidad Administrativa Especial de Rehabilitación y Mantenimiento Vial, Licencias de Construcción correspondientes a los años 1920-1931. Es bueno hacer la salvedad de que las licencias aprobadas no son garantía de que la construcción se hiciera realidad, y muchos de los planos que acompañaban las licencias se han perdido.

33"Chircales de Bogotá inclusive Chapinero y San Cristóbal, 1922", Bogotá, 1922. AB, Bogotá, Fondo Unidad Administrativa Especial de Rehabilitación y Mantenimiento Vial, Licencias de Construcción, caja 604.1334.01-02, f. 82.

34Chircales, dirs. Marta Rodríguez y Jorge Silva, Fundación Cine Documental, 1972.

35David Harvey, Espacios de esperanza (Madrid: Akal, 2000) 185-186.

36David Harvey, Espacios del capital, hacia una geografía crítica (Madrid: Akal, 2009) 255-284.

37David Harvey, El nuevo imperialismo (Madrid: Akal, 2004).

38Jorge Buendía Narváez, "Biografía del Doctor Fortunato Pereira Gamba, fundador de la Academia Nariñense de Historia, en 1910", VII Congreso Nacional de Historia de Medellín (Medellín: Editorial Granamérica, 1974) 270-288. De hecho, Pereira Gamba sería de uno de los principales defensores del uso del árbol de eucalipto para la recuperación de las hoyas hidrográficas y la reforestación de los cerros de Bogotá. Fortunato Pereira Gamba, "El eucaliptus", Anales de Ingeniería 11.132-133 (1899): 217-223.

39Fortunato Pereira Gamba, La vida en los Andes colombianos (Quito: Imprenta El Progreso, 1919) 104-114.

40Máximo González y Fortunato Pereira Gamba, Tranvía de San Cristóbal. Prospectos y escrituras (Bogotá: Papelería de Samper Matiz, 1898) 4-5.

41González y Pereira, Tranvía de San Cristóbal 6.

42González y Pereira, Tranvía de San Cristóbal 5.

43González y Pereira, Tranvía de San Cristóbal 3.

44González y Pereira, Tranvía de San Cristóbal 9-10. Hay también quienes afirman que, al presentar al tranvía de San Cristóbal como un tranvía de carga, lo que querían Pereira y González era evitar conflictos con la ya establecida Bogotá City Railway Company. Juan Carlos Pérgolis y Jairo Valenzuela, El libro de los buses de Bogotá (Bogotá: Universidad Católica / Universidad del Rosario, 2011) 27.

45Ver por ejemplo la guía de Manuel José Patiño, que en 1902 daba por hecho el avance de las obras de este tranvía; pero aun cinco años después, en una guía de Colombia para el comercio y los extranjeros, se hablaba de la línea de San Cristóbal como si esta estuviera concluida y funcionando, "partiendo de la plaza de Las Cruces". Zamora, Guía de la República 50-51.

46González y Pereira, Tranvía de San Cristóbal 6.

47Higinio Cualla, "Datos aproximados para la formación de la geografía y la estadística del municipio de Bogotá", Registro Municipal [Bogotá] abr. 1898: 4217-4218.

48Cuando hablamos de obreros, no entendemos necesariamente una población homogénea de trabajadores industriales. Siguiendo las fuentes, podemos afirmar que cuando a principios del siglo XX se hablaba de obreros, los contemporáneos se referían a trabajadores manuales, asalariados o incluso pequeños artesanos, que se ocupaban en oficios diversos, desde trabajos en fábricas hasta barrenderos municipales.

49Carlos Martínez, Bogotá. Reseñada por cronistas y viajeros ilustres (Bogotá: Ed. Escala, 1978) 120.

50"En San Cristóbal", El Porvenir [Bogotá] nov. 18, 1905: 3.

51Rocío Londoño Botero y Alberto Saldarriaga Roa, La ciudad de Dios en Bogotá. Barrio Villa Javier (Bogotá: Fundación Social, 1994).

52Después de su municipalización en 1911, el tranvía fue llevado primero hasta el barrio San Cristóbal en 1916, y en 1922 se extendió hasta la orilla sur del río Fucha.

53La creación de los barrios Primero de Mayo y Buenos Aires se puede seguir en los números del Registro Municipal publicados entre junio de 1922 y diciembre de 1923.

54Así lo demuestra el caso del barrio 20 de Julio. Este barrio se empezó a lotear en 1920 por el urbanizador Rubén Possin en una hacienda de propiedad de la señora Irene Convers de Manrique. Registro Municipal [Bogotá] nov. 30, 1920: 4125. Registro Municipal [Bogotá] may. 4, 1923: 5102-5113.

55Luis Gaitán expresa el impacto directo de la industria alfarera en el surgimiento del barrio San Cristóbal cuando dice que antes "de 1910 empezaron a traer obreros que trabajaron en las fábricas de ladrillos, los traían de Boyacá". Afirma, además, que en barrios como en San Blas, las casas se construyeron "en medio de los hornos" de la fábrica de ladrillos la Potencia, y que "dentro de la fábrica existían las piezas y ahí tenían a los obreros [...]". De igual forma, Noé Orjuela, residente actual del barrio Juan Rey, nos dice que en el "barrio Santa Inés, que toda la población trabajaba en la fábrica de ladrillos [Moore]". Consorcio D&A 64, 103.

Cómo citar este artículo: José Alejandro Cifuentes Sarmiento, "La industria del ladrillo y la urbanización de San Cristóbal, 1910-1940", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 47.1 (2020): 139-167.

Recibido: 12 de Enero de 2019; Aprobado: 02 de Abril de 2019

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