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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.47 no.2 Bogotá July/Dec. 2020  Epub Mar 20, 2021

https://doi.org/10.15446/achsc.v47n2.86169 

Artículos tema libre

Los libros de medicina en el Chile del siglo XVIII: tipologías, propietarios y dinámicas de circulación*

Medical Books in 18th Century Chile: Typologies, Owners, and Circulation Dynamics

Os livros de medicina no Chile do século XVIII: tipologias, proprietários e dinâmicas de circulação

MARIANA LABARCA** 

** Universidad de Santiago de Chile Santiago de Chile, Chile. mariana.labarca@usach.cl


RESUMEN

Este artículo pretende dar cuenta de las posibilidades analíticas del estudio de los libros de medicina que circularon en Chile durante el siglo XVIII. A partir del estudio de inventarios de bibliotecas privadas, inventarios comerciales y documentación de aduanas, se exploran los vínculos entre la disponibilidad de títulos y los gustos de los propietarios/lectores. Con este objetivo, se identifican las principales características de los libros de medicina que circularon en Chile, para luego examinar los perfiles de sus propietarios, los posibles usos de estos libros y su vinculación con las dinámicas del flujo comercial. El artículo da cuenta de la creciente visibilidad alcanzada por los libros de medicina, sugiriendo que la disponibilidad de títulos no estuvo supeditada únicamente al flujo comercial, sino que fue también determinada por los propietarios, que ejercieron un rol activo configurándose como público lector específico y creando vías de acceso alternativas.

Palabras clave: bibliotecas; Chile; comercio transatlántico; libros de medicina; lectores; mercado del libro

ABSTRACT

The objective of the article is to provide an account of the analytical possibilities deriving form the study of the medical books that circulated in Chile during the 18th century. On the basis of the study of private library inventories, commercial inventories, and customs documents, it explores the links between the availability of titles and the tastes of owners/readers. To that effect, it identifies the main characteristics of the medical books that circulated in Chile, and then goes on to examine the profiles of their owners, the possible uses of those books, and their connection to the dynamics of trade flows. The article shows the visibility acquired by medical books, and suggests that the availability of titles was not merely subordinated to commercial flows, but was also determined by the owners, who played an active role in constituting themselves as a specific reading audience and creating alternative access routes.

Keywords: book market; Chile; libraries; medicine books; readers; trade; transatlantic

RESUMO

Este artigo tem como objetivo explicar as possibilidades analíticas do estudo de livros de medicina que circularam no Chile durante o século XVIII. A partir do estudo de inventários de bibliotecas privadas, inventários comerciais e documentação aduaneira, explora-se os vínculos entre a disponibilidade de títulos e os gostos dos proprietários/leitores. Com esse objetivo, são identificadas as principais características dos livros de medicina que circularam no Chile e, posteriormente, o perfil de seus proprietários, os possíveis usos desses livros e a sua ligação com a dinâmica do fluxo comercial foram examinados. O artigo relata a crescente visibilidade alcançada pelos livros de medicina, sugerindo que a disponibilidade de títulos, além de estar sujeita ao fluxo comercial, também foi determinada pelos proprietários, que exerceram um papel ativo, configurando-se como um público leitor específico e criando vias alternativas de acesso.

Palavras-chave: bibliotecas; Chile; comércio transatlântico; leitores; livros de medicina; mercado de livros

En 1727 se inventariaron los bienes del difunto Joseph Calderón, cirujano y boticario de Santiago, quien poseía una biblioteca compuesta por 89 títulos de diversas temáticas. Además de libros de religiosidad, aritmética, historia, literatura y arte, el cirujano contaba con 14 libros de medicina. Entre estos últimos, encontramos libros de cirugía, anatomía y farmacopeas, en un conjunto cuya variedad temática, diversidad lingüística y amplitud cronológica saltan a la vista. Calderón poseía textos escritos en latín y en español, desde clásicos como Cirugía universal y particular del cuerpo humano de Juan Calvo -cuya primera edición data de 1580- e Historia de la composición del cuerpo humano de Juan Valverde de Amusco (1556), hasta la más reciente Farmacopea triunfante de las calumnias de Hipócrates defendido, publicada en 1713 por Félix Palacios. En su conjunto, la biblioteca encierra un universo rico de posibilidades de interpretación. Inventariados de forma escueta, estos libros nos invitan a preguntarnos por las formas en que su propietario los adquirió, las razones por las que lo hizo, las lecturas que de ellos pudo hacer, el uso que quizás les dio, los vínculos entre su identidad profesional, sus intereses y su relación con la cultura escrita.1

El caso de Joseph Calderón reúne algunas de las características principales de las trayectorias que permiten poner de manifiesto dinámicas intelectuales y profesionales en el Chile letrado del siglo XVIII a través de la circulación transatlántica de libros. Tanto la demanda de impresos como sus perfiles temáticos, los vínculos con los proveedores europeos -ibéricos, principalmente-, los contextos y modalidades de la posesión de libros, sus vías de ingreso y de distribución y la variedad de usos de que pudieron ser objeto dan cuenta de la estructuración de prácticas sociales en torno a las apropiaciones de la cultura escrita. Estos aspectos forman parte de las contribuciones más significativas que la historia del libro ha aportado en los últimos treinta años. Esta historia, cuya renovación debe mucho a la recomposición del campo de estudio de la bibliografía material y a la incorporación de enfoques sociológicos -incluso en términos metodológicos-,2 constituye el encuadre de esta investigación, centrada específicamente en los libros de medicina.

En cuanto a la historiografía referida al contexto americano, llama la atención que existe una amplia bibliografía sobre el mercado transatlántico del libro, sus vías de distribución, las redes comerciales y el papel de impresores, libreros, comerciantes, cargadores y consumidores de libros. Estos estudios generalmente han recurrido a documentación como catálogos de libreros, inventarios de bibliotecas, inventarios de cargamento de navíos, causas judiciales por contrabando que incluyen libros entre sus mercancías, registros de censura inquisitorial y requisamiento de libros.3 La literatura sobre libros de medicina, en cambio, es más reducida, y en el caso de Chile se trata de un corpus descuidado en lo sustancial por la producción historiográfica. Los trabajos disponibles desde fines de la década de 1980 consisten principalmente en la elaboración de repertorios bibliográficos basados en el examen de bibliotecas de autoridades civiles y eclesiásticas. Gracias a esos estudios, contamos con cartografías precisas que muestran la distribución temática de esas bibliotecas y la preeminencia de obras de derecho, jurisprudencia y devoción y moral cristiana. Una constatación semejante no sorprende, pues las bibliotecas que han gozado de una atención preferencial en las investigaciones efectuadas han sido las de jueces, abogados, eclesiásticos y órdenes religiosas.

La identificación de títulos ha conducido en algunos casos a reconsiderar críticamente la teoría del atraso y aislamiento en que se encontraba el público lector chileno del periodo.4 En ese sentido, en un trabajo efectuado sobre la base de la revisión sistemática de una amplia muestra de inventarios de la primera y segunda mitad del siglo, Isabel Cruz de Amenábar alude a los libros de medicina como un subconjunto de los libros de ciencia que se habían empezado a difundir durante la última década del siglo XVIII, lo que a su entender demuestra el creciente interés por la cultura ilustrada de la élite criolla.5 Al margen de esa mención y de algunas referencias dispersas en otros textos, el único estudio que ha tomado los libros de medicina como objeto principal de investigación ha sido el de Enrique Laval, sobre los títulos del inventario de la botica jesuita del Colegio Máximo de San Miguel de Santiago, realizado en 1767 con motivo de la confiscación de los bienes de la Compañía de Jesús luego de decretarse su expulsión.6

En ese contexto, y habida cuenta del carácter relativamente huérfano de los libros de medicina en ese espacio historiográfico, el propósito de lo que sigue es doble. Por un lado, subrayar el interés y la pertinencia de la luz que puede arrojar el estudio de ese tipo de impresos en el periodo considerado. Por otro lado, caracterizar el universo de los libros de medicina en Chile para sugerir encuadres y perspectivas analíticas para una investigación de mayor porte que, naturalmente, este artículo no puede agotar. A pesar del supuesto aislamiento geográfico y de la precariedad de la medicina practicada en el Chile de la época, los libros de medicina adquirieron progresiva visibilidad a lo largo del siglo XVIII, configurando una esfera dinámica y variada de intercambio. El artículo sostiene que la disponibilidad de títulos no estuvo supeditada únicamente al flujo comercial, sino que también fue determinada por los intereses de los propietarios/lectores, quienes ejercieron un rol activo al configurar una demanda específica y crear vías de acceso alternativas.

El artículo se sustenta en el escrutinio de más de 400 inventarios post mortem de librerías particulares y de tiendas de comerciantes registrados en archivos notariales y judiciales entre 1700 y 1800. Esta información ha sido complementada con correspondencia comercial, registros de aduana de Santiago y Valparaíso, registros de equipaje y registros de carga del mismo periodo.7 Como muestra de bibliotecas de órdenes religiosas se han examinado los inventarios de bienes de la Compañía de Jesús al momento de su expulsión.

Identificar e inventariar

El estudio de los libros de medicina y sus usos en el siglo XVIII requiere establecer en primer lugar qué se va a entender aquí por "libro de medicina". La salud y la enfermedad eran asuntos tratados en diversos tipos de textos, que a su vez estaban dirigidos a universos lectores distintos, sin constituir una prerrogativa de la medicina. Por ejemplo, textos de devoción y caridad cristiana podían incluir secciones dedicadas al manejo y cuidado de distintas dolencias, o bien, textos que daban nociones prácticas para la cura de enfermedades podían estar escritos por autores que no contaban con estudios formales de medicina. En este estudio, se considerarán textos cuyo objeto principal era la identificación, tratamiento y cura de las enfermedades y la conservación de la salud.

Dentro de este marco, los textos de medicina que circularon en Chile durante el periodo se pueden dividir en varias tipologías. Este ejercicio permite establecer vínculos entre sus contenidos, sus poseedores y los posibles usos de que fueron objeto. Los inventarios consignan tratados de medicina práctica, cirugía y anatomía, farmacopeas, regímenes de salud y medicina doméstica, textos sobre debates médicos y tratados sobre enfermedades específicas. Se trata de libros publicados entre finales del siglo XVI y el siglo XVIII, escritos por autores españoles, a los que le siguen textos traducidos al español -principalmente, del francés y, en menor medida, del inglés e italiano- y textos en otras lenguas, mayoritariamente en francés y en latín. Aunque es posible encontrar libros publicados en ciudades europeas como Venecia, París, Lyon o Ámsterdam, o un reducido número de textos publicados en Lima y México, priman los publicados en España, en particular en Madrid. Es decir, el mercado chileno de libros de medicina muestra la misma tendencia del mercado transatlántico de libros en general, que contó con la primacía de textos impresos en España, pero que progresivamente incluyó libros publicados en las principales casas editoriales de Europa, en el marco de la reactivación y globalización del mercado del libro.8

Nuestro acceso a esta información se encuentra mediado por la forma en que escribanos y tasadores decidieron inventariar los libros. En este sentido, la identificación de títulos, de autores y ediciones se ve dificultada por las características mismas de los inventarios, muchas veces limitados a consignar el nombre del autor o parte del título del libro, sin entregar información sobre el lugar y año de publicación.9 Nos encontramos así con lacónicos títulos genéricos como "de medicina", "de cirugía", "opera medica", o bien "un libro que trata de medicina muy viejo y muy mal tratado". La biblioteca del médico Julio Rondoli, inventariada en 1773, es ejemplificadora a este respecto:

It[en] ocho libros de afolio de Medicina de barios autores

It[en] dose d[ic]hos de acurtilla tambien de medicina

It[en] seis d[ic]hos de octaba en pasta tambien de medicina

It[en] dies d[ic]hos del mismo tamaño forrados en pergamino tambien de Medicina

It[en] seis d[ic]hos menores latinos, y de medicina.10

Los inventarios tendían a ser escuetos en la información entregada, algo que para el caso de los libros de derecho o de devoción cristiana, de amplísima difusión, no constituía un impedimento para su identificación. Era común, por ejemplo, encontrar inventarios que solo indicaran el apellido del autor. Sin embargo, no ocurría lo mismo con los libros de medicina. Por un lado, su tasación requería una especialización en el rubro, probablemente escasa, como sugiere el ejemplo recién citado, pues se decidió inventariar por tamaño y no por título. Por otro lado, los libros de medicina apuntaban a un público más específico, lo que sugiere que, o bien eran tasados posteriormente de manera separada, o bien eran vendidos en conjunto a un precio determinado por sus características materiales. Otra serie de elementos también entraban en juego, como las dificultades para leer, dictar y escribir palabras en idiomas distintos al español.

Con base en la información aportada por los inventarios que sí entregan datos respecto al autor y título del libro, se puede establecer que la mayoría de los impresos de medicina llegados a Chile corresponden a publicaciones originales del siglo xviii. Sin embargo, resulta difícil identificar su edición, pues en muchos casos se trata de textos que contaron con más de una. Esta situación se complica todavía más con los textos publicados originalmente en siglos anteriores.11 Otra característica que salta a la vista es la enorme variedad de títulos de medicina. Entre 1700 y 1800 he podido identificar más de 300 títulos distintos relativos a temáticas médicas, la mayoría consignados en bibliotecas particulares. Esta diversidad resulta sorprendente al considerar el supuesto aislamiento geográfico de Chile y la organización del comercio transatlántico que determinó que los navíos recalaran en el territorio luego de haber descargado mercancías previamente en otros puertos como Buenos Aires o Montevideo.

En estos registros se pueden encontrar desde ediciones de las obras de Hipócrates y Galeno, a los libros que lograron mayor popularidad durante el siglo XVIII y que, coincidentemente, son los que más se repiten en los inventarios chilenos. Esto ocurre, por ejemplo, con las Obras medico-chirurgicas de Madama Fouquet, cuya primera edición, en francés, data de 1675. Este trabajo fue traducido al español en 1748 (impreso en Valladolid) y luego vio varias reediciones. Otro de los autores que más se repite en las bibliotecas chilenas es Francisco Suárez de Ribera, quien publicó cerca de 40 títulos en Madrid entre 1730 y 1740, todos suficientemente exitosos como para justificar varias reimpresiones. El material revisado documenta también la temprana introducción en Chile de los tratados de medicina popular más exitosos en Europa e Iberoamérica durante la segunda mitad del siglo, como Aviso al pueblo acerca de su salud (primera edición en francés de 1761 y publicado en español en Pamplona en 1773) y Aviso a los literatos y a las personas de vida sedentaria sobre su salud (primera edición en francés de 1762 y publicado en español en Zaragoza en 1771) de Samuel Auguste Tissot, que encontramos en inventarios chilenos poco después de su traducción al español.12 La aparición de un ejemplar de Tissot en una pequeña biblioteca chilena de solo tres libros, inventariada en 1790, nos da un indicio del interés que estos textos pudieron suscitar en Chile y la demanda de que fueron objeto.13 De manera similar, ya en 1787, es posible identificar el ingreso a Valparaíso del popular tratado de William Buchan, Medicina doméstica (primera edición en inglés de 1769 y publicado en español en Madrid en 1785).14 Por último, no sorprende la recurrencia con que aparece inventariada la célebre obra de Paolo Zacchia, Quaestiones medico-legales (primera edición en latín de 1621-1635), demostrando la ubicuidad de la penetración de esta obra en la práctica judicial.

Si bien la diversidad de títulos es considerable, los libros de medicina constituyen generalmente una minoría dentro del total de títulos registrados por inventario. Por ejemplo, la biblioteca del maestre de campo Francisco Martínez de Salas, inventariada en 1719, contaba con 25 títulos, de los cuales solo dos eran de medicina: uno inventariado como "de medicina" y la Instrucción de enfermeros de Bernardino de Obregón (Madrid, 1680).15 Esta tendencia se mantiene en bibliotecas de mayor volumen, como es el caso de la del teniente de dragones Bartolomé del Villar, que contaba con 56 títulos, de los cuales tres eran de medicina: Obras medico-chirurgicas de Madama Fouquet (Valladolid, 1748), Exercitaciones anatomicasy essenciales operaciones de cirugia de Blas Beaumont (Madrid, 1728) y Libro de medicina llamado Thesoro de pobres, un texto atribuido a Pedro Hispano que tuvo numerosas ediciones a partir del siglo XIV.16 Caso aparte lo constituyen las bibliotecas de practicantes de la medicina, quienes proporcionalmente tenían más títulos relativos a su profesión que a otras temáticas. Por ejemplo, el bachiller Joseph de Guevara poseía una biblioteca -inventariada en 1702- con 21 títulos, de los cuales 19 eran de medicina. A estos se sumaban "ocho quadernillos mano escrittos que tratan de medezina".17 De proporciones mayores, la biblioteca del médico y cirujano José Llenes, inventariada en 1805, contaba con 235 títulos, de los cuales 122 correspondían a temáticas médicas.18

Dos tipologías de libros de medicina destacan por su amplia presencia en los inventarios privados aquí revisados: los textos de cirugía y los de medicina doméstica. Este último género merece una atención particular, pues los recetarios o libros de medicina doméstica con frecuencia constituyen el único ejemplar del rubro consignado en una biblioteca privada. Es el caso, por ejemplo, del exitoso Florilegio medicinal de todas las enfermedades del jesuita Juan de Esteyneffer (México, 1712), Medicina y cirugía doméstica, de Felipe Borbón (Zaragoza, 1686), Obras medico-chirurgicas de Madama Fouquet o de Aviso al pueblo acerca de su salud de Samuel Auguste Tissot. A grandes rasgos, el panorama presentado coincide con el que ha sido trazado para otras partes de la América colonial. No obstante, no es posible establecer vínculos más precisos, dada la escasez de estudios sistemáticos sobre la presencia de libros de medicina en el territorio. Ahora bien, la información disponible permite afirmar que el predominio alcanzado por los libros de medicina doméstica identificado en el caso chileno no constituye una excepción. Textos como los de Esteyneffer, Fouquet, Borbón, Tissot y Buchan también aparecen en las bibliotecas institucionales y privadas de otras partes de América en el mismo periodo, como demuestran estudios sobre el interés que esta literatura suscitó en espacios como Nueva Granada o Brasil.19

Propietarios, disponibilidad y usos de los libros de medicina

Resulta interesante examinar también la relación entre los contenidos de las bibliotecas y las identidades de sus propietarios, que se pueden dividir en al menos cinco perfiles sociales: practicantes de la medicina; militares; juristas, abogados y autoridades civiles; eclesiásticos; y comerciantes.

Los primeros, como ya se dijo, constituyen el grupo que registra una mayor concentración de títulos de medicina. Estos presentan un abanico que comprende desde obras generales de medicina, cirugía y anatomía, hasta los populares tratados de medicina doméstica, pasando por textos sobre enfermedades específicas. A ello se suma que sus bibliotecas presentan la mayor variedad temática, cronológica y lingüística en este rubro de impresos. A los practicantes de medicina les siguen los militares, quienes con frecuencia solían poseer tratados prácticos de cirugía, haciendo evidente la vinculación entre las temáticas cubiertas por sus libros con la medicina de guerra. En el caso de las bibliotecas de juristas, autoridades civiles y abogados, la cantidad de títulos de medicina es variable, dependiendo en fuerte medida del tamaño de la biblioteca. Sin embargo, el análisis preliminar de la documentación sugiere que la proporción con que se incluyen títulos de medicina es menor que en el caso de los dos primeros perfiles, con la excepción de la obra de Paolo Zacchia y de Madama Fouquet.

Por su parte, las bibliotecas de eclesiásticos coinciden en registrar una presencia minoritaria de textos médicos. Caso distinto lo constituyen las bibliotecas de los colegios y boticas jesuitas, que presentan una considerable concentración de este tipo de libros. Es posible encontrar también textos sobre medicina entre los libros personales registrados en los inventarios de las celdas de los miembros de la Compañía.20 Este escenario se repite en las bibliotecas de los colegios jesuitas de otras partes de América, donde el abanico de títulos de medicina se destaca por su variedad y especialización.21 Estudios sobre la provincia jesuítica del Paraguay y del Río de la Plata han evidenciado que los jesuitas se desempeñaron no solo como "médicos del alma", sino que también ejercieron la medicina. Sabemos a su vez que el interés de la Compañía por el campo de la salud supuso una activa promoción de la circulación de libros de medicina, cirugía y farmacopea para apoyar y estimular las prácticas sanitarias de los misioneros.22 Este aspecto no ha sido objeto de investigación para el territorio chileno, y aunque sí se sabe que las bibliotecas de los colegios contenían libros de medicina, un estudio de mayor envergadura permitirá identificar cómo llegaron, por qué y cómo fueron utilizados. De igual modo, valdría la pena explorar qué vínculo pudo existir entre la importación de libros de la Compañía de Jesús y el mercado del libro chileno.

Por último, los inventarios de bienes de comerciantes se destacan por incluir títulos de medicina que comprendían varios ejemplares. Sin embargo, es difícil identificar patrones en el negocio del libro, fuera del hecho de que, tal como ocurrió en Nueva España o Lima, el comercio de libros en el Chile colonial se encontraba inserto dentro de una actividad mercantil más amplia, como queda de manifiesto en la correspondencia comercial de la época.23 Los inventarios de tiendas comerciales contenían desde telas, vestimentas y utensilios de diversa especie, hasta libros con repertorios que, al dar cuenta de una enorme variedad temática, muestran que no existía una especialización por materias. Dentro de esta diversidad la medicina está representada a veces con una obra y muchos ejemplares, y otras, como oferta unitaria de autores diferentes. Aparece así una intención de entregar una oferta variada, integrando temáticas como las matemáticas, la cartografía, la cocina, la artillería o la medicina, aunque siempre en una proporción minoritaria en comparación a otros rubros como el derecho y la religión.

La variedad de títulos contenidos en los inventarios de tiendas comerciales con frecuencia incluía libros de medicina, lo que arroja luces acerca de la vinculación entre la oferta comercial y la posible orientación de los intereses de los lectores. Por ejemplo, en 1765 se inventariaron los bienes del difunto comerciante Joseph de Vivar y Rocha, quien contaba con un excepcional número de libros dentro de las mercancías que componían su negocio, con una significativa concentración de textos de medicina. Poseía ocho ejemplares de El mundo engañado de los falsos médicos de Giuseppe Gazola (Sevilla, 1729); cinco de Cirugía racional, breve, segura, y suave curacion de heridas de cabeza de Juan de Roda y Bayas (Zaragoza, 1723); cuatro del Thesoro de pobres de Pedro Hispano; y 39 de Obras medico-chirurgicas de Madama Fouquet. Contenía además ejemplares de Principios de cirugia de Jerónimo de Ayala (Madrid, 1673), Exercitaciones anatomicas y essenciales operaciones de cirugia de Blas Beaumont (Madrid, 1728) y, de Alfonso Sánchez, Cathedra de desengaños medicos (Madrid, 1727) y Despertador medico, con su botica de pobres (Madrid, 1729), entre otros. Entre todos, sumaban 90 libros.24 Vivar y Rocha sin duda contaba, o esperaba contar, con un universo de compradores suficiente como para justificar tal número de libros de medicina dentro de sus mercaderías.

Tal como se percibe en este inventario, es posible identificar cambios en las características del mercado del libro en Chile. Conforme avanza el siglo, se observa cierta especialización en la disponibilidad de títulos que, además, comienzan a llegar (o son registrados en los inventarios póstumos) con muy poco desfase respecto de su publicación en español. Es el caso de Elementos de medicina práctica de William Cullen, publicado originalmente en inglés en 1777, traducido al español entre 1788 y 1791 e inventariado en una biblioteca chilena en 1798.25 La lista de libros encargados por el comerciante Manuel Riesco a su corresponsal en Madrid, Benito Picardo, ilustra el dinamismo de este mercado a fines del siglo XVIII. Entre los títulos de medicina que solicitaba en 1815, encontramos ocho ejemplares de la obra de Antonio Ballano, Diccionario de medicina y cirugía (Madrid, 1805-1807), de siete volúmenes cada una; dos de De cirugía y enfermedades venéreas, de autor no identificado; y seis del Arte de conservar la salud de Jean Baptiste Pressavin (Salamanca, 1800), cuya primera edición, en francés, es de 1786.26 De forma similar, en 1787 los comerciantes Gabriel José y Juan Antonio de Fresno ingresaron a Santiago un cargamento proveniente de Cádiz vía Montevideo que contenía ocho cajones de libros, entre los que encontramos dos ejemplares de El cirujano instruido de Thomas Goulard (Madrid, 1774); ocho de Cirugia forense ó Arte de hacer relaciones chirurgico legales de Domingo Vidal (Barcelona, 1783); dos del Curso de enfermedades venéreas dictado en la Real Escuela de Cirugía de Barcelona (Barcelona, 1782); y tres de Aviso al pueblo de Samuel Auguste Tissot (Pamplona, 1773; primera edición en francés de 1761).27 Como se deja entrever en estos y otros inventarios comerciales analizados, el comercio del libro de medicina tiende a fortalecerse conforme avanza el siglo, tanto porque aparecen más libros de este rubro como porque aumenta el número de copias por título. En particular, se asienta la presencia de libros de medicina doméstica como los de Tissot y se suman títulos variados, cuyas características sugieren que estaban destinados a practicantes de la medicina, particularmente cirujanos.

Tanto los perfiles sociales de los propietarios de libros, como las características de las bibliotecas privadas e inventarios comerciales permiten explorar qué pudo haber determinado la adquisición del libro y proponer explicaciones respecto a las conexiones entre el flujo comercial, la disponibilidad de títulos y el interés de los propietarios-consumidores. No es posible descartar que la oferta comercial del libro haya condicionado las posibilidades de adquisición en una compleja interacción con los intereses de los potenciales lectores. Sabemos que los comerciantes, preocupados por ofrecer "las obras más selectas y de gusto",28 orientaban su oferta en función de lo que creían sería bien recibido por sus potenciales compradores. Esto dependía a su vez de las redes comerciales y de los contactos con los libreros en Cádiz o Sevilla, quienes recibían pedidos que en ocasiones cambiaban en función de la disponibilidad. Pero el negocio del libro de medicina no solo podía descansar en el interés eventual de potenciales compradores, especialmente tratándose de libros de medicina que, dada su posición marginal dentro de las bibliotecas privadas, apuntaban a un público lector más reducido. Ello supone considerar también a los lectores como actores relevantes en la configuración de ese mercado y que tanto sus perfiles sociales como sus intereses y los posibles usos que estos libros permitían actuaron como factores determinantes.

Para el caso aquí analizado, despunta una posible correlación entre el potencial uso práctico de estos libros y los perfiles profesionales de sus propietarios. Por ejemplo, el registro de expresiones como "libro sin princi[pio] pero si fin maltratado que trata de enfermedades de verga y riñones"29 entrega claves respecto de un uso recurrente, hecho que se condice además con el predominio de libros en formatos pequeños (4° y 8°), lo que facilitaba su transporte, lectura y consulta. Por otro lado, más allá del caso evidente de los practicantes de la medicina, la frecuencia con que los inventarios de generales o capitanes de ejército registran textos de cirugía sugiere un uso práctico relacionado con las necesidades impuestas por su propia actividad. Es el caso del general Silvestre Fernández de Valdivieso y Arbizú, cuyo inventario póstumo de bienes, realizado en 1750, contenía 29 títulos, de los cuales 12 eran de medicina, cirugía y farmacopea, sumando en total 22 volúmenes.30

Aunque se puede argumentar que la cantidad de volúmenes se debe a que Fernández mantenía actividades comerciales, la distribución de títulos sugiere la orientación de sus intereses personales. Además de los 12 títulos de medicina, el inventario contenía 58 ejemplares de El arte de la espada, 13 títulos de vidas de santos que sumaban 31 volúmenes en total y tres libros más: Escala del cielo, un libro del autor Luis Rivas sin identificar y Menosprecio de la corte. [361]

Resulta complejo establecer el rol que ocuparon los intereses de los lectores en la configuración del universo de títulos de medicina que llegaron a Chile. La documentación revisada sugiere que la disponibilidad de títulos fue resultado de una combinación entre lo que los comerciantes pensaron que sería bien acogido (supeditado a su vez a sus redes comerciales y a las dinámicas propias del comercio del libro en España), el fortalecimiento de un público lector ávido de acceder a conocimientos médicos de aplicación doméstica y la aparición de un nuevo segmento lector interesado en aspectos más especializados del conocimiento médico, lo cual pudo generar un nuevo impulso al flujo comercial de estos libros. En particular, se hace necesario tener en consideración el desarrollo de la cátedra de medicina de la Universidad de San Felipe (Santiago) que, aunque había sido fundada en 1756, solo se fortaleció hacia fines de ese siglo.31 En este sentido, la aparición de nuevos profesionales sanitarios pudo suponer la formación de un nuevo segmento lector específico interesado en temáticas médicas. Sin embargo, el incremento de libros de medicina no solo se observa en inventarios de médicos, cirujanos y boticarios, sino que también aparece en inventarios de otros perfiles sociales, lo que apunta también al asentamiento del interés de la población letrada por el saber médico, tal como ocurrió en otros sectores del territorio americano por esa misma época.32

En particular, la escasez crónica de médicos y cirujanos en Chile, reportada por las autoridades locales durante todo el periodo, pudo haber funcionado como incentivo para buscar medios de curación autónomos. Esto explicaría el éxito de textos como Obras medico-chirurgicas de Madama Fouquet, que entregaba un completo repertorio de recetas para confeccionar polvos, brebajes y emplastos a base de componentes de uso doméstico, así como una serie de secretos para curar todo tipo de dolencias "externas" e "internas". Esta hipótesis resulta interesante ya que sugiere que en el Chile del siglo XVIII el recurso a curanderos u otros agentes de sanación no era la única estrategia disponible para enfrentar la enfermedad. De igual modo, da luces respecto de la práctica de la medicina doméstica, fenómeno característico de la cultura europea del periodo.33 Sin ir más lejos, la obra de Fouquet, prescindiendo de la ayuda médica, invitaba al autocuidado y se presentaba como

ahorro de médicos, cirujanos, y botica. Prontuario de secretos caseros, fáciles, y seguros en la practica, sin cifras medicas, para que todos puedan usar de ellos en bien de los Pobres, y Enfermos: Sacados y comprados de los medicos, y cirujanos mas famosos de toda Europa [...].34

Atestiguando su éxito en el público lector chileno, la obra de Fouquet es el libro de medicina que más se repite en las bibliotecas del periodo, con una presencia transversal en propietarios de distintos perfiles profesionales, incluidos los médicos, y en bibliotecas de todos los tamaños.

Teniendo en cuenta que los intereses de quienes adquirían los libros pudieron haber determinado la oferta de títulos, resulta interesante comparar los inventarios de comerciantes con los de bibliotecas privadas de personas de distintos perfiles sociales. En este sentido, llama la atención que es posible identificar textos en inventarios comerciales sobre cirugía y medicina doméstica que no aparecen registrados en proporción similar en inventarios privados. Algo similar ocurre a la inversa, con una serie de títulos que no aparecen en los listados comerciales, por ejemplo, los inventarios de los practicantes de la medicina y de las bibliotecas de la Compañía de Jesús. Para poder explorar con detenimiento la relación entre el comercio del libro de medicina con los intereses y tendencias del público lector sería necesario realizar un análisis exhaustivo de los títulos, pero esta tarea excede los objetivos de este trabajo. Queda claro, no obstante, que el reducido número de practicantes formales de la medicina en Chile no impidió la circulación de libros sobre esa materia. De hecho, todo parece indicar que más bien fomentó su flujo como una forma de subsanar justamente esa falta de profesionales. Este diagnóstico se ve refrendado por la alta preeminencia de títulos sobre cirugía y medicina doméstica, o por ejemplos como las 50 copias de Anatomía para barberos, inventariadas como parte de las mercancías del comerciante Joseph de Aguirre en 1755.35

El flujo de libros, sus itinerarios y vías de acceso

Durante el siglo XVIII, la producción y el comercio del libro en la península ibérica experimentaron un auge significativo. Respecto a los libros de medicina, durante el periodo se observa no solo un incremento en la publicación de libros en español, sino también una reducción de los formatos, lo cual disminuyó su costo y facilitó el transporte. El conjunto de estos factores dotó de mayor dinamismo al comercio transatlántico del libro, aumentando las posibilidades de acceso en América. Por otra parte, el comercio del libro recibió un nuevo impulso luego de la reactivación de los circuitos que se habían debilitado durante el siglo XVII, producto de los reveses sufridos por el tráfico comercial de la Carrera de Indias.36 A medida que el funcionamiento de la feria de Puertovelo y el comercio de flotas perdían sus fuerzas en las primeras décadas del siglo, se empezaron a activar otros itinerarios, en particular la ruta de los mares del sur.37 Más adelante, el decreto de libertad de comercio de 1778 consolidó el tránsito de libros por esta ruta, posibilitando su llegada a Chile vía Montevideo y Buenos Aires, o bien entrando directamente por Valparaíso.

Durante el siglo XVIII, la consolidación del comercio transatlántico del libro generó un flujo constante de impresos. A partir de su punto neurálgico, Cádiz, la red de comercio del libro se activaba mediante demandas específicas de libreros o compradores americanos o bien impulsada por comerciantes radicados en Sevilla, interesados en los libros como un rubro más dentro de sus intercambios mercantiles. A su vez, el comercio se organizaba por etapas e involucraba a distintos agentes antes de llegar a su destino final. Para el caso de Chile, el flujo podía consistir, por ejemplo, en intercambios entre Cádiz y Buenos Aires, y luego entre Buenos Aires y Santiago. Este fenómeno lo observamos en las redes mercantiles de comerciantes como Silvestre Fernández Valdivieso o la correspondencia comercial que se conserva de las familias Riesco y Reynals Bruguera de fines del siglo XVIII. Por último, la documentación revisada también registra un activo intercambio de libros entre Santiago, Lima y La Paz.38

La diversidad de títulos registrados en Chile permite aventurar varias hipótesis respecto a la disponibilidad de libros en el territorio y las formas en que estos fueron distribuidos y transportados. A pesar de que las posibilidades de adquisición se encontraban necesariamente vinculadas a las dinámicas del mercado del libro, la comparación entre lo que ofrecían los comerciantes con los títulos registrados en las bibliotecas privadas sugiere que el acceso a los libros no estuvo únicamente determinado por el flujo comercial. Como hemos visto, no es posible establecer una correlación directa entre los títulos de unos y otros, más allá de que en términos generales la presencia de libros de medicina tiende a crecer conforme avanza el siglo, acrecentándose durante las últimas tres décadas. Vale la pena recordar, eso sí, que esta dinámica forma parte de un crecimiento generalizado del mercado del libro en Chile, no siendo una característica particular de los textos de medicina. Por otra parte, el hecho de que la mayoría de los títulos no aparezcan en más de un propietario simultáneamente da a entender que una importante proporción de ellos no transitó a través de las redes comerciales.

Dentro de las vías de acceso al libro alternativas a la oferta comercial debemos considerar el traspaso entre lectores, ya fuera por medio de compras en subastas, por préstamos o por herencias. La entrada de libros provenientes del extranjero se vio también potenciada por el constante flujo de personas. Existen múltiples registros que documentan que quienes se trasladaron a América o transitaron por distintas regiones de ella por motivos personales o como funcionarios de la Corona lo hicieron portando sus bibliotecas personales. Dependiendo del tamaño, estas se podían transportar directamente como parte del equipaje o bien a través de envíos por cajones, cuyo contenido se declaraba como de uso personal para diferenciarlos de los envíos comerciales. Por ejemplo, gobernadores, oidores y eclesiásticos acostumbraban solicitar licencias a la Casa de Contratación en Sevilla "para embarcarse [en Cádiz rumbo a Valdivia] y llevar en su compañía a su mujer, un secretario, una criada y un criado, con los cofres de ropa, libros y armas de su uso".39 De este modo, la documentación entregada por los registros de equipaje de los navios con rumbo a los mares del sur entrega información valiosísima. Revela, en primera instancia, que agentes de la Corona, autoridades eclesiásticas, abogados y médicos viajaban con libros entre sus pertenencias. Los registros de equipaje entregan también información sobre libros que fueron enviados desde Cádiz a personas radicadas en Chile como encomienda, ya fuera porque habían sido dejados por sus propietarios y ahora solicitaban su traslado a un tercero, o bien porque los receptores en Chile habían realizado directamente un pedido a libreros o conocidos en Sevilla. Esto último era típico del intercambio de libros entre órdenes religiosas o instituciones eclesiásticas, muy comunes en este tipo de documentación. Dicha información se complementa con los registros de entrada de aduanas, donde aparecen comerciantes, misioneros, autoridades civiles y eclesiásticas recibiendo cargamentos de libros.40

Resulta importante tener presente que la práctica de la medicina formal en el territorio chileno hasta las primeras décadas del siglo xix estuvo a cargo de un reducido número de médicos, en su mayoría extranjeros.41 Esto ya de por sí sitúa la práctica de la medicina en Chile en un contexto transnacional, toda vez que médicos, cirujanos y boticarios se trasladaron desde distintos contextos europeos y americanos portando su saber, sus prácticas y, probablemente, sus bibliotecas. Por otra parte, la documentación disponible registra un flujo constante de practicantes de la medicina como tripulantes de navíos que recalaban en los distintos puertos chilenos, lo que a su vez debe ser incorporado como factor influyente en la circulación de libros, en la medida en que sabemos que muchos de ellos se embarcaban portando "libros de su facultad" o bien "un cajon con libros" "para mi uso a bordo".42 De modo tal que los profesionales que viajaban como cirujanos o médicos de a bordo en barcos mercantes o de la Real Armada probablemente actuaron también como conectores entre los distintos territorios transportando libros (y medicinas). La historia de esta itinerancia y de las actividades realizadas por estos practicantes de la medicina durante el periodo de tiempo en que el barco recalaba resta aún por realizarse -hay que tener presente que el itinerario de los mares del Sur suponía paradas en Montevideo, Buenos Aires, Valparaíso y, a veces, también Concepción y Arica, llegando finalmente al Callao-. A través de diversas solicitudes de licencia para ejercer la cirugía o la medicina en Chile, sabemos que varios de ellos optaban por desembarcar en las costas chilenas, en algunas ocasiones por un tiempo acotado y otras para establecerse definitivamente en el territorio.43 A ellos se suman quienes viajaron directamente con el propósito de establecerse en Chile, nombrados como cirujanos o médicos de algún destacamento del ejército, o bien por interés propio.

Todo lo anterior explicaría por qué en los inventarios aparecen títulos cuya vía de ingreso no es posible pesquisar. En particular, los inventarios de las bibliotecas de médicos, cirujanos y boticarios documentan un amplio espectro de textos de medicina en distintos idiomas que no se encuentran registrados en los inventarios comerciales que se han podido examinar hasta el momento. Una situación similar ocurre con la biblioteca de la botica jesuita de Santiago, que contenía una muestra excepcional de textos médicos, varios de los cuales aparecen también en las bibliotecas chilenas de los practicantes de medicina, pero no así en las de propietarios de otros perfiles sociales. Todo ello permite colegir que estos profesionales, en su mayoría extranjeros, se trasladaron a Chile con ellos, o bien los adquirieron gracias a peticiones directas a libreros en Sevilla, como es el caso del encargo de tres cajones de medicinas y un cajón de libros realizado por el médico y cirujano español José Llenes en 1789. Los libros por él encargados sumaban 16 títulos en total, en su mayoría de religiosidad, más tres de medicina: Nuevo, y natural modo de auxiliar á las mugeres en los lances peligrosos de los partos de Babil Gárate y Casabona (Pamplona, 1756); Fundamenta medicinae theoretico-practica de Georg Philipp Nenter (Estrasturgo, 1718); e Historia natural, y medica de el Principado de Asturias de Gaspar Casal (Madrid, 1762).44

Sabemos, así, que los libros también transitaron producto de encargos realizados por los mismos lectores, o bien dentro del marco de solicitudes de cargamentos más amplios relacionados, por ejemplo, con la práctica médica. En este sentido, es interesante notar que, como ilustra el caso de José Llenes recién citado, médicos, cirujanos y boticarios frecuentemente aparecen como los receptores de envíos de medicinas provenientes de Cádiz, lo que los posiciona como actores en continuo contacto con el exterior y, por tanto, con acceso privilegiado a los libros. El caso de los boticarios es particularmente sintomático, pues recurrentemente son consignados como los destinatarios de cargamentos provenientes de Cádiz con "especies de botica".45

A todas estas formas de tránsito se suman las impulsadas directamente por el Estado monárquico y su estructura administrativa, en particular luego de la puesta en marcha de las reformas borbónicas. Aunque el tema no ha sido estudiado para el caso chileno, se sabe que, como parte de las estrategias desarrolladas para combatir epidemias como la viruela, la Corona ordenó el envío de manuales para el manejo de esta enfermedad a fines del siglo XVIII.46 Se hace necesario evaluar, así, el impacto generado por estas reformas en la disponibilidad de títulos, para establecer si desde el Estado hubo promoción de determinados impresos como estrategia de control de problemas sanitarios, como se ha sugerido para otras regiones del continente.47 Todo parece indicar que libros con recetarios para la curación de diversas enfermedades fueron promovidos por las órdenes religiosas y desde la misma Corona al otorgar las licencias para su impresión.

Consideraciones finales

Se han delineado aquí solo algunas de las posibilidades de análisis que surgen a partir del estudio de los libros de medicina en el Chile tardo colonial. Por un lado, las bibliotecas chilenas contaron con una enorme variedad temática y cronológica de impresos de medicina en los que predominaron las ediciones españolas, aunque los títulos registrados también incluyeron los textos de medicina europeos más exitosos del periodo. Por otro lado, el dinamismo que caracterizó a este mercado en Chile permitió al público lector el acceso a las publicaciones españolas con poco desfase, con una progresiva especialización conforme avanza el siglo. La documentación sugiere además que el interés de los lectores, de variados perfiles profesionales e intelectuales, logró alimentar un mercado que no descansó únicamente en la oferta comercial. Destaca, en este sentido, la variedad de los títulos consignados en las bibliotecas privadas, que no se condice con los contenidos de los inventarios comerciales que se han podido revisar. Como se ha puesto de manifiesto aquí, el acceso a este tipo de impresos se dio tanto a través de la oferta disponible en el territorio chileno como mediante adquisiciones directas promovidas por los lectores.

De este modo, el estudio de los libros de medicina que circularon en Chile, sus propietarios, posibles usos y medios de transporte revela interesantes aristas respecto a las vinculaciones entre intereses y dinámicas comerciales, los gustos de quienes adquirían dichos libros y su potencial uso práctico. El flujo transatlántico de los impresos de medicina aparece así como fruto de la interacción entre la existencia y desarrollo de un público lector específico interesado en este rubro, y la disponibilidad de títulos ofrecida por comerciantes, posicionando a ambos como actores determinantes en un contexto marcado por la escasez de médicos.

OBRAS CITADAS

I. Fuentes primarias

Archivos

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* Este artículo es resultado de la investigación que desarrollo en el marco del proyecto CONICYT / FONDECYT postdoctorado N.° 3180684, titulado "Enfermedades mentales y emociones en Chile (1750-1830): circulación de ideas y nociones médicas, jurídicas y culturales", 2018-2020. Agradezco las valiosas sugerencias realizadas por Rafael Mandressi durante la elaboración de este artículo, así como los comentarios de los evaluadores anónimos.

1 Archivo Nacional Histórico (ANH), Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 619, ff.101IV-104v.

2Después del ya clásico Lucien Febvre y Henri-Jean Martin, La aparición del libro [1958] (México: Libraria, 2005), y de la gran tesis del segundo, impresa en dos volúmenes, Henri-Jean Martin, Livre, pouvoirs et société à Paris au xvue siècle (1598-1701) (Ginebra: Droz, 1969), la historia del libro conoció un nuevo impulso a través, entre otros factores, de la propia renovación de los estudios sobre bibliografía material. En ese sentido, debe mencionarse la obra de Donald F. McKenzie, en particular sus tres Panizzi Lectures de 1985, reunidas en un volumen al año siguiente. Donald F. McKenzie, Bibliografía y sociología de los textos (Madrid: Akal, 2005). No es posible reseñar aquí, aún de manera selectiva y sucinta, los principales trabajos en este campo en las últimas décadas, por lo cual nos limitaremos a referenciar la obra de Roger Chartier, Libros, lecturas y lectores en la Edad Moderna (Madrid: Alianza, 1993) y Roger Chartier, El orden de los libros: lectores, autores, bibliotecas en Europa entre los siglos XIII y XVIII (Barcelona: Gedisa, 1994); de Robert Darnton, El negocio de la Ilustración. Historia editorial de la Encyclopédie, 1775-1800 (México: Fondo de Cultura Económica, 2011); y, en el ámbito más específico de la historia del libro científico, el trabajo de Adrian Johns, The Nature of the Book. Print and Knowledge in the Making (Chicago: Chicago University Press, 1998); o, más recientemente, el libro colectivo de Marina Frasca-Spada y Nicholas Jardine, dirs., Books and the Science in History (Cambridge: Cambridge University Press, 2000).

3Ver, entre muchos otros, Pedro Rueda, dir., El libro en circulación en el mundo moderno en España y Latinoamérica (Madrid: Calambur, 2012); Idalia García y Pedro Rueda, eds., Leer en tiempos de la Colonia: imprenta, bibliotecas y lectores en la Nueva España (México: UNAM / Centro Universitario de Investigaciones Bibliotecológicas, 2010); Idalia García y Ana Cecilia Montiel, "Una vida entre cajones de libros: Felipe Pérez del Campo en la Nueva España, 1733-1764", Estudios de Historia Novohispana 43 (2010): 51-107; Pedro Guibovich, Lecturas prohibidas. La censura inquisitorial en el Perú tardío colonial (Lima: Pontificia Universidad Católica del Perú, 2013); Teodoro Hampe, "Bibliotecas, imprentas y difusión de noticias en el Perú colonial", Bulletin Hispanique 113.1 (2011): 409-432.

4Tomás Thayer-Ojeda, "Las bibliotecas coloniales de Chile", Revista de Bibliografía Chilena y Extranjera 1.2, 3, 5-7, 9-10 (1913); El Bibliófilo Chileno [Santiago] 1947-1949; Javier González Echeñique, Los estudios jurídicos y la abogacía en el reino de Chile (Santiago: Universidad Católica de Chile, 1954); Antonio Dougnac, "Reforma y tradición en la biblioteca de un obispo ilustrado de Chile. El caso de Francisco José de Maran (1780-1807)", Revista Chilena de Historia del Derecho 16 (1990): 579618; René Millar y Paz Larraín, "Notas para la historia de la cultura en el periodo indiano. La biblioteca del obispo de Santiago Juan Bravo del Rivero y Correa (1685-1752)", Historia 26 (1991-1992): 173-211; Javier Barrientos, La cultura jurídica en el Reino de Chile. Bibliotecas de ministros de la Real Audiencia de Santiago (s. XVII-XVIII) (Santiago: Universidad Diego Portales, 1992); Araceli de Tezanos, "El isomorfismo de las bibliotecas jesuitas (siglos XVI-XVIII)", Revista de Historia Social y de las Mentalidades 18.2 (2014): 105-139.

5Isabel Cruz de Amenábar, "La cultura escrita en Chile 1650-1820. Libros y bibliotecas", Historia 24 (1989): 107-213.

6Enrique Laval, Botica de los jesuitas de Santiago (Santiago: Asociación Chilena de Asistencia Social, 1963). Aunque aún faltan estudios que exploren en todas sus posibilidades este riquísimo inventario, queda de manifiesto que la biblioteca de la botica jesuita del Colegio Máximo de San Miguel de Santiago fue de las más completas, en cuanto a títulos de medicina, del territorio. Esta cualidad es característica de las bibliotecas de las boticas y colegios jesuitas americanos, que destacan por la diversidad de títulos de medicina que incluían. Al compararlas con otras bibliotecas privadas se diferencian por el amplio arco de obras que incorporaban, tanto en términos temáticos como de idioma, procedencia y año de publicación. Para el contexto americano, ver Eliane Deckmann Fleck, Entre a caridade e a Ciência: a prática missionária e científica da Companhia de Jesus (Americaplatina, séculosxvii e XVIII) (São Leopoldo: Oikos / Editora Unisinos, 2014); Eliane Deckmann Fleck y Roberto Poletto, "Circulation and Production of Knowledge and Scientific Practices in Southern America in the Eighteenth Century", História, Ciências, Saúde-Manguinhos 19.4 (2012): 1121-1138. http://dx.doi.org/10.1590/S0104-59702012000400002; María Cristina Vera de Flachs y Carlos Page, "Textos clásicos de medicina en la botica jesuítica del Paraguay", Cuadernos del Instituto Antonio de Nebrija 13 (2010): 117-135; Rénald Lessard, "Le livre médical au sein du corps de santé canadien aux xvue et xvine siècles", Bulletin canadienne d'histoire de la médecine 12 (1995): 215-240; y Nelson Pierrotti, "Leer, interpretar y actuar. La influencia del libro en el pensamiento colonial montevideano (1724-1830)", Humanidades 8-9 (2009-2010): 133-154.

7Para ello se han revisado testamentos y litigios por partición de bienes conservados en los siguientes fondos del Archivo Nacional Histórico de Chile: Escribanos de Santiago, Notarios de Santiago, Real Audiencia, Capitanía General y Contaduría Mayor. Agradezco la colaboración de Andrea Sanzana en el levantamiento de esta información. Se ha consultado también la documentación contenida en el Archivo General de Indias (AGI), en particular las secciones Casa de la Contratación y Consulados.

8Pedro Rueda, "The Globalization of the European Book Market", Books in the Catholic World during the Early Modern Period, ed. Natalia Maillard (Leiden: Brill, 2014) 51-69; Pedro Rueda, "Las librerías europeas y el Nuevo Mundo: circuitos de distribución atlántica del libro en el mundo moderno", Leer en tiempos de la Colonia 113-135; Hampe.

9Sobre la dificultad de identificar los títulos de libros de medicina, ver María Luisa Rodríguez-Sala, "Médicos novohispanos de finales del siglo xviii: sus bibliotecas", Boletín del iiB 21.1 (2016): 39-77.

10ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 782, f. 148.

11En atención a esto he optado por señalar únicamente la primera edición en español y la primera en su lengua original, cuando se trata de una traducción, sin considerar las reediciones posteriores.

12Para la recepción de este tipo de literatura en otros contextos americanos, ver Jean Luiz Neves Abreu, "Higiene e conservação da saúde no pensamento médico luso-brasileiro do século XVIII", Asclepio 62.1 (2010): 225-250; Adriana Alzate, "Los manuales de salud en la Nueva Granada (1760-1810). ¿El remedio al pie de la letra?", Fronteras de la Historia 10 (2005): 209-252; y Vera Marques, "Instruir para fazer a ciência e a medicina chegar ao povo no Setecentos", Varia Historia 32 (2004): 37-47.

13ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 925, f. 201.

14ANH, Santiago, Fondo Contaduría Mayor, 1° Serie, vol. 1873, f. 126.

15ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 511, ff. 394-394.

16ANH, Santiago, Fondo Capitanía General, vol. 12, pieza 6, ff. 92-93.

17ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 438, ff. 367-368.

18ANH, Santiago, Fondo Notarios de Santiago, vol. 21, ff. 62-78.

19Ver Alzate; Marques; Rodríguez-Sala; y Pierrotti. Se puede realizar a modo de ejemplo una comparación con la "Memoria de los libros que se hallaron en el quarto de Don Phelipe Perez del Campo y Gonzalez", comerciante de libros novohispano cuyos haberes fueron inventariados en 1764, y que ha sido trabajada por García y Montiel. Entre los libros de medicina consignados, encontramos Giovanni de Vigo, Libro o pratica en Cirugia; Madama Fouquet, Obras medico-chirurgicas; y Felipe Borbón, Medicina y cirugía doméstica. Estos dos últimos estaban muy presentes en las bibliotecas chilenas, como se ha podido ver. Sobre el éxito de este tipo de libros en España, ver Enrique Perdiguero, "Popularizando la ciencia: el caso de la medicina doméstica en la España de la Ilustración", La Ilustración y las ciencias, eds. Josep Lluís Barona, Javier Moscoso y Juan Pimentel (Valencia: Universitat de Valência, 2003) 155-178.

20ANH, Santiago, Fondo Jesuitas de Chile, vol. 3, ff. 31v-51v, 74-87v; y vol. 7, ff. 279280, 296-331, entre otros.

21Vera de Flachs y Page.

22Fleck, Entre a caridade; y Miguel de Asúa, Science in the Vanished Arcadia. Knowledge of Nature in the Jesuit Missions of Paraguay and Río de la Plata (Leiden-Boston: Brill, 2014). Para el caso de Brasil, ver Daniela Buono Calainho, "Jesuítas e Medicina no Brasil Colonial", Tempo 10.19 (2005): 61-75.

23Ver en ANH, Fondo Sergio Fernández Larraín, vol. 156 y 157; Fondo Salvador Trucios; y Archivo Familia Reynals Bruguera. Rueda, El libro 11-21; y García y Montiel.

24ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 747, ff. 29v-37v.

25ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 946, f. 237v

26ANH, Santiago, Fondo Sergio Fernández Larraín, vol. 156, p. 26.

27ANH, Santiago, Fondo Contaduría Mayor, 1° Serie 1, vol. 1869, ff. 247-253.

28"Carta de Pedro Nolasco Chopitea a Olaguer Reynals", Santiago, may. 6, 1815. ANH, Santiago, Archivo Familia Reynals Bruguera, caja 2, pieza 2.

29ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 438, f. 367v

30ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 564, ff. 89v-91v.

31La historia de la medicina en Chile se encuentra aún en ciernes. Ver Enrique Laval, Noticias sobre los médicos en Chile en los siglos XVI, XVII y XVIII (Santiago: Universidad de Chile, 1958); y Ricardo Cruz-Coke, Historia de la medicina chilena (Santiago: Editorial Andrés Bello, 1995).

32Una consideración similar ha sido propuesta por Adriana Alzate para el caso de Nueva Granada.

33Andrew Wear, Knowledge and Practice in English Medicine, 1550-1680 (Cambridge: Cambridge University Press, 2000).

34Madama Fouquet, Obras medico-chirurgicas (Valladolid: Imprenta de Alfonso del Riego, 1748).

35ANH, Santiago, Fondo Escribanos de Santiago, vol. 732, f. 27ov.

36Rueda, El libro.

37Hasta 1739 funcionaba el sistema de flotas y galeones vía Panamá. Desde 1739 se introduce el sistema de navíos de registros y navíos sueltos que circulaban vía el cabo de Hornos (ruta de los mares del Sur). Xabier Lamikiz, Trade and Trust in the Eighteenth-Century Atlantic World. Spanish Merchants and their Overseas Networks (Londres: The Royal Historical Society / Boydell Press, 2010).

38ANH, Santiago, Fondo Sergio Fernández Larraín, vols. 156 y 157; ANH, Santiago, Archivo Familiar Reynals Bruguera; ANH, Santiago, Fondo Real Audiencia, vol. 1456, pieza 1, f. 1-75; y ANH, Santiago, Fondo Real Audiencia, vol. 2139, pieza 4, ff. 138-158.

39Archivo General de Indias (agí), Sevilla, Sección Casa de la Contratación, 5503, N. 2, R. 61, 1760.

40Este tipo de información aparece registrada en las siguientes series de la Sección Casa de la Contratación del AGI: Registros de navíos, Registros de ida a puertos de Mar del Sur, Registros de ida a Valparaíso, entre otros. Ver también ANH, Santiago, Fondo Contaduría Mayor, 1° Serie.

41Laval, Noticias.

42AGI, Sevilla, Casa de la Contratación, 5805, Manifestaciones de equipajes, 1774-1775, s/f, navíos Gallardo del Sur e Industria, respectivamente.

43Estas solicitudes no necesariamente eran atendidas, pudiendo ser expulsados o ser penalizados por el ejercicio ilegal del oficio. Ver, por ejemplo, ANH, Santiago, Fondo Real Audiencia, vol. 2537, pieza 3; ANH, Santiago, Fondo Capitanía General, vol. 204, pieza 76.

44ANH, Santiago, Fondo Contaduría Mayor, 1° Serie, vol. 1890, 1789, ff. 178-179v.

45ANH, Santiago, Fondo Contaduría Mayor, 1° Serie, vol. 3610, 1780, ff. 63, 65 y 77v.

46Paula Caffarena, Viruela y vacuna. Difusión y circulación de una práctica médica. Chile en el contexto hispanoamericano 1780-1830 (Santiago: Editorial Universitaria, 2016).

47Marques; Fleck y Poletto.

Cómo citar este artículo Mariana Labarca, "Los libros de medicina en el Chile del siglo XVIII: tipologías, propietarios y dinámicas de circulación", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 47.2 (2020): 345-371.

Recibido: 23 de Mayo de 2019; Aprobado: 17 de Octubre de 2019

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