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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versión impresa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.47 no.2 Bogotá jul./dic. 2020  Epub 20-Mar-2021

https://doi.org/10.15446/achsc.v47n2.86176 

RESEÑAS

Marixa Lasso. Erased. The Untold Story of the Panamá Canal. Cambridge-Londres: Harvard University Press, 2019. 344 páginas.

MÓNICA MARTÍNEZ MAURI* 

* Universitat de Barcelona martinezmauri@ub.edu


Erased, la última obra de Marixa Lasso -historiadora panameña y profesora en la Universidad Nacional de Colombia-, nos invita a repensar la historia del canal de Panamá. Con un relato minuciosamente construido a partir de fuentes documentales y orales, este volumen nos permite entender cómo los antiguos y prósperos pueblos que existieron en la zona central de Panamá antes de la construcción del canal fueron borrados del mapa, tanto material como simbólicamente. El principal argumento es que, al borrar de la memoria nacional una de las zonas urbanas más potentes de la economía istmeña del siglo XIX, no solo se aseguró el domino estadounidense sobre el canal, sino que se buscó olvidar la modernidad que habían construido repúblicas latinoamericanas como Panamá en el siglo XIX. Una modernidad que, en las jóvenes repúblicas latinoamericanas, se concretó en una apuesta por la innovación tecnológica y las formas de gobierno inspiradas por la revolución francesa y la Constitución norteamericana. Esta visión de la política permitió dar poder local a sectores marginados en otras naciones del norte, como los indígenas o los afrodescendientes.

Erased nos habla del proceso de traslado y posterior desmantelamiento -entre 1913 y 1916- de pueblos que concentraron una población de 62.810 personas (el 14 % del total del país). A diferencia de lo que muchas personas todavía creen, se trató de un desplazamiento que tuvo motivos políticos y no razones técnicas. Los pueblos no desaparecieron bajo las aguas del canal o del lago Gatún, sino que fueron desmantelados para no dejar población panameña dentro del espacio limítrofe al canal. Con ello, los norteamericanos ampliaron su área de influencia en el istmo y convirtieron una zona urbana en selvática.

Lasso nos ofrece una nueva perspectiva sobre un hecho histórico: la construcción del canal de Panamá -estudiado de forma bastante exhaustiva por los historiadores-. Y es que hasta el momento se había prestado poca atención a los primeros tres años de construcción del canal norteamericano, un momento crucial para entender cómo los pueblos de la zona pasan de una jurisdicción panameña a una norteamericana. Fue en este proceso cuando la población panameña de la zona fue conceptualizada como native y la zona fue percibida como un lugar salvaje y tropical.

El primer capítulo muestra el proceso mediante el cual los Estados Unidos, tras la firma del tratado Hay-Bunau-Varilla (1903), fue ampliando su control sobre las zonas adyacentes al canal. Este tratado especificaba que Panamá había cedido a perpetuidad una zona de cinco millas a cada lado del canal, con la excepción de las ciudades y puertos de Panamá y Colón. Sin embargo, los Estados Unidos, utilizando el pensamiento higienista, se apropiaron de los puertos y las tierras aledañas al canal. En pocos años, el servicio postal, las aduanas y la sanidad -controlados por la administración estadounidense- convirtieron el puerto de Ancón y Panamá en un solo puerto. Panamá solo conservó el control sobre un pequeño embarcadero al que arrimaban pescadores y pequeños comerciantes.

En el segundo capítulo, a partir de los relatos de viajeros, se presenta una detallada descripción de la vida en Chagres, Gorgona, Emperador y Cruces antes de 1904. Según los testimonios, la zona contaba con muchos pueblos en los que la población afrodescendiente era muy significativa. Era un lugar bien comunicado por tren, bien adaptado al tráfico global, que se servía de las tecnologías modernas para hacer posible el tránsito de personas y mercaderías a través del istmo. También era una zona dinámica en el plano industrial y agrícola. Pero a pesar de todo esto, fueron pueblos concebidos como un obstáculo al progreso que los Estados Unidos quería traer al istmo.

El tercer capítulo aborda las consecuencias, para los antiguos pueblos de la zona, del nuevo régimen instaurado por los norteamericanos entre 1904 y 1912. El análisis de Lasso contempla tres etapas: de 1904 a 1907 las autoridades de la zona conservaron las estructuras municipales en uso; los pueblos pasaron a tener dos alcaldes, uno panameño y otro americano, al mismo tiempo que se empezaron a aplicar políticas de segregación racial que dividieron los pueblos en nativos y americanos. De 1907 a 1912 la Isthman Canal Comission (ICC) eliminó los municipios de la zona y los convirtió en distritos administrativos, pero la mayoría continuó en el mismo lugar. Entre 1912 y 1915 la ICC despobló la zona, sustituyendo los antiguos pueblos por una geografía urbana.

El siguiente capítulo se centra en analizar el momento en el que se creó el debate sobre qué hacer con los pueblos panameños de la zona: ¿conservarlos en la zona, pero siendo gobernados y civilizados por los norteamericanos o desmantelarlos y enviar sus pobladores a otros lugares? Este dilema se resolvió en 1912, cuando las autoridades de la zona determinaron que la selva era la mejor protección militar para el canal y dictaron la orden de despoblamiento.

El quinto capítulo arranca con la creación del lago Gatún, el lago artificial más grande del mundo, y los primeros movimientos forzados de población. Gorgona, en julio de 1913 fue el primer pueblo que conoció el confuso y caótico proceso de relocalización hacia Nueva Gorgona y Ciudad de Panamá. Lasso analiza los múltiples sistemas de tenencia de tierras que existían en la zona y las dificultades de la Joint Land Comission, un organismo panameño-americano, para crear políticas de compensación que respondieran a las necesidades de los desplazados. Muchos de los habitantes, al no ser propietarios y al no contar con un contrato de alquiler anterior a 1907, no recibieron ninguna compensación, solo tuvieron derecho a transporte gratuito para llevar los materiales que conformaban sus viviendas a otro lugar. Con todo, el despoblamiento de la zona creó un gran desconcierto entre sus antiguos pobladores y provocó un cambio de percepción hacia los americanos. Hasta entonces, los panameños de la zona creían que, aunque el canal pertenecía a los americanos, la zona era una tierra en la que podían continuar viviendo. Con el traslado entendieron que la gente que había dado vida a los pueblos del territorio durante siglos ya no tenía derechos sobre este.

"Pueblos perdidos" es el título del siguiente capítulo. En él se continúa explicando el despoblamiento a partir del ejemplo de Nuevo Gatún -un pueblo de 8.000 personas que desapareció entre 1914 y 1916-. Las últimas páginas están dedicadas al abandono que creó más conmoción en la opinión pública panameña: el del Chagres. Este pueblo, situado al lado del fuerte San Lorenzo, fue un enclave histórico del atlántico panameño comparable a Portobelo. Estos y otros despoblamientos fueron posibles gracias a un decreto, aprobado en 1912, y un acuerdo entre Estados Unidos y Panamá de 1914 que ampliaba las fronteras de la zona bajo jurisdicción norteamericana, otorgándole control sobre las tierras de los márgenes del lago Gatún hasta una altura de 100 pies sobre el nivel del mar.

Tras la publicación, en 1962, de la novela Pueblos perdidos de Gil Blas Tejeira, se instaló en el imaginario nacional panameño la idea de que los antiguos pueblos de la zona habían desaparecido bajo las aguas del lago Gatún. Una de las principales aportaciones de Lasso es poner fin a esta ilusión. Como muestra en el capítulo siete, los centros urbanos más grandes (Emperador y Nuevo Gatún) no fueron inundados, sino despoblados, e incluso Gorgona, la supuesta ciudad que yace bajo el lago, solo fue parcialmente inundada. Este mito de la inundación sirvió para naturalizar la desaparición de los pueblos, pero también para justificar el cambio de trazado de la línea del ferrocarril hacia el Este del canal, donde fueron construidos los centros urbanos americanos. Este último cambio también estuvo muy relacionado con el despoblamiento de los pueblos panameños, con la necesidad de convertir una zona urbana en una zona selvática, transformando el centro en periferia. Con todo, los americanos construyeron una nueva zona del canal con pequeños pueblos racialmente segregados, en la que no existía la propiedad privada, la agricultura ni el vicio (alcohol, juego y cabarés).

En el epílogo, Lasso nos explica su recorrido por los actuales Nuevo Chagres y Nuevo Emperador, los pueblos fundados tras la despoblación que absorbieron parte de los desplazados. A partir de los relatos de los más ancianos, muestra cómo, a pesar de las políticas de olvido, los descendientes de los antiguos pueblos de la zona recuerdan su lugar de origen, se sienten parte de la historia del canal y todavía hoy sufren las consecuencias de haber sido expulsados hacia la periferia.

En el plano disciplinar, la obra de Lasso podría ser reivindicada desde la antropología histórica. Las razones son varias. La primera, porque aborda la construcción política de la memoria y lo hace partiendo de la documentación histórica, la versión ETIC; pero también teniendo en cuenta las narrativas de los descendientes de aquellos que fueron desplazados, la versión EMIC. La segunda, porque cuestiona la naturalización de las explicaciones que sirvieron para despoblar de panameños y poblar con norteamericanos la zona del canal, deconstruyendo los argumentos que utilizaron las autoridades de la época. Y lo hace teniendo en cuenta que las categorías -tropical, salvaje, nativo- son fruto de voluntades diferenciadoras, no de diferencias objetivas que buscan imponer un orden concreto. La tercera, porque centra su análisis en aquellos que fueron excluidos de la historia. Tal como hizo Nathan Wachtel en los Andes,1 Lasso narra el devenir de los vencidos, de aquellos que no importaron a nadie, que fueron borrados. Y por último, porque incorpora una perspectiva personal que podríamos situar próxima a la autoetnografía.

Antes de la publicación de Erased, en Panamá otros trabajos ya habían mostrado las consecuencias sociopolíticas de la construcción de nuevas geografías. La antropóloga Julia Velásquez2 mostró hasta qué punto a lo largo del siglo xx imaginar el Darién como un lugar salvaje fomentó la especulación sobre la tierra, a partir de iniciativas forestales, turísticas, agroindustriales y provocó el auge del narcotráfico. En este contexto, pensar el Darién como un lugar peligroso legitimó su domesticación por parte de agentes forasteros y justificó el uso de la violencia en el proceso.

También en Panamá se habían escrito algunas líneas para denunciar los efectos del artículo II del tratado Hay-Bunau Varilla, en relación con la desembocadura y áreas aledañas al río Chagres. Bonifacio Pereira (1964), miembro de la Academia Panameña de la Historia, relató el proceso de despoblación del Chagres con bastante detalle. Explicó cómo sus habitantes fueron despojados de sus tierras y casas sin recibir ningún tipo de indemnización. Incluso afirmó que se trató de un expolio que se hizo con la complicidad de las clases dominantes panameñas. Como él mismo manifestó: fueron hechos que permanecieron ocultos "tal vez para que sigamos siendo mansos, dóciles, entreguistas".3

Erased se suma a los trabajos de Velásquez y Pereira, convirtiéndose en un libro que es y será fundamental para entender la historia del istmo de Panamá. Lo es porque está escrito por una mujer panameña desde Harvard -un centro intelectual del norte-, por lo que no pasará desapercibido. También lo será porqué nos permite entender que hay muchas maneras de hacer historia, que hay episodios y personas que los poderosos quieren borrar de la historia nacional, pero que por mucho que lo intenten, la gente no olvida. Ahora solo falta encontrar un título que en español tenga la misma fuerza que Erased, y esperar que la publicación de su traducción abra el foco, poniendo atención en otros episodios de la historia de Panamá que también han sido borrados. Pienso en la invasión de Panamá del 20 de diciembre de 1989, un momento que, a pesar de estar en el recuerdo de todos los panameños, ni siquiera es mencionado en el recién inaugurado Museo de los Derechos Humanos de la Ciudad de Panamá.

1Nathan Wachtel, La Vision des vaincus. Les Indiens du Pérou devant la Conquête espagnole 1530-1570 (París: Gallimard, 1971).

2Julie Velásquez Runk, "Creating Wild Darién: Centuries of Darién's Imaginative Geography and its Lasting Effects", Journal of Latin American Geography 14.3 (2015): 127-156.

3Bonifacio Pereira Jiménez, Biografía del río Chagres (Panamá: Imprenta Nacional, 1964) 124.

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