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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.47 no.2 Bogotá July/Dec. 2020  Epub Mar 20, 2021

https://doi.org/10.15446/achsc.v47n2.86180 

RESEÑAS

Abel Ricardo López Pedreros. Makers of Democracy. A Transnational History of the Middle Classes in Colombia. Durham: Duke University Press, 2019. 341 páginas.

MAURICIO ARCHILA NEIRA* 

* Universidad Nacional de Colombia. CINEP marchilan@gmail.com


El libro de Abel Ricardo López Pedreros, egresado de la carrera de Historia de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y ahora profesor de la Western Washington University en Estados Unidos, busca reflexionar críticamente sobre la común asociación entre clases medias y democracia, pensando en los sectores medios de Bogotá en las décadas de 1970 y 1980. Dicha asociación es algo que hace tanto el pensamiento de derecha como el de izquierda, ambos exigiéndole el deber ser de ponerse al servicio de la democracia, bien sea la liberal o la revolucionaria. Por clase media, López Pedreros entiende no necesariamente un hecho social, más bien, es el cruce entre condiciones existentes, racionalidades de poder -en términos de clase y género-, y la formación subjetiva, a través de las prácticas y discursos. Desde esta propuesta, el autor construye en dos partes y 8 capítulos su reflexión crítica. En la primera parte se centra en los discursos que delimitan y crean -hasta cierto punto- a las clases medias bogotanas de mitad del siglo pasado. En la segunda sección mira las decisiones de actores concretos para conformar la identidad de esas clases.

Así, el autor va mostrándonos las particularidades de nuestra democracia y por ende de nuestras capas medias, para verlas distintas, cuando no "bastardas", de las europeas y norteamericanas. Esas capas, supuestamente, son símbolo de la lucha contra las oligarquías criollas y exigen una lectura de la sociedad no en términos binarios de dos clases opuestas, pues hay una más en la mitad. Las clases medias alimentan y son alimentadas por las pequeñas y medianas industrias que reciben crédito del Estado y de las agencias norteamericanas vinculadas a la Alianza para el Progreso, el famoso programa anticomunista lanzado en la presidencia de John F. Kennedy (1961-1963). Finalmente, en esa primera parte, las capas medias también están vinculadas al sector de servicios o terciario, en el que se dan procesos de selección, según estereotipos comunes de clase y género.

En la segunda parte, López Pedreros muestra claramente que, a pesar del contexto violento y de los cambios estructurales demográficos, urbanísticos y económicos en el país, la clase media no fue pasiva, trató de tomar las riendas de su destino. Allí ocurren procesos organizativos, primero gremiales y reformistas, cercanos incluso a los de la ANAPO, pero luego más radicales y asociados con sindicatos y, especialmente, con la izquierda -aun la armada, por ejemplo, con el M-19-. Por último, dichas capas siguen luchando por un lugar en la sociedad en un contexto neoliberal, cuyo despliegue en Colombia fue temprano, desde la década de 1970. Por ello, el autor concluye señalando que las clases medias son claves para la paz o para la guerra; como vemos en los acontecimientos que se viven en el país en los últimos años, desde el plebiscito en torno a los acuerdos de La Habana de octubre de 2016.

Después de esta breve síntesis de un juicioso texto de más de 300 páginas, que a su vez fue la reelaboración de su disertación doctoral, con la que daba continuidad a una línea investigativa que partió desde su tesis de pregrado en nuestro Departamento, quiero hacer algunos comentarios críticos. Ante todo, reitero que uno de los grandes aportes del libro de López Pedreros, y en general de su línea investigativa, es señalar la existencia de las clases medias, algo importante que nuestra historiografía suele ignorar o simplemente banalizar. Las clases o capas medias han existido en América Latina, al menos desde mediados del siglo XX, si no antes, y han jugado un papel clave en la construcción crítica de la democracia, definiendo sus contornos.

Ahora bien, y este es mi segundo punto crítico, no son clases en los términos del marxismo clásico y aún del más heterodoxo, como el de E. P. Thompson; no son equiparables a la clase obrera o a la campesina, y tampoco estrictamente a la burguesa o la aristocracia. Y no porque supuestamente sean una invención de la sociología norteamericana. Es porque ellas tienen relaciones heterogéneas con los medios de producción: unas son propietarias -pequeñas, pero poseedoras, al fin y al cabo-, otras son asalariadas y otras, además, tienen altos cargos de responsabilidad que las hacen tener relaciones de poder especiales con sus subordinados. Pero no solo es su posible lugar social -y material- lo que las hace diferentes; de entrada, el autor se aparta de la lectura marxista vulgar y de posturas estructural-funcionalistas, al señalar la importancia de la construcción discursiva en ese hacerse de las capas medias.

Y esto nos lleva al tercer comentario: por el enfoque teórico y metodológico, la propuesta de López Pedreros se asienta en los discursos y prácticas -en eso es más cercano a Michel Foucault que a Karl Marx-, lo cual no es en sí un problema, sino simplemente su opción académica. Esto hace que prácticamente todos los capítulos se estructuren a partir de discursos -con prácticas incluidas-, bien sea sobre la democracia o sobre el "capital humano" y la educación, o la pequeña y mediana producción y los créditos, o sobre la revolución. Todo en medio de construcciones discursivas de clase y de género. Entonces queda la impresión de que los capítulos están articulados en torno a lógicas textuales, y no tanto por procesos cronológicamente organizados, como solían ser los libros de historia. Y esto le da cierto sabor sincrónico al libro de López Pedreros, aunque también parece seguir el consejo del historiador subalternista de la India, Ranahit Guha, al decir que para producir nuevas historias es conveniente romper con la "vaca sagrada" de la historiografía occidental: la cronología, al menos aquella entendida como la sucesión lineal de eventos conectados con una teleología final. Valoro este esfuerzo, aunque por momentos extraño una estrategia narrativa y analítica cronológica de los procesos históricos y no tanto de exhaustiva lectura textual.

Y para reafirmar mi consideración anterior, resalto que el libro de López Pedreros puede ser considerado una nueva mirada crítica de la construcción discursiva del desarrollo en el Tercer Mundo, y en concreto en Colombia. En efecto, en sus páginas se citan intelectuales del norte y del sur, colombianos especialmente, que van dando contornos precisos al desarrollismo imperante a mediados del siglo pasado en nuestro continente. Así desfilan académicos como Orlando Fals Borda, María Cristina Salazar, Virginia Gutiérrez de Pineda y Camilo Torres Restrepo, para solo citar unos pocos, quienes a comienzos de la década de 1960 contribuyeron a forjar el discurso del desarrollo con posturas favorables que envidiarían sus colegas del norte, pero que luego terminarían siendo sus grandes críticos, incluso hasta tomar las armas contra él, como es el caso del cura Camilo Torres. De esta forma, el libro de López Pedreros mantiene, a su manera, la labor crítica sobre el desarrollismo iniciada hace años por Mario Arrubla y continuada luego por Salomón Kalmanovitz, Emilio Pradilla, Humberto Molina y otros más, y retomada años más tarde por Arturo Escobar, desde el enfoque de la antropología política. Pues bien, una lectura paralela del libro reseñado daría buenas herramientas para conocer cómo se construyó el discurso desarrollista en Colombia y por qué surgieron sus primeros críticos.

Por último, el énfasis discursivo, que muestra los logros ya resaltados, a veces tiene el riesgo de enredarse en asuntos semánticos que, por momentos, oscurecen la comprensión de la obra de López Pedreros. Me refiero, sobre todo, a su permanente interés por resaltar la construcción del género y de la clase en los debates sobre las capas medias. Si bien este es un aporte novedoso del texto, a ratos parecen inadecuados algunos argumentos para mostrar los estereotipos masculinos o femeninos en la construcción de las clases medias. Y ciertamente se vuelven un poco circulares y repetitivos, con el agravante de que a veces el autor despliega -a mi juicio innecesariamente- sus baterías críticas cuando aparece la palabra "hombre" en muchos de los textos de la época, siendo que se referían a la humanidad o al ser humano en general. López Pedreros podrá replicar que tales usos ya son un sesgo de género, y tiene razón, pero considero que sería más conveniente guardarse la gran carga crítica para los temas que realmente muestran el reforzamiento de estereotipos masculinos y femeninos en una construcción "generizada" de la clase media en detrimento de las mujeres, que cuando aparece la palabra "hombre".

En fin, estos pequeños sesgos no oscurecen las grandes contribuciones del libro de Abel Ricardo López Pedreros, los que puedo resumir brevemente así: de una parte, rescatar del olvido histórico, no solo la existencia sino la importancia de las capas medias y su conexión -para bien o para mal- con la democracia y el desarrollo, como se debatieron a mediados del siglo pasado; y por otra parte, resaltar la forma activa en que las clases medias fueron moldeando su papel en ese entorno, incluso hasta radicalizarse contra los imperativos provenientes del norte capitalista. De esta forma, estamos ante una nueva lectura de la "invención del desarrollo" en Colombia durante las décadas de 1960 y 1970. Y en medio de esta novedad historiográfica hay una propuesta metodológica que resalta los discursos y las prácticas que van dando contornos de clase y género a esos hombres y mujeres, quienes se identificaron como clases medias bogotanas. Esperamos que pronto este libro se traduzca al castellano, para que más lectores puedan conocer historias transnacionales y enfoques metodológicos no muy comunes en nuestra historiografía.

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