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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.47 no.2 Bogotá July/Dec. 2020  Epub Mar 20, 2021

https://doi.org/10.15446/achsc.v47n2.86181 

RESEÑAS

Mauricio Archila Neira et al. Cuando la copa se rebosa. Luchas sociales en Colombia, 1975-2015. Bogotá: CINEP, 2019. 312 páginas.

RICARDO SÁNCHEZ ÁNGEL* 

* Universidad Libre rsangel49@gmail.com


En la introducción de esta obra, Martha Cecilia García da cuenta de la biografía intelectual que hizo y hace posible la existencia de la base de datos del CINEP. Inicialmente, sitúa, con nombres propios, a sus directores e investigadores, a su personal y al equipo de movimientos sociales como lugar académico y moral abierto a la investigación acción participativa. Los pone en el filo de la navaja de los conflictos sociales, escuchando y acompañando a los protagonistas de las luchas que se estudian. El correlato ético viene a ser un compromiso con los derechos humanos y la búsqueda de la paz.

Martha Cecilia enfatiza la labor reflexiva del seminario permanente del equipo, donde analizan teorías y balances para lograr articular herramientas conceptuales y operativas en permanente desarrollo y construir los lenguajes adecuados para sus propósitos comunes. En esta biografía intelectual, su autora hace memoria de las líneas de evolución de la base de datos, condicionada por los afanes de dar cuenta de protagonistas sin reconocimiento necesario -como los movimientos cívicos, barriales y urbanos que llamaron la atención de Javier Giraldo (1987)- y, en simultáneo, de movimientos campesinos, especialmente de la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos (ANUO), y la lucha por desalambrar en los años setenta que dio como resultado la importante investigación de León Zamocs, Los usuarios Campesinos y la lucha por la tierra en los años 70 (1982). Luego se viviría una ampliación de la cobertura hasta acuñar

once actores: asalariados, campesinos, pobladores urbanos, estudiantes, grupos étnicos -indígenas, negros o afrocolombianos y raizales- víctimas del conflicto interno, mujeres, población LGBTI, trabajadores independientes, gremios -entre los que se destacan comerciantes y transportadores- que, sin constituir movimientos sociales, en ocasiones recurren a la protesta, y reclusos (p. 45).

Lo fundante de estos movimientos sociales es el sindicalismo y las huelgas proletarias. Y Martha Cecilia teje el hilo de estas realizaciones comenzando por la labor del investigador comunista Álvaro Delgado, quien aportó un importante acervo documental realizado en el semanario Voz Proletaria a la base de datos y escribió varias contribuciones.

Mauricio Archila escribe dos textos. En el capítulo I, analiza la trayectoria de las luchas sociales entre 1975 y 2005, y en el segundo, sobre el mismo periodo, explora el control de las protestas: una cara de la relación Estado y movimientos sociales. En el tercero, Martha Cecilia trabaja sobre las visiones de desarrollo en las luchas sociales entre 1975 y 2015. El capítulo IV, "El espacio en movimiento", de Ana María Restrepo, versa sobre cómo pensar la producción del espacio en cuarenta años de luchas sociales en Colombia. Y finalmente, Leonardo Parra Rojas escribe "Transformaciones del mundo laboral 1975-2015". Mauricio Archila cierra con unas conclusiones.

Los aportes de Archila analizan las dos caras de la misma moneda de los movimientos sociales: su relación entre el Estado y los poderes de los de arriba, y la dinámica múltiple que los caracteriza, tanto en su interior como en su articulación regional, nacional y -más débil- internacional. El autor subraya la articulación entre las distintas esferas de lo material, lo cultural y lo político.

Un valor cualitativo de estas investigaciones es la incorporación de elaborados cuadros estadísticos en perspectiva del periodo, con sus ciclos de auge, estancamiento y retroceso. También se incluyen mapas de protesta de la acción colectiva cuyos epicentros urbanos son destacables, ya que hay mayor democracia formal en ellos, mientras la Colombia profunda, la rural y campesina, se encuentra militarizada por la guerra de las drogas, con la cocaína como mercancía, lo que impone relaciones de violencia extrema en su existencia envolvente y con la guerra contra las insurgencias armadas. La investigación abarca el estudio de los dispositivos represivos, en especial de la Policía Nacional y su despliegue armado.

Las protestas entre 1975 y 2015 se estiman en 22.988, con un promedio de 561 anuales, una o dos por día, sobre lo que el autor reflexiona: "tal vez comparados con otros países latinoamericanos no fue una gran movilización, pero salir a la calle a protestar en el caso colombiano ha sido algo muy valiente y costoso, en todo sentido" (p. 64). La ecuación de Archila, en la línea de Charles Tilly (2004) y Sidney Tarrow (1997), es la de a mayor democracia, mayores posibilidades y realizaciones de la protesta y viceversa. Es prolija la realidad en su complejidad que Archila presenta buscando sacar de lo invisible distintos movimientos sociopolíticos como A Luchar, Unión Patriótica y Frente Popular.

En su análisis de la dialéctica de relaciones entre Estado y movimientos sociales, Archila, resumiendo aportes a la teoría del Estado de viejo y nuevo cuño, explicita las funciones del mismo como la coerción y consenso, "que combinan en forma variada según contextos espacio-temporales concretos" (p. 96). Para el caso colombiano, tal vez es mejor la fórmula: violencia y dominación.

El segundo trabajo, de Martha Cecilia García, se centra en el tema del desarrollo desde una perspectiva poco explorada: su elaboración y aplicación en y desde las luchas sociales (1975-2015). Lo hace en forma rigurosa y organizando hitos decisivos en la saga de este concepto, de esta praxis, desde las formuladas por Orlando Fals Borda que invitan a un cambio en la comprensión del paradigma, sacudiendo las definiciones tecnoburocráticas de los planes de desarrollo y las instituciones internacionales. Esta propuesta invita y desafía a reconocer la manera como el desarrollo se decanta en la vida real de las comunidades y regiones. Un saludable escándalo para el pensamiento de izquierda y derecha al confrontar al desarrollo. Se acentúa la perspectiva crítica de la mano de Aníbal Quijano y Arturo Escobar.

La autora acude al análisis de seis microhistorias que escrutan conflictos delimitados y periodizados, acompañando su temporalidad con la base de datos. Estos son: primero, los que se refieren a la lucha por el derecho social a la salud y al componente huelguístico que lo determinó; segundo, la movilización en torno a las hidros; tercero, el espacio de los municipios en la construcción de comunidad; cuarto, lo ambiental en torno a la lucha por la isla de Salamanca; quinto, la cuestión regional, y sexto, el extractivismo.

El capítulo IV, "El espacio en movimiento. Cómo pensar la producción del espacio en cuarenta años de luchas sociales en Colombia", elaborado por Ana María Restrepo Rodríguez, es una reflexión que opera como un relámpago que suscita entusiasmo. Busca ser novedoso, audaz y preciso en su esfuerzo conceptual. Se trata de poner a hablar, informar y analizar la base de datos de luchas sociales de Colombia del CINEP. Lo que ensaya esta historiadora es una epistemología que incorpora las cifras y los hechos, la estadística y lo cliométrico, al relato de experiencias de lucha y de vida, perfectamente verificables. Esto, de la mano de unos enfoques teóricos que tienen en Henri Lefebvre sus aportes a la comprensión de la espacialidad y la ciudad, con sus derechos en el capitalismo contemporáneo. Las reflexiones acompañan los procesos sociales y sus conflictos, renovando para enriquecer la discusión, los temas del lugar, lo regional, el territorio y el espacio. Todo esto teniendo el anclaje de significativos hitos de las luchas sociales en forma variopinta en la Colombia de nuestra generación, unas logradas microhistorias.

El último capítulo es el artículo de Leonardo Parra "Transformaciones del mundo laboral 1975-2015". Se trata de una síntesis afortunada de las contrarreformas a los derechos de los trabajadores y a favor de la acumulación del capital en procura del aumento de la tasa de ganancia unas veces y otras de disminución de los efectos de la caída de esa misma tasa de ganancia. Es un viaje por el neoliberalismo al mundo del trabajo en una potente ofensiva del Estado patronal. El autor centra su análisis en la estructura y el proceso de mutación del sector eléctrico hasta su avanzada privatización nacional y extranjera, destacando sus principales efectos entre los trabajadores directos y los tercerizados en dos microhistorias de la protesta.

En la conclusión de este libro, Archila asume con crudeza los retrocesos dramáticos y trágicos de los movimientos sociales, pero afirma un optimismo en la voluntad de la gente por avanzar y no declararse derrotados. Un erguido y necesario principio de esperanza.

Finalmente, saco mi conclusión del trabajo de Archila y los otros colegas. Es algo que, en forma dramática, se debe decir: el periodo de 1975-2015 es una derrota consecutiva en distintos aspectos. Es un triunfo del neoliberalismo con su flexibilización, extractivismo y recorte salarial de manera integral. Un dato clave: la baja en la tasa de sindicalización del 15 % en los setenta al 4 % en el 2010. Es un periodo de contrarreformas en lo laboral. De retroceso del derecho a la ciudad con el feroz urbanismo expropiador de lo público y lo común; al igual que la propiedad campesina, indígena y de negros, que fue despojada. Es la barbarización que encuadra los millares de crímenes político-sociales como herramienta del neolatifundio ganadero, la hacienda y las multinacionales. La globalización es el telón de fondo que define la acumulación del capital. Claro, hay que señalar el movimiento contradictorio de esta historia contemporánea, las luchas, que se corresponde con buena parte de la generación de sus autores. Sí, es un periodo de derrota y resistencia.

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