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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

Print version ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.49 no.1 Bogotá Jan./June 2022  Epub Dec 15, 2021

https://doi.org/10.15446/achsc.v49n1.93032 

Artículos tema libre

Los mártires y las sirenas: el régimen moral sacrificial en la obra de José Joaquín Ortiz (1814-1892)*

The Martyrs and the Sirens: The Sacrificial Moral Regime in the Work of José Joaquín Ortiz (1814-1892)

Os mártires e as sereias: o regime moral sacrificial na obra de José Joaquín Ortiz (1814-1892)

ALEJANDRO QUINTERO MÄCHLER** 
http://orcid.org/0000-0002-3884-1548

**El Colegio de México, México aqm1985@gmail.com


RESUMEN

Objetivo:

El objetivo del artículo es explorar la noción de régimen moral sacrificial en la obra del colombiano José Joaquín Ortiz (1814-1892), poeta, educador y apologeta del catolicismo, en particular en su ensayo polémico Las Sirenas (1868), dirigido contra el utilitarismo y su presunto régimen moral.

Metodología:

Se realiza un análisis del campo intelectual en que se insertaba Ortiz, una contextualización histórica de sus obras dentro de una discusión más amplia y una lectura minuciosa de Las Sirenas y otros textos afines: artículos de prensa, folletos y ensayos.

Originalidad:

Aparte de rescatar la poco trabajada figura de Ortiz, cuyos textos tuvieron un gran impacto en la esfera pública, el artículo indaga en la noción crucial de sacrificio voluntario, muy debatida en la época menos explorada por la historiografía. El artículo asimismo elabora el concepto, muy útil para aproximarse a las polémicas decimonónicas sobre el utilitarismo, de régimen moral sacrificial y la jerarquización social que comportaba.

Conclusiones:

La noción de sacrificio voluntario desempeñó un papel insoslayable en los modos en que, desde los bandos católicos y conservadores, se deseaba contrarrestar el influjo moral del utilitarismo, descrito como una irrupción intempestiva del paganismo, y, en su lugar, consolidar una ciudadanía, una república y una nación católicas. Además de responder a razones coyunturales tales como el paradigma martirológico del arzobispo Manuel José Mosquera, el régimen moral sacrificial se consolidaría introduciendo una estética cristiana a partir de la enseñanza primaria, con lo que se disciplinarían los hábitos y las emociones de la futura ciudadanía.

Palabras clave: catolicismo; Colombia; conservadurismo; régimen moral; sacrificio; siglo XIX

ABSTRACT

Objective:

The article's objective is to explore the notion of sacrificial moral regime in the oeuvre of poet, educator and Catholic apologist José Joaquín Ortiz (1814-1892), particularly in his polemical essay Las Sirenas, which was directed against Utilitarianism and its supposed moral regime.

Methodology:

An analysis of the intellectual field to which Ortiz belonged, a historical contextualization of his oeuvre among a wider debate, and a meticulous close-reading of Las Sirenas and other similar texts such as press articles, pamphlets and essays.

Originality:

Apart from rediscovering the scantily explored figure of Ortiz, whose texts enjoyed a great impact in the public sphere, the article investigates the crucial notion of voluntary sacrifice, widely debated at the time though scarcely explored by scholarly literature. The article elaborates as well on the concept of sacrificial moral regime and the social hierarchization it implied, very useful to approach Nineteenth-Century arguments around Utilitarianism.

Conclusions:

The notion of voluntary sacrifice played a key role in how from both Catholic and Conservative viewpoints the moral influence of Utilitarianism, described as an untimely irruption of paganism, wished to be countered and replaced by a Catholic citizenship, Republic, and Nation. Besides responding to conjunctural reasons such as Archbishop Manuel José Mosquera's martyrological paradigm, the sacrificial moral regime would consolidate itself by introducing a Christian aesthetic at the primary education level, through which the habits and emotions of the would-be citizenship would be disciplined.

Keywords: 19th century; Catholicism; Colombia; conservatism; moral regime; sacrifice

Resumo

Objetivo:

O objetivo do artigo é explorar a noção de regime moral sacrificial na obra do colombiano José Joaquín Ortiz (1814-1892), poeta, educador e apologista do catolicismo, em particular no seu polémico ensaio Las Sirenas (1868), dirigido contra o utilitarismo e o seu alegado regime moral.

Metodologia:

Realiza-se uma análise do campo intelectual em que Ortiz se inseriu, uma contextualização histórica das suas obras dentro duma discussão mais ampla e uma leitura detalhada de Las Sirenas e outros textos relacionados: artigos de imprensa, brochuras e ensaios.

Originalidade:

Além de resgatar a figura pouco trabalhada de Ortiz, cujos textos tiveram grande repercussão na esfera pública, o artigo investiga a noção crucial do sacrifício voluntário, muito debatida no período menos explorado pela historiografia. O artigo também elabora o conceito, muito útil para abordar as polémicas do século XIX sobre o utilitarismo, o regime moral sacrificial e a hierarquia social que ele acarretava.

Conclusões:

A noção de sacrifício voluntário desempenhou um papel inevitável nas formas como, do lado católico e conservador, se desejava contrabalançar a influência moral do utilitarismo, descrito como uma irrupção extemporânea do paganismo, e no seu lugar para consolidar uma cidadania, uma república e uma nação católica. Para além de responder a razões conjunturais como o paradigma martirológico do arcebispo Manuel José Mosquera, o regime moral sacrificial seria consolidado introduzindo uma estética cristã desde o ensino básico, disciplinando assim os hábitos e emoções dos futuros cidadãos.

Palabras-chave: catolicismo; Colômbia; conservadorismo; regime moral; sacrifício; século XIX

En 1892 Antonio José de Sucre Alcalá, hijo del mariscal de Ayacucho, lamentaba el fallecimiento de José Joaquín Ortiz (1814-1892), letrado colombiano, poeta, educador y apologeta del catolicismo, "cuya muerte", decía, "hoy deploran las letras hispano-americanas". En su opinión, el finado había sido "uno de los más hábiles apologistas contemporáneos de nuestra santa religión", un "atleta de la causa católica".1 Tildándolo de tal, retomando la resignificación de los valores paganos efectuada por los primeros cristianos, Sucre posicionaba a Ortiz entre los "campeones de la fe", entre aquellos merecedores del verdadero triunfo: las palmas del martirio.2 Y, como si lo anterior no bastara, lo insertaba asimismo en una genealogía familiar martirológica, en calidad de "hijo de un mártir de la independencia hispano-americana, inmolado [...] en 1816".3 Aunque falso, este dato reforzaba una semblanza en la que el retratado parecía la encarnación misma de los valores sacrificiales cristianos.4

Sea como fuere, lo cierto es que José Joaquín Ortiz se refirió una y otra vez a la noción de sacrificio voluntario a lo largo de su trayectoria intelectual, ahondando en su significado propiamente católico, en sus meandros semánticos y en su relevancia para combatir el influjo corruptor del utilitarismo. Su caso constituye un punto de partida ideal para explorar las relaciones existentes entre esta noción, a la sazón ampliamente debatida, y la búsqueda decimonónica de una "ciencia de la moral", que Ortiz definió como un conocimiento capaz de "determinar el fin del hombre y dictarle [...] el conjunto de sus deberes", pero a la vez como un saber que "pisa el terreno de los hechos", que no permanece en la sola contemplación.5 Según esta definición, que servirá de guía en este escrito, más que de una ciencia, se trataba de un régimen teórico-práctico encaminado a disciplinar al ser humano -al patriota, al ciudadano, al católico- en todo su accionar cotidiano, un régimen moral interiorizado e integrado a un habitus. Toda vez que la teoría (qué es el bien) y la práctica (cómo hacer el bien) de este régimen moral giraban alrededor de la introyección del sacrificio voluntario, era un régimen moral sacrificial. La obra de Ortiz, en consecuencia, todavía a la espera de un estudio sistemático -quizás por el peso excesivo que la historiografía le ha otorgado a Miguel Antonio Caro-,6 sirve de puerta de entrada a uno de tantos caminos escogidos por los letrados decimonónicos para concebir, fomentar y cimentar una idea de ciudadanía, república y nación determinadas.

El propósito de este artículo es servir de introducción al régimen moral sacrificial en la obra de Ortiz, partiendo, sobre todo, de su ensayo polémico Las Sirenas (1868), texto-pivote en el que vienen a confluir y sedimentarse una serie de obsesiones suyas y de la intelectualidad que lo rodeaba. Para ello, presentaré primero la noción de sacrificio voluntario que se encuentra lo mismo en Las Sirenas que en otros de sus escritos, contextualizándola; segundo, indagaré en la idea de que el medio siglo padecía una "irrupción intempestiva del paganismo", un "momento pagano", si se quiere, que agudizaba la necesidad de impulsar un régimen moral sacrificial; tercero, me referiré al influjo que tuvo en Ortiz, en calidad de paradigma del mártir católico, Manuel José Mosquera, arzobispo de Bogotá, la llegada de cuyo corazón al país coincidió con la publicación de Las Sirenas; cuarto, y antes de concluir, me referiré a la estética cristiana con que el letrado pretendió fundar y difundir un régimen moral sacrificial. Sosteniendo un proyecto de educación nacional y una disciplina emocional, esta estética contribuiría a la consolidación de una república católica.

El sacrificio voluntario en la obra de José Joaquín Ortiz

Las Sirenas, discurso de José Joaquín Ortiz contra la moral sensualista de Jeremías Bentham vio la luz en 1868, justo en los albores de lo que se ha llamado el "segundo debate sobre Bentham".7 Inserto en una discusión que abarcó décadas, este "segundo debate" iría aproximadamente de 1868 al estallido de la guerra civil, en 1876, y fue catalizado por un conjunto de hechos coyunturales: la enseñanza de las doctrinas de Jeremías Bentham (1748-1832) en la Universidad del Rosario, la inclusión de sus textos, junto con los del sensualista Destutt de Tracy, en los cursos de derecho y de filosofía elemental de la recién creada Universidad Nacional (1867) y la publicación de la Filosofía Moral (1868) de Ezequiel Rojas, el mayor representante del utilitarismo en Colombia.8 La discusión giró en torno a la difusión y enseñanza del utilitarismo en las instituciones públicas y sus posibles consecuencias morales. Si bien era una doctrina orientada a la racionalización, codificación y sistematización de la jurisprudencia, por lo que resultaba atractiva a las élites de un país recién emancipado,9 en Colombia algunos la recibieron como un injerto foráneo que ponía en peligro la tradición hispano-católica del país y el disciplinamiento moral de sus ciudadanos, abocándolos a un libertino sensualismo. Con ello el orden social en su totalidad, empezando por la familia como microcosmos de la nación, se veía seriamente amenazado.

La algidez del debate, en buena medida, se alimentó de la deriva dogmática y antimoderna de la Iglesia católica, enfrascada entonces en una agresiva reestructuración de doctrina, jerarquía, liturgia, proselitismo y catequesis; en suma, la consolidación a nivel global de una "segunda Contrarreforma".10 En calidad de "escritor católico",11 José Joaquín Ortiz desempeñó un papel activo en esta reacción religiosa y conservadora que en Colombia venía adquiriendo ímpetu desde mediados de la década de 1850 y que, finalizando la de 1860, alcanzaría la madurez intelectual en las obras de José Manuel Groot, José María Vergara y Vergara y Miguel Antonio Caro.12 Su ensayo, por consiguiente, resultó contemporáneo de otras impugnaciones filosóficas, historiográficas o teológicas de la doctrina benthamista: por encima de los opúsculos de Ricardo de la Parra (1868), Joaquín Mosquera (1868), José Vicente Concha (1869), Pastor Ospina (1872) y Toribio María Malo (1872), descuellan la Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada (1869-71) de Groot, las Cartas al señor Ezequiel Rojas (1868) de Caro y su Ensayo sobre el utilitarismo (1869).13 Alineadas en un frente común, estas arremetidas apuntaban a Ezequiel Rojas y sus principales acólitos: Francisco Eustaquio Álvarez y Ángel María Galán, este último autor de una meticulosa Refutación (1870) del ensayo de Ortiz.14 Tanto Las Sirenas como el "segundo debate" se nutrieron, de este modo, de un proceso diacrónico y acumulativo de ofensiva católica, desplegado a nivel nacional e internacional y enfilado contra la Ilustración, sus fundamentos y su presunta genealogía intelectual: la Internacional Católica.15

Concebido como una "fotografía" del utilitarismo,16Las Sirenas buscaba retratar al "monstruo" "tal cual es", en toda su "pasmosa fealdad moral". Solo así los lectores quedarían advertidos de su corruptor influjo y, con mayor razón, los padres de familia interesados en la buena educación de su descendencia.17 Citando y reduciendo al absurdo cada una de las afirmaciones de Bentham, recurso ubicuo en estas querellas públicas,18Las Sirenas se proponía demostrar la insalvable incompatibilidad entre utilitarismo y catolicismo, pues cada cual le determinaba un fin y unos deberes distintos al ser humano. Esto es, cada cual delineaba un régimen moral diferente. Si bien los conservadores católicos no fueron los únicos que señalaron deficiencias en la doctrina del inglés,19 sí fueron los más estridentes en sus críticas al afirmar que el régimen moral del catolicismo y aquel atribuido al utilitarismo eran absolutamente irreconciliables. No escapaba a esta excluyente contraposición, por supuesto, la noción de sacrificio voluntario, que se sospechaba amenazada de muerte por el egoísmo individual que entronizaba la doctrina benthamista.

Ortiz no fue ni el primero ni el último, en Colombia o en Occidente, en reflexionar sobre el sacrificio voluntario. Cuando menos desde el Tratado sobre los sacrificios (1821),20 de Joseph De Maistre, la intelligentsia católica había ahondado en su significado, lo mismo en la teología cristiana que en la historia universal regida por la divina Providencia.21 En Hispanoamérica, la consecución de la Independencia y las evaluaciones críticas de esta, comunes desde la década de 1830, sirvieron de caldo de cultivo para sesudas disquisiciones en torno a la eficacia y legitimidad de los sacrificios pasados, presentes o futuros, entendidos como basamento de una nación independiente y madura.22 A menudo, estas preocupaciones cristalizaban y emergían en las intensas pero esporádicas polémicas contra el utilitarismo que, cuando menos desde la ratificación del plan de estudios de 1826,23 inundaron la esfera pública: Mariano Ospina Rodríguez, verbigracia, declaró en carta pública dirigida al jesuita Mario Valenzuela que los benthamistas ansiaban "sustituir el egoísmo [...] al desinteresado patriotismo que sabe sacrificarse por la libertad", de paso "mofándose del patriotismo y de la abnegación generosa que derraman la propia sangre y sacrifican la propia vida por la libertad de los pueblos".24 Y Miguel Antonio Caro, desde las trincheras de El Tradicionista, sentenció que "Bentham se burla del sacrificio en general y especialmente del sacrificio voluntario. Y bien, el sacrificio es noción fundamental no sólo del cristianismo sino de toda religión".25 El sacrificio, entonces, estaba lejos de ser una cuestión baladí, un lugar común o un mero exceso retórico. Lo que estaba en juego era nada menos que la legitimidad de una idea de nación, de la religión en general y del cristianismo en particular, considerado el epítome de la civilización por figuras como Caro, Ospina Rodríguez, Valenzuela y Ortiz.

En Las Sirenas, el sacrificio permite a su autor reflexionar sobre la naturaleza esencial del ser humano y sus deberes en el mundo moral. Representa, ante todo, el camino a la salvación, fin último del cristiano y demostración de que el hombre, aparte de carne, también es espíritu trascendente. La renuncia al placer, bien máximo identificado con lo útil según el sistema de Bentham, y la aceptación del dolor, "el hecho más universal", aseguran para Ortiz la salvación eterna. Es atravesando el dolor, en efecto, que la humanidad puede librarse de la culpa, mancha del pecado original y "herencia que se transmite de padres a hijos, que pasa con la sangre, que se mama con la leche". "Considerando el dolor como ley inevitable de su naturaleza, expiatoria y divina", el ser humano deberá "sufrirlo con resignación y valor"; en eso y nada más consiste "el código de la moral del Redentor": en la continua expiación, la permanente purificación. Parafraseando a De Maistre y sus epígonos, para Ortiz "el mundo es como un altar inmenso en donde caben todos los cálices para el sacrificio", un altar en el que el dolor, más que un mal, es una realidad ineludible y una oportunidad de redención.26

No hay lugar, en este proceso expiatorio exigido por una antropología negativa, para el cálculo moral propugnado por Bentham, ni para el "dejarse llevar por la ola impetuosa del placer", algo que "cualquiera puede hacer". "Seguir a Epicuro", argüía Ortiz, "es cosa bien fácil; caminar en pos de Cristo es lo difícil". Si existe un criterio meritocrático que sirva de soporte a la distinción entre justos y pecadores, solo puede ser el grado de sacrificio voluntario y la dificultad que comporta. "El mérito", explicaba, "se mide por el grado del valor moral de la acción humana y la grandeza del sacrificio que exige". A mayores sacrificios, mayor mérito y mayores recompensas, pues la vida es "un campo para merecer", un teatro del quid pro quo cuyo "desenlace [...] se halla en el último día", el día final, "cuando sean pesadas las obras de los hombres para recompensa o castigo". El auténtico aritmético, al fin y al cabo, es Dios todopoderoso, de quien dependen las nociones del bien y del mal, no el individuo "cuyas cifras son penas y placeres".27

Como De Maistre antes que él y René Girard después, Ortiz enfatizaba el carácter voluntario del sacrificio dentro de la doctrina cristiana.28 Mientras que el utilitarista "es un sacrificador que inmola implacablemente, sin consideración ni reparo, en aras de su privado interés", arrasando con "cuanto se oponga a su dicha", el católico es un sacrificado que se ofrece desinteresadamente al dolor, entregándose al altar del mundo sin imponer la inmolación de los demás. Y lo hace por voluntad de purificación, sentido del deber y sumisión al dolor. Representa el católico la antítesis de un jacobino como Robespierre, bestia negra de los conservadores, quien durante el Terror "apelaría a la utilidad general que exigía el sacrificio de los ciudadanos".29 El católico, en resumen, modelado a partir de Jesucristo, es sacrificado mas no sacrificador; víctima mas no verdugo.

El desenvolvimiento de la historia, oscilando sin cesar entre la fidelidad religiosa y el castigo divino,30 demostraba las virtudes del sacrificio voluntario: sin este no habría familia, ni propiedad, ni patria, pues el egoísmo utilitarista le otorga prelación al individuo atómico. Todas las "sociedades humanas", sin excepción, se alimentan de "la suma de los sacrificios de todos; así como los grandes ríos se forman, crecen y dilatan por el tributo que les rinden los arroyos y torrentes". Como evidencia, ahí están "los anales de todos los pueblos", colmados de "hechos gloriosos de desinterés": si no fuera por los sacrificios de un Colón, de un Bolívar o de un abolicionista como John Brown,31 instancias seculares del martirio fundacional de Cristo, el impulso humano se detendría, dando lugar al estancamiento "de todo adelanto, de todo progreso, de toda civilización". Al mismo tiempo, hechos históricos "odiosos" recibirían aprobación: así, por ejemplo, el asesinato de Sucre y la conspiración septembrina, motivados por el interés individual y el ánimo de sacrificar y no de sacrificarse. En resumidas cuentas, el utilitarismo constituía para Ortiz una burla afrentosa de "cuantos se han sacrificado por sus prójimos, por la Patria, por la humanidad, en este y en los siglos pasados".32 Sin el sacrificio voluntario, la historia humana carecería de dinamismo, sentido y finalidad.

Ahora bien, no todos los sacrificios voluntarios deberían terminar en el martirio. A juicio de Ortiz, el régimen moral sacrificial, "predicado a todos", era susceptible de jerarquización. En el nivel más bajo de esta pirámide están los utilitaristas, "cobardes" que huyen del dolor y buscan el placer. Más arriba se ubican los "guerreros comunes" que, "viendo en el dolor una ley establecida por Dios, expiatoria, inevitable, lo aceptan cuando llega, o sufren con resignación, y unas veces vencen y otras son vencidos". En la cúspide, por último, se sitúan los que consideran el dolor una "panacea [...] para purificarse y llegar hasta Dios", y "lo solicitan si no [a]parece, y cuando llega lo reciben regocijados". Estos son los mártires, "los héroes, que cuando mueren reciben el nombre de santos", el "grado más heroico de la perfección".33 El sacrificio voluntario, entonces, abarcaba una amplia gama de renunciamientos debidamente jerarquizados, yendo de la esporádica resignación y la praxis caritativa -asociadas a menudo al género femenino y el habitus abnegado que le convendría- al sacrificio de la propia vida en testimonio de la fe.

En síntesis, el régimen sacrificial de Ortiz formaba parte de un contexto ideológico compartido, atizado por un catolicismo intransigente; legitimaba una antropología negativa, basada en la transmisión hereditaria del pecado original y la inevitabilidad del dolor en un mundo purgatorial; reforzaba una idea sacrificial de la historia nacional y universal cuya cúspide civilizatoria era el cristianismo; y aportaba una regulada jerarquía de actos sacrificiales voluntarios. Cumplía, pues, con los que él consideraba los fundamentos de toda praxis moral al "definir claramente y para todos los casos cuál es la regla inmutable, fija, universal, única de las costumbres": ofrecía, primero, una "noción del bien y del mal", "fundada en la razón eterna y en la voluntad infalible del Creador" ; segundo, una "noción del deber"; y, tercero, una "noción de mérito y demérito", base de recompensas y castigos.34 Nada de esto pareció inocuo a los defensores del utilitarismo: en 1870 Ángel María Galán consideró que la noción de sacrificio era de tal relevancia, de tal influjo y de tal poder movilizador, que le dedicó varias páginas de meticulosa elucidación en su Refutación. Concediendo que "la virtud está en el sacrificio", disputó, sin embargo, la idea de que los mártires cristianos "se sentían felices en medio de las hogueras y las parrillas a que eran destinados": dolor y felicidad desligados, el sensualismo benthamista permanecía intacto.35

La irrupción intempestiva del paganismo

La urgencia de un régimen moral sacrificial se veía acrecentada por el hecho de que en Las Sirenas Ortiz describía su presente histórico como víctima de lo que yo denomino una irrupción intempestiva del paganismo. Impugnada por Galán,36 tal premisa era transparente en el título mismo de la obra: se echaba mano de la imagen de la sirena, ubicua en una intelectualidad empapada de referencias clásicas, para describir la peligrosidad del utilitarismo.37 "He intitulado este escrito Las Sirenas", explicaba su autor, "como símbolo más elocuente para significar la tentación de la concupiscencia y sus funestas consecuencias". Existía una conexión directa, al parecer, entre el medio siglo XIX y este "resucitado paganismo"38 Y el letrado colombiano, Odiseo redivivo, se sentía capaz de fotografiarla directamente sin sucumbir al poder de sus tenaces garras.

Como Francisco Margallo, Joaquín Mosquera, Mario Valenzuela, Juan Francisco Ortiz, José Eusebio Caro y muchos más -incluido, en Inglaterra, John Stuart Mill-, José Joaquín Ortiz concebía el utilitarismo como una re encarnación de la filosofía de Epicuro (siglo iv a. C.).39 Soslayando sus facetas ascéticas y acentuando un supuesto desenfreno sensorial, identificaba al epicureísmo con el sensualismo, el materialismo, el politeísmo y un hedonismo sin trabas, lo contrario al régimen sacrificial que él refrendaba. Era allí, en el epicureísmo pagano, donde había que buscar las raíces de una "genealogía de los sensualistas" que había culminado en "la fiesta de la diosa Razón". De Epicuro se había pasado por Lucrecio, Gassendi, Hobbes, Locke, Condillac, Helvecio, Holbach, Voltaire, Diderot y D'Alembert para terminar, tras Cabanis, Volney, Destutt de Tracy y Broussais, con Bentham.40 El epicureísmo es presentado, así, como fons et origo del árbol genealógico de la Ilustración, más comúnmente asociada -en un Miguel Antonio Caro, por ejemplo- con el legado jansenista o masón emanado de la Reforma protestante.41

Sea como fuere, según Ortiz, el sensualismo pagano había alcanzado su apoteosis en la Roma de Decio y Diocleciano, cuando el espectáculo circense, "despertando recuerdos deliciosos el olor de la sangre", constituía la entretención más popular. Toda vez que "los pueblos sensuales son sanguinarios también", en Roma "las fibras del corazón", "embotadas por el deleite", requerían siempre "de nuevas y violentas impresiones". Sumida en este nivel de corrupción, "la sociedad pagana tenía necesidad de tomar la vía de la expiación" para salvarse, lo que entrañaba invertir la noción misma de sacrificio: debía pasar de ser una atrocidad que se impone, y con la que se disfruta sensualmente, a ser un acto voluntario y desinteresado. Debía tornarse, como la crucifixión de Cristo, martirio. "Ese crimen", nos dice Ortiz, llevó al "desplome de la monarquía romana" y a "la regeneración del linaje humano". Roma resucitó con ese martirio inaugural, dando pie al de los primeros cristianos, e inició una era de civilización, fraternidad universal, praxis caritativa, revalorización de la mujer, de la familia y el matrimonio, todo edificado sobre un régimen moral de sacrificio voluntario, antítesis del hedonismo pagano.42

Al denunciar el retorno de este paganismo, Ortiz no solo propugnaba por la vigorización de un régimen sacrificial, sino que también participaba en una pugna intelectual, muy del medio siglo, por la apropiación discursiva de los valores del cristianismo primitivo. Los liberales radicales, los "gólgotas", se habían valido de la humilde austeridad de las primeras comunidades [373] cristianas para justificar su acendrado anticlericalismo. Jacobo Sánchez, un caso entre muchos, comparó la "roja" doctrina del gobierno de José Hilario López con la "moral del gólgota", y la oposición conservadora con el despotismo romano: "Decio, Diocleciano y cien tiranos más", argumentaba, "diezmaron la humanidad persiguiendo la doctrina del Calvario; y en nuestros días se reproducen los perseguidores del socialismo". Es más, para Sánchez, los nuevos mártires del socialismo en Colombia completaban y dotaban de sentido los sacrificios, hasta ese momento inútiles, de los próceres de la Independencia. "Hoy mismo cada familia, cada hombre sensato, llora los perdidos sacrificios de nuestros ilustres próceres", aseguraba, "porque la patria y la libertad que creyeron sellar con su sangre, han sido una irrisión, una amarga ironía". Afortunadamente, no obstante, "la juventud granadina ha sabido apreciar bastante esos cruentos sacrificios" y se ha propuesto "reparar la grandiosa obra que vosotros [los próceres] iniciasteis".43

De este disputado lenguaje político en torno al cristianismo primitivo, que revela su importancia para el liberalismo, Ortiz subrayaba los valores asociados al sacrificio voluntario -tales como la caridad, el "verdadero comunismo"-44 y responsabilizaba a los "pagano-benthamistas" del derrame de sangre que había expiado los pecados de Roma y fertilizado el camino triunfal del cristianismo. De no distinto modo el utilitarismo del siglo xix, con su manía persecutoria, "ha cubierto de coronas las tumbas de los mártires" y "de todos los sabios, de todos los héroes, de todos los bienhechores de nuestra raza".45 Pero, por obra y gracia de la lógica sacrificial, aquí la amenaza se tornaba oportunidad, la derrota una victoria y la muerte vida y resurrección: los mártires del paganismo, lo mismo los antiguos que los modernos, garantizaban una regeneración a mediano y largo plazo. Debido a lo que Chaim Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca llamaron el argumento del sacrificio, según el cual el sacrificio efectuado -el número y la calidad de los sacrificados, la intensidad del dolor- determina en proporción directa el valor del fin perseguido, los nuevos mártires caídos a manos del "sistema epicurobenthamista" garantizaban la renovación religiosa.46 De no ser así, el sufrimiento de los perseguidos sería en vano y sus sacrificios inútiles, idea intolerable para los abanderados de cualquier causa.47

En su mayoría, estas ideas eran reelaboraciones de otras que Ortiz había empleado a mediados de la década de 1850, en una esfera pública que le recordaba una "arena del combate en que nos hemos presentado", "como los gladiadores antiguos", ante "millones de espectadores".48 En esos años había amenazado a José María Samper con el retorno de una temporalidad martirológica, reflejo de la irrupción intempestiva del paganismo: "vos no sabéis lo que pedís con el advenimiento a nos de una Iglesia primitiva". "Ese deseo vuestro", el de "volver a los tiempos antiguos, ha sido siempre el pensamiento de la Iglesia Católica, y para conseguirlo se sometería gustosa a pasar por el fuego de las persecuciones".49 Una serie de discusiones pasadas, por lo visto, había vuelto a emerger quince años más tarde, en otro contexto, como un fantasma irredento. ¿Qué acontecimiento, qué circunstancias las había hecho resurgir en 1868?

Manuel José Mosquera, modelo sacrificial

En 1865, tres años antes de que Las Sirenas viera la luz, arribaron a los Estados Unidos de Colombia 40 cajas provenientes de Francia. Una de ellas contenía una urna "de bronce dorado", "esmaltes y granate", con nada menos que el corazón de Manuel José Mosquera, arzobispo de Bogotá.50 Exiliado por el gobierno liberal, Mosquera había fallecido en Marsella a finales de 1853, transformándose pronto en un mártir del catolicismo antiilustrado internacional: el guatemalteco Antonio José de Irisarri, el argentino Félix Frías, John Hugues, arzobispo de Nueva York, miembros de la jerarquía eclesiástica francesa y muchos otros en Occidente contribuyeron a su exaltación como mártir sacrificado por el liberalismo.51 José Manuel Groot, en Colombia, pensó en estructurar la continuación de la Historia Eclesiástica y Civil en torno a Mosquera, en cuyo martirio afincaba sus esperanzas de una regeneración nacional.52

La Caridad o correo de las aldeas (1864-1890),53 periódico de Ortiz, cubrió todos los detalles de la llegada, autenticación y posterior colocación del corazón en la Catedral Primada de Bogotá, el 10 de septiembre de 1868. Ese mismo día Manuel Antonio Bueno y Quijano elogió el "generoso", "noble", "humilde", "benéfico", "varonil" y "heroico" corazón del arzobispo, que "allí está velando por su pueblo".54 Puesto que entonces el dicho órgano fungía de epicentro moral y emocional,55 a los colombianos convenía "imitar las virtudes del noble corazón", es decir, iniciarse en una praxis de Imitatio cordis.56 A Ortiz, amigo cercano de Mosquera, la repatriación del corazón le remeció pretéritas luchas y viejos recuerdos y lo instó a reeditar su Sermón de un cura de aldea, escrito doce años antes, en 1856.57 Esta breve obra pertenece a un conjunto de opúsculos en los que cristalizaron por vez primera, inspiradas por la suerte del arzobispo, sus ideas sobre un régimen moral sacrificial.58 En su Sermón, en efecto, Ortiz encomiaba la "muerte de santo" del arzobispo, quien "aceptó con entera voluntad el sacrificio". Su espectacular martirio era el producto de un paganismo más acendrado y oscuro, si cabe, que el de la persecución romana: "aunque no inferior en virtud y talentos a esos antiguos Ambrosios y Crisóstomos", explicaba, al arzobispo le habían tocado en suerte tiempos "más calamitosos ciertamente que los de las primeras persecuciones de la Iglesia".59 A pesar de todo o, mejor, precisamente por ello, Ortiz no ponía en duda la eficacia del sacrificio voluntario, porque "esa sangre derramada vivifica y robustece el cuerpo de la Iglesia", como escribió en sus Cartas a un sacerdote católico, de 1857. Añadió allí que los antiguos romanos "eran sensualistas", mientras que, "en nuestros tiempos y en nuestro país, esa secta de los amigos del placer se ha conocido con el nombre de utilitarismo, y su jefe más afamado es el inglés Bentham".60

No fue el único a quien la muerte de Mosquera motivó a reflexionar: el 14 de diciembre de 1853, en las exequias oficiadas en Marsella, el padre Charles Barret ahondó en su significado simbólico.61 Rememoraba el padre en su discurso una ocasión, ocurrida dos meses antes, en la que el arzobispo había rendido homenaje a los restos de una tal santa Aurelia Teodosia, a quien con dudosos argumentos se la tomaba por mártir del siglo iv.62 Uno de muchos intentos católicos por renovar narrativas martirológicas,63 al simbólico acto habían asistido, entre otros, Louis Veuillot, director del ultramontano L'Univers, y el Cardenal Wiseman, quien pronto daría a conocer su novela Fabiola, o la Iglesia de las catacumbas, ambientada en tiempos de Diocleciano. Con la ventaja de la retrospección, el padre Barret interpretaba que, en la ciudad de Amiens, ese 12 de octubre de 1853, habían coincidido "el martirio de los primeros siglos, y el martirio del presente", "la mártir muerta y el mártir vivo, la mártir de los primeros siglos y el mártir de hoy; la mártir [...] de las catacumbas de Roma y el mártir que se iba a coger su última palma en el camino de Roma". Y concluía: "con este triunfo sobre el tiempo, la unidad católica, personificada por aquél héroe, adquiere aún, en él y por él, un magnífico triunfo sobre el espacio".64

El periplo sacrificial de Mosquera, en resumen, fungía de puente para vincular en un continuo el medio siglo diecinueve con los albores del cristianismo, soldando un espacio-tiempo católico que aunaba continentes y siglos distantes. La lucha entre catolicismo y utilitarismo adquiría así dimensiones milenarias, trabadas como fuerzas esencializadas en un corsi e ricorsi transhistórico que atravesaba en su vaivén espacios gigantescos y dilatadas épocas.65 Sin la narrativa martirológica del arzobispo, difundida y ampliada por ellos mismos en la arena gladiatoria de la esfera pública, ni el padre Barret ni más tarde Ortiz hubieran podido asociar paganismo y utilitarismo con tamaña resolución, ni contado con un modelo arquetípico del mártir digno de imitación. Instancia excelsa del régimen moral sacrificial, en Mosquera se cifraba la respuesta al paganismo redivivo.

La estética cristiana sacrificial

Ortiz era consciente, sin embargo, de que un régimen moral sacrificial no se impondría espontáneamente. En las Cartas a un sacerdote católico el letrado argüía que la implantación del paganismo-utilitarismo y sus valores concomitantes había sido el producto, en la antigua Roma, de "las impresiones de la juventud, que tanta influencia tienen en el resto de la vida: habían sido el fin de su educación".66 Más tarde, en Las Sirenas, Ortiz se ensañó con lo que llamó el "arte pagano", estética "materialista, degradada e innoble" que "celebra las satisfacciones sensuales" y culmina "en la glorificación de la carne". Circundado por esta cultura visual y escrita, el pagano había sido educado desde niño para rendirse a sus pasiones, lo que obstaculizaba la introyección de los valores cristianos. De hecho, el arte utilitarista "paraliza los movimientos del corazón [...], quita al alma la noción de lo grande, de lo heroico y de lo maravilloso; a los ojos la visión de lo bello, y es la muerte de todo sentimiento bueno, tierno, caritativo, humanitario". Este desarrollo moral desviado era fruto del "seco árbol epicúreo" y su estética.67

Ortiz proponía, en contraposición, una estética cristiana sacrificial que sistematizara hábitos, disciplinara emociones y redundara en actos virtuosos. Apoyándose en El Genio del Cristianismo (1802) de Chateaubriand,68 el letrado anclaba la belleza artística "en el contraste, en la oposición, en la lucha" o, mejor, "en el martirio a que se halla sometido el corazón contrastado por sentimientos opuestos". En lugar de atraerlo con un sensualismo unidireccional que poco a poco lo deseca, tornándolo indolente, esta estética cristiana sacrificial mece con violencia el corazón entre dos sentimientos antagónicos y hace eco, así, de la doble naturaleza humana, atrapada entre el bien y el mal. Cuenta con la habilidad "de pintar la heroicidad y el martirio" y, al tiempo, de provocar "la facultad portentosa de ser héroe o mártir". En tanto enseña "el sentimiento de lo grande, de lo sublime, de lo magnánimo, de lo heroico", transmite lo mismo "el poder de sentirlo y admirarlo" que el "de producirlo". Y movilizando las emociones localizadas en el corazón, permite el paso del pintar al ser, del sentir al producir. Para retomar la definición de régimen moral, logra "pisa[r] el terreno de los hechos".69

Su obra poética aparte,70 esta estética permeó la labor pedagógica de Ortiz en el ámbito de la instrucción primaria: "si hay un remedio para las enfermedades de la sociedad", argüía en sus Programas de enseñanza del Instituto de Cristo (1853), colegio que fundó y dirigió, este "consiste en la educación que reciban los jóvenes",71"germen" y "esperanza de la nación".72 Su instituto únicamente aceptaba, por lo tanto, menores de catorce años, dado que el "corazón de los niños" muestra una "propensión invencible a extasiarse con lo grande y con lo bello, a gustar de lo verdadero revestido con risueñas formas". Después de esa maleable edad, los esfuerzos son vanos y "es imposible desarraigar los malos hábitos". Los buenos, en contraposición, dependen de una educación que "reposa sobre la Religión", el influjo paterno "con ejemplos y con persuasiones" y el talante sacrificial del institutor, quien debe "no sólo renunciar [...] a los placeres del mundo sino a la disposición de su tiempo".73 Conforme a la idea de un régimen moral que aunara teoría y praxis, esta educación "debe ser práctica", poner "en planta los preceptos" y sistematizar un habitus sacrificial.74 Solo así se evitaría el peligro del pagano-utilitarismo, pues si "lograra asentarse definitivamente en los hogares domésticos", "en las escuelas y los liceos" y, más tarde, "en las asambleas de los pueblos, sonaría la hora final de la civilización cristiana".75 En 1872, parado ante la Juventud Católica de Bogotá, Ortiz develaría el paradigma de ciudadano que, erguido en la cúspide de la pirámide sacrificial, encima de la mujer abnegada o del alma caritativa, devendría de semejante educación: comoquiera que "el placer enerva y trae desfallecimiento al corazón, y la edad viril del epicúreo es un anochecer antes de tiempo, entre el cortejo incómodo de las enfermedades, el tiempo y los remordimientos", la ciudadanía ideal estaría conformada por "hombres robustos de alma y de cuerpo, que sepan arrostrar las penalidades […] y lanzarse entre el fuego de la metralla a pelear como buenos, o arrostrar la cólera de los tiranos y subir al cadalso confesando la verdad". Lo que necesitaba la República para remediar "la irrupción de los nuevos bárbaros", concluía, "son émulos de los héroes que cayeron segados por la espada en el campo de la gloria o en el patíbulo"; mártires patriotas, multitud de Mosqueras.76

Conclusiones

El régimen moral sacrificial propugnado por Ortiz consistía en una disciplina teórico-práctica encaminada a implantar efectivamente lo que Max Weber denominó una sistematización de la conducta ética de la vida.77 Esta sistematización no descansaba sobre una homogeneidad absoluta, sino sobre una jerarquización de la noción de sacrificio voluntario que la dotaba de flexibilidad y permitía que la virtud fuera susceptible de meritocráticas gradaciones, escalonamientos y rangos, un ordo virtutum decimonónico que iba de la caridad con el prójimo al martirio de aquellos "émulos de los héroes". Con ello se ofrecía una visión amplia y comprehensiva no solo del sacrificio voluntario, ubicándolo en el centro mismo de un habitus católico, sino de los demás valores humanos supeditados a él. Tal concepción se adecuaba bien a una sociedad poscolonial aún marcada por grandes diferencias sociales.

La urgencia de dicho régimen se justificaba por el peligro que presuntamente representaban las doctrinas de Bentham, equiparadas a una irrupción intempestiva del paganismo. En el caso de Ortiz, su promoción obedeció en buena medida a la necesidad coyuntural de reaccionar a las controvertidas circunstancias que rodearon la expulsión y muerte de su amigo, el arzobispo Mosquera. El régimen moral, además, debía fundarse y propagarse por vía de una estética sacrificial introducida en la enseñanza primaria, estética cuyo objetivo era movilizar las emociones cardio-céntricas -una economía emocional centrada en el corazón- de quienes la experimentaban, conduciéndolos del sentir al producir, es decir, a una praxis transformadora. Ortiz, quien alguna vez declaró ufano: "dadme por diez años la dirección de la enseñanza […] y yo respondo, señores, del porvenir de la República", nunca puso en duda su eficacia.78

La noción de sacrificio voluntario ofrece una ventana idónea para otear uno de varios regímenes morales que, en el medio siglo xix, pululaban con el fin de regimentar la cotidianidad del ciudadano y consolidar una nación determinada. El impulsado por Ortiz estaba lejos de ser único en una época signada por narrativas sacrificiales globales, sin distingos de ideología: en 1850, el escritor ruso Alexander Herzen escribía que "una nueva forma de sacrificio había surgido [...], aquella de seres humanos vivos en los altares de abstracciones: la nación, la Iglesia, el partido, la clase, el progreso, las fuerzas de la historia".79 Por más que su sentido más profundo se enraizara en la tradición religiosa, el concepto de sacrificio no era privativo del conservadurismo católico: basta ver la importancia que le otorgaba Galán en su refutación o, más en general, el florecimiento de regímenes sacrificiales asociados al liberalismo radical y al artesanado durante el gobierno de José Hilario López, cuya fecha mítica, el 7 de marzo de 1849, se hizo sinónimo de libertad, regeneración social y "segunda independencia".80

Estos regímenes en competencia circunscribían, pues, un campo discursivo compartido, abierto a la manipulación, la negociación y la apropiación política, e identificable en periódicos, revistas, hojas sueltas, poemas, cuentos o novelas, así como en manuales de urbanidad, cuadros de costumbres, catecismos morales y "obritas de historia patria", géneros que por lo común buscaron obtener el mismo efecto práctico apelando a medios similares.81 En esta trabazón heterogénea de regímenes morales sacrificiales, el de Ortiz sobresale por su inserción en un espacio-tiempo católico propicio a la "Internacional Católica", por su urgencia coyuntural, por su obsesiva identificación de utilitarismo y paganismo, por su distintivo énfasis en el poder de la educación estética y, por supuesto, por su jerarquizado ordo virtutum. Este último rasgo, dilucidado a fondo en Las Sirenas y compartido, mutatis mutandis, por otros letrados conservadores, molestaba particularmente a las clases artesanales. Sin renegar de la religión, estas se esforzaron por separar lo sacrificial de lo jerárquico, atacar el paternalismo, denunciar los remanentes genealógicos de nobleza y desechar cualquier idea que sugiriera un (pre)ordenamiento fijo o desigual de los grupos sociales y sus deberes.82 La excluyente dicotomía entre un régimen sacrificial y católico, por un lado, y uno utilitarista, por el otro, debe ser entendida como una crasa reducción derivada de la inflexibilidad dogmática de conservadores católicos como Ortiz.

Resulta interesante constatar, para terminar, que el impacto estético de Las Sirenas no pasó desapercibido a sus impugnadores: en su prolija refutación, Ángel María Galán aseveró con ironía que el ensayo de Ortiz se emparentaba más con el arte pagano que denunciaba que con el cristiano que defendía: era "un canto [...] de delicadas armonías, que procura dulcísimas emociones, y absorbe la atención, y embarga el espíritu de los que, desprevenidos, se acercan y lo oyen: es un verdadero canto de las Sirenas".83 Sus contradictores habrían descubierto, aparentemente, que bajo la túnica de este Odiseo se ocultaban las rapaces garras de un ave. Para ellos, la verdadera sirena era el mismo Ortiz.

Obras citadas

I. FUENTES PRIMARIAS

Archivos

Archivo Histórico Cipriano Rodríguez Santa María (AHCRSM), Chía, Colombia Fondo Manuel María Mosquera [ Links ]

Archives of the Archdiocese of New York (AANY), Nueva York, Estados Unidos Archbishop John Hugues Collection [ Links ]

Publicaciones periódicas

Periódicos [ Links ]

El Artesano [Cartagena] 1850 [ Links ]

El Catolicismo [Bogotá] 1849-1859 [ Links ]

El Neogranadino [Bogotá] 1856-1857 [ Links ]

El Tradicionista [Bogotá] 1871-1876 [ Links ]

La Caridad o Correo de las aldeas [Bogotá] 1864-1890 [ Links ]

La República [Bogotá] 1868 [ Links ]

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* Versión ampliada de una ponencia leída en el Seminario Internacional "De República a Nación" que tuvo lugar entre el 9 y el 13 de noviembre del 2020.

1 Antonio José de Sucre Alcalá, "Prólogo" e "Introducción", Don José Joaquín Ortiz, Rafael Luis Díaz Lira (Santiago de Chile: Imprenta Barcelona, 1892) 5, 13-14. Sucre Alcalá se destacó como sacerdote defensor del ultramontanismo y colaborador regular del periódico El Catolicismo. Los destacados, a no ser que se diga lo contrario, son siempre agregados.

2Elizabeth A. Castelli, Martyrdom and Memory, Early Christian Culture Making (Nueva York: Columbia University Press, 2004) 33-68. Toda traducción es mía.

3Sucre, "Introducción" 10.

4Juan Francisco Ortiz (1808-1875), hermano de José Joaquín, relató en sus memorias que su padre no fue pasado por las armas durante la Reconquista, sino "condenado a diez años en las bóvedas del castillo de Puerto Cabello", en Reminiscencias, opúsculo biográfico, 1808 a 1861 (Bogotá: Librería Americana, 1907) 35. Con todo, José Manuel Marroquín prefirió perpetuar cierto tono martirológico en su "Prólogo" a la obra.

5José Joaquín Ortiz, Las Sirenas, discurso de José Joaquín Ortiz contra la moral sensualista de Jeremías Bentham (Bogotá: Imprenta de Ortiz Malo, 1868) 76.

6Su Estudio sobre el utilitarismo (1869) fue considerado la última palabra en el tema por Jaime Jaramillo Uribe: "después del Estudio", afirmó el historiador, "ni él mismo [Caro] ni ninguno de los adversarios del benthamismo, pudieron agregar nada nuevo ni definitivo a la crítica de la doctrina utilitaria". Jaime Jaramillo Uribe, El pensamiento colombiano en el siglo XIX (Bogotá: Universidad de los Andes / Banco de la República / ICANH / Colciencias / Alfaomega, 2001) 248.

7Las Sirenas apareció por entregas en el periódico La Caridad o Correo de las aldeas [Bogotá], dirigido por Ortiz, del 12 de agosto de 1868 al 18 de febrero de 1869. Las entregas fueron publicadas en un solo volumen en 1868.

8La obra de Ezequiel Rojas ha sido compilada en Camilo González, Carlos Arturo López, Rusbel Martínez Rodríguez et al., eds., Textos filosóficos de Ezequiel Rojas, compilación y presentaciones (Bogotá: Biblioteca Virtual del Pensamiento Filosófico en Colombia / Editorial Universidad Javeriana / Instituto Caro y Cuervo, 2017). Para contextualizar el "segundo debate", ver José David Cortés Guerrero, La batalla de los siglos, Estado, Iglesia y religión en Colombia en el siglo XIX, de la Independencia a la Regeneración (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2016) 425-493; Gilberto Loaiza Cano, Sociabilidad, religión y política en la definición de la nación, Colombia, 1820-1886 (Bogotá: Universidad Externado de Colombia, 2011); Jaramillo, El pensamiento; Jaime Jaramillo Uribe, "Bentham y los utilitaristas colombianos del siglo XIX", Ideas y Valores (1962): 11-28. Un meticuloso análisis del pensamiento de Ezequiel Rojas se encuentra en Laura Quintana Porras, "Ezequiel Rojas y la moral utilitarista", El Radicalismo colombiano del siglo XIX, ed. Rubén Sierra Mejía (Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2006) 11-39.

9Bentham situó sus teorías más allá de las ideologías políticas y anheló "encontrar un principio único y sencillo que permitiera fundar un sistema de normas jurídicas claras, que pudiese reemplazar la intrincada y casuística —por lo tanto irracional— legislación del derecho consuetudinario inglés", principio que encontró en "el placer y el dolor". Tal deseo coincidió con lo que "buscaban los organizadores de la República en Colombia: un sistema racional de legislación que hiciese eficaz el Estado", "un sistema uniforme y sencillo de códigos y normas". Jaramillo, El pensamiento 120-121.

10Hans Küng, Christianity: Essence, History, Future (Nueva York: Continuum, 1996) 507-520.

11Tipo intelectual cuya relevancia medra a partir de mediados del siglo XIX. El término "escritor católico", utilizado por letrados como Caro, abarca tanto a ciertos miembros del clero como a un numeroso conjunto de letrados laicos: "tuvieron en común su participación directa en la fundación de periódicos, en la administración de un taller de impresión, en la publicación de artículos y libros, en la traducción de obras de pensadores católicos, principalmente franceses"; la mayoría "hizo su carrera pública en Bogotá"; "fueron institutores más o menos asiduos, fundaron colegios privados y escribieron manuales escolares"; muchos "no ocuparon puestos públicos, salvo durante el paréntesis conservador del régimen de Ospina Rodríguez" y, gracias a su "capacidad publicitaria", "sus periódicos fueron relativamente más populares que los redactados por los liberales", "produjeron obras consistentes y fueron ellos quienes propusieron y concretaron el canon de la novela nacional". Gilberto Loaiza Cano, Poder letrado, ensayos sobre historia intelectual de Colombia, siglos XIX y XX (Cali: Universidad del Valle, 2014) 149-150.

12La "ofensiva católica", que culmina en el triunfo del catolicismo intransigente en la década de 1870, incluyó un reforzamiento de las prácticas caritativas, una promoción de las asociaciones conservadoras, de instituciones o espacios culturales afines, una impresionante movilización del sexo femenino, una reorganización de las labores del clero y un trabajo consciente y riguroso de parte de los "escritores católicos". Loaiza, Sociabilidad 224-428.

13Ricardo de la Parra, Cartas de Ricardo de la Parra al Sr. Dr. Ezequiel Rojas, sobre filosofía moral (Bogotá: Imprenta de la Nación, 1868); Joaquín Mosquera, "La moral utilitarista", La Caridad [Bogotá] jul. 29, 1868; José Vicente Concha, "Consecuencia de la doctrina de Tracy", La Caridad [Bogotá] nov. 11, 1869; Pastor Ospina, Tratado de ciencia moral y legislativa, publicado en parte en El Tradicionista [Bogotá] ene. 23, 1872; Toribio María Malo, "Filosofía moral", El Tradicionista [Bogotá] ene.-feb., 1872; Miguel Antonio Caro, "Cartas al señor Ezequiel Rojas", La República [Bogotá] jun. 24 - ago. 5, 1868; Miguel Antonio Caro, Estudio sobre el utilitarismo (Bogotá: Imprenta de Foción Mantilla, 1869); José Manuel Groot, Historia Eclesiástica y Civil de la Nueva Granada, escrita sobre documentos auténticos (Bogotá: Imprenta de Foción Mantilla / Imprenta de y estereotipia de Medardo Rivas, 1869-1871).

14Ángel María Galán, Refutación de Las Sirenas del doctor J. J. Ortiz (Bogotá: Imprenta de Echeverría Hermanos, 1870).

15"Al cosmopolitismo doctrinario, a la Internacional atea, hay que oponer el Cosmopolitismo apostólico, la Internacional católica", sostuvo Miguel Antonio Caro en "Dos palabras más", El Tradicionista [Bogotá] oct. 17, 1872: 496. Darrin McMahon habla de una "Internacional Católica Anti-Ilustrada" en Enemies of the Enlightenment, The French Counter-Enlightenment and the Making of Modernity (Nueva York: Oxford University Press, 2001) 11.

16Si bien "los que antes impugnaron a Bentham" eran "asombrosos pintores", Ortiz aseguraba que "yo soy el fotógrafo, que vengo después de ellos". El estatus epistemológico de Las Sirenas se sustentaba, entonces, en la presunta capacidad para reproducir la realidad sin mediaciones. Ortiz, Las Sirenas IV-V.

17Ortiz, Las Sirenas iv-v. Ortiz participaba en una larga tradición intelectual que emparentaba metafóricamente el trabajo del letrado o del historiador —en particular su grado de verosimilitud o veracidad— con el régimen visual, cuyo modelo paradigmático sufrió varias transformaciones a lo largo del siglo, del retrato a la litografía y de esta al daguerrotipo, el primer método fotográfico.

18Como lo señaló Ángel María Galán, el método seguido por Ortiz adolecía de múltiples sofismas y trampas retóricas. De ahí sus "razonamientos, deducciones y consecuencias tan diametralmente opuestas a las doctrinas de Bentham, que demuestran, a no dejar duda, que se tiene interés y voluntad de no entender dichas doctrinas, o que se finge no entenderlas". Galán 2.

19Para John Stuart Mill, Bentham nunca había sido un gran filósofo; y Thomas Carlyle aborreció su "mecanicismo", común en una "era de la maquinaria". Jonathan Rée, Witcraft, The Invention of Philosophy in English (New Haven: Yale University Press, 2019) 287-291.

20Joseph de Maistre, Les Soirées de Saint-Petersbourgou entretiens sur legouvernment temporel de la providence, suivi d'un Traité sur les sacrifices (París: Librairie Grecque, Latine et Française, 1821).

21Isaiah Berlin, "Joseph de Maistre and the Origins of Fascism", The Crooked Timber of Humanity (Princeton: Princeton University Press, 2013) 95-185. La preocupación occidental por la noción de sacrificio tuvo otro momento culminante en la antropología comparada decimonónica: The Golden Bough, A Study in Magic and Religion (1890-1915), de James George Frazer. El debate en torno a la noción continuó, en el siglo XX, en la obra de Mircea Eliade, Jean-Paul Roux, Claude Lévi-Strauss, René Girard y Walter Burckert, autores todos que abrevan de Maistre.

22Para una visión panorámica de las perspectivas desengañadas, críticas o nostálgicas, ver Rafael Rojas, Las repúblicas de aire, Utopía y desencanto en la revolución de Hispanoamérica (Ciudad de México: Taurus, 2009). James Sanders prefiere enfatizar, en contraste, el optimismo liberal de mediados de siglo en los casos de Colombia y México en The Vanguard of the Atlantic World, Creating Modernity, Nation and Democracy in Nineteenth-Century Latin America (Durham: Duke University Press, 2014).

23Jaramillo, "Bentham" 12. La primera mención de Bentham en el país, según el autor, ocurrió en La Bagatela de Antonio Nariño, en 1811.

24Mariano Ospina Rodríguez, "Señor Mario Valenzuela", Apuntamientos sobre el principio de utilidad, Mario Valenzuela (Bogotá: Imprenta de Ortiz, 1857) 6-7.

25Miguel Antonio Caro, "Bastiat y Bentham", El Tradicionista [Bogotá] jun. 1, 1872: 259. Caro se apoya en Joaquín Ventura di Raulica, La escuela de los milagros: homilías sobre las principales obras del poder y de la gracia de Jesucristo, Hijo de Dios y Salvador del Mundo (Madrid: Librería Universal de D. Leocadio López, 1858) 267. Afirmó que "el sacrificio es la base... de la religión" y que tiene "uso en todos los pueblos".

26Ortiz, Las Sirenas 32-33, 35. De Maistre, por su parte, declaró que "la tierra embebida de sangre es un altar inmenso, en el que todo lo que vive debe ser inmolado sin fin, sin medida, sin descanso, hasta la consumación de las cosas, hasta la extinción del mal, hasta la muerte de la muerte", Las Veladas de San Petersburgo o diálogos sobre el gobierno temporal de la providencia (Valencia: Imprenta de J. Gimeno, 1832) 140.

27Ortiz, Las Sirenas 22-23, 80-81, 39.

28De Maistre consideraba que el cristianismo le había dado fin a la práctica de los sacrificios humanos merced "a la maravillosa eficacia del sacrificio voluntario de la inocencia... como víctima propiciatoria", eficacia que se ve aumentada cuando es la divinidad misma, Jesucristo, la que se inmola, en Tratado sobre los sacrificios [1821] (Ciudad de México: Sexto Piso, 2009) 67. De modo no muy distinto, Ventura di Raulica reflexionaba sobre el doble rol de Jesucristo, "víctima y sacerdote, sacrificador y sacrificio", y sobre cómo quedaron superados y "abolidos para siempre los sacrificios antiguos", lo mismo los de humanos que los de animales, en La escuela 257, 262. Algunas de estas ideas, en particular la de la inversión mimética del sentido pagano del sacrificio, fueron retomadas por René Girard en El Chivo Expiatorio (Barcelona: Anagrama, 1986).

29Ortiz, Las Sirenas 94, 103.

30"La historia no es más que la relación de los cortos tiempos en que las naciones han sido fieles, y de las épocas luctuosas de calamidades sin fin en castigo de grandes prevaricaciones". José Joaquín Ortiz, "Juventud Católica de Bogotá", El Tradicionista [Bogotá] sep. 4, 1873: 991.

31Tanto Ortiz como Miguel Antonio Caro, entre otros conservadores católicos, acusaron al utilitarismo de justificar la esclavitud e impedir su abolición.

32Ortiz, Las Sirenas 100, 118, 125-126.

33Ortiz, Las Sirenas 107,109, 113.

34Ortiz, Las Sirenas 34, 76, 79.

35Galán, Refutación 10-11, 106-108.

36Galán, Refutación 72-75.

37Miguel Antonio Caro declara que existe un tipo de palabras dotadas de "un sonido que deleita, y que, cual pérfida sirena, arrastra a los hombres a su perdición". El Tradicionista [Bogotá] jun. 20, 1872: 293; y en su Estudio sobre el utilitarismo exclama que "¡qué bien simbolizaron los griegos el placer encubridor del mal, en el canto temible de las sirenas!". Caro, Estudio 20. Etimológicamente, sirena significa "la que ata o encadena", y en la mitología griega se la presenta como una mujer-pájaro provista de garras, no la mujer-pez de las mitologías nórdicas. Dotada "de una voz tan maravillosa como dañina", diseñada para atraer y hacer naufragar a navegantes incautos, es inequívoco "símbolo de la atracción del mal" y, cuando menos desde Clemente de Alejandría, del concepto cristiano de pecado. Ramón Andrés, Diccionario de música, mitología, magia y religión (Barcelona: Acantilado, 2012) 1505, 1507. Como observó Mario Praz, la imagen de la "sirena" formó parte de una revitalización decimonónica del tipo de la mujer fatal, en La carne, la muerte y el diablo en la literatura romántica (Barcelona: Acantilado, 1999) 347-519.

38Ortiz, Las Sirenas VI-VII.

39Vínculo en cualquier caso indicado por el mismo Bentham: "el principio (de la utilidad) no es nuevo: Epicuro lo conoció bien". Ortiz, Las Sirenas 61-62. En Colombia ya el padre Francisco Margallo y Duquesne afirmaba, en el panfleto El Cuchillo de San Bartolomé (Bogotá: Imprenta de Espinosa, 1827) 2, que "el sistema de Bentham" era "semejante al de Epicuro".

40Ortiz, Las Sirenas 46-58.

41Útil para trazar genealogías intelectuales, del imaginario arbóreo abusaron los críticos del utilitarismo. En cuanto a la genealogía de la filosofía ilustrada construida por el conservadurismo, narrativa ampliamente difundida, ver McMahon, Enemies; y Graeme Garrard, Counter-Enlightenments. From the Eighteenth Century to the Present (Nueva York: Routledge, 2006).

42Ortiz, Las Sirenas 4, 5, 17, 25, 154.

43Jacobo Sánchez, Los rojos en la América del Sudy el señor Félix Frías en París (Quito: Imprenta de F. Bermeo, por M. Vieyra, 1851) 1-2. Destacado original. El escrito constituía una respuesta al panfleto de Félix Frías, Los rojos en la América del Sud (Quito: Manuel Rivadeneira, 1851), en el que el exiliado argentino cuestionaba al gobierno López. La comparación entre el liberalismo o el socialismo con un cristianismo primitivo y republicano no fue exclusiva de Colombia.

44Loaiza, Poder letrado 177.

45Ortiz, Las Sirenas 33, 81, 205,

46Chaim Perelman y Lucie Olbrechts-Tyteca, The New Rhetoric: A Treatise on Argumentation (Notre Dame: University of Notre Dame Press, 2013) 248-252.

47El pavor al sacrificio inútil o desperdiciado fue usual y recurrente en el siglo xix: temor, por ejemplo, a que los sacrificios de los próceres fueran en vano, lo que redundaría en la pérdida del valor asociado a la consecución de la Independencia y a la nación emancipada misma. Ver el argumento de desperdicio (argument of waste), en Perelman y Olbrechts-Tyteca, The New Rhetoric 279-280.

48José Joaquín Ortiz, Cartas de un sacerdote católico al redactor del Neo-Granadino (Bogotá: Imprenta de Ortiz, 1857) 70. Publicadas primero en El Porvenir, con adiciones de José Manuel Restrepo, constituyeron una réplica a "El clero ultramontano", serie de artículos de Samper publicados en El Neogranadino [Bogotá] entre el 16 de septiembre de 1856 y el 12 de febrero de 1857. El motivo de la discusión parece ser "que El Neogranadino sostuvo que el clero católico nada hizo en favor de la independencia de la Patria".

49Ortiz, Cartas 30-32.

50Archivo Histórico Cipriano Rodríguez Santa María (AHCRS), Chía, Fondo Manuel María Mosquera, caja 12, carpeta 3, folio 164V

51Félix Frías, Muerte del arzobispo de Bogotá (Bogotá: Imprenta de Francisco Torres Amaya, 1854); Antonio José de Irisarri, Breve noticia de la vida del Ilustrísimo arzobispo de Bogotá, doctor don Manuel José de Mosquera Figueroa y Arboleda (Nueva York: Imprenta de S. W. Benedict, 1854); en cuanto a John Hughes, ver la correspondencia entre este y el arzobispo Mosquera, Manuel María Mosquera y Antonio Herrán en Archives of the Archdiocese of New York (AANY), Nueva York, Archbishop John Hugues Collection, cajas A-5, A-9 y A-10.

52Groot tenía esbozadas las temáticas del nuevo tomo de su Historia, incluidas las de la expulsión y el martirio del arzobispo, como demuestra Sergio Andrés Mejía Macía en El pasado como refugio y esperanza, La Historia Eclesiástica y Civil de Nueva Granada de José Manuel Groot (Bogotá: Instituto Caro y Cuervo, 2009) 250. El tomo perpetuaría el tono providencial de los tres primeros y finalizaría proclamando la necesidad de una "regeneración nacional".

53Se le añade aquello de "El correo de las aldeas" desde el 15 de julio de 1868, quizás como un intento de promocionar o señalar, desde la ciudad capital, la existencia de un piadoso cristianismo de raigambre popular. Ver Loaiza, Sociabilidad 256 274; y Loaiza, Poder letrado 177-188.

54Manuel Antonio Bueno y Quijano, "Oración fúnebre en la S.I.M. de Bogotá, con motivo de la colocación del corazón del arzobispo en el mausoleo que se le dedicó en la Iglesia el 10 de septiembre de 1868", Antología del Ilustrísimo Señor Manuel José Mosquera, arzobispo de Bogotá, y escritos sobre el mismo, eds. José Restrepo Posada et al. (Bogotá: Editorial Sucre Ltda., 1954) 469, 470, 474, 475, 477.

55Fay Bound Alberti, Matters of the Heart, History, Medicine, and Emotion (Nueva York: Oxford University Press, 2010).

56Bueno y Quijano, "Oración fúnebre" 478.

57Reproducido en La Caridad el 9 de septiembre de 1868, fue inicialmente publicado como José Joaquín Ortiz, Sermón de un cura de aldea en las exequias del arzobispo de Bogotá M. J. Mosquera (Bogotá: Imprenta de Ortiz y Comp., 1856). Ortiz firma como "un cura de aldea", de acuerdo con la exaltación de este en calidad de modelo popular del auténtico cristiano.

58"Moral de Bentham", por ejemplo, publicado en La Fé el 13 de mayo de 1868.

59Ortiz, Sermón 4-5. Paralelismo que, con variaciones, se tornó lugar común. Ver su uso, treinta años más tarde, en Juan Pablo Restrepo, La Iglesia y el Estado en Colombia (Londres: Emiliano Isaza, 1885) vi-vii.

60Ortiz, Cartas 26-27.

61La "oración fúnebre" del padre Barret apareció primero en La Gazette du Midi de Marsella, el 18 de diciembre de 1853, y en L'Univers, dirigido por Veuillot, el 22 de diciembre de 1853; luego, fue traducido y publicado el 26 de febrero de 1854 en El Catolicismo, periódico que fundó y dirigió el arzobispo; finalmente, fue reproducido en Irisarri 57-76, de donde cito.

62Martirio impugnado por François Lenormant en Observations sur l'épitaphe d'Aurelia Theodosia (París: Librairie de Charles Douniol, 1854).

63Entre ellas se encuentra la canonización de los célebres "mártires del Japón", ratificada en 1862. Para añadir otro ejemplo, el Papa beatificó en 1850 al ahora santo san Pedro Claver, y él mismo, además, era aficionado a presentarse como un mártir, un "prisionero en el Vaticano".

64Barret, "Oración fúnebre" 70, 72.

65"Curso y recurso de la historia", concepto de Giambattista Vico (1668-1744) en Ciencia nueva (Madrid: Tecnos, 2006) 699.

66Ortiz, Cartas 161.

67Ortiz, Las Sirenas 14, 135-136.

68Chateaubriand hacía énfasis en la doble naturaleza humana (double nature) y en cómo el cristianismo transformó "las relaciones entre las pasiones" (les rapports des passions) y fomentó una suerte de "pasión" con sus concomitantes "ardores", "suspiros", "alegrías", "lágrimas" y demás. La idea del purgatorio, en particular, muy propia de una cosmovisión sacrificial y expiatoria del ser humano y el mundo, tenía la cualidad de "superar en poesía el cielo y el infierno", y "la relación por establecer entre el castigo y la ofensa puede producir enseguida en el purgatorio todos los encantos del sentimiento". François-René de Chateaubriand, Le Génie du Christianisme, t. 1 (París: Eugène et Victor Penaud Frères, 1828) 242, 262, 312-313.

69Ortiz, Las Sirenas 76, 134-135.

70José Joaquín Ortiz, "El desterrado", poema dedicado a Mosquera en El Catolicismo [Bogotá] sep. 1, 1852.

71José Joaquín Ortiz, Programas de enseñanza del Instituto de Cristo (Bogotá: Imprenta de Nicolás Gómez, 1853) IV-VI. La labor pedagógica de Ortiz produjo asimismo un influyente manual, El libro del estudiante obra destinada a la instrucción primaria de la juventud que se educa en las escuelas y colegios de la Nueva Granada (Bogotá: Imprenta de Ortiz, 1860).

72Ortiz, "Juventud" 992.

73Sobre la mirada pedagógica y moralizante hacia la infancia que se perpetuaría en el siglo XX, ver Javier Sáenz, Óscar Saldarriaga y Armando Ospina, Mirar la infancia: pedagogía, moral y modernidad en Colombia, 1903-1946 (Medellín: Universidad de Antioquia, 1997).

74Ortiz, Programas IX-X, XV.

75Ortiz, Las Sirenas 111-IV. La idea de que el mal penetra en lo más privado, adquiriendo concreción en lo doméstico, en la familia, en la descendencia, es un rasgo típico de la retórica conservadora. Ver Corey Robin, The Reactionary Mind (Nueva York: Oxford University Press, 2011).

76Ortiz, "Juventud" 992.

77Max Weber, The Protestant Ethic and the 'Spirit' of Capitalism and Other Writings (Nueva York: Penguin, 2002) 86.

78Ortiz, "Juventud" 992.

79Citado en Berlin, The Crooked Timber 16.

80Discursos sacrificiales presentes en El Neo-Granadino y la Gaceta Oficial. Ver Francisco Gutiérrez Sanín, Curso y discurso del movimiento plebeyo, 1849/1854 (Bogotá: IEPRI / El Áncora, 1995). Estos discursos de "letrados plebeyos" comportaban la erección de héroes propios dignos de imitatio: en La Alianza (1867) se publicaban "semblanzas biográficas de artesanos famosos que se habían convertido luego en científicos o políticos célebres", por ejemplo, de "zapateros célebres". Ver Loaiza, Poder letrado 86.

81Diego Nicolás Pardo Motta, Manuales de urbanidad, construcción y destrucción del ciudadano durante el Olimpo Radical (1863-1886) (Bogotá: Universidad de los Andes, 2016); y Patricia Cardona, Trincheras de tinta (Medellín: EAFIT, 2016).

82Un periódico artesanal como El Artesano abogó por la eliminación de una jerarquización social fija, asociada a refranes tales como "Zapatero a tus zapatos". El Artesano [Cartagena] feb. 1, 1850: 1.

83Galán, Refutación IV-V.

Cómo citar este artículo Alejandro Quintero Máchler, "Los mártires y las sirenas: el régimen moral sacrificial en la obra de José Joaquín Ortiz (1814-1892)", Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura 49.1 (2022): 357-386.

Recibido: 25 de Enero de 2021; Aprobado: 29 de Abril de 2021

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