La recepción del pensamiento de Elias como problema de estudio cognitivo
Norbert Elias es sin duda uno de los cientificos sociales más referenciados y debatidos de los últimos decenios. Quienes han estudiado su trayectoria saben, sin embargo, que el reconocimiento le llegó tarde en vida. Su obra más conocida, El proceso de la civilización: investigaciones sociogenéticas y psicogenéticas solo tuvo una real acogida treinta anos después de su primera publicación, en 1939. La sociedad cortesana, presentada como tesis de habilitación en 1933, fue redactada con fines editoriales hasta 1969. Norbert Elias se ha convertido, asi las cosas, en la figura de un autor solitario y perseverante que habria alcanzado por fin una merecida atención después de mucho persistir y nunca claudicar en sus aspiraciones académicas. De acuerdo con esta imagen, la trayectoria del sociólogo alemán se dividiria en dos etapas: la primera, de la década de 1930 hasta entrada la década de 1950, en la cual el autor habria sorteado todo tipo de adversidades, entre las que cabe resaltar un extendido exilio y la pérdida de sus padres durante el holocausto nazi. Esta etapa explicaria los apuros que le impidieron a Elias dar a conocer los dos tomos de El proceso de la civilización inmediatamente después de su redacción. La segunda etapa comenzaria después de 1970, cuando su obra tuvo real difusión, su pensamiento empezó a ser explicitamente estudiado en las universidades europeas y se fundó la llamada sociologia figuracional, corriente de la cual Elias es considerado inspirador principal.
Esta imagen de su trayectoria intelectual pone de manifiesto que la obra del autor es incomprensible si no se presta suficiente atención a sus reiterados esfuerzos intelectuales por desarrollar un modelo empirico de los procesos psiquicos y sociales.1 No obstante, a través de esta representación no es posible hacerse una idea de la naturaleza especifica de los mentados esfuerzos, ni de ella resulta del todo evidente el tipo de obstáculos que dificultaron la recepción de su pensamiento durante tanto tiempo. Tal vez por la falta de claridad en este punto se ha abierto paso la cuestionable afirmación según la cual, tras superar todas las eventualidades y frustraciones propias del aislamiento intelectual, Elias habria contado con la posibilidad de exponer detalladamente las implicaciones que se desprenden de su propuesta original, y estas habrian sido finalmente acogidas y continuadas por un grupo de jóvenes sociólogos. De acuerdo con dicha perspectiva, el núcleo central de la teoria de la civilización fue de facto incorporado en la llamada sociologia figuracional.
Aunque esta imagen es la más extendida entre quienes tratan de ubicar la obra de Elias en el canon de la teoria social, cuenta con la desventaja de que adquirió fuerza a despecho de los pronunciamientos del propio autor y del circulo de sus colaboradores más allegados. Ya en 1969 el sociólogo alemán se expresaba en este sentido cuando tuvo ocasión de redactar un nuevo estudio introductorio para la reedición de El proceso. En este inciso, no solo puso de manifiesto que el texto de 1939 habia pasado desapercibido entre quienes se convirtieron en los grandes exponentes de la sociologia cientifica, sino también enfatizó en el hecho de que con las herramientas conceptuales disponibles para la época era imposible entender sus esfuerzos por construir un modelo empirico del desarrollo psiquico de la humanidad.2 De tal forma, Elias no solo trató de situar su pensamiento frente al de los demás científicos sociales, sino de precisar las barreras cognitivas que dificultaron su recepción. Entre ellas, se encontraba, de acuerdo con sus propias palabras, la propensión a estudiar el desarrollo de los comportamientos humanos tomando como base experiencias obtenidas a partir de la observación de individuos nacidos en sociedades industriales.3 Elias llamaba fuertemente la atención sobre cómo habian surgido las dificultades experimentadas por los hombres modernos para distanciarse de una imagen particular de si mismos, la de homo clausus.
Elias volvió sobre este asunto en una serie de libros dedicados al estudio del desarrollo histórico social del conocimiento.4 En ellos advirtió que no era posible elaborar una visión de la humanidad con cuya ayuda fuera viable superar los conflictos existenciales derivados de la organización moderna de las interdependencias humanas, sin hacerle frente a los escollos cognitivos que impiden una apreciación realista de cómo se han formado. Esa labor dependia, a su vez, de la posibilidad de reconstruir de qué manera habian surgido históricamente dichas dificultades cognitivas. Concisamente, trataba de saber cómo surgieron las reticencias emocionales que entorpecen una apreciación del carácter histórico de la psique humana, sus conductas y sus interacciones. Elias trabajaba en una teoria empirica del desarrollo de los medios de orientación cognoscitivos. Se enfrentaba, en consecuencia, al problema de cómo en el transcurso de este mismo proceso se formaron los bloqueos que han impedido hacerse una imagen del humano acorde a sus necesidades como grupo interdependiente.
En este punto de su obra, Elias se sentia incomprendido incluso por quienes primero acogieron su pensamiento. Llegando al final de su vida, aún tuvo una última ocasión de pronunciarse al respecto en una resonada entrevista realizada por Wolfang Engler.5 En ella, sostuvo que lo esencial de su tesitura, el problema del desarrollo de las estructuras psiquicas a lo largo de la historia, no habia sido incorporado en los estudios que se presentan como sociologia figuracional. Reafirmó, asimismo, la opinión de que las dificultades experimentadas por sus lectores para entender este problema eran de la misma naturaleza a las enfrentadas por la humanidad para asumir las consecuencias del descubrimiento de la historicidad de su propia psique. Aunque Elias nunca desperdició oportunidad para detallar los asuntos en los que se sentia incomprendido, quienes se dedicaron a divulgar su obra tomaron poca nota de ellos. En alguna oportunidad, incluso se llegó a sugerir que los reclamos del autor obedecian a un deseo de autenticidad, el cual también se suele evocar para explicar la ausencia de referencias teóricas a Marx, Weber y Freud, con quienes Elias tendria presuntamente deudas intelectuales aún no reconocidas.
La consecuencia más notoria de esta forma de representar la trayectoria de Elias consiste en que las investigaciones de quienes se sienten sus herederos se han llevado al margen del "camino en el que él creia haber dado unos pasos más que otros".6 Hoy en dia, quienes se consideran los representantes más destacados de la teoria social, de hecho, desconocen el aludido camino. La sociologia y la historiografia de la cultura, especialmente, han excluido de sus intereses investigativos el problema del desarrollo psiquico en la historia. El veto a este tópico se presenta bajo la incuestionada afirmación de que la comparación de las diferencias psiquicas registradas en los informes etnográficos e historiográficos encierra una trampa etnocéntrica. De acuerdo con este argumento, los esfuerzos por describir las regularidades y la dirección de los cambios psiquicos observados a lo largo de la historia están destinados a sucumbir ante las preconcepciones axiológicas del investigador. La idoneidad de los criterios de comparación sucumbiria ante los intereses cosmovisionales del cientifico.
El mismo Elias fue objeto de tal reproche a propósito de su concepto de civilización. Vera Weiler ha documentado, por ejemplo, cómo el antropólogo Anton Blok, quien en alguna medida congeniaba con la postura figuracional, arremetió contra el eje psicogenético desarrollado en El proceso de la civilización. Según Blok, Elias se hizo una imagen de las sociedades guerreras medievales, de su estructura mental y emocional, a partir de la proyección "de los códigos de comportamiento dominantes hoy sobre las sociedades primitivas".7 El connotado antropólogo Jack Goody, en su texto de The Theft of History, apuntó en la misma dirección al sugerir que la caracterización de la estructura emotiva de los hombres medievales reconstruida por Elias forma parte de una autocomplaciente actitud frente a las culturas no occidentales.8 Ni Blok ni Goody repararon en el hecho de que El proceso de la civilización, tanto en sus dos tomos originales como en ediciones posteriores, ya contenia menciones explicitas a una estrategia psicogenética como salida al atolladero que ha bloqueado la comprensión de los otros culturales en sus propios términos. El hecho de que autores sumamente competentes en el terreno etnográfico hayan pasado por alto los esfuerzos de Elias a este respecto no deja de ser indicativo de las dificultades que experimentan sus lectores para entenderlo. Este mismo tipo de omisiones se puede apreciar en la recepción que reconocidos intelectuales como Zygmunt Bauman, Charles Tilly y Peter Duerr hacen de los anteriores comentarios.9 Las referidas dificultades de apreciación, como sugirió el mismo Elias, guardan estrecha relación con la manera en que los hombres modernos representan la experiencia subjetiva de quienes asumen formas de vida significativamente distintas a las propias. A los cientificos sociales les cuesta aún delimitar su objeto de estudio de forma histórico-procesual porque parten del supuesto de que las investigaciones sobre las otras culturas deben mostrarles una imagen de los seres humanos acorde con sus propias valoraciones subjetivas, es decir, deben decirles algo congruente con sus propios anhelos.10
Las dificultades y reticencias para entender la estrategia esbozada por Elias en El proceso de la civilización se derivan de los anteriores reveses, toda vez que implican precisamente una visión procesual de los procesos psiquicos. La recepción que ha tenido el pensamiento de Norbert Elias no solo atane a su figura como autor. A través de su estudio es posible caracterizar esquemáticamente las posibilidades y dificultades que condicionan la formación de una visión procesual y empirica de las estructuras mentales. Esto permite identificar, por lo menos someramente, de qué naturaleza son las barreras que impiden distanciarse de una imagen del hombre muy estimada actualmente y bajo qué condiciones es posible explicar su formación.
El proceso de la civilización leído por Steven Pinker
Steven Pinker, actualmente uno de los representantes más destacados y difundidos de la psicologia evolutiva, ha leido a Norbert Elias justamente en esa dirección. También él se ha enfrentado con una imagen de la naturaleza humana en virtud de la cual el ser humano cuenta per se con "el poder de solucionar cualquier problema inherente a su forma de vida, de alcanzar cualquier objetivo".11 Pinker ha tematizado este tópico en relación con los sesgos cognitivos que ponen en peligro la actual forma de organización social, a propósito de la violencia. Y es justamente en este último contexto que se refiere a Elias por primera vez en su producción bibliográfica. De acuerdo con Pinker, la idea tácita de que el estado idilico del humano es la paz, y, por lo tanto, que esta significa un derecho consuetudinario, ha impedido emprender un estudio realista acerca de cómo la humanidad ha logrado reducir considerablemente las tasas de violencia a lo largo de la historia de la especie. La alta estima ganada por la seguridad como condición para llevar una vida significativa en la modernidad lleva aparejada "un declive en las actitudes que toleran la violencia".12 Ante cualquier atisbo de violencia, los humanos contemporáneos sienten que su sociedad les niega la posibilidad de vivir con sentido. Las dificultades para afrontar la idea de que el desarrollo de la historia no implica necesariamente una dirección acorde a sus propias expectativas acerca de qué es una vida con sentido bloquea una posible comprensión tanto de las condiciones históricas bajo las cuales se formaron tales expectativas, como de qué naturaleza son las dificultades para llevarlas a cabo. En últimas, las ansias y la resignación redundan en estrategias poco eficientes con miras a ampliar el declive de las confrontaciones violentas. En este sentido, el psicólogo canadiense encuentra un antecedente importante de su propia hipótesis en la obra de Elias. Por ello, le parece procedente tenerla en cuenta a la hora de formular su interpretación de la trayectoria histórica de la violencia.
A Pinker le sorprende que Elias, quien fue victima del confrontamiento armado más grande del siglo XX, no haya sujetado sus diagnósticos del proceso humano al abatimiento producido por este conflicto. El psicólogo canadiense se refiere a El proceso de la civilización como el único estudio que vislumbró la real dirección de los cambios sociales violentos en un contexto intelectual en el cual nadie prestaba atención a las observaciones que asi lo indican. Asimismo, admira la tenacidad que mantuvo Elias pese a las zozobras y enojos suscitados por la sola afirmación de que existe un proceso de civilización. Se pregunta, entonces, cómo Elias logró mantenerse al margen de las modas académicas predominantes. Y la respuesta la encuentra en el ejercicio comparativo de las diferencias históricas, particularmente en las explicaciones del cambio psiquico de los hombres. Pinker encuentra valiosa la estrategia de Elias no solo en lo referente a las fuentes utilizadas para demostrar las transformaciones de los comportamientos en el medioevo, sino sobre todo en lo relacionado con la transformación descrita con ellas. Se trata de la evolución general de los hábitos mentales en dirección de una postergación cada vez más amplia de las satisfacciones, el aumento del autocontrol y la consecuente posibilidad de formarse ideas no egocéntricas acerca de los motivos de otros individuos.13
Pinker considera que sus propios esfuerzos no solo consisten en hacer suya la interpretación de Elias, sino también en ampliarla, lo cual trata de hacer a partir de la consolidación de varios datos estadisticos y del control empirico de las explicaciones dadas por el sociólogo. En tanto Elias no entra en la perspectiva de Pinker como un precursor de la visión procesual del pensamiento ni como referente de una estrategia psicogenética (en realidad lo hace solamente como intérprete de un proceso psiquico e histórico), es importante explicar en qué sentido se apropia de su obra. Después, se tratará de responder hasta qué punto el desarrollo del pensamiento puede establecerse de forma procesual en el ejercicio emprendido por Pinker. De todas formas, él mismo se siente fuertemente comprometido con el objetivo de Elias de desarrollar una visión intramundana de la cognición humana y su desarrollo histórico.
El proceso de la civilización y el declive de la violencia
Como se ha sugerido, Pinker no lee El proceso de la civilización a la manera de un texto de teoria psicológica. Lo estudia, más bien, como un libro que describe cambios concretos orientados en una dirección especifica. También cree importante referirse a los motores del cambio estudiados en él. En términos muy sucintos, a Pinker le parece relevante comprobar la hipótesis de acuerdo con la cual los cambios psiquicos descritos por Elias en el primer tomo del libro son causados por el aumento de las interdependencias humanas descrito en el segundo tomo. Para Pinker, la hipótesis respecto al cambio psiquico es la siguiente:
La teoria de Elias atribuye el descenso de la violencia europea a un cambio psicológico más amplio. Elias sugirió que, en periodo un de tiempo de varios siglos, que iria desde el siglo XI o XII hasta el XVII y XVIII, los europeos inhibieron cada vez más sus impulsos, previeron las consecuencias a largo plazo de sus acciones y tuvieron en cuenta los pensamientos y sentimientos de las otras personas.14
En general, se trata de la paulatina consolidación de mecanismos de autocontrol, los cuales conllevan a la aversión hacia actos violentos. Más adelante, Pinker explicita cómo cree que Elias explica el cambio de los comportamientos. Estos son algunos de sus argumentos:
Cuesta aceptar como explicación general que las personas se comportan de forma menos violenta porque aprendieron a inhibir sus impulsos violentos. Tampoco podemos estar seguros de que primero cambiará la impulsividad de la gente y que el resultado sea una reducción de la violencia, y no al revés. Sin embargo, Elias si propuso un desencadenante exógeno del inicio del proceso. De hecho, fueron dos. El primero, la consolidación de un verdadero Leviatán tras siglos de anarquia en el mosaico feudal europeo de baronias y feudos [...]. El segundo cambio exógeno durante la Edad Media tardia fue una revolución económica. La base económica del sistema feudal era la tierra y los campesinos la trabajaban. En una economia basada en la tierra, si alguien quiere mejorar su nivel de vida, y si vamos a mantenerlo durante una expansión maltusiana de la población, su principal opción será conquistar el territorio vecino [...]. Un juego de suma positiva es un escenario donde los agentes tienen opciones capaces de mejorar la suerte de todos al mismo tiempo. Un juego de clásico de suma positiva es el intercambio de favores, donde cada persona puede producir un gran beneficio a coste pequeno [...]. Un juego clásico de suma positiva en la vida económica es el comercio de excedentes. Si un agricultor tiene más cereal del que puede comer, y un pastor tiene más leche de la que puede tomar, los dos se beneficiarán si intercambian un poco de trigo por un poco de leche. Los juegos de suma positiva también modifican los incentivos para la violencia [...]. Y esto nos lleva al segundo cambio exógeno. Elias senalaba que, en la Edad Media tardia, los individuos comenzaron a abandonar el estancamiento técnico y económico. El dinero fue sustituyendo el trueque.15
Finalmente, Pinker esboza la forma en que piensa la relación entre el cambio social y el cambio psiquico: "y para prosperar en ese todo, era necesario cultivar facultades de empatia y autocontrol hasta que estas llegaran a ser -tal como Elias defendia- una segunda naturaleza".16
Según Pinker, Elias ofrece una teoria plausible y empiricamente verificable de los cambios psiquicos. También sugiere que en las últimas páginas de El proceso Elias dio claves para avanzar en la construcción de esta teoria. Se trata de entender cómo se difundieron las pautas de comportamiento europeas alrededor del mundo. Pinker entiende que si su lectura es correcta, el declive de las tasas de violencia se explicaria por el crecimiento de interdependencias comerciales entre distintos territorios del globo. Cree, asi mismo, que él cuenta con los conocimientos y las fuentes suficientes para ampliar la teoria de la civilización y mostrar su validez, y lleva a cabo este propósito, en primer lugar, refiriéndose a casos históricos concretos, y, en segundo lugar, constatando si las investigaciones neurofisiológicas son congruentes con la teoria de la civilización. Vale la pena observar en qué consisten estas iniciativas.
Ampliación y control empírico de la teoría de la civilización llevada a cabo por Pinker
La ampliación del proceso de la civilización, a juicio de Pinker, no solo debe estudiar el descenso de la violencia entre facciones de producción agraria, tal y como lo hizo Elias. El problema se debe extender al estudio de otras tendencias históricas. Por ello, piensa en la reducción de conflictos violentos entre clases sociales y, sobre todo, en la reducción de conflictos armados supraestatales. Pinker cree necesario este "ajuste", pues los trabajos basados en periodos más recientes han demostrado que no siempre las correlaciones planteadas por Elias llevan a una civilización de la conducta. Territorios con un Estado centralizado pueden presentar indices de violencia altos y, viceversa, territorios débilmente centralizados en ocasiones evidencian bajas tasas de violencia. Para Pinker, estos casos, lejos de refutar la teoria de la civilización, hacen necesario "anadirle una vuelta a la tuerca17 y estudiar cómo se difundieron los modelos de comportamiento en sectores de la sociedad que en principio no tuvieron ningún incentivo para integrarse en las redes de interdependencia mundiales. Su investigación del proceso civilizatorio asi planteada se centra en el problema de la clase social, las estadisticas comparadas en distintas regiones con pasado colonial, la violencia en Estados Unidos y el llamado proceso decivilizador acaecido en la década de 1960.
Violencia y clase. Mediante fuentes encontradas en distintos estudios criminalisticos de los siglos XIX y XX, Pinker estudia los indices de conductas violentas en distintas clases sociales. Asi, constata que, mientras las élites sociales disminuyeron significativamente sus tasas de homicidios, en las capas más deprimidas de la sociedad estas mismas tasas bajan a menor velocidad. De acuerdo con su lectura, los individuos de perfil socioeconómico más bajo, ante la ausencia de un Leviatán que garantice la incorporación de sus intereses en la estructura social, deciden emprender la justicia por sus propias manos, activando ciclos de venganza y violencia preventiva.18 "En otras palabras, el histórico proceso de la civilización no eliminó la violencia, sino que la relegó a ámbitos socioeconómicos marginales".19 Según Pinker, esto se debe a la proliferación de economias informales al margen de la ley, las cuales funcionan a espaldas del Estado.
Violencia en el mundo. Mientras los paises europeos, y en alguna medida los asiáticos, reducian sus indices de violencia, los nuevos estados nacionales, en especial los africanos y los latinoamericanos, incrementaron sus tasas de violencia con el tiempo. De acuerdo con las conjeturas de Pinker, esta tendencia refleja la trayectoria estatal de cada una de los territorios analizados. Al tiempo que las democracias se han hecho menos violentas como consecuencia de la institucionalización de las interdependencias comerciales y las autocracias han logrado desincentivar la violencia al interior de sus territorios, las nuevas repúblicas han incrementado el número de homicidios con el pasar del tiempo, como consecuencia de la retirada de los aparatos burocráticos coloniales. Las élites que reemplazaron a los antiguos gobernantes se apoderaron de los monopolios fiscales y, sin control alguno, repartieron los benefícios obtenidos a sus más cercanos. Se formaron entonces enfrentamientos con el objetivo de destruir los referidos monopolios o apoderarse de ellos mediante ejércitos privados y fuentes de financiamiento ilegales. El proceso deriva en la formación de ciclos de violencia basados en el temor, el honor y la venganza. Como se advertirá, esta lógica se cruza con la arriba expuesta acerca de la violencia en las clases bajas. Una élite gobernante que solo se interesa por repartir los benefícios fiscales entre sus más allegados tiene grandes dificultades para incorporar los intereses de quienes se sienten excluidos.
Violencia en Estados Unidos. Estados Unidos representa un caso excepcional en el paisaje internacional. A pesar de ser una de las democracias modernas más antiguas del mundo, la velocidad en la caida de los indicadores de violencia, sobre todo el homicidio, no se ha dado al mismo ritmo que en Europa. Para Pinker, este desfase en las tendencias se explica por los procesos de migración y colonización de las tierras norteamericanas. Mientras el norte de los Estados Unidos se pobló de comerciantes, en el sur se asentaron poblaciones dedicadas al pastoreo. En los estados del norte se formó una cultura basada en la consideración del otro y la repulsión de la violencia, mientras que en los estados del sur, el honor, la violencia "de auto ayuda" y el uso de las armas fueron funcionales para el sostenimiento de una vida basada en el cultivo de ganado y granos. La imagen del sur como una región "violenta" proviene de una cultura que, pese a la paulatina urbanización de los siglos XIX y XX, tiene en alta valia el honor. Las ofensas e injurias suelen ser respondidas de la misma forma, creando circulos de violencia cotidiana. En estas condiciones, el Leviatán solo interviene cuando los enfrentamientos se salen de control y amenazan el sostenimiento de la economia del pais.
Violencia en la década de 1960. Pinker encuentra que en dicho periodo hubo un aumento de crimenes violentos como el hurto, la agresión fisica, la violación y el homicidio. Una tendencia hacia el incremento del comportamiento violento sugeriria que el proceso de la civilización descrito por Elias estaria llegando a su fin. No obstante, para Pinker este no es el caso. A finales de la década de 1980, la civilización encaminó su marcha y las tasas de delitos se redujeron hasta cifras nunca antes vistas en la historia. Aun asi, vale la pena preguntarse por qué se dio una tendencia contraria a la descrita. ¿Puede acaso la teoria de la civilización arrojar luz sobre este fenómeno? En efecto, Pinker cree que las explicaciones sobre los motores del cambio psiquico son de suma utilidad para comprender la violencia actual.
Para Pinker, la década de 1960 representa una novedad en la forma en que se difunden las ideas. Las nuevas tecnologias inalámbricas, la televisión y la radio comunicaron a las personas de una manera más eficaz. Las generaciones más jóvenes encontraron nuevos espacios de socialización, lejos de los antiguos modelos de cortesia impuestos desde arriba. Al mismo tiempo, la revolución por los derechos civiles puso en tela de juicio los estándares de comportamiento de las élites. Tanto en el arte como en la intelectualidad tomó fuerza la critica cultural, y la idea de civilización se torno eje de critica. La misma idea de aplazar las satisfacciones para participar en las cadenas de interdependencia comerciales se hizo banal. Sin la posibilidad de planear a futuro a largo plazo, los motivos filogenéticamente más primitivos volvieron a florecer. El robo utilitario, la violación y el homicidio en forma de vendetta emergieron en un sector autoexcluido de las corrientes civilizatorias.
Como se puede apreciar en las anteriores anotaciones, Pinker no ve en el trabajo de Elias una explicación general de los cambios descritos. Observa, eso si, una hipótesis acertada de la dirección del cambio y sus motores. No le interesan, por ejemplo, las explicaciones referentes a la transformación de las coacciones que producen entre si los seres humanos. Tampoco se fija en las anotaciones que identifican un aumento en la historia de distancia psiquica entre la vida psiquica del nino y el adulto. Se fija, sobre todo, en la correlación entre el comercio, el Estado, el aplazamiento de las satisfacciones y el descenso de conductas violentas. La interacción entre estos elementos desembocará, de acuerdo con su lectura, en una reducción de las tasas de violencia. Cuando una de las anteriores variables se "desactiva", pueden florecer motivaciones para la agresión. Es necesario todavia explicar por qué cree el autor canadiense que la correlación se puede explicar sin contradecir los conocimientos actuales de la investigación neurofisiológica.
Las condiciones neurofisiológicas de la violencia y del proceso civilizador
Pinker sostiene que la violencia es una conducta universal de la especie humana. Sin embargo, eso no quiere decir que sea algo perenne. El sistema nervioso humano, como el de cualquier animal, ha evolucionado a partir de un proceso en el curso del cual tanto la violencia como el autocontrol pueden resultar adaptativos. En el caso del Homo sapiens, violencia y autocontrol no son opuestos. Para cooperar los seres humanos deben en alguna medida posponer la satisfacción inmediata de sus necesidades. La violencia especificamente humana implica la cooperación entre coaliciones de individuos. Por lo tanto, violencia y autocontrol para el caso humano están mutuamente implicadas. Dado que este tipo de comportamiento es más ventajoso desde el punto de vista evolutivo, el cerebro humano es el producto de un proceso en el curso del cual surgieron las habilidades mentales para interactuar con otros humanos, proteger a las crias y prevenir posibles ataques externos. Para Pinker, estas funciones vitales requieren coaliciones con individuos capacitados para el uso de violencia predatoria, la violencia preventiva y violencia orientada al honor. La violencia predatoria o utilitaria es funcional para el acopio de recursos alimenticios y ampliar la reproducción del grupo. La violencia preventiva disuade a los enemigos de un ataque utilitario. La violencia por honor y gloria asegura que otros individuos y grupos sociales quieran cooperar sin quebrantar las normas que lo permiten. Cuando un sujeto de la coalición o un grupo externo amenaza la forma de vida de un grupo, los "ofendidos" se sienten motivados a defender violentamente lo que da significado a su vida. Pinker muestra que esta explicación funcional tiene un correlato orgánico.
El cerebro humano está compuesto por una gran cantidad de sistemas altamente interconectados, a través de senales quimicas y eléctricas. Para Pinker, estos sistemas entran en una relación de mutua modulación o regulación, funcionan como rutinas y subrutinas orientadas al control y mantenimiento del organismo. Pinker sugiere que los mamiferos cuentan con un "sistema de la furia", compuesto principalmente por el hipotálamo, la amigdala y la corteza orbital. El orden asi dispuesto describe una secuencia que va de las áreas filogenéticamente más antiguas hasta las más recientes. Asimismo, dentro de cada una de ellas existe una gran cantidad de subestructuras densamente interconectadas. La descripción de Pinker se puede acotar de la siguiente forma: el hipotálamo es un conjunto de núcleos que regulan el estado fisiológico y motivacional de los animales. "Verifica la temperatura, la presión y la quimica del torrente sanguineo".20 Puede controlar la función de la hipófisis, encargada de enviar hormonas al torrente sanguineo para la producción de adrenalina, testosterona y estrógenos. La amigdala, por otra parte, regula el funcionamiento del hipotálamo, a través de conexiones con las partes del cerebro encargadas de la motivación y la memoria. Ante determinados estimulos o acciones, la amigdala "colorea" la situación con "un aura de ansiedad y terror". Por último, se encuentran los lóbulos frontales relacionados con la percepción y la toma de decisiones. Alli se ubica la corteza orbital. Esta zona se asocia con la integración de emociones y recuerdos en las decisiones del animal. Las conexiones entre todas estas zonas no funcionan solo de arriba hacia abajo, sino que "van en ambas direcciones. Es decir, hay un feedback e interacciones considerables entre esos componentes y otras partes del cerebro".21 Asi las cosas, se pueden activar distantes áreas del sistema de la furia dependiendo del repertorio conductual del organismo. La violencia predatoria funciona mediante la integración de percepciones y cálculos relevantes para la búsqueda de alimentos en el repertorio emocional. También en la defensa se activan circuitos especiales que permiten modular la respuesta mediante la secreción de sustancias que imprimen ansiedad o miedo a los actos.
En el caso del ser humano, estas estructuras se encuentran envueltas en una enorme corteza cerebral. De tal forma, un gran repertorio conductual, ligado a las entradas sensoriales, la cognición espacial, la cognición social y el reconocimiento de caras enojadas, puede regular las emociones. Del mismo modo, a través de densas conexiones, los sistemas ubicados en la corteza pueden recibir senales de reacciones viscerales generadas por el entorno, como por ejemplo cuando alguien dice que "le hierve la sangre de la rabia".22 Los sistemas ayudan a regular los comportamientos en función de la consecución de los objetivos del organismo.
Ciertas sensaciones viscerales de cólera, afecto, miedo y asco se combinan con los objetivos de la persona, y ciertas senales moduladoras se computan y envian de vuelta a las estructuras emocionales de las que surgieron. También se mandan senales hacia arriba, a regiones de la corteza que llevan a cabo una deliberación serena y un control ejecutivo.23
Las partes encargadas de modular y deliberar acerca de las acciones se encuentran en otras partes del cerebro. Esas zonas se encargan de evaluar si las acciones de los congéneres son intencionales o no, cotejar distintos cursos de acción y evaluar el tipo de escenarios que se pueden presentar ante la actuación u omisión. En suma, los módulos de la corteza cerebral se prestan para la evaluación del tipo de comportamiento que debe emprender el organismo para mantenerse con vida. Como se ha dicho, muchas de estas conductas implican el uso de la violencia.
Si bien estos apuntes están lejos de incluir todos los argumentos de Pinker en torno a la neurofisiologia de la violencia, ellos muestran que para el psicólogo canadiense la teoria de la civilización de Elias es verosimil desde el punto de vista de la biologia del cerebro. La mente, de acuerdo con Pinker, cuenta con multiples instrumentos cognitivos que pueden inhibir o fomentar la violencia. El uso de cada una de esas facultades depende del entorno dentro del cual se encuentre el organismo. Dado que el entorno relevante para el hombre es un entorno social, el uso de los distintos repertorios comportamentales depende de las exigencias que le planteen las relaciones con sus semejantes, de las intenciones que lea en ellos y de los temores que pueda sentir respecto a sus actos. En la medida en que estos entornos fomenten el cálculo y la consideración de los intereses ajenos para cumplir los objetivos propios, las partes del cerebro más racionales regularán las zonas más emocionales y, viceversa, las emociones fomentarán el desarrollo de las facultades cognoscitivas asociadas con el cálculo, la compasión y la empatia con individuos ajenos al ambiente próximo. "Para aprovechar las oportunidades, las personas debian hacer planes para el futuro, controlar sus impulsos, asumir las perspectivas de los demás y ejercitar las habilidades cognitivas y sociales necesarias para prosperar en las redes comerciales".24
Convergencias y divergencias con la perspectiva psicogenética de Elias
Se ha advertido que Steven Pinker lee El proceso de la civilización como un texto que describe acertadamente la dirección de los cambios psiquicos en la Europa medieval. Cree, además, que los motores descritos por Elias son verosimiles desde el punto de vista estadistico y biológico. En escenarios donde predominan el comercio, el Estado democrático y la libertad de prensa, los hombres tienden a ejercitar sus habilidades de cálculo, tener en cuenta los intereses de los demás, desarrollar habilidades abstractas y soportar en mayor medida las frustraciones. Por el contrario, en lugares donde el comercio y el Estado no florecen o no son legitimos, los sujetos tienden a ser más impulsivos, a despreciar la habilidad abstracta y a considerar los intereses y creencias de los vecinos como afrentas contra la forma de vida propia. Del mismo modo, cuando un individuo rompe las normas de cooperación de su grupo social se le suele culpar de interferir con el sano curso de los eventos naturales. De aqui surgirian las creencias en la superstición, la herejia y la traición. La interpretación de la teoria de la civilización es la siguiente: en la medida en que las cadenas de interdependencia crecen, se expanden e involucran a más individuos, se forman demandas para que las facultades cognitivas superiores -los mejores ángeles de nuestra naturaleza- se ejerciten y tomen el mando en el desarrollo de las conductas.
De esta manera, se puede apreciar que si bien Pinker interpreta adecuadamente el armazón del proceso de la civilización, unicamente toma en cuenta la dirección general del cambio y las variables que afectan dicho cambio. Es decir, omite el modelo general de la interpretación psicogenética elaborada por Elias. No es posible averiguar si esta omisión se llevó a cabo intencional o inconscientemente, pero si es posible indagar por qué se da este tipo de lectura. La forma en que ambos delimitan el objeto de estudio guarda semejanzas considerables y también diferencias de importancia, lo cual les permite considerar o descartar determinados acontecimientos de la historia cultural como elementos dignos de estudio empirico.
Semejanzas
Tanto Elias como Pinker están formados en psicologia. El primero estudió filosofia y medicina durante las tres primeras décadas del siglo XX, periodo en el que la psicologia del desarrollo se constituia como eje de integración para las subespecialidades de la disciplina.25 Steven Pinker se educó también como psicólogo en la década de 1960, cuando la llamada revolución cognitiva norteamericana de mediados de siglo empezaba a ejercer verdadera influencia en los diferentes programas de investigación empirica. De igual forma, ambos consideran que sus investigaciones en la comparación histórica pueden contribuir a sus respectivos terrenos de estudio. No cabe duda, entonces, de que a Pinker le llama la atención el interés que Elias siente por el desarrollo del aparato cognitivo humano a lo largo del tiempo.
Asimismo, interpreta que Elias, de alguna u otra forma, no se siente atraido por la moda conductista que imperó en la psicologia y las ciencias sociales norteamericanas después de la Segunda Guerra Mundial. Además Pinker entiende que tanto él como Elias parten de la firme convicción de que las estructuras mentales son un objeto de estudio empiricamente abordable. En tal sentido, la primera coincidencia entre ambos autores radica en su interés por delimitar su objeto de estudio de forma tal que sea congruente con los conocimientos obtenidos y ya establecidos dentro de otras disciplinas cientificas más maduras.
Ambos parten de conocimientos obtenidos por la ciencia biológica y del presupuesto de que el conocimiento no es algo de lo cual se pueda decir que es acorde o no con principios a priori o alguna verdad metafisica. Para que a un organismo le sea viable mantener el intercambio energético, este debe comportarse de forma eficiente ante las resistencias ofrecidas por el entorno. Esta presión evolutiva desemboca en la formación de sistemas nerviosos que buscan información relevante para mantener el equilibrio corporal. En el caso de los mamiferos superiores, la interacción con el mundo implica información orientada al establecimiento de lazos de cooperación con sus congéneres. En la literatura naturalista, este tipo de habilidad recibe el nombre de cognición social. El caso del Homo Sapiens constituye un reto para la investigación, porque esta especie muestra una habilidad extraordinaria para aprender nuevas pautas de conducta en correspondencia con los cambios acaecidos en el entorno. Más aun, los humanos cuentan con la habilidad de modificar las pautas de conducta aprendidas para elaborar nuevas formas de cooperación. Pueden, de hecho, construir artefactos para incrementar la eficiencia del aprendizaje mediante la formación de instituciones sociales, es decir, a través de la forma en que se representan y transmiten los comportamientos ajenos. Por ello, solo los humanos desarrollan una historia cultural.
Para Pinker y Elias, la idea de que las condiciones de posibilidad del conocimiento son de carácter empirico es central. Dicha conclusión les permite poner en tela de juicio la antigua afirmación de que toda acción -incluso la formulación de teorias- debe presuponer aquello que el investigador encuentra como esencial para formar un objeto de estudio. Este conocimiento es crucial también para superar el circulo vicioso en virtud del cual etnógrafos e historiadores se enredan ante la constatación de que toda formulación implica el punto de vista del sujeto cognoscente. Ambos autores, formados en el estudio cientifico de la cognición, entienden que la psicologia, la sociologia y la concepción histórica del ser humano son herramientas cognitivas de suma importancia para el aumento de su competencia de acción en el entorno que ellos mismos han configurado a lo largo del tiempo. La conclusión a la que ambos arriban consiste en que las cosas asi percibidas dejan al humano de cara a si mismo. Cualquier esfuerzo por incrementar la competencia humana para controlar los procesos sociales formados por la especie debe ser emprendido por ella misma. No existe ni destino, meta o valores que estén dados de antemano. La historia consiste en aquello que los seres humanos logren o no hacer con las herramientas cognitivas y conceptuales que logren desarrollar. El problema radica en que no todos consiguen hacerse a esta idea. Pocos logran desprenderse de la idea de que, conforme se argumentó anteriormente, la humanidad está orientada per se a la autodeterminación, la libertad y la igualdad. Aqui también surgen las divergencias entre Elias y Pinker, pues cada uno explica la naturaleza de estas dificultades de modo distinto.
Ambos autores asumen el hecho de que la autodeterminación de los seres humanos y las culturas no es algo que estos hayan concebido desde el inicio de la historia. Tal idea es moderna por excelencia. Los modernos son conscientes de su unicidad. No obstante, desde hace tiempo les cuesta encarar el hecho de que este valor, asociado al descubrimiento de que son ellos mismos quienes construyen su propia historia, no constituye un sentido inmanente dado de antemano. Elias y Pinker atribuyen las dificultades para asumir la historicidad de una imagen de la naturaleza humana altamente valorada. Elias habla del Homo clausus y Pinker alude a la tabula rasa. Las dos acepciones vienen a expresar la idea de que los hombres se representan a si mismos como seres indeterminados. Su condición humana asi imaginada les brinda el confort emocional de que sus anhelos siempre se impondrán ante los problemas y las adversidades. Es una visión cómoda y reconfortante de la propia situación, pero impide formarse una imagen realista de la naturaleza de las angustias generadas por la presión que ejercen entre si individuos inmersos en redes de mutua dependencia. En tanto que la indagación psicológica e histórica implican aplazar en alguna medida la satisfacción generada por esta convicción y enfrentar el hecho de que los propios deseos no son universales a la especie ni han condicionado siempre su actuar, su puesta en duda se trata como una herejia. Asi pues, Elias y Pinker coinciden en que el peso de las emociones puede interferir en la percepción de los objetos de estudio. No es extrano, entonces, que las diferencias observables en los hábitos psiquicos de individuos de distintas culturas no sean percibidas como algo digno de explicación. No obstante, identificar este fenómeno como problema no implica de antemano su solución ni su explicación. Justamente en este punto Elias y Pinker se distancian, pero el segundo no parece percibir tal diferencia. Los dos conceptualizan la naturaleza de estas dificultades de distinta forma.
Las divergencias
Las diferencias entre las observaciones de ambos autores tienen su origen en la forma en que ambos se plantearon el estudio de la relación entre la evolución cognitiva y la evolución social. La manera en que Pinker afronta el problema lo lleva a omitir aspectos centrales de El proceso de la civilización, tales como el proceso de feudalización, el equilibrio cambiante entre fuerzas centralizadoras y fuerzas descentralizadoras en la organización de la logistica de dominio, el surgimiento de un monopolio fiscal estable y la función de la integración de la burguesia en la corte durante dicho proceso. Asimismo, Pinker nunca se refiere a los apuntes de Elias referentes a un creciente distanciamiento entre la vida psiquica de los ninos y los adultos. Habrá todavia que responder por qué estos contenidos no caben en el esquema de la civilización desarrollado por Pinker a partir de los materiales que le brinda Elias. ¿Por qué, pese a las considerables semejanzas, los fenómenos a explicar divergen?
Pinker parte de una interpretación radicalmente funcionalista del desarrollo cognitivo. Asume que las diferentes estructuras y representaciones mentales surgen en un proceso de adaptación al entorno evolutivo de los seres humanos. Esto implica que la cognición humana encuentra su explicación en la historia de la adaptación filogenética de la especie humana a un nicho ecológico caracterizado por la caza y la recolección en las grandes praderas africanas del Pleistoceno. Todas las habilidades mentales de la especie, de acuerdo con esta hipótesis, se habrian formado en el curso del descrito proceso. Como se vio a propósito de la neurofisiologia de la violencia, los mecanismos mentales asi explicados pueden llegar a interactuar modulando y retroalimentándose unos a otros, de tal forma que uno puede inhibir al otro o estimularlo. Las emociones, por ejemplo, pueden fomentar o impedir el cálculo sopesado de los cursos de acción propios y ajenos; y los mecanismos orientados a la consecución de objetivos posibilitan aprovechar partes de la cognición espacial para representar cursos de acción alternativos y actuar en consecuencia. Todo depende de los entornos a los cuales se tenga que enfrentar el organismo. En un entorno donde predomina la caza y la recolección, y por lo tanto la violencia predatoria, puede ser muy útil responder a cualquier evento como si se tratara de una acción humana. Por el contrario, en un ambiente caracterizado por amplias cadenas de interdependencia, puede llegar a ser necesario tratar los actos ajenos como producto de un largo proceso de interacciones o ser útil reemplazar la interpretación de los fenómenos sociales en términos personalistas por la correlación de variables impersonales. En ambos casos, la adecuada regulación emocional del organismo resulta imprescindible.
Pinker se forma semejante idea del desarrollo cognitivo en concordancia con las investigaciones realizadas en el terreno de la experimentación en la modelación de comportamientos a través de escáneres y reproducciones artificiales de modelos cognitivos, emprendidas con gran intensidad después de la década de 1960.26 Gracias a estas formas de aproximarse a la conducta humana se ha encontrado que las distintas tareas enfrentadas por los seres humanos en los experimentos implementan distintos sistemas de conexiones neuronales tanto en ninos como en adultos, especialmente aquellas que se refieren a la organización de percepciones sensoriales. Con base en tales hallazgos, Pinker y sus colegas cercanos de la psicologia evolutiva aducen que la mente humana debe tener una estructura modular que es adaptativa a la vida social: visión, audición, recursividad, cognición espacial y cognición social.
Sin embargo, la osadia de Pinker consiste en arriesgar una explicación acerca de qué forma esos módulos o sistemas cognitivos pueden dar curso al cambio cultural observado en los informes historiográficos. De esta manera, procura dar cuenta del proceso de secularización humana, en un trayecto en el que las explicaciones subjetivistas del mundo son reemplazadas por explicaciones mecanicistas. No hace falta reiterar que la solución la encuentra en las demandas que un entorno social moderno ejerce sobre la estructura modular de la mente humana. Como deja entrever el titulo de su texto más extenso, en sociedades donde predomina la interconexión a través del mercado monetario y la salvaguardia de los intereses individuales por parte de un Estado democrático, los sujetos "sacan los mejores ángeles de la naturaleza humana".27 Y sucede asi porque, de acuerdo con su lectura, al actuar en función de la reproducción y supervivencia propia, los organismos pueden llegar a comportarse coordinadamente y cooperar. Una vez se abre paso la cooperación, no hay una barrera que impida su desarrollo, pues los organismos pueden llegar a razonar que aquello que desean y les da felicidad se puede conseguir más fácil a través del intercambio de funciones. La forma más sofisticada de este intercambio se da en sociedades con una economia liberal regulada por Estados modernos de mercado. En este tipo de sistemas sociales, según Pinker, surge un equilibrio adecuado entre emociones sociales y cálculos racionales, pues los individuos cooperan en función de aquello que necesitan para sobrevivir y les da felicidad, por ejemplo, la vida larga, la seguridad, el sustento y la salud. En una economia de mercado, en tanto que solo se producen elementos funcionales al deseo humano, las personas pueden incluso preservar tabúes primitivos.
No es dificil percibir en este punto que hay una mezcla entre hechos factuales y utopias liberales. El autor mismo encuentra que su diagnóstico es dificil de asumir, pero adjudica este hecho a que en la actualidad todavia reina la creencia según la cual la historia persigue un fin último. En este punto, el problema radica en que dificilmente un cientifico cognitivo puede eludir el hecho de que toda creencia humana tiene como condición empirica precisamente unas estructuras cognitivas. Para Pinker, la noción de que la mente cuenta per se con la capacidad de redefinirse de formas indefinidas y acordes a los anhelos de los hombres no es otra cosa que un atavismo cognitivo. No es más que una causalidad directa, donde el tipo de modelo subyacente a la acción humana y la idea de contaminación de sustancias se utilizan para hacer comprensible las interacciones humanas.28 Los medios de comunicación y los intelectuales dedicados a la critica cultural no hacen sino sacar provecho a estos sesgos cognitivos.
Ahora bien, ¿cómo pueden mantenerse a flote estas tendencias en entornos tan complejos como el que ofrece el siglo XXI? A Pinker no le resulta nada fácil responder a esta pregunta. Para hacerlo, tematiza la radicalización politica actual y sugiere que las personas pueden suscribir opiniones en función de asegurar su pertenencia en un grupo. Pero aún asi entiende que los grupos solo sobreviven en tanto los individuos creen en ellos y esto lo lleva de nuevo al problema de por qué en un mundo altamente interconectado pueden mantenerse creencias no funcionales para el sostenimiento de tales conexiones. Al final, parece renunciar a dar una explicación y se inclina más por la consejeria y la autoayuda. En última instancia, da la impresión de conformarse con la recomendación de que los seres humanos pueden afrontar el hecho de que la vida carece de sentido per se, pues esto no implica ningún zeitgeist. Los humanos podrian aprender a disfrutar la constatación de que solo ellos imprimen sentido a sus acciones, pero a Pinker le desconcierta, sin embargo, que no cuenten con las herramientas conceptuales para hacerlo.
Norbert Elias parte de una situación muy distinta. En su época de estudios, los conocimientos neurobiológicos no se encontraban tan desarrollados ni se habia planteado la posibilidad de modelar las conductas a través de modelos computacionales. No obstante, si se contaba con la oportunidad de comparar animales, ninos y adultos de distintas culturas. Los esfuerzos consistian, por ende, en lograr una descripción de las regularidades cognitivas en cada uno de los estadios psiquicos que se mostraban a la observación. Sin duda alguna, Elias estaba interesado en integrar los registros etnológicos e historiográficos en la formulación del problema. Por eso en la introducción original a El proceso de la civilización se refiere a que antes de emprender o presuponer una explicación sobre la organización de la psique es necesario cerciorarse de que efectivamente los cambios en el curso de la historia del comportamiento humano y su modelación siguen una dirección discernible. La aparición de modales en la mesa, en el dormitorio y en el bano no solo son fuentes creativas para evidenciar los cambios. Estas fuentes cumplen una función catalizadora, según sus propias palabras, porque evidencian cómo ocupaciones elementales, esto es, menesteres fisiológicos universales a la especie, cambian en el curso de los siglos. Para Elias es claro que hay una transformación en la dirección de un aplazamiento cada vez más prolongado de las satisfacciones. Acto seguido, le parece indispensable plantearse si este aplazamiento se relaciona con la forma en que los individuos modelan o representan sus propios comportamientos. Y resulta que en esta dirección también encontró resultados significativos. El aplazamiento cada vez mayor de la satisfacción emocional repercute en la posibilidad de representarse de forma más distanciada los propios modelos de conducta y en la posibilidad de llegar distanciadamente a la representación de su actuar y sus consecuencias. Como es sabido, el proceso deriva en la aparición de la etiqueta en la corte, donde la adecuada interpretación de la conducta propia y ajena en el curso de las interacciones sociales juega un papel fundamental en la vida social de los cortesanos.
Elias llega a estas hipótesis gracias a la forma de delimitar su problemática. Y, dado que no parte a priori de la existencia de una dirección discernible ni de la existencia de una relación entre componentes cognitivos y emocionales, comprueba que en el curso del desarrollo histórico va cambiando paulatinamente la forma en que los hombres se observan a si mismos. Por este motivo, sabe que la posibilidad de representarse y desarrollar modelos para integrar cada vez más observaciones sobre el mundo natural y social depende de la forma en que los hombres se entienden a si mismos. Una de sus constataciones al respecto, desde muy temprano en su carrera, es que la autopercepción de los hombres no siempre resulta funcional a los procesos sociales ni a la ampliación de los conocimientos naturales. El mismo peso emocional de la imagen de si mismo puede desencadenar miedos que impiden afrontar distanciadamente determinadas situaciones sociales. Esto lo pudo comprobar a propósito de los cortesanos, quienes a pesar de aprender a modificar sus hábitos y la forma de entenderse a si mismos en muchos sentidos, no pudieron afrontar el hecho de que su posición social perdió prestigio y relevancia para el amplio entramado de la sociedad. A muchos de ellos tal dificultad les costó la vida.
Elias También se enfrentó a este problema en relación con las sociedades del siglo XX. Para individuos formados en sociedades industriales, es fundamental tener una gran cantidad de conocimientos que conllevan el continuo cotejo entre posibilidades de acción. Para ellos resulta primordial una forma de modelar y representar su propia conducta acorde con la necesidad de tomar decisiones frente a su existencia. Un camino cierra otros caminos, y un error de cálculo puede ser totalmente contraproducente para sus objetivos. Esta forma, que resulta muy funcional para sobrellevar la vida en un entorno altamente interconectado, puede ser poco funcional para apreciar adecuadamente (con distancia) la idea de que el propio futuro no depende exclusivamente de las propias decisiones. La frustración y la necesidad de continuar una vida acorde con las expectativas generadas por una constante tensión psiquica generan representaciones fantasiosas sobre la naturaleza de los propios problemas y frustraciones. Asi, conocimientos que implican, como diria Pinker, una alta dosis de recursividad y manipulación de simbolos y relaciones lógicas, no siempre implican inmediatamente transformaciones en las pautas de modelación de los comportamientos. De hecho, la posibilidad de tal transformación no depende exclusivamente de la complejidad de las interconexiones, sino de que los individuos puedan anclar sus expectativas a tal forma de organización. La pregunta radica en si un sistema espontáneo de economia de mercado puede afrontar tal reto. Esto aún habrá que investigarlo.
Conclusiones: el problema de la modelación del yo en la historia cultural
A lo largo de este articulo, se ha tratado de mostrar que la recepción de la estrategia psicogenética de Norbert Elias por parte de Steven Pinker brinda una oportunidad para demostrar hasta qué punto se ha logrado consolidar una visión procesual del pensamiento humano en la interpretación del desarrollo cultural humano. El esfuerzo radica en esclarecer esquemáticamente en qué consisten las posibilidades y las dificultades cognitivas de tal emprendimiento. La oportunidad la brinda el propio Pinker, pues, a diferencia de varios cientificos sociales, logra ver los cambios psiquicos descritos en el proceso de la civilización como algo indispensable para ampliar el entendimiento de la historia cultural. Al igual que Elias, Pinker entiende que para explicar el mundo mental propio es menester realizar una reconstrucción empirico-procesual.
También se ha sugerido que ambos encuentran plausible tal tarea en virtud de los conocimientos biológicos acerca de la evolución de la constitución biológica de la especie como condición de la historia cultural. Este conocimiento los habria blindado ante la necesidad de presuponer la propia experiencia subjetiva para emprender la comprensión de los hombres del pasado. Las diferencias radican en la forma de delimitar la relación entre desarrollo histórico y desarrollo cognitivo. Pinker parte del presupuesto de que para eliminar la experiencia subjetiva del investigador es necesario empezar con las observaciones experimentales. En ellas, se ha verificado la existencia de zonas de conexiones cerebrales altamente diferenciadas. Presupone Pinker, entonces, que la estructura general de la mente del hombre es modular. Probar la hipótesis implica que una estructura mental de tales características -cuando entra en interacción con otras mentes de esas mismas características- puede cooperar en las distintas formas en que lo muestran las observaciones históricas: en dirección de una secularización creciente del mundo natural y la expansión de cadenas de interdependencias. El esquema de Pinker indica que, en la medida en que la cooperación crece y supera los benefícios de actuar en solitario, se forma la necesidad de desarrollar las habilidades mentales para cooperar. En su perspectiva funcional, esto quiere decir que se demanda el ejercicio de habilidades relacionadas con la abstracción, la empatia, y el autocontrol. El proceso entre evolución social y ejercicio mental se refuerzan mutuamente.29
La lógica funcionalista de Pinker dificulta entender las apreciaciones de Elias sobre el proceso civilizatorio, que van más allá de la mera correlación entre el aumento de la complejidad social e incremento del autocontrol individual. Si bien esta es una lectura que no contradice las lineas generales del esquema desarrollado por Elias, si pierde vista un problema que este último afrontó desde muy joven: la génesis de los miedos sociales. No se trata de que autores como Pinker no reconozcan el peso de los temores y el estrés en la forma en que los hombres perciben su entorno. El problema radica en la explicación de la continuidad de una visión del mundo de la cual se ha dicho que no es funcional para una sociedad global altamente interconectada.
Por su parte, Elias plantea una estrategia gracias a la cual es posible seguirle el desarrollo a la génesis de los miedos humanos. Su estrategia se relaciona con la constatación de que, para lograr la coordinación con el mundo, el nino humano debe adquirir las pautas de comportamiento y los modelos de coacción de las experiencias en el entorno social más próximo. El aplazamiento de las emociones elementales permite la formación de modelos coactivos, y esos modelos de coacción se consolidan o se transforman en la medida en que le permiten al organismo conectarse con otros representantes de la especie. Elias no presupone que ese modelo sea funcional a la interpretación del mundo natural ni al mundo de las figuraciones sociales más amplias. Puede serlo en alguna medida o no. Lo relevante de su interpretación radica en que los individuos perciben la funcionalidad de las interacciones en las que participan a partir del desarrollo de una imagen de si mismos. Toda interpretación del mundo, experimental o no, implica la perspectiva del observador. De nuevo, no necesariamente esa forma de entenderse en relación con el mundo puede ser funcional al mantenimiento de la propia forma de vida. Es más, el temor a perder unas pautas que hasta el momento han hecho viable la propia vida puede desencadenar todo tipo de fantasias protectoras. Para Elias, comprender el desarrollo de los propios temores hace parte de entenderse como parte de un proceso en curso. En la psicologia evolutiva el problema se aborda como un epifenómeno. Los hombres deben dejar el problema de la autoimagen y la identidad del yo para conversaciones de mesa con amigos.30 El problema no se puede resolver empiricamente.