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Anuario Colombiano de Historia Social y de la Cultura

versión impresa ISSN 0120-2456

Anu. colomb. hist. soc. cult. vol.50 no.2 Bogotá jul./dic. 2023  Epub 08-Abr-2024

https://doi.org/10.15446/achsc.v50n2.105239 

Reseñas

Álvaro Acevedo Tarazona, Angie Daniela Ortega Rey y Andrés Correa Lugos. Una crónica noticiosa de 1968 en Colombia. Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2021. 384 páginas.

ANDERSON PAUL GIL PÉREZ1 
http://orcid.org/0000-0002-9741-4220

1 Universidad Tecnológica de Pereira, Colombia http://orcid.org/0000-0002-9741-4220 andersonpaulgp@gmail.com


La historiografía social y cultural de América Latina le otorga un papel destacado a 1968. De este año se escribe como un momento de ruptura generacional y como la puesta en escena de una bifurcación de tradiciones intelectuales de distintos tiempos y con intereses variados. Se advierte que 1968 fue la punta del iceberg de una transformación planetaria. A veces se le presenta como el año icónico de la crisis de la sociedad de la posguerra y, al mismo tiempo, se exhibe como el punto visible de una generación de personas entre los 15 y 30 años que se asumieron como jóvenes y que generaron un cambio de paradigma e insertaron en las edades sociales una nueva: la juventud. El año 1968 se presenta como el símbolo de la transformación planetaria que al mismo tiempo fue la causa y la consecuencia de una época y de una generación que fue combativa frente a la necesidad de generar transgresiones sociales, culturales, sexuales, musicales, etc.

Hasta el momento la preocupación historiográfica ha sido central en Francia, donde Mayo del 68 se encuentra entre los referentes estructurales de la relación del pasado y el presente de la población. En otros lugares, como México, hablar del 68 remite a los acontecimientos de julio a octubre de este año, los cuales marcaron la lucha por la democracia de los jóvenes y la autonomía universitaria y desnudaron las desigualdades y el autoritarismo del régimen priista.1 Así que la forma en que este año ha sido objeto historiográfico ya ha superado en mucho la exclusiva revisión de los acontecimientos, e incluso en campos como la historia política o la construcción de la memoria histórica se cuestiona la transformación de la fecha en las décadas posteriores.2

Si se observa el caso colombiano, no es sorpresivo encontrar que, en cuanto a 1968, se percibe el síntoma de un ostracismo historiográfico que muchas veces se interesa por el conocimiento profundo de los procesos históricos regionales y nacionales, pero sin ponerlos en diálogo continental y global. De ahí que el trabajo de Álvaro Acevedo Tarazona resulte pertinente para pensarse una historiografía de la movilización social y estudiantil, de la construcción de la universidad latinoamericana alrededor de los procesos de conflicto y, en el caso de 1968, que trascienda las fronteras nacionales. En este marco, Acevedo y su grupo de trabajo ha logrado consolidar una mirada alrededor de varias líneas de investigación, entre ellas, la que tiene que ver con el movimiento estudiantil colombiano y latinoamericano y con el análisis sistemático de lo que en otros trabajos suyos denomina la revolución planetaria de 1968. En obras anteriores, Acevedo Tarazona plantea que 1968 fue un punto medio dentro del desarrollo de los años sesenta y setenta que sirvió para concatenar una serie de transformaciones en las mentalidades colectivas de los jóvenes -nuevos actores generacionales-, pero que también tuvo manifestaciones culturales e intelectuales ligadas con la construcción de una cultura impresa que fomentó la circulación de las ideas en Europa y América, y entre el Norte y el Sur.3

En este contexto, cobra sentido la publicación de la obra Una crónica noticiosa de 1968 en Colombia, en la que Acevedo Tarazona, junto con Angie Daniela Ortega y Andrés Correa Lugos, se preguntan por los itinerarios de 1968 en los diarios de la gran prensa colombiana, aunque no exclusivamente en el país. Se rastrean así los elementos del día a día noticioso mediante el uso de la crónica para el abordaje de la historia, enfoque del que hizo gala en su momento, por ejemplo, Daniel Pécaut,4 y que permite reconocer los elementos sustanciales y cotidianos de un periodo histórico. En particular, Acevedo, Ortega y Correa dan relieve a la noción de crónica del escritor Gustavo Colorado Grisales, como "una posibilidad de comprensión del mundo, en una manera de mostrar lo que la noticia escueta no deja ver ni sentir de lo esencial de seres de carne y hueso" (p. 44). Así pues, los autores rastrean como sabuesos los pormenores de un año y no discriminan entre las escalas espaciales de los hechos y, más bien, los articulan.

De esta manera, en la obra se profundiza en 1968 como un año central de los global sixties para rastrear el día a día noticio a partir de la revisión de diarios como El Tiempo, El Espectador, El Heraldo, El Colombiano, El País, El Espacio y Vanguardia Liberal. Para los autores, el sentido de la reconstrucción histórica reside en la posibilidad de "constatar que en 1968 principalmente en las ciudades, se sienten los efectos de la revolución cultural planetaria del 68" (p. 41); al mismo tiempo, ello permite registrar los procesos endógenos de un país que avanza dos pasos hacia la modernidad, pero retrocede uno por cuenta de sus problemas sociales, políticos y de violencia. Como correlato de esta preocupación por los detalles noticiosos de 1968 se encuentra una investigación que pretende indagar por las características y los significados de lo que los autores denominan la "utopía antisistémica de los años sesenta", con "sus discontinuidades en las siguientes décadas y los procesos de represión estatal que se derivan de la movilización social, especialmente, la estudiantil universitaria" (p. 43).

Antes de iniciar el recorrido por el mes a mes de 1968, los autores ofrecen un análisis introductorio con las líneas temáticas de su abordaje. Parten de las posibilidades analíticas que ofrece 1968 para problematizar relaciones que son fundamentales para los historiadores de hoy, como el tiempo y el presentismo, ese presente prolongado, o para dar relevancia a los macroacontecimientos, ello con apoyo en filósofos de la historia, el tiempo y el presente como Hans Ulrich Gumbrecht, Byung-Chul Han, Immanuel Wallerstein o Slavoj Žižek. Esta reflexión sobre las implicaciones de 1968, como referente temporal en el ámbito historiográfico, permite que los autores definan algunos tópicos que tanto en el mundo como en Colombia les parecen característicos del año estudiado: las preguntas por los cuerpos y la exploración de la sexualidad, la sensualidad y las emociones de la generación de los años sesenta, con un sentido de transgresión. Así mismo, los autores proponen pensar su objeto de estudio como una huella estética y rebelde de la época en la que confluyen expresiones artísticas y un descontento general, considerando que en Colombia esos años fueron los de la ebullición del nadaísmo, como una forma de reproche a los tiempos sociales del progreso. Por supuesto, no podía dejarse de mostrar la crítica robusta que realizó la generación de los sesenta a la sociedad, la familia y al Estado, en sus formas hegemónicas de dominación y establecimiento de parámetros sociales y culturales, en su relación con las ideas de progreso y desarrollo capitalistas.

Los autores progresan cronológicamente y mes a mes con un acercamiento pormenorizado al acontecer nacional en relación con las dinámicas internacionales: aparece el registro desde las homilías del papa Pablo VI y las tensiones vaticanas, por ser determinante en la guerra de Vietnam, hasta la participación de Colombia en la Asociación Latinoamericana de Libre Comercio (ALALC). Asimismo, entre muchos otros temas, se abordan las noticias más actualizadas de los grupos guerrilleros orientados por el Che Guevara, así como las confrontaciones entre el gobierno y las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), el Ejército Popular de Liberación (EPL) y el Ejército de Liberación Nacional (ELN), y las acciones militares de estos grupos en las principales ciudades del país. Como ejemplo de estas acciones citan el estallido de un petardo en el barrio La Castellana en Bogotá con el objetivo de dañar a personal de la embajada de Estados Unidos. Incluso, más que la relación entre acontecimientos y procesos que la prensa colombiana permite establecer, constituye un aporte significativo de los autores poner en diálogo procesos microespaciales como la huelga estudiantil en la Universidad Industrial de Santander con los sucesos del Mayo del 68 francés; o la denuncia del alcalde de Pereira, Enrique Millán Rubio, sobre el abandono de "locos" en su ciudad por cuenta de la publicidad de El Tiempo, como forma de solucionar los problemas de indigencia en grandes ciudades como Bogotá, Medellín y Cali.

De esta manera, la obra reseñada no se enfoca exclusivamente en los jóvenes y sus formas de movilización nacional e internacional -aun siendo estos actores muy relevantes en la mirada de los autores-. Sus énfasis son más amplios y alcanzan a revisar aspectos tan cotidianos como la violencia, la delincuencia, el crimen, la falta de oportunidades laborales en algunas de las "modernas" ciudades colombianas, así como temas de espacio público, de confrontación entre grupos armados y las fuerzas de seguridad del Estado, pero también de religión y presencia eclesiástica en la vida regional y nacional. Por supuesto, el carácter cotidiano nacional y regional de la obra está acompañado por los grandes temas y actores del momento: la Unión Soviética, como aquel territorio político omnipresente en los discursos periodísticos colombianos, en un periodo de profundo anticomunismo liderado por El Tiempo; China y la Gran Revolución Cultural de Mao Tse-Tung, presentada como la culpable de miles de refugiados por Asia; la Revolución Cubana, Fidel Castro y el Che Guevara, protagonistas también de las páginas periodísticas que son estudiadas.

Todo esto no escapa a una descripción ágil que se ambienta con referencias de historia, ciencias sociales y literatura, que les posibilitan a los lectores conectar los sucesos locales con los procesos globales. En suma, la obra que presentan Acevedo, Ortega y Correa viene a nutrir la necesaria reflexión sobre la forma de hacer y escribir la Historia; es una oportunidad para acercarse a otros formatos que, como la crónica, coadyuvan a construir un relato más variado de los procesos históricos, no por ello menos riguroso y, claro está, con otros objetivos de partida. Por último, es pertinente reiterar que la obra de Acevedo, Ortega y Correa se inserta en líneas de investigación que a nivel latinoamericano se encuentran en un momento de ebullición y que dan cuenta de la necesidad de profundización y de conexión de la historiografía colombiana con las historiografías continentales de países cercanos, como México, Argentina, Chile, etc.

1Sergio Arturo Sánchez Parra, El 68 en Sinaloa. Una lucha por la democracia (Guadalajara: Astra Editorial, 1968).

2Eugenia Allier Montaño, 68 El movimiento que triunfó en el futuro. Historias, memorias y presente (Ciudad de México: Universidad Nacional Autónoma de México / Bonilla Artiga Editores, 2022).

3Álvaro Acevedo Tarazona, 1968, historia de un acontecimiento: utopía y revolución en la universidad colombiana (Bucaramanga: Universidad Industrial de Santander, 2017).

4Daniel Pécaut, Crónica de dos décadas de política colombiana, 1968-1988 (Bogotá: Siglo XXI, 1988).

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