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Lecturas de Economía

versión impresa ISSN 0120-2596

Lect. Econ.  n.73 Medellín jul./dic. 2010

 

ARTÍCULOS

 

Amenazas y ventajas de la enseñanza de la Historia del Pensamiento Económico hoy

 

Pros and Cons of Teaching and Research in the History of Economic Thought Today

 

Menaces et avantages pour l'enseignement et la recherche de l'Histoire de la pensée économique aujourd'hui

 

 

Andrés Álvarez*; Jimena Hurtado**

*Profesor asociado de la Universidad de los Andes. Dirección electrónica: ca.alvarez967@uniandes.edu.co. Dirección postal: Universidad de los Andes, calle 19A #1-37 Este, Bloque W, Of. 816. Bogotá, Colombia.

** Profesora asociada de la Universidad de los Andes. Dirección electrónica: jihurtad@uniandes.edu.co. Dirección postal: Universidad de los Andes, calle 19A #1-37 Este, bloque W, Of. 813. Bogotá, Colombia.

Una primera versión de este texto se presentó durante la Primera Jornada de Estudios en Historia del Pensamiento Económico, Universidad EAFIT de Medellín, octubre 29 y 30 de 2009. Agradecemos, particularmente, los comentarios de Jorge Barrientos, José Félix Cataño, Mario García, Alejandro Gaviria, Edith Klimovsky, Mauricio Pérez y Luis Guillermo Vélez en esa ocasión y, posteriormente, los de Oscar Iván Pérez. Jimena Hurtado agradece los comentarios a una primera presentación en la Conferencia de la APEE, Ciudad de Guatemala, 5-7 abril de 2009. Una segunda versión del texto, en inglés, apareció como Documento CEDE 2010-28 con el título Why teach the History of Economic Thought today? Agradecemos a Patricia Prieto por la traducción de español a inglés. Los comentarios y sugerencias de dos evaluadores anónimos de esta revista permitieron llegar a esta versión definitiva. El texto es responsabilidad exclusiva de los autores.

 

–Introducción –I. ¿Por qué no enseñar Historia del Pensamiento Económico? –II. Relevancia y pertinencia de la Historia del Pensamiento Económico.–Reflexión final. –Bibliografía.

 


RESUMEN

En este artículo buscamos responder a los diferentes argumentos contrarios a la historia del pensamiento económico, como área de investigación y de enseñanza, para mostrar la vigencia y relevancia del área en la formación de los futuros economistas. En momentos en que la Economía es cuestionada por su incapacidad de ofrecer soluciones y por su fascinación con la medición y la técnica, nos parece pertinente rescatar la historia del pensamiento económico como campo de reflexión, de crítica y de introspección. Así, los nuevos economistas entenderán que la Economía es un proceso y no un producto y podrán participar activamente en el presente extendido de su disciplina.

Palabras clave: Historia del pensamiento económico, enseñanza, investigación, teoría económica.

Clasificación JEL: A11, A13, A14, A22, B2.


ABSTRACT

This article intends to rebut the arguments against teaching and research in the history of economic thought, thus, highlighting its relevance in the academic formation of future economists. In a moment where economics has been questioned for its inability to provide answers and for its fascination with measurement and technique, we believe it is time to advocate and promote history of economic thought as a field of reflection, criticism and introspection. A field that shows future economists that economics is a process and not a product, providing them with the necessary insights to participate actively in the ''extended present'' of their discipline.

Key words: History of Economic Thought, teaching, research, economic theory.

JEL Classification: A11, A13, A14, A22, B2.


RÉSUMÉ

Dans cet article nous essayons de donner de réponses aux arguments contraires à l'enseignement et la recherche en Histoire de la pensée économique aujourd'hui. Ces réponses permettent de montrer sa vigueur et sa pertinence dans la formation des futurs économistes. Dans une période de questionnement de l'économie à cause de son incapacité d'offrir de réponses aux crises et de sa fascination pour la mesure et la technique, l'Histoire de la pensée économique peut être vue comme un espace de réflexion, de critique et d'introspection. Un espace capable de montrer aux futurs économistes que l'Économie est un procès et pas un produit, et de leur permettre de participer activement dans le présent étendu de leur discipline.

Mots clés: Histoire de la pensée économique, enseignement, rechercher, théorie économique.

Classement JEL: A11, A13, A14, A22, B2.


 

Introducción

Desde los inicios de la Historia del Pensamiento Económico, como una subdisciplina dentro de la economía, los historiadores del pensamiento han sentido la necesidad de justificar su quehacer. En ocasiones, esta discusión parece responder más a una posición defensiva que a una argumentación académica o propositiva. La posición de los historiadores del pensamiento puede ser interpretada de dos formas: la primera, como una situación de paranoia1, y la segunda, como una forma de aprovechar nuevas oportunidades2. Nosotros optamos, en particular en los tiempos que estamos viviendo, por la segunda opción. La historia del pensamiento económico, creemos, es una reserva de sentido y de sensatez para toda la teoría económica y para todos los economistas, y por lo tanto, para la interpretación del mundo y de los fenómenos económicos.

En este texto pretendemos dar cuenta, al menos en parte, de la situación en que se encuentra la historia del pensamiento económico y que se caracteriza, por un lado, por la pérdida de importancia de la historia del pensamiento económico en la formación de economistas3 y, por el otro, por el auge de la comunidad de historiadores del pensamiento4. Estas son dos tendencias que a primera vista pueden no parecer contradictorias, puesto que la historia del pensamiento económico parece considerarse cada día con más fuerza como una subdisciplina independiente de la Economía.

Incluso, existe un grupo importante de historiadores del pensamiento que consideran que esta subdisciplina tiene su lugar en la filosofía de la ciencia y en la historia de las ideas, y ya no en la Economía. De acuerdo con este grupo5, la menor importancia dada a la historia del pensamiento económico en la formación de economistas refleja la consolidación y, prácticamente, la independización de la subdisciplina que ya no debe ser vista como parte integral de la teoría económica, sino como parte de la historia de las ciencias. Frente a este grupo existe una posición contraria6, según la cual la historia del pensamiento económico tiene todo su lugar en la formación de economistas, porque hacer historia del pensamiento económico es hacer teoría económica, es entrenarse como economista, y es entender cómo piensan los economistas y cómo se ha construido la Economía.

Este texto se ubica en el segundo grupo y busca avanzar argumentos en favor de la enseñanza de la historia del pensamiento económico y de su importancia como reserva de sentido y de sensatez, y como participación en una conversación dentro del presente extendido (Boulding, 1971), donde los economistas de todos los tiempos son interlocutores válidos y valiosos. La historia del pensamiento económico es una reserva de sentido en la medida, en que nos permite tener una visión más integral del desarrollo de la economía, permitiéndole a la disciplina pensarse a sí mismas en la continuidad de unas grandes preguntas. Es una reserva de sensatez, en cuanto permite mantener en perspectiva los resultados que parecen descubrimientos modernos pero que, en realidad, tienen antecedentes y desarrollos alternativos en el presente extendido de la disciplina.

Con el fin de presentar esta aproximación a la historia del pensamiento económico, en este texto pretendemos explorar la pregunta de por qué hacer y enseñar historia del pensamiento económico; no abordaremos el problema de la metodología de la historia del pensamiento económico7. Sin embargo, intentaremos defender una visión de la historia del pensamiento económico como parte integrante de la economía y no como una forma de hacer historia o filosofía de la ciencia. En este sentido, consideramos que la historia del pensamiento económico tiene todo su lugar en la Economía y en ningún otro quehacer académico.

A pesar de las múltiples voces y textos en defensa de la historia del pensamiento económico y de su lugar en la Economía durante el siglo pasado y éste (Angner y Tubaro, 2008; Blaug, 1997, 2001; Boulding, 1971; Hodgson, 2008, 2009; Laidler, 2001; Moscati, 2008; Samuels, 1974; entre muchos otros), consideramos que vale la pena hacer la reflexión no solo por el contexto actual sino también con el fin de integrar dos aspectos de la discusión: la investigación en historia del pensamiento económico y su enseñanza en los programas de Economía. En efecto, siguen existiendo dos tendencias internacionales, más o menos recientes, en la transformación de las formaciones de pregrado que parecen amenazar a la historia del pensamiento económico como parte integrante de la formación de los futuros economistas. La primera es la reducción de la duración y, por lo tanto, de los contenidos de pregrado a nivel internacional8. Esta tendencia empieza a aparecer con fuerza en Colombia, aunque en nuestro país la historia del pensamiento económico todavía hace parte de la formación de pregrado y es parte de uno de los componentes de los Exámenes de Calidad de la Educación Superior. Dada esta situación, que consideramos una ventaja comparativa, nos parece importante continuar la reflexión iniciada por Gómez y Tobón (2009), y seguir con un debate que ha tenido menos eco en el ámbito nacional.

La segunda tendencia, es la pérdida de importancia de la teoría con respecto a las formas más empíricas o aplicadas de la investigación en nuestra disciplina. Ambas tendencias llevan a hacerse la pregunta sobre la necesidad de mantener los cursos de historia del pensamiento económico dentro de la formación básica de futuras generaciones de economistas. Puesto de otra manera, estas tendencias podrían llevar a preguntarse si el costo de oportunidad de mantener cursos obligatorios en historia del pensamiento económico no es demasiado alto9. Entendiéndose así, que la historia del pensamiento económico le quitaría tiempo a otros temas y técnicas que pueden ser considerados como más necesarios, pues resultan más útiles a la hora de resolver las preguntas prácticas y urgentes que la sociedad en general, de manera permanente, hace a los economistas. Estas tendencias ya han conducido a la casi completa desaparición de la historia del pensamiento económico de los contenidos de la mayoría de los programas de formación de pregrado de las principales universidades del mundo, así como la consecuente desaparición de estos temas en los programas de posgrado, en particular del doctorado y en general, de la formación para la investigación10.

Este texto busca presentar los argumentos más comunes en contra de la historia del pensamiento económico como parte integral de la formación de los economistas (sección I) y confrontarlos a argumentos académicos y políticos (sección II) a favor de la historia del pensamiento económico. Si bien la mayor parte de los argumentos han sido explorados, éste no es el caso de los argumentos políticos (con la excepción notable de Peart y Levy, 2005), los cuales, dada la extendida visión de la economía como ciencia positiva, han sido relegados. Consideramos que son de vital importancia, no solo para recuperar el lugar de la historia del pensamiento económico, sino también de la reflexión de la Economía y de los economistas sobre sí mismos.

 

I. ¿Por qué no enseñar historia del pensamiento económico?

Al considerar que la historia del pensamiento económico es un componente integral de la economía, es posible afirmar también que la enseñanza de la historia del pensamiento económico es fundamental en la formación de todo economista. Sin embargo, ésta no es una visión que refleje una posición consensual ni entre la comunidad de economistas ni entre los historiadores del pensamiento. En efecto, la disminución en el número de cursos del área y el carácter crecientemente no obligatorio de estos cursos en la formación de economistas, además del bajo impacto de las revistas especializadas del área en las clasificaciones y en los índices de citaciones, al igual que la disminución de tesis de doctorado en historia del pensamiento económico, son evidencia del reducido lugar que ocupa la subdisciplina dentro de la Economía.

En ocasiones, los argumentos en contra de la enseñanza de la historia del pensamiento económico parecen más fuertes que aquéllos a favor, bien sea porque los presentan economistas reconocidos o porque parecen acordes a la imagen que tienen los economistas de su propio campo. Aquí exploraremos tres de esos argumentos, que nos parecen los más representativos y usuales entre quienes consideran que la historia del pensamiento económico no tiene un lugar en la formación de economistas y no es un campo de investigación interesante en Economía.

A. ''Aquéllos que pueden, hacen; aquéllos que no pueden, enseñan''11

Esta frase refleja bien la prioridad de la Economía aplicada sobre cualquier otra forma de Economía. En línea con esta priorización, la historia del pensamiento económico es relegada a un segundo plano, pues es más importante que los estudiantes aprendan a hacer a que aprendan las bases y la formación de la manera cómo piensan los economistas y, por lo tanto, de la manera en que se determina ese hacer. La prioridad del análisis aplicado ha estado acompañada de un proceso creciente de tecnificación, léase formalización-matematización y uso de métodos estadísticos, de la economía12. En consecuencia, el entrenamiento de los nuevos economistas incluye el desarrollo de competencias y habilidades técnicas específicas y complejas. Como sostenía Paul Samuelson (1988, citado en Blaug 2001) ahora necesitamos más tiempo para aprender las nuevas técnicas y dado el tiempo limitado algunas cosas deben ser sacrificadas. Dentro de estos sacrificios, entraron los cursos obligatorios de historia del pensamiento económico en la mayoría de los programas de economía del mundo13.

Este sacrificio refleja la prioridad de lo aplicado y de lo práctico, y el mayor interés de los economistas por el presente que por el pasado. La demanda social por respuestas a preguntas inmediatas, lleva a la búsqueda y al perfeccionamiento de herramientas y técnicas que contribuyan a un proyecto de ingeniería social. Este proyecto influye sobre los intereses en investigación de los economistas y sobre las salidas que tiene esta investigación. Dado el carácter eminentemente práctico y aplicado de las preguntas, las investigaciones tratan sobre temas, en su mayoría de coyuntura. Más que desarrollar programas de investigación, los economistas se enfocan cada vez más en lo que hoy en día se conoce como evaluación de impacto. En términos generales, en las investigaciones contemporáneas, aunque es importante citar los referentes teóricos y los antecesores inmediatos, lo más importante es el manejo y la explotación de los datos.

Esta misma prioridad se refleja en las publicaciones académicas en Economía: no sólo las revistas especializadas del área tienen bajo impacto en la disciplina14, sino que además, publicar en las principales revistas no requiere demostrar conocer o manejar la historia del pensamiento económico. En las principales revistas de Economía son, por decir lo menos, escasas las citaciones a economistas del pasado. Hodgson (2008) incluso afirma que las citas prácticamente se limitan a los más recientes predecesores en las últimas técnicas matemáticas. En consecuencia, no hay incentivos para aprender o para trabajar en la historia del pensamiento económico. Dentro de la forma actual de evaluación de la investigación, la historia del pensamiento económico no parece ni un requisito necesario ni un horizonte atractivo. En cambio, la pericia técnica, la posesión de datos inexplotados y el conocimiento de los artículos más recientes en la línea de investigación, parecen ser los requisitos necesarios para una carrera académica prometedora. Dada esta perspectiva, no es difícil entender que la historia del pensamiento económico se considere prácticamente irrelevante.

B. Refugio heterodoxo

Durante buena parte del tiempo en que la historia del pensamiento económico ha existido como una subdisciplina, a título propio se le ha identificado como un refugio para la economía heterodoxa (Blaug, 2001). Por un lado, todos aquéllos en desacuerdo con los desarrollos de la corriente dominante15 recurrían a la historia del pensamiento económico como una forma de expresar su inconformidad. Del otro lado, quienes no comparten estos desacuerdos, consideran a los economistas inconformes como desprovistos de las capacidades técnicas o matemáticas necesarias para seguir los desarrollos de la corriente dominante. Hahn (1985) incluso afirma que en realidad no existen teorías rivales sino opiniones contrarias. La impresión contraria proviene de una interpretación errónea de lo que constituye teorizar y por supuesto, de un ofuscamiento voluntario de quienes buscan tener poder e influencia o que son impulsados por sueños milenarios (Hahn, 1985, p. 28, nuestra traducción).

No se puede olvidar que es frecuente hacer referencia a términos como ''clásico'', ''neoclásico'', ''heterodoxo'' y ''ortodoxo'' para clasificar las tendencias de la teoría económica. Si bien, estos términos podrían dar cuenta de un período pasado en la discusión entre lo que a veces se llaman ''grandes teorías'', la historia del pensamiento económico no es sólo el lugar de esos debates, ni el espacio de la crítica a la ''ortodoxia'', sino también una reflexión sobre el presente continuo del quehacer de los economistas. El debate sobre las grandes teorías no debería ocultar el análisis del desarrollo complejo y diverso de las diferentes formas de hacer y de ser de la economía hoy. La segmentación de la teoría en grupos homogéneos impide ver esta complejidad y diversidad, y establecer discusiones entre sus variantes.

La teoría económica de la corriente dominante sería, según la interpretación de Hahn, la única teoría que permite la comprensión de los fenómenos económicos y solo al hacer teoría económica se pueden entender, incorporar y superar las críticas que puedan surgir. La particularidad de la Economía, en este sentido, sería que las críticas externas no provienen de otras teorías y solo las críticas internas son relevantes. En consecuencia, al asociar a la historia del pensamiento económico con las críticas externas, se mostraría su irrelevancia para la discusión de los economistas.

Estas posiciones han tenido épocas de radicalización pero, en general, han marcado un distanciamiento creciente y un difícil diálogo entre quienes hacen la Economía y quienes se ocupan de su historia (distinción que solo es posible hacer gracias a la creciente especialización dentro de la Economía misma). En los casos extremos, algunos historiadores del pensamiento han considerado conveniente retirarse de los departamentos y facultades de economía, y acercarse a los departamentos de filosofía de la ciencia o de estudios culturales (cf. Weintraub 1996, 2002; Schabas 1992, 2002), desinteresándose por completo de los desarrollos de la teoría económica y de los análisis de la economía aplicada. Este proceso de auto-aislamiento refuerza y contribuye a la marginalización de la historia del pensamiento económico y a la producción de investigaciones en el área cada vez más alejadas de los intereses de los economistas.

C. La historia del pensamiento económico es innecesaria e inmovilizante

Esta posición de algunos historiadores del pensamiento se ha visto reforzada por la actitud de algunos economistas que no estudian la historia del pensamiento económico y que consideran que es innecesaria y puede ser inmovilizante (Dasgupta, 2002). En primer lugar, innecesaria porque según una visión lineal y progresiva del desarrollo de la ciencia, no necesitamos una historia, pues las buenas ideas son transmitidas e incluidas dentro del cuerpo de la teoría dominante actual (Stigler, 1969). En otras palabras, esta posición es equivalente a afirmar que la historia de una ciencia se vuelve más corta en la medida en que esta ciencia es mejorada. A esta visión se une la percepción de consenso esencial entre los economistas sobre los fundamentos de su disciplina (Gordon, 1965; Dasgupta, 2002). Según esta percepción, la Economía sería más cercana a las ciencias naturales que a las humanidades, pues en Economía existe un consenso alrededor de un modelo básico formulado en los inicios de la disciplina (Gordon, 1965). Este modelo básico estaría construido sobre el postulado de Smith que habla sobre un individuo maximizador en un mercado relativamente libre que da forma a toda la teoría económica16. Gracias a este consenso, según Gordon (1965), en Economía no se han presentado verdaderas revoluciones, presentándola como ''un tributo a la supremacía de fuerzas intelectuales puramente positivistas'' (Gordon, 1965, p. 124, nuestra traducción). Sin embargo, tanto los autores citados como la comunidad en general, reconocen que este consenso teórico no se extiende a los debates de política. Este argumento, unido con el expuesto en la primera parte de esta sección, lleva a afirmar que: el joven economista crecientemente compartirá el punto de vista de las ciencias formales más avanzadas según el cual es mejor dejar la historia de la disciplina a aquellos que no están plenamente capacitados para el trabajo plenamente profesional en el nivel moderno (Stigler, 1969, p. 218, nuestra traducción)17.

En segundo lugar, se le considera inmovilizante porque la historia del pensamiento económico paraliza la creatividad haciéndonos, como diría que Keynes, súbditos de algún economista muerto. A pesar del uso permanente de la historia del pensamiento económico como un arma retórica (Laidler, 2001) existe una impresión de que puede inhibir la creatividad de los investigadores, no solo al descubrir que buena parte de lo que se está diciendo ya se ha dicho, sino también por la fascinación que puede generar la búsqueda del ''primero que lo dijo''. Si bien, la historia del pensamiento económico es un instrumento de introspección y autocrítica de los economistas, un exceso de la segunda puede llevar a una sustitución de los debates económicos por debates metodológicos o genealógicos, desviando la atención y consumiendo recursos18.

Ninguno de estos tres argumentos toca en realidad el contenido de la historia del pensamiento económico. Todos son más bien argumentos de tipo sociológico. La sociología de la ciencia económica19 nos muestra que los desarrollos recientes de la misma dan menos tiempo y menos importancia a los análisis que pueden no tener aplicaciones inmediatas, relegando áreas como la historia del pensamiento económico. En la siguiente sección, abordamos argumentos que nos parecen pertinentes para evitar y contrarrestar esta situación.

 

II. Relevancia y pertinencia de la historia del pensamiento económico

Creemos que, como lo muestran los recientes debates entre los economistas, a propósito de la crisis de 2008-2009, estamos en un momento particularmente favorable para la historia del pensamiento económico. La crisis ha sido un llamado y ha dado un espacio para la introspección y la autocrítica, que podría utilizarse para revaluar el papel de la historia del pensamiento económico. La pertinencia de la teoría económica misma ha sido cuestionada y se oyen con más fuerza diagnósticos que ya datan de algunos años, señalando la tecnificación de la reflexión y la investigación en Economía como causa central del problema. La crítica de la fascinación por la técnica sobre el contenido y los análisis relevantes para la problemática actual (Hodgson, 2008, 2009) se puede resumir en palabras de Blaug (1997, p. 3, nuestra traducción): ''La economía moderna está enferma. La economía se ha venido convirtiendo en un juego intelectual que se juega para propósito propio y no por sus consecuencias prácticas para entender el mundo económico''20.

A pesar de estas críticas los obstáculos para que algún cambio significativo ocurra son importantes. Existen barreras institucionales e ideológicas y procesos en la educación universitaria, privilegiando lo profesionalizante en competencias y habilidades apreciadas en el mercado laboral, que pueden oponerse a cualquier transformación (Hodgson, 2009). El capital humano específico de los académicos consagrados y la aversión al riesgo de los jóvenes, hacen que los cambios resulten costosos y poco populares (Stigler, 1983). Dedicar más tiempo a la especialización y menos a visiones globales y sintéticas, en conjunto con la creciente evaluación objetiva de la investigación a través de clasificaciones estándares y generales, resta importancia a la educación liberal, dentro de la cual la historia del pensamiento económico ocupa un lugar propio (Hodgson, 2009). Se genera así un círculo vicioso porque, siguiendo a Hodgson, los economistas ya no son educados para tomar en serio los temas de la historia del pensamiento económico, haciendo que a ''los economistas de la corriente dominante les importen menos los significados más profundos y los orígenes históricos de las teorías y los conceptos, o los interrogantes mayores sobre la economía y las sociedades'' (Hodgson, 2009, p. 1216, nuestra traducción). Esta tendencia sólo contribuye a reforzar los tres argumentos presentados en la sección anterior.

Frente a estos argumentos y dado el contexto actual, creemos que es posible reivindicar una doble necesidad con respecto a la historia del pensamiento económico. Una necesidad de mantener el estudio de los autores del pasado, como parte integral de la formación de los futuros economistas y una necesidad para que la historia del pensamiento económico continúe siendo una forma particular de hacer teoría económica. Consideramos que estas dos necesidades se justifican desde el punto de vista tanto académico como político.

A. Argumentos académicos

Contrariamente a la percepción de consenso y de cercanía de la Economía con las ciencias naturales, quisiéramos mostrar la especificidad de la disciplina. Los cambios en su alcance y método justifican un tratamiento diferente de su historia. Este tratamiento no puede ser el mismo que aquel de la historia de las ciencias naturales. Si bien, la cuantificación y la medición han sido transversales al estudio de los fenómenos económicos, éstas parecen insuficientes para determinar la unicidad del objeto de estudio o de la forma de aproximación a los mismos21. La Economía ha pretendido ir más allá de la inferencia estadística, estableciendo relaciones cambiantes con su campo. Para entender cómo piensan los economistas, parte integral de la formación en Economía, es importante entender cómo han sido estas relaciones cambiantes y qué decisiones ha tomado la comunidad en determinados momentos.

1. El carácter particular de la Economía: ciencia social cambiante

La Economía, contrariamente a lo que pretendieron algunos durante el siglo XIX, es bastante diferente de la física. Su objeto de estudio no puede ser asimilado a relaciones mecánicas de causa y efecto entre partículas aisladas y sin consciencia22. La reflexión en Economía empieza con una pregunta sobre la coordinación social, en general, y sobre la coordinación a través del mercado, en particular. Las relaciones de intercambio se presentan como el punto de partida de la investigación y, en consecuencia, los economistas estudian un fenómeno social que se constituye como objeto de estudio no hace tanto tiempo. En efecto, podemos decir que este objeto de la Economía es de construcción reciente. El mercado, como tópico de investigación, aparece como una realidad asociada con la posibilidad de lujo privado23, a partir de los siglos XVII y XVIII, y con la constitución de un nuevo vínculo social a través del comercio.

La Economía, como estudio de esa realidad, ha pasado de tener una definición sustancial a una definición formal. En principio, la Economía se pensaba como la teoría de la producción, la distribución y el consumo, o en términos más generales, como la teoría de la riqueza social. Esta definición sustancial del objeto de estudio delimitaba el campo de acción de la Economía. El cambio en esta definición, que se puede datar del ensayo de 1932 de Robbins, convierte a la economía en una teoría de la decisión y de la acción. En su ensayo, Robbins sostiene que el centro de atención de los economistas no es la riqueza social per se, sino las decisiones individuales asociadas con la producción, consumo y distribución de esa riqueza. De esta manera, Robbins transfiere el núcleo del análisis de los procesos a las decisiones individuales. Con esta nueva definición, que solo refleja lo que hacen los economistas, más o menos a partir de la llamada Revolución marginalista a finales del siglo XIX, Robbins evidencia el paso de una teoría de la riqueza social a una teoría de la acción y de la decisión como contenido de la investigación en Economía. Este es el primer paso de una definición sustancial a una definición formal de la Economía.

En efecto, al estudiar la manera cómo los seres humanos deciden en contextos específicos, y cómo actúan según estas decisiones, el campo de estudio de la economía ya no conoce fronteras. La Economía empieza entonces a ocuparse de los incentivos y del comportamiento, a cambio de mantenerse como la disciplina que teoriza sobre la creación y distribución de la riqueza material. La Economía, como el estudio de las consecuencias sociales del comportamiento humano, se convierte en un método flexible para abordar una multitud de problemas que van más allá de la actividad económica, entendida como la producción, distribución y consumo de la riqueza social en su dimensión material24.

Entender este cambio fundamental en la forma en que se hace y se entiende la Economía misma, es un ejercicio de introspección que le da un significado particular y un lugar privilegiado a la historia del pensamiento económico, como una de las formas en las que los economistas se piensan a sí mismos y, por lo tanto, deciden sobre los contenidos académicos que son aceptables y los límites que describen qué es hacer economía y qué no lo es. En este sentido, la historia del pensamiento económico le da a los estudiantes ''un sentido del lugar de la economía en la comunidad más amplia de la ciencia social'' (Blaug, 2001, p. 50, nuestra traducción). El cambio de una teoría económica, que tiene un objeto de estudio delimitado con respecto a otras ciencias sociales, a una economía que es un método amplio, eficiente y flexible, ha conducido a una gran especialización de la profesión y al mismo tiempo a la reducción paulatina de la introspección. Esto implica una pérdida en la visión de conjunto y en el aprendizaje de cómo y por qué los economistas llegaron a esta forma de hacer y pensar su disciplina.

La historia del pensamiento económico es el espacio de estas reflexiones y de la visión de conjunto. En este sentido, la historia del pensamiento económico contribuye a aprehender las implicaciones de practicar una disciplina definida por su método y la consecuente disolución en el campo de las distinciones tradicionales entre una ciencia positiva o normativa, entre una ciencia y un discurso o una retórica. Dentro de la historia del pensamiento económico hay espacio para la reflexión metodológica y epistemológica sobre la Economía, haciendo que los estudiantes entiendan cuáles son los criterios de validación, la forma y los temas dentro de la comunidad académica. En este espacio, la historia del pensamiento económico, desarrollada desde el interior de la Economía, nos ha permitido identificar y, en algunos casos, superar confusiones y falsas dicotomías. Por ejemplo, ahora sabemos que el modelo mecánico de las relaciones de mercado, permite pensar estas relaciones como decisiones de individuos aislados sin contacto entre ellos, puede llevar a establecer una confusión entre la política y la técnica (Berthoud, 1995).

En efecto, la creencia en y la defensa de un orden natural regido por leyes más allá de la influencia de la voluntad humana (i.e. las leyes de la oferta y la demanda) llevaba a una confusión entre el gobierno de los individuos y la administración de las cosas (Berthoud, 1995) que fue fuertemente criticada como una apología de la tiranía. Ignorar las interacciones sociales, con sus respectivas interdependencias e influencias mutuas entre individuos, lleva a una visión reducida y reduccionista del comportamiento humano en sociedad, convirtiendo al agente económico, como lo sugería Edgeworth, en una máquina productora de placeres.

En lo que consideraríamos términos contemporáneos, la defensa de la tecnocracia, que data desde los Fisiócratas, puede llegar a excluir a los individuos y a los receptores de políticas, de las decisiones que los conciernen directamente sobre la base de su escaso o nulo conocimiento del funcionamiento de la economía. La figura del planificador benevolente tiene un trasfondo de este estilo que, en la mayoría de los casos, es ignorado por los economistas. Como ya es sabido y ampliamente reconocido en las demás ciencias sociales, la pretensión de una ciencia positivista que sea un reflejo exacto o una pura descripción de la realidad-objeto, es tan solo eso: una pretensión.

La historia del pensamiento económico sirve para advertir a los estudiantes sobre los riesgos y las implicaciones de este tipo de pretensiones. En consecuencia, sus lecciones son lecciones importantes para quienes se están formando bajo la herencia de aquéllos que pensaron la Economía como la hija privilegiada de la filosofía política liberal. La Economía es capaz de superar y de sobrepasar los límites de la herencia positivista, yendo más allá de la descripción, y entrando en la persuasión y la conversación necesarias para el desarrollo de la ciencia y del debate público.

Estas lecciones solo las puede derivar un economista, pues siguiendo a Stigler (1969, p. 219, nuestra traducción), ''se necesita un economista para leer a un economista'' y se requiere de un entrenamiento particular para leer a los economistas del pasado (Laidler, 2001). Por un lado, ''la forma correcta de leer a Adam Smith es la forma correcta de leer las próximas publicaciones de una revista profesional'' (Stigler, 1969, p. 221, nuestra traducción) y, por el otro, los textos del pasado deben ser reinterpretados tanto para encontrar su propia voz como para encontrar qué pueden decirnos aún hoy en día (Blaug, 2001), pues ''autores del pasado tienen cosas para decir que ningún autor actual está diciendo'' (Boulding, 1971, p. 233, nuestra traducción).

2. Los consejeros del Príncipe en perspectiva histórica son mejores consejeros

La enseñanza de la historia del pensamiento económico, contribuye al desarrollo de habilidades y capacidades necesarias para participar tanto en el debate al interior de la comunidad científica y académica de economistas como en el debate público. Es un instrumento valioso en la formación de criterio al mismo tiempo que entrena en la lectura crítica de textos. Según Stigler (1969) enfrentarse a grandes textos del pasado permite acercarnos a ellos de manera desprevenida, estar seguros de que merecen ser leídos25 y percibir el cambio y la evolución de la disciplina. También nos permite ver cómo ha cambiado la función y la intervención de los economistas en la sociedad.

En efecto, las formas en que los economistas intervienen en el debate público hoy son muy diferentes a las que caracterizaron el origen de la disciplina. La forma de abordar un problema como el crecimiento económico, la acción del Estado en la distribución de la riqueza y la evaluación de políticas públicas particulares, ya no están centradas sobre una forma particular de teoría del valor y de la distribución. Al contrario, la Economía ha abandonado toda referencia a la teoría del valor como elemento unificador y como estructura de pensamiento. El modelo de Equilibrio general neo-walrasiano, última forma de paradigma en la teoría del valor, ha perdido su importancia y buena parte del análisis económico, en las últimas tres décadas del siglo XX, ha abandonado ese paradigma considerándolo una camisa de fuerza. ¿Cómo pensamos entonces la acción del Estado en la economía hoy? La respuesta está precisamente en la evolución aquí descrita. Si la economía se ocupa de las consecuencias de una cierta forma de comportamiento humano, es el comportamiento humano mismo el que debe darnos la respuesta.

El estudio del comportamiento humano racional, con más o menos información, con mayor o menor capacidad de predicción o con preferencias y tecnologías más o menos estables, son el centro de la investigación y la vía de aplicación de la Economía contemporánea. ¿Significa por lo tanto que la historia del pensamiento económico, durante mucho tiempo concentrada en el estudio de las teorías del valor y de los diversos paradigmas teóricos, es una forma anticuada e incapaz de introspección para los economistas? Esto no es necesariamente cierto. Sería cierto si la misma historia del pensamiento económico no se adaptara a esta evolución y si su particular lugar como reserva de sentido de la economía se perdiera en las discusiones de moda. En otras palabras, la historia del pensamiento económico también está ahí para entender no solo la nueva forma de la Economía, sino para recordar su pasado y contribuir a pensar el lugar que tiene esa tendencia particular dentro de una reflexión más amplia. La historia del pensamiento económico permite ubicar las discusiones de los economistas, sus análisis y aplicaciones desde un punto de vista que involucra un pasado más largo a lo ancho del espacio de las ideas; las sitúa en lo que se ha llamado un presente extendido, compuesto por la conversación de todos aquéllos interesados en la teoría económica, como forma de explicación del mundo tanto hoy como ayer. Su cometido es, por consiguiente, aclarar el confuso panorama que exhibe la Economía contemporánea con sus múltiples modelos específicos para responder cada vez más a preguntas particulares olvidando las grandes preguntas filosóficas de las que parte y de la que la forma actual es una consecuencia.

3. Las ventajas pedagógicas

La historia del pensamiento económico nos permite tener una relación diferente con el tiempo. Nos permite ver que la Economía no se desarrolla de manera progresiva y lineal, pues el cambio implica olvidos y redescubrimientos. Nos permite entender que la agenda de investigación actual está también determinada por el pasado, pues los conceptos y teorías tienen un pasado (Hodgson, 2009). Nos permite conocer los criterios normativos que juegan en la selección de temas, preguntas y metodologías. Nos permite pensar el desarrollo de la economía en un presente extendido, como una conversación permanente con todos aquéllos que se han preocupado por el estudio del mercado, de las acciones y de las decisiones humanas. En pocas palabras, nos permite comprender que la teoría económica es un proceso y no un resultado.

En consecuencia, la historia del pensamiento económico permite desarrollar habilidades y competencias relevantes para el desarrollo de la Economía misma: puede ser una fuente de inspiración, de apoyo para desarrollos e ideas propias y de respetabilidad. Tiene usos pedagógicos: muestra a los estudiantes las diferencias entre un buen y un mal razonamiento; puede ser liberadora, pues nos puede mostrar cuáles son los presupuestos y los valores sobre los cuales está construida una teoría; permite encontrar pistas sobre las tendencias y los desarrollos posibles en un momento determinado del tiempo pasado, presente o futuro. Hace consciente a los economistas del poder de las ideas, les permite estar alertas y al tanto de este poder. En pocas palabras, le da a los economistas las herramientas necesarias para participar en la conversación extendida. La historia del pensamiento económico, concebida como el análisis de teorías comparadas, contribuye a la construcción y al fortalecimiento de ideas y de interpretaciones; enriquece la visión que se tiene de la teoría contemporánea. Este argumento hace frente a la idea de inmovilismo que expusimos arriba.

Todo esto para decir, que contar con la historia del pensamiento económico dentro de la formación de los economistas, contribuye a la enseñanza como un proceso de desarrollo de capacidades cognitivas valiosas (Bean y Peterson, 1998; Thoma, 1993), pues:

El continuo olvido de textos del pasado debilita los hábitos del escrutinio cuidadoso de los precursores teóricos, de la indagación detallada sobre los cambios sutiles en el significado de las palabras, de la preocupación por la prosa elegante y la facilidad de comunicación, y de la atención sobre la definición clara y precisa de los términos. (Hodgson, 2009, p. 1209, nuestra traducción).

Todo esto se logra porque la historia del pensamiento económico se presenta como un árbol26, en el cual los grandes autores son el origen de preguntas y respuestas, sus intérpretes construyen ramas, hay una multiplicidad de posibilidades en las conexiones y en las direcciones, las pequeñas ramas son caminos inexplorados, y el final de la rama depende directamente de su inicio. El interés de cada rama depende ''del cálculo que uno haga sobre la medida en que el potencial evolutivo de estos autores del pasado ha sido realizado o se ha agotado'' (Boulding, 1971, p. 230, nuestra traducción) y esa estimación, a su vez, depende del momento y la pregunta desde los cuales miremos hacia atrás. Por lo tanto, ''en tanto el potencial intelectual evolutivo de los primeros autores permanezca aún poco desarrollado, los autores modernos son más un complemento que un sustituto'' (Boulding, 1971, p. 231, nuestra traducción) y entablar una conversación con ellos tiene todo el sentido. Es por esto que la historia del pensamiento económico puede ser considerada no como una historia del pasado, sino como una reconstrucción de una conversación vigente, cuestionando así la línea que dividiría los tiempos. Es esta visión de la historia del pensamiento económico, la que permite pensarla como parte integrante de la economía, la historia del pensamiento económico es teoría económica. Enfrentarse a los autores del pasado permite no solo ver el cambio y la evolución de la disciplina, sino también construir y apropiarse de una identidad disciplinar. La relectura e interpretación de sus textos puede incluso afectar la comprensión que los economistas tienen de sí mismos y de su quehacer (Blaug, 2001).

B. Argumentos políticos

Estos argumentos académicos, relativos a la comprensión de la Economía y a la formación de los economistas, deben ser entendidos en conjunto con argumentos políticos. Por argumentos políticos entendemos argumentos relacionados con los orígenes y el rol de la Economía como visión del mundo. Nos parece que en la formación de futuros economistas es de suma importancia incluir un componente amplio sobre la posición, los debates y las implicaciones políticas de la teoría económica. La Economía no se limita a la técnica y a la cuantificación.

1. La Economía como filosofía liberal

La Economía es el resultado de un reto liberal que data al menos del siglo XVII. Como tal, tiene unos orígenes filosóficos claros y ha funcionado, y aún funciona, como un vehículo de ideas y de visiones del mundo. El reto consiste en pensar la viabilidad de una organización social basada en la libre elección individual y en el interés propio de sus miembros, sin necesidad de una coordinación externa o de un diseño común explícito. A este reto se han dado dos respuestas en Economía: esta organización social es viable y su principal mecanismo de coordinación es el mercado; esta organización social no es viable y requiere algún tipo de aparato coordinador externo y socialmente construido. Estas dos respuestas constituyen los extremos de las principales preocupaciones de todos los debates económicos. Debates que reflejan la concepción de la relación entre la economía y la política, entre el mercado y el Estado.

Como heredera de la filosofía política liberal, la teoría económica se ha preocupado por pensar la posibilidad de una sociedad de individuos libres e iguales. Viene al punto recordar, como lo han reconstruido Peart y Levy en múltiples textos27, la historia de cómo la Economía adquirió el nombre de la ciencia lúgubre. En una controversia sobre la emancipación de los esclavos negros entre John Stuart Mill y Thomas Carlyle en el siglo XIX, este último acuñó el término de ciencia lúgubre para referirse a la Economía, por defender la igualdad entre los individuos. Los economistas ingleses de la época fueron identificados con la defensa de la emancipación de los esclavos, en nombre de la igualdad, que sus opositores asociaban con la causa de la decadencia y pobreza de la sociedad. La Economía liberal fue acusada de contribuir a esta situación por promover una teoría en la cual no se reconocían los beneficios de una sociedad jerarquizada y por sostener que las instituciones y no la raza eran el origen de la riqueza de las naciones28. Recuperar y dar a conocer el proyecto liberal al origen de la Economía, también puede ser una de las funciones de la historia del pensamiento económico.

2. Los efectos indeseables de la división del trabajo

Dentro del proyecto y la visión liberales, la educación ocupa un lugar central. Tanto Adam Smith como Alexis de Tocqueville, por citar solo a dos pensadores liberales, nos advirtieron sobre los peligros de la división del trabajo. La especialización tiene efectos indeseables: hace que los individuos pierdan su capacidad de razonar, de ver e identificar relaciones entre su vida y la de todos los demás, de honrar sus compromisos como ciudadanos. En palabras de Smith:

Con el progreso de la división del trabajo, el empleo de la gran mayoría de quienes viven del trabajo, vale decir, la gran masa del pueblo, viene a confinarse a unas pocas y simples operaciones, con frecuencia a una o dos. Pero la comprensión de la mayor parte de los hombres se forma necesariamente por sus empleos ordinarios. El hombre cuya vida transcurre llevando a cabo unas pocas operaciones sencillas, cuyos efectos tal vez sean siempre los mismos o casi los mismos, no tiene la ocasión de ejercer su comprensión o ejercitar su inventiva para encontrar medios para eliminar dificultades que nunca ocurren. Por lo tanto, naturalmente pierde el hábito de tal ejercicio, y generalmente se vuelve tan estúpido e ignorante como le es posible serlo a un ser humano (Smith, 1776 (1982), V.i.f.50).

Este riesgo, para Tocqueville, hace que los individuos lleguen a renunciar voluntariamente a su libertad y a dejarla en manos de sus representantes; el gobierno de la sociedad, la determinación y consecución de los proyectos de sociedad, quedan en manos de unos pocos que dicen hablar en nombre de todos precisamente porque todos hemos cedido voluntariamente nuestro derecho a hablar por nosotros mismos. En últimas, el efecto negativo de la división del trabajo puede llevar a la tiranía. ¿Es posible pensar en un efecto más contrario al proyecto inicial de los fundadores de la teoría económica contemporánea?

Las diversas respuestas que han dado los economistas a través de la historia a las preguntas filosóficas que dieron origen a la disciplina, han llevado a configurar un espectro de doctrinas políticas que soportan toda teoría y modelo económico. A veces, a pesar de los mismos economistas que creen que hacen una ciencia libre de prejuicios políticos, estas doctrinas continúan debatiendo con argumentos que se transforman conforme se transforma la producción de los economistas, sus métodos más inmediatos de análisis estadístico y sus modelos interpretativos. Sin embargo, el espectro permanece y la profunda pregunta liberal sobre la coordinación social sigue estando tras toda forma de pensamiento económico.

Como la historia del pensamiento económico está desapareciendo de la formación de los economistas, la pregunta política se esconde detrás de la diversidad de respuestas que en sus múltiples apariencias ocultan el lugar en el espectro e impiden tener una visión global. No obstante, las dudas sobre la doctrina que se está defendiendo hace regresar a los economistas, generalmente en su edad más adulta, a los grandes autores del pasado y los mueve hacia la introspección sobre ellos mismos y sobre su disciplina. No es extraño entonces ver a grandes economistas, después de recibir el Premio Nobel por ejemplo, volver sin temores a la historia del pensamiento económico y a las grandes preguntas fundadoras.

La enseñanza de la historia del pensamiento económico actúa como un antídoto frente a la especialización y al dogmatismo. Nos permite, no solo como economistas, sino también como ciudadanos participar en el mercado de las ideas, en el presente extendido de la disciplina, en el cual buscamos persuadir, confrontar nuestras creencias y nuestras propuestas, elegir y, con base en nuestra elección, tomar decisiones y actuar de manera informada. La historia del pensamiento económico actúa como una reserva de sentido y de sensatez, recordándonos que existe una pregunta fundamental: ''en la vida política de nuestras sociedades y frente a los riesgos de guerra civil o de tiranía, ¿cuál es el rol del deseo del rico y de la piedad del pobre?'' (Berthoud 1995, p.115).

La historia del pensamiento económico no nos da la respuesta, pero nos da las posibilidades, nos muestra las alternativas que se encuentran entre los extremos: regulación estatal vs. regulación natural; constructivismo vs. orden espontáneo. La historia del pensamiento económico evita que perdamos de vista el panorama general y evita los efectos de lo que Boulding ha llamado el método antihistórico que

lleva al desarrollo de diestros técnicos que saben cómo utilizar computadores, correr regresiones y correlaciones masivas, pero que desconocen de quien es el pan que tiene mantequilla, que son increíblemente ignorantes de los detalles de las instituciones económicas, que no tienen sentido alguno sobre la sangre, sudor y lágrimas que han sido parte de la construcción de la economía y muy poco conocimiento de cualquier realidad más allá de sus propios datos (Boulding, 1971, p. 232-3, nuestra traducción).

 

Una reflexión final

Desde esa perspectiva, la historia del pensamiento económico permite encontrar las herencias filosóficas de lo que hoy nos parece novedoso y sobre lo que creemos estar en plena fase de descubrimiento. Las formas específicas de la reflexión económica hoy son desarticuladas y, por lo tanto, carentes muchas veces de coherencia. Sin embargo, son la herencia de formas particulares de una respuesta a una pregunta común que marcó los orígenes de la economía. Reconocer esto es también una forma de encontrar nuevos caminos en ese pasado formado por múltiples ramas sobre las cuales construir ideas nuevas, y que, en realidad, se presenta como un presente extendido. Esto significa entonces encontrar caminos poco transitados y revisar aquéllos que se han tomado. La riqueza de las ideas del pasado es tanto más valiosa cuando se viven períodos de dispersión teórica, de crisis económica y de crisis en las ideas.

Es importante no olvidar la capacidad y la fuerza transformadora que tienen las ideas. En particular las ideas económicas, que son, no solo un argumento para la acción de los políticos, sino que también contribuyen a producir transformaciones en las políticas sociales y económicas mismas. Ese poder no puede ser sólo el vehículo descarriado de ideas que se descartan por ensayo y error, o por éxitos y desastres sociales, sino que debe ser conducido de una manera consciente y al mismo tiempo humilde. La historia del pensamiento económico ofrece esta consciencia y humildad a las futuras generaciones de economistas.

En este sentido, retomamos las palabras de Samuels sobre el objetivo último de la historia del pensamiento económico:

De una parte, es el de ampliar la mente, ofreciendo un sentido más profundo y amplio de los datos, más allá de los temas limitados y puntos menores, una apreciación del significado de otros enfoques sobre un problema, vale decir, una comprensión de sentido en términos de problemas fundamentales y no de posiciones o soluciones particulares; de otra parte, es la combinación de una postura crítica hacia todo el pensamiento y significado con la habilidad de pensar desde diferentes sistemas intelectuales y el manejo de una distancia intelectual y emocional respecto a nuestro propio modo o sistema de pensamiento (Samuels, 1974, p. 307, nuestra traducción).

No olvidemos esta idea, expresada por un gran economista que tuvo la fortuna de tener una sólida formación en historia del pensamiento económico, en la que podemos encontrar nueva fuerza para la historia del pensamiento económico hoy:

Las ideas de los economistas y de los filósofos políticos, tanto cuando están en lo correcto como cuando se equivocan, son más poderosas de lo que usualmente se cree. En efecto, el mundo está gobernado por pocas otras cosas. Los hombres prácticos, que se creen exentos de cualquier influencia intelectual, por lo general son esclavos de algún economista ya fallecido. Los locos que ejercen autoridad, que oyen voces en el aire, están destilando su locura de algún escribiente académico de hace algunos años. Estoy seguro que los intereses creados se exageran demasiado cuando se comparan con la intrusión gradual de las ideas (Keynes, 1936, p. 234).

 

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Primera versión recibida en julio de 2010; versión final aceptada en diciembre de 2010

 

 

Notas

1 La paranoia podría justificarse frente a afirmaciones como: ''persiste como tarea inconclusa de los historiadores de la economía demostrar que su tema vale la pena'' (Stigler, 1969, p. 230, nuestra traducción).

2 Frente a la crisis de 2008-2009 varios economistas e historiadores del pensamiento han defendido la necesidad de una nueva aproximación a la economía y de un acercamiento a la historia de la disciplina. Basta recordar los debates, blogs y columnas de periódico cuestionando la relevancia de la teoría económica para diagnosticar y afrontar esta crisis. La adjudicación del premio en memoria de Arthur Nobel en Economía a Elinor Ostrom en 2009 también se ha asociado con este momento de oportunidad.

3 Existen varios artículos confirmando este diagnóstico. Para un resumen y otra muestra en este sentido ver Cardoso (1995).

4 La historia del pensamiento económico ha logrado conformar una comunidad cada vez más importante con una producción académica creciente y de mejor calidad. No sólo ha aumentado el número de sociedades nacionales e internacionales de historia del pensamiento económico y de sus miembros, de congresos y seminarios, sino también de revistas académicas especializadas. Estas revistas ya son consideradas en los principales índices de citación como el Thomas Reuters Web-of-Knowldege (ISI). Las dos revistas más reconocidas actualmente en esta área, según la clasificación del Centre National pour la Recherche Scientifique (CNRS) de Francia, son History of Political Economy y European Journal of the History of Economic Thought, ambas indexadas en el ISI. En el 2010 fue incluida History of Economic Ideas. En la clasificación de revistas por áreas del CNRS aparecen las dos primeras, seguidas de cerca por el Journal of the History of Economic Thought.

5 Para un recuento de estas posiciones, dentro de las cuales se destacan Weintraub (1996, 2006) y Schabas (1992, 2002), ver Moscati (2008).

6 Ver, por ejemplo, Kurz (2006) y el número especial de Cahiers Charles Gide (1995) ''Faire l'histoire de la pensée économique''.

7 Ya existe una extensa literatura en este tema recogiendo la división entre las dos formas características de hacer historia del pensamiento económico. A estas dos formas se les ha caracterizado bajo la clasificación de relativista y absolutista, reconstrucción histórica y racional, historia whig y no-whig. Para una recopilación de artículos al respecto ver la segunda parte de Samuels, Biddle y Davis (2007).

8 La disminución de cursos en esta área también se extiende a los posgrados. Prácticamente ningún programa de doctorado tiene cursos en su núcleo de historia del pensamiento económico y existen apenas dos programas especializados en el área. Si bien algunas universidades como Duke permiten incluir textos o reflexiones de historia del pensamiento económico en las disertaciones doctorales, las tesis son en su mayoría sobre temas de economía aplicada. Algunos programas de pregrado y posgrado incluyen la historia del pensamiento económico como un componente transversal, aunque limitado, en sus cursos.

9 Ya en 1988 Samuelson nos recordaba que una asignación eficiente del recurso escaso ''tiempo de los estudiantes'' y el costo de oportunidad de los cursos en historia del pensamiento económico, llevaban a reducir su presencia en los currículos.

10 Para una discusión comparativa y un análisis de estas tendencias, ver el número especial de la revista History of Political Economy: Volumen XXXIV, Suplemento No. 1, 2002. En particular, ver la introducción de Weintraub (2002) y también el ''Mini-symposium on the Future of History of Economics: Young Scholars' Perspective'' publicado en el Journal of the History of Economic Thought, Vol. 20 No. 1, 2008.

11 Esta frase parece derivarse de la máxima de George Bernard Shaw ''El que puede hace; el que no, enseña'' (nuestra traducción) en su libro Maxims for revolutionists de 1903.

12 Esto no significa que la historia del pensamiento económico sólo sea discursiva o no pueda ser formalizada. Abundan los ejemplos dentro de la reconstrucción racional sobre la formalización en historia del pensamiento económico.

13 Es interesante recordar que en su manual de Economía, Samuelson utiliza el famoso ejemplo de la frontera de posibilidades de producción entre cañones y mantequilla. Aquí la historia del pensamiento económico sería probablemente la mantequilla. El lector escogerá su interpretación preferida.

14 Ésta ya no es una situación exclusiva de la historia del pensamiento económico. Con la especialización creciente cada vez más las revistas líderes en cada subdisciplina, tiene menor impacto en revistas de otras áreas, pues los especialistas se citan entre ellos haciendo que haya auto-referenciación al interior de cada área. La excepción actual parece ser el área de finanzas.

15 Usamos el término ''corriente dominante'' en vez de ''ortodoxo'' o ''neoclásico'', porque como lo mencionamos más abajo, esa terminología refiere a los debates que tuvieron lugar a mediados del siglo XX sobre las teorías del mercado y los ciclos económicos. Hoy en día son imprecisos, pues el estado actual de la economía escapa a esta clasificación. Ni la ortodoxia coincide necesariamente con lo neoclásico, entendido como la teoría del equilibrio general, ni lo neoclásico se limita al análisis neo-walrasiano.

16 Una muestra de esta posición se encuentra en uno de los libros fundadores de la Teoría del equilibrio general: ''Análisis general competitivo'' de Kenneth Arrow y Frank Hahn publicado en 1971. La discusión sobre la fidelidad de esta interpretación de Smith y sus implicaciones para la teoría económica actual, ha ocupado muchas páginas en la literatura especializada sobre este autor. Los historiadores del pensamiento aún tienen dificultades para convencer a los economistas de la importancia de saber exactamente qué dijo el autor y de por qué al asimilar la mano invisible de Smith al sistema de precios, se pierde todo un análisis sobre efectos emergentes y orden espontáneo que es fundamental en la obra del escocés y que podría alimentar desarrollos actuales.

17 Una confirmación de este diagnóstico se puede encontrar en la discusión que apareció en junio de 2010 en el sitio Economics Job Market Rumors mostrando la posición de jóvenes economistas frente a la necesidad de la historia del pensamiento económico. Aunque algunos recién egresados de doctorado consideran útil la historia del pensamiento económico, hay varias posiciones replicando exactamente este argumento. Ver http://www.econjobrumors. com/topic.php?id=11402.

18 En el extremo, reproduciendo las palabras de Alejandro Gaviria (Mesa redonda, Primera jornada de estudios en Historia del pensamiento económico, 30 de octubre de 2009), se puede pasar de la ignorancia al revisionismo y a una pregunta permanente de ¿para qué aprender economía si todo está mal?

19 La sociología de la economía es una rama de la sociología de la ciencia que se presenta como una alternativa y un complemento a la epistemología tradicional, buscando la formación sociológica tanto de los contenidos como de los criterios de validación de la ciencia. En este sentido, busca dejar de lado criterios normativos y ver exactamente cómo los miembros de una comunidad científica se reconocen, se interrelacionan y generan conocimiento como un acto social. Uno de sus principales representantes es el sociólogo francés Frédéric Lebaron, discípulo de Bruno Latour.

20 Esta afirmación, de hace más de diez años, tiene equivalentes durante toda la segunda mitad del siglo pasado y los primeros años de éste. Es una crítica que generalmente ha sido descalificada por ser pronunciada por personas que no son consideradas dentro del grupo de los que hacen economía. Mark Blaug sería un ejemplo: la mayor parte de su carrera la ha dedicado a la historia del pensamiento económico y a la metodología. Sin embargo, un detalle biográfico parece revelador. Blaug hizo su tesis de doctorado con George Stigler, quien sabemos asesoró a menos de 10 estudiantes de los cuales dos (Blaug y David Levy) son reconocidos historiadores del pensamiento (Freedman, 2003). Más allá de esta anécdota biográfica, diagnósticos semejantes son comunes en boca de críticos de la teoría dominante, pero también se encuentran en sus exponentes. Las columnas de prensa de Paul Krugman en 2009 y las reacciones que generó entre 2009 y 2010, son una buena muestra de la discusión.

21 La creciente tendencia al data-mining, exacerbación de la cuantificación, ha sido criticada porque resulta ''en una distorsión del insumo informativo hacia aquello que puede ser fácilmente cuantificado y desviado de aquellos intangibles e imponderables que pueden ser parte esencial de la realidad'' llevando a los economistas a producir ''más y más números que signifiquen cada vez menos'' (Boulding, 1971, p. 233, nuestra traducción).

22 Recordemos la analogía de Adam Smith entre la sociedad y el tablero de ajedrez: ''en el gran tablero de ajedrez de la sociedad humana, cada pieza tiene un principio de movimiento propio, del todo diferente de aquel que la legislación quiera imponerle'' (Smith 1759, p. 234, VI.ii.2.17).

23Es decir, con la posibilidad para todos de acceder a una creciente variedad de bienes y servicios considerados, originalmente como superfluos y posteriormente, como capaces de satisfacer deseos o necesidades sociales más allá de las necesidades fisiológicas de supervivencia.

24 Una rápida mirada a los artículos publicados en el último número (2010) de cuatro de las revistas más influyentes en Economía puede ser ilustrativo. En el American Economic Review de junio de 2010 encontramos: ''Is a Donor in Hand Better Than Two in the Bush? Evidence from a Natural Field Experiment'' y ''Pinocchio's Pupil: Using Eyetracking and Pupil Dilation to Understand Truth Telling and Deception in Sender-Receiver Games''; en el Journal of Political Economy del mismo mes: ''Does Professor Quality Matter? Evidence from Random Assignment of Students to Professors''; en Econometrica de julio de 2010: ''Foundations of instrinsic habit formation''; y en el Quarterly Journal of Economics de agosto de 2010: ''Measuring Beliefs and Rewards: A Neuroeconomic Approach'' o ''Regulation and Distrust''. Más allá de la evidencia anecdótica los trabajos sobre la familia de Gary Becker o sobre identidad de George Akerlof o sobre terrorismo, prostitución y calentamiento global de Steven Levitt o áreas de investigación como Law and Economics, Neuroeconomía, Economía del comportamiento, Economía de la felicidad, Economía política confirman la flexibilidad del método y el paso hacia una teoría de la acción y la decisión.

25 ''no es el caso con los próximos artículos'' agrega Stigler (1969, p. 221, nuestra traducción).

26 Blaug (2001) cita a Leijonhufvud como el origen de esta metáfora.

27 Para un resumen de su investigación ver http://www.econlib.org/library/Columns/LevyPeartdismal.html.

28 Como lo documentan Peart y Levy (2005), recuperar esta historia no sólo recuerda los orígenes liberales de la disciplina permitiendo recuperar un proyecto político, sino que también muestra la importancia de resolver malentendidos. En efecto, el nombre de ciencia lúgubre se ha asociado con el Ensayo sobre la población de Thomas R. Malthus publicado en 1798, que fue interpretado como la prueba del necesario empobrecimiento progresivo de la sociedad al establecer la ley de la población, según la cual la población crece mucho más rápidamente que los recursos. Seguramente el malentendido más célebre de la historia de la Economía es la Mano invisible de Adam Smith, asociada con el funcionamiento de un sistema de precios en un mercado competitivo. Como ha sido ampliamente documentado, éste no es el significado que se encuentra en los textos del escocés.

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