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Maguare

Print version ISSN 0120-3045

Maguare vol.36 no.2 Bogotá July/Dec. 2022  Epub Dec 23, 2022

https://doi.org/10.15446/mag.v36n2.102860 

Artículo de investigación

UNA MIRADA ETNOGRÁFICA A LA VIDA DE EXCOMBATIENTES ASENTADOS EN EL ESPACIO TERRITORIAL DE CAPACITACIÓN Y REINCORPORACIÓN DE MONTERREDONDO,NORTE DEL CAUCA

AN ETHNOGRAPHIC APPROACH TO THE LIFE EX-COMBATENTS SETTLED IN THE TERRITORIAL SPACE OF TRAINING AND REINCORPORATION (ETCR) OF MONTERREDONDO, NORTH OF CAUCA

UM OLHAR ETNOGRÁFICO SOBRE A VIDA DE EX-COMBATENTES INSTALADOS NO ESPAÇO TERRITORIAL DE FORMAÇÃO E REINCORPORAÇÃO DE MONTERREDONDO, NORTE DO CAUCA

ÓSCAR ARNULFO CARDOZO* 
http://orcid.org/0000-0001-5841-6146

*Universidad Nacional de Colombia, Bogotá, Colombia, oacardozoc@unal.edu.co


RESUMEN

A partir de visitas de campo entre 2018 y 2020 al Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación (ETCR) de Monterredondo en el municipio de Miranda (Cauca), este artículo explora las cotidianidades de algunos excombatientes en el marco de la transición hacia la paz a través del ejercicio etnográfico. Me detengo principalmente en cuatro aspectos que considero relevante narrar: la vuelta a la formación educativa, el papel de la mujer en la transición, los reencuentros con la familia del pasado y los temores frente a la paz. Cada uno de estos, a su vez, están atravesados por un elemento visible: las subjetividades de la "identidad fariana". Finalmente, reflexiono sobre la actualidad y las dificultades del proceso de paz para este ETCR.

Palabras clave: ETCR; excombatientes; identidad fariana; paz; transición

ABSTRACT

Based on field visits to the Territorial Training and Reincorporation Space (ETCR) of Monterredondo in the municipality of Miranda (Cauca) between 2018 and 2022, this article explores from an ethonographic approach the daily lives of some ex-FARC combatants in the framework of the transition towards peace. I focus mainly on four narrative aspects that I consider relevant: the return to educational training, the role of women in the transition, encounters with relatives non seen for a long time, and fears about peace. Each one of these aspects, in turn, is crossed by a visible element: the subjectivities related to the "Farian identity" (FARC-related identity). Finally, I examine the current situation and the difficulties entailed by the peace process in this ETCR.

Keywords: ETCR (Territorial Training and Reincorporation Space); ex-combatants; Farian identity; peace; transition

RESUMO

A partir da visita de campo entre 2018 e 2020 ao Espaço Territorial de Formação e Reincorporação (ETCR, por sua sigla em espanhol) de Monterredondo no município de Miranda (Cauca), este artigo explora as vidas cotidianas de alguns ex-combatentes no marco da transição para a paz, através do exercício etnográfico. Concentro-me principalmente em quatro aspetos que considero relevantes para narrar: o retorno à formação educacional, o papel da mulher na transição, os reencontros com a família do passado e o medo pela paz. Cada uma delas, por sua vez, é atravessada por um elemento visível: as subjetividades da "identidade fara". Finalmente, reflito sobre a situação atual e as dificuldades do processo de paz para este ETCR.

Palavras-chave: ETCR; ex-combatentes; identidade fariana; paz; transição

INTRODUCCIÓN1

Monterredondo es una zona rural adscrita al municipio nortecaucano de Miranda que, tras los Acuerdos de Paz de la Habana en 2016, fue escogido para ser uno de los espacios de congregación y dejación de armas de la guerrilla de las FARO en cumplimiento de lo pactado en el punto 3 del acuerdo final, referido a la creación de condiciones y espacios para su implementación (Cancillería de Colombia 2016).

De esta manera, en dicho espacio se instaló primero un punto de transición y normalización (PTN), llamado "Dagoberto Ortiz", en el cual se llegaron a contabilizar hasta más de 220 exguerrilleros adscritos al frente sexto de las FARO. Después, este PTN se convertiría en una Zona Veredal Transitoria de Normalización (ZVTN), figura que seria adoptada hasta agosto de 2017, fecha en la cual los excombatientes entregarian sus armas en medio de un acto ceremonial con presencia de Naciones Unidas, el gobierno nacional y fundaciones internacionales, dando paso asi al surgimiento de uno de los primeros Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación en el pais, el ETCR de Monterredondo. Sin embargo, la ausencia de infraestructura, la demora en los tiempos de reinserción a la vida civil y la falta de garantias para su seguridad, transformaron este lugar en un territorio vacio e inseguro, tanto para los excombatientes como para sus familiares.

Bajo este marco, mi objetivo es explorar la vida cotidiana de algunos excombatientes asentados en este ETCR construido para su transición hacia la vida civil, según lo pactado en los Acuerdos de Paz de La Habana. Esto fue posible inicialmente gracias a mi vinculación como investigador del proyecto dos veces ganador de la convocatoria Orlando Fals Borda de la Universidad Nacional de Colombia, titulado "Pequenos soldados y futuros jefes guerrilleros. Una exploración sobre la presencia de los ninos/ninas en el conflicto armado en la época de la Violencia en Colombia", liderado por la profesora Ximena Pachón; y posteriormente, gracias a mi papel como colaborador del periódico El Espectador, lo cual me permitió consolidar un número grande de visitas a la zona entre 2018 y 2020, las cuales principalmente estuvieron dirigidas a la realización de entrevistas y escritura de un diario de campo en el que registré los pormenores etnográficos, tanto de la vida misma en estos espacios como de los encuentros cotidianos a nivel individual y colectivo con los excombatientes.

Por último, quiero destacar los aportes de la exploración de dos trabajos de tesis que fueron importantes como antecedentes para la realización de este articulo. El primero, titulado "Memorias, experiencias y transformaciones corporales en la guerra y en la reincorporación dentro de las FARO-EP en el ETCR de Icononzo" de Mateo Mora (2020) con el cual me senti muy identificado, pues a través de aquello que Rosana Guber (2001) denomina "reflexividad de los actores", el autor integra asertivamente como voces principales a su narrativa los relatos de hombres y mujeres excombatientes que actualmente hacen trànsito hacia la paz dentro del ETCR de Icononzo (Tolima). Igualmente, Mora propone alli un enfoque de análisis situado en los estudios corporales durante las etapas de transición hacia la paz, planteando una propuesta profunda que busca integrar reflexiones sobre estos nuevos enfoques en los programas de desarme, desmovilización y reintegración (DDR) que operan en el pais. Por otro lado, la segunda tesis, titulada "¿Podemos vivir juntos sin necesidad de matarnos?: aproximación al proceso de reincorporación colectiva de las FARO-EP desde la experiencia cotidiana del convivir en Icononzo, Tolima" de Angie Lorena Pineda (2020), opta por la indagación del sentido filial que genera ser parte de las FARO, elemento que le otorga identidad a cada uno de los excombatientes entrevistados en su investigación y expresado a través del trabajo etnográfico a través de frases como "Yo prefiero más a la familia fariana que a mi propia familia", las cuales resultaron centrales para una comprensión amplia del tránsito de excombatientes hacia la vida civil.

DE LA GUERRA A LA PAZ: UNA BREVE HISTORIA DE LAS FARC

Colombia vivió durante más de medio siglo un conflicto interno armado que tuvo a lo largo de su historia distintas etapas. Sus origenes quizás puedan remontarse a la década de 1930, cuando sectores campesinos herederos de la violencia desencadenada por la Guerra de los Mil Dias (1899-1902) y cansados por la ausencia de una reforma agraria real, decidieron pasar del campo defensivo a la gestión de tácticas ofensivas. Algunos de los arrendatarios rurales se proclamaron "colonos" y decidieron apartarse radicalmente del yugo hacendatario de la época (LeGrand 1988).

Este evento desencadenó una serie de alianzas entre sectores terratenientes y el Estado, cuyo único fin fue combatir a los sectores campesinos insurrectos de la época. Sin embargo, la resistencia organizada de estos últimos, aliada con grupos como el Partido Comunista y tras los nefastos eventos del 9 de abril de 1948 -el asesinato muerte del lider liberal, Jorge Eliecer Gaitán y el denominado bogotazo-, consolidaron el surgimiento de las primeras Autodefensas Campesinas a finales de la década de 1940.

Ya en la década de 1950, la represión estatal contra los sectores comunistas y sus aliados, más especificamente contra las autodefensas campesinas ubicadas en zonas como el Sur del Tolima, dieron origen a la conformación de las primeras guerrillas en el pais. Inspiradas en los principios politicos comunistas, la ideologia maoista y la protección de la tierra, poco a poco estos nuevos grupos fueron abrazando la lucha armada como estrategia de protección sin perder su horizonte politico.

La década de 1960 traeria consigo la consolidación de las primeras guerrillas, tanto de corte comunista como de corte liberal, las cuales se verian abocadas a una confrontación bélica incendiada primero por la dictadura de Rojas Pinilla (1953-1957), y luego por los gobiernos del Frente Nacional (1958-1974). Durante estos oscuros periodos, cayeron muchos lideres campesinos adscritos a la guerrilla comunista, obligando a los pocos reductos a concentrarse en territorios que algunos politicos de la época llamarian "repúblicas independientes".

Uno de estos espacios, Marquetalia (municipio de Planadas, Tolima), seria bombardeado entre mayo y junio de 1964, sin dejar mayor número de victimas para la guerrilla comunista que habia sido alertada con anticipación, razón por la cual pudo huir a tiempo. Sin embargo, esta acción repercutió directamente en el tránsito de guerrilla a guerrilla móvil con mayor fundamento militar, dando paso asi a la creación del Frente Sur. Ya en 1966, en medio de la segunda conferencia guerrillera en El Duda (Meta), nacerian formalmente las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARO), cuyo objetivo principal era la toma del poder mediante la combinación de todas las formas de lucha.

A partir de entonces, se sumaron a las FARO, otras guerrillas en la década de 1960 tales como el Ejército de Liberación Nacional (ELN) y el Ejército Popular de Liberación (EPL). En la década de 1970 nació el Movimiento 19 de abril (м-19) y la guerrilla indigenista Quintin Lame. A la par también aparecieron, en la década de 1980, los primeros grupos paramilitares con apoyo de sectores politicos y carteles del narcotráfico -principalmente los de Medellin y Cali- que, junto con las confrontaciones armadas entre insurgencia y Estado, sumirian al pais en periodos de absoluto terror, ingobernabilidad y caos.

Sin embargo, en esta misma década, más concretamente en 1983, bajo el gobierno de Belisario Betancur (1982-1986) se gestó una de las primeras experiencias de negociación de paz con las FARO. Este acuerdo, denominado Acuerdo de la Uribe (Meta), consistia en un cese unilateral al fuego, reinserción y consolidación de un movimiento politico de los desmovilizados llamado Unión Patriótica (UP). Este movimiento con gran acogida popular sufriria después un genocidio politico que duró cerca de veinte años: muchos de sus integrantes, algunos antiguos combatientes, fueron asesinados o exiliados con demostrada complicidad de agentes estatales (Cepeda 2006).

Luego vendrian dos experiencias de negociación de paz fallidas. Primero, bajo el gobierno de César Gaviria (1990-1994), se intentó negociar en el extranjero -Caracas y Tlaxcala- con la Coordinadora Guerrillera Simón Bolivar (OGSB), que agrupaba miembros de las FARO, ELN y EPL-, sin llegar a buen término tras la ejecución gubernamental de la "Operación Casa Verde" (1990) y el secuestro y posterior muerte en cautiverio del exministro Argelino Durán Quintero (1992). Segundo, las negociaciones en la denominada zona de despeje de San Vicente del Caguán (Caquetá) bajo el mandato del presidente Andrés Pastrana (1998-2002), cuyo fracaso en gran parte se adjudicaria a la continuidad del conflicto entre las negociaciones y la ofensiva global antiterrorista tras la caida de las Torres Gemelas en 2001.

Luego, durante los dos periodos de gobierno de Álvaro Uribe Vélez (2002-2010), la posibilidad de negociar quedó totalmente anulada por la imperiosa necesidad del mandatario de acabar militarmente a las FARO. Su exministro de defensa, Juan Manuel Santos, ganó las elecciones en 2010 y dos años después, anunció el establecimiento de diálogos de paz con esta guerrilla. Dichas negociaciones se llevaron inicialmente en secreto y después de manera formal en un terreno neutro, La Habana (Cuba). En 2012 concertaron la firma del cese de hostilidades y la construcción de paz, a partir de la negociación de seis puntos claves: reforma rural integral; participación politica; fin del conflicto; solución al problema de las drogas ilicitas; victimas; implementación, verificación y refrendación. Finalmente, sobre estos puntos vale la pena decir que representaron las principales disputas que, como aqui he mencionado, posibilitaron el origen y la posterior evolución de las FARO, primero como autodefensas campesinas y luego como guerrilla.

DE LA ZTVN AL ETCR DE MONTERREDONDO (CAUCA)

El punto 3 del acuerdo final de paz referido al fin del conflicto armado y la dejación de armas configura la existencia de 20 Zonas Veredales Transitorias de Normalización (ZVTN), espacios donde desde 2016 los excombatientes convivirian y desarrollarian sus primeras acciones de reincorporación mientras se preparaban para el tránsito a la vida civil. Estas zonas, a su vez, fueron ubicadas estratégicamente en territorios donde el conflicto interno armado tuvo mayor presencia, con el fin de articular los propósitos del acuerdo de paz con los escenarios de perdón y reconciliación en comunidades locales afectadas por la violencia.

Ahora bien, el carácter "transitorio" de estas ZVTN se presentó hasta junio de 2017 tras el decreto 901 (Presidencia de la República de Colombia 2017) que amplió su plazo de existencia por dos meses más mientras se hacia efectiva la transición a los nuevos espacios. Luego, desde el 15 de agosto de 2017, pasaron a llamarse Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR), los cuales, aprovechando lo cimentado en las ZVTN, integraron como novedad una mayor presencia institucional; capacitaciones educativas y laborales a partir del censo socioeconómico y educacional hecho por las universidades Nacional y Pedagógica, y la posibilidad de un establecimiento formal de excombatientes a través de su permanencia en estos territorios.

Uno de los primeros espacios en constituirse y hacer la dejación formal de armas fue el Espacio Territorial de Monterredondo (Figura 1), en el municipio de Miranda (Norte del Cauca, Colombia), donde se asentaban todos los desmovilizados de las FARO adscritos al frente sexto, comandado en su momento por el histórico lider guerrillero Miguel Ángel Pascuas, más conocido por su alias, Sargento Pascuas.

Fuente: fotografia tomada por Óscar Cardozo, ETCR de Monterredondo, 2019.

Figura 1 Entrada al ETCR de Monterredondo, antigua ZVTN 

Este ETCR es un lugar alejado de la cabecera municipal de Miranda, de clima frio debido a su ubicación en zona de montana y con alta presencia de ejército, pues justo en este territorio está posicionado un batallón de alta montana. En esta zona no es tan fácil el acceso de vehiculos, por lo menos para los carros no autorizados previamente o los no adscritos a la Unidad Nacional de Protección (UNP), organismo de seguridad adscrito al Ministerio del Interior colombiano y encargado de proporcionar los esquemas de seguridad a los excombatientes cobijados por el proceso de paz. Sin embargo, tras obtener una serie de permisos previos tanto con integrantes de la ETCR como con sus esquemas de seguridad, se me permitió acceder a la zona a través de un mototaxista conocido por ellos y concertado exclusivamente para entrar y salir del lugar.

En Monterredondo, hombres y mujeres excombatientes han sabido asentarse bien, en gran medida porque durante muchos años transitaron por estas zonas con sus respectivos frentes. Miranda, junto a otros municipios como Caloto, Jambaló y Toribio fueron parte de un enclave geográfico en el departamento del Cauca que durante muchos años se convirtió en uno de los epicentros más visibles del conflicto armado en el pais. Sin embargo, aquella geografia bélica del pasado intenta ser transformada de a poco por los excombatientes, a través de nuevas apuestas educativas y laborales en territorios de paz.

Sin embargo, dejar las prácticas cotidianas adquiridas en el monte -aún tras cuatro años desde la firma final del acuerdo en el Teatro Colón de Bogotá-, llevará mucho más tiempo. Primero, por una serie de rutinas corporal y mentalmente aprendidas que solo se visibilizan estando en terreno: antes de las 5 de la manana ya alguien está haciendo una aguapanela caliente, esta vez con estufa de pipa y no una fogata en el monte; a las 6 am se encuentran todos en medio del desayuno y aunque esta vez no haya himno fariano por entonar, cada uno toma la palabra para actualizar información del ETCR y, finalmente, a las 7 a. m., por más tardar, cada excombatiente empieza a laborar, desde el más pequeno hasta el más anciano, atendiendo responsabilidades asignadas dentro del grupo.

ESPERANZA Y TEMOR FRENTE A LA PERMANÊNCIA DE EXCOMBATIENTES EN EL ETCR

Para muchos de los excombatientes no ha resultado sencillo soltar un fusil y entregarse de lleno a trabajar con madera, aprender empunando lápices y resistir las distintas etapas del proceso de paz. Sin embargo, los sueños proyectados a partir de la firma del acuerdo los alientan cada vez más a trabajar enfocados en sus nuevos proyectos de vida.

La educación ha sido uno de los pilares claves para impedir el rearme de muchos excombatientes, a través de la integración a nuevos grupos como las disidencias, pues esta les permite adquirir un saber duradero que a mediano y largo plazo les posibilitara ejercer una profesión y oficio que va mucho más allá de empunar un arma (Kaplan y Nussio 2017).

Además, la construcción de un tejido familiar que incluye reencuentros con familiares civiles, la estabilidad con alguna pareja emocional o la posibilidad de ejercer la paternidad o maternidad, de una u otra manera les permite reflexionar con mejor perspectiva la posibilidad de una vida en la legalidad (Kaplan y Nussio 2017).

Ahora bien, aunque en muchos medios se presentan cifras positivas del gobierno sobre estos temas, la realidad es que, por lo menos en Monterredondo, las condiciones del ETCR no son las mejores. Muchos de los baños están inconclusos; el techado de sus instalaciones no se ha terminado; no cuentan con equipos eléctricos, como neveras para guardar seis meses de mercado que el gobierno sin diálogo previo envió en una única entrega; los proyectos productivos están demorados y muchos excombatientes siguen siendo asesinados de manera indiscriminada. Según datos recogidos hasta agosto de 2021 por el Instituto de Estudios para el Desarrollo y la Paz (Indepaz), en lo que va corrido del 2021 se han presentado 34 homicidios de excombatientes de las FARO, 8 de ellos en el Cauca, y en total en el pais desde la firma del acuerdo ha habido 279 asesinatos de excombatientes (Indepaz 2021).

Pese a todo esto, sus iniciativas, autogestionadas a través de bonos solidarios, bingos o comidas vendidas quincenalmente, les aportan pequenos fondos con los que alientan proyectos en madera, bisuteria y cultivos locales. A la par, han creado una tienda local con la que buscan no solo generar ingresos diarios, sino posibilitar el intercambio de alimentos, ya que al no contar con condiciones de almacenamiento pueden "truequear" (intercambiar) con campesinos pobres de la región. Esto ha empezado a generar procesos de cohesión con la comunidad, pues al estar ubicado el ETCR en una zona con baja tenencia de tierra para los campesinos (cada familia tiene en promedio entre un cuarto y media plaza de tierra), tampoco existe una diversificación de sus productos, siendo básicamente el cultivo de frutales y la siembra de marihuana los únicos dos ejes económicos de la región.

ACERCA DE LA IDENTIDAD FARIANA

Pero qué hace referencia esta "identidad del sujeto fariano" de la que hablé con anterioridad? Al respecto, a partir de la obra de Henry Tajfel, el concepto de identidad lo podemos analizar a partir de tres componentes: uno cognitivo, el conocimiento que tienen los sujetos acerca del grupo al que se adscriben; uno evaluativo, referido a sus juicios sobre el mismo; y uno afectivo, el cual permite ver los sentimientos que genera la pertenencia a dicho grupo (Tajfel 1978).

En este orden de ideas, los excombatientes adscritos a las FARO, a través de los encuentros en campo logran identificar la historia del colectivo mediante lo que Mario Aguilera (2010) denomina "episódios fundadores o 'sus guerras anteriores', convertidas en imágenes de culto y en destacados objetos de identidad" (Figura 2).

Fuente: fotografia tomada por Óscar Cardozo. ETCR de Monterredondo, 2019.

Figura 2 Una bandera comunista como cortina de una de las viviendas en el ETCR 

Asi pues, las disputas colectivas de antano -que incluyen las luchas comuneras del siglo xviii, los lideres independentistas del siglo XIX, el movimiento obrero del siglo xx y la resistencia campesina de Marquetalia-, junto a la iconicidad de ciertas figuras como Bolivar, Gaitán o Maria Cano son aprehendidas y divulgadas con el fin de construir un relato histórico que fuese apropiado "cognitivamente" por cada uno de los excombatientes en el interior de las FARO.

Vale la pena mencionar que la historia fariana en algunos casos no es del todo aceptada por ciertos excombatientes, pues, bajo la sombra del concepto de identidad esbozado por Philip Abrams (1982), el cual se explica desde la interconexión entre el tiempo individual y el tiempo social, aquellos excombatientes suscritos en la actualidad al proceso de paz plantean "evaluaciones" reflexivas a través de organismos como la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) y la Comisión de la Verdad frente a algunos hechos del pasado tales como el uso de violencia desmedida y la afectación a civiles en medio del conflicto. Estos juicios, a su vez, no desmeritan el valor que como organización histórica tienen las FARO para los excombatientes, pues, por el contrario, hace parte de la resignificación que esta "generación", usando otro concepto de Abrams (1982), le da a su propia construcción histórica e identitaria, esta vez desde las toldas de la legalidad.

Finalmente, existe una serie de vinculos "afectivos" que logran percibirse entre los excombatientes que se reconocen como adscritos a la "familia" de las FARO. Para empezar, el mismo hecho de sentirse parte de una familia les asigna una carga emotiva y sentimental cercana, casi filial, que va mucho más allá de la cotidianidad de un simple grupo alzado en armas. Este hecho también se expresa en su música, pues como recurso emocional, las letras de las canciones permiten reconocer aquello que Gabriel Samacá denomina la "construcción de referentes identitarios de la organización" (2017). Como bien reza una frase de uno de los vallenatos farianos más escuchados en Monterredondo: "A galope tendido, a galope tendido. Con las FARO, con Bolivar, con los oprimidos" (Grupo Experimental 2019).

RETORNANDO A LA ESCUELA EN EL ETCR

Durante una de mis visitas al espacio territorial, conoci a Manuel Alonso (Figura 3), antiguo combatiente que antes de terminar en la guerrilla de las FARO habia pasado por el м-19. Oriundo de Herrera (Tolima), habia andado mucho en la guerrilla, por el Cauca, por el Huila y, cómo no, por su natal Tolima. De palabras certeras y una seriedad implacable, Manuel estudiaba cada cosa de la que fuese a hablar y no daba opinión alguna sobre lo que no sabia. Siempre se le veia con un cuaderno, lapiceros, lápices y una escuadra, pues dentro del espacio territorial él lideraba un proyecto de trabajo con madera, enfocado en la producción de portarretratos, y otro proyecto de estampado de camisetas.

Fuente: fotografía tomada por Óscar Cardozo. ETCR de Monterredondo, 2019.

Figura 3 Manuel Alonso en una de sus sesiones de estudio 

Cuando no estaba trabajando en dichos proyectos, se le veia repasar caligrafia básica o aprender a sumar, pues, aunque solo tenia clases los fines de semana, él se sentia rezagado con respecto a sus companeros de curso, y esto, en cierta medida, lo avergonzaba. Asi me contaba Manuel su experiencia de nino en la escuela:

Yo estudié hasta tercero de primaria y de ahi para arriba no pude más. La escuela era en bareque y zinc, lejisimos de donde yo vivia, en la vereda Santa Rosa en Herrera, Tolima. La profesora era joven, se llamaba Alicia González y antes estaba la profesora Estela Ospina, maravillosas mujeres ambas. Sin embargo, habia que trabajar para ayudar en la casa. De nueve anos empecé a coger café y cargar leche con mis hermanitos. Nos volvimos especialistas a los diez en cargar madera mientras estábamos en una finca. (Entrevista 1)

Como muchos de sus camaradas, Manuel Alonso ni siquiera pudo concluir exitosamente su primaria debido a las agrestes condiciones en el mundo campesino a mediados del siglo XX y a las necesidades imperantes de su medio. Sin embargo, él es consciente de que el mejor vehiculo para la gestación de la paz real en el pais es la formación educativa. Como bien me lo expresó, ahora en la vida civil debe conseguir un empleo, poder entablar diálogos con la gente y tener acceso a mejores condiciones culturales, para lo cual es necesario poder empezar con lo básico: tener buen nivel de lectura y escritura. En términos de Manuel Alonso: "Yo no vine a salir del monte para perder el tiempo. Yo vine a formarme para ganarme totalmente el derecho a ser libre" (Entrevista 1).

Esta frase resulta importante para comprender cómo para muchos guerrilleros una parte de la transición hacia la paz que resulta fundamental en el marco de la recuperación de aquello a lo que nunca tuvieron acceso es la educación. Sin ella, muchos de ellos y ellas se verian perdidos en medio de la sociedad civil y, cómo no, de las relaciones que alli se tejen. En palabras de Amartya Sen, "entre las libertades fundamentales se encuentran algunas capacidades elementales como por ejemplo [...] gozar de las libertades relacionadas con la capacidad de leer, escribir y calcular, la participación politica y la libertad de expresión" (Sen 2000, 55).

Manuel Alonso se consideraba uno de los hombres más diestros en el manejo de fusiles en el sexto frente, pero también uno de los hombres que más atención le prestaba a la historia del grupo insurgente. El mismo Manuel planteaba otra lectura sobre el ejercicio de formación en plena transición hacia la paz: con la palabra, con la lectura, con el saber, hay una mejor forma de entender y explicar su historia de excombatiente y la del antiguo movimiento insurgente al cual se encuentra aún adscrito desde el tránsito hacia la vida civil. En sus palabras, comenta:

La cuestión del porqué permanecer en las farc era meramente emocional. Habia una suerte de amor hacia la revolución. Cuando uno veia a un guerrillero, decia: ;qué bueno cargar esas armas. De pronto son locuras que uno comete. Pero cuando ya a uno en la guerrilla le explican el origen de la guerra: los terratenientes, las cinco o seis familias que gobiernan este pais, los campesinos sin salud y educación, uno se pone a analizar y si, es cierto. Yo no tengo ningún grado de estudio, pero sé bien la historia de injusticia de este pais y con esa formación potenciada a través de la educación ahora, se puede explicar mejor a la gente el por qué nos fuimos pal monte. (Entrevista 1)

Sin embargo, una vez me expresaba estas posiciones de cara a su propia experiencia de vida con respecto a la educación, senalaba una serie de criticas frente a su implementación tras los acuerdos. Primero me decia que se demoraron mucho en mandar a los profesores a su espacio territorial, a pesar de que ellos ya se habian enterado de que los montos estaban asignados desde hace mucho para ese punto. Una demora de casi nueve meses para que llegaran sus profesores les generó incomodidad, pues consideraban que esa burocracia a través de los operadores es tiempo que ganan otros, como las disidencias y los narcotraficantes para seducir a los excombatientes en sus nuevas filas. Igualmente, consideraba que esta educación básica deberia ir acompanada de una educación técnica que les permita capacitarse en temas puntuales para poder emplearse rápidamente sin esperar la tramitologia del Estado. Sus palabras de cierre, una vez más resultan contundentes: "En la guerrilla mucha gente sabia curar, manejar un radio, cortar lena o peluquear. Todos esos conocimientos empiricos son los que uno necesita mejorar y certificar pa' ponerse a trabajar" (Entrevista 1).

LA MUJER FARIANA Y SU TRANSICIÓN HACIA LA PAZ

Luz es la esposa de Manuel Alonso y uno de los pilares de la ETCR de Monterredondo. No le gusta hablar de su pasado, porque considera que hay mucho dolor inscrito en él. Casi todo el tiempo permanece en la cocina, ella misma nos dijo que le encanta cocinar y que sentia una fascinación especial por el pescado.

De sus iniciativas dependen en gran parte los bingos, las comidas que se venden quincenalmente y la interacción con otras mujeres de la comunidad veredal de Monterredondo, pues dada su adscripción religiosa con la comunidad evangélica asiste diariamente al culto del cual hace parte, e intercambia experiencias con campesinas y habitantes de la región que también asisten alli.

La transición para ella ha sido más bien llena de silencios. Si bien es cierto que nunca empunó un fusil, se movia con el sexto frente, pues su companero Manuel Alonso inscribió su familia en la vida insurgente. Casi siempre operaba como un satélite que cosia prendas, hacia comidas u organizaba la información del frente en sectores alejados de los cascos urbanos a los que iba. Su papel en la guerra también era protector, pues los hijos de aquellos companeros excombatientes en muchas ocasiones crecieron al cuidado de Luz. "Dios perdona a quienes de corazón se arrepienten de sus acciones", me expresó en sus términos, prefiriendo dejar atrás cualquier relación con la guerra.

Sin embargo, la figura de lo evangélico en su vida no fue siempre asi. En medio de aquellos escenarios de guerra del pasado, se aferró a la fe para poder soportar el rigor del conflicto. Pero, aun asi, necesitaba una motivación más vital en su vida, una en la que estuviera también inscrita con lógicas comunales y no tan institucionales como las que brindaba la Iglesia católica. Por ende, cuando se expresaba sobre su culto evangélico, todo se llenaba de gratitud y solemnidad pues este le habia permitido reconocerse con otras mujeres, con otras familias y con sus propios vecinos en la hermandad plena de una fe que, inspirada en la teologia de la redención y la reconciliación (Theidon 2015), no la juzga por lo que fue, sino por lo que puede ser en comunidad.

Las mujeres, me explicaba, fueron fundamentales en la guerra para que las estructuras insurgentes se mantuvieran en pie (Figura 4). Ella tuvo una hija excombatiente, quien luchaba codo a codo con los hombres, sin embargo, siempre le aconsejaba dejar los fusiles, sin que esto se convirtiera en una forma de insistencia, sino más bien, a manera de consejo sobre el menor desgaste, pues con los hombres ella siempre veia situaciones mal libradas en las cuales morian o quedaban muy mal.

Fuente: fotografía tomada por Óscar Cardozo. ETCR de Monterredondo, 2019.

Figura 4 Antigua excombatiente, hoy en tránsito hacia la vida civil 

Hija y madre ahora conviven en medio del espacio de transición en Monterredondo (Cauca). Luz organiza el tema alimentario de su lado del espacio, pues explicaba que hay más de una cocina alli, y su hija lidera la tienda que dispusieron justo a la entrada del ETCR como estrategia para intercambiar alimentos con los civiles de la comunidad a la que están adscritos. Tristemente, reconocia que la guerrilla en el interior fue determinantemente machista, a veces cruel en el trato hacia las mujeres, pero me dijo que son estas cosas las que han venido cambiando a partir de su "nueva cotidianidad", tras los acuerdos de paz en la Habana y su reagrupamiento en estos ETCR. En términos de Agnes Heller (1994), estos cambios, producto de esta "nueva cotidianidad", visibilizan la mutabilidad de la misma vida cotidiana, pues esta no es permanente, ni inmóvil, sino dialéctica entre el individuo y el mundo, aspecto que lleva a que al cambiar de ambiente y de espacio los excombatientes se enfrenten continuamente a adecuar sus viejas prácticas y construir nuevos comportamientos frente a las nuevas tareas, costumbres y reglas que implica su inscripción a la vida civil.

En términos de Luz, estos cambios frente al trato de las mujeres a partir de esta "nueva cotidianidad" tienen un reflejo directo en los ETCR, a partir de lo siguiente:

Usted ve en las paredes cartulinas con anuncios como "Asi como encontró la loza limpia, asi mismo se lava" o "Por favor, lavar el bano cuando le toque". Esas cosas las pusimos nosotras porque una cosa es que nos guste la cocina y otra que les tengamos que limpiar donde comen. La mujer aqui en la ETCR es fundamental para esos fines, pero también se hace respetar en esta nueva vida que todos llevamos. (Entrevista 2)

Sin embargo, me explicaba, que no se puede tajantemente ensenar a los excombatientes un cambio en la mentalidad de estas prácticas de un dia para otro, pues ella misma reconocia su gradual normalización tras tantos años de haberlo vivido en medio de la guerra. En gran parte, estos imaginarios internos de las FARO reproducen las lógicas de la cultura patriarcal y machista en la cual se inscribe la sociedad civil colombiana. En palabras de Martha Cecilia Machado, "ese discurso muestra cómo la familia que se construye en ese contexto reproduce las normativas naturalizadas en la cultura sobre el papel de la mujer" (Machado 2018, 150).

Por ende, elementos como la sexualización de las companeras sentimentales en los campamentos, la adjudicación de ciertas tareas a las mujeres, por ejemplo, el lavado de ropa y la recurrente inscripción de la mujer como necesidad ante la soledad del monte, hacen parte de un arsenal de malas prácticas que naturalizaron tanto hombres como mujeres combatientes durante muchos años y con las cuales, tanto individual pero principalmente colectivamente, están empezando a trabajar.

Llegada la tarde, las labores de Luz no paraban. Sin embargo, si terminaban aquellas tareas en las que el quehacer hogareno imperaba, y llegaban otras en las que el contacto diario con sus hermanas evangélicas sale a relucir. Debia organizar un bingo y era consciente de que el éxito de este dependeria plenamente de la recepción en comunidad, pues, hacerlo solo entre excombatientes resultaria un fracaso. Por ello, me invitó primero a mi, aclarando que el evento no tendrá un tinte religioso, pero si estará influenciado totalmente por Dios.

De la misma manera, hizo llegar los cartones a sus hermanas evangélicas, a sus hermanas excombatientes y a sus hermanas de sangre, de manera que su labor se constituia en una de las experiencias de reconciliación más interesantes de la construcción de solidaridad con la comunidad civil. En sus propias palabras:

Todos nos juntamos alrededor del compartir de saberes y haceres para empujar un buen evento. Lo importante más allá de si se vende o no el bingo, es que todos saquemos tiempo para conocernos, para ayudar a pelar un marrano, hacer unas papas o preparar una chichita. Con eso uno percibe que todos nosotros, el pueblo, somos solidarios, nos apoyamos, nos damos fuerza. De a poco eso es lo que va construyendo paz, no los mandados politicos. El poder que tienen los bingos, el baile o los actos culturales para visibilizar y reconocer a los otros, no lo tiene ninguna otra cosa en el mundo. (Entrevista 2)

REENCUENTROS FAMILIARES DESPUES DE LA GUERRA

Nativel Chantre, mejor conocido en la guerra con su alias de Alirio Morales, antiguo campesino de la vereda El Pensil, ubicada en el municipio de La Argentina (Huila), a sus escasos 13 años, a través de la militancia politica con células del Partido Comunista, decidió enfilarse en las FARO. Sus rasgos caucanos junto con las visibles secuelas fisicas de la guerra no pasaron desapercibidos mientras yo iba y venia en los diferentes viajes al ETCR (Figura 5).

Fuente: fotografía tomada por Óscar Cardozo. ETCR de Monterredondo, 2019.

Figura 5 Al centro y de espaldas, Nativel, en una de sus clases de nivelación de primaria 

De a poco fui conociendo su historia, llena de enormes silencios y miradas al horizonte que también hablaban sobre lo que guarda más sentido en el corazón que en la propia razón. Para él, su historia solo puede explicarse si también es contada a la par que la de su propia familia: "Mi mamá era una mujer muy trabajadora, ella fue la que nos educó. Mi papa era un campesino completamente dedicado a la agricultura las 24 horas del dia. Para mi, la familia antes y ahora lo es prácticamente todo" (Entrevista 3).

Prefiere referir que su ingreso a las FARO fue un modo de asegurar mejores condiciones de vida para él y su familia en el campo, pues el sector agricola a finales de la década de 1970 no era el mejor y los cultivos de maiz, frijol y arracacha, de los cuales dependian sus ingresos como familia, no soportaban los altos impuestos del gobierno de la época. En pleno Paro Civico de 1977, Chantre fue consciente del sacrificio de sus padres, ambos campesinos, para poder darles un techo digno, estudio y alimentación. Asi fue como llegó a la guerrilla de las FARO, hoy partido politico Comunes.

Sin embargo, decia, su mayor dolor fue saber que una vez saliera al monte no tendria un regreso continuo y fácil a su antiguo hogar. Aquel nino que un ano antes se habia reventado la espalda en potreros y fincas de ganaderos de la región, buscando algún peso para llevar a casa, habia abrazado, primero, las banderas del Partido Comunista por un reparto justo de la tierra y haciendo carrera alli, después las banderas de la Unión Patriótica (up), inspirado, como el mismo lo dice, en "hombres del pueblo como Bernardo Leal" (Entrevista 3). Todo esto lo vivió a los escasos 15 años.

Una vez la up empezó a vivir en carne propia su exterminio, un nino como Chantre, asustado y fichado por la policia de la época, solo vio en las FARO una oportunidad para sobrevivir. Su familia campesina habia sido reemplazada por otro tipo de familia: una llena de muchachos como él, con 12, 15 y 16 años, experimentados en la vida del monte, junto a otros hombres curtidos, casi todos campesinos o indigenas, salvados de aquel terrorifico episodio conocido en la historia del pais como El Plan Baile Rojo, cuyo objetivo principal, basado en alianzas entre sectores politicos oscuros y paramilitares, consistió en acabar fisica y politicamente con la up, dejando un horroroso saldo de dos candidatos presidenciales asesinados, 20 atentados a sus sedes politicas, 15 masacres contra sus simpatizantes, 13 parlamentarios dados de baja y más de 3.000 militantes desaparecidos, asesinados o exiliados (CNMH 2018).

Después de la década de 1990, los estatutos en la guerrilla se hicieron más radicales. La Octava Conferencia Nacional Guerrillera, realizada en La Uribe (Meta) en 1993, con el telón de fondo de la caida del socialismo real en la Unión Soviética, la crisis del comunismo internacional y el genocidio politico de la Unión Patriótica, minaron el ambiente del encuentro, lo cual generó a su vez decisiones más radicales: ampliar el despliegue armado en nuevas regiones para cubrir militarmente el pais; cercar las instituciones del Estado mediante incursiones armadas en la ciudad para que el gobierno nacional cediera una posible zona de despeje; reducir la presencia familiar al interior de la guerrilla mediante la planificación familiar obligatoria y castigos ejemplares contra las relaciones establecidas entre farianos y civiles (CNMH 2014).

Con esto, para Chantre con el pasar de los años se esfumaba la posibilidad de tener familia. Muchas incursiones después, el consagrado explosivista fariano habia olvidado cualquier tipo de contacto con su familia natal. Sin embargo, como él mismo comentó: "Olvidada aquella hermosa familia que tengo aún en La Argentina, vino otra familia que apenas empiezo a conocer" (Entrevista 3).

Esto último hace referencia a su nueva etapa ya como excombatiente, totalmente concentrado en el arte del cultivo del café y en la recuperación del tiempo perdido con una hija que hoy, a sus 27 años, apenas empieza a conocer. Al respecto, comentó:

Cuando yo empecé a tener liderazgo en la guerrilla, me volvi un mediador entre la comunidad, las juntas populares y las FARO. Era, palabras más, palabras menos, el que ponia la cara en los problemas entre los guerrilleros y el pueblo. Gracias a Dios y a la ensenanza de mi papá, yo naci para el liderazgo. Sabia llevar las cosas con la gente y ellos eran muy agradecidos. En uno de esos encuentros nos enamoramos con una muchacha y dada la vida del monte, después del romance, no supe más sobre ella. Ha sido gracias a este proceso de paz que yo verdaderamente me he podido reencontrar con lo que queda de mi familia, mi hija. (Entrevista 4)

CON EL MIEDO EN LA ESPALDA, CON LA PAZ EN EL HORIZONTE

La ETCR de Monterredondo cerró en 2020 con apenas 20 excombatientes y 16 de sus familiares. Esta baja cifra a su vez se refleja en sus instalaciones: casas semiabandonadas, silencio entre sus corredores y pinturas en las paredes de camaradas que ya no están (Figura 6).

Fuente: fotografía tomada por Óscar Cardozo, ETCR de Monterredondo, 2019.

Figura 6 Antiguo pendón del ETCR de Monterredondo 

En una de sus frecuentes visitas a Monterredondo, debido a su movilidad entre las ETCR, Miguel Ángel Pascuas, conocido en la guerra como Sargento Pascuas, uno de los históricos referentes de las FARO, sobre este punto me dijo:

El gobierno al no cumplir los acuerdos trae problemas porque no solo genera desconfianza lo que hace que algunos companeros se vayan de aqui a rearmarse, sino que además incumple el pacto básico de vida por el cual nos hizo desarmar. Lo que está pasando aqui en Monterredondo, es lo que ha pasado a lo largo de la historia colombiana: comienzan a fusilar guerrilleros y la gente de puro miedo se vuelve pal monte. Nosotros estamos cumpliendo con nuestra parte de los acuerdos, pero que el gobierno cumpla también. Por lo menos que no nos mate. (Entrevista 4)

Al respecto, las cifras totales del departamento del Cauca para excombatientes asentados en los cuatro ETCR disponibles (El Ceral, Monterredondo, Los Monos y El Estrecho) son simplemente lamentables: 37 de ellos han caido asesinados desde la firma de los acuerdos en La Habana, lo cual representa el 11% del ponderado nacional de crimenes de excombatientes en el pais, según datos de la Unidad de Investigación y Acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) con fecha de corte de noviembre de 2020 (Unidad de investigación y acusación de la Jurisdicción Especial para la Paz 2020).

En este orden de ideas, las cosas en este ETCR no andan bien. O al menos esa es la sensación que me dejan no solo las cifras, sino, además, lo visto y escuchado puertas adentro. La guerra de la que antes eran participes activos hoy les toca la puerta y los aniquila. "La vereda Monterredondo es un nido de sapos" senala un panfleto que nos ensenan, firmado por la disidencia Dagoberto Ramos y en donde a cada uno de los excombatientes alli asentados se les ordena salir inmediatamente.

Hay mucha zozobra y temor, pues a esto se suma el rechazo de algunos pobladores quienes los ven como enemigos, a raiz de su presencia en la vereda. La gente cree que, debido a ellos, la disidencia se ha ensanado contra familiares, negocios y sus propios hijos. No importa el número de veces en el que los exguerrilleros acuerden encuentros comunitarios o diálogos abiertos para que entre todos aborden los panfletos y las amenazas, la gente asiste a estos y, en el mismo ETCR, se sienten las miradas constantes hacia cualquier persona que entre o salga del espacio, todo esto ocurre a un costado de uno de los puestos del Batallón de Operaciones Terrestres N.° 142.

En este contexto, los excombatientes no han perdido sus sueños de paz. Son los más viejos quienes, una vez más, han asumido el liderazgo de estas banderas que en medio de tanta dificultad intentan aún cargar. Ellos mismos reconocen que este mando simbólico es una inyección a los ánimos de los pocos excombatientes que aún resisten en esta ETCR, en medio de proyectos productivos, una escolarización tardia y la espera de un pais mejor. Pascuas ya ha pasado las duras y las maduras desde la década de 1950 y sus palabras en medio de reuniones de almuerzo, de estudio o al tomar el tinto, ayudan directamente a mantener la palabra "paz" más presente que nunca:

Yo que sufri tanto también en la guerra, desde pequenito me tocó y ahora que hay esta posibilidad, yo lo que pido camaradas es que cumplamos. Yo, por ejemplo, hago lo posible por cumplir. Yo he conversado también con algunos del ejército, en todas partes a hablar de la paz. Nosotros tenemos que mirar la forma de cómo se abren las posibilidades de que el pueblo siga adelante con la paz aún a pesar de que nosotros ya no estemos. (Entrevista 4)

Al atardecer, en Monterredondo todos los excombatientes y familiares solian reunirse en torno a una mesa a conversar sobre los acontecimientos del proceso, mientras un plato de sopa de arroz y una aguapanela hirviendo iba siendo servida por las mujeres del espacio territorial. Los rostros de Manuel, Luz, Nativel, Miguel Ángel, los otros 16 excombatientes, ninas trenzadas, los jóvenes hijos que visitaban a sus padres y yo mismo, nos encontrábamos solo amparados por la certeza de la paz, a pesar de todo lo que iba fallando. La escena recreaba a la perfección aquellas noches con fogón de lena improvisado que armaban durante sus dias en el monte antes de ir a dormir, lo que el periodista Carlos Arango (1984) llamó "el compartir guerrillero" alrededor del fuego como antesala al sueño.

Al horizonte de Monterredondo, la luz del sol cae. Las noches aqui son más despejadas de lo normal y se siente como un lugar destinado a brillar por su cercania a las estrellas. Ya a las siete de la noche, al igual que en sus antiguas caletas (titulo asignado en la vida guerrillera a las camas o lugares donde descansaban al final del dia), los y las excombatientes se alistan para dormir. No falta el centinela que por insomnio o costumbre decide montar guardia en los rincones del ETCR.

Quienes me han recibido usualmente en la ETCR, Luz y Manuel, se despiden y me empacan alguna que otra panela para el camino. Su amabilidad, buen trato y confianza brilla en medio de tanta tensión por la incertidumbre e inestabilidad del proceso de paz en esta región. El mototaxi que salia muy puntual, me esperaba diligente en cada nueva salida. Al final de cada dia, siempre era despedido con la frase de un cartel, hecho a mano y rústico la cual cobraba más sentido después de haber conocido, convivido e interactuado con los excombatientes en la zona durante varios periodos: "Lugar de sueños de Paz".

CONCLUSIONES

El actual proceso de paz ha permitido conocer de primera mano las experiencias de vida de excombatientes que, venidos desde el monte, se han reagrupado en los denominados Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) en los cuales han convivido hasta la actualidad tras los acuerdos de Paz en La Habana (Cuba), a la espera de una formalización legal y permanente de predios o, en su defecto, dadas las condiciones de seguridad, un traslado hacia otras zonas del pais.

Estos ETCR se han configurado, a su vez, como territorios en los cuales excombatientes y familiares, sin perder sus costumbres y simbolos farianos- retratados aqui -desde lo que he denominado parte de su "identidad fariana"-, han logrado integrarse de manera gradual a la cotidianidad de la vida civil mediante experiencias educativas de formación en primaria y bachillerato; oficios y artes que potencian sus habilidades e intereses de cara al mercado laboral en la vida civil y sistemas de fe y creencia en comunidades religiosas locales; entre otros aspectos que contribuyen directamente a entablar una mejor interacción entre excombatientes y las comunidades con las que conviven.

En este orden de ideas, una primera conclusión que arrojan estos encuentros con los y las excombatientes en Monterredondo, a partir de visitas, entrevistas y convivencia en este espacio territorial, es que estas personas han construido, desde un ejercicio plenamente subjetivo, una manera propia de integrarse a la vida civil sin perder esta cotidianidad como sujetos farianos. Se trata de un compromiso de exguerrilleros y exguerrilleras por persistir en la construcción de paz con justicia social, a pesar de todas las dificultades en torno al cumplimiento de los acuerdos de paz, conservando su unidad y sentido de pertenencia con la organización a través de esta "cotidianidad" en cuya base sigue estando presente el carácter de "lucha", transformada desde la legalidad en proyectos productivos sostenibles, empoderamiento popular con comunidades y formación educativa para la paz.

Cada una de estas narraciones que aqui he destacado ayuda igualmente a desmitificar la manera en que una parte de la sociedad colombiana imagina frente alos excombatientes: que todos son violentos; que solo vivian adoctrinados sin libertad de pensamiento; que eran seres sin rostro y sin "humanidad" (Peláez 2018); en últimas, que estaban homogenizadas sus prácticas y acciones en la organización. Sin embargo, estos "discursos equivocos", como los llama Indepaz (2018), son los mismos que sostienen la existencia de la continuidad militar de los excombatientes en los ETCR, aún con el desarme completo en un 100%, de quienes solo han vaticinado como fracaso el proceso de paz y que por ningún medio posible han reconocido la existencia dela heterogeneidad en cuanto a oficios, saberes y creencias de los exguerrilleros antes en el monte y en la actualidad desde espacios de paz como los ETCR.

Valdria la pena, a partir de posteriores estudios y según avance la reincorporación hacia la vida civil, analizar el desarrollo de aquella fusión entre la identidad de excombatientes farianos/as y la cotidianidad en su nueva vida como civiles, planteando nuevas preguntas que indaguen, por ejemplo, en las negociaciones de los proyectos de vida y la organización politica del grupo en el posacuerdo, entendiendo puntos de vista subjetivos y la experiencia de reincorporación colectiva acordada por las FARO en los acuerdos de La Habana.

Una segunda conclusión apunta a la apreciación del trabajo etnográfico como herramienta de estudio en este tipo de espacios. Cuando conoci el ETCR de Monterredondo, no solo vi alli un espacio fisico susceptible de narrar desde la observación, sino, además, se me presentó con las puertas abiertas una figura etnografiable que hasta el momento no conocia. Si bien, como investigador sé de trabajos académicos con excombatientes, muy pocas veces habia leido de primera mano sus realidades contadas y situadas en estos nuevos espacios de transición hacia la paz. Considero que el ejercicio aqui retratado es apenas una ventana al universo de estas nuevas realidades de los y las excombatientes y sus familiares, que los investigadores sociales aún tenemos por explorar. El deber sugerido, entonces, consiste en aprovechar la durabilidad de estas experiencias, porque es bien conocida la volatilidad tanto de la permanencia de los excombatientes en estas ETCR como de las politicas de gobierno, y agenciar nuevas miradas etnográficas que contribuyan también a la reconciliación como sociedad.

Finalmente, existe una tercera conclusión, humanitaria, casi agridulce de la que debo hablar. Utilizo el término "agridulce" porque a la fecha en la que escribo este articulo, febrero de 2021, los excombatientes en Monterredondo (ahora solo quedan 15) y sus familiares están muy cerca de ser trasladados a Candelaria (Valle), en gran parte debido a las condiciones de seguridad y a las amenazas de la disidencia conocida como Dagoberto Ramos en el Cauca. Al igual que muchos otros colombianos preocupados enormemente por el desesperanzador estado actual del proceso de paz, en el que confluyen desatención gubernamental, lenta ejecución institucional y violencia sistemática contra los excombatientes, yo abiertamente he decidido, desde mi ejercicio como investigador, posicionar mi sentir politico plenamente en favor de la paz, en particular, de esta paz tan llena de imperfecciones y criticas, pero que, de todo corazón y con gran anhelo de las victimas, excombatientes y gran parte de la población, se sigue sosteniendo como componente importante de nuestro presente.

No hay duda de que este tipo de fenómenos sociales investigados desde adentro, desde las comunidades y con los actores principales, nos permite hallar significados profundos sobre el mundo en el que vivimos, pero también nos afecta sensiblemente en nuestro oficio como investigadores sociales al permitirnos cuestionar cada segundo la realidad inmediata de la que somos parte. En ese orden de ideas, esta investigación pasa a ser más un ejercicio constante de pensar-hacer, en la que el conocimiento hablado asume una mayor relevancia al entrar en una interminable serie de conversaciones con excombatientes, amigos, campesinos, familiares y colegas que me aportan aprendizajes compartidos entre el mundo en el que habito y el mundo cotidiano de los y las excombatientes en los ETCR. En palabras de Joanne Rappaport, "es sólo mediante el diálogo que los de afuera podemos apreciar la extensión en la que el adentro y el afuera se encuentran anidados" (Rappaport 2007, 218).

Por último, para la fecha en que escribo este articulo, Manuel Alonso, uno de los protagonistas de estos encuentros en Monterredondo y esposo de Luz, cumplirá algunos meses de haber sido asesinado. Su historia de vida, retratada en una nota que hice para El Espectador (Cardozo 2021), refleja la realidad preocupante del aumento de excombatientes asesinados en medio del tránsito hacia la reinserción a la vida civil. Sin embargo, su historia también representa un legado para sus companeros de ETCR en torno a la necesidad de defender, incluso con la vida, aquello ganado en el terreno de lo politico. Sin llegar a romantizar el suceso, es necesario reconocer el compromiso que personas como Manuel tuvieron con la paz, mucho más allá de las acciones ilegales que algunos pocos cometen al margen del proceso y la réplica errada que hacen de esto algunos medios de comunicación. Son estos eventos marcados por la tristeza los que deben reafirmar una vez más el compromiso de los sectores gubernamentales y la sociedad civil por defender a toda costa la vida de los y las excombatientes que decidieron dejar las armas y reincorporase a la vida civil. En palabras de Manuel (QEPD), a quien sentidamente elevo en su memoria este articulo:

Cuando uno va a la guerra asume que se va a morir o se va a la cárcel. Gracias a dios hoy estoy vivo y libre. La guerra lo endurece mucho a uno. Lo aterriza. Hoy en dia, soy una persona dura, pero consciente de no repetir esa historia de guerra otra vez. No hay otro camino posible para nosotros los colombianos que el de la paz. (Entrevista 2)

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Entrevistas

Entrevista 1: realizada a Manuel Alonso, Monterredondo (Cauca), 15 de noviembre de 2019, 60 m. Grabadora de voz. [ Links ]

Entrevista 2: realizada a Luz, Monterredondo (Cauca), 4 de noviembre de 2019, 50 min. Grabadora de voz. [ Links ]

Entrevista 3: realizada a Nativel Chantre, Monterredondo (Cauca), 8 de junio de 2019, 60 min. Grabadora de voz. [ Links ]

Entrevista 4: Realizada a Miguel Ángel Pascuas, Monterredondo (Cauca), 10 de septiembre de 2020, 120 min. Grabadora de voz. [ Links ]

1 Esta investigación fue posible gracias al apoyo de Manuel Alonso (Q.E.P.D), Luz, Nativel Chantre, Miguel Ángel Pascuas y otros 16 excombatientes que me acogieron en el ETCR de Monterredondo (Cauca) y sus familiares. Agra-dezco a la profesora Ximena Pachón por su guia y a Melanny González por su compania en Miranda (Cauca).

Cómo citar este artículo: Cardozo, Óscar. 2022. "Una mirada etnográfica a la vida de excombatientes asentados en el Espacio Territorial de Capacitación y Reincorporación de Monterredondo, Norte del Cauca". Maguaré 36, 2: 21-50. DOI: https://doi.org/10.15446/mag.v36n2.102860

Recibido: 19 de Abril de 2021; Aprobado: 14 de Octubre de 2021

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