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Apuntes del Cenes

versión impresa ISSN 0120-3053

Apuntes del Cenes vol.36 no.63 Tunja ene./jun. 2017

https://doi.org/10.19053/01203053.v36.n63.2017.5828 

Artículo de investigación

La influencia del manual en el pensamiento económico colombiano durante el siglo XX *

Influence of the Handbook in the Colombian Economic Thought during the Twentieth Century

A influência do manual no pensamento econômica colombiana durante o século XX

Alberto Mayor-Mora** 

Carlos Humberto Zambrano Escamilla*** 

** Sociólogo y magíster en Historia. Premio Nacional de Historia 1996. Investigador Fundación Universidad Autónoma de Colombia, Bogotá, Colombia. albertomayor65@gmail.com. © https://orcid.org/0000-0002-1514-2947

*** Ingeniero forestal, especialista en SIG, magíster en Economía Ambiental y de los Recursos Naturales, y candidato a PhD en Procesos Sociales y Políticos de América Latina. Investigador y docente de la Fundación Universidad Autónoma de Colombia, Bogotá, Colombia. zambracar@gmail.com © http://orcid.org/0000-0002-2270-627X


Resumen

El uso de los manuales en economía ha sido masivo en su profesionalización y ha repercutido en las ideas económicas colombianas. Durante el siglo XX se presentaron cuatro etapas; la primera de ellas se dio a inicios del siglo, cuando predominó el autodidactismo en los manuales franceses, entre profesores, políticos y hombres de empresa de Bogotá y Medellín. La segunda etapa se caracterizó por el contacto de algunos protoeconomistas con el pensamiento económico original en el exterior, lo que ocasionó el inicio de la crítica a la utilización de manuales. La tercera surgió con las primeras facultades de Economía, en los años 40, época en que se reemplazó el manual francés por el anglosajón neoclásico; y la última etapa se inicia desde 1980, cuando se hace una crítica coherente al manual y comienza la producción de textos "criollos", que ofrecen facilidades pedagógicas con pensamiento teórico de vanguardia.

Palabras clave: manual; autodidactismo; neoclásico; manual clásico; manual criollo

Abstract

The use of textbooks in economics has been massive in its professionalization, affecting Colombian economic ideas. There were four stages during the twentieth century; the first one at the beginning of the century, in which prevailed the self-taught system in the French manuals, among teachers, politicians and businessmen from Bogota and Medellin. The second stage was characterized by the contact on the outside of some prominent economists with the original economic thought, which produced the beginning of the critique to the use of manuals. The third one came with the first Faculties of Economics, in the 1940s, when the French manual was replaced by the neoclassical Anglo-Saxon; and the last stage starts from 1980 with a coherent critique of handbook and begins the production of "Creole" texts, which offer pedagogical indications with Avant-garde theoretical thinking.

Keywords: manual; self-taught system; neoclassical; classic manual; Creole manuals

Resumo

O uso de livros de economia tem sido enorme na sua profissionalização, afetando idéias econômicas da Colômbia, há quatro vezes durante o século XX; o primeiro no início do século, que prevaleceu nos manuais franceses autodidactismo entre os professores, políticos e empresários de Bogotá e Medellín é dado. Na segunda vez, o contacto é no exterior de alguns protoeconomistas com o pensamento económico original, o que produziu um embrião crítica para a utilização de manuais. O terceiro, com a primeira Faculdade de Economia, na década de 40, há o manual Francês para o neoclássico anglo-saxónica e a última vez, onde apenas a partir de 1980 um manual coerente crítica e produção de textos "Crioulo" é produzido foi substituído oferta instalações educacionais com tecnologia de ponta pensamento teórico.

Palavras-chave: manual; neoclássico; clássico; criollo manual mão

INTRODUCCIÓN

El uso de los manuales extranjeros de economía predominó como texto guía y mediador en la enseñanza en el siglo XX. El saber científico o especializado se transforma para ser fácilmente aprendido1, por lo que esta práctica, per se, ha venido alejando el conocimiento aprehendido con la fuente original, ocasionando así el surgimiento de dos vertientes disímiles. Por una parte, lo ha llevado a recibir muchas críticas, tras propiciar desviaciones o sesgos teóricos, dado que ha afectado la originalidad y la producción del pensamiento económico colombiano; y por otra, también es aclamado por su labor en la divulgación, puesto que tiene resultados positivos en la práctica, que se ven reflejados en el pensamiento económico en el país.

Quien primero resaltó el papel de los divulgadores y manualistas en economía -particularmente franceses- fue Joseph Schumpeter en su monumental: Historia del análisis económico (1982, p. 557558; 921-922), quien los rescató de debajo de una "montaña de perros muertos" sepultados por autores que los consideraban de bajo nivel teórico, de extrema pobreza analítica y sin ningún brillo intelectual.

Según el economista austríaco, el denominado "grupo de economistas de París" de la segunda mitad del siglo XIX, estuvo constituido por una serie de hombres del oficio concentrado alrededor de la docencia en el College de France, la Societé d'Economie Politique y el Journal des économistes. Entre ellos se destacaron Charles Donoyer y J.C.

Courcelle-Seneuil, Rossi Chevalier y Paul Leroy-Beaulieu, Ives Guyot y Maurice Block, y en fin, Clement Colson y Emile Cheysson, ingenieros de formación. Con algunas diferencias, el grupo se completó con P.L. Cauwés, Charles Gide y Charles Rist.

Para el economista austríaco este grupo jugó un papel extraordinario en la difusión de la ciencia económica, pues a través de una serie de manuales divulgativos logró llevar la luz de la ciencia económica, en primer término, hasta las provincias más remotas de la misma Francia, sumidas en la más tenebrosa ignorancia. Dichos manuales pasaron luego de Francia al resto del mundo, donde fueron acogidos de modo entusiasta por los economistas prácticos, hombres de negocios y estadistas.

El juicio de Schumpeter sobre estos autores y sus manuales es crítico pero equilibrado: cumplieron una misión y llenaron un vacío difícil de suplir por los economistas académicos. Por ejemplo, a los libros de Chevalier, Cours d'économie politique y La Monnaie, el austríaco les criticó el mantenerse siempre en la superficie de las cosas, lo cual merece sin embargo admiración y no desprecio, si se tiene en cuenta que eran tipos de libros determinados por cuestiones inmediatamente prácticas.

En conjunto, el grupo de París ignoraba llanamente los aspectos puramente científicos del análisis económico, su apetito científico quedaba satisfecho con J.B. Say y Bastiat, y más tarde con un poco de marginalismo diluido. Pero eran hombres con un conocimiento fino de la práctica económica y política.

Las reflexiones schumpeterianas sobre los manuales tienen especial interés como orientaciones generales para el presente artículo. En primer término, las obras de los divulgadores y manualistas franceses no estaban situadas en el plano de la "gran teoría" económica, sino en un nivel que pudiera denominarse sociológicamente como "teorías intermedias", en el sentido dado por Robert K. Merton (1966). No se podría intentar buscar teoría económica refinada allí donde sus autores no han tenido la menor intención de construirla. Correlativamente, en segundo término, habrá que centrarse en su especial habilidad para tender puentes entre los grandes principios de la teoría económica y las recomendaciones para los hombres aplicados. En tercer lugar, será objeto de especial atención la forma como se asimiló a estos autores de segunda categoría y, a su vez, se aplicaron en la vida práctica, la docencia, la escritura de textos y los diagnósticos económicos.

ENTRE EL AUTODIDACTISMO Y EL MANUAL FRANCÉS DE ECONOMÍA

Con el cambio de siglo y ante los nuevos retos que significaron la bancarrota e inflación derivadas de la Guerra de los Mil Días, la pérdida de Panamá y la desorganización fiscal estatal, el énfasis se puso en asuntos prácticos: ante todo en la "Administración", es decir, en la racionalización de todas las actividades y funciones del Estado, empezando por la regulación y control de la moneda, el manejo de la deuda externa, la despolitización en la selección de los funcionarios oficiales, la supervisión de los intercambios comerciales con el exterior y la protección de la naciente empresa.

De ahí que la bibliografía de economía escrita por autores colombianos entre 1905 y 1930 -cerca de cien títulos centrados en la temática práctica monetaria y los problemas de la Hacienda nacional- mostrase una abrumadora citación de manuales extranjeros, siendo excepcional el caso de la citación de un autor de primera línea intelectual, como el caso de Stanley Jevons (Money and Exchanges) utilizado por Miguel Antonio Caro (Caro, 1903), al lado de los manualistas franceses, como Paul Cauwés (Cours d'Economie Politique) y Leroy-Beaulieu (Traité de la Science des Finances); además de Goschen (Theory of Foreign Exchange), A. de la Mar (History of Money) y J. A. Terry (La conversión del billete).

Sin embargo, el libro más importante de ese período es el de Carlos Calderón, La cuestión monetaria en Colombia (Calderón, 1905), el cual, a pesar de basarse en manualistas franceses -como Leroy-Beaulieu (Precis d'Economie Politique), Lavaley (La Monnaie et le Bimetallisme International), E. Thery (La crise de changes) y D.A.Wells (Recentes experiences financieres, industrielles et economiques des Etats Unis)- hizo una lectura inusual y una utilización cuidadosas de los mismos.

Dotado de un raro sentido común, casi como de un "espíritu positivo", es decir, de fidelidad a los hechos, Calderón fue capaz de tomar un distanciamiento con respecto a los manuales. Así, con gran precisión conceptual pudo llegar a considerar "la moneda como la sombra de la riqueza" (Calderón, 1905, p. 5, 12), es decir, que la producción era la causa de la riqueza y que esta última se expresaba o adquiría una apariencia especial en la circulación monetaria. Yendo contra la corriente del pensamiento imperante en Colombia en la época, Calderón estimaba en consecuencia que fenómenos monetarios como el curso desfavorable del cambio tenían ciertamente una influencia desfavorable en la producción, pero no eran la causa de la riqueza ni de las crisis. La moneda podía llegar a alterar los fundamentos de la producción, pero la auténtica causa de la riqueza de un país no era la moneda sino la producción. No se podía confundir la causa con el efecto.

Por otra parte, Calderón estaba dotado de un gran sentido de relatividad al considerar que las leyes económicas regían en todas partes según las circunstancias de lugar y tiempo. De modo que había que tratar de hallar la verdadera ecuación para Colombia con los datos de nuestras propias circunstancias (Calderón, 1905, p. 14-15), tomando distancia con los "tratados sobre la moneda" en uso:

Es ya tiempo de que sean mal recibidas por gentes serias, no sólo las frases sensacionales con que se adornan los tratados sobre el papel moneda, sino también, y de preferencia quizá, aquellas elucubraciones y aquellas promesas con que, en determinadas ocasiones, nos presentamos algunos colombianos trayendo sobre nuestra patria la abundancia, el progreso y la prosperidad... El criterio de una nación no puede ofuscarse hasta el extremo de dar crédito a aquellas panaceas económicas, confeccionadas como los específicos que la droguería yanquee ofrece con fastuoso aparato de propaganda. Una de esas conclusiones exige averiguar si el evidente progreso industrial y comercial del país, cumplido bajo el régimen del papel moneda, es debido a éste, o se ha realizado a pesar suyo. (Calderón, 1905, p. 59-60).

Calderón no dudaba en ningún momento de que la moneda y los fenómenos monetarios eran efecto o consecuencia del progreso material y económico. Confundir la esencia con la apariencia era propio de los países nuevos, como Colombia:

Una de nuestras dolencias mentales consiste en dar exceso de crédito y acordar exceso de confianza a los diagnósticos extranjeros de la enfermedad económica que padecen estos países nuevos, sobre cuya existencia misma tienen tan confusas ideas los mayores sabios de Europa. Hablamos de los diagnósticos hechos desde las salas de Conferencias de la Sorbonne o el Colegio de Francia; porque ellos son semejantes a los que un médico de la Facultad de París, hiciese de un caso de paludismo contraído en la hoya de nuestro Magdalena, sobre datos comunicados lacónicamente por el cable. (Calderón, 1905, p. 66).

De ahí que Calderón llegara a dudar hasta de los propios autores de manuales franceses:

M. Leroy Beaulieu, cuyos conocimientos están por fuera de toda duda, mira generalmente las cuestiones económicas a través de lo que pudiéramos llamar la Ciencia francesa; esto es, la Económica aplicada a la justificación de doctrinas convertidas en instituciones positivas de la tercera República francesa... Pero si M. Leroy Beaulieu sabe que en casi todos los pueblos de América hay una moneda averiada, ignora quizá que esos pueblos no tienen por delante otros pavorosos problemas, creados, o agravados al menos, como lo hemos dicho, por la reforma monetaria que alzó el precio del oro y quiso someter a la humanidad a hacer sus cambios sin la moneda necesaria para ello. (Calderón, 1905, p. 66-67). (Subrayado en el original).

Apelación a los manuales y distancia-miento con ellos, espíritu de duda y relativización de sus generalizaciones mediante la necesaria contrastación con los datos del país: Calderón, abogado y protoeconomista, era un excelente discípulo de Descartes y Montesquieu.

Pero Calderón fue una excepción en el medio colombiano, e incluso intentó ser refutado por la tesis de grado de Luis E. Nieto Caballero (Nieto, 1912), presentada en la Escuela de Ciencias Políticas de París, donde polemiza directamente contra el proteccionismo oculto del papel moneda. Dicha tesis mostró una excesiva dependencia de los manualistas franceses como Ch. Gide (Ours d'Economie Politique), Leroy-Beualieu (Traité de la Sciencie des Finances), R.G. Levy (Banques d'emission et les Trésors Publics), Courcelle-Seneuil (Operations de Banque), A. Arnauné (Le Credit et le Change), y de algunos manualistas anglosajes como G. Clare (ABC of Foreign Exchange), H. White (Money and Banking) y R. Seager (Introduction to Economy). Incluso, R.G. Levy fue autor del prólogo de la tesis de Nieto Caballero, lo que lo llenó de orgullo.

Más acorde con el espíritu positivo francés de fidelidad a los datos estuvo el abogado Esteban Jaramillo, quien, como diplomático en Europa, adelantó estudios de economía con el profesor Leroy-Beaulieu y con Seligman en Estados Unidos, motivo de no disimulado pedigree intelectual e inspiración de su estudio pionero:

Este trabajo carece de pretensiones científicas, magisteriales o literarias. Su única finalidad es poner al servicio de Colombia los estudios y observaciones que de tiempo atrás hemos tenido ocasión de hacer sobre tan importante asunto, dentro del país y en el extranjero. Las luminosas lecciones de Leroy Beaulieu en el Colegio de Francia y del Profesor Seligman en Columbia University, que tuvimos la oportunidad de recibir, han sido para nosotros de gran valía. Consignar aquí un homenaje de admiración y gratitud a aquellos ilustres maestros. (Jaramillo, 1956, p. 18)

Jaramillo se ajustaba, así, al prototipo schumpeteriano: fidelidad a los hechos, desinterés analítico y orientación a los problemas prácticos y urgentes. De ahí que su obra pionera La reforma tributaria en Colombia -destinada al inaplazable problema de reorganizar la Hacienda pública en Colombia- discurriese bajo la influencia intelectual de obras como Tratado de la ciencia de las finanzas del propio Leroy-Beaulieu, de Finanzas públicas de Bastable, de Principios de la ciencia de las finanzas de Nitti y de Gastos públicos de Dietzel. A pesar de conceder excesiva importancia a los manualistas franceses, las lecturas económicas de Jaramillo iban mucho más allá. Su libro incluyó como referencias las obras clásicas de Adam Smith, La riqueza de las naciones; de John Stuart Mill, Principios de economía política; de David Ricardo, Principios de economía política y de imposición, y de Jean Baptiste Say, Tratado de economía política, y Ley sobre aumento de las actividades del Estado, trabajo del economista alemán Wagner. Del profesor norteamericano Seligman, aparte de sus Principios de economía, referenció otros títulos como El income tax, traslación e incidencias de los impuestos, e Impuesto progresivo en teoría y en la práctica.

Otro caso de influencia clara de manualis-tas franceses, aunque con aparentes referencias a los clásicos y neoclásicos, fue el de la tesis de grado en Derecho y Ciencias Políticas de la Universidad Nacional de Colombia, de Aníbal Montoya (Montoya, 1919, p. 25), cuyas referencias bibliográficas principales incluyeron la Richesse des Nations de Adam Smith, Principes d'Economie Politique de John Stuart Mill y el Traité d'Economie Politique de Jean B. Say. Su argumentación estuvo basada, sin embargo, en los conocidos manuales Cours d'Economie Politique de Leroy-Beaulieu; Cours d'Economie Politique de H. Storch; La Monnaie de M.Chevalier; Cours d'Economie Politique de Ch. Gide y el Curso de economía política de Rossi.

Pero, un examen más atento de la tesis de Montoya revela que sus referencias tanto a Senior y Pareto, Walras, Marshall e incluso a Marx, no provinieron del conocimiento directo de sus obras -que no aparecen citadas- sino quizá de los manuales mencionados. En cuanto a autores nacionales, Montoya tuvo como interlocutores válidos a Carlos Calderón y a Antonio José Restrepo con La moneda. Oro, papel y billete, así como a profesores y manualistas colombianos ya destacados como Antonio José Iregui, Curso teórico y práctico de economía política; Justiniano Cañón, Conferencias de economía política, y Luis M. Mejía Álvarez, Economía política2.

EMBRIÓN DE UNA CRÍTICA AL EMPLEO ACRÍTICO DE LOS MANUALES

Uno de los libros más sonados de la década de 1920 -que corrobora el eclecticismo rampante y la superficialidad intelectual del medio colombiano- fue el de Antonio José Restrepo, El moderno imperialismo. Proteccionismo y libre cambio (Restrepo, 1921), dominado por los manualistas franceses y el agrarista Henry George. Dicho libro, que transpira el antiestatismo de los tratadistas franceses, en términos schumpeterianos, y ataca el proteccionismo de List, fue controvertido por el de Luis E. Nieto Caballero, Ideas liberales, también basado en manuales franceses como el de Rist, Histoire des Doctrines Economiques, pero ya desde el lado de la intervención estatal de las actividades económicas. La red de influencias francesas en Restrepo incluyó a Ives Guyot, La ciencia económica; Leroy-Beaulieu, L 'art de gérer sa fortune; A. Arnanué, Le commerce exterieur y otras obras de Gide, Le Bon y Cherbuliez.

El escenario de confrontación entre leseferistas y estatistas era otro, pues estaba en marcha ya la regulación de las actividades económicas mediante la creación del Banco de la República, la Contraloría General de la República y el intento de unificación de la deuda externa, durante el Gobierno de Pedro Nel Ospina.

Libros y artículos del ingeniero Alejandro López, como El trabajo (1928), Problemas colombianos (1927) y "El discípulo de Adam Smith" (1928), o artículos como los de Ricardo Santamaría, "La ilusión del patrón oro" (1928), mostraban que el arsenal teórico de corte proteccionista empezaba a ser dominante y que el conocimiento del pensador original era indispensable. Esto en contraste con quienes seguían aferrados a la tradición clásica leseferista y manualesca, como Antonio José Restrepo y José Camacho Carreño.

Así, la más dura polémica que ajustó cuentas entre los seguidores de manuales económicos extranjeros y los que seguían a los autores originales, así como entre los supuestos políticos leseferistas y proteccionistas de fondo, se produjo entre Antonio José Restrepo y Alejandro López. Restrepo, en El moderno imperialismo (Restrepo, 1928), se declaró individualista cerrado, seguidor de Adam Smith al pie de la letra, sosteniendo con Smith que el interés individual es el poderosísimo resorte que sirve de guía segura a toda sociedad política para producir la mayor suma de riqueza. Al Estado, Restrepo no le concedía sino una limitada intervención. López, en contraste, iba directo al punto señalando que Restrepo no conocía a los economistas clásicos en sus textos directos, sino a través de divulgadores populares como Gide y Rist, a quienes por lo demás alteraba en sus citaciones, según su conveniencia.

López estableció así un hito en la crítica filológica de la literatura económica colombiana al distinguir claramente entre el autor original y el divulgador, entre el texto original y el manual, y, por tanto, entre la cita o referencia textual y el resumen de la misma. O sea, que López sabía ya de los riesgos que acarreaba el uso no textual de un autor y las consiguientes distorsiones e interpretaciones. En su polémica con Restrepo, López empleó un argumento ad hominem al demostrar que su obra El moderno imperialismo (1921) no estaba basada en textos originales de los economistas, sino en manuales de divulgadores:

Quiero hacer notar que toda la argumentación del libro Imperialismo moderno se tomó y está basada, no en las obras originales de Adam Smith y de Federico List, sino en transcripciones de un comentador de ambos; las citas de Restrepo son de segunda mano. Así, pues, tan grave problema como este, para la política económica de Colombia, Restrepo lo trata como comentador de otro comentador. No hay ninguna cita original de List o de Smith. He aquí cómo este gran jurista falla el gran pleito ya secular, vapuleando a List y apellidando flamantemente moderno imperialismo al proteccionismo. Quien desee convencerse de la verdad de esto, quiero decir, de que Restrepo sólo se valió de una de esas enciclopedias corrientes en que se encuentran resumidas las opiniones de varios economistas, le basta consultar la obra "Historia de las Doctrinas Económicas" por Charles Gide y Charles Rist, aunque nuestro autor no cita sino a Rist, que es menos conocido en Colombia y menos manoseado por los estudiantes que el famoso Gide, autor de un epítome de Economía. (López, 1928).

Pero las cosas no paraban allí. López demostraba que incluso las transcripciones y traducciones de los divulgadores franceses eran adulteradas por Restrepo:

!Y si pararan aquí las cosas! -afirmaba López-. No contento Restrepo con desfigurar las ideas de List, tergiversa y desfigura también párrafos enteros de las transcripciones que hace de la obra de Gide y Rist... List publicó su obra 'Economía Nacional' en 1848 y Smith... la 'Riqueza de las Naciones' hace la nonada de 152 años. Pero la razón es clara. Restrepo aprovechó, para fallar este gran pleito, la circunstancia de haberle caído a la mano la enciclopedia arriba cita, se declaró suficientemente instruido con haber visto al autor inglés y al alemán, a través de un francés, y se sintió fecundado y listo para el parto de su libro. (López, 1928)

A las distorsiones conceptuales consiguientes, fruto de una lectura de fuentes inseguras y distorsionadas por una mala traducción, se añadió en Restrepo la falta de actualización en economistas recientes que trataran modernamente la polémica entre librecambio y proteccionismo. En cambio, López mostró cómo él se basaba en el programa industrial que acaba de lanzar el Partido Liberal inglés en 1928, con una obra bajo el título Britain Industrial Future, conocida popularmente como el Yellow Book, fruto del trabajo investigativo mancomunado de los economistas de Cambridge -con Keynes a la cabeza- y políticos profesionales ingleses como Muir, Layton, Simon y otros. Allí fue claro, entre otras cosas, que el manejo de la moneda era una obligación del Estado que no se podía dejar al arbitrio de los individuos.

López envió a un "grupo de estudio" de economía de Medellín obras de economistas clásicos y neoclásicos que incluyeron a A. Wagner, Fondements d'Economie Politique; a S. Jevons, La Theorie de l'Economie Politique y Economie Politique; y a L. Walras, La economía política y la justicia, La paix par la justice sociale et le livre echange, Appendice aux Elements d'Economie Politique, Teoría de la riqueza social y Estudios de economía política aplicada.

No descartó López, sin embargo, algunos textos divulgativos para los no iniciados (Mayor, 2001), por ejemplo, G. Schmoller, Principes d'Economie Politique; C. Colson, Cours d'Economie Politique; Ch.Antoine, Cours d'Economie Sociale: Guilaume de Greef, La Sociologie Economique; L.Cossa, D'Economie Politique y otros textos de Ch. Gide, M. Block, A. Galeot, y A. Batbie.

LAS PRIMERAS FACULTADES DE ECONOMÍA BAJO LA PRESIÓN DE LAS EDITORIALES EXTRANJERAS

La crisis económica de 1929 y la Gran Depresión subsiguiente, que acentuaron el intervencionismo de Estado en Colombia, impulsaron también un giro de ciento ochenta grados en la asimilación del pensamiento económico internacional, que tuviese en cuenta la situación "atrasada" o colonial del país. "Dudar de las fórmulas creadas en la metrópoli para el consumo de los estudiantes de la periferia": varios discípulos intelectuales de Alejandro López, entre ellos Antonio García, Carlos Lleras Restrepo y Hernán Echavarría Olózaga, no echaron en saco roto estas incitantes insinuaciones y estuvieron no por casualidad al frente de un proceso durante el cual, en un lapso relativamente corto de quince años, 1944-1960, se crearon oficialmente en Colombia los primeros programas universitarios en Economía, pasando de dos o tres iniciales en 1946 (en las

Universidades Nacional, de Antioquia y Gimnasio Moderno-Uniandes) a doce programas en 1960, cuando la Asociación Colombiana de Universidades, ASCUN, buscó su homogeneización.

La mayoría de estos programas arrastraba consigo una sobrecarga de materias de Derecho, de Administración y Contaduría, e incluso de Ingeniería, lo cual no era extraño, pues el tipo "economista" requerido por el país, por ejemplo, por la Misión Currie, para las primeras investigaciones económicas y la dirección "económica" del Estado debía combinar la pericia legal del abogado, la técnica administrativa ingenieril y la experiencia de los autodidactas y hombres de negocios. No eran aún los tiempos para cualquier sofisticación teórica o analítica. El tipo de profesor de Economía ejercía la docencia ocasional con un pie en los cargos del Estado o de la empresa privada, lo que lo obligaba a apelar a manuales más ágiles, como se constata en el caso de la Escuela de Ciencias Económicas de la Universidad de Antioquia.

Así, las Actas del Consejo Consultivo de la Universidad de Antioquia (Acta No. 1, 1948) registran un plan de estudios de cuatro años de duración, cuyo nivel de familiarización con la teoría económica era mínimo, limitado a cinco o seis materias (el 15 % del pensum). Así, en el programa vigente hasta 1953 solo tres o cuatro cursos estaban en posibilidad de familiarizar al estudiante con el pensamiento económico internacional: Economía Política Primero y Segundo, Finanzas Privadas y Comercio y Cambios Internacionales.

Para el año 1952 se dispone en el Archivo de los programas de Economía Política Primero y Segundo, con el abogado J. Emilio López como responsable de los mismos, quien describió su programa para el curso Economía Política dividido en cinco capítulos, cuyos títulos fueron los siguientes: Cap. I. Principios generales. Cap. II. Parte especial. Producción. Cap. III. Circulación. Cap. IV. Distribución. Cap. V. El consumo. En el primero de estos capítulos se ofrecían temas como los siguientes: causas del valor: escuela clásica. David Ricardo. Crítico Ferrara. Escuelas socialistas o del valor trabajo (Marx). Escuelas psicologistas, utilitaristas (C.S.J. Evans), o de utilidad final o marginal. Escuela austríaca (Carl Menger). Escuela de Lausana o del equilibrio económico parcial (León Walras). Escuela del equilibrio económico general (Wilfredo Pareto), (López, 1952).

En el segundo curso de Economía Política, denominado por el profesor López como "Economía Contemporánea", las fuentes, autores y manuales que lo inspiraban fueron más explícitos que en el primero:

Este programa presume el curso de Economía Política clásica o Teoría del Valor. Imposibilita texto único, luego sigue y explica los principios de Economía contemporánea expuestos por Keynes, Kuznets, Departamento de Comercio de los Estados Unidos, Conferencia y Acuerdo de Economistas americanos, ingleses y canadienses, Hicks, Hart y Dillard, entre los más importantes. Los profesores Tarshis y Samuelson son modernos, lo que es muy diferente a contemporáneos en Economía, luego sólo sirven de consulta. El profesor deberá ir formando el texto. Además este Programa se complementa con un cuestionario importantísimo sobre temas muy debatidos y concluye con una completa bibliografía de autores contemporáneos y algunos modernos (López, 1952, p. 1).

Resultaba, por tanto, muy reveladora la distinción que hacía el profesor López entre autores "contemporáneos" y autores "modernos" en economía, como queriendo diferenciar entre pensadores originales y de gran influencia, como Keynes y Hicks, y los divulgadores, como Samuelson y Tarshis. Lo raro es que incluyera a Dillard como pensador original. Que el profesor López intentara familiarizar a los estudiantes con los textos originales de algunos de aquellos pensadores, fue evidente en el apartado denominado "Esencia de la teoría de Keynes", dispuesto así (López, 1952, p. 2):

Breves datos biográficos. Evolución del pensamiento keynesiano al través de sus obras hasta la monumental GENERAL THEORY. Dos equilibrios económicos opuestos, con pleno empleo o sin él. Lo que queda de la oferta y la demanda y el mecanismo de los precios, con la teoría de Keynes. Ingresos, ahorros e inversiones según Keynes. Keynes concilia al mercantilismo y a Ricardo. Su célebre unidad-trabajo. La teoría del MULTIPLICADOR. Explicación matemática y la psicológica de la propensión marginal a consumir. Ejemplo de un multiplicador en el Plan Currie. Las críticas y refutaciones a la teoría. Breves nociones del proceso capital-interés en Keynes. Igualdad AHORRO-INVERSION en Keynes, frente a la vieja posición clásica.

El profesor J. Emilio López, a pesar de no ser economista profesional, estaba bien informado y actualizado no solo en teoría económica, sino en aplicaciones del momento, como el Plan Currie. Recomendaba a sus estudiantes una bibliografía de más de cien títulos, pero cabe la pregunta referente al profesor López: ¿los había leído él mismo o no había ido más allá de los manuales recientes? Un indicio de lo segundo lo da un artículo que escribió sobre Keynes.

En primer lugar, es muy dudoso que López conociera de primera mano todas las obras de Keynes que citaba en orden cronológico y en inglés, pues continuamente dice apoyarse en Dillard y en Prebisch, divulgadores de Keynes. López se limitaba a presentar esa secuencia cronológica con la manía propia de todo divulgador de buscar y ver en ellas cualquier signo de anticipación de la obra magna de 1936.

El artículo del profesor López presentaba a sus eventuales lectores los conceptos centrales de Keynes, como el multiplicador, la preferencia por la liquidez y otros más, sin que su exposición vislumbrara que con el economista inglés se había producido una revolución teórica de alta envergadura. Todo lo contrario, para el profesor López lo más notable era justamente lo contrario: que Keynes apoyaba o coincidía con la tradición, especialmente la católica, candidez con la que se recibía en la Universidad de Antioquia lo novísimo en pensamiento teórico:

No es posible encontrar paralelo en la historia contemporánea, que iguale a S.S. León XIII y Lord Keynes, como causantes muy principales del desprestigio universal del liberalismo político y económico... Según Dillard, el libro de Adam Smith 'La riqueza de las Naciones (1776) es un resonante reto al mercantilismo. 'El Capital' de C. Marx, una crítica demoledora al capitalismo (1867) y la obra de Keynes 'Teoría General de la ocupación, el interés y el dinero' es una repudiación de los fundamentos del laissez faire. Sin forzar situaciones científicas, no vacilo en agregar la Encíclica RERUM NOVARUM, escrita por su S. S. León XIII en 1891, a estos pilares, y en el orden de la solución al problema social... Muchos economistas católicos profundizan en sus temas, en su filosofía social, culminación de su análisis técnico y ya empieza a vislumbrarse cómo Keynes no contradice la ortodoxia católica, en relación con Propiedad, Trabajo, Estado, Capital, riqueza y otros principios (López, 1955, pp. 621, 623, 631).

Semejante precariedad intelectual ante los nuevos paradigmas de la ciencia económica era explicable si se conocen por boca del mismo profesor López, de quienes era deudor intelectual, alegando en defensa propia la barrera del idioma como problema principal para acceder al pensamiento original de Keynes:

Hasta aquí, en síntesis, más panorámica de lo que el lector puede estar imaginando, el sistema y técnicas que viajan en la obra 'Teoría General de la Ocupación, el interés y el dinero" de Keynes y siguiendo muy de cerca los comentarios de Dillard y Prebisch, al respecto. Desgraciadamente todos ellos [libros y artículos] y la mayoría de sus obras, están vedados a lectores que desconozcan el idioma inglés. Desafortunadamente a América Latina llegan muy lentamente los grandes acontecimientos de la cultura y en el caso de las ideas de Keynes, quizá por el idioma en que están expresadas y la terminología técnica original y no obstante la labor de dos grandes divulgadores Dillard Prebisch, se le desconoce casi por completo (López, 1955, pp. 631-632).

Aparte del aula de clase, bibliografías y programas de los cursos, otros mecanismos de divulgación económica fueron la propaganda editorial de las librerías de Medellín, el envío directo de las editoriales extranjeras, los obsequios por parte del cuerpo diplomático norteamericano y, en fin, en menor grado, la presencia de profesores venidos de fuera a dictar conferencias o el intercambio de libros con profesores de Economía de las otras facultades del país.

Cuatro o cinco librerías principales de Medellín surtían de libros de economía a la Facultad3 en las décadas de 1950 y 1960, como la Librería América, la Hispanoamericana, Atenas, Voluntad y la Continental. En las remesas se deslizaban aún algunos de los viejos manuales franceses de Rist y Gide, divulgadores como Tarshis, con sus Elementos de economía política, o Samuelson con su Curso de economía moderna y Tendencias del pensamiento económico; obras clásicas de Marshall o de cierto nivel como las de Pigou y Wicksell; Alvin Hansen, Guía de Keynes, del FCE de México, al lado de Camino de servidumbre de Hayek; textos de Chandler sobre teoría monetaria y de Roll sobre historia de las doctrinas económicas. Los autores de Cambridge que habían contribuido a la revolución teórica de los treinta que proponía el intervencionismo de Estado estaban en estas importaciones masivas, por ejemplo, Henderson, Joan Robinson, Cannan, Keynes, lo mismo que los nuevos objetores del estatismo como Pigou, Hayek y Hicks de la London School of Economics; en fin, manuales de Dobb y Sweezy. Era una mezcla abigarrada de estatismo, leseferismo, marxismo, pensamiento neoclásico e inicios del nuevo antiestatismo.

En medio de la unánime acogida del intervencionismo estatal de la década de 1950, es dudoso que alguien en Colombia contextualizara, por ejemplo, a un Hayek y sus presupuestos de que la única manera de defender el capitalismo era mantener al Estado alejado de la vida económica; o que vislumbrara en las obras de Schumpeter, que empezaban a llegar a Colombia mediante donaciones, su entusiasta descripción de la creatividad destructiva del capitalismo.

Por otro lado, el predominio de los cuerpos diplomáticos con la difusión de los manuales de economía por los servicios de consulados y embajadas, forjaba un inicio de influencia intelectual, bajo la labor de donación a las bibliotecas de las universidades del país con libros provenientes de las editoriales de sus propios países, como fue el caso de la de los Estados Unidos:

THE FOREIGN SERVICE OF THE UNITED STATES OF AMERICA Bogotá, junio 7 de 1955

Señor Decano de la Facultad de Ciencias Económicas. Universidad de Antioquia. Medellín. Distinguido Señor Decano: Esta Embajada recibió recientemente unas pocas colecciones de obras, en inglés, sobre economía norteamericana para ofrecerlas en calidad de obsequio a las bibliotecas universitarias que tengan especial interés en estos temas. Para su información, incluyo una lista de las obras que forman la colección que el agrado de ofrecerle en nombre del Pueblo de los Estados Unidos de América, y le ruego que a su más pronta conveniencia, me informe sobre el interés que tales obras tendrían para la Biblioteca de la Facultad bajo su dirección. Atentamente, Ned C. Fahs. Agregado Cultural

Unas eran de cal y otras de arena, pues al lado de manuales populares se ofrecían otros manuales de alta complejidad como el titulado History of Economic Analysis de Schumpeter, todo un acontecimiento, ya que editado por primera vez en 1954 era ofrecido un año después en Colombia. Se ignora si fue estudiado.

Que se trataba de una bien calculada labor de promoción y penetración culturales entre las editoriales norteamericanas y los servicios diplomáticos de Estados Unidos se aprecia en esta otra comunicación dirigida a la Facultad de Ciencias Económicas en ese mismo año de 1958, en que se ofrecían como donación ejemplares de la traducción de Samuelson al español:

THE FOREIGN SERVICE OF THE UNITED STATES OF AMERICA Consulado Americano. Medellín, Colombia. Noviembre 3, 1958.

Señor Samuel Syro. Decano Facultad de Economía, Ciudad Acabo de recibir un número pequeño de copias en español del libro 'Foundations of Economic Analysis", de Paul Anthony Samuelson, Profesor de Economía de Massachusetts Institution of Technology en Cambridge, Massachusetts. Me he tomado la libertad de enviarle una copia de dicho libro para su información. Si usted cree que el libro será de interés para otras personas, me gustaría enviar una o dos copias más a aquellas que usted recomiende. Aprovecho la oportunidad para repetirme de usted, Atte. y S.S. Charles Gilbert. Cónsul de los Estados Unidos de América. Adjunto: 1 libro "Fundamentos del Análisis Económico" de Paul Anthony Samuelson.

Era demasiada belleza tanto desinterés. Pero quizá era signo de los tiempos un necesario cambio en los viejos cursos de Economía Política, sobrecargados de teorías y conceptos disímiles, con bibliografías abrumadoras como la del profesor J. Emilio López con más de cien títulos que quizá ningún estudiante estaba en capacidad de estudiar, por un nuevo tipo de curso introductorio limitado a los conceptos económicos básicos con una sola referencia bibliográfica correspondiente a los manuales de la clase, tipo Samuelson.

El profesor López creía ingenuamente que él era quien escogía la bibliografía de sus cursos de Economía Política. Se equivocaba. Eran ya las editoriales las que inducían el proceso selectivo. Editoriales inglesas como The Macmillan Company tenían en la mira a las nacientes facultades de Economía colombianas, ofrecían ya títulos como The International Economy, DE P.T. Ellsworth, adoptado "en todo el mundo" y ofrecido con un descuento del 25 %.

Sin embargo, la editorial extranjera que tuvo una política mucho más enérgica y decidida acerca de la imposición de manuales en la docencia y aprendizaje de la economía fue la norteamericana McGraw-Hill, que inició desde 1951 un literal bombardeo de títulos a las facultades de Economía colombianas, como la de la Universidad de Antioquia, con correspondencia tanto en inglés como en español. Esta oferta incluía no solo la visita de vendedores y representantes en Colombia, sino la donación de ejemplares para los profesores, a quienes se solicitaba sus comentarios a los libros obsequiados. Por lo demás, la editorial llamaba a estos libros por su real nombre, sin eufemismos: "Economics Handbooks Series", destinada a profesores y estudiantes de países donde se consideraba que no era ni pertinente ni relevante el estudio de los grandes pensadores de la economía.

En la segunda mitad de la década de 1940 y en la de 1950, con la editorial norteamericana McGraw-Hill, en inglés o con traducciones de Samuelson, comienza propiamente hablando el predominio del manual tipo norteamericano. La misma editorial norteamericana empleó también el procedimiento de enviar a los profesores de la Facultad libros de muestra para su análisis y concepto. Los de Samuelson no fueron la excepción, como se aprecia en la siguiente comunicación4:

MCGRAW-HILL INTERNATIONA CORPORATION. BOOK EXPORT DIVISION. NEW YORK Mayo 18 de 1951 Señor Doctor Luis Isaza Gaviria. Secretario Escuela Ciencias Económicas. Universidad de Antioquia. Medellín.

Estimado doctor Isaza: Agradezco su atenta comunicación fechada el 16 de los corrientes y en la cual me comunica la compra de una serie de libros y me devuelve algunas estampillas. Tengo el gusto de enviarle dos otros libros (sic) para la inspección de sus profesores, a ver si les sirven como textos en sus cursos respectivos: Samuelson, ECONOMICS. An Introductory Analysis Bigham, TRANSPORTATION. Principles and Problems, este último para el profesor Germán Fernández... Servidos y amigo, Waldemar Bellon. Representante en Colombia.

Samuelson empezaba a ser el divulgador más solicitado y la editorial McGraw-Hill no esperaba las traducciones, como con Readings in Economics de Samuelson, Bishop y Coleman, que se esperaba fuese comprado masivamente en la Facultad en 1954. Que las facultades de Economía colombianas fuesen ya un mercado cautivo de las editoriales norteamericanas se vio claro a propósito de la cuarta edición de Economics: An Introductory Analysis, de Samuelson, prevista para 1958, y cuyas "bondades pedagógicas" subrayadas por McGraw-Hill incluían su presentación en varios colores, ilustraciones pedagógicas, énfasis en los precios y puesta al día con temas como la economía de la energía atómica y la automatización. McGraw-Hill se enorgullecía calculando que dicho manual era ya utilizado en más de cien facultades en treinta países del mundo, de esta forma conjugada con el trabajo diplomático norteamericano de posguerra, se empezó a imponer el "handbook" en las aulas de clase, y así, promover desde la enseñanza la corriente hegemónica norteamericana, moldeando el pensamiento económico no solo en Colombia, sino del mundo, dejando atrás el manual francés.

CRÍTICA A LOS MANUALES CONTEMPORÁNEOS Y PROPUESTA DE UN MANUAL DE ECONOMÍA "CRIOLLO"

El manual neoclásico norteamericano empezó así un reinado de más de cincuenta años en Colombia. Samuelson fue el rey. Su mayor mérito fue que se impuso como un autor de manuales; su mayor escarnio, que se desconociera su aporte a la teoría económica. Ese reinado duraría hasta la década de 1990.

Así, la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes fue la cabeza de playa preferida de los manuales neoclásicos de origen norteamericano, situación que se puede constatar en las guías o programas de clase aún hasta el día de hoy, aunque se combinen con notas de clase de profesores de la Facultad. Pionero de estas notas de clase publicadas como manual fue el colombiano Fernando Gaviria (1956), cuyo manual sobre teoría monetaria ha alcanzado seis ediciones (Gaviria, 2006). En los 90, algunos profesores fueron innovadores en el uso de manuales en Microeconomía II y III, guiadas antes por un solo texto, ofreciendo una variedad de manuales que incluían economía del bienestar y análisis beneficio-costo y economía del transporte, además de artículos de revistas especializadas.

Después de revisar 35 guías o programas de cátedra se puede concluir que los manuales de Microeconomía I y II comparten los libros de texto, siendo los más típicos los titulados Microeconomia de Steven T. Call, William L. Holahan, Roger Leroy Miller y Roger E. Meiners, junto con Teoria de precios y sus aplicaciones de Jack Hirshleifer, que son masivamente utilizados en todas las clases de Microeconomía. En tanto que en Microeconomía III son Teoria microeconómica de Ferguson y Gould, Microeconomia intermedia de Hal R. Varian y Microeconomic Theory de P. Richard G. Layard, Alan Arthur Walters (cálculos a partir de la página web de la Facultad de Economía de la Universidad de los Andes, 2012-2013).

La macroeconomía es un área del conocimiento de la teoría que ha estado siempre guiada por manuales en la Facultad de la Universidad de los Andes, aunque estos se desactualizan muy rápido por las continuas dificultades de la economía, la presencia de alguna heterodoxia, las nuevas evidencias empíricas, el enfoque de países desarrollados o en vía de desarrollo, la evolución de instrumentación de aplicación, etc. Esto ha llevado a no guiarse por un solo manual, sino a combinarlo con artículos de revista y a la escritura de manuales criollos (Fernández, 1996).

En estos últimos 30 años se reconocen como manuales hegemónicos de uso masivo los de Macroeconomia en la economia global de Felipe Larraín B. y Jeffrey Sachs, también el de Macroeconomia de Gregory Mankiw, Rüdiger Dornbusch y Stanley Fischer. Otros igualmente utilizados son Macroeconomia: teoria y politica de Gardner Ackley, Introducción a la economia de Antonio Barros de Castro y Carlos Francisco Lessa y Macroeconomia de Olivier Jean Blanchard.

Parafraseando a Schumpeter (1982), se podría preguntar si a los egresados de Economía de la Universidad de los Andes, con un destino asegurado en los altos cargos del Estado y de la empresa privada, les dice más un Mankiw o un Varian que un Sraffa o un Meek para la solución de problemas prácticos.

En contraste, en la Universidad Nacional hacia 1994 un grupo de profesores de la Facultad de Economía adelantó un seminario acerca de la calidad y naturaleza de la enseñanza y el efecto de los textos de economía en áreas como la microeconomía, la economía matemática, las finanzas, los fundamentos de economía y la política económica (Bejarano, 2011, p. 196).

De los documentos producidos por dichos profesores quizá los más relevantes para los fines de esta investigación fueron los de Jesús Antonio Bejarano y del economista Jorge Iván González, titulados "Los textos de macro y la economía abierta" (1995), publicados posteriormente algo modificados como "La fetichización del currículo y la absolutización del libro de texto" como parte del libro colectivo (Bejarano, 1999).

Bejarano ya había llamado la atención desde una década antes sobre el problema de los manuales y las dificultades de la enseñanza basada en ellos (Bejarano, 1981), que a pesar de notables progresos en cuanto a la transmisión de la teoría en las fuentes originales de los pensadores, el rescate de la economía clásica, el énfasis en la relación historia-teoría, la minimización del uso de "manuales" y el rescate de las economías latinoamericanas, afrontaban aún dificultades de implementation, como los sesgos ideológicos ("la economía neoclásica es errónea", "Ricardo es un marxista menor", "lo que dijo Keynes ya lo había anticipado Marx"), la subestimación de algunas corrientes técnicas y otras. Buscando un "equilibrio schumpeteriano", Bejarano se mostró reacio a la fetichización de las fuentes originales (Bejarano 1981, p. 76-77):

Se suelen "fetichizar" las fuentes en la convicción de que sólo mediante la lectura del original se puede captar el espíritu de los sistemas. Esto es evidentemente correcto respecto a algunos problemas en particular (por ejemplo, la Teoría del Valor en Marx o la demanda efectiva en Keynes o la renta en Ricardo), pero no lo es siempre respecto del autor en conjunto (sería, por ejemplo, inútil una lectura del costo de uso en la Teoría General, ya que hay exégesis más claras).

Lo que debe leerse depende de la relevancia del problema en el sistema del autor, pero no parece muy conveniente la pretensión de leer un autor de cabo a rabo.

Esta perspicaz y aguda crítica de Bejarano, sin embargo, no lo desvió del problema central de que uno de los problemas álgidos en la formación de un economista "analítico, crítico y objetivo" mediante el aprendizaje de la teoría económica lo constituía el abuso de los manuales (Bejarano, 1981, p. 77-78):

El conocimiento de manual: nunca se insistirá lo suficiente en los efectos nocivos de una enseñanza con base en manuales. El manual siempre proporciona la imagen de una doctrina completa, de un conocimiento acabado, sin problemas por resolver. Son "pensamientos que no sugieren otros pensamientos", dejando en la sombra las dificultades y aún los problemas no resueltos que de todos modos subsisten en la teoría, pero que al ser eliminados de los manuales o a lo sumo señalados en pie de página le dejan la impresión al estudiante de que tales problemas no existen y que lo que aprende es el conocimiento establecido. Los manuales son conocimiento en extensión pero no en comprensión. Se trata, pues, de la imagen del conocimiento correcto, "ya corregido", que no deja lugar a la digestión intelectual. Bachelard, refiriéndose a los manuales, anota: "abrid un libro de enseñanza científica moderna: en él, la ciencia se presenta referida a una teoría de conjunto. Su carácter orgánico es tan 'evidente' que se hace muy difícil saltar capítulo. En cuanto se ha transpuesto las primeras páginas, ya no se deja hablar más al sentido común; ya no se atiende más a las preguntas del lector. En él, el amigo lector sería con gusto reemplazado por una severa advertencia 'atención alumno', el libro plantea sus propias preguntas, el libro manda.

En seguida, Bejarano mostraba con un ejemplo extraído de cualquier manual de microeconomía que los ejercicios para "aprender a pensar" tenían la misma utilidad que un rompecabezas: poner a prueba la habilidad para dar respuestas pero no para formular preguntas (Bejarano, 1981, p. 78-79): quien aprende en los manuales, podrá "responder" solo si las condiciones del problema son las mismas, pero jamás será capaz de formular problemas.

Habría que añadir: el estudiante entrenado en manuales jamás será capaz de cambiar las condiciones del problema y reformularlo desde una perspectiva inesperada, inédita, original o sorpresiva. De ahí que Bejarano acuda a Khun y a Bachelard para reforzar el carácter superficial de todo manual (Bejarano, 1981, p. 79):

Con razón ha anotado Khun que un concepto de ciencia que se obtenga a partir de los libros de texto se parece bastante a la imagen de una cultura nacional que pueda obtenerse de un folleto turístico o de un texto para el aprendizaje del idioma. Bachelard, por su parte, subraya la necesidad de romper con la seducción de las formas "simples y acabadas" del estereotipo científico de los libros de texto: "Sin duda -escribe-, sería más simple no enseñar sino el resultado. Pero la enseñanza de los resultados de la ciencia nunca es una enseñanza científica. Si no se hace explícita la línea de producción espiritual que ha conducido al resultado, se puede estar seguro que el alumno combinará el resultado con las imágenes más familiares. Es necesario que "comprenda". Sólo se puede retener comprendiendo. El alumno comprende a su manera. Puesto que no se le han dado razones, agrega al resultado razones personales."

Jorge Iván González, por su parte, plantea que en la década de 1990 las principales escuelas de Economía de Colombia buscaban diferenciarse por cierta especificidad o rasgo propio (al modo, por ejemplo, de los economistas egresados de Chicago por su alto compromiso con la economía neoclásica), cuando la realidad era que compartían un rasgo homogeneizante común, que era la utilización de los mismos libros de texto o manuales, consecuencia a su vez de compartir un currículo que tenía a la micro y a la macro como núcleo de las asignaturas básicas (González, 1999, p. 69).

González (1999) hizo un inventario de la bibliografía de los cursos de Macro, Micro y Econometría de siete facultades de Economía del país (Andes, Javeriana, Rosario, Nacional, Externado, Valle y Antioquia) y encontró que los autores de manuales o libros de texto más reconocidos en la década eran:

Macroeconomia. En orden alfabético: Agénor y Montiel (1996), Auerbach y Kotlikoff (1995), Barro y Sala-i-Martin (1995) , Blanchard y Fischer (1990), Dornbusch (1980), Dornbusch y Fischer (1992), Krugman y Obstfeld (1994), Romer (1996) Sachs y Larrain (1994), Sala-i-Martin (1994), Sargent (1987). También aparecen, aunque con menos frecuencia, Azariadis (1993), McCandless y Wallace (1991). Con excepción de los libros de Dornbusch (1980) y Sargent (1987), los textos fueron escritos en los noventa. Esto significa que los profesores han tratado de seguir de cerca el cambio acelerado que ha tenido la macroeconomía en los últimos años. Microeconomia. El texto básico de los cursos de microeconomía es Varian (1992, 1992b). Se dicta en todas la facultades. Poco a poco ha ido ganando espacio el libro de Kreps (1990) y, en menor medida, el de Pindyck y Rubinfeld (1995).

Dentro del núcleo de profesores de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Nacional, ni Bejarano, ni González e incluso ni Eduardo Lora (1986) dieron el paso adelante en su crítica. Correspondió a Homero Cuevas constituirse en las últimas tres décadas en el prototipo de investigador teórico que fue capaz de elaborar manuales introductorios para sus estudiantes manteniendo un nivel intelectual sin desmedro del corpus central de la ciencia económica.

Como lo han señalado varios de sus colegas, críticos e interlocutores académicos (Fioritto, 2013; Cataño, 2013), Cuevas logró insertar sus tempranos intereses académicos dentro del esquema de los economistas clásicos, revisándolos crítica y extensamente para evaluar sus aportes más relevantes e intentar integrarlos dentro de un esquema clásico renovado, partiendo del problema teórico de la transformación de los valores en precios.

El trabajo de investigación teórica de Cuevas fue simultáneo a su labor divulgativa y no fue casualidad que sus primeras publicaciones sobre La teoría del valor trabajo y el sistema de precios (1980) y Guías de clase. Introducción a la economía. Parte I (1981) surgieran con escasa diferencia de tiempo. Con todo, si bien se aprecia alguna continuidad entre investigación teórica y manual -con un punto de partida común que es la teoría del valor-trabajo o la consideración de Smith del trabajo como patrón de medida del valor-, las discrepancias pedagógicas son notables e incluso Cuevas cayó al comienzo en el defecto que más criticaba, a saber, la unilateralidad de los textos y manuales introductorios.

En efecto, en La teoría del valor trabajo Cuevas afronta el problema de la transformación de valores en precios, colocando como sus interlocutores válidos a la flor y nata de la teoría económica del siglo XX (Cuevas, 1980, Prefacio), incluyendo al vilipendiado manualista Samuelson: P. Sweezy, J. Winternitz, K. May, R. Meek, F. Seton, P. Sraffa, P. Samuelson, M. Morishima, A. Emmanuel, J. Robinson, W. Baumel, M. Brofenbrenner y otros. No solo era el texto clásico en la polémica, sino los últimos desarrollos en el campo: aparte de los textos de Marx, Cuevas incorpora los legendarios artículos de 1907 de Ladislaus von Borkiewicz, que sentaron las bases matemáticas para resolver el problema de la transformación, cuyo acceso fue solo posible a través del conocido manual de Paul Sweezy, Teoria del desarrollo capitalista, profusamente difundido en las escuelas de Economía colombianas de las décadas de 1960 y 1970.

En cuanto a los otros interlocutores, Winternitz, May, Meek y Seton, Cuevas apeló a artículos aparecidos en las revistas económicas Economic Journal y Review of Economic Studies de las décadas de 1950 y 1960, en tanto que para Sraffa y Samuelson recurrió respectivamente al libro Producción de mercancías por medio de mercancías y a los artículos del norteamericano sobre el problema marxista de la transformación, publicados en revistas de economía de 1970 y 1971.

En abierto contraste con este campo, que constituía, por así decirlo, un recinto exclusivo para especialistas, en su manual Guías de clase. Introducción a la economia (Parte 1.a), Cuevas (1981) recomendó a sus estudiantes los siguientes manuales: P. Samuelson, Curso de economía moderna; C. Napoleoni, Curso de economia politica; M. Dobb, Introducción a la economía; Academia de Ciencias de la URSS, Manual de economía política; Stonier & Hague, Manual de teoria económica y Castro y Lessa, Introducción a la economía. Al lado de estos trillados manuales, Cuevas incorporó el de Schumpeter, Historia del análisis económico; el de O. Lange, Economía política; el de P. Sweezy, Teoría del desarrollo capitalista; y el de M. Dobb, Estudios sobre el desarrollo del capitalismo.

No obstante, el manual de Cuevas tuvo el doble mérito -que lo diferenciaba sensiblemente de un manual convencional de economía- de obligar a los estudiantes neófitos, de una parte, a leer textos breves de los clásicos como Ricardo, Marx y Marshall, y, de otra, a enterarse en la última parte de la discusión teórica de alto nivel sobre los precios, indicando como bibliografía obligatoria los libros clásicos de Marx y de Keynes, así como el ya citado de Sraffa y el suyo propio sobre la teoría del valor-trabajo y el sistema de precios.

Consciente de cierto desbalance pedagógico en su manual, Cuevas hizo las convenientes aclaraciones, primero, la poca utilización de ejemplos -abundantes en los textos introductorios- que atrofiaban la capacidad analítica del estudiante porque sustituían los procesos deductivos por simples ilustraciones. En cuanto a la disyuntiva entre temas especializados y perspectiva de conjunto, estableció lo siguiente (Cuevas, 1981, p. 1-2):

El autor es consciente de que el dominio de ciertos temas espinosos suscita una polémica más compleja y profunda, para que no produzcan la sensación de esquemas. Pero su experiencia también le indica que frecuentemente cursos de introducción a la economía suelen volverse cursos especializados sobre la transición del feudalismo al capitalismo, o sobre el materialismo histórico, sobre la utilidad y el costo marginales, o sobre cualquier otro tema específico. Por el contrario, la filosofía subyacente a este curso es que debe presentar una perspectiva del conjunto de la Ciencia Económica (tal como los cursos introductorios a la química o a la física), porque prácticamente en ninguna otra asignatura de la carrera se tiene tal posibilidad. Esto significa que se debe renunciar hasta cierto punto a la especialización en algunos temas, aunque en tales casos se suministra una bibliografía adicional adecuada.

Por último, Cuevas se excusaba de la utilización del aparataje matemático formalizado (1981, p. 2), como las funciones y curvas de oferta y demanda, que en realidad eran un simple medio didáctico y general. Homero Cuevas estimaba que así se superaba la injustificable tendencia pedagógica de presentar una sola teoría como "la teoría". Su manual, añadía, era el fruto de un largo proceso de depuración durante más de seis años, y por ello trataba de llenar el vacío frecuente de los textos tradicionales introductorios a la teoría neoclásica, a la economía política o los manuales eclécticos.

En 1986, tanto el manual introductorio como el escrito sobre el valor-trabajo y el sistema de precios -publicados inicialmente en mimeógrafo- recibieron el reconocimiento de ser editados en forma de libros por las editoriales de la Universidad Nacional y de la Universidad Externado de Colombia. Cuevas aprovechó la ocasión para reformar casi por completo ambas obras.

Empezando por el manual introductorio, que pasó de 353 páginas a 650, es decir, casi se duplicó en extensión, y ello debido a que su autor modificó sustancialmente su manual original, escribiendo dos textos en uno solo, pues presentaba en un único volumen las herramientas y conceptos como primera parte y las teorías que los construyeron como segunda. De esta manera, el manual llegó a ser un éxito editorial, sobre todo para cursos introductorios de dos semestres, combinando introducción a la economía con pensamiento económico. Como señala García Molina (García, 2013, p. 3), las referencias cruzadas entre las dos partes hacían que se entendiera la historia del pensamiento como parte integral de la formación básica y no como un añadido.

Esto representa, todavía hoy, una ventaja frente a la mayoría de los textos de introducción a la economía. El tamaño del texto hizo que posteriormente se publicaran sus dos partes como libros separados, lo que permitió a su autor la revisión de los mismos. Ello resultó en la introducción de elementos institucionalistas que no aparecían en las primeras ediciones, más influenciadas por el pensamiento clásico. Para Homero, el éxito de su libro de texto fue siempre una sorpresa, ya que consideraba que su contribución importante, por la cual aspiraba a ser recordado, era Valor y sistema de precios (1986b). Pero después de un tiempo notó que solo unos pocos tomaban en cuenta lo que había realizado sobre pensamiento clásico y, en cambio, sus notas de clase habían tenido un impacto mucho mayor.

Esta última observación indica que entre ambas obras iniciales de Cuevas hubo siempre un hiato que su autor trató inútilmente de llenar. Por ejemplo, en la nueva versión de su manual ampliado incorporó sendas aclaraciones sobre la contribución revolucionaria de Piero Sraffa, además del planteamiento in extensu de la teoría de Marx sobre el valor-trabajo y los precios.

La segunda parte del manual de Cuevas, que fue la principal novedad -ya que la primera seguía siendo casi el mismo texto de las Guías de clase- sobre la escuela neoclásica y sobre la economía keynesiana, así como un capítulo de transición entre ambas partes sobre la economía internacional. La bibliografía de la segunda parte vuelve y sorprende: parecería que a todo manualista en economía le es imposible sustraerse a la influencia de otros manualistas antecesores. Sin embargo, Cuevas deja una impronta de su originalidad. Así, mientras recomendó a autores trillados como Roll, Gonnard, Hansen, Dillard y Heilbroner -Vida y doctrina de los grandes economistas-, sugirió la consulta obligada de las obras de Schumpeter -Historia del análisis económico y Diez grandes economistas de Marx a Keynes-; las de Joan Robinson -Introducción a la economía marxista y Contribuciones a la teoría económica moderna-; las de los divulgadores de la economía marxista como Kautsky, Sweezy, Dobb. También recomendó algunos textos introductorios de Meek y de Blaug.

Sobre la nueva edición de su manual introductorio a la economía, Homero Cuevas hizo las siguientes aclaraciones (Cuevas, 1986a, p.17):

Dos obstáculos claves se levantan ante cualquier programa de introducción a la economía que busque suministrar una visión comprensiva del funcionamiento económico del mundo contemporáneo y, en concordancia con ello, de la teoría que pretende explicarlo. El primero consiste en una tradición que tiende a divorciar "la teoría económica" de la historia de las doctrinas económicas que le dieron su génesis, relegando en el mejor de los casos este último aspecto a un mero apéndice sin conexión activa con el cuerpo principal de exposición. La sobre-reacción a que esto, algunas veces, da lugar, que consiste en una tendencia a convertir los cursos de introducción a la economía en meros cursos de historia, incapaces por sí mismos de reemplazar a la teoría económica, evidentemente sustituye el problema por uno nuevo pero no lo resuelve.

A este propósito, como justificación de la incorporación de la segunda parte del nuevo manual, Cuevas explicó lo siguiente (Cuevas, 1986a, p.18), no reducida a una labor cultural o humanística sino a comprender el sistema en su conjunto, sus tendencias inmanentes y la racionalidad de las acciones de los hombres sobre él, lo cual introducía la política económica, en su sentido estrecho y amplio.

Homero Cuevas se mostraba ya distante de la eficacia de su primer manual Guías de clase (1981), a pesar de haber vendido más de 2 000 ejemplares, pues consideraba que la clave pedagógica de su manual completo eran las referencias cruzadas entre la Primera y la Segunda parte, que posibilitaban mayor flexibilidad, consulta por temas específicos, selección del nivel de profundidad y mantenimiento de la unidad de los cuerpos doctrinarios, sin atomizarlos. Con su manual dispuesto de esa manera, Cuevas reiteraba su objetivo pedagógico central (Cuevas, 1986a, p.19): aproximación sencilla a los problemas sin hacer concesiones sobre precisión y rigor en el análisis; no sustituir los razonamientos y deducciones por meras ejemplificaciones o analogías.

Los manuales de Cuevas eran, como se puede apreciar por un examen más detallado de su contenido, no solo una introducción a la economía, sino también a la micro y macroeconomía, así como a la historia del pensamiento económico. Desde cierta perspectiva, sus manuales constituían una microfundamentación de la macroeconomía, aunque por su pedagogía "cruzada" podría sostenerse que también eran una macrofundamentación de la microeconomía. Eran, en suma, verdaderos tratados de gran complejidad y reto para el estudiante que se iniciaba en la disciplina.

Si con las distintas ediciones de su manual Cuevas consiguió una audiencia numerosa y entusiasta, con sus libros teóricos solo logró un público no mayor de media docena de interlocutores, tan cualitativamente distinguido que le impulsó a una nueva edición que recogió las críticas de este selecto auditorio, como él mismo lo reconoció (Cuevas, 1986b, p. 11-12), entre quienes se contaron el profesor Paul M. Sweezy y Firdaus Jhavbala, así como el denostado Paul A. Samuelson, de quien recibió este reconocimiento:

El profesor Paul A. Samuelson también tuvo la deferencia de enviarme, en noviembre de 1982, un breve comentario sobre un resumen en inglés de las principales tesis de la versión original. Aunque referido exclusivamente a mi versión acerca de sus tesis sobre el problema de la transformación, el comentario del profesor Samuelson jugó un papel clave en mi decisión de presentar un desarrollo más detallado y destacado sobre la teoría de la tasa de ganancia, su realismo, su relación con el modelo de los coeficientes técnicos y su relación con la teoría del salario... (Cuevas, 1986b, p. 11-12)

Como se aprecia, los manuales y el trabajo teórico de Cuevas discurrieron, desde un comienzo, por cauces distintos quizá sin encontrarse. Porque si bien ambos tenían una fuente común, que era el convencimiento de Cuevas de que el economista colombiano debía conocer en sus escritos originales a los grandes autores y a las grandes corrientes del pensamiento económico para mantenerse al día en las discusiones sobre los grandes temas, este desiderátum quedó como tarea de unos pocos.

Entre los economistas colombianos que criticaron positivamente la obra de Cuevas estuvieron, en primer lugar, sus colegas de la FCE de la Universidad Nacional, entre los cuales se contaron a Salomón Kalmanovitz, S. Valdivieso y José F. Cataño, en la década del 90. Particularmente, este último mantuvo con Cuevas una sostenida controversia sobre la forma de interpretar a los clásicos de la economía, afirmando que Cuevas acudió erróneamente a Smith y a Keynes para refutar a Ricardo y a Marx (Cataño, 2013, p. 32-33). Pero reconoce que la audacia de los planteamientos de Cuevas sacudió a la audiencia de su momento y ayudó a progresar, como él quería que se hiciera, por medio de la controversia.

Homero Cuevas puede ser interpretado, justamente, como un intelectual de la periferia que se atrevió a teorizar desde una institución que le permitía hacerlo -la universidad- desafiando o estando en contra de las teorías producidas en las grandes escuelas de economía del mundo superdesarrollado (Harvard, Chicago, Cambridge), tomando como tema un problema teórico clásico, sin aplicabilidad inmediata. Era el mismo distanciamiento que Carlos Calderón pedía cien años atrás con respecto a la Escuela de Ciencias Políticas de París.

Preferiría presentar estos fundamentos en forma simultánea con las partes más sutiles de la teoría y sus doctrinas:

[...] como en mi anterior Introducción a la economía. Sin embargo, espero ofrecer posteriormente tal componente bajo el título Teorías económicas del mercado y del Estado. Entre tanto, mi aspiración es que este volumen contribuya a llenar algunos vacíos en el aprendizaje de la Economía, a pesar de la avalancha de títulos nuevos sobre este tema. (Cuevas, 2001b, p. 17)

Como en la Introducción, los Fundamentos (Cuevas, 2001b) estuvieron divididos en 23 capítulos de carácter básicamente divulgativo sobre los grandes problemas de la economía, al final de cada uno de los cuales se proponía al estudiante un cuestionario o un conjunto de problemas para resolver y una bibliografía que incluía algunos de los manuales más famosos. El tiraje de la primera edición fue de 1 000 ejemplares.

Seis años después de ser editado el anterior manual sobre la economía de mercado, Cuevas dio a luz lo prometido, es decir, un manual que fundamentara teóricamente los problemas principales de la economía de mercado, con una edición de 1 000 ejemplares, presentándolo así en un lacónico prefacio (Cuevas, 2007, p. 15):

Este libro profundiza en las implicaciones y connotaciones teóricas de los instrumentos de análisis presentados en Fundamentos de la economía de mercado. Es decir, cada volumen puede ser utilizado en forma autónoma, pero los dos son complementarios y, por tanto, sería ideal su uso simultáneo. Para este propósito, en diversas secciones se ofrece una guía de referencias cruzadas entre ellos.

En esta última obra fue clara la intención de Homero Cuevas de establecer distancias con los manualistas clásicos que dejaban al estudiante en un limbo teórico (Cuevas, 2007, p. 307):

LOS MANUALES NEOCLÁSICOS. La mayoría de los textos basados en el modelo neoclásico (de Microeconomía) han tendido a insertar elementos traídos de campos como la estadística, las empresas de seguros, la ingeniería, las prácticas financieras y otros estudios empíricos. En sí mismos, claro está, tienen su utilidad específica. Sus impactos sobre la coherencia de la teoría propuesta para los mercados parecen, sin embargo, caer en un vacío. No son raros, por tanto, los autores que en los primeros capítulos excomulgan la cardinalidad, mientras un poco más adelante están sumando y restando las utilidades de muchos individuos, sin explicación alguna; o que introducen curvas de indiferencia de las más disímiles formas, las cuales son olvidadas cuando llegan a la optimalidad paretiana o al equilibrio general; o que justifican la ubicuidad de las funciones Cobb Douglas, casi exclusivas por su simplicidad econométrica, sin aclarar que funciones distintas implicarían destrozos sobre los teoremas enseñados; o que soslayan las dificultades neoclásicas para pasar de las funciones de oferta y demanda de individuos a las de mercado, etc. Dejan la impresión, entonces, de que la responsabilidad sobre estas incoherencias cae en la orfandad, al menos desde el último período épico del modelo neoclásico (1950-1980), cuando tuvo representantes integrales como Samuelson o Hahn.

Sin embargo, Cuevas reconoce que en los últimos años se editaron manuales que superaron en algo las limitaciones anteriores (Cuevas, 2007, pp. 307-308), no obstante, después de este período también se han elaborado manuales excepcionales por su coherencia interna, así como por su rigor sobre los supuestos requeridos, sus implicaciones y las limitaciones explícitas del modelo neoclásico, entre los cuales cabe destacar el de Kreps y el de Mass Collel et al. Otra dimensión sería, claro está, la crítica y la superación de tales dimensiones.

El último manual de Cuevas (2005) logró quizá exitosamente integrar a un manual la controversia y la investigación teóricas, en las cuales él mismo había participado, incluyendo un sorprendente capítulo acerca de "Extensiones teóricas sobre el mercado", donde presentó al estudiante lo último de la discusión sobre el valor, los precios y el problema de la transformación de uno a otros, destacando extensamente el aporte tanto de Kaleki como el de Sraffa.

CONCLUSIONES

Es innegable que el uso del manual ha influenciado en el pensamiento económico durante el siglo XX, sin embargo, hubo colombianos como Carlos Calderón, Miguel Antonio Caro, Alejandro López y Antonio García en la primera mitad del siglo y luego Lauchiln Currie, Jesús Bejarano, Homero Cuevas, Salomón Kal-manovitz, S. Valdivieso y José F. Cataño entre otros que lograron distanciarse de estos manuales.

Los dos principales manuales que influyeron a los primeros protoeconomistas y amateur tanto a finales del siglo XIX como la primera mitad del XX fueron los libros de Leroy-Beaulieu (Precis d'Economie Politiquey, y de Charles Gide y Charles Rist (Historia de las doctrinas económicas)

Aunque hubo campañas publicitarias de las editoriales norteamericanas sobre los recién aparecidos programas de Economía en la Universidad colombiana en las décadas de los 50s y 60s, el libro de mayor divulgación fue evidentemente de Norteamericanos que fue el dePaul Samuel-son con su Curso de economía moderna y Tendencias del pensamiento económico de la editorial española Aguilar. ElFondo de Cultura económica introducirían otros textos masivos de los siguientes autores autores; Alvin Hansen (Guía de Keynes), Dudley Dillard (La Teoría Economica de John Maynard Keynes), Raul Prabish (Introducción a Keynes), Lester Ver-non Chandler (Introducción a la teoría monetaria) y Erick Roll (Historia de las doctrinas económicas).

En la década del 70, dentro de los programas de Economía cambiaron los cursos de Teoría económica por Marcroeconomía y Microeconomía, los manuales de mayor uso para Macroeconomía en orden alfabético son: Agénor y Montiel (1996), Auerbach y Kotlikoff (1995), Barro y Sala-i-Martin (1995) , Blanchard y Fischer (1990), Dornbusch ( 1980), Dornbusch y Fischer (1992), Krugman y Obstfeld (1994), Romer (1996) Sachs y Larrain (1994), Sala-i-Martin (1994), Sargent (1987). En tanto que para Microeconomía los textos básicos de los cursos fueron, Call y Holahan (1985), Kreps (1990), Pindyck y Rubinfeld (1995), Varian (1992, 1992b).

Aunque los manuales criollos han tenido muy poca divulgación, surgen en el escenario académico colombiano desde 1956 con el de Moneda, banca, y teoría monetaria de Fernando Gaviria, y pese a que luego acaecerían muchos, sería el manual de Cuevas quien permitía elevarse a sus estudiantes dado a que primero mostraba ampliamente el espectro teórico en cursos iniciales de economía y, segundo, permitía el contacto directo con los grandes economistas ya que traía breves textos y lecturas obligatorias de los clásicos como Ricardo, Marx, Marshall y de Keynes, discusión teórica de Sraffa sobre la transformación de valores a precios.

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* En el presente artículo se exponen algunos de los hallazgos de los proyectos de investigación "La independencia intelectual del economista colombiano en el siglo XX" y el "Pensamiento económico colombiano de 1940 a 1970", dirigidos y realizados por los autores y financiados por la Fundación Universidad Autónoma de Colombia, Bogotá. Facultad de Ciencias Económicas -SUI. 2013-2016.

6Clasificación JEL: A20, A22

1 Transposiciones pedagógicas.

2 Estos primeros autores de manuales de economía colombianos son objeto del artículo de A. Mayor y C. Zambrano "Los manuales de economía criollos versus los manuales extranjeros", en proceso.

3 Los listados de libros provistos por las librerías de Medellín a la Facultad de Ciencias Económicas fueron tomados de estas fuentes: AUA, FCE, Consejo Directivo, Correspondencia, 1947-1951; 1953 (3620300004); 1954 (3123500002); 1955 (3123700004) y 1958 (3123500003).

4 Esta comunicación y las anteriores fueron extraídas de los libros de "Correspondencia recibida y enviada" del Consejo Directivo de la Facultad de Ciencias Económicas, AUA, para los años 1947-1951, 1953, 1954, 1955, 1956, 1958 y 1960.

Recibido: 15 de Marzo de 2016; Aprobado: 15 de Septiembre de 2016

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