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Colombian Journal of Anestesiology

versión impresa ISSN 0120-3347

Rev. colomb. anestesiol. v.38 n.3 Bogotá jul./sep. 2010

 

Historia de la Medicina

Semblanza de Juan Marín Osorio

 

Andrea Catherine González Torres*, José Ricardo Navarro Vargas**

* Estudiante de segundo año de Postgrado de Anestesiología. Universidad Nacional de Colombia
** Profesor Asociado de Anestesiología y Reanimación. Universidad Nacional de Colombia

Recibido: mayo 15 de 2010. Enviado para modificaciones: julio 7 de 2010. Aceptado: julio 22 de 2010.


El 18 de junio del 2010 se cumplieron 9 años de la muerte de un prohombre de la anestesiología latinoamericana, Juan Marín Osorio, médico con una formación autodidacta en la anestesiología y una vocación innata de influir en los demás con su autenticidad.

Era ateo, y quizá por esto tuvo tanto problema durante su rotación de anatomía por la Universidad Nacional bajo las riendas del profesor Bermúdez, un teófilo radical y exigente (1). Sin embargo este hombre de fisonomía peculiar, delgado, de baja estatura, con el cabello largo, con una imagen de filósofo y sociólogo desprevenido, era tan humano como la mejor criatura de Dios.

Es considerado el padre de la anestesia en Colombia, con justicia, porque defendió su causa, y formó en el arte y en la ciencia médica aplicada a la anestesiología a innumerables estudiantes; en aquel entonces a los médicos no les interesaba la anestesiología, porque distaba inmensamente de la profesión respetada de la actualidad, pero él la impuso, formando personal no médico, y con humildad les expresó a los encopetados cirujanos de la época que la anestesiología era una especialidad por si misma, que tenía mucho de medicina interna y de cirugía, pero era independiente, con vida propia (2).

El respeto con que trató a sus pacientes, reflejado en la responsabilidad con que asumía su profesión, mediante una incipiente monitoría de la cual fue un artífice y promotor (diseño un fonendoscopio precordial para estos fines), le valieron más tarde el aprecio y la admiración de los colegas que se habían formado en el exterior y que le demostraban su cariño en los congresos latinoamericanos (3).

Nació en Sonsón, una provincia de las montañas antioqueñas; fue bautizado en Aguadas y en su formación académica participó el Colegio HH Cristianos de Villa de Capiro; en Bogotá afianzó sus conocimientos secundarios en los colegios Técnico Central y Nuestra Señora del Rosario, hasta ingresar a la Universidad Nacional a finales de los años treinta del siglo pasado, a estudiar medicina. En 1933 ganó el concurso de Interno de Cirugía del Hospital Infantil de la Misericordia y se desempeñó allí como médico residente y más adelante como anestesista durante 13 años (4).

Vivió en la humildad y con el desprendimiento de un hombre que ama a sus semejantes y a la naturaleza, y murió de viejo para bien de la anestesiología colombiana, porque con su ejemplo y su tenacidad se edificó la sociedad científica más grande y fuerte que existe en Colombia, la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación (SCARE).

No tener representación en la sociedad por falta de abolengos, de títulos y de familia le hace difícil la vida en la ciudad a cualquier provinciano, máxime cuando su apariencia era la de un personaje excéntrico (su manera de vestir llevaba a que muchos lo tildaran de loco); sin embargo, se destacó en todas las fases del conocimiento, donde incursionó sin permiso de nadie, porque, así como era humilde, era arriesgado y arquitecto de su propio destino; nadie puede dudar de sus capacidades como fisiólogo, neurólogo, musicólogo, filósofo, diseñador, fotógrafo, viajero incansable, lector inagotable, soñador y artista.

Su compañera, Hilda Uribe, lo cuidó y compartió con él su vida, y juntos recorrieron de la mano como amantes furtivos muchos lugares geográficos, incluida la centroamérica indígena; más adelante fue él quien cuidó de ella por una enfermedad maligna e intensamente dolorosa, de la cual la libró practicándole la eutanasia. En muchas conferencias que dictó hizo alusión a esta determinación que había tomado con pleno uso de sus facultades mentales, pero cargado de amor y sentimientos de solidaridad humana; nunca se arrepintió de ello, es más, se sentía en cierto modo orgulloso de haberla llevado al bien morir (3,4).

Su primera anestesia fue traumática, no por el desenlace, sino por la forma en que fue inducido a proporcionarla, con una gran ignorancia de lo que estaba haciendo: ocurrió en 1932, en uno de los quirófanos de la máxima escuela de medicina del país de la época, en el Hospital San Juan de Dios de Bogotá (Hospital de la Hortúa), cuando el profesor de cirugía, el doctor Juan N. Corpas, le asignó esta responsabilidad, enseñándole de manera elemental y apresurada la anestesia con el Ombredanne y el éter; el Dr. Marín contaba de la siguiente manera esta singular anécdota: "Allí ves tú del lado de allá, en la bola una serie de números, con ese tornillo que está allá al extremo, tú lo vas moviendo, el índice te va indicando de 1, 2... hasta 9. La anestesia es muy sencilla, yo te digo: 'Marín 1', y tú subes 1; 'Marín 3', y subes a 3; 'Marín 7', subes a 7; 'Marín 9'... muy bien, '¡Marín quítale ese aparato que se está muriendo el paciente!', bueno, quítale el aparato. Este era el concepto que tenía uno de los mejores cirujanos que había en ese entonces en nuestra república: sólo se necesitaba saber contar para dar anestesia"; esta fue su primera experiencia con el éter, de manera exitosa, pero cargada de pánico, él mismo decía: "Por puro azar no se murió este anónimo paciente" (4,5).

En 1933, inició su trabajo en el Hospital de la Misericordia, como se mencionó antes, y se convirtió en un experto en el manejo del cloroformo (en una de sus conferencias dijo que durante su primer año de trabajo como anestesista en Hospital de la Misericordia no recibió ni un peso, ni siquiera le ofrecieron un tinto. este era el trato de aquellos cirujanos).

Su equipo de anestesia consistía en una compresa doblada en cuatro, formando un cucurucho, y dentro, una mota de algodón como vaporizador, un frasco gotero carmelita para el cloroformo, una pinza para halar la lengua y vaselina (2,4).

Uno se pregunta: ¿cómo pudo sentirse feliz y seguro en una profesión de tanto riesgo por aquellos años, y con el mínimo reconocimiento económico? La respuesta sólo se encuentra revisando sus palabras, desde que dio la primera anestesia se enamoró de esta especialidad; además, le imprimió mística y compromiso total a todos sus actos profesionales; se sabe de la importancia que él le daba a la auscultación cardiaca, con la cual previno muchos paros cardiacos y, con ello, la muerte de sus pacientes; en 1933 diseñó un fonendoscopio monoauricular, con un pedazo de disco en cera y vejiga de cerdo. Inicialmente su uso fue precordial, y luego, transesofágico. Mencionaba con la seguridad que le daba la experiencia: "Cuando empieza a disminuir la intensidad de los ruidos cardiacos, se debe disminuir la concentración del cloroformo" (5).

Entre las anécdotas de estos años azarosos, se destaca la mordida que sufrió en uno de los dedos de su mano, cuando tratando de extraer las secreciones de la boca de un niño, éste lo mordió y le causó una infección que terminó con la pérdida de la uña para toda la vida (4,5).

Fue promotor de la inducción suave o dosificada. En 1943 inició su experiencia con el pentotal, usando una llave de tres vías: una vía para el pentotal al 2,5 %, otra para la solución salina y otra para pasar sangre, si era necesario. Usó el pentotal en los Hospitales de la Hortúa, la Misericordia y San José desde 1945, sin haber tenido ningún accidente de mortalidad por esta causa (5).

En 1947 fue nombrado jefe del Departamento de Anestesia del Hospital San José, donde inició esa noble y abnegada labor de la docencia, con la apertura de la Escuela de Anestesiología, primera en el país, inaugurada el 5 de marzo de ese año. Se cristalizaron tres promociones (1947, 1948 y 1949) (5).

Durante su labor como docente surgió la idea de diseñar el escudo de la especialidad, emblema actual de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y de otras más. Sólo un hombre aficionado a la mitología griega y latina, un poeta, un artista, un creador con alta sensibilidad humana, pudo haber resuelto de una vez para siempre la noción de la anestesia como una profesión de dioses, que en medio de la noche y con los avatares de la patología quirúrgica, mantienen la vida, produciendo un sueño profundo libre de dolor, y al amanecer con un sol resplandeciente, lo devuelven a la realidad ya operado, a ese individuo que depositó en ellos toda su confianza. Él mismo narraba que ante la solicitud de una de sus alumnas que quería diseñar un escudo para la anestesia, "lanzada la chispa creadora, cayó en el fecundo campo de la fantasía latina, la cual hurgando en el romance de los mitos, logró encontrar el precioso motivo, que hecho esmalte y oro, constituye nuestro emblema". El Dr. Marín explica de esta forma su creación: "El hemicírculo superior con fondo blanco representa la vida integral del organismo humano y hundiéndose o surgiendo tras el horizonte del misterio, está el sol de la conciencia. En el campo inferior, en azul, está representada la vida inconsciente órgano-estriada, y destacándose sobre ese fondo oscuro las dos gemelas en oro y gualda del sueño y la muerte apenas encendidas y apuntando hacia el nadir. debemos vigilar atentamente la tea del soñar para que su llama no se extinga, porque entonces su gemela al avivarse en los dominios de la muerte en donde la vida continúa en forma oculta y fugada a nuestro control, nos haría llorar con el poeta: 'Era una llama al viento y el viento la apagó'" (5,6).

En diciembre de 1948 dio a conocer otro de sus famosos inventos, "el panfonoscopio", formado por tres tambores de resonancia y con una derivación al oído, utilizando una llave de tres vías, para escuchar los sonidos de la laringe en inspiración y espiración, el corazón con sus latidos continuos y otra derivación para la tensión arterial (5).

Este eminente y a la vez sencillo personaje fue digno de todos los honores en la profesión de la anestesiología; fue honrado como pionero de la anestesia en Colombia; fundador de la primera escuela de anestesia en el país; fundador honorario y secretario a perpetuidad de la Sociedad Colombiana de Anestesiología; editor de la primera publicación colombiana sobre Anestesia, Sedare; creador del emblema adoptado por la SCARE, por la Sociedad Cundinamarquesa de Anestesiología, por la Confederación Latinoamericana de Sociedades de Anestesia (CLASA) y por la Sociedad Guatemalteca de Anestesiología, e impreso en la medalla con que queda investido cada presidente de la Federación Mundial de Sociedades de Anestesia (WFSA) (7,8).

Se desempeñó como docente de la Universidad de Caracas, en el Hospital Concepción Palacios, y fue jefe de Anestesia del Hospital Militar Central de Bogotá (2,8).

Entre otros de sus legados, produjo la carta anestésica, a la cual daba mucha importancia y recomendaba utilizarla siempre (una especie de normas mínimas). Además, aconsejaba como aforismos: "Oigan el corazón permanentemente", "Mientras menos drogas se proporcione al paciente, mejor para él", "Buscad la causa, y resolvedla", "La auscultación es fundamental para estar tranquilos", "La imposición de la anestesia es a base de ciencia, sabiduría y amor" (8).

El Dr. Bernardo Ocampo Trujillo, otro de los personajes insignes en la anestesiología colombiana y latinoamericana, ex presidente de la SCARE e historiador de la anestesiología y del cuidado intensivo en Colombia, se refiere a Juan Marín como el hombre que sentía que entre el paciente y el anestesiólogo se conformaba una unidad indivisible; dice el Dr. Ocampo: "Con el Dr. Eduardo García Vargas, decíamos que a la novia no la tomábamos de la mano, sino que le tomábamos el pulso, porque se volvía una obligación tomarle el pulso a todo aquel que caía en nuestras manos, como enseñaba Juan Marín. [...] Con Marín, la anestesia del Ombredanne con cloroformo y éter evolucionó a la máquina de anestesia, y en ese entonces la profundidad anestésica era el mejor medio de brindar relajación muscular; hay que estar abiertos al cambio mientras éste permita una mayor seguridad, eso y muchas cosas más enseñaba este hombre de cuerpo enjuto y mente de gigante".

Uno de sus grandes sueños fue tener algún día un departamento de anestesia, y esto se concretó con creces en 1949, cuando se fundó la Sociedad Colombiana de Anestesiología. Ocurrió un viernes, la noche del 23 de septiembre de 1949, en el Hospital San José, donde por unanimidad fue postulado como primer presidente de la Sociedad de Anestesiología de Colombia, pero con la humildad que lo caracterizaba, no aceptó esta honrosa designación y en cambio quiso que se le nombrara secretario, donde se sentía más realizado, y éste fue su cargo vitalicio, desempeñado con una pasión propia de quien ama de veras. También se desempeñó como editor y redactor del boletín Sedare, de la Sociedad Colombiana de Anestesiología, publicado en 1952 (5,9).

En 1957 viajó a Caracas Venezuela, donde se radicó y trabajó durante 16 fructíferos años. En 1971, durante la VI Asamblea General de la CLASA, en Río de Janeiro, se eligió el escudo del Dr. Marín como el emblema de la CLASA. En 1972 se aceptó como emblema de la WFSA en el V Congreso Mundial de Anestesiología, en Kyoto, Japón (2,8).

El Dr. Juan Marín fue homenajeado como creador del emblema de la CLASA y de la WFSA durante el XV Congreso Latinoamericano de Anestesiología, en Guatemala en 1979, y durante el III Congreso Internacional de Historia de la Anestesia, en Atlanta, Estados Unidos, en 1992, fue considerado y tratado como invitado de honor. Es el emblema representativo de la anestesia, el más conocido y el más difundido en el mundo (8).

La Clínica Fray Bartolomé de las Casas también se benefició de sus servicios como anestesiológo y este fue su último sitio de trabajo. En el Congreso Colombiano de Anestesiología y Reanimación, celebrado en Cali el 19 de agosto de 1995, tuvimos la oportunidad de disfrutar de su compañía, jovial entre los jóvenes y siempre original (3).

En la actualidad existe un concurso de anestesiología llamado Juan Marín, para resaltar el trabajo de investigación de los estudiantes del posgrado, y la máxima sala de juntas de la SCARE recibe su nombre como justo homenaje a este hombre que desde Colombia y para el resto de los países del mundo le dio brillo a la anestesiología, un médico adelantado para su época, encantador y sencillo.

AGRADECIMIENTOS

Los autores agradecen la inmensa colaboración prestada por el Dr. Jaime Galvis, anestesiólogo del Instituto Materno Infantil y amigo personal del Dr. Juan Marín.

REFERENCIAS

1. Chaparro E. Historia del Dr. Juan Marín y su profesor de Anatomía. [en línea]. 25 de septiembre de 2008 [acceso 10 de mayo de 2010]. Disponible en: http://emiliochaparro.lacoctelera.net/.../historia-del-dr-juan-marin-y-su-profesor-anatomia.        [ Links ]

2. Juan Marín, el padre de la anestesiología en Colombia. Rev Col Anest. 2001;29(2):171-2.        [ Links ]

3. Herrera J. Juan Marín. Socio fundador honorario único de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación. Rev Col Anest. 2001. 29(2):89-90.        [ Links ]

4. Marín J. Conferencia dictada en el Primer Curso Internacional sobre Monitoría y seguridad en Anestesia y Medicina Crítica. Academia Colombiana de Anestesiología. 17-18 de febrero de 1989.        [ Links ]

5. Herrera J. Historia de la anestesia en Colombia. Bogotá: SCARE; 1999.        [ Links ]

6. Marín J. Emblema de la Sociedad Colombiana de Anestesiología y Reanimación. Rev Col Anest. 2001;29(2):91-2        [ Links ]

7. Marín J. Anestesia de antaño. Boletín informativo de la Cátedra de Anestesiología de la Universidad Central de Venezuela. Caracas. 1971;4(4).        [ Links ]

8. Ocampo B. Historia de la Confederación Latinoamericana de Sociedades de Anestesiología (CLASA) durante 50 años. Rev Col Anest. 2007;35(3):247-8.        [ Links ]

9. Marín J. La Fundación de la Sociedad Colombiana de Anestesiología. Año de 1949. Rev Col Anest. 1985;13:183-4.        [ Links ]

Conflicto de intereses: ninguno declarado.