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Colombian Journal of Anestesiology

Print version ISSN 0120-3347

Rev. colomb. anestesiol. vol.39 no.2 Bogotá Apr./July 2011

https://doi.org/10.5554/rca.v39i2.161 

http://dx.doi.org/10.5554/rca.v39i2.161

Artículo de Reflexión

Plagio y otros traspasos literario-científicos en medicina y particularmente en anestesiología

 

J. Antonio Aldrete*

* Médico. Profesor Emeritus del Departamento de Anestesiología de la Universidad de Alabama, en Birmingham, Estados Unidos. Doctor Honoris Causa, Universidad de Buenos Aires. Miembro Honorario Extranjero de la Academia Nacional de Medicina de Buenos Aires. Fundador y presidente de la Fundación Arachnoiditis, Inc. Correspondencia: 213 Sterlingwood Dr. Birmingham, AL 35243, Estados Unidos. Correo electrónico: aldrete@arachnoiditis.com

Recibido: diciembre 15 de 2010. Enviado para modificaciones: diciembre 17 de 2010. Aceptado: diciembre 27 de 2010.


RESUMEN

Con una verdadera abundancia de publicaciones, últimamente se ha notado la aparición de artículos científicos que, en parte o en su totalidad, se habían publicado anteriormente por otro o por otros autores, lo cual evidencia un plagio. Al reproducir un párrafo o el artículo completo, se considera que el contenido ha sido robado al autor y a la publicación original. Se han definido variedades y grados de plagio y aun se considera el “autoplagio”, que no es tan alarmante. Sin embargo, incluir más de seis palabras consecutivas tomadas verbatum de otro texto, escrito por otro autor, debe considerarse un plagio. Una vez identificado y corroborado, varias revistas médicas y organizaciones científicas han penalizado al plagiario de varias maneras; en algunos países el plagio ni siquiera se considera un delito y es simplemente un concepto doctrinario. Sin embargo, en otros países, en ciertas universidades y en algunas agrupaciones médicas han castigado con la retracción del artículo publicado, notificación a quien emplea al plagiario (por ejemplo, la universidad, el hospital, la entidad gubernamental y la organización científica o profesional). Frecuentemente, el castigo es la retracción del artículo de una revista ya publicada; despedir de la entidad académica (universidad) al pseudoautor y destituirlo de uno o más cargos que tenía. Quizás en el futuro se puedan aplicar multas o instituir demandas legales que resulten en pago monetario al autor original. Además, se ha debatido la culpa en que incurren los editores que permiten tal infracción, sobre todo si es un hecho frecuente.

Palabras claves: Plagio, propiedad intelectual, derechos de autor, autoría, robo. (Fuente: DeSC, BIREME).


INTRODUCCIÓN

Sitios como Wikipedia han incluido serios debates sobre temas que con frecuencia traspasan la ética científica, específicamente el respetar la autoría inicial sobre hallazgos científicos, descripciones de trabajos originales, reportes de casos clínicos, conclusiones derivadas de observaciones científicas o de experimentos llevados a cabo en laboratorios de investigación. Tales reportes parecen antagonizar con la nueva ola de “información como sea y en la forma que sea”. Casi simultáneamente, un número importante de revistas científicas han abordado un tema raramente discutido e indeseable, como lo es el plagio (1).

No obstante, la prevalencia de la tendencia “publicación a cualquier costo”, así como la más reciente manera de escribir libros sobre medicina usando la popular técnica de “copiar y pegar” que se ha promovido como la forma más fácil, aunque poco original y bastante deshonesta de escribir sobre temas científicos, han facilitado y promovido la autoría de abundantes libros publicados por médicos que no son autoridades en la materia ni han conducido o participado en los estudios descritos (2).

Sin duda, el plagio es un tema ético que ha ocasionado debates y controversias, provocando discusiones sobre conceptos previamente considerados como no éticos, quizás debido a cambios en las costumbres, modificaciones de lo que se considera bueno y lo que la actual civilización acepta como malo. Se pueden mencionar como ejemplos la anticoncepción con medicamentos, el mismo aborto realizado a demanda y los trasplantes de órganos, para mencionar solo algunos de los muchos temas que han expandido las fronteras de la ética aceptable.

Habiendo ya mencionado la fuente de información, titulada “Wikipedia”, es pertinente hacer notar que esa página da el significado de plagiar, palabra que se deriva del término latino plagiarius, que significa “secuestrador”, relacionado con plagium, cuyo significado tiene que ver con “raptar” y “robar”.

El Comité de Ética de Publicaciones del British Journal of Surgery (3) considera que se ha cometido plagio “cuando se usan, sin referencias, manuscritos realizados por otros, ya sean publicados o no publicados que incluyen investigación científica, solicitudes de fondos para investigación, manuscritos completos o en parte, aunque sean en un idioma diferente. Tales definiciones incluyen manuscritos en cualquier fase de su evolución, ya sea en el proceso de planeamiento, durante el proceso de investigación, ya cuando son publicados o en versiones escritas, así como electrónicamente publicadas”.

Tratando de definir específicamente el concepto, algunos eruditos han identificado el plagio como un “robo literario” (4); además, se ha propuesto una medida: “La copia de más de seis palabras consecutivas de otra publicación anterior, sin referir específicamente a la cita bibliográfica de donde se tomaron, constituye plagio”. También se ha definido como “robar o presentar la idea original de una persona, como si fuera la propia” (5). En Estados Undios, la Oficina de Integridad en Investigación (ORI, por su sigla en inglés) exige que en las publicaciones derivadas y apoyadas por fondos proveídos por los Institutos Nacionales de la Salud (NIH, por su sigla en inglés) se vigile este delito, definiendo el plagio, más en detalle, como “el robo y la apropiación indebida de propiedad intelectual, así como la copia directa de otro autor de temas, conceptos e ideas, al igual que la copia directa de oraciones y párrafos sobre ideas y/o métodos que previa y debidamente han sido publicados. En tal caso, se considera plagio cuando se han tomado frases, oraciones o párrafos ‘verbatum o casi verbatum’ citando ideas o conclusiones que anteriormente hayan sido expresadas y publicadas, de una manera que se pudieran representar a los lectores como si fueran originales. Tales representaciones pueden ser evitadas si los autores citan debidamente a los autores originales y proveen las citas bibliográficas apropiadas de donde se tomaron las ideas, conceptos, expresiones y conclusiones” (6).

Plagio en la Antigüedad

Este vicio probablemente ha existido desde que se empezó a escribir. Quizás pueda aceptarse que entonces el plagio ocurría accidentalmente, ya que la comunicación era primitiva, los viajes eran poco frecuentes y los diferentes idiomas no se conocían muy bien en partes distantes de los lugares habitados. Estas razones justifican que dos autores hayan escrito lo mismo casi simultáneamente, aunque de manera distinta y en países distantes (7,8); esta rara coincidencia se podría atribuir, supuestamente, a un honesto error de omisión, al no saber que lo publicado por el autor X ya había sido publicado, con anterioridad, por el autor Y (9). Lo cual se podría aceptar cuando las bibliotecas eran una comodidad escasa. Republicar era común en la Antigüedad y no raras veces se daba crédito a los autores originales. Probablemente esta infracción ha ocurrido en la literatura de todos los idiomas y quizás en todos los países y desde que la escritura se utilizó para describir eventos, recetas, historias, reglas, leyes y cualquier otro relato.

Plagio en la actualidad

Sin duda, desde el advenimiento de internet y las publicaciones en línea, muchas de las revistas o fuentes de información no están indexadas y algunos colegas quizás puedan tener acceso a una fuente de información semejante o parecida y de alguna manera pueden llegar a la misma conclusión sin citar al otro autor que ha publicado casi simultáneamente lo mismo (4,6). Sin embargo, con los medios de comunicación disponibles, algunos consideran que esta infracción es imperdonable, a tal grado, que desde agosto del 2010 se formó un nuevo blog denominado “Retraction Watch”, que ha identificado una variedad de plagios que ya se han retraído y además hay un enlace nuevo en The Scientist que desde el 2007 incluye un glosario de retracciones con una serie de sanciones que varían desde correspondencia con los autores inmiscuidos hasta retracción del artículo sin permiso del autor. Es factible que de alguna forma dos autores no sepan que al mismo tiempo están trabajando en temas similares y pueden llegar a la misma conclusión, de tal forma que se puede aceptar que ocurrió un “plagio accidental”, lo cual en realidad no ocurre frecuentemente y se considera inexplicable en la actualidad (10).

Sin embargo, a este clásico concepto de plagio pueden agregarse diferentes formas y grados de copias, no solo incluyendo el concepto típico de las “seis palabras”, si no también usando un título diferente, pero que al final representa deshonestidad en la publicación (11).

Variaciones de plagio

Como variaciones del clásico modelo de plagio pueden incluirse los siguientes:

a. Copiar un párrafo entero sin dar crédito al autor original.

b. Copiar varias frases de un articulo ya publicado (verbatum), incluyéndolos en un manuscrito por publicar sin dar crédito al autor original. Esto no solo sugiere falta de versatilidad gramatical, sino también la osadía de copiar directamente de otro trabajo ya publicado, sin dar la referencia (12).

c. Incluir dibujos, fotografías, cuadros o cualquier otra representación de ilustraciones tomadas de otros artículos sin mencionar la publicación original de donde se tomó. En este caso, se puede evitar el plagio diciendo “reproducido con permiso del autor” o “modificado de…”.

Autoplagio

El autoplagio ocurre cuando las publicaciones incluyen porciones de artículos previos sobre el mismo tema sin citarlas específicamente como referencia de su publicación anterior (13). Aparentemente, no hay un acuerdo oficial en que esta costumbre sea considerada delictuosa o aberrante, pues surge la duda de “cuántas palabras puede uno robarse a sí mismo antes de que se considere plagio” (13). Esta definición es quizás la razón por lo cual el autoplagio no ha sido considerado como un plagio concreto de nuestras propias ideas expresadas en nuestras propias palabras. La crítica más fuerte es que el abuso de esta costumbre lleva a la creación de una “ciencia salami”.

Debe considerarse, sin embargo, que el uso repetido de la duplicación de ideas y palabras de textos ya publicados es quizás éticamente problemático, ya que generalmente los autores transfieren la propiedad de su artículo a los consejos editoriales de las revistas en las que publican, por lo que técnicamente se puede considerar una violación del acuerdo de propiedad intelectual que se había concedido a la compañía publicadora de la revista (13).

Fraude científico

Al plagio se pueden agregar los resultados ficticios, que incluyen:

a. Casos clínicos no existentes (14).

b. Casos clínicos publicados anteriormente en otro artículo, sin que se mencione la referencia de donde fueron incluidos.

c. Proyectos de investigación que se publicaron, pero nunca se llevaron a cabo; pero que de cualquier manera se publicaron con resultados inventados.

d. Proyectos de investigación que se llevaron a cabo parcialmente, pero no se terminaron y, sin embargo, se publicaron supuestamente con la misma metodología, incluyendo el número de pacientes que se planearon. Esto lleva a resultados modificados (13,14).

e. Proyectos de investigación que arrojaron resultados negativos, pero que se publicaron con resultados favorables (15).

Los ejemplos de plagio literario-científico son abundantes, especialmente en el último medio siglo. Aunque se han hecho notar en el medio de publicaciones médicas y entre las instituciones académicas, tales “delitos” no llevan una pena de cárcel o una acusación legal. Rara vez ocurre que se hagan del conocimiento del público.

Además, solo ocasionalmente las instituciones o comités editoriales están dispuestos a tomar alguna actitud punitiva o legal y a denunciar ante las autoridades de las respectivas universidades o de las asociaciones profesionales de las que los acusados son miembros activos (16).

A tal ignominia se atribuyen tres hechos:

1. El plagio es más frecuente de lo que dicen las cifras aceptadas (17).

2. Los lectores de publicaciones médico-científicas no son informados con amplios detalles y con frecuencia de tales faltas ni de las medidas implementadas por el Comité Editorial para prevenir estas infracciones en el futuro.

3. Muchos de los artículos que contienen algún plagio están relacionados con productos farmacéuticos, con aparatos o con suplementos que se anuncian en la misma revista, que a veces incluye páginas enteras de anuncios, los cuales son vitales para su sostenimiento económico (18,19).

De todos modos, los editores tienen la responsabilidad de verificar la legitimidad de tales escritos literarios, sobre todo en casos en que los autores parecen publicar más de comúnmente posible y al mismo tiempo mantienen un empleo como médicos en cualquier especialidad. Las revistas deben solicitar los formatos originales en que se escribieron los resultados y hablar con los coautores que supuestamente llevaron a cabo el conteo y realizaron las operaciones matemáticas necesarias para realizar el análisis estadístico de los resultados, entre otros aspectos.

Con este propósito se aconseja que los autores guarden para la posteridad y pongan la fecha de las diferentes versiones que se escribieron del mismo manuscrito, incluyendo las versiones o las correcciones agregadas por coautores, en un mismo archivo, en caso de que pueda haber alegatos acerca de quién debe ser el primer autor o cuál debe ser el orden de los coautores. Es también importante preservar la correspondencia con los revisores y editores, respecto a cada versión del manuscrito sometida al Comité Editorial.

Además, se deduce que las revistas, para poder ser realmente imparciales, no deberían incluir anuncios que contengan información dudosa o con promoción cuestionable. Desde luego, se considera que los editores, hasta cierto punto, deberán asumir una responsabilidad por la calidad, la veracidad y la honestidad del material que aceptan para publicación (20).

Últimamente la revista Anesthesia & Analgesia insistió en la retracción de más de 30 artículos, publicados por autores de diferentes países. Específicamente en los que se citó y se comprobó que se llevó a cabo una representación delictuosa de estudios que en apariencia no se habían llevado a cabo o se habían realizado parcialmente, lo cual podría interpretarse como una forma de delincuencia en publicación científica. Además, los comités editoriales, en mi opinión, no han tomado medidas serias y específicas para prevenir que al individuo en cuestión le sea prohibido publicar más en esa misma revista o en cualquier otra publicación semejante. No se han llevado a cabo esfuerzos por difundir la información de tales omisiones a todas las universidades y a todas las revistas médicas aparentemente por temor a la litigación, por lo que, con excepción de casos aislados en Estados Unidos, Malasia, Inglaterra y Alemania, generalmente no han resultado en acciones que penalizan al individuo culpable (21). La proliferación de revistas electrónicas ha favorecido la duplicación de manuscritos que aparecen años después de haber sido publicados en una revista convencional. Parece ser que las publicaciones que aparecen solo en internet no se consideran regidas por las mismas normas de las publicaciones convencionales, de tal forma que no consideran el plagio como una falta imperdonable.

Se ha propuesto que antes de aceptar un artículo para publicación, el comité editorial envíe a los autores de todos los artículos un documento que debe ser firmado por cada uno de ellos en el cual certifican que no han incurrido en plagio y que los casos incluidos en realidad fueron estudiados, así como que los resultados que aparecen en el manuscrito son los que se obtuvieron en ese estudio (22).

El secreto más ampliamente conocido, pero poco debatido, es el hecho de que los fabricantes de productos farmacéuticos emplean escritores profesionales que redactan los artículos que eventualmente se publican y que, además, emplean dibujantes que llevan a cabo las ilustraciones según como lo pidan los proveedores.

Estos escritores fantasma son profesionales a sueldo de las empresas patrocinadoras, específicamente para escribir e ilustrar los manuscritos relacionados con supuestos estudios llevados a cabo por “médicos investigadores”. Evidentemente, los comités editoriales de las revistas médicas aceptan esa forma de manipulación científica que dicta y supervisa las partes esenciales de un artículo, como la metodología, la interpretación de los resultados y las conclusiones, así como una buena parte de la discusión de los resultados de estudios que se han realizado por autores supuestamente imparciales (23,24). Quizás la manera de evitar esa “mano negra” sea un documento en el que se pregunte a los autores si ellos mismos escribieron e ilustraron sus manuscritos.

No obstante que las empresas envueltas en investigación médica indican que su participación no influyó en los resultados, tal apoyo no viene sin prejuicio e influencia, que podrán afectar la publicación de lo que parece ser un estudio conducido a la perfección, escrito magistralmente y que acaba publicándose con pocos cambios editoriales. Se mencionó que esto ocurría -y probablemente aún ocurra- en revistas de poca circulación, sobre todo aquellas apoyadas financieramente por “la industria”; sin embargo, últimamente se han encontrado tales “traspasos de publicación científica” en revistas con gran prestigio, como Nature, British Journal of Anaesthesia y Anesthesia & Analgesia (en esta última ha habido retracciones de numerosos artículos fraudulentamente realizados o interpretados). En estos casos, no solo los seudoautores deben de admitir la falta, los editores también tienen la responsabilidad de establecer un método de revisión que identifique si los manuscritos han sido publicados anteriormente.

Supuestamente, en la actualidad ya todos los manuscritos enviados para ser considerados por los comités editoriales son sometidos a uno de los sistemas de investigación de plagio, a correccion de las referencias y a verificación de la metodología empleada para evaluar la interpretación del análisis estadístico de los resultados. Sin embargo, continúan publicándose casos de plagio literario, resultados ficticios y repetición de estudios previamente hechos. Quizás la mayor frecuencia de estos traspasos se deba a que la internet y, en general, los computadores facilitan la transposición impune de párrafos enteros de una publicación a otra. Editores de libros y revistas deberán asumir la responsabilidad de que estos delitos literarios en publicaciones científicas ocurran menos y que los infractores sean identificados y sancionados (25). Si hubiera un grupo afiliado de los editores de revistas médicas en general y de cada especialidad en particular, estas aberraciones podrían reconocerse antes de ser publicadas. Si se reconocen después de aparecer impresas, deberá hacerse una amplia publicidad de tal “delito civil” para que los autores sean identificados y sus textos no sean aceptados en el futuro. Cualquier otro castigo de tipo punitivo podría traer conflictos legales que resultarían costosos y que podrían cuestionar la mera base de legitimidad de las “seis palabras consecutivas”, preguntando simplemente por qué se escogieron seis palabras arbitrariamente, y no tres o nueve, lo cual seria fácil de debatir y difícil de comprobar.

El resto de las infracciones literarias aquí mencionadas quedan por ser investigadas por los comités editoriales, ya que es tiempo de que asuman su entera responsabilidad ante los lectores que emplean tiempo valioso para leer los artículos incluidos en cada número de las revistas y que esperan leer novedades.

Detección del plagio

Varios casos de plagio evidentes en la última década han motivado la necesidad de crear un sistema que identifique probables trabajos ya publicados que no hayan sido citados de forma apropiada. Evidentemente, este problema ocurre con cierta frecuencia (26) y hay varias opciones para resolverlo, específicamente creando sistemas de computación que: a) confronten la posibilidad de una plagio, b) identifiquen una posible duplicidad de tal artículo ya publicado y c) identifiquen manuscritos iguales o semejantes que se hayan sometido a consideración en previas ocasiones en la misma revista o ante los comités editoriales de otra publicación.

Peculiarmente, en la actualidad hay recursos técnicos empleados en computación que se pueden usar para definir si un manuscrito sometido a consideración de un comité editorial para puan blicación ha sido publicado anteriormente; también pueden definir si se han tomado párrafos idénticos de otra publicación previa (por ejemplo, el programa WCopyfind) y pueden detectar un plagio usando un sistema que localiza frases que incluyen más de seis palabras consecutivas.

Usando un sistema semejante u otros diferentes, los revisores pueden ingresar a cualquier base e identificar frases similares o palabras organizadas en el mismo orden (27). Con este propósito, se han diseñado varios sistemas que eviten el plagio o las duplicaciones de un trabajo. Entre varias opciones, se ha propuesto el uso de un poderoso programa “antiplagio” disponible en iParadigms, mejor conocido como iTenticate®, que detecta el plagio del articulo original y, además, enlista las fuentes de tal origen. Este sistema también permite identificar otros artículos relacionados con el tema (28).

La revista Nature ha publicado detalles de otros sistemas útiles con el mismo propósito1.

Otro recurso que puede ser útil para alcanzar este objetivo es el motor de búsqueda sTEBLAST, que identifica el lenguaje y el uso de palabras semejantes. La información obtenida se puede depositar en “déjà vu” y juntos pueden identificar casi cien mil manuscritos semejantes. Debe mencionarse que se han presentado anuncios en contra de posibles “falsos positivos” (29).

Sin embargo, la costumbre de no verificar otros manuscritos semejantes ha traído el envío de varios manuscritos, casi iguales uno al otro, por parte de diferentes autores. Puede llevarse a cabo una verificación de plagio en www.grammarly.com.

Dentro de los comités editoriales, los revisores tienen la responsabilidad de mantener discreción y confidencialidad antes de la publicación y no permitir que la rivalidad personal influya o determine el voto favorable o desfavorable del artículo en cuestión. Mientras tanto, los editores deberán mantener una discreción absoluta y preservar la integridad de la publicación y de cada uno de los manuscritos sometidos a su consideración. Si los editores aceptan que uno o más autores publiquen un artículo que fue escrito parcial o totalmente por un escritor fantasma (28-30), es mi opinión que se deberá incluir un aviso a los lectores en la primera pagina de tales artículos.

El plagio ha recibido bastante atención, aunque algunos creen que no es suficiente el interés por limpiar la literatura médico-académica del pillaje literario (2,4,10). Se ha definido una variedad de plagio: servil, inteligente, intencional, accidental (25), autoplagio y otros más.

Aunque el plagio se ha denominado “el crimen sin víctimas”, debe ser evitado a toda costa; el mejor castigo es la exclusión de todo material escrito por el mismo autor, siempre y cuando no quede la menor duda de que el delito se haya cometido.

Comentarios

1 . Nature 2008;455:751. Nature 2008;397:451. Nature, 2008:453:980-2.

REFERENCIAS

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