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Forma y Función

versión impresa ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C.  n.18 Bogotá ene./dic. 2005

 

 

Un análisis paradigmático de los aportes de
F. de Saussure y N. Chomsky
al campo de los estudios del lenguaje

A paradigmatic analysis of Ferdinand de Saussure’s and Noam Chomsky’s
contribution to the field of language studies

DORIS ADRIANA SANTOS CAICEDO
Profesora asociada
Departamento de Lingüística
UNIVERSIDAD NACIONAL DE COLOMBIA E mail:dasantosc@unal.edu.co


En este artículo se analizan, desde una perspectiva paradigmática de las ciencias, algunas de las contribuciones de dos de los más importantes lingüistas del siglo XX, Ferdinand de Saussure y Noam Chomsky. La tesis central que se sustenta aquí es que existe evidencia proveniente de estos aportes a favor de la consolidación de la Lingüística como una ciencia madura en el estudio de la estructura del lenguaje humano, y de una comunidad científica, cuyos orígenes dan cuenta de lo que podría llamarse la prehistoria de la lingüística. Se recurre, para este propósito, a una línea de argumentación centrada en algunos conceptos propuestos por Thomas Kuhn en su libro La Estructura de las Revoluciones Científicas.

Palabras clave: teoría lingüística, historia de la lingüística, comunidades científicas, lingüística del siglo XX.


The author of the article analyzes some contributions of two of the most prominent linguists of the 20th century, Ferdinand de Saussure and Noam Chomsky, from a paradigmatic viewpoint of science. The main statement supported here is the evidence, yielded by these contributions, which confirms that linguistics is a mature science in the study of the structure of human language, and also, that there existed a scientific community whose origins account for what could be called the prehistory of linguistics. The author employs for this purpose an argumentative chain which is focused on some core concepts as proposed by Thomas Kuhn in his book La Estructura de las Revoluciones Científicas.


1. ¿QUÉ ENCONTRAMOS Y QUÉ NO, EN LOS LIBROS DE TEXTO?

Presentar las contribuciones teóricas y metodológicas del suizo Ferdinand de Saussure y el estadounidense Noam Chomsky al campo de la lingüística no es nada nuevo, si de describirlos se trata. De hecho, ésa ha sido la labor primera de los libros dedicados a contar la historia de la lingüística, por un lado, y, por otro, de los textos diseñados para preparar a los futuros lingüistas. Sin embargo, tal y como plantea Kuhn (1971:21), lo que no aparece en estos libros es, precisamente, lo que ocasiona el desconocimiento de la naturaleza y el desarrollo real de la ciencia.

Kuhn parte de una crítica a la labor del historiador de las ciencias. En su calidad de historiador de la física descubrió que muchos investigadores en este campo, en su afán por determinar en qué momento fue elaborada cada teoría científica contemporánea y por que hombre, así como describir y explicar el conjunto de errores, mitos y supersticiones que impidieron el rápido desarrollo del conocimiento científico, habían llegado a generar un concepto de la ciencia como si ésta se tratara de una simple acumulación de conocimientos. Su análisis de la integridad histórica de ciencias como la física y la química, en épocas específicas, le permitió concluir que la historia de una ciencia no podía reducirse a la acumulación de descubrimientos o inventos individuales, sino que ella más bien se relacionaba especialmente con las dinámicas propias de las que se conocen hoy como las comunidades científicas.

Las primeras etapas de desarrollo de la mayoría de las ciencias, dice Kuhn, se caracterizaron por una competencia continua entre una serie de concepciones distintas sobre la realidad, cada una de las cuales se derivaba parcialmente de la observación y del método científico. Lo que diferenciaba a las escuelas involucradas en esos primeros momentos no era uno u otro error de método, pues todos eran ejercicios ‘científicos’, sino, lo que Kuhn denominó, sus modos inconmesurables de ver el mundo y de practicar en él las ciencias.

    “La observación y la experiencia pueden y deben limitar drásticamente la gama de las creencias científicas admisibles o, de lo contrario, no habría ciencia. Pero, por sí solas, no pueden determinar un cuerpo particular de tales creencias. Un elemento arbitrario, compuesto de incidentes personales e históricos, es siempre uno de los ingredientes de formación de las creencias sostenidas por una comunidad científica dada en un momento determinado. Sin embargo, este elemento arbitrario no indica que cualquier grupo científico podría practicar su profesión sin un conjunto dado de creencias recibidas […] Al menos, en las ciencias maduras, las respuestas (o substitutos completos a ellas) a preguntas como ésas se encuentran enclavadas firmemente en la iniciación educativa que prepara y da licencia a los estudiantes para la práctica profesional.” (Kuhn, 1971:25-26)

Al analizar, desde otro punto de vista, los libros de texto con los que se preparan los futuros miembros de una comunidad científica, se puede claramente identificar una serie de logros de la ciencia normal1 que comparten unas características que los hacen destacarse frente a otros: por una parte, este tipo especial de logros, de naturaleza teórica-metodológica, son descritos como sin precedentes, lo cual ha atraído a grupos específicos de la comunidad científica a adherirse a ellos con el objeto de orientar su labor investigativa; por otra parte, estos logros han sido lo suficientemente amplios e inagotables en sus cuestionamientos como para permitirle a los grupos de investigación científica formular una gran variedad de problemas a cuya resolución han dedicado sus continuados esfuerzos investigativos. A este tipo de logros Kuhn los denomina paradigmas.

2. SAUSSURE Y CHOMSKY: PIONEROS DE PARADIGMAS

Kuhn afirma que la ciencia misma puede evaluar los cambios en un paradigma hasta provocar la búsqueda de uno nuevo. Y son precisamente los problemas no resueltos en un paradigma los que constituyen el factor principal de la ruptura en el mismo y la aparición de otro. Esta transición de un paradigma a otro es la que permite que una ciencia madure. Sin embargo, muchas veces algunos problemas no se resuelven inmediatamente debido a dos razones fundamentales: o no se tiene el nivel de maduración requerida (nivel teórico poco desarrollado) o no se cuenta con los instrumentos necesarios y adecuados para resolver el nuevo problema (metodología práctica). En ocasiones, el paradigma mismo permite la solución del problema; otras veces, no. Cuando la ciencia normal se extravía en esta empresa, se inician “las investigaciones extraordinarias que conducen por fin a la profesión a un nuevo conjunto de compromisos, una base nueva para la práctica de la ciencia” (Kuhn, 1971:27). Es a estos episodios extraordinarios a los que Kuhn llama las revoluciones científicas.

Cada paradigma cuenta con su propio pionero de paradigma o modificador del anterior paradigma. En lingüística, Ferdinand de Saussure y Noam Chomsky son reconocidos precisamente por ser los pioneros de los dos más importantes paradigmas en el estudio de la estructura del lenguaje humano: el estructuralista-descriptivista y el generativo-transformacional, respectivamente. Sin embargo, ser pioneros no significa que su trabajo haya sido el resultado de un esfuerzo individual y aislado. Por el contrario, el concepto de comunidad científica planteado por Kuhn permite comprender mejor la génesis de los logros teórico-metodológicos de estos dos grandes lingüistas a la luz de las contribuciones de otros intelectuales y científicos que consolidaron lo que hoy podría conocerse como la prehistoria de la lingüística.

3. INTEGRIDAD HISTÓRICA DEL PARADIGMA SAUSSIRIANO

Ferdinand de Saussure, formado en la doctrina neogramática de finales del siglo XIX, e influenciado fuertemente por el norteamericano W. D. Whitney, acoge el planteamiento central de esta escuela de pensamiento: “el lenguaje es fundamentalmente un mecanismo psicofísico que debe haber sido igual en todas las épocas” (Patiño, 1999:29). Su identificación con este postulado, junto con su plena convicción sobre la íntima relación entre la lengua y el carácter nacional de la misma, tema dominante en la teoría humboldtiana del siglo XVIII, llevan a Saussure a plantear su concepto de lengua directamente relacionado con la identidad espiritual del pueblo respectivo2. En este sentido, los planteamientos saussirianos se pueden entender mejor a partir de un análisis de las motivaciones centrales de los movimientos intelectuales de los siglos XVIII y XIX. Citando a Robins (1967:112), Patiño (1999:18) señala que “factores como el colapso del latín, el reconocimiento de los idiomas nacionales y la información sobre lenguas exóticas en otros continentes, contribuyeron al sentimiento de que era posible crear nuevos códigos para las necesidades de esos tiempos.”

Uno de los grandes aportes de Saussure al estudio del lenguaje fue, precisamente, su elaboración teórica, resultado de la aceptación de una invitación hecha por los neogramáticos a “situar en perspectiva histórica todos los resultados de la comparación y encadenar así los hechos en su orden natural” (Saussure, 1916:29). Pensaban que para lograrlo, la lingüística debía buscar en las ciencias naturales un modelo de objetividad y rigor (Patiño, 1999:30). Saussure recurre, entonces, a la observación y búsqueda de regularidades del método comparativo en el cual fue formado; sin embargo, no lo adopta para dar cuenta de la evolución de las lenguas, sino como un medio para dar cuenta de la realidad presente del lenguaje.

Su experiencia en el uso del método de la gramática comparativa le permitió, en consecuencia, llegar a la conclusión de que debía existir un sistema abstracto a partir del cual todo hablante de una lengua podía producir oraciones con significado. Por ello entendió la langue ‘lengua’ como un mecanismo del lenguaje y como un sistema de mecanismos semióticos3, para cuya descripción dio cuenta de las condiciones de posibilidad de la actividad de significación y sus unidades constitutivas.

Mientras trataba de describir este sistema abstracto que tanto le interesaba, tuvo que pensar en cómo representarlo, teniendo en cuenta que este modelo debía estar siempre presente para que funcionara lo que él llamaba parole ‘habla’, y que no debía experimentar cambios a través del tiempo. Este problema lo resolvió con el principio de arbitrariedad del signo4 y la distinción entre sincronía y diacronía. Citando a Mounin (1967:149), Patiño (1999:16) afirma que el concepto de arbitrariedad del signo lingüístico es un legado de Condillac, principal soporte filosófico de los gramáticos ilustrados, el cual pudo haber llegado a Saussure a través de Bréal. Condillac sostenía que la gramática tenía “dos clases de principios: los universales, derivados de la naturaleza del pensamiento humano, y los particulares, que resultan de las convenciones cambiantes de los idiomas individuales” (Patiño, 1999:16).

Con respecto a la distinción sincronía y diacronía, ésta presentaba una nueva complicación: la confusión entre sincronía y estabilidad. El lenguaje, al ser analizado en cualquier momento en el tiempo, no era una realidad fija sino dinámica, debido a los múltiples usos de los hablantes en un momento dado (variaciones muy sutiles entre los miembros de una comunidad, jóvenes, ancianos, mujeres, hombres, etc). Sin embargo, decir que la diacronía y la sincronía no son en realidad dimensiones diferentes, no invalida la idealización que se hace de estos conceptos sino que se establece los límites de sus planteamientos como verdades absolutas (Widdowson, 1996:23).

Otro de los problemas que encontraba Saussure en la elaboración de sus planteamientos era aquél referido a la pregunta ¿cómo se podían definir las unidades lingüísticas? Su ya muy conocida solución fue la elaboración del concepto de signo lingüístico como un todo integrado por un significado y un significante (estas dos últimas entendidas como entidades psíquicas), y la definición del sistema del signo como un sistema de valores (Nerlich, 1986:268). Para la articulación entre signos (no entre las unidades constitutivas del mismo), trabajó mucho más a fondo la importancia del principio de linealidad de la cadena hablada.

4. EL PARADIGMA CHOMSKYANO Y MÁS SOBRE LA PREHISTORIA DE LA LINGÜÍSTICA

Sería impreciso afirmar que Saussure o Chomsky, en nombre de la lingüística, han sido los primeros en plantear la existencia de ese sistema abstracto del lenguaje. Kuhn plantea que la prehistoria de una ciencia la constituyen las diferentes descripciones e interpretaciones sobre una misma gama de fenómenos desarrolladas por diferentes hombres y originadas en diversos campos de estudio desde la antigüedad. Y afirma, así mismo, que las transiciones a la madurez de cada uno de estos campos raramente han sido tan repentinas e inequívocas, como tampoco han sido históricamente graduales, o sea, coextensivas con el desarrollo total de los campos en cuyo interior tuvieron lugar (Kuhn, 1971:49).

En el primer capítulo de su libro El lenguaje y el entendimiento de 1971, y para sustentar la existencia de reflexiones anteriores sobre la existencia de un sistema abstracto propio de la mente humana, Chomsky afirma que éstas ya existían en la Europa del siglo XVII. Específicamente, en la filosofía cartesiana ya se vislumbraba una conciencia de la existencia de “una importante distancia -mejor sería decir un abismo infranqueable- entre el sistema de conceptos que somos capaces de comprender de un modo suficientemente claro, de un lado, y la naturaleza de la inteligencia humana, del otro” (Chomsky: 1971:18).

A partir del argumento de Descartes referido a que “el único indicio que nos permite asegurar que otro cuerpo posee el entendimiento propio del hombre y que no es un mero autómata es su capacidad de usar el lenguaje de un modo normal” (Chomsky, 1971:19), el lingüista estadounidense planteó que era necesario apelar a un principio totalmente nuevo. Y continúa:

    “en términos cartesianos, hay que postular una segunda substancia, cuya esencia es el pensamiento, además de la substancia corpórea, caracterizada por las propiedades esenciales de la extensión y el movimiento. Ese nuevo principio tiene un ‘aspecto creador’, que se manifiesta con particular claridad en lo que podemos describir como ‘el aspecto creador del uso del lenguaje’, o sea la capacidad, por la que el hombre se distingue de los demás animales, de expresar pensamientos nuevos y entender expresiones del pensamiento enteramente nuevas, y eso dentro del marco de una ‘lengua instituida’” (Chomsky, 1971:19).

El aporte de Chomsky ha consistido, como él mismo lo ha planteado, en elaborar un modelo (formalización) de esa segunda esencia identificada por la filosofía cartesiana. Chomsky continúa: “No creo equivocarme diciendo que el estudio de las propiedades y la organización del entendimiento se abandonaron prematuramente, en parte por razones totalmente espurias, y me parece que tiene su lado irónico el supuesto común según el cual dicho abandono se debió a que, en el entretanto, había llegado a prevalecer una actitud general más ‘científica’”. (Chomsky, 1971: 22).

Este razonamiento sustenta el planteamiento de Khun en relación con los factores que no permiten la solución inmediata de problemas por un paradigma. Efectivamente, en primer lugar, en la época no se contaba aún con la maduración intelectual requerida para llegar a abstracciones más profundas en torno a esa segunda esencia develada por el lenguaje humano; y, en segundo lugar, no se tenían entonces las herramientas metodológicas que una ‘nueva actitud general más científica’ aportaría un siglo después. Éste es, tal vez, el sentido irónico del que habla Chomsky para el abandono del estudio del lenguaje por los filósofos cartesianos.

La solución chomskiana será elaborada a partir de procesos de idealización, abstracción o selección. Su solución es estrictamente formal, en tanto que concibe las formas del lenguaje como evidencia de unos universales, sin tener en cuenta cómo esas formas funcionan en la comunicación y en la conducta social en comunidades diversas (Widdowson, 1996:25). La formalización de Chomsky va más allá de la abstracción hecha por el estructuralismo francés (Saussure), debido a que deja cualquier consideración social fuera de la elaboración. También su nivel de abstracción va más allá del estructuralismo estadounidense de la época en tanto trasciende la adecuación descriptiva de esta corriente al lograr una adecuación explicativa, a partir, entre otros, de su constructo teórico del hablante-oyente ideal. Este avance, en niveles más profundos de abstracción, conlleva a un mayor riesgo en perder contacto con la realidad del lenguaje en uso (Widdowson, 1996:26).

En otro aparte del libro Chomsky resalta otra de las innovaciones en la teoría cartesiana de la Gramática de Port Royal de 1660: su reconocimiento de la importancia de la noción de la frase como unidad gramatical. Esta frase correspondía a una idea muy compleja a partir de la cual se podía entender la oración como constituida por diversas clases de frase, y la frase como conformada por palabras. Esta forma de análisis corresponde a lo que luego Chomsky llamaría ‘la estructura superficial’ de la oración. Así, él afirma que la Gramática de Port–Royal al parecer fue la primera que recurrió de una manera muy sistemática al análisis de la estructura superficial, reconociendo ella misma la insuficiencia de dicho análisis.

En la terminología moderna, dice Chomsky, esas estructuras superficiales tienen un correspondiente análisis mental con estructuras formales (estructuras profundas), que se relacionan directamente con el sentido de las primeras. Este aporte, tiene una referencia muy estrecha a lo planteado por Wilhem von Humboldt en 1830 “el hablante hace un uso infinito de medios finitos” (Chomsky, 1971:35). Chomsky retoma estos planteamientos para aseverar que la gramática de un hablante

    “debe, por consiguiente, contener un sistema de reglas finito que genera una pluralidad infinita de estructuras profundas y superficiales, adecuadamente relacionadas entre sí. Debe contener también determinadas reglas que establezcan la relación entre esas estructuras abstractas y ciertas representaciones del sonido y el sentido, representaciones que es de presumir que están constituidas por elementos pertenecientes a la fonética universal y a la semántica universal, respectivamente.” (Chomsky, 1971:35).

Es esta elaboración más compleja de la estructura gramatical el gran aporte de Chomsky; por supuesto, elaborada a partir de las contribuciones de los filósofos cartesianos.

Finalmente, además de hacer un reconocimiento abierto a la tradición de la gramática filosófica que floreció desde el siglo XVII hasta el romanticismo, Chomsky, resalta los aportes de la corriente estructuralista, pues

    “ha ampliado enormemente el ámbito de nuestra información y ha acrecentado inmensamente la calidad de la misma. Ha mostrado que se dan en el lenguaje relaciones estructurales que pueden estudiarse en términos abstractos. Ha llevado las posibilidades del discurso sobre el lenguaje a niveles de precisión inauditos. Pero creo que su contribución más importante resultará haber sido un aspecto de la misma que, paradójicamente, ha sido objeto de críticas muy severas. Me refiero al intento serio y cuidadoso de elaborar ‘procedimientos de invención’, las técnicas de segmentación y clasificación postuladas por Saussure.” (Chomsky, 1971:42).

5. UNA TERMINOLOGIA PROPIA PARA LA NUEVA CIENCIA

Teniendo en cuenta lo anteriormente planteado, el tipo de contribución global realizado por estos dos lingüistas del siglo XX al panorama general de los estudios del lenguaje concierne tanto al campo teórico como al metodológico. El aporte teórico central se podría resumir en la constitución del lenguaje de una nueva ciencia (terminología propia de una comunidad científica), heccho que evidencia la existencia de un sistema de constructos teóricos propios. A esto le correspondió también la identificación y consolidación de una metodología específica para el estudio de su objeto de estudio central: el lenguaje como facultad esencialmente humana.

Las primeras nociones y principios metodológicos básicos de la nueva ciencia fueron planteadas, en un primer momento, por Saussure. En sus conferencias a comienzos de siglo, Saussure establece una de las principales distinciones a realizar en el trabajo lingüístico: la lingüística debía ocuparse del estudio del sistema abstracto del lenguaje, la lengua ‘langue’, dejando de lado las realizaciones lingüísticas particulares de los individuos, el habla ‘parole’. Aunque Chomsky no concibe este sistema abstracto desde una visión social (el código socialmente compartido, según Saussure), retoma, esta distinción desde una visión psicologista, planteando la diferencia entre los conceptos de competencia y actuación lingüísticas: el primero refiriéndose al conocimiento que los hablantes nativos de una lengua tienen de la misma como un sistema abstracto de relaciones formales; mientras el segundo, a su comportamiento lingüístico real.

Frente a las diferentes perspectivas para el trabajo científico, tanto Saussure como Chomsky desarrollaron sus propuestas a partir del trabajo empírico propio del enfoque positivista, de gran fuerza en el campo de la filosofía de las ciencias durante sus épocas correspondientes. La aparición de las ciencias naturales en el siglo XVII, y el auge de las disciplinas empírico-analíticas en los siglos XVIII y XIX promovieron la consolidación de la construcción de conocimiento a partir de la observación y la experiencia. Este procedimiento metodológico tendrá sus particularidades en una y otra corriente a propósito de los constructos teóricos que en ellas se elaboraron.

A pesar de que las prácticas de dicho enfoque presentaba algunas limitaciones respecto a su adecuación al campo de las ciencias humanas y sociales, fue gracias a ese trabajo empírico que la lingüística logro su estatus como ciencia en el siglo XX.

6. EL PERFECCIONAMIENTO DEL PARADIGMA
ESTRUCTURALISTA DESCRIPTIVISTA

Una de las cosas que adquiere una comunidad científica con un paradigma, afirma Kuhn, “es un criterio para seleccionar problemas que, mientras se dé por sentado el paradigma, puede suponerse que tienen soluciones” (Kuhn, 1971:71). En el caso de la lingüística estructuralista descriptivista, uno de sus grandes aportes, además de los mencionados anteriormente, ha sido el extraordinario desarrollo de los estudios sincrónico–descriptivos de una gran variedad de lenguas. Su gran rigor y precisión en el procesamiento de grandes corpus de datos lingüísticos (métodos taxonómicos) permitió analizar lo que Chomsky ha llamado la estructura superficial, es decir, las propiedades formales que se observan expresamente en la señal y las frases, así como en unidades que pueden determinarse a partir de la señal mediante técnicas de segmentación y clasificación.

El tratamiento estructural del lenguaje en la dimensión sincrónica partía del supuesto de que las lenguas debían ser observadas no como suma de entidades, sino como totalidades estructuradas a diferentes niveles (en términos estructuralistas a nivel léxico, gramatical y fonológico). En esta estructura los elementos funcionan por sus relaciones con otros elementos del mismo nivel, a partir de los cuales ellos se definen a su vez. En asuntos más específicos, la teoría sobre el fonema se constituyó en la primera gran consecuencia de la aplicación de la noción de rasgo distintivo sugerido por Saussure (Robins, 1990:547), noción no existente en el siglo XIX.

7. ENTONCES, ¿CÓMO PODRÍA ENTENDERSE EN ESTE
CONTEXTO DE ANÁLISIS LA GRAMÁTICA DEL TEXTO?

Con la gramática del texto puede ilustrarse otro de los planteamientos de Kuhn.

    “Para los científicos, al menos, los resultados obtenidos mediante la investigación normal son importantes, debido a que contribuyen a aumentar el alcance y la precisión con la que puede aplicarse un paradigma. […] El llegar a la conclusión de un problema de investigación normal es lograr lo esperado de una manera nueva y eso requiere la resolución de toda clase de complejos enigmas instrumentales, conceptuales y matemáticos. […] Los enigmas son, en el sentido absolutamente ordinario que empleamos aquí, aquella categoría especial de problemas que puede servir para poner a prueba el ingenio o la habilidad para resolverlos. […] Para que pueda clasificarse como enigma, un problema debe caracterizarse por tener más de una solución asegurada. Así mismo, debe haber reglas que limiten tanto la naturaleza de las soluciones aceptables como los pasos que son precisos dar para obtenerlas.” (Kuhn, 1971:69-73).

Aunque se ha presentado la gramática del texto como un paradigma, desde mi punto de vista, ella no cuenta con el carácter paradigmático planteado en Kuhn. Los supuestos principales de esta primera etapa de la lingüística del texto se formularon a partir de los aportes teóricos básicos de la lingüística generativa-transformacional, la semántica estructural francesa, las teorías de la acción y la pragmática (estas dos últimas provenientes de la filosofía del lenguaje). Los trabajos de Teun van Dijk, Hannes Rieser, Janos Petöfi, Siegfred Schmidt, Wolfang Dressler, entre otros, no han planteado un nuevo modelo para explicar qué es el lenguaje humano desde su naturaleza estructural. Su principal aporte ha consistido en el análisis de una unidad diferente a aquella propuesta por Chomsky (la oración). Surge, entonces, el texto como una unidad de análisis nueva a partir de la cual se ha elaborado teoría, pero, ahora, de una manera nueva: desde una aproximación multidisciplinar. Los desarrollos ulteriores (década de los noventa y comienzos del siglo XXI) se han enfocado mucho más al análisis crítico del discurso, trabajo científico también de naturaleza multidisciplinar, pero orientado por un modelo ideológico de las ciencias y no autónomo.

8. LA REFORMULACIÓN DE LA TEORÍA SAUSSIRIANA SOBRE LA ESTRUCTURA DEL LENGUAJE HUMANO

    “Aunque la ciencia normal no tiende hacia novedades fácticas o teóricas, la investigación científica descubre repetidamente fenómenos nuevos e inesperados a partir de las cuales los científicos han inventado, de manera continua, teorías radicalmente nuevas” (Kuhn, 1971: 92).

Esta afirmación aplica a la lingüística, por supuesto. La elaboración de teorías nuevas comienza, precisamente, con la percepción de una anomalía, es decir, con

    “el reconocimiento de que de cierto modo la naturaleza ha violado las expectativas, inducidas por el paradigma, que rigen la ciencia normal. A continuación, se produce una exploración más o menos prolongada de la zona de anomalía. Y sólo concluye cuando la teoría del paradigma ha sido ajustada de tal modo que lo anormal se haya convertido en lo esperado” (Kuhn, 1971:93).

Chomsky (1971:15), citando a Lashley (1948), afirmaba que en la base de los usos del lenguaje y de toda conducta organizada tenía que haber algún tipo de mecanismos abstractos no analizables en términos asociativos y cuyo desarrollo no podía explicarse con medios tan simples como los utilizados por el paradigma estructuralista descriptivista. Es el trabajo taxonómico del estructuralismo el que no dejaba lugar al estudio de las estructuras profundas propuestas luego por el estadounidense (Chomsky, 1971:38). La lingüística, pudía y debía trascender la adecuación descriptiva que satisfacía la lingüística estructuralista para dar paso a una adecuación explicativa de la misma, la cual sí es lograda luego por la lingüística generativa–transformacional (Robins, 1990:559).

Esta última insistió en que la lingüística debía describir los fenómenos del lenguaje y de la actividad mental tan cuidadosamente como fuera posible, tratando de desarrollar un aparato teorético abstracto capaz de explicar esos fenómenos y revelar los principios de su organización y funcionamiento en la medida de lo posible (Chomsky, 1971:30). Una gramática, por tanto, debería incluir elementos universales generales que se impusieran sobre la forma y la organización de toda lengua humana. Esta gramática universal es parte de nuestra dotación biológica. Metodológicamente hablando, Chomsky sugiere que la lingüística, al estar a cargo de modelos representacionales de lo que los hablantes nativos de una lengua tienen en su mente, puede llegar a conclusiones a partir de las intuiciones de dichos hablantes.

Sin embargo, estas generalizaciones son más difíciles de abstraer en la medida en que los datos lingüísticos sean analizados en su entorno natural (la comunicación). Esta condición del trabajo metodológico en la lingüística generativa-transformacional es, en últimas, la limitación metodológica más importante identificada por las corrientes contemporáneas: entre más lejos se quiera llegar en los niveles de abstracción sobre la facultad el lenguaje humano, se corre un riesgo más grande de perder conexión con la realidad del lenguaje en los contextos comunicativos. Este problema ha sido resuelto por varios paradigmas en el campo de los estudios del lenguaje a partir de otras alternativas de trabajo científico.

Otra de las limitaciones teóricas en esta corrien te ha sido el alcance del concepto de competencia lingüística planteada por Chomsky para explicar el fenómeno de la naturaleza del lenguaje en el contexto de la comunicación. Este problema ha sido abordado desde otros paradigmas provenientes de campos tales como la antropología lingüística con el concepto de competencia comunicativa elaborado por Dell Hymes en 1964, o como la filosofía del lenguaje con los supuestos básicos planteados por Austin, la teoría de los actos de habla de Searle o la teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas, entre otros.

9. CONCLUSIÓN

Todo el trabajo científico desarrollado en las corrientes estructuralista y generativista-transformacional ha contribuido enormemente no sólo a la consolidación de la lingüística como ciencia en el siglo XX sino también a describir (más con la primera) y a explicar (con la segunda) la naturaleza del lenguaje humano como sistema abstracto subyacente a las lenguas naturales. En este campo, seguirá teniendo validez el trabajo de abstracción que sobre este objeto de estudio pueda realizarse. Sin embargo, la adecuación descriptiva y explicativa de sus teorías debe necesariamente integrarse a la relevancia de sus logros para la identificación y solución de problemas en el campo de la comunicación humana. Es decir, sus hallazgos se vuelven irrelevantes (aunque no se invaliden) en la medida en que éstos no sean puestos al servicio del propio ser humano. Esto puede lograrse solamente con la participación de la lingüística en el trabajo multidisciplinar actual sobre el lenguaje y la comunicación.

Finalmente, habría que agregar que el costo de la profesionalización de la lingüística (es decir, del hacer que ella profesa que le es propio), condujo al desplazamiento de los problemas esenciales y de interés general que habían inquietado a los intelectuales en siglos pasados, hacia la aplicación mecanizada de las técnicas que la propia disciplina ha forjado para solucionar sus problemas en el campo teórico (Chomsky, 1971:41). El resultado real del abordaje que se ha hecho ha sido la consolidación de una Lingüística Autónoma, llamada así debido al estudio exclusivo del lenguaje como sistema, desconociendo las consideraciones no-sistémicas de los contextos de las comunidades en las cuales el lenguaje es usado. “Strict autonomists continue to insist that theirs is the only scientific approach to language” (Joseph, 1992:165).

Tal vez, el mismo Chomsky nos esté indicando en sus reflexiones, de hace ya casi treinta años, el momento actual por el que la lingüística misma está atravesando

    “La moraleja no consiste en abandonar herramientas de indiscutible utilidad; sino, más bien, en primer lugar, en reconocer que debe mantenerse suficiente perspectiva para ser capaz de anticipar la llegada inevitable del día en que la investigación llevada a cabo con dichas herramientas habrá dejado de ser importante; y, en segundo lugar, en aceptar la necesidad de conceder el valor a ideas y atisbos de evidente relevancia, por más que tal vez también resulten prematuros, y vagos e infructíferos desde el punto de vista de la investigación en determinado estadio de desarrollo de la técnica y los conocimientos.” (Chomsky, 1971:41).

Siguiendo los planteamientos de Thomas Khun, es posible afirmar que el trabajo empírico propio del enfoque positivista que le permitió a la lingüística consolidarse como ciencia (entre otros factores) haya cumplido ya su finalidad; especialmente en una época (finales del siglo XIX y primera mitad del siglo XX) en la que ese paradigma del trabajo científico era el único reconocido en las ciencias humanas y sociales. Sin embargo, habría que explorar, en primer lugar, hasta qué punto desde este paradigma es posible ampliar nuestro conocimiento sobre el lenguaje humano como sistema; y, en segundo, si es posible que este paradigma de la investigación científica, con los modelos autónomos que siga promoviendo, pueda coexistir en la lingüística con otros paradigmas y otro tipo de modelos no-autónomos.


Comentarios

1. Aquel tipo de investigación que se basa en uno o más logros científicos pasados reconocidos por una comunidad científica como fundamentales para su práctica posterior (Kuhn, 1971:33)

2. Casi un siglo después este postulado va a ser analizado por Norman Fairclough, representante de la escuela del análisis crítico del discurso, como parte de la retórica de la estandarización. (Fairclough, 1989:22-23)

3. Este primer significado está oculto en sus notas y fue poco desarrollado por Saussure (Nerlich, 1986:268); mientras el segundo fue desarrollado posteriormente por la que fue conocida como la escuela del estructuralismo francés.

4. Es decir, la propiedad de los signos lingüísticos que se refiere a la no existencia de un parecido natural entre las formas y lo que estas quieren significar.


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