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Forma y Función

Print version ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C.  no.21 Bogotá Jan./Dec. 2008

 

Algunas ideas posmodernas acerca del lenguaje

Some postmodernist ideas about language

Constanza Moya Pardo*

Universidad Nacional de Colombia, Sede Bogotá, mcmoyap@unal.edu.co

Artículo recibido 03-09-07, artículo aceptado 29-05-08


Resumen

El siglo XX se caracteriza por la importancia que se le da al lenguaje no solo porque origina nuestros actos, sino porque a partir de él construimos nuestro mundo y nuestra convicción de lo que es real. Los estudiosos del lenguaje y los filósofos del pensamiento posmoderno le dan mayor importancia a la subjetividad, así como a la estrecha relación entre comunicación y realidad; se inclinan además por ideas y posturas menos universalistas -propias de la modernidad y del léxico de la metafísica- y se interesan, en cambio, por fenómenos particulares del lenguaje cotidiano tales como el contextualismo, el pragmatismo, la intención de hablante, los usos del lenguaje, la polisemia, la no neutralidad del lenguaje, su plasticidad, los usos metafóricos, la inferencia, la búsqueda del sentido; fenómenos todos del denominado giro lingüístico.

Palabras clave: posmodernidad, giro lingüístico, lenguaje cotidiano, plasticidad de la palabra, contextualismo, sentido e inferencia.


Abstract

The twentieth century is characterized by the importance given to language not only because it originates our actions, but because it is with language that we build our world and an understanding of what is real. Linguists and philosophers of postmodern thinking give a prominent place to subjectivity as well as to the intrinsic relationship between communication and reality; they are inclined towards ideas and approaches that are less Universalist -proper of Modernity and of the lexicon of Metaphysics- and are interested instead in phenomena related to customary language such as contextualism, pragmatics, communicative intent, usage, polysemy, the non-neutrality of language, language plasticity, language metaphor, inference, and the search for meaning. These phenomena are referred to as linguistic turn.

Keywords: postmodernism, linguistic turn, language in use, the plasticity of the word, contextualism, sense and inference.


Al gran maestro y amigo Don Ignacio Chávez Cuevas. In memoriam

1. Consideraciones preliminares

Es posible identificar dos momentos cruciales en la concepción del lenguaje en Occidente. El primero, cuando hace carrera la escritura alfabética en Grecia; el segundo, con el giro lingüístico. juliáN serNa araNgo, 2007

El giro de la filosofía hacia el lenguaje es una reacción contra las posturas estáticas, descontextualizadas y universales de la modernidad y contra el exagerado idealismo. En el siglo XX, se produce una revolución en los diversos campos de la cultura europea y se afirma que los cambios que afectaron al giro lingüístico están muy relacionados, entre otras cosas, con la renovación de la lingüística moderna llevada a cabo por Ferdinand de Saussure, quien al concebir el lenguaje como actividad humana y como estructura, le imprime un carácter social a la lengua diferenciándola además del nivel individual o del uso del lenguaje: la parole, la lengua real. Este hecho abriría un panorama insospechado para la lingüística y demás ciencias: el rescate de lo social y lo pragmático del lenguaje.

En efecto, la aparición de la pragmática de la comunicación no solo cambiará el interés de estudio de la lingüística, sino la concepción de lenguaje en las demás áreas del conocimiento. Como lo afirma Watzlawick (1979), el estudio de la llamada pragmática de la comunicación humana -es decir, del modo como los hombres se influyen mutuamente mediante la comunicación, de cómo a lo largo y en virtud del proceso de comunicación pueden surgir realidades, ideas y concepciones ilusorias totalmente diferentes- constituye una rama relativamente joven de investigación.

Los denominados metafísicos, por el contrario, le apostaron a ideas únicas, al pensamiento racional no contaminado, a los "métodos únicos" y se interesaron por buscar acuerdos y respuestas universales que tuvieran validez en todos los contextos. De otra parte, autores como Wittgenstein (ii) señalan que las formas de pensamiento se consideran relativas y contextuales y que la palabra provoca y dinamiza el pensamiento.

Wittgenstein, Heidegger y Dewey están de acuerdo en que hay que abandonar la noción del conocimiento en cuanto representación exacta que resulta posible gracias a procesos mentales especiales e inteligibles gracias a una teoría general de la representación. Los tres consideran que se deben descartar las nociones de "fundamentos del conocimiento" y de la filosofía en cuanto centrada en el intento cartesiano de dar respuesta al escéptico epistemológico... Rechazan la epistemología y la metafísica, en cuanto disciplinas posibles... Wittgenstein, Heidegger y Dewey nos han introducido en un periodo de filosofía "revolucionaria". (Rorty, 1995, pp. 15-16)

Sin lugar a dudas, uno de los aspectos de mayor interés para lingüistas, psicólogos, literatos y filósofos tiene que ver con la no neutralidad del lenguaje, con su plasticidad. La palabra es viva y polisémica gracias a sus múltiples significaciones e interpretaciones, a sus diferencias, a su pluralismo, a sus diversas resonancias semánticas en los determinados contextos comunicativos. La palabra no es ajena al mundo que se construye, no es ajena al otro, la palabra es dialógica por naturaleza, está en lo leído, en lo interpretado, no en la cosa en sí.

En el campo educativo, Bruner (1984) sostiene, en Acción, pensamiento y lenguaje, la idea de que es el lenguaje el medio de comunicación mediante el cual se realiza la educación. En este sentido, este nunca puede ser neutral, pues impone necesariamente una perspectiva desde la que se ven las cosas y una postura hacia lo que se ve. El mensaje mismo puede crear la realidad que está transmitiendo y predisponer, a aquéllos que lo oyen, a pensar acerca de él de un modo particular. Además, influenciado por Vigotsky, afirmaba que "ni la mente ni mano pueden lograr mucho por sí solas, sin ayudas y herramientas que las perfeccionen. Y la principal de estas ayudas y herramientas es el lenguaje y las normas para su uso"1. Por otra parte, sabemos que lo que se dice no siempre coincide con lo que se quiere comunicar. Desde los textos de Heidegger, Derrida y Rorty hasta posturas más recientes como las de Lakoff & Johnson y Sperber & Wilson se destacan, entre los fenómenos lingüísticos, la no literalidad del signo y su carácter multisignificativo, propiedad que tiene la palabra de tejer y destejer significados y sentidos. Una suerte de principio lacónico del lenguaje en donde una sola palabra es capaz de mostrarnos y develarnos muchas realidades representadas en nuestra cognición humana. Sorprende la plasticidad de la palabra, el don de mostrar más de lo que es capaz de decir, de sugerir, provocar e invitar silenciosamente a la (re)construcción de los sentidos, a la transferencia de significados de un campo semántico a otro, a la inferencia y a la no descodificación literal de los significados, a la semiosis infinita.

Este nuevo papel del lenguaje se inicia con Nietzsche, continúa con Wittgenstein, sigue con Austin y Searle, y posteriormente con autores como Bajtín, Rorty, Lakoff, quienes aportarán las nuevas miradas e ideas alrededor del lenguaje y de la palabra: la no neutralidad, la polisemia, el lenguaje ordinario, los juegos del lenguaje, el pragmatismo lingüístico, los actos de habla, la perlocución, el contextualismo, el experiencialismo y la metáfora serán lugares de encuentro privilegiados entre la filosofía y la lingüística.

2. El tema de gran interés para los estudiosos del lenguaje: el giro lingüístico

La lingüística ha reconocido, en sus distintos momentos, la relación que existe entre lenguaje y realidad. Los signos, es decir, las palabras, dan cuenta de cómo los seres humanos concebimos y organizamos el mundo que nos rodea. En las primeras etapas de los estudios lingüísticos, se privilegiaron las formas o estructuras de las palabras sobre los significados y usos de las mismas. El estructuralismo lingüístico centró su interés de estudio en describir las relaciones sintácticas y lineales que se daban entre los distintos signos y en mostrar las relaciones constantes entre los significantes y los significados. De ahí que la explicación del fenómeno lingüístico de la comunicación se agotara con el modelo de código.

Se afirma que gracias a la semántica generativa se entiende que la forma está unida al significado y que la expresión es el producto de las circunstancias que rodean el acceso a esa realidad. Sin embargo, son las nuevas corrientes lingüísticas como la Teoría de la Relevancia y la Lingüística Cognitiva, las que reconocerán el papel simbólico y cognitivo del lenguaje y tendrán en cuenta, para la explicación de los distintos fenómenos lingüísticos, los contextos y las intenciones que provocan los eventos comunicativos. La nueva lingüística del lenguaje muestra un gran interés por fenómenos de inferencia y re-significación propios de la comunicación humana, así como por los fenómenos de categorización y conceptualización como experiencias corpóreas, a través de expresiones metafóricas cotidianas y de usos contextuales del lenguaje.

En el campo de la filosofía, como vimos anteriormente, las ideas del discurso de la modernidad fueron cediendo terreno a los nuevos discursos de los filósofos de la posmodernidad, quienes no solo van a centrar su mirada en el fenómeno del lenguaje, sino que se verán obligados a replantear la relación pensamiento-lenguaje al reconocer que el pensamiento opera a partir del lenguaje; es decir, el lenguaje no solo transmite y comunica, sino que (re)construye la realidad, representa diferentes concepciones del mundo.

Estos nuevos intereses de análisis del lenguaje y de la comunicación humana y la crisis de la metafísica y de los sistemas, dieron lugar al denominado giro lingüístico cuyos intereses y matices darán cuenta de nuevos hábitos lingüísticos. Se difuminarán y desvanecerán conceptos como los de "esencia" por aires de familia, lo universal y científico por lo sociocultural, la autonomía semántica por la polisemia, la descodificación de los significados por la interpretación y re-construcción de los sentidos, etc. Se empezará a concebir el mundo como construido por nosotros y no como algo externo que se descubre. La brecha entre filosofía y literatura se cerrará y el concepto de "mundo apalabrado" empezará a tener eco. En palabras del filósofo colombiano Julián Serna Arango (2004): «Asumir el plurilingüismo no solo como un fenómeno del lenguaje, sino además del pensamiento, llevaría a reconsiderar términos como "concepto" y "razón", propios del léxico de la metafísica».

Un léxico postmetafísico llevaría, en síntesis, a reivindicar términos ya conocidos como léxico, polisemia. Algo similar acontecería con términos como plurilingüísmo -Bajtín- "aire de familia"-último Wittgenstein-,"actos de habla" -Austin-, relativamente recientes; con términos como "mundo apalabrado", para referirnos al mundo construido por nosotros, como "red de significados y sentidos", para señalar al ser que somos nosotros aquí propuestos. (2004, p. 94)

De igual forma, se resemantizará el concepto de realidad en cuanto a su relación con el lenguaje, en otras palabras, se concebirá la realidad como resultado de la comunicación -y no como lo que la cosa es realmente -y la comunicación como el modo de describirla y de informar sobre ella. Paul Watzlawick (1979) en su texto ¿Es real la realidad? demuestra justamente que la más peligrosa manera de engañarse a sí mismo es creer que existe una realidad; que se dan de hecho innumerables versiones de la realidad que pueden ser muy opuestas entre sí y que todas son el resultado de la comunicación, y no el reflejo de verdades eternas y objetivas. En consecuencia, no solo corremos el riesgo de creer que existe una sola realidad, sino de creer que solo hay una manera de nombrarla. ¿Hasta qué punto la realidad está mediada por la palabra? ¿Detrás de cada palabra hay una sola realidad? ¿Qué realidades se solapan detrás de la palabra?

Vemos, entonces, que en el pensamiento posmoderno, no solo el discurso científico cambiará, sino el quehacer mismo de la filosofía.

Porque el discurso filosófico no solo se ocupa del ámbito físico-biótico, sino además del ámbito socio-cultural, debe reivindicar el protagonismo de las diferencias, en consecuencia la prioridad de la filosofía no sería la de ofrecer respuestas últimas o únicas a los interrogantes cruciales de la existencia, sino la de mantener abierta la posibilidad de pensar, no solo de cuestionar las instituciones, los ismos de turno, sino además el mecano por medio del cual se han adelantado múltiples construcciones del mundo. (Serna, 2002, pp. 46-47)

3. El lenguaje ordinario en sus diversos usos: el último Wittgenstein

Aproximarnos al análisis del llamado lenguaje ordinario y del contextualismo es hablar en primera instancia del último Wittgenstein (Wii), quien, en contra de lo que había afirmado anteriormente (Wi), sostiene ahora la imposibilidad de determinar el sentido de las proposiciones mediante la lógica, "no podemos concebir el lenguaje como algo construido independientemente de nosotros: lo que hacemos con las palabras es lo que determina su sentido", además afirma que "Las palabras no tienen un significado determinado, sino que este depende del contexto en el que las usamos" (1988, pp. 33-34). Wittgenstein (1988) analiza en su segunda gran obra Investigaciones Filosóficas el lenguaje ordinario y -tras criticar la lógica como único lenguaje con sentido- expone sus nuevas teorías: la Teoría de los juegos del lenguaje y la Teoría de la determinación del sentido por el uso.

En la primera teoría sostiene que en general el significado de las palabras depende de lo que nosotros hacemos con ellas, del contexto o de las situaciones que queremos describir. Las palabras tienen el significado que alguien les da de acuerdo con un aprendizaje y con un ejercicio. Para él, el lenguaje es una actividad que se lleva a cabo siguiendo unas reglas, a manera de "juego". De ahí que haya tantos lenguajes cuantos juegos lingüísticos seamos capaces de recrear. Wittgenstein llama juego del lenguaje

[...] al todo formado por el lenguaje y las acciones con las que está entretejido"... Las palabras entonces presentan multitud de funciones, que se diferencian, tan solo por lo que hacemos con ellas: "son como una caja de herramientas, en apariencia todas son uniformes, pero cuando las utilizamos nunca se nos presentan con tanta claridad. (Wittgenstein, 1988: § 7)2

El verdadero significado de los signos lingüísticos no son los objetos designados por ellos, sino los sentidos que adquieren las palabras a través de la forma particular en que un grupo particular los usa, en la vida cotidiana. El lenguaje, entonces, es mucho más que darle nombre a las cosas.

Wittgenstein afirma que el significado de una palabra es su uso en el lenguaje, es decir, el lenguaje es la forma en que es usado y practicado en los diversos juegos. Se aprende a hablar viendo cómo hablan los demás en ciertos contextos y en ciertas circunstancias particulares. Cada juego de lenguaje tiene sus propias reglas de juego, las que son comprendidas solo por aquellos que, consensualmente, lo practican y son estas normas las que le dan sentido a lo que se dice.

Por eso los usos del lenguaje difieren de un juego a otro y de un contexto a otro. Entre ellos solo hay un "aire de familia". A eso se debe que las palabras no puedan ser entendidas fuera de la utilización que hacemos de ellas. En otras palabras, el significado de las palabras se comprende en los juegos de lenguaje que cada comunidad usa. Por eso, para Wittgenstein, la expresión 'juego de lenguaje' forma parte de una actividad o de una forma de vida. De esta forma, el lenguaje no solamente es algo necesario para vivir, para comunicarnos con los otros, para describir la forma como se representa el mundo, sino que es ante todo un modo de hacer, de concebir el mundo, de ver la vida.

Con estos planteamientos se advierte una profunda crítica a la concepción nominativa del lenguaje que aparece en San Agustín, por cuanto Wittgenstein defendía la idea de que con el lenguaje no solamente nombramos objetos, sino que también damos órdenes, describimos objetos, relatamos sucesos, hacemos conjeturas, contamos chistes, formulamos hipótesis y las comprobamos, saludamos, ofendemos, enamoramos. En términos de Austin, "hacemos cosas con palabras".

Si bien es cierto que con el lenguaje hacemos las cosas más diversas, no podemos determinar ni un lenguaje único, ni una definición que englobe o contenga todo, porque continuamente lo estamos recreando. Concluye entonces que lo único que tienen en común todos los posibles lenguajes es un cierto parecido, un "aire de familia" que nos permite relacionarlos entre sí.

En cuanto a la segunda teoría propuesta por Wittgenstein, Teoría de la determinación del sentido por el uso, se entiende que toda actividad lingüística, en cuanto juego, exige el seguimiento de unas reglas, más o menos convencionales, que la hacen posible. Es claro que estas reglas no son fijas, sino que dependen de la situación a la que tratamos de responder. Es el uso el que determina el significado en función de las jugadas. Las reglas muestran la dirección que se ha de seguir, pero a su vez, deberán ir acompañadas de un esquema que determine su uso: "(...) Entender una oración significa entender un lenguaje. Entender un lenguaje significa dominar una técnica" (Wittgenstein, 1988, p. 199).

Vemos aquí cómo seguir una regla es igual a obedecer una orden. Las reglas explicitan la relación interna existente entre el significado de las palabras y el hecho de que podamos utilizarlas de ciertas maneras, en determinadas circunstancias. La práctica del lenguaje es una habilidad que adquirimos con el aprendizaje y desarrollamos con el uso, respondiendo así a las diversas situaciones que se nos presentan a diario; si queremos determinar el significado de las palabras, debemos atender, en primer lugar, a cómo se usan. Esta habilidad será planteada por la lingüística chomskyana como competencia pragmática y, posteriormente, desarrollada por la sociolingüística de Hymes como competencia comunicativa (saber hacer en determinados contextos)3.

Resumiendo, podemos decir que para determinar el sentido de las proposiciones hay que analizar los criterios de los diversos usos o juegos, analizar las reglas que determinan su funcionamiento. No existe un criterio único y preciso de significado, por lo que además no podemos identificar previamente las proposiciones que tienen sentido frente a las que no lo tienen. Wittgenstein insiste en la necesidad de trabajar el lenguaje, puesto que todo lo que deseamos decir puede ser dicho con el lenguaje de cada día; con el lenguaje de la cotidianidad.

Para Wittgenstein el lenguaje consiste en mil juegos. El uso diario de las palabras genera todo y cualquier sentido en el mundo. Cualquier significado y sentido de las cosas siempre es relativo. Los juegos lingüísticos se convierten así en el contexto de lo que se dice y se hace. Por eso lo que se dice depende de su contexto, es decir, el significado de una palabra depende de su uso en una situación particular. Por otra parte, se advierte, desde ya, que el significado de las palabras está referido a la acción. Aunque esto no haya sido una expresión explícita de Wittgenstein, es algo sugerido por su filosofía, sugerencia que tomará en cuenta John Langshaw Austin.

4. Austin y la filosofía del lenguaje corriente

Una de las líneas de investigación pragmática dentro del pensamiento contemporáneo es justamente la iniciada por Austin, quien, sin pretender hacer pragmática ni ser propiamente un lingüista, desarrolla sus más importantes ideas sobre el lenguaje corriente a partir de la teoría de los actos de habla. Esta mirada del lenguaje hacia el uso corriente del lenguaje tendrá una gran resonancia en campo de la lingüística y, particularmente, en la filosofía del lenguaje4.

Austin se acerca a Wittgenstein, en por lo menos dos aspectos, primero, en rechazar la rigidez de la metafísica y, segundo, en revalorizar el lenguaje de cada día, frente a los lenguajes filosóficos y científicos. Para Austin, la base de cualquier lenguaje filosófico o científico debe ser el lenguaje corriente, el cual ha hecho distinciones significativas sobre todo para las cuestiones prácticas de la vida; pero no debe despreciarse el hecho de que pueden ser también un buen punto de partida para la reflexión filosófica. En efecto, estas distinciones que establece el lenguaje de cada día le permitieron a Austin advertir algunas propiedades de ciertos tipos de enunciados de la lengua cotidiana que dieron origen a la teoría de los predicados realizativos.

El trabajo pragmático de Austin se sitúa fuera de la línea de los filósofos del lenguaje y de la lógica con que valoraban las proposiciones como verdaderas o falsas, porque expresiones como: ¿cuándo viajarás?, ojalá dejara de llover o¡rico un café amargo!, no puede decirse que sean verdaderas o falsas, es decir, no pueden evaluarse de acuerdo con su correspondencia o no con la realidad, ya que ninguna de ellas está pretendiendo reflejar un estado de cosas existente; de hecho sabemos que también expresamos, deseos, exclamaciones, órdenes, etc.

Ahora, a esto se suma el hecho de creer que el "único" patrón para juzgar si un enunciado es verdadero es el de su "correspondencia con los hechos". Como señala Austin (1971), ser falso no es corresponder a un no-hecho, sino corresponder incorrectamente a un hecho. De igual forma, esa correspondencia no puede ser entendida como bipolar, ni aun tratándose del enunciado más descriptivo, el lenguaje corriente reconoce otros muchos matices difíciles de ignorar:

Decimos por ejemplo que un determinado enunciado es exagerado, vago, o árido, una descripción un tanto tosca, o desorientada o no muy buena, un relato mas bien general o demasiado conciso, es inútil insistir en decidir en términos simples si el enunciado es verdadero o falso. (Austin, 1971, p. 129)

Por otro lado, Austin dará origen a dos conceptos fundamentales en la pragmática moderna que contribuyeron a darle otra mirada a las reflexiones filosóficas del lenguaje, un giro lingüístico que cuestionará ciertos hábitos lingüísticos. El primero es la idea de adecuación del enunciado, con la cual se abre otra puerta de valoración y de aceptación de los enunciados: hay que valorar también su grado de adecuación a las circunstancias en que se emiten, es decir, se empiezan a contemplar toda una serie de variables situacionales que determinan las condiciones de adecuación de los enunciados. La idea de adecuación del enunciado estará muy ligada a la de "éxito" y esta a su vez a la de "aceptabilidad".

El otro concepto, sin duda uno de los más fructíferos, es la idea de que el lenguaje no es exclusivamente descriptivo5. La tendencia a creer que los enunciados descriptivos únicamente tienen interés teórico fue denominada por Austin "falacia descriptiva". La descripción de estados de cosas existentes en el mundo y la transmisión de la información no son las únicas funciones del lenguaje; es decir, un enunciado puede desempeñar diferentes funciones, una de las cuales -pero no la única- es describir un estado de cosas. En otras ocasiones puede ser parte importante del cumplimiento de una acción. Austin observa que las expresiones del tipo "prometo devolverte el libro mañana" poseen la siguiente peculiaridad: al pronunciarlas, en ciertas circunstancias, llevamos a cabo una acción que no debe confundirse con la acción de pronunciarlas. Hacemos algo más que decir algo: en el ejemplo indicado, ese algo más es prometer. Las expresiones de este tipo son denominadas por Austin "expresiones realizativas".

En consecuencia, es posible contraponer las expresiones realizativas a las expresiones descriptivas o "constatativas" como las llama Austin, toda vez que las primeras tendrán unas condiciones de "empleo satisfactorio", es decir, poner de manifiesto las condiciones necesarias que deben cumplirse para que una determinada expresión realizativa como prometer, sea feliz.

A partir de la crítica a la falacia descriptiva, Austin construye la teoría de los enunciados realizativos, en la cual afirma que el enunciado realizativo tiene las siguientes características: 1) desde el punto de vista gramatical es una oración declarativa, 2) va en primera persona del singular del presente indicativo, 3) no se trata de una oración carente de sentido, pero 4) no puede ser calificada como verdadera o falsa, sino como adecuada o inadecuada.

Los enunciados constatativos sí describen estados de cosas y, por lo tanto, sí pueden evaluarse en términos de verdad o falsedad. Por el contrario, al emitirse un enunciado realizativo como las "expresiones rituales" del tipo: "le ofrezco disculpas por mi comportamiento", "te apuesto lo que quieras a que no vendrá", "Bautizo este barco con el nombre de Victoria", el hablante no está únicamente registrando un estado de cosas, transmitiendo una información o describiendo una acción: la está haciendo, está haciendo cosas con las palabras. Austin considerará seriamente en su obra el supuesto de que "decir algo es hacer algo" y en ese sentido, hará una gran diferenciación entre oración y enunciado y elaborará su famosa tricotomía: acto locutivo / ilocutivo / perlocutivo.

Con respecto al esquema de los actos de habla, Austin afirma que todos los actos tienen un carácter de acción y sugiere que entre los actos de habla hay un cierto deslizamiento hacia los realizativos. A partir de estos supuestos propone la siguiente clasificación: el acto locutivo es el que realizamos por el mero hecho de "decir algo", el acto ilocutivo es el que se realiza "al decir algo" (in saying something) y el acto perlocutivo es el que se realiza "por haber dicho algo" (by saying something) y se refiere a los efectos producidos.

En otras palabras, cuando alguien dice algo debemos distinguir: a) el acto de decirlo, el cual consiste en emitir, con cierta entonación o acentuación, palabras que siguen una determinada construcción y que además tienen asignado un cierto sentido y referencia, esto es, el acto locucionario o la dimensión locucionaria del acto lingüístico; b) el acto que llevamos a cabo al decir algo: prometer, advertir, afirmar, felicitar, bautizar, saludar, insultar, definir, amenazar, etc, esto es, el acto ilocucionario o la dimensión ilocucionaria de acto lingüístico; y, c) el acto que llevamos a cabo porque decimos algo: intimidar, asombrar, convencer, ofender, intrigar, apenar, etc, esto es, el acto perlocucionario o la dimensión perlocucionaria del acto lingüístico.

Por último, podemos afirmar que las distinciones establecidas por Austin fueron fundamentales para los estudios posteriores sobre el significado y el uso del lenguaje, dando inicio, con su teoría, a la pragmática moderna. El interés de esta perspectiva radica no en su originalidad -por lo menos para los lingüistas- sino en el giro que produjo en la filosofía del lenguaje. La preocupación no será, entonces, el estudio del lenguaje desde su faceta descriptiva, sino que, a partir de Austin, los enunciados no descriptivos: ilocutivos y perlocutivos adquirirán un lugar propio en las reflexiones filosóficas.

5. Bajtín: la palabra viva y ajena. La polifonía del discurso

Mijaíl Bajtín introducirá en el campo de la lingüística y de la filosofía del lenguaje la nueva relación dialógica de la palabra que al entrar en contacto con otras voces, otros tonos, provocará una interacción viva, intensa, fenómeno propio de toda palabra y del lenguaje humano, una suerte de plurilingüismo social. Toda esta teorización tiene su raíz más profunda en la idea saussureana de palabra, para Bajtín, la palabra es un medio eternamente móvil y cambiante de la comunicación dialógica, nunca tiene una sola conciencia, una sola voz, su vida consiste en pasar de boca en boca, de un contexto a otro, de una colectividad social a otra, de una a otra generación.

La palabra encuentra siempre un objeto hacia el que orientarse, a veces impregnado de condicionamientos, "ya contestados" o por el contrario, de voces y acentos ajenos. La palabra entonces entra en ese medio agitado y tenso- desde el punto de vista dialógico, de las palabras, las valoraciones y de los acentos ajenos- se entrelaza en complejas relaciones, se une a algunas voces, rechaza otras, hasta construir una imagen completa, plena de resonancias dialogísticas. La palabra viva que pertenece al lenguaje hablado está orientada directamente hacia la futura palabra-respuesta. Provoca su respuesta, la anticipa y se construye orientada a ella. Así sucede en todo diálogo vivo. En ese sentido, Bajtín se aleja de las concepciones anteriores en las cuales las palabras-técnicas y científicas no pueden dejar de orientarse hacia lo que es conocido de antemano, hacia la opinión general.

La palabra se encuentra con la palabra ajena y no puede dejar de entrar en interacción viva, intensa, con ella. Sólo el mítico Adán, el Adán solitario, al abordar con la primera palabra el mundo virgen, que todavía no había sido puesto en cuestión, pudo, de verdad, evitar totalmente, en relación con el objeto, esa interacción dialogística con la palabra ajena. Esto no pasa con la palabra humana histórico-concreta, que solo de manera convencional y hasta cierto punto, puede sustraerse a ese fenómeno. (Bajtín, 1991, p. 46)

El lenguaje como medio vivo nunca es único -solo como sistema gramatical-, por el contrario, está construido por una pluralidad de mundos. No existe un "yo" individualista y privado; el "yo" es esencialmente social. Cada individuo es y se construye como un colectivo de numerosos "yoes" que ha asimilado a lo largo de su vida y que se evidencia en los lenguajes a través de las distintas "voces" habladas por otros. Estas "voces" no son solo palabras, sino un conjunto de creencias, valores y normas denominado "ideología".

De aquí tenemos que la palabra participa necesariamente de un diálogo, dado que cuando llega a su receptor ya viene cargada de sentidos, de usos que ha ido recogiendo a lo largo de los distintos contextos comunicativos en los que participó; la palabra, es siempre palabra ajena, de otro, usada y re-semantizada por otros antes de llegar a su nuevo receptor. La palabra en su nueva emisión dialoga, entra en relación y correspondencias con todos los otros enunciados, no se dirige a un objeto, existe en cuanto apela a otra palabra, dialoga con otras palabras, con otros enunciados. El enunciado es la unidad de la comunicación discursiva, se da en condiciones específicas del uso de la lengua, está destinado a algo o a alguien, es individual, subjetivo e intencionado. Es eminentemente dialógico, es decir, se relaciona con los enunciados emitidos por otros hablantes como parte de una cadena discursiva, es respuesta a otros enunciados y espera respuesta de enunciados posteriores. Marca la posición de los distintos sujetos hablantes, está cargado de ideología, es eminentemente social.

Entre los fenómenos de este lenguaje vivo, están los diversos matices y léxicos que se van utilizando en los diversos contextos; tal es el caso de la estratificación profesional: el lenguaje del abogado, del médico, del comerciante, del político, del maestro, etc. Estos lenguajes, naturalmente, no solo se diferencian por su vocabulario: implican determinadas formas de orientación intencional, de interpretación y valoraciones concretas. Es evidente que Bajtín enfatiza la idea de que todos estos enunciados son directamente intencionales y están llenos de sentido, no son estructuras lingüísticas neutras.

Para Bajtín, el análisis de la lengua en su totalidad concreta y viviente conduce al análisis translingüístico, en otras palabras, a la polifonía, entendida como el conjunto de las "voces"; y no simplemente al análisis lingüístico que ofrece una perspectiva monológica y abstracta. Aparecen de esta manera las relaciones lógicas que son necesarias para las relaciones dialógicas, que es el discurso de dos voces. En esencia, aquí se afirma que el lenguaje como realidad social-ideológica viva, como opinión plurilingüe, se halla en la frontera entre lo propio y lo ajeno. La palabra del lenguaje es una palabra semiajena. Se convierte en propia cuando el hablante la prueba con su intención, con su acento, cuando se apodera de ella y la inicia en su aspiración semántica expresiva.

El signo se concebirá aquí como construcción ideológica, es decir, que no es inocente, pues no es un reflejo mecánico de la realidad, depende del contexto para significar una o muchas cosas. Es semánticamente móvil, inacabado, abierto, dinámico, capaz de generar nuevas informaciones a diferentes receptores. El signo es un fenómeno complejo que refleja la urdimbre social.

A partir del pensamiento de Bajtín y particularmente del concepto de polifonía, el texto se va a concebir como un suceso dialógico caracterizado por su naturaleza ambigua y no neutral, por la versatilidad significativa del lenguaje en la proyección dialógica del "yo" social; el lector puede ser autor en la medida en que todos somos autores cuando hablamos, escuchamos, leemos o escribimos. Todos estos fenómenos distancian enormemente del estructuralismo y del formalismo lingüístico y se convertirán en temas centrales de la pragmática comunicativa.

6. El lenguaje a la luz del experiencialismo o realismo experiencial

La lingüística cognitiva surge hacia mediados de los años setenta y se enmarca dentro del paradigma experiencialista, pues sus postulados intentan explicar la organización del conocimiento mediante el concepto de experiencia corpórea. Este nuevo paradigma ha supuesto un giro radical en la concepción de ciertos fenómenos cognitivos como la metáfora y la metonimia, consideradas hasta el momento meros fenómenos lingüísticos que no operaban a nivel conceptual. Hasta hace muy poco, los filósofos y los lingüistas veían la metáfora como un asunto de poco interés.

En 1987, Johnson señalaba que tradicionalmente, a la hora de explicar el pensamiento humano, el cuerpo humano había sido ignorado: ya que el pensamiento se consideraba de naturaleza abstracta, transcendente y libre de toda atadura a los aspectos corporales de la comprensión humana. Sin embargo, el hecho de que a través del cuerpo humano, nos podamos relacionar con nuestro entorno, indica que la manera en la que percibimos y la forma en que experimentamos el mundo que nos rodea es significativa tanto para el ser humano, como para el significado lingüístico. (Ibarretxe-Antuñano, 2000, p. 411)

La teoría clásica percibía la metáfora como una simple cuestión de denominación, un propósito retórico, Lakoff & Johnson (1998), por el contrario, conciben las metáforas como la expresión de una actividad cognitiva conceptualizadora, categorizadora, mediante la cual comprendemos un ámbito de nuestra experiencia en términos de la estructura de otro ámbito de experiencia. La metáfora es la estructura cognitiva esencial para la comprensión de la realidad y el lenguaje metafórico es, entonces, una consecuencia de la capacidad de pensar metafóricamente, un reflejo de que no solo es la manera más común de pensar sino que nuestro lenguaje común es mucho más metafórico de lo que a menudo advertimos.

Muchas metáforas del lenguaje consideradas convencionales son producto de las estructuras básicas de nuestra experiencia y manera de pensar. Buena parte de la coherencia y el orden de nuestra actividad conceptualizadora se basa en el modo en que nuestros sistemas de metáforas estructuran nuestra experiencia.

Uno de los postulados más interesantes de la semántica cognitiva es, justamente, la idea de que el lenguaje está determinado por el conocimiento y la experiencia que el ser humano tiene del mundo. En ese sentido, nuestro conocimiento de las cosas determina nuestra comprensión de los fenómenos más abstractos y de su expresión lingüística, y es así como la realidad, reflejada en el lenguaje, es el producto de la mente humana.

El cognitivismo, en general, incorpora en su programa de investigación las relaciones entre pensamiento y lenguaje y descubre fenómenos que habían sido ignorados por muchos lingüistas y psicólogos cognitivos como la experiencia, las representaciones y las expresiones cotidianas. En líneas generales, la lingüística cognitiva adopta un punto de vista filosófico que Lakoff & Johnson (1987, 1980) han denominado experiencialismo o realismo experencial, en contraposición al objetivismo. Siguiendo a Cuenca & Hilferty (1999) las características que difieren ambas concepciones se pueden resumir de la siguiente manera:

-Para los defensores del objetivismo, el pensamiento es una manipulación mecánica de símbolos abstractos que adquieren su significado por correspondencia directa con el mundo exterior. Para los experiencialistas, el pensamiento es más que una manipulación de símbolos abstractos; presenta una estructura global del sistema conceptual y no simplemente de operaciones entre símbolos aislados.

Desde el punto de vista objetivista, la mente humana es un "espejo de la na- - turaleza". El pensamiento es abstracto e independiente de las limitaciones del cuerpo humano, de su sistema perceptual y nervioso. Por el contrario, para el experiencialista, el pensamiento es producto de la experiencia corpórea y tiene sentido según dicha experiencia. Es lo que en inglés se denomina "ambodiment" y que podríamos traducir como carácter corpóreo del lenguaje. El núcleo de nuestros sistemas conceptuales se basa directamente en la percepción, en el movimiento corporal y en la experiencia física y social.

El pensamiento, según los objetivistas, es atomístico, puede ser descompuesto - en simples "bloques de construcción" (los símbolos utilizados en el pensamiento) que se combinan en unidades complejas y se definen por principios generales de manipulación simbólica. Para los experiencialistas, el pensamiento tiene propiedades gestálicas y por tanto, no es atomístico. Los conceptos tienen una estructura global que es más que la pura suma de la unión de bloques de construcción conceptual a partir de reglas generales.

Para los objetivistas, el pensamiento es "lógico", en el sentido filosófico del - término: puede ser formalizado de manera precisa por sistemas como los de la lógica matemática. Sin embargo, para los experiencialistas, el pensamiento es imaginativo, lo cual explica la capacidad para el pensamiento abstracto, que nos lleva más allá de lo que podemos percibir. La estructura conceptual solo puede describirse usando "modelos cognitivos", no a partir de valores de verdad como los utilizados en la lógica proposicional.

El experiencialismo, por su parte, considera que el conocimiento del mundo - depende de nuestra experiencia, pues no existe el conocimiento absolutamente objetivo y definido exclusivamente a partir de las características del mundo exterior. El pensamiento es imaginativo, es gestor del pensamiento abstracto, es el que hace posible que los sujetos trasciendan lo que pueden percibir a través de los sentidos, en otras palabras, el pensamiento surge de nuestra experiencia corpórea. El lenguaje es, pues, producto de la experiencia del mundo, de la experiencia social y, en cuanto tal, hace posible la expresión de significados y la simbolización de los conceptos.

La lingüística cognitiva busca entonces las correspondencias entre pensamiento conceptual, experiencia corpórea y la estructura lingüística e intenta descubrir los contenidos reales de la cognición humana y no solo la arquitectura del lenguaje y del conocimiento humano. A partir de la concepción del lenguaje como instrumento de la conceptualización, es decir, como vehículo para expresar el significado, se puede determinar cuáles son los principios fundamentales de la lingüística cognitiva:

1. El estudio del lenguaje no puede separarse de su función cognitiva y comunicativa, lo cual impone un enfoque basado en el uso.

2. La categorización, como proceso mental de organización del pensamiento, se realiza a partir de estructuras conceptuales, relaciones prototípicas y de semejanza de familia que determinan limites difusos entre categorías.

3. El lenguaje tiene un carácter inherentemente simbólico. Por lo tanto, su primera función es significar. De ello se deduce que no es correcto separar el componente gramatical del semántico: la gramática no constituye un nivel formal y autónomo de representación, es simbólica y significativa.

4. La gramática es el resultado de la estructuración y simbolización del contenido semántico a partir de una forma fonológica. Así pues, el significado es un concepto fundamental y no derivado del análisis gramatical.

De acuerdo con lo anterior, se impone una caracterización dinámica del lenguaje que difumina las fronteras entre diferentes niveles lingüísticos (la semántica y la pragmática, la semántica y la gramática, la gramática y el léxico). Además, se considera el significado y la estructura como interdependientes, por lo que resulta inconveniente dicotomías rígidas, como la que opone denotación y connotación. El significado depende de la experiencia que alguien tiene de la realidad: tal es el caso de las expresiones metafóricas que utilizamos en la cotidianidad.

7. La metáfora como proceso del pensamiento

El supuesto básico del que parten Lakoff & Johnson (1980) es la existencia de un sistema conceptual que no solo incide notablemente en nuestro pensamiento y en nuestros actos, sino que además permite dotar de sentido al lenguaje. El sistema conceptual está conformado por estructuras mentales que poseen una organización interna y ciertas propiedades que permiten su interrelación dentro del sistema. Un gran número de estos conceptos es de carácter metafórico. En consecuencia, la metáfora deja de ser un artificio retórico y poético para convertirse en una estructura de naturaleza cognitiva. La metáfora no es producto de un uso desviado del lenguaje ni un recurso de la imaginación poética, responde a la forma como concebimos el mundo, a nuestra experiencia corpórea que se inicia a partir de nuestros órganos de la percepción, a las relaciones que establecemos entre objetos y fenómenos de la realidad y a la forma como la nombramos.

Para la mayoría de la gente, la metáfora es un recurso de la imaginación poética y los ademanes retóricos, una cuestión de lenguaje extraordinario más que ordinario. Es más, la metáfora se contempla característicamente como un rasgo solo del lenguaje, cosas de palabras más que de pensamiento o acción. Por esta razón, la mayoría de la gente piensa que puede arreglárselas perfectamente sin metáforas, por el contrario, impregna la vida cotidiana, no solamente el lenguaje, sino también el pensamiento y la acción. Nuestro sistema conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica. (Lakoff & Johnson, 1998, p. 39)

En otra de sus obras, Lakoff (1993) afirma que las generalizaciones que rigen las expresiones metafóricas no están en el lenguaje, sino en el pensamiento; son "mapeos" generalizados que cruzan dominios conceptuales. La metáfora es el principal mecanismo por el cual entendemos conceptos abstractos y realizamos el razonamiento abstracto. Gran parte de lo que comprendemos, desde lo muy común hasta las teorías más abstractas de la ciencia, se puede asimilar gracias a las metáforas. La función de la metáfora no es nombrar objetos, sino re-crear la realidad a partir de un dominio de origen de experiencias concretas a un dominio de destino que generalmente es más abstracto.

Para Lakoff & Johnson (1986) la metáfora impregna no solo el lenguaje que empleamos en la vida cotidiana, sino también el pensamiento y la acción que hacen posible ese lenguaje. De ahí que para ellos la esencia de la metáfora sea entender y experimentar un tipo de cosas en términos de otra. Pero la metáfora no es solo cuestión de lenguaje, sino que subyace al pensamiento y al sistema conceptual de las personas. Por eso, la teoría de la metáfora conceptual explica la conexión entre esta y la razón.

Muchos de los conceptos básicos que utilizamos todos los días se entienden normalmente por medio de conceptos metafóricos, como tiempo, cantidad, estado, cambio, acción, causa, propósito, medios entre otros. El concepto de cantidad, por ejemplo, se entiende por medio de metáforas como más es arriba o menos es abajo, en casos como "Los precios subieron", "las ventas cayeron", "la bolsa se desplomó", "subieron los arriendos", etc. Según Lakoff (1992), estos son conceptos que entran normalmente en la gramática de una lengua, y si son verdaderamente metafóricos por naturaleza, entonces la metáfora se vuelve central para la gramática.

En términos generales, una metáfora nace de la necesidad comunicativa de un hablante, en cuyo caso puede recurrir al conjunto de metáforas establecidas en su lengua. Esta teoría defiende que los términos usados metafóricamente funcionan casi igual que los términos usados en su sentido más literal, por lo que los errores de interpretación que pueden originarse en estas expresiones metafóricas no son muy distintos de los que pueden originarse cuando hablamos literalmente. Del mismo modo, hay metáforas, muy corrientes y bien delimitadas en una lengua o en una cultura, cuyo significado sería difícilmente aprehensible por oyentes que no participen del mismo tipo de creencias o saberes que los hablantes.

Por otra parte, autores como Chamizo (1998) consideran que una metáfora lexicalizada o muerta es una metáfora que, en algún momento, estuvo viva y fue creativa, al punto de que el significado originalmente literal de la palabra en cuestión fue sustituido por el nuevo significado metafórico, llegándose incluso a olvidar, en la conciencia lingüística de los hablantes, el significado original. Sin embargo, hay quienes creen que justamente esta condición de lexicalización de una metáfora muerta es la que ha llevado a algunos estudiosos del tema a sostener que esa consideración carece de relevancia para una teoría de la metáfora. Quizás el mejor modo de reconocer una metáfora completamente lexicalizada sea el hecho de que la lengua ha debido recurrir a una nueva palabra para designar al objeto que se significaba anteriormente con el término metafórico ahora lexicalizado.

Por su parte, el estudio de las metáforas semilexicalizadas permite apreciar cómo ciertas expresiones parten de una metáfora básica y generan un complejo sistema de conexiones conceptuales usando metáforas subsidiarias y congruentes con la metáfora básica central. Estas conexiones metafóricas conllevan sistemas diferentes de entender la realidad y conceptualizarla. Parafraseando a Lakoff & Johnson (1980) son las metáforas "de las que vivimos", ya que gracias a ellas construimos mentalmente la realidad y nos referimos a ella: estas impregnan no solo el lenguaje que empleamos en la vida cotidiana, sino también el pensamiento y la acción que hacen posible ese lenguaje. De ahí que para ellos la esencia de la metáfora sea entender y experimentar un tipo de cosas en términos de otra. La metáfora no es solo cuestión de lenguaje, sino un asunto del pensamiento.

En este sentido podemos concluir que las metáforas, en cuanto a su capacidad de transmitir sentido, no están muertas -por más lexicalizadas que estén- ya que no han perdido su valor metafórico. Están vivas pese a que estén ligadas convencionalmente al léxico de nuestra lengua. Pensemos que detrás de cada expresión metafórica hay una red infinita de posibles sentidos. Sin lugar a dudas, a partir del giro lingüístico se invierten las relaciones entre lenguaje y pensamiento: el pensar discurre por el habla. De allí la no neutralidad del lenguaje, y de la red de signifi- cados y sentidos por medio de la cual construimos mundo.

El lenguaje es en esencia metafórico y la metáfora, el medio para la ampliación y extensión de los sistemas léxicos. De la misma manera, la metáfora es esencialmente lenguaje y trasciende cualquier capacidad léxica de expresión. Como bien lo afirmaban Lakoff & Johnson (1986) es muy difícil pensar en una expresión subjetiva común que no sea conceptualizada convencionalmente en términos de metáfora. Sin embargo, la metáfora es un fenómeno tan ubicuo y tan usual que muchas veces ni siquiera nos damos cuenta de su presencia en nuestro propio discurso, co-habita en silencio con nosotros.

Antes del giro lingüístico fue necesario reivindicar la existencia de una serie de facultades para explicar procesos mentales como imaginar, sentir y decidir, de ahí las antítesis razón-imaginación, razón-voluntad, razón-sentimientos. Después del giro lingüístico no se recurrirá a facultades intermedias para explicar la comunicación humana, sino a fenómenos tan cotidianos como la intención, la polifonía y la metáfora como formas de construir y referirnos al mundo.


1 A este respecto Bruner (1998) aclara que: si hubiera de escoger una divisa para lo que tengo que decir, esta sería de Francis Bacon, la que fue empleada por un psicólogo, Vigotsky, cuyos escritos han influido mucho en mi propio pensamiento. En el latín de Bacon la divisa es: Nec manus nisi intellectus sibi permissus multant va lent, instrumentis et auxitibus res perfecitur o, según mi propia traducción libre: Ni la mente ni la mano pueden lograr mucho por sí solas, sin ayudas y herramientas que las perfeccionen. Y la principal de estas ayudas y herramientas es el lenguaje y las normas para su uso.

2 En este sentido, anota que las palabras no tienen un significado determinado, sino que este depende del contexto en el que las usamos. Por ejemplo, mediante exclamaciones significamos actitudes de dolor, peligro, admiración, ruego, mandato, etc. Incluso con frecuencia establecemos comunicaciones con significado a través de gestos.

3 'Competencia comunicativa' es el término más general para la capacidad comunicativa de una persona, capacidad que abarca tanto el conocimiento de la lengua como la habilidad para utilizarla. La adquisición de tal competencia está mediada por la experiencia social, las necesidades y motivaciones, y la acción, que es a la vez, una fuente renovada de motivaciones, necesidades y experiencias (Dell Hymes, 1994).

4 La obra de Austin es el resultado de las ideas expuestas en sus clases, conferencias y seminarios, las cuales fueron recogidas en sus obras póstumas de 1962 y 1970.

5 Los filósofos y lógicos han privilegiado los enunciados declarativos o descriptivos, las aseveraciones, las proposiciones, es decir, las expresiones que describen algún estado de cosas o un hecho y que son valoradas en términos de verdaderas o falsas.


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