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Forma y Función

versión impresa ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C. vol.27 no.2 Bogotá jul./dic. 2014

https://doi.org/10.15446/fyf.v27n2.47668 

http://dx.doi.org/10.15446/fyf.v27n2.47668.

ARCHIVO Y SEMÁTICA: ETNOHISTORIA DE LOS GUAJES DEL PIEDEMONTE SUBANDINO AMAZÓNICO COLOMBIANO*

ARCHIVE AND SEMANTICS: ETHNOHISTORY OF THE GUAJES OF THE SUB-ANDEAN PIEDMONT IN THE COLOMBIAN AMAZON

ARQUIVO E SEMÂNTICA: ETNO-HISTÓRIA DOS GUAJES DO SOPÉ DA MONTANHA SUANDINA AMAZÔNICA COLOMBIANA

Pedro Marín Silva**
Universidad Nacional de Colombia, Bogotá - Colombia

* Este artículo se deriva de la investigación adelantada por el autor para optar al título de doctor en historia en la Universidad Nacional de Colombia. Una primera versión se presentó en las xvi Jornadas de Etnohistoria organizadas por la Escuela Nacional de Arqueología e Historia (enah), en México D. F., en septiembre del 2013.
** ptmarins@unal.edu.co.

Cómo citar este artículo:

Marín Silva, P. (2014). Archivo y semántica: etnohistoria de los guajes del piedemonte subandino amazónico colombiano. Forma y Función, 27(2), 115-134.

Artículo de investigación. Recibido: 26-11-2013, aceptado: 22-07-2014.


Resumen

El artículo se ocupa de la historia de un pueblo indígena amazónico que no sobrepasa los 2500 habitantes: los coreguajes. La Amazonía colombiana está compuesta por 56 pueblos indígenas reducidos demográficamente y, aunque la mayor cobertura poblacional sea una variable importante, la investigación se centró en una pequeña sociedad y estableció nexos entre esta y otras, también reducidas en número, para abordarlas como complejos culturales, desde una perspectiva que puede extenderse a estudios comparativos e interdisciplinarios. Hasta el momento los trabajos, particularmente los etnográficos colombianos, se han reducido a análisis de caso, lo que conduce a interpretaciones puntuales que los aíslan de la idea de un gran mundo amazónico. Esta tradición impide establecer redes y refuerza la idea de grupos atomizados que funcionan individualmente, mas no como componentes de conjuntos mayores. Por ello se sugiere que si recurrimos a la noción de grupos etnolingüísticos, podremos abrir la brecha para estudios etnohistóricos de mayor envergadura.

Palabras clave: grupos etnolingüísticos, archivo, semántica, piedemonte subandino amazónico, coreguajes, tucano.


Abstract

The article deals with the history of an Amazonian indigenous group of less than 2500 inhabitants: the Coreguajes. The Colombian Amazon region comprises 56 demographically reduced indigenous peoples. Although a greater population coverage is an important variable, the research centered on a small society and established connections between it and other equally reduced populations, in order to analyze them as cultural complexes from a perspective that can be extended to comparative and interdisciplinary studies. Thus far, Colombian studies, particularly ethnographic ones, have been limited to the analysis of cases, which leads to specific interpretations that isolate the cases form the idea of a larger Amazonian world. This tradition prevents the establishment of networks and reinforces the idea of atomized groups that function individually and not as components of greater sets. Therefore, we suggest that using the notion of ethnolinguistic groups paves the way for larger scale ethno historical studies.

Keywords: ethnolinguistic groups, archive, semantics, Amazonian sub-Andean piedmont, Coreguajes, Tucano.


Resumo

Este artigo trata da história de um povoado indígena amazônico que não ultrapassa 2.500 habitantes: os coreguajes. A Amazônia colombiana está composta por 56 povoados indígenas reduzidos demograficamente e, embora a maior cobertura populacional seja uma variável importante, a pesquisa se centralizou numa pequena sociedade e estabeleceu nexos entre esta e outras, também reduzidas em número, para abordá-las como complexos culturais, sob uma perspectiva que pode ser estendida a estudos comparativos e interdisciplinares. Até o momento, os trabalhos, particularmente os etnográficos colombianos, se reduzem a análises de caso, o que conduz a interpretações pontuais que os isolam da ideia de um grande mundo amazônico. Essa tradição impede estabelecer redes e reforça a ideia de grupos atomizados que funcionam individualmente, mas não como componentes de conjuntos maiores. Por isso, sugere-se que, se recorrermos à noção de grupos etnolinguísticos, poderemos abrir a brecha para estudos etno-históricos de maior abrangência.

Palavras-chave: grupos etnolinguísticos, arquivo, semântica, sopé da montanha subandina amazônica, coreguajes, tucano.


Introducción

La expansión del dominio imperial español hacia la planicie amazónica, más exactamente hacia el piedemonte amazónico de Colombia, Ecuador y Perú, tuvo lugar en los albores del siglo XVI, cuando en los territorios de los valles y sabanas andinas ya se había consolidado la presencia militar invasora, con la fundación de las ciudades sede de los virreinatos de Quito y Santa Fe de Bogotá. Desde estas últimas se organizaron expediciones exploratorias motivadas por la apropiación de nuevos territorios y por la búsqueda de tierras prometidas que albergaban, en el imaginario español, los países de El Dorado de Aguado (o el lugar de la codicia), de la Canela, de las amazonas y los prometidos ríos y ciudades de oro y plata. En efecto, la expedición de Orellana que tuvo lugar hacia 1535, abrió el camino hacia la Amazonía en un recorrido que partió de los Andes y descendió por el río de las Amazonas hasta su desembocadura en el Atlántico brasileño. Este viaje inauguró el choque entre el europeo y los aborígenes que poblaban la Alta Amazonía, territorio delimitado horizontalmente por los ríos Caquetá y Putumayo en la frontera colombo-ecuatoriana, hasta el río Napo, en el sur en territorio peruano. Estos tres grandes ríos nacidos en los Andes, junto con sus numerosos tributarios, albergan aún a los descendientes de indígenas afiliados genéticamente a la familia tucano de lenguas suramericanas, subgrupo tucano occidental, clasificación que los distingue de sus ancestros lejanos, los tucanos orientales de Colombia y Brasil.

La expedición de Orellana al Amazonas fue el punto de partida de posteriores empresas conquistadoras que establecieron, en las poblaciones andinas limítrofes con la selva, sus puntos de apoyo y de aprovisionamiento de las huestes provenientes del eje Quito-Pasto-Popayán-Bogotá, grandes núcleos administrativos coloniales que promovieron la incursión de militares y de religiosos encargados de las primeras fundaciones de pueblos en el Alto Amazonas.

En la terminología que la administración colonial acuñó para la expansión e invasión de territorios indígenas se destacan términos como entradas, capitulaciones, conversiones, pacificaciones, fundaciones, misiones, doctrinas, reducciones, etc., términos que recubren múltiples modalidades de invasión. Este vocabulario se enriqueció con la terminología religiosa del adoctrinamiento, las conversiones, las misiones y las doctrinas que facilitaron tanto las reducciones como las fundaciones de las primeras poblaciones en Colombia. Las fundaciones eran vistas por los españoles como emblemáticas de la expansión de los dominios reales y, además, como marca de la presencia cristiana en tierra de infieles, herejes y salvajes, que debían ser integrados al seno civilizador de la Iglesia católica, apostólica y romana.

La empresa colonizadora estuvo motivada, en el aspecto económico, por la apropiación de tierras y riquezas y, en el ideológico, por la salvación de almas. Para el efecto eran igualmente válidas la espada y la cruz, de tal suerte que antes de ser reducciones, los pueblos fundados fueron fortines militares. En la zona de estudio, la actividad fundadora de pueblos y misiones fue febril: diecinueve pueblos de misión entre el Ecuador, otros tantos en el Napo peruano y sus tributarios y, por lo menos, el doble sobre las márgenes del río Putumayo en Colombia. Tan pronto se fundaron desaparecieron dichos pueblos de misión en aquella nación de los Guajes, debido a la resistencia que opusieron los aborígenes a la ocupación de sus territorios.

A comienzos del siglo XVII, los informes de los españoles dan razón de múltiples muertes de indígenas belicosos, de expedicionarios y de misioneros, a manos de los despiadados encabellados, cotos, carijonas, huaques o "murciélagos sedientos de sangre". Aparecen entonces, por vez primera, referencias a grupos étnicos de la región, o "naciones", en listados, censos o padrones en los que aparecen indistintamente nombres a medida que los contactos se hacían más intensos: los misioneros nombraron a estos indígenas omitiendo el significado de sus verdaderos nombres, de tal manera que ignoramos si el nombre dado correspondía al de sus jefes o chamanes, o al nombre del río, a sus costumbres o vestimentas o simplemente a apodos dados al antojo del español. "En las relaciones existentes acerca de estos indios, como de todos los demás, no encontramos la significación propia de los nombres con que se los distinguía, fuese por el de sus caciques o por el de los lugares habitados" (Espinosa, 1955). Pues bien, parte de los padrones y censos de estas numerosas etnias del Alto Amazonas reposan aún en los documentos de archivo, y su análisis sistemático recién empieza en Colombia.

Clasificación guaje

El lingüista francés H. Beuchat (1914) había notado que en la multitud de tribus en esta zona del piedemonte existía una terminación o sufijo recurrente -guaje:

Un buen número de nombres de tribus están compuestos con la ayuda de un sufijo -huati, más o menos alterado, al que algunos viajeros agregaron por pleonasmo el plural español. Tenemos así: los henze-huate-es o los zenzeies o los cence-guaj-es 'los pecarías' (cence = pecarí), que devinózenze -ies por supresión de la partícula del plural betoya, reemplazado por el plural español; los ica-guat-es 'los de ají' (ica = ají), los meca-guag-es 'los jaguares' (maca-yai = jaguar); los oco-guag-es 'los de agua' (oco = agua); los aña-guag-es 'los de serpiente' (aña = serpiente); los corre-guag-es; etc. Los nombres de estas tribus tal vez tengan un origen totémico. (Beuchat & Revet, 1914)1

A pesar de haber sido tan numerosas estas naciones, así como sus lenguas, pues-como anotaban- tan pronto se pasaba de una a otra orilla del río se hablaban lenguas muy diferentes, Beuchat abrió paso a la descripción sistemática de estas lenguas al observar la presencia recurrente del sufijo -guaje, que significa 'gente', al cual se anteponían designaciones de "tribus" como oyoguaje 'los de murciélago'2, ocoguajes 'los de agua', añaguaje 'los de culebra'; amoguajes 'los de armadillo' y así sucesivamente, lo que evidenciaba filiación totémica o clanil. Pues bien, este corpus ha fungido como guía para el estudio de estos pobladores del piedemonte del Alto Amazonas.

Las ortografías de estos nombres son tan múltiples como caprichosas, pero hoy sabemos que, en efecto, nos remitimos a un compuesto morfológico de dos términos, el primero [βa]3 fcolectivo o grupo'-que se ha transcrito como [hu], [wa]o [va]- y el segundo [hա]'humano-singular-masculino'-transcrito como [hu]o [hi]- que significa 'colectivo o grupo' y 'humano-singular-masculino', respectivamente4. Es de señalar que la forma españolizada que terminó por imponerse fue "-guaje" con el significado de grupos o seres humanos. A partir de estos primeros datos lingüísticos los archivos y fuentes primarias sobre los tucanos occidentales nos permiten sacar a la luz la información lingüística implícita en estos, de donde pretendemos extraer información etnográfica que además resulte útil para el estudio de la historia de la región del piedemonte.

En el siguiente cuadro se resumen los -guajes mencionados por los estudios etnográficos:

Clasificación de hidrónimos -cha, -ña, -ya, -ra

Las fuentes documentales de misioneros y cronistas dan razón, en menor medida, de numerosos nombres de ríos y de cursos de agua, que consignaron en su versión vernácula o autóctona, es decir, las denominaciones que los indígenas empleaban antes de que se impusiera el hidrónimo español. En efecto, los misioneros reportan el nombre en español como, por ejemplo, Orteguaza y, a renglón seguido, Suuchá, entre los naturales; río Caguán o Wencachá, entre los indios; Pescado o Waichá, en lengua indígena.

Al río Caquetá le entra por el sur el Mecaya, y por el lado opuesto le rinden sus aguas el Fragua y el Pescado, que unidos al muy largo Orteguasa, toman el nombre de este último. Después de caer el Orteguasa al Caquetá, le tributan así mismo sus aguas el renombrado en nuestras misiones Caguán, por el lado izquierdo… El Caquetá se llama también Yapurá. Al río llamado por los españoles Caguán le decían los indios Guecaya; Orteguasa, nombre dado por los españoles, se dice en indio Suuya, según nuestras relaciones. (Arcila, 1950, p. 282)

Como en el caso anterior de -guaje utilizado para nombrar conjuntos étnicos, las formas españolizadas para nombrar a los ríos corresponden a las grafías ya, lla, ña y cha. Se trata, en realidad, de los alomorfos [t∫a], [a]y [ηa], de cuya distribución dan razón las reglas de armonía nasal estudiadas por el lingüista Carlos Dupont (1988). Al margen de esta anotación fonética, es importante señalar cómo, desde un primer momento, los nombres de las etnias y de los ríos fueron cambiados al antojo del español en una práctica conocida como el derecho a nombrar, estudiada por el lingüista Louis-Jean Calvet (2005), autor de la conocida tesis Lingüística y colonialismo.

En las lenguas del tucano occidental se encuentra también el sufijo -ra, que permite nombrar las lagunas, como en el caso de Consará (consa- 'milpés', -ra 'laguna') o la laguna del Chairá (Chai- 'tigre'), la laguna Chia-ra 'la laguna negra'; Puñuchia-ra 'la laguna de las pirañas'. Las terminaciones señaladas significan 'río', 'caño', 'quebrada', 'laguna' y, en el proceso de conformación morfológica que acabamos de señalar, permiten hacer alusión a características de las zonas que identifican, por ejemplo, al río de la caña brava, al de las guamas, al de los cerrillos, al de las hormigas arrieras, etc.

Los procedimientos lingüísticos utilizados en las lenguas tucano occidentales nos permiten identificar, por una parte, elementos de la etnicidad guaje y, por otra, elementos de la territorialidad. Así, sus ríos definen-con el sufijo clasificador señalado- las aguas que surcan su entorno y la localidad, además de brindar información sobre fauna, flora y elementos destacados de su ámbito geográfico. Por lo demás, en algunas ocasiones, tanto topónimos como antropónimos y etnónimos coinciden con nombres de personas y lugares mencionados en los mitos de origen, como veremos más adelante, lo que significa que la mitología de estos pueblos es el primer capítulo de su historia, puesto que nos remite a territorios ocupados ancestralmente por los grupos de guajes en cuestión. Curiosamente, la cartografía oficial colombiana ha conservado muchas de estas denominaciones que, a pesar de tan diversas ortografías, han facilitado la elaboración de parte del corpus de referencia para este escrito. Además, los nombres de sitios geográficos de la zona guaje del Caquetá y del Putumayo colombianos atestiguan, en la imposición de nombres de origen italiano y español, el paso de misioneros europeos. Así la capital del Caquetá fue bautizada Florencia y los municipios aledaños fueron llamados Venecia, Milán, Doncello, Asís o Puerto Asís, entre otros, dependiendo de la nacionalidad y de la orden de los misioneros europeos. Sin embargo, el nombre original de estos lugares pervive en la lengua coreguaje: el topónimo para Florencia es Choosaraβá, que significa 'la gran puerta de entrada a la planicie amazónica', la población de Granario se llama en lengua indígena Puikũnti o 'la montaña de las palmas de pui'-que utilizan para techar sus casas-; Maticurú, que es una transformación fónica de Martín Cruz, es llamado Orachá en la lengua nativa, en referencia al río en el que abundan las palmas de orá-chontaduro-. Los veintisiete poblados coreguajes actuales tienen nombres vernáculos que describen aspectos de su cosmovisión.

A continuación se presentan algunas etimologías de ríos importantes para el mundo coreguaje:

  • Coropoyá = Koropó = árbol que florece de color morado llamado palo diablo o también Mãajañoñua (mãjaño 'hormiga de fuego', -ñua 'plural de árboles'). Este río marca la frontera suroriental con el territorio uitoto.
  • Consará = kõsara = laguna de milpés (kõsa 'milpés', -ra 'laguna'). En kõsara hay dos aldeas coreguaje: Guajira y Consará, ambas situadas en el río Mecaya.
  • Consaya = kõsa = río de la palma de milpés. Sobre este río están situadas las aldeas Coreguaje de Jericó, Peña Alta y Buenavista.
  • Peeteruupu (peete 'pato', -ruupu 'charco') = Peñas Blancas.
  • Mokoacha = Mocoa (capital del departamento del Putumayo. Río límite de la frontera sur occidental del territorio coreguaje).
  • Ocunti = o'okũnti (o'o 'plátano', -kũnti 'montaña') = Montaña del plátano que en la actualidad se denomina Tres Esquinas, que es el nombre de la base militar instalada allí, en la desembocadura del río Orteguaza en el Caquetá.

Clasificación pãi

El tercer marcador de etnicidad entre los tucanos ha sido identificado en la antropología de la zona por Vickers (1976) en Ecuador, Bellier (1991) en Perú y Langdon (1974) en Colombia, entre secoyas, maihunas y sionas respectivamente, de manera reiterada en los apartados de sus libros referentes a elementos de organización social. Se trata del término pai, pãí, bãi, que ha sido igualmente transcrito con diversas ortografías y que, para efectos de este escrito, conservamos como la clasificación pãi. Este gentilicio ha sido común a los tucanos occidentales como elemento lingüístico que les permite identificar conjuntos: "gente" indígena u hombres emparentados, es decir, como especie humana, aunque lleva implícitas consideraciones sobre costumbres diferentes, sobre localización lejana en el territorio, sobre rituales y aun sobre lenguas. En algunos casos, como el señalado por Bellier (1991), pãí remite a seres vivientes y también a los astros, a los que consideran como vivientes (living). Del mismo modo, para los coreguajes, pãímiau son las estrellas consideradas personas o seres vivientes. Este grupo distingue con el término pãí a sus vecinos, a los que ven como gente diferente por su lengua o sus costumbres: llaman a los carijonas ochopãí 'gente de murciélago'; a los inganos jñatakipãí 'gente de hormiga conga', tamapãí a la 'gente agricultora' y kuna pãí a las 'gentes de metal, blancos, colonos o mestizos'.

El nominal pãí designa también a los hombres por sus oficios: pairipãí 'cura o misionero', que es un préstamo de la palabra española padre; pãichianaa 'gente que resuelve problemas o policía'; por su color, nerupãi 'los negros'; airopãi 'gente de monte o guerrilleros'; pãitjãecheja 'el conjunto de gente enterrada' o 'cementerio'. Los grupos de indígenas más escondidos en las montañas reciben la denominación de makaguajes 'gente de monte adentro' o también airopãi. El término pãi designa gentes y linajes e identifica grupos étnicos fragmentados de la gran nación que ocupó durante siglos la zona. Con frecuencia, pãi los ubica y los diferencia de otras tribus del grupo etnolingüístico. Sin embargo, establece una identidad común en la medida en que recubre al conjunto humano y que permite también identificar al "otro"; es el caso que señalamos de individuos de otras familias lingüísticas como los carijonas (ocho pãi) o 'gente murciélago', de familia caribe, o los inganos o jñatakipãi, de familia quechua, que se fusionaron con los coreguajes. La clasificación pãi incluye a los colonos irakusapãi 'gente de fuera' o gente de piel amarilla y pecosa-nombre con el que también se conoce una variedad de banano-. Irakusapãi son también los kuna βahu o 'gente de hierro o de metal', por asociación con hachas, cuchillos, machetes, motores fuera de borda, joyas o fusiles: en general, objetos metálicos de los que no se desprenden y que los caracterizan como conjunto.

La lingüística ha establecido parcialmente la autodenominación y la etimología de los términos, aunque la identificación de los elementos que conforman los etnónimos entre los guajes queda aún por establecer, pues su origen suele estar oculto en los mitos. Una primera definición de coreguaje nos dice que se trata de la gente de koré o gente de garrapatilla, coloradito o arador (Dupont, 1989), aunque, en realidad, el término de origen es pookorewahu, los verdaderos ancestros que aparecen en su mítica y en los relatos de génesis y de quienes se afirma que eran seres pequeños de color blancuzco (poo), caracterizados porque instalaban sus viviendas en las partes más altas y secas del territorio. Se dice también, con insistencia, que eran hombres de conocimiento, poder y sabiduría, es decir, chamanes. Se agrega en la mítica que provendrían de un sitio incierto en el oriente, tal vez de Brasil, y que, a su paso por los ríos Orteguaza, Caguán y Putumayo, iban en busca de una gran laguna en el momento en que los sorprendió la Conquista y los sedentarizó. Si bien la labor etimológica y filológica conducente a esclarecer el significado de los términos es importante, se debe agregar que en estos casos siempre hay, tras de los nombres, nuevos significados y que, tanto para el nombre de las etnias como para los hidrónimos y los topónimos, es de sospechar que la indagación en su semántica profunda es una tarea urgente, puesto que arroja luces sobre el pasado histórico y remoto de las poblaciones amazónicas que la etnohistoria colombiana no ha reclamado como propia.

El corpus de referencia para este escrito está basado en los trabajos de antropólogos y lingüistas, y en mi propia experiencia de campo con los coreguajes, en el departamento del Caquetá, en Colombia, con quienes nos dimos a la tarea inicial de interpretar documentos rescatados del Archivo Central del Cauca, de la ciudad de Popayán, que contenían padrones o censos de indígenas de las zonas de los ríos Orteguaza, Caguán, Peneya y Putumayo. Los documentos citados recubren fechas extremas que oscilan entre 1600 y 1920. Emprendimos en conjunto la labor de identificación de "almas", infieles y párvulos, censados por misioneros franciscanos y jesuitas en listados que eran enviados a España como evidencia de su labor misionera en la región y como cuentas de cobro o relación de cuentas por cobrar que exigían a sus superiores como pago por sus servicios. Por otra parte, en este escrito incluimos la información del Archivo General de la Nación de Bogotá, particularmente del fondo Caciques e Indios (archivos civiles) y, por último, la información que reposa en las parroquias de los municipios del Caquetá y de los pueblos del Huila limítrofes con el piedemonte. Esto últimos archivos son llamados por Friede (1957) "archivos menores", los cuales contienen partidas de matrimonio, bautismo y defunción (archivos eclesiásticos) que, a pesar de su gran importancia, han sido ignorados por los historiadores de la región. Cabe aclarar que existen otros archivos menores civiles, como los de notarías y juzgados, que tampoco han sido estudiados. Por el momento nos ocuparemos de los eclesiásticos, especialmente de los archivos de matrimonio, pues estos me han permitido establecer la pervivencia de patrones de alianza o tipos de matrimonio entre los coreguajes del Orteguaza que comparten actualmente su territorio y su lengua con carijonas, inganos, tamas y, en menor medida, con los uitotos, gracias a una fusión reciente y obligada causada por la invasión a sus territorios de diversos actores foráneos a través de los últimos dos siglos. Estos documentos reflejan la endogamia tribal propia de los tucanos del Caquetá y la exogamia clanil extensiva a todos los grupos tucano. Dichos documentos evidencian, de la misma manera, el sistema de "mitades" que reconoce la etnografía estructural: los poblados, aldeas, están siempre divididos en dos grupos exógamos. En el caso de Maticurú, esta aldea alberga una mitad de coreguajes y otra los tamas; en Gorgonia, la mitad de la aldea es una familia de filiación carijona o murciélago y la otra es de coreguajes.

Los 25 poblados coreguajes (Cook & Criswell, 1993) comparten las mismas pautas de alianza, aunque se debe advertir que, debido a la creciente colonización coquera en la región, los matrimonios interétnicos kuna pãí (o también llamados irakusá, nombre o apodo despectivo para los blancos) son cada vez más numerosos, a tal punto que implican una verdadera fractura del patrón original de alianza que se había conservado hasta mediados del siglo XX, lo que constituye tal vez el mayor indicador de aculturación y etnocidio. Además, estas nuevas prácticas de aculturación son el corolario del colonialismo porque implican una evidente pérdida de la lengua vernácula, violentan al grupo indígena y lo someten hacia un proceso de campesinización obligado, en la medida en que los blancos que se casan con coreguajes se apropian, vía el matrimonio interétnico, de las tierras del resguardo.

El complejo guajes vs. clasificaciones fragmentarias

Las etnias agrupadas en este escrito bajo la denominación guajes, así como los elementos de su territorialidad, sus sistemas de creencias, el conocimiento de medicina ancestral y el chamanismo, se han caracterizado en los tres países por la atomización y fragmentación de los integrantes del conjunto. En primer lugar, las clasificaciones filogenéticas y lingüísticas les impusieron el etnónimo de tucanos, conjunto subtucano occidental, atendiendo a razones puramente geográficas, aunque, como sabemos, el clan de tucanos (dahea) solo existe entre los vaupesinos y brasileños, y es inexistente entre los guajes occidentales del piedemonte. En segundo lugar, las particiones entre los estados nacionales de Colombia, Perú y Ecuador contribuyeron a aislar a esta comunidad de guajes, lo que ayudó a la fragmentación e individualización de estos grupos.

Solo un enfoque de tipo histórico comparativo puede dar razón de este complejo cultural a través de estudios que los aborden como andamiajes culturales que nos permitan restablecer continuidades en lo económico y lo social, así como redes de interacción que existieron y que están muy lejos de ser tenidas en cuenta por las clasificaciones filogenéticas de los lingüistas, quienes los agrupan todavía como subfamilias o subgrupos. Sobre el particular se hace necesario redefinir fronteras más amplias o fluidas que den razón de elementos comunes y de procesos que sobrepasen la filiación lingüística existente. En este sentido, es importante señalar la ausencia de trabajos arqueológicos en Colombia que permitan fundamentar la génesis común de este complejo guaje y que coadyuve a delimitar y a diferenciar sus territorios de los de las etnias vecinas que son, por supuesto, distintas en lo lingüístico, pero con quienes también han existido lazos de solidaridad, conflicto, comercio y chamanismo. Sin embargo, para efectos de este estudio nos limitaremos a los elementos lingüísticos que están presentes en los datos de archivo y que nos permiten delinear isoglosas como hitos territoriales que expliquen su relación con otros grupos indígenas de la zona.

De hecho, los vecinos andinos de los guajes, de filiación quechua, marcan sus ríos con el sufijo -yacu o -yaco: yanayacu, ampiyacu, bariyaco, platayaco… Por su parte, la etnia de los uitotos, vecinos orientales de los guajes, delimita sus territorios con las formas iye, para los tributarios de los grandes ríos, e imani, para aquellos que desembocan en el mar. Los uitotos también disponen de etnónimos que nombran y distinguen clanes y castas de un conglomerado que recubre a los murui, a los muinani, a los mika, a los minika y a los nipode. Se trata de los sufijos [ni]'gente' y [heni] 'clan o linaje', que permiten agrupar a los uitotos de Colombia, Perú, Ecuador y Brasil en una perspectiva más amplia de conjunto.

Para reforzar, señalemos que los tucanos orientales de la frontera con Brasil denominan a sus ríos con términos provenientes del tupí-guaraní: Apaporis, Igará Paraná, Cará Paraná, procedimiento muy diferente al empleado por los guajes. Jonh Landaburu (2004-2005) afirma que las intrusiones de quechuismos y del tupí-guaraní definen migraciones o estirpes lingüísticas que conforman y delimitan el panorama lingüístico colombiano.

Onomástica tucano occidental, coreguaje y tama

En el Archivo Central del Cauca de Popayán reposan documentos sobre bautismos y matrimonios de las provincias caqueteñas, particularmente en el fondo documental Relaciones de Cuentas por Cobrar, en los que misioneros de diversas órdenes que recorrieron los ríos Orteguaza, Caquetá, Putumayo y Bodoquero, en su labor de catequización de "provincias" y "naciones", consignaron los nombres de mujeres y hombres "infieles", así como de párvulos con la denominación de padrones; es decir, listados de los indios que reducían y bautizaban, y que luego eran enviados a la Corona para efectos del pago por sus servicios en aquellas naciones (ver anexos 1 y 2), como lo dijimos anteriormente. Se trata de documentos que oscilan entre 1680 y 1720, en los que se conservan, en primer lugar, el nombre original del sitio, en segundo lugar, el nombre original de las etnias y, por último, a renglón seguido, un listado de nombres propios en lengua indígena.

Hacia 1730, los misioneros agregaban al nombre un patronímico o apellido paterno, todavía en lengua indígena, a la usanza española. A finales del siglo XVII, aparecen apellidos tanto paternos como maternos y un prenombre en español. Poco a poco, fueron desapareciendo tanto nombres como apellidos indígenas. Para principios del siglo XX, la adopción de apellidos está relacionada con la presencia de caucheros, comerciantes y terratenientes que se instalaron en sus territorios y que fungieron como padrinos en los matrimonios (ver Anexo 3).

La lectura de estos textos ilustra características de la morfología de la lengua coreguaje: aparecen morfemas de género masculino y femenino, diminutivos, términos relacionados con objetos y aspectos de cultura material en forma de clasificadores que abundan en las lenguas tucano y que dan razón de características de forma, textura y volumen. Algunos de estos últimos se relacionaban con fauna y flora, y otros eran de difícil traducción, pues, en alguna medida, eran secretos y, según los hablantes de la lengua coreguaje, eran nombres que otorgaba el chamán a los neonatos de acuerdo con sus características físicas o, en algunas ocasiones, por el lugar que ocupaban los niños en las genealogías y clanes como primogénito, segundo hijo, cuba, etc. Para principios del siglo XX, y en especial para los documentos parroquiales de los departamentos del Caquetá y Putumayo, aparecen partidas de matrimonio en las que los misioneros establecen el nombre de los contrayentes de apellidos de indios, Coreguaje o Piranga, con mujeres Tama, Carijona o Muguaje. Pues bien, estos documentos traducen las costumbres derivadas de las normas de organización social y de parentesco que establecen que entre los coreguajes hay endogamia tribal, pero con la característica de exogamia clanil (ver Anexo 4).

Desde el punto de vista del análisis crítico de los textos objeto de estudio, se pueden inferir, por lo visto, elementos de la morfología y de la sintaxis de la lengua y, por otra parte, aspectos de la organización social de las comunidades en cuestión. Lo interesante, que se debe resaltar, es que hay un enorme contenido semántico en estos padrones y listados que reflejan el proceso de aculturación de las comunidades de guajes y, simultáneamente, información sobre nombres de lugares, de ríos y de etnias que, cuando son sometidos a este tipo de análisis de sus componentes, sacan a la luz una información valiosa para la reconstrucción de gramáticas culturales.

Consideraciones finales

Es de señalar que muchos de los hidrónimos aquí mencionados subsisten en la cartografía oficial del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (IGAC). Aun así, la interpretación de estos nombres, es decir, su análisis etimológico, no se ha considerado como una labor importante de los especialistas en ciencias sociales. Lo que señalamos en este escrito invita a interpretar estos nombres de lugares, personas y pueblos no como simples significantes vacíos, sino como términos plenos de sentido, con el propósito de establecer su verdadero significado. En otras palabras, se trata de una invitación a indagar en el ámbito de la antropología y de la semántica cultural para abrir camino a estudios de tipo histórico y diacrónico que, como hemos dicho, no son abundantes en la Amazonía colombiana. En estas condiciones, el análisis de los datos de archivo deviene en una herramienta indispensable para los investigadores de las disciplinas mencionadas, en la medida en que aporta para el conocimiento de la historia y de la identidad de pequeñas comunidades indígenas, como las de los tucanos occidentales, sobrevivientes en los tres Estados nacionales de los países mencionados.


Notas

1 Traducción del autor.
2 Las gentes de murciélago, en coreguaje, se llaman ocho pãi. Este etnónimo aparece con la ortografía oyo y con frecuencia se habla de una tribu de "oyos". Se trata del grupo carijona o huake, que también ha dado lugar a la designación de una etnia de guakes o huajes. La semejanza fonética conduce a confusiones, y se debe aclarar, como lo establece Friede (1948), que se trata de un grupo que se fragmentó hacia el siglo XVIII. Actualmente, estos carijonas viven en territorio coreguaje en la población de Gorgonia, dejaron de hablar su lengua y adoptaron el coreguaje como lengua propia.
3 Notación AFI.
4 Sobre clasificadores en la lengua coreguaje, remitimos a los lectores al artículo de Carlos Dupont (1989), "Clasificación nominal en la lengua coreguaje", Forma y Función, 4, 45-46.


Referencias

Fuentes primarias

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Bibliografía recomendada

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