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Forma y Función

Print version ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C. vol.28 no.1 Bogotá Jan./June 2015

https://doi.org/10.15446/fyf.v28n1.51975 

Doi: http://dx.doi.org/10.15446/fyf.v28n1.51975

CUERPO Y MODERNIDAD EN COLOMBIA DURANTE LA DÉCADA DE LOS CUARENTA: APROXIMACIÓN DESDE LA REVISTA CROMOS*

BODY AND MODERNITY IN COLOMBIA IN THE 1940S: AN APPROACH FROM CROMOS MAGAZINE

CORPO E MODERNIDADE NA COLÔMBIA DURANTE A DÉCADA 1940: APROXIMAÇÃO A PARTIR DA REVISTA CROMOS

Harvey Murcia Quiñones**
Politécnico Grancolombiano, Institución Universitaria, Bogotá – Colombia

* El artículo se deriva de la investigación "Cuerpo y Modernidad en Colombia", con la cual se optó al título de Magíster en Comunicación.
** Magíster en comunicación y especialista en televisión de la Pontificia Universidad Javeriana. Profesional en lingüística de la Universidad Nacional de Colombia. hmurciaq@poligran.edu.co

Cómo citar este artículo:
Murcia Quiñones, H. (2015). Cuerpo y modernidad en Colombia durante la década de los cuarenta: aproximación desde la revista Cromos. Forma y Función, 28(1), 137-155. doi: 10.15446/fyf.v28n1.51975

Artículo de investigación. Recibido: 10-07-2014, aceptado: 19-12-2014.


Resumen

Este artículo presenta las maneras como el cuerpo fue registrado visual y textualmente en una de las revistas más importantes a mediados del siglo XX en Colombia: Cromos. El trabajo tiene como propósito resaltar las tensiones y los regímenes semióticos con los que el lenguaje empieza a experimentar la realidad social y el cuerpo. El periodo de tiempo analizado va desde 1940 hasta 1949, años marcados por la violencia, bonanzas económicas y rupturas en las políticas culturales y gubernamentales. En esta época también se dinamiza la idea de una modernidad más industrializada —más fabricada— y aumentan las narrativas sobre la ciudad como forma discursiva. Así, lo que se quiere resaltar es cómo en la revista Cromos se exterioriza una forma de enunciar un cuerpo, las estrategias semióticas y narrativas sobre cuerpo para dotarlo de un sentido más cercano a las propuestas que implicaban los cambios sociales del periodo a analizar.

Palabras clave: narrativa, sentido, cuerpo, función semiótica, performatividad.


Abstract

This paper presents the way how the body was depicted visually and textually in Cromos, one of the most important Colombian magazines in the middle of last century. It aims to portray the tension and semiotic regimes activated in a language that starts experimenting social reality and the body. The research period spans from the 1940s to 1949, a period characterized by violence, economic boom, and a breakthrough in cultural and governmental policies. During this period the idea is also spread about a more industrialized modernity and more urban narratives are created as a discursive form. Thus the paper also highlights how Cromos is used to enunciate the body, the semiotic and narrative strategies to provide it with a meaning closer to the proposals that imply the social changes of this period.

Keywords: narrative, meaning, body, semiotic function, performativity.


Resumo

Este artigo apresenta as maneiras como o corpo foi registrado visual e textualmente numa das revistas mais importantes a meados do século XX na Colômbia: Cromos. O trabalho tem como propósito ressaltar as tensões e os regimes semióticos com os quais a linguagem começa a experimentar a realidade social e o corpo. O período analisado vai de 1940 a 1949, anos marcados pela violência, bonanças econômicas e rupturas nas políticas culturais e governamentais. Nessa época, também se dinamiza a ideia de uma modernidade mais industrializada —mais fabricada— e aumentam as narrativas sobre a cidade como forma discursiva. Assim, o que se pretende ressaltar é como na revista Cromos se exterioriza uma forma de enunciar um corpo, as estratégias semióticas e narrativas sobre o corpo para dotá-lo de um sentido mais próximo aos das propostas que implicavam as mudanças sociais do período analisado.

Palavras-chave: narrativa, sentido, corpo, função semiótica, performatividade.


Aquel del que deseamos hablar pertenece a una superficie cultural bastante extensa.
Michel Foucault

No encuentro razón para que Ud., se preocupe tanto por su estatura, pues está casi de acuerdo con su edad; Ud. debe medir 1.54 ½ normalmente así que no le falta sino 2 ½ centímetros, debe hacer mucho ejercicio, caminatas largas y deporte, así se desarrollará y crecerá pues le quedan entre 3 y 4 años para conseguir la estatura definitiva.
Sección "Sea siempre bella", revista Cromos

Introducción

En el transcurrir del tiempo siempre se manifiestan fugas, fracturas, rupturas portadoras de escrituras, de sentidos y sensibilidades con las que se organiza la realidad social. Por esto, es admisible pensar que todo pasado es un cúmulo de historias sobre una misma acción; en ellas se esconde el sentido mismo del pasado.

Roland Barthes expresaba hace cincuenta años que "existe una relación directa entre los signos y los usos que se desarrollan de los signos" (1989, p. 54), lo que establece una tensión fuerte: la dialéctica entre el signo y su poder performativo, la posibilidad de evidenciar no solo organizaciones sino también modificaciones en la existencia social. Entonces, si las funciones semióticas logran ese acto de performatividad es por su fuerza social, comunicativa, estética y política; es porque, en última instancia, la naturaleza del ser humano es la misma que la de los signos.

Si validamos lo expuesto, también es justo argüir que dichas performatividades, dichas relaciones semióticas, se van inscribiendo en las sutilezas de la cotidianidad para lograr pasar por naturales, alimentarse bajo ciertos cánones, contar el mundo social con los instrumentos estético-comunicativos y pensar la realidad desde ciertas aristas. Su producto ha arrojado a la sociedad hacia dinámicas que se van grabando en el objeto, en la ley, en la prescripción, en la práctica, en los discursos y en el cuerpo.

En las narrativas sobre el cuerpo se inscriben unas formas particulares de contarlo, de invención de este como escenario de poder, de simbolización. Esas maneras de relatar el cuerpo conforman una pluralidad de redes que determinan devenires de sociedad, espacios para la producción simbólica de lo social; terminan siendo un lugar donde las tensiones culturales se registran como territorio cartográfico para ser decodificado en clave comunicacional. Es por ello que la narración sobre el cuerpo también puede ser vista como superficie que esconde en sus pliegues visuales y escriturales los códigos de reconocimiento, producción y circulación de un pasado.

Ese es precisamente el interés de estas líneas: poner de relieve cómo se registraba el cuerpo en uno de los medios de comunicación más importantes de la mitad del siglo XX, la revista Cromos. En ellas se quiere encontrar las tensiones, los regímenes semióticos con los que empezamos a experimentar el lenguaje, las cosas, la realidad, al otro, al cuerpo. Dicho registro de la revista no es otra cosa que el sentido con el que se representa o se cuenta algo. Así, lo que se quiere resaltar es cómo en esos registros (los sentidos sobre el cuerpo) se halla una manera no solo de enunciar un objeto, sino además las irrupciones mismas que puede generar ese registro.

El corte de tiempo a analizar va desde 1940 hasta 1949, periodo marcado por las violencias, el crecimiento de la economía y las rupturas en las políticas estatales. En la década de los cuarenta se dinamiza la idea de una modernidad más industrializada, más fabricada; muestra de ello es que justamente en los cuarenta las narrativas sobre ciudad se acrecentaron como forma discursiva. Por otro lado, es durante este lapso de tiempo en donde se marcan las tensiones de una tradición que se siente amenazada por estas irrupciones, por estos cambios.

Dicho esto, las razones por las cuales los momentos históricos van consolidando sus regímenes de funciones semióticas, con los que se registra los cambios sociales, podrían ser compresibles. Así, las figuraciones toman distintas formas: de los himnos a los monumentos, de las placas recordatorias a las prácticas folclóricas, de la conversación del café a las lecturas personales, íntimas; desde allí se elabora una historia que va convirtiendo la realidad en un texto en permanente construcción e interpretación. Ahora bien, sobre esas figuraciones se ciernen unas imágenes de los otros, de nosotros, de nuestras cotidianidades y, por supuesto, del cuerpo.

Instrumentos, brújulas y modos de navegación

Recorrer las páginas de la revista Cromos de la década de los cuarenta lleva siempre a perderse en cada palabra, en cada imagen; la mirada se detiene para generar en ese lugar un pequeño guiño de la década de los cuarenta. Gaston Bachelard señalaba, en La poética del espacio, que "hay que abandonar el lenguaje-instrumento y adoptar la tesis del lenguaje-realidad" (2000, p. 19), dejando ver, en la agudeza de la cita, cómo desde el lenguaje se cuenta y se activa la realidad social.

¿Abandonar no es acaso una manera de navegar a través de lo desconocido para encontrar lo que tal vez no se espera? Abandonar es también dejar las certezas y tomar como instrumento la duda y la sospecha, y así iniciar el recorrido que convoca e incita una nueva lectura, una nueva mirada. Martín-Barbero lo considera un mapa nocturno en el que "hay que cambiar el lugar desde donde se formulan las preguntas" (Martín-Barbero, 2003, p. 292) para poder visibilizar nuevas brechas, consumos, significados y saberes.

Por lo anterior, se abandona la idea de que lo escrito en la revista Cromos en la década de los cuarenta es un pálido recuerdo de lo vivido, para valorarlo como una actividad social productora de redes semánticas, que repercuten y se dispersan sobre diferentes materias sígnicas para hacer un llamado a la propia existencia. Es desde estos dispositivos donde se configura y se "hecha a rodar" el sentido con el que negocia la subjetividad y los procesos que la determinan.

Así, la revista Cromos es una especie de reflejo (de los tantos que pueden existir) de las "dinámicas culturales que recrean el mundo, desde otros escenarios y a través de otros procesos de comunicación" (Rey, 2007, p. 25) que tensionan la memoria cultural y, por lo tanto, tienden una especie de puente difuso sobre la historia cultural con la que se hace vida social.

Teniendo como base lo expuesto en estas líneas se acogen los siguientes supuestos de trabajo:

  1. La lectura sobre la circulación del sentido sobre el cuerpo se realizará desde la revista Cromos.
  2. El lenguaje es realidad y, por tal razón, en él se desliza el sentido con el que la revista va relatando las tensiones y las relaciones emergentes desde las lógicas contextuales.
  3. El sentido es un dispositivo en permanente movilidad, por lo que solo es posible su comprensión desde las huellas o indicios que deja en su transitar.
  4. Un escenario importante para la lectura del corpus a analizar será también las maneras como el cuerpo se manifiesta desde lo no dicho, pues en el no decir existe también una manera de enunciar.
  5. Los recorridos analíticos se realizan siempre de manera diacrónica para ir hilvanando las rupturas (si existieron) y las maneras de narrar en la revista Cromos.
  6. "El sentido está siempre presupuesto desde el momento en que yo empiezo a hablar" (Deleuze 1965, p. 31). Siempre que se enuncia algo se remite necesariamente a otro enunciado para poder referir lo que se desea expresar. De esta suerte, lo referido en la sección llamada "Sea Siempre Bella" tendrá una especie de correlato en algunas secciones de la revista, pero no necesariamente bajo el mismo soporte significante.
  7. Se tendrá como referencia el concepto de lenguaje entendido por Wittgenstein (1999), es decir, como marco de referencia y vida social, pues encuadra "significaciones compartidas" para representar el mundo. De igual modo, la movilidad del significado desde el concepto de juego de lenguaje, uso y regla serán fundamentales, puesto que desde ellos emerge la dinámica comunicativa con la que se parte en el acto y la interacción comunicativa.
  8. De otra parte, el concepto del maestro Verón relacionado con las nociones de huella discursiva, dinámicas de producción y modos de enunciación serán imperativas para este escrito, pues bajo esta concepción se produce una imagen del otro y, por ende, su referenciación social como sentido siempre remitirá a otro discurso como elemento reverenciador.

Lecturas, recorridos, reencuentros

Como es bien sabido, los procesos sociales, económicos y políticos de la década de los cuarenta del siglo XX determinaron unas aceleraciones comunicativas que poco a poco moldearon las cinéticas culturales que modificaron las narraciones y las costumbres del siglo XIX; los conceptos de regla, uso y movimiento son los bordes teóricos que van deslindando la comprensión de cómo se presentaba el cuerpo en estos años.

A lo anteriormente expuesto se le debe agregar un tipo de relación enunciativa que establece una manera de producir el sentido sobre el cuerpo; dicha relación se encuentra en los dispositivos impresos de la revista Cromos. A partir del análisis de estas producciones se pondrá de relieve la manera como circula y se consume una narración sobre el cuerpo y un sentido social sobre el mismo.

Las dinámicas de los procesos sociales de la década de los cuarenta, junto con dimensiones de producción narrativa, determinaron un tipo de función semiótica "que refleja y refracta la existencia misma de las trasformaciones sociales" (Volochinov, 1992, p. 43) que dieron cabida a los modos de poner en circulación el sentido sobre el cuerpo.

Las siguientes líneas realizan una aproximación al cuerpo como extensión de lo social y del sentido mismo de la corporalidad; la aproximación a los dispositivos fotográficos e impresos de la revista Cromos son las pistas y las rutas a seguir para comprender la circulación del sentido sobre el cuerpo. Por esto, lo que asumiremos de entrada es que el cuerpo es en sí mismo una función semiótica en permanente construcción, en permanente devenir, por donde se desliza el indicio de la trasformación o resistencia social.

Esto implica que el cuerpo es el resultado de unos desarrollos histórico-sociales y económico-políticos que van fijando un tipo de conocimiento y de saber sobre la corporalidad. Es aquí donde los aportes de Michel Foucault muestran cómo los dispositivos de poder se orientan sobre el cuerpo de manera tal que debe verse como algo ya producido, como algo "sometido, que puede ser utilizado, que puede ser trasformado y perfeccionado" (Foucault, 1998, p. 140), y que responde a los movimientos y actividades que se desarrollan en periodos históricos.

Esta idea de la producción del cuerpo debe leerse como un cambio de paradigma que reorganiza desde fenómenos disciplinarios el cuadro social. En términos del pensador francés son,

la multiplicidad de procesos con frecuencia menores, de origen diferente, de localización diseminada, que coinciden, se repiten, o se imitan se apoyan unos sobre otros, se distinguen según su dominio de aplicación, entran en convergencia y dibujan poco a poco el diseño de un método general (Foucault, 1998, p. 142)

De procesos que modelan las maneras de producir y de contar, de ponerlo en circulación para modelar un sentido más cercano a las reorganizaciones sociales. Son, en última instancia, las articulaciones de nuevas reglas sobre el juego del lenguaje que ponen en crisis lo que se conocía como cuerpo para dar paso a un sentido diferente.

Foucault advierte que el cuerpo hace parte de una red histórica que fabrica un tipo de individualidad que responde a unos poderes muy ceñidos, que le imponen coacciones, interdicciones u obligaciones; esta red manifiesta un tipo específico de sujeción1 que da origen a una manera particular de saber sobre el hombre. Así, la individualidad que se produce en la red disciplinar está compuesta por cuatro características que se mezclan y se sustentan entre sí para dar coherencia tanto a la productividad como a la eficacia del cuerpo:

  1. En primer lugar existe una característica celular. En el momento que nace una nueva espacialidad (emplazamiento funcional) aparecen nuevas posiciones que obligan al cuerpo a comportarse de cierta manera, a actuar de manera particular, por lo tanto, implican una serie de adiestramientos que desencadenan una producción corporal relacionada con un tipo de actividad2.
  2. Lo anterior conlleva, en segunda instancia, a una característica orgánica debido a que se debe preparar el cuerpo para realizar una serie de actividades concernientes a una temporalidad que se subdivide paulatinamente. De este modo se cifra una serie de comportamientos que responden a un tiempo determinado, por lo que la utilidad del tiempo se convierte en un imperativo en el que el empleo del tiempo es un empleo del cuerpo y viceversa. Así el cuerpo empieza a ser parte "de un funcionamiento propio de un organismo"3 (Foucault, 1998, p. 160).
  3. En un tercer momento, la característica genética logra resaltar cómo el cuerpo en su fabricación va a acumular un tiempo y un espacio que lo llevarán a conocer las sutilezas de las actividades y sus respectivas demandas; de manera que incorpora una serie de comportamientos que se acercan al "progreso" donde la serialidad del tiempo acarrea una serie de ejercicios que se deben repetir casi de manera pedagógica hasta que se realicen de manera "innata", inscribiéndose en la corporalidad y sus acciones en determinados espacios.
  4. Finalmente, el cuerpo, debido a una característica combinatoria, debe aprender a relacionarse con las demás fuerzas de la red que hacen parte del engranaje social, a tal punto, que "se componen una fuerzas para obtener un aparato eficaz" (Foucault, 1998, p. 168). Es por esto que lo imperativo de la combinación es la posición que se ocupa, la regularidad con la que se presenta, el orden de la combinación y, por supuesto, los desplazamientos que se realizan según los otros cuerpos.

Como se evidencia en los argumentos de Foucault, lo importante es ver cómo los procesos sociales se combinan para fabricar individualidades relacionadas con ciertas coordenadas históricas, que se convierten en indicios (pistas) de cómo y bajo qué régimen social, económico o político aparecen relaciones y economías sobre el cuerpo articuladas con la nueva producción de la realidad.

Al mismo tiempo, la red disciplinar que organiza las características expuestas anteriormente determina (y está determinada por) una nueva temporalidad y por un nuevo cuerpo que debe responder a este ritmo social: "el poder se articula directamente sobre el tiempo; asegura su control y garantiza su uso" (Foucault, 1998, p. 164) convirtiendo la corporalidad en un escenario para pensar los mecanismos de poder y el lugar de un cierto tipo de saber social.

Si es en esa relación espacio-tiempo donde se va organizando la tecnología con la que se establecen los vínculos sociales, dicha relación debe comprenderse como una configuración particular en un momento histórico específico, en donde se establecen maneras de vinculación simbólica y/o ideológica con las que se cuenta el mundo, se referencia la vida social y se estabiliza el sentido social. Este punto en particular puede verse en ciertos pasajes de la revista Cromos, el siguiente texto es un ejemplo:

Como buena antioqueña tiene un sentido práctico de la vida y quiere gastar sus energías conscientemente, es intuitiva su inteligencia. Por tanto, no obra sobre un sistema que le hayan inculcado ni sigue ciegamente las imposiciones de las costumbres o de la moda; obra con lo que le dicta el sentido común en el momento preciso de llevar algo a cabo, con lo cual no quiero decirle que es independiente, al contrario, es tradicionalista. Su intuición está en cómo aplica su inteligencia. (Cromos, mayo 7 de 1949, p. 32)

En el pasaje citado puede apreciarse cómo el cuerpo de la mujer aparece envuelto en la red de la racionalidad moderna propia de una subjetividad "donde se vigilia el comportamiento y las acciones de la mujer"; así, por más que intente producir una nueva corporalidad propia de los nuevos aires económicos, termina siendo presa de la episteme tradicional, tal y como afirma García Canclini al decir que "la modernización operó pocas veces mediante la sustitución de lo tradicional y lo antiguo" (1989, p. 72).

Cuando la escritura habita el cuerpo

El cuerpo es un lugar en el que el presente se materializa, convirtiéndolo en uno de los escenarios de disputas y desencuentros sociales. En este orden de ideas, el cuerpo es atravesado por las dinámicas del sentido y por las fracturas de la modernidad, que inscriben en él las grafías de la marca de la época.

Escribir, de acuerdo con lo anterior, no es la acumulación de las significaciones verticales que obedecen a una norma. La escritura es el vuelo del desciframiento de lo social y desde sus orillas flotan los pactos con los cuales se enuncia el mundo y se condensa la narración sobre el otro. En ella, el otro y sus enunciados se convierten en "la actividad multiforme y murmurante de producir el texto y de producir la sociedad como texto" (De Certeau, 2000, p. 147). Así, lo que subyace en la escritura es la forma de pensar de un mundo que se interpreta desde sus grafías y sus significaciones.

Toda escritura conlleva de manera tácita una lectura; una no se puede pensar sin la otra. Toda lectura "implica valores sociales, morales, ideológicos" (Barthes, 1989, p. 223), los que se convierten en marcos de interpretación de la escritura. Leer, como lo manifiesta Argüello, es "sentir y pensar, analizar e interpretar" (2009, p. 21). Como la escritura, toda lectura es una actividad de desciframiento, de invención del espacio que se habita.

La escritura y la lectura son formas de producción de la realidad. Se lee de cierta manera porque se escribe de cierta manera. "El modo y la manera en que la percepción se organiza no solo está determinada por la naturaleza sino por la historia" (Benjamin, 2007, p. 98). En las formas escriturales y lectoras se condensa una especie de murmullo semántico que desde los pliegues bidimensionales (los ofrecidos por la página) de la palabra, limita la emergencia de significaciones y sentidos que ponen en diálogo la realidad con los sujetos y, por ende, filtra la función semiótica con la que se activa el diálogo social.

El sentido sobre el cuerpo y el cuerpo mismo no escapan a este acoplamiento; sus maneras de figurar en la historia y las inscripciones que lo cuentan están determinadas por escrituras y lecturas en donde el otro está siempre presente.

Ese otro puede ser todo un andamiaje social que va determinando las transformaciones sociales desde las formas de escritura-lectura del cuerpo. Son condiciones de escribir en el cuerpo y, por esto mismo, gestos de lectura que encajan en el concepto de lo bello, lo joven y lo fresco. Castro-Gómez presenta estas formas como construcciones "a través de intervenciones sobre el propio cuerpo, para producir una imagen de reconocimiento" (Castro-Gómez, 2009, p. 214).

Por ello, al buscar en la escritura se pueden encontrar las pistas de la lectura que se hacía en la década de los cuarenta sobre el cuerpo, pues (parafraseando a De Certeau) la piel del lector es el pergamino donde la sociedad escribe, "el texto impreso remite a todo lo que se imprime sobre nuestro cuerpo, lo marca (al rojo vivo) con el nombre y la ley; lo altera en fin con dolor y/o con placer para hacerlo un símbolo del Otro, un dicho, un interpelado, un nombrado" (De Certeau, 2000, p. 153).

Siguiendo esta línea, se comprenderá el cuerpo como un proceso escritural que responde a las circunstancias históricas del ejercicio de escribir, lo que implica que si hay ciertas variantes en los procesos escriturales es porque, de una u otra manera, en ellos se presentan procesos históricos, políticos y/o sociales que posibilitan una manera particular de la escritura. Se remite así a la movilidad que la función semiótica establece según las circunstancias y los contextos sociales en los que se despliega la significación y el sentido sobre el cuerpo.

Para De Certeau, la grafía debe ser comprendida como "la actividad concreta que consiste en construir, sobre un espacio propio, la página, un texto que tiene poder sobre la exterioridad de la cual, previamente, ha quedado aislado" (De Certeau, 2000, p. 148); actividad en el sentido performativo que filtra las rupturas de la significación y establece emergencias sígnicas para la comprensión de lo que se denomina realidad.

En este orden de ideas, toda escritura se despliega sobre un espacio encargado de determinar gramáticas de producción escritural que obligan a establecer cierto acuerdo tácito acerca de la elaboración escritural y de la recomposición desde la lecturabilidad. Para De Certeau, ese espacio es la hoja en blanco, lugar de producción para "poner en obra una voluntad propia" (De Certeau, 2000, p. 148), estableciendo un cierto dominio frente a un objeto, que para este caso será el cuerpo. Dominar la escritura para subordinar lo escrito. Dominar la escritura para inventar modos y figuraciones de la corporalidad.

En un segundo momento, la actividad escritural debe verse bajo el orden de los fragmentos lingüísticos que tienen la capacidad de explicarse a sí mismos y ordenar lo referenciado. En este juego escritural, el texto fabrica un mundo en el cual se invierten bloques de sentido del mundo social que legitiman la comprensión y la práctica de la referenciación. Según De Certeau, el texto es "una práctica itinerante, progresiva y regulada —un andar— compone el artefacto de otro 'mundo', ya no recibido sino fabricado" (2000, p. 148).

En un último momento, la escritura se debe desplegar sobre una red lúdica en la que se recompone el sentido sobre lo escrito, para garantizar la comprensión del objeto referido en la palabra. Lo lúdico responde a lo denominado el juego, producción de un sistema, espacio de formalización, tiene como 'sentido' remitir a la realidad de la cual se ha diferenciado con miras a cambiaría. Pretende una eficacia social. (De Certeau, 2000 p. 148)

Esta definición acerca el concepto de juego al de puesta en escena y su capacidad para renovar los acontecimientos sociales.

Bajo este paradigma, la escritura se convierte en un laboratorio de producción social en el que se encuentran las significaciones con las que se dialoga en la cotidianidad y se vinculan los sentidos con los cuales establecemos pactos de comprensión social y las dinámicas de producción de dichos pactos. En conformidad con lo anterior, la escritura es un modelo generador de vectores simbólicos con los que leemos e interpretamos la cotidianidad.

En esta lógica, ¿en qué momento la altura se vuelve un referente escritural-corporal para la sociedad?, ¿por qué hay que referirse al cuerpo en términos de ejercicio? En 1940 la revista Cromos, en su sección "El cuidado de las manos", se refería al cuerpo en los siguientes términos:

Todas las mujeres quieren tener el estómago más plano [...] sepan ustedes esto: los músculos abdominales son los que fortifican más rápidamente y tan pronto los músculos están fuertes, las grasas se eliminan. Haga uno de estos ejercicios cinco minutos al día: en diez o doce días tendrá el estómago plano. Haga estos ejercicios para reducir el estómago. (Cromos, 1940, enero 20, p. 14)

La referencia al cuerpo, como se expresa en la cita anterior, es lo que Foucault llama un "átomo ficticio de una representación ideológica de la sociedad; pero es también una realidad fabricada por tecnologías específicas de poder" (Foucault, 1998, p. 198). Visto así, el cuerpo se va presentando como un proceso en permanente devenir, que obedece a una multiplicidad de procedimientos de naturaleza diferente que lo van moldeando "definiendo unas reglas de la parte corporal del juego social" (Ory, 2006, p. 144).

De este modo, la comprensión del sentido o los sentidos sobre el cuerpo puede conceptualizarse como un escenario donde los distintos campos de poder social entronizan sus dinámicas para referenciar un cuerpo más cercano a una "codificación que reticula el tiempo, el espacio y los movimientos" (Foucault, 1998, p. 141) para responder al momento histórico.

En pertinente retomar aquí el concepto de huella como función semiótica, comprendido como un conjunto de sígnicos "que están relacionad[o]s con las condiciones de producción y condiciones de reconocimiento" (Verón, 1996, p. 124), que deben permitir encontrar la codificación que reticula el tiempo. Un ejemplo de lo anterior se evidencia en el siguiente texto:

A tres mil metros de la plaza de la Concordia se encuentran casuchas con habitantes de barbarie semi-civilizada como los del Congo o Turkestán; estos habitantes tienen dialecto propio, autoridad propia, fisionomía inconfundible, y solo se dejan ver en la ciudad al amanecer cuando los cuadros obreros se desparraman por los talleres o las fábricas; o en las noches cuando cuchillo bajo la ruana salen a esperar la ocasión que les valdrá, un botín, la muerte o la cárcel. (Cromos, 1941, enero 20, p. 15)

En este fragmento, que circuló en 1941 en la revista Cromos, se resaltan las tensiones que se estaban viviendo en la década de los cuarenta: la trasformación cada vez más acelerada de procesos económicos y políticos que pretendían guiar al país siguiendo la brújula del progreso. De la misma manera, la referencia a un cuerpo rural a través del proceso metonímico de la ruana ofrece unas elasticidades de lo cotidiano que marcan temporalidades para visibilizar cierto cuerpo, con ciertas características, con ciertos atributos. De otro lado, el fragmento de la crónica citada hace una referencia clara a la naciente sociedad moderna, que niega las prácticas y todo lo que se desprenda de la ruralidad, pues esta es sinónimo de un pasado estático, vergonzoso y, por todo ello, incivilizado. Continúa la cita:

Una de la mañana. Monserrate dispara frío, se apaga la actividad de la población honrada, y se enciende la voracidad y el desespero de los de los noctívagos para quienes la maldición y la blasfemia es el lenguaje de la plegaria. (Cromos, 1941, enero 20, p. 8).

Una red de escritura va envolviendo al cuerpo (al sentido mismo del cuerpo) y la situación en la que se encuentra, tratando de producir un isomorfismo entre tiempo y acción; entre sujeto y espacio, que solo descubre la explicación en el lenguaje usado casi de manera sacra, al punto tal que "se produce así una nueva jerarquización en la que el norte y el sur más que puntos en la geografía, devienen imaginarios culturales" (Castro-Gómez, 2009, p. 122) que cargan el cuerpo de ciertos atributos culturales dignos de la falta conductas propias de la década.

Entonces, se puede pensar que el cuerpo y los sentidos que orbitan según sus fuerzas son el escenario en el que se acumulan las condiciones de una situación social dada, registrando fases transitorias y fugaces de las transformaciones sociales, las cuales "se manifiestan globalmente en el exterior: en la palabra, en el gesto, en la acción" (Volochinov, 1992, p. 44). En consecuencia, la producción de sentido sobre el cuerpo está en el exterior, en el intercambio, en las relaciones con la atmósfera social, en la nominación.

Puesto de este modo, cuando se pregunta por los procesos de significación y cuando se busca encontrar los dispositivos de las prácticas sociales, se transita de una u otra forma a través del cuerpo, que ha sido lugar de disciplinamiento y control social; escenario de contiendas estéticas y políticas; el sitio donde la las tensiones sociales se encuentran.

Intervenciones sobre cuerpo

Al observar casi de manera desprevenida lo que acontece en la realidad social, se descubre que todos los espacios son lugares para que el cuerpo establezca algún tipo de relación: objetos que exigen ser vistos de manera particular; sillas y mesas que activan una postura y, por lo tanto, una manera de adiestrarlo en la cotidianidad de la acción. Así, los escenarios se inscriben en el cuerpo y lo dotan de significación, de algún tipo de habilidad que se asocia "a las eficacias en las relaciones entre el cuerpo, el tiempo y el espacio" (Lazo, 2007, p. 64).

De la misma manera que la historia no escapa del cuerpo este no escapa de la ella. En la historia el cuerpo se alberga y va recorriendo la vida, pues "una constelación de hechos sociales y culturales se organizan alrededor del significante cuerpo" (Le Breton, 2004, p. 37). Este se hace temporalidad para habitar el mundo social y la temporalidad coordina las acciones corporales para que se intensifiquen en él múltiples experiencias sobre el tiempo. De este modo, el cuerpo se hace presa del tiempo que lo determina y, en ese sentido, "lo real es a la vez el objeto y el garante del discurso de la historia" (Chartier, 2007, p. 39).

De otro lado, se puede pensar que el cuerpo hace parte de una acumulación de imágenes que hacen de él el escenario para la vedettización de ciertas prácticas y rituales de la cotidianidad. El espectáculo hace del cuerpo un centro para el culto y la admiración. Así, en el espectáculo el cuerpo encuentra uno de los tantos lugares que lo apresa en puro significante, en pura forma.

Al interior del cine y la radio, de la prensa y la fotografía, actrices, políticos, deportistas hacen del cuerpo el centro de lo que este debe ser. "Algunos afirmaban que fue Hollywood quien ganó la guerra [...] por que envió a Europa a sus estrellas" (Yapp 1998, p. 278) para cumplir con la labor de propaganda de guerra, para difundir el deseo del sueño americano y, por consiguiente, para ser fuente de otra subjetividad, otra corporalidad.

La violencia, que ha sido la manera muda como se agota la esperanza y los desencuentros sociales, ha manifestado su voraz inscripción en la corporalidad. Los trazos y los cortes sobre ciertas partes del cuerpo son símbolos que comunican cómo deben morir los que obran de cierta manera. La relación cuerpo-mudo expande en el paroxismo del horror los tránsitos del fantasma que recorre los campos, las ciudades, las factorías para "producir una muerte sin nombre, una muerte muda [...] una muerte interdicta" (Wajcman, 1998, p. 221), que niega toda voz para expresarla.

La moda y la publicidad son los motores de una nueva economía que trae consigo distintos ritmos y modernas inscripciones sobre el cuerpo. La moda exacerba la mirada para que se reconozca el cuerpo de una manera particular. Tal y como describe Yapp:

Los sombreros para mujer, encantadores y provocativos, se llevaban bien ajustados; Bette Davis estaba irresistible con su boina y su tocado. París era la ciudad de la moda, sin duda. Y, sin duda, las pieles eran fundamentales en los cuellos, sombreros, guantes, estolas, y puños. El nilón llegó más tarde, prometiendo elegancia para las masas. (1998, p. 224)

De esta forma el cuerpo se destapa: la espalda, los brazos y las piernas hacen su aparición en las escenas cotidianas, en las fotografías, en las revistas de moda. "Cada vez se mostraba más piel, aunque algunas prendas seguían siendo largas y tradicionales" (Yapp, 1998, p. 226). Los espacios demandan un nuevo fashion, una nueva elegancia para admirar el cuerpo; así las confecciones y las pasarelas detallan una nueva figura corporal digna de los aires modernos.

Las escuelas y los internados también hicieron su aporte. Desde los centros del saber se buscó esculpir un cuerpo más moderno y cinético; aparecieron entonces ligas de salud y de belleza que bajo lemas como "vientre plano y figura fina" coordinaron una serie de actividades que adiestraban al cuerpo para la nueva ciudad. Las precisiones en la gimnasia y en la calistenia cada vez eran más coordinadas, más mecánicas, más exactas; "por ello se demandaba un cuerpo capaz de asegurar la hegemonía de la sociedad del trabajo; limpio, sano, vigoroso, disciplinado y laborioso" (Castro-Gómez, 2009, p. 189).

Todo gira sobre el cuerpo y todo retorna a su epidermis; absorción social de significaciones y rituales que precisan un tipo de cuerpo; indicio de las complejidades y transiciones en las que se encuentran inmersos los sujetos sociales; símbolo de las fracturas y las contiendas que configuraron la historia. Ícono del ser, del saber, del poder que va modelando a un sujeto que debe alejarse cada vez más del pasado —ese que lo ancla a cierto espacio— para entrar en nuevos aires que organizan un tipo de política que facilita y potencia los cuerpos.

A modo de conclusión

Como se ha descrito en las páginas anteriores, pensar el sentido sobre el cuerpo que circulaba en la revista Cromos en la década de los cuarenta permite sumergirse en los procesos socioculturales que determinaron en dicha época las significaciones y maneras de concebir el cuerpo, acordes con las políticas del momento. En este contexto, se evidencia cómo el decenio mencionado fue un escenario de tensiones sociales, pues durante este periodo se acogieron las políticas expansionistas junto con proyectos de unidad nacional que polarizaron y tensionaron las ideas de nación.

De la misma manera irrumpe, desde los medios impresos, una idea de cuerpo que se acerca más a las dinámicas mundiales, dejando claro que su interés por la belleza y la corporalidad se alejaba del modo como se vivían comúnmente en el contexto nacional. Lo que la revista Cromos pone en circulación se debe comprender más como un proceso en el que predomina una ruptura simbólica que determina funciones semióticas de distinción y clase.

En cada una de las páginas de la revista emerge un sistema dedicado a cultivar casi de manera confesional la belleza, el cuerpo, un saber dedicado exclusivamente al cuidado de la imagen social. En sus líneas se da un juego de referenciación que pone en escena unas maneras de lecturabilidad asociadas a un proyecto de crecimiento económico confrontado con dinámicas sociales de desigualdad, vínculos con el cristianismo, sostenibilidad de las estructuras sociales vigentes y estandarización de unas prácticas femeninas.

Como se enunció anteriormente, en el país se desarrollaron, en los años cuarenta, procesos de modernización (construcción de fábricas, tecnificación, incremento de la exportación y el desarrollo urbanístico) que empiezan a consolidar la idea de un progreso que trae consigo dispositivos de reubicación simbólica. Estos dispositivos no son otra cosa que regímenes de signos que recogen nuevos códigos y normas sociales que alimentan la idea del progreso del país.

De este modo, la revista Cromos se convierte en un dispositivo donde la tensión entre la tradición y lo que es llamado moderno pone en crisis y también en tensión los códigos que orientan la comprensión y las figuraciones del cuerpo. Por su mismo componente dialógico, sus secciones se presentan como un campo de saber, de esta manera su carácter pedagógico aparece en los inicios de los años cuarenta a través de los regímenes de signos lingüísticos e icónicos. Por lo que la producción del sentido en términos escriturales porta una gran importancia para el contexto en el que se habita, de forma tal que se privilegia la escritura por encima de la imagen.

Como se ha evidenciado ya, el cuerpo escrito, icónico, enunciado e indicial se referencia como una estructura cruzada con un solo fin: lo social. Desde la relación con otros cuerpos, otros contextos y otras dinámicas se produce, se cuenta un cuerpo con una sola inquietud: conocerlo. Tener la capacidad se intervenirlo para poder producir en él las inquietantes metáforas con las que es posible enunciarlo. Cada una de estas metáforas va albergando un sentido sobre la corporalidad que posibilita nuevas significaciones y nuevos saberes que pueden agruparse de la siguiente manera:

  1. Sentido cuerpo-modernidad: este sentido se evidencia en las dinámicas de una ciencia que va interviniendo de manera más calculada y precisa (a través del peso y la medida) las maneras de referirse al cuerpo. Lo importante en los primeros años de la década de los cuarenta es la relación peso-altura. De la misma manera, el cuerpo desde la nominación va determinando una distancia entre el componente tradicional y el componente moderno.
  2. Sentido cuerpo-economía: se privilegia el tiempo sobre la velocidad; de este modo va emergiendo una nueva economía que intenta garantizar unas dinámicas más ágiles, precisas y efectivas al momento de referirse al cuerpo. De la misma manera, desde la cosmetología, este sentido relaciona la adquisición de bienes para poder volcar todo un aparato económico sobre la corporalidad.
  3. Sentido cuerpo-urbanismo: a través del periodo analizado se observa la desaparición de la localización específica de las participantes, sus roles se evanecen en cada uno de los números estudiados y va a apareciendo en otras aristas de la revista la invitación a un país en permanente movilidad y expansión. Ello demanda un cuerpo que pueda movilizarse por los nuevos escenarios urbanos dispuestos para el movimiento y la velocidad.
  4. Sentido cuerpo-estética: la sección analizada pone de relieve una relación directa de lo estético, con la cosmetología como instrumento de intervención corporal. Pero lo cosmetológico conlleva la marca de lo higiénico como símbolo de distinción social. Todo lo higiénico es, en sí mismo, estético: verse bien no es otra cosa que responder al discurso médico y técnico de la corporalidad.
  5. Sentido cuerpo-otredad: en la sección "Sea siempre bella", así como el resto de la revista Cromos, aparece la ausencia como escenario de circulación de sentido. Los otros, los que caminan las calles, los que sostienen una economía informal, los indígenas, los afros, los campesinos, todos son expulsados de las grafías y las icónicas de la revista; solo aparecen en relación con la enfermedad, lo exótico y el peligro. Así, la otredad en tanto sentido opera por omisiones o por exclusiones para validar y sustentar el abandono de prácticas tradicionales.
  6. Sentido cuerpo-imagen: a través del registro visual (bien sea fotográfico o ilustrado) se pone en circulación un cuerpo que responde a un nuevo saber que se distancia de lo tradicional: la delgadez vista como sinónimo de salud, cuidado y, en consecuencia, belleza. En las imágenes se establece de este modo un nuevo orden corporal que entra en sintonía con los nuevos aires internacionales.
  7. Sentido cuerpo-masculinidad: para la revista, el sentido de lo femenino está garantizado desde la mirada masculina, por ello todos sus consejos, sus piezas publicitarias, sus espacios sociales están siendo rondados por esta figura disciplinar que moviliza los intereses de las participantes. Este sentido opera desde el régimen de lo indicial, pues todo cuerpo femenino está presto para ser cortejado, observado, halagado, vigilado y admirado desde la masculinidad.
  8. Sentido cuerpo-fragmentación: el sentido que circula en la revista no opera sobre la totalidad del cuerpo; existe una coordinación desde los intereses que manifiestan las participantes con el uso de técnicas fotográficas bien sea de los publicitario y/o lo social que van segmentando el saber sobre el cuerpo. Este sentido se produce así, desde el uso de los primeros planos al rostro o a ciertas partes del cuerpo.
  9. Sentido cuerpo-metáfora: la revista desarrolla desde los regímenes escriturales e indiciales unos ejercicios metafóricos en donde lo importante no es el cuerpo, sino las referencias que logran distanciar las prácticas corporales con procesos tradicionales de la cultura rural del siglo XX colombiana. Las indicaciones concernientes a los ojos, las manos y el rostro no son otra cosa que referenciaciones a un cuerpo que hay que dejar de habitar. Por ello, "fragmentar el cuerpo" es el inicio de un desarraigamiento y desterritorialización de lo conocido corporalmente para reterritorializarlo en otros espacios.
  10. Sentido cuerpo-saber: este sentido coordina y orienta la lectura del cuerpo. Desde el saber se conoce el cuerpo, su funcionamiento y las maneras de intervenirlo; para tal fin, se debe tomar la ciencia como eje fundamental del conocimiento. Peso y medida entran en concordancia y logran atravesar la corporalidad para enunciar unas cuantificaciones con las que se puede diagnosticar lo bello y la salud.

Todo esto condensa las redes reticulares en las que se encuentra atrapado y coptado el cuerpo; todos estos sentidos que chocan y se resemantizan operan bajo el orden mismo de una nueva retícula, una nueva episteme social, científica. Los giros manifiestos tanto en la escritura como en la fotografía son las señales de un nuevo acontecer cultural que implica nuevos códigos, nuevas movilidades simbólicas y nuevas experiencias que manifiestan desde el lenguaje y los discursos cómo se piensa y se organiza el mundo social.


Notas

1 Foucault advierte que todo tipo de sujeción convierte al cuerpo en "fuerza útil cuando es a la vez cuerpo productivo y cuerpo sometido" (Foucault, 1998, p. 33). El sometimiento se comprende más como un conjunto de tecnologías sutiles que no necesariamente rozan la violencia, sino que pueden pasar por registros simbólicos que naturalizan y racionalizan los sistemas de sujeción.
2 Véase "De los espacios otros" (disponible en: http://es.scribd.com/doc/4650039/Foucault-M-De-los-espacios-otros).
3 Es importante resaltar que el organismo es la conjunción de los disciplinamientos que posibilitan que un cuerpo esté siendo producido permanentemente. Así las cosas, el organismo se asemeja a una red sistemática que garantiza la eficacia y eficiencia del cuerpo.


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