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Forma y Función

Print version ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C. vol.28 no.1 Bogotá Jan./June 2015

 

LEXICOMETRÍA DE DOS RETÓRICAS ANTAGÓNICAS

González Binetti, María Fernanda (2013). Hugo Chávez y Álvaro Uribe. La fuerza de las palabras. Dos discursos para gobernar (Mateo Cardona Vallejo, Trad.). Bogotá: Instituto Caro y Cuervo.

Edwin Cruz Rodríguez*
Universidad Nacional de Colombia, Colombia

* Candidato a doctor en estudios políticos de la Universidad Nacional de Colombia. ecruzr@unal.edu.co


María Fernanda González Binetti es doctora en ciencia política por la Universidad de la Sorbona y experta en análisis del discurso político. En este libro, cuya primera edición en francés es de 2012, presenta un análisis "lexicométrico" y comparado de los discursos de Hugo Chávez y Álvaro Uribe, entre 1999 y 2010. La obra, estructurada en tres partes, confronta los lugares comunes según los cuales Chávez es un "revolucionario radical", cuyo gobierno habría implicado una transición hacia un socialismo estilo soviético, y Uribe un fascista. Apuesta, entonces, porque el análisis lexicométrico aporte una mirada distinta sobre el populismo y el autoritarismo.

Su enfoque metodológico permite analizar, mediante un software especializado, grandes corpus discursivos para identificar sutiles variaciones y grandes tendencias. En este caso, se toma una muestra representativa de las emisiones radiotelevisadas de "Aló presidente" y de los "Consejos Comunales", dispositivos centrales de legitimación de los expresidentes, y se analizan mediante Lexico 3, programa que permite comparar su vocabulario resaltando las concordancias y los contextos en que se utilizan determinados vocablos, así como determinar los cambios en el tiempo. Adicionalmente, el análisis factorial de correspondencias permite medir la distancia entre diferentes partes del texto y las variaciones, de acuerdo con una partición anual de los discursos, para identificar las sobreutilizaciones y subutilizaciones del vocabulario.

El capítulo primero trata de demostrar que la retórica de Chávez está alejada de la ideología marxista-leninista. El discurso de Chávez es dialógico y apela al pueblo, tiene un componente de religiosidad, de humor y de lenguaje personal, y muestra una obsesión con la igualdad y los derechos sociales para los pobres, pero recurre muy escasamente a un vocabulario marxista, incluso la "lucha de clases" no aparece en su repertorio (p. 37). Por el contrario, su discurso está marcado por el respeto a la propiedad privada, la importancia de los empresarios, de las inversiones y de la lucha contra la inflación. Sin embargo, en 2005 hay una ruptura importante, puesto que se tornan frecuentes vocablos asociados a una "Revolución", con mayúscula, acompañados de la apelación al "Socialismo del siglo XXI", la "democracia revolucionaria", lo "popular", la denigración del capitalismo y la acumulación privada de las tierras, lo que redundará en expropiaciones. No obstante, para González la vigencia efectiva de principios democráticos como la libertad de expresión, evidente a través de los centenares de canales de televisión que controvierten al gobierno, o el limitado alcance de las expropiaciones, indican que tal radicalismo no supone la construcción de un régimen socialista. Los avances en programas sociales contrastan con la polarización que suscita un liderazgo personalista de tinte autoritario, que impide en muchas ocasiones la efectiva toma de decisiones, lo que se aúna a la duplicidad de tareas en instancias como el ministerio de salud, donde tienen una importante presencia médicos cubanos.

Los discursos con que Uribe daba inicio a sus "Consejos Comunales", objeto de análisis del capítulo segundo, están marcados por la centralidad de la eficacia, la alusión a la autoridad, la lucha contra la corrupción y la patria por encima de ideologías y partidos. Según González, su retórica tiene cuatro grandes ejes en común con la nueva derecha populista europea: la preocupación por la seguridad y el empleo, el pragmatismo y la reivindicación de valores cristianos (p. 86). El discurso de Uribe varía de acuerdo con la coyuntura, pero hay una ruptura entre su primer mandato (2002-2006) y el segundo (2006-2010). En el primero manejó un discurso técnico con cifras, y una intencionalidad dialógica y pedagógica que buscaba interpelar al público con su proyecto de refundación de la patria. Su campo léxico estuvo concentrado en temas económicos y, paradójicamente, no fueron recurrentes las menciones a la lucha contra la guerrilla o el terrorismo que había coadyuvado a su elección. No obstante, una vez autorizada la reelección, en septiembre de 2005, el presidente entró nuevamente en campaña. Esto significó conferirle nuevamente centralidad a la amenaza terrorista y al discurso de la seguridad democrática. En el segundo mandato se asiste a la emergencia de un "discurso del miedo", marcado por un lenguaje guerrerista (p. 123).

El balance del gobierno Uribe está salpicado de numerosos hechos de corrupción y violaciones de derechos humanos, como la condena de la excongresista Yidis Medina por la venta de su voto a favor de la reforma constitucional que permitía la reelección, los elementos de impunidad que se introdujeron en la Ley de Justicia y Paz en el marco de la desmovilización de los paramilitares, los "falsos positivos" y la denominada "parapolítica", entre otros. El desplazamiento forzado y el despojo de tierra no tienen un lugar destacado en el discurso de Uribe, como tampoco el negativo desempeño en términos del índice de desarrollo humano y del coeficiente de Gini en comparación con el resto de América Latina. Para González, Uribe representa una "plataforma populista" que intenta eliminar desigualdades sin cambios estructurales y sigue el "principio clásico" del populismo que reviste el líder como un guía con un papel omnipresente y usa un lenguaje radical y emocional que apela a la guerra y al miedo.

El tercer capítulo examina las similitudes y diferencias entre los dos corpus. Para González, estas retóricas están estructuradas en torno a la igualdad versus la seguridad. Uribe tiene un discurso más homogéneo, más técnico y económico, mientras el de Chávez es más reivindicativo y cercano a la lucha de clases. Para Chávez, el tema principal es el de la igualdad social, la seguridad nunca es mencionada. Las palabras que más usa son "justicia social" e "igualdad", entre otras, las cuales tienen "especificidades negativas" en el discurso de Uribe, es decir, no son utilizadas (p. 146). Uribe está centrado en los temas de lucha contra la corrupción, el empleo y la seguridad. Sobreutiliza este último vocablo en los periodos preelectorales de 2004-2005 y 2008-2009. Mientras el discurso de Chávez en materia internacional es abierto hacia los problemas latinoamericanos y globales, igual que su política exterior, el de Uribe es volcado hacia el interior, si acaso menciona a EE. UU. y Panamá, y se caracteriza por el chauvinismo. Ambos discursos, sin embargo, interpelan a partir de un discurso nacionalista, caracterizado por la utilización del término "patria".

Además de una apuesta analítica y metodológica novedosa que articula el análisis político con la lexicometría, una de las mayores virtudes de la obra está en la ponderación y la objetividad, puesto que es notorio un esfuerzo por escapar tanto a la autoimagen que los líderes en cuestión y sus seguidores construyeron de sí mismos, como a las distintas retóricas de sus contradictores. Con todo, cabe problematizar cuando menos dos aspectos, tanto desde el punto de vista del análisis del discurso como desde la perspectiva de la ciencia política.

Primero, aunque en un principio la apuesta del libro es ofrecer una lectura distinta de los fenómenos del autoritarismo y el populismo, a lo largo del texto estas categorías tienden a desdibujarse. La comprensión que se tiene del autoritarismo no se hace explícita ni se relaciona con el análisis del léxico de ambos mandatarios. Por el contrario, se confunde con un abstracto "personalismo" en los procesos de toma de decisiones característico de Chávez y Uribe. Respecto a la categoría de populismo, si bien González se vale de conceptualizaciones de algunos autores, no resulta claro cómo este fenómeno se vincula con la utilización de una retórica o discurso particular. En otros términos, el concepto de populismo está desarticulado del análisis del discurso en los dos casos, lo que resulta problemático, si se tiene en cuenta que enfoques para el análisis del discurso como el de Ernesto Laclau, al que no se recurre en la obra, han ligado el fenómeno del populismo a una forma de articulación del discurso político. Desde luego, este tipo de concepciones está fuera del alcance de la lexicometría puesto que, a diferencia de esta, no se enfocan en las relaciones estadísticas entre vocablos sino en los significados y las figuras de estilo. Empero, tampoco es claro si el populismo está ligado al autoritarismo o en qué grado se distancia de la democracia, en la medida en que la categoría alude invariablemente a un tipo de régimen, a un gobierno o al estilo personal de los expresidentes cuyo discurso se estudia. Finalmente, el problema del populismo no es objeto de comparación, pese a que en distintos momentos se resaltan las diferencias entre Uribe y Chávez en cuanto a su apelación al pueblo.

En segundo lugar, también es problemático el uso de las categorías de izquierda y derecha. Por una parte, y pese a que la autora advierte sobre la particularidad del caso latinoamericano (p. 22), adopta los significados que ellas adquieren en la política europea. Así, por ejemplo, el discurso de Chávez es contrastado con categorías típico-ideales de lo que González denomina "marxismo-leninismo", lo que lleva a concluir que tales categorías no hacen presencia en su retórica. De la misma forma, ese "marxismo-leninismo", reconstruido a partir de manuales y diccionarios de teoría marxista europeos, no se distingue del "socialismo", lo que supone que tal doctrina conduciría inevitablemente a una experiencia como la del "socialismo real" soviético. Al final, queda la impresión de que la definición de lo que constituye una posición política de izquierda es esencial, es decir, invariable en relación con el contexto político y social en donde se produce un discurso. Se desconoce así que la izquierda, y más en América Latina, no se reduce a "marxismo-leninismo" y que las categorías que comprende esta doctrina adquieren significados diversos de acuerdo con el contexto político en que se usan, los cuales no coinciden la mayoría de las veces con los significados precisos de los manuales y diccionarios. Por ejemplo, la referencia al "Socialismo del siglo XXI" reivindicado por Chávez es incomprensible si se reduce al "socialismo real" del siglo XX y no se reconstruye acudiendo a sus fuentes ideológicas, presentes en trabajos como los de Heinz Dieterich, Martha Harnecker o István Mészáros.