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Forma y Función

Print version ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C. vol.29 no.2 Bogotá July/Dec. 2016

https://doi.org/10.15446/fyf.v29n2.60196 

Doi: http://dx.doi.org/10.15446/fyf.v29n2.60196

«LA POBREZA»: FICCIÓN EN LOS MEDIOS, REALIDAD EN LA COMUNIDAD*

«POVERTY»: MASS MEDIA FICTION, COMMUNITY REALITY

«A POBREZA»: FICÇÃO NOS MEIOS, REALIDADE NA COMUNIDADE

Silvia Constanza Oviedo Botero**
Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, Colombia

* Este trabajo es resultado de un proceso de formación en investigación en la Maestría en Comunicación y Medios del IECO – Universidad Nacional de Colombia, coordinado por la profesora Neyla Graciela Pardo Abril.
** scoviedob@unal.edu.co

Cómo citar este artículo:
Oviedo Botero, S. C. (2016). «La pobreza»: ficción en los medios, realidad en la comunidad. Forma y Función, 29(2), 203-244.

Artículo de investigación: Recibido: 22-02-2015, aceptado: 18-05-2016


Resumen

Este trabajo propone analizar la representación de la pobreza como fenómeno social, desde la perspectiva de los medios de comunicación. Para este caso, se analizaron algunas notas de prensa del diario El Espectador, publicadas entre finales del 2013 y principios del 2014, en las que el término de pobreza evidenció diversos sentidos, que dan forma a políticas públicas o modos de vida que afectan a los sectores clasificados bajo este concepto. Se realizó una clasificación de estrategias discursivas existentes y se identificó cuáles habían sido utilizadas en las notas; luego, la información presentada mediante estas fue contrastada con la realidad social del país. Posteriormente, se revisaron estos conceptos a la luz de un marco teórico que aborda los temas de: pobreza, estrategias discursivas, representaciones lingüísticas, teorías de la comunicación y periódicos digitales. Una vez establecidas algunas referencias teóricas, se hizo posible relacionar las intencionalidades que posan detrás de las estrategias empleadas, lo cual permitió observar cómo la pobreza se convierte en un fenómeno social que se debate entre la ficción y la realidad.

Palabras Clave: Pobreza; representaciones; poder; derecho; prensa; estrategias discursivas.


Abstract

This paper intends to discuss the representation of poverty as a social phenomenon from the perspective of mass media. For this purpose, some press articles from El Espectador, published between the end of 2013 and the beginning of 2014, are analyzed where the term poverty was used with several meanings that shape public policies and ways of life affecting sectors embodied by this term. Discursive strategies were classified and identified in the press articles. Then, the information presented in the press articles was contrasted with the country's reality. These concepts were then reviewed within a theoretical framework that deals with poverty, discursive strategies, linguistic representations, communication theories and digital newspapers. Once the theoretical framework was established, it was possible to relate to one another the diverse forms of intentionality underlying the strategies used. This helped to observe how poverty becomes a social phenomenon entrenched between fiction and reality.

Keywords: Poverty; representations; power; right; newspapers; strategies.


Resumo

Este trabalho propõe analisar a representação da pobreza como fenômeno social a partir da perspectiva dos meios de comunicação. Para esse caso, analisaram–se comunicados de imprensa do jornal El Espectador, publicados entre final de 2013 e princípio de 2014, nos quais o termo pobreza evidenciou diversos sentidos que dão forma a políticas públicas ou modos de vida que afetam os setores classificados sob esse conceito. Realizou–se uma classificação de estratégias discursivas existentes e identificaram–se quais tinham sido utilizadas nos comunicados; em seguida, a informação apresentada mediante estes foi contrastada com a realidade social da Colômbia. Logo, revisaram–se esses conceitos à luz de um referencial teórico que aborda os temas de: pobreza, estratégias discursivas, representações linguísticas, teorias da comunicação e jornais digitais. Assim que estabelecidas algumas referências teóricas, fez–se possível relacionar as intencionalidades que estão por trás das estratégias utilizadas, o que permitiu observar como a pobreza se converte num fenômeno social que se debate entre a ficção e a realidade.

Palavras–chave: Direito; estratégias discursivas; imprensa; pobreza; poder; representações.


«El poder simbólico es en efecto este poder invisible
que solo puede ejercerse con la complicidad de quienes no
quieran saber que lo sufren o que incluso lo ejercen».
(BOURDIEU, 2001)

«El Espectador»

La prensa colombiana tiene una historia conflictiva, al igual que el país. El diario El Espectador fue fundado por Fidel Cano Gutiérrez el 22 de marzo de 1887, en la ciudad de Medellín. En su inicio, circuló con el eslogan de «Periódico político, literario, noticioso e industrial» (Cobos Castañeda, s.f.). Se caracterizó por ser muy profesional en sus publicaciones, lo cual lo convirtió en un referente del periodismo colombiano. En los momentos de más alta polarización política en Colombia, algunos llegaron a identificarlo como un periódico con ideales liberales, que denunció la corrupción, el narcotráfico y otros males que afectan a Colombia (Cano, 2013).

En sus primeros días, se publicaba dos veces por semana; posteriormente, pasó a ser un diario de tirada nacional. Lamentablemente para la empresa, en 2001, tras una crisis económica, la publicación se vio obligada a convertirse en semanario, y adoptó el eslogan «La opinión es noticia», como resaltando el hecho de que no tendrían noticias frescas, pero sí análisis críticos que podrían considerarse muy importantes en la configuración de la esfera pública nacional (de hecho, la publicación contribuyó en el desarrollo crítico del periodismo en Colombia). Esta crisis tuvo un fuerte impacto en la comunidad periodística nacional e internacional, que hizo préstamos sin intereses para que El Espectador, en formato impreso, volviera a ser diario, lo cual se hizo realidad a partir del 11 de mayo de 2008 (Cobos Castañeda, s.f.).

Durante su trayectoria, la sede principal sufrió un atentado por parte de narcotraficantes, quienes pusieron una bomba que casi acaba con el periódico. Además, sus directores y periodistas han sido perseguidos (Cano, 2013).

Pobreza, poder y derechos

La pobreza ha sido vista, en ocasiones, como un fenómeno no deseado, como un mal de la sociedad, un hecho desafortunado que le sucede a algunos pocos. Sin embargo, en común se entiende que es una situación que pone en desventaja y vulnerabilidad a las personas o grupos categorizados como «pobres», y generalmente se refiere a la ausencia, escasez o falta de algo. En la Real Academia Española de la Lengua (RAE), la definen como «la cualidad de pobre». El vocablo pobre, en su etimología, proviene del latín pauper ('pobre'), variación del adjetivo latino pauperis ('infértil'). Es decir, es un término que se utilizaba para referirse a quienes producían poco o a lo que no era fértil.

Por su parte, Kliksberg, en su libro Hacia una nueva visión de la política social en América Latina. Desmontando mitos (2003), opina que la pobreza deteriora severamente las familias, pues «las presiones que la pobreza pone sobre la relación familiar son las responsables de ello», enunciado que consideramos bastante preciso para describir el impacto de este fenómeno. Sin embargo, en los tiempos de la sociedad global, se evidencia otra perspectiva de la pobreza, en la que ya no solamente está relacionada con un calificativo, sino que se ha convertido en un punto de medición para evaluar la efectividad de las políticas públicas y económicas implementadas en diferentes regiones del mundo, las cuales pretenden legitimar modelos administrativos bajo la constatación del buen vivir de los integrantes de los Estados. Al menos, eso es lo que aparenta ser cada vez que esta palabra es mencionada en los discursos de diversos gobiernos, cuando dan sus triunfales balances administrativos.

En este sentido, organismos internacionales como la Organización de las Naciones Unidas (ONU), han desarrollado algunas perspectivas para analizar la pobreza. Por un lado, Consuelo Corredor Martínez (2011) habla del enfoque de las necesidades, el cual mide las necesidades básicas insatisfechas (NBI). Esto, en realidad, se inscribe en la perspectiva referida a los ingresos, pues el punto de medición de las NBI se fundamenta en la adquisición de dinero, ya que estas necesidades no se satisfacen si se gana menos de un dólar diario. La perspectiva de los ingresos pone esta línea como límite para identificar la pobreza extrema.

Finalmente, se habla de la perspectiva de los derechos, la cual considera que la pobreza es un problema de ineficiencia social que genera situaciones de desventaja, inequidad e injusticia, en las que diferentes factores políticos, económicos, sociales y culturales son barreras para el acceso a recursos financieros (enfoque de ingresos), lo cual se convierte en una falta de oportunidades que impide el ejercicio de los derechos y, por ende, el libre desarrollo de las capacidades.

En otras palabras, estas perspectivas indican, entre líneas, que la imposibilidad de ejercer los derechos es una causante de poco impulso económico individual, lo cual impide el desarrollo de capacidades y, en consecuencia, minimiza la posibilidad de tener poder. Así, la pobreza es sinónimo de falta de poder. No obstante, consideramos que el tema de la pobreza no puede reducirse exclusivamente a un factor económico, pues esto elimina la responsabilidad del Gobierno de garantizar el buen desarrollo del Estado en todos sus aspectos. Por esto, la perspectiva de los derechos y, principalmente, la de los ingresos económicos se erigen como un problema para el análisis de la situación bajo una perspectiva social y humana, ya que ocultan los rasgos principales y concretos de la pobreza que marcan la cotidianidad de quienes la sufren (como la falta de herramientas para la educación, la salud y la espiritualidad, y las limitadas posibilidades para ser y hacer).

En vía contraria a estos enfoques, las estrategias implementadas por los organismos internacionales para erradicar la pobreza, al menos en lo que corresponde a las políticas aplicadas en los años 90 (las cuales son la base del modelo actual), generaron impactos totalmente regresivos en términos de pobreza. Para la época, se instauraba la idea de que la pobreza es inevitable y, por tanto, ajena a toda responsabilidad de las políticas públicas y de las sociedades. Por ejemplo, Carlos Menem, mandatario argentino, pregonaba que el efecto de la pobreza se reduciría en algún momento como efecto del «derrame económico» que el modelo que preconizaba traería a todos los sectores (Kliksberg, 2011). Hasta el momento, esto no ha tenido lugar y, por el contrario, ha generado una crisis económica que en Argentina aún trata de resolverse.

Como Kliksberg manifiesta en su artículo «Diez falacias sobre los problemas económicos y sociales de América Latina», la gente está pidiendo cambios estructurales. La pobreza, la inseguridad, la falta de educación y otras condiciones están generando una insatisfacción generalizada en la población, y la respuesta por parte de los organismos de control ha consistido en una serie de falacias que, entre otros objetivos, procuran negar o minimizar la pobreza mediante diversos mecanismos que están en contradicción con la realidad (Kliksberg, 2006). Lo manifestado por Kliksberg es un argumento importante en la realización de este artículo, pues en Colombia las insatisfacciones sociales son perceptibles en la esfera pública y, como demostraremos a lo largo de este trabajo, hay unas claras intenciones de negarlas y minimizarlas.

Como se insinuaba previamente, el estudio de la pobreza se relaciona con el campo del poder. En el pensamiento de Bourdieu (2001), el espacio social de acción en cuyo seno se dan determinadas relaciones sociales es comprendido como campo. En este, se pueden presentar diversas formas de dominación que pueden definir la estructura social. En cada campo, las relaciones sociales son determinadas por la posesión o la producción de formas específicas de capital que son exclusivas de cada uno. Así, el filósofo entiende el poder como un campo distinto de los demás: este es un campo de fuerzas y luchas, que se define en su estructura por el estado de la relación de fuerzas entre los diferentes tipos de capital, y su caracterización tiene que ver con algo que va más allá de una mera cuestión de dominación (Bourdieu, 2001).

Este concepto es bastante útil, ya que permite delimitar una dinámica de relaciones regidas por un capital en concreto, mientras evita la fragmentación o exclusión que implica hablar de «sectores» sociales, donde el poder es un factor transversal, mas no regente. También evita tener que referirse a las «clases» sociales, término que implica analizar el poder atravesado por el tipo de relación entre estas, excluyendo capitales comunes a varias clases y que convergen en un mismo campo, como lo es el de la comunicación. Encontramos entonces, en la noción de campo, la vía que permite una mejor perspectiva de análisis respecto al poder en sí mismo.

En el espacio social, aparece la figura del capital simbólico, que es cualquier forma de capital representada o aprehendida simbólicamente en una relación de desconocimiento y reconocimiento. Más claramente, el capital simbólico es el poder de representar y otorgar valor a las formas de capital. Retomamos este concepto, ya que es clave para comprender el impacto de los medios de comunicación en la configuración social, debido a que su materia prima para ello es el capital simbólico, el cual permite estructurar prácticas sociales.

Las prácticas dadas en el espacio social generan habitus, que Bourdieu entiende como un operador de cálculo inconsciente que permite orientarse correctamente en el espacio social de manera instintiva. El autor se refiere a este concepto como una «subjetividad socializada» que no requiere reflexiones previas. Es por esto que Accardo, citado por Bourdieu (2001), afirma que «el habitus es una estructura interna permanentemente en vías de reestructuración».

Precisamente, esa capacidad de reestructuración la poseen los medios de comunicación y las ramas del poder público. Esta posibilidad se funda en la premisa de que el poder simbólico se materializa en la autoridad jurídica, de manera que se instaura en el derecho la objetivación de la visión dominante, la cual pasa a ser reconocida como legítima. El derecho, en esta concepción, es el resultado de una decisión estratégica, adoptada en función de unos intereses ligados a la acumulación de diferentes tipos de capital o poder. El poder simbólico es, en efecto, este poder invisible que solo puede ejercerse con la complicidad de quienes no quieren saber que lo sufren o que, incluso, lo ejercen (Bourdieu, 2001).

Bourdieu, al referirse a los sistemas simbólicos como estructuras estructuradas (condición que permite ejercer un poder estructurante), destaca como instrumentos para el ejercicio de la violencia simbólica a los medios de comunicación, en los que interactúan la lengua y la cultura vs. el discurso o comportamiento. Como sistemas simbólicos, el arte, la religión y la lengua son estructuras estructurantes que solo pueden ejercer un poder estructurador, en tanto que son estructurados. El poder simbólico es un poder de construcción de la realidad que aspira a establecer un orden gnoseológico: el sentido inmediato del mundo (y, en particular, del mundo social), lo cual supone lo que Durkheim, citado por Bourdieu (2001) llama el conformismo lógico, es decir, «una concepción homogénea del tiempo, del espacio, del número, de la causa, que hace posible el acuerdo entre las inteligencias».

Todo lo anterior describe una parte del funcionamiento de la cultura dominante, la cual se torna importante para este trabajo, en línea con el siguiente texto extraído del libro Poder, derecho y clases sociales de Pierre Bourdieu (2001, p. 93):

La cultura dominante contribuye a la integración real de la clase dominante (asegurando una comunicación inmediata entre todos sus miembros y distinguiéndolos de las otras clases); a la integración ficticia de la sociedad en su conjunto, y por tanto, a la desmovilización (falsa conciencia) de las clases dominadas; a la legitimación del orden establecido mediante el establecimiento de distinciones (jerarquías) y la legitimación de estas distinciones. Este efecto ideológico lo produce la cultura dominante disimulando la función de división bajo la función de comunicación: la cultura que une (medio de comunicación) es también la cultura que separa (instrumento de distinción) y que legitima las distinciones obligando a todas las culturas (denominadas como subculturas) a definirse por su distancia respecto a la cultura dominante.

El poder simbólico tiene la capacidad de crear ideología, pues puede hacer ver, creer, transformar la visión que tenemos del mundo. Cuando estas ideas se han generado en la mente, el comportamiento, la acción sobre el mundo, también cambia, sin necesidad de acudir a la fuerza física o a recursos económicos. Según Bourdieu, esto significa que dicho poder no reside en los sistemas simbólicos bajo la forma de una «fuerza ilocutiva», sino que se define en y por una relación determinada entre quienes ejercen el poder y quienes lo sufren, es decir, en la estructura misma del campo donde se produce y reproduce la creencia. Lo que genera el poder de las palabras y las palabras de orden, el poder de mantener el orden o de subvertirlo, es la creencia en la legitimidad de las palabras y de quien las prONUncia, razonamiento que parece bastante acertado cuando se constata con la realidad de la prensa y la opinión pública.

Retomando a Kliksberg, (2003), la política social es un actor estratégico del futuro en sociedades golpeadas por la pobreza. Es por eso que la visión que se tiene, como sociedad, sobre un tema tan álgido es importante, pues es a partir de esta que se adoptan las políticas públicas apropiadas que pueden contribuir significativamente a la solución del problema. Sin embargo, si la visión es errónea y da lugar a políticas débiles y aisladas, el deterioro social seguirá aumentando. Esta razón recuerda la importancia de analizar la visión que la prensa está generando en la sociedad, siendo conscientes, gracias a nuestra cotidianidad, de que es la prensa la que genera las discusiones diarias de los ciudadanos, es decir, es la que establece la agenda pública e, incluso, brinda los argumentos.

Representaciones

Partiendo de la idea de que el lenguaje no es un punto de menor relevancia, ya que expresa con frecuencia concepciones subyacentes muy arraigadas de las cosas (Kliksberg, 2003), es importante abordar el tema de las representaciones, para entender cómo se está construyendo el imaginario público sobre la pobreza desde la prensa escrita. La construcción de la cultura, el poder, el discurso, la política, la vida y la ideología dependen del uso de los conceptos y su ordenamiento, factores que determinan las relaciones sociales desde la creación de sentidos, fenómeno que para ser comprendido requiere de las teorías del campo del lenguaje. Así lo manifestaba Foucault, cuando afirmaba que «no hay relaciones de poder que no estén atravesadas por el sentido» (Hall, 1997). Sin embargo, el sentido no pertenece meramente al campo de estudio del lenguaje. Es por esto que se habla de representaciones, las cuales, según Foucault, «trabajan tanto por medio de lo que está mostrado como de lo que no se muestra» (Hall, 1997).

La representación, según Hall, es el proceso mediante el cual los miembros de una cultura usan el lenguaje para producir sentido. El sentido, por su parte, refiere al significado que se le otorga a las cosas, el cual se construye en un proceso de significación que relaciona conceptos con objetos (codificación) y que, a su vez, debe ser interpretado (decodificado) para develar la relación entre los elementos mencionados, de manera que se encuentre un mensaje con sentido. En esta práctica comunicativa, es donde constantemente se construye el sistema de representaciones que produce sentidos en cada cultura.

Stuart Hall, al igual que muchos lingüistas que teorizan sobre el proceso de la comunicación, da importancia al rol del emisor y del receptor. En este proceso, el primero es quien cifra o codifica la idea (la crea), es decir, es quien transmite el mensaje por medio de diferentes signos, mientras que el segundo es quien descifra el código para recibir el mensaje. Según lo descrito por este autor, para que la comunicación sea efectiva, es indispensable que tanto el emisor como el receptor compartan los mismos códigos, por ejemplo los mismos gestos o el mismo idioma, conocimientos, experiencias e, incluso, la clase social. Cada significante dado o codificado con sentido debe ser interpretado significativamente o decodificado por el receptor (Hall, 1980), y esto depende de los códigos que ambos tienen en común.

La cuestión de la representación puede ser abordada desde tres enfoques: el mimético o reflectivo, el constructivista y el intencional. El primero de ellos propone una relación directa y transparente de reflejo o imitación entre palabras (signos) y cosas; el segundo afirma que las cosas no significan por sí mismas, sino que el sentido es construido a través de sistemas representacionales; mientras que el tercero afirma que las palabras significan lo que el autor pretende que signifiquen. Todo lo anterior se hace a través del lenguaje, entendido como un sistema de signos (formas) que permiten comunicar y construir sentido. Este es el elemento común que permite al espectador interpretar un discurso, es decir, el modo de representar conocimientos mediante un conjunto de aserciones que permite al mismo lenguaje hablar, lo cual, según Foucault, convierte al espectador en sujeto.

Según este mismo autor, el sentido atraviesa relaciones de poder, lo cual implica una lucha por la producción de sentido, en la que se refiere a factores de fuerza, dominación y capacidad. Como se ve reflejado en la historia universal, la lucha por el poder ha moldeado las distintas formas organizativas de la humanidad, conformando sociedades que en su interior están bajo diversas tensiones o conflictos que tienen como fin la toma del poder. Dichas tensiones se presentan tanto a nivel macro (sociedades, estados, relaciones internacionales), como a nivel micro (vecinazgo, roles familiares, autonomía).

En este punto, el factor de la capacidad se presenta como un eje fundamental para el ejercicio del poder, tanto a nivel macro como micro. Según el diccionario de la Real Academia Española, capacidad es «aptitud, suficiencia, posibilidad». Este concepto, desde el enfoque de los derechos, se usa para decidir y optar por el ser y el hacer, cualidades que son el fundamento de la justicia. En otras palabras, si una persona no tiene la suficiencia, la aptitud o la posibilidad de decidir lo que quiere hacer con su vida, no tiene poder.

El desarrollo económico incluyente

Según el trabajo de la profesora Consuelo Corredor Martínez (2011), el estudio de la pobreza puede abordarse desde dos perspectivas: 1) enfoque de necesidades, que mide las necesidades básicas insatisfechas, 2) enfoque de ingresos, que mide la relación con respecto a la línea de pobreza y la línea de indigencia. Los enfoques utilizados por la autora para comprender la pobreza se basan en el factor económico.

Sin embargo, como punto de vista para la superación de esta condición, Corredor Martínez (2011) utiliza la perspectiva de los derechos, en la cual la pobreza es una situación en la que confluyen, simultáneamente, diversos factores que se convierten en «barreras para el ejercicio de los derechos, por la ausencia de oportunidades que limita las capacidades». Desde esta perspectiva, es de resaltar el hecho de que para acceder a los «derechos», los ciudadanos deben tener «capacidad» económica de hacerlo o, visto de otra manera, los derechos son concebidos como un privilegio al que los pobres no tienen acceso.

En efecto, la ausencia de oportunidades hace que las personas estén impedidas para desarrollar sus capacidades y ejercer en forma efectiva sus derechos. Esto, en realidad, devela una falla en la definición de derechos, la cual limita el término a una posibilidad económica, dejando de lado los derechos humanos, que deberían ser inherentes a la capacidad adquisitiva. Como propuesta para salir de la pobreza, Corredor Martínez plantea la reorientación de las políticas públicas hacia el restablecimiento y garantía de los derechos, acabando con la ineficiencia social.

Sin embargo, los gobiernos de hoy en día no cuentan con la capacidad de garantizar todos los derechos a todos los ciudadanos, por lo que han optado por establecer un mínimo vital de derechos para medir la pobreza. Estos son: el derecho a la subsistencia, los bienes de mérito y las prestaciones esenciales. La medida llama a los gobiernos a garantizar educación y trabajo, pues dados los bajos niveles de formación, existen empleos precarios sin acceso a la seguridad social, trabajos temporales y trabajos informales, lo cual representa una carencia de oportunidades para iniciativas productivas y, en consecuencia, representa barreras de acceso a recursos financieros (Corredor Martínez, 2011).

Es importante recordar que estos llamados los reciben quienes entienden la pobreza desde una perspectiva de ingresos. Lo anterior se evidencia en que la propuesta de desarrollo económico incluyente pretende potenciar las capacidades productivas de la población en pobreza y vulnerabilidad, para ampliar sus oportunidades en materia de generación de ingresos y empleo, «para que puedan ejercer con autonomía sus derechos como ciudadanos y mejorar su calidad de vida» (Corredor Martínez, 2011).

Teniendo en cuenta otros aspectos de la vida en comunidad, la visión de la pobreza como falta de acceso a recursos financieros es bastante reducida y deja de lado aspectos fundamentales para el desarrollo humano, como el acceso al conocimiento o el desarrollo de valores como la solidaridad, la ética, y la obtención de armonía y equilibrio con el entorno. El desarrollo económico incluyente no considera, por ejemplo, el tema de la desigualdad que surge de la concentración y la polarización de capitales en pequeños sectores de la población que defienden este egoísmo, con el argumento de que un grupo reducido que amplía sus capitales tendrá fuerte poder de inversión y dinamizará la economía invirtiendo, con lo que se presenta las desigualdades como parte del camino al progreso económico (Kliksberg, 2011).

Además, a partir del corpus analizado, es claro que hay una constante contradicción entre los datos de reducción de pobreza entregados por el Gobierno nacional y la realidad de los pobres, lo cual podrá evidenciarse a lo largo de este artículo.

Las políticas públicas al servicio de los derechos

Una experiencia del desarrollo económico incluyente se dio en Bogotá. De esta experiencia, Corredor Martínez (2011) concluye que «los esfuerzos y recursos destinados a la inclusión social no constituyen un gasto sino una verdadera inversión, en tanto potencian las capacidades de las personas y de los territorios que habitan, las habilita para ser generadores de riqueza y ser sujetos activos en el ejercicio de la ciudadanía y en la construcción de democracia». A esto se contrapone la idea de Kliksberg (2003), quien afirma que con el lenguaje las autoridades nos hacen entender que la inversión social no es más que un gasto, premisa que se repite soslayadamente en algunos de los artículos aquí trabajados.

Según Corredor Martínez (2011), la pobreza adquiere un carácter multidimensional y multicausal, en tanto son diversos los factores de orden social, económico, político y cultural que se conjugan para configurar una situación en la que las personas padecen la vulneración de sus derechos. La perspectiva de los derechos contribuye a reexaminar el problema de la pobreza más allá del ingreso y de las carencias materiales, para verla integralmente, como una situación de inequidad y de injusticia.

En la presente década, acuerdos internacionales, entre los que se destacan el Pacto Internacional de los Derechos Económicos, Sociales y Culturales (DESC) de la ONU, así como los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM), liderados por el mismo organismo, y La Carta Mundial por el Derecho a la Ciudad, promovida desde el Foro Social de las Américas, han pasado a redefinir el sujeto social, ahora como sujeto de derechos. De esta manera, se toma distancia de la visión de las personas como sujetos de necesidades. Dicho de otra forma, el centro de análisis ya no son las carencias materiales y cómo medirlas, sino que son los derechos de las personas y cómo restablecerlos y garantizarlos. Aun así, se trata de una estrategia discursiva, pues la visión de los derechos, como ya se ha mencionado, sigue siendo económica.

Actualmente, en varios países afines a la ONU, entre los que se cuenta Colombia, están implementando el Plan de Desarrollo del Milenio que está programado hasta el 2015. Este plan, en el gobierno de Juan Manuel Santos, se ha basado en el desarrollo de «locomotoras», es decir, el impulso de sectores económicos importantes. Su desarrollo, en lugar de reducir la pobreza y sus efectos, ha generado aumento de la inversión extranjera y de la incidencia del mercado colombiano en el mercado internacional, lo cual ha contribuido al aumento de las condiciones paupérrimas que han generado paros, movilizaciones y protestas de los sectores pobres del país. Es una realidad difícil de negar.

Estrategias discursivas

La implementación de diversas políticas públicas que esconden tras de sí una concesión económica, contrato o negocio, se realiza, entre otras, a través de estrategias discursivas. Una estrategia discursiva, según Sal Paz y Maldonado (2009), es un plan que un hablante lleva a cabo con un fin determinado y que está en función de la situación interactiva en la que se encuentra. Para su composición, las estrategias se valen de recursos gramaticales y pragmáticos que pueden dar cuenta de una planificación discursiva particular, la cual se revela a partir del análisis de los textos y sus contextos (Menéndez, 2000, pp. 923-946).

Estos «procedimientos retóricos» pueden ser entendidos como «modos de decir o de expresar que tienen como finalidad resultar atractivos para los interlocutores» (Sal Paz & Maldonado, 2009). Tales formas pueden ser expresadas en la vida cotidiana espontáneamente o pueden ser previamente configuradas, pero sin importar el procedimiento, siempre son resultados de la creación aplicados al uso lingüístico.

Teniendo como punto de partida que estos enunciados pretenden atraer la atención, se puede observar en ellos una fuerza ilocutiva, o sea, la intención de lo que se comunica (afirmar, mandar, aconsejar, consolar, prometer), y a su vez, un efecto perlocutivo, que es el resultado en el receptor de la intención emitida. En este sentido, para el análisis de los recursos expresivos, se parte de la unidad básica conocida como figura, que es una «combinación de elementos lingüísticos o de sentido que provoca un efecto estético y persuasivo en el receptor». Al respecto, Robrieux (1993, citado en Sal Paz & Maldonado, 2009) distingue cuatro tipos de figuras:

  • Figuras de palabras: se elaboran a partir de operaciones que se aplican al nivel fónico/gráfico, morfológico o léxico de palabras relacionadas entre sí. Uno de los procedimientos más básicos y eficaces es el de la repetición, factor expresivo que focaliza la atención y puede lograr efectos de intensificación, de liturgia o de encantamiento (rima, aliteración, paronomasia, juegos ortográficos, reduplicaciones, anáforas, etc.).
  • Figuras de construcción: se basan en procedimientos que afectan a la sintaxis: 1) supresión de elementos o introducción de disrupciones en el orden canónico de la frase, o 2) repetición del mismo esquema o establecimiento de simetrías (elipsis, asíndeton, paralelismo, antítesis).
  • Figuras de pensamiento: bajo esta rúbrica se agrupan las figuras que juegan con los conceptos representados por palabras, pero también operaciones más complejas y macroestructurales, basadas en relaciones entre ideas y en otras operaciones cognitivas (paradoja, hipérbole, lítotes, eufemismo, etc.).
  • Figuras de sentido (tropos): están relacionadas estrechamente con los procesos de significación por analogía o por otros tipos de relación entre los rasgos de un objeto (comparación, metáfora, metonimia) (Calsamiglia Blancafort & Tusón Valls, 2002, pp. 337-352; Sal Paz & Maldonado, 2009).

A continuación, en la Tabla 1, se describen los planes de acción que orientan una estrategia discursiva, según Ruth Wodak (2000, citada en Sal Paz & Maldonado, 2009).

Por su parte, afirman Sal Paz y Maldonado (2009) que el reconocido analista del discurso T. van Dijk, en su producción intelectual del año 2003, considera que la estrategia básica de todo discurso ideológico consiste en:

  • Hablar de nuestros aspectos positivos; no hablar de nuestros aspectos negativos.
  • Hablar de sus aspectos negativos; no hablar de sus aspectos positivos.

Con esa metodología, que se extiende un poco más allá, aparecen algunas categorías para observar la forma en que las ideologías intervienen en un discurso:

Por su parte, Kliksberg (2006), en el análisis que hace sobre las falacias empleadas por los gobiernos frente a los problemas económicos y sociales, establece que el discurso público latinoamericano tiende a la negación o minimización del problema. Según el autor, la falacia funciona a través de diversos canales:

  • Relativización de la situación: «Pobres hay en todos lados».
  • Desagregar los datos y tener una perspectiva comparada e histórica para saber cuál es la situación real.

El análisis de esta falacia es culminada con un análisis de contexto que se torna relevante para entender la importancia del uso del lenguaje: «[...] en vastas áreas de América Latina, es muy difícil reflejar la realidad con ese lenguaje. La pobreza es extensa, diversificada, y tiene actualmente incluso una fuerte expresión en las clases medias, en donde el deterioro de sus bases económicas ha generado un estrato social en crecimiento denominado "los nuevos pobres"». (Kliksberg, 2006, p. 3).

Análisis del discurso

El discurso puede ser analizado mediante la revisión de la gramática. Fowler y Kress (Romero Flórez, 2000) proponen como focos de análisis:

  • Gramática de la transitividad: relacionada con acontecimientos, estados, procesos, predicados y acciones expresadas mediante verbos.
  • Gramática de la modalidad: vinculada con relaciones, actitudes, actos verbales expresados mediante adverbios modales; pronombres demostrativos, pronombres personales y auxiliares modales.
  • Transformaciones: son manipulaciones del material lingüístico, expresadas mediante nominalizaciones, pasivizaciones; prioridades temáticas, movimiento, levantamiento del negativo, levantamiento de frases nominales y extraposición.
  • Gramática de la clasificación: relacionada con el ordenamiento lingüístico del mundo mediante palabras seleccionadas (uso), relexicalización, sobrelexicalización, reetiquetación, sinónimos o cuasisinónimos, adjetivos.
  • Coherencia, orden y unidad del discurso: es la forma de construir un discurso coherente, de interrelacionar los acontecimientos, las secuencias, la importancia y la interdependencia.

Las categorías anteriores pueden facilitar el trabajo para la primera etapa de análisis del discurso, según la teoría de Fairclough, planteada por Romero Flórez (2000), quien indica que en esta fase se revisa el vocabulario, la gramática y las estructuras textuales (el método es expuesto más ampliamente en la teoría de Fowler y Kress, recopilada por Romero Flórez —2000—). En una segunda etapa, Fairclough propone interpretar la relación entre el texto y la interacción, para lo cual establece seis procedimientos en seis dominios de interpretación. En la tercera y última etapa, propone establecer la relación entre la interacción y el contexto social, analizando los determinantes sociales, ideologías y efectos.

Proceso metodológico

El presente análisis inició con la revisión de un corpus de más de 100 notas de prensa que contenían el término pobreza como eje temático, publicadas entre finales del 2013 y principios del 2014 en el diario El Espectador. A partir de este corpus, se seleccionaron diez artículos que abordaban diversos enfoques de la pobreza (social, económico, estadístico, político) y que revelaban intereses desde las voces que los escribían (columnistas, ministros).

A la luz de las estrategias discursivas presentadas por Romero Flórez (2000), se estableció un procedimiento de análisis de enunciados sobre las notas, a partir de la identificación del uso de alguna de estas estrategias. El análisis se complementó con los estudios previos de Kliksberg sobre el mismo tema en Latinoamérica. A esto, se sumó la teoría de Bourdieu, que permite relacionar la comunicación, el poder y la estructura social del derecho, base importante para comprender los procesos que llevan a la creación de políticas públicas.

Una vez establecido el marco teórico, se procedió a seleccionar un corpus de estrategias discursivas a analizar y, luego, se crearon tablas (una por artículo) que fueron utilizadas de la siguiente manera: primero, se introdujeron, en la columna izquierda, una serie de enunciados previamente seleccionados. Luego de esto, en la columna central, se escribieron las estrategias identificadas para cada enunciado. Finalmente, en la tercera columna, se introdujo la nueva lectura del enunciado tras el desmonte de la estrategia discursiva. Esta tercera columna es clave, pues no solo contiene el análisis de cada microestructura, sino que además, al ser leída en su totalidad, permite hacerse una idea de la macroestructura del discurso sobre la pobreza. Leer esta sección será como leer un artículo completamente diferente al inicial.

Contexto nacional

Colombia viene de un proceso político–social aparentemente transitorio, bajo el mandato del presidente Álvaro Uribe Vélez (2002–2010), en el que hubo un enfoque basado en la guerra y el combate de las insurgencias. En este periodo, según el profesor Fabio López de la Roche, en su libro sobre las Ficciones del poder (2014), los medios de comunicación jugaron un rol principal en la generación de un imaginario de unidad nacional que, a partir de estrategias discursivas, permitió consolidar una ideología hegemónica basada en el discurso de la seguridad democrática.

Posteriormente, Juan Manuel Santos, quien fue Ministro de Defensa en el gobierno de Uribe, asumió la gobernanza del país basado en un discurso de paz que, en últimas, también busca la desmovilización de las guerrillas. En este panorama, Santos y Uribe, los dos ex–amigos y colegas, entraron en una disputa mediática que los llevó a figurar como opositores. Sin embargo, y a pesar de las marcadas diferencias, en sus discursos se evidencia un fuerte interés por el desarrollo económico del país a partir de una concepción de mercado neoliberal. En esta concepción, se recurre fuertemente al uso del concepto de pobreza para permitir las «jugadas» necesarias en la promoción de políticas públicas. Lo anterior se evidencia en el análisis de las notas presentado a continuación.

Análisis de noticias

En las notas de prensa analizadas (ver anexos) resaltan varias estrategias discursivas que permiten identificar lo que en realidad se está diciendo, es decir, el acto ilocutivo. Si hiciéramos un texto con la interpretación de la columna derecha de las tablas, se obtendría un texto bastante diferente.

Una de las estrategias más empleadas es la de clasificación, con la que se aprovecha para cualificar lo positivo como negativo y confundir al dar una perspectiva esperanzadora. Además, en cuanto a la gramática de la transitividad, altamente empleada, se evidencia un indicio de movimiento ascendente en los verbos empleados. Estos verbos, al ser puestos junto a las palabras que refieren a pobreza, a pesar de lo que esta significa, dan una sensación positiva y de estabilidad. Finalmente, es de resaltar el empleo de prioridades temáticas, en las que palabras como economía, empleo e inversión, son altamente reiterativas, de manera que llevan a las personas a pensar en estos temas, y no en la pobreza en sí.

Dichos mecanismos son utilizados como estrategias argumentativas, según Van Dijk y Wodak, y los entendemos como «modos de decir o de expresar que tienen como finalidad resultar atractivos para los interlocutores» (Sal Paz & Maldonado, 2009). En los artículos, también se encuentran algunas de las figuras estipuladas por Robrieux, como veremos a continuación.

Figuras de pensamiento

En el siguiente extracto, se encuentra un potencial ejemplo de eufemismo utilizado para desviar la atención del concepto central (desempleo) que viene a ser sustituido por el de informalidad laboral, que en Colombia se conoce como «el rebusque» y que sirve para inflar las cifras de disminución del desempleo en el país, a partir de la suposición de que quien trabaja en la calle también es un «empleado».

Vemos, además, cómo el término referente al desempleo se mezcla con el adjetivo altos, lo cual está representando ilocutivamente, mediante esta figura, el aumento del desempleo.

Figuras de sentido (tropos)

Se evidencia un proceso de significación mediante la metáfora, para dar un sentido irónico a la crítica que hace este autor acerca de las políticas gubernamentales.

Como se alcanza a percibir, el autor evita decir directamente una de las pocas críticas presentadas en los artículos que conforman el corpus y emplea un tropo para hacer entender que el discurso oficial sobre la pobreza no es lo que aparenta ser.

Argumentación: comparación

El autor del siguiente enunciado sustenta su afirmación de que la pobreza ha descendido, sobre la base de la comparación del nivel de ingresos de los pobres con el de los ricos.

Hablar de aspectos positivos, no de los negativos

Como puede evidenciarse en el artículo siete, no hay mención alguna por parte del presidente y del autor del artículo acerca los aspectos negativos de la pobreza y de las políticas implementadas. Por el contrario, como lo anuncia el título, todos los argumentos se dirigen a respaldar lo realizado por el Gobierno.

Negación o minimización (Kliksberg, 2003)

En detalle, se observa que la pobreza tiende a ser negada o minimizada en varios de los artículos, utilizando algunas de las estrategias descritas por Kliksberg, que incluyen la relativización de la situación: «Pobres, pero minoritarios», que, según el investigador, es el tipo de respuesta utilizado por algunas autoridades públicas, cuando se les preguntaba sobre el ascenso de las cifras de pobreza en su país. Además, se utiliza la comparación histórica: «Los avances en vivienda y agua de este gobierno son motivo de satisfacción».

A esta negación se agrega el hecho de que el énfasis de la mayoría de los artículos se dirige a la prosperidad económica de la gran industria colombiana, de la inversión extranjera, de la inversión «social» en infraestructura, en la generación de empleo y disminución del desempleo. Así, la pobreza, más que representada, está siendo sustituida por una representación del desarrollo económico industrial, no incluyente, que se solapa sobre la situación de desigualdad. Además, hay una serie de cifras y datos inflados que surgen de criterios que entienden la pobreza como una situación de desventaja única y exclusivamente monetaria, en la que un empleado es aquel que está ocupado ganando dinero, sin hacer distinción entre trabajo formal o informal (Caracol noticias, 28 de septiembre del 2014, emisión de las 7 pm).

De igual forma, en la estrategia de la clasificación, se están utilizando adjetivos y adverbios que brindan, paradójicamente, una idea positiva de la pobreza: al minimizar sus impactos («pequeño descenso —0.3%—»); al relacionarla con otros factores, como la salud («desnutridos», «enfermos»); al desviar la atención hacia otros factores («extranjera», «privado»); al hacer incluyente un factor: («infraestructura social»); al evitar el lenguaje directo («altos índices de informalidad laboral»). Se observa constantemente el interés por disminuir los impactos de la pobreza, por decir de manera opuesta lo negativo (en vez de desempleo, se usa altos índices de informalidad); y por emplear un lenguaje, a veces, muy elaborado (lo que puede dificultar la comprensión de las implicaciones del término en algunos sectores sociales). Lo anterior se apoya, entre otras, en el uso de verbos que representan acciones respecto a la pobreza y que hemos identificado como gramática de la transitividad. A continuación, se presenta una muestra de análisis de uno de los artículos.

En la primera columna, aparece la expresión «700 mil personas dejaron de ser pobres extremos». El verbo dejaron se encuentra conjugado en tiempo pretérito perfecto simple del indicativo, lo cual indica una acción pasada y finalizada. Como puede leerse en la tercera columna, que corresponde a la de la reescritura, se indica que, al utilizar el verbo dejar en pasado, se está refiriendo también a que se superó la condición de pobreza extrema. Por tanto, esta es una estrategia de negación de la condición que claramente existe en las calles colombianas, como se puede ver en el nuevo Bronx de Bogotá.

Son muy llamativas estas incoherencias entre la realidad y las cifras dadas, incluso dentro de los mismos textos que, como expresamos en la descripción del corpus, hacen parte de un corto periodo de no más de seis meses. En estos artículos, encontramos el siguiente dato, que difiere bastante del previamente dado.

En la tabla inmediatamente anterior, se habla de 1.7 millones de personas que salieron de pobres, mientras que en la previa se informaba una cifra de 700 000. Además, en uno se hablaba de pobreza extrema y no se refería a la pobreza; mientras que en el otro solo se habla de pobreza sin hablar de la extrema. Es importante recalcar que no se informa la manera en la que se obtuvieron estos datos, ni cuáles son los criterios que se emplearon para clasificar a las personas entre pobres, pobres extremos y ricos.

Luego, los verbos que aparecen en indicativo presente sirven como puente para introducir el tema del desarrollo económico, tal como puede observarse a continuación.

Nuevamente, en la primera columna, se evidencia el uso de un verbo en indicativo presente, «están asociadas» – «se asocian» que, en este caso, sirve para introducir el tema de la renta baja, a partir del término pobreza. De esta manera, se lleva al lector a relacionar el hecho de la pobreza con una falta de desarrollo económico, lo cual no es más que una forma de introducir en el pensamiento la idea de la necesidad de la renta alta. Además, en este mismo orden gramatical, aparece constantemente el uso de verbos en infinitivo, palabras que son utilizadas con el fin de movilizar hacia el apoyo o justificación de la implementación de inversiones extranjeras, y de las concesiones de recursos naturales y territorio nacional, o lo que se conoce como el impulso al desarrollo económico mediante las locomotoras del desarrollo, propuestas por el gobierno de Santos.

En el primer ejemplo, se emplean los verbos en presente («permite», «generan», «ayudan»), acompañados de los verbos infinitivos («reducir», «librar»). En el segundo ejemplo, que hace parte del mismo artículo, se introduce inmediatamente: «financiar las concesiones de 2014». En este punto, el tema de la pobreza parece ser empleado como argumento para justificar la necesidad de capitales extranjeros que, como los tratados de libre comercio (TLC), han traído más pobreza para el campo y la industria colombiana. Mientras tanto, en el tiempo futuro se habla de las mejoras que dichas inversiones producirán. Es importante recalcar que la percepción de pobreza manejada es la de Corredor Martínez (2011) y la ONU, desde la perspectiva de la falta de oportunidades. Y el aumento de las oportunidades para los colombianos es algo que se menciona en las notas. Parecen decir que puede que sigan pobres, pero tienen oportunidades. Aun así, no se evidencia ningún esfuerzo por ocultar que dichas oportunidades benefician principalmente a diversos sectores económicos, como mostraremos a continuación.

Mediante el futuro simple del verbo ser, se indica que la entrega de viviendas de interés social (frente a las cuales, dicho sea de paso, existen varias inconformidades) no es una estrategia para solventar la pobreza como tal, sino para dinamizar el sector de la construcción, es decir, para equilibrar el problema de oferta–demanda que tenía frenada la economía de la construcción en Colombia. Entonces, se realiza una inversión de dineros estatales para constructoras privadas, que no solucionan el tema de la pobreza.

A esto, ha de agregarse la preocupante utilización del término pobreza como argumento para introducir al lector en el mega–tema de la inversión extranjera. No solo se representa la pobreza como algo superado, casi inexistente y en vías de solución, sino que se utiliza como sustento para justificar los altos índices de inversión y explotación extranjera. Se está diciendo a los pobres que su situación de desventaja y desigualdad será superada gracias al apoyo de la multinacional, gracias a la carretera que atravesará su vivienda, gracias a la presencia del ejército y a la desviación de recursos hacia las grandes empresas. Así mismo, como dicen: «les damos viviendas gratis para fortalecer sector de la construcción». Con estas representaciones, queda preguntarse: ¿dónde está el problema social de la pobreza?

Es notable la falta de reflexiones respecto a los ámbitos social, educativo y de salud, en relación con la solución de la pobreza. Sin embargo, es relevante el uso de estos ámbitos, dentro de una gramática de la clasificación, para referirse a los pobres. Esta estrategia es utilizada por los autores de los artículos, que tratan el tema con los adjetivos «desnutridos», «analfabetas», «desempleados».

De los artículos explorados, muy pocos se dieron a la tarea de analizar esta situación (dentro del corpus presentado, solo dos). Estos autores presentan una crítica a las versiones entregadas por el gobierno sobre la pobreza (varias de ellas a través del mismo diario) y tratan de comprobar, con sus reportajes, las incongruencias entre lo que se dice oficialmente y lo que se vive en los rincones del país. Las cifras no concuerdan y la percepción de la gente no es tan positiva como la del gobierno. De hecho, en los artículos cuya línea coincide con el discurso gubernamental, no se utiliza el término desnutrición o enfermedad.

Es interesante ver, también, cómo el diario El Espectador presta su espacio para que el Gobierno hable, como decíamos anteriormente, al publicar un artículo escrito por el Ministro de Vivienda de Colombia. A esto, se suma la repetición de discursos de algunos de sus periodistas en las notas informativas, exceptuando claramente los dos artículos de carácter crítico mencionados que, entre otras, no están incluidos en la sección de noticias, sino de opinión. ¿Está la prensa colombiana dejando de lado la investigación sobre la pobreza en los aspectos que van más allá del económico? ¿Es la opinión la única forma de contrastar la verdad sobre la pobreza en Colombia?

Es importante retomar las conclusiones de Kitzberger (2008), quien afirma que los pobres difícilmente se constituyen como sujetos con voz propia en la esfera pública, lo cual se evidencia en el hecho de que los autores de un periódico son, por lo regular, profesionales del periodismo, lo que implica una carrera y una estabilidad económica, con todo lo que mantenerla implica. Además, El Espectador presta su espacio para que redacten agentes del gobierno o altos académicos que, en las piezas abordadas, no interlocutan con pobres para la redacción de sus artículos. A continuación, presentamos cuatro autores del corpus analizado:

  • Jorge Iván Cuervo R.
  • Agencia EFE
  • Luis Felipe Henao Cardona (Ministro de Vivienda, Ciudad y Territorio)
  • Wilson López López (Profesor asociado de la Pontificia Universidad Javeriana, líder del Grupo de Investigación Lazos Sociales y Culturas de paz. Editor de la revista Universitas Psychologica)

Continúa el texto de Kitzberger (2008, p. 81): «Los medios hablan de pobreza (la mayor parte de las veces) estimulados por actos rutinarios de burocracias públicas y privadas tales como la publicación de informes estadísticos y demosociales por parte de agencias». Y para el caso del corpus analizado, se repiten datos otorgados por el Departamento Administrativo Nacional de Estadística (DANE), una entidad gubernamental. Además, para el caso particular de análisis, se encuentra un artículo escrito por un alto funcionario del gobierno, cabeza de un ministerio, lo cual hace dudar sobre el interés tanto del medio como del gobierno con este texto.

Prioridad temática

Además de las gramáticas de la transitividad, se presentan estrategias que ponen en relieve temas específicos, en este caso, el tema de la economía y los entes financieros, como en el ejemplo que sigue.

Algo interesante en este apartado es que los constructores y los bancos, dos representantes del capital privado, son puestos al mismo nivel de la nación y los entes territoriales para la solución de los problemas sociales del país. Con esto, se expresa una intrínseca relación y dependencia respecto a estas figuras, que toman protagonismo en el corpus. En el mismo sentido, se evidencia el tema de los términos que se deciden utilizar para representar las problemáticas sociales: por un lado, ocultan información importante para las personas que no tienen conocimientos respecto a un temario; por otro, dirigen el discurso hacia un aspecto determinado.

En la Tabla 14, se observa una prioridad temática en relación conla brecha vertical de pobreza, que tiene que ver con la oferta y demanda e implica menores inversiones de capital para el Gobierno. Sin embargo, si el Gobierno se enfocara en la brecha horizontal, que se relaciona con las condiciones de vida (salud, educación, vivienda), debería invertir mucho más capital. Así, tras una ligera explicación dada en este artículo, el resto de este prioriza la importancia de cerrar la brecha vertical de pobreza, temática que se repite en el resto de los artículos.

Con todo lo anterior, se evidencia no solamente un claro uso de estrategias discursivas, usos gramaticales, voces del emisor y construcción de representaciones, sino que se muestra también un velado juego de poderes entre prensa, Gobierno y sociedad civil. En análisis más detallados, se evidenciaría la profundidad de la crisis social que se intenta ocultar y que debe ser identificada tanto por lectores, como por redactores; sea con un modelo similar a los ya propuestos, o mediante uno nuevo.

Conclusiones

El análisis presentado permite identificar varios usos de la pobreza con intereses políticos y económicos, en los que la tendencia discursiva, basada en el uso de estructuras gramaticales reiterativas, enfoca la pobreza hacia un objetivo específico:

  • Negar o minimizar la existencia de la pobreza: a través de la estrategia de la clasificación y la transitividad, se le asigna al término una diversidad de cualidades que habitualmente se relacionan con cosas positivas (clasificación), y se habla de este tema en pretérito perfecto, tiempo pasado, lo que brinda una idea de haberlo superado (transitividad).
  • Justificar acciones presentes (en el caso colombiano, el impulso de la inversión extranjera en el país): una vez diezmado el impacto de la pobreza en el lector, se pasa a dar un balance de las acciones presentes, en indicativo presente o infinitivo; que, en su mayoría, se relacionan con medidas de corte económico, y que generan la sensación de progreso.
  • Fortalecer y consolidar un plan de acción: con verbos en tiempo futuro y en infinitivo, la mayoría de notas hace referencia a lo que se obtendrá una vez se logre el desarrollo económico planteado. Se trata de un panorama de esperanza y oportunidad.

A partir de las estrategias analizadas, se puede inferir que el enfoque de representación empleado en estas notas de prensa es de corte intencional, donde las palabras significan lo que el autor pretende que signifiquen. Allí, los eufemismos, las comparaciones, las metáforas, los adjetivos y los tiempos verbales utilizados son el reflejo de un plan o de un pensamiento que no se dice directamente, dadas las condiciones políticas, económicas y sociales de la realidad. Es, además, notoria la articulación del gobierno nacional, reflejada en la prensa colombiana, con las propuestas internacionales de desarrollo económico incluyente. En esta situación, la garantía de los derechos es la superación de la pobreza, y dichos derechos se aseguran por la proporción de trabajo como forma de romper la falta de acceso a los recursos financieros, pues, como pudo observarse en el análisis, el empleo es un tema prioritario y el desempleo es evitado. Al mismo tiempo, es notoria la falta de interés por abordar seriamente la pobreza desde una perspectiva social, al hacer énfasis en inversiones, concesiones, brecha vertical, e, incluso, al ubicar las investigaciones sobre el olvidado aspecto en la sección de opinión, sin mencionar el reducido número de las mismas.

Respecto al lenguaje, los artículos se corresponden con el análisis realizado por Kliksberg (2006), en el que se recuerda que reflejar la realidad se hace difícil, dadas las formas usadas. Estas han llevado, incluso, a denominar un sector de la población como «los nuevos pobres»; y, en el discurso santista encontrado en el diario El Espectador, como «menos pobres», «pobres pero minoritarios», o los «simplemente pobres».

Con lo anterior, se pone en duda el verdadero rol de la prensa frente al tema de la pobreza, pues en las notas analizadas se ve un claro uso del término como argumento para llegar a la justificación del ingreso de capitales extranjeros a la economía nacional. Sin embargo, es bien sabido que, en su etapa actual, este ingreso ha generado problemas sociales, económicos y políticos para los colombianos. Tales problemas fueron evidenciados en las movilizaciones ocurridas entre el 2011 y el 2014, que incluyeron a varios sectores de la población (por no decir la mayoría): estudiantes, campesinos, cafeteros, transportistas y hasta ganaderos.

Es claro que el enfoque que se ha dado a la pobreza ha sido meramente económico, de modo que se han olvidado factores tan importantes como el de la salud, la educación y la tan pregonada justicia social. Además, hay un menosprecio jerárquico para investigaciones que intentan develar estos aspectos. Esto se evidencia cuando se posicionan no como notas informativas, sino como notas de opinión (claro está, sin demeritar la importancia de este género periodístico).

En el corpus de El Espectador, se identifica una información medianamente contrastada, crítica con el gobierno y a favor de él. Esto podría indicar que el periódico contribuye a la visión crítica de la problemática social, al abordar el tema desde perspectivas opuestas. Si bien algunas notas contienen ideas contradictorias (cuando se dice que los pobres son una minoría, y luego se dice que el hambre y la pobreza están por todas partes; o como se menciona en uno de los artículos de opinión: «que el Gobierno diga que el desempleo ha bajado, no es cierto, basta con recorrer áreas urbanas y rurales y el panorama es más que desolador»), el análisis detallado de las mismas permite identificar las contradicciones entre discurso y realidad. En este, el discurso, la nota de prensa, el artículo del ministro y algunas columnas de opinión son una historia de ficción, elaborada y mesurada; mientras que la realidad, la verdad, queda excluida del género informativo.

Retomando a Hall (1980), cuando afirmaba que cada significante dado o codificado con sentido debe ser interpretado significativamente o descodificado por el receptor, es importante que los lectores, por un lado, logren identificar estos paradigmas discursivos que se repiten constantemente y que no coinciden con el pensamiento natural de muchos redactores (que, más que responder a la verdad, responden a orientaciones y lenguajes programados). Hay que ser capaz de identificar con ojo crítico los intereses detrás de las estructuras que nos presentan como noticias o como columnas de opinión. Para ello, recomendamos tomar las tablas de análisis presentadas y leer la primera columna correspondiente a cada artículo y pensar en la idea principal. Luego, leer la tercera columna, donde se realiza el análisis, y sacar la idea principal. ¿Es lo que escriben lo que nos quieren decir?

Pero, por otro lado, es fundamental que los periodistas comprometidos con su ejercicio se empoderen de su principal herramienta, el lenguaje, para representar la realidad de manera más fidedigna y lograr un verdadero ejercicio informativo; pues seguir el juego del gobierno de turno, adaptarse a su manual de estilo, no solo es contraproducente con la profesión, sino también con la economía y las políticas que regulan el país. Son los periodistas los que ponen la esfera pública y, por ende, los que dan paso a las transformaciones estructurales o los que las frenan mediante la regulación de la información.

Con todo lo anterior, nos atrevemos a concluir que, en efecto, el tema de la pobreza se ha presentado como una excusa que abre las puertas a la inversión extranjera (no es casual que varios de los textos que iniciaron hablando de pobreza concluyeran hablando del aumento de las importaciones o de la inversión en infraestructura). De hecho, se está disminuyendo la brecha vertical de la oferta y demanda, en cuanto a los factores económicos que benefician al empresariado privado; mientras que está aumentando drásticamente la brecha horizontal de pobreza, o sea, la que refiere al bienestar social y el acceso a condiciones de vida digna para las personas.

El presente análisis nos remite al machacado debate sobre la ética del periodismo, que juega con el poder simbólico (que no solo se materializa en la autoridad jurídica, como lo expresaba Bourdieu, sino que es capaz de reestructurar el habitus). Esta profesión entra a ser parte de un ejercicio de dominación que busca la acumulación de diferentes tipos de capital o poder, que validos de algunos instrumentos simbólicos (como los medios de comunicación) son estructuradores, pueden ser estructurados y pueden construir la realidad que aspira a establecer un orden gnoseológico del mundo (Bourdieu, 2001).

No hay duda alguna de que hay un interés, poco velado, por beneficiar a un conglomerado económico que, además, es puesto al nivel de la nación y las entidades gubernamentales (por ejemplo, en el análisis se evidenciaba cómo se consideraba a los bancos como sector importante, equiparable a la nación en términos de la toma de decisiones). Esto sucede, mientras las personas que sufren las consecuencias siguen fungiendo como la excusa perfecta para que se implementen, a costa suya, las herramientas de su misma condena. Como decía Bourdieu, con la complicidad de quienes sufren por el poder, se está consolidando un poder tangible de deshumanización y, además, se está reestructurando el habitus de la gente, en torno a las multinacionales. Y como decía un autor de los artículos estudiados: basta con salir a las regiones colombianas y constatar.


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Anexos

Formato aplicado a los artículos del corpus con análisis, de elaboración propia, como mecanismo de sistematización. En el encabezado: título del artículo, sección del periódico en el que aparece, autor; en la primera columna: citación textual del artículo; en la segunda columna: descripción de estrategias identificadas; en la tercera columna: re–escritura del texto tras análisis de estrategias (lo que realmente se quería decir).

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