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Forma y Función

Print version ISSN 0120-338X

Forma funcion, Santaf, de Bogot, D.C. vol.32 no.1 Bogotá Jan./June 2019

https://doi.org/10.15446/fyf.v32n1.77413 

Artículos

REPRESENTACIÓN DE LOS ACTORES SOCIOCULTURALES EN LAS CRÓNICAS DE INDIAS DE LA «CONQUISTA»*

REPRESENTATION OF SOCIOCULTURAL ACTORS IN THE CHRONICLES OF THE "CONQUEST" OF THE INDIES

REPRESENTAÇÃO DOS ATORES SOCIOCULTURAIS NAS CRÔNICAS DE ÍNDIAS DA «CONQUISTA»

Pedro José Vargas Manrique** 

** Docente titular de la Facultad de Ciencias y Educación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas, Bogotá (Colombia). Doctor en Educación de la Universidad Distrital Francisco José de Caldas. pevar13@yahoo.es


Resumen

Este artículo examina la representación de los actores socioculturales en diez crónicas de Indias de la «Conquista», para mostrar la concepción y distinción entre colonizadores y colonizados en el mundo colonial. El análisis toma como base teórica y metodológica los estudios críticos del discurso (ECD), en particular el modelo de Van Leeuwen de representación de los actores sociales. Se utilizan las herramientas de análisis textual Nvivo y T-LAB 7.5, que permiten realizar un examen léxico-semántico de las crónicas seleccionadas. Como resultados de la indagación, se halló que los europeos del mundo colonial se autorrepresentaban a través del uso de nombres propios, la honorificación y los títulos de oficio, mientras que los pueblos prehispánicos eran representados mediante la categorización y la asimilación. Esto implica que los primeros se describían a partir de rasgos personales, humanos y «civilizados», en cambio los segundos eran concebidos mediante abstracción, generalización y homogenización, factores que los deshumanizaban.

Palabras clave: estudios críticos del discurso; Van Leeuwen; actores socioculturales; asimilación; categorización; nominación; representación

Abstract

The article examines the representation of sociocultural actors in ten chronicles of the "Conquest" of the Indies in order to show the conception of and difference between colonizers and colonized peoples. The theoretical and methodological basis for the study is Critical Discourse Analysis (CDA), particularly Van Leeuwen's model of representation of social actors. Nvivo and T-LAB 7.5 textual analysis tools were used to carry out a lexico-semantic analysis of the selected chronicles. Findings show that European colonizers represented themselves by using proper names, honorifics and position titles, while the pre-Hispanic peoples were represented through categorization and assimilation. This means that the former were described on the basis of personal, human, and "civilized" traits, while the latter were conceived of through abstractions, generalizations, and homogenization, i.e. characteristics that dehumanized them.

Keywords: Critical Discourse Analysis; Van Leeuwen; sociocultural actors; assimilation; categorization; nomination; representation

Resumo

Este artigo examina a representação dos atores socioculturais em dez crônicas de Índias da «Conquista», para mostrar a concepção e distinção entre colonizadores e colonizados no mundo colonial. A análise toma como base teórica e metodológica os estudos críticos do discurso (ECD), em particular o modelo de Van Leeuwen sobre a representação dos atores sociais. Se utilizam as ferramentas de análise textual Nvivo e T-LAB 7.5, que permitem realizar um exame léxico-semântico das crônicas selecionadas. Como resultados da indagação, constatou-se que os europeus do mundo colonial se auto representam através de nomes próprios, honorificação e títulos de ofício, enquanto que os povos pré-hispânicos são representados mediante a categorização e a assimilação. Isto implica que os primeiros se descrevem a partir de rasgos pessoais, humanos e «civilizados», em troca os segundos são concebidos desde a abstração, generalização e homogeneização, fatores que os desumanizam.

Palavras-chave: Estudos Críticos do Discurso; Van Leeuwen; atores socioculturais; assimilação; categorização; nominação; representação

INTRODUCCIÓN

Los Estudios Críticos del Discurso (ECD) son un campo teórico metodológico de trascendencia en la actualidad para la descripción y comprensión de los fenómenos discursivos en sus contextos de producción, relevante para abordar el discurso histórico, por la importancia que le dan al análisis de todos los componentes del discurso. En este contexto, los ECD son pertinentes para la descripción de los actores socioculturales de las crónicas de Indias. Tomando como base los postulados teóricos y metodológicos de los ECD, se realizará la descripción de los actores socioculturales. De acuerdo con Van Dijk (2000), los ECD constituyen un enfoque multiteórico y multidisciplinar. En esta medida, un análisis discursivo crítico se puede soportar en otras disciplinas. Para el presente estudio, además de los ECD, se apela a la historia y a los estudios decoloniales (ED) como horizontes de interpretación, para la comprensión de la representación de los actores.

Este trabajo pretende ofrecer un concepto de actor sociocultural y, a partir de este, describir tal tipo de actores en las crónicas de Indias, con el fin de entender la constitución del mundo colonial a través del discurso, en el cual, mediante la representación de los actores, se hace una distinción de los colonizadores como héroes, civilizados y humanos frente a los colonizados, «indios», quienes son inferiorizados y racializados por los conquistadores.

La metodología utilizada aquí para la descripción de los actores socioculturales se enmarca en el campo de los estudios críticos del discurso, particularmente en el modelo de análisis de los actores sociales establecido por Van Leeuwen (1996, 2009). Los ECD, de acuerdo con Wodak y Meyer (2003, p. 40), se hallan estrechamente vinculados con la tradición hermenéutica, y algunas de sus perspectivas metodológicas «pueden describirse primariamente como variantes de la hermenéutica». Así mismo, ubican su metodología más en la hermenéutica que en la tradición analítico-deductiva. En consecuencia, no es posible trazar ninguna línea clara entre la recogida de los datos y el análisis; se apoyan en gran medida en categorías lingüístico-discursivas, lo que no implica que los temas y los contenidos no sean importantes, sino que las operacionalizaciones se derivan de conceptos lingüísticos, como los actores, el modo, el tiempo, la argumentación, entre otros (Wodak & Meyer, 2003, pp. 50-51). No obstante, además de las metodologías que son variantes de la hermenéutica, «es posible encontrar perspectivas interpretativas con énfasis diversos, y entre ellas hallar incluso procedimientos cuantitativos» (p. 40). Aunque no existe un único método para los ECD, los modelos metodológicos más importantes coinciden en algunos elementos discursivos que deben ser analizados, de acuerdo con el tipo de investigación que se realice.

El análisis de la representación de los actores socioculturales es de naturaleza léxico-semántica, por lo cual se basa fundamentalmente en el léxico utilizado por los cronistas para nombrar y categorizar estos actores, aunque también se tiene en cuenta, en algunos casos, la predicación lingüística, es decir, lo que se dice de estos. Los datos son obtenidos mediante la aplicación de las herramientas Nvivo y T-LAB 7.5, y sistematizados en tablas estadísticas. Por cuestiones de espacio, aquí se presentarán sintetizados en la Tabla 1 y en las Figuras 1 y 2. Con base en los datos hallados, se examina cómo es la representación de los actores teniendo como horizontes de interpretación los ECD y los ED. Primero se examina qué tipologías de actores predominan en el corpus; seguidamente, cómo son nominados; y luego se analiza cómo son categorizados a partir de diversas modalidades.

El corpus para la descripción de los actores está constituido por diez crónicas escritas entre 1492 y 1555, periodo que corresponde al «descubrimiento» y «conquista» de América. Las obras son: Textos y documentos completos. Relaciones de viajes, cartas y memoriales de Colón ([1492-1506] 1982); Décadas del Nuevo Mundo de Mártir de Anglería ([1516] 1964); Cartas de Relación de Cortés ([1519-1526] 2005); Historia de la invención de las Indias de Pérez de Oliva ([1528] 1991); Historia general y natural de las Indias, primera parte, de Fernández de Oviedo ([1535] 1851); Historia General de las Indias de López de Gómara ([1552] 1979); Naufragios de Núñez Cabeza de Vaca ([1542] 1998); Verdadera relación de la conquista del Perú de Xerez ([1534] 1891); Crónica del Perú. El señorío de los incas, primera parte, de Cieza de León ([1553] 2005), y Brevísima relación de la destrucción de las Indias de Las Casas ([1552] 2007). Las temáticas centrales de estas obras son los hechos referentes al «descubrimiento», la «conquista» y colonización del Nuevo Mundo por los colonizadores europeos.

El marco teórico y conceptual que soporta el análisis de la representación de los actores socioculturales es la teoría de la representación de los actores sociales, la cual recibe aportes de la sociología y de los estudios críticos del discurso. La teoría sobre la representación de los actores sociales de Sacks (1992), Van Leeuwen (1996, 2009), Vasilachis (1998, 2003, 2006a, 2007a/b) y Pardo Abril (2013) es fundamental para determinar la representación de los actores en las crónicas. Aquí se propone la categoría de actores socioculturales, que permite dar cuenta de los procesos históricos del «descubrimiento», la «conquista» y la colonización de América. Tales procesos comenzaron con el «encuentro» o, mejor, el choque entre los colonizadores europeos y los pueblos prehispánicos a partir de 1492.

Según Vasilachis (2005), Sacks establece un método empírico para el estudio de la interacción social. La descripción de la representación de los actores sociales parte del concepto sacksiano de mecanismo de categorización como miembro, «que supone la existencia, en el ámbito cultural, de colecciones de categorías para referir a las personas conjuntamente con determinadas normas de aplicación» (Sacks, 1992, citado por Vasilachis, 2005, p. 104). Otro concepto relevante es el de actividades circunscritas a la categoría. Se trata de diversas actividades que se consideran realizadas por una categoría de persona en particular o por algunas categorías de personas. Por eso, advierte Sacks que, cuando el hablante o escritor identifica a las personas como actores sociales, cuenta con «un amplio espectro de identificaciones posibles» (Vasilachis, 2005, p. 104).

Van Leeuwen (1996), a partir de algunas categorías de análisis de la Lingüística Crítica y apoyado en la categoría de agencia -establecida ante todo por la Sociología-, diseñó un inventario sociosemántico para explicar las maneras de representar a los actores sociales en el discurso, en la cual el concepto de actor social incluye una variedad de fenómenos lingüísticos y retóricos. Sin embargo, la categoría de actor sociocultural que aquí se propone es aún más compleja, porque, además, comprende otros factores, como la religiosidad, la esteticidad, la civilidad, la alfabeticidad, la racionalidad y la lingüisticidad. De acuerdo con Van Leeuwen (1996), existe una serie de estrategias y procesos discursivos que son utilizados para representar a los actores según diversos intereses e intenciones que subyacen a la producción discursiva.

Igualmente, Vasilachis (1998, 2003, 2006b, 2007a/b) analiza la manera como son representados e identificados los actores sociales en los discursos políticos, jurídicos y periodísticos. A partir del análisis de datos empíricos, la investigadora establece una relación estrecha entre los actores sociales y las representaciones sociales. A estas, las define como «construcciones simbólicas individuales y/o colectivas a las que los sujetos apelan o las que crean para interpretar el mundo, para reflexionar sobre su propia situación y la de los demás y para determinar el alcance y la posibilidad de su acción histórica» (1998, p. 268). Ella demostró que tales «representaciones median entre los actores sociales y la realidad y se le ofrecen como recursos: 1) para poder interpretarla, conjuntamente con su propia experiencia; 2) para referirse a ella discursivamente; y 3) para orientar el sentido de su acción social» (Vasilachis, 2007a, p. 162). Según la autora (1998, 2007a), la representación de los actores sociales, sea mediante lo que se dice de ellos o a través de la información que se suprime, contribuye a la afirmación de una ideología en desmedro de otra. El discurso de la diferencia distingue a «ellos» de «nosotros», y es por medio de dicha distinción como se construye la identidad. El concepto de actor social es aquí básico para la formulación del actor sociocultural, aspecto que se va a tratar en el siguiente apartado. Finalmente, en este artículo se hace la descripción de los actores socioculturales a partir de la distinción entre la representación de los colonizadores y los colonizados.

LOS ACTORES SOCIOCULTURALES DE LAS CRÓNICAS DE INDIAS

Antes de hacer referencia al actor sociocultural, es necesario señalar qué se entiende por actor. Según Garretón (2001), los actores-sujetos (de naturaleza histórica) son portadores de acción individual o colectiva que se constituyen con base en factores de identidad, alteridad y contexto y se rigen por principios de estructuración, conservación o transformación de la sociedad. Giddens (2011) concibe el agente o actor como sujeto humano global ubicado espaciotemporalmente en el organismo viviente. Tou-raine (1969) sitúa al actor en un tiempo y en un lugar, y lo vincula con un oficio, una clase social, una sociedad y una cultura. Pero «el actor es en esencia un agente-sujeto poseedor del conjunto de recursos materiales y culturales, capaz de acción individual o colectiva, comprometido con los principios de construcción, preservación y cambio social» (Pardo, 2013, p. 105).

Un actor sociocultural es un agente-sujeto esencialmente colectivo, portador de rasgos identitarios, de conciencia y de valores culturales, quien realiza acción histórica, la cual transforma el devenir histórico y las realidades espaciotemporales en las que se halla inmerso. Él interactúa en un contexto intercultural, es decir, en el que concurren por lo menos dos culturas, lo que a su vez posibilita la constitución histórica de otros sujetos interculturales e históricos. Pero la interacción intercultural violenta se basa en principios de poder y dominación y puede conducir a la subyugación o al exterminio de uno de los actores que participa en la acción histórica.

Con base en la concepción de actor social, se puede afirmar que existen dos marcos interculturales principales en los que se da la interacción de los actores socioculturales. El primero es el marco intercultural consensual, donde ocurre el encuentro entre culturas. Aquí los actores interactúan bajo principios de respeto, solidaridad y reconocimiento de la otredad; las relaciones entre ellos no son tan conflictivas y están orientadas por la razón, el entendimiento y el consenso. El encuentro intercultural implica el predominio de las acciones de cooperación en la constitución o la transformación de las culturas que convergen a partir de los aportes de todos los actores implicados en la acción histórica. Este intercambio cultural excluye las relaciones de poder y dominación, la hegemonía cultural y la subordinación.

El segundo marco intercultural es el colonial. Se basa en la invasión, la confrontación y la violencia y se rige por los principios de poder y dominación. Establece la imposición hegemónica de una cultura dominante, colonizadora, que determina relaciones desiguales, la subordinación de otras culturas, el dominio sobre los otros y sobre las realidades materiales y simbólicas, mediante la colonialidad: ontológica, epistémica, política, económica y lingüística. En este marco, los actores socioculturales (colonizadores y colonizados) se ven confrontados de manera violenta en diversos ámbitos: político, militar, económico, ideológico, religioso, epistémico, lingüístico, étnico, ético y estético, en los que la cultura hegemónica crea el discurso del poder para constituir el mundo colonial. Y este discurso crea, mantiene y transforma las estructuras de poder y dominación según sus intereses.

Ahora bien, la confrontación violenta entre la cultura hegemónica y las culturas subordinadas determina las relaciones desiguales y conflictivas en el mundo colonial, lo cual puede conducir a la marginación, reducción y exterminio de los colonizados. O, también, los colonizadores pueden llevar a la participación forzada de los colonizados en procesos de mestizaje que dan como resultado la constitución de un nuevo actor intercultural, como ocurrió con la aparición del mestizo en América.

Aunque los actores socioculturales remiten siempre a agentes-sujetos humanos, la representación de estos en el discurso puede trascender los límites de lo humano, y ello gracias a estrategias discursivas específicas, como el uso de figuras retóricas: la personificación puede transformar animales e instituciones en actores socioculturales; la metáfora y el símil facilitan la objetualización, la zoologización de las personas1; además, otras estrategias semánticas y discursivas pueden atenuar o enfatizar la presencia y la acción de los actores en determinados contextos de interacción. Estos fenómenos se presentan en las crónicas de Indias.

La representación de los actores socioculturales en las crónicas objeto de análisis, tomando en consideración las tipologías de actores sociales de Van Leeuwen (1996, 2009), presenta las siguientes categorías predominantes:

  • Honorificación. Para los conquistadores son significativos Alteza, Rey, Santidad, Beatitud,Majestad, Emperador,Marqués, Príncipe y Duque. Para la representación de los «indios», los títulos honoríficos son limitados; se destacan Cacique, Inga y Rey.

  • Nombres propios. En la representación de los colonizadores, es significativo el uso de nombres propios, a veces acompañados de títulos honoríficos: Almirante Cristóbal Colón; y títulos de oficio: maestre Antonio de Robles. El uso de nombres propios es menos frecuente para nombrar a los pueblos prehispánicos.

  • Lugar de procedencia. Los actores socioculturales a veces son nominados a partir de su lugar de procedencia. En el caso de los conquistadores, algunas veces su apellido identifica la región donde nacieron; al contrario, en la nominación de los pueblos prehispánicos se utilizan más los nombres colectivos, por ejemplo, lucayos, cauchescanes y quevenes.

  • Títulos de oficio. Se utilizan con mayor frecuencia los títulos de oficio o de función para representar a los colonizadores, aunque en menor grado se nombra así a los colonizados: esclavo, agorero, régulo, jefe, guerrero, cazador, flechero y lengua.

  • Filiación religiosa. La nominación de los colonizadores en esta modalidad presenta las categorizaciones: cristianos, católicos y ánimas, quienes reciben influencia divina y están amparados por Dios, Jesucristo, La Virgen, Santiago y los Santos. Al contrario, la nominación por filiación religiosa para los pueblos prehispánicos los categoriza en menor frecuencia con idólatras y paganos.

  • Filiación de parentesco. Esta forma de representar a los actores socioculturales no señala una diferencia significativa en la nominación de colonizadores y colonizados como hijo y hermano.

  • Personal. El empleo de esta modalidad de representación es más significativo para hacer referencia a los colonizadores, pues las características humanas son atribuidas especialmente a los europeos, y en menor medida a los indígenas, como gente y señor.

  • Impersonal. Es una forma de representación para instituciones, organismos estatales y fenómenos naturales (armada, justicia, Consejo, Estado, corte, ley, real, entre otros) que en los relatos de los cronistas adquieren ciertos grados de personificación.

  • Valoración. Esta modalidad de nombrar la emplean los cronistas especialmente para representar y valorar a los indígenas de manera negativa. Algunas palabras utilizadas son: caníbales, caribes, perros, reyezuelos, traidores, salteadores, orejones.

En la representación de los actores socioculturales dentro del corpus objeto de análisis predomina la nominación personal y colectiva2, lo cual puede colegirse en la Tabla 1.

Tabla 1 Actores de mayor frecuencia por cada obra 

Como se puede apreciar en la Tabla 1, los actores de los colonizadores predominantes son nombrados con título honorífico (Almirante) y con el nombre propio (Pizarro), mientras que los actores de los colonizados son nombrados con el o los nombres comunes indio(s). Lo anterior porque para la mayoría de los cronistas de Indias europeos los «héroes» más importantes de la empresa colonizadora, que denominaron evangelización y «civilización», fueron los cristianos; mientras que los «indios», como agentes históricos, eran invisibilizados por estos autores.

En las Figuras 1 y 2, se presenta una sinopsis de la representación de los actores socioculturales colonizadores y colonizados, los cuales se determinaron mediante el empleo de las herramientas Nvivo y T-LAB 7.5.

Figura 1 Actores colonizadores más frecuentes en el corpus 

En la Figura 1, se aprecia la frecuencia de las palabras usadas para representar a los colonizadores europeos. El uso de nombres propios es la forma de más alta frecuencia utilizada [9078]3, los conquistadores son individualizados e identificados con nombres propios. Las palabras que designan títulos de oficio [7085] y honoríficos [6431] tienen altas frecuencias (más de 6000) en la representación de los colonizadores. La frecuencia de los pronombres [5113] es alta, en especial de yo y nosotros, porque los cronistas-protagonistas en el «descubrimiento» y la «conquista» se representan como héroes y sujetos egocéntricos. Se utilizan algunas formas de categorización relacionadas con el lugar de procedencia (españoles y castellanos [2042]), la filiación religiosa (cristianos [1442]), la filiación personal (hombres [1221] y gente [1148]). Otras representaciones significativas son: Dios [1000], deidad suprema de los cristianos; caballos [1000], un medio importante para las empresas de los europeos; armada [300], representada a veces como un actor con rasgos humanos; finalmente, los actores personas [446], señores [543] y caballeros [219] con baja frecuencia de aparición.

Figura 2 Actores colonizados más frecuentes en el corpus 

La Figura 2 contiene la representación de los actores colonizados. La nominación indios es la de mayor frecuencia [4559]; la nominación con pronombres personales [3139] tiene una frecuencia significativa. Estos datos demuestran que los «indios» no son identificados como individualidades, personalidades bien definidas, pues su nominación con nombres propios es de 3013, menor que las dos frecuencias anteriores. La representación con gente [2000], la nominación señores [1229] y la representación por títulos honoríficos [1156] son menos significativas que las representaciones de los colonizadores, porque los pueblos prehispánicos, como personas, representaban poco para los colonizadores europeos. La nominación con títulos de oficio alcanza una frecuencia de 1000. De esto, se deduce que los oficios y funciones no fueron una temática muy significativa para los cronistas.

La representación con categorías mujer [957] hombre [898] y personas [158] denota la atribución de algunos rasgos humanos a los pueblos prehispánicos, mientras que la nominación con naturales [800] se aproxima más a una representación de «bárbaros». Los dioses de los pueblos prehispánicos aparecen nominados como diablo o dioses [789] e ídolos [150]. Son actores personificados por los cronistas y que revisten cierta importancia significativa en la constitución del mal imputada a estos pueblos. La categorización por principales [423] hace referencia a una especie de título de oficio o, a veces, a una forma de honorificación, pero no llega a ser muy clara.

En la representación que denota inferioridad e imagen negativa de los indígenas se hallan nominaciones como caníbales-caribes [229], esclavos [201], bárbaros [85] y contrarios [64]. Se debe advertir que, no obstante, en la nominación de los pueblos prehispánicos, las referencias a bárbaros [81], caníbales [211] y salvajes [8] no presentan frecuencias significativamente altas. Los rasgos identitarios que definen estas categorías se hallan explícitos en la predicación lingüística sobre estos actores, es decir, en lo que se afirma de ellos; por ejemplo, cuando los cronistas reiteran que los «indios son bestiales», «los indios son brutos animales», «los indios son gentes salvajes», «los naturales son faltos de razón, orden y política».

Nominación

Se utiliza para representar e identificar los fenómenos, los objetos y los seres que conforman las realidades. Facilita la simbolización del mundo en entidades concretas, abstractas, materiales, inmateriales, individuales, contables, no contables y colectivas. Las lenguas naturales usan para nombrar formas principales el nombre común y el nombre propio. El primero denota una imagen plural, identifica seres, objetos y fenómenos respecto de su clase, familia, naturaleza, cualidades y funciones. El segundo denota una imagen única e identifica de manera específica una cosa o ser entre los demás elementos de su clase. También se utilizan otras expresiones para nombrar, como los apodos y los nombres retóricos.

Van Leeuwen (1996, 2009) señala que la nominación implica la representación de los actores sociales en términos de su identidad única. De acuerdo con este autor, si se realiza por medio de nombres propios, es formal cuando se nombra con apellidos, acompañados o no de títulos honoríficos; semiformal, cuando se utiliza el nombre y apellido; o informal, cuando se usan únicamente los nombres. Además, los actores pueden ser representados por categorización, es decir, en función de identidades y funciones que comparten. Estas categorías también son pertinentes en el análisis de la representación de los actores socioculturales y se asumen en el presente estudio.

Nominación de los colonizadores

Respecto de la nominación sobre los colonizadores, predominan en la representación de estos actores socioculturales las nominaciones formales y semiformales. En las crónicas, se destacan los nombres propios de los colonizadores, con apellidos y nombres. Además, es muy significativo el uso de títulos honoríficos para nombrar a seres sobrenaturales y a las personalidades más destacadas en los campos religioso, político y científico, y en algunas profesiones. Esto puede colegirse de las altas frecuencias en las obras del uso de palabras como Almirante, Majestad, Alteza(s), Rey, Reina, Señor(es) y Emperador. Tales términos son formas de honorificación especial para nombrar a los reyes europeos. En el plano religioso, la deidad suprema del cristianismo se denomina Dios.

Actores cristianos sobrenaturales

En la jerarquía cristiana sobrenatural, después de Dios encarnado en Jesucristo, están la Virgen María y los santos, que eran protectores de los conquistadores; por lo cual, estos les rindieron homenajes nombrando regiones, ríos y ciudades fundadas con los nombres de los santos. Algunos de ellos fueron invocados por los colonizadores en sus batallas contra los pueblos prehispánicos. El más invocado fue el apóstol Santiago, el «dios de la guerra» de los españoles que había combatido a su lado contra los musulmanes. Los santos, además de ofrecer «protección» a los colonizadores, eran guías espirituales e ideológicos porque sus voces eran referentes esenciales que legitimaban el tratamiento (explotación, esclavización y muerte) dado a los «idólatras»; además, sus palabras sagradas serán citadas como fuentes de verdad en los debates sobre la concepción y el tratamiento que debía darse a los pueblos colonizados.

En la jerarquía cristiana, el Papa es representante directo del poder de Dios en la Tierra: por esto, los cronistas lo nominan de manera honorífica como Sancto Padre, Vuestra Santidad, Santísimo Padre, Sumo Pontífice, formas de nominación que lo identifican como «santo», máxima cualidad del bien en la cosmovisión cristiana; sumo, como ser supremo, pues no existía en la Tierra un ser superior al Papa. Además, Padre (protector, bondadoso, cabeza de un pueblo) significa el reconocimiento de un mundo patriarcal. Él es el «Padre bondadoso» que ha donado a sus hijos más queridos, españoles y portugueses, las nuevas tierras descubiertas y por descubrir. Gracias a su «bondad» y «protección», ha contribuido con la creación de un nuevo orden mundial, el llamado por Grosfoguel (2007) «sistema-mundo europeo/euro-norteamericano capitalista/patriarcal moderno/colonial».

Títulos honoríficos

En la jerarquía política, las personalidades más destacadas en primer lugar son los reyes cristianos, por lo cual los cronistas se esfuerzan por nombrarlos con los títulos honoríficos más selectos [6431]. Entre las nominaciones destacadas, se encuentran: Altezas, Rey y Reina. Los reyes ostentan el poder político, administrativo, económico, jurídico y militar. Simbolizan la concentración del poder y la unidad territorial, político-administrativa y militar. En el segundo lugar de la jerarquía, se ubican los virreyes, nombrados visorreyes, quienes son subordinados del rey. En el plano religioso, en este lugar están los cardenales. En el tercer lugar, se pueden ubicar las nominaciones príncipe(s), duque(s), marqués(es), personajes importantes de la jerarquía político-administrativa. En este mismo nivel, se pueden hallar los obispos. Quienes ocupan los tres primeros niveles forman parte de lo que se ha denominado la alta nobleza. En un cuarto nivel, se ubicarían actores como almirante, adelantado, caballero y gobernador4, los cuales constituyen la «media nobleza», mientras que los hijosdalgo y los frailes conforman la «baja nobleza», de acuerdo con las jerarquías sociales que se habían establecido en la Edad Media y que aún permanecieron a comienzos de la Modernidad.

Nombres propios

La representación predominante de los colonizadores en las crónicas es la semiformal: se les nomina con nombres y apellidos. El uso de nombres propios, acompañados de títulos honoríficos, resalta a las personalidades más importantes de la «conquista» del Nuevo Mundo, lo cual sitúa a los europeos en el centro de la historia y resalta su fama y dignidad. La lista de personalidades involucradas en la empresa colonizadora es extensa, pero los cronistas son cuidadosos al nombrar, identificar e individualizar a los representantes de los tres estratos de la nobleza.

Nominación de los colonizados

En la nominación de los colonizados, los cronistas usan las mismas jerarquías de los colonizadores; y aunque algunas veces utilizan las mismas categorías para nombrarlos5, su intención es ironizar y menospreciar las personalidades representadas (esto puede colegirse del tono burlesco de algunos cronistas, en especial, de Anglería, Gómara y Cieza de León) y, desde su estatus «civilizado superior», racializan e inferiorizan a los otros, a los «indios bárbaros». Las deidades de los pueblos prehispánicos no son nominadas con títulos honoríficos. La razón es que los dioses principales y otras deidades que podrían ser equiparadas con los santos del cristianismo son concebidos como encarnaciones del «Diablo», el cual es nombrado de diversas formas y hace referencia a diversos sujetos: diablo(s), diable, sathanás, ydolo(s), demonios o dioses. En todas estas representaciones, simboliza la esencia espiritual del mal.

Los cristianos hacen hincapié en la supuesta alianza del diablo (señor, amo, guía, consejero, protector e, incluso, amante) con los paganos y los «bárbaros». Para ellos, la alianza ha existido desde la época medieval, aunque la relación del demonio con los brujos y magos es más antigua, como puede constatarse en los libros del Antiguo Testamento (Éxodo, 22 y Levítico, 19) de La Biblia. En América, la supuesta «alianza» entre el diablo y los pueblos prehispánicos fue recalcada por los cronistas, quienes afirmaban que, desde siempre, el diablo «los traía engañados». En este sentido, se pueden indicar nominaciones diversas del diablo y señalar su «influencia» sobre los «indios». Pérez de Oliva (1991) destaca a los cemíes, conglomerado de «demonios» de los pueblos antillanos. Entre ellos, sobresale «un señor todopoderoso» de dos nombres: Focauna y Guamaonocón, y Corocoto, demonio lujurioso.

Los cronistas utilizan menos los títulos honoríficos [1156] en la representación de los pueblos prehispánicos. Emplean títulos como rey, cacique (tlatoani), reina y reyes, emperador; pero esta forma de nombrar no solemniza a los personajes representados. Anglería (1964) y López de Gómara (1979) los nominan de forma despectiva y burlesca como reyes primates o reyezuelos. Otras nominaciones honoríficas son cacique(s) y príncipe(s); pero, más que tratarse de reconocimiento de la dignidad o de respeto y exaltación de las personalidades nominadas con estos títulos, la intención es establecer una analogía con las jerarquías sociales de los colonizadores, para entender las jerarquías de los pueblos originarios.

Ahora bien, la racialización, inferiorización y menosprecio de los colonizados hunden sus raíces en principios de «pureza de la sangre», «racionalidad» y «civilidad» que han ostentado la «superioridad» de los colonizadores frente a los otros, los no europeos. Dichos principios se sustentan en la filosofía política griega (en especial, en la Política de Aristóteles), en la teología cristiana con Agustín (1958) y De Aquino ([1265-1274] 2001), y en el Derecho romano con Justiniano ([533] 1889).

Se utiliza una nominación para los colonizados próxima a los títulos honoríficos, pero que no alcanza la categoría de la honorificación. Entre estas formas de nombrar, se destacan: señor(es), principal(es), caballero(s). Sin embargo, cuando las palabras señor y señores son utilizadas para referir a los actores colonizadores, tienen algún sentido de título honorífico. Así mismo, en algunos casos especiales en los que se quiere destacar la nobleza de algún conquistador, se emplean con sentido de título honorífico los términos hidalgos y caballeros. Cuando se emplean señor y señores para hacer referencia a los colonizados, no tienen el sentido de título honorífico; por el contrario, Mártir de An-glería, López de Gómara y Cieza de León usan, en tono burlesco, señorete, señorcillo y señoretes para nominar de forma despectiva a algunas personalidades indígenas. En cuanto a la nominación informal de los colonizados, la frecuencia de nombres propios para estos es menor [3013] frente a la de los colonizadores [9078].

Categorización

La categorización en las crónicas se presenta como funcionalización, identificación, clasificación y categorizaciones muy generalizadas. La categorización de los colonizadores por función o profesión permite identificarlos como actores activos y destacados en el acontecer histórico: todos ellos están involucrados en la transformación de un mundo desconocido, en un universo colonizado; un mundo «civilizado» y «europeizado», moldeado según los intereses político-económicos y religiosos de los europeos.

Funcionalización e identificación

Funcionalización e identificación son dos procesos de categorización. En el primero, los actores socioculturales son referidos en relación con una actividad, una ocupación o un rol que desempeñen. En las crónicas, se hallan categorizaciones específicas, como pescador, cazador, lengua (traductor), capitán, señores; montañeses, isleños; y generalizadas, como mujer, hombre, gente, vecinos, persona. En la identificación, los actores se representan según sus rasgos identitarios. Al respecto, Van Leeuwen (1996) distingue tres clases de identificación: la clasificación, en la que los actores son referidos de acuerdo con categorías mayores que incluyen factores como la clase, la raza, el grupo étnico, la religión, la orientación sexual, entre otros; la identificación relacional, que los representa en las relaciones personal, laboral o de parentesco que tengan entre sí (por ejemplo, amigo, indios amigos, nuestros españoles); y la identificación física, que los denota según sus características físicas (como rubios, barbudos, blancos, tuertos y loros). Finalmente, se puede hacer referencia a los actores en términos interpersonales más que experienciales, mediante la valoración de buenos y malos.

Es pertinente aclarar, a partir de los estudios decoloniales, que los colonizadores europeos y euroamericanos, para la representación y la constitución ontológica de los otros (colonizados), y para el ejercicio de sus acciones de poder y dominación, se han apoyado en paradigmas ideológicos judeocristianos, jurídicos grecorromanos, epistemológicos occidentales, a partir de los cuales han establecido distinciones como: buenos (conquistadores), frente a malos («indios malos»); racionales (europeos), ante irracionales (no europeos, «indios» y africanos); cristianos (europeos), ante infieles (no europeos, pueblos prehispánicos); civilizados (europeos), frente a incivilizados («indios caníbales», «salvajes», «bárbaros», entre otros).

En las crónicas, este tipo de polarización valorativa aparece de manera frecuente en la predicación lingüística. Por ejemplo, reiteradamente se cataloga a los españoles conquistadores como «hombres buenos», «hombres de limpia sangre», «tan sabios como valientes», frente a los «indios», «gente que era muy pobre en todo», en sabiduría, fe cristiana, entendimiento y buenas costumbres.

Títulos de oficio de los colonizadores

Los títulos de función, para el caso de los colonizadores, designan la gran cantidad de sujetos que realizaba diversos trabajos especializados y domésticos. Así mismo, esta forma de nominación dio cuenta de los oficios a los que se dedicaban los «indios». Los títulos de oficio demuestran la división del trabajo que se estableció durante el «descubrimiento» y la «conquista», la cual facilitó la inserción de mano de obra indígena a los sistemas de explotación y esclavización impuestos por los colonizadores a través de «los repartimientos», «la encomienda» y «la mita».

Categorización a través de nombres comunes

Los nombres comunes son otras formas significativas de categorización que usan los cronistas para nombrar a los actores socioculturales. Entre estos, tenemos cristiano(s) [1434], término que categorizaba a los evangelizadores europeos, según la visión cristiana de los cronistas: los colonizadores eran «salvadores» del Nuevo Mundo, habían sido escogidos por Dios para tal empresa, «y así los eligió Dios para una cosa tan grande» (Cieza de León, 2005, p. 11). En este sentido, los conquistadores se consideraban escogidos por Dios para «salvar» a los «idólatras» y a los «infieles», a los «indios bárbaros» del poder del diablo.

Además, español(es) y castellano(s) [2042] se categorizaban como individuos o pueblos también «superiores», por ser «tan sabia gente y tan buena, tan de esfuerzo y virtud llena» (Xerez, 1891, p. 74). Por otra parte, los pueblos prehispánicos eran categorizados como idólatras [19], infieles [19], indio(s) e india(s) [4308]. Infieles corresponde a los pueblos que, a juicio de Colón, carecían de religiones. Fue, precisamente, el Almirante quien llamó por primera vez infieles a los «indios». Por este hecho, fueron considerados pecadores y enemigos de los cristianos por la mayoría de cronistas de Indias. Al respecto, Colón afirma que estuvo durante muchos días esperando la muerte, «cercado de un cuanto de salvajes y llenos de crueldad y enemigos nuestros» (1982, p. 304).

Las palabras indio(s) e india(s) son las que se usan con mayor frecuencia para representar a los pueblos prehispánicos. Colón empleó estos términos por primera vez por un error geográfico6: denominó Indias al continente americano y a sus habitantes, indios, quienes, pensaba el Almirante, serían súbditos del Gran Kan. De estos vocablos, el que aparece con mayor frecuencia es indios, término que con el transcurso de la «conquista» y la colonización de América se resemantizó en diversas formas discursivas a través de procesos de asociación y disociación semánticas. Colón, al encontrarse por primera vez con los pueblos mesoamericanos, los comparó con algunos asiáticos y africanos. Después del Almirante, en los textos de otros cronistas, la palabra se usó como sinónimo de naturales [800], idólatras, bárbaros y salvajes.

Colón fue el primero en denominar como indios, naturales y salvajes a los pueblos prehispánicos. Sobre la nominación naturales, es indispensable aclarar que el Almirante, como la mayoría de los cronistas, no consideraba al «hombre natural» americano como «el esclarecido y potencialmente esclarecedor hijo de la naturaleza», sino como «alguien que simplemente había escogido vivir fuera de la comunidad humana» (Pagden, 1988, pp. 27-28). Los conceptos de salvaje y bárbaro tienen una larga trayectoria en la cultura occidental y se han consolidado gracias a la polifonía discursiva (en diversos tiempos y ámbitos culturales).

Es pertinente señalar, con Bartra (1998), que existe una diferencia notable entre el concepto de salvaje y el de bárbaro: mientras este último (grupo, «horda bárbara») se constituía en una amenaza para la sociedad en general y para la civilización griega en su conjunto -«el hombre salvaje (individualidades) representaba una amenaza al individuo [...] el salvaje era una condición en la que el individuo, alejado de la ciudad y caído en desgracia, podía degenerar» (p. 18)-. El primero estaba al acecho en los bosques y en las montañas, «en los confines inmediatos de la comunidad». Esto tiene raíces mitológicas, que vienen quizás desde la mitología sumeria con el personaje mítico Enkidu, quien simbolizaba la vida rural, la lujuria (con la prostituta mítica Shamhat) y la «bestialidad»; y se opone a Gilgamesh (rey mítico babilónico), que simbolizaba la civilidad.

La concepción sobre el salvaje de comienzos de la modernidad, el salvaje renacentista, puede sintetizarse en la siguiente cita:

Algunos escritores posteriores, especialmente Paracelso, otro doctor, Andrea Cesalpino, y el hugonote francés, Isaac de la Peyréne, mantenían que los humanoides, como las ninfas, los sátiros, los pigmeos y los hombres salvajes (una categoría que incluía a los indios americanos) podrían ser descendientes sin alma de otro «Adán», o que podían haber sido creados por la tierra espontáneamente. (Pagden, 1988, pp. 44-45)

Si bien los hombres salvajes del Renacimiento eran considerados como «humanoi-des» incivilizados, «bestiales», sin cultura, sin alma, que vivían entre los animales, no eran catalogados como animales, pues tenían algunos rasgos que los aproximaban al ser humano: debían trabajar para conseguir sus alimentos: cazar, pastorear ganados y realizar de forma rústica algunas labores agrícolas. Incluso algunos pensadores (entre ellos Paracelso, Alberto Magno y Cesalpino)7 creían que los salvajes, además de su parecido a los hombres por su aspecto exterior, estaban dotados de razón incipiente.

El concepto de bárbaros también tiene una larga trayectoria, desde que los griegos lo crearon hacia el siglo vin a. C. Inicialmente, hacía referencia a «extranjeros» que no hablaban el griego; eran considerados bárbaros los egipcios, los pueblos iranios y los persas, cuyas lenguas eran catalogadas por los griegos como «balbuceos incomprensibles», hasta que «a principios del siglo iv, bárbaros, se había convertido, y permanecería siempre así, en una palabra que se usaba sólo para inferiores, cultural o mentalmente» (Pagden, 1988, p. 36). No obstante, antes del siglo iv, los historiadores, poetas y filósofos griegos ya hacían una distinción clara entre ellos: los civilizados (porque hablaban el idioma griego, tenían un arte, una ciencia, unas costumbres según la «norma», que ellos desde su etnocentrismo habían establecido), frente a los «bárbaros» o «incivilizados» (pueblos inferiores sin ley, sin razón, crueles, feroces, antropófagos e inmorales).

Heródoto (1986), en su etnografía, establece las características no solo de los salvajes sino también de los bárbaros, de los escitas8, sus enemigos. Al respecto, indica que los táuricos «tienen leyes y costumbres bárbaras» y que «los Escitas eran unos bárbaros infelices». Tucídides (1986) reitera la oposición griegos/bárbaros: llama a los enemigos de los griegos «bárbaros medos», «muchos bárbaros flecheros y traidores», una caracterización de «los euritanes, que son la mayor parte de los etolios, y eran campesinos, salvajes, fieros y bárbaros en sus costumbres y lenguaje, llamándoseles omófagos, que quiere decir comedores de carne cruda» (p. 203). En Anábasis de Jenofonte (1974), también se hace la distinción entre griegos y bárbaros.

En la República de Platón ([370 a. C.] 1988), se hace referencia a los bárbaros, quienes «por naturaleza son enemigos» de los griegos. Aristóteles presenta una idea de bárbaro, según la cual este se halla en el nivel más bajo de una supuesta escala humana, en la que los griegos ocupaban el nivel más alto. Afirma que el gobierno de los bárbaros es tiránico, «despótico y hereditario». «Gran número de pueblos hay todavía que tienen instintos carniceros y son antropófagos [.] habitantes del litoral del Ponto Euxino, y otras naciones del interior de las tierras que se les parecen mucho y son aún más salvajes» (Aristóteles, 1932, p. 214); los bárbaros son «hordas que no conocen el verdadero valor».

La distinción entre «civilizados/bárbaros» establecida por los griegos fue heredada a la cultura romana. Esta oposición distinguió a los romanos «civilizados» de los no romanos (celtas, germanos, asiáticos y africanos), calificados como «bárbaros por naturaleza». Bestard y Contreras (1987) recuerdan que, aunque los pueblos fronterizos podían convertirse a la romanitas por la adopción del latín, la ley y la religión romanas, y el sometimiento a la pax romana, este proceso de «aculturación» no minimizó la oposición entre «civilización/barbarie», dicotomía que tampoco pudo ser socavada por las filosofías humanistas, como el cristianismo y el estoicismo. Además, en el Imperio Romano, el cristianismo fue asimilado por la romanitas y mantuvo la barrera infranqueable que separaba civilización y barbarie.

Con la caída del Imperio, los germanos que invadieron la Europa mediterránea y el norte de África fueron concebidos como los «bárbaros» por excelencia, con las mismas características de los «bárbaros antiguos», pero ahora se acentuaba más su categorización como «invasores». Por ello, «San Ambrosio ve en los bárbaros a enemigos faltos de humanidad y exhorta a los cristianos a defender con las armas "la patria contra la invasión bárbara"» (Le Goff, 1999, p. 24). El cristianismo de la Edad Media mantuvo la distinción entre civilizados/bárbaros de la tradición grecorromana e, incluso, comparaba «la diferencia entre unos y otros con la diferencia entre cristianos y paganos. Esta era la misma que separaba a un hombre de un animal» (Bestard & Contreras, 1987, p. 63). Los paganos, según la cristiandad, estaban conformados por los «bárbaros» y los musulmanes. La oposición civilizados/bárbaros tuvo, en el siglo xvi. el mismo significado que adquirió desde su aparición en la cultura griega. De acuerdo con Pagden (1988), esta concepción venía con autores como Santo Tomás (1225-1274) y Alberto Magno (1193-1280).

Otras categorizaciones

Después del rastreo anterior a los conceptos salvajes y bárbaros aplicados en la identificación de los pueblos mesoamericanos por los cronistas, se encontró que el uso de hiperónimos como gente, hombre(s) y mujer(es) es otra estrategia discursiva importante para hacer categorizaciones muy generalizadas en la representación de los actores socioculturales. Para la representación que se hace de los colonizadores se tienen las siguientes frecuencias: gente [1197], hombre(s) [1432], mujer(es) [141]; y para la de los pueblos prehispánicos, gente [2020], hombre(s) [898] y mujer(es) [957]. Respecto de la categorización gente, hay que advertir que este sustantivo colectivo es usado de manera más neutral para referirse a los europeos, es decir, sin valoraciones; y, si se hacen valoraciones, estas son positivas: gente esforzada y gente noble. Esta categorización resalta las cualidades físicas, sicológicas y morales de los europeos, mientras que la categorización de poca gente, menos gente, disminuida gente, alguna gente indica una cuantificación que será significativa frente a la cuantificación de los pueblos prehispánicos (infinita gente, mucha gente, tanta gente, bastante gente), hecho que acentúa más el heroísmo de los colonizadores en las guerras, porque «poca gente» de colonizadores europeos logró vencer a «infinita gente» de «indios».

La categorización de los pueblos mesoamericanos con el término gente presenta una valoración más negativa que positiva. Con valoración positiva, se hallan referencias a los pueblos originarios de América como: «gente mansa», «gentes inocentes», «gente tan virtuosa» y «gente benévola». En la valoración negativa, predominan las referencias a «gente bestial», «gente salvaje», «gentes bárbaras», «fieras gentes», «gente feroz», «gente caníbal», «gente idólatra», «gente viciosa», «gente mala», «gentes inútiles», entre otras.

Las categorizaciones hombre y hombres para nominar a los europeos implican los sentidos de lo humano, la civilidad, el heroísmo y la religiosidad. Al contrario, en la nominación de los pueblos originarios con la misma categorización, predomina la representación negativa, como se puede constatar en las siguientes: hombre feo y sucio, hombre bárbaro, hombres negros, hombres desnudos. El empleo de nombres despectivos es otra forma de categorizar y nominar de manera denigratoria a los pueblos prehispánicos. En este sentido, se resalta el comportamiento sexual de los sujetos: putos, rameras [13]. Además, los cronistas utilizan otras formas de categorización despectiva, como sodomitas, sodométicos [15], términos que resaltan su «comportamiento homosexual pecaminoso», como señala Fernández de Oviedo (1851), de abominables sodomitas.

Exclusión e inclusión

Los actores socioculturales aparecen vinculados, o no, a determinadas prácticas, acciones y acontecimientos como agentes activos, pasivos; o su presencia y su acción pueden ser elididas de acuerdo con ciertos intereses e intencionalidades de cualquier naturaleza. Pardo Abril señala que los fenómenos de inclusión y exclusión se hallan inmersos en estructuras de dominación o control «en algún orden vital de un pueblo o un sector de la sociedad sobre otro o el resto». Es decir, en términos culturales, «son mecanismos de opresión que niegan la diferencia o desconocen la alteridad» (Pardo Abril, 2013, p. 140). Existen diversos recursos discursivo-lingüísticos que facilitan la inclusión y exclusión de los actores socioculturales, como la elisión, la pasivización, la activación. Y hay otros mecanismos, como la personificación, la despersonalización, la representación de las acciones de los actores mediante palabras diferentes a verbos, no ligadas a ningún agente en particular. Así mismo, los actores pueden ser asociados explícita o implícitamente con determinadas acciones o conductas.

En las crónicas de Indias, la inclusión y la exclusión de actores socioculturales obedece a las concepciones coloniales de los autores, en las que predominan los principios ideológicos, religiosos, étnicos, culturales y políticos de los europeos. En general, los colonizadores son incluidos en los ámbitos de la civilización, la racionalidad, la ciencia y el cristianismo, mientras que los pueblos prehispánicos son excluidos de estos.

Asimilación e individualización

Según Van Leeuwen (2009), los actores son representados como personas individuales (individualización) o como grupos (asimilación). La primera operación se da mediante la singularización, mientras que la segunda emplea la pluralización. La asimilación presenta dos tipos: la agregación, que cuantifica a grupos en estadísticas, se lleva a cabo mediante cuantificadores definidos o indefinidos; y la colectivización, que se realiza mediante sustantivos colectivos y pronombres colectivos: nosotros, ustedes, ellos.

Los cronistas se valen de la asimilación y la individualización para representar a los actores socioculturales. La primera es predominante en la referencia a los colonizados y la segunda domina en la representación de los colonizadores. Estos se identifican en lo esencial con nombres propios (nombres y apellidos), jerarquizados e identificados plenamente, ante todo como sujetos de acciones heroicas, mientras que los colonizados son identificados como grupos homogenizados: indios, indias, naturales, idólatras [19] y bárbaros [85].

Además, en las crónicas es significativa la asimilación por agregación, en la que los nombres colectivos están modificados por cuantificadores definidos e indefinidos. Empero, es significativo el contraste entre los cuantificadores empleados para la asimilación de sujetos correspondientes a los colonizadores y colonizados. Así, respecto de las guerras, los colonizadores se aluden como «tan pocos españoles», frente a «nube de salvajes» e «infinitos indios». Este contraste de un pequeño número de colonizadores enfrentado a un gran número de «bárbaros» acentúa el heroísmo y la «hazaña» de los europeos.

La colectivización se da mediante el uso de pronombres plurales: nosotros [606], los europeos, y ellos [2595], los pueblos prehispánicos. El contraste entre estas cifras es revelador. La asimilación por colectivización es mayor en la representación de estos pueblos como grupos homogéneos: indios, naturales, bárbaros, idólatras, infieles y paganos.

Es relevante señalar que el pronombre colectivo nosotros, que es por naturaleza semántica inclusivo (usted [es] + yo), no lo utilizan los cronistas para hacer referencia a «indio» y europeo como grupo agente de una acción, como en la siguiente cita: «y yo y los indios» (Cortés, 2005, p. 130). En las expresiones nosotros y los nuestros no se incluye a los colonizados, por principios de racismo, poder y dominación que no permiten ubicar en el mismo espacio, estatus o nivel a colonizados y a colonizadores.

Diferenciación e indeterminación

En la indeterminación, se oculta la identidad de los actores socioculturales, porque son representados como individualidades o grupos no específicos, «anónimos», y en cambio se usan pronombres indefinidos con función nominal: alguien, cualquiera, algunos, ninguno; mientras que la determinación presenta identidad de un actor sociocultural particular o un grupo de actores de manera explícita. Por otra parte, la diferenciación identifica de manera explícita a un actor sociocultural particular, a un grupo de actores o a un grupo similar, lo que marca la diferencia entre sí mismo y los otros o entre nosotros y ellos.

Como ya se indicó, los cronistas representan a los colonizadores mediante diferenciación con nombres propios, títulos honoríficos y títulos de oficio, pero ella también se da en las oposiciones nosotros/ellos, cristianos/idólatras y españoles/salvajes. Los pueblos prehispánicos son representados principalmente por indeterminación, mediante determinantes indefinidos, con nombres colectivos, acompañados de adverbios de cantidad y pronombres indefinidos, e incluso mediante determinantes demostrativos y nombres colectivos o con adjetivos y nombres colectivos, como unos indios y algunos naturales. La diferenciación e indeterminación es una estrategia discursiva que posibilita a los cronistas hacer una distinción clara y precisa entre yo, nosotros, españoles (colonizadores), frente a ellos, los indios (colonizados).

Personalización y despersonalización

En correspondencia con Van Leeuwen (2009), la personalización concibe a los actores socioculturales como seres humanos y lo expresa con nombres propios, pronombres personales, pronombres posesivos o adjetivos cuya significación contiene características de lo humano. Al contrario, los actores pueden ser referidos con términos cuya significación no incluye rasgos de lo humano y el uso de sustantivos abstractos. La objetuación y la zoologización también son estrategias de representación de los actores despojados de la característica humana. Así, los colonizados son «indios bárbaros», «indios salvajes» e «indios bestiales», mientras que los colonizadores son representados como personas, como seres humanos que han alcanzado el grado más alto de civilidad.

Esto se puede sustentar en las altas frecuencias de uso de nombres propios y títulos honoríficos y en la constitución discursivo-ontológica de los colonizadores europeos, pues los cronistas, al representarlos, destacan en ellos los rasgos identitarios y existenciales de «civilidad», «racionalidad», «religiosidad cristiana», «humanidad», «nobleza», «hidalguía», «sabiduría», «santidad», entre otros. Los cronistas nominan a los conquistadores como «hombres de mayor virtud», «sabios», «muy lúcidos», «personas de noble sangre», y la mayoría de esas personalidades son referidas como «grandes letrados». Tales características de tipo ontológico sitúan a los colonizadores en un estatus superior al de los colonizados.

Así mismo, es evidente la representación de los actores socioculturales europeos por abstracción y generalización, lo que supone el predominio de la objetuación de los rasgos humanos. Los actores son representados como instituciones (Consejo, Estado, Corte, Gobierno y Justicia) y como aparato militar (armada, escuadrón, artillería, real, flota, entre los más destacados). Al respecto, Anglería (1964) personaliza el Consejo de Indias: Hernán Cortés «ha escrito al Consejo de Indias» (como persona receptora). Fernández de Oviedo (1851) hace referencia a «los negogios del Estado» (como sujeto que negocia). Anglería (1964, p. 515) personifica la Corte: ante unas ramas de árbol de clavo «no fue poco el placer con que la Corte de España se las vio y aspiró el olor de sus bayas, muy distinto del que se exhala del clavo vulgar que venden los boticarios».

Los actores socioculturales colonizadores son representados de manera abstracta como estructura y aparato militar. Así, Colón personaliza la armada: «e también pueden ser ciertos Sus Altesas que non, menos allá entre los cristianos príncipes aver dado gran reputación la venida d'esta armada por muchos respetos, así presentes como venideros» (1982, p. 154). El escuadrón es un actor sociocultural que se encamina, ataca, arremete, acomete y sigue a los enemigos: «cada escuadrón siguió a los enemigos por su cabo» (Cortés, 2005, p. 160). La artillería, como actor de colonización, es similar a una fiera que se suelta para «espantar y hacer temer» a los «indios»; y para Fernández de Oviedo ([1535] 1851, p. 548), ella es un poeta, cuando afirma que Johan de Añasco «mató con los versos de la artillería que llevaba nueve ó diez indios». El real suele representarse como persona: la muerte de Cristóbal de Guzmán «puso a todo el real en tanta tristeza» (Cortés, 2005, p. 185). Como se puede notar en los ejemplos de este apartado, unos rasgos particulares de lo humano son los que determinan que los objetos, aparatos de guerra, sean constituidos como agentes-actores.

Así mismo, algunos fenómenos naturales o naturalizados aparecen personalizados por algunas características propias de lo humano y son representados como agentes-actores. Entre estos, tenemos: la muerte, el viento, el mar, la guerra, la enfermedad, el hambre, la tormenta y las batallas. La muerte, como amante, no se separa de Colón (1982, p. 286): «que fasta entonces non me había dexado una hora la muerte de estar abrazado conmigo». La enfermedad, cual persona, «toca» a los hombres o «vive» con ellos. Algunos de los cronistas personalizan el hambre: en Anglería, ella «vence», «atormenta», «urge», «aprieta» y «empuja». Igualmente, algunos eventos son representados como actores: la guerra, según Cieza de León, tenía mucha «furia», era «muy temerosa y espantable». Otros acontecimientos representados como actores socioculturales individuales y grupales son las batallas: «Al tiempo que toda aquella gente estaba junta con los cristianos, vieron venir una gran batalla o multitud de gente» (Colón, 1982, p. 80).

Igualmente, la naturaleza o los fenómenos naturales son representados como agentes-actores que obstaculizan o contribuyen con la empresa colonizadora en América. Colón se encuentra con diversos estados de la mar: «tranquila», «muy desconcertada», «contrariada», «muy alterada», «terrible», «brava», que «crece y crece». Anglería describe cómo, luego de una «recia tempestad», cual una enorme bestia, las «ondas» del mar «se tragaron» varias lanchas y hombres.

Sobredeterminación

Van Leeuwen (2009) establece que hay sobredeterminación cuando los actores son representados como participantes, al mismo tiempo, de más de una práctica social y señala que las modalidades más comunes son: la inversión, en la que los actores están relacionados con dos prácticas opuestas entre sí; la simbolización, cuando un actor o un grupo de actores ficticio(s) aparece(n) como actor(es) en prácticas sociales no ficticias; la connotación, cuando una determinación única (nominación o identificación física) se utiliza para una clasificación o una funcionalización; la síntesis, en la que se combinan la generalización y la abstracción; y la desviación, donde los actores socioculturales vinculados con ciertas actividades o ciertas características específicas son representados respecto de otras actividades o características propias de otros actores, como en los casos de personificación de animales, la zoologización y la objetuación de los seres humanos, como ocurre en algunos casos en la representación de los actores socioculturales por los cronistas de Indias. En la nominación de los pueblos prehispánicos, los cronistas de Indias europeos identificaban a los indígenas incluso con animales, en un proceso de zoologización que los despojaba de sus rasgos humanos para asimilarlos a especies animales.

CONCLUSIÓN

El contraste entre la representación de los actores socioculturales colonizadores y colonizados permite develar una concepción positiva de los europeos, frente a una negativa de los pueblos prehispánicos. Los colonizadores son representados principalmente con nombres propios [9078], títulos de oficio [7085] y títulos honoríficos [6431], las tres categorías de actores que aparecen con más altas frecuencias. Se los constituye como actores superiores, racionales, civilizados y héroes épicos.

En la representación de los pueblos originarios de América predominan, con más altas frecuencias, la categorización (con el nombre común «indios») [4559] y la asimilación (pronombres personales, principalmente «ellos») [3139], y al considerar lo que se predica de estos actores, es notoria su constitución ontológica como seres inferiores, pues son catalogados como «salvajes», «bárbaros», «caníbales» y «bestiales»; y si bien es cierto que el uso de nombres propios tiene una alta frecuencia [3013], en la predicación se crea una imagen negativa de estas personalidades amerindias, pues se destacan sus defectos, sus vicios y su maldad.

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* Este artículo se deriva de la tesis doctoral del autor, titulada Los indígenas en las crónicas de Indias. Una aproximación a su comprensión desde los estudios críticos. Bogotá: Doctorado Interinstitucional en Educación (DIE), 2015, grupo de investigación Estudios del Discurso.

1 En las crónicas, algunos perros y caballos «conquistadores» encarnan seres humanos por sus facultades cognitivas y su valentía en la guerra, mientras que los pueblos prehispánicos son representados algunas veces como animales u objetos, a través de figuras retóricas como la metáfora, la metonimia y el símil.

2 En las crónicas los actores colectivos son los de mayor ocurrencia.

3 En adelante las cifras referenciadas a partir de las estadísticas del corpus se indicarán entre corchetes: [ ].

4 El nombre gobernador, en algunos contextos, es un título honorífico y, en otros, designa un título de función, según la importancia que le dé el cronista.

5 Los nombres propios, nombres comunes y otras categorías gramaticales utilizados por los cronistas son «americanismos» tomados de las lenguas prehispánicas.

6 Colón murió convencido de que había descubierto una nueva ruta para llegar al Asia: Catay (China) y Cipango (Japón), y que todos sus viajes los había hecho a las «Indias».

8Pueblos o grupos de origen iranio, en su mayoría nómadas que se dedicaban al pastoreo. Los historiadores antiguos los ubicaban en Oriente medio, Asia central, Cáucaso y la India.

Cómo citar este artículo: Vargas Manrique, P. J. (2019). Representación de los actores socioculturales en las crónicas de indias de la «Conquista». Forma y Función, 32(1), 53-80.

Recibido: 27 de Agosto de 2017; Aprobado: 08 de Septiembre de 2018

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