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Desarrollo y Sociedad

Print version ISSN 0120-3584

Desarro. soc.  no.59 Bogotá Jan.June 2007

 

Bogotá: ¿más crimen?, ¿más miedo?*

Bogotá: Crime or fear of crime?

Elvira María Restrepo**
Álvaro José Moreno***

* Los autores agradecen los valioso trabajo de Santiago Villegas como asistente de investigación en la elaboración del presente artículo; a la Secretaría General de la Universidad de los Andes, particularmente a María Teresa Tobón, por hacer posible que la encuesta de percepción llegara a toda la comunidad uniandina; a Argemiro Morales por la elaboración de la encuesta en medio electrónico; a la comunidad uniandina por su masiva participación diligenciando la encuesta; a Juan Camilo Bohórquez y a Neil Johnson por sus importantes aportes conceptuales; a los asistentes a la presentación de una versión preliminar del documento en el evento "Volver a los Andes" por sus valiosos comentarios; a los participantes del Seminario Cede por sus importantes observaciones; y a los asistentes al seminario de Fedesarrollo por las relevantes discusiones sobre el estudio.

**Profesora e investigadora CEDE, elrestre@uniandes.edu.co, Facultad de Economía, Universidad de los Andes.

***Investigador CEDE, al-moren@uniandes.edu.co, Facultad de Economía, Universidad de los Andes.

Este artículo fue recibido el 14 de diciembre de 2006, modificado el 25 de mayo de 2007 y aceptado el 28 de mayo de 2007.


Resumen

La relación entre la percepción de seguridad y el crimen no siempre está atada a la victimización ni al riesgo real de ser objeto de un acto delictivo, sino también al miedo de ser víctima de un delito. A partir de una encuesta orientada a la población de la Universidad de los Andes se encuentra que el miedo pesa más que la victimización en la percepción de seguridad de la administración Garzón en comparación con las tres administraciones precedentes (Mockus-Peñalosa-Mockus). De otro lado, a pesar de que en Bogotá los índices de criminalidad para la mayoría de los delitos de mayor impacto ciudadano han disminuido, según estadísticas oficiales, la encuesta muestra que todavía una tercera parte de los entrevistados se siente más inseguros en la actual administración que en las tres anteriores. En este estudio pionero para Colombia se demuestra que la percepción de seguridad de los uniandinos en el espacio público y en el transporte público está más determinada por factores relacionados con el miedo al crimen que por causas atribuibles a la victimización subjetiva (propia o del círculo social cercano). Además, estadísticamente se corroboran creencias arraigadas en el tema del miedo como lo son la actitud de la población joven frente al riesgo de ser sujetos de un delito y la mayor seguridad frente al crimen que sienten los hombres respecto de las mujeres.

Palabras claves: Crimen, percepción de seguridad, miedo al crimen, análisis multivariado.

Clasificación JEL: K42, H56, D81, C93.


Abstract

The perception of security related to crime is not always tied to the individual level of victimization or the real risk of crime, but rather to the fear of crime. To investigate this, we carried out a survey among the community at Universidad de los Andes. We found that the fear of crime is more decisive than the actual victimization in terms of shaping people's perception of security during Bogotá's current administration (i.e. Garzón) as compared to its three former administrations (i.e. Mockus-Peñalosa-Mockus). This becomes even more surprising if one takes into account the fact that Bogotá has experienced a decrease in most high social-impact crimes, according to official data, yet the survey reveals that still one third of those surveyed feel worst under Garzón's administration as compared to the three former ones. We show that the perception of security in public spaces, and on public transport, is determined by factors which are related more to the fear of crime than to the level of subjective victimization (understood as that of the surveyed and his/her kin). This paper also corroborates widely held beliefs that surround the fear-of-crime literature, such as the attitude towards crime risk among the young, and the higher perception of safety that men feel as compared to women.

Key words: Crime, perception of insecurity, fear of crime, stepwise probit.

JEL Classification: K42, H56, D81, C93.



El miedo político nos enseña el valor de los valores políticos fundamentales: el miedo a la guerra civil crea el respeto por el estado de derecho; el miedo al totalitarismo el aprecio a la democracia liberal; y el miedo al fundamentalismo soporte a la tolerancia y al pluralismo
(Robin, 2004).


Introducción

En este estudio se buscan establecer las relaciones causales entre la percepción de seguridad de la comunidad Uniandina en la ciudad de Bogotá y la victimización, el miedo al crimen, las precauciones que se toman para no ser víctima de un delito y la influencia de los medios de comunicación, a partir de una encuesta dirigida a la población de la Universidad de los Andes (estudiantes, profesores, empleados administrativos y egresados) con la cual se recogió información sobre los aspectos mencionados.

El miedo es una de las 6 emociones primarias del ser humano que son esenciales para su supervivencia (Damasio, 1999).1 El concepto del miedo al crimen es relativamente reciente en la literatura, tiene sus inicios hacia los años 70 y comienzos de los 80 (Bannister y Fyfe, 2001) y su medición a partir de evidencia empírica todavía es novedosa e incipiente. De hecho, para Colombia, el presente estudio es pionero en el tema del análisis y conceptualización del miedo al crimen y su relación con la percepción de seguridad.A pesar de lo reciente de esta literatura, el interés por el miedo al crimen ha sobrepasado su desarrollo conceptual y la sofisticación de las técnicas que se usan empíricamente para medirlo (Farrall et al., 1997). Es más, después de más de 30 años de investigaciones y cientos de estudios, por razones que parecen difíciles de entender, el estudio del miedo al crimen se quedó en una fase rudimentaria de desarrollo. La ausencia de una conceptualización consistente sobre lo que realmente es el miedo al crimen, que oscila entre un estado emocional, una actitud o una percepción, y el no uso de técnicas similares para medirlo (Warr, 2000), son dos situaciones que dificultan el progreso del análisis de este fenómeno en el futuro. Adicionalmente, el miedo al crimen incluye matices que se deben distinguir para comprender mejor el tema de estudio; vale mencionar la distinción que hacen Wright y Miller (2005) entre el temor que siente una persona de ser víctima de un crimen y el temor que pueda tener por la magnitud o severidad de su victimización.

A pesar de las carencias metodológicas y conceptuales descritas, el miedo al crimen parece ser hoy en día un problema más generalizado que el crimen mismo (Hale, 1996) y las implicaciones del miedo en la percepción de seguridad de las personas son enormes,2 como se analizará en el presente documento.3 Por esta razón, en este estudio se hace uso de una encuesta diseñada para entender el impacto del miedo al crimen en la percepción de seguridad de Bogotá de los uniandinos. La encuesta fue realizada en abril de 2006, con el propósito de medir qué factores inciden en la percepción de seguridad de Bogotá de la comunidad uniandina en la actualidad, cómo afecta el miedo al crimen la percepción de seguridad en el espacio público y el transporte público de Bogotá bajo diferentes especificaciones y cuál es la importancia y dimensión del miedo al crimen en la ciudad.4 Así mismo se busca establecer la veracidad de ciertas creencias arraigadas en el tema del miedo al crimen presentes en la literatura internacional (ej. que las mujeres le temen al crimen más que los hombres) y/o miedos infundados alrededor del miedo al crimen (ej. que los adultos y la tercera edad le temen más al crimen que la población joven).

Queremos destacar que el interés académico por el miedo al crimen es tal que para el año 2000 se habían realizado más de 800 estudios sobre el tema (Ditton y Farral, 2000; Hale, 1996). En Latinoamérica existen numerosos estudios sobre el tema, de los cuales vale la pena destacar los de Dammert y Malone (2006), Arias y Rodrigues (2006), Dammert y Malone (2003), Chevigny (2003) y Coy y Pöhler (2002). Uno de los aspectos más inquietantes de estos estudios es que el miedo al crimen sobrepasa la vulnerabilidad personal y actúa como una presencia divisoria entre los ciudadanos al reducir su deseo y compromiso de participar socialmente. Además el miedo disminuye el civismo, lo cual es perjudicial ya que está ampliamente demostrado que se tiene más éxito en la lucha contra el crimen cuando la sociedad civil confía y por lo tanto coopera con las instituciones y con su comunidad. Por lo tanto entender el impacto del miedo al crimen en una sociedad como la colombiana, país en el que, en palabras de Gómez Buendía (1999) "impera una alta racionalidad individual y una altísima irracionalidad colectiva", parece imperativo para luchar contra el crimen.

En la literatura especializada existen tres tesis sobre el miedo al crimen: en la primera de ellas se establece que el miedo es producto de la victimización, es decir, que el miedo al crimen es producto de la experiencia directa del crimen que tiene cada persona o de forma indirecta a través de sus allegados; la segunda es la tesis del control social y postula que el miedo se genera por la inhabilidad de un individuo de controlar su propia vida y los comportamientos y actividades de los demás, es decir, que la gente tiene miedo por su inhabilidad de prevenir o poder manejar las consecuencias de la victimización; por último, se habla de la tesis del entorno urbano, que establece que el miedo al crimen no proviene necesariamente de experiencias directas de crimen (victimización), ni del control de cada individuo per se, sino que atribuye el miedo al crimen a la manera en que la gente experimenta e interpreta el entorno urbano que lo rodea, "el entorno urbano le da a un individuo la experiencia visual (cuando el conocimiento real es limitado) sobre la probabilidad del riesgo al crimen y la posibilidad de que otros intervengan para ayudarlo" (Merry, 1981).

Existe otra explicación sobre el miedo al crimen que busca determinar la influencia de los medios de comunicación en el miedo al crimen. Reiner (2002) establece que la proporción de historias de crimen es una función de los medios, el mercado y la época:

Cuando la violencia de la vida real se compara con el crimen real, medido por las estadísticas oficiales, parecería que los medios exageraran la probabilidad y severidad del peligro. Se dice que esto ‘cultiva' una visión distorsionada del mundo que crea niveles innecesarios de ansiedad que no corresponden al nivel de riesgo al crimen violento.

Independientemente de su influencia, es un hecho que los crímenes violentos figuran desproporcionadamente en los medios, más en unos que en otros (Reiner, 2002). Este hecho además rara vez es compensado con noticias positivas que muestren mejorías en la administración de justicia o avances en la lucha policial contra el crimen. Heeb (2002) muestra que en Colombia esta situación se ve exacerbada por el conflicto armado y los niveles generales de violencia, razón por la cual los medios de comunicación masiva se han vuelto bastante sensacionalistas para mantener la tensión del público.

Desde el punto de vista teórico, también vale la pena mencionar el ejercicio de Becker y Rubinstein (2004) a partir del cual muestran los efectos diferenciales del miedo al crimen en personas que corren los mismos riesgos objetivos. Usando datos históricos del efecto del terror casi cotidiano del terrorismo en el transporte público en Israel y el efecto de la disminución en el número de pasajeros de avión después de los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en Estados Unidos, los autores concluyen que el efecto del terror varía por condiciones subjetivas de cada individuo. En su modelo los agentes se sobreponen al miedo al acumular lo que ellos denominan capital mental y no sobreestimando la probabilidad de sobrevivir, como otros estudios sugieren. Esto mismo puede ocurrir en las relaciones de edad y género consideradas en este estudio.

El presente artículo consta de cinco secciones: la primera de ellas es esta introducción; en la segunda se presenta el detalle de la encuesta y las estadísticas descriptivas que se desprenden de la misma a la luz de diferentes tesis sobre el miedo al crimen; en la tercera se describe la metodología a implementar para el estudio empírico; la cuarta contiene los resultados econométricos; y en la última sección se concluye.

I. Datos y estadísticas descriptivas

El presente estudio incorpora al análisis de percepción de seguridad aspectos relacionados con la victimización, el miedo al crimen, el impacto de las precauciones que se toman y el efecto de los medios de comunicación en las mediciones de percepción de seguridad. En esta sección se hace una descripción detallada de estos cuatro fenómenos a la luz de la información recopilada a partir de la encuesta, para esclarecer la relevancia de emplear dichas variables al explicar la percepción de seguridad de los uniandinos.

A. Mediciones: crimen y miedo al crimen

El crimen en Colombia se mide a partir de las estadísticas oficiales y de los módulos de victimización que desde 1985, año para el que se realizó el primero, se incluye en la Encuesta Nacional de Hogares del Dane para medir la cifra negra o criminalidad oculta.5 Adicionalmente, el Dane realizó una encuesta exclusiva de victimización en el año 2003. Las estadísticas oficiales sobre crimen son recopiladas principalmente por la Policía Nacional y el Instituto Nacional de Medicina Legal y aunque presentan algunos problemas, las estadísticas de delitos como homicidio y hurto de vehículos son históricamente bastante confiables.6 A partir de las encuestas de victimización realizadas se sabe que en Colombia solo se denuncia alrededor de una cuarta parte de los delitos, proporción que se mantiene estable desde 1985 hasta 2003. Además existen encuestas especializadas en percepción de seguridad y victimización como la del Observatorio de Seguridad en Bogotá de la Cámara de Comercio de Bogotá.7 Adicionalmente existen encuestas específicas que buscan medir la percepción de riesgo al crimen y el miedo al crimen, como la que se diseñó para este estudio que incluye un módulo específico de miedo al crimen.

Al abordar el tema de las encuestas sobre miedo al crimen es preciso mencionar algunos problemas que se presentan recurrentemente en ellas. Muchas preguntas examinan el miedo al crimen pero olvidan contextualizarlo en categorías como si es de noche o de día, en la casa o en el barrio, solo o acompañado, etc. Por ello poco se sabe de la variación del miedo según cada contexto (Warr, 2000 y Wright y Miller 2005). De otro lado, es cuestionable la validez y fiabilidad de preguntas aisladas que buscan medir el miedo.8 Por ello lo difícil es saber si las preguntas de una encuesta sobre miedo al crimen están midiendo el miedo al crimen u otra cosa, como por ejemplo la calidad de vida en una ciudad (Ferraro, 1995, Warr, 2005 y Wright y Miller, 2005), es posible que emociones como el terror, el pánico, el desorden urbano y el malestar de las ciudades sean subsumidos bajo al bandera del miedo (Farrall et al., 1997).

En este mismo sentido, hay inconvenientes con preguntas que examinan más la probabilidad de ser sujeto de un crimen que el miedo al mismo, como cuando se pregunta qué tan seguro se siente solo de noche en su barrio, en lugar del miedo a experimentar algún tipo específico de victimización. Otro tipo de problemas que es común encontrar en este tipo de encuestas se da cuando el crimen no es definido por el encuestador, sino que deja que sea el encuestado quien determine el significado del mismo. Por este motivo, la gente tiende a pensar solo en crímenes violentos en lugar de pensar en hurtos simples; por este motivo, una encuesta de este tipo solo estaría midiendo el miedo al crimen violento y no al crimen en general o a delitos específicos (Wright y Miller, 2005). Entre las limitantes que se presentan en este tipo de encuestas se puede destacar que es muy difícil llevar a cabo la encuesta a lo largo del tiempo aunque según Ferraro (1995), este inconveniente logra sobrepasarse con la construcción de índices. En la encuesta empleada para este estudio se tuvieron en mente estos inconvenientes para crear el formulario de preguntas lo más acertado posible.

B. Encuesta Uniandes 2006

Los datos utilizados en este estudio provienen de una encuesta realizada a la población uniandina, conformada por estudiantes, profesores, empleados administrativos y egresados de la Universidad de los Andes (Encuesta Uniandes 2006), por medio de la cual se recolectó información sobre: las características del encuestado; su victimización subjetiva;9 las precauciones que se toman para no ser víctima de un delito; el miedo al crimen; percepción de seguridad; y la influencia de los medios de comunicación. Dicha encuesta es representativa de la población uniandina de estudiantes, profesores y empleados administrativos.

La encuesta se aplicó a través de Internet, buscando aprovechar que por este medio se recogen respuestas menos influenciadas por presiones sociales o consideraciones de tipo "políticamente correcto" (Güth et al. 2002) o por situaciones que conllevan a que los encuestados no quieran verse mal en frente del encuestador (Bertrand y Mullainathan, 2001). La metodología empleada fue enviar un correo electrónico a la población objetivo con un hipervínculo donde se podía diligenciar la encuesta. Ésta estuvo disponible durante todo el mes de abril de 2006. A los dos días de haber enviado la encuesta se recibieron alrededor de 2.500 respuestas y al final de la primera semana habían respondido la encuesta cerca 3.400 personas. Al final del mes se llegó a un total de 3.593 formularios diligenciados, de los cuales 3.344 conforman la muestra definitiva (Cuadro 1).10

El género de los encuestados se distribuye homogéneamente entre hombres y mujeres, 1.670 (49,9%) y 1.589 (47,5%) respectivamente, 85 (2,5%) personas se abstuvieron de responder a esta pregunta. Para la ciudad de residencia, los encuestados son en su mayoría residentes de Bogotá (89,8%), lo cual es favorable para el objetivo del estudio en cuanto se busca esclarecer la relación entre percepción de seguridad y el miedo al crimen en Bogotá para los uniandinos. El estrato socioeconómico de la muestra está concentrado en los estratos medios y altos: 23,9% de las personas entrevistadas pertenece al estrato 3; 24,3% al 4; 16,4% al 5; y 21,4% al estrato 6 mientras que los estratos 1 y 2 agrupan al 13,4% de la muestra. En cuanto a la edad, esta se concentra en el grupo que comprende personas entre 19 y 25 años con 57,4% de la muestra, el porcentaje de personas con edades entre los 16 y los 18 años es de 9,8%, para los grupos de edad que abarcan la población muestral mayor de 25 años se observa una tendencia decreciente con respecto a la edad: entre mayor es el promedio de edad del grupo, menor es la población que lo compone: 7,1% de la muestra pertenece al grupo de edad 36 a 45 años, 3,6% al grupo de 46 a 55 años y 1,2% al grupo de personas mayores de 56 años. Esta participación por edades explica la gran participación de estudiantes en la categoría ocupación, donde tienen una participación del 64,6%, la segunda participación en orden de importancia en este rubro corresponde a los profesionales que no trabajan con la universidad (18,9%), en cuanto a los profesores, tanto docentes de planta como de cátedra, estos representan 8,8% de la muestra, seguidos por los empleados administrativos (6,8%) y el grupo con menor peso en esta categoría es el conformado por los desempleados, quienes representan tan solo el 0,9% del total de la muestra.

Una manera de mirar estas estadísticas de forma comparativa es mediante el uso de la metodología diseñada por Johnson y Shneiderman (1991) que busca incluir en un mismo espacio, mediante diferencias en áreas y tonalidades, la forma como está repartida una información determinada en un orden específico. En el Gráfico 1 se presentan las características de la muestra a partir de esta metodología para las categorías de género, estrato socioeconómico, edad y ocupación.

En el primer nivel del gráfico se pone en evidencia que la muestra está repartida equitativamente entre géneros, como se pudo observar anteriormente, la población muestral es ligeramente superior para el género femenino (49,9%) en comparación con los hombres (47,5%). La siguiente categoría que se presenta corresponde a una repartición de la población de cada uno de los géneros por estrato socioeconómico. Esta distribución es bastante equitativa, no obstante, existen algunas diferencias: los estratos bajos pesan menos en el grupo de las mujeres que en el de hombres, 11,6% frente a 15,1% respectivamente, y la proporción de personas pertenecientes a estratos altos es más importante para las mujeres que para los hombres (23,7% frente a 20,5% respectivamente). La proporción de estratos medios dentro de cada una de las categorías es relativamente homogénea: 47,4% para las mujeres contra 48,7% para los hombres.

El tercer nivel de análisis corresponde a una división del anterior (género por estrato) por grupos de edad. Se puede observar que bien sea en el grupo de los hombres o de las mujeres, el grupo de edad con mayor peso para cada uno de los estratos es el de 18 a 25 años. En las categorías donde alcanza un peso mayor es en las de los estratos altos (5 y 6): 67,4% de las mujeres de estrato 5 y 67,9% de los hombres de este mismo estrato están en un rango de edad entre 18 y 25 años. 68,5% de las mujeres de estrato 6 y 69,9% de los hombres de este mismo nivel socioeconómico se encuentran en este mismo rango de edad. La proporción de personas entre 18 y 25 años es considerablemente menor para los estratos 2 y 3 (entre el 38% y el 48%, para cada uno de los géneros).

En el cuarto y último nivel de análisis se hace una división del nivel anterior por ocupación, esta división se presenta de manera gráfica mediante tonalidades para diferenciar cada una de las 5 posibles ocupaciones de la muestra, además de aquellos que no respondieron, a saber: estudiante; profesional; profesor uniandes; empleado administrativo; y desempleado. El rasgo más llamativo, como era de esperarse, es que se puede observar que para todos los estratos y para cada uno de los géneros, la población de personas que pertenecen al grupo de edad de menores de 18 años está compuesta en su totalidad por estudiantes. El grupo de edad entre 18 y 25 años también está compuesto en gran parte por estudiantes pero para algunos estratos es posible encontrar un porcentaje elevado de profesionales y en menor medida algunos profesores. En el estrato tres se pueden encontrar algunos empleados de la universidad pertenecientes a este grupo de edad bien sea para los hombres o para las mujeres. De otro lado, para los dos géneros, la proporción de profesionales pertenecientes al grupo de edad entre 26 y 35 años es considerablemente mayor en los estratos altos en comparación con los estratos bajos: 79% de los hombre de estrato 5 que se encuentran en un rango de edad entre 26 y 35 años son profesionales en comparación al 19% de los hombres de estrato 2 de este mismo grupo de edad. En los estratos bajos la proporción de empleados de la universidad que se encuentran en el grupo de edad entre 26 y 35 años tiende a ser alta (50% para las mujeres de estrato 1 y 33% para los hombres de este mismo nivel socioeconómico). Esta proporción es nula para los estratos altos en el caso de los hombres y de las mujeres. Los desempleados se encuentran repartidos indiscriminadamente dentro de la muestra. Los grupos con una mayor concentración de desempleados son el de las mujeres de estrato 3 que se encuentran en un rango de edad entre 36 y 45 años (8,8%) y las mujeres de estrato 5 entre 26 y 35 años (5,4%). Estas cifras son altas teniendo en cuenta que la tasa de desempleo del total de la muestra es de 1,2%.

C. Estadísticas descriptivas

A continuación se presentan los principales resultados de la Encuesta Uniandes 2006, exponiéndolos a la luz de las teorías sobre el miedo al crimen, esbozadas en la introducción.

1. Encuesta Uniandes 2006 y la tesis de la victimización

Como primera medida se explorará una hipótesis muy arraigada en las discusiones sobre el tema y que tiene que ver con que el miedo es producto de la victimización.11 A la luz de los resultados de la Encuesta Uniandes 2006, la victimización es subjetiva en el sentido en que cubre, no solo la victimización de la persona que está diligenciando la encuesta, sino igualmente las experiencias cercanas de sus familiares y amigos cercanos en los últimos dos años.12 Esta medida, aunque amplia en la captura de victimización, permite capturar el crimen que rodea al encuestado que en esencia puede ser más relevante en el impacto en su percepción de seguridad y en el miedo al crimen que la propia victimización en la medida en que es difícil desligar las experiencias cercanas de la experiencia propia.

En el Gráfico 2 se hace una comparación entre el miedo de la comunidad uniandina a algunos delitos específicos en Bogotá, medido en la Encuesta Uniandes 2006; la victimización subjetiva definida previamente; y el riesgo objetivo, es decir, el número de delitos (para cada delito) sobre la población de Bogotá, con base a las estadísticas ofíciales de la Policía Metropolitana de Bogotá, lo cual puede ser visto igualmente como la probabilidad de ser víctima del delito en cuestión en la ciudad.13

Se puede observar que para todos los delitos hay más miedo que victimización subjetiva y que victimización objetiva, es más, la diferencia entre miedo y victimización objetiva es tan amplia que se hace difícil hacer comparaciones. Pero lo que es determinante es ver cómo a pesar de ser la victimización subjetiva una medida tan amplia de lo que una persona puede sentir como su propia victimización, el miedo es siempre superior a esta medida. De hecho, para el caso de los delitos denominados de alto impacto social, que son los que con mayor frecuencia se presentan en Bogotá, el miedo es equiparable al riesgo subjetivo para el hurto a personas, mientras que para el hurto a residencias el miedo es dos veces mayor a la victimización subjetiva y para el caso del hurto de vehículos esta diferencia es aún mayor. Es más, en la categoría de los denominados crímenes violentos, que ocurren con menor frecuencia que los anteriores en Bogotá, las diferencias entre el riesgo subjetivo y el miedo son enormes, es así como para el caso de la extorsión el miedo supera en casi tres veces a la victimización subjetiva, relación que se hace de 5 a 1 para el delito de homicidio y que pasa a ser de 10 a 1 para el secuestro y la violencia sexual.

Los que se oponen a la tesis del miedo como producto de la victimización sostienen que esta tesis no es concluyente en la dirección de la relación pues hay grupos de personas que aparentemente son menos miedosas, como los hombres entre los 18 y 24 años, aunque estos últimos son los que más riesgo real presentan en la mayoría de los crímenes y en la mayoría de las ciudades del mundo.14

En la literatura prevalecen ciertos mitos relacionados con el miedo y la victimización. Aunque la literatura no es concluyente al respecto, estos pueden ser contrastados con los resultados obtenidos en la Encuesta Uniandes 2006. El primero argumenta que los hombres son menos victimizados y menos temerosos que las mujeres, con respecto al crimen violento. La Encuesta Uniandes 2006 corrobora este mito, en el Gráfico 3 se muestra que el nivel de victimización subjetiva con respecto al crimen violento es mayor para las mujeres que para los hombres para la mayoría de los grupos de edad, con excepción del grupo de 46 a 55 años. Se puede observar también que las mujeres le temen más al crimen violento que los hombres, independientemente de la edad. Para el caso de los delitos de alto impacto social, esta relación es menos evidente, aunque el nivel de miedo relacionado con estos delitos es mayor en el caso de las mujeres, independientemente de la edad, el comportamiento para los dos géneros es similar. Con respecto a la victimización por grupos de edad las diferencias son menos evidentes: para la mayoría las cifras son comparables entre hombres y mujeres, con excepción de las personas mayores de 55 años para quienes el nivel de victimización subjetiva es más elevado en el caso de las mujeres (92%) que en el de los hombres (78%), Gráfico 3.

Otro mito presente en la literatura del miedo y la victimización es el que sugiere que las mujeres y las personas de mayor edad son más vulnerables en el espacio público que los jóvenes y los hombres. Los resultados de la Encuesta Uniandes 2006 presentan evidencia contraria a este mito. Con respecto al género, en el Gráfico 4 se puede observar que para el caso de los delitos de alto impacto social, categoría en la cual se encuentran los principales delitos relacionados con el espacio público (hurto a personas y hurto de vehículos), no existe una diferencia marcada para la mayoría de los grupos de edad. El único grupo para el cual se percibe una diferencia importante entre los dos géneros es para las personas mayores de 55 años: alrededor de 92% de las mujeres mayores de 55 años aseguran haber sido víctimas subjetivas de algún delito de alto impacto social en al menos una oportunidad, mientras para los hombres pertenecientes a este mismo grupo de edad, esta participación es del 70%.

A continuación se analiza la victimización subjetiva en el hurto a personas diferenciándolo por género, con el fin de abordar el mito que asegura que las mujeres son más vulnerables que los hombres en el espacio público.15 Adicionalmente se indaga sobre las diferencias en relación a la agresión y el uso de las armas en el hurto a personas para los dos géneros (Gráfico 5).16

En el primer nivel del gráfico 5 se puede ver que el porcentaje de personas afectadas por este delito es muy similar entre hombres y mujeres. No obstante, el porcentaje de mujeres victimizadas subjetivamente por este delito es levemente mayor al de los hombres: 84,4% y 80,6%, respectivamente, lo cual confirma el mito de que las mujeres son más vulnerables en espacio público que los hombres.

El siguiente nivel de análisis del gráfico es una discriminación del hurto a personas entre los casos donde hubo agresión y aquellos en los que no hubo. El porcentaje de hombres victimizados subjetivamente por el hurto a personas con agresión es más elevado que el de las mujeres: 29,3% y 25%, respectivamente. Una razón por la que puede pasar esto es que los hombres, dadas sus características fisiológicas, tienen la capacidad de oponer más resistencia que las mujeres al ser asaltados, con lo cual los delincuentes estarían más incentivados a emplear agresión si su víctima es un hombre. Sin embargo, por ser en este caso la victimización subjetiva, la agresión puede estar más bien relacionada con la percepción de cada individuo, dos personas pueden percibir la misma situación de maneras distintas, que en este caso estaría determinada por el género.

El último nivel de análisis del gráfico presenta una discriminación del anterior diferenciando los casos en los que se utilizó un arma o no en el delito. Se puede observar que en un importante número de casos, tanto para hombres como para mujeres, la agresión implica la utilización de algún tipo de arma: 80% de las mujeres victimizadas subjetivamente por un hurto con agresión afirman que se utilizó un arma, esta proporción asciende a 87,2% para el caso de los hombres. De otro lado, en los casos en los que las personas no se sintieron agredidas, el comportamiento es contrario: mientras que el 29,6% de las mujeres victimizadas subjetivamente por un hurto a persona sin agresión afirman que se utilizó un arma, para los hombres este porcentaje es del 40,7%. Es así como los hombres suelen ser más victimizados subjetivamente por el hurto a personas con armas que las mujeres y el hecho de que se utilice un arma no necesariamente implica agresión y es más marcada la diferencia en la percepción de agresión de hombres y mujeres con el uso de armas.

2. Encuesta Uniandes 2006 y la tesis del control social

Esta tesis postula que la gente tiene miedo por su inhabilidad de prevenir o poder manejar las consecuencias de la victimización. En el cuadro 2 se puede observar la distribución de las precauciones y las acciones emprendidas por los uniandinos para varias definiciones de victimización.

A partir de la información contenida en el Cuadro 2 se puede observar que independientemente del nivel de victimización (víctima delito de alto impacto social, víctima crimen violento, víctima intento fallido de delito y aquellos que no han sido víctimas de ningún delito), como era de esperar, no existe un patrón frente a las precauciones que denominamos "normales". Sin embargo, se pueden resaltar algunos resultados. En primer lugar vale la pena destacar que la totalidad de las víctimas de crimen violento evitan ir a algunos lugares de la cuidad, participación que aunque sigue siendo alta disminuye en las otras categorías de victimización.

En contraste con lo anterior, el comportamiento de los uniandinos respecto a las precauciones "extremas" varía considerablemente. Como es de esperar, el porcentaje de personas que toman dichas medidas es menos elevado en cada uno de los grupos. De los datos del Cuadro 2 se desprende que entre más violento el crimen más precauciones extremas se toman: portar armas (11,8%); cambiar de lugar de residencia (17,6%); y pensar en irse del país (23,5%), en contraposición de las personas que no fueron víctimas de ningún delito: portar armas (0,9%); cambiar de lugar de residencia (0,9%); y pensar en irse del país (9%).

Llama la atención que las personas que no han sido víctimas de ningún delito toman en mayor porcentaje las precauciones "extremas" de tener escoltas y/o carro blindado (18,3% y 6,2% respectivamente) frente a 5,9% y 0% en el caso de las víctimas de crimen violento. Lo anterior no permite afirmar si las medidas se toman para no ser víctima o si no se es víctima por haberlas tomado.

Con respecto a las acciones tomadas, vale la pena destacar que los uniandinos denuncian los delitos en una proporción casi tres veces superior a la reportada en las encuestas de victimización desde hace más de dos décadas, lo cual hace pensar que hay cierto nivel de civismo entre los uniandinos.

3. Encuesta Uniandes 2006 y la tesis del entorno urbano

El miedo al crimen no proviene de experiencias directas de crimen (victimización), ni del control de cada individuo per se, sino más bien de cómo la gente experimenta e interpreta el espacio urbano.

Los que apoyan la tesis del entorno urbano explican que esta permite entender desde la historia de las ciudades medievales amuralladas hasta los centros comerciales y las casas modernas "amuralladas" de hoy. Ellin (1996) observa que:

Ciertamente las puertas, la policía y otros sistemas de vigilancia, la arquitectura defensiva y el urbanismo neo-tradicional contribuyen a dar a la gente una sensación general de seguridad. No obstante estos factores también contribuyen a acentuar el miedo pues incrementan la paranoia y la desconfianza entre la gente. (Traducción propia).

De manera similar Marcuse (1997) se pregunta: "si los muros en las ciudades generan seguridad o si más bien crean miedo". Dado que la encuesta Uniandes no contiene datos para ilustrar esta tésis, quizá se entiende mejor con una analogía a la tesis de Wilson y Kelling (1982) sobre las "ventanas rotas" en el caso de Bogotá, podría pensarse en la transformación física de la ciudad durante la administración Peálosa, que se traduciria en una mejor percepción de la misma por parte de sus habitantes.

4. Encuesta Uniandes 2006 y medios de comunicación

En el tema del impacto de los medios en el miedo al crimen, vale destacar que los resultados de la encuesta Uniandes 2006 son ambiguos, como se expone en la cuarta sección del presente documento. Este hallazgo empírico confirma esta particularidad encontrada en los estudios empíricos, literatura que no logra ser contundente en encontrar la dirección en que inciden los medios en el miedo al crimen.

De hecho, en la literatura especializada hay evidencia que muestra que el nivel de influencia de los medios en la percepción de seguridad de las personas es equívoco. Ditton et al. (2004) muestran que las percepciones e interpretaciones son más importantes que la frecuencia de consumo de televisión o de otras características de los materiales que traen los medios. Slogan y Maxfield (1981) realizaron uno de los análisis más sofisticados sobre la relación entre los medios y el miedo al crimen en el que encuentran que no hay pruebas que muestren la relación entre atención a los medios y miedo al crimen.17 Por el contrario, Gerbner y Gross (1976) demuestran que las personas que más ven televisión son las que más le temen al crimen.18 Es de destacarse que en los años 70 y 80 los estudios buscaban, en general, entender si los medios creaban agresores en potencia más que ansiedades sobre el crimen,19 que es en lo que se han concentrado hoy en día.

En conclusión, el tema puede ser resumido a las palabras de (Schramm et al., 1961):

Para algunos niños, bajo algunas condiciones, cierta televisión es dañina. Para algunos niños, bajo las mismas condiciones, o para los mismos niños bajo otras condiciones, puede ser beneficiosa. Para la mayoría de los niños, bajo varias condiciones, la mayoría de la televisión probablemente no es ni particularmente dañina ni particularmente beneficiosa.

II. Estrategia empírica

A partir de la información recopilada con base en la Encuesta Uniandes 2006 se construyó una base de datos con información sobre la victimización subjetiva, el miedo al crimen, las precauciones y las actitudes frente a la percepción de seguridad en Bogotá de cerca de 3.400 miembros de la comunidad uniandina. Como se explicó anteriormente, la información contenida en esta base de datos recoge características de los encuestados por género, ciudad de residencia, edad y las características de los mismos en términos de victimización, precauciones y miedos, así como sus apreciaciones respecto de la percepción de seguridad bajo diferentes escenarios.

En los últimos años en Bogotá se presenta una tendencia decreciente en los índices de la mayoría de los delitos de alto impacto social, según estadísticas oficiales (Gráficos 6, 7 y 8).

No obstante esta tendencia decreciente del crimen en Bogotá, hay quienes perciben que la ciudad se encuentra en peor situación en este momento respecto a los años anteriores. Por ello es importante preguntarse qué lleva a la comunidad uniandina a percibir que la seguridad de la ciudad ha desmejorado.

A partir de la información de la Encuesta Uniandes 2006 se plantea una estrategia empírica con base en modelos probit y a partir de análisis multivariados para la construcción de dichos modelos.20 Estos son modelos con variables dependientes e independientes dicótomas, es decir, variables que pueden tomar uno de dos valores: 1 y 0. Esta metodología permite capturar la ocurrencia de un fenómeno específico, por ejemplo una variable dependiente que busque capturar el hecho de percibir que hoy la seguridad de la ciudad está peor que en el pasado, caso en el que la variable tomaría un valor de 1. Del mismo modo las variables independientes van a tomar 1 por valor si el encuestado a respondido afirmativamente a la pregunta que da origen a dicha variable y 0 en caso contrario.

Los modelos bivariados a estimar predicen la probabilidad de que se dé un evento específico en cada módulo de la encuesta. Es así como a partir del análisis de la encuesta módulo por módulo, los modelos permiten determinar cuales son las variables de cada módulo que se asocian con el fenómeno objeto de estudio con significancia estadística. Por lo tanto los modelos pueden expresarse así:

Donde y es la variable dependiente para cada uno de los modelos a estimar; c es una constante; xi, con i = 1, ..., n son las variables explicativas del modelo resultantes de la estimación; bi, con i = 1, ..., n son los coeficientes estimados para cada una de las variables explicativas y e es un término de error. Por lo tanto, si el evento de interés i está presente en un encuestado y toma el valor de 1 y si el evento no se encuentra toma valor de 0.

A partir de estos modelos se busca medir cómo se ve afectada la percepción de seguridad de los uniandinos al relacionar variables que capturan diferentes definiciones de percepción de seguridad con variables explicativas pertenecientes a los diferentes módulos de la encuesta incluidos en la estimación, a partir del siguiente orden: (a) Información general del encuestado; (b) victimización; (c) precauciones; (d) miedo al crimen; y (e) medios de comunicación.

Para llevar a cabo las estimaciones, en el análisis multivariado se parte de la construcción de un modelo general en el que se hace una regresión para la variable dependiente con cada una de las variables de los diferentes módulos de la encuesta en el orden ya escrito. Es decir, se hacen 5 regresiones independientes para determinar las variables significativas de cada uno de los módulos de la encuesta sobre la percepción de seguridad y a partir de dichas variables significativas se estima un modelo preliminar que las incluye a todas. Aquellas variables que en este modelo preliminar pierden su significancia estadística son retiradas del modelo y para tener seguridad de que no se han omitido variables explicativas se hacen regresiones independientes incluyendo en este modelo preliminar cada una de las variables que no se están teniendo en cuenta en el orden de los módulos de la encuesta. El resultado final de este proceso es un modelo explicativo de la probabilidad de ocurrencia de cierto fenómeno con todas las variables que lo afectan con un nivel de significancia estadística mayor al 90%.

Por último se estiman los efectos marginales de los modelos finales para ser inferencias más precisas sobre las relaciones causales de estos modelos.

III. Resultados econométricos

En esta sección se presentan los resultados obtenidos para 10 especificaciones de la variable percepción de seguridad. Las regresiones se llevan a cabo en seguimiento de la metodología explicada en la sección anterior.

El primer modelo captura la probabilidad de sentirse más seguro en la administración actual (Garzón) frente a las tres anteriores administraciones (Mockus-Peñalosa-Mockus), Cuadro 3.

Los resultados econométricos indican que hay una relación positiva con la probabilidad de sentirse mejor en la administración actual (Garzón) frente a las anteriores tres administraciones para las variables: edad entre 16 y 18 años; estudiante; y seguridad privada adicional. Para el resto de variables la relación es inversa, es decir, la probabilidad de sentirse peor en la actual administración está estrechamente relacionada con las variables: estrato 5, estrato 6, hurto a persona con agresión, no salir de noche, tener alarma en la casa, tener vidrios antirrobo en el vehiculo, tomar otras precauciones, tener miedo al hurto de vehículo, leer regularmente la prensa escrita del país, y leer o ver noticias en canales internacionales.

La manera en que estas variables impactan la probabilidad de sentirse más o menos seguro en la actual administración frente a las tres precedentes se puede apreciar mejor cuando se calculan los efectos marginales que tiene cada una de estas variables asociados a la probabilidad de sentirse mejor bajo la administración Garzón, Gráfico 9.

En cuanto a las variables que tienen un impacto positivo en la percepción de seguridad en la administración actual frente a las tres anteriores administraciones, es posible definir dos grupos. En el primero de ellos se pueden agrupar las variables estudiante y edad entre 16 y 18 años; estas dos variables hacen referencia a que las personas que perciben que la ciudad es más segura en la administración Garzón frente a las administraciones Mockus-Peñalosa-Mockus son los jóvenes, fenómeno que se definirá como un efecto de burbuja social dado que los jóvenes no tienen suficiente conocimiento del pasado o su memoria está sesgada a la opinión de los padres o de las demás personas con las que tenían relación en las previas tres administraciones. La experiencia directa de los jóvenes, por obvias razones era inexistente hasta la administración actual en la que se sienten más seguros. Es mas el hecho de ser jóvenes independientemente de cualquier otra situación explica porque estos se sienten más seguros. En el segundo grupo está la variable seguridad privada adicional, la cual entra en una categoría que se denominará el efecto de la burbuja física. El hecho de que la gente tenga seguridad privada adicional a la de su edificio de residencia o a la de su lugar de trabajo, hace referencia a escoltas públicos o privados o a empresas de vigilancia privada. Esta segunda burbuja lleva a que la gente se aísle físicamente de su entorno y se rompa la barrera temporal entre las diferentes administraciones, lo que conlleva a que el sentimiento de seguridad sea inherente al aislamiento propio del individuo del entorno en el cual se puede sentir inseguro.

En contraste, las variables que pesan negativamente en la percepción de seguridad de la administración Garzón frente a las tres administraciones precedentes pueden clasificarse en cuatro grupos. El primero de ellos encaja en la teoría de que la percepción negativa está estrechamente ligada a la victimización del individuo dado que el modelo encuentra que si se ha sido víctima de hurto a persona con agresión, aumenta en 3,8% la probabilidad de sentir que la administración actual se percibe como menos segura que las anteriores tres, esta sería la única variable racional de todas las variables negativas que acá se clasifican porque está asociada a una victimización real.

En un segundo grupo se pueden agrupar las variables que identifican a los residentes de los estratos 5 y 6 como personas que tienen una mayor probabilidad de sentir que la ciudad está en peor situación en la administración Garzón frente a las anteriores tres administraciones. La explicación de este comportamiento puede estar ligada a la idea de que Garzón no es un alcalde elegido mayoritariamente (o preferido) por los ciudadanos de estratos altos, sino por el contrario por las clases medias y bajas.

En un tercer grupo se encuentran dos variables asociadas al impacto de los medios en la percepción de seguridad. Estas variables muestran que las personas que leen la prensa escrita del país tienen 4,8% más de posibilidades de sentir que la ciudad está más insegura en esta administración frente a las administraciones de Mockus-Peñalosa-Mockus y este porcentaje se incrementa a 6,2 para aquellos que leen o ven noticias en canales internacionales. Por último, en una cuarta categoría se pueden agrupar las variables que están ligadas al miedo y que se relacionan, sin excepción, negativamente con la percepción de seguridad de la ciudad. Esto significa que hay cinco variables asociadas al miedo que inciden negativamente en la probabilidad de sentirse menos seguro en la administración Garzón frente a las tres administraciones precedentes. Una de estas cinco variables, el sentir miedo a ser víctima de hurto de vehículo, incide en -6,7% a la probabilidad de sentirse más seguro en la actual administración, las otras cuatro variables están asociadas al miedo en la medida en que son precauciones que se toman para no ser víctima de una delito pero que, como se dijo anteriormente, denotan una actitud de temor hacia el crimen y que influyen en sentirse menos seguro en la actual administración y son: tener alarma en la casa (-3,6%); no salir de noche (-4,3%); tener vidrios antirrobo (-5,6%); y tomar otras precauciones (-17%).

Un segundo modelo es estimado con miras a capturar las variables que inciden en la probabilidad de sentirse seguro hoy en Bogotá. La diferencia con el modelo anterior radica en que en este caso la variable dependiente no tiene en cuenta el componente temporal de las administraciones locales (Cuadro 4).

Como era de esperar, nuevamente se presenta el fenómeno que se denominó de burbuja social, capturado por las variables edad entre 16 y 18 años y edad entre 19 y 25 años. Estas dos variables están explicando que la probabilidad de sentirse seguro hoy en Bogotá para los uniandinos está ligada nuevamente a ser joven, quizás por consideraciones como las explicadas anteriormente.

De otro lado, entre las variables que inciden positivamente en la probabilidad de sentirse seguro en el conjunto de la ciudad se encuentra el leer regularmente la prensa escrita del país. Este resultado es interesante ya que en el primer modelo esta variable afectaba negativamente la percepción de seguridad. De hecho este hallazgo coincide con la evidencia empírica de diversos estudios que muestran resultados ambiguos sobre el verdadero impacto de los medios en la percepción de seguridad, como se mencionó antes.

En cuanto a las variables que tienen una incidencia negativa en la probabilidad de sentirse seguro en el conjunto de la ciudad, es interesante ver los efectos marginales que dichas variables que arrojan coeficientes negativos que impactan la percepción de seguridad (Gráfico 10).

Los efectos marginales de las variables que inciden negativamente en la probabilidad de sentirse seguro en el conjunto de la ciudad en la actualidad presentan características de varios tipos. Por un lado, vale la pena destacar una variable que en el primer modelo presentó un efecto positivo en la probabilidad de sentirse seguro pero que en este modelo tiene el efecto contrario, es el caso de tener seguridad privada adicional. Lo que puede estar ocurriendo es que al eliminar el componente temporal de la regresión, como sucede en este caso, pierde relevancia la idea de una burbuja física porque aquí es posible aislar los sentimientos de inseguridad de los que suceden en el entorno. En cuanto a las variables asociadas a la victimización como explicación de una mala percepción de la seguridad en la ciudad, denominadas variables racionales de miedo, son más numerosas en este modelo que en el anterior. Hay que destacar que los diferentes delitos de los que han sido victimas los entrevistados o sus familiares tienen un impacto diferente en la probabilidad de sentirse inseguro en el conjunto de la ciudad. Es así como haber sido víctima de intento fallido de algún delito incrementa en 2,9% la probabilidad de sentir que la ciudad es insegura hoy en día, porcentaje que para el caso de haber sido víctima de hurto a persona con agresión aumenta a 5,7% y a 6% para el caso de haber sido victimizado subjetivamente por el delito de homicidio.

No obstante lo anterior, las siete variables restantes están ligadas directa o indirectamente al miedo más que al riesgo real, variables que pueden ser clasificadas como irrazonables y, de nuevo, la regresión está probando con altos niveles de significancia estadística que lo que más incide en la probabilidad de sentir que la ciudad es insegura son factores asociados al miedo: tener miedo a ser víctima de violencia sexual (-2,9%); siempre que toma taxi lo llama por teléfono (-3,9%); no salir de noche (-4,9%); miedo a ser víctima de homicidio (-5,7%); miedo de hurto a residencia (-6,2%); piensa o ha pensado irse del país (-8%); y miedo de hurto a persona (-8,1%).

A continuación se presentan las salidas de las regresiones para ocho modelos similares a los presentados anteriormente que encierran ocho definiciones diferentes de percepción de seguridad, Cuadro 5.

El Cuadro 5 contiene las salidas de ocho regresiones que presentan igual número de especificaciones para medir la percepción de seguridad, cinco de ellas relativas al espacio público y tres al transporte público en la ciudad de Bogotá, a partir de las cuales se estiman las variables que inciden en el hecho de que la comunidad uniandina se sienta segura en Bogotá en: calles concurridas, durante el día, en los parques, en calles solitarias, de noche; en buses o busetas, en Transmilenio, y en los taxis. Las variables explicativas están organizadas de acuerdo a los módulos a partir de los cuales está organizada la Encuesta Uniandes 2006. En seguimiento de la metodología presentada en la tercera sección del presente documento, las regresiones solo presentan coeficientes estimados para aquellas variables que resultaron estadísticamente significativas luego del análisis multivariado.

1. Información general del encuestado

En cuanto a las características de los encuestados, es de resaltar el hecho de que la variable dicótoma que diferencia a los encuestados según su género es significativa bajo todas las especificaciones de la variable dependiente, valga recordar que en los dos modelos presentados previamente esta variable no resultó ser significativa, y siempre tiene un impacto positivo sobre la probabilidad de sentirse seguro, es decir, que la variable dicótoma que captura el hecho de ser hombre respecto de ser mujer indica que los hombre se sienten más seguros en comparación con las mujeres en todas las especificaciones de las variables dependientes. En cuanto a la variable que captura si el encuestado reside en la ciudad de Bogotá o en otra, esta variable solo resulta explicativa del modelo que toma como variable dependiente sentirse seguro en los parques de Bogotá, con signo positivo, lo que estaría indicando que los uniandinos tienen mayor probabilidad de sentirse seguros en un parque de la ciudad que los encuestados que residen por fuera de Bogotá, además de mostrar que sentirse seguro en los parques está relacionado positivamente con el hecho de ser residente de Bogotá.

Por el lado de las edades, la población joven, capturada por las variables edad entre 16 y 18 años, edad entre 19 y 25 años y estudiante, resulta significativa para la totalidad de los modelos estimados con excepción del que toma como variable dependiente sentirse seguro en los taxis. El signo de esta variable confirma los resultados que se habían obtenido en los dos modelos iniciales pues, con excepción de las calles solitarias, ser joven incide positivamente en la probabilidad de sentirse seguro. Para el grupo de edad comprendido entre 26 y 35 años, aunque en cinco de las ocho especificaciones estudiadas esta variable resulta significativa, su signo varía según sea la especificación de la variable dependiente. Es así como este grupo de edad incide negativamente en la probabilidad de sentirse seguro en parques, calles solitarias y en los parques pero positivamente en el hecho de sentirse seguro de noche y en los buses o busetas. El último grupo de edad que tiene alta significancia estadística es el de edades de 46 a 55 años, variable que resulta relevante para las especificaciones de las variables dependientes día y parques, y en estas dos regresiones resulta tener signo negativo. Esto último sugiere que las personas de edad intermedia tienen mayor probabilidad de sentirse seguros en el día y en los parques de Bogotá.

Las características de los encuestados que los diferencian de los estudiantes, es decir las variables graduado y profesor, tienen un impacto positivo como variable explicativa de sentirse seguro en calles concurridas y de día, regresiones en las que estas variables resultan estadísticamente significativas. Esto significaría que los grupos de edad de 26 a 45 años, en general se sienten seguros de día y en las calles concurridas, escenarios en los que tradicionalmente la percepción de seguridad no es negativa.

Por el lado de los estratos socioeconómicos, es interesante resaltar que pertenecer al menor, es decir al estrato 1, aumenta la probabilidad de sentirse seguro en los parques, mientras que pertenecer al estrato 2 lleva a incrementar la probabilidad de sentirse inseguro en calles solitarias y de noche, esto mismo sucede con el estrato 3 para las calles concurridas y la noche nuevamente. En cuanto a los estrato altos (4, 5 y 6), cuando estas variables resultan ser significativas estadísticamente indican relaciones positivas con la variable dependiente; por ello pertenecer a estos estratos aumenta la probabilidad de sentirse seguro en calles concurridas y en Transmilenio.

2. Victimización

Como era de esperarse, las variables que capturan la victimización de los encuestados para diferentes delitos tienen un impacto negativo en las especificaciones de los modelos estimados. Valga resaltar que la victimización afecta de manera negativa la percepción de seguridad, aunque varía entre los diferentes modelos. Por ejemplo la victimización por hurto a persona tiene un impacto negativo en la probabilidad de sentirse seguro en el transporte público (buses, busetas y Transmilenio), por su lado la victimización por extorsión impacta negativamente la probabilidad de sentirse seguro en el transporte público igualmente pero únicamente para el caso de los taxis. La victimización por violencia sexual y por homicidio, por su parte, tienen un impacto negativo en la probabilidad de sentirse seguro en el día y en los parques respectivamente. Llama la atención el hecho de que la victimización por intento fallido de algún delito con y sin agresión y por hurto a persona con agresión influyen negativamente en la casi totalidad de definiciones de la variable dependiente. Por último, las víctimas de delitos en los que se empleó algún tipo de arma ven reflejado este hecho en situaciones específicas: el hurto a persona con arma impacta negativamente el sentirse seguro en calles solitarias; y la victimización por hurto de vehículo y por otros delitos con arma inciden negativamente en el hecho de sentirse seguro de noche.

3. Precauciones

Tomar precauciones de cualquier índole está asociado negativamente con la probabilidad de sentirse seguro en la ciudad sin importar la especificación del modelo. Es más, una variable que captura información sobre una precaución extrema como es el haberse ido o pensar en irse del país explica, bajo todas las definiciones de la variable dependiente, el efecto negativo que tiene pensar en tomar este tipo de medidas. Es de resaltar igualmente que la variable que captura el hecho de tener seguridad adicional a la del lugar de residencia o lugar de trabajo, que en los dos modelos iniciales presentó signos contrarios, resulta significativa en cuatro de los ocho modelos aquí presentados y siempre refleja un impacto negativo en la percepción de seguridad. Como se ha dicho anteriormente, las precauciones están estrechamente ligadas al miedo y van de la mano de las variables que buscan capturar el impacto de este fenómeno.

4. Miedo a un delito particular

Las variables que capturan las actitudes de la comunidad uniandina frente al miedo como elemento decisivo en su percepción de seguridad están presentes en las ocho especificaciones de los modelos, aquí presentadas, y siempre muestran su relación negativa con la probabilidad de sentirse seguro en Bogotá. Es más, este es el único módulo de la encuesta para el cual todas sus variables resultan significativas en al menos una especificación del modelo y presentando siempre un signo negativo. Estos modelos están resaltando, desde una aproximación empírica, que el miedo al crimen es lo que más incidencia tiene en la percepción negativa de seguridad en Bogotá para los uniandinos.

5. Medios

Aunque en las dos regresiones iniciales que se hicieron los medios presentaron signos que llevan a interpretaciones ambiguas, lo cual va de la mano con lo que se encuentra en la teoría, a partir de los ocho ejercicios presentados en el Cuadro 5 es posible obtener consideraciones puntuales. Es así como a partir de estas regresiones es posible hablar del impacto negativo de leer la prensa escrita del país en la percepción de seguridad de los uniandinos, frente a la relación positiva que se traduce de los resultados de la variable que captura la información sobre leer o ver noticias en canales internacionales. Por último, el impacto de las cadenas de correo electrónico es nuevamente negativo, a la luz de los ejercicios empíricos presentados, lo cual muestra que la percepción de seguridad se ve afectada negativamente por la lectura y circulación de este tipo de información a través de Internet.

En el Anexo 1 se incluyen los cálculos de los efectos marginales, presentados de manera gráfica, en los cuales se puede extraer con mayor exactitud el impacto marginal que tienen las variables anteriormente interpretadas en la percepción de seguridad de Bogotá de la comunidad uniandina bajo las ocho definiciones ya mencionadas.

IV. Conclusiones

El miedo al crimen coexiste con el habitante de las urbes modernas. Este estudio muestra la importancia del miedo al crimen en la formación de la percepción de seguridad de los uniandinos y pone de relieve su impacto tanto para el análisis del crimen como para la formulación de las políticas públicas. Es preciso destacar que hasta la fecha todos estos temas han estado ausentes del análisis del crimen en la literatura nacional.

La percepción de seguridad está más determinada por el miedo al crimen que por la victimización o el riesgo objetivo de ser objeto de un crimen. Estos resultados descriptivos son similares a los encontrados en la mayoría de las ciudades modernas, tanto en países desarrollados como en vía de desarrollo, donde se han llevado a cabo estudios de esta naturaleza desde diferentes disciplinas.

Entre los resultados más relevantes de este estudio se destaca lo que se ha denominado como efectos "burbuja". Con este término se explican dos fenómenos de alta significancia en la sensación de seguridad en la administración Garzón frente a las tres administraciones precedentes: primero, ser estudiante y ser joven (i.e. "burbuja social") incide positivamente en la sensación de seguridad, a pesar de que esta es la población más victimizada; y segundo, tener seguridad privada adicional (i.e. "burbuja física") incide positivamente en la sensación de seguridad en el presente inmediato.

Es importante resaltar que en los resultados econométricos, las variables que impactan positivamente en la probabilidad de sentirse más seguro en los diferentes escenarios objeto de estudio obedecen principalmente a características inherentes a la naturaleza de los encuestados, tales como género, edad y estrato, y en consecuencia son elementos en los que es prácticamente imposible tener algún tipo de influencia desde la generación de políticas públicas. Por el contrario, aquellas variables que inciden negativamente en la percepción de los uniandinos pertenecen al campo de acción de las autoridades, desde donde se podrían generar políticas concretas para luchar contra el miedo al crimen que por su naturaleza genera ausencia de civismo y solidaridad, dos factores determinantes para luchar contra este estado emocional.

Desde un punto de vista estadístico, el miedo al crimen de la comunidad uniandina en Bogotá parecería irracional porque no está fuertemente correlacionado con la victimización. No obstante, en el estudio se muestra que el miedo al crimen puede ser racional si se ha sido víctima subjetiva de un crimen en el que hubo agresión o en el que se utilizó algún tipo de arma. De otro lado, también existe cierta racionalidad en el comportamiento de las personas que han sido víctimas subjetivas de crímenes violentos pues estas toman más precauciones y medidas más extremas que las víctimas de crímenes de alto impacto y de quienes no han sido víctimas de ningún delito.

Por lo general se piensa que los medios de comunicación influyen negativamente en la percepción del nivel de criminalidad. No obstante, en el estudio se prueba que empíricamente no hay una relación causal entre los medios y su impacto en la percepción de seguridad, resultado que es consecuente con los hallazgos de la literatura especializada.

Además se corroboran creencias arraigadas en el tema del miedo como lo son la actitud de la población joven frente al riesgo de ser sujetos de un delito y la mayor seguridad frente al crimen que sienten los hombres respecto de las mujeres. Otro hallazgo relevante es que entre más precauciones se tomen, peor es la percepción de seguridad que se tiene. Parafraseando a Marcuse, parecería que los "muros" en las ciudades generaran más miedo que sensación de seguridad.

Finalmente se espera que este estudio contribuya a crear conciencia sobre la importancia de investigar con mayor atención las mediciones y el impacto del miedo al crimen en la criminalidad urbana. Sin lugar a dudas el siglo veintiuno presenta nuevos retos en materia de crimen donde la tendencia moderna es ponerle menos atención a las estadísticas oficiales que a la percepción que la gente tiene sobre el mismo pues de esta última depende el éxito de las herramientas y políticas para luchar eficazmente contra el crimen. Por ello hoy más que nunca las estadísticas no deben ser el único instrumento para medir la seguridad urbana dado que el crimen es una construcción social. Esto significa que en el fondo lo que la gente percibe como crimen, independientemente de si lo reporta o no, depende principalmente de percepciones moldeadas por su conocimiento o su grado de conocimiento, los medios, las encuestas, las preocupaciones del público y las de los políticos.

Anexo


NOTAS AL PIE

1. Para Van der Wurff y Stringer (1988) el miedo es "la percepción de amenaza a algún aspecto del bienestar personal que concurre con el sentimiento de inhabilidad de una persona de hacer algo al respecto". En Wright y Miller (2005) se sostiene que el miedo es más una reacción que una actitud o una creencia.

2. Esto podría explicar por qué las caídas en los niveles de crimen que muestran las estadísticas oficiales durante la década del noventa en la mayoría de los países industrializados y en algunos países en vía de desarrollo, como en el caso de Colombia a partir de 2000, y que por tanto la posibilidad de ser víctima de algún delito sea hoy menor contrasta con un miedo creciente al crimen entre la mayoría de las personas en los países desarrollados (Estados Unidos y Reino Unido) y en vía de desarrollo (Wright y Miller, 2005; Dammert y Malone, 2003).

3. Algunas preguntas que se hacen los expertos en el tema son: ¿cuál es la naturaleza del miedo?; ¿es el miedo al crimen producto de condiciones criminogénicas que han florecido en los ambientes urbanos?; o más bien, ¿es el miedo un aliado natural del habitante de la ciudad, una metáfora de la calidad de vida en el contexto urbano?

4. Aunque Ferraro (1995) plantea una metodología estandarizada para estudiar el miedo al crimen con resultados satisfactorios de quienes la han empleado, en muchos otros estudios se han empleado diversas técnicas con buenos resultados igualmente como es el caso del presente estudio, en el que usaremos un enfoque empírico propio del análisis económico.

5. La denominada "cifra negra" del crimen, que es un término empleado por los criminólogos y los sociólogos para describir la cantidad de crimen no reportado o no descubierto, es una cifra que cuestiona la confiabilidad de las estadísticas oficiales del crimen.

6. Además debe destacarse que los numerosos cambios legales que convierten contravenciones en delitos o viceversa generan cambios aparentes en las cifras de criminalidad, al igual que las metodologías de medición utilizadas, como ocurrió recientemente con las cifras de Bogotá.

7. También existen encuestas de este tipo a nivel internacional, en las que se ha incluido a Colombia, entre otros países, como la de Alvazziet al.(2002).

8. En ciencias sociales la validez se refiere a la capacidad de que una pregunta mida lo que verdaderamente intenta medir.

9. Se define la victimización subjetiva como la victimización del encuestado, de los miembros de su familia y de sus allegados cercanos, en los dos últimos años.

10. Se descartaron 249 formularios porque se encontró que estaban mal diligenciados, bien sea porque no estaban diligenciados en su totalidad o porque contenían inconsistencias.

11. En defensa de la tesis del miedo como producto de la victimización se argumenta que el miedo no es irracional. Si las encuestas en general muestran que el miedo es mayor que el riesgo objetivo (como ocurre en la gran mayoría de la encuestas del mundo desarrollado y en vía de desarrollo, así como en la Encuesta Uniandes 2006) no es porque sea irracional sino porque los resultados de las encuestas llevan a los más vulnerables a tomar medidas que reduzcan su victimización.

12. El período de dos años se pregunta con el fin de capturar la sensación de seguridad de los uniandinos durante la presente administración (Garzón).

13. Cálculos realizados con base en estadísticas oficiales que no incluyen una medida de subreporte de información u otras consideraciones que podrían llevar a que estos datos fueran superiores.

14. Adicionalmente existen creencias arraigadas en la literatura internacional sobre el miedo al crimen, que prevalecen hoy en día a pesar de hallazgos empíricos que las desaprueban. Una de ellas está relacionada con las características de los criminales, según la cual los jóvenes, las minorías, los desplazados, las clases sociales marginalizadas y los pordioseros, por ejemplo, no son considerados como víctimas del crimen sino que constituyen una amenaza para el resto de la población.

15. Para realizar este análisis se parte del supuesto de que la mayoría de los hurtos a personas ocurren en el espacio público, y de manera más acentuada en aquellos en los que hubo agresión o utilización de armas.

16. Para la construcción de este gráfico se sigue nuevamente la metodología de Johnson y Shneiderman (1991).

17. Del mismo modo Sacco (1982), Gomme (1986), O´Keefe y Reid-Nash (1987), Bazargan (1994), Perkins y Taylor (1996) y Chiricos et al. (1997) muestran que no hay ninguna relación entre los medios y el miedo al crimen.

18. Así mismo Jaehnig et al. (1981), Gordon y Heath (1981), Heath (1984), Gebotys et al. (1988), Liska y Baccagliani (1990), Winkel y Vrij (1990), Williams y Dickinson (1993), Haghighi y Sorensen (1996) y Lane y Meeker (2003) muestran la existencia de alguna relación entre medios y miedo al crimen.

19. La literatura de los años 70 y 80 resalta que los medios generan más violencia entre más crimen presentan, de hecho los medios han estado demonizados a causa de este fenómeno y porque, según algunos estudios, generan pánico público y dan fundamento a soluciones represivas y autoritarias en la lucha contra el crimen. Además, es extensa en la literatura que encuentra la fascinación existente por el crimen por parte de los medios: el crimen es un tema que se vende. Por último, vale resaltar que hay autores que muestran que los medios de comunicación suelen exagerar la probabilidad y la severidad del riesgo objetivo.

20. En la literatura anglosajona este procedimiento se conoce con el nombre de "Stepwise".


Referencias

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