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Desarrollo y Sociedad

versão impressa ISSN 0120-3584

Desarro. soc.  n.62 Bogotá jul./dez. 2008

 

Observando a Colombia: Albert O. Hirschman y la Economía del Desarrollo

Observing Colombia: Albert O. Hirschman and the making of Development Economics

Jeremy Adelman*

* Department Chair, History Department. Princeton University. Director of the Council on International Teaching and Research.


Resumen

Los años que Albert O. Hirschman vivió en Colombia le sirvieron para moldear el contenido de su principal publicación: La estrategia del desarrollo económico. La experiencia adquirida durante su estadía en Colombia, donde participó en misiones del gobierno que recorrieron todo el país, le permitió diseñar un método de investigación basado en las prácticas observadas de lo que la gente hacía, contrario a las visiones ortodoxas que planteaban normas a partir de lo que la gente debería hacer. Su crítica a la economía planificadora del desarrollo, basada en el crecimiento balanceado, planteaba la estrategia hacía el desarrollo económico no como una necesidad de superar la escasez de factores sino como una necesidad de mejorar la habilidad de los agentes para tomar decisiones. Sus observaciones de la cotidianidad colombiana le brindaron la evidencia necesaria para entender que los problemas se resolvían en la práctica y le permitieron generar estrategias para facilitar la solución de los problemas a partir del agente económico.

Palabras clave: desarrollo económico, Albert O. Hirschman, estrategia.

Clasificación JEL: O11, O22, O38, N36.


Abstract

The years that Albert O. Hirschman lived in Colombia helped him shape the contents for his main publication: The strategy of economic development. The experience gained during his stay in Colombia, where he participated in government missions across the country, enabled him to design a research method based on actual observations of what people actually did, contrary to the views raised by orthodox standards based on what people ought to do. His criticism of economic development planning, based on balanced growth, raised the development strategy not as a necessary condition to overcome the shortage of factors but as a need to improve the ability of individuals to make decisions. His observations of everyday life in Colombia provided him the evidence that problems were solved in practice and allowed him to generate strategies to facilitate the solution of problems based on the economic agents.

Key words: economic development, Albert O. Hirschman, strategy.

JEL Classification: O11, O22, O38, N36.


Introducción

Cuando los Hirschman llegaron a Bogotá, a comienzos de 1952, Colombia era un escenario inverosímil para que un economista buscara lograr un cambio en el mundo y era el lugar donde una familia iniciaba una nueva vida. El país se encontraba en la agonía de una guerra civil y estaba al margen de los debates intelectuales mundiales. Y, sin embargo, los años durante los cuales la familia Hirschman habitó en Colombia fueron, en muchos aspectos, los mejores de sus vidas. En total, pasaron cuatro años y medio en Bogotá y llegarían a considerar a Colombia como su hogar. Fue intrépido, culturalmente excitante y para Albert O. Hirschman significó un despertar intelectual. Fue este país desgarrado por la guerra el que proporcionó el ambiente en donde Hirschman comenzó a reinventarse a sí mismo. Lo que aprendió y observó en Colombia le proporcionó los criterios que moldearían su pensamiento por el resto de su vida y la experiencia vivida le brindó una nueva carrera como científico social y lo catapultó hasta el centro del firmamento intelectual en 1958, con la publicación de La estrategia del desarrollo económico.

Muchos años después, Hirschman explicó la clase de hombre que era cuando llegó a Colombia: "Yo observaba la ‘realidad' sin preconcepciones teóricas de ningún tipo". Pero al regresar a Estados Unidos, cuatro años y medio más tarde, descubrió que "había adquirido un punto de vista", el cual estaba en desacuerdo con las ortodoxias forjadas en las universidades estadounidenses. Por supuesto, como él bien lo sabía, esta noción de un despertar –de pasar de no tener una perspectiva sobre la teoría o la práctica del desarrollo a darse cuenta de que tenía una– era sólo parcialmente cierta. La reconstrucción de la Europa de la posguerra agudizó algunas de sus ideas acerca del cambio económico. Y su temperamento, heredado de sus aprendizajes anteriores a la guerra y que buscaba alternativas pragmáticas y contrautópicas respecto al statu quo, seguía aún muy vivo. En realidad, su aversión a los grandes diseños utópicos desvió su trabajo en los trópicos. Pero lo que hizo tan distintiva la experiencia colombiana fue la proximidad de Hirschman a su objeto, observando muy de cerca el proceso y los efectos de las decisiones en las cuales participaba. En realidad, el arte de observar –lo que él subsecuentemente llamaría "observación analítica", aludiendo posiblemente a su interés en las técnicas de estudio psicológicamente informadas y académicamente informales– se convertiría en una piedra angular de su método. Él recorrió Colombia de un lado a otro conversando con banqueros locales acerca de su respaldo al crédito agrícola, garabateando notas con sus cálculos acerca de los costos de construir carreteras frente a la utilización del transporte aéreo y evaluando los planes de irrigación de los cultivadores de caña de azúcar en el valle del río Cauca. Hirschman develó que la práctica era una forma de pensar teóricamente.

La Colombia de principios de los cincuenta era, políticamente, un desastre. Fue en este contexto violento que el Banco Mundial decidió involucrarse en la economía colombiana. A finales de 1948, cuando el país se estaba deslizando hacia su estancamiento político, Emilio Toro, el miembro colombiano de la Junta de Directores Ejecutivos del Banco Mundial, le planteó a John J. McCloy, el presidente del banco, una lista de proyectos que podrían parecerles atractivos como inversión a los prestamistas. Colombia sería, a los ojos de quienes buscaban su desarrollo, un modelo para los demás. Y quizás tal desarrollo podría rescatar su democracia. Ésa era la esperanza1 del economista de origen canadiense Lauchlin Currie, quien surgió como líder de la misión del Banco Mundial para Colombia. Currie era brillante y experimentado, pero también poseía algunas características que determinarían el destino de Hirschman en Colombia: se tenía confianza y era igualmente inflexible. Pocos conocían en ese momento las sospechas de que negociaba secretamente con los soviéticos. Fue una de las muchas paradojas de las purgas del macartismo en Washington que Currie y Hirschman terminaran en la desconocida Colombia como antagonistas en el enfrentamiento sobre el futuro del desarrollo y la reforma económica2.

Currie tenía mucha claridad en cuanto a lo que el plan de desarrollo iba a lograr: "Un ataque coordinado al problema de la pobreza", proclamó él como su meta. Rápidamente emprendió la aclaración acerca de las bases de su grandilocuente esquema. La misión llegó a Colombia el 10 de julio de 1949 y recorrió el país para su investigación durante cuatro meses. En marzo de 1950 tenía disponible un borrador de sus hallazgos que se publicó el 13 de agosto. Llevó un año reunir un equipo, adelantar la investigación, evaluar políticas alternativas, obtener las reacciones y los comentarios sobre la investigación y publicar el tratado: un tomo voluminoso, árido y repetitivo de más de 600 páginas, repleto de tablas y más tablas de estadísticas3. La respuesta en Colombia no fue menos apurada. Cualquier cosa que uno pueda pensar en retrospectiva acerca de esta forma de "planificación", en ese momento no carecía de entusiasmo. En vísperas de la publicación del reporte, Eugene R. Black, ex presidente de la Junta de la Reserva Federal y presidente del Banco Mundial desde 1949 hasta 1963, brindó su importante apoyo a las recomendaciones de la misión. En una carta al presidente Ospina Pérez, Black celebró el "análisis sin sesgos de la [misión] mediante un competente grupo de expertos independientes" y aplaudió la rápida respuesta de Colombia al "tomar ya medidas activas en línea con las recomendaciones de la misión, para obtener la asistencia experta en la tarea vitalmente importante de efectuar mejoras en la organización y administración gubernamentales"4.

Exhaustivo, lleno de datos, Las bases de un programa de fomento para Colombia argumentaba que la raíz del problema era un círculo vicioso de pobreza: los pobres eran pobres porque carecían de salud y eran analfabetas y ellos no podían aumentar su productividad por carecer de destrezas, de acceso a los recursos (como la tierra y el crédito) y por tener mercados fragmentados (debido a las deficiencias en el transporte). El resultado: demasiadas personas producían para el consumo cotidiano, generando pocos excedentes o ahorros para el crecimiento del capital. Colombia no solamente necesitaba una inyección de capital del exterior, sino que tenía que desmantelar una amplia variedad de obstáculos, desde el sistema de tenencia de la tierra hasta los créditos rurales, y hacer mejoras en la energía y en el transporte.

Lo que se necesitaba era un plan integral y de amplio alcance: un "ataque generalizado", a fin de romper "el círculo vicioso de la pobreza, la ignorancia, la falta de salud y la baja productividad". No se pretendía ir por partes. Se hacía énfasis en unas mejoras aplicadas con determinación y coordinadas en todos los frentes simultáneamente, a fin de evitar distorsiones, cuellos de botella y retrasos en algunas regiones y sectores. En resumen, a los lectores se les decía que Colombia podía tener un crecimiento rápido sin inflación ni desequilibrio. Las recomendaciones eran impresionantes en lo que pretendía abarcar y en su ambición: un programa de cinco mil millones de pesos invertidos en cinco años. Su realización requería una fuerte asociación entre el gobierno de Colombia, los expertos independientes y los prestamistas, tanto nacionales como extranjeros. El reporte hacía eco a una creciente corriente académica, propuesta sobre todo por el distinguido economista polaco Paul Rosenstein-Rodan y el estonio Ragnar Nurkse, a favor de un crecimiento balanceado y simultáneo a lo largo de una variedad de sectores, es decir, de un "gran empujón" para romper el círculo del subdesarrollo. El programa y sus expresiones más académicas iban en contravía a lo pensado por Hirschman y dieron lugar al nacimiento de un enfoque diferente respecto al desarrollo económico y la reforma social5.

El Comité para el Desarrollo Económico de Colombia recomendó que el Presidente creara un Consejo Nacional de Planificación, con sede en el Banco de la República, para aconsejar al Ejecutivo en las políticas de economía pública y para supervisar la implementación de largo plazo del reporte de la misión. Emilio Toro, el director, mantuvo lazos muy cercanos con Currie quien permaneció en Colombia como consultor independiente y posteriormente se integró al consejo como asesor; desde donde comenzó a presionar al consejo para que ampliara su propio mandato. Mientras tanto, Robert Garner, vicepresidente del Banco Mundial, entendió el conflicto que se avecinaba. Él había nombrado recientemente a Albert Hirschman para que trabajara durante dos años como asesor en el Consejo de Planificación. Garner previó las tensiones, pues conocía las inclinaciones ambiciosas y los hábitos de Currie de "crear resistencia". Pero esto no detuvo a Toro, ni a Currie. Para empeorar las cosas, Jacques Torfs, un economista belga con convicciones firmes acerca de su destreza estadística, también ingresó al consejo como asesor. Torfs y Currie no se miraban a los ojos y Hirschman tendría muy pronto problemas con el belga. En medio de las convicciones de Torfs, las ambiciones de Currie y el escepticismo creciente de Hirschman, había un gran desacuerdo dentro del pequeño equipo vinculado con los nobles planes económicos de Colombia6.

Albert Hirschman no era una elección obvia para aconsejar al presidente de Colombia en política económica. América Latina era terra incognita. Su pensamiento económico se basaba principalmente en sus observaciones sobre los problemas del comercio de entreguerras y la reconstrucción de posguerra de la Europa continental. El pensamiento más íntimo de Hirschman respecto al desarrollo surgió como resultado de una invitación para asistir a una conferencia en 1952, organizada por Bert Hoselitz en la Universidad de Chicago, sobre el tema: "El progreso de las áreas subdesarrolladas". En esa ocasión, Alexander Gerschenkron, su colega en la Junta de la Reserva Federal y compañero en Berkeley, presentó un ensayo pionero: "Economic backwardness in historical perspective" [El atraso económico en perspectiva histórica], un breve tratado que tendría una influencia duradera en el pensamiento de Hirschman acerca del desarrollo; aunque le llevaría años de cercana observación en Colombia el poder apreciar completamente la profunda percepción de Gerschenkron acerca del atraso de Europa del Este y trasladarla a las observaciones acerca del cambio social en América Latina.

Su amigo ruso había argumentado que las sociedades no estaban condenadas a tener que seguir la misma ruta hacia el progreso o a fracasar si se desviaban. Los marxistas, argumentaba Gerschenkron, estaban equivocados al insistir en etapas rígidas y necesarias del crecimiento; pero lo mismo sucedía con la alternativa liberal, la teoría de la "modernización", la cual presuponía un paso necesario de la tradición a la modernidad, extirpando a la primera como condición para embarcarse plenamente en la segunda. El atraso no era una condición que debía borrarse, como un prerrequisito para el avance. Dichas sociedades podían también sacar ventaja de innovaciones tecnológicas más recientes y omitir técnicas anteriores, mientras que las sociedades más avanzadas tenían que lidiar con la tarea del desafío de actualizar continuamente su maquinaria. En efecto, bajo las circunstancias correctas, el atraso podía ser un activo y no un pasivo en la causa de la industrialización rápida. Se trataba del precepto de que la tradición no era un obstáculo infranqueable, que existían muchos caminos hacia el progreso y que las peculiaridades del atraso podían generar condiciones para el avance, las cuales eran muy reveladoras para Hirschman: el retardo histórico no era necesariamente una razón para el desespero o para aprovechar los planes totalizadores para destronar el statu quo. Esta tentación de oscilar entre estos dos extremos de desesperación o total renovación, basada en la idea temprana del ensayo de Gerschenkron, se convirtieron en objetivo constante en el pensamiento de Hirschman7.

Hirschman emprendió una aventura. Su español no era muy bueno y la única época en la que alguna vez lo había hablado ampliamente fue durante su breve participación en la Guerra Civil española, luego de haber escapado de la Gestapo a través de los Pirineos, a finales de 1941. No conocía el país. Y el cargo era –en el mejor de los casos– indefinido. El banco y la embajada lo despacharon hacia Colombia con poca preparación y precipitadamente, mientras se adecuaba la manera en que se manejaría toda la misión. Sólo cuando llegó a Colombia se enteró del Reporte Currie, cuya profundidad descriptiva fue un manual útil. Hirschman estaba ansioso de iniciar su nueva vida profesional. La imprecisión de su cargo no fue un obstáculo. Al principio, Hirschman convirtió en virtud una necesidad: procedió a sumergirse en el desafío de conocer el país.

Esto significó muchos viajes, conversaciones con finqueros, banqueros locales, industriales y artesanos. Enfocó su trabajo en la evaluación de las empresas, las industrias y los sectores que eran prospectos de inversiones importantes, presentando sus casos al consejo a medida que separaba los casos valiosos de los no valiosos, de acuerdo con los principios esbozados en el reporte de la misión. Así, en vez de preocuparse por los asuntos de alto nivel de la política de Estado y la macroeconomía, Hirschman trabajó duro en los aspectos microfundacionales del desarrollo económico y se preocupó especialmente por el rol, muchas veces descuidado en el Reporte Currie, del sector privado. En efecto, mientras prestaba el servicio militar con el ejército estadounidense en Italia, leyó The Road to serfdom [El camino a la servidumbre] de Hayek, donde descubrió la importancia de las actividades individuales y los peligros de someterlas a las reglas y planes diseñados con un solo (e incluso ilustrado) propósito, lo que hizo eco a través de la forma como enfocó su trabajo en Colombia. En realidad, el enfoque hayekiano que Hirschman aplicó en su tarea se refinó mucho más en Colombia que si él incluso hubiera sido consejero del Plan Marshall, lo cual había sido una de sus frustraciones latentes. Su trabajo en Washington estuvo demasiado alejado de la economía en la práctica pidiéndosele sólo un análisis de problemas macroeconómicos y poco acerca de sus soluciones. En contraste, el trabajo en Colombia, a pesar de su imprecisión, le permitió diseñar un método que se adecuara a sus inclinaciones. En sus primeros días en Colombia tomó forma lo que se convertiría en un rasgo distintivo de su estilo de investigación: conversar con muchas personas acerca de tantos temas como fuera posible, con un ojo puesto en la comprensión de los caminos por recorrer que se estaban abriendo desde su inicio.

Hacer este tipo de trabajo detectivesco planteaba sus propios desafíos. Viajar no era fácil. Los caminos eran traicioneros. Había pocas vías férreas. Los aviones eran relativamente nuevos, costosos y solamente llevaban pasajeros a los destinos importantes, además de los riesgos de de las montañas andinas que eran objetivos letalmente famosos de los vuelos locales. El modo preferido de transporte de Hirschman era su automóvil. Y él lo amaba: un Chevrolet, el cual había enviado al puerto caliente y húmedo de Buenaventura, en el Pacífico. Cuando el carro llegó, Hirschman fue a recogerlo y recordó su viaje inaugural de cuatro días manejando desde la costa, pasando por el Valle del Cauca, una rica región agraria por la cual él desarrolló una gran atracción, y luego a través de los cafetales alrededor de Manizales, hasta la capital.

I. Sublevación contra una asignación

El Consejo de Planificación era una fuente de empresas asombrosas, pero frustrantes. Uno de los problemas consistía en la ambigüedad básica que se anidaba en el proyecto del Banco Mundial mismo: un plan diseñado por un equipo de expertos extranjeros pero administrado y realizado por colombianos, con Hirschman trabajando como el experto "extranjero". El hecho de tener un contrato directo con el Estado le confería alguna libertad de acción, le ahorraba el dolor de cabeza de responderle a una autoridad distante y le permitía sumergirse en problemas y proyectos concretos del gobierno colombiano y aconsejar a las autoridades en el diseño de políticas. Sin embargo, esto no pospuso las expectativas de sus homólogos locales forjadas por sus ambiciosos planes de desarrollo económico, bajo la premisa de evaluaciones confiables de ahorros nacionales, índices capital-producción, proyecciones de crecimiento y objetivos de estrategias de inversión para desbloquear las arterias de la economía colombiana. Como el disidente de siempre que era, pronto se encontró a sí mismo enredado en conflictos con sus compañeros "expertos" y con sus ortodoxias. Su disposición, que buscaba oportunidades donde ellos menos las esperaban –especialmente entre las prácticas observadas de lo que la gente hacía, en oposición a las afirmaciones normativas acerca de lo que debería hacer–, generó tensiones con grandes empleadores, quienes igualmente ostentaban grandes esquemas y un exceso de confianza.

El principal entre ellos era Jacques Torfs, quien el cual sacaba de casillas a Hirschman con su exceso de confianza en unas cifras altamente dudosas y en el plan sintético y abstracto en el cual se basaban. Torfs afirmaba haber compilado tablas completas de las cuentas nacionales colombianas, basadas principalmente en un censo industrial de 1944-45, así como en los reportes de la Superintendencia de Sociedades. Él también creía firmemente en la fórmula elemental del desarrollo basada en la minimización de los índices capital-producción. Estas urgentes necesidades surgieron forzosamente en el primer reporte anual del consejo de 1952, el cual anunciaba la creación de un nuevo sistema nacional de contaduría y la disponibilidad de expertos extranjeros que ayudarían a tecnificar las estadísticas colombianas8. Hirschman no rechazó la necesidad de contar con buenas cifras, sino que él sentía recelo acerca de cuántos problemas podrían resolverse con ellas. No pasó mucho tiempo antes de que Hirschman se diera cuenta que nada disuadiría a su contraparte belga de sus grandilocuentes ambiciones. Torfs y Currie también estaban en desacuerdo, pero no en este tema; Currie estaba mucho más preocupado por las reformas administrativas y pendiente de que las recomendaciones de su misión se llevaran a cabo al pie de la letra. Todo el ambiente se hallaba envenenado9.

A Hirschman le disgustaba por completo este enfoque de la solución del problema. Pero aun así debía enfrentar continuamente el trajín de sus labores cotidianas con sus colegas. Los tres consejeros se reunían dos veces a la semana en el Banco de la República para reportar sus proyectos. Si sus diferencias surgieron pronto, lo mismo sucedió con la confusión del trabajo mismo. Como el mandato del consejo era deliberadamente impreciso, proliferaban los problemas de política que se les había pedido que resolvieran. Y los desacuerdos de Hirschman con Torfs crecieron. No sabemos si se hicieron evidentes. Pero lo cierto es que las frustraciones de él hervían a fuego lento o aparecían en la forma de reportes discordantes que se las arreglaban para llenar archivadores. Las tensiones con Currie eran más abiertas, en la medida en que Hirschman se sentía presionado para enfocar su trabajo en la realización del magnífico esquema original establecido en la misión del banco. Las diferencias de personalidad también contribuían a la incomodidad. Currie era muy seguro de sí mismo y se veía como el arquitecto de toda la empresa. Hirschman era el advenedizo que trataba de forjar su propio espacio, poco convencido del valor del asalto general sobre la pobreza10.

Y aún más, el banco estaba apegado a una imagen particular de lo que estaba mal en Colombia, la cual chocaba con el diagnóstico de Hirschman. En parte, existía una premisa para la Misión Currie, según la cual sólo los expertos extranjeros podían en realidad entender el problema, precisamente por ser extranjeros y expertos. No se esperaba que los colombianos lo entendieran porque, como la lógica circular lo afirmaba, provenían de circunstancias subdesarrolladas. Al comienzo, estos sesgos entrelazados no eran muy claros para Hirschman, pero finalmente moldearían su crítica duradera a la experiencia y a la "ayuda" foránea. Esto también explica sus mofas compasivas a los intelectuales latinoamericanos, para vencer sus traumas acerca de la inferioridad y el atraso (Hirschman invocaría la afirmación común de que "aquí en el trópico hacemos todo al revés" como autodesprecio derrotista).

Incluso antes de asumir su posición de experto extranjero, Hirschman dedicó un tiempo considerable a viajar y conocer el país, haciendo su propia evaluación de lo que afligía a la economía colombiana. Esto rápidamente condujo a un punto de vista de los problemas locales que estaba en desacuerdo con el análisis decididamente estructuralista de la Misión Currie. Para 1954, Hirschman se fijaba menos en las patologías del país que en lo que estaba haciendo correctamente. A comienzos de marzo le dio los toques finales al borrador de un proyecto de investigación en el que había estado reflexionando durante algún tiempo. Este borrador revela justamente cuán disonante era él respecto al consejo. Case studies of instances of successful economic development in Colombia [Estudios de casos de desarrollo económico exitoso en Colombia] nunca fue publicado, pero es un material revelador ya que Hirschman percibió claramente que el país y su gente se movían hacia adelante, sin revolcarse en el atraso. El método de investigación propuesto también era discordante. En vez de reunir estadísticas generales nacionales, propuso un estudio de empresas exitosas, comenzando con un análisis de la "personalidad y formación de los fundadores y gerentes": su entrenamiento, estilos de toma de decisiones, métodos de financiación. Los casos incluían a Manuelita, la plantación y refinería azucarera más grande del Valle del Cauca; Coltejer, la planta textil de algodón más grande de Medellín; el fabricante de cerveza Bavaria; y el Banco Popular de Bogotá, especializado en pequeños préstamos a individuos, artesanos y pequeñas empresas, "que ha experimentado recientemente una expansión notable, debido a métodos noveles y respaldo político". Hirschman buscó la opinión de algunas fuentes de respaldo y se acercó al Centro de Estudios Internacionales del MIT, dirigido por Max Millikan, y al Center for Entrepreneurial Research de la Universidad de Harvard, en conjunción con la Universidad Nacional de Colombia y la Asociación Nacional de Industriales. No consiguió quién se interesara y la propuesta parecía estancada11.

Al final, trabajar para el gobierno de Colombia era demasiado incómodo. Cuando Hirschman llegó al país, lo impresionaron sus colegas y aquellos a quienes aconsejaba. El presidente Laureano Gómez no era una figura atractiva para él –Hirschman consideraba repugnantes sus tendencias fascistas–, aunque respetaba su inteligencia. Además, Gómez no se inmiscuía en asuntos económicos, en parte debido a que cada vez estaba más enfermo y prefería dejar el manejo de la economía en manos de tecnócratas expertos, con los cuales Hirschman sentía cierta afinidad. La situación cambió con el golpe de Estado del general Rojas Pinilla, el 13 de junio de 1953. Al principio, el derrocamiento fue bastante popular, pero con el tiempo el general Rojas comenzó a consolidar su poder y a personalizar la toma de decisiones. En protesta, Currie renunció al consejo y también lo hicieron muchos otros en el gobierno. Sin duda, hubo aspectos del populismo de Rojas que crearon nuevas oportunidades. Entre otras cosas, prometió reducir rápidamente el nivel de la violencia partidista. Hubo también algunas reformas populistas. El nuevo Banco Popular y muchas reformas sociales tenían la finalidad de beneficiar a los pequeños productores, a los artesanos y a los campesinos. Hirschman, como muchos otros, inicialmente experimentó ambivalencias respecto al golpe y sus impresiones empeoraron rápidamente, cuando se hizo más obvio que las reformas de Rojas estaban diseñadas para servir a las ambiciones del general. Si el clima ideológico era insatisfactorio, también era claro que muchos aspectos del Estado mismo se encontraban en descomposición. Desde esta posición era muy difícil lograr un cambio12.

La autonomía y la libertad de acción que Hirschman había forjado se encontraban entonces restringidas. Con el tiempo, se dio cuenta que podía recrear los aspectos apremiantes del trabajo (sin la circunstancia agravante causada por el hecho de no continuar trabajando con el gobierno de Colombia) y montar su propia oficina de consultoría privada. En abril de 1954, cuando expiró su contrato de dos años con el gobierno, vació su escritorio y salió del Banco de la República. En la puerta de su pequeña empresa, ahora colgaba orgullosamente una placa que decía: "Albert Hirschman. Consultor Económico y Financiero". Algo de lo que se arrepintió al dejar el consejo fue la pérdida de su especialmente dedicada secretaria, Fanny Durán Vargas, cuyo padre era una prominente figura del Partido Liberal que se había vuelto amigo de la familia.

El hecho de trabajar en el consejo le había permitido a Hirschman establecer muchos contactos importantes. Sus primeros contratos se dieron con empresas y bancos privados, los cuales le pidieron que evaluara las propuestas de inversión. Algunas firmas querían que él hiciera pruebas de los mercados para los servicios que éstas prestaban. Más tarde, aceptó más contratos con agencias del gobierno, las cuales necesitaban ayuda en la evaluación de propuestas en proyectos locales para la asignación de fondos obtenidos del Banco Mundial y otros prestamistas multilaterales. La evaluación de proyectos pronto se convirtió en el producto principal de su empresa de consultoría y en el sello característico de la carrera de Hirschman.

Luego, él aprovechó tantas oportunidades como pudo para examinar los proyectos mucho más de cerca. La consultoría contaba con mucha demanda, estaba bien posicionada y los socios parecían estar felices. Además, Hirschman se había liberado de agendas externas y rivales. Su lista de contactos era muy amplia y cubría todo el país. En algunos casos, se encariñó mucho con sus clientes, como fue el caso con los cultivadores de caña de azúcar del Valle, con Rafael Delgado Barreneche (un conservador con alguna influencia a comienzos de los cincuenta y quien había sido dejado de lado por el grupo de Currie, más alineado con los liberales) y con Alberto Carvajal. Los proyectos del Valle del Cauca se volvieron muy comunes en los escritos posteriores de Hirschman acerca del desarrollo colombiano, como un modelo de empresariado local. Él degusto la oportunidad y la sensación de "entrar más profundamente en la realidad del país y de llegar a conocer a un gran número de personas". También resultaba atractivo trabajar más íntimamente con quienes tomaban las decisiones de una forma menos paternalista. Hirschman disfrutaba el hecho de "encontrar imposible subirme a un avión apuradamente sin encontrarme aquí y allá con un ministro al que conocía personalmente. Ésta era una experiencia agradable y sorprendente para un joven como yo".

Y, sin embargo, había signos de inquietud e incluso posiblemente alguna fatiga con el trabajo diario de consultoría. Hirschman estaba a la caza de oportunidades nuevas, más orientadas hacia el trabajo intelectual. Cuando Montague Yudelman, la directora asistente de Ciencias Sociales de la Fundación Rockefeller, visitó a Bogotá a comienzos de 1956, se llevó una clara impresión de que el equipo de Hirschman y Kalmanoff (su socio) se sentía inseguro con respecto al futuro. Cada uno de los socios tuvo una cita individual con Yudelman. Hirschman deseaba el respaldo para la creación de un centro de investigación de encuestas al consumidor, que tuviera vínculos con el Centro de Investigación de Encuestas de la Universidad de Michigan y la Comisión Económica de las Naciones Unidas para América Latina. Yudelman le respondió que la fundación no podía ayudarles a las empresas a obtener utilidades. "El asunto se dejó así. Hirschman pidió que esta discusión fuera tratada como algo confidencial", concluyó Yudelman13.

La importancia de la experiencia colombiana es clara en el primer párrafo de la introducción de un borrador sin publicar del famoso Strategy of economic development de Hirschman. Este pasaje revela cómo Hirschman nunca redujo sus profundas percepciones de su experiencia a la idiosincrasia del país. "Un asunto que me dejó impresionado durante mi estadía en Colombia", escribió poco después de dejar el país, "es que el consejero economista extranjero y la gente a la que aconseja a menudo no pasan juntos un tiempo provechoso, como deberían. La razón, creo yo, yace en dos errores opuestos. Los funcionarios a menudo están impresionados con la singularidad de su situación y de sus problemas, de lo que en América Latina se conoce como el medio ambiente: ellos piensan que uno en realidad debe respirar el aire de su país al menos durante 100 años para poder proponer algo útil. El economista, a su vez, está impresionado en exceso con la generalidad de su conocimiento y piensa que todo lo que tiene que hacer es aplicarlo a una situación dada con la que es confrontado". Esta determinación de tener que someterse a los argumentos fatalistas de que nada se podía hacer –dadas las patologías especiales de las sociedades atrasadas y las presunciones de los científicos sociales que blandían modelos elaborados y abstractos del mundo– agudizaba una de sus líneas a medida que Hirschman elaboraba su crítica de la economía del desarrollo y, finalmente, debido a sus feroces ataques contra las principales tendencias de las ciencias sociales estadounidenses14.

II. Su residencia en Colombia

El adaptarse a Colombia les llevó algún tiempo a los Hirschman, especialmente a Sarah. Las hijas Lisa y Katia se matricularon en el Colegio Nueva Granada, una institución de niñas de clase alta, no muy lejos de su hogar. Sarah se esforzaba por aprender español. Al principio arrendaron una casa tranquila pero oscura de un italiano, en la calle 72. Pronto se mudaron a una casa en la calle 74, en las colinas de las montañas de baja altura que rodean la capital. Era un hermoso paisaje. En ese momento, el vecindario se encontraba en el extremo norte de la ciudad, constituido por modestos hogares de familias sencillas, con grandes lotes repletos de árboles de eucalipto. Sarah se dio cuenta de que habían llegado a un mundo diferente cuando presenciaba el ritual diario de su vecindario semirrural a la hora del almuerzo: al mediodía, esposas e hijas salían de sus casas con largas faldas y oscuros sombreros, cargando portacomidas llenos de alimentos calientes para los hombres, quienes se acuclillaban en sus ruanas. Sentadas en la hierba al borde de la carretera, las mujeres les servían los alimentos. En el patio de los Hirschman, la empleada cuidaba las gallinas, a las que las niñas les gustaba observar desde la sala de la casa. Les llevó tiempo acostumbrarse al hecho de que el cacareo matutino de las aves podía terminar a la hora de la cena.

En contraste con Washington, sin embargo, a los Hirschman no les llevó mucho tiempo sentirse como en casa y crear un círculo de amigos y conocidos cosmopolitas. Parte de este fácil acceso a las relaciones se debió a que Bogotá no era una gran ciudad y sus élites, particularmente la cultural, les dieron la bienvenida a los recién llegados. Los años de los Hirschman en Colombia coincidieron con un florecimiento de las artes visuales y escénicas en la capital, gracias en parte al número de refugiados y emigrantes europeos, quienes a menudo encontraban que la entrada al país era más fácil, en comparación con Estados Unidos o Canadá. Los emigrantes húngaros Peter Aldor (el caricaturista político de El Tiempo) y su esposa Eva eran anfitriones de animadas veladas y reuniones de artistas, científicos y escritores colombianos e internacionales. Las librerías eran notables centros de actividades, debido en parte a que eran propiedad de emigrantes. En el centro de la ciudad, la Librería Central del austriaco Hans Ungar funcionaba como punto de encuentro de escritores y artistas. Su selección de libros europeos y latinoamericanos de arte constituía un imán importante. Luego, Ungar amplió la librería para incluir una pequeña galería de arte, cuyas paredes atraían a una generación de pintores más jóvenes como Juan Antonio Roda (quien se convirtió en un amigo muy cercano de la familia), inmigrantes como el austriaco Wiedemann, cuyo modernismo abstracto conmocionó a los artistas más jóvenes que buscaban quitarse de encima el estilo manierista de la pintura académica tradicional. Las esculturas en cerámica de Richter tuvieron un efecto análogo. Hernán Díaz, el fotógrafo joven más distinguido de Colombia, también se volvió un amigo cercano. Sarah solía ser la promotora de la vida social de la familia. Otro punto focal fue la Librería Wittenborn15. En el Teatro Colón, los conciertos reunían a las altas esferas del mundo cultural.

A medida que los Hirschman se integraban a la ciudad, comenzaron a sentir como si las audiencias que los acompañaban se compusieran de amigos y conocidos y los espectáculos culturales se convirtieron en acontecimientos sociales. Si Albert tendía a ser tranquilo y a observar los ajetreos de los acontecimientos sociales, Sarah era dinámica y jovial. Fue en gran medida por su dedicación que los Hirschman hicieron pronto muchos amigos. Había también un círculo de rusos emigrantes alrededor de los cuales Sarah gravitaba naturalmente. E igualmente ella tenía sus amigas especiales, Gabriela Samper y Hanka Rhodes. Sin embargo, la pareja solamente contaba con un amigo estadounidense cercano, el agregado cultural de la embajada, Hugh Ryan16.

Los fines de semana eran ocasiones para salir a pasear en familia. El carro que tanto le servía a Hirschman en sus proyectos de desarrollo, también transportaba a la familia a algunos destinos favoritos alrededor de Bogotá y al imponente departamento de Boyacá. El pueblito de Fusagasugá, enclavado en un verde valle fuera de la capital, era una fácil elección. Lo mismo sucedía con la pequeña finca de la familia Friedman. La laguna de Tota era uno de los destinos campestres favoritos de la familia. Los Hirschman en su Chevy y los Friedman en su Jeep salían a recorrer polvorientos caminos, a través de pequeños pueblos, y se detenían para visitar las antiguas iglesias coloniales, explorar los mercados locales y terminar su recorrido en la parte alta de la cordillera andina, frente al paisaje de un lago azul grande y frío azotado por el viento. Allí las familias excursionaban y pernoctaban en refugios locales.

Sin embargo, Albert Hirschman era incansable. Algo que Colombia no le proporcionó fue un suficiente estímulo intelectual. Él no se involucraba en asuntos académicos y su trabajo le impedía convertir sus observaciones en escritos de tipo teórico. Llevar las observaciones diarias del desarrollo a la práctica, junto con sus profundas observaciones teóricas, requirió de un ímpetu externo.

III. Los primeros pasos en el desarrollo

Como caída del cielo, a Hirschman le llegó una invitación en 1954 para participar en una conferencia en MIT, patrocinada por el Consejo de Investigación de Ciencias Sociales, sobre de las soluciones científicas de los problemas de la planificación económica. A cinco economistas con experiencias de primera mano en el área se les pidió que compartieran sus ideas con especialistas en el tema. Aparte de los sorprendentes efectos en la carrera de Hirschman, ésta fue una ocasión extraordinaria. En ese momento el MIT era el centro de referencia de una gran cantidad de ideas creativas acerca del desarrollo, motivadas especialmente por Max Millikan y Walt W. Rostow. Hirschman había llamado la atención de Millikan cuando le envió el borrador de su propuesta de investigación acerca del desarrollo exitoso, a comienzos de 1954. De esta forma, mientras su proyecto original acumulaba polvo, fue invitado a MIT a presentar algunas perspectivas iniciales. Allí, Hirschman presentó algunas de sus bien fundamentadas reflexiones sobre el desarrollo, basadas especialmente en sus observaciones y profundas percepciones sobre lo que funcionaba y no funcionaba a partir de sula experiencia.

Esto era poco común. En ese momento, aunque el desarrollo estaba en los labios de muchos científicos sociales, pocos habían vivido experiencias directas como las de Hirschman. Tales experiencias se dirigían al núcleo de lo que se conocía como teoría de la "modernización" y sus implicaciones en la política exterior, las cuales reverberaban en el Centro de Estudios Internacionales (CIS, por sus siglas en inglés) de MIT. Como consecuencia de un esfuerzo por diseñar modelos contracomunistas del cambio social para las sociedades pobres –Rostow estaba fervientemente comprometido con las recetas del desarrollo para repeler el atractivo de la "enfermedad comunista" en países subdesarrollados–, los fundadores del CIS tenían estrechos lazos con el Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia (CIA).

Los economistas Rostow y Everett Hagen, y pronto Paul Rosenstein-Rodan, experto de Cambridge nacido en Polonia, trabajaron en el contrapunto a las preocupaciones militares y estratégicas de sus pares, con el fin de formular doctrinas económicas que abordaran las causas de la atracción hacia el radicalismo: la erradicación de la pobreza y el atraso del crecimiento económico, vistos a través de un proceso más general de evolución social. Cuando Rosenstein-Rodan ingresó al grupo del MIT en 1952, introdujo un conjunto más riguroso y armonizado de profundas percepciones respecto a los problemas del atraso y el subdesarrollo. Rosenstein-Rodan a menudo era recordado como el fundador de la economía del desarrollo, con base en su famoso ensayo de 1943 sobre el atraso y la industrialización en los países del este y sur de Europa. A comienzos de la década de los cincuenta, él instaba al "gran empujón" para superar las trampas de la pobreza. Como liberal anticomunista que era, creía que una arremetida amplia y concertada era la única forma de evitar que los avances particulares fueran devorados por las fuerzas inerciales de la tradición o que cayeran presa de las tentaciones radicales. Su idea consistía en influir profundamente en los escritos subsiguientes de Rostow y en las recomendaciones a varios ocupantes de la Casa Blanca17.

Dada la predilección por tales enfoques amplios respecto al emergente estudio sobre el "desarrollo" y las propias reservas de Hirschman sobre la planificación general en sus relaciones con Currie y el consejo, su ensayo de MIT necesariamente iba a tener problemas. Esto también anticipaba un debate mucho más extenso y controversial acerca de cuál era la mejor manera de enfrentar la pobreza y el crecimiento en el Tercer Mundo al final de la década de los sesenta, a medida que el prospecto de la revolución ejercía cada vez mayor presión. Estaban presentes algunos de los gurúes del área, como Rosenstein-Rodan, Hollis Chenery y Robert Solow. Ninguno estaba impresionado. No está claro si Rostow asistió. Lo que ellos escucharon dejó en entredicho el enfoque completo de la planificación de la inversión y la economía del desarrollo y a su vez se plantearon serias dudas acerca de la planificación, los análisis agregados y el rol que desempeñaban los economistas y "expertos" extranjeros en las transformaciones locales.

"Economics and investment planning: Reflections based on experience in Colombia" [Planificación e inversión económica: Reflexiones basadas en la experiencia colombiana] es la obra de un autor en transición de la cual él se estaba haciendo cada vez más consciente. El desencanto con algunos aspectos del Plan Marshall proporcionó tempranas señales de advertencia de que los economistas tenían una propensión a exagerar. Como lo afirmaba en el primer párrafo, en un pasaje que tal vez no complació a su auditorio, "nuestras habilidades tarde o temprano suscitan reacciones del tipo ‘¡Pero el emperador está desnudo!'". Los economistas, anotaba, sufren del universal "deseo de poder" y a menudo fallan en "admitir que existen límites en sus destrezas". El resultado era "una ilusión óptica de que la economía como ciencia puede producir detallados diseños para el desarrollo de las sociedades subdesarrolladas". Y más importante aún, Hirschman no desconocía el rol central de los economistas; simplemente advertía en contra de la tentación del análisis sobreagregado, siendo los culpables los cantos de sirena de los "programas de desarrollo generales e integrados" del tipo de los que lo trajeron a él a Colombia en primer lugar y que lo habían hecho sufrir durante sus reuniones con Torfs y Currie, quienes espantaban las dudas de Hirschman como moscas molestas.

Él afirmaba que había una razón básica por la que tales programas eran menos efectivos de lo que creían sus apóstoles. Ellos construían una realidad con poco margen para los esfuerzos creativos, debido a que eran demasiado exhaustivos y abarcaban demasiado; y esto dejaba poco espacio para los economistas intrépidos. Para que los profesionales en economía fueran realmente útiles tenían que pensar de manera diferente acerca del desarrollo. En vez de un contenido falto de realidad basado en datos espurios, Hirschman creía que los economistas podían comenzar mejor con un compromiso respecto al contenido de la realidad basado en la observación y el análisis cercano a partir de cero: un análisis de las industrias y sectores específicos, con una comprensión precisa, en vez de una fe ciega en estadísticas muy generales. En vez de un plan general integrado, Hirschman urgía a los participantes a considerar la planeación sectorial, a tener en cuenta las ventajas locales del país y las energías empresariales y el desarrollo de estrategias apropiadas.

Hirschman lo volvió algo personal. Él confesó sus propias frustraciones respecto a las presunciones y efectos de la Misión Currie y su trabajo en el Consejo de Planificación. Al final, gran parte del trabajo en el consejo consistió en desechar los macroplanes, con el fin de evaluar proyectos de financiación particulares. E incluso, dadas las ambiciones de los planificadores, el apetito por fondos era desenfrenado. Pocos proyectos, incluso los más grandes, fueron escrutados por sus microanálisis. "Yo, sin embargo, tengo que ver un proyecto", anotaba, "que sea entonces correctamente rechazado por agencias nacionales o internacionales que desechan fondos de inversión sobre la base de que la inversión requerida es muy alta…". Entonces, el único caso que podía citar era el proyecto de la siderúrgica de Paz del Río, identificado en el reporte original de la Misión Currie, donde los planificadores plantearon la pregunta, que no pudieron responder de manera efectiva, acerca de si los fondos se invertirían mejor en otra empresa. En gran parte, los costos de oportunidad de proyectos específicos no podían ser evaluados porque todos contribuían al plan integrado y amalgamado. Por lo tanto, ¿para qué elegir en absoluto?, se preguntaba Hirschman en voz alta18.

Aquí se encuentran algunas semillas de Strategy of economic development de Hirschman, entre ellas, la profunda comprensión de la importancia del primum mobile o causa primera: el crecimiento desequilibrado y la identificación de los vínculos cruciales dentro de los sectores e industrias como mecanismos para ampliar los efectos multiplicadores de las inversiones. Por el momento, las ideas de Hirschman de 1954 se enfocaban en lo que era equivocado en las ortodoxias de la planificación, comparado con las alternativas que podrían servir mejor a los propósitos del desarrollo. En ese momento la parte esencial del problema no era tanto la escasez de capital y los bajos índices de inversión (lo cual era innegable, pero se podía resolver mediante la introducción de algún elemento exterior y la pericia externa), sino la baja eficiencia de la inversión que tenía lugar en realidad (acerca de lo cual los profesionales locales tenían una capacidad inigualable para explicar el vínculo correcto entre economistas, agrónomos e ingenieros).

Colombia no era subdesarrollada ni estaba estancada. Quizás "desarrollada de manera insuficiente". Sin embargo, podía jactarse de algunos progresos espectaculares y alto crecimiento, lo cual había creado nuevas tensiones y escasez. Lo que se necesitaba era un enfoque desagregado, bajo la premisa de una aproximación hacia el crecimiento que se fundamentara en las circunstancias locales, que tuviera en cuenta industrias específicas de manera más cuidadosa, sectores específicos y necesidades específicas, y no un modelo deductivo aplicable en todas las circunstancias, "en la búsqueda continua de espejismos… con el atractivo nombre de ‘programas de desarrollo integrado'".

La espléndida propuesta de Hirschman a Harvard, MIT y la Fundación Rockefeller no tuvo éxito. El viaje al MIT no le brindó un mejor punto de apoyo en los círculos de expertos. En realidad, por lo que él sabía, su audiencia ante los notables de MIT en el Centro de Estudios Internacionales había cancelado cualquier contacto adicional con los científicos sociales estadounidenses, condenándolo a una carrera de acción y no teórica. Fue una sorpresiva invitación para que visitara la Universidad de Yale durante un año la que le abrió las puertas de par en par a Hirschman para plasmar sus profundas percepciones de Colombia en un libro con un atractivo más general. Entre quienes recibieron la propuesta de investigación original se encontraba su viejo amigo Thomas Schelling (que luego fue miembro del cuerpo docente del Departamento de Economía en Yale), quien de manera clara vio algo peculiar en el enfoque de Hirschman. Yale, en ese momento, estaba también deseosa de moverse al campo de la economía del desarrollo y hubo un interés súbito respecto a lo que estaba sucediendo en América Latina. Hirschman era el hombre preciso, en el momento preciso, en el lugar preciso. Tras bambalinas, Schelling preparó una oferta para que Hirschman se integrara al departamento durante un año, en calidad de Irving Fisher Visiting Professor of Economics.

IV. Tras la estrategia

A mediados de los cincuenta, el "crecimiento balanceado" se había convertido en el pensamiento prevaleciente en el nuevo campo de la economía del desarrollo. Los países pobres padecían de un excedente de fuerza laboral y escasez de capital y la combinación era una "trampa de equilibrio" letal y de bajo nivel: demasiada pobreza, ahorros insuficientes, bajas inversiones, infraestructuras débiles y raquíticas y la resistencia de tradiciones turbulentas. El tema central era el "criterio de inversión" (que denotaba la definición de dónde deberían asignar el capital los diseñadores de políticas y los prestamistas para sacar a las sociedades de sus ciclos letárgicos), ejemplificado en Problems of capital formation in underdeveloped countries [Problemas de la formación de capital en los países subdesarrollados], el texto clásico de 1953 de Ragnar Nurkse, el economista sueco de la Universidad de Columbia.

Los teóricos del "crecimiento balanceado" proporcionaron un modelo global. El enfoque urgía comprender los dilemas que enfrentaban los países pobres como un sistema interconectado capaz de transmitir obstáculos de una parte del sistema a otra. Los cuellos de botella en alguna parte podían obstaculizar los avances en cualquier sitio. Esto se daba por dos razones principales. El hecho de favorecer a un sector o industria significaría el aumento en su producción, sin una demanda suficiente para absorberla, lo cual sugería que la demanda tenía que crecer conjuntamente con los aumentos incrementales en la producción de todas las industrias. De otro modo, la sobreabundancia en el sector favorecido reduciría las utilidades y desalentaría a los empresarios. La otra razón principal era que las sociedades subdesarrolladas enfrentaban una escasez básica de capital. A menudo, la fuerza laboral y los recursos naturales eran abundantes, pero no eran un conjunto propicio para la inversión de fondos. Éstos tenían que ser economizados cuidadosamente y desembolsados de tal manera que no crearan escaseces en sectores e industrias menos favorecidos por los planificadores y los diseñadores de políticas. El crecimiento balanceado era una manera de vencer los obstáculos del desarrollo al economizar lo que era más escaso (el capital), con un mínimo de desarticulaciones, ya fuera la inflación (por la creación de escasez) o problemas en la balanza de pagos (la depresión de las exportaciones o el aumento de las importaciones). Se trataba de un enfoque que intentaba evitar tantos conflictos como fuera posible, mientras cambiaba las características básicas de las economías pobres.

No es difícil observar por qué la teoría del crecimiento balanceado fue un enfoque favorecido por el tema. Con toda la agitación en el Tercer Mundo a medida que avanzaba la década de los cincuenta, los diseñadores de políticas y los prestamistas extranjeros se volvieron ágiles en la disminución de la fricción mientras lograban que el capitalismo funcionara. Si la tensión se incrementaba, esto era una señal de que algo estaba mal: se desistía de la política y se asignaban recursos donde comenzaban las tensiones, socavando al mismo tiempo la infraestructura básica del país.

Hubo varias figuras íntimamente asociadas con el crecimiento balanceado. Ellas no necesariamente se ponían de acuerdo, pero sí coincidían en algunos aspectos esenciales. Una de ellas era Walt W. Rostow, un historiador económico inteligente y ambicioso educado en Yale, cuyas tendencias se hicieron cada vez más anticomunistas al iniciarse la Guerra Fría. En MIT, él fue cofundador del Centro de Estudios Internacionales, como nervio central del pensamiento del desarrollo económico y sus corolarios políticos, y realizó una investigación secreta para la recién creada CIA. Más tarde Rostow habría de acuñar el término "modernización" y tendría influencia en la política estadounidense en el sudeste asiático. Su texto clásico de 1960, The stages of economic growth: A non-Communist manifesto [Las etapas del crecimiento económico: Un manifiesto no comunista], captó notablemente las influencias de los científicos sociales en el enfoque de Washington de promover un orden comercial liberal, la influencia estadounidense más allá de Europa y la contención del radicalismo en el mundo descolonizado. El libro también sintetizó una parábola acerca de cómo las sociedades se mueven a través de fases comunes de desarrollo, desde el "atraso" hasta la "madurez", y diseñó un modelo evolutivo (en oposición al revolucionario) que veía el entrecruzamiento de instituciones sociales –bajo las condiciones correctas y con el tipo correcto de respaldo– reforzando sus metamorfosis compartidas. Este libro impactante e influyente, no argumentaba que hubiera sólo una ruta hacia la modernidad; pero sí insistía en que, para ponerse en marcha, todos los sectores tenían que negar la historia y despojarse de las viejas maneras; el atraso era una barrera, una fuente de obstáculos y restricciones que tenían que desmantelarse de manera inflexible19.

La otra figura principal, asociada también con el Centro de Estudios de MIT, era Rosenstein-Rodan, quien para finales de los cincuenta defendía el uso de fuertes inversiones de fondos extranjeros, para estimular el proceso, lo cual coincidía con el creciente sentimiento en Estados Unidos en cuanto a que la política económica externa tenía que hacer más que basarse en un pasivo orden comercial liberal, a fin de frenar la expansión de las ideologías anticoloniales radicales. El punto crucial del problema yacía en que las sociedades subdesarrolladas no eran desarrolladas y como tales tenían que ser dirigidas a lo largo de sus etapas, sin crear desequilibrios subyacentes que pudieran descarrilar a una sociedad de manera potencialmente irreversible y, por lo tanto, colocarla en las manos de los críticos radicales del capitalismo. A partir de un estado de equilibrio, los planificadores tenían que crear vías para conducir a las sociedades a otro estado de equilibrio, llevándolo a cabo simultáneamente con la minimización de excesos y escaseces, porque el mecanismo del mercado que funcionaba tan bien en las sociedades desarrolladas no podía basarse en lo subdesarrollado, pues los supuestos básicos no se aplicarían. Éste fue un desafío complejo para los tradicionales modelos de equilibrio estático de la sociedad y proporcionó un marco de referencia para el pensamiento respecto a las políticas que deberían regir y cómo y dónde invertir los recursos. En su núcleo, ésta era una teoría acerca de la inversión y un modelo para llevarlo a cabo con el mínimo riesgo.

Las experiencias de Hirschman en Colombia lo llevaron a ser muy escéptico, pero él no había desarrollado un punto de vista alternativo global, tan sólo una disposición inconforme. Cuando se trasladó de nuevo a Yale tuvo que dejar su consultoría y aplazar finalmente su regresó a Bogotá. Dejó la mayoría de sus pertenencias, los muebles estadounidenses, las vajillas, muchos vestidos y juguetes seleccionados cuidadosamente con anterioridad20. Pero para mediados del año académico 1956-57, estaba claro que Albert no podría completar un libro manuscrito que había comenzado a vislumbrar. Su ejercicio como profesor le sentaría bien durante un año. En marzo, Hirschman se acercó a Norman S. Buchanan, quien había enseñado en Berkeley cuando el joven Hirschman llegó allí como refugiado y para 1956 se había convertido en director de la División de Ciencias Sociales de la Fundación Rockefeller (que anteriormente había financiado el trabajo de Albert en París y Berkeley). Buchanan, cuyo trabajo en la fundación se involucraba cada vez más con los temas del desarrollo en los países del Tercer Mundo, vio una oportunidad y concertó la financiación de otro año de Hirschman en Yale, con un salario de US$13.00021.

A cambio, Hirschman acordó realizar algunos trabajos de consultoría para la fundación, que lo envío a Brasil en agosto de 1957 para participar en la reunión de la International Economics Association, en Río de Janeiro. Este viaje se convirtió en una experiencia formativa, ya que el verdadero propósito de la fundación era que él examinara algunos de sus proyectos financiados y los prospectos para la investigación en ciencias sociales en Brasil y Colombia. Esto le brindó a Hirschman la oportunidad de llegar a conocer expertos latinoamericanos, lo cual no fue posible mientras vivió en Bogotá, trabajando en los márgenes de los círculos de investigación académicos. Además, su corto servicio en la Fundación Rockefeller presagiaba que esto se convertiría en una participación de largo aliento con las fundaciones estadounidenses que patrocinaban proyectos de desarrollo e investigaciones en ciencias sociales en Latinoamérica22.

La conferencia de Brasil se convirtió en un hito intelectual. Fue aquí donde Hirschman experimentó su primera real exposición ante científicos sociales latinoamericanos, especialmente brasileños, como Celso Furtado, Roberto Campos, Alexandre Kafka y el más ortodoxo, Eugenio Gudin, quien presidía la Fundación Getúlio Vargas, copatrocinadora del evento. El ensayo de Kafka en la conferencia fue particularmente iluminador, puesto que ofreció una crítica teórica del desarrollo económico desde la perspectiva latinoamericana, la cual les dio en el rostro a las ortodoxias del norte, porque no señalaba los círculos viciosos de la pobreza y la escasez de capital como el núcleo del problema, sino los cambios estructurales y las tensiones asociadas con las transformaciones del capitalismo dentro de la región. Latinoamérica difícilmente era pobre y no carecía de vigor. Kafka señaló la manera en que los choques creaban oportunidades de crecimiento, lo cual a su vez daba origen a desigualdades sociales e inflación; el crecimiento promovía el desequilibrio estructural, en vez de resolverlo. "El desequilibrio", argumentaba el economista brasileño, "parece ser una parte interesante de la explicación del exitoso desarrollo económico de importantes países latinoamericanos". Era el cambio mismo la fuente de los problemas del subdesarrollo y no la falta de cambio.

En la conferencia, Rosenstein-Rodan planteó su argumento del "gran empujón" y la planificación generalizada, respecto a lo cual él esperaba una audiencia receptiva. Por ahora, la situación se había invertido; si Hirschman había sido despreciado en MIT, en Río de Janeiro Rosenstein-Rodan se enfrentó a la batería antiaérea de Furtado, Kafka y otros latinoamericanos presentes. Esto fue música para los oídos de Hirschman, a quien difícilmente le pudó haber parecido extraño que los roles se invirtieran. Sin embargo, todo esto lo tomó por sorpresa. Hirschman se dio cuenta de que esto era una "notable convergencia". Lo que escuchó de los brasileños se ajustaba a sus propios pensamientos, todavía no consolidados, acerca del desarrollo y el diseño de políticas. Sus impresiones, fuente de algunos aislamientos y dudas cuando se estaban formando en Colombia, ahora quedaban confirmadas por lo que él escuchaba de estos carismáticos y brillantes colegas latinoamericanos. Después de casi tres "fantásticas" semanas en Brasil, Hirschman regresó a Yale y febrilmente reescribió el borrador de Strategy. Por supuesto, había algunos riesgos al respecto, en la medida en que se dio cuenta de que quedaba sólo un año de su beca de investigación y las extensas revisiones podrían prolongar la escritura más allá del respaldo. Pero no se podía negar la inspiración de Brasil23.

La experiencia y la exposición de las formas alternativas de visualizar el desarrollo fueron condiciones importantes para el replanteamiento del pensamiento de Hirschman; pero ellas tenían sentido si se ponían contra el telón de fondo de sus intereses en las tradiciones europeas en literatura y filosofía política, que en pocas palabras podemos describir como escépticas. Entonces, ¿qué estaba leyendo Hirschman mientras escribía? Yale ofrecía una oportunidad para leer y reflejar, como se lo indicó a Buchanan, que él "estaba poniéndose al día rápidamente con la creciente literatura sobre el desarrollo económico"24. En efecto, Hirschman no había estado leyendo mucho sobre economía, posiblemente porque, en definitiva, no había mucho en la "creciente literatura" que él pudiera digerir (o le llevaba mucho tiempo dominarlo). Entonces, él dirigió su mirada a otra parte, mucho más allá de la corriente de las ciencias sociales. En varias carpetas llamadas "Notas" en los archivos de Hirschman, podemos ver qué leía a medida que componía su texto. Una fuente importante provino de autores que siempre habían acuñado un tono discordante y disidente, especialmente respecto a la motivación intelectual de diseñar planes maestros para enderezar los problemas del mundo. La tradición de escepticismo acerca de grandes movimientos idealistas y sus progenitores intelectuales había sido un importante punto de partida para Hirschman. Y él regresó a este punto después de haber vivido en Colombia, al encontrar en las voces disidentes un factor común que planteaba preguntas incómodas a los intelectuales que pensaban que habían descubierto los misterios del mundo o las raíces de sus males.. Era un conocimiento en sí mismo, adornado con grandilocuentes teorías acerca del mundo, lo cual probaría ser un obstáculo para comprenderlo, un tema al que Hirschman regresaría en su crítica de la ideología en los años sesenta.

Una importante figura a la que Hirschman leyó de nuevo mientras preparaba Strategy fue Edmund Burke. Reflections on the revolution in France [Reflexiones sobre la revolución en Francia] había sido una de la obras favoritas de Hirschman porque retaba a los filósofos que querían aprovechar el escenario político, especialmente aquellos que disfrutaban lo que Burke llamaba el "estilo premonitorio" y a su convicción acompañante de que los filósofos no solamente podían conocer el mundo, sino cambiarlo. Lo que le atraía a Hirschman no era tanto el famoso (aunque mal comprendido) conservatismo de Burke, sino su escepticismo. El problema no era el "filósofo en acción". En todo caso, Hirschman admiraba el estilo comprometido de Burke. Por sí mismo, el problema no era la revolución. Más bien, se trataba de un incuestionable viraje de la abstracción a la prescripción y el derrumbamiento de una herencia de cambio, que era más gradual y constante y que estaba armonizada con las circunstancias y restricciones, en la gestación de derechos particulares y regímenes políticos que las apoyaran. Era un tipo de filosofía pragmática que llamaba la atención de los esfuerzos de Hirschman para proponer un modelo de reforma que no se derivara de postulados universales que debían ignorar las realidades críticas, con el fin de persuadir a sus seguidores.

Establecido en Yale, Hirschman fue más allá de Reflections, e indagó en otros escritos menos conocidos. "Letter to the sherriffs of Bristol" [Carta a los sherriffs de Bristol] de Burke contenía un pasaje que Hirschman copió en sus notas. Este folleto denunciaba a los políticos que "habían partido y atomizado la doctrina del gobierno libre, como si fuera una cuestión abstracta concerniente a la libertad y la necesidad metafísicas, y no un asunto de prudencia moral y de sentimiento natural". Pero las notas de Hirschman también subrayaban una duda profética: "Nada que esté en proceso puede basarse en su plan original. Podríamos pensar igualmente en mecer a un adulto en la cuna de un bebé"25.

En Colombia, Hirschman había discrepado con la pasión por planificar, especialmente mediante el uso de cuidadosos aunque simplificados modelos de la sociedad. Él había planteado problemas no sólo acerca de la relación entre los científicos sociales y el cambio social y la necesidad de los primeros de ser mucho más cautos acerca de las afirmaciones en cuanto a la reingeniería de los últimos, sino también acerca del papel de los gobiernos como mecanismos para racionalizar el mundo. Esto llevó a Hirschman de vuelta hacia Hayek, a quien había estado expuesto primero mientras se encontraba en la London School of Economics y quien, cuando la guerra terminó, había dejado una profunda huella en Hirschman con la publicación de The road to serfdom. Como en el caso de Burke, las lecturas de Hirschman abarcaban más allá de los clásicos famosos e incluían las reflexiones de Hayek sobre Auguste Comte y las notas sobre John Stuart Mill. Hirschman citaba la consternación de Hayek acerca de "la exigencia de unidad y sistematización" y anotaba la observación del filósofo vienés acerca de Comte, en cuanto a que "no hay nada más repugnante para el espíritu científico real que un desorden de cualquier clase". Hirschman había comenzado a ver que la naturaleza desordenada del desarrollo y su desequilibrio fundamental requerían un enfoque diferente, no fundamentado en el triunfo de la autoridad del conocimiento de los enigmas del mundo. De hecho Strategy notes está lleno de pasajes tomados al azar acerca de "la falacia de la abstracción" (Harold Laski) y "las seudoprofundas percepciones prematuras e impacientes" (de sus borradores sobre Karl Wittfogel)26.

Hirschman se zambulló de nuevo en algunas de sus obras literarias favoritas. Leyó Los demonios de Dostoievsky y, por supuesto, a Franz Kafka, el inmortal escritor favorito de su juventud. La Gran Muralla china, un examen retrospectivo novelado por un intelectual chino, explora uno de los grandes monumentos sobre la Tierra, como un ejemplo de los disparates de los diseños grandiosos. Éste también registra escepticismo. De acuerdo con el argumento del libro, los constructores de la muralla habían fracasado antes de empezar. La inmensidad propia del proyecto significaba que estaba condenado a nunca terminarse, a un eterno estado inconcluso. Y aún más, como su propósito era defender a la dinastía de las hordas externas, tenía que ser inconsútil e inexpugnable. Al final, ninguna cantidad de planificación ni cuidadosa ingeniería podía compensar las improvisaciones e imperfecciones que se requerían para concluir el interminable proyecto. Los "expertos" de la muralla tenían entonces que entendérselas con la "confusión mental" y la necesidad de un avance "fragmentado", ignorándolas. Pero como esto era una manera de reflejar la imaginación del emperador, uno sólo podía suponer que se manifestaban los defectos e imperfecciones morales. Para Hirschman, sin embargo, la culpable era la "impaciencia". Citó las palabras de Kafka: "Todo error humano es impaciencia". Luego se extendió a un pecado cardinal más general: "Debido a la impaciencia, somos desterrados, porque de la impaciencia no se puede retornar". La urgencia de resolver, de rectificar y de remediar apresuradamente era –así lo sentía Hirschman– el artífice de más problemas de los que se podrían manejar: al final, más un obstáculo que una ayuda. Este sentimiento de Hirschman se convertiría en una crítica mucho más aguda de la ideología simplista, lo cual sólo se haría evidente después de deshacerse de las certidumbres de los desarrolladores económicos, en Strategy.

Otra fuente del pensamiento de Hirschman fue el psicoanálisis. Si Burke, Hayek y Kafka habían sido durante mucho tiempo parte de su biblioteca, éste no era el caso de la psicología y el psicoanálisis. Freud no era un tema que se discutiera en el hogar, puesto que no era importante para los socialistas liberales de la década de los treinta. Las ciencias del comportamiento en Estados Unidos, después de la guerra, tomaron distancia de su deuda formativa respecto a puntos de vista del cambio social y de la evolución como un proceso sujeto a leyes naturales. Para los años cincuenta, este punto de vista se hallaba en pleno repliegue, gracias en parte a los efectos graves de la Depresión (que puso en duda algunas de las certezas económicas básicas) y del fascismo (que puso también en duda la perspectiva de la racionalidad inherente de la humanidad). El giro fue hacia adentro, en un esfuerzo por comprender el yo, sus construcciones, motivos y patologías. Esto y las ansiedades acerca del desarraigo y la alienación de la sociedad moderna hicieron que los científicos sociales dirigieran la mirada a psicólogos como Erich Fromm, cuyo libro El miedo a la libertad, de 1941, combinaba los fundamentos psicológicos con comentarios políticos.

Posteriormente, otra figura formativa, Erik Erickson, le aportó un giro novedoso a la evolución e intentó aproximarse a una teoría más amplia del avance social a partir de sus nociones básicas de instintos y necesidades psíquicas. Cuando Hirschman regresó a Estados Unidos en 1956, no pudo menos que darse cuenta de la manera en que las ciencias del comportamiento se habían reorientado. Lo que captó Hirschman, cuando se acercó a su enfoque respecto a la escritura de Strategy, fue la importancia de una trinidad psicológica básica: frustración, agresión y ansiedad. "Hacer una breve visita a la teoría psicoanalítica", se ordenó a sí mismo en una de sus libretas de apuntes. En esta teoría él encontró una literatura floreciente acerca de las dinámicas de grupo y las respuestas personales, y los conflictos y fricciones básicas que involucraban. Leyó docenas de libros acerca de la teoría psicoanalítica y tomó extensos apuntes (más que en cualquier otro conjunto de lecturas, incluso sus escasas lecturas sobre economía). Al final, estaba más interesado en la ansiedad, especialmente a partir de los textos de Erich Fromm, quien le recordaba que la condición moderna no absuelve a los individuos de sus problemas, sino que crea todo un nuevo conjunto de problemas para satisfacer las necesidades personales en entornos competitivos, y que las ansiedades que les acompañan, a su vez, generan esfuerzos para evitarlos27.

Fueron este tipo de lecturas y el escepticismo respecto a algunas de las ciencias sociales más generales y abstractas los que reafirmaron el pensamiento de Hirschman sobre el desarrollo, no como algo que podía imponerse ni introducirse desde afuera, sino centrado en los agentes sociales para la superación de las dificultades como proceso central. ¿Pero cómo pensar acerca de esto como un proceso? La superación de una dificultad implica no sólo eliminar un obstáculo, sino que debe verse que éste comenzó como una percepción; es decir, que los impedimentos para avanzar se encuentran tanto adentro como afuera de los agentes humanos; y que en realidad las cadenas más difíciles de romper eran las interiores. En un acercamiento hacia los obstáculos mismos, se estarían dando pasos para superarlos mediante su comprensión. Muchas veces, éste sería un ejercicio fallido, pero con el tiempo, generaría un cambio. "El contacto repetido con [el obstáculo] te permite conocerlo", anotó. Esto, por supuesto, fue una pieza central de la práctica analítica, trasladada ahora a la reflexión acerca de la sociedad. De manera característica, Hirschman encontró que los clásicos consideraban ya este tipo de dilemas y halló un significado especial en la frase del libro Reflections de Burke, quien afirmaba: "Nuestro antagonista es nuestro aliado. Aquel que se enfrenta a nosotros fortalece nuestros nervios y agudiza nuestras destrezas", sobre lo cual Hirschman anotó, con una caligrafía delicada: "Nuestra evasión de la dificultad y nuestro contacto íntimo con ella"28.

Todo esto condujo a un espíritu de reforma muy diferente: no aquel que buscaba superar los obstáculos para liberar a las sociedades, de modo que pudieran sumarse a la corriente de modernización, y que se sustentaba en un nuevo equilibrio de actores racionales e instituciones benevolentes. La reforma, pensaba él, no era sólo un ajuste ni un ponerse al día. Significaba darle un abrazo a la tensión misma. "¿Nosotros necesitamos tensión para funcionar, o solamente ajuste?", se preguntaba a sí mismo, afirmándose claramente en lo primero, para inferir lo siguiente: "En el caso de un individuo, también existe, como en economía, ‘tensión óptima'"29.

Por sorprendente que parezca, finalmente Hirschman leía a algunos autores latinoamericanos, en especial después del viaje a Río. En Colombia hizo amistad con artistas, escritores, libreros y hombres de negocios. Pero no tuvo mucho contacto con científicos sociales académicos, que se encontraban, en su infancia en la Universidad Nacional y en la recién fundada Universidad de los Andes, la cual buscaba desarrollar un moderno departamento de economía. Hubo un encuentro en Bogotá entre Hirschman y Raúl Prebisch, el influyente economista argentino, cuyo Manifiesto de 1949 fue definitivo para las ciencias sociales latinoamericanas. En cualquier otro caso, el contacto fue mínimo. Hirschman estaba consciente del tipo de ideas que surgían en la Comisión Económica para América Latina (CEPAL). Pero él no estaba muy documentado sobre lo que estaba convirtiéndose en un campo importante de la erudición económica y que giró el enfoque hacia características estructurales básicas de la relación entre las sociedades exportadoras periféricas y las sociedades industriales centrales, y entre los sectores avanzados y los rezagados dentro de la periferia. El viaje a Brasil le abrió a Hirschman las puertas a la lectura de los escritos de los latinoamericanos acerca del desarrollo. Y Yale le otorgó el tiempo para hacerlo. Prebisch, el brasileño Celso Furtado y las obras del marxista peruano José Carlos Mariátegui y del populista Haya de la Torre comenzaron a frecuentar los estantes de la biblioteca de Hirschman, junto con Burke, Kafka y Fromm, por más inverosímil que nos pueda parecer en retrospectiva30.

V. El diseño de la estrategia

Hirschman trabajaba en su oficina. Su libro simplemente "fluía", en particular después de Río de Janeiro. Al comienzo se dedicó durante meses a tratar de convertir sus ideas en ecuaciones. Pero al parecer esto dio origen a una gran frustración y a la pérdida de un tiempo precioso. Sus amigos, Schelling, Henry Wallich y otros, lo desengañaron respecto a su entusiasmo inicial en la búsqueda de expresiones cuantitativas. Ellos argumentaban que se trataba de un movimiento prematuro de su parte y que las matemáticas no podían estar a la par de las profundas percepciones sociales de Hirschman. Si él podía captar el significado primero en palabras, las matemáticas las seguirían. Su lector más importante fue Thomas Schelling. Lloyd Reynolds, el director del Departamento de Economía de Yale, también lo leyó31. Los capítulos 1, 2, 3 y 5, en donde el autor profundizó sus puntos de vista generales del desarrollo, fueron aquellos que sufrieron una mayor revisión.

La cubierta original de Strategy era un rompecabezas, parcialmente armado y disperso, con la intención de denotar la premisa del libro de que hay poco que esté especialmente integrado o balanceado en lo que respecta al desarrollo. Hirschman lo escogió a propósito, también para manifestar la naturaleza inconclusa del tema que estaba explorando. El rompecabezas era una importante metáfora en otro sentido, puesto que Hirschman argumentaba que si los economistas pudieran concebir el desarrollo como un acertijo, podrían apreciar cómo su ensamblaje no se lograba juntando todas las piezas de manera simultánea, sino pieza por pieza. En otras palabras, una de las tareas del economista era imaginar cuál pieza mostraba más potencial para atraer a las piezas adyacentes. Algunas piezas "inducían" o "encadenaban" (verbos fundamentales en el glosario de Strategy) más piezas que otras. Aquí yace una metáfora maestra para reflexionar acerca de los vínculos, las secuencias y una disposición experimental abierta, cuando llega el momento de la toma de decisiones. En realidad, su título original iba a ser Crecimiento desbalanceado, pero él les contó a Charles Wolf y Paul Clarck, en RAND Coporation, que era "demasiado provocativo e inspirador, y he decidido titularlo provisionalmente The Strategy of Economic Development".

Su objetivo era una fusión entre los defensores del crecimiento balanceado y aquellos que aprobaban grandes planes que englobaban la modernización social a través de una reforma de arriba hacia abajo. Estos objetivos, valga la pena decirlo, no siempre fueron los mismos. Pero, desde la perspectiva de Hirschman, compartían una pretensión importante: que el proceso de desarrollo involucraba eliminar las fuentes de tensión u "obstáculos", de modo que la economía pudiera adoptar una vía autosostenida hacia el crecimiento y un nuevo equilibrio "desarrollado". Ellos no tenían en cuenta el hecho del valor del desequilibrio, teorizando precisamente acerca de lo que tenía que ser trascendido. Para Hirschman, la causalidad iba en otra dirección. Se trataba precisamente de "presiones, tensiones y desequilibrios" que tenían que ser creados. Una "racionalidad oculta" (un término favorito de Hirschman) de una restricción o de un problema es que, al crearlo, las personas se sentirán atraídas por la búsqueda de su solución. En el núcleo del pensamiento de Hirschman estaba la determinación de desplazar la noción de que la escasez de capital era el gran estorbo. El capital, desde su punto de vista, simplemente era subutilizado por la falta de oportunidades, y más importante aún, de oportunidades observadas. Como resultado, lo que escaseaba era la "habilidad para llevar a cabo decisiones y actividades cooperativas para el desarrollo". Lo que se interponía era la idea del progreso como una lucha cuesta arriba contra la tradición, cuyo éxito dependía de un empujón general, concertado y costoso, en indivisibles frentes económicos y de manera simultánea. Con esto como la única salida, ¡no era extraño que los agentes se sintieran incapaces de tomar decisiones efectivas por su propia cuenta! Aquí uno puede ver la influencia de sus lecturas sobre psicología y su fascinación con las tensiones, frustraciones y ansiedades, a medida que el paciente psicoanalítico "trabaja en profundidad" sus traumas. Había una analogía respecto al desarrollo, el cual requería el desequilibrio para expandir el alcance de más actividad económica, mediante la creación, en primer lugar, de problemas y, por lo tanto, de las decisiones que había que tomar.

El resultado fue más que una crítica al crecimiento balanceado. Hirschman comenzó con la intención de escribir contra esta corriente, pero se encontró a sí mismo involucrado en un más amplio conjunto de desafíos. Él deseaba acuñar un tono muy diferente cuando abordó el tema del desarrollo. Detrás de los defensores del crecimiento balanceado había un sentido consensuado de que había tantas restricciones para el desarrollo, tantos factores de escasez, comenzando con el capital, que la iniciativa requería un enfoque totalizador, con el fin de abordarlos de una sola buena vez. Pero cuanto más Hirschman pensaba acerca de ello, más se daba cuenta de que un examen más cercano "permitía un punto de vista más optimista". En realidad, dada la proliferación de escaseces y carencias de todo tipo desde el punto de vista convencional, comenzó a preguntarse si tales "escaseces objetivas de factores específicos" eran tan importantes, pues quizás se trataba de "dificultades artificiales en la movilización de reservas" de tales recursos, que podían ser emplazadas y "atraídas" mediante "situaciones de presión", aprendizaje e incentivos. Lo que más se necesitaba, concluyó, era un "agente vinculante" de estos recursos latentes y esto era lo que escaseaba: la "habilidad para tomar decisiones de desarrollo". El resultado, en contraste con los costosos, expansivos e incluso intelectualmente seductores planes generales y asaltos combinados, era un enfoque más fragmentado que economizaba la variable más escasa y que al liberarla dirigiría todo un conjunto de nuevas inestabilidades creativas y problemas que generarían, sin embargo, más desafíos que requerirían decisiones. Y a partir de esta secuencia de desafíos de toma de decisiones, los actores aprenderán y luego se apropiarán íntimamente de su habilidad para crear problemas que resolver, y así sucesivamente.

Fue la fusión de esta experiencia en Colombia con su disposición escéptica y disidente la que moldeó el contenido y la crítica de Strategy. La observación de los hábitos cotidianos del desarrollo mientras vivió en Bogotá le brindó a Hirschman la evidencia de que los problemas se resolvían en la práctica y esto le proporcionó pistas para pensar en estrategias para la superación de las dificultades. Muy a menudo, las grandes teorías eran todas obstáculos para considerar posibilidades menos sublimes para el cambio significativo, un punto de vista que Hirschman reconoció en el pensamiento de Burke, Hayek y Kafka y que él proyectó en los pensadores latinoamericanos disidentes con los que se encontró luego. En la forma cautelosa como Hirschman introdujo sus observaciones personales sobre Colombia a una tradición Europea contrautópica, él formuló una contribución peculiar en la historia de las ciencias sociales. En una frase que le gustaba compartir con sus lectores y con quienes conversaba después de la impresión de su libro, él resumía así su punto de vista sobre el crecimiento desbalanceado: "Examinar el crecimiento desbalanceado significa, en otras palabras, echarle un vistazo a las dinámicas del proceso de desarrollo en lo pequeño. Pero, de repente, es el momento justo para que hagamos esto"32.


NOTAS AL PIE

1. Edward Mason y Robert E. Asher, The World Bank since Bretton Woods (Washington: Brookings Institution, 1973), pp. 161-163.

2. Acerca de Currie, véase Roger J. Sandilands, The life and political economy of Lauchlin Currie (Durham NC: Duke University Press, 1990); US National Archives, FBI, Investigative Report 101-3616.

3. The basis of a development program for Colombia, report of a mission headed by Lauchlin Currie (Washinton DC: IBRD, 1950).

4. Eugene R. Black al presidente Ospina Pérez, 27 de julio de 1950, World Bank archives, Currie Mission files.

5. The basis of a development program for Colombia, pp. 356, 593.

6. Sandilands, The life and political economy of Lauchlin Currie, p. 175.

7. Gerschenkron, "Economic backwardness in historical perspective", en Bert Hoselitz (ed.), The Progress of Underdeveloped Areas (Chicago: University of Chicago Press, 1952).

8. Jacques Torfs, The basis of a development program for Colombia, appendix A, National Accounts (Washington DC: IBRD, n.d.); Informe Anual del Consejo Nacional de Planificación (1953), p. 6, archivos del Banco de la República; entrevista a Albert O. Hirschman (AOH), 24 de marzo de 2002. Se agradece a Carlos Caballero por la localización del único reporte anual del consejo que sobrevive.

9. "A Conversation with Clifford Geertz and Albert Hirschman", IAS, 27 de enero de 1976. AOHP; AOH, "A Dissenter's Confession", pp. 90-91.

10. Informe Anual del Consejo Nacional, p. 37.

11. AOHP, Research Project, Case Studies of Instances of Successful Economic Development in Colombia, 8 de marzo de 1954.

12. Entrevista AOH, 11 de marzo de 2002.

13. AOH, entrevista Douzat, n.d., p. 17; 4 de febrero de 1956. Entrada de datos por Montague Yudelman, folder 282, box 43, series 200, RG 2, Rockefeller Foundation Archives, Rockefeller Archive Center, Sleepy Hollow, Nueva York.

14. Borrador, "Introducción", en Strategy notes, AOHP.

15. Entrevista con Lore Friedman.

16. Entrevista con Sara Hirschman, 3 de marzo de 2004.

17. Nils Gilman, Mandarins of the future modernization theory in Cold War America (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2003), pp. 161-165.

18. Este ensayo, escrito en 1954, fue publicado posteriormente en la antología, A bias for hope: Essays on development and Latin America; véase "Economics and Development Planning", p. 41.

19. Nils Gilman, Mandarins of the future: Modernization theory in Cold War America (Baltimore: Johns Hopkins University Press, 2003), pp. 190-197.

20. Algunos principios básicos de Strategy se pueden encontrar en "Investment Policies and ‘Dualism' in Underdeveloped Countries", AER, XLVII(5), Sept, 1957, pp. 550-570.

21. Norman S. Buchanan to AOH, 28 de marzo de 1957, folder 5196, box 607, series 200, Record Group 1.2, Rockefeller Foundation Archives, Rockefeller Archives Center, Sleepy Hollow, Nueva York (designado de aquí en adelante como RAC).

22. "Some Suggestions for Social Science and Economic Research in Latin America", mayo de 1958, folder 120, box 15, Series 300, Record Group 1.2; "Albert O. Hirschman Diary, Brazil and Colombia, Aug. 12-Sept. 12, 1957", folder 336, box 46, series 300, RG 6 (1957), Rockefeller Foundation Archives, RAC.

23. Alexandre Kafka, "The theoretical interpretation of Latin American economic development", en Howard Ellis (ed.), Economic Development for Latin America (Nueva York: Macmillan, 1961), p. 1; entrevista con AOH, 15 de julio de 2002.

24. "Outline of a Proposed Study, 1957-1958", 1 de abril de 1957, folder 5196, box 607, Series 200, Record Group 1.2, Rockefeller Foundation Archives, RAC.

25. Strategy notes, file 1, AOHP; Burke, "Letter to the sherriffs of Bristol", en Works (Bohn ed.), vol. II, p. 29.

26. Strategy Notes, File 2, AOHP.

27. Strategy notes, file 2, AOHP.

28. Strategy notes, file 2, AOHP.

29. Strategy notes, file 2, AOHP.

30. Entrevista a AOH, 15 de julio de 2002 y 23/3/02.

31. Entrevista a AOH, 15 de julio de 2002; AOH a Paul Clark, 13 de marzo de 1958, Strategy Corresp., AOHP.

32. "The Economics of Development Planning", Institute on ICA Development Programming, 5/15/59, Strategy Papers. Esto aparecería luego como el prefacio de la edición en rústica de 1961.


Comentario a "Observando a Colombia: Albert O. Hirschman y la economía del desarrollo"

Por Carlos Caballero Argáez1

1. Comentarios al ensayo de Jeremy Adelman, Observing Colombia: Albert O. Hirschman and the making of development economics, elaborado con motivo del seminario de celebración de los cincuenta años del libro La estrategia del desarrollo económico, que tuvo lugar en la Universidad de los Andes el 5 de junio de 2008.

El proceso intelectual tras La estrategia del desarrollo económico de Albert Hirschman

El documento de Jeremy Adelman relata la importancia de la estadía en Colombia de Albert Hirschman, entre 1952 y 1956, para la elaboración de su libro La estrategia del desarrollo económico. Pero más allá de relatar su paso por nuestro país, Adelman penetra, de manera fascinante, en la formación de las ideas del intelectual alrededor de una opción alternativa a aquella "de moda" para los pensadores del desarrollo económico en los años cincuenta; en especial quienes enseñaban e investigaban en las universidades de los Estados Unidos y simultáneamente asesoraban a diversas entidades gubernamentales de ese país.

Fueron muchos los elementos que incidieron en la articulación del esquema mental de Hirschman para dar origen a este libro. Su permanencia en Colombia, desde luego, por haberlo puesto en contacto con un país que, a pesar de los problemas políticos de la época, contaba con una economía en crecimiento y con agentes productivos dinámicos en los distintos sectores. Pero, también, la interacción con un ex colega, Alexander Gerschenkron, quien además había sido compañero de oficina en Berkeley, y con economistas latinoamericanos, en particular aquellos a quienes conoció en una reunión en Río de Janeiro en agosto de 1957: los brasileños Celso Furtado, Roberto Campos, Alexandre Kafka y Eugenio Gudin.

Y no menos importante, sus lecturas de la época. Porque, sorprendentemente, Hirschman no se limitó a la literatura sobre desarrollo económico sino que se concentró en autores, como lo describe Adelman, "que siempre habían acuñado un tono discordante y disidente, especialmente respecto a la motivación intelectual de diseñar planes maestros para enderezar los problemas del mundo" 2. Entre ellos sobresalen Burke, Hayek, Kafka y el sicólogo Erich Fromm. Sus escritos le confirmaron a Hirschman que el desarrollo era algo que no podía imponerse desde fuera sino que tenía como actores principales a unos agentes sociales que debían sobreponerse a una serie de dificultades y obstáculos.

Las ideas de Hirschman evolucionaron, entonces, a través de un proceso que incluyó la observación cuidadosa de fenómenos en Colombia, la elaboración de esquemas mentales parciales con base en dichas observaciones, la exposición a otras ideas –como las del economista Alexander Kafka, quien señaló que los "choques" generaban oportunidades de crecimiento económico– y la lectura de filosofía, economía, literatura, psicología y psicoanálisis. De este proceso surgiría el modelo del crecimiento desequilibrado, que contrastaba y contrariaba los postulados de las "etapas" (stages) de Walt Rostow o del "gran empujón" (big push) de Paul Rosenstein-Rodan.

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Adelman aclara la razón del desacuerdo intelectual de Hirschman con sus colegas Lauchlin Currie y Jaques Torf, los tres asesores en Colombia del Consejo Nacional de Planeación, en 1952 y 1953. Currie, como bien se sabe, había sido el director de la primera misión del Banco Mundial que tuvo lugar en Colombia entre 1949 y 1950 y quería ver su programa ejecutado a toda costa, lo más rápidamente posible. Un programa ambicioso y, como tal, difícil de llevar a la práctica porque se trataba de un "ataque generalizado" para romper "el círculo vicioso de la pobreza, la ignorancia, la mala salud y la baja productividad".

No era propiamente, como escribe Adelman, un ejercicio de aproximación gradual, puesto que "el énfasis se hacía sobre mejoras agresivas y coordinadas en todos los frentes simultáneamente, a fin de evitar distorsiones, cuellos de botella y retrasos en algunas regiones y sectores. En resumen, a los lectores se les decía que Colombia podía tener un crecimiento rápido sin inflación ni desequilibrio" 3. Todo lo contrario de lo que llegaría a pensar y a plasmar Hirschman en su libro de 1958. Y, como si lo anterior fuera poco, Currie resultaría inflexible y difícil de tratar para Hirschman. Jaques Torfs, de nacionalidad belga, creía con fe ciega en las estadísticas y proyecciones que construía, lo cual tampoco resultaba convincente para Hirschman, quien en su trabajo anterior en la Junta Directiva de la Reserva Federal se había decepcionado de la forma en la que los economistas elaboraban los programas que las agencias estadounidenses imponían a los países receptores de la ayuda norteamericana.

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En suma, el documento de Jeremy Adelman no solamente les ofrece a los lectores de estos ensayos un contexto extraordinario sobre la experiencia de Albert Hirschman en Colombia, sino que devela aspectos desconocidos sobre la historia de la asesoría de expertos extranjeros en la Colombia de los años cincuenta y se adentra, a través de un recuento apasionante, en el proceso intelectual de Hirschman que le permitió forjar sus conceptos pioneros de la estrategia del desarrollo económico. Tales conceptos permearían en la prolífica obra de un intelectual del más alto rango, a quien tuve el privilegio y la fortuna de tratar como académico y como persona cuando estudié en Princeton en los años setenta.

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