SciELO - Scientific Electronic Library Online

 
 issue62Albert Hirschman in Colombia and development planning author indexsubject indexarticles search
Home Pagealphabetic serial listing  

Services on Demand

Journal

Article

Indicators

Related links

  • On index processCited by Google
  • Have no similar articlesSimilars in SciELO
  • On index processSimilars in Google

Share


Desarrollo y Sociedad

Print version ISSN 0120-3584

Desarro. soc.  no.62 Bogotá July/Dec. 2008

 

Albert O. Hirschman y los desequilibrios económicos regionales: de la economía a la política, pasando por la antropología y la historia

Albert O. Hirschman and regional economic disparities: From economics to politics, trespassing through anthropology and history

Adolfo Meisel Roca*

* El autor agradece los comentarios de María Aguilera, Jaime Bonet, Julio Romero e Irene Salazar a una versión anterior de este documento.


Resumen

En este trabajo se estudian las ideas que presentó Albert O. Hirschman en sus diferentes ensayos y libros sobre el tema de los desequilibrios económicos regionales. Como es un pensador que ha estado dispuesto siempre a traspasar las barreras disciplinarias, sus aportes en este campo tuvieron en cuenta aspectos económicos, políticos, antropológicos e históricos. Por esta razón, las discusiones del presente ensayo sobre el problema de los rezagos regionales las hemos dividido según las disciplinas mencionadas. Al final, se presentan unas conclusiones acerca de los aportes de Hirschman al problema de los desequilibrios regionales y su relación con los trabajos recientes que son pertinentes para el estudio de este fenómeno, como los de Paul Krugman, Douglas North yAcemoglu y sus asociados.

Palabras clave: historia del pensamiento económico (individuos); desarrollo económico regional.

Clasificación JEL: B31, O18.


Abstract

This paper discusses the ideas of Albert O. Hirschman on regional economic disparities. Since he was a thinker who was always ready to trespass the narrow disciplinary frontiers, his studies in this field include economic, political, historical, and anthropological considerations. For this reason we have divided the paper according to the above mentioned disciplines. Finally, we explore the relations of Hirschman´s ideas on regional disparities and those contained of Douglas C. North, Paul Krugman, and Daron Acemoglu and his associates.

Key words: history of economic thought (individuals), regional economic development.

JEL Classification: B31, O18.


Introducción

"Siempre les digo a mis amigos, la verdad es que yo sólo sé de Colombia; sin embargo, Marx sólo conocía a Inglaterra".
Albert O. Hirschman (1994)

Uno de los científicos sociales más influyentes de los últimos cincuenta años ha sido Albert O. Hirschman. Sus aportes conceptuales resultan especialmente útiles en el análisis de las desigualdades económicas regionales. Este es un tema de gran relevancia para Colombia, debido a que su abrupta geografía ha creado unas regiones económicas muy diferenciadas entre sí.

Los estudios regionales se caracterizan por ser un campo del conocimiento donde se entrecruzan y complementan la economía, la antropología, la historia y el análisis político. Pocos pensadores contemporáneos traspasan con tanta facilidad las barreras disciplinarias como lo hizo Albert O. Hirschman. Por esa razón, su estilo intelectual tiene una gran afinidad electiva con los estudios regionales.

En este trabajo se discuten algunos aspectos de los aportes de Hirschman al estudio de los desequilibrios regionales, desde las perspectivas económica, antropológica, histórica y política. Se trata de una revisión hecha a partir de la experiencia colombiana, la cual está presente en toda la obra de este "zorro de zorros", para usar la expresión popularizada por Isaiah Berlin sobre los estilos intelectuales.

I. Economía

Los primeros aportes de Albert O. Hirschman (AOH) al estudio de los desequilibrios regionales se encuentran en su libro de 1958, La estrategia del desarrollo económico. Hirschman vivió en Colombia entre 1952 y 1956 e inicialmente llegó como contratista del gobierno colombiano en calidad de asesor en temas de planificación, cargo para el cual había sido recomendado por el Banco Mundial (Hirschman, 1999, p. 60). Al terminarse ese contrato de dos años, se quedó como consultor privado por dos años más. Como resultado de esta primera experiencia de inmersión en un país latinoamericano, y tras repasarla en la tranquilidad de los pasillos de la Universidad de Yale, escribió el libro que hemos anotado.

La conclusión a que llega AOH en La estrategia es que el subdesarrollo es una situación de equilibrio en múltiples círculos viciosos. El reto es encontrar los mecanismos que induzcan un movimiento hacia otros círculos, que sean virtuosos y lleven a un proceso ascendente. Por eso afirma que: "el desarrollo consiste […] en jalonar los recursos y habilidades que están escondidos, dispersos o mal utilizados" (Hirschman, 1970, p. 5).

Por esa razón, en el debate entre crecimiento equilibrado y desequilibrado, que en esa época promovían los economistas Ragnar Nurkse y Rosenstein-Rodan, Hirschman se declaró a favor del crecimiento desequilibrado, pues podía servir de mecanismo de inducción para movilizar los recursos y para que se realizaran las decisiones de inversión en la dirección correcta.

A las inversiones en secuencia que resultan de una inversión inicial, y que caracterizan el crecimiento económico, Hirschman las denominó con el término de "encadenamientos". Los encadenamientos hacia atrás son aquellos en los que un productor local demanda de la industria local insumos que antes importaba. Esta dinámica fue central en el proceso de industrialización por sustitución de importaciones que se dio en Latinoamérica después de la Gran Depresión. En cuanto a los encadenamientos hacia adelante, que se refieren a productos que antes no estaban disponibles o eran muy costosos, por lo cual catalizan nuevas inversiones, pues son utilizados como insumos.

Cuando AOH desarrolló la idea de los encadenamientos, estaba pensando principalmente en la industrialización. Sin embargo, con el tiempo el término también se aplicó al análisis del sector primario (Hirschman, 1981, p. 65). En esa perspectiva agregó dos tipos de encadenamientos más: los del consumo y los fiscales. Los primeros se refieren al gasto en consumo que se genera por medio de un bien primario exportado, que en cierto nivel mínimo de demanda puede abastecerse localmente. Estos encadenamientos del consumo pueden servir para explicar la primera generación de plantas industriales y que no son atribuibles al efecto de dispersión de la actividad industrial que causan los encadenamientos hacia atrás y hacia adelante (Hirschman, 1987, pp. 206-210).

Los encadenamientos fiscales se refieren a los impuestos que se cobran sobre los productos exportados (encadenamientos fiscales directos) y los impuestos sobre las importaciones (encadenamientos fiscales indirectos). Los productos de exportación de enclave son muy propensos a los encadenamientos fiscales directos (Hirschman, 1981, p. 74).

Algunos autores han tratado de avanzar en la estimación empírica de los encadenamientos. Por ejemplo, en los estudios regionales es común la utilización del índice de Rasmussen-Hirschman1, que sirve para identificar los sectores económicos claves de una región. Sin embargo, ese índice tiene la limitación de no tener en cuenta el tamaño del sector clave, lo cual restringe su utilidad analítica.

En general, los resultados de las aplicaciones empíricas de los encadenamientos son bastante limitados. En ese sentido, el mismo Hirschman ha reconocido que:

Dadas las dificultades de medición el concepto de encadenamiento ha sido más influyente como una manera general de pensar acerca de la estrategia de desarrollo, que como una herramienta precisa y práctica en el análisis de proyectos y en la planeación [Hirschman, 1987, p. 207].

La aplicación del enfoque de los encadenamientos al análisis de los desequilibrios regionales ha sido amplia, empezando por la discusión inicial de AOH en La estrategia. En ese trabajo, Hirschman discutió la transmisión interregional del crecimiento, enfatizando que este no ocurre con igual intensidad en todo el territorio. De hecho opina que:

La desigualdad interregional del ingreso es un aspecto inevitable del crecimiento [...] Por lo tanto, en un sentido geográfico, el crecimiento necesariamente es desbalanceado [Hirschman, 1970, p. 184].

Hirschman le atribuye ese desequilibrio espacial del desarrollo a dos factores principales: las ventajas de la aglomeración y "la atmósfera industrial" que predomina en los lugares que logran una especial receptividad a la innovación y el emprendimiento. Surgen así las regiones dinámicas y las rezagadas. Estas interactúan a través de los efectos de goteo (trickling down) y polarización. Los primeros son efectos positivos de irrigación del crecimiento, como la mayor demanda por productos de la región rezagada, y los segundos son efectos negativos, tales como la migración hacia la zona próspera del capital humano más calificado. El balance entre estas tendencias es lo que determina si se amplían las brechas regionales o no.

Como ejemplo de tres regiones rezagadas que sentían los efectos adversos de la polarización, Hirschman mencionó el Nordeste de Brasil, el Mezzogiorno italiano y el oriente colombiano (refiriéndose básicamente a Boyacá. Hirschman, 1970, p. 189). Es un tanto curioso que AOH hubiera escogido el oriente de Colombia como si fuese un caso histórico muy claro de una región periférica al crecimiento nacional. Aunque relativamente pobre, el departamento de Boyacá tenía un PIB per cápita correspondiente al 57% del promedio nacional. La costa Pacífica, donde está Nariño, con un PIB per cápita que en 1950 era sólo el 46% del promedio nacional, y Chocó, con el 24%, era una región mucho más rezagada y con menos perspectivas de crecimiento de largo plazo que Boyacá (véase el cuadro 1).

Cuadro 1. PIB per cápita de los departamentos colombianos como porcentaje del promedio nacional, 1950.

Mapa 1. PIB per cápita de los departamentos colombianos como porcentaje del promedio nacional, 1950.

Hirschman se refirió al oriente debido a que para esa época no se calculaba regularmente el PIB para los entes territoriales (departamentos, intendencias y territorios nacionales). Sólo en la década de los ochenta el Departamento Administrativo Nacional de Estadísticas (DANE) empezó a hacerlo de manera continua. A fines de los años setenta, el Departamento Nacional de Planeación financió unas estimaciones del PIB de los entes territoriales para el periodo 1960-1975 y para el año 1950 (Departamento Nacional de Planeación, 1977). Para el análisis de los desequilibrios regionales cuando Hirschman escribió La estrategia, es probable que él haya utilizado las cifras del ingreso departamental per cápita que calculó para el año 1950 el Consejo Nacional de Planificación, a comienzos de los años cincuenta (Consejo Nacional de Planificación, 1953). En el estudio que hizo ese consejo, y en el cual participó AOH, sólo se calculo el PIB para 14 de los 15 departamentos que Colombia tenía en ese momento. Tal vez por falta de información, no se calculó el PIB chocoano, bastante menor que el de Boyacá.

Ahora bien, Hirschman reveló un sesgo tal vez demasiado optimista en el sentido de que las brechas centro-periferia, Norte-Sur en su vocabulario, serían atendidas por los gobiernos de forma deliberada a través de la inversión pública compensadora. En efecto, él sostiene que:

El gobierno […] intentará contrarrestar en parte los efectos de la polarización que resultan de la acción de las fuerzas del mercado: para neutralizar la emigración hacia el Norte del capital y el talento, un flujo incluso mayor se organizará en sentido contrario; para contrarrestar las ventajas de localización del Norte, el gobierno ofrecerá ventajas tributarias especiales o creará externalidades similares en el Sur por medio de las inversiones públicas [Hirschman, 1970, p. 194].

Como ejemplo de la intervención del Estado en una región olvidada, AOH mencionó la construcción de la siderúrgica Paz del Río en Belencito, Boyacá. Hirschman tenía la esperanza de que esa inversión resultara en una acción en el sentido correcto. Sin embargo, omitió que el Banco Mundial, especialmente por medio del economista Lauchlin Currie, se había opuesto a esa construcción, ya que no la consideraba correcta desde el punto de vista de la razón costos-beneficios. Currie proponía como una alternativa más adecuada la construcción de una siderúrgica en Barranquilla, que utilizaría como materia prima chatarra importada2. Sin el apoyo del Banco Mundial, Paz del Río se financió inicialmente con fondos de los ahorradores colombianos y con costosos créditos de proveedores internacionales, todo lo cual redujo aún más la rentabilidad del proyecto. Para 1959, la inversión en esta planta ya era de US$200 millones, una cifra similar a lo que Colombia obtuvo en la década de los cincuenta en préstamos de los organismos multilaterales (Sandilands, 1990, pp. 174-175). Lo peor de todo fue que Paz del Río no resultó rentable.

Es bueno señalar que la motivación del presidente Mariano Ospina Pérez de construirla allí, por razones políticas y por ser una región rezagada, reñía también con una distribución equitativa, pues las inversiones en otros frentes, como infraestructura básica y capital humano en entes territoriales más pobres aún que Boyacá y con menos perspectivas de desarrollo en ese momento, entre ellos Chocó y la Guajira, hubieran redundado en una mayor equidad interregional y, además, se hubiera logrado una rentabilidad social mucho mayor.

Resulta sumamente paradójico que en los años siguientes Boyacá se benefició de su posición privilegiada, en razón de su cercanía a Bogotá. Ello permitió una gran migración hacia esta ciudad y el aumento en la producción agrícola, debido al aumento en la demanda por esos productos como resultado del gran dinamismo de la economía bogotana. Por ello, entre 1950 y 2006 el crecimiento del PIB per cápita de Boyacá superó a la media nacional y, como resultado, convergió hacia el ingreso promedio del país (véase el cuadro 2). En contraste, Barranquilla ha tenido desde esa época una menor tasa de crecimiento que la nacional, lo cual llevó a un retroceso relativo del departamento del Atlántico, cuyo PIB per cápita en 1950 estaba por encima del promedio nacional y en 2006 era sólo el 84% de ese promedio, por debajo del 90% de Boyacá.

Cuadro 2. PIB per cápita de los departamentos colombianos como porcentaje del promedio nacional, 2006.

Es posible que sea demasiado optimista la idea de Hirschman de que las intervenciones del Estado a través de la inversión pública pueden ayudar a corregir los desequilibrios regionales, especialmente si no hay un programa explícito y con objetivos claros para reducir las desigualdades económicas regionales. El ejemplo de la siderúrgica de Paz del Río es un caso perverso de intervención estatal para mejorar las brechas territoriales pues, como era predecible, resultó siendo un fracaso.

Mapa 2. PIB per cápita de los departamentos colombianos como porcentaje del promedio nacional, 2006.

II. Antropología

Uno de los aspectos menos discutidos sobre La estrategia del desarrollo económico y su pertinencia para entender la dinámica de las desigualdades regionales al interior de un país es el tratamiento de las supuestas diferencias culturales que explican los desequilibrios en la prosperidad relativa. Hirschman se interesó mucho en el análisis de la construcción de un discurso regional de autojustificación, según la cual las regiones exitosas le atribuyen sus propios logros a sus características culturales. Sobre esto señala que:

Los sectores y regiones progresistas de una economía subdesarrollada se impresionan fácilmente con su propia tasa de crecimiento. Al mismo tiempo, tratan de diferenciarse de los menos progresistas creando una imagen de estos últimos como flojos, torpes, intrigantes y en general como casos perdidos […] el italiano promedio, en cuyo país el progreso se ha asociado desde hace mucho tiempo con la latitud, siempre está dispuesto a declarar que el África empieza un poco al sur de su provincia [Hirschman, 1970, p. 185].

Luego agrega que este "orientalismo interno", usando el lenguaje que años después popularizó el crítico literario Edward Said3, lleva a que:

Los grupos y regiones exitosos proclamen amplia y extravagantemente su superioridad sobre el resto del país y de sus conciudadanos […] Aunque el éxito inicial del grupo sea a menudo el resultado de la suerte o de factores del medio ambiente, tales como la dotación de recursos, las cosas no se dejan allí […] y tratan de convencer a los demás, de que sus logros se deben principalmente a sus cualidades morales y su conducta [Hirschman, 1970, p. 185].

Como ejemplo de lo anterior, Hirschman expone el caso de los antioqueños en Colombia. Por esa época los departamentos de Antioquia y Caldas conformaban una de las zonas más prósperas del país. Este éxito era el resultado de la economía cafetera que se concentrada allí y del liderazgo industrial de Medellín. En la opinión de AOH, las características "raciales, religiosas y culturales no diferencian a los antioqueños de los demás colombianos" (Hirschman, 1970, p. 186).Hirschman también comentó que a menudo se les atribuía un origen vasco o judío a los antioqueños. Los trabajos posteriores de historiadores como Frank Safford, Álvaro López Toro y Ann Twinam han corroborado la intuición de Hirschman de que, en muchos aspectos, los antioqueños no son muy diferentes de los demás colombianos4.

Vale la pena resaltar que si no existen diferencias culturales que expliquen las desigualdades regionales, quedan básicamente tres alternativas para hacerlo: la dotación natural de factores, las instituciones y los encadenamientos a que llevan las decisiones iniciales de inversión. Esta última es la que presenta AOH en La estrategia. Dichas decisiones estratégicas de inversión son de gran impacto si se producen economías de escala, tema que ha sido formalizado por Paul Krugman en los modelos que se conocen como la Nueva Geografía Económica. Este último autor ha reconocido la afinidad entre sus ideas y las que AOH presenta en La estrategia (Krugman, 1997, p. 18). Es decir, en los dos autores ni la geografía física ni las instituciones regionales juegan un papel preponderante y los desequilibrios regionales pueden ocurrir aun en un territorio completamente homogéneo, desde el punto de vista de la geografía física.

III. Historia

En un maravilloso estudio de caso que realizó entre los veranos de 1960 y 1962, Hirschman examinó los problemas económicos de la región Nordeste del Brasil y las políticas económicas que se habían implementado para solucionarlos, desde la terrible sequía de 1877-18795. En vez de buscar un paradigma que permitiera entender las dificultades del Nordeste, AOH realizó un cuidadoso trabajo de campo e investigación sobre la geografía, la historia, la economía y la política en esta región. Los resultados los presentó en una narrativa enriquecida por medio de visitas, entrevistas de figuras claves y la lectura de fuentes primarias y secundarias. El objetivo último era entender cómo se solucionan los problemas económicos en Latinoamérica.

La región Nordeste del Brasil albergaba en 1872 el 46,7% de la población total del país (Baer, 1979, p. 186). Sin embargo, después de esa fecha ha venido cayendo y en la actualidad esa participación corresponde a la tercera parte del total de los habitantes. Dos factores influyeron en ese retroceso poblacional: las sequías periódicas y el rezago en el crecimiento con respecto a las dinámicas económicas del centro y el sur del país.

La sequía de 1877-1879 fue devastadora y convirtió el problema del Nordeste en un asunto de preocupación nacional. En el llamado "polígono de las sequías", que abarca casi la totalidad de los estados de Ceará, Piauí, Paraiba, Pernambuco y Bahía, la población se enfrentó a las hambrunas y la emigración (véase el mapa 3). Sólo en el estado de Ceará, el más golpeado, se calcula que murió la mitad de la población, es decir unas 500.000 personas (Hirschman, 1965, p. 42).

Mapa 3. Nordeste del Brasil.

Una de las acciones que resultó de la sequía de 1877-1879 fue el inicio de la construcción de una gran represa, Quixadá, en 1884. Hubo otras sequías en 1888-1889, 1900 y 1915, junto con otras obras públicas dirigidas a mitigar su incidencia. Sin embargo, fue con el gobierno del nordestino Epitacio Pessoa (1919-1922) que las inversiones en esa región alcanzaron un nivel sin precedentes. Mientras que en 1916-1919 el Nordeste recibió inversiones por 4 millones de milreis, para 1921-1922 la cifra aumentó a 142 millones. Ello permitió la construcción de doce grandes represas y una más pequeña, cientos de kilómetros de carreteras y la mejora del puerto de Fortaleza y otros puertos más. AOH argumenta que es probable que Pessoa hubiera realizado en la región este enorme esfuerzo en múltiples inversiones simultáneas (big push), por dos razones principales: pensaba que el problema de las sequías se podía erradicar y, además, que pasarían muchos años antes de que otra persona de su región volviera a llegar a la presidencia de la República. En el gobierno que sucedió a Pessoa se eliminó el fondo para el desarrollo del Nordeste y se pararon muchas de las obras que él había iniciado.

En la década de los treinta, Getulio Vargas se interesó y comprometió a fondo con la problemática del Nordeste y hablaba de "repagar la deuda de la nación con el Nordeste". En 1934, el artículo 177 de la Constitución reservó el 8% de los ingresos del gobierno federal para el Nordeste (4% para luchar contra las sequías, 3% para planes sistemáticos y 1% para usar en casos de sequía). Ello ayudó a darle más continuidad a las políticas regionales dirigidas hacia esa sección del país.

En la década de los cincuenta se presentaron sequías en 1951 y 1958, debido a lo cual se creó el Banco para el Desarrollo del Nordeste, en 1952, y la Superintendencia para el Desarrollo del Nordeste (Sudene), en 1958. A partir del establecimiento de esta última entidad, dirigida por el economista Celso Furtado, quien demostró una gran capacidad técnica y política, el problema del Nordeste empezó a plantearse cada vez más en el contexto del rezago económico de la región con respecto a la zona del "triángulo de prosperidad", formado por Sao Paulo-Río de Janeiro-Belo Horizonte. En esa misma dirección también contribuyó mucho el hecho de que desde 1951-1952 estuvieran disponibles los cálculos del PIB per cápita de los estados brasileros, lo cual corroboró que las brechas regionales se venían ampliando desde los años treinta, cuando se inició la industrialización por sustitución de importaciones.

En síntesis, con este estudio de caso Hirschman logró integrar las diferentes dimensiones del problema del Nordeste, para entender cómo había llegado a convertirse en una prioridad nacional. La riqueza del análisis consiste en que prefirió recurrir a una cuidadosa revisión histórica, en vez de utilizar un esquema analítico rígido que impidiera la comprensión de la evolución de las políticas públicas en este tema específico.

IV. Política

Uno de los principales aportes de Albert O. Hirschman a las ciencias sociales es el esquema conceptual salida-voz-lealtad, para entender lo que sucede ante el deterioro de algún tipo de organización (Hirschman, 1977). Este esquema puede aplicarse al análisis de las desigualdades regionales. ¿Qué sucede cuando una región de un país vive un prolongado retroceso económico relativo? ¿Y cuándo es súbito y dramático? ¿Emigra la gente o se queda y protesta para obtener soluciones? Estas son algunas de las preguntas que pueden abordarse mediante las ideas propuestas por AOH en su libro Salida, voz y lealtad, publicado originalmente en 1970.

Veamos el caso ya discutido de la respuesta del Nordeste brasilero ante los problemas causados por las sequías. Allí hubo una combinación de voz y de salida que se reforzaron mutuamente. La voz fue la protesta de los damnificados y de los dirigentes regionales. La emigración hacia ciudades como Río de Janeiro y Sao Paulo fue la salida, la cual en este caso, por ser dentro del mismo país, llevó a que el problema se hiciera más visible, pues resultaba impresionante ver a las víctimas de las sequías, o flagelados, deambulando por las calles de las principales ciudades del centro del país. Ello originó una especial preocupación nacional por el drama de los nordestinos.

La combinación simultánea de estas dos acciones fue tan efectiva que desde cuando se produjo la dramática sequía de 1877-18796, el desarrollo del Nordeste ha sido una prioridad nacional. La respuesta de las élites se dio más en la forma de voz, entre otras razones porque ellas mismas vivían principalmente en la fértil franja costera o zona da mata (Hirschman, 1965), la cual no fue afectada por la sequía. Además, la élite del Nordeste ha tenido tradicionalmente una gran influencia política en Brasil, en parte debido a que el estancamiento económico relativo hizo que la política resultara más atractiva que la industria o el comercio. El ascenso a la presidencia del Brasil del nordestino Epitacio Pessoa no hizo más que consolidar esa influencia y volver aún más relevante el drama de esta región.

Contrasta el caso anterior con lo que ha sucedido en Colombia con el retroceso económico relativo de los departamentos de la costa Caribe en los últimos cincuenta años.Mientras que en 1950 el PIB per cápita de los siete departamentos del Caribe continental colombiano estaba 6,5% por encima del promedio nacional, desde entonces ha venido perdiendo terreno en términos relativos. Para 2006, el último año para el cual hay cifras del PIB departamental, el de la región Caribe era sólo el 69% del promedio nacional. A pesar de ello, frente a este declive durante muchas décadas no se observó una respuesta regional en forma de voz y muy poco como salida.

¿Por qué ha ocurrido esta aparente pasividad ante el creciente rezago económico costeño? Una razón parecería encontrarse en el carácter gradual de ese retroceso. A diferencia del Nordeste brasilero, donde las periódicas y mortales sequías azuzaban la conciencia regional y ponían de presente su gran rezago económico, en el caso del Caribe la caída ha ocurrido en una forma suave y sin grandes cataclismos. Otro factor mitigador podría ser la escasa influencia regional tanto en el Ejecutivo, como en los equipos económicos nacionales. Con respecto a lo primero, basta señalar que durante todo el siglo XX no hubo un solo presidente costeño y que desde 1950 nadie oriundo de la región ha dirigido el Ministerio de Hacienda.

En comparación con el Nordeste, el efecto de la salida como mecanismo de presión para lograr acciones que eliminen el rezago costeño no ha sido muy efectivo, al menos por dos razones. Durante muchos años los excedentes de población de la costa Caribe se dirigieron hacia Venezuela, donde para efectos de esta problemática se vuelven invisibles. Además, muchos de los costeños con mayor capital humano emigran hacia el interior del país, especialmente a Bogotá, lo cual desliga a muchas personas que podrían haber potenciado el efecto de la voz, como respuesta al retroceso regional7. Por último, el mismo rezago económico costeño limita el número de personas que potencialmente podrían dirigir y promover el recurso a la voz, ya que se trata de un grupo tan pequeño que sus miembros pueden ser cooptados fácilmente por medio de nombramientos en ministerios, embajadas y otros cargos, que los involucran en redes nacionales de solidaridad personal o partidista.

En la medida en que el rezago de la costa Caribe se acentúe, podemos esperar que en los próximos años tanto la acción de voz como la de salida (emigración hacia el interior del país) se harán sentir cada vez más.

V. Conclusiones

El análisis de los aportes de Albert O. Hirschman al estudio de los desequilibrios económicos regionales muestra que su ventaja comparativa radica en haber analizado el tema en sus múltiples dimensiones y no solamente desde la teoría económica.

En términos contemporáneos el enfoque de Hirschman es más afín a los trabajos de Paul Krugman, quien lo reconoce como uno de los autores cuyas intuiciones están en la línea de la nueva geografía económica. Aunque AOH no enfatiza los aspectos relacionados con la geografía física, en La estrategia señala repetidamente8 que las desigualdades en la dotación natural de los factores pueden llevar a la aparición de las desigualdades económicas regionales. En ese sentido, su análisis se podría complementar con trabajos como los de Jeffrey Sachs.

Hay un tema de gran relevancia para entender las causas de la prosperidad relativa de las regiones de un país en el largo plazo: el de las instituciones (cuyo pionero es el historiador económico Douglass C. North), pero no es claro cómo encajaría con los aportes de Hirschman.

En un intento por encontrar las relaciones entre las constelaciones de encadenamientos que surgen de ciertos productos claves, Hirschman señala que entre estos últimos y el tipo de desarrollo económico que se produce hay unas relaciones muy importantes. Denomina este tipo de análisis con el término de micromarxismo (Hirschman, 1981, p. 89), para diferenciarlo del marxismo clásico que hablaba de unas pocas constelaciones de fuerzas productivas (esclavitud, feudalismo, capitalismo), lo cual Hirschman considera que empobrece el análisis, por ser demasiado general.

El esquema que propone AOH puede ser muy útil para estudiar las consecuencias económicas y sociales de un producto clave específico en comparación con otro. Sin embargo, para entender las estructuras económicas y sociales profundas que determinan la vitalidad económica relativa de las regiones en el largo plazo, no me parece tan útil el enfoque de Hirschman. Es más, considero que para ello la reciente literatura de las instituciones es mucho más pertinente.

Si quisiéramos hacer una analogía con la expresión micromarxismo acuñada por AOH, podríamos decir que el aporte de las instituciones de North y sus seguidores se parece a un macromarxismo. Esto por cuanto va más allá de las instituciones para encontrar la distribución inicial de las oportunidades y los incentivos a la actividad económica. Entonces, incluso si cambia el modo de producción, hay un sustrato que permanece inalterado en la matriz inicial de la sociedad. Por esa razón, para entender la dinámica económica de una sociedad no basta con saber si esta es capitalista, por ejemplo. Hay muchos tipos de capitalismo. Es diferente el capitalismo de los granjeros de Norteamérica –que apareció en una sociedad con una distribución relativamente buena de los factores de producción y oportunidades y con un entorno político más o menos democrático– del capitalismo argentino –que surgió de una sociedad donde no hubo desde un principio igualdad de oportunidades y, por lo tanto, no se dieron las condiciones para una democracia política sólida–.

En la anterior línea de investigación, encuentro especialmente útil los aportes de Acemoglu, Johnson y Robinson9 para el análisis de las disparidades regionales en el largo plazo. Estos autores han enfatizado el papel del tamaño relativo de la población nativa con respecto al del grupo colonizador como determinante de qué tan conducentes al dinamismo económico de largo plazo son las instituciones que surgieron en las distintas zonas del mundo conquistadas por los europeos después de 1492.

Estos últimos comentarios no demeritan el enorme aporte de Albert O. Hirschman para entender la dinámica de los desequilibrios económicos regionales. Incluso los trabajos de los institucionalistas pueden ser complementarios a los suyos. Sin embargo, me atrevo a pensar que no tendrían una afinidad electiva con su manera de pensar, pues claramente tienen "un sesgo pesimista".


NOTAS AL PIE

1. Ese índice captura los efectos del encadenamiento hacia adelante y hacia atrás de una economía, a través de las matrices de insumo-producto. Un sector es clave cuando los índices de encadenamiento hacia adelante y hacia atrás son mayores que uno (Haddad, 1999, p. 78).

2. En 1987, en una entrevista que sostuve con el profesor Currie para discutir algunos aspectos de la historia del Banco de la República, él me preguntó sobre la región de Colombia de la cual soy oriundo. Al identificarme como costeño, Currie me comentó que él había defendido siempre la construcción de la siderúrgica en Barranquilla por razones económicas. Sin embargo, en esa época en el equipo económico no había nadie de la CostaCaribe y su propuesta no tuvo mucho eco. En su opinión, la decisión fue puramente política.

3. Para una aplicación del concepto de orientalismo al análisis de las relaciones entre regiones de desarrollo desigual en un mismo país, véase Schneider (1998).

4. Para una discusión de los trabajos de las décadas de los sesenta y setenta sobre los antioqueños, véase FAES (1982).

5. Hirschman (1965). En ese libro también se incluyen otros dos estudios de caso, uno sobre la reforma agraria en Colombia y otro acerca de la inflación en Chile.

6. Sobre esta sequía, véase Greenfield (1992).

7. Muchas veces la cuota de ministerios asignados a la región se llena con personas que si bien pudieron haber nacido allí, emigraron con sus familias a Bogotá desde la niñez. Por esa razón, mantienen una tenue relación personal, cultural y laboral con la región, lo cual debilita su compromiso y familiaridad con los problemas económicos costeños.

8. Por ejemplo, véase Hirschman (1970, p. 185).

9. Para una aplicación de los aportes de Acemoglu, Johnson y Robinson al análisis de las desigualdades regionales en Colombia, véanse Bonet y Meisel (2007).


Bibliografía

1. BAER, W. The Brazilian economy: Its growth and development. Grid Publishing Inc, (1979).        [ Links ]

2. BONET, J. y MEISEL, A. "El legado colonial y el desarrollo regional en Colombia", Revista de Historia Económica, Journal of Iberian and Latin American Economic History, XXV(3), (2007).        [ Links ]

3. CONSEJO NACIONAL DE PLANIFICACIÓN. Informe anual. Bogotá: Imprenta Nacional, (1953).        [ Links ]

4. DEPARTAMENTO NACIONAL DE PLANEACIÓN. Cuentas regionales de Colombia, 1960-1975. Bogotá, (1977).        [ Links ]

5. FONDO ANTIOQUEÑO PARA LOS ESTUDIOS SOCIALES. Los estudios regionales en Colombia: El caso de Antioquia. Medellín: FAES, (1982).        [ Links ]

6. GREENFIELD, G. M. "The great drought and elite discourse in imperial Brazil", Hispanic American Historical Review, 72(3), August, (1992).        [ Links ]

7. HADDAD, E. Regional inequality and structural changes. Ashgate, (1999).        [ Links ]

8. HIRSCHMAN, A. O. "Brazil´s Northeast", en Albert O. Hirschman, Journeys Towards Progress, Studies of Economic Policy-Making in Latin America. Anchor Books, (1965).        [ Links ]

9. HIRSCHMAN, A. O. Journeys towards progress, Studies of economic policy-making in Latin America. Anchor Books, (1965).        [ Links ]

10. HIRSCHMAN, A. O. The strategy of economic development. Yale University Press, (1970).        [ Links ]

11. HIRSCHMAN, A. O. Salida, voz y lealtad. México: Fondo de Cultura Económica, (1977).        [ Links ]

12. HIRSCHMAN, A. O. Essays in trespassing, Economics to politics and beyond. Cambridge University Press, (1981).        [ Links ]

13. HIRSCHMAN, A. O. "Linkages", en J. Eatwell et al., New Palgrave: A dictionary of economics. Londres: MacMillan Press Limited, (1987).        [ Links ]

14. HIRSCHMAN, A. O. A través de las fronteras: Los lugares y las ideas en el transcurso de una vida. México: Fondo de Cultura Económica, (1999).        [ Links ]

15. KRUGMAN, P. Desarrollo, geografía y teoría económica. Barcelona: Antoni Bosch (ed.), (1997).        [ Links ]

16. SANDILANDS, R. J. Vida y política económica de Lauchlin Currie. Bogotá: Legis, (1990).        [ Links ]

17. SCHNEIDER, J. Italy´s southern question: Orientalism in one country. Berg, (1998).        [ Links ]

Comentario a "Albert O. Hirschman y los desequilibrios económicos regionales: de la economía a la política, pasando por la antropología y la historia".

Por Salomón Kalmanovitz

Como director de un centro especializado en economía regional y con más de cien trabajos publicados, Meisel parte de su propia experiencia y entendimiento del tema, en especial sobre el comportamiento de la Costa Caribe, para hacer un balance de la obra de Albert Hirschman en torno a sus estudios regionales en Colombia y Brasil. El tema, complejo de por sí, exige además un investigador que conozca la geografía, la economía, la antropología, la historia y, no menos importante, la ciencia política. En fin, un pensador que se mueva libremente entre estas disciplinas, algo que la mayoría de los economistas de entonces y contemporáneos han sido incapaces de enfrentar.

La escarpada geografía colombiana ha constituido regiones bien diferenciadas que se han desarrollado a ritmos muy distintos, dejando algunas en situaciones de atraso que Hirschman caracterizó como círculos viciosos. Otras regiones, por el contrario, van acumulando ventajas locativas, de capital humano, de suministro de materias primas y bienes intermedios que crean economías de escala y aumentos de productividad y de riqueza. Ello se condensa en dos factores básicos: las ventajas de aglomeración y la atmósfera industrial, las cuales dan lugar a la innovación y al emprendimiento.

La teoría del desarrollo económico que fue surgiendo de estos estudios le sugirió a Hirschman que los obstáculos sólo se pueden salvar encontrando los mecanismos que "jalonen recursos y habilidades que están escondidos, dispersos o mal utilizados". Había que analizar los encadenamientos hacia atrás en los que los productores demandan insumos que antes se importaban, como sucedió con el proceso de sustitución de importaciones, y los encadenamientos hacia adelante que resultan de la oferta de productos antes muy escasos y caros. Hirschman aplicó el concepto a otros dos tipos de encadenamiento: los de consumo y los fiscales. Los primeros se generaron con fuerza durante el auge exportador y crearon condiciones para atenderlos con producción local, mientras que los fiscales surgen de los impuestos a las exportaciones que son directos y los que recaen sobre las importaciones que constituyen encadenamientos indirectos.

Como región atrasada de Colombia, Hirschman escoge a la Boyacá de los años cincuenta, pero no lo era tanto porque representaba el 57% del PIB por habitante del promedio nacional, frente a departamentos verdaderamente rezagados como Chocó (24% del PIB per cápita nacional) y Nariño (con el 46%). En este caso, el autor pensaba que la acción del gobierno podía reversar la tendencia de la región a perder su capital humano, el cual migraba hacia la capital, con inversiones públicas y exenciones tributarias. Debido a razones políticas, Ospina Pérez emprendió la acción de construir en Boyacá la siderúrgica de Paz del Río y Rojas Pinilla, de origen boyacense y quien operó como "voz" de la región, consolidó esta decisión. La inversión tenía baja rentabilidad privada y social, lo cual fue advertido por Lauchlin Currie y el Banco Mundial quienes sugirieron, en su lugar, una acería en Barranquilla que procesara chatarra. A pesar de ello se hicieron costosas inversiones a costa de otras más productivas para el país y que a la postre le dieron la razón a Currie. La región estaba favorecida por la cercanía a la capital, cuyas demandas de inmigrantes y alimentos equilibró el mercado laboral y condujo a un silencioso proceso de convergencia en el ingreso por habitante de Boyacá; en 2006 este departamento alcanzaba el 90% del promedio nacional, mientras que Chocó y Nariño continuaron rezagados, y la costa Atlántica retrocedió sustancialmente, en particular Atlántico que de ostentar un 179% del ingreso por habitante en 1950, se metió debajo de la línea del promedio con 84% del mismo en 2006.

Meisel extiende su ensayo a las razones de economía política para que una región como el Nordeste brasileño hubiera recibido tanta atención del gobierno, mientras que las regiones más atrasadas de Colombia no lo lograran. Sugiere que el drama de las hambrunas en Brasil despertó una conciencia nacional que exigió resultados, mientras que en nuestro país se ha dado un silencioso proceso de degradación escalonada que no ha merecido la atención de la opinión pública ni de los políticos.

En conclusión, los aportes de Hirschman para analizar y entender los problemas del desarrollo regional van a producir propuestas osadas para generar un desbalance de los factores de la producción en las regiones objetivo que confluyan hacia círculos virtuosos. En la práctica, tales esfuerzos se centrarán en las regiones que logren alzar su "voz" y convencer a la opinión pública de que sus demandas deben ser atendidas prioritariamente. Algo que, en fin, no conduce a atender las regiones más pobres y a generar condiciones de desarrollo económico convergente entre ricos y pobres.

Creative Commons License All the contents of this journal, except where otherwise noted, is licensed under a Creative Commons Attribution License