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Desarrollo y Sociedad

Print version ISSN 0120-3584

Desarro. soc.  no.77 Bogotá July/Dec. 2016

https://doi.org/10.13043/DYS.77.8 

DOI: http://dx.doi.org/10.13043/DYS.77.8

 

¿Frenos al empoderamiento económico? Factores que limitan la inserción laboral  y la calidad del empleo de las mujeres: el caso chileno

 

Obstacles to Economic Empowerment? Limiting Factors to Women's Job-Placement and Employment Quality: The Chilean Case

 

Alma Espino1
María Sauval2

1 Investigadora en el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo-Uruguay (Ciedur). Docente del Departamento de Economía, Facultad de Ciencias Económicas y de Administración, Universidad de la República, Uruguay. Correo electrónico: aespino@ciedur.org.uy.

2 Investigadora en el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo-Uruguay (Ciedur). Correo electrónico: msauval@ciedur.org.uy.

Este artículo fue recibido el 19 de agosto del 2015, revisado el 26 de mayo del 2016 y finalmente aceptado el 26 de julio del 2016.


Resumen

Este artículo explica las divergencias en los resultados obtenidos por hombres y mujeres en el mercado laboral en Chile. Se distinguen dos clases de barreras a la inserción laboral femenina: las restricciones intrínsecas y las impuestas. Utilizando los datos de la Encuesta de caracterización socioeconómica nacional de 2011 se aplican modelos de probabilidad a cinco etapas características de la inserción laboral de los trabajadores, y luego se descomponen las brechas de género identificadas. Los resultados confirman la presencia de barreras culturales derivadas de la tradicional división sexual del trabajo que limitan la oferta de trabajo femenina y condicionan una inserción laboral más informal y de menor calidad en relación con los hombres. Asimismo, se constata que dichas limitaciones son reproducidas por mecanismos institucionales y de mercado por medio de factores de discriminación y segregación.

Palabras clave: género (Thesaurus); empoderamiento económico, restricciones intrínsecas, restricciones impuestas, mercado laboral (palabras clave de autor).

Clasificación JEL: J21, J31, J71.


Abstract

This paper explains the differences in men and women's labor market outcomes. We distinguish between intrinsic and imposed gender constraints on women's participation in the labor market in Chile. Using data from the 2011 survey "Encuesta de Caracterización Socioeconómica Nacional", we apply probability models to five stages of labor trajectories, decomposing gender gaps at each stage. Results confirm that women's labor supply is restricted by the existence of cultural barriers associated with the traditional sexual division of labor. This hinders their job market performance, leading to jobs with higher informa lity levels and lower levels of job quality in comparison to men. In addition, we find that institutional mechanisms reproduce these limitations through discrimi nation and segregation.

Key words: gender (Thesaurus); Economic empowerment, intrinsic constraints, imposed constraints, labor market (author's key words).

JEL classification: J21, J31, J71.


Introducción

En las dos últimas décadas, la participación laboral femenina en Chile ha sido creciente, aunque todavía se ubica por debajo del promedio regional. La ocupación ha seguido la misma tendencia, pero las características de los puestos de trabajo femeninos revelan una calidad inferior a la de los hombres y continúan registrándose considerables brechas de género en los ingresos laborales. A los efectos de analizar los determinantes que contribuyen a los comportamientos y resultados laborales obtenidos por las mujeres, en este artículo se adopta la propuesta de Kabeer (2012) acerca de la existencia de estructuras de restricciones "intrínsecas", basadas en reglas, costumbres, creencias y valores, e "impuestas", derivadas de la existencia de instituciones que tienden a reproducir las desigualdades de género.

El objetivo de este trabajo consiste en proporcionar evidencia empírica para que las políticas sociales y laborales enfrenten con más eficacia las desigualdades de género y contribuyan a los procesos de empoderamiento económico femenino. Con base en estas consideraciones se busca identificar las restricciones que condicionan los comportamientos laborales femeninos y las características de su inserción en el mercado de trabajo. Para alcanzar este objetivo se propone utilizar los datos de la Encuesta de caracterización socioeconómica nacional del año 2011. Se realiza un análisis en cinco etapas (participación laboral, ocupación, categoría de la ocupación, intensidad en horas laborales semanales y salario recibido), en las cuales se estiman probabilidades de inserción para hombres y mujeres, y se realiza una descomposición de las brechas encontradas del tipo Oaxaca.

El artículo se organiza de la siguiente manera: en primer lugar, se repasan los principales antecedentes encontrados sobre esta temática. En segundo lugar, se describe el marco teórico elegido para el análisis. A continuación, se describen algunas características de la participación laboral femenina. Luego, se plantea la estrategia empírica del análisis. En la quinta sección se presentan los resultados del análisis econométrico. Finalmente, se concluye con los principales resultados y sus implicancias para las políticas públicas.

I. Antecedentes

La participación laboral femenina en Chile ha recibido atención en diversos estudios durante los últimos años debido a su tendencia creciente, especialmente entre las mujeres casadas y su rezago relativo respecto al resto de los países de la región.

Mizala, Romaguera y Henríquez (1999) encuentran que, en general, los hijos de 0 a 15 años desincentivan la entrada al mercado laboral de las mujeres, mientras que el hecho de tener hijas mujeres entre 19 y 24 años tiene un efecto positivo en la participación. Eso se relaciona con que las hijas mujeres tienen más probabilidad de sustituir a la dueña de casa en los quehaceres domésticos y en el cuidado de los niños pequeños.

Contreras, Bravo y Puentes (1999) distinguen el comportamiento laboral de las mujeres por cohortes o generaciones, concluyendo que su participación laboral es afectada por la edad o la cohorte a la que pertenecen. Las mujeres más jóvenes enfrentan el mercado laboral con "mejores condiciones", pues tienen menos hijos y mayores niveles educativos.

Ferrada Bórquez y Zarzosa Espina (2010) analizan la oferta laboral femenina considerando separadamente cada región de Chile para analizar el impacto de cada variable según los diferentes territorios, encontrando impactos opuestos entre una región y otra. La importancia de esta forma de análisis radica en que permite focalizar la formulación y aplicación de políticas públicas en el plano regional.

Contreras y Plaza (2010) analizan los determinantes de la participación femenina en la fuerza laboral chilena usando la edad, la educación, el estado civil y el número de hijos. El artículo también examina factores como el "machismo" y otros valores culturales que influyen en la participación laboral femenina. Utiliza dos indicadores para variables culturales, construidos sobre la base de la encuesta ISSP aplicada en Chile en el 2002. El primero identifica si una mujer está inserta en un contexto cultural machista; el segundo clasifica a las mujeres de acuerdo con un índice de valor que identifica las actitudes conservadoras. La evidencia sugiere que cuanto más han internalizado las mujeres los valores culturales machistas y conservadores, menos participan en el mercado laboral. Se  concluye que la existencia de esos factores culturales compensa el efecto positivo de las variables de capital humano, asociándose a una baja participación laboral femenina en Chile.

Benvin y Perticará (2007) evalúan los determinantes del notable aumento en la tasa de participación femenina en el periodo 1990-2003, y encuentran que la mejora en el nivel de escolaridad de la población femenina es uno de sus principales determinantes. Si bien constatan que disminuye el porcentaje de mujeres que tienen uno o más hijos, o tienen hijos en edad de sala cuna o preescolar en el periodo, ello no parece tener un impacto importante en la tasa de participación. Tampoco se encuentra un efecto parámetro que indique que hayan cambiado en forma sustancial los patrones de participación (elasticidad) de las mujeres con niños pequeños. Concluyen que independientemente de las características de las mujeres, el aumento generalizado en la participación laboral puede estar relacionado con cambios en las condiciones macroeconómicas, en la legislación laboral, etcétera.

Con respecto a la calidad del empleo y la segregación laboral, Sáez Rubilar (2013) señala que, dentro de las personas ocupadas, existe una mayor proporción de mujeres en empleos informales respecto a los hombres. El 68% de las mujeres en empleos informales engrosa las categorías más precarias del empleo informal: familiares, auxiliares y subordinadas independientes3.

Perticará y Celhay (2010) señalan para el periodo 1998-2006 que el fenómeno de la informalidad4 en Chile es menos importante que en otras economías latinoamericanas e incluso ha tendido a atenuarse. Sin embargo, las mayores tasas de informalidad se registran entre las mujeres, los individuos de bajo nivel educativo, y los jóvenes y mayores de 65 años, y casi el 50% de las mujeres que salen de la informalidad pasan a ser inactivas. Los autores sugieren que habría razones para pensar que parte del empleo informal responde a una "opción", cuando ciertos grupos, por ejemplo las mujeres, quieren compatibilizar el trabajo con la familia.

Esa última interpretación, que enfatiza la informalidad como resultado de opciones de las mujeres, estaría en línea con la de diversos autores que encuentran que el empleo informal puede ser el resultado de una elección voluntaria de los trabajadores basada en la maximización del ingreso o la utilidad, cuando ponderan los costos y los beneficios de ser informal (Bosch y maloney, 2006; Pratap y Quintin, 2006). En particular, maloney (2004) concluye que las mujeres optan por el trabajo informal debido a su compatibilidad con las tareas del hogar. En una perspectiva opuesta, Beccaria, groisman y monsalvo (2006) consideran que la informalidad es una manifestación de un mercado laboral que no genera un número suficiente de puestos de trabajo de calidad dentro de un marco de política insuficiente.

Maurizio (2012) estudia la relación entre el género, el empleo informal o el empleo en el sector informal, las diferencias salariales y la pobreza, en Argentina, Chile, Brasil y Perú. La autora concluye que la informalidad no es tanto una causa de la pobreza, como la manifestación de la falta de oportunidades laborales en el sector formal de la economía y la escasez de puestos de trabajo formales.

En lo que hace al análisis de las políticas públicas en aplicación en Chile, Arriagada (2015) señala la persistencia de dificultades para incorporar una perspectiva de género en las políticas y programas públicos, mientras que tiende a enfatizarse en la condición de vulnerabilidad femenina y en la maternidad, más que en su rol económico. Asimismo, la autora plantea la necesidad de mayores esfuerzos de reorientación de las políticas y de los programas existentes para la incorporación de las mujeres en el mercado laboral en trabajos de calidad y para aumentar su autonomía económica.

Las diferentes líneas de argumentación sugieren la necesidad de encontrar evidencia sobre los obstáculos y las opciones que determinarían el acceso a mejores oportunidades laborales para las mujeres y que puedan apoyar cambios y nuevas orientaciones en las políticas públicas. Este trabajo aporta al conocimiento del conjunto de variables que desde la decisión de ingresar al mercado laboral inciden en las elecciones de las mujeres; si optan por empleos de baja remuneración cuyas condiciones son malas porque son empleos "femeninos", o se enfrentan a limitaciones que las conducen a tomar los trabajos que, aunque de mala calidad -con bajos salarios- son, en ciertas dimensiones -horarios, flexibilidad-, "amigables", tanto con sus responsabilidades familiares como con los estereotipos de género.

II. Marco de análisis

La investigación se basa en el marco analítico de Kabeer (2012), que desarrolla la idea de "estructuras de restricción". Estas se refieren, por una parte, a las reglas, costumbres, creencias y valores vinculados a la definición de lo femenino y lo masculino y que asignan diferentes roles y responsabilidades a hombres y mujeres, niños y niñas, clasificándose como "restricciones intrínsecas". Es de esperar que estas normas presenten variaciones entre grupos sociales particulares en contextos específicos. Por otra parte, se refiere a las "restricciones impuestas" derivadas de la existencia de instituciones que pueden actuar como "portadoras de género" (Whitehead, 1979) por medio de ideas preconcebidas acerca de la masculinidad y la feminidad por medio de rutinas, normas, procedimientos y prácticas, reproduciendo y creando nuevas desigualdades entre hombres y mujeres. En el mercado laboral, esto se observa en las preferencias de los empleadores, las normas culturales y legales, y las prácticas cotidianas.

El empoderamiento de las mujeres se refiere a un proceso mutidimensional de cambio (político, social y económico de la vida) que permite acrecentar su capacidad de toma de decisiones estratégicas acerca de sus vidas, de participar en igualdad de condiciones con los hombres e impulsar cambios en la sociedad. En este marco se establece la relación entre el proceso de empoderamiento económico femenino, el empleo y el acceso a recursos económicos, aunque estos dos últimos factores no aseguran transitar ese proceso. En la práctica, no todo trabajo remunerado puede ser fuente de bienestar o empoderamiento en tanto las oportunidades de empleos remunerados varían desde los trabajos de mala calidad (mal pagados, degradantes) a un trabajo de buena calidad, caracterizado por la formalidad del contrato, condiciones de trabajo dignas, regularidad en el pago y la protección jurídica y social. No obstante, también es posible afirmar que la falta de ingresos propios a partir del empleo deja a las mujeres dependientes de la provisión masculina -tanto para ellas como para sus hijos-, o a competir en los mercados en situaciones de desventaja (Kabeer, 2009).

Por tanto, se parte del supuesto de la existencia de formas de acceso al empleo que representan una expansión sustantiva de las opciones de vida de las mujeres y de su capacidad de agencia, y de la importancia de las políticas públicas. Los empleos formales tendrían un mayor impacto positivo en esta capacidad de agencia. Respecto a los empleos informales, Kabeer (2012) sugiere que sus efectos positivos serán mayores que los del trabajo familiar no remunerado en tanto ello supone mantener algo de control sobre los ingresos propios y entrar en el dominio público.

Este artículo propone clarificar cuáles son las características personales y de los hogares que operarían como restricciones y estarían contribuyendo a determinar las elecciones (posibilidades) de las mujeres en su participación en el mercado laboral y, por tanto, sentar bases para procesos de empoderamiento. En particular, se procura encontrar evidencia sobre la hipótesis de la existencia de restricciones "intrínsecas" e "impuestas" y su incidencia en la inserción laboral femenina.

La clasificación entre restricciones intrínsecas e impuestas debe relativizarse conceptualmente. El género se entiende como variable endógena que da forma a los procesos de mercado en términos de acceso y control sobre los recursos, la educación y los ingresos, y condiciona las opciones de las personas; por ende, la inequidad de género es tanto causa como resultado. Aquellas restricciones que en ciertas realidades podrían ser derivadas de costumbres, creencias y valores tradicionales -por ejemplo, la educación de las mujeres-, pueden responder también a la reproducción de las desigualdades que derivan del funcionamiento del mercado. Esto es, si se internaliza la brecha de género en el marco de diferentes formas de discriminación o segregación laboral, las expectativas que se formen pueden conducir a reforzar los roles de género y los hombres podrán recibir, por ejemplo, más educación, con lo cual la brecha de género original tiende a reforzarse.

III. El mercado laboral y las desigualdades de género: aproximación mediante datos estadísticos

Con base en datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Cepal), en el último decenio la tasa de actividad femenina en Chile pasó del 36,6% de la población en edad de trabajar en el 2003 al 47,3% en el 20115. Pese a ello, la participación femenina sigue estando muy lejos de igualarse a la de los hombres: la inactividad llega al 17% de los hombres y al 52,7% de las mujeres entre 18 y 65 años. Con base en la Encuesta de caracterización socioeconómica nacional (Casen) 2011 -encuesta utilizada para este estudio-, se obtiene que la principal razón de inactividad de los hombres entre los 18 y 29 años son los estudios (23,2%), mientras que para las mujeres en este tramo, si bien la proporción de estudiantes es similar, el 20% son inactivas por realizar tareas domésticas y de cuidado. Los hombres entre 30 y 45 años están ocupados en un 90%, mientras que este porcentaje es del 60% para las mujeres. La razón principal de esta diferencia se debe a que el 29% de las mujeres se dedican a las tareas del hogar. La inactividad femenina caracteriza a los quintiles de hogares de menores ingresos6.

La condición de actividad de hombres y mujeres varía considerablemente según su estado civil. La proporción de hombres que viven en pareja que participan activamente en el mercado de trabajo resulta superior a la de los solteros en 27 puntos porcentuales (93% y 66% respectivamente), mientras que entre las mujeres, aquellas que están solteras tienen una mayor actividad laboral que las que viven en pareja en 10 puntos porcentuales (57% y 47% respectivamente). Por otro lado, si bien entre las personas solteras la mayor proporción que es inactiva lo es por razones de estudio en ambos sexos, entre las personas casadas, el 42% de las mujeres son inactivas debido a la realización de quehaceres domésticos y tareas de cuidado (porcentaje del 0,4% en el caso de los hombres).

Si bien la problemática de la informalidad en el empleo afecta a ambos sexos (30% del total), la tasa de informalidad es superior en las mujeres tanto para el total como en cada una de las categorías ocupacionales tomadas individualmente. La mayor parte de los y las trabajadoras chilenas (66% y 62%, respectivamente) son asalariadas formales; el 17% se ubica como asalariadas informales, representando un 50% del total en la categoría. Los hombres asalariados informales se distribuyen principalmente entre el sector agrícola, la construcción, el comercio y el transporte, mientras que el 40% de las mujeres asalariadas informales son trabajadoras domésticas en hogares privados.

En el año 2011, las mujeres ganaban en promedio el 72,5% del salario de los hombres y esa proporción es aún menor cuanto más años de educación tienen los individuos. Las diferencias en los ingresos mensuales pueden estar influenciadas por la menor dedicación horaria al trabajo remunerado.

Respecto a la intensidad de la participación representada por la cantidad de horas trabajadas, las mujeres trabajan en promedio menos horas semanales cuando hay menores en el hogar (41,1), y estas disminuyen aún más cuanto menos edad tienen los niños (39,2 con niños entre 6 y 14 años, y 37,4 con niños de 5 años y menos). Por su parte, los hombres casi no se ven afectados por la presencia de menores en el hogar, e incluso siguen un comportamiento contrario: cuando hay menores en el hogar, le dedican aún más horas al trabajo remunerado.

En el total de niños de 0 a 5 años, el 44% asiste a un centro de cuidados, y los niños de los quintiles más bajos asisten en menor proporción que los de los estratos superiores (42,8% y 49,4% respectivamente), aunque no hay una diferencia sustantiva. Las razones principales que declaran las personas encuestadas para no asistir a un centro de cuidados son, de manera casi similar en todos los hogares, de carácter personal7.

IV. Estrategia empírica

El análisis se desarrolla para individuos de ambos sexos en el tramo de edad de 18 a 65 años. Estos límites se definen por la edad de culminación de la enseñanza secundaria y la edad probable de retiro. Se realiza el estudio para el total de los individuos en este tramo etario y luego se focaliza para quienes viven en pareja. Se utiliza la base de datos de la Encuesta de caracterización socioeconómica nacional del año 2011. Este relevamiento es realizado por el ministerio de Desarrollo Social y tiene una periodicidad de aproximadamente dos años, con base en una muestra representativa a escala nacional y regional. El cuestionario se refiere a aspectos demográficos, acceso a educación, salud, vivienda, trabajo, ingresos y políticas sociales.

La estrategia consiste en testear la hipótesis acerca de la existencia de restricciones intrínsecas e impuestas que caracterizan la inserción laboral femenina. Para ello, se procede en dos pasos: por una parte, se clasifican ciertas variables que se asocian de forma directa a una u otra restricción; y, por otra, se descomponen las brechas resultantes de las estimaciones entre un componente explicado por características y otro no explicado (dado por coeficientes). En este segundo paso, se analiza la posible asociación entre el componente no explicado -factores inobservables que pueden representar discriminación-, y su origen, ya sea el ámbito reproductivo-familiar -restricciones intrínsecas- o el mercado -restricciones impuestas-. Las restricciones que vienen dadas por las características individuales y las que provienen de factores no observables tendrán distintas implicancias de política pública. Además de testear la existencia de las restricciones, se analiza qué tipo de barrera tiene más o menos incidencia en cada una de las etapas que caracterizan la inserción laboral.

Siguiendo al marco de análisis, las restricciones intrínsecas son aquellas reglas, costumbres, creencias y valores que asignan roles diferentes a hombres y mujeres, conformando un orden de género que regula las relaciones sociales. Con el propósito de aproximar este grupo de restricciones, se asume que estas se manifiestan en percepciones, la división sexual del trabajo y la organización social. Por tanto, se toman como variables proxy el estado civil, la conformación familiar (presencia de hijos pequeños) y el tipo de hogar. Además, en la descomposición de las brechas se puede visualizar la discriminación que promueve nuevas formas de desigualdad asociadas a restricciones que vienen del ámbito reproductivo-familiar.

Por otra parte, las restricciones impuestas se derivan de las instituciones -mercados, Estado, empresas- que actúan como "portadoras de género" mediante normas, rutinas, procedimientos y prácticas. De forma análoga a las restricciones intrínsecas, se propone aproximar la existencia de las impuestas mediante dos pasos. Algunas variables incluidas en las estimaciones pueden estar reflejando imposiciones de ciertas instituciones, al asociarse a factores del lado de la demanda de trabajo. Así, la incidencia del nivel educativo en la inserción laboral, el estrato social o el acceso a -o la falta de- servicios de cuidado, son algunos factores que pueden reflejar restricciones impuestas. Además, al descomponer las brechas de género que surgen de las estimaciones, se propone relacionar la existencia de algunos factores inobservables a comportamientos de discriminación provenientes del mercado o ámbito productivo, y por ende, a restricciones impuestas.

El análisis se realiza en cinco etapas: 1) en la decisión de participar en el mercado laboral, 2) la efectiva obtención de un empleo, 3) la categoría de ocupación obtenida, 4) las horas semanales ofrecidas en el mercado laboral y 5) el salario recibido. Para cada etapa, se estiman las probabilidades de cumplimiento para hombres y mujeres y se descomponen las brechas de género obtenidas.

Finalmente, se realizan estimaciones para personas casadas o unidas que constituyen la pareja principal del hogar, tanto hombres como mujeres. El modelo de parejas puede ser interpretado en la línea de los "modelos de negociación familiar", que predicen una formulación alternativa a las decisiones de oferta de trabajo y empleo familiar. En particular, suponen que la conducta de oferta individual de trabajo de los integrantes de la pareja se ve influenciada de manera diferente por cada ingreso, a diferencia de los modelos de familia unitaria, en los cuales se supone que las conductas individuales reaccionan frente al conjunto de los ingresos del hogar. Es decir, en estos modelos se supone que, dentro de una familia, la diferente distribución de ingresos entre sus miembros puede llevar a distintos poderes de negociación y, en consecuencia, a distintos comportamientos laborales (Lundberg y Pollak, 1994; Manser y Brown, 1980; McElroy y Horney, 1981).

Las variables consideradas se presentan en el anexo, donde se identifican las que se utilizan en cada etapa (cuadro A1.1), así como su descripción (cuadro A1.2). Se incluyen variables asociadas a restricciones intrínsecas e impuestas, así como variables de situación, que dan cuenta de diferencias entre grupos o territorios. Estas últimas también pueden contribuir a explicar las diferencias en la inserción laboral entre hombres y mujeres.

1. Consideraciones metodológicas

Tanto la probabilidad de participar en el mercado laboral como la efectiva obtención de un empleo se estiman a partir un modelo de elección discreta simple. Se modela el éxito de participar (Y = 1) frente a no participar (Y = 0) mediante una función logística:

Donde Yig representa la decisión binaria de participar del mercado de trabajo, β representa los parámetros calculados por máxima verosimilitud, X representa el vector de variables explicativas y L la función de distribución aplicada (logística). Se define la probabilidad de obtener un empleo de forma análoga a la decisión de participar, modelando el éxito de obtención de un empleo (E = 1) frente a no obtenerlo (E = 0).

La probabilidad de insertarse en diferentes categorías de ocupación se realiza mediante estimaciones multilogísticas, clasificando las posibles categorías en: asalariado formal, asalariado informal, trabajador por cuenta propia (sin profesionales, técnicos y administrativos), patrón y trabajador familiar no remunerado. La ecuación del modelo es la siguiente:

Donde j corresponde a la categoría de ocupación, evaluada para los k individuos que participan en el mercado laboral y se encuentran ocupados (conjunto E).

La intensidad de la oferta (horas semanales de trabajo remunerado) y los salarios percibidos se estiman mediante modelos log-lineales, corrigiendo por sesgo de selección a partir de la estimación bietápica propuesta por Heckman (1979).

Para la corrección de sesgo se plantea un modelo de dos ecuaciones:

Sin embargo, se observan yi, di, xi, zi

El procedimiento de Heckman propone corregir el sesgo de selección mediante una estimación de ecuaciones salariales en dos etapas:

Etapa 1: estimar mediante un modelo probit de di (ser activo) sobre zi (restricciones de exclusión).

A partir de la estimación se calcula el ratio de mills:

Etapa 2: estimar β y σ usando únicamente las observaciones para las cuales di = 1 por medio de una regresión MCO de yi sobre xi y i

A su vez, se realizan descomposiciones de las brechas de género para la participación y la ocupación siguiendo el método de Yun (2004), que extiende la descomposición de Oaxaca (1973) y Blinder (1973) a funciones no lineales (para variables dependientes dicotómicas), y se utiliza la descomposición original de Oaxaca y Blinder para las brechas salariales y de horas semanales de trabajo. La metodología permite descomponer la brecha entre, por ejemplo, la participación femenina y masculina en el efecto características -asociado a las variables explicativas- y en un efecto parámetro o efecto coeficiente. Este último efecto podría resultar de actitudes de las mujeres hacia el trabajo remunerado condicionadas por el patrón de género vigente, así como por variables inobservables para el investigador que derivan del funcionamiento del mercado y de factores de demanda. Además, Y propone una forma de ponderar la contribución que tiene cada variable en ambos efectos. Tomando como ejemplo la decisión de participación y distinguiendo variables asociadas a restricciones impuestas (X ) de las intrínsecas (Z ), se tiene:

Esperanza condicional de la función de participación masculina (m) y femenina (f ):

Diferencia entre mujeres y hombres:

Reescribiendo:

El primer término representa las diferencias en participación explicadas por las características que se asocian a variables impuestas incluidas en el modelo, mientras que el tercer término representa las diferencias en participación explicadas por las características que se asocian a las variables intrínsecas incluidas en el modelo. Por su parte, el segundo y el cuarto término representan la parte no explicada por características, asociadas a coeficientes, siendo el segundo término asociado a variables impuestas y el cuarto término a las intrínsecas. Por ejemplo, en el caso de una variable impuesta como el nivel educativo, las diferencias atribuibles a una mayor educación en el caso de los varones se van a derivar del primer término, mientras que las diferencias que generan una distinta participación incluso cuando varones y mujeres tienen un mismo nivel educativo se verán en el segundo término, representando un factor no explicado o de discriminación.

V. Resultados del análisis econométrico

A continuación se presentan los resultados de las estimaciones de la probabilidad de participar en el mercado laboral, de estar ocupado, de insertarse en ciertas categorías de ocupación, de las horas ofrecidas en el mercado laboral (intensidad) y de obtener cierto salario. Los resultados que se presentan deben interpretarse como asociaciones que son informativas, pero que no tienen la capacidad de ofrecer una estimación de impacto causal.

A. La probabilidad de participar en el mercado laboral

La aplicación del modelo de probabilidad de participar en el mercado laboral -medida por la tasa de actividad para hombres y mujeres- arroja resultados compatibles con los supuestos generales de los modelos de oferta individual (cuadro A1.3).

Tomando, en primer lugar, las variables que se aproximan a dar cuenta de restricciones intrínsecas, se observa que el hecho de estar casadas o unidas brinda un signo negativo a la probabilidad de que las mujeres sean económicamente activas respecto a quienes son viudas o divorciadas y, por el contrario, este efecto es positivo para los hombres. Del mismo modo, mientras que tener hijos pequeños de hasta 5 años presenta un signo negativo para las mujeres, los hombres con hijos en esta edad tienen mayor probabilidad de participar. Respecto al tipo de hogar, en los hogares monoparentales la probabilidad de participar de las mujeres es mayor que en el resto. Estos hallazgos resultan coincidentes, por una parte, con las restricciones que supone para las mujeres la división sexual del trabajo tradicional y, por otra, la posibilidad de ser la única perceptora, que por lo general supone el hecho de pertenecer a un hogar monoparental. Además, asistir a un centro de enseñanza formal presenta un efecto negativo para hombres y mujeres, pero especialmente para ellas.

Por el lado de las restricciones impuestas, la contracara de la incidencia de la presencia de hijos pequeños en la decisión de participar está dada por lo obtenido con la variable que refiere al acceso a cuidado infantil, con signo positivo. La falta de acceso a servicios de cuidado para personas dependientes puede representar una restricción impuesta a las posibilidades laborales de las mujeres. Ello puede obedecer a la ausencia de políticas públicas que brinden ese servicio, o bien a problemas de baja calidad o a los altos precios de los servicios del sector privado. Por otro lado, se estima que un mayor nivel educativo, así como pertenecer a un quintil superior de ingresos, se asocia positivamente con la probabilidad de participar con mayor magnitud para las mujeres. Esto supone que el mercado laboral puede retroalimentar desigualdades sociales preexistentes.

Tomando el tercer grupo de variables -de situación-, el hecho de residir en el medio urbano y en el área metropolitana presenta un efecto marginal de signo positivo para la participación laboral de las mujeres, mientras que los hombres tienen menos probabilidad de participar en zonas urbanas respecto a las rurales. También incide con más magnitud en las mujeres el hecho de definirse como indígenas. Además, la edad presenta un efecto marginal positivo, y es negativo para la edad al cuadrado.

El análisis realizado para parejas casadas o unidas presenta resultados similares. Respecto a las variables que adiciona este modelo, se obtiene que a mayor salario de sus parejas disminuya la probabilidad de las mujeres de ser activas, tanto como de ocuparse en un empleo formal. El efecto marginal de estas variables sobre los hombres es prácticamente insignificante.

La descomposición de la brecha de participación laboral confirma que las diferencias en participación entre hombres y mujeres responderían básicamente al efecto de los coeficientes -cerca de un 97%-, los cuales darían cuenta de factores inobservables, provenientes de valores o creencias, es decir, de la valoración acerca de trabajar en forma remunerada como hacen las mujeres, las familias, la comunidad y los mercados, y que determinan la mayor participación masculina en la fuerza de trabajo8. Estos resultados son compatibles con los obtenidos en los modelos de probabilidad que señalaban las posibles restricciones que operan sobre las mujeres para participar en la fuerza de trabajo (cuadro 1 y cuadro A1.3). El alto porcentaje no explicado da lugar a la realización de políticas públicas que apunten a cambios culturales y sociales que tiendan a eliminar la división sexual del trabajo, así como a valorizar el aporte del empleo remunerado femenino en el funcionamiento de las economías.

1. La probabilidad de trabajar en forma remunerada

Los resultados de estimar la probabilidad de obtener un trabajo remunerado en cualquier categoría de ocupación para los individuos activos muestran que, para ambos sexos, la asistencia a un centro educativo influye negativamente, dando cuenta de los mayores requisitos que presentan quienes aún están estudiando o, del lado de la demanda, la menor preferencia por contratar estudiantes. Siguiendo con el análisis de las restricciones intrínsecas, y contrariamente a lo que se obtiene respecto a la probabilidad de participar, la variable relacionada a los niños pequeños presenta un efecto marginal positivo. Esto, si bien deja la ventana abierta para profundizar en nuevas investigaciones, podría entenderse en el sentido de que una vez que se toma la decisión de participar, se encuentran los arreglos necesarios para resolver el cuidado infantil (cuadro A1.4). Del lado de las restricciones impuestas, nuevamente se advierte la importancia de la educación para las mujeres -que resulta un importante factor de empleo-, y el nivel de educación terciaria completa está asociado positiva y significativamente a la probabilidad de emplearse.

Las estimaciones para el modelo de parejas muestran que la variable que da cuenta de la presencia de niños de 0 a 5 años en el hogar tiene un efecto similar que para el total. Respecto a las variables asociadas a la pareja, su efecto marginal es de escasa magnitud, pero revela que tanto el bajo nivel educativo de los maridos como el hecho de que tengan un empleo formal, se asocia a una menor probabilidad de las mujeres de estar empleadas, contrariamente a lo que ocurre en el caso de los hombres.

La descomposición de la brecha de empleo nuevamente confirma la preeminencia de factores inobservables provenientes de la demanda y posiblemente asociados a restricciones impuestas del lado de la demanda de trabajo, que dificulta la inserción laboral femenina y obstaculiza la participación de las mujeres en los procesos de crecimiento económico y en mejorar la dinámica de distribución dentro de los hogares (cuadro 2). Sin embargo, se observa que hay un mayor porcentaje de la brecha explicada por las características en esta segunda etapa respecto a la obtenida en la probabilidad de participar, pasando de un 3% a un 22%. Esto da mayor margen para crear políticas que apunten a fomentar la capacitación, mientras que sigue siendo una proporción importante el peso de los factores de discriminación.

En resumen, nuevamente se advierte la importancia de la educación para la efectiva ocupación de las mujeres, y en el modelo de parejas se puede suponer la influencia de un modelo tradicional en la división del trabajo en los hogares. Los resultados son compatibles con las hipótesis que guían este trabajo, en la medida en que los mercados de trabajo no son arenas impersonales para la compra y la venta de mano de obra sino que están estratificados por las relaciones de poder (clase, género, raza, etnia). Los niveles más bajos de la tasa de empleo de las mujeres en relación con los hombres reflejan la intersección de las limitaciones intrínsecas de género -las reglas, las normas, los roles y las responsabilidades familiares- con las restricciones impuestas incorporadas en las instituciones (Estados, mercados, otras en la sociedad) supuestamente neutrales con respecto al género y a las actitudes y comportamientos de los diferentes actores institucionales (Kabeer, 2012).

2. Probabilidad de insertarse en diferentes categorías de ocupación

Si bien no es posible establecer generalizaciones sobre los factores que determinan el ingreso de las mujeres al mercado laboral, tampoco lo es respecto al tipo de puesto o categoría ocupacional en que se ubican. Ello refleja diferentes grados de elección y restricciones que dependen no solamente de sus características individuales y de sus hogares, sino también de los patrones de género vigentes, de la cantidad de puestos disponibles y su calidad.

Los resultados de las estimaciones confirmarían la hipótesis acerca de las restricciones de carácter intrínseco que enfrentan las mujeres para insertarse en un empleo asalariado y con cobertura de la seguridad social. En efecto, las variables que se asocian en forma negativa con la probabilidad de insertarse como asalariadas (formales e informales9) se relacionan con la situación conyugal -casada o unida-, mientras que los efectos marginales de tener hijos pequeños y vivir en hogares monoparentales presentan un signo negativo en la probabilidad de un empleo formal (cuadro A1.5). En cambio, estas dos últimas variables presentan un efecto de signo contrario respecto a insertarse en un puesto de trabajo como asalariada informal, patrona y por cuenta propia.

El hecho de no contar con servicios de cuidado infantil está negativamente asociado a la categoría de asalariadas informales. Debe señalarse que existe una baja proporción entre los niños y las niñas no asistentes por no tener acceso a un establecimiento cercano o porque no hay matrícula. Un 10% de los que no asisten en el primer quintil, no lo hacen por problemas de acceso y este es a su vez el quintil con mayor cantidad de niños. Por tanto, si bien los servicios de cuidados serían accesibles, entre las razones para no hacer uso de ellos se encuentran las valoraciones personales de los individuos y los hogares, aun cuando supongan una limitación en la participación laboral femenina.

A mayor nivel educativo, es más probable insertarse en un empleo asalariado formal, y se observa lo contrario en el caso de las categorías cuentapropista y asalariados informales; entre los patrones se presenta un efecto casi insignificante. Por su parte, el quintil de mayores ingresos presenta un efecto marginal de signo negativo sobre la probabilidad de ubicarse en la categoría de asalariada informal. Esto justificaría la idea de la entrada en esta categoría impuesta de alguna forma por las condiciones económicas de los hogares más que algún tipo de opción, en la medida en que las trabajadoras y trabajadores estarían expuestos a los mismos riesgos que los autoempleados, sin la compensación de una mayor flexibilidad o independencia; tendrían el mismo tipo de obligaciones en términos de horarios y duración de las jornadas laborales que las personas asalariadas formales. Esta situación podría estar relacionada con la demanda, es decir, con las decisiones de la empresa y la falta de oportunidades de empleo cuando los niveles de desocupación son elevados. Además, se confirma la fuerte relación entre el nivel socioeconómico de los individuos y la categoría de ocupación que consiguen.

El análisis conjunto del efecto de la situación socioeconómica con estar casada o unida y el de la variable de cuidado infantil, parecería confirmar que la inserción en esta categoría no responde a una "elección" en el sentido que se plantea desde la teoría. Cuando se estima el modelo para parejas (cuadro A1.6), la ubicación del cónyuge o compañero como asalariado formal favorece la inserción formal de mujeres, mientras que el efecto del ingreso laboral de la pareja está negativamente asociado a la probabilidad de ser formal. Esto último podría responder a que a mayor salario del marido, frente a las dificultades para conciliar las tareas en el hogar y las exigencias de un empleo formal, las mujeres optarían por desempeñarse en otras categorías de ocupación.

Los resultados encontrados, en términos de los signos de los efectos marginales y de la relevancia estadística de las variables, presentan diferencias entre hombres y mujeres y entre categorías de ocupación. Ello confirmaría que las decisiones y oportunidades de participación y ocupación responden a comportamientos y lógicas distintas entre hombres y mujeres. Respecto a la calidad del empleo, las restricciones intrínsecas e impuestas inciden negativamente en la probabilidad de que las mujeres se inserten en un empleo formal, lo cual, de acuerdo con el marco de análisis que guía este trabajo, no favorecería los procesos de empoderamiento económico.

3. Probabilidad de aumentar las horas de trabajo remunerado

La mayoría de los estudios de oferta de trabajo en el ámbito internacional muestran una relación positiva entre las decisiones de participación en el margen intensivo (aumento en las horas trabajadas) y los salarios propios. Dada la división sexual del trabajo, la magnitud de las elasticidades estimadas en diversos estudios pone de relieve significativas diferencias por sexo en esa relación. Esto es, la oferta laboral femenina es considerablemente más sensible a los aumentos de salarios que la masculina. Si bien en este trabajo no se estiman elasticidades, los resultados de estimar la probabilidad de aumentar la cantidad de horas trabajadas por hombres y mujeres10 indican que esta se encuentra asociada positivamente al ingreso laboral personal de las mujeres y en mayor magnitud para las que están en pareja. Estar casado o unido disminuye la probabilidad de aumentar las horas de trabajo. La variable de ingresos laborales y la categoría de trabajador/a formal de la pareja presentan un efecto marginal negativo sobre la probabilidad de aumentar las horas de trabajo remunerado (cuadro A1.7, cuadro A1.8, cuadro A1.9, cuadro A1.10). Si se controla por el quintil de ingresos de los hogares, se obtiene que a mayor quintil aumentaría la probabilidad de trabajar más horas, mientras que tener hijos pequeños la disminuiría.

La cantidad de horas trabajadas en forma remunerada es un factor de importancia en el monto de los ingresos laborales. Las restricciones intrínsecas que enfrentan las mujeres parecerían contribuir a explicar las diferencias en la intensidad del trabajo entre hombres y mujeres y, por consiguiente, los menores ingresos y la mayor vulnerabilidad económica tienen una incidencia negativa en la posibilidad de emprender procesos de empoderamiento.

4. Estimación de ingresos laborales

La categoría de ocupación, además de estar relacionada con el acceso a derechos y prestaciones laborales, está vinculada con el monto de los ingresos laborales obtenidos. Los mayores ingresos por hora se observan entre los patrones. La cantidad de horas trabajadas en promedio -siempre menor para las mujeres que para los hombres- es superior para los patrones, seguido por asalariados formales, cuentapropistas e informales. Esto da lugar a que tanto en la categoría de patrones como de asalariados formales, los ingresos mensuales sean superiores al resto (cuadros A1.11, A1.12, A1.13, A1.14).

Al analizar la descomposición de la brecha de ingresos laborales, el componente explicado (características) con excepción de la categoría de patrones, presenta un signo negativo, indicando que de acuerdo con las características individuales incorporadas en la regresión -personales, del hogar y del puesto de trabajo-, las mujeres deberían percibir un ingreso laboral mayor a los hombres (cuadros 3 y 4). El componente no explicado, que da cuenta de la respuesta del mercado laboral en términos de remuneraciones a las características de las mujeres, tiende a aumentar la brecha. Ello se asocia nuevamente a factores inobservables, entre los cuales podrían estar diferentes formas de discriminación laboral y de segregación ocupacional originada en los patrones de género predominantes en el mercado laboral, es decir, restricciones intrínsecas relacionadas a los valores culturales y las normas que rigen en la sociedad, así como restricciones impuestas que produce y reproduce el mercado. La ubicación en una u otra rama de actividad suele estar influenciada por aspectos culturales fuertemente arraigados en la sociedad que alimentan la segregación laboral de género. Los empleos fundamentalmente "femeninos" suelen asociarse a ramas de actividad más desprotegidas y con menores salarios.

En el caso de la categoría de patrones, los factores que explican la brecha obedecen tanto a las características individuales como a la respuesta del mercado laboral.

VI. Conclusiones

Las mujeres en Chile acceden progresivamente a mayores niveles educativos y a ingresos laborales propios. Pese a los cambios culturales verificados en la sociedad y al aumento en los derechos de las mujeres, el análisis confirma que la división sexual del trabajo asociada a restricciones intrínsecas -según el marco de análisis que guía este estudio- contribuye a mantener diversas brechas en el mercado laboral. Ello se aprecia particularmente en los resultados de los modelos estimados para las parejas que reflejan la incidencia de los patrones de género predominantes en los hogares con respecto al trabajo remunerado y no remunerado. Según el Informe de Desarrollo Humano del 2010, casi la mitad de los chilenos declaran tener visiones equitativas de género en las tareas domésticas y de cuidado. Sin embargo, incluso en estos grupos, las tareas recaen efectivamente en las mujeres. más precisamente, casi la mitad de los hombres con representaciones culturales de índole igualitaria no realiza ninguna tarea doméstica (PNUD-OIT, 2013).

El estudio contribuye a identificar para una realidad concreta cómo se expresan las restricciones enfrentadas por las mujeres, tanto en lo que hace al proceso de ubicación en un puesto de trabajo como a los resultados obtenidos. En el contexto de Chile, la educación no aparece como un factor limitante de las posibilidades de inserción laboral; por el contrario, la evidencia sugiere su efecto positivo en el empleo y las remuneraciones. Por su parte, el estudio confirma la prevalencia de restricciones intrínsecas en todas las etapas analizadas para la inserción de las mujeres en el mercado laboral. Esto ratifica la influencia negativa de los factores relacionados con el hecho de vivir en pareja, tener hijos menores y la carga del trabajo no remunerado en las decisiones y probabilidades de las mujeres para integrarse al mercado laboral, tener una ocupación e ingresos propios.

No obstante, estas no son las únicas restricciones que determinan los niveles más bajos de la tasa de actividad femenina con relación a la masculina, su participación en empleos informales y las brechas salariales de género. Los resultados reflejan asimismo la intersección de las limitaciones intrínsecas de género con las restricciones impuestas, incorporadas en las reglas y normas de las instituciones como los Estados, los mercados, así como las actitudes y comportamiento de los diferentes actores institucionales. Todo esto da cuenta de las situaciones de desventaja que enfrentan las mujeres para emprender procesos de empoderamiento económico, visualizadas en la alta proporción que no accede a un empleo remunerado, las menores remuneraciones que reciben en promedio con relación a las registradas para los hombres y su participación en empleos de mala calidad.

Al analizar cada una de las etapas que se relacionan con los resultados económicos y el bienestar de los trabajadores y las trabajadoras, es posible extraer insumos específicos para la elaboración y formulación de políticas públicas orientadas a mejorar la inserción laboral femenina, su aporte al crecimiento y su participación en los beneficios que de este se derivan.

Las bajas tasas de actividad y de empleo parecen obedecer a aspectos relacionados con la oferta, como la división sexual del trabajo y las valoraciones personales y familiares respecto a la conducta laboral de las mujeres. En este sentido, las políticas públicas tienen una gama amplia de acciones para encarar, que van desde la sensibilización e información de los individuos y la familia y los actores del mercado laboral, hasta la facilitación de las "obligaciones" prácticas domésticas y de cuidados en los hogares mediante la adecuación de la oferta de servicios y la normativa laboral. En particular, se considera necesario revisar la legislación sobre salas cuna en las empresas con el fin de igualar las condiciones de trabajadores y propiciar el cuidado de los hijos como responsabilidad de ambos padres. En el artículo 203 del Código del Trabajo sobre salas cuna, se establece la obligación para la empresa de poner una sala cuna cuando hay 20 mujeres contratadas, por lo cual suelen contratarse 19. Solamente cambiando la palabra "trabajadoras" por "trabajadores" podría superarse esta situación. Asimismo, se requiere eliminar el artículo 349 del Código de Comercio, que solicita el permiso del esposo para ejercer actividades comerciales como la constitución de una sociedad comercial a la mujer casada que no esté totalmente separada de bienes (Arriagada, 2015). Respecto a las brechas salariales de género, el progreso en la revisión de la Ley 20.348, sobre igualdad de remuneraciones entre hombres y mujeres, debería servir para reducirlas en el sector privado (Arriagada, 2015).

Las políticas tendientes a diversificar los tipos de ocupación en los que se insertan las mujeres (disminuir la segregación ocupacional), influyendo tanto en la oferta como en la demanda, pueden contribuir a modificar en alguna medida las respuestas del mercado y su impacto y, por tanto, la reproducción de las desigualdades de género. La creación de nuevas expectativas de empleo e ingreso para las mujeres podría combatir la internalización de pautas laborales que las excluyen o generan su autoexclusión del mercado de trabajo.

En lo que hace a los empleos asalariados informales, los resultados del análisis sugieren que la inserción en ellos surge de la necesidad de encontrar un empleo remunerado ante la escasez de oportunidades laborales. En el empleo público es donde se concentra una parte importante de la fuerza de trabajo femenina, por tanto, regularizar contratos, reducir las subcontrataciones y garantizar los derechos laborales, sería un paso para "ampliar la participación laboral de las mujeres, en condiciones de trabajo decente, es decir, en empleos de calidad, con seguridad social, derechos laborales y mejor representación sindical". Además, podría convertirse en un modelo que se le puede exigir al sector privado. En la misma dirección, sería un avance la regularización de la precariedad y los horarios de las trabajadoras de casa particular. Para ello, se requiere cumplir efectivamente la nueva normativa (Arriagada, 2015).

Los empleos por cuenta propia parecerían beneficiar las posibilidades de obtener ingresos para las mujeres, pero las remuneraciones son las más bajas y no cuentan con protección de la seguridad social. En ese sentido, es necesario ampliar los mecanismos por los cuales las trabajadoras que no están en relación de dependencia puedan acceder a derechos de salud y seguridad social.

La profundización del estudio a partir de técnicas cualitativas podrá agregar información de interés, en especial, sobre modelos de negociación de las parejas por tramos edad, nivel de ingreso, escolaridad y zona de residencia, por ejemplo. Asimismo, permitirá indagar en los factores culturales específicos que inciden en estos resultados, en las asociaciones entre distribución de ingresos dentro de una familia, poderes de negociación y comportamientos laborales y los factores que determinan la menor actividad de las mujeres asociadas a mayor salario de sus parejas.

Agradecimientos

Esta investigación fue realizada en el marco del proyecto "Promoviendo el empoderamiento económico a través de mejores políticas", apoyado y financiado por el Centro Internacional de Investigaciones para el Desarrollo (IDRC) de Canadá y coordinado por el Centro Interdisciplinario de Estudios sobre el Desarrollo-Uruguay (Ciedur) y el Centro de Estudios Distributivos Laborales y Sociales (Cedlas) de la Universidad de La Plata, Argentina. A su vez, las autoras agradecen a Soledad Salvador, coordinadora técnica de dicho proyecto, así como al Comité Editorial de la revista Desarrollo y Sociedad, y a los pares evaluadores, por los valiosos aportes realizados.

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Notas al pie
3 La categoría de "trabajadores familiares auxiliares" se define de acuerdo con la Clasificación Internacional de la Situación en el Empleo (CISE-93).
4 Con base en la definición de informalidad utilizada por la Organización Internacional del Trabajo (OIT), se considera informales a quienes no cotizan a la seguridad social y declaran no tener contrato de trabajo.
5 Si bien la serie no es comparable entre los periodos 2003-2009 y 2010-2011, se puede observar una clara tendencia creciente de la tasa de empleo y la tasa de empleo femenina dentro de ambos periodos considerados de forma separada. La falta de comparabilidad obedece al cambio en las mediciones, a raíz de la aplicación de la Nueva encuesta nacional de empleo (NENE), la que reemplaza a partir de abril del 2010 a la antigua Encuesta nacional de empleo (ENE) vigente desde 1966.
6 Los quintiles de ingresos de los hogares a los que pertenecen los individuos se calculan con base en el ingreso autónomo del hogar (sueldos y salarios, ganancias provenientes del trabajo independiente, autoprovisión de bienes producidos por el hogar, bonificaciones, gratificaciones, rentas, intereses, así como jubilaciones, pensiones, montepíos y transferencias entre privados. No incluye subsidios monetarios del Estado) per cápita.
7 Por ejemplo, no se considera necesario porque los cuidan en la casa, no es necesario que un niño asista a esa edad, si lo hiciera se enfermaría mucho y hay desconfianza en el cuidado brindado por una persona que no pertenece a la familia.
8 En este contexto, Contreras y Plaza (2004) concluían que a pesar de que las variables de capital humano tienen un efecto positivo y significativo en la participación, los factores culturales y las conductas machistas y conservadoras pueden casi contrarrestar este efecto.
9 La clasificación de asalariado/a informal está relacionada en este análisis con la falta de cobertura de la seguridad social.
10 Se trabaja solamente con horas positivas.

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Anexo

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