Introducción
En 2018, Colombia adoptó la Agenda 2030, mediante el Conpes 3918, donde se consignaron las estrategias iniciales para la consecución de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS). En esta agenda, entre otros objetivos, se plantea la necesidad de, primero, reducir la tasa de desempleo, creando 1.6 millones de empleos, y, segundo, erradicar el empleo infantil. También plantea la urgencia de diversificar el aparato productivo, por medio de aumentos en la inversión en ciencia y tecnología, al tiempo que se reduzca la desigualdad, de forma sostenible (Conpes, 2018).
Estas estrategias se enmarcan en un conjunto más amplio de política económica que ha venido aplicándose de forma sostenida desde el inicio de la década de 1990, cuando, dentro del proceso de apertura económica en Colombia, se adoptaron políticas de inflación objetivo, confianza inversionista y asistencialismo, como estrategia para reducir la pobreza. No obstante, estas medidas implican una visión desintegrada de los ODS, lo que limita la capacidad de la política para su consecución y hace estructuralmente imposible el cumplimiento de las metas propuestas.
Con ello en mente, el objetivo central de esta investigación consiste en demostrar que una política enfocada en los principios del “crecimiento inclusivo” puede, por un lado, restablecer los encadenamientos existentes entre las variables involucradas en los objetivos de trabajo decente y crecimiento económico (ODS-8); industria, innovación e infraestructura (ODS-9) y reducción de las desigualdades (ODS-10). Por otro lado, tiene la capacidad de conducir a que países en vías de desarrollo, como Colombia, alcancen los tres ODS mencionados, de forma integrada y sostenible. Esto redunda en mejoraría de la productividad y la distribución de bienes y servicios, si se establecen como los pilares del crecimiento de largo plazo.
El documento consta de tres partes. En la primera, se plantea una visión multidimensional del empleo y el crecimiento. La segunda muestra la interacción estructural entre las principales variables involucradas en los tres ODS objetivo, mediante un modelo de ecuaciones estructurales. A partir de ello, se demuestra (1) que la economía colombiana puede ser impulsada con políticas que permitan aumentos salariales, acompañados de la diversificación del aparato productivo y el aumento de la productividad; (2) que esta estrategia tiene el potencial de ser eficiente para cumplir la Agenda 2030. En la última sección, se presentan las conclusiones del estudio.
I. Desempleo y estructura productiva: la visión multidimensional del crecimiento inclusivo
A. Relaciones estructurales entre crecimiento, empleo y distribución
Desde la óptica macroeconómica, el problema del desempleo puede interpretarse como una variable determinada de forma multidimensional, cuyas raíces se encuentran en la forma como se genera y sustenta el crecimiento económico, la estructura productiva que lo acompaña y las posibilidades de inclusión de los individuos. Al respecto, Boyer (2006) plantea la existencia de interacción de diversos problemas que enfrenta una economía de mercado, para alcanzar una situación óptima en el mercado laboral. Muestra que, por un lado, la economía puede enfrentar una demanda reducida (interna, causada por los bajos ingresos de la mayoría de la población, y externa, debido a la baja competitividad de la producción). Esto significa que existe un mercado estrecho, que limita la cantidad de empresas que pueden ingresar y competir de manera efectiva. En ultimas, esta situación restringe la cantidad de puestos de trabajo que pueden ser creados y la dinámica que la economía puede sustentar de forma endógena.
Otro obstáculo para las empresas está constituido por los elevados costos, debidos tanto a la baja productividad, que conlleva unos costos salariales relativamente elevados3, como a los altos costos financieros. Esta estructura de costos limita la rentabilidad de diversos proyectos, pues los hace poco atractivos y aleja la inversión de la mayoría de las actividades productivas. De esta forma, la escasa inversión se concentra en sectores que generen rentas de modo acelerado. Así, la consecuencia directa de la escasez de capital es una menor diversificación del aparato productivo, lo que reduce la competitividad internacional y eleva la dependencia frente a las importaciones.
Lo anterior se explica en que la situación descrita crea una estructura productiva concentrada en pocos procesos productivos, con baja capacidad de generar valor agregado, los cuales tienden a emplear mano de obra no calificada, lo que, a su vez, refuerza el problema de baja productividad. Todo ello reduce la posibilidad de acumulación, desestimula la entrada de nuevos capitales al mercado y contrae la generación de retornos elevados con la capacidad de financiar nuevos proyectos y ampliar la capacidad productiva de la economía.
Una de las salidas propuestas para este escenario es dinamizar los procesos de integración comercial, tanto en términos de intercambio comercial como en la apertura de la cuenta financiera, de modo que se permita la llegada de capital extranjero, capaz de suplir el déficit interno. En esta línea, Bhaduri (2011) plantea que la globalización y la búsqueda de un crecimiento impulsado por el mercado externo imponen a los países en desarrollo la necesidad de adoptar medidas de flexibilización salarial. Estas medidas reducen los costos e inciden sobre los precios de exportación, en un intento por favorecer las ganancias empresariales (impulsos desde los beneficios). Con ello, se espera que se creen los incentivos necesarios para atraer capital, tanto nacional como externo, incentivos sustentados en la reducción simultánea de los ingresos de los trabajadores, lo que limita sus posibilidades de consumo. Asimismo, se promueve el incremento de la productividad, por medio de la industrialización, liderada por grandes corporaciones, cuyo impacto es la reducción en la creación de empleos y limitaciones a la generación de ingreso. Todo ello, en última instancia, contrae el tamaño del mercado interno.
Esta combinación de medidas tiene un efecto de carácter estructural sobre la participación de los salarios en el PIB, lo que, de acuerdo con Storm y Naastepad (2013), puede reducir los costos laborales medios. Esto hace relativamente más costoso el uso de técnicas intensivas en capital, lo que, en consecuencia, desincentiva la dinámica de la investigación y el desarrollo (I+D), la inversión en capital y, por extensión, tiene impacto negativo en la productividad de la economía, toda vez que reduce la adopción de nuevas técnicas de producción y estanca el avance tecnológico.
De esa manera, la aplicación continua de medidas de ese tipo termina por crear una barrera estructural que reduce el ritmo de crecimiento de la productividad y dificulta incluso más la formación de un aparato productivo diversificado y competitivo, que pueda generar empleo bien remunerado. Al mismo tiempo, se desestimula la inversión, pues se reducen de forma permanente las tasas de ganancia (Lavoie, 1996). Así, se construye una senda de bajo crecimiento, incapaz de crear empleo y con características que conducen a la concentración de la riqueza, es decir, se toma una dirección contraria a la planteada por los ODS.
A partir de estas dinámicas, el crecimiento jalonado por el sector externo resulta incompatible con la generación de empleo y bienestar así como con la eliminación de las desigualdades, lo cual impone la necesidad de un crecimiento jalonado por la demanda interna, como paso previo a la globalización.
Kalecki (1991) y Felipe (2012b) plantean que, cuanto más pobre es un país, más relevante es el problema de su capacidad productiva. Entretanto, en los países de mayores ingresos, los problemas de demanda adquieren más relevancia.
Por su parte, en un país de ingreso medio, como Colombia, es fácil encontrar una combinación de ambos obstáculos, lo que causa un estancamiento estructural difícil de romper, ya que las variables construyen un círculo vicioso que termina por convertirse en una trampa de pobreza (Pérez, 2011; Felipe, 2012a).
La trampa de pobreza implica que incluso con un crecimiento dinámico, el mercado laboral puede evidenciar un estancamiento, dado que la estructura productiva se concentra en actividades intensivas en capital, con baja capacidad de generar empleo (que son las actividades que pueden generar ganancias en este contexto). Ello demarca, por un lado, el escenario para un crecimiento excluyente, con pocas ventajas para los grupos poblacionales de menores ingresos y, por otro, la concentración de poder, tanto de mercado como político, en pequeños grupos con capacidad de captar rentas extraordinarias.
La trampa de pobreza se convierte, entonces, en un obstáculo estructural para lograr los ODS. Esto se debe a que limita la competitividad y las posibilidades de mejorar la distribución y el crecimiento económico. Al tiempo, crea un entorno y una estructura productiva incompatibles con la concepción de desarrollo integral, como el planteado desde la declaración de estos objetivos.
B. Crecimiento inclusivo como alternativa a la desintegración estructural
La forma de romper la trampa de pobreza es reestructurar el proceso de crecimiento, de manera que este sea lo que autores como Ali y Son (2007), Ali y Zhuang (2007) y Felipe (2012a), entre otros, han denominado crecimiento inclusivo. Este concepto, que apunta al carácter multidimensional del desempleo, implica la necesidad de una estrategia que busque articular el logro simultaneo de un crecimiento elevado y sostenido con pleno empleo, capaz de materializarse en una buena distribución del ingreso e irradiar la prosperidad de la expansión productiva.
En esa medida, el concepto de crecimiento inclusivo resulta pertinente para la consecución de los ODS, toda vez que está construido como una propuesta basada en la creación de empleo, en cuanto mecanismo para garantizar la igualdad de oportunidades y acceso a los mecanismos de mercado y no en la distribución directa del ingreso:
El crecimiento inclusivo permite que los esfuerzos por reducir la pobreza sean más eficientes al enfocarse en la creación de oportunidades de empleo productivo y hacerlas igual de accesibles a todos, mientras se aborda la pobreza extrema a través de redes de seguridad social y, por tanto, se aleja del enfoque de focalización para el desarrollo. (Ali y Zhuang, 2007, p. 11)
El enfoque de crecimiento inclusivo es una estrategia macroeconómica, donde la demanda juega un papel fundamental en el estímulo de la acumulación de capital y el desarrollo de una estructura productiva hacia sectores más sofisticados, que impulse la creación de empleo. Esta estrategia se considera integral, pues se espera que el incremento de la demanda emerja de un papel activo del Estado en garantizar una política de pleno empleo, aunada a una mejor distribución del ingreso entre los trabajadores y empresarios, lo que estimularía el aumento de la inversión, la producción y la innovación.
En términos de Storm y Naastepad (2013), este estímulo sobre la acumulación surge porque el crecimiento de la demanda agregada conduce, primero, a una profundización de la división del trabajo en toda la economía y, segundo, a un aprendizaje más rápido en las empresas. Ambos procesos, finalmente, se reflejan en mayor crecimiento de la productividad laboral. En la teoría económica, esto se conoce como efecto Kaldor-Verdoorn (McCombie, Pugno y Soro, 2002). Así, se invierte la causalidad entre tecnología e innovación y crecimiento, con respecto a la visión neoclásica tradicional del crecimiento, como en los modelos de Solow (1956) o Romer (1990), entre otros, debido a que en estos la tecnología es la fuente del crecimiento; mientras que en la visión de Kaldor-Verdoorn es resultado de la expansión que hace viables métodos de producción mecanizados y mayor división del trabajo.
Esto último quiere decir que, en la medida en que el crecimiento de la demanda estimula el crecimiento de la inversión, el nuevo capital trae una mayor productividad laboral, tanto a nivel de la empresa como de forma sistémica a nivel macroeconómico. Esto se debe, por ejemplo, a que un equipo recién instalado incorpora las últimas tecnologías de producción y, por tanto, es más productivo, en comparación con las cosechas antiguas de stock de capital (Storm y Naastepad, 2013, p. 105).
Teniendo en cuenta que esta mejoría en la productividad del trabajo es impulsada por el crecimiento y que este, a su turno, es impulsado por la demanda agregada generada desde el aumento en la creación de empleo, puede afirmarse que existe un encadenamiento permanente entre las tres variables: nivel de empleo, participación salarial y productividad. Ello se debe a que, por un lado, se supone que la economía no logra el ajuste automático hacia el pleno empleo y, por otro, la demanda es la principal barrera para alcanzarlo y estimular el uso de métodos de producción más indirectos.
La interacción de estos tres procesos constituye una dinámica que conduce a un crecimiento realmente inclusivo (figura 1). La visión plasmada en esta propuesta teórica implica interpretar el concepto de inclusivo, más allá de un crecimiento con empleo y distribución. Aquí, inclusivo describe la capacidad del sistema de generar mayor complejidad en la estructura productiva, lo que se traduce en mayor complejidad sistémica, capaz de ser jalonada por la demanda y sustentada en empleo bien remunerado.
El primero de estos encadenamientos es reflejo de interpretar el crecimiento impulsado por la demanda, lo cual, desde una visión kaleckiana, implica aceptar que la distribución del ingreso es una variable clave, que determina la naturaleza de la expansión productiva; entendiendo que la fuente del crecimiento puede variar y que este puede ser jalonado por los salarios (wage-led) o las ganancias empresariales (profit-led). En el caso específico de los salarios, impulsan la demanda en la medida que
un mayor crecimiento de los salarios reales aumenta la participación salarial y esto conduce a un aumento de la demanda y la producción. La razón es que una mayor participación salarial redistribuye los ingresos de las ganancias (de mayor ahorro) a los salarios (de menor ahorro). Esto aumenta el crecimiento del consumo y el aumento del crecimiento del consumo es mayor (en términos absolutos) que la disminución del crecimiento de la inversión y la exportación, inducida por menores ganancias y mayores costos laborales unitarios. (Storm y Naastepad, 2013, p. 108)
En cambio, mientras que las ganancias empresariales sean las que jalonan el crecimiento, las relaciones serán las contrarias y la caída en la inversión y las exportaciones serán mayores que el aumento del consumo inducido por los mayores salarios.
En lo concerniente al encadenamiento que va de los salarios a la productividad, es evidente que la participación salarial depende inversamente de la productividad laboral, toda vez que el crecimiento de la productividad laboral (a una tasa salarial determinada) ahora genera mayor producción; al tiempo que reduce, en consecuencia, los costos laborales por unidad de producción (Storm y Naastepad, 2013). Esto implica que la participación salarial puede reducirse mediante la intensificación del capital (disminuyendo la participación del trabajo) o la disminución salarial. En el primer escenario, se elevan la competitividad y la productividad, mientras que, en el segundo, se estancan. Sumado a la visión de crecimiento regido por la demanda, fundamentada en la naturaleza de la distribución, esta investigación recoge el principio de jerarquía de las mercancías y los sectores (Reinert, 2018). Por ello, las posibilidades de crear más puestos de trabajo, acceder a los mercados internacionales en sectores de mayor complejidad y sofisticación productiva, con alta elasticidad de precio e ingreso demanda, redundan en una tasa de crecimiento alta y sostenida, que se irradia al resto de la economía, en forma de puestos de trabajo bien remunerados (Felipe, 2012a; Ricardo et al., 2011; A. Thirlwall, 2013; 2003). A su vez, el tipo de sectores y bienes producidos incide en el nivel de desigualdad, pues se presume que las economías que dependen de sectores primarios generan mayor concentración del ingreso, lo que da mayor peso a las ganancias empresariales (Hartmann, Guevara, Figueroa, Aristáran e Hidalgo, 2017).
En esta dirección, la competitividad de la economía en el mercado externo mejoraría, al tiempo que se elevaría la remuneración de los trabajadores y mejoría la distribución funcional del ingreso. Esto ocurre solo si la inversión se dirige a una diversificación sectorial, orientada a actividades de mayor sofisticación y complejidad productiva:
El aumento de la productividad y el empleo para un crecimiento sostenible a largo plazo requiere una estrategia doble de invertir en sectores de crecimiento dinámico y al mismo tiempo desarrollar la capacidad en sectores donde se emplea la mayoría de la mano de obra. Invertir solo en los sectores dinámicos puede ser suficiente para acelerar el crecimiento, aunque esto puede no ser inclusivo para todos, especialmente los pobres, principalmente porque los sectores de más rápido crecimiento a menudo pueden no estar donde la mayoría de los vulnerables o pobres están empleados, y pueden requerir habilidades y capacitación que es poco probable que estas personas posean. (Ali y Son, 2007, p. 5)
Una vez alcanzada esta diversificación, la economía está en capacidad de generar mayores ingresos. Esto repercute como beneficio para todos los agentes (incluidos los más empobrecidos), al tiempo que eleva la eficiencia productiva.
A partir de estos encadenamientos, podemos afirmar que un crecimiento inclusivo implica una dinámica económica en que la inversión, por un lado, genere los vínculos adecuados para impulsar la diversificación del aparato productivo y, por otro, permita que el crecimiento se traduzca en la generación de empleo. Esta dinámica debe ser capaz de estimular la productividad laboral y permitir que dicha productividad se refleje en el aumento de la participación salarial dentro del PIB, describiendo un proceso endógeno en el que los impulsos sobre el crecimiento y la competitividad tendrán efectos positivos en los ODS 8, 9 y 10, de forma integrada y cohesionada.
C Relaciones estructurales: distribución y crecimiento como mecanismos generadores de empleo en Colombia
A partir de los datos de la economía colombiana, en esta sección se demuestra cómo se han interrelacionado las variables de distribución, crecimiento, empleo e innovación con la estructura productiva. Esto se hizo con los propósitos descritos a continuación. En primer lugar, para evidenciar la interrelación de los ODS 8, 9 y 10, la cual suele reconocerse, pero no dentro de un marco analítico como el del crecimiento inclusivo. En segundo lugar, para construir una apuesta metodológica basada en tres modelos que abordan las ideas del crecimiento inclusivo, desde su versión más simplificada hasta una más relevante, ajustada a las características de la economía colombiana. En tercer lugar, a partir de los resultados, para poder determinar si la dinámica de crecimiento colombiana ha sido inclusiva y, en caso de no haberlo sido, presentar una alternativa.
Para construir los modelos mencionados, se utilizaron datos macroeconómicos colombianos del periodo 1981-2016. El PIB real, la distribución funcional del ingreso, la productividad, el salario real, y el empleo fueron tomados de Pulido (2011), en el rango de 1981:1 a 2009:4. Las cifras debieron ser actualizadas y transformadas, por ejemplo, la distribución funcional tuvo que prolongarse anualmente, partiendo de Pulido (2011) y empleando las cuentas de ingresos y gastos de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (DANE)4. El PIB y el empleo se empalmaron utilizando las tasas de crecimiento de la misma variable, suministradas por el DANE y del Departamento Nacional de Planeación (DNP). El salario implícito se obtuvo de despejar la ocupación de la distribución funcional. Finalmente, los datos de cambio estructural se tomaron como el cociente entre el producto del sector y el PIB total de la economía. Estas cifras fueron tomadas de las estadísticas históricas del DNP y los datos del DANE. Todas las estimaciones se realizaron con el programa Stata 15.0.
El método econométrico de ecuaciones estructurales (SEM), en la versión de factor confirmatorio fue el seleccionado para consolidar nuestra apuesta empírica, dado que esta rama de los SEM busca verificar una versión prefijada de la interacción de ciertas variables, de acuerdo con un marco teórico que lo sustente, en este caso, una representación que se suscribe a los preceptos del crecimiento inclusivo.
El análisis de factor del modelo SEM consiste en describir un conjunto de variables observadas, en función de sus factores subyacentes. El análisis de factor es un método de varianza máxima, lo que significa que delinea el comportamiento de las variables observables, en términos de sus componentes latentes, para reproducir al máximo las correlaciones y obtener el mejor nivel de variabilidad de las variables observadas que, entonces, pueden ser explicadas por las latentes (Murray, 2016).
El modelo SEM implica graficar las variables de análisis y, por medio de flechas conectoras, establecidas teóricamente antes del análisis, se establece la causalidad entre ellas, a fin de interpretar los coeficientes, de acuerdo con la dirección de las flechas. Cada flecha arroja un coeficiente de carga, que debe leerse como el porcentaje de la varianza de la variable dependiente, con respecto a la independiente. Como se mencionó, el objetivo de esta estrategia era representar la interacción de los ODS 8, 9 y 10 para Colombia, vistos dentro del enfoque de crecimiento inclusivo.
Considerando que las variables seleccionadas y las interacciones planteadas son numerosas, se siguió una estrategia metodológica que buscara presentar, inicialmente, los elementos esenciales de la discusión, para involucrar luego otros que la enriquecieran y la acercaran a resultados más próximos a las características de la economía colombiana, desde el enfoque del crecimiento inclusivo. Lo anterior resulta valioso en términos pedagógicos y relevante en términos metodológicos. En ese sentido, se presentan los tres modelos estimados, empezando con el más básico; seguido del intermedio, que incluye la interacción con la productividad; y el más completo, que adiciona el crecimiento del sector minero-energético como indicador del cambio estructural. Cabe aclarar que, para el cálculo y la representación de los resultados, los modelos construidos tomaron como referencia el trabajo de Storm y Naastepad (2013).
1. Modelo básico
En primer lugar, el modelo básico (figura 2) representa los resultados de un modelo SEM que incluye las variables de salarios agregados (gw2), la distribución funcional del ingreso (gpartl), el PIB (gy) y el empleo (gl2), todas expresadas en tasas de crecimiento. Este modelo tiene el objetivo de indagar si, efectivamente, la economía colombiana tiene un proceso de crecimiento que ha sido jalonado por el incremento de los salarios, según Bhaduri y Marglin (1990) y, a su vez, se espera revisar el impacto del incremento de los salarios sobre la creación de empleos.
Como se observa, en el modelo básico, las variables están conectadas mediante flechas que muestran las relaciones de causalidad, preestablecidas teóricamente. Inicialmente, se asume un incremento real de los salarios, como choque desencadenante de una serie de efectos sobre la participación de los salarios en el PIB y, a través de ella, sobre la demanda agregada, el crecimiento y el empleo. En este modelo, se asume que la productividad y la estructura productiva son exógenas.
De los resultados de la estimación, cabe destacar que las variables involucradas son estadísticamente significativas al 5 % y los coeficientes de carga que son los resultados que constituyen el objeto de análisis.
En la figura del modelo básico, se observa que el crecimiento salarial explica el 42 % del crecimiento de la distribución funcional. De allí se infiere que una política de incremento del salario afectaría la distribución hacia los trabajadores en una buena proporción, lo que sustenta una mayor demanda de bienes en el agregado, que terminan beneficiando a los empresarios, los cuales se apropian, por identidad contable, del restante 58 % del impacto en la política salarial.
También se observa que el aumento porcentual de la distribución funcional explicaría el 16 % de una caída en el crecimiento del PIB. Este resultado es significativo, pues en la literatura comentada en el marco teórico se considera que el valor del factor de carga (coeficiente) negativo explicaría que el motor principal del crecimiento del PIB está constituido por las ganancias empresariales y no los salarios. Es decir, los componentes de demanda de inversión y exportaciones impulsarían el crecimiento, más que el consumo de los trabajadores con políticas salariales.
Lo anterior, se debe a que una caída en la participación de la remuneración del trabajo en el PIB significa reducciones en los costos de producción y, en esta dirección, reducir los precios, lo que terminaría incentivando mayores niveles de inversión en capacidad productiva y mejores perspectivas de penetración de mercados internacionales. En definitiva, estos resultados justifican políticas de flexibilización salarial, eliminación de parafiscales, eliminación del salario mínimo o cualquier otra medida que alivie los costos salariales de las empresas.
Al final del modelo, se muestra el impacto del crecimiento del PIB en el empleo. Como se observa el 16% del cambio en el empleo es impulsado por el crecimiento económico. Sin embargo, la dinámica de la actividad económica colombiana, según el modelo básico, es liderada por las ganancias, por lo que el aumento inicial de los salarios tiene un efecto negativo en el crecimiento y, por tanto, en el empleo.
2. Modelo intermedio
Tomando la estructura del anterior, este modelo incorpora el crecimiento de la productividad del trabajo, denotado como gyl2 en la figura 3. La introducción de esta variable busca adicionar la idea de innovación, abordada en ODS 9, a la hipótesis del crecimiento liderado por la demanda vía distribución del ingreso del modelo básico. El punto esencial es que una mejor política de innovación está fundamentada en el incremento del tamaño del mercado, medido esta vez por la tasa de crecimiento de la economía. Este incentiva a las empresas a mecanizar, dividir el trabajo y ganar destrezas en el aprendizaje práctico, en un efecto denominado rendimientos crecientes por Bhaduri (2011); Currie (1989); Kaldor (1972) y Young (1928), el cual incorpora la Ley de Kaldor-Verdoorn. Sumado a lo dicho, el modelo intermedio captura el impacto positivo del crecimiento de los salarios en la productividad y el efecto combinado del crecimiento del PIB y la productividad, sobre la creación de puestos de trabajo.
De los resultados de la estimación, puede destacarse que las variables involucradas son estadísticamente significativas al 5 %, excepto en el coeficiente de carga que representa la ley de Kaldor-Verdoorn, que es significativo al 10 %.
Analizando los resultados de la figura 3, se evidencia, inicialmente, el vínculo entre el crecimiento del salario real y el crecimiento de la productividad. Se puede ver que el primero explica el 43 % del comportamiento del segundo. Esto está dado por dos canales. Por un lado, la teoría de los llamados salarios de eficiencia, donde el aumento de salario funciona como un incentivo para que los trabajadores aumenten su productividad. Por otro, el relativo estancamiento de los salarios reales explica, en gran medida, que la productividad tampoco sea dinámica, porque anima a los empresarios a usar técnicas de producción menos intensivas en capital.
Otra de las relaciones estimadas es la conocida ley de Kaldor-Verdoorn, que establece un cambio en la causalidad entre crecimiento del PIB y la productividad, pues la teoría neoclásica considera que el crecimiento es impulsado por la acumulación factorial y la mayor eficiencia de tales factores. No obstante, como se comentó, para esta ley, la expansión del mercado, medido por el crecimiento de la actividad económica, es la que anima la división del trabajo y la incorporación de nuevas tecnologías. En particular, el valor del coeficiente o factor de carga de esta ley para la economía colombiana fue de 58 %. Esto demuestra la relevancia de la demanda como factor generador de innovación, en una economía dinámica que recoge los procesos de aprendizaje en la práctica y, por ende, las fuerzas que describen los rendimientos dinámicos crecientes.
Así, la forma de consolidar una política de innovación debe sustentarse en una política macroeconómica de crecimiento alto y sostenido.
En tercer lugar, se establece la relación entre el crecimiento de la productividad y el crecimiento del empleo; relación no es estimada por el modelo SEM, sino deducida otros coeficientes de carga e identidades macroeconómicas5 (Storm y Naastepad, 2013). La identidad a la que se acude es aquella que dice que el crecimiento de los puestos de trabajo se explica por la diferencia entre el crecimiento del PIB y el aumento porcentual de la productividad , según se muestra en la ecuación 1.
Por ejemplo, en un escenario donde la economía crece, pero es superada por el incremento porcentual de la productividad, esto significa que puede producirse más con menor número de trabajadores. Es decir, en un ambiente así, se destruyen empleos.
Para calcular la tasa de creación de empleo de la economía colombiana a partir del modelo intermedio, se mira el impacto encadenado del crecimiento salarial sobre la productividad y, luego, se resta del cambio porcentual de la actividad económica. Recordando que el aumento del salario real en el agregado explica el 16 % de la contracción del PIB y que esta contracción del mercado desincentiva la incorporación de nuevas tecnologías, lo que reduce la productividad en 9 %6.
Tomando la identidad macroeconómica de la condición expresada por la ecuación 1 de creación de empleos, se obtiene una tasa neta de destrucción de puestos de trabajo equivalente al 5 %7. Esto explicaría por qué se menciona que al subir los salarios se reducen los puestos de trabajo8, o viceversa, si se hubiera producido un recorte de salarios el resultado arrojaría una explicación de la creación de empleos de apenas 5%. La importancia de este resultado radica en que el crecimiento colombiano impulsado en la flexibilización laboral, sustentado en el modelo intermedio, revelaría una incapacidad de creación de empleos que se mezcla con el bajo estímulo a la productividad. En otras palabras, se estarían creando pocos puestos de trabajo, con un bajo nivel de innovación.
Según los resultados, el aumento de la remuneración al trabajo es doblemente perjudicial en la creación de empleos. Por un lado, parece ser que la economía colombiana ha configurado un proceso de acumulación y crecimiento que necesita de la concentración del ingreso hacia los empresarios. Por ello, una política de incremento salarial perjudicaría el crecimiento y la generación de empleos, es decir, la política de incremento salarial rompe con un proceso que se ha autorreforzado durante décadas en un proceso de acumulación causativa (Arestis y Sawyer, 2009).
Al truncar aquel proceso, se presentaría una reacción negativa (Lavoie y Stockhammer, 2013). Por otro lado, en este caso de contracción del PIB, la ley de Verdoorn implica un desincentivo para la adopción de técnicas de producción más sofisticadas, lo que causa una caída en la productividad y favorece la creación de empleos, pues las técnicas productivas estarían tornándose más intensivas en trabajo, funcionando como una especie de estabilizador automático.
Los resultados obtenidos hasta el momento confirman que la economía colombiana tiene un proceso de crecimiento impulsado por las ganancias. Por ello, bajo un intrincado proceso de interacción macroeconómica, las políticas de mejoría salarial resultarían contraproducentes en la creación de empleo. De hecho, este resultado estaría en concordancia con trabajos realizados para la economía colombiana, que consideran que los costos laborales, directos e indirectos son los causantes del desempleo (Sánchez, Duque y Ruiz, 2009; Tamayo, 2008). Pero esta investigación difiere de las anteriormente mencionadas en la explicación teórica y técnica, dado que no se necesita de supuestos como la microfundamentación, el equilibrio o la ausencia del dinero para llegar a las mismas conclusiones. Además, los resultados empíricos parten de supuestos claramente evidentes en que la economía no se encuentra en condiciones de pleno empleo, por lo que la demanda es una variable clave para determinar factores reales como el crecimiento, el empleo o la productividad. Asimismo, se reconoce que la distribución del ingreso puede desempeñar un papel clave en el tipo de crecimiento medido en su grado de exclusión por la tasa de creación de empleos y la remuneración de estos.
3. Modelo completo
La incidencia de la estructura productiva sobre los resultados de la interacción de las variables analizadas ha permanecido como un factor exógeno en los modelos expuestos. Por esto, el modelo completo corrige los resultados previos, al considerar este último aspecto. Este ajuste se realiza por la sugerencia de Bhaduri (2011) y Lavoie y Stockhammer (2013) en cuanto a la incidencia de la estructura productiva sobre el régimen de crecimiento liderado por salarios o ganancias. Estos investigadores analizan cómo las economías emprenden una trayectoria que se autorrefuerza, donde, por ejemplo, el crecimiento de una economía pequeña y abierta puede especializarse en la exportación de materias primas. Esto haría que la dinámica de aumento del PIB dependa del mercado externo, sin consideración del impacto que puedan tener los trabajadores en la expansión de la actividad económica, a través del mercado nacional, el cual tendría un papel secundario. Así, un escenario como el planteado de elevar los salarios puede generar efectos adversos, tales como reducción del crecimiento y el empleo.
Además, si se suman los argumentos expuestos en el marco teórico, junto a trabajos que respaldan la hipótesis acerca de la importancia de la estructura sobre variables como el empleo, la distribución y el crecimiento en Colombia, por ejemplo, Bonilla (2011); Ocampo, Sanchéz y Tovar (2000), se tiene un factor adicional para involucrar la estructura productiva en el análisis. De acuerdo con lo dicho, se incluye, entonces, la tasa de crecimiento del sector minero como variable proxy del cambio estructural en la dirección que concentra el ingreso, crea pocos empleos y trasforma la dinámica de crecimiento en inestable y esporádica.
Por ello, se le hizo una ampliación al modelo intermedio, consistente en la introducción de la tasa de crecimiento del sector minero (gmin) que, de hecho, es el sector ganador indiscutible en porcentaje del valor agregado acumulado y exportaciones desde 1981 hasta 2016 en la economía colombiana9. La introducción del sector minero se estableció en el centro de la figura 4, que representa un modelo más cercano a las características factuales de la economía colombiana.
De este nuevo modelo emergen tres posibles conexiones novedosas de la estructura productiva: una, con la distribución funcional; otra, con el crecimiento de la economía; y la última, con el crecimiento de la productividad. Esto busca analizar el impacto negativo de la especialización en el sector primario-exportadores, sobre la distribución del ingreso, como sugieren Hartmann et al. (2017). También se estudia el efecto adverso de este tipo de estructura productiva sobre el crecimiento de largo plazo y la productividad, tal como sugieren Haussman (2011), Cimoli y Porcile (2011; 2014), Rodrik (2011) y Thirlwall (2013).
No solamente se incluye una nueva variable con nuevas interacciones, sino que se realiza una innovación en la estimación, al involucrar un análisis recursivo con el método SEM, que consiste en establecer, primero, una conexión entre las covarianzas de los errores de las estimaciones entre salarios reales y distribución funcional y, segundo, la distribución funcional y crecimiento del PIB. A partir de procedimiento, se estableció un co-movimiento de los factores que no explican estas dos estimaciones, lo cual está representado por el lazo superior de la figura, donde se encontró una variación conjunta negativa (-0,0022). Es decir, en la estimación entre el crecimiento salarial real y el crecimiento de la distribución funcional queda fuera de la explicación (L/Y), que es la inversa de la productividad del trabajo10. En la estimación del crecimiento de la distribución funcional y el crecimiento del PIB, se omite de la explicación la parte del crecimiento sustentada por las ganancias empresariales. Por ello, la conexión de las covarianzas de los errores establece una relación positiva entre la productividad y la participación de las ganancias empresariales en el PIB.
Los dos cambios en la estimación generaron un cambio en todos los coeficientes del modelo de los modelos previos, en términos de signo, valores y mejora en la significancia estadística. Por ejemplo, puede verse que el impacto del crecimiento de salarios reales en la distribución funcional es de 37 %, lo que reduce 5 % el valor de este coeficiente, con respecto a los modelos básico e intermedio. A su vez, cambian el signo y monto del impacto, que va de distribución funcional al crecimiento de la actividad económica, lo que refleja que, a diferencia del modelo intermedio, la actividad productiva de la economía colombiana es, en efecto, jalonada por una mejor distribución hacia los salarios.
De hecho, el cambio es muy importante, pues antes de modelar el efecto residual de la productividad y las ganancias empresariales, el aumento de la participación de los salarios respecto del PIB se relacionaba con una caída de 16 % del crecimiento económico; mientras que ahora el aumento de la distribución funcional de salarios explica el 77 % del crecimiento de la economía de la nación. Esta mejora del modelo reconoce el potencial de crecimiento de la economía colombiana, por medio del fortalecimiento del poder adquisitivo del mercado interno, que se respalde en una política de empleo pleno, bien remunerado. A su vez, al modelar la relación entre productividad y ganancias, se captura el incentivo de la innovación empresarial, a través de mayores rendimientos sobre las inversiones, las cuales se justificarían en la expansión de un amplio mercado de demanda.
Un segundo resultado importante de la aplicación de este modelo es la inclusión del crecimiento del sector minero, el cual, como se comentó, tiene tres impactos sobre las variables involucradas en el análisis: la distribución funcional, el crecimiento y la productividad.
Con respecto a las estimaciones, se observa que el efecto del crecimiento del sector minero sobre la distribución funcional de salarios es negativo (-10 %), lo que corrobora la hipótesis de Hartmann et al. (2017), que presentan una relación empírica sobre el sesgo concentrador de las economías especializadas en sectores primario-exportadores. Asimismo, lo más preocupante es que las estrategias de crecimiento colombiano han puesto a este sector como líder del proceso de crecimiento, desde comienzo de la década de 1970. Por ejemplo, la política de hidrocarburos de 1974 (Ocampo, 2007) y políticas subsecuentes como facilidades tributarias y legales, agilización de concesiones para la explotación, reducción del pago de regalías, flexibilización de las restricciones ambientales, facilidades para repatriar utilidades en el caso de multinacionales, entre otras estrategias (Banco Mundial, 1997; León, 2012; Nova, 2014).
Adicionalmente, la introducción del crecimiento liderado por el sector minero-energético permite entrelazar esta variable con la creación de empleos, el crecimiento del PIB y la distribución del ingreso, en un contexto de especialización productiva de sectores primarios. Para ello, se sigue la estrategia de análisis de Storm y Naastepad (2013).
En primer lugar, se multiplica el coeficiente de carga del impacto del crecimiento minero sobre la distribución funcional, con el coeficiente de carga del impacto de la distribución sobre el crecimiento del PIB, lo que revela que el aumento porcentual en el PIB del sector minero explicaría un 7,7 % de la caída crecimiento de la actividad económica de toda la economía colombiana. Este resultado pone en evidencia que una mayor especialización productiva primaria tiene efecto negativo sobre la expansión del mercado interno, respaldado en una mejor remuneración al trabajo, lo cual constituye el verdadero motor del crecimiento económico. En otras palabras, aunque la economía colombiana puede ser impulsada por la demanda respaldada en el consumo mayor de los trabajadores mejor remunerados, como muestra el coeficiente de carga, el protagonismo del sector minero reduce la participación agregada de los salarios en el PIB, lo que, en consecuencia, afecta las posibilidades de crecimiento por este medio.
Quizás este es uno de los resultados más significativos del presente análisis, pues se muestra que el crecimiento de la economía es liderado por los salarios, pero la especialización productiva anula este mecanismo, haciendo parecer que la dinámica económica es dirigida por las ganancias. Es decir, los modelos básico e intermedio no consideraban este aspecto fundamental de desempeño macroeconómico colombiano, por eso, trabajos como el de Loaiza, Tobón e Hincapié (2017) encuentran que la economía colombiana es liderada por las ganancias.
Por otro lado, el modelo completo muestra que el sector minero explica directamente el 12 % del crecimiento de la economía colombiana. Por ello, el efecto neto sobre el crecimiento es la diferencia entre el 12 % y el -7,7 % del efecto indirecto, que resulta en la pérdida de expansión potencial vía mercado expandido por salarios. Es decir, el aporte neto es positivo, pero reducido, pues es apenas de 4,3 %, lo que implica una pérdida potencial de crecimiento.
Siguiendo la regla que define la tasa de creación de empleos en la condición representada por la ecuación 1, se resta del crecimiento neto del PIB el aumento porcentual de la productividad causado por el sector minero11. Esta operación resulta en una destrucción de empleos de -3 %, lo que demuestra la naturaleza anti.empleo del crecimiento. Estas dinámicas evidencian que la economía reprimarizada pierde progresivamente su capacidad de generar empleo, al tiempo que su crecimiento se torna excluyente e incapaz de distribuir la prosperidad entre todos los ciudadanos. Este argumento se refuerza con la estimación de la elasticidad empleo-producto, la cual pasó de ser elástica con un nivel de 2,8 % en 1988 a niveles de inelasticidad, cercanos en promedio a 0,8 en 201612.
En definitiva, se observa que la especialización en el sector minero tiene efectos adversos sobre el crecimiento, la distribución y el empleo. Del lado del crecimiento, frena la trayectoria que permite impulsar el mercado expandido, cuyo soporte es la política de pleno empleo, por lo que, al final, explica apenas el 4,3 % del aumento del PIB, lo cual no se compadece con los esfuerzos de política encaminados en esta dirección. Además, el sector minero tiene un impacto de apenas 7,3 % en la productividad de la economía; impacto que, incorporado en la regla de creación de empleo, muestra una destrucción neta de puestos de trabajo. Así, dado su efecto neto leve sobre el crecimiento del PIB, superado por el pobre impacto sobre la productividad de la economía, termina destruyendo empleos en el conjunto de la economía colombiana, los cuales, sumados, explican su efecto adverso sobre la distribución funcional del ingreso.
Al final, el sector minero crea empleos, pero parece no ser suficiente para compensar la pérdida de expansión de sectores más generadores de trabajo que habrían sido impulsados por una mayor expansión de la distribución en cuanto a salarios, por lo que, en el agregado, existe una destrucción neta de la ocupación. De hecho, según datos del DNP, la proporción del empleo de este sector, con respecto a la ocupación total desde 2002 ha sido muy baja, pues arrancó en 0,06 % y llegó a su máximo de 1,5 % a mediados de la primera década de este siglo, para empezar, enseguida, a perder participación por la crisis de 2008. Esto corrobora que el sector es ahorrador neto de trabajo, y de lejos, no ha compensado la pérdida de empleos potenciales que se desprenden de la estrategia de crecimiento liderado por el objetivo de pleno empleo.
A partir de lo dicho, queda claro que el cambio estructural en Colombia fue regresivo13, pues tuvo serias repercusiones en variables distributivas, de productividad, empleo y crecimiento de la actividad económica. Estos resultados resultan insuficientes para el protagonismo que ha tenido este sector por casi 40 años, por lo que deben dar lugar a la búsqueda de estrategias de crecimiento que favorezcan la mejor distribución del ingreso, creen suficientes puestos de trabajo y aumenten la tasa de crecimiento del PIB en el largo plazo.
Conclusiones
La investigación que se da a conocer tiene un doble hallazgo. El primero es presentar innovaciones en el marco teórico para el análisis de la economía colombiana. En concreto, se reivindicó el abordaje de los problemas relacionados con los ODS 8, 9 y 10, bajo un mismo campo de análisis, lo cual difiere de las interpretaciones convencionales para abordar la consecución de estas metas. Esta interpretación conjunta de los mecanismos que inciden en los ODS se denomina crecimiento inclusivo y se adaptó a esta apuesta un contexto propio de las pequeñas economías abiertas, donde la estructura productiva, especializada en materias primas, incide sobre las variables de crecimiento, empleo e innovación.
A su vez, la visión del crecimiento inclusivo recoge elementos que se apartan de las teorías ortodoxas de la economía, cambio que implica una opinión única y novedosa del problema. Dentro de estos elementos tenemos, primero, el reconocimiento de que la economía siempre funciona por debajo del pleno empleo, asegurando un espacio a las políticas en las que la demanda incide en variables cruciales; segundo, la distribución como una variable que define la trayectoria de variables reales; tercero, entender el problema desde un enfoque netamente macroeconómico, lo que evita cometer el error de falacia de composición; finalmente, también se demuestra que algunos resultados empíricos se presentan sin necesidad de acudir a supuestos restrictivos.
El segundo logro del trabajo es utilizar una técnica econométrica que resalta la base teórica y, en términos metodológicos ofrece un camino que se aproxima a la solución del problema de investigación referente a la economía colombiana.
Puede resaltarse que la novedad teórica de incluir el cambio estructural en las explicaciones del crecimiento, el empleo, la distribución y la productividad arrojaron otro resultado empírico innovador, que consistió en hacer evidente el papel distorsionador del sector minero-energético en los potenciales de crecimiento liderado por salarios de la economía colombiana. Entonces, en la práctica, el énfasis de la política económica en tratar de consolidar este sector ha tendido a frenar el crecimiento económico, a reducir la tasa de creación de empleos y, por este último mecanismo, hace más fácil la implementación de políticas de flexibilización del mercado laboral, que afectan la remuneración del trabajo. También es evidente que, si este sector pierde protagonismo, la economía podría ir por una senda de crecimiento respaldada en el aumento del mercado interno, lo que implica una política de pleno empleo. Esto es evidente en el coeficiente de carga de 77 % que ratifica la economía con un potencial de crecimiento liderado por salarios.
Los resultados presentados aquí revelan que el enfoque para alcanzar los ODS objetivo debe cambiarse. En general, la estrategia debe ser articulada, de orden macroeconómico, sustentada en una mejor distribución del ingreso y aunada a la obsesión por alcanzar el empleo pleno; así como se ha perseguido una inflación baja y estable durante los últimos años. A ello, debe sumarse una estrategia que diversifique la estructura productiva, hacia sectores de más alta sofisticación y complejidad productiva. Esta estrategia, denominada crecimiento inclusivo, es una teoría que revalora el activismo de la política económica en coordinación con el mercado.