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Boletín de Ciencias de la Tierra

versão impressa ISSN 0120-3630

Bol. cienc. tierra  no.50 Medellín jul./dez. 2021  Epub 07-Fev-2022

https://doi.org/10.15446/rbct.n50.98065 

Artículos

Liberarse de la normalización para pensar la ciudad del mañana

Liberate ourselves from the standardization process to think the city of tomorrow

a Escuela de Urbanismo de Paris, Paris, France. alain.bourdin50@orange.fr


Resumen

Los últimos treinta años (1990-2020) han sido testigos de una revolución urbana global. En los próximos treinta se conocerá por lo menos otra igual de fuerte. Pensar en la ciudad del mañana es, constituye, un desafío considerable. El artículo muestra que los procesos de estandarización, rankings de ciudades, rótulos, modelos, "buenas prácticas" y también "starchitecture", dificultan la descentralización y la movilización del imaginario necesario para cualquier pensamiento de futuro. Liberar el pensamiento de la ciudad del futuro presupone un método que ayude a explorar lo inexplorable y que dé lugar al imaginario. Un análisis más profundo de las consecuencias de las innovaciones, la potenciación de la serendipia, el desarrollo de técnicas que generen espacios de libertad en el razonamiento, el uso de paradojas, oxímoron, contradicciones para el desarrollo de nuevos conceptos constituyen tantas pistas a seguir. Pero esto también implica que existen redes de actores dedicados a esta reflexión, un poco como el IPCC.

Palabras clave: futuro del mundo; revolución urbana; modelos urbanos; normalización; liberación de pensamiento

Abstract

The last thirty years (1990-2020) have seen a global urban revolution. The next thirty years will see another one at least as strong. Thinking about the city of tomorrow is therefore a considerable challenge. The article shows that standardization processes, city classifications, labels, models, best practices and also “starchitecture” make it difficult to decenter thought and mobilize the imagination necessary for thinking the future. Liberating the thought of the future city requires a method that helps to explore the unexplorable and that gives full scope to the imaginary. A more thorough analysis of the consequences of innovations, the valorization of serendipity, the development of techniques that create spaces of freedom in reasoning, the use of paradoxes, oxymoron, and contradictions for the elaboration of new concepts are all avenues to follow. But this also implies the existence of networks of actors dedicated to this reflection, somewhat like the IPCC.

Keywords: future of the world; urban revolution; urban models; standardization; liberating the thought

1. Introducción

¿Qué será la ciudad del mañana? ¿Cómo queremos - y podemos- concebirla y realizarla? Mientras que el crecimiento urbano es importante a la escala mundial, que las tecnologías cambian rápidamente, que las crisis mayores, particularmente ecológicas, amenazan el porvenir del mundo, que los modos de gobierno dominantes manifiestan una cierta incapacidad, ¿cómo hacer para desarrollar, y a lo mejor liberar, un pensamiento del devenir urbano?

2. Un desafío considerable en un contexto adverso

Si razonamos a escala mundial, la población urbana casi se duplicó entre 1990 y 2020, pasando según la ONU de 2 290 millones a 4 370 millones, y se esperan 2 300 millones más para 2050. En otras palabras, el futuro es ante todo un presente vertiginoso porque entre 1990 y 2020 las oportunidades de inversión fueron inmensas. Algunos países como China han experimentado una revolución urbana. Esta explosión demográfica se ha visto multiplicada por las transformaciones de la tecnología, los recursos, la economía y la geopolítica.

Una segunda revolución está de camino: en los próximos treinta años habrá que acoger a un número ligeramente superior de personas que durante los treinta últimos años, y lidiar con otros posibles cambios drásticos, comenzando por la potenciación del “nuevo mundo” digital y la mutación de los sistemas energéticos.

Esta revolución se ve amenazada por los riesgos de la catástrofe ecológica, ya sea para conseguir evitarla o para tratar de afrontarla si no se evita.

No se puede predecir lo que saldrá de esta nueva revolución urbana. Sin embargo, podemos “ponerla en prospectiva”, es decir imaginar los futuros posibles y sus configuraciones, incluso imaginar visiones globales como lo hacen las utopías, o simplemente imaginar las cuestiones emergentes que no nos planteamos hoy y que podrían ser esenciales mañana. Como vemos, la cuestión del papel de la imaginación ocupa un lugar central en mi discurso.

El problema con este desafío, pensar e imaginar la ciudad del mañana, es que se enmarca en un contexto bastante desfavorable. Efectivamente, todavía estamos en medio de la revolución urbana que acabamos de vivir, no hemos tomado distancia con ella y, para ser sinceros, nos cuesta reflexionar sobre ella. Además, las pocas teorías de naturaleza muy diversa que nos guían, por ejemplo, las de S. Sassen o de R. Koolhaas, nos dan pocas pistas. Queda mucho por entender sobre “la” ciudad en la que vivimos, sobre todo si nos referimos a ciudades que no sean las más ricas y fuertes de los países del Norte, e incluso si nos referimos a ellas. La ciudad de ayer, la de hoy y la de mañana se entrelazan en nuestras prácticas, nuestras percepciones y nuestros pensamientos. Se podría argumentar que basta con que la historia siga su curso, que la época en la que una ciudad entera podía expresar un proyecto social o religioso, o la visión de un príncipe ya es (casi) cosa del pasado. La ciudad de hoy es plural, multidimensional y los poderes urbanos controlan solo una ínfima parte de su destino. También podríamos decir que su historia no es sino el fruto del azar o por lo menos de una progresión incremental, que entonces se redefine a cada etapa. Pero los desafíos requieren un voluntarismo que, a su vez, requiere una reflexión sobre el futuro. ¿Cómo proceder para pensar la ciudad del mañana en este contexto?

3. Empezar por liberarse de la normalización del pensamiento

La primera etapa del método consiste en liberar el pensamiento urbano, para empezar el pensamiento de los que hacen la ciudad y de los que la analizan, de un proceso de normalización peligroso que, incluso cuando es virtuoso, impide pensar el futuro, ¿por qué? Y, en primer lugar, ¿qué es la normalización?

Se trata de un proceso que afecta los saberes y las practicas que intervienen en la producción y la gestión de las ciudades. Este reposa en la afirmación de la primacía de las normas - a veces hasta el fetichismo-. Este existe igualmente en otros dominios y se inscribe en el movimiento del conjunto de la globalización. En lo que se refiere a lo urbano resulta de la financiación inmobiliaria y en especial del papel creciente de los análisis financieros y gestión de los activos que, más allá de la imposición de criterios de análisis financieros, diseminan una visión estereotipada de la ciudad: “[la] comunidad profesional [de administradores de activos1]… está localizada en el barrio de negocios de una de las metrópolis europeas de rango mundial. Esta inscripción territorial contribuye por hipótesis a naturalizar la prioridad acordada a ciertas actividades y localizaciones consideradas como “metropolitanas”: grandes empresas comerciales o industriales; barrios de negocios y parques de oficinas peri céntricos o también corredores y polos logísticos de envergadura nacional y europea” escriben Antoine Guironnet y Ludovic Albert2

Este proceso opera por medio de tres herramientas principales:

1. Las clasificaciones, o rankings, con todos los dispositivos que permiten producirlos, los indicadores, etc. Las clasificaciones, los sellos de calidad, las calificaciones y los indicadores pueden reunirse en un mismo conjunto. Un aspecto importante es que las clasificaciones funcionan con dimensiones que dan lugar a la producción de criterios a los que se atribuyen indicadores. Sin embargo, eso corresponde a una lectura de la ciudad que acaba siendo normalizadora por necesidad, ya que se busca aplicar los mismos esquemas en todas partes. Por otra parte, además de los problemas relacionados con la ausencia de homogeneidad de las fuentes3 aclaradas por algunos rankings serios como el GPCI4 por más que eso no resuelva los problemas, la mayoría de los criterios son sectoriales (así como una gran parte de las clasificaciones), lo que no facilita las visiones transversales. He visitado (en un paraíso fiscal) un inmueble con la certificación Leed Platinum5 (diseñado de forma ingeniosa para conseguir las notas más altas jugando con las características y el peso de los criterios, lo que presenta algunos límites) que por otra parte podría tener las más duras criticas a nivel urbanístico, social e incluso económico. Este ejemplo ilustra uno de los problemas muy actuales de las grandes consultoras internacionales. Controlan los análisis sectoriales a la perfección, pero sus equipos trabajan en sus sectores respectivos de manera hermética y les cuesta mucho producir análisis transversales y estratégicos.

Las clasificaciones y aún más las calificaciones realizadas por agencias especializadas, sea cual sea su calidad (las más famosas no son necesariamente las más serias), tienen una influencia considerable sobre los flujos de inversión y, desde este punto de vista, la normalización resulta muy restrictiva.

El interés de los sellos (incluso de la clasificación del patrimonio de la humanidad) es que no sólo reflejan las actuaciones como lo hacen las clasificaciones, sino que reflejan también un compromiso con unos valores y/o un método de gestión. A lo largo de los años, hemos podido observar como el plan de gestión iba cobrando cada vez más importancia en los expedientes de candidatura para el patrimonio mundial, lo que requiere un compromiso con la conservación y la valorización del patrimonio por parte de los actores, pero los planes de gestión se parecen y normalizan.

Además, los grandes conceptos internacionales, cuando pasan por la UNESCO o el programa ONU Hábitat, entre otros, conllevan esa dimensión normalizadora: la ciudad creativa o la “ciudad abierta” de Sennett,6 concepto con el que estoy plenamente de acuerdo, no deja de ser una posible herramienta de normalización (por más que no sea la intención de Sennett en absoluto) a partir del momento en el que lo usan y lo difunden las instituciones de la ONU o las grandes ONG.

Los modelos, su fabricación, su circulación. Hay que distinguir varios tipos de modelos:

Por un lado, los modelos generales, la ciudad inteligente, por ejemplo, que se definen de manera bastante teórica y se traducen en normas y, a menudo, también en sellos. Pero los grandes modelos actuales (la ciudad sostenible, la ciudad resiliente, la ciudad inteligente)7 están en movimiento y constituyen temas de investigación, de redefinición, de controversias, lo que resulta difícilmente compatible con el sistema fijo de los sellos.

Por otro lado, las ciudades emblemáticas, por sus logros sectoriales o generales: Singapur, Medellín, Curitiba, Barcelona, Bilbao. Se pueden añadir a la lista las ciudades que no necesitan apoyarse en sus logros para ser emblemáticas (y encabezar algunos rankings), en particular Viena y Zúrich.

¿Hay que añadir a la lista de las ciudades que todo el mundo admira por su éxito o y poderío: Londres, Nueva York, París, Shanghái, Tokio8… y que encabezan numerosas clasificaciones? Estas grandes referencias no funcionan realmente como modelo a imitar: el modelo de Barcelona se ha exportado (con diversos grados de éxito) a América Latina, pero ¿se habría podido exportar el modelo de Londres o el de París? Estas grandes ciudades están, por así decirlo, por encima de los modelos.

Los modelos no surgen de manera espontánea, son el producto de las mismas ciudades que tratan con mayor o menor vigor de imponerse como tales9, y de un mecanismo donde confluyen investigadores (que fueron por ejemplo los voceros eficaces de Barcelona), profesionales del urbanismo y de la arquitectura, periodistas (y grandes revistas, especializadas o no), organizaciones internacionales. Al final llegan las agencias de comunicaciones que lo reducen todo a líneas retóricas y a discursos que “están bien”, es decir discursos que van a complacer a un máximo de personas y escandalizar a un mínimo de ellas: una asociación extremadamente normalizadora entre el lenguaje estereotipado y la fabricación de imágenes, que sean virales de ser posible.

1. Las buenas prácticas, cuando se tratan como algo que tiene que reproducirse tal cual.

Hay muchos ejemplos en el ámbito de la movilidad, a veces con fenómenos de moda: en Francia, el fuerte entusiasmo por el tranvía en los años 80, y más recientemente por los autobuses “de alto nivel de servicio”, los peajes para que los coches acedan al centro de las ciudades o los teleféricos urbanos. El éxito de una buena práctica se debe en gran medida a su descontextualización, lo que no significa necesariamente que sea inadecuada, sino que no precisa un análisis urbano más profundo.

Todo eso estructura un sistema de competencia para atraer los capitales (especialmente las inversiones inmobiliarias), las empresas y los “talentos”.

A veces este sistema funciona de manera paradójica, como ocurre con la star architecture10. Se supone que promueve la originalidad, la innovación e incluso la utopía. Pero, en definitiva, a través de las decenas de agencias implicadas, las publicaciones que contribuyen a la fama mundial de los logros o los premios (y sobre todo el más prestigioso: el premio Pritzker), se ha creado un campo de la star architecture y lo que los arquitectos implicados consideran como la expresión de su originalidad no es, en su mayor parte, que el respecto (y la excelencia dentro de este respecto) de un conjunto de reglas del juego arquitectural a escala mundial en un coctel simple: utilización de tecnologías y materiales de lo más actuales y sofisticados, virtuosidad técnica, carácter espectacular y unicidad del edificio (incluso si la gramática sigue siendo la misma) que deberá tener las calidades que aseguran una amplia publicación y una fuerte atractividad turística, carácter emblemático del proyecto para aquellos que lo solicitan (nadie se imagina pidiendo la casa de té Boa Vista, una de las más bellas realizaciones de Alvaro Siza, (puesto que esta es demasiado banal). La arquitectura de Frank Gerhy (que por otra parte es admirable) es muy representativa de este fenómeno por su habilidad para evitar cualquier tipo de arraigo local o limitarle a elementos anecdóticos.

Algunos objetarán la importancia que se le da a la innovación hoy en día. Pero, para resumir, o bien estamos en una perspectiva schumpeteriana (la destrucción creadora11) y el objetivo es encontrar nuevos productos (o nuevas condiciones de producción) para crear nuevos mercados, lo que no tiene nada que ver con el largo plazo, o bien esperamos que la innovación (esencialmente tecnológica en este caso) aporte soluciones a los problemas que tenemos hoy o en términos actuales. El desafío del transporte público no sólo consiste en encontrar y desarrollar nuevas tecnologías que mejoren su oferta, sino pensar en términos nuevos, con nuevos paradigmas, por ejemplo, tomando en serio el oxímoron: el transporte público individual. Es lo que se debería esperar de la innovación y que esta aporta sigilosamente12.Malas lenguas dijeron que las innovaciones de la Silicon Valley procedían principalmente de jóvenes adultos que trataban de librarse de los pequeños problemas del cotidiano con los que lidiaban sus madres. Es obviamente una exageración… Pero al menos significa que la etiqueta de la innovación no garantiza una visión a largo plazo.

Por lo tanto, existe un sistema de normalización a escala mundial que se aplica al desarrollo de las políticas urbanas, a la gestión y la producción de los objetos y las redes urbanos. Como ya se ha dicho, este sistema recibe el apoyo de las organizaciones internacionales y aún más de las asociaciones de ciudades, las agencias de calificación o de asesoramiento en inversiones, las principales consultoras y, en menor medida, el mundo académico.

4. Los límites de la normalización - incluso si es virtuosa

Podríamos conformarnos con decir que es la expresión del ultraliberalismo globalizado, lo cual no es erróneo, pero sí ampliamente insuficiente. De hecho, los objetivos de la lucha contra el calentamiento global, por el desarrollo sostenible e incluso por el bienestar social y la lucha contra la pobreza también generan indicadores, sellos y clasificaciones -por ejemplo, basados en textos de referencia como la Carta de Aalborg o el Convenio de Aarhus- contribuyen a la normalización. Por lo tanto, la normalización puede tener una versión “virtuosa” que no es anecdótica en absoluto. Incluso añadiría que procurar que evolucionen los criterios de las clasificaciones, sellos, etc., o la selección de las ciudades consideradas como ejemplos, constituye una lucha de gran importancia: este movimiento de “moralización” al menos permite limitar las consecuencias negativas (sobre todo las que están relacionadas con el medio ambiente) del sistema actual de producción de la ciudad. Cuando China pretende estar adoptando el modelo de Singapur, que enfatiza mucho más la dimensión medioambiental, es motivo de celebración13. En fin, la normalización no va necesariamente en una sola dirección, puede servir para justificar y fomentar un urbanismo salvaje especulativo y peligroso para el planeta y sus habitantes o, todo lo contrario.

No obstante, la normalización tiene dos graves inconvenientes. El primero es que descontextualiza. Sin llegar a unirse al “Fuck the context” de Koolhaas, algunos urbanistas dirán con razón que la referencia permanente al contexto y a la contextualización se convierte a veces en un razonamiento a lo fácil. Es cierto que la creación y la gestión de una red de alcantarillado requieren que se tomen en cuenta ciertos elementos contextuales, pero en esencia, los métodos y los problemas que hay que abordar son de la misma naturaleza - aunque no de mismo grado- en todas partes. Se podría decir lo mismo de muchos elementos urbanos. Pero una ciudad existe gracias a las interdependencias entre una gran diversidad de factores técnicos, materiales, climáticos, sociales, culturales, políticos etc. que forman un sistema. Este sistema y su dinámica (a largo plazo) siempre son específicos. Contextualizar significa integrarse en la dinámica de un sistema urbano particular - y todos los sistemas lo son, aunque sus elementos constitutivos sean más o menos similares. Eso implica dar prioridad al análisis transversal donde dominan las lecturas verticales, tanto en el análisis como en la organización de la acción.

En este caso el riesgo es caracterizar el contexto por elementos específicos muy visibles e indiscutibles, pero de una importancia muy relativa: por ejemplo, todo lo que constituye la imagen (o la marca) turística de una ciudad. En una ciudad, lo más importante del contexto no corresponde necesariamente a lo que se incluye en el expediente de candidatura para el patrimonio de la humanidad de la UNESCO.

Una lectura transversal nos obliga a pensar la ciudad como un todo (sin fronteras sectoriales), en particular a pensar conjuntamente lo que Sennett llama la ville (las construcciones y los servicios) y lo que llama la cité, es decir la dimensión social y política.

Quisiera detenerme un momento en el segundo inconveniente porque está relacionado con el tema central de mi argumento: la normalización nos impide pensar el futuro de la ciudad.

5. Pensar el futuro: los límites

Aclaremos el significado de “pensar el futuro”. Algunas ciudades han elaborado programas de acción (usando diversas herramientas de planificación) con el fin de reducir drásticamente sus emisiones de GEI para 2050. Se trata de objetivos que dirigen una serie de acciones definidas a partir de los resultados que deben obtenerse. Que estos programas sean indispensables en el estado actual de nuestros conocimientos no impide que estos piensen el futuro a partir solamente del presente.

El error (y la tentación) es considerar que la importancia del tema implica que este sea decisivo para cualquier otro cambio. En este sentido, algunos estudios dan por sentado que las evoluciones de los estilos de vida dependerán de las actitudes frente a las cuestiones medioambientales. Sin embargo, pueden ser perfectamente influenciadas por reacciones a una cosa totalmente distinta, por ejemplo, la fuerte aparición de nuevas creencias. O que incluso si nos situamos en una grande tendencia de evolución de visiones del mundo, lo que muchos autores dicen ser el caso por la conciencia ecológica, nos encontramos frente a interpretaciones o énfasis inesperados. ¿Quiénes de los que veían hace treinta o cuarenta años montar el poder de la conciencia ecológica, habrían apostado que en 2021 ella se expresaría tan fuertemente por medio de los movimientos animalistas y veganos? Pensar el futuro implica “descentrarse” (y encontrar los métodos para conseguirlo), explorar lo inexplorable, comparar lo incomparable14, pensar tanto a escala micro como macro. Podríamos decir esto de otra manera inspirándose del título del libro del geógrafo David Lowenthal (the past is a foreign country- 1985). En un libro ya antiguo15, Thomas Kuhn revela que una revolución científica es ante todo el cuestionamiento de un sistema de conocimiento y no sólo de uno de sus segmentos, y la aparición de un nuevo paradigma, es decir de una nueva manera de pensar y no solamente la afirmación de una nueva verdad científica que podría ser absorbida por el paradigma dominante. Este razonamiento puede aplicarse a otros campos: pensar el futuro de las ciudades significa intentar crear nuevos paradigmas urbanos y considerar la ciudad como un todo.

Las utopías piensan en términos de totalidades -aunque signifique limitarse a ellas- lo que probablemente resulta imprescindible o inevitable para diseñar algo más allá, ya sea la imagen de una sociedad mejor o de lo que existirá mañana. En este sentido, los detalles que pueden parecer un poco ridículos o inútiles forman parte del proceso en la medida en que ayudan a romper con el presente. Pero al mismo tiempo, estos detalles limitan tres elementos esenciales para proyectarse en el futuro.

El primer elemento es la manera de tratar los fenómenos disruptivos. Puede que la próxima epidemia mate a tres mil millones de seres humanos, que una guerra civil en Estados Unidos altere el equilibrio económico mundial, que en los tres próximos años se descubra la manera de curar las enfermedades degenerativas, que de aquí a diez años los sectores de la energía solar y por hidrógeno hayan avanzado tanto que sepamos producir energía eléctrica renovable en grandes cantidades y almacenarla a bajo coste, etc. Y podemos imaginar muchos más elementos aún más disruptivos en diversos campos. La cuestión consiste en saber cómo tratarlos. Estas rupturas suelen considerarse como problemas que tendremos que afrontar y que requerirán que las ciudades sean resilientes. El patrón elegido siempre es el de la crisis, y los procesos de normalización incluyen ahora evaluaciones de las capacidades de resiliencia frente a una diversidad de crisis, lo que resulta muy útil. La ruptura positiva se piensa con base en el mismo modelo, el de la adaptación y de la reconstitución de un equilibrio siempre cercano al anterior.

No obstante, existe otra manera de considerar los elementos disruptivos: preguntarse lo que pueden aportar de nuevo y cómo pueden provocar encadenamientos imprevistos, lo que no es realmente posible con los dispositivos de normalización (que de manera general no permiten reflexionar mucho sobre los encadenamientos). En otras palabras, estos dispositivos no dejan espacio suficiente para los razonamientos “consecuencialistas”. Estos aparecen cuando, para desarrollar una política pública, crear un servicio, construir instalaciones, carreteras o edificios, se toman en cuenta los efectos (deseados o no) que se van a obtener y no solamente el grado de realización de los objetivos. Cada vez más, los estudios de impacto constituyen una práctica que se va extendiendo y con los que se miden las molestias o los efectos indeseables que pueden surgir. Sin embargo, más allá de los análisis de los estudios de impacto, cada acción urbana genera una diversidad de efectos (aunque sólo se persiga uno de ellos) que a su vez generan otros efectos y sobre todo consecuencias inesperadas, y que acaban afectando otros ámbitos. Por ejemplo, los ascensores provocaron la revalorización de los pisos superiores de los inmuebles, llevando a cambios en las formas de asentamientos y a partir de ahí, cambios en las prácticas de la ciudad.

Así se pueden construir cadenas de relaciones entre fenómenos que ejercen una influencia (cualquiera que sea su naturaleza) los uno sobre los otros. La epidemia de COVID 19 nos ofrece la ocasión de medir lo que puede llegar a ser. En Francia y en otros lugares con el confinamiento y el teletrabajo se aprecia cómo las condiciones de trabajo influencian la elección de alojamiento y que estos últimos interfieren con las practicas que conciernen el aprovisionarse, el ocio, las prácticas culturales, la vida familiar y social. La interrogación precisa de estos vínculos y de la manera como estos funcionan permite de comprender las consecuencias de las innovaciones tecnológicas y de servicios que llevan el desarrollo del teletrabajo y del e-comercio. No podemos pretender explorar centenares de niveles de posibles consecuencias -eso nos obligaría a crear diagramas arborescentes gigantescos-, pero sí podemos introducir en nuestro razonamiento cuestiones más profundas sobre las consecuencias de nuestros actos. Se trata de un ejercicio imprescindible y muy prospectivo para reflexionar sobre los fenómenos disruptivos.

El segundo elemento es la serendipia. A modo de definición, recordemos la anécdota siguiente: en 1928, Alexander Fleming descubre que las placas de Petri, en las que cultivaba estafilococos para estudiar un antibacteriano, han sido contaminadas por error por un hongo: el penicillium. Observa que el estafilococo no se ha desarrollado alrededor del hongo y saca su primera hipótesis sobre los efectos de la “penicilina”. Evidentemente, se puede destacar el papel del azar en el descubrimiento científico, pero también (y lo que es conforme con la teoría del inventor de la palabra: Horace Walpole) el papel de la capacidad del científico (en este caso) o de cualquier otra persona capaz de captar la importancia de una pista que le llevará hacia lo desconocido y luego hacia lo nuevo “conocido”. La serendipia corresponde a la capacidad de crear nuevos encadenamientos a partir de un hecho o una información frutos del azar. Los dispositivos de normalización no permiten eso.

El tercero es más difícil de explicar: se trata de la capacidad de dotarse de márgenes de maniobra al razonar, por ejemplo, dando por resueltos algunos problemas que son irresolubles en la actualidad. Los ejercicios (ucronías) llevados a cabo por algunos historiadores o novelistas (cf. Laurent Binet Civilization16) que consisten en imaginar lo que habría pasado si algunos acontecimientos históricos no hubieran ocurrido y hubieran sido sustituidos por otros, forman parte de este enfoque: dotarse de márgenes de maniobra para poder razonar. Y cuanto más grande la parte de imaginación en este razonamiento -como es el caso cuando se piensa el futuro más significativas deben de ser las márgenes de maniobra. Eso no significa que vayamos a reflexionar sobre cualquier cosa de cualquier manera, sino que añadimos una dosis de “hagamos como si” al razonamiento y que este “hagamos como si” tiene que ser lo suficiente imaginativo y ambicioso. En la actualidad, algunos actores tratan de introducir una dosis de “hagamos como si” en el diseño de las operaciones urbanas usando dispositivos de design thinking, pero esto suele resultar muy superficial (y vagamente poético por ejemplo cuando se decide: “pensemos la operación desde el punto de vista de los pájaros”) y limitado. Los dispositivos de normalización no dejan mucho espacio para el “hagamos como si”.

6. Liberarse de la normalización y movilizar el imaginario

¿Cómo liberarse de las ataduras de la normalización y procurar que se desarrolle una reflexión sobre el futuro? Tenemos tres alternativas.

La primera consiste en conceder un nuevo estatuto a las señales débiles y las prácticas innovadoras. Es cierto que domina una especie de pragmatismo que nos lleva a considerar las señales débiles como herramientas de anticipación y a tratar las prácticas innovadoras desde el punto de vista de su eficacia o de su posible reproducción. Pero las preguntas correctas son más bien las siguientes: ¿Qué nos enseñan? ¿Por qué y de qué son las señales? ¿Qué nuevos encadenamientos podemos imaginar con base a lo que nos dicen? Un ejemplo: gracias a unas encuestas que hicimos en Île-de-France (la región de París) después del confinamiento, hemos podido observar dos fenómenos: el primero es un profundo rechazo del transporte público (bastante independiente del interés por la bicicleta, que es real, pero que conviene matizar), el segundo es la reducción de la percepción de los territorios a los espacios frecuentados cotidianamente: un año antes, el mismo tipo de población manifestaba una percepción de territorios amplios -por más que no los frecuentara- y emitía un juicio sobre ellos, cuando hoy sólo percibe el espacio de los desplazamientos cotidianos. Podemos considerar que todo eso se debe a la coyuntura COVID y que volveremos al estado anterior a través de un movimiento que podríamos llamar, con razón o sin ella, la resiliencia y vendremos al estado anterior. Pero si admitimos que hay algo más que la coyuntura, hay que transformar la observación en un razonamiento necesariamente orientado hacia el futuro y convertirlo en una señal débil porque es poco visible y seguramente esté intensificado por la coyuntura. Esto plantea cuestiones de método. ¿Cómo logramos que “hablen” las señales débiles y las prácticas innovadoras? La banalización, la exaltación o la indiferencia limitan las herramientas disponibles para conseguirlo y las lecturas que dominan son superficiales. Otro ejemplo muestra la importancia de un proceso interpretativo que reposa sobre cuestionamientos sucesivos.

El alcalde de una pequeña ciudad de la periferia de París había encargado un estudio urbanístico expresando su confusión porque la gente se quejaba de la falta de espacios verdes en el municipio cuando, al contrario, los datos objetivos mostraban la presencia de muchos espacios verdes. La encuesta nos permitió entender que para los habitantes el problema no era proteger los espacios verdes, sino impedir la construcción. Este municipio popular había acogido a habitantes de todas partes, y en particular de todos los territorios franceses de ultramar. Esta sociedad vivía en harmonía con muchas asociaciones y equipamientos satisfactorios: temían que la llegada de nuevas poblaciones comprometiera este equilibrio. Asimismo, puede que una señal débil o una práctica innovadora nos cuenten menos acerca de sí misma que acerca de otra cosa que queda por encontrar. Por eso son tan importantes el método y, dentro de él, la movilización del imaginario, de los imaginarios.

Esta movilización de los imaginarios constituye uno de los desafíos de la reflexión sobre futuro de las ciudades. Pero, como ya se ha mencionado, los métodos empleados en la actualidad suelen ser demasiado poco ambiciosos y muy limitados (ese es a menudo el caso del design thinking mencionado anteriormente, al menos cuando se aplica a problemas limitados y pequeños propósitos). Por otro lado, los diseñadores de la ciudad -cuando pueden pensar el futuro, lo que es raro, pero puede ocurrir (como en el taller del Gran París)- fabrican imágenes que pueden llegar a llamar utopía pero que no lo son, precisamente porque no se basan en una visión global de la sociedad. No obstante, la capacidad que tiene una imagen de explorar el futuro no se parece en absoluto a la de una utopía (por más discutible que sea). En muchos países, y sobre todo desde que Richard Florida y algunos más han convencido parte de los responsables de que los artistas son buenos para la economía, nos conformamos con la intervención de los artistas. Es un error. Aunque necesitemos a los artistas, necesitamos la movilización del imaginario (y a lo mejor aún más de la imaginación17); pensar la ciudad de mañana no sólo requiere la intervención de los artistas. La capacidad de los técnicos o de los políticos, por no nombrarlos si no a ellos, de transformar su imaginario urbano se encuentra igualmente cuestionado. Formulemos la hipótesis: existiría un imaginario urbano de la ciudad del mañana, más precisamente un conjunto constituido alrededor de esta temática en el imaginario o más probablemente en los imaginarios (la de las culturas o grupos), pero el trabajo de la imaginación para hacerlos vivir estaría averiado. Es particularmente sobre esta vía que nos llevan ciertos trabajos sobre la ciencia ficción18 lo cual queda por explorar.

La contrapartida de esta movilización del imaginario es la capacidad de forjar nuevos conceptos, no en el sentido empleado por el marketing sino en el sentido científico, o quizá deberíamos usar la palabra paradigmas, es decir nuevos marcos de razonamiento. El oxímoron mencionado antes, el transporte público individual, no ha sido inventado con el único objetivo de crear una idea original. Se basa en un planteamiento que requiere algunas explicaciones: en las metrópolis (y en otras partes) se pueden observar los fuertes fenómenos de desincronización y de dispersión: la gente vive a ritmos distintos y los recorridos se van diversificando muy rápido, por lo que el sistema de grandes conductos que transportan flujos enormes de pasajeros quizá ya no sea la solución adecuada. Además, los procesos de individualización de modos de vida y de individualismo en las interacciones con los demás favorece los medios de transporte individuales. Por otra parte, el uso generalizado del modo de transporte individual por excelencia, el automóvil, crea problemas inextricables. Podemos tratar de resolver estas contradicciones en el marco del sistema existente y considerar que el metro automático es el modo de transporte del siglo XXI, aunque, como bien dice Georges Amar (antiguo responsable de la prospectiva en la RATP19) es el punto de excelencia del transporte del siglo XX y entonces del sistema existente. O podemos considerar que hay que cambiar el propio pensamiento, así como la noción de transportes públicos, inventando herramientas conceptuales de ruptura como es el caso de “transporte público individual”. Vemos como en este argumento vuelven las ideas de Thomas Khun mencionadas antes. Este contexto también requiere el desarrollo de herramientas que incluyen la fabricación de oxímoron, que es incluso una excelente herramienta de trabajo.

Generalmente, la contradicción ofrece un buen método de trabajo. Preguntémonos lo que la ciudad de hoy no es, y esto nos ayudará a pensar la ciudad del mañana. Y justamente, una vez pasadas las afirmaciones muy generales (esta no es exclusiva) o muy sectorial (ella no ahorra su espacio) se encuentra rápidamente sin ideas (de la imaginación o de la ciencia) para decir lo que ella no es. En las situaciones catastróficas (Lagos, Daka, Beyrouth en 2021) se identifican rápidamente lo que falta, pero transformar esto es una definición más general de lo que no es la ciudad sigue siendo difícil.

Entonces, ¿por qué no llevamos la paradoja al extremo? En su “catastrofismo iluminado”, Jean-Pierre Dupuy20 afirma que hay que suponer que la catástrofe va a ocurrir para poder imaginar las maneras de evitarla. François Asher21 objeta que, al contrario, la mejor manera de poder inventar soluciones novedosas es convenciéndonos de que vamos a impedir la catástrofe. En la misma perspectiva, ¿no convendría dotarnos de un margen de maniobra radical haciendo como si el desafío energético, climático y medioambiental no existiera? Si tuviéramos que imaginar el futuro sin tomar en cuenta este problema, ¿qué diríamos? ¿Cuáles serían los otros factores que consideraríamos de gran importancia?

7. Una cuestión de actores

Salir de la normalización, incluso si es virtuosa, para construir las herramientas de un pensamiento del futuro es una cuestión intelectual, pero ante todo es una cuestión de actores.

Sin entrar en detalles, las posiciones que contribuyen a la reflexión sobre la ciudad de mañana son muy diversas.

  1. Los planificadores de la ciudad heredan a menudo de la responsabilidad institucional. Pero su papel principal consiste en la previsión y, más raramente, en el desarrollo de estrategias. Suelen depender de los gobiernos locales, lo que les obliga a trabajar dentro de los límites del proyecto que se les ha encargado, que suele ser muy sectorial, y en consecuencia exploran el futuro de manera supuestamente muy realista pero también muy limitada.

  2. Los profesionales de la prospectiva. Ellos también trabajan para clientes (en particular para empresas), lo que los lleva a centrarse esencialmente en los intereses de sus clientes. Hoy en día, los estados ya no suelen mantener grandes organismos de prospectiva encargados de contemplar las posibles evoluciones de la sociedad. Los organismos privados independientes que lo hacen también escasean cada vez más e incluso vemos que existe una verdadera crisis de la prospectiva como cuerpo de conocimiento y en particular de sus métodos. Hace unas décadas, existía un consenso sobre el método de los escenarios de futuro o de los dispositivos Delphi. Hoy se usan más bien para idear soluciones inmediatas que para pensar el futuro.

  3. Los futurólogos sólo pueden trabajar en el contexto de las grandes fundaciones y de los organismos independientes. A veces se sitúan en los márgenes del mundo académico. Podemos mencionar a Toffler22 , típicamente un gran futurólogo, y a Jeremy Rifkin que también podría considerarse como futurólogo y que aparte es un analista del presente bastante inspirado que se sitúa a caballo entre el periodismo y la investigación. Esta especialidad sigue teniendo mucho más peso en Estados Unidos y, en los países (como Francia) que siempre han tenido una visión negativa de los futurólogos, a lo mejor deberíamos interrogarnos sobre lo que esta postura tiene de positivo.

  4. El futurólogo asusta, y con razón porque se convierte muy fácilmente en profeta. Y los responsables políticos son muy sensibles a los profetas. Florida, que por otra parte es un productor intelectual (investigador o no) talentoso e interesante, ha tenido éxito en su carrera haciendo de profeta - lo que también ha jugado en su contra. Existen otros, más discretos, que actúan en muchos lugares y que no sólo perjudican la investigación, sino que tienden a sustituir las políticas públicas por eslóganes.

  5. Los investigadores se centran más en la innovación y la experimentación o en el análisis de lo existente, aunque estoy convencido de que hay que implicar a los investigadores para que la reflexión sobre el futuro recupere su autonomía y su vigor.

  6. El papel de la inteligencia colectiva constituye un tema central y genera diversas interpretaciones. Algunos ven en ella un alegato a favor del método bottom up: los habitantes, a través de mecanismos participativos, piensan el futuro de la ciudad. Es una idea atractiva pero que conviene matizar. Cuando se trabaja con los habitantes o que se les entrevista para establecer un diagnóstico compartido, o sea para producir conocimiento, se descubren muchas cosas. Por eso mismo son tan importantes los procesos de participación ciudadana. Los habitantes suelen tener las ideas claras (aunque a veces contradictorias) sobre lo que no va bien y lo que no quieren. Definen sus deseos dentro de los límites de lo que saben, que ya limita considerablemente, y son aún más impotentes que los especialistas o los artistas para pensar en lo que todavía no existe porque no cuentan con los métodos adecuados.

  7. Esto no impide darle una importancia decisiva a la inteligencia colectiva para pensar la ciudad de mañana, pero esta inteligencia colectiva no surge de manera espontánea, sino que se organiza. Para pensar la ciudad de mañana, hay que ser capaces de movilizar especialidades y enfoques muy diferentes y hacer que entren en conflicto. También es necesario estar cerca de la realidad de diferentes ciudades, en su contexto y sus especificidades, manteniendo suficiente distancia como para tener una visión de conjunto.

Para cumplir este objetivo, hay que crear y estabilizar las grandes redes de intercambio. El IPCC23 es el ejemplo mismo de una estructura mundial capaz de producir inteligencia colectiva (quizá no dentro de un modelo muy romántico, pero olvidémonos del romanticismo) con una productividad excepcional y una capacidad de influencia muy por debajo de lo deseable pero que, si uno lo piensa, es bastante superior a lo que podíamos esperar - o temer.

8. Conclusión

Así se ve que un proceso de normalización poderoso, y que puede desde ciertos puntos de vista (particularmente en los dominios técnicos) representar interés, contribuye ampliamente al bloqueo de un pensamiento de la ciudad capaz de proyectarse al mañana dándose las libertades con los marcos impuestos en el presente e integrando fuertemente la incertidumbre. Liberarse de esa normalización supone estimular particularmente la imaginación para transformar el imaginario de la ciudad.

Pensar el futuro, en lo que nos concierne, el de las ciudades de la segunda revolución urbana que comienza, no es solo una cuestión de método puesto que las relaciones con el futuro se construyen en el corazón de las culturas y de caracteres de lo más antropológicos con nuestra relación al mundo, así como las relaciones con el pasado.

Sin embargo, el método puede por lo menos liberar el pensamiento. Por lo cual progresar en el pensamiento de la ciudad del futuro comienza por la construcción de un enfoque y los intercambios que puede organizar. Para ello, se necesitan actores, investigadores, profesionales e instituciones dedicadas y que trabajen en red.

Bibliografía

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[8] Toffler, A., La troisième vague, Ed. Denoël. France, 1984 [1980]. [ Links ]

1Operando en Francia

2 Antoine Guironnet, Ludovic Albert (2018) «Produire la ville pour les marchés financier» in Espaces et sociétés N°174 Financer la ville, les mutations des circuits de production du logement , p.22

3Por una parte, los sistemas estadísticos oficiales usados son diferentes, ya sea por sus características o su nivel de calidad, y por otra, se emplean otros datos que a veces resultan impreciso o muy subjetivos.

4Global Power City Index, realizado por el Instituto de Estrategias Urbanas (Institute for Urban Strategies) de la fundación Mori Memorial (Japón).

5Leadership in Energy and Environmental Design. Cette certification écologique pour les bâtiments à été créée aux USA en 2000. Platinium est le plus haut niveau possible.

6Sennett, Richard. The open city. Routledge, 2017.

7La lista podría extenderse, por ejemplo, con la ciudad inclusiva, cuyo éxito parece menor y otras calificaciones, en particular la de “ciudad creativa” más parcial que abarca menos.

8En Asia, Hong Kong, Taipéi, Tokio, Seúl, Shanghái, Pekín y algunas otras forman parte de las grandes referencias, pero el modelo es Singapur.

9Pocas veces por placer, sino más bien para exportar sus conocimientos (y sus empresas) o atraer turistas y actividades (el caso típico de Dubái).

10Nadia Alaily-Mattar, Davide Ponzini, Alain THierstein eds. (2020). About star architecture: reflecting on Européean cities. Springer.

11Joseph Schumpeter (1990 [1943]) Capitalisme, socialisme, démocratie Editions Payot et Rivages

12Se distingue habitualmente (en particular desde los trabajos de Clayton Christensen) innovación de ruptura e innovación incremental. Pero esta distinción visualiza esencialmente lo que se produce en el mercado. Aquí se trata de una ruptura muy especifica que es la ruptura del pensamiento.

13 Curien Rémi (2017), «Singapour modèle de développement urbain (durable ?) en Chine» Perspectives chinoises [en ligne], p.27-37 mis en ligne 01/03/2017 http://journals.openedition.org/perspectiveschinoises/7596

14Dans Comparer l’incomparable (Seuil 2000, réédit. 2009) Marcel Détienne montre l’intérêt de la démarche qui consiste à trouver les questions qui rendront possible la comparaison de l’incomparable.

15Thomas S. Kuhn (1972 [1962]) La structure des révolutions scientifiques Flammarion

16Laurent Binet, 2019, Civilization, Grasset. Tras una sucesión de circunstancias (incluida la muerte de todos los participantes en la expedición de Cristóbal Colón), los incas se hacen con el control de parte de Europa y lo que deriva de aquello.

17Lo imaginario es un dominio que se opone a lo real pero no como lo virtual, es decir, como otra modalidad del mismo universo, sino como otro universo no sujeto a las mismas reglas. La imaginación es la capacidad de actuar en lo imaginario o de producir lo imaginario. Puedo refugiarme en lo imaginario sin tener imaginación, por ejemplo, a través de películas o novelas. Por el contrario, el artista utiliza su imaginación para trabajar en lo imaginario.

18Yannick Rumpala (2016) « Science fiction, spéculations écologiques et éthique du futur » Revue française d’éthique appliquée N°2, Eres.

19La Régie autonome des transports parisiens (RATP), es el organismo público que comparte con la Société des chemins de fer (SNCF) la explotación de la casi totalidad de los transportes públicos del área metropolitana de París.

20Jean-Pierre Dupuy Pour un catastrophisme éclairé. Quand l’impossible est certainParis, Seuil, 2002

21François Ascher Examen clinique (lettre N°15: optimisme pour soi, optimisme pour la société), Aube 2007

22Alvin Toffler (1971 [1970]) Le choc du futur, Denoël ; (1984 [1980]) La troisième vague Denoël

23Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés)

A. Bourdin, es profesor universitario, sociólogo y urbanista. Dirige la Revista International de Urbanismo (Riurba review) y dirige el programa de investigación Coubertin sobre la producción de equipamiento olímpico para París 2024. Últimos libros publicados: De la vivienda a la ciudad, lo que prefieren los habitantes (con Pauline Silvestre, 2021), la Acción pública urbana frente a los cambios sociales, (con Joël Idt y Michel Casteigts, 2020), Faire centre (2019).ORCID: 0000-0002-0112-7666

How to cite: Bourdin, A. Liberarse de la normalización para pensar la ciudad del mañana. Boletín de Ciencias de la Tierra. 50, pp. 46-53, Febrero 2021 - Agosto 2021

Recibido: 21 de Mayo de 2021; Revisado: 22 de Julio de 2021; Aprobado: 11 de Agosto de 2021

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