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Theologica Xaveriana

versión impresa ISSN 0120-3649

Theol. Xave. v.57 n.164 Bogotá oct./dic. 2007

 

EDITORIAL


En los últimos días, se han ubicado 4.000 fosas comunes de asesinados en el mapa de terror del país. Fácilmente pueden ascender a 8.000. Miles de familias campeon sinas son las víctimas sin voz. Si a esto se suman 2'500.000 desplazados que lo perdieron todo, 500.000 refugiados de Colombia en los países vecinos, 2.000 secuestrados en la actualidad, sin contar desaparecidos, ejecuciones ex-trajudiciales, falsos positivos y muertos fuera y en combate, las cifras de la violencia aparecen intolerables frente a la aceptación silenciosa de la mayoría. Por otra parte, si señalamos la situación de 18'000.000 de colombianos pobres y de 6'000.000 de indigentes, agravada por la inequidad estructural que ha permanecido inalterable en el país en los últimos quince años, nos enfrentamos con un tremendo reto en la construcción de la paz y de la justicia.

Es necesario recordar, analizar y fijar metas, de acuerdo con lo que la fe cristiana tiene que proponer hoy al respecto, como señalamiento a la miseria y a la violencia y como proyecto para edificar la paz y la justicia. Este año de 2007 es tiempo y antesala de conmemoraciones: se cumplen, por un lado, cuarenta años de la Populorum progressio, encíclica que analiza y se compromete con el desarrollo equitativo y la paz en el mundo. Está por celebrarse el aniversario de la II Conferencia del Celam en Medellín, en la que la Iglesia de América Latina expresó una conciencia profunda de reflexión y acción frente a la problemática social del subcontinente y marcó una nueva pauta para toda la Iglesia en ese sentido. La V Conferencia del Celam, realizada este año en Aparecida, es el último hito de estas reflexiones de la Iglesia.

El horizonte, el eje y la meta de la paz y la justicia es Jesús encarnado, Palabra de Dios hecha acción para la creación de una nueva humanidad justa y en paz. Dios es amor, comunidad, comunión y diálogo. Su Palabra, sólo puede leerse desde el amor. Toda la creación es expresión y fruto del amor. Y cuando nuestro Dios habla a la creación y a la humanidad, se encarna, asume solidariamente en todo -menos en el pecado- la naturaleza humana y su entorno natural. La Palabra se hizo carne y puso su tienda de campaña entre nosotros.

La acción de Jesucristo, su vida, es la Buena Noticia de la ternura, de la compasión, de la solidaridad sin límites. Dios lo envió para realizar la liberación de todas cadenas -odio, división, discriminación, injusticia y guerras- y para crear una nueva humanidad en la comunión y la participación en la que todos tengan un lugar de preferencia. Y sobre todo, en el sufrimiento de la pasión, Jesús se solidariza con todo el dolor humano para transformarlo en vida convirtiéndose en don. Él es nuestra paz y destruye el muro del odio; se convierte en reconciliación en la raíz de las relaciones humanas.

El acontecimiento de salvación manifestado en el Concilio Vaticano II abre a la Iglesia y enfoca su vitalidad hacia el mundo. Lee los signos de los tiempos y desde allí se quiere convertir en luz ante un mundo injusto y dividido. Se inicia así un nuevo recorrido de anuncio y compromiso con la justicia y con la paz. La Populorum progressio centra su propuesta en la dignidad de la persona, en sus derechos y responsabilidades; y presenta su concepción de "desarrollo integral", que hoy es asumida por los más significativos organismos internacionales. Llama a este desarrollo el nuevo nombre de la paz.

En América Latina, el impulso conciliar se traduce en una profunda reflexión, análisis y acción de sus iglesias. Y sobre todo, a partir de las últimas cuatro conferencias generales del Celam, afianza desde diversos ángulos su compromiso con la edificación de la justicia y de la paz. El punto de partida desde la fe son los grupos y sociedades del continente y señala desde ellas la realidad del pecado que crece en la injusticia y la exclusión. Se genera una profunda conciencia social acerca de la discriminación y la violencia estructural. Se hace una opción preferencial por los pobres y se plantea la necesidad de superar, por medio de la paz, la división de clases, los enfrentamientos internacionales y las diferencias entre los países del continente. La paz se presenta como fruto de la justicia y del amor.

Una segunda línea de las conferencias del Celam se refiere al anuncio de la Iglesia, a la necesidad de evangelizar mirando siempre los rostros adoloridos de Cristo en los que sufren. Se señala que en la evangelización y en el trabajo de promoción humana se deben incorporar las culturas que a su vez tienen que iluminarse por los significados de la solidaridad y del amor. La Iglesia evange-lizadora debe renovarse reforzando sus procesos de comunión y participación como gran signo ante los demás.

En las últimas conferencias se reafirma la opción preferencial por los pobres y la inclusión de las minorías étnicas. Se toma conciencia nueva del medio ambiente. Se hace énfasis en la necesidad de desarrollar una evan-gelización nueva, en métodos, esfuerzos y metas, que sea fruto de una renovación eclesial. Este punto se profundiza en Aparecida, que se centra en el imperativo de una conversión dentro de la vivencia de los que anuncian el mensaje de la salvación en Cristo, para contribuir en la nueva creación de la justicia y de la paz.

Es importante anotar que en todo este proceso se quiere operacionalizar la acción por medio del fortalecimiento de la pastoral social en sus diversas instancias, por el impulso a las comisiones de Justicia y Paz y por la participación de centros o instancias de reflexión ante la realidad social, política y cultural.

Cuando se vuelve a considerar la realidad colombiana que nos apremia con su urgencia -como decíamos al comienzo-, encontramos reflexiones y acciones importantes desde la fe que deben coordinarse y actualizarse para responder más efectivamente al momento de hoy.

La presentación de este número de la revista Theologica Xaveriana quiere contribuir a la reflexión de todo este proceso y a la presentación de casos en los que se proponen análisis y caminos concretos, frente a las víctimas y para la inclusión social, en las dimensiones de la construcción de la paz y de justicia. Ésta, como muchas otras coyunturas de la Iglesia en América Latina, es un tiempo de gracia para hacer visible el rostro luminoso de Cristo, nuestra paz y encarnación del proceso de liberación integral de los hombres y mujeres que tanto esperan de la Iglesia.

Gabriel Izquierdo Maldonado, S.J.
Asesor General de Proyectos
Instituto Pensar

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