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Theologica Xaveriana

versión impresa ISSN 0120-3649

Theol. Xave. v.58 n.165 Bogotá ene./jun. 2008

 

EL DINAMISMO DE LOS JUICIOS DE VALOR EN LA AUTOTRASCENDENCIA MORAL*

THE DYNAMICS OF JUDGMENTS OF VALUES IN MORAL AUTOTRANSCENDENCE

O DINAMISMO DOS JUÍZOS DE VALOR NA AUTO TRANSCENDÊNCIA MORAL

Germán Neira F., S.J.**


* El presente artículo es producto del proyecto de investigación titulado "La religión popular como narración de sentido común en el drama de la vida", registrado con el código PUJ 00000141 por el Grupo de Investigación Cosmópolis de la Universidad Javeriana. Comienzo: agosto de 2001. Terminación: septiembre de 2005.
** Licenciado (ecl.) en Filosofía por el Istituto Filosofico Alosiano (Gallarate, Italia, 1964); Licenciado en Filosofía y Letras por la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, 1971); Licenciado (ecl.) en Teología por la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, 1971); Máster en Antropología Social por la Universidad Iberoamericana (México, D.F., 1976); Doctor en Teología por la Pontificia Universidad Javeriana (Bogotá, 2005); profesor de Teología en la Facultad de Teología de la Universidad Javeriana; miembro del grupo de investigación "Cosmópolis" de la misma Facultad. Correo electrónico: gerneira@javeriana.edu.co.

Fecha de recibo: 28 de mayo de 2007. Fecha de evaluación: 30 de julio de 2007. Fecha de aprobación: 12 de marzo de 2008.


Resumen

Presento un aspecto del método de la teología moral que se refiere al dinamismo de los juicios de valor en el proceso de decidir. Al propósito actual de buscar por consenso ciertos mínimos de moral, como base común para dialogar sobre la responsabilidad moral social, Bernard Lonergan explicita los dinamismos básicos del actuar humano que, siendo comunes a todos, posibiliten ese camino de autenticidad y realización moral positiva que buscamos. Nos encontramos en el campo existencial de las decisiones. En un artículo anterior (Theologica Xaveriana, 55/3, 463-476) expuse el dinamismo de los sentimientos y los valores como constitutivo de la moralidad. Complemento ahora ese mismo tema con el dinamismo de los juicios de valor en el proceso de decisión y de autotrascendencia moral.

Palabras clave: Método, teología, moral, autotrascendencia, valor, juicios.


Abstract

The author presents an aspect of moral theology that deals with the dynamics of the judgment of values in the process of taking decisions. In the present purpose of seeking a common consense about minimal values, as a common basis for the dialogue about moral social responsibility, Bernard Lonergan makes explicit the basic dynamics of human behaviour which, being common to all, should make possible a way of authenticity and positive moral realization that we seek. We find ourselves in the existential field of decisions. In a previous paper (Theologica Xaveriana 55/3, 463-476) the author exposed the dynamics of feelings and values as constituent of morality. As a complement, he deals now with the dynamics of the judgment of values in the process of taking decisions and of moral autotranscendence.

Key words: Method, theology, morals, autotranscendence, values, judgments.


Resumo

Apresento um aspecto do método da da teologia moral que se refere ao dinamismo dos juízos de valor no processo da decisão ao propósito atual de procurar por aprovação certos mínimos de moral social, Bernard Lonergan fala sobre os básicos do ser humano que sendo comum a todos possibilitam o caminho de autenticidade e relação moral positiva que nós procuramos. Então encontramos no campo existencial das decisões no artigo passado (Theologica Xaveriana, 55/3, 463-476) onde eu expus o dinamismo dos sentimentos; e os valores constituitivos. Agora neste texto eu faço o complementa do tema com o dinamismo dos juízos de valor no processo de decisão e a auto-transcendência moral.

Palavras Chave: Método, teologia, auto-transcendência valor, juízos.


DOS DINAMISMOS HUMANOS: INTENCIONAL Y EXISTENCIAL

En la vida humana hay dos dinamismos que dan razón de las posibilidades de desarrollo y progreso de las personas y las comunidades. El único ser en el mundo que ha ido progresando a través de los siglos es la persona humana. Y el progreso tiene un operador: las preguntas.

Nos hacemos una primera serie de preguntas cuando queremos entender: ¿Qué es? ¿Cómo es? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Cuándo? ¿Cómo? ¿Dónde? Y en la medida en que vamos entendiendo, vamos respondiendo. Nos hacemos preguntas cuando queremos constatar si algo es real o no: ¿Es eso así? ¿Es eso cierto? ¿Es eso verdad? ¿Es eso real o no? En las respuestas vamos haciendo afirmaciones sobre lo que consideramos real y lo que consideramos imaginario o fantasioso. Este primer dinamismo humano, el de las preguntas que se orientan a conocer y a hacer juicios de hecho, lo podemos llamar "dinamismo intencional", pues tiende (intendit) a obtener una respuesta y a conocer.

Nos hacemos una segunda serie de preguntas sobre lo que vale la pena: esto que estoy haciendo, ¿vale la pena? ¿Es algo bueno y valioso realmente? ¿Sólo es bueno en apariencia? ¿Vale la pena dedicarle esfuerzos y sacrificios? Son las preguntas que nos van llevando al compromiso y a la responsabilidad. Nos encontramos en el ámbito de los valores y de las decisiones que ordinariamente llamamos "existencial", pues compromete el sentido de la existencia.

Este artículo complementa otro publicado antes en Theologica Xaveriana, que se refería al dinamismo de los sentimientos en el proceso humano constitutivo de la moralidad.1 La autotrascedencia moral se refiere a la segunda serie de preguntas, a lo que vale o no vale la pena, a lo que compromete la orientación de mi vida y la realización de lo que considero realmente valioso. Se trata de la respuesta que voy elaborando existencialmente a la pregunta de qué quiero hacer yo de mi propia vida y de la vida de las personas que me rodean. Nos encontramos en el campo de lo existencial, de la responsabilidad, del sentido de la vida.

Cuando entramos en el campo de las decisiones nos asomamos al horizonte de la libertad humana, de la comprensión de los sentimientos que se orientan hacia valores reales. También aparece como posibilidad el peligro de equivocarse en las decisiones, por caprichos, desviaciones psicológicas, sentimientos no bien orientados, o búsqueda de valores aparentes. Por eso, es muy importante identificar, en la toma de decisiones, el dinamismo humano de los sentimientos y de los juicios de valor.

Al intentar aclararme a mí mismo estos dinamismos, me encontré con los planteamientos del filósofo y teólogo canandiense Bernard Lonergan, S.J. (1904-1984+), quien ofrece en varias de sus obras un método de análisis de las operaciones humanas que nos permite una mejor autoapropiación y orientación de esas mismas operaciones, en tal forma que nuestra vida se pueda mover en la dirección de la autenticidad humana y del progreso.

Me pareció que el modelo propuesto por Lonergan para comprender y orientar el dinamismo de los sentimientos y de los valores en los procesos de decisión humanos es iluminador para una toma de conciencia de las propias operaciones, y para orientarlas en el sentido de un desarrollo auténtico.

En este artículo presento el dinamismo de la autotrascendencia moral y su concreción en el proceso de elaboración de los juicios de valor. Creo que este tema es pertinente para una toma conciencia de los dinamismos que entran en la constitución del proceso moral humano.

LA AUTOTRASCENDENCIA COMO DINAMISMO DE AUTENTICIDAD HUMANO

El sujeto existencial

Cuando se habla de autotrascendencia (self-trascendence) es necesario hablar en primer lugar del sujeto (la persona humana), que es la que se auto-trasciende. Para Lonergan, el sujeto es, básicamente, un operador.2 Se dan diferentes niveles de operaciones sucesivas e interrelacionadas entre sí en un proceso de integración dinámica:

  • El primer nivel es el empírico, en el que tenemos sensaciones, percibimos, imaginamos, sentimos, hablamos. Podemos hablar aquí del sujeto experiencial.

  • En el nivel intelectual (segundo nivel), preguntamos, llegamos a entender, expresamos lo que hemos entendido, y elaboramos los presupuestos e implicaciones de nuestra expresion. Tenemos al sujeto intelectual (inteligente).

  • En el nivel racional (tercer nivel), reflexionamos, ordenamos nuestras evidencias, hacemos juicios sobre la verdad o falsedad de una afirmación, o sobre su certeza o probabilidad. Tenemos al sujeto racional.

  • En el nivel responsable (cuarto nivel) nos interesamos por nosotros mismos y nos hacemos la pregunta de "qué quiero yo hacer de mí mismo en mi vida"; nos interesamos por nuestras operaciones, por nuestras metas, y deliberamos acerca de los posibles caminos de acción, evaluamos, decidimos, hacemos nuestras decisiones, y actuamos. Nos encontramos ante el sujeto responsable o sujeto existencial.

El sujeto existencial3 pasa de ser un conocedor (knower) a ser un hacedor (doer): delibera, evalúa, escoge, actúa. Este hacer afecta y cambia el mundo de los objetos, pero también afecta y cambia al mismo sujeto en su operación, porque su hacer es libre y responsable: nos encontramos en el campo de la realidad moral que construye o destruye el carácter, que lleva a la realización o al fracaso de la personalidad. El sujeto existencial se ubica en el nivel superior de operación humana (el nivel de la libertad y la responsabilidad), que integra y eleva los niveles precedentes.4

Este proceso de elevación de la operación humana, en el cual los niveles de conciencia, distintos y relacionados entre sí, se van integrando hasta llegar al nivel superior, nos hace caer en cuenta de que somos sujetos, si se puede decir así, por grados o niveles (se trata de una metáfora), hasta llegar al último nivel (top level).5 En el nivel más bajo, en la inconciencia del sueño o de un estado de coma, somos tan sólo sujetos potenciales.

Tenemos un grado mínimo de conciencia y subjetividad cuando tenemos sueños en la noche (el consciente se asoma al inconsciente). Nos convertimos en sujetos experienciales cuando nos despertamos, cuando nos convertimos en sujetos de percepciones lúcidas, de proyectos imaginativos, de impulsos emocionales y acción corporal. El sujeto inteligente eleva (sublates) la experiencia (la retiene, la conserva, va más allá de ella, la completa); esto sucede cuando nos preguntamos acerca de nuestra experiencia, investigamos y crecemos en comprensión (entender). Cuando el sujeto racional eleva al sujeto experiencial y al sujeto inteligente, cuestionamos nuestro propio entender, revisamos nuestras formulaciones y expresiones, juzgamos si esto es así o no es así.

Por último, la conciencia racional es elevada por la auto-conciencia racional, cuando deliberamos, evaluamos, decidimos y actuamos: nos encontramos ante la emergencia del último nivel (top level) de la conciencia humana: el nivel del sujeto existencial que se pregunta por lo que es verdaderamente valioso y bueno, y lo quiere realizar responsablemente en su propia vida, en la sociedad y en el mundo en que vive.

La autotrascendencia (self-trascendence)

La autotrascendencia es posible en la medida en que uno vive en el mundo y tiene un horizonte, y en la medida en que uno no está totalmente bloqueado (locked up) dentro de sí mismo, como lo puede estar un vegetal. En la persona humana se dan pasos iniciales en esta liberación o trascendencia:

  • El primero, que compartimos con los animales superiores, es la sensorialidad (sensitivity); los sentidos nos sacan del encerramiento en nosotros mismos y nos ponen en relación con lo que nos rodea; sin embargo, quedamos confinados a nuestro habitat espacio-temporal, en el mundo de lo que perciben nuestros sentidos (ver, oir, tocar).6

  • Un segundo paso de liberación es ir más allá de nuestra sensorialidad (del ámbito de los sentidos) a través de nuestras preguntas: preguntarse es irrestricto, es siempre abierto, pues nos podemos preguntar por el sentido de cualquier cosa.7 Las preguntas para la inteligencia (qué, cuándo, cómo, por qué) nos llevan a conocer.

La autotrascendencia es posible en la medida en que uno no está totalmente centrado en sí mismo.8 En general, trascendencia significa ir más allá, ir a través y más allá; se opone al auto-centramiento que impide ir más allá y recorta las posibilidades de desarrollo auténtico de las operaciones (experimentar, entender, juzgar, decidir, amar).

Sin embargo, la verdadera autotrascendencia se verifica cuando nos preguntamos sobre lo que existe realmente (preguntas para la inteligencia racional), que nos lleva a afirmar lo que es real, lo que existe independientemente de que nosotros lo pensemos y entendamos. En esta forma, llegamos a la objetividad de la verdad, cuyo criterio es la existencia de un virtual incondicionado (un incondicionado virtual cuyas condiciones se han cumplido).9 La verdad va más allá del sujeto porque el sujeto ontológicamente es capaz de una trascendencia intencional hacia lo que es así (es decir, va más allá de lo que siente, imagina, piensa, le parece). Se da un proceso muy complejo de despliegue intencional del sujeto, de un tender trascendental hacia objetivos plurales e intercambiables: deseo de entender, deseo de entender correctamente, de afirmar lo real, de alcanzar lo que es valioso.10

Se pueden distinguir en el proceso operativo humano dos tipos de trascendencia: la autotrascendencia intencional, es decir, conocer lo que es real, lo que es así; y la autotrascendencia real (moral, performance) en que uno va más allá de uno mismo, en que uno presta atención a lo que es bueno: -no solamente lo que es bueno para mí, sino lo que es bueno en sí mismo.11

Nos encontramos en el ámbito operatorio de la deliberación, de los juicios de valor y de la decision. Es el ámbito existencial en que la persona humana y las comunidades deciden qué quieren hacer de su propio destino y de su propia vida; en este sentido, está implicado el ejercicio de la libertad humana en el proceso de decidir. En la decisión están implicados la búsqueda del bien, los sentimientos y los valores. Nos estamos moviendo en el nivel de la autotrascendencia real (moral).

Discernimiento, conversiones y desintegraciones

Libertad no significa indeterminismo sino auto-determinación. Cualquier plan humano de acción, sea individual o de grupo, es sólo un bien limitado y finito, y por tal razón está abierto a la crítica (no es el bien último, ni el bien definitivo). El proceso de discernimiento (deliberación y evaluación sobre las alternativas concretas de bienes) no es decisorio en sí mismo; por eso experimentamos nuestra libertad, cuando ponemos fin al proceso de deliberación y nos decidimos por uno de los posibles planes de acción, procediendo a ejecutarlo.12

Ahora bien, en la medida en que este impulso del yo opta regularmente no por el bien meramente aparente, sino por el verdadero bien, el yo alcanza su autotrascendencia moral y existe auténticamente, se constituye a sí mismo en valor originante y realiza valores terminales, a saber, un bien de orden que es verdaderamente bueno y formas de bien particular que son verdaderamente buenas. Por el contrario, en la medida en que las propias decisiones tienen sus motivos principales no en los valores que están en juego, sino en el cálculo de placeres y dolores que se siguen, fallan la auto-trascendencia y la autenticidad de la existencia humana, así como la generación de valores en uno mismo y en su sociedad.13

La persona humana es un dinamismo operativo que tiende hacia la autenticidad, orientada por las nociones trascendentales (ser, verdad, bien irrestrictos), que nos urgen y capacitan para avanzar en la intelección correcta, para juzgar con verdad y para responder a los valores. La exigencia y posibilidad de autotrascendencia se hacen efectivas mediante el desarrollo: es necesario adquirir conocimiento y habilidades que lo hacen a uno competente en una determinada forma de vida; hay que crecer en sensibilidad y disponibilidad respecto de los valores, si queremos llegar a ser seres humanos auténticos.

Sin embargo, el desarrollo no es una línea recta y definitiva de avance: se dan fallas humanas, se dan sujetos mediocres, se dan límites por las herencias que se han recibido y los ambientes en que se vive, se dan etapas de crecimiento y etapas de tropiezos y retrocesos. El desarrollo debe orientarse, y la orientación es la dirección que cada persona da a su desarrollo.14

La conversión es un cambio de dirección hacia algo mejor, hacia un crecimiento en la autenticidad: es una liberación de lo inauténtico; un abandono de las satisfacciones nocivas, peligrosas y engañosas; es dejar a un lado los errores, las racionalizaciones y las ideologías, para estar más abierto a las cosas como son y a la persona humana como debe ser. Se da una promoción de lo auténtico: se perciben valores que antes eran desapercibidos, se transforman las escalas de preferencias, se da una mayor claridad sobre lo que es realmente verdadero y valioso; se opta por lo que vale la pena, aunque exija sacrificios.15

Este cambio de dirección, este dar media vuelta para poner un nuevo comienzo, es lo que entendemos por conversión. Se puede hablar de un ejercicio horizontal de la libertad en el que la decisión ocurre dentro de un horizonte ya establecido. Se da también un ejercicio vertical de la libertad en el cual, por un conjunto de juicios y decisiones, pasamos de un horizonte a otro; en algunos casos este nuevo horizonte puede estar en consonancia con el anterior, y ser más profundo y rico; puede darse el caso de que el nuevo horizonte se salga del anterior y deje o repudie las características anteriores, para comenzar una nueva secuencia más profunda, amplia, rica y auténtica. En este último caso, tenemos un proceso de conversión.

La conversión comporta una nueva comprensión de sí mismo, porque en forma más fundamental pone por obra un nuevo yo que debe ser entendido. Se trata de dejar el hombre viejo y revestirse del hombre nuevo. No se trata de un desarrollo sino de un nuevo modo de desarrollo. De aquí en adelante, además del comienzo, es necesario tener en cuenta el desarrollo subsecuente. Éste puede ser grande, normal o pequeño. Puede echarse a perder por pocas o por muchas reincidencias. Las reincidencias pueden ser corregidas completamente, o pueden todavía dejar sus huellas en un sesgo que puede ser grave o leve.16

La conversión es básicamente tridimensional: puede ser intelectual, moral y religiosa. Cada una de ellas está relacionada con las demás, pero constituye un acontecimiento diferente. Las tres dimensiones son distintas, de modo que la conversión puede ocurrir en una dimensión sin ocurrir en las otras dos; o puede ocurrir en dos dimensiones sin ocurrir en la otra. Al mismo tiempo, las tres dimensiones están relacionadas y son solidarias: la conversión en una lleva a la conversión en las otras dimensiones; y la falla en una, prepara la falla en las otras.17

Propiamente no se da un orden lógico en las conversiones, intelectual, moral y religiosa, pues pueden darse en forma independiente. Sin embargo, si hablamos de elevación (sublation), podemos decir que la conversión religiosa eleva la conversión moral, y la conversión moral eleva la conversión intelectual. Desde el punto de vista de la causalidad se podría decir que lo primero es el don que Dios hace de su amor y promueve la conversión religiosa. El amor lleva a una mirada nueva que descubre los valores en todo su esplendor, y su misma fuerza los realiza (conversión moral). Entre los valores descubiertos está el de las creencias religiosas en las que se halla el germen de la conversión intelectual.18

La conversión intelectual se refiere a la orientación a lo inteligible y a la verdad. Por esta conversión una persona se libra a sí misma de confundir los criterios del mundo de la inmediación con los criterios del mundo mediado por la significación. Se trata de librarse del mito de pensar que el acto de conocer es como el de mirar, que lo real es lo que está ahí (se trata de un error que se refiere a la realidad, a la objetividad y al conocimiento). Sin esta conversión intelectual, la persona tiende a aprehender mal el mundo mediado por la significación.19

La conversión moral se refiere a nuestra orientación hacia el bien. Por esta conversión la persona llega a ser predominantemente motivada por los verdaderos valores y no por las satisfacciones (lo agradable o desagradable). A medida que crece nuestro conocimiento de la realidad humana, y se afirman nuestras respuestas a los valores humanos, nuestra libertad va orientando su marcha hacia la autenticidad. Llegamos, entonces, al momento existencial en que constatamos que nuestras elecciones nos afectan tanto a nosotros mismos como los objetos elegidos o rechazados; y que a cada uno le corresponde decidir por sí mismo lo que quiere hacer de sí.20

Sin embargo, la conversión moral está todavía lejos de la perfección moral, pues es necesario seguir un proceso largo de conocimiento personal de la realidad humana y de su potencialidad, de las situaciones concretas, de las desviaciones en el plano individual y social, de los elementos sociales de progreso y decadencia.

La conversión moral pone al sujeto en el nivel de la conciencia existencial y lo constituye en un valor originante. Es necesario conservar continuamente el discernimiento, un examen crítico y continuo de las propias respuestas intencionales en relación con los valores y la escala de preferencias. Poco a poco, esta atención y compromiso continuado con la búsqueda y realización de los valores auténticos en nuestras propias vidas, nos llevará a ser personas moralmente buenas y virtuosas, cuya bondad se manifieste en la realización de su vida (performance).21

La conversión es religiosa en cuanto tiene en cuenta nuestra orientación hacia Dios: consiste en estar dominado por el interés último y enamorarse de lo que no es de este mundo. Es una entrega total y permanente de sí mismo, sin condiciones ni reservas; es un estado dinámico, fruto del don del amor de Dios presente en nuestro corazón. Por la conversión religiosa, la persona llega a amar a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas sus fuerzas; y, por tanto, al prójimo como a sí mismo.22

La conversión religiosa va más allá de la conversión moral. Las preguntas para la inteligencia, para la reflexión y para la deliberación revelan el eros del espíritu humano, así como su capacidad y deseo de autotrascendencia. Pero esa capacidad encuentra su plenitud, y ese deseo se convierte en alegría cuando la conversión religiosa transforma el sujeto existencial en un sujeto enamorado, aprehendido, cautivado, poseído, dominado por un amor total y por eso otro-mundano. Hay, entonces, una nueva base para valorar y realizar todo bien.23

He expuesto más el dinamismo positivo de las conversiones, pero en el proceso humano se dan también las desintegraciones: realizaciones desviadas, cortas, parciales, que comprometen la autotrascendencia del sujeto y el proceso de su operación (autenticidad). Lo que se ha construído con tanta paciencia y laboriosidad por el individuo, la sociedad y la cultura, puede desintegrarse.

La autotrascendencia cognoscitiva no es una noción fácil de captar, ni un dato de conciencia fácilmente verificable. Es verdad que los valores tienen cierto carácter imperativo intrínseco, pero ¿pueden ser un contrapeso permanente para el atractivo del placer carnal, de la riqueza, del poder? La religión, sin duda alguna, tuvo su época; pero, ¿pasó ya esa época? ¿Es acaso un bienestar ilusorio para las almas débiles, un opio distribuido por los ricos para tranquilizar a los pobres, una proyección mítica de la excelencia propia del hombre en un cielo de ilusión?

La realización humana ordinaria, tan llena de inautenticidades y defectos en todos los niveles, nos plantea el problema de que los procesos de trascendencia y autenticidad no son fáciles, y de que el camino de una realización humana auténtica (performance) es ambiguo, largo y difícil. Pero la autenticidad es una posibilidad real, sobre todo, si contamos con los procesos de creatividad y sanación propios de la autotrascendecia humana, apoyada por el don del amor de Dios.

LOS JUICIOS DEL VALOR24

En el proceso humano de decidir, es necesario tener en cuenta los siguientes dinamismos: la autotrascendencia (intencional y moral) como proceso fundamental; el dinamismo de los sentimientos y de los valores25, y los juicios de valor que anteceden a la decision. Prácticamente, con los juicios de valor se termina el proceso de discernimiento y se llega a la decisión: "Esto es realmente bueno y lo quiero hacer..." Después de los juicios de valor sólo queda la realización o actuación de lo que se ha escogido como verdaderamente bueno.

Secuencia operativa de los juicios de valor: de la autotrascendencia intencional a la autotrascendencia moral

Lonergan establece una secuencia operativa en el proceso, que va desde los juicios de hecho (autotrascendencia intencional) hasta los juicios de valor y la realización del valor (autotrascendencia moral), e identifica cuatro etapas: los juicios de hecho, las aprehensiones de valor, los juicios de valor y la realización del valor.

Entre los juicios de hecho y los juicios de valor hay algunas semejanzas y algunas diferencias: los dos son juicios, pero en los juicios de hecho se afirma como real algo que de hecho es así: "Esto es un automóvil, esto es una casa, esto es así, esto no es así..." En los juicios de valor se afirma algo que es realmente bueno: "Esto es verdaderamente bueno, esto es bueno aparentemente, esto no es verdaderamente bueno."

Los juicios de hecho y los juicios de valor son semejantes en su estructura, pues en ambos se da la distinción entre criterio y significación (contenido). Ambos tienen como criterio la autotrascendencia del sujeto: el criterio de su verdad o falsedad está en la autenticidad o falta de autenticidad del sujeto.

Esta autotrascendencia es puramente cognoscitiva -intencional- en los juicios de hecho; y tiende a ser autotrascendencia moral en los juicios de valor.26 Se puede decir que los juicios de valor son objetivos, si proceden de un sujeto que se autotrasciende; y son meramente subjetivos, si proceden de un sujeto que es autocentrado y no se trasciende.27

¿En qué consiste la objetividad?

    La exigencia de objetividad está derivada de la autotrascendencia, en el sentido de que la objetividad es la auténtica subjetividad, la subjetividad de una persona que es atenta, inteligente, razonable y responsable, que es una auténtica subjetividad humana. En este sentido podemos decir que la auténtica subjetividad realiza la auténtica objetividad moral.28
    La objetividad en el mundo mediado por la significación es el fruto de la auténtica subjetividad.29

La significación o contenido del juicio es otra cosa. Tanto en los juicios de hecho como en los juicios de valor, la significación es o pretende ser independiente del sujeto. Los juicios de hecho quieren enunciar lo que es o no es. Los juicios de valor enuncian o quieren enunciar lo que es verdaderamente bueno o realmente mejor; o lo que no es verdaderamente bueno o es realmente peor.

La aprehensión de valor

La aprehensión de valor es un paso intermedio entre el juicio de hecho y el juicio de valor: comprendo el valor y lo acojo con el sentimiento. "Es la aprehensión de los valores y de su escala. Esta aprehensión de los valores se da en los sentimientos."30 Se trata de los valores intencionales que tienden a verdaderos valores (no de los que son sólo estados, tendencias o apetitos no intencionales; o de los que sólo se refieren a lo agradable o desagradable). Se comprende y se acoge el valor óntico de una persona, o los valores cualitativos de belleza, de comprensión, de verdad, las acciones nobles, los actos virtuosos, las realizaciones positivas.

Esta aprehensión de valor en los sentimientos que podemos llamar éticos (estremecimiento ante la posibilidad de la bondad y el valor) sucede ante la presencia real del objeto valioso (persona, cualidad, situación o cosa); o puede suceder ante la evocación o el símbolo de esa presencia.31 Podemos poner un ejemplo de la vida familiar. Se trata de un padre de familia que quiere realmente a su esposa y a sus hijos, y ha sido muy afectuoso y responsable con ellos. Una de las hijas le regala una foto de ella, y escribe detrás una pequeña dedicatoria en la que reconoce y agradece lo bueno que ha sido el papá con ella. Él, cuando está solo en su habitación, mira la foto de la hija, y tiene un sentimiento (emoción, afecto): besa la foto, y siente una fuerza interior (sentimiento) de seguir queriendo y ayudando a su hija. No se da propiamente un juicio, sino una aprehensión de valor: afecto por la hija, sentimiento de reponsabilidad por ella, emoción por el reconocimiento de lo que él mismo como papá ha hecho por ella.

Otro ejemplo. Cuando estaba escribiendo estas líneas tuve la ocasión de conocer un caso de atropello humano, contado por una de las personas que lo presenció. En un edificio, en un barrio antiguo de Bogotá, que se ha vuelto popular, hubo una discusión muy fuerte en un apartamento, entre una señora joven y la mamá. Ésta la reprendía por dedicarse a la prostitución; y la hija, airadamente le decía que eso era problema de ella, y que si no lo hacía, no podía vivir suficientemente bien. Al despedirse, la hija hizo que abrazaba a la mamá, le dio tres cuchilladas por la espalda, y salió apresuradamente.

Algunas vecinas acudieron a ayudar a la mujer herida, quien no quería que se diera aviso a la Policía para no implicar a su hija en problemas con la justicia.

Al conocer el caso, tuve varios sentimientos: primero uno de tristeza profunda ante un hecho tan injusto; luego, un sentimiento de horror ante una acción tan salvaje; finalmente, un sentimiento de misericordia y el deseo de ayudar a la señora en alguna forma, aunque por el momento no hubiera una posibilidad concreta. En estos sentimientos aparece una aprehensión de valor, que todavía no llega a un juicio de valor, ni a una decisión, y no tiene la posibilidad de implicarse en una acción; pero los sentimientos están preparando el terreno para el juicio, la decisión y la acción.

Se da una aprehensión de valor en las respuestas intencionales. Se da la noción de valor cuando se hace la pregunta: ¿Es esto realmente bueno? ¿Es realmente valioso? Se llega a la evaluación cuando se hace el juicio de valor: sí; eso realmente es bueno y valioso, y lo voy a seguir haciendo. Cuando uno hace un juicio de valor acerca de su propia situación concreta, se está moviendo en el campo de la moral. El que permanezca allí o no, depende de cómo se comporte uno realmente (realización o performance).32

No sólo hacemos las preguntas sobre lo que es realmente bueno y valioso, sino que respondemos con el estremecimiento de nuestro ser cuando entrevemos la posibilidad o la realización de eso que es verdaderamente bueno y valioso (autotrascendencia moral).

Componentes y contextos del juicio de valor

Los componentes del juicio de valor son básicamente tres, que estructuran el juicio: el desarrollo del conocimiento de la realidad humana, el desarrollo de los sentimientos morales, y el descubrimiento existencial de uno mismo como ser responsable. Los juicios de valor se realizan en dos contextos posibles: el de crecimiento y desarrollo, efecto de una autotrascendencia personal continuada; y el de fracaso, debido a un dinamismo de autocentramiento y a desviaciones presentes en el proceso operativo moral.

El primer componente del juicio de valor es el conocimiento de la vida humana, de sus posibilidades próximas o remotas, y de las consecuencias de los planes de acción que se están proyectando. Cuanto más amplio y profundo es el conocimiento de la realidad humana en toda su complejidad, es más acertado y auténtico el juicio de valor. Cuando el conocimiento de la realidad humana falla, o es superficial, los sentimientos nobles tienden a expresarse en lo que llamamos "idealismo moral": se dan buenos propósitos y se dan buenas ideas que se vuelven ineficaces; si se ponen en práctica, los resultados pueden ser desastrosos. Se da en el mundo moderno una tendencia grande a la superchería, a la presión del grupo, a los eslogans, que se toman como norma o ley, y pretenden suplantar el conocimiento de la realidad. Sin embargo, es necesario tener un conocimiento adecuado de la realidad humana, personal, social y cultural, para poder hacer verdaderos juicios de valor.33

El segundo componente del juicio de valor es el desarrollo del sentimiento moral. El conocimiento de la realidad humana no basta: hay que ir cultivando respuestas intencionales a los valores. Este cultivo es lo que ordinariamente llamamos educación de los sentimientos morales: se trata de iluminarlos, fortificarlos, afinarlos y purificarlos. La educación de los sentimientos es semejante a la de las habilidades. Aunque los sentimientos son espontáneos y no están sometidos a nuestra decisión, como los movimientos de nuestras manos, se pueden reforzar por la atención y la aprobación; y se pueden debilitar por la distracción y la reprobación. Este método de refuerzo/reprobación sigue siempre una escala de valores que puede modificar las preferencias espontáneas de cada uno (en especial, de los niños y de los jóvenes). Se trata también de fomentar un clima de discernimiento y gusto por los valores, mediante la alabanza diferenciada y la reprobación formulada con cuidado. Este trabajo educativo va ayudando a la persona en su propio autotrascenderse.34

El tercer componente del juicio de valor es el descubrimiento existencial. Se trata del descubrimiento de uno mismo como ser responsable y moral. Se da una toma de conciencia de que uno no sólo elige objetos y planes de acción, sino que por medio de ellos uno se va haciendo un ser humano auténtico o inauténtico. Al descubrir esta posibilidad, emergen en la conciencia la importancia del valor personal (realización auténtica de la persona) y de la responsabilidad personal. Los juicios de valor de un sujeto aparecen como la puerta de entrada a la realización o al fracaso personal. La experiencia personal de debilidad y fragilidad moral, puede dar origen a la pregunta por la salvación personal, y por Dios, como dinamismo sanante y redentor de las desviaciones humanas.35

Los juicios de valor se dan en un contexto, y el contexto puede ser más o menos desarrollado, tanto en el ámbito personal, como en el ámbito social o cultural. Tenemos dos posibilidades: el contexto de desarrollo, en el que se da una autotrascendencia moral, y el contexto de fracaso producido por los sesgos y desviaciones, en el cual se pierde la orientación de la auto-trascendencia. Entre estos dos polos (positivo y negativo) de realización moral, se da una infinidad de posibilidades concretas en los individuos y en las comunidades. Los juicios y las posibilidades éticas deben contar con la gente con la que uno vive:

    Si uno está viviendo con gente muy fina que es muy considerada, sensata, amable, educada, etc., no es muy difícil ser sensato, considerado, amable y educado. Pero si uno está viviendo con un grupo de facinerosos y desea sobrevivir, tiene uno que tener algo de facineroso. Los juicios y las posibilidades morales de uno están condicionadas por el medio en que uno vive.36

Hay gente que también está condicionada por la etapa de desarrollo en la que se encuentra el género humano. Se dan diferentes juicios morales hechos por personas diferentes en sociedades diferentes. Hay que tener en cuenta también que, además del desarrollo, se dan los deterioros y los fracasos. Este hecho parecería confirmar un relativismo cultural que podría convertirse en un relativismo moral. Sin embargo, en lo que se refiere a los juicios morales, podemos decir que son objetivos en cuanto el sujeto se está trascendiendo a sí mismo al hacer estos juicios, y es un sujeto que lo hace habitualmente.

Este dinamismo de autotrascendencia y sus posibles fallas dan pie a un espectro grande de juicios morales: nos podemos encontrar con gente, que en su camino y proceso de desarrollo moral hace los mejores juicios posibles dentro de sus circunstancias concretas; pero obtiene el logro del juicio moral objetivo, sólo al final del proceso.37

    En otras palabras, una persona es capaz de ser moral y llegar a juicios morales, en cuanto se plantea la pregunta ¿es esto valioso? ¿Es esto realmente bueno? El bien, y una conciencia inquieta, son indicios de la rectitud o no, del juicio. Pero esto solo no es suficiente. Uno tiene que haberse desarrollado moralmente, haber desarrollado sus sentimientos morales, etc.; y este desarrollo será impedido en un medio social o cultural inadecuado.38

El contexto de desarrollo o crecimiento se da cuando el conocimiento de la vida, el desarrollo de los sentimientos morales y el descubrimiento existencial del sujeto crecen en extensión, precisión y refinamiento. Las respuestas del sujeto van siguiendo la calidad de la escala de valores: de lo agradable a los valores vitales, de lo vital a lo social, de lo social a lo cultural, de lo cultural a lo personal, de lo personal a lo religioso. El proceso queda abierto a realizaciones siempre mejores en calidad. En este ascenso cualitativa en la realización de los valores, se llega a la cumbre: la alegría profunda, la paz sólida y la energía que produce estar enamorado de Dios. En la medida en que la persona ama a Dios sin reservas, será valor todo lo que ama, y será mal todo lo que odie. Los desarrollos ulteriores sólo completarán las realizaciones anteriores.39

El contexto de fracaso, producido por las desviaciones humanas, es algo muy común (tal vez demasiado común), y se vuelve en la vida personal, social y cultural un peso inmenso que conlleva procesos muy serios de infelicidad y decadencia. El crecimiento constante parece ser algo raro y poco común. En el nivel de la realización personal se dan las desviaciones producidas por el drama de las neurosis. Se da también una instalación en las rutinas de la vida que impiden cierto espíritu de aventura que se adentra en nuevas experiencias. Se dan esfuerzos erróneos para apaciguar la conciencia intranquila (que son un llamamiento a la conversión moral), que ignoran, minimizan o niegan los valores superiores: en esta forma, se va dando una deformación de la escala de preferencias, que deja por fuera valores importantes. Los sesgos pueden llegar hasta el punto de afectar el proceso moral con la racionalización: se justifica la incoherencia de la propia vida al acomodar los criterios a la forma como se vive; se justifica, con doctrinas ideológicas, la alienación, que es el descuido de los preceptos trascendentales de ser atento, ser inteligente, ser razonable, ser responsable. A través de todo este proceso de desintegración humana se puede llegar al extremo de la inmoralidad, que consiste en odiar lo que es verdaderamente bueno, y amar lo que es realmente malo.40

Esta calamidad de las desviaciones humanas no sólo afecta a los individuos, sino también a grupos, naciones, y aun a todo el género humano. Nos encontramos ante el crimen como distanciamiento de las normas aceptadas en la sociedad; ante el egoísmo de grupo que se centra en sus propios intereses y saca de su horizonte los intereses de los demás; y que es uno de los factores de decadencia social y de estancamiento del proceso civilizador; nos encontramos ante la aberración general del sentido común que se cree omnipotente y rehusa todo lo que ayude a entender los procesos humanos a largo plazo.41

Posibilidad de una integración superior

El hecho de que la autotrascendencia moral sea un proceso complejo y difícil, abierto al crecimiento moral, y también al fracaso y a la desviación moral, nos plantea la pregunta sobre la posibilidad efectiva de ser realmente personas que encarnen en sí mismas los valores morales.

Esta posibilidad tiene que realizarse a través de una integración superior de la vida humana, que no dependa de conjuntos físicos, químicos, orgánicos y psíquicos, que son importantes, pero no son definitivos en el proceso moral. Tampoco puede depender de los cambios revolucionarios, ni del desarrollo de nuevos descubrimientos. La solución integradora tiene toda la magnitud de la vida y de la historia humanas y tiene que contar con la realidad humana tal como es. La solución debe reconocer, respetar y trabajar a través de la inteligencia, de la responsabilidad y de la libertad humanas, de modo que convierta la incapacidad moral en capacidad de un desarrollo moral sostenido.42

El valor moral, para lograr un desarrollo habitual adecuado, debe ser integrado a un nivel de valor superior, que es el religioso. El don del amor irrestricto de Dios presente en el corazón humano potencia e integra en ese nivel superior la búsqueda y apropiación de los valores verdaderos. Sin este don, la constancia en la actuación de los valores auténticos en una realización habitual (performance) es poco probable. Por eso el don del amor de Dios, en cualquier experiencia religiosa, abre la posibilidad de una integración positiva del valor moral. Cualquier persona de buena voluntad, en cualquier religión, tiene abierta esta posibilidad.

En el cristianismo, tal posibilidad se ha realizado plenamente en Cristo Jesús, el Hijo de Dios hecho hombre. Y también en todo creyente que recibe el don de amor del Espíritu Santo. La Iglesia Católica reconoce en muchos de sus hijos, seguidores de Cristo en el Espíritu, el logro eminente de esa performance (realización actual) en la integración existencial de los valores cristianos: son esos hermanos nuestros, a quienes reconocemos como santos después de su muerte.


Pie de página

1Neira, "El dinamismo de los sentimientos y de los valores como constitutivo de la moralidad", 463-476.
2Lonergan, Método en teología: Cap. I. "Método", numeral 2, "El esquema fundamental de las operaciones", 14-20.
3Lonergan, "The Subject", 79-84
4Lonergan utiliza la palabra inglesa sublation (elevación, sublimación), para expresar este dinamismo de integración superior de los niveles anteriores de operación humana (experimentar, entender, juzgar), en el nivel operacional superior de "decidir". La sublation (elevación) no elimina ni destruye la validez operativa de los niveles anteriores, sino la integra y la perfecciona: una buena decisión supone que haya una buena atención a los datos, una buena intelección de su significado, un buen juicio de hecho acerca de la realidad de lo que se quiere decidir. Todos estos elementos están presentes en una buena decisión que se toma, pero en cierta medida se perfeccionan en la operación de decidir. Se trata de un único proceso que se va completando y perfeccionando en la emergencia del sujeto existencial. Lonergan toma este término de Hegel y de Rahner, haciendo su propia reinterpretación. Cfr.Lonergan, Método en teología, 235, párrafo 2°; "The Subject", 80, párrafo 2°.
5Cfr. Lonergan, "The Subject", 80.
6Cfr. Lonergan, "2. Horizons", en Philosophical and Theological Papers 1965-1980, 11.
7Ibid.
8Los términos utilizados en inglés por Lonergan pueden expresar más claramente la diferencia: self-trascendence (autotrascendencia) se opone en el dinamismo de la persona humana a self-regarding (auto-centramiento). Lonergan utiliza esta comparación de términos contrarios cuando se refiere, más específicamente, al cuarto nivel de operación humana, al nivel de la decisión o de la responsabilidad que corresponde al sujeto existencial. El término self-regarding se refiere a lo que es agradable, desagradable, satisfactorio, insatisfactorio: el sujeto no se trasciende optando por lo que es verdaderamente valioso y bueno; y, en esta forma, se queda centrado en sí mismo (self-regarding, auto-centrado). El término self-trascendence se refiere a la búsqueda y opción de valores verdaderos según la escala integral de valores (vitales, sociales, culturales, personales y religiosos); el sujeto existencial se realiza como valor (performance) y queda abierto (trascendente) a la realización de nuevos valores auténticos. Cfr. Lonergan, "The Human Good", en Philosophical and Theological Papers, 336-337.
9"El formalmente incondicionado no tiene ninguna clase de condiciones: es Dios. El virtualmente incondicionado tiene condiciones, pero ellas se han cumplido. En esta forma, podría decir, es la contraparte cognitiva del ser contigente, y, por tanto, una formulación técnica del criterio ordinario del verdadero juicio, es decir, la evidencia suficiente." (Lonergan, "The Subject", 70, Nota 3. Traducción mía). Ver también, Lonergan, Insight.Estudio sobre la comprensión humana, capítulo 10, "La comprensión refleja" (Reflective Understanding), 343-382. La afirmación del virtualmente incondicionado (juicio de hecho, juicio de existencia), sigue un silogismo de la forma siguiente: Si X es material y está vivo, X es mortal; es así que los hombres son materiales y están vivos; luego, los hombres son mortales. Cfr. Ibíd., 345.
10Lonergan, "Horizons", en Philosophical and Theological Papers 1965-1980, 11 y 23.
11Lonergan, "The Subject", 70, 81, párrafo 1°.
12Cfr. Lonergan, Método en teología, 54-55.
13Lonergan, Método en teología, 55; Idem., Method in Theology, 50. La palabra "origination", traducida en la versión española por "realización", la he traducido por "generación", término que me parece más acorde con el significado del original inglés.
14Cfr. Lonergan, Método en teología, 56.
15Cfr. Lonergan, Método en teología, 56.
16Lonergan, "Doctrinal Pluralism", en Philosophical and Theological Papers 1965-1980, 86.
17Ibid. Ver también Método en teología, 231-232.
18Ibid., 237.
19Lonergan, Philosophical and Theological Papers 1965-1980, 86; Idem., Método en teología, 232.
20Lonergan, Philosophical and Theological Papers 1965-1980, 86; Idem., Método en teología, 235.
21Lonergan, Método en teología, 234-235.
22Lonergan, Philosophical and Theological Papers 1965-1980, 86; Idem., Método en teología, 234.
23Lonergan, Método en teología, 236; Idem., Method in Theology, 242. He hecho algunas modificaciones en la traducción española que tiene algunas inexactitudes respecto del texto inglés: por ejemplo, he modificado la traducción de other-wordly: se traduce por la palabra "ultramundano"; yo la he traducido por el término "otromundano", que está más de acuerdo con el texto original.
24En varias de sus obras Bernard Lonergan trata este tema: en Método en teología, capítulo 2, numeral IV, "Juicios de valor", 42-48; en Philosophical and Theological Papers: "2. Horizons"; "3. Judgements of Value", 17-19; 18; "The Human Good"; "3.2. Judgements of Value", 338-340. En estos tres textos sigue prácticamente el mismo orden de ideas, aunque en las preguntas y discusiones que aparecen en Philosophical and Theological Papers amplía y complementa muchos aspectos.
25Cfr. Neira, "El dinamismo de los sentimientos y los valores como constitutivo de la moralidad", 463-476.
26Cfr. Lonergan, Método en teología, 42.
27Cfr. Ibid.
28Bernard, Philosophical and Theological Papers, 339, párrafo 2°. La traducción es mía.
29Ibid., 349, párrafo 4°.
30Ibid., 339, párrafo 4°. La traducción es personal.
31Lonergan pone un ejemplo de aprehensión de valor tomado de una ilustración del libro de Roger Pool, Towards Deep Subjectivity (London: Allen Lane/Penguin Press, 1972), en el que aparecen soldados de ocupación y una pareja de novios, sentados en las bancas de un parque. Sus miradas, que se entrecruzan, expresan una aprehensión de valor: "Los soldados no deberían estar allí." Es una aprehensión de valor en los sentimientos expresados en la ilustración (imagen). Lonergan, Philosophical and Theological Papers, 339, párrafo 4°.
32Cfr. Lonergan, Philosophical and Theological Papers, 339-340.
33Cfr. Lonergan, Método en teología, 43-44; Idem., Philosophical and Theological Papers, 340, párrafo 2°.
34Cfr. Lonergan, Método en teología, 38, 44.
35Cfr. Lonergan, Método en teología, 44.
36Lonergan, Philosophical and Theological Papers, 24. La traducción es mía.
37Cfr. Ibíd., 24-25.
38Ibíd., 25. La traducción es mía.
39Cfr. Lonergan, Método en teología, 44-45.
40Ibid., 45.
41Cfr. Lonergan, Filosofía de la educación (Topics in Education, 1959), capítulo III, "El bien humano como objeto", "Los diferenciales y la integración". Los diferenciales del bien humano son tres: el desarrollo intelectual que da origen a la creatividad y al progreso; el pecado en cuanto crimen, en cuanto componente en el proceso social, y en cuanto aberración; la redención. Ver especialmente 99-108.
42Lonergan, Insight: Capítulo VIII, "The Possibility of Ethics", numeral 3, "The Problem of Liberation", 632-633. Idem., Insight (trad. esp.), 728-729.
43Además de las referencias utilizadas en la exposición del tema, he tratado de completar algunas otras que pueden ser útiles al lector para ampliar y profundizar algunos aspectos. La mayoría de las obras se refiere al mismo autor (Bernard Lonergan): en este caso, específico los capítulos que son pertinentes.
44Copia facilitada por el doctor Jaime Barrera, quien participó en el Workshop.
45Copia facilitada por el padre Rodolfo Eduardo de Roux, S.J., quien fue alumno ese semestre en el curso dictado por Lonergan.

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