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Theologica Xaveriana

versión impresa ISSN 0120-3649

Theol. Xave. v.59 n.167 Bogotá ene./jun. 2009

 

NACIONALISMO ETNOCÉNTRICO Y DIVISIÓN DE PODERES EN LA ANTIGUA COMUNIDAD ISRAELITA*

ETHNOCENTRIC NATIONALISM AND DIVISION OF POWERS IN THE ANCIENT ISRAELITE COMMUNITY

O NACIONALISMO E A DIVISÃO DE PODERES NA ANTIGA COMUNIDADE ISRAELITA


ANA ESMERALDA RIZO LÓPEZ**


* Artículo de reflexión, planteado desde un enfoque politológico, dado que su interés está centrado exclusivamente en el nacionalismo y el análisis del poder y su distribución en varios momentos dentro de la historia israelita, desde sus orígenes como pueblo hasta su desaparición como entidad política por orden del emperador Adriano, en la primera mitad del siglo II d.C.
** Licenciada en Ciencias Políticas y Sociología, Universidad Complutense de Madrid; Master en Dirección de Empresa, Universidad Pontificia de Comillas; cursos de Doctorado, Swasea College. University of Wales; DEA, Universidad Complutense de Madrid. Actualmente forma parte del Grupo de Investigación ESEIS, P.T.E.U. de Sociología, de la Universidad de Huelva (España). Correo electrónico: rizo@uhu.es

Fecha de recibo: 19 de diciembre de 2008. Fecha de evaluación: 15 de febrero de 2009. Fecha de aprobación: 10 de marzo de 2009.


Resumen

Este trabajo pretende revisar el concepto de nacionalismo etnocéntrico aplicado por algunos autores al caso de Israel, desde su nacimiento como pueblo hasta la pérdida total de su autonomía en 135 d.C. Mediante textos religiosos y estudios históricos, se pretende demostrar que el nacionalismo de este pueblo no estaba basado en el liderazgo supremo de un sumo sacerdote, pues existían tres poderes -profético, sacerdotal y político-, de los cuales el primero fue el de mayor peso moral por cuanto corregía a los otros dos. En algunos períodos, el poder sacerdotal y el político fueron ostentados por la misma y única persona, aunque se trataba de campos de actuación separados.

Palabras clave: Nacionalismo, judaísmo, etnocéntrismo, poder político, poder religioso.


Abstract

This paper intends to revise the concept of ethnocentric nationalism applied by certain authors to the case of Israel, from its birth as a people until the total loss of autonomy in 135 A.D. With the help of religious texts and historical studies it intends to show that the nationalism of this people was not based on the supreme leadership of a high priest, since there existed three powers -prophetic, priestly and political- and the one with the utmost moral weight was the prophetic since it corrected the two others. In some periods the priestly and the political powers were held by the same person, although the fields of action were separate.

Key words: Nationalism, judaism, ethnocentric, political power, religious power.


Resumo

Neste trabalho se quer analisar o conceito de nacionalismo na antiga cultura israelita utilizado por alguns escritores ao caso de Israel, desde o nascimento até a perda da autonomia como nação no ano 135 d.C. através de textos religiosos e estudos históricos, procura-se demostrar que o nascimento deste povo não estava baseado no comando de um sumo sacerdote, pois existiam três poderes- o profético, o sacerdotal, e o político dos quais o primeiro foi o de mais importância moral porque corrigia ao sacerdotal e o político. Algumas vezes o poder sacerdotal e o político foram representados pela mesma pessoa, ainda que fossem trabalhos diferentes.

Palavras Chave: Nacionalismo, Judaísmo, etnocentrismo, poder político, poder religioso.



Al seguir los períodos marcados por la tradición histórica y partir de cierta clarificación conceptual en torno de las nociones fundamentales de nacionalismo etnocéntrico y pueblo, serán propuestos los tres poderes en torno de los cuales se articula este trabajo, de manera que se vayan notando sus especificidades y el interés propio de la exposición a lo largo del mismo.


NACIONALISMO ETNOCÉNTRICO

A pesar de que la mayoría de científicos sociales concibe la aparición del nacionalismo en la esfera política como un fenómeno posterior a la Revolución Francesa y al desarrollo de la industrialización, también podemos encontrar quienes lo consideran anterior, como Kohn y Smith, por citar sólo dos ejemplos sobre los cuales vamos a hacer alusión.

Respecto de Kohn, su opinión es clara: el nacionalismo moderno ya se dio en la Inglaterra del siglo XVII y "se extendió en el extranjero por mediación de pensadores franceses".1 Por ello, enuncia un postulado claramente difusionista del tema y al hablar sobre la Edad Media afirma que "unas pocas personas escribieron y actuaron de una manera que se podría afirmar que era nacionalista".2

En cuanto a Smith, al aludir a una construcción típico ideal, considera que la Antigüedad y la Edad Media se caracterizan por el predominio, en el ámbito al que nos referimos, de lo que denomina "nacionalismo etnocéntrico" frente al nacionalismo policéntrico, que sería el modelo preponderante en los tiempos modernos. Sin embargo, el carácter típico ideal mencionado antes implica que se han dado los dos tipos de nacionalismo en todas las épocas con predominio desigual. No obstante, afirma hallar más ejemplos de nacionalismo etnocéntrico en la modernidad que policéntrico antes de la Revolución Francesa de 1789.

Sobre este punto, no compartimos la opinión de Breuilly, cuando afirma que Smith "se preocupa correctamente por distinguir entre nacionalismo y lo que él llama etnocentrismo"3, al menos si pretende afirmar que no considera nacionalismo al etnocentrismo, pues Smith habla claramente acerca de dos tipos diferentes de un mismo fenómeno: "...el primer tipo de nacionalismo, o etnocentrismo, que caracterizó al mundo antiguo y medieval (...). Esta distinción entre los dos tipos de nacionalismo es puramente analítica e ideal típica..."4

Sin embargo, creemos que los movimientos de liberación judía frente a los seleúcidas y a los romanos (expresión del nacionalismo etnocéntrico, según Smith) tienen las características que Breuilly atribuye a los movimientos nacionalistas: creencia en una nación dotada de carácter específico, la priorización de los intereses y valores de esta nación sobre otros y la búsqueda del reconocimiento de la soberanía política mediante la mayor independencia posible.5 De todas formas, no podrían encajarse, en cuanto considera que "lo que configura la política nacionalista es la forma adoptada por el Estado moderno".

Si nos centramos, por otro lado, en el significado del nacionalismo etnocéntrico, Smith estima que

    ...(éste) consideraba a la nación como centro del mundo y como la sola significativa, mientras que en torno a ella las naciones del mundo, gentiles y bárbaras, formaban el coro indiferenciado de fondo. (...) Tanto para el griego como para el judío, su natio, su cultura y su religión, eran la verdad indiscutible; por tanto, sólo lo que su nación hacía o sufría tenía sentido. Los otros pueblos simplemente erraban en las tinieblas, tal vez en grados variables.6

Ciertamente sólo basta recordar que, en el caso griego, algunos pensadores como Isócrates equiparaban la calidad de griego a poseedor de esta cultura. Sin embargo, la falta de consenso se muestra en Hipócrates. En su tratado Sobre los aires, aguas y lugares hace uso de estos elementos como causas de las diferencias entre los europeos y los asiáticos.7 La geografía y sus componentes pueden utilizarse como agente conformador del carácter nacional.

En cuanto al pueblo judío, entendemos con Smith que se puede hablar de nacionalismo, al menos, desde la primera revuelta encabezada por un miembro de la familia sacerdotal de Yehoyarib, Matatías, en tiempos del reinado de Antioco IV Epífanes; pero discrepamos de su afirmación de que "sólo un devoto sumo sacerdote podía gobernar a los judíos, como representante de Dios sobre la tierra".8 Esto no siempre ha sido así, ni ha sido aceptado por todos los judíos que podríamos llamar nacionalistas.


EL PUEBLO

En primer lugar, debemos señalar que si bien se concede por tradición bíblica que el pueblo hebreo tiene su origen en Abrahán, sólo se habla de pueblo israelita a partir de la descendencia de Jacob (Israel), cuyos hijos y nietos dan origen a las famosas doce tribus que se asientan en la tierra de Canaán. Sin duda, la fe y su particular modo de entenderla ha sido el rasgo predominante en la conformación y mantenimiento de este pueblo en la historia y en ello coincidimos con John Bright cuando afirma que "una historia de Israel que no sea de algún modo, al mismo tiempo, una historia de su fe, no es ni significativa ni posible".9

Al margen de la idea de la ascendencia común, que desde el punto de vista histórico no se sostiene por las conversiones, voluntarias o forzadas, que se fueron dando a lo largo de los siglos, dicha idea sirvió para facilitar la creencia en el Dios de los antepasados, un Dios personal que había elegido a Israel como su pueblo, un Dios libertador que acompañó al grupo de Egipto desde su salida y nunca lo ha abandonado en virtud de la alianza, la cual sin embargo el pueblo sí puede romper con su infidelidad.

Este Dios les prometió su multiplicación y una tierra en la cual vivir, a cambio de que cumpliesen sus mandatos; así mismo, que les haría luz de la tierra para las otras naciones, pues había elegido a Israel para la salvación universal. Israel es, pues, un instrumento de Dios, como lo han sido otras naciones para ayudar o castigar a este pueblo cuando se ha apartado de él. Este es el mismo Dios, creador y único, que desde los tiempos de Noé prometió no exterminar de nuevo a la humanidad, si ésta respetaba la vida de los hombres y no comía animales vivos.10

Pero la creencia en el Dios único no comenzó con la formación del pueblo; habría que llegar al exilio babilónico para que el monoteísmo fuera estricto. Desde antes se observaba un politeísmo en el cual el culto principal se reservaba para el Dios nacional Yahvéh, y más tarde, una monolatría en la que ya Yahvéh era el único que recibía adoración, aunque se aceptaba la existencia de otros dioses; por último, se llegó al punto en el que sólo cabía un único Dios y los demás eran falsos ídolos.

De ahí las constantes advertencias y amenazas proferidas por los profetas, en especial, en el periodo monárquico. Tenemos, pues, un pueblo unido por la fe en un Dios que le acompaña, le establece un destino y un cometido, aceptados por medio de la alianza.


PATRIARCAS, JUECES Y MONARCAS

Al comenzar por el sacerdocio, debemos recordar que aparece tarde en la Biblia y que los primeros sacerdotes mencionados son extranjeros: egipcios, cananeos... Sólo cuando Israel se convierte en pueblo11, se habla de sacerdotes que ejercen el culto a Dios en su nombre, realizando una función social (Ex 29,43-45).12

Entre las labores que debía desempeñar el sacerdote o la sacerdotisa, estaban las del oráculo, el culto sacrificial, la pureza ritual, la custodia del santuario, la enseñanza y la interpretación de la Ley, aunque esta última fue deparando cada vez más en manos de doctores específicos. Sin embargo, la asunción de algún tipo de autoridad política no se produjo hasta el abandono del destierro babilónico y la vuelta a Israel.

Gran influencia sobre esta materia es debida al profeta Ezequiel, quien realizó la reforma del culto, del sacerdocio y de las estructuras del Templo.13 Con el exilio, también fue alcanzando preponderancia la función expiatoria como parte del culto, al considerar el destierro como un castigo merecido por los pecados cometidos por el pueblo hebreo.

Por deseo divino y a través de la bendición de Moisés, se atribuyeron las funciones sacerdotales a la tribu de Leví, en especial, a su hermano Aarón y a los hijos de éste, provenientes de dicha tribu (Ex 28,1; Nm 3,10), y eran los demás levitas quienes debieron ayudar en tareas secundarias (Nm 3,5- 10) en sustitución de los primogénitos de Israel destinados al culto divino. De ahí el interés por relacionar a los sumos sacerdotes del Templo de Jerusalén con los descendientes de Aarón, algo que fue de suma importancia para grupos como el de Qumrán, como veremos más adelante.

Por otro lado, la idea de la tierra y la unidad nacional se invocan explícitamente en el libro de Josué. Recordemos que la entrega de una tierra propia fue promesa divina desde la época patriarcal14 y que se repitió a Moisés, hasta convertirse la tierra de Canaán en el más preciado de los dones divinos, pues suponía el asentamiento, la libertad y la paz para todo un pueblo. El relato "procura borrar todas las diferencias entre las tribus, el gran Israel siempre actúa como un sólo hombre".15

Ciertamente, la lectura evoca a las doce tribus unidas bajo el caudillaje de Josué, sucesor de Moisés en el liderazgo y fiel servidor de Yahvéh; pero la investigación histórica ha demostrado que la toma de la tierra cananea fue labor de siglos y no todas las tribus participaron unidas ni a la vez, pero sí grupos de paganos convertidos a la fe en el Dios de Israel. Sin embargo, la intención política y teológica quedó reflejada en la idea de que Dios mantendría la tierra para los hebreos, siempre y cuando le fueran fieles y no se mezclaran con los otros pueblos, ni participaran de tradiciones foráneas:

    Esforzaos mucho en guardar y cumplir todo lo que está escrito en el libro de Moisés, no apartándoos de ella ni a la derecha ni a la izquierda, no mezclándoos con esos pueblos que quedan todavía entre vosotros. No recordareis el nombre de sus dioses ni juréis por ellos, no les serviréis ni os postraréis ante ellos. (...)

    Pero si os desviáis y os unís a ese resto de naciones que quedan todavía entre vosotros, emparentáis con ellas y entráis en tratos con ellas, tened por sabido que Yahvéh, vuestro Dios, no seguirá arrojando de delante de vosotros a estos pueblos: serán para vosotros red, lazo, espinas en vuestros costados y aguijones en vuestros ojos, hasta que desaparezcáis de esta espléndida tierra que os ha dado Yahvéh, vuestro Dios.16

En el libro de Josué puede apreciarse la justificación teológica del derecho de conquista, así como del empleo de la violencia y del exterminio de los habitantes para tal fin17, algo que por otra parte era costumbre de la época entre los pueblos del Oriente Medio.

La muerte de Josué inició la época de los jueces, quienes ya tenían antecedentes en el Consejo de setenta ancianos a los que el suegro de Moisés, sacerdote madianita, le había animado a escoger, para que ellos dilucidaran entre el pueblo los asuntos de menor importancia, mientras que los de mayor trascendencia eran reservados al juicio de Moisés, como representante de Dios ante ellos.

Tras la muerte de Josué, los jueces fueron elegidos directamente por Dios entre el pueblo, por tiempo limitado, excepto el caso de Abimelec, hijo de Gedeón, quien usurpó el puesto aprovechando que el pueblo ya le había pedido a su padre que fuese su rey y aquél rehusó.18 Esta es una época de constante alejamiento y vuelta a Yahvéh, incluso por parte de algunos levitas, en la que se pierde la autoridad profética que durante toda la época de jueces sólo se atribuye a una mujer, Débora, y al último juez, Samuel.

Es un hecho que -tras la etapa de los patriarcas y la llegada a la tierra de Canaán- se separaron aún más las funciones de liderazgo civil y religioso19, pues en la época de los jueces y antes de la llegada de la monarquía de Saúl encontramos ya el templo de Silo, donde fue entregado de niño el profeta Samuel por el voto de su madre, que estaba custodiado por el sacerdote Elí y sus dos hijos20 desde la conquista de la tierra por Josué.

Más tarde, el arca fue robada por los filisteos y al volver a manos israelitas peregrinó por diversas ciudades hasta recabar en el templo que ordenó construir Salomón en Jerusalén. Existían, por tanto, tres poderes en manos de los primeros patriarcas, pero tras convertirse Israel en pueblo, se separaron, para ser entregados a dos o tres personas: nos referimos al poder divino o del profeta, al sacerdotal y al civil, que no siempre fue ejercido por un rey.

Fue precisamente en tiempos de Samuel cuando los ancianos volvieron a solicitar un rey, por el comportamiento indigno de los hijos del profeta, en quienes éste había delegado sus funciones. Consultado con Yahvéh, Samuel volvió, para anunciar el mal que les supondría nombrar el rey. El enfado de Yahvéh por la petición sólo puede entenderse porque el pueblo se anticipó a su deseo solicitando la figura política prometida antes por él21 y destinada a una tribu determinada, como puede apreciarse en la bendición anterior de Jacob a su hijo Judá: "No se irá de Judá el báculo, el bastón de mando de entre sus piernas hasta tanto que se le traiga el tributo y a quién rindan homenaje las naciones."22

El gobierno político de la federación tribal terminó con la unción que hizo Samuel en la persona de Saúl, instaurando la monarquía con aprobación divina y aclamación popular. Pero Saúl pertenecía a la tribu de Benjamín y además no siguió todas las directrices divinas, por lo que perdió el rango en favor de David, descendiente de Judá. Fue así como la realeza continuó en Salomón y en sus hijos hasta la división del reino.23 La monarquía fue un tiempo en el que la clase sacerdotal estuvo muy sujeta al poder político, al nombrar los reyes a los sacerdotes, como hizo David al elegir la familia de Sadoc para el Sumo Sacerdocio.24

Otros reyes ni siquiera nombraron levitas. De ahí que la función del profeta volviera a surgir con más fuerza, para delatar los desmanes cometidos por los monarcas. Aquí no podemos olvidar que el pueblo israelita tenía como verdadero gobernante a Yahvéh, en especial, desde el éxodo, en el cual participó como libertador. Por tanto, cualquier rey o autoridad política debía aplicar la ley divina y someterse a los deseos de Yahvéh como su función principal. Nadie estaba por encima de la Toráh.

Desde el cariz mesiánico-apocalíptico de la cosmovisión judaica, se entiende la historia como ámbito del desarrollo de la voluntad divina. Todo mesianismo supone la "utopía de un mundo justo y feliz, que la promesa de Dios transforma en posibilidad objetiva y que la obediencia del hombre, victoriosamente renovada por el Espíritu está llamada a traducir en la realidad". 25 Esta concepción teleológica de la historia, con finalidad de justicia y salvación, va realizándose por etapas a través de los ungidos de Dios, cuya misión es promover los intereses divinos.

Para ello, en el mundo judío, Dios elegía a los reyes como ejecutores de la justicia. Este mesianismo real quedó reflejado en la profecía de Natán a David, descendiente de Judá, en la que se le prometió la permanencia eterna de su trono; incluso Dios afirmó que castigaría a los descendientes de David que no cumplieran su misión, pero que no le retiraría el favor a su casa; es decir, la dignidad real quedaría eternamente en la descendencia davídica26:"Tu casa y tu reino permanecerán para siempre ante mí, tu trono estará firme eternamente."27

Esta concepción mesiánica tuvo consecuencias incluso en el nacionalismo moderno, en especial, en ciertos teólogos germanos de los siglos XIX y XX, dentro del luteranismo político. Según su criterio, la voluntad divina tomó su curso en la historia y las derrotas alemanas se presentaron como el resultado de la deslealtad y los pecados de la comunidad germana contra Dios; de ahí la lucha contra el racionalismo, que concedió un valor falso a la razón humana, olvidando la limitación a que ésta se ve sometida como consecuencia del pecado original.

La libertad preconizada por la Ilustración sólo puede ser real, en la tradición luterana, si actúa conforme a la voluntad de Dios, con lo cual cuando la teología de los órdenes considere al Estado, a la Iglesia y a la familia como expresiones de esa voluntad, nos encontraremos con un Estado al que sólo cabe rendirle obediencia.

El Estado se legitima teológicamente, por lo que el hombre no se aliena ante una institución sino que emplea su voluntad para hacerse copartícipe de la obra divina. Un buen cristiano ni siquiera puede defender su propiedad o su honor ante los tribunales28, ya que cualquier injusticia cometida por el poder civil se debe a los pecados humanos29 y sólo Dios tiene autoridad para castigar a los gobernantes.30 De esta forma, el totalitarismo estatal no encontraría grandes obstáculos.

Por otra parte, debemos recordar que Lutero mencionó dos tipos de justicia: interna y externa. La justicia externa implica cumplir todos los deberes sociales y someterse al poder civil. La Epístola de San Pablo a los Romanos31 parece contener la justificación de este aserto, según la explicación de Lutero.32 Desde esa perspectiva puede encontrarse la analogía con el judaísmo, que defiende la unificación ideológica y de objetivos para el monarca davídico y el sumo sacerdote, pues su misión sería revelar la voluntad divina y llevarla a cabo.

Al extremo de esta unificación se llegó cuando el poder real y sacerdotal se invistieron en una sola persona; pero esta idea, expresada en el Salmo 110, según la cual el rango sacerdotal proviene directamente de Dios y no por la sucesión tradicional levítica, no aparece en el Antiguo Testamento: "Lo ha jurado Yahvéh y no ha de retractarse: Tú eres por siempre sacerdote, según el orden de Melquisedec."33

Con ocasión de este salmo, inspirado en el texto de 2Samuel, se entiende la afirmación de Smith, cuando expresa que sólo un sumo sacerdote puede gobernar a los judíos; pero no debe olvidarse que este sumo sacerdote es a la vez monarca y que ello debe de interpretarse dentro de un contexto escatológico.


EXILIO BABILÓNICO

Sin duda, fue notable el cambio que experimentó el pueblo hebreo34 tras la destrucción del primer Templo por Nabucodonosor, en 586 a.C., y la deportación a Babilonia de los ciudadanos del reino de Judá. Los deportados fueron principalmente aristócratas, intelectuales y sacerdotes, mientras que el resto de la población se quedó para trabajar la tierra y producir para el pueblo conquistador.

Entre los deportados, se encontraba el rey Joaquín, a quien Nabucodonosor había nombrado rey tras la derrota de Joaquím, su padre, anterior rey de Judá, pero al dudar de su lealtad, acabó entronizando a su tío Sedecías. Al rebelarse este último, fue cegado y enviado a Babilonia con Joaquín, y quedó Godolías como gobernador de Judá.

Amigo del profeta Isaías, Godolías fue asesinado más tarde por Ismael, por orden del rey de los amonitas. Temerosos de las represalias que pudiera tomar el rey babilónico en Judá, los judíos abandonaron el país, para ir a Egipto, y se llevaron con ellos al profeta Jeremías y a Baruc. Con el tiempo, el rey Joaquín fue amnistiado por Evil Merodak, sucesor de Nabucodonosor, hacia el año 562 a.C.

Hasta entonces, Israel se apoyaba en la monarquía davídica, pero el destierro trajo consigo la formación de una comunidad dirigida por el estamento sacerdotal, que comenzó a ser ungido y dio origen a lo que suele llamarse "judaísmo" frente a la "religión hebrea" anterior; lógicamente, hay una solución de continuidad entre una y otra realidad, pero mediada por profundos cambios, en parte, debido a los mitos babilónicos recogidos por los escribas de Josué y a la síntesis del Deuteronomio y del Pentateuco que unificaron las tradiciones sagradas y presentaron la historia sacra. El paso de "Estado" a "comunidad" se celebró en la asamblea de Jerusalén presidida por Esdrás, quien promulgó la Toráh como ley suprema de la comunidad, en la asamblea.35

La historia sacra, compuesta por los ilustrados hebreos, no fue un reflejo de la realidad pasada. Ello se constata al observar claras contradicciones dentro de un mismo texto, los anacronismos, los relatos de hechos repetitivos con variaciones, los diferentes estilos literarios en un mismo libro, y los nombres diversos para referirse a Dios...

La explicación se encuentra en la participación de diferentes escuelas que conceden distinto peso teológico a los hechos narrados en función de sus objetivos. Por otra parte, sólo existía la tradición oral con sus consecuentes desviaciones, y lo que resulta evidente es la necesidad de un pasado que hiciese posible la unidad en una comunidad política asentada en los temas claves que plantea el Deuteronomio: un Dios, un pueblo, una ley, un santuario y una tierra.

De acuerdo con el orientalista Mario Liverani, diremos que

    ...el Antiguo Testamento, en su conjunto, corresponde más a la época del segundo templo que a la del primero, a la del regreso del exilio que a la de la formación y desarrollo del reino de Israel. Constituye un caso extraordinario de reinvención de la historia pasada y reescrita en función del presente. (...) La antedatación anacrónica (...) La consecuencia es la congelación del proceso evolutivo, con un resultado final preestablecido desde el principio, con sus caracteres inmutables.36

En cualquier caso, podemos asegurar que a partir del siglo VI a.C., durante el destierro a Babilonia, comenzó el desarrollo de las escuelas teológicas (sacerdotal, deuteronomista...), se inició la escatología y apareció la visión apocalíptica del triunfo del bien sobre el mal37, afianzándose en el libro de Isaías. Y por primera vez se negó la existencia de otros dioses38: "Yo soy Yahvéh, no hay ningún otro; fuera de mí ningún Dios existe."39

Comenzó la responsabilidad individual frente a la colectiva.40 El Templo dejó de pertenecer al rey, como sacerdote especial y cuidador del menaje del culto, como aún se pensaba cuando Ciro devolvió a Sesbasar los utensilios sagrados saqueados por Nabucodonosor. Se entendió el destierro como castigo, a diferencia del éxodo en Egipto, del que debió partir una renovación, y la expresión "el día de Yhwh’ no fue ya un sinónimo de la cólera divina contra Israel, sino contra sus enemigos, contra las naciones, por tanto un día esperado por Israel como el día de la restauración (...) día de promesa, de liberación".41

En cualquier caso, los judíos regresaron a su tierra por concesión de Ciro el Grande, mediante un decreto del año 538 a.C. Con ellos, volvieron sus líderes civiles y religiosos. Encontramos, entre otros, como dirigentes políticos, a Zorobabel, Nehemías y Bagohí, con sus respectivos poderes sacerdotales en las personas de Josué, Esdrás o Ezra y Yeohanan. Precisamente en la persona de Esdrás comenzó a verse la importancia que empezaron a tener los escribas o "soferim" como sacerdotes-intérpretes de la Ley, a la vez que fue desapareciendo la de los profetas.

Sin embargo, inicia un periodo en el que el poder sacerdotal aspiraba a tener un papel predominante. Limitado por la imposibilidad de poseer tierras o bienes, se dejó de hablar de la alianza, que durante la monarquía implicó un pacto de Dios con el monarca42, para hablarse de la alianza de Leví. El sacerdote se convirtió en intérprete de la Ley y en mensajero de Dios43 e intentó aumentar su poder mediante el proselitismo para ganar al extranjero, justificado en Za 8,20-23, y los matrimonios mixtos44, condenados sin embargo por Ml 2,11.

No olvidemos que desde el exilio en Babilonia hasta la rebelión macabea se hallaron bajo dominio extraño y por tanto en contacto constante con el extranjero y su cultura, a pesar del gran esfuerzo realizado por Esdras, a su regreso a Judá, para establecer una nación compacta desde el punto de vista religioso y étnico. Aún así, el poder civil siguió en manos de descendientes de David, bajo la advocación de gobernadores, y desapareció la monarquía, pero no quienes detentasen un poder político, por delegación, aunque limitado, junto al que ejercían los sacerdotes.


PERÍODOS HELÉNICO, ASMONEO Y ROMANO

Todo el bagaje teológico-ideológico antes citado forma parte del contexto en el que aparecen las sublevaciones contra los seleúcidas y contra los romanos.45 Por ello, el autor del primer libro de los Macabeos trata de justificar el pasado, en una solución de continuidad, y la entronización de Judas Macabeo, el tercer hijo de Matatías, al nombrarle cachorro de león46, en reminiscencia de las palabras de Jacob a Judá. Con ello, buscaba emparentar la dinastía asmonea con David y presentarla como legítima.

El movimiento de liberación judía iniciado por Matatías, si bien hundía sus orígenes en la defensa de la ley y la alianza ("No obedeceremos las órdenes del rey para desviarnos de nuestro culto ni a la derecha ni a la izquierda"47), denotaba, a su vez, claras connotaciones políticas que pueden ilustrarse con el texto de la Enciclopedia judaica:

    The Hasmonean revolt and its aftermath were more in the nature of a revolution, drastically affecting both Jewish and world history. For the Jews it meant their reemergence on the world political scene as a sovereign nation to be reckoned with by local and global powers. The Hasmonean century (167-67 B.C.) witnessed the reestablishment of a Jewish presence throughout the length and breadth of the Land of Israel, with its cultural and physical imprint on the face of the land.48

Sin embargo, la unión del liderazgo secular con el sacerdotal llegó más tarde, con su hermano Jonatán, nombrado sumo sacerdote por el rey Alejandro Balas49, y desbancó del cargo a los oniadas, descendientes de Sadoc.50 En ello vemos que ante la helenización impuesta por Antíoco IV, aceptada por las clases altas, y ante la prohibición de la Ley judía, el levantamiento macabeo supuso una revuelta política en defensa de la identidad y de la cultura hebreas, que contó con el apoyo de los asideos o hasîdîm 51 y de las clases menos privilegiadas.

El abandono de las armas por parte de los asideos52, antecesores de fariseos y esenios, se produjo cuando el rey Demetrio I concedió la libertad religiosa53, "pero los macabeos luchaban también por la independencia política"54, algo que no consiguieron en toda su amplitud hasta la muerte de Antíoco VII, dirigidos por Juan Hircano. Sin embargo, contaban los años desde la época de Simón55, como los reyes, y desde Judas gozaban de autonomía política suficiente para firmar acuerdos políticos con Roma y Esparta, considerando a ésta última hermana de raza.56

El primero en proclamarse rey fue Aristóbulo I (104-103 a.C.), hijo de Juan Hircano, aunque ya su padre gobernaba a través de una corte y actuaba como rey sin adjudicarse el título. Si bien contaba con ejército propio, contrató mercenarios y acuñó moneda.57 Esenios y fariseos siempre criticaron que una sola persona invistiera las dos dignidades, política y religiosa.

Cabe señalar, sin embargo, que la religión sufrió cambios en su interpretación de acuerdo con las necesidades políticas; así, ante la muerte de judíos que se negaban a luchar en Sábado, Matatías decidió que debía cambiarse la norma58; tampoco hubo escrúpulos religiosos para hacer alianzas con "impíos" e intervenir en la política del Oriente Medio. Juan Hircano se alejó de los hasîdîm, apoyándose en los saduceos, la nobleza sacerdotal más helenista que negaba la inmortalidad del alma y la recompensa o castigo en el más allá.

En clave política puede leerse la judaización forzada de los pueblos sometidos, especialmente desde Hircano, quien "someterá la Idumea a una judaización forzosa y lo mismo hará Aristóbulo I con Galilea y Janeo con varias de las ciudades de la Decápolis, de Galaad y de la Traconítides, siguiendo una política a la que no sólo no es posible encontrar una base en la Escritura sino que contradice el principio mismo del yahvismo como religión particular y bien propio del pueblo elegido".59

Sin embargo, no es la primera vez que la historia israelita refleja un alto componente nacionalista, ya la historia sagrada lo muestra en los relatos de Ester60 y sobre todo en el de Judith, ambos de origen posexílico.

Fue en la propia época asmonea cuando surgió la comunidad del Maestro de Justicia asentada en Qumrán, citada previamente, cuyos miembros esperaban dirigentes tanto políticos como religiosos. Según la tradición de la elección directa de Aarón por Yahvéh para el cargo sacerdotal, denominaban Mesías de Aarón a uno de los dos mesías que esperaban, concretamente al que atribuían las funciones sacerdotales, mientras que para el mesías de Israel reservaban las funciones político-militares.

    No se apartarán de ningún consejo de la ley para marchar en toda obstinación de su corazón, sino que serán gobernados por las ordenanzas primeras en las que los hombres de la comunidad comenzaron a ser instruidos, hasta que venga el profeta y los mesías de Aarón e Israel. (TQ, 60) 61

Conviene señalar que junto a estos dos mesías, mencionados también en los testamentos de los XII Patriarcas, la comunidad de Qumrán esperaba un profeta y un Mesías celeste (4Q246). La aplicación del término Mesías puede parecer complicada, pues la unción divina, en principio, sólo puede otorgarse a un ser humano, pero ya se encuentra esta denominación para un ser trascendente y celeste en las parábolas de Henoc (48,10 y 52,4) y en el libro IV Esdrás (7,28 y 12,32). En cuanto a la jerarquía entre los mesías de naturaleza exclusivamente humana, la primacía corresponde a la figura sacerdotal, como cabe esperar en toda comunidad, cuyo fin es trascendente y aboga por el espíritu frente a la mera realidad material, aunque separa claramente los objetivos a los que deben tender las dos figuras dentro de una finalidad común, como se desprende de los textos siguientes:

    Ésta es la asamblea de los hombres famosos, los convocados a la reunión del consejo de la comunidad, cuando haga nacer Dios al Mesías con ellos. Entrará el sacerdote, jefe de toda la congregación de Israel, y todos sus hermanos, los hijos de Aarón, los sacerdotes convocados a la asamblea, los hombres famosos y se sentarán ante él, cada uno de acuerdo con su dignidad. Después entrará el Mesías de Israel y se sentarán ante él los jefes de los clanes de Israel, cada uno de acuerdo con su dignidad, de acuerdo con sus posiciones en sus campamentos y en sus marchas. (1QSA II, 11-14; TQ 178)

    Y cuando se reúnan a la mesa de la comunidad o para beber el mosto, y esté preparada la mesa de la comunidad y mezclado el mosto para beber, que nadie extienda su mano a la primicia del pan y del mosto antes del sacerdote, pues él es el que bendice la primicia del pan y del mosto y extiende su mano al pan antes de ellos. Después el Mesías de Israel extenderá su mano al pan. Y después bendecirá toda la congregación de la comunidad, cada uno de acuerdo con su dignidad. Y según esta norma actuarán en cada comida, cuando se reúnan al menos diez hombres. (1QSA II, 17-22; TQ 178)62

Además de saduceos y esenios, ya desde tiempos de la rebelión macabea destacó -por su actitud- el grupo de los fariseos, quienes denunciaron la unión de las funciones política y religiosa, como se aprecia cuando exigieron a Juan Hircano que renunciara al sacerdocio, a causa de su pensamiento helenista y de su linaje, pues procedía de una familia sacerdotal ordinaria, la de Yehoyarib.

Los zelotes, los últimos en aparecer y cuarta escuela de pensamiento según Flavio Josefo63, en su actividad política, fueron el grupo más radical en la lucha contra el dominio romano. El descontento y los intereses partidistas esbozados en el periodo de Hircano II y Aristóbulo II, los últimos asmoneos e hijos de Alejandra Salomé, la única reina asmonea, afloraron de forma especial cuando Judea pasó a ser provincia romana, con la conquista o entrega de Jerusalén por parte de Hircano a las tropas de Pompeyo, en el año 63 a.C.

Hircano II, quien ya era sumo sacerdote desde el reinado de su madre, mantuvo su función, por deseo de Pompeyo, y más tarde, de Julio César, la cual pasó a sus hijos. El peso político recayó en Antipáter II, el idumeo, como procurador de Judea, y posteriormente fueron sus hijos Fasael, etnarca de Judea, y Herodes, gobernador de Galilea y rey de Judea. Pero esto último no sucedió hasta el año 37 a.C., pues en el 40 Matatías Antígono, hijo de Aristóbulo II, se proclamó rey de Judea y retiró a Hircano II del Sumo Sacerdocio tras cortarle una oreja.64

Durante el reinado de Herodes hubo diferentes sumos sacerdotes nombrados por el rey: Ananel, Aristóbulo III, Matías (a quien destituyó por haber formado parte de la revuelta del año 4 a.C.) y Joazar. La confirmación de este último por Arquelao fue el pretexto de un nuevo levantamiento contra Roma y contra el propio etnarca, sofocado por Varo, gobernador de Siria. Más tarde, Arquelao nombró a Eleazar como sumo sacerdote y depuso hermano Joazar. Posteriormente, lo sustituyó por Jesús, hijo de See.65

La actitud de Herodes "el Grande"66 y, después, la de su hijo Arquelao, etnarca de Judea, supuso que un grupo de judíos acudiera a Roma solicitando acabar con la monarquía y ser dirigidos por gobernadores romanos, algo que ya habían hecho cuando se dirigieron a Pompeyo y a Marco Antonio años antes.67 Pero no todos los habitantes de Judea estaban de acuerdo con esta petición y muchos de ellos deseaban la independencia.

Entre los más descontentos con el sometimiento a Roma, destacan los zelotes, cuyo origen lo sitúa Josefo en el levantamiento de Judas el Galileo y Sadoc el Fariseo, con sus seguidores, contra el censo de Quirino68, considerado símbolo de esclavitud y obra de Satanás.69 Judas era hijo de Ezequías, líder de una revuelta contra los romanos aplastada por Herodes el Grande. También Judas aparece como pretendiente al trono al morir Herodes.

Los zelotes fueron grupos organizados, inspirados en la ideología religiosa y nacionalista macabea70 e influenciados por el libro de Jubileos. Escrito en clave apocalíptica, éste defiende la separación entre judíos y paganos como algo inevitable y querido por Dios en la batalla final. Dios luchará con sus ángeles al lado de Israel, quien triunfará sobre el mal, representado por las demás naciones.

Estas creencias se hallan en la base del castigo a los colaboracionistas con Roma y de los suicidios colectivos ocurridos en las fortalezas de Jotapata, Masada y tras la caída del Templo de Jerusalén. Tanto Menajén, uno de los líderes zelotes, como Bar Kojba, jefe de la revuelta en tiempos del emperador Adriano, encarnaron las esperanzas mesiánicas sin olvidar la significación política, observable en las monedas que hicieron acuñar y en el deseo de Menajén de ser nombrado rey y sumo sacerdote en la línea macabea.71

Sin embargo, con la toma de la fortaleza de Beter y "la muerte de los últimos resistentes judíos en torno a una figura que se presentaba como mesiánica, la historia conoce un giro decisivo".

    La nación judía deja de existir (...). Con la desaparición de la nación, desaparecen también definitivamente los saduceos. En el Talmud su nombre será sinónimo de herejes. Sin templo, sin nación, ya no hay nobleza. (...) el último de los Mesías de Israel entrará en el Talmud como un mentiroso: engañó a Israel con falsas promesas de restauración nacional.72

Evidentemente, aquí Castel habla de nación en cuánto poseedora de un territorio propio y con, al menos, cierta autonomía política. No obstante para el pueblo judío, la nación nunca ha dejado de existir representada en la "kehillá" o comunidad imaginada, como diría Anderson.

Por tanto, la segunda destrucción del templo por los romanos, hacia el año 70 de nuestra era, aumentó la diáspora existente, que se acrecentó aún más tras la revuelta de Bar Kojbá. Si el estudio de la Toráh comenzó a desarrollarse durante el primer destierro, a partir de dicha revuelta alcanzó su máximo esplendor, pues la observancia de la Ley se convirtió en el centro de la vida espiritual judía, en medio de diferentes culturas, a pesar de la ausencia del templo para realizar el culto sacrificial.

Las asambleas o sinagogas fueron entonces las que mantuvieron la unión de las diferentes "kehilot" o comunidades y comenzaron a multiplicarse las escuelas rabínicas por el mundo. Aún así, ya un siglo antes de Jesucristo, habían comenzado estas escuelas a sentirse con peso social: destacaron -en el siglo primero- las de los rabinos Shammai y Hilel, los últimos zugot o pares.

El pensamiento más rígido en cuanto a los preceptos de la Ley y a la independencia nacional que sustentaba Shammai estuvo en la base de los levantamientos frente a Roma. No obstante, Yohanan ben Zaccai, un discípulo de Hilel, consiguió de Vespasiano reabrir el Sanedrín en Yavne, que operó como centro de estudio y Corte Suprema. Compuesto por 71 miembros, uno era llamado Nasi, que ostentaba el mayor poder para todos los asuntos civiles y era el único capaz de emitir decretos; el Rabbam era la máxima autoridad religiosa. Tras la rebelión de Bar Kojba, el centro de autoridad judía se trasladó a Usha, en la Galilea occidental.

Por otro lado, las comunidades judías fruto de las diásporas anteriores -como la alejandrina o la babilónica- continuaron con su división de poderes, y en el caso de la última, dominaron el exilarca y el gaon, en tanto representantes del poder civil y religioso, respectivamente, tras la llegada del fariseísmo con el fracaso de Bar Kojba.73 Estas dos catástrofes, la del 70 y la del 135 d.C., terminaron efectivamente con la historia del Estado judío en la antigüedad.74


CONCLUSIÓN

Como ya observamos, no puede hablarse de una comunidad israelita al tenor de las fuentes, al menos, hasta el grupo del éxodo que salió de Egipto bajo el liderazgo de Yahvéh delegado en Moisés. Éste fue el primer patriarca que ejerció como legislador al recibir la Ley de Dios, además de ser profeta y líder; fue exaltado por el pueblo hebreo con posterioridad, al punto ser considerado -es el caso de Filón- como alguien "quien por la providencia de Dios llegó a ser rey, legislador, sumo sacerdote y profeta, y en cada una de estas funciones alcanzó los más altos méritos".75

Fue, sin embargo, durante el liderazgo de Moisés que se nombró a Aaron y a sus descendientes como sacerdotes de Yahvéh, y por primera vez se separaron los poderes sacerdotal y civil. Con Josué, el último patriarca, se mantuvo tal división, aunque las decisiones de los ancianos que representaban a las tribus conservaron un gran peso, lo cual siguió ocurriendo hasta la aparición de la monarquía como institución durante el liderazgo de Samuel, el último juez y profeta.

Con los jueces, aparecieron las figuras nombradas por Dios para situaciones concretas, en muchos casos, cuando existía un peligro exterior, de forma que no sólo aplicaron la Ley sino ejercieron como líderes guerreros, o muy próximos a ellos; tal fue el caso de Eh o de Samuel, aun cuando no marcaron tributos ni establecieron leyes. Sin embargo, el don profético sólo apareció en Débora y en Samuel. Fue justamente al final de esta época cuando se produjo el paso de la federación tribal a la institución monárquica a través de la figura de Saúl y posteriormente de David.

La monarquía supuso la división clara de los poderes sacerdotales, civiles y proféticos, aun cuando en muchos casos comenzó a supeditarse el poder sacerdotal al civil, al ser los reyes quienes elegían a los sacerdotes. Con David, pasó el sacerdocio a Sadoc y a sus descendientes, diferente a lo ocurrido en el reino de Israel, porque a la muerte de Salomón se dividió el territorio en el reino septentrional de Israel y el meridional de Judá.

No obstante, tanto en Israel como en Judá se continuó la práctica de ritos de culto a dioses cananeos y a divinidades asirias y babilónicas, a la vez que se adoraba a Yahvéh, en una solución sincretista que exhibía sacrificios humanos, adoración de ídolos y prostitución sagrada. Los mismos sacerdotes de Yahvéh fueron acusados de lucrarse con el pecado.76

Ante esta situación, agravada por la falta de justicia social, intervinieron los grandes profetas de la época, para rechazar a pueblo, reyes y sacerdotes que se apartaran de Yahvéh. Este fue el tiempo de Elías, de Eliseo, de Amós y de Oseas, en el reino de Israel, y de Isaías y Jeremías en el de Judá. También destaca la labor de los reyes Jehu, en el norte, y Ezequías y Josías, en el sur, en pro de una vuelta a Yahvéh y de la aniquilación de los ídolos y sacerdotes de divinidades foráneas.

Con la caída de ambos reinos, se observó un mayor protagonismo del grupo sacerdotal, en especial, de los escribas. En el caso del pueblo de Judá, se mantuvo el liderazgo civil en descendientes de David -como Joaquín, Sesbasar y Zorobabel-, pero claramente mermado por haber perdido la independencia política y haberse convertido en colonia.

Resonaron las voces proféticas de Daniel y Ezequiel, este último considerado por algunos como el padre del judaísmo, por cuanto realizó una adaptación y reconversión de la tradición como consecuencia de la falta de templo y del retorno esperado de su pueblo a Yahvéh. Sus propuestas incluían la de un rey con tierras, defensor del Templo; sacerdotes sadoquitas, como jueces únicos que modificaran e interpretaran las leyes, a la vez que cobraban impuestos y establecían un nuevo reparto de tierras para las tribus.

Desde el retorno a Judá, bajo el patrocinio persa, encontramos líderes civiles de la comunidad judía que mantuvieron cierta autonomía (Zorobabel, Nehemías, Bagohí), pero que en última instancia estaban sometidos a las decisiones de los gobernadores enviados por Persia. Se alcanzó una mayor preeminencia de la clase sacerdotal (Josué, Esdrás, Yeohanan) y sobresalieron las voces de los profetas Malaquías y el TritoIsaías.

Con la llegada de Alejandro Magno, en 332 a.C., se inició el período de hegemonía helénica, bajo la conducción de ptolomeos y seleúcidas, que en poco más de un siglo se involucraron en seis guerras. Alejandro nombró gobernador de Judea a Laomedonte, depuesto por Ptolomeo I, en 312 a.C., quien anexionó Judea a Egipto. Como Alejandro, Ptolomeo concedió a Judea cierta autonomía bajo el mando del sumo sacerdote77 y una gerusía de Jerusalén, no sin antes haber deportado a numerosos judíos a Alejandría y Cirene principalmente.

Hacia el 200 a.C., comenzó el dominio seleúcida; ya se observaba entre algunos judíos de clase alta y sacerdotal un gusto por la cultura helénica, que se hizo más evidente con la compra del Sumo Sacerdocio, por parte de Jasón, a Antíoco IV. A Jasón lo sustituyó Menelao, quien por su comportamiento produjo quejas de los judíos y una revuelta aplastada por Antíoco IV, lo cual supuso la desaparición temporal del Sumo Sacerdocio, así como la gobernación de Judea y Samaria por parte de dos oficiales nombrados desde Siria.

En el año 168 a.C. se decretó la suspensión de la Ley judía, se abolió el culto a Yahvéh y fueron impuestos los cultos griegos. Aquí surgió la revuelta macabea y se inició el periodo asmoneo, un claro exponente del nacionalismo religioso y político judío con tinte expansionista.

Tras la purificación del Templo, en 164 a.C., Simón se convirtió en etnarca, sumo sacerdote y líder del ejército. Con Aristóbulo I, se unieron los títulos de rey y sumo sacerdote en una única persona, pero esto supuso un rechazo de la situación por parte del pueblo judío, en especial, de los esenios y fariseos.

La lucha civil entre los hijos de Alejandro Janeo implicó la intervención de Roma a través del general Pompeyo, quien otorgó a Hircano II los títulos de etnarca de Judea y sumo sacerdote, aunque el verdadero gobernante fuera Antipáter. Desde entonces y hasta el fin del Estado judío, sólo gozaron de independencia por breves lapsos (Matatías Antígono, de 40 a 37 a.C., un gobierno provisional, de 66 a 70 d.C., y Bar Kojba, de 132 a 135 d.C.).

El resto del tiempo, hasta el año 135 d. C., tuvieron reyes nombrados por Roma (Herodes y los Agripa I y II), etnarcas como Arquelao, o procuradores y prefectos. Por otra parte, en los periodos de independencia nombraron sus sumos sacerdotes, mientras que en los monárquicos fueron los reyes quienes lo decidían. Aún así, el poder de la casta sacerdotal fue en aumento, de cara al pueblo, en el siglo I, con la consagración del sanedrín como símbolo nacionalista frente a la sumisión impuesta por la potencia romana.

Finalmente, después de haber argumentado nuestra convicción sobre la existencia de nacionalismo -y ciertamente de un nacionalismo etnocéntrico- en la historia antigua judía (por cuanto la definición del nacionalismo etnocéntrico destaca la importancia de la visión teológica de la realidad nacional como "la sumisión de la idea de la nación y de su independencia bajo la cultura religiosa y de la divinidad"78), podemos afirmar que esta visión conlleva de forma implícita la idea de que el grupo en cuestión ha sido designado directamente por Dios como su pueblo elegido, algo que ya hemos observado respecto de la comunidad hebrea, que ha sido pregonado por diversos nacionalistas de diferentes pueblos en los últimos siglos.

No obstante, creemos haber demostrado que a lo largo de la historia del pueblo israelita y hasta el fracaso de la rebelión de Bar Kojba, siempre se dio una división de poderes y en las pocas ocasiones que se unieron en una persona, se dio con el rechazo de gran parte del pueblo. Israel no pedía un único líder, aunque éste fuese un sumo sacerdote.


Pie de página

1Kohn, Nationalism, its Meaning and History, 19.
2Idem, The Idea of Nationalism, 79.
3Breuilly, Nacionalismo y Estado, 14.
4Smith, Las teorías del nacionalismo, 225. El otro tipo de nacionalismo al que hace alusión es al policéntrico, que surge tras la revolución industrial.
5Breuilly, Nacionalismo y Estado, 13.
6Smith, Las teorías del nacionalismo, 225.
7Hipócrates, Sobre los aires, aguas y lugares; Sobre los humores, Sobre los flatos; Predicciones I; Predicciones II; Prenociones de Cos.
8Smith, Las teorías del nacionalismo, 219.
9Bright, Early Israel in Recent History Writing: A Study in Method, 21. Véase del mismo autor La historia de Israel.
10De ahí el judaísmo posterior derivará las siete leyes noájidas, añadiendo la prohibición de la idolatría, la blasfemia, el robo, el sexo impuro e instando al establecimiento de tribunales.
11La primera mención conocida de "las gentes de Israel" aparece en la estela de Merneptah (1209 a.C.), que alude a un pueblo yermo, que se encontraba entre los vencidos por el faraón en su campaña por la tierra de Canaán. De forma mayoritaria, se acepta la aparición de Israel como pueblo distintivo tras la aceptación del pacto del Sinaí y la conformación de la federación tribal, aunque la descendencia de Jacob ya se había multiplicado en Egipto.
12Vanhoye, "Sacerdocio", 1.734.
13Biblia de Jerusalén, Ez 40-48.
14Ibid., Gn 12.
15Guijarro y Salvador, Comentario al Antiguo Testamento, 306.
16Biblia de Jerusalén, Jos 23,6-7,12-13.
17Ibid., Jos 10,1.
18Esta es la primera vez que el pueblo israelita muestra el deseo de tener un rey, como la mayoría de los pueblos que le rodean, y puede ser un síntoma de la asimilación cultural que sufrió durante mucho tiempo.
19Incluso se produjo un cisma religioso protagonizado por la tribu de Dan, que erigió un templo para un ídolo de Mica y nombró sacerdote a Jonatán, hijo de Gersón y nieto de Moisés. Era levita, pero no descendiente de Aarón, aunque él y sus hijos mantuvieron el culto en Dan, antigua Lais, hasta la deportación (Jue 18,30-31).
20Éstos eran Jofní y Pinjás, quienes murieron en una batalla contra los filisteos por no haber honrado a Dios.
21Biblia de Jerusalén, Dt, 17,14-20.
22Ibid., Gn 49,10.
23Dios castigó a Salomón por apartarse de él, pero no dividió el reino hasta su muerte, cuando ofreció Israel a Jeroboam, hijo de Nabat, servidor de Salomón, y Judá a Roboam, hijo del rey. En Israel quedaron las diez tribus que luego se llamaron perdidas o asimiladas por Asiria, y en Judá quedaron las de Benjamín y el mismo Judá. Ambos reyes perdieron el favor de Dios por adorar a otros dioses y ni siquiera respetar la línea levita de los sacerdotes, en el caso de Jeroboam, o de admitir hieródulos, en el de Roboam.
24David nombró dos sumos sacerdotes: a Sadoc, hijo de Ajitub, en Gabaon, y a Abiatar, hijo de Ajimelec, en Jerusalén. Con la llegada de Salomón al trono, el Sumo Sacerdocio quedó sólo en las manos de Sadoc, cumpliéndose la promesa del cambio de dinastía sacerdotal que hizo Samuel a Elí. Al atender a la genealogía (1Cro 6,34), se continúa la línea aaronita, que será la que marcha al exilio en Babilonia y vuelve con Josué como sumo sacerdote.
25Rizzi, Messianismo nella vita quotidiana, 57.
26Biblia de Jerusalén, 2Sa 7,4-17.
27Ibid., 2Sa 7,16.
28Lutero, "Sobre la autoridad secular: hasta dónde se le debe obediencia" (1523), 40.
29Idem, "Carta sobre el duro librito a los campesinos" (1525), 143-144.
30Ibid., 142.
31Biblia de Jerusalén, Rm 13,1-7.
32Lutero, "Sobre la autoridad secular: hasta dónde se le debe obediencia", 25-26.
33Biblia de Jerusalén, Sal 110,4. Melquisedec, primer sacerdote que recibe el diezmo de manos de Abrahán.
34El reino de Israel ya había sido conquistado por Sargón II de Asiria, en 721 a.C., y repoblado con gentiles de Cuta, Ava, Jamat y Sefarvaím. Convertidos a la fe de Yahvéh, fueron posteriormente llamados samaritanos y rechazados por los judíos, cuando éstos vieron del exilio babilónico, debido a su origen o mezcla con asirios. Al quedar solo el reino de Judá, comenzó a utilizarse el vocablo "judío", que aparece en la Biblia por primera vez en 2R 16,6.
35Biblia de Jerusalén, Ne 8.
36Liverani, El Oriente Antiguo, citado por Ceresole, El nacional judaísmo, 65-66.
37Biblia de Jerusalén, Ez 38-39.
38Hay textos e inscripciones donde se habla de consortes de Yahvéh, como Aserá y Anat. Véase Van der Toorn, "Anat-Yahu, Some Other Deities, and the Jews of Elephantine", 80-101; Meshel, "The Israelite Religious Centre of Kuntillet 'Ajrud", 52-55; Keel y Uehlinger, Gods, Goddesses, and Images of God in Ancient Israel, 210-248
39Biblia de Jerusalén, Is 45, 5.
40Ibid. Ez 18.
41Moraldi, "Judaísmo", 942.
42Hasta el propio templo se entendía "como santuario del rey y templo del Reino", como recuerda el sumo sacerdote de Betel, Amasías, en tiempos del rey de Israel Jeroboam II (Biblia de Jerusalén, Am 7,12-13).
43Ibid., Ml 2,4-7
44Esto ha sido tema de discusión interna desde los comienzos, pues el mismo Yahvéh defendió a Moisés frente a sus hermanos, que le reprochaban haberse casado con una cusita. Incluso, en el libro de Rut, se hace descender a David de la moabita.
45Si bien durante el tiempo en que estuvieron bajo el dominio lágida se respetó la autonomía política y social concedida por los persas, no fue así bajo el dominio seleúcida o romano (que comienza con la derrota del general egipcio Escopas, a manos del ejército de Antíoco III el Grande, en Panium). La necesidad de dinero supuso que Antíoco IV, con la complicidad del sumo sacerdote helenista Menelao, saqueara el templo e impusiese el culto a Zeus y a otras deidades griegas. Tanto Menelao como antes Jasón (hermano del verdadero sumo sacerdote Onias III, a quien depuso con apoyo político de los helenizantes), accedieron al sumo sacerdocio de manera ilegítima al comprar el nombramiento al rey seleúcida.
46Biblia de Jerusalén, 1M 3,4. Judas Macabeo, artífice de la fiesta de Hanukkah, venció a los seleúcidas en las batallas de Beth Horon y la de Emmaus (166 a.C.), Beth Zur (165. a.C.) y Adasa (161 a.C.), y fue derrotado en las de Beth Zachariach (164 a.C.) y Elasa (161 a.C.), donde encontró la muerte.
47Biblia de Jerusalén, 1M 2,22.
48Wigoder, The Enciclopedia of Judaism, 328.
49Biblia de Jerusalén, 1M 10,20.
50Asesinado Onias III, su hijo y verdadero heredero del sumo sacerdocio, Onias IV, huye a Egipto, donde erige el templo de Leontópolis dedicado a Yahvéh.
51Biblia de Jerusalén, 1M 2,42.
52Ibid., 1M 7,13.
53Algunos asideos se retiraron tras el nombramiento de Alcimo de la estirpe de Aaron como sumo sacerdote por Judas, pues entendieron que esa era la finalidad de su lucha; otros lo hicieron tras la usurpación del sacerdocio por Jonatán a la muerte de Alcimo, quien aprovechó las luchas entre Demetrio I y Alejandro Balas para atribuirse la dignidad sacerdotal. Incluso se habla del alejamiento del maestro de Justicia esenio de Jerusalén, por ese mismo motivo.
54Guijarro y Salvador, Comentario al Antiguo Testamento, 685.
55Simón había unido en su persona los cargos de sumo sacerdote y de etnarca, en el año 142 a.C.
56Biblia de Jerusalén, 1M 11,20.
57Josephus, The Essential Writings, 222. Aristóbulo, a la muerte de su padre, hizo matar a su madre y a su hermano Antígono.
58Biblia de Jerusalén, 1M 2,41.
59García y Trebolle, Los hombres de Qumrán, 168.
60Es de resaltar que en la parte escrita en hebreo no hay ninguna alusión religiosa; no así en lo escrito en griego.
61García y Trebolle, Los hombres de Qumrán, 208-209.
62Ibid., 211.
63Josephus, The Essential Writings, 262.
64El sumo sacerdote no podía tener defecto físico alguno.
65Del año 6 d.C al 41, los sumos sacerdotes serían elegidos por los prefectos romanos, y del año 44 al 66, por los procuradores romanos. No obstante, Roma nombró dos reyes de Judea descendientes de asmoneos y de Herodes: Agripa I (41-44 d.C.) y Agripa II (52-100). Este último, al haber sido nombrado con anterioridad rey de Calcis podía nombrar sumo sacerdote por un privilegio otorgado en el año 44 por el emperador Claudio al anterior rey. Entre los que nombró, estaba Ismael, hijo de Fabi.
66A Herodes le fue facilitado el trono, en parte, por la obligación impuesta por los asmoneos de circuncidar a los niños de las tierras ganadas, en su caso concreto, por la orden de Juan Hircano para Idumea y porque se deshizo de todos los descendientes de asmoneos, incluídos sus propios hijos, habidos con Mariamne. En el 37 a.C., dio muerte a Antígono; en el 35, a Aristóbulo III (al que había nombrado antes sumo sacerdote); en el 30, a Hircano II; en el 29, a su esposa Mariamne I; y en el 28, a su suegra Alejandra.
67Josephus, The Essential Writings, 258.
68Ibid., 260.
69Biblia de Jerusalén, 1Cro 21.
70Si bien es cierto que el poder asmoneo enfatizó patrones culturales tradicionales del mundo judío, no es menos cierto que en un sentido pragmático supo judaizar modelos y costumbres culturales claramente helénicos, con lo cual ampliaron su propia cultura, siguiendo por otra parte la senda ya marcada durante el exilio babilónico.
71El enfrentamiento de los zelotes con los sumos sacerdotes se hace patente con la muerte de Ananías y de su hermano Eleazar a manos del propio Menajén, en 66 d.C.
72Castel, Historia de Israel y de Judá, 225.
73Johnson, La historia de los judíos, 184.
74Ibid., 175.
75De Alejandría, Obras completas, Tomo IV, 83.
76Biblia de Jerusalén, Os 4,8.
77Destacan en el cargo Simón el Justo (310-291 a.C.) y sus hermanos Eleazar II (291-276 a.C.) y Manasés (276-250 a.C.). Los problemas comienzan con Onías II, quien durante varios años retuvo el tributo debido a Egipto.
78Smith, Las teorías del nacionalismo, 226.


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