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Revista Facultad Nacional de Salud Pública

Print version ISSN 0120-386XOn-line version ISSN 2256-3334

Rev. Fac. Nac. Salud Pública vol.29 no.2 Medellín May/Aug. 2011

 

RESEÑAS

El brindis infeliz: el consumo de alcohol y la agresión entre parejas en las Américas

The unhappy toast: alcohol and aggression between partners in America



Graham K, Bernards S, Munné M, Wilsnack S, editoras. Washington: OPS; 2010. 271 págs. ISBN 978-92-75-31631-3


Lori Heise1.

1Investigadora invitada, Centro para la Violencia de Género y la Salud, Escuela de Higiene y Medicina Tropical de Londres, miembro del Equipo Central de Investigación Estudio multipaís de la OMS sobre salud de la mujer y violencia doméstica contra la mujer, Directora de la Campaña Global por los Microbicidas, PATH.


El brindis infeliz es sin dudas un estudio importante y valiente. Explora un elemento de la violencia en la pareja que ha sido tabú desde hace mucho tiempo entre feministas e investigadores: el papel que desempeña el alcohol como factor en la frecuencia y la severidad de la violencia en las relaciones de pareja.

Comencé a investigar la violencia contra las mujeres a principios de la década de los ochenta, cuando todavía, especialmente a escala mundial, el tema seguía profundamente oculto. Las víctimas sufrían en silencio y pocas instituciones internacionales reconocían, ya no digamos enfrentaban, el problema.

Si bien por entonces ya empezaban a organizarse grupos de mujeres en países fuera de Estados Unidos y Europa, el problema de la violencia en la pareja continuaba siendo percibido como una aberración, un problema exclusivo de sus culturas. No fue sino hasta finales de los años noventa cuando los defensores de la mujer comenzaron a unir fuerzas más allá de las fronteras y a atribuir a la violencia en la pareja el carácter de problema global, primero en 1993 como un abuso de los derechos humanos durante la Conferencia Mundial de las Naciones Unidas sobre Derechos Humanos en Viena y después como un problema de salud global.

La investigación ayudó a consolidar esta nueva actitud, tanto mediante la compilación de historias de las mujeres como generando cifras para documentar la frecuencia y la extensión de esas experiencias. Ciertas cuestiones quedaron claras: la violencia física y sexual en la pareja era una circunstancia común en la vida de las mujeres y, en menor medida, en la de los hombres, y sus consecuencias para la salud eran graves y podían persistir mucho después de haber cesado la violencia.

Tuve el privilegio de participar en el lanzamiento del primer estudio global sobre la violencia contra las mujeres y sus consecuencias para la salud, cuyos resultados se analizan en este libro. Con el patrocinio de la Organización Mundial de la Salud, este trabajo ha sido el primero en proporcionar datos comparables entre 15 sitios y 10 naciones. Nuestra comprensión del tema logra un avance importante con la publicación de este sólido estudio sobre la relación entre la agresión en la pareja y el consumo de alcohol.

El estudio internacional sobre género, alcohol y cultura (GENACIS) explora la manera en que el género y la cultura se combinan para afectar el consumo de alcohol y los problemas relacionados con la bebida. El Estudio Multicéntrico de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), una rama del GENACIS, explora y analiza la relación entre el consumo de alcohol y la violencia en la pareja específicamente en 10 países de las Américas. Su consecución no sólo permite encarar un aspecto infra atendido del dilema de la violencia, sino también progresar en la metodología de investigación al recolectar información detallada sobre la manera en que los hombres y las mujeres experimentan los actos de agresión en la pareja: “cuán severo fue”, “cuánto miedo sintió”, “cuán molesto se sintió después del incidente”.

Al hablar con las mujeres acerca de sus experiencias de violencia, a menudo vinculan el consumo de alcohol –especialmente el de su pareja– con el maltrato. Las mujeres sospechan desde hace mucho tiempo lo que este estudio ahora confirma: el riesgo de violencia se eleva cuando los hombres beben en exceso. Esto no sorprende a muchas víctimas de violencia en la pareja, pero es una verdad que el movimiento antiviolencia se ha resistido a aceptar. Siempre ha existido el temor de que la embriaguez se utilice como una excusa para explicar la violencia, que culpar al alcohol desvíe la atención de las dimensiones de poder y género del abuso físico.

Si hemos de enfrentar el problema de la agresión en la pareja, sin embargo, debemos reconocer su naturaleza tipo hidra, con muchos antecedentes interconectados que operan a múltiples niveles: proclividades biológicas e historia personal, factores de la relación y disparadores inmediatos, contextos sociales y de vecindario, así como macro dimensiones como jerarquías de género y normas sociales relacionadas con la resolución de conflictos y la violencia.

El alcohol es ciertamente una parte de este complejo rompecabezas, y es uno de los factores más abiertos a intervención y cambio. El reto ahora es cómo usar este conocimiento para hacer más seguras las relaciones y reducir las probabilidades de violencia en la pareja. Esto requerirá nuevas colaboraciones entre los profesionales de abuso de sustancias, los investigadores y el movimiento antiviolencia.

La OPS goza de una excelente posición para asumir el liderazgo en este ámbito, estableciendo el rumbo para otras regiones. En la década de los noventa esta organización dirigió un proyecto único para fortalecer la respuesta de la comunidad y del sector salud hacia la violencia en la pareja en América Latina. Además, desde hace tiempo ha trabajado para estudiar y responder tanto al abuso de sustancias como a la violencia comunitaria. Espero tener la oportunidad de ayudar a hacer realidad un nuevo conjunto de intervenciones que puedan movilizar la sabiduría combinada de estos múltiples campos para hacer las relaciones más seguras para las mujeres, los hombres y sus hijos.

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