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Revista Facultad Nacional de Salud Pública

Print version ISSN 0120-386XOn-line version ISSN 2256-3334

Rev. Fac. Nac. Salud Pública vol.29 no.3 Medellín Sept./Dec. 2011

 

EDITORIAL

La investigación científica desde hace varias décadas ha dejado de ser una actividad eminentemente privada. Ya se han superado los tiempos cuando el trabajo del investigador era confinado a espacios solitarios, asépticos y aislados del mundo social, mientras que los resultados se vinculaban más con personas en particular, en donde los hallazgos asumían de manera inseparable un vínculo con el nombre del científico para que se perpetuara en su obra. Hoy por el contrario, el trabajo científico se ha expandido de una forma vertiginosa, lo comparten universidades e investigadores de centros ubicados en sitios distantes en lo geográfico, pero cercanos gracias a las posibilidades de comunicación inmediata contemporánea. Gracias al desarrollo de la informática y la comunicación global se potencia de manera exponencial el acervo científico en todas las ramas de la ciencia, proliferan las publicaciones científicas, se abren los canales académicos a la comunidad; es un universo, amplio, sometido a los riesgos propios de un mundo globalizado, inequitativo y competitivo.

La situación a la que se ha llegado trae implícitas algunas consideraciones éticas que requieren trascender las declaraciones y normas internacionales provenientes de la bioética, pues el asunto no solo concierne al delicado e importante tema de la garantía de los principios aplicables a la investigación con humanos y otros seres vivos; tiene que ver con unas nuevas categorías axiológicas que se proponen para que el acervo documental recopilado en las publicaciones científicas otorgue las suficientes garantías para que la sociedad pueda incorporar los nuevos saberes hacia un mundo mejor, confiando en que los publicado no solo tiene validez científica sino también pertinencia social.

Es momento de que las reflexiones académicas y las construcciones sociales sobre la ética de la investigación y las publicaciones científicas trasciendan a unos nuevos enunciados que sin dejar de lado los principios ya consolidados de autonomía, justicia social y beneficencia, pongan a los investigadores de todas las disciplinas en un nuevo escenario que le dé sentido al trabajo científico, en un mundo que paulatinamente se va acercando a la postmodernidad y por ende se ponen en cuestionamientos los paradigmas clásicos de la ciencia y la sobrevaloración de los métodos.

La ciencia se configura en un patrimonio social que mediante la aplicación de recursos de diversas fuentes se integra a lo que pasa en el mundo para comprenderlo, interpretarlo, transformarlo en un permanente ciclo de renovación, a veces reafirmando, en otras redefiniendo las fronteras de las disciplinas.

Como proceso social la ciencia asume un lugar en el mundo de la productividad intelectual que reclama de diversas fuentes compromisos en cuanto a dotación de recursos y acceso a fuentes del saber; la ciencia crea cultura –bajo una nueva concepción del término– cuando los nuevos saberes se incorporan al acervo social y se pone al servicio se los intereses colectivos. Es en este punto en donde se evidencia la necesidad de nuevas reflexiones éticas que favorezcan a los grupos sociales que se encuentran postergados de las oportunidades económicas. En el concierto de las relaciones comerciales internacionales subsisten mecanismos jurídicos internacionales que determinan limitaciones al uso del saber científico de la sociedad, basado en regulaciones sobre patentes y propiedad intelectual, que si bien corresponden a la retribución económica para los que invierten en temas científicos, en muchas ocasiones se convierten en barreras insalvables para algunos países y grupos de población que por su lugar en la pirámide económica del mundo, se encuentran marginados de los beneficios del desarrollo.

Como una aproximación a la construcción de un escenario axiológico, a manera de un modesto aporte a la permanente construcción de escenario ético de la ciencia, enunciamos algunas de las exigencias éticas aplicables:

Calidad técnico-científica: ante la amplia opción de recursos metodológicos que hoy dispone el mundo de la ciencia y la forzosa preparación académica del investigador, se hace imperativo que los estudios se elaboren bajo los máximos criterios de rigor técnico y metodológico, sin caer en el tecnicismo acrítico. Un estudio no puede ser éticamente bueno si quien lo realiza deja de lado los criterios de calidad. Un poco parodiando la máxima hipocrática, no se puede ser un científico bueno (desde la ética), sin que antes sea un buen científico (desde la técnica)

Legitimidad social: tiene que ver con la pertinencia entre los objetivos propios del proyecto y las metas colectivas de la sociedad; la búsqueda de un balance positivo entre los beneficios de sus resultados y los riesgos y costos de su realización. Las preguntas básicas en este aspecto son: ¿para qué se investiga?, ¿con quiénes se investiga?, ¿quiénes son los beneficiarios? Preferiblemente debe llegarse a establecer para cada proyecto una evaluación de su sostenibilidad ética, tarea que debe corresponder a los comités de ética de la investigación.

Comunicación oportuna y veraz: la divulgación científica es la retribución de un bien intelectual a la comunidad; quizás en una etapa inicial compartida en el estrecho círculo de sus pares académicos, pero luego ha de trascender y convertirse en un saber abierto a toda la población. Éticamente debe ser veraz, es decir, ajustado a lo que estudio muestra, evitando siempre la adaptación de los hallazgos a las expectativas del investigador o a las exigencias de grupos con intereses particulares en el tema.

Las revistas científicas desde el rol que nos corresponde tenemos el deber de actuar en pos de estos principios. Con lo que concierne a nuestra lógica interna ponemos al servicio de la sociedad un equipo de editores, asesores y árbitros seleccionados con base a sus saberes y valores; unos procesos transparentes y universales y un soporte tecnológico idóneo. De ustedes, lectores y colaboradores, esperamos la solidaridad en los fines y la confianza en los medios que disponemos para ello.

Álvaro Olaya Peláez
Director

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