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Revista Facultad Nacional de Salud Pública

Print version ISSN 0120-386XOn-line version ISSN 2256-3334

Rev. Fac. Nac. Salud Pública vol.30 no.1 Medellín Jan./Apr. 2012

 

EDITORIAL

 

Añadir vida a los años

''El viejo vive de recuerdos y para los recuerdos, pero su memoria se debilita día tras día. Y sabes que lo que ha quedado, o lo que has logrado sacar de ese pozo sin fondo, no es sino una parte infinitesimal de una parte de tu vida'' Norberto Bobbio

El tema del envejecimiento poblacional, de tanto enunciarlo desde las teorías de la transición demográfica, se ha convertido en un concepto de indiscutible validez fáctica que se soporta sin lugar a dudas en indicadores cuantitativos que demuestran que además de que cada día tenemos la probabilidad de vivir más años, en forma simultánea disminuye ostensiblemente la proporción de niños y jóvenes por efecto de los cambios en las tasas de fertilidad; en otras palabras, hoy hay más viejos en el mundo y tienen a su vez mayor expectativa en años de vida. Estas evidencias han sido la base para posicionar el tema de la salud del adulto mayor (término eufemístico que espera neutralizar el concepto) como un asunto de prioritario interés político, lo cual conlleva a una proliferación de enunciados en el discurso oficial relacionado con el bienestar social y la salud pública.

Sin embargo, con mucha frecuencia, la inclusión de políticas dirigidas a la población que envejece, si bien intentan abordar el tema desde la perspectiva de la morbimortalidad, dejan de lado las reflexiones sobre los determinantes culturales en donde se inscriben nuevas visiones sobre el lugar que en cada contexto social le compete al viejo. Nunca debe olvidarse que en las antiguas sociedades los mayores tenían el privilegio de ser los custodios de la tradición; el cúmulo de saberes que constituía la riqueza inmaterial de la sociedad se depositaba en el viejo, quien asumía un puesto de reconocimiento y valoración superior. Por el contrario, asistimos en estos tiempos a grandes vacíos filosóficos y morales en donde el conocimiento del mundo ya no emana del saber milenario sino de la renovación permanente, acrítica y desprovista de esos valiosos vínculos con la historia y mitos que las sociedades acumulan.

Es tan profunda la escisión generacional que ya en países de altos niveles de desarrollo económico se habla del desequilibrio entre las cargas económica derivadas del envejecimiento comparada con la proporción de jóvenes en edad de trabajar; por ejemplo se estima que en el 2050 en los países de Europa Occidental, por cada persona mayor de 65 años, habrán dos jóvenes en edad de trabajar. Analistas económicos del Fondo Monetario Internacional (FMI) vaticinan que el impacto de la crisis del modelo de mercado afectará de manera más severa a los viejos, quienes ya son vistos por los expertos como una carga económica dada su condición de población con menores índices de productividad y mayores demandas en salud y bienestar. En esa medida, el escenario más probable para los viejos es el de exclusión social, estigmatización y la pérdida de un lugar en la historia familiar y cultural. Por ello aplaudimos que la Organización Mundial de la Salud (OMS) tome como lema de la celebración del día mundial de la salud presente año el tema del ''Envejecimiento Saludable y la Salud de las Personas Mayores'' haciendo un llamado a toda la humanidad para que desde sus instancias de decisión política emprendan una cruzada para afrontar los retos que le esperan a la población por efecto de que los habitantes del planeta vamos ascendiendo escaños en la pirámide poblacional (A propósito ya es hora de cambiarle de nombre a esta gráfica estadística que cada día deja de parecerse a la figura geométrica que le dio su nombre).

Es claro que dentro de un concepto de calidad de vida integral, no basta con extender la esperanza de vida, sino de crear las condiciones necesarias para garantizar una vida con mayores esperanzas a todos los pobladores, que el lugar del viejo en la sociedad sea valorado desde las perspectivas de su recorrido en el mundo y en donde los años de vida acumulados no sean un estorbo para el desarrollo, sino un reconocimiento de alta significación cultural; que las nuevas generaciones sepan reconocer que los avances de la humanidad son un legado de sus mayores y que en cada etapa de la vida existe el derecho a vivir con dignidad, sin renuncias a las opciones afectivas, culturales, económicas y lúdicas.

En pocas palabras, que el camino a la vejez se llene de vida en toda la dimensión ética del término.

 

Alvaro Olaya Peláez Director

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