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Biomédica

versão impressa ISSN 0120-4157versão On-line ISSN 2590-7379

Biomédica v.26 n.1 Bogotá mar. 2006

 

Integridad, debe ser la clave

Integrity must be the key

En el ámbito internacional y desde hace más de doscientos años, la figura que mejor encarna el concepto de "científico" es sin duda el sabio que investiga, la mujer o el hombre que decide sacrificar sus apetencias personales, el brillo social, la ganancia económica, a veces incluso la posibilidad de una vida familiar, para dedicar todas sus horas y el máximo de sus capacidades a la búsqueda del conocimiento. Es investigador, se dice, con tono de admiración que no alcanzan a manchar los inevitables rastros de ocasional envidia; hacia esa persona se vuelven siempre los ojos con interés, sintiendo que en cualquier momento nos puede iluminar con alguno de los esquivos relámpagos de esa ciencia en cuyo altar oficia sin descanso.

El imaginario popular asigna al investigador las mejores cualidades. Inteligente muy por encima del promedio, especialmente dedicado, mejor observador que muchos de sus pares, ingenioso, libre de flaquezas corporales o, al menos, capaz de domeñarlas si éstas pueden interferir con su trabajo, este ser humano casi deja de serlo para tomar los caracteres de un sobrenatural sacerdote de la Ciencia, así con mayúscula que subraye aún más la importancia social del sujeto y de sus obras.

Bien se sabe que esa visión idealizada corresponde apenas en parte a la realidad. Investigadoras e investigadores, aún los mejores, siguen siendo personas comunes y si bien es evidente que de verdad se esfuerzan por alcanzar en su trabajo cotas de excelencia que otros rara vez logran, también lo es que ese esfuerzo no se mantiene por sí solo, que es el fruto de una voluntad férrea que no se concede treguas ni admite desfallecimientos.

El científico investigador es depositario de una parte importante de la fe pública; la Sociedad, por intermedio de sus autoridades, le entrega posición destacada, cantidades importantes de dinero, laboratorios y, sobre todo, grandes dosis de esperanza, dando por sentado que todo esto se utilizará con seriedad y eficiencia en los trabajos que lleven a sustanciales ampliaciones del conocimiento. Por principio, su voz se oye como trasunto de las verdades que descubre y sus aseveraciones se creen por venir de quien vienen.

En este orden de ideas, la aparición de alguien que se presente como investigador pero a quien se descubran actuaciones indignas de esa calidad, es anomalía monstruosa que provoca el horror y el rechazo de la Sociedad, porque ella se siente traicionada en algo sagrado. La más indigna de las actuaciones, la más hiriente, es sin duda la mentira porque es la negación del supuesto básico que asigna al investigador la búsqueda de la verdad.

Infortunadamente, debo parafrasear al filósofo para advertir que "nada de lo humano es extraño" al investigador por ser él precisamente humano; y caer en la tentación es posibilidad bien conocida entre los miembros de nuestra especie. Puede entonces ocurrir – de hecho, ha sucedido en varias ocasiones, algunas de ellas resonantes por escandalosas – que un científico dedicado a la investigación se atreva a cometer fraude, a deformar o inventar resultados y con ellos mostrar logros atrayentes, hermosos... ¡pero que no existen de veras!

La comunidad científica ha puesto en marcha, de tiempo atrás, algunos controles que buscan prevenir esos engaños, descubrirlos cuando todavía no han sido presentados formalmente y minimizar así el daño a la buena fe de la Sociedad y a la Ciencia y los científicos en general. Los comités de ética de la investigación, la valoración por "pares" como parte del proceso previo a la publicación en revistas serias, la vigilancia – que se supone cuidadosa y estrecha – de los jefes de departamento o de laboratorio sobre cada uno de sus colaboradores, son algunos eslabones de esa cadena de seguridad y es evidente que los mecanismos respectivos deben revisarse y mejorarse constantemente en cada una de las instancias.

Pero en el campo de las normas éticas, como en el de la calidad, el único factor que lleva los resultados positivos cerca del máximo deseable es la probidad de las personas, su adhesión sin esguinces ni cesiones al conjunto de los valores éticos y bioéticos, su voluntad permanente de ser sinceros, no engañar, abstenerse de falsedades y superficialidades; en pocas palabras, de proceder con integridad.

Al contrario del idioma castellano, que define "'integridad'' casi con avaricia de palabras (por ejemplo, como "cualidad de íntegro"), el inglés en sus mejores diccionarios trae para integrity definiciones que entran a espacio en esas cualidades de conducta a las que nos venimos refiriendo; así, el Webster trae como entrada (1):

"b . An uncompromising adherence to a code of moral, artistic or other values; utter sincerity, honesty and candor; avoidance of deception, expediency, artificiality or shallowness of any kind."

Y el American Heritage pone en primer lugar lo siguiente (2):

"1. Rigid adherence to a code or standard of values; probity".

Es tiempo tal vez de pedir a las honorables academias de la lengua que, en la próxima edición del diccionario de nuestro idioma, se haga explícito el significado de integridad como esa voluntaria y estricta sujeción a valores, a normas de conducta recta y honesta, compatibles con la verdadera calidad humana. Pero mientras la definición llega, todas las personas vinculadas al ámbito cientìfico, con los investigadores a la cabeza, tenemos la obligación inmediata e ineludible de aceptar que la clave fundamental para la auténtica investigación científica es precisamente la integridad, y proceder en consecuencia.

Referencias

1. Webster’s Third New International Dictionary. Könemann Publisher, 1993

2. The American Heritage Dictionary. Second College Edition. Houghton Mifflin Co.; 1982

Juan Mendoza-Vega, M.D.

Médico neurocirujano, Universidad Nacional de Colombia. expresidente, Academia Nacional de Medicina. profesor titular y

Emérito, Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario, Facultad de Medicina; expresidente, Federación Latinoamericana de

Neurocirugía, FLANC. miembro fundador, Instituto Colombiano de Estudios Bioéticos.

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