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Praxis Filosófica

Print version ISSN 0120-4688On-line version ISSN 2389-9387

Prax. filos.  no.42 Cali Jan./June 2016

 

Nota editorial

François Gagin
Editor en Jefe, revista Praxis Filosófica, Universidad del Valle, Cali, Colombia
E-mail: revistapraxis@correounivalle.edu.co


Querido Lector,

Símbolo, en el sentido griego de la palabra1, y, de algún modo, fruto de nuestras familiaridades y alteridades intelectuales, he aquí este nuevo número; su realidad efectiva procede de una erótica de lo espiritual con lo material y las páginas recogidas dan cuenta de esa suerte de hilemorfismo: la cuestión existencial, se sabe, se configura tanto desde el suelo socio-histórico como desde un esfuerzo por distanciarse críticamente de ello. El tacto y la vista, junto a un oído atento a las modulaciones de las voces filosóficas, es otra figuración de ese gesto editorial, del don al recibimiento. Aunque este número se presente para Usted, como un primer encuentro con la revista –hipótesis que es la de un decir moderno del símbolo– no por ello lo excluye de una tradición y de unos hábitos filosóficos; la ejemplaridad de Praxis Filosófica adviene desde su propia historia. Es el testimonio que una herencia vive, mediante la polifonía deseante y racional de los lectores para con sus autores y viceversa.

Anticipándonos de poco a la celebración de los cuarenta años de la muerte de Martin Heidegger, se despliega elogiosamente ese decir del filósofo alemán, de donde surge la cuestión falsamente ingenua de la utilidad de la filosofía con el intento de integrar el sentido de una existencia, asimismo como su término. ¿Vale resaltar que el elogio –a no confundir con la hagiografía– es constitutivo de la filosofía, desde los griegos, cada vez que la propedéutica anticipa esa praxis exigente y, por cierto, inconclusa?

La biografía del filósofo, presentada en este número, se alimenta por una narración orientada ontológica y políticamente, y donde los componentes ficcionales son hacedores de una realidad que concurre a la instauración de una intención y de un gesto. Esa intención y ese gesto quieren confundirse precisamente con el nombre y el pensamiento del filósofo convocado, y como todo gesto que el verbo representa y conforma, es susceptible inevitablemente de ser interpretado.

Ahora bien, la correspondencia estructural del número conlleva a dirigir nuestra mirada sobre los últimos artículos; antecedido por la entrada del sujeto cartesiano que encara la infinitud (divina), condición sine qua non de nuestra modernidad y de una forma moral de aprehender la existencia, el corpus propiamente dicho se cierra con una evaluación medida del método analítico versus el histórico para proponer una suerte de conciliación entre ambos que nos abriría, una vez más, a la provocación de una verdad filosófica en nuestros modos académicos de transmitir los problemas y sus frágiles resoluciones. La inquietud intelectual, al proceder de las conformaciones de la filosofía en su historia, es alimentada por el giro y las crisis políticas inherentes a la naturaleza del acontecer griego del logos; las lecturas platónicas nos sirven ahí de alimentos para circunscribir históricamente un pensamiento de renombre al interrogarse tanto por el asunto de la mimesis en su evaluación ética-política (desde la República) como por la comprensión política de la famosa crítica o reserva frente a la escritura (desde el Fedro). La perspectiva política prosigue, luego, desde un plano más contemporáneo: en un análisis foucaultiano, se intenta reconstruir unos supuestos metodológicos para dar cuenta de unas formas de poder estatal; desde el pensamiento rawlsiano y sobre el suelo del capitalismo se configuran diversas interpretaciones de esto que se entendería como “la democracia de ciudadanos propietarios”. Lo político es un llamado a lo ético, toda vez que las cuestiones societarias son insuficientes para dar cuenta del quid de una existencia y de un saber-vivir que no niega la personalidad. Las formas individuales y narcisistas de la singularidad harían bien en regresar a unos modos de vida probados somáticamente en la antigüedad en vista de formalizar de nuevo las condiciones que harían que la vida sea exitosamente humana. Una ilustración de lo anterior es, por un lado, la valoración del estilo de vida pagano que los médicos, en su competencia y su correspondencia con la filosofía, reapropiaron, y por otro, el hedonismo epicúreo, libertador de una humanidad presa de las supersticiones y del miedo. Ambas son potencializadas desde una lectura foucaultiana, con el fin de impulsar a emitir un diagnóstico sobre la mediatización sufrida de nuestra cultura actual. La meditación sobre el atomismo (el de Demócrito y el de Epicuro) prosigue y se circunscribe en pro de la problemática del fatalismo en d’Holbach; una vez más el reconocimiento ineludible de nuestra finitud conlleva a probar o anular una filosofía de la necesidad. En esa última lectura la referencia con el De natura deorum de Cicerón bien puede ser ampliada con la traducción ofrecida de un artículo que da cuenta del final de la obra del famoso orador, en vista de explicitar su posición filosófica en el plano de un modus vivendi romano.

Finalmente, esa experiencia filosófica del límite es reavivada gracias a una reflexión que, enfocada en el objeto de la literatura comparada, explora desde el logos hasta Bataille, la configuración de una estética, de una ética y de una política del exceso. La hybris o, si se prefiere, el desenfreno vital y dionisiaco hace y deshace al êthos filosófico y la orientación en la lectura de ese número participa de ello, en cierto modo; usted lo habrá entendido de sobra, y es la razón porque, mediante Praxis Filosófica, nos adivinamos hasta nuestro próximo encuentro.

Citas de pie de página

1Primitivamente el sýmbolon griego es un objeto cortado en dos, del cual dos huéspedes conservaban cada uno una mitad; estas dos partes acercadas servían para que los dos portadores se reconociesen, con el fin de probar las relaciones de hospitalidad cortadas anteriormente.


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