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Praxis Filosófica

Print version ISSN 0120-4688On-line version ISSN 2389-9387

Prax. filos.  no.43 Cali July/Dec. 2016

 

NOTA EDITORIAL

François Gagin
Editor General, Revistas Praxis Filosófica, Universidad del Valle, Cali, Colombia.
Correo electrónico: revistapraxis@correounivalle.edu.co

Querido Lector,

Deseamos, a menudo, que todo encuentro fortuito o provocado sea una buena ocasión para filosofar. La ocasión oportuna no es buena per se, ella lo es en tanto que uno la acoge; y ello, en la medida que uno se dispuso en estar al tono con ese encuentro, mediante una sensibilidad aguda, orientada y regulada en pro de asentar un sentido para con la existencia. Esa disposición queremos avivarla y, si fuese posible, tonarla en una prueba, la de un examen de sí con impronta socrática, en una suerte de hábito de un número a otro1.

Ese modo de ser filosófico se asienta, por un lado, en la presencia figurada de la lectura crítica de los Clásicos y, por otro, en la dimensión álgida y -¿por qué no?- irónica que se da después de un ordenamiento racional de las emociones en pro de un diálogo filosófico donde las voces y las metodologías se frecuentan en el vis-à-vis de los rostros invocados y convocados por esa misma disciplina que etimológicamente es deseo y amor de la sabiduría.

Un indicio de lo primero -el confrontarse con los Clásicos- se propicia a partir de un examen crítico con enfoque hermenéutico del contextualismo de Skinner; el ejercicio loable de confrontarse con la la tarea de un historiador de las ideas se lleva a cabo con la invocación de Maquiavelo que sirve, de ilustración, para situar histórica e ideológicamente unas orientaciones políticas y para, al mismo tiempo, prolongar eficazmente esas cuestiones de cara a nuestra actualidad política. El diálogo entre antiguos y modernos es inevitable e ineludible; su evidente necesidad reposa sobre la constitución del sujeto filosófico desde un despliegue histórico sujetado a un cuestionamiento dinámico y fructífero que implica un parti pris metodológico hasta un modo de ser o de vivir filosóficamente. Y, de hecho, todos los artículos que presentamos tienen la virtud de enlazar la constitución argumentativa de enunciados en tiempos que nos son bastante ajenos con una voluntad de apropiación que, para unos, será voluntad de verdad y, para otros, voluntad de deshacerse de prejuicios o postulados metodológicos. Por ello, la tonalidad escéptica -entiéndase como la duda metódica o como el asombro, la inquietud, la preocupación que es siempre una manera de revelar la insuficiencia vulgar de la doxa o de sospechar de los criterios epistemológicos (cuando no son sicológicos) derivados de los dogmas o inmanentes a ellos- es requerida y cultivada, no solamente porque está inscrita en el corazón de la filosofía, en su apropiación originaria y escolar del logos, sino también porque es inherente a las subjetividades e individualidades modernas y filosóficas que intuyen los límites de la racionalidad humana. Al inicio de ese número es precisamente la confusión filosófica la que es denunciada gracias al método wittgensteiniano, la que sirve de base para analizar y relativizar los propósitos de Davidson según los cuales las razones son causas de la acción; la síntesis argumentativa de ambas posiciones y el rol de la primera persona se dan en este escrito, todo ello facilita en la lectura ese distanciamiento crítico y esa tonalidad escéptica que evocamos. Igualmente, después del corpus, en la traducción del artículo de Bolzani, esa inquietud será, una vez más, nutrida con el conocimiento ya adquirido o avivado de las modalidades académicas y pirrónicas de la escuela escéptica en la Antigüedad y de su vínculo con la Modernidad.

Los antiguos se responden entre sí y los modernos encaran a los antiguos, tanto para abrirse a las posibilidades de unos nuevos mundos como para figurar un presente y una presencia filosóficos. Muchos de los artículos presentados en ese número se nutrieron del continuo debate que el Departamento de Filosofía ha venido promoviendo con varios profesores del Instituto de Investigaciones Filosóficas de la Universidad Nacional Autónoma de México. La presencia de más de unas decenas de egresados de nuestro Departamento adelantando estudios de pregrado y posgrado en la institución pública mexicana, así como el actual canje con la prestigiosa revista Dianoia2 revelan el dinamismo filosófico latinoamericano. Este es un ejemplo loable, junto con otros tipos de intercambios con otros continentes3, de una aproximación a una suerte de política académica de excelencia. Unos podrían llamar esto como la instauración de una aristocracia del pensamiento, otros ven acá un deseo de vivir la democracia desde el embate privilegiado de voces y escritos filosóficos.

La consonancia temática y cronológica entres antiguos y modernos debía de empezar con el enfoque platónico; desde ese suelo que fundamenta para bien, para mal, el despliegue occidental del filosofar, se recuerda la anteposición y las posturas agónicas entre la filosofía y lo que denominaríamos impropiamente las Bellas Artes y, más precisamente, el lugar de los poetas en La República. Este examen conlleva a matizar la opinión tradicional de un rechazo tendencioso por parte del fundador de la Academia hacia la poesía imitativa con sus consecuencias políticas y educativas. La theoria y la praxis no es una exclusividad propiciada solamente por el género literario del diálogo: la expresividad del modo de vivir filosóficamente se da y se mide mediante las compilaciones biográficas. La conocida Vidas de Diógenes Laercio fomenta dicha expresividad, pero esa doxografía es reveladora de unos intereses categoriales por parte de su autor, ya que la estructura de esa suerte de escritos facilita su intromisión. Al confrontarse con el suelo moderno de esos hábitos biográficos en la invocación del Vita Platonis de Marsilio Ficino se hará más evidente todavía la orientación y la pervivencia de ese modelo.

En la confrontación con el campo de las Ideas, el más brillante discípulo de Platón no dudó en pensar a su vez las posibilidades, las condiciones y los fines de la acción humana. La razón y el carácter son privilegiados en los modos interpretativos para saber en qué reposa la tarea de establecer los fines (de la acción). En la confrontación de las tesis intelectualistas y anti- intelectualistas y de sus límites estamos invitados a considera un tercer lugar metodológico en donde las virtudes de ambas tesis se sintetizan en pro de una mejor comprensión y reconstrucción de la concepción del hábito en el pensamiento del Estagirita. El voluntarismo, que determina y acompaña a la acción se prolonga en otra perspectiva para intentar delimitar en la esfera de la moral de qué modo se reconoce la responsabilidad (en la acción voluntaria) y sus derivados expresivos vía el elogio o el reproche; una vez más se fomenta el vínculo entre las nociones de deseo, deliberación y elección de cara a la de carácter. Las cuestiones éticas, en el mundo antiguo, son relativas a las metafísicas; al interrogar a las primeras y al reproducir su estructura teórica, el investigador no puede ser ajeno a un cuestionamiento sobre las segundas. Al regresar a La Metafísica y examinar la tesis según la cual las sustancias tienen una definición, se está valorando también los efectos de pensar los predicados esenciales (de un sujeto). Es un intento exhaustivo de reconstruir el argumento de Aristóteles (en Metafísica Z5) para juzgar con propiedad de la posibilidad o no de definir predicados no-sustanciales, todo ello también en relación con el examen de estudios críticos actuales relevantes en el tema. En conjunto se anota, como era de suponer, que una apropiación de esto que fue la naturaleza humana, desde los modos de ser y de filosofar del fundador del Liceo atañen inevitablemente y, a la vez, a unos métodos ontológicos, epistemológicos, lógicos y éticos.

La Modernidad, en lo que sigue, entra de nuevo en materia con ese enfoque metafísico y se discute, desde Leibniz, el hecho de que las propiedades extrínsecas de una substancia se fundamenta en sus propiedades intrínsecas. Más específicamente el principio de identidad, al provocar una estrecha correspondencia entre lo cuantitativo y lo cualitativo, significa un dilema cada vez que ese modelo quiere aplicarse a las relaciones espaciales. De hecho, uno de los roles del historiador de la filosofía es mostrar cuánto hay de aporías y paradojas en un sistema filosófico, no por el placer narcisita de asentarse en una duda que tiene toda la apariencia de ser la marca de una voluntad sarcástica sino para apreciar, si fuese posible y en su justa medida, el genio propio de una obra y los aportes de su autor en la innovación y resolución de un problema. El intento de socavar los postulados metodológicos que imperan en las metodologías y en los discursos científicos pone a prueba el poder epistémico de las metáforas, las imágenes y los experimentos mentales asentados, en definitiva, en una inferencia contrafáctica; como siempre, no se trata de hacer una tabula rasa, como si el escepticismo fuese un estado de renuncia para siempre a unas herramientas metodológicas. De lo que se trata, más bien, es de mostrar los límites en los usos de dichas herramientas; en definitiva deriva de ello una apuesta o una postura tolerante sin la cual el diálogo y el distanciamiento crítico no son posibles. Finalmente, se ofrece un debate que es, de hecho, una réplica sana con dos maneras de entender la relación entre intuiciones y conceptos en Kant, de donde se derivaría que las intuiciones tienen contenido no-conceptual. Esa derivación está puesta en duda; he ahí una suerte de invitación indirecta que se nos hace en sopesar críticamente lo expresado, sea para tomar partido, sea para suspender el juicio.

Querido Lector, no dudamos en decir que cualquier escrito es un organismo vivo, esto es posible gracias al esfuerzo de jugar críticamente.

Los matices que resultan a partir del debate y de la discusión amena son parte fundamental de ese organismo vivo. Para nosotros, las múltiples voces se comunican entre los artículos, de un continente a otro, y nos involucran tanto con a priori metodológico como con experiencias existenciales que configuran, entre pasado y presente, el pathos filosófico. Es con Usted que volteamos ya las páginas para disponernos a converger, de nuevo, en el próximo número.

Notas de Pie

1. El Lector de Praxis Filosófica que lo somos desde el momento de su aprehensión táctil y visual se percata de esa incidencia reiterada, y ello desde las notas editoriales anteriores.

2. Véase, para una mayor información, el sumario del número 75 en el ítem final: Publicidad de otras revistas.

3. La consulta virtual de la página del Departamento de Filosofía de la Universidad del Valle revela la diversidad de ofertas y del acercamiento académico a otras instituciones universitarias. Praxis Filosófica propicia, en la medida de lo posible, prolongar ese dinamismo filosófico.


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