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Praxis Filosófica

Print version ISSN 0120-4688On-line version ISSN 2389-9387

Prax. filos.  no.49 Cali July/Dec. 2019

https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i49.8030 

Artículo de investigación

Foucault: biopolítica y discontinuidad

Foucault: biopolitics and discontinuity

Osman Daniel Choque Aliaga1  1
http://orcid.org/0000-0003-4374-8708

1 Universidad Salesiana de Bolivia, La Paz, Bolivia. ORCID: 0000-0003-4374-8708. E-mail: junker.odca@gmail.com


Resumen

Un gran número de comentaristas de Foucault afirman que la biopolítica forma parte de manera fundamental del corpus de su obra. La discusión acerca de esta noción está imbricada en la política contemporánea, pero dicha interpretación se aleja de las ideas mismas de Foucault. En ese sentido, ¿en qué consisten esas modificaciones que se desprenden de la obra foucaultiana? ¿Se trata de movimientos propios de la noción o de innovaciones investigativas ulteriores? ¿Existe una lógica que sigue el concepto y si es así qué lógica interna juega esta noción dentro del pensamiento del filósofo francés? La biopolítica se comprende a partir del sentido y significado de la vida en los siglos XVIII-XIX y, de esa manera, en torno a la estrategia política que circula en esos siglos. Una relación entre la política y la biopolítica o, si se prefiere, un problema discontinuo, es decir, una relación que intenta unir áreas que hasta ahora no han sido consideradas: la discontinuidad y la misma biopolítica. ¿Es posible considerar la biopolítica como un problema discontinuo y como un método en el que la discontinuidad es preeminente? Es una pregunta que pretendemos desplegar en este trabajo.

Palabras clave: política; biopolítica; discontinuidad; población; genealogía

Abstract

A large number of Foucault commentators claim that biopolitics is fundamentally part of the corpus of his work. The discussion about this notion is imbricated in contemporary politics but, this interpretation moves away from the ideas of Foucault. In that sense, what are these modifications that come from the Foucauldian work? Are these movements typical of the notion or of subsequent investigative innovations? Is there a logic that follows the concept and if so, what internal logic does this notion play within the French philosopher’s thought? Biopolitics is understood from the meaning and meaning of life in the eighteenth-nineteenth centuries and, thus, around the political strategy that circulates in those centuries. A relationship between politics and biopolitics or, if you prefer, a discontinuous problem, that is, a relationship that tries to unite areas that until now have not been considered: discontinuity and biopolitics itself. Is it possible to consider biopolitics as a discontinuous problem and as a method in which discontinuity is pre-eminent? It is a question that we intend to display in this work.

Key words: Politics; Discontinuity; Population; Genealogy

I. Introducción

Para simbolizar todo esto, tomemos la muerte de Franco, […] De tal modo, quien había ejercido el poder absoluto de vida y de muerte sobre centenares de miles de personas cayó bajo el peso de un poder que ordenaba tan bien la vida y miraba tan poco la muerte que ni siquiera había advertido que ya estaba muerto y se lo hacía vivir tras su deceso. (Foucault, 2000, p. 225)

La obra del filósofo francés ha recibido un continuo favorecimiento de los investigadores y la importancia de su obra continúa repercutiendo en otros campos, separados de la filosofía. Los intérpretes de su obra se inclinan a afirmar que su pensamiento está inmerso en una tríada periódica. Los momentos por los que recorrería la obra foucaultiana, en ese sentido, serían tres: el arqueológico, el genealógico y el ético. Esta división fue aceptada por una interesante línea de autores (Morey, 2014; Deleuze, 1987; Castro, 1995; Revel, 2014), que con el tiempo ha sido considerada canónica. Un rastreo ordenado y sistemático de su obra, se desprende de lo anterior, y el camino a seguir para comprender la filosofía de Foucault se llevaría a cabo a partir de un conjunto de piezas que bajo una lógica correlativa y precisa pueda mostrar un avance progresivo y sobre todo teleológico de toda sus investigaciones. Pero, como veremos a continuación, existe un elemento dentro de su pensamiento que obliga al lector a tomar una actitud distinta y prudente.

Revel, en el año 2014, publica Foucault un pensamiento de lo discontinuidad. Una obra emblemática dentro de las interpretaciones del filósofo francés. Para Revel, la filosofía de Foucault atraviesa de forma constante varios parámetros discontinuos, entendidos no como una postura indiferente, irresponsable y poco constante, en la formar de pensar y considerar los problemas. Es decir, hay un tipo de discontinuidad latente tanto en los problemas como en el método de Foucault. A partir de lo anterior, es posible alejar al lector en cuanto considere inclinarse a la obra de Foucault como un pensador tras las líneas de Hegel. Según la autora, no se trata de rastrear en Foucault un recorrido sin curvas ni problemas, sino que la obra del pensador francés estaría traspasada por una forma discontinua de pensar. Foucault es un filósofo que piensa discontinuamente y esa es la manera, como Revel, abarca las problemáticas que lo acuñaron. La discontinuidad es un rasgo propio del pensamiento del filósofo francés (cf. Revel, 2014).

La discontinuidad, como veremos a continuación, está presente en el pensamiento de Foucault. Dicha noción no se encuentra de forma aislada y en consecuencia como presencia mezquina y parcelaria en sus reflexiones. Para comprender lo que acabamos de decir, es necesaria una descripción pormenorizada de la presencia de la discontinuidad en el pensamiento de Foucault, deteniéndonos en algunos análisis del periodo arqueológico y genealógico. Ciertamente, el tema de la discontinuidad ya fue elaborado en trabajos anteriores, como es el caso de Revel, y en algunos textos recientemente publicados (cf. Cayuela, 2008; Choque, 2016a; Choque, 2016b; Choque, 2017; Choque, 2018). Es evidente un camino y una trayectoria realizada en el tema. ¿Es posible situar a la discontinuidad dentro de la preocupación biopolítica de Foucault? Antes de responder la anterior pregunta es necesario una pequeña trayectoria de la discontinuidad.

En el año de 1968, Foucault publica Las palabras y las cosas cuyo subtítulo es “Una arqueología de las ciencias humanas”. Esta obra analiza la formación de un saber denominado episteme que surgió entre los siglos XVI-XVII. Foucault menciona la presencia de tres epistemes, que se sitúan de manera correlativa, la episteme de la época clásica, del renacimiento y de la época moderna. ¿Pero qué sucede en cada episteme en relación a la otra? Cada episteme, según Foucault, no continúa ni sigue el rastro de la otra; cada una actúa y emerge de manera independiente, algo así como si obedecieran una lógica azarosa, de rupturas; mediante ese movimiento una episteme emerge y produce en cada época el surgimiento de una verdad. Citando un ejemplo, la verdad de la época del renacimiento está anclada en una apreciación por el lenguaje, formación tan distinta a la época del renacimiento (cf. Foucault, 1968). Lo anterior, puede considerase un problema historiográfico: determinar qué lógica histórica siguen los acontecimientos que están inmersos en cada época. En cuanto a la historia es posible notar un alejamiento de Foucault con respecto a los métodos que se constituían una base para los análisis históricos. La historiografía de ese entonces estaba marcada por la Escuela de los Annales, por un lado, y a la importante presencia de F. Braudel, con sus divisiones de la historia, por otro. La distancia que separa, citando un caso, a Foucault de esta historiografía radica en el eje que estos ponen a las figuras históricas. Una constante en el pensador francés fue la de considerar principalmente los “momentos minúsculos”, “los pequeños acontecimientos”, una terminología que él frecuentó mediante el uso de la noción de archivo: “Llamaré archivo, no la totalidad de los textos que una civilización ha conservado […] sino el juego de las reglas que determinan en una cultura la aparición y la desaparición de los enunciados” (Foucault, 2013b, p. 238). La historiografía se tejía a partir de la agrupación selecta y conformada de acontecimientos objetivos que persiguen justificar un fin. Ante esa postura, para el pensador francés la historia no persigue un telos ni sobre todo está siendo pensada por una teleología determinada, sino se trata del “juego de reglas” que aparecen. La historia, según Foucault, debe considerar además el uso del “documento”: “Por detrás de la historia atropellada de los gobiernos, de las guerras y de las hambres, se dibujan unas historias, casi inmóviles a la mirada, historias de débil declive” (Foucault, 1969, pp. 3-4). Además de la historia, el tema que llamó la atención de Foucault fue la cuestión de los discursos de saber, entendidos como discursos teóricos y prácticos. Gran parte de los intérpretes afirman que el análisis de los discursos fue el objeto de estudio de este periodo (cf.Díaz, 2014; Morey, 2014; Sauquillo, 2001). Los discursos, según Foucault, forman parte de la emergencia de una episteme. Se trata de prácticas discursivas que circulan dentro de un periodo y son las que desencadenan el surgimiento de la misma; unos discursos tan peculiares y característicos en un periodo. “[Foucault] busca la evolución de los conceptos y del pensamiento en los documentos que son los diferentes estados de los diferentes saberes” (Descombes, 1982, p. 138). Foucault, por todo lo anterior, es el pensador que afirma una historiografía de las multiplicidades en la que los discursos son analizados como la formación interrumpida de saberes.

En el año de 1969, Foucault publica La arqueología del saber, texto en el que pretende explicar el método con el que lleva a cabo sus investigaciones; describe las herramientas conceptuales que utilizó en Las palabras y las cosas, el desarrollo de los discursos entre los siglos XVII-XVIII. La arqueología del saber es una explicación detallada de la puesta en práctica de los trabajos de Foucault hasta ese entonces (cf. Castro, 1995; Díaz, 1993; Dreyfus y Rabinow, 2001), pues la arqueología describe el proceso de la constitución de los saberes resaltando una cadena de rupturas. La tarea del arqueólogo es detectar, a partir de la recopilación de trabajos, los a priori históricos que describen las condiciones de posibilidad que hicieron posible el nacimiento de una verdad. Existe un reproche frecuente hacia Foucault por la ausencia de una respuesta que explique qué efecto, dinámica o causa posee una episteme para que el próximo emerja, es decir, si la episteme del renacimiento estuvo marcada por el lenguaje, ¿por qué no sucede lo mismo con la episteme del renacimiento? La respuesta, según Foucault, es que cada episteme posee una lógica propia dentro de sí, tan distinta de una a otra. de otra. Por tal razón, el método arqueológico, de la misma manera como los discursos de saber, están dentro de lo discontinuo: lo azaroso prevalece ante lo exacto y continuo. En definitiva, ¿la discontinuidad forma parte de su pensamiento? En torno al año de 1969, en una entrevista hecha por Aron, dice Foucault: “Tengo la vanidad de haber establecido, creo que, por primera vez, la continuidad sincrónica, las relaciones de simultaneidad que había entre campos epistemológicos […] Compré una discontinuidad al precio de una continuidad o a la inversa, como usted prefiera” (Aron y Foucault, 2008, p. 22). Las últimas palabras resultan un tanto oscuras, pero revelan que la discontinuidad efectivamente fue una preocupación relevante.

En el caso del periodo genealógico, la discontinuidad continúa presente. El pensador francés a partir de la publicación de Vigilar y castigar rompe con la manera como estaba trabajando en sus investigaciones. El método arqueológico termina siendo superado por el método genealógico. Esta relación o “superación” del método fue trabajado en un texto bajo el título “El ‘fracaso’ de la arqueología” (cf. Choque, 2016a). Pues, más que hablar de un fracaso en el método se trata de una revisión de los temas tratados y la atención a las nuevas preocupaciones investigativas y, sobre todo, la influencia de la lectura de Nietzsche. Foucault se apropió del método genealógico para analizar la cuestión del poder.

En el año de 1975, Foucault publica Vigilar y castigar. El nacimiento de la prisión. Un estudio de cómo fue llevado a cabo el régimen penitenciario entre los siglos XVIII y XIX; se trata de la presencia y el constante cambio de las formas de control pasando del régimen monárquico al republicano y, además, la existencia de varias técnicas y mecanismos, cuya función fue controlar a los individuos. Frente a ello, es difícil plantear una idea continua y constante de los hechos y acontecimientos: una historia teleológica de las formas de control. Si los regímenes penitenciarios han ido variando es porque estos persiguen el camino de las mutaciones. ¿Es posible afirmar que la cuestión del poder persigue un camino continuo y de esa manera progresivo? Estamos, a partir de Foucault, lejos de una respuesta positiva. La visión del poder también camina dentro de una lógica discontinua. Dice Foucault (1976): “[…] un proceso global ha conducido a los jueces a juzgar otra cosa que los delitos; han sido conducidos en sus sentencias a hacer otra cosa que juzgar; y el poder de juzgar ha sido transferido, por una parte, a otras instancias que los jueces de la infracción” (p. 29). Es evidente notar ahí un tipo de movimiento que roza con lo azaroso. Por otro lado, una característica del poder es el control y en ese sentido no se trata, según Foucault, de que el poder domine, pues para ello basta un sujeto pasivo. Para Foucault, el poder se efectúa cuando hay una respuesta, una resistencia: una mirada positiva del poder, una mirada que toma el poder de manera activa, en movimiento, que ejerce fricción y que sobre todo los individuos manifiestan una resistencia ante los efectos del primero. Los análisis de este periodo pasan por un estudio de la anatomopolítica, la “microfísica” del poder, el poder disciplinario, etc. (cf. Deleuze, 1987; Foucault, 1976). Pero, no es posible encasillar a todos esos estudios dentro de una lógica lineal, una forma de actuar, de manifestarse, de llevar el control a los individuos que obedezca a un principio perfecto que ordene todo. Dice Foucault (2012): “No hay, pues, un foco único del que todas ellas salgan como si fuera por emanación, sino un entrelazamiento de relaciones de poder que, en suma, hace posible la dominación de una clase social sobre otra, de un grupo sobre otro” (p. 42). La cuestión del poder, como vimos, persigue un efecto azaroso, como lo afirma Foucault (2012): “No tengo una concepción global y general del poder. Después de mi vendrá alguien, sin duda, y lo hará. Yo, por mi parte, no lo hago” (p. 71). En todo ello, el poder se ejerce de manera asistemática e irregular, es decir, el poder no cae de una vez para siempre en un sujeto que devenga el poder. El poder, para Foucault, posee un sinfín de formas. ¿No nos muestra lo anterior elementos para considerar la discontinuidad como una forma clave en la manera de pensar en Foucault, es decir, en cuanto método?

Foucault publicó en el año de 1970 un breve escrito titulado Nietzsche, la genealogía la historia. El pensador francés afirma en ese texto que la genealogía es discontinua (cf. Revel, 2014), en el sentido de que esta no posee un elemento fundante y determinante que ordene todo. La genealogía es discontinua porque resalta las formas de cómo fueron desplegadas las historias: quiebres y rupturas y, sobre todo, de luchas (cf. Castellani, 2017). La genealogía explica que la historia es la lucha constante del poder. El desarrollo de Nietzsche de los conceptos de Ursprung y Erfindung, de origen e invención, fundamentan que la historia no tiene un origen primario. Este tipo de genealogía influirá en Foucault y la manera como comprende la historia; así la historia debe evitar el recurso a los grandes monumentos, no perseguir un tipo de añoranza por el pasado, y sobre todo quitar la verdad con que la historia ha sido enriquecida. “[…] a la solemnidad de origen es necesario oponer, siguiendo un buen método histórico, la pequeñez meticulosa e inconfesable de esas fabricaciones e invenciones” (Foucault, 1995, p. 21). El método genealógico por consiguiente es discontinuo. La discontinuidad es un rasgo del pensamiento de Foucault que se halla presente en el momento arqueológico y genealógico.

Ahora bien, quizá no resulte vano preguntarnos si la presencia de la discontinuidad está presente en el tercer periodo de la trayectoria foucaultiana. ¿Es la discontinuidad un rasgo de su pensamiento en el periodo ético? Esa es la pregunta que pretendemos desplegar a continuación. Sin embargo, el camino que seguiremos será más exacto por llamarlo de algún modo. Nuestra mirada sólo se posará en el concepto de biopolítica. Dada la gran relevancia de este concepto en las interpretaciones contemporáneas (cf. Agamben, 1998; Esposito, 2006a; Lemke, 2001; Saar, 2010) la biopolítica se postula como el primer elemento para iniciar una búsqueda de la discontinuidad. Para ello, en primer lugar, llevaremos a cabo un rastreo del concepto. Luego estudiaremos la manera cómo el pensador francés entendió este concepto con sus respectivos matices y el método que está detrás de esta noción. Finalmente, estudiaremos si la discontinuidad es un rasgo de pensar propio de la biopolítica.

II. Un rastreo del concepto

¿En dónde podemos situar el concepto de biopolítica? Los intérpretes de Foucault (cf. Lemke, 2017; Revel, 2014) sugieren que a mediados de los años setenta. Por consiguiente, la biopolítica se sitúa entre los años de 1975-1976 y los textos capitales serían: el tomo I de la Historia de la sexualidad y el curso titulado “Hay que defender la sociedad” (1975-1976).

“La voluntad del saber” es el subtítulo del primer tomo de la Historia de la sexualidad. Esta obra realiza una presentación histórica de cómo la sociedad burguesa, “los victorianos”, entendió la sexualidad, es decir, se trata de un análisis de los discursos sobre la sexualidad. Este tipo de discurso encierra prácticas, como por ejemplo el de las transgresiones, que desde el siglo XVII se convirtieron en prácticas secretas, prácticas represivas en palabras de Foucault. En esa misma línea, Foucault desarrolla una crítica a ese tipo de discurso de la sociedad burguesa sobre el sexo en cuanto se posesiona como verdad. Dichas prácticas sobre el sexo, para Foucault, no son otra cosa que prácticas influenciadas por la moral. En ese sentido, es un dispositivo sobre el sexo que, a partir de la práctica de poder y el discurso sobre el mismo, terminará ejerciendo una represión sobre el individuo a partir de las prácticas de control; un tipo de poder que pretende, aprovechándose o bajo la fachada del sexo, controlar la vida.

En el año de 1975, tras cinco años de haber sido aceptado como profesor del Collège de France, inicia un curso dedicado al discurso sobre la guerra y las relaciones de poder titulado “Hay que defender la sociedad”. Foucault no toma en consideración el modelo jurídico monárquico, tan importante para él, sino los nuevos focos donde el poder se desplaza. El poder no inicia en las manifestaciones en torno al soberano sino a partir de los múltiples puntos de focalización, es decir, relaciones de poder que efectivamente se dan como relaciones de fuerza, prácticas pormenorizadas que de ella se desprenden. Los sujetos quienes ejercen el poder no serían los máximos representantes de la monarquía sino los sujetos que nacen fruto de las relaciones de sometimiento. Foucault analiza el poder en cuanto práctica de guerra. En efecto, la práctica de la guerra no persigue un proceso “evolutivo”. El poder que se desprende de la guerra tuvo, a partir de la Edad Media, una figura central, visible y sobre todo única; el soberano es quien tenía las facultades de someter, ordenar y determinar con quien iniciar la guerra. Otro elemento, no tan lejano a este, es que este poder lo ejerció un grupo determinado particular, es decir, el poder como guerra fue especializado mediante un aparato estatal. Este curso plantea que en las sociedades se pasó de un fenómeno traspasado por la guerra a una sociedad enteramente militar cuyas facultades alcanzaban formas institucionales. Pero, con el tiempo este tema no quedó cerrado. Nació, según Foucault, un discurso de la sociedad directamente sobre la guerra. La guerra, que dio paso al nacimiento de los Estados, no es la guerra como concepto universal sino la del análisis de los enfrentamientos efectivos y en sus particularidades prácticas. En ese sentido es la guerra, a partir del discurso antes mencionado, la que otorga la paz. Es de esa forma que Foucault despliega este tipo de racionalidad como una forma enteramente filosófico-jurídica. Por todo, este curso analizará la guerra, pasando por Hobbes, a partir de sus concreciones históricas y sus relaciones sociales.

En ese contexto, el concepto de biopolítica apareció por vez primera en el primer tomo de la Historia de la sexualidad (1976) en alusión a los aparatos de Estado, quienes, en sus estrategias de poder, apuntaban a mejorar el equilibrio del cuerpo social. Dice Foucault (1987):

Si el desarrollo de los grandes aparatos de Estado, como instituciones de poder, aseguraron el mantenimiento de las relaciones de producción, los rudimentos de anatomo y biopolítica, inventados en el siglo XVIII como técnicas de poder presentes en todos los niveles del cuerpo social y utilizadas por instituciones muy diversas (la familia, el ejército, la escuela, la policía, la medicina individual o la administración de colectividades), actuaron en el terreno de los procesos económicos, de su desarrollo, de las fuerzas involucradas en ellos y que los sostienen. (p. 171).

En la clase del 17 de febrero de 1976, Foucault se detiene en un análisis acerca del poder que se ejercía en el siglo XVIII; se trata pues de la biopolítica. Foucault afirma que hay un quiebre, un nuevo sentido de la manera como se gobierna, “el arte de gobernar”; a partir de ese siglo la frase “hacer vivir y dejar morir” tiene más resonancia conceptual que “hacer morir y dejar vivir”. Dice Foucault (1994): “Aquí primeramente de lo que se trataba no era de dar muerte como ocurría con el poder tradicional del soberano, que «podía hacer morir y dejar vivir» (DS, 214) sino de hacer vivir, el «poder de “hacer” vivir y de “dejar” morir» (DS, 214)” (p. 50). El soberano, pues, no producía ese respeto de los siglos anteriores, por otro lado, su eficacia en el poder no ponía en consideración quitar la vida a los individuos sino reafirmar su permanencia, es decir, la de producir vida en cuanto produzca estabilidad a su gobierno. En ese sentido, Foucault entiende la biopolítica como una tecnología de poder, propia del gobierno postmonárquico, que está circunscrita en la demanda de perpetuar la vida al servicio del capital. Dice Revel (2014):

El primer paso […] corresponde a una verdadera “física del poder” […] La segunda corresponde, en cambio, a una biopolítica, esto es, a la gestión política de la vida, pues la prolongación del disciplinamiento de los cuerpos individuales es su gestión colectiva, masificada. En verdad, ¿por qué limitarse a rectificar y vigilar los cuerpos de los individuos, si es posible administrar “poblaciones” estableciendo verdaderos programas de gestión de la salud, la higiene, etc.?”. (p. 149)

Las referencias anteriores nos muestran que el concepto de biopolítica se encuentra más o menos dentro de esas dos publicaciones. Existe una tercera opinión que añade la presencia del concepto en una tercera publicación. Dice Salinas (2015) “En la segunda conferencia de 1974 en Río de Janeiro, titulada “El nacimiento de la medicina social”, Foucault ocupa por primera vez el término biopolítica” (p. 22). Esta tercera opinión es la que más ha llamado la atención de los investigadores (cf. Esposito, 2006a; 2009a), pues el concepto de medicina, tendrá que acompañar al concepto de biopolítica. Si volvemos a posar la mirada en el primero tomo de la Historia de la sexualidad, Foucault no sólo habla de la biopolítica, sino que la distingue del concepto de anatomopolítica. En el curso “Hay que defender la sociedad”, Foucault trata casi de manera similar y paralela las cuestiones de biopolítica y biopoder. “[…] para terminar me limitaré a remitir a un texto de quien fue sin duda el primer gran teórico de lo que podríamos llamar la biopolítica, el biopoder” (Foucault, 2006, p. 42). El meollo del asunto acerca del rumbo que irán tomando las investigaciones de Foucault hará que este acreciente su interés por la biopolítica “dedicando” un par de cursos al estudio de esta nueva forma de gobierno: “El nacimiento de biopolítica” y el curso “Seguridad, territorio y población”. En lo que sigue trazaremos las líneas generales acerca la comprensión del filósofo francés acerca de la biopolítica y para ello nos serviremos de la interpretación contemporánea.

III. Un análisis de la biopolítica

Es indudable que entre los textos más emblemáticos en cuanto a la Biopolítica se refieren sean los cursos del Collège: “El nacimiento de la biopolítica” y “Seguridad, territorio y población”.

El curso “Seguridad, territorio y población” desarrolla el nacimiento de un fenómeno llamado población. La población, como lo entiende Foucault, es el conjunto de mecanismos que la regulan. El pensador francés ahonda en un análisis de los medios y factores que han tenido efecto en la conceptualización de la población. Dice Foucault (1994):

La población se presentaba, entonces, como un denso cuerpo desde su subsuelo biológico hasta una superficie en la que se manifestaban las opiniones, eso que aparecía en el XVIII como ‘público’, y, en medio, el trabajo, la educación, las costumbres y conductas y una larga serie de capas” (p. 55).

Foucault retoma nuevamente el tema del poder pastoral y afirma que dicha práctica pastoral sufrió una crisis alrededor de los siglos XV-XVI por las nuevas prácticas de dirección espiritual y de pastoreo dadas en el ámbito económico y social. En ese marco Foucault sitúa el tema de la gubernamentalidad como una forma de gobernar en donde los individuos viven bajo el dominio del soberano. El poder soberano que estaba regido, según Foucault, a partir de un fundamento religioso el cual sufrió una mutación para denominarse la “razón de Estado”. Esta forma de gobernar no sólo rompe con el modelo religioso de gobierno de antaño y con la potestad total del rey sino que muestra algo nuevo: el soberano para hacer uso de su poder tendrá que hacerlo mediante la referencia al Estado. La “razón de Estado” se dirigió a dos frentes: la primera es la tecnología diplomático-militar que organizará el aparato armado; la segundo es la “policía”. En una parte del curso, Foucault analiza la Polizeiwissenschaft, conocida por el pensamiento germano como ciencia de la policía en el siglo XVIII; la policía es el ejercicio para hacer crecer las fuerzas del Estado. La población por su parte, no será entendida, como “género humano” sino como “especie humana”: una definición nueva para ese entonces. “La vida era diferente entonces, era la vida de las formas exteriores, no como el motor de funcionamiento de los cuerpos; era la vida del proceso exterior, pero no la vida molecular, subatómica o la embriológica” (Mujica, 2009, p. 56). Otra cuestión de este curso es el análisis de la salud, como una forma de control del Estado. La salud es una estrategia política que procura reducir la muerte, mejorar la natalidad, reducir las epidemias afines de que cualquier eventualidad patológica pueda vivir dentro de los límites de la población. La biopolítica, entendida como el crecimiento de las fuerzas estatales que nacen alrededor de los siglos XVII- XVIII, se sitúa en ese contexto, pues esta trata de estudiar a la especie humana como el conjunto de seres vivos, los cuales conviven entre sí; una definición que merece matizarse pero que para ese entonces es la que prevalece.

En el curso titulado “El nacimiento de biopolítica”, Foucault describe que la biopolítica es una forma de racionalizar que data de los siglos XVIII-XIX y que se preocupa de problemas que conciernen al campo de la gubernamentalidad: salud, higiene, longevidad, etc. Este curso analiza el marco político en el que esta forma de racionalizar halló cobijo, es decir, el liberalismo (fundadas en las ideas de P. Veyne). Para Foucault, el liberalismo desarrolla una forma de racionalización propia de un tipo gobierno, que enfatiza el aspecto práctico más que ideológico. “El liberalismo, por tanto, es tomado por Foucault, no como ideología, ni siquiera como mera doctrina económica en sentido estricto sino como tecnología de gobierno” (Foucault, 1994, p. 64). Pero, según Foucault entiende, no existió un único tipo de liberalismo. Existieron otras tradiciones liberales, como por ejemplo los ingleses, encabezado por Bentham, en el siglo XVIII y XIX. Una característica de estos siglos, en palabras de Foucault, es la de “gobernar demasiado” característica propia del liberalismo alemán y el liberalismo americano. Para Foucault es necesario detenerse en el ambiente político en el que dicha forma de control emergió. Dice Foucault (2009):

Es ahí donde encuentra su punto de partida la línea de preocupación de una “biopolítica”. ¿Pero, quién no ve qué eso es sólo una parte de algo mucho más amplio, y qué es esta nueva razón gubernamental? Estudiar el liberalismo como marco general de la biopolítica” (p. 24).

La preocupación foucaultiana se concentra en este nuevo tipo de poder cuya centralidad elemental es la vida. Hasta este punto la presencia de la biopolítica es clara, aunque no suficiente. Sin embargo, existe una tendencia fuerte por parte de algunos intérpretes quienes consideran una ambigüedad en el concepto por parte del mismo Foucault. Por encima de la aceptación de parte de las interpretaciones filosóficas actuales y sobre todo de la política contemporánea, este concepto no fue trabajado de manera abundante en su obra ni ha tenido la suerte de someterse a un trabajo sistemático por el propio Foucault. Este concepto efectivamente se hizo notorio con la publicación de los cursos del filósofo francés hecha póstumamente. Dice Esposito (2006)a: “lejos de haber adquirido una sistematización definitiva, el concepto de biopolítica aparece atravesado por una incertidumbre, una inquietud, que impiden toda connotación estable” (p. 88). Las interpretaciones respecto al propio término han sido difusas porque no hay un punto de conversión donde se pueda explícitamente definir de una vez para siempre dicho término. De ahí que uno encuentre varias apreciaciones. Por su parte Santoro (2017), dice que “hay múltiples pistas a lo largo de la lección del 17 de Marzo que enfatizan la imagen de continuidad y que, por tanto, apuntan a que en el régimen biopolítico persisten o se refuerzan la lógica de la soberanía y la fortaleza del Estado” (p. 426). O como se da en el caso de Revel (2014), para quien la biopolítica no se separa del concepto de biopoder: “[…] y el de ‘biopolítica’ (o, en plural, ‘biopoderes’)” (p. 151). Y en otro momento afirma “La norma corresponde, pues, a la aparición de un biopoder, es decir, de un poder sobre la vida, así como de las formas de gubernamentalidad a estas ligadas” (Revel, 2014, p.154). Por nuestra parte, consideramos que la biopolítica tiene su punto de inicio años anteriores a Foucault, pero con el pensador francés alcanza renombre internacional (cf. Lemke, 2017); en ese sentido el punto clave de los análisis de la biopolítica se remonta a inicios de años 70, cuando Foucault se detiene en el concepto de medicina social, es decir, en un tipo de control que pretende regular la vida, mediante la actuación de la medicina (cf. Foucault, 1999a; 1999b). Al respecto dice Foucault “la biopolítica representa esa gran “medicina social” que se aplica a la población a fin de gobernar su vida: la vida forma parte ahora del campo del poder” (citado por Revel, 2014, p. 162). Si nos detenemos en los análisis de Revel, más allá de la variación del término es de importancia la particularidad en la forma de pensar de Foucault por encima de que en este término realmente exista una ambigüedad. “El término “biopolítica” designa, entonces, la manera en que el poder tiende a transformarse, entre fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX, con el objeto de gobernar no sólo a los individuos, a través de cierto número de procedimientos disciplinarios, sino también al conjunto de los seres humanos reunidos en poblaciones” (Revel, 2014, p. 163). Estos poderes sobre la vida “natural” - física, fisiológica, biológica - de los individuos es, como ya hemos visto, lo que Foucault designará pronto con el nombre de “biopoderes” o “biopolítica”; pero esto implica igualmente un cambio en la forma en que el siglo XIX considera la esfera de lo natural. Para Revel, siguiendo las ideas de Foucault como vimos arriba, es necesario hablar del liberalismo, en cuanto exige que se analice el marco en que la biopolítica ha nacido (cf. Revel, 2014, pp. 162-163). Por nuestra parte, consideramos pasar de largo esta advertencia y posar la mirada en la forma cómo Foucault entendió el término y perseguir si este concepto puede ser pensado de forma discontinua.

Ahora bien, ¿qué es la biopolítica? Salinas, (2015), Esposito (2006)a y Lemke (2017) han prestado cierta atención a una conferencia dada por Foucault en Brasil titulada “El nacimiento de la medicina social” porque en ella usa el término biopolítica haciendo alusión a la vida en cuanto medicina. Esta conferencia, según los autores, tiene algunos otros méritos para deslindar de la cuestión del biopoder del de la biopolítica. Otra cuestión importante a partir de lo anterior cuyos rasgos se verán inmersos en “Seguridad, Territorio, Población” y “El nacimiento de la biopolítica” es el tema de una “economía política de la medicina moderna, como una consecuencia actual de la misma biopolítica”. De manera determinante esa conferencia describe la biopolítica en dos senderos; por un lado, se trata de “medicina social” y, por otro, se “refiere también a la importancia del cuerpo en el capitalismo” (Salinas, 2015, p. 26). Foucault insiste mucho en los límites de la medicalización como paso del objeto enfermedad, al objeto salud en la medicina social.

En el curso “Hay que defender la sociedad”, Foucault describe algunos posibles elementos de la biopolítica. Para Foucault, estos elementos poseen características para nada permanentes, conceptos que van en movimiento, en avance. Los matices en los que la biopolítica juega gracias a los mecanismos de poder están determinados sobre todo por contextos que van cambiando y a la vez por las diversas estrategias del poder que van naciendo y se imponen en la sociedad. Sobre todo, a los procesos de las mismas técnicas de saber-poder y las tecnologías de poder. No es pertinente alejar el concepto de medicalización del concepto de biopolítica, pues la medicalización expresa la puesta en práctica de ese tipo de tecnología. Esta forma “de problemas son básicamente los mismos que Foucault había mencionado en la conferencia de 1974, El nacimiento de la medicina social, cuando utiliza por primera vez el término biopolítica en la ya célebre expresión ‘la medicina es una estrategia biopolítica’” (Salinas, 2015, p. 33). Ahora ¿qué es aquello de la medicina social?

En principio, la salud se manejó a partir de la intervención médica en el siglo XVIII. El conjunto que engloba la salud del sujeto, es decir, el control y cuidado del agua, las características de vivienda o el régimen urbanístico fue un espacio de la intervención médica que, en consecuencia, se fue desvinculando exclusivamente de las enfermedades. Dice Salinas (2015): “Lo que Foucault llama medicalización […] es una transformación del problema de la salud, donde el foco no son las prácticas médicas directas o tradicionales bajo la relación médico-paciente; sino las condiciones generales de salud, donde intervienen, especialmente, las condiciones urbanísticas, o condiciones generales de vida de los sujetos” (p. 28). La biopolítica tiene una relación con la medicina social donde esta última es utilizada como colofón, es decir, como estrategia, y por otro lado, biopolítica parte fundamentalmente en función de la medicina social (cf. Esposito, 2009a)

Ahora bien, la medicalización poco a poco irá perdiendo importancia en las reflexiones de Foucault. El biopoder tendrá un efecto más positivo en Foucault en cuanto que este concepto está inmerso dentro del poder soberano. La relación entre el poder soberano y el biopoder deberá entenderse como un elemento descriptivo. Dice Díaz (1993): “Las disciplinas establecen una especie de “anatomía política” de los individuos […] El bio-poder, por su parte, planifica y regula poblaciones. Trata de dirigir la natalidad, la lactancia, la mortandad, las conductas sexuales, las normas higiénicas” (p. 68). Además, dicha cuestión se comprende a partir del ejercicio de poder entre la muerte y la vida y, en segundo momento, en una relación entre población y territorio. La primera se encarga de discutir la vida y la muerte en el “primer periodo”, es decir, a partir del curso “Hay que defender la sociedad”, y la segunda relación Foucault lo tratará en el curso “Seguridad, Territorio, Población”. Dice Foucault (2000), en cuanto a la salud:

Por fin, último ámbito (enumero los principales o, en todo caso, los que aparecieron entre fines del siglo XVIII y comienzos del XIX; después habrá muchos otros): consideración de las relaciones entre la especie humana, los seres humanos como especie, como seres vivientes, y su medio, su medio de existencia, ya se trate de los efectos en bruto del medio geográfico, climático e hidrográfico; los problemas, por ejemplo, de los pantanos, las epidemias ligadas a la presencia de terrenos pantanosos durante toda la primera mitad del siglo XIX. También el problema de un medio que no es natural y tiene efectos de contragolpe sobre la población; un medio que ha sido creado por ella. Ése será, esencialmente, el problema de la ciudad. (p. 222)

Las recientes investigaciones han desglosados el término a lugares que quizá ni el propio Foucault tenía conocimiento. Los aportes especialmente de los italianos, Agamben (1998) y Negri y Hardt (2005), consideran que la biopolítica puede suscribirse en dos caminos: por un lado que ambos conceptos inicialmente no tendrían una relación entre sí, y en segundo lugar, que la relación entre ambas vendría posteriormente. El primer camino se enfoca a pensar que la bios puede quedar supeditada a categorías biológicas sin ninguna funcionalidad posterior y, por otro, es el caso de la política en la que ella misma se embiste sin tener ninguna influencia en la vida misma (cf. Esposito, 2009a, p. 20-21). Pues, es posible que Foucault no haya percibido esos derroteros más aún en el sentido de que no se encuentre una definición léxica del término biopolítica. Un tercer camino frente a la poca claridad conceptual del término es hablar de ella a partir de una negación de la definición, es decir, de aquello que ella no es. Esposito considera que un camino que pueda dar luces a la biopolítica es señalar las contradicciones y las negaciones del concepto, y sobre todo recurrir a una investigación de los autores en los que Foucault se sostiene: “Es preciso remontarse a los escritos y autores a partir de los cuales, […] su análisis se pone en movimiento en forma de replanteo y, a la vez, deconstrucción crítica. Aquellos -al menos los que se refieren explícitamente al concepto de biopolítica” (Esposito, 2006a, p. 27). Aunque el fin de este trabajo no es estudiar las ideas de Esposito, que por lo demás hace un importante rastreo del concepto, fue necesario resaltar la imbricación del concepto en la interpretación actual.

El concepto mismo de Biopolítica es una noción que puede ser situada dentro de las líneas de la discontinuidad, es decir, como un problema discontinuo, y a la vez desentrañar el método con el que Foucault trató de estudiarlo. ¿Será posible el uso del método con el que Foucault abordó problemas anteriores pueda situarse frente a la biopolítica? Entonces de eso se trata: de analizar el método que Foucault utilizó para abordar la noción de Biopolítica y si dicho proceso puede ser tratado como un problema discontinuo. ¿Es la discontinuidad un rastro de la biopolítica?

IV. Discontinuidad

Para desarrollar este apartado llevaremos a cabo la siguiente división. En primer lugar, consideraremos el método con el que Foucault se acerca a la cuestión de la biopolítica. En segundo lugar, describiremos las relaciones entre biopolítica y discontinuidad en cuanto si esta obedece a una manera discontinua.

La discontinuidad forma parte del método de este periodo, es decir, el periodo ético. Recordemos que a partir de las lecturas de Nietzsche, Foucault tomará de la terminología nietzscheana un préstamo conceptual (cf. Choque, 2017). El método genealógico aún continúa siendo elaborado en las ulteriores investigaciones de Foucault. Dice Foucault (2006) en “Seguridad, territorio y población”: “No, por lo tanto, dentro de una arqueología del saber, sino en el linaje de una genealogía de las tecnologías de poder” (p. 56). De tal manera que la genealogía aún está presente en la biopolítica. “Como es usual, la manera de penetrar en este concepto por parte de Foucault es la de seguir su genealogía” (Foucault, 1994, p. 58). Por otro lado, no es posible notar alguna variación o modificación en el método genealógico utilizado por Foucault. A diferencia de investigaciones anteriores, donde Foucault hacía uso de las nociones de Ursprung y Erfindung para acercarse a la historia, en los trabajos sobre la biopolítica la aceptación genealógica es imperceptible, si de una cita textual se trata; aunque, evidentemente, el nombre de Nietzsche tampoco es citado con relativa frecuencia en los cursos. Pero, a pesar de esa ausencia la influencia es notable y permanente.

Ahora bien, ¿la biopolítica pertenece a la discontinuidad? Refiriéndose a las características de la biopolítica, dice Foucault (1994) “pues no se trata de una sustitución, sino más bien de un desplazamiento de acento y de la aparición de nuevos objetivos y, por tanto, de nuevos problemas y de nuevas técnicas” (p. 126). ¿A qué se refiere con los nuevos objetos, nuevos problemas y nuevas técnicas? Evidentemente que los elementos, las estrategias de poder, y el poder mismo, poseen una estructura que pertenece a una dinámica azarosa. Dichos movimientos se van desplazando en un entramado sin rumbo y sin una planeación predeterminada. Efectivamente existe un cambio de preocupación que se da en las formas de control. Es posible que no estemos ante un progreso constante en el ejercicio del poder, como lo deja ver el estudio de Lemke (cf. Lemke, 2001; 2013). Acerca del movimiento de la biopolítica, dice Foucault (2000):

En esta biopolítica no se trata, simplemente, del problema de la fecundidad. Se trata también del problema de la morbilidad, ya no sencillamente, como había sucedido hasta entonces, en el plano de las famosas epidemias cuya amenaza había atormentado a tal punto a los poderes políticos desde el fondo de la Edad Media (esas famosas epidemias que eran dramas temporarios de la muerte multiplicada, la muerte que era inminente para todos). En ese momento, a fines del siglo XVIII, no se trata de esas epidemias sino de algo distinto: en líneas generales, lo que podríamos llamar las endemias, es decir, la forma, la naturaleza, la extensión, la duración, la intensidad de las enfermedades reinantes en una población”. (pp. 220-221)

El novedoso ejercicio del poder en cuanto biopolítica no tiene relación con otros ejercicios del poder anteriores. En tal caso, una propuesta continua con miras a un progreso mostraría en lo posible una concatenación de temas y preocupaciones como si estos pertenecieran dentro de una construcción teleológica. La biopolítica es algo distinto a la disciplina. Dice Foucault (2009):

A diferencia de la disciplina, que atropella al cuerpo, esta nueva técnica de poder no disciplinario, es una biopolítica de la especie humana que se aplica a la vida de los hombres, o mejor dicho, que comprende no tanto al hombre-cuerpo como al hombre que vive o al hombre en tanto ser vivo. (p. 49).

La biopolítica no es una consecución del poder sino una nueva puesta en práctica. La biopolítica no persigue un paso ulterior mejor y perfecto del anterior. La presencia del poder sigue una lógica azarosa. “¿Cómo admitir, en efecto, cuando se quiere establecer con la tradición monárquica la gran continuidad de una nación, esas discontinuidades profundas que marcan, a menudo silenciosamente, la sensibilidad y las actitudes de toda una sociedad?” (Foucault, 2013a, p. 229) Con toda razón podemos hablar de que, en vista a otras formas del ejercicio del poder, existe una cesura histórica que va desde el poder soberano, pasando por la disciplina y terminando en la biopolítica. Dice Saar (2010): “La famosa definición de Foucault de un concepto de poder cuasi generalizado no pretende ser una resolución directa de problemas conceptuales anteriores; más bien, constituye un nuevo posicionamiento del concepto” (p. 15). No conocemos ni podremos conocer exactamente cuál será la nueva forma del ejercicio del poder a futuro porque no encontramos unas pistas adecuadas para un análisis: sólo somos testigos de las formas en las cuales el poder se ha venido ejerciendo y de ahí la riqueza del aporte genealógico (cf. Saar, 2008). Dirá Salinas, enfatizando lo anterior: “El problema biopolítico así planteado no es tanto un problema entre la medicina y la política; sino de la salud como objeto de la gestión” (Salinas, 2015, p. 34). Por su parte, Esposito (2009a) y Agamben (1998), consideran que la política en el siglo XIX tiene dos significados: una es la biopolítica en cuanto mecanismos reguladores y dispositivos de seguridad y otra cuestión es la biopolítica frente a la vida, es decir, “lo que hace entrar a la vida humana, como concepto político, en el cálculo del gobierno, una tecnología compuesta tanto por el ‘dispositivo disciplinario’ como por los ‘mecanismos de seguridad’”. Esa semántica conceptual significa frente a una conceptualización lineal una configuración discontinua. La biopolítica es discontinua (cf. Cayuela, 2008).

La biopolítica es un conjunto de dispositivos de poder cuyas articulaciones y retroalimentaciones han variado sin cesar desde el momento mismo de su aparición, interrelaciones entre articulaciones que han diseñado, como hemos visto, distintas formas de biopoder. El curso “El nacimiento de la Biopolítica” debe situarse como un caso extraño dentro de las publicaciones de Foucault. Se trata de una publicación contemporánea en el sentido de que esta está construida con base en cuestiones del siglo XXI propiamente hablando en el aspecto económico y político. Todo ese control es lo que hoy podemos denominar como “salud pública”. Dice Foucault (2000):

El otro campo de intervención de la biopolítica va a ser todo un conjunto de fenómenos, […]

Se tratará del problema de la vejez, muy importante desde principios del siglo XIX (en el momento de la industrialización), del individuo que, por consiguiente, queda fuera del campo de capacidad, de actividad. Y, por otra parte, los accidentes, la invalidez, las diversas anomalías. En relación con estos fenómenos, la biopolítica va a introducir no sólo instituciones asistenciales (que existían desde mucho tiempo atrás) sino mecanismos mucho más sutiles, económicamente mucho más racionales que la asistencia a granel, a la vez masiva y con lagunas, que estaba esencialmente asociada a la Iglesia. Vamos a ver mecanismos más sutiles, más racionales, de seguros, de ahorro individual y colectivo, de seguridad, etcétera. (p. 221)

Por todo lo anterior, podemos aseverar que la biopolítica es discontinua en cuanto que no sigue ni continua los contenidos y práctica de control, por ejemplo, la población y la “razón del Estado”, que se encuentran en la anatomopolítica. “La tanatopolítica es así el reverso de la biopolítica” (Foucault, 2013a, p. 255). Por un lado, vemos un camino histórico algo así como un juego investigativo histórico acerca del poder, que va tomando el nombre de poder disciplinario, pero, este es un tipo de poder diferente al poder de la soberanía. Y, por otro lado, de la misma manera como sucede con el poder denominado disciplinario años posteriores en relación al poder biopolítico. Cuyos rasgos característicos son determinados en relación a la población:

Tres rasgos son destacables en la biopolítica: a) Su objeto como queda apuntado, es la población, no los individuos como en las disciplinas, sino un fenómeno global de características propias, objeto nuevo en el campo político. b) Sus elementos tienen un carácter aleatorio, aunque en otra escala ofrecen unas constantes, se ordenan en series al producirse a lo largo de un tiempo, en una duración; la estadística es, pues, un importante instrumento; todos los elementos se desenvuelven en un medio que es a la vez natural y artificial sobre el que las técnicas tendrán que intervenir. c) Pone en juego una «tecnología de seguridad» que trata de regular elementos de orden global, fomentar la natalidad (Foucault, 1994, p. 50)

Lo anterior no nos refleja una línea continua frente a cómo se manifestaba el poder en las concepciones pasadas, monárquico o disciplinario, esta posee características y objetos propios de estudios. La biopolítica, como dijimos, cae muy bien en la discontinuidad.

[…] la biopolítica, una forma de poder que se habría ido desarrollando desde finales del XVIII al hilo de la instauración de una medicina que asume como función la higiene pública, los problemas de salud y enfermedad de la población, pero también al hilo de otras problematizaciones como las de los riesgos de accidente o de diversas interrupciones y daños que afectan tanto a los hombres, a sus actividades o a sus bienes, o aún de los efectos que planteaba el medio, no ya sólo el natural sino el artificial, el de la ciudad y sus posibles focos de morbidez (Foucault, 1994, p. 50).

Recordemos que el modelo de guerra fue trabajado en un curso dictado en el Collège, en el que el problema del poder como disciplina en relación a la guerra se despliega. A partir de la influencia de Nietzsche acerca de la lucha de guerras, Foucault comprende la insuficiencia del poder como guerra en el siglo XVII y XVIII. “[…] la investigación seguida durante varios años sobre el poder disciplinario que había llegado a caracterizar a la sociedad en su conjunto, y el inicio de la indagación sobre el biopoder, no encajaban bien en el modelo de la guerra” (Foucault, 1994, p. 49). Si traemos a la memoria un ejercicio del poder disciplinario, la idea del panóptico, dice Foucault (2006):

[…] idea moderna en un sentido, se puede decir también que es por completo arcaica puesto que en el fondo en el mecanismo panóptico se trata de situar en el centro a alguien, un ojo, una mirada, un principio de vigilancia que podrá de alguna manera hacer jugar su soberanía sobre todos los individuos situados en el interior de esta máquina de poder. (p. 68)

Una evidente muestra de que la discontinuidad es un rasgo de la biopolítica, en cuanto no continúa los modelos de control y de poder que la precedieron. Estamos ante la irrupción de una nueva manifestación del poder. “Las estrategias biopolíticas que podemos identificar por primera vez, en forma de rudimentos, durante el siglo XVIII, y que tienen como principal forma la medicina social, ya a comienzos del siglo XIX han modificado sus formas”. (Salinas, 2015, p. 34). Efectivamente por debajo se da un movimiento sin un centro fijo y estable que orden todo el contenido, algo así como un despliegue de movimiento, en el que el espectro de la discontinuidad habita. Los quiebres son bastante determinantes. En un texto titulado “‘The Birth of Bio-Politics’- Michel Foucault’s Lecture at the Collège de France on Neo-Liberal Governmentality”, Lemke (2001) afirma un quiebre en el ejercicio del poder. “Foucault es capaz de demostrar que, hasta bien entrado el siglo XVIII, el problema del gobierno se ubicó en un contexto más general. Gobierno fue un término discutido no solo en tratados políticos, sino también en textos filosóficos, religiosos, médicos y pedagógicos” (p. 190; la traducción es del autor).

V. Conclusión

Gran parte de los comentaristas de Foucault se han inclinado a considerar que su pensamiento se divide en tres periodos: arqueológico, genealógico y ético. Las investigaciones sobre el concepto de la discontinuidad se han centrado primordialmente en los primeros periodos, dejando un vacío en el momento ético. Este trabajo pretendió dar los primeros pasos de tal manera que sea posible considerar el uso de la discontinuidad en el momento ético, analizar su presencia en las investigaciones de este periodo.

Un acercamiento a cada periodo nos muestra el objeto de estudio y el método del que se sirve Foucault para estudiar ese objeto. Si nos detenemos, por ejemplo, en el segundo periodo, el objeto de estudio es el poder y el método al que recurre el pensador francés es el genealógico. En el año de 2018 Schubert publicó el texto Freiheit als Kritik. Sozialphilosophie nach Foucault en la que dice que “el poder primero constituye sujetos” (Schubert, 2018, p. 12; la traducción es del autor). ¿De qué manera? Es la pregunta que cierra este periodo y da inicio al siguiente momento, el ético. El recurso a la discontinuidad en los primeros periodos no sólo se reduce al recurso conceptual para expresar ideas presentes en sus obras, sino que funciona como una manera de pensar propia del filósofo francés, es decir, la discontinuidad en Foucault obedece a una forma característica de analizar los problemas de tal manera que dicho concepto recorre de manera transversal los primeros periodos. La presencia de la discontinuidad, por lo tanto, es una constante en las investigaciones de Foucault. En el último periodo, se trataría de pensar en qué medida la discontinuidad está inmersa en la biopolítica. ¿En qué sentido la discontinuidad forma parte de la biopolítica y determina la manera cómo Foucault abarcó esta cuestión? Es la pregunta a la que hemos pretendido responder en este trabajo.

Han pasado más de 30 años en que el filósofo francés Michel Foucault usó el término biopolítica dentro de la interpretación filosófica. La biopolítica, como lo demuestra Lemke, realmente tiene un punto de partida que inicia exactamente mucho tiempo atrás (cf. Lemke, 2017) o, como lo plantea Esposito (2006)a: “quien fue probablemente el primero en emplear el término «biopolítica», el sueco Rudolph Kjellen” (p. 27). Es verdad que, a pesar de lo que acabamos de citar, en Foucault se encuentra una radical investigación de la vida en la política y del que se han servido los análisis contemporáneos.

Un punto de inicio, evidentemente clave, para una adecuada hermenéutica del término no puede estar separada de la noción de poder tan frecuentemente usada por Foucault. Dentro del periodo genealógico, el pensador francés consideró el poder como una forma de control que ponía la atención en los cuerpos, controlar los cuerpos a partir de una economía de los sitios y espacios en el que se ubicaba y estaba confinado. En el periodo ético, la atención que pone Foucault al poder va dirigido especialmente al control de la vida, es decir, la biopolítica, una forma de controlar y sobre todo cuidar la vida.

Entre los muchos temas e investigaciones, el concepto de biopolítica es el que ha recibido más interpretaciones dentro de la política contemporánea. En la biopolítica lo que se busca es “cómo lograr que el sí se traduzca en un beneficio colectivo” (Foucault, 1994, p. 55). El beneficio colectivo es la tranquilidad que ejerce el poder al controlar una patología dentro de los límites de la población. Con la biopolítica el filósofo francés trató de evidenciar las relaciones de fuerzas en un conjunto más grande, es decir, que el poder engendra varios tipos de mecanismos que se materializan en el control a las conductas de la “especie humana”, pues la vida alcanza otras consideraciones conceptuales. Foucault habló de procesos a gran escala de natalidad, mortandad, salud, etc. Se trata de efectos activos de poder que estudian al hombre como un organismo viviente que pertenece a la especie humana.

Podríamos entender, así, que la aproximación de Foucault procede ‘de arriba hacia abajo’, de tal modo que la biopolítica es algo que surge desde un centro, se coordina desde él y gravita en torno suyo. Un centro que es el Estado-nación, y que supondría a este respecto una continuación e incluso un refuerzo del locus central y centralizador de la soberanía clásica. (Santoro, 2017, p. 427)

Lo que más llamó la atención de este concepto fue la potencia del mismo y el impacto en los intérpretes quienes hallaron un uso preponderante y fluctuante convirtiéndola en una noción eficaz, enriquecedora y analítica. Al respecto dice Esposito (2009)a: “la vida es entendida en su irreductible complejidad, como un fenómeno pluridimensional que en cierto sentido está siempre más allá de sí mismo y si es pensada en su profundidad, estratificación, discontinuidad, en la riqueza de sus fenómenos […]” (p. 23). Lemke (2017), (Agamben 1998; 2000; 2001; 2004), (Esposito 2006a; 2006b; 2006c; 2009b), (Negri 1993; 2000; 2004), por sólo citar unos nombres, nos advirtieron del futuro de las investigaciones de la biopolítica. Cabe aclarar que el concepto de poder está destinado a clarificar la noción de biopolítica, en otras palabras, el poder tiene muchas formas en que este se despliega y entre ellas la biopolítica ocupa un lugar importante en cuanto que muestra otras mallas del poder. A la luz de este trabajo pudimos comprobar que la biopolítica, como objeto de estudio del periodo ético se mueve dentro de la discontinuidad en cuanto que está situada en una posición distinta a como el poder se venía ejerciendo. La biopolítica implica un constante movimiento que controla la vida ya que toma en sí los nuevos rostros, las nuevas formas y las novedosas prácticas acerca de su respectivo control. No sin razón dijo Foucault (1994) “un desplazamiento de acento y de la aparición […] de nuevos problemas y de nuevas técnicas” (p. 126). El método genealógico, presente en el periodo segundo, también se sitúa en la biopolítica. He ahí que, la biopolítica expresa una discontinuidad en cuanto rompe con el poder precedente y la lógica del ejercicio del poder es distinta. A partir de los cursos del Collegè de France encontramos una gama de problemas y temas en las que se interesó el pensador francés, ¿no será también que estas preocupaciones forman parten de una posible discontinuidad? Foucault (2009) afirma lo siguiente en el curso “El nacimiento de la biopolítica” “El Estado es una realidad específica y discontinua” (p. 20). ¿Pero sólo es discontinuo el Estado? Y ¿en qué medida? Pongamos otro ejemplo para iluminar lo anterior: el concepto “población” también posee esas características discontinuas, fundamentalmente dentro del poder monárquico es tan diferente del poder disciplinar. “Ya en el XVII la idea cambia, y la población, como se ve en los análisis del cameralismo y el mercantilismo” (cf. Foucault, 2009, p. 17). A mediados del XVIII podemos analizar un tratamiento distinto de la población, con una forma de gobierno distinta, la que impulsan los fisiócratas, que Foucault considera como un conjunto de procesos de orden “natural” que hay que encauzar. El objeto de estudio y nuevamente la lógica discontinua es evidente, se somete a una suerte de variables contextuales. Por otro lado, las técnicas de poder actúan sobre elementos particulares, determinadas en cada siglo, pero que se rigen desde un quiebre ulterior.

Menos de dos años después de la primera referencia a la biopolítica, en el curso de 1977-78, Foucault ya dirá que hay que entender el Estado como “una realidad compuesta”, no siendo este más que “el efecto móvil de un régimen de gubernamentalidades múltiples” (Santoro, 2017, p. 428).

La discontinuidad no sólo refleja los quiebres, ni las circunstancias en que fueron hechas sino la cuestión del “error” como un elemento propio e importante en la vida de los hombres. También está presente en la interpretación contemporánea del concepto, como lo dice Esposito (2006a): “Los pasajes en que parece prevalecer la discontinuidad son, a primera vista, unívocos. No sólo la biopolítica difiere de la soberanía, sino que entre ambas hay una cesura clara e irreversible” (p. 56). En el año 1985 fue publicado un texto inédito de Foucault titulado “La vida: la experiencia y la ciencia”; en ese escrito el filósofo francés manifiesta la relación entre “error” y discontinuidad.

Si la historia de la ciencia es discontinua; es decir, si sólo puede analizársela como una serie de «correcciones», como una nueva distribución que nunca expone definitivamente el momento culminante de la verdad, es porque el ‘error’ todavía constituye no el olvido o la postergación de una realización prometida, sino una dimensión propia de la vida de los hombres; indispensable para la temporalidad de la especie. Nietzsche decía que la verdad era la mentira más profunda. (Foucault, 2007, p. 56)

Aunque posiblemente la discontinuidad puede hallarse en varias investigaciones del pensador francés, gracias a los recientes trabajos podemos delimitar el espacio de la discontinuidad. Particularmente, para Schubert, si queremos ahondar en el tema de la libertad debemos de prescindir de la genealogía por su movimiento de demarcación que usa (cf. Schubert, 2018, p. 24). De tal manera que, si prescindimos de la genealogía, la discontinuidad no estaría presente.

En definitiva, somos testigos de un evento tan importante para comprender la sociedad y la política actual que de seguro nos traerá un tipo de satisfacción al analizar los mecanismos sociales; no sólo la biopolítica nos expresa una nueva forma de poder a partir de la vida, sino que expresa las nuevas formas de “vida” que se van tejiendo en la sociedad. Unas nuevas formas de vida que si son analizadas a la luz de la biopolítica serían, así lo pensamos, discontinuas. Si una de las principales preocupaciones de la biopolítica es el cuidado de la vida, no será ocioso considerar la siguiente problemática: la biopolítica en relación al racismo, en pro de ahondar en estudios sobre la biopolítica que nos lleven a tratar las ideologías racistas en nuestro continente. Llegará el día en que lo cómico podrá considerarse como verdadero.

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1Candidato a Doctor en Filosofía. Magister y Especialista en Filosofía Contemporánea por la Universidad San Buenaventura, Bogotá. Licenciado por la Universidad Católica Boliviana. Miembro de la Sociedad Iberoamericana de Estudios Heideggerianos y de la Red Iberoamericana Foucault. Docente en la Universidad Salesiana de Bolivia y Unifranz. Sus líneas de investigación se orientan hacia la filosofía moderna (alemana) y la filosofía contemporánea (francesa). Algunas de sus últimas publicaciones: Choque, O. (2019). ‘Dios ha muerto’ y la cuestión de la ciencia en Nietzsche. Estudios de filosofía, (59), 139-136; Choque, O. (2018).El filósofo y su filosofía. La ‘filosofía experimental’ de Nietzsche”. Fragmentos de filosofía, (16), 1-21; Choque, O. (2018) ‘The discontinuity in the continuity’. Michel Foucault and the archaeological period. Topologik, (23), 32-46; Choque, O. (2018). ‘Caminos del cuerpo’. La memoria y el ‘miembro fantasma’ en el pensamiento de Merleau-Ponty. Quaestiones Disputatae, 11(22), 210-220; Choque, O. (2017). ‘El caballero de la exactitud perversa’. El tiempo histórico y la discontinuidad histórica en el pensamiento de Michel Foucault. Estudios de Filosofía, 55, 119-143. http:// dx.doi.org/10.17533/udea.ef.n55a08.

Recibido: 03 de Abril de 2019; Aprobado: 05 de Mayo de 2019

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