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Praxis Filosófica

versión impresa ISSN 0120-4688versión On-line ISSN 2389-9387

Prax. filos.  no.50 Cali ene./jun. 2020

https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i50.8935 

Editorial

EDITORIAL

François Gagin


Querido Lector,

Los tiempos están inciertos; ese sentimiento bastante generalizado se expresa en unos tonos distintos, acoplados a unas preocupaciones sociales, económicas, incluso éticas y estéticas. Las manifestaciones engendradas, en Colombia, a partir del movimiento denominado 21 de noviembre (del año pasado) son un indicio de esta incertidumbre, al mismo tiempo que es un llamado a componer la sociedad y concretar un sentido para la existencia.

Sobre esa concreción de lo político y la problemática de vivir y pensar en democracia, remitimos específicamente al suplemento de este número configurado por la inquietud: “Spinoza, ¿cuál democracia, hoy?”.

Más allá de una actualidad nacional, la incertidumbre se fundamenta y se explicita a partir de nuestra facultad de juzgar que se manifiesta particularmente por suspender, de manera momentánea, el juicio con su correlato que consiste en no renunciar a postular unos criterios y unos valores para la acción tanto en el dominio de lo privado como de lo público. Por supuesto, ese ejercicio crítico es sumamente exigente y de no fácil efectuación por lo que se antepone a la transmisión de unos hábitos culturales y normativos y por lo que la libertad es una carga existencial que lleva a vivir responsablemente; uno preferiría evacuar a menudo esa suerte de autenticidad inherente a la condición humana y, en verdad, el mundo contemporáneo, vía una incrementación exponencial y rápida de los avances tecnológicos, facilitan esta vana escapada en pro del olvido de sí.

Si Usted goza de la ventaja de vivir y no de sobrevivir a diario, sabrá que dispone de unos medios y de una urbanidad que le permiten aparentemente escapar de su propia inquietud identitaria y abandonarse al divertimento. Esa ventaja es muy relativa, por cierto, puesto que no anula jamás la confrontación con la finitud humana; ella podría servir al filosofar, en tanto que es reveladora de un desentrañamiento constitutivo del sujeto moderno. Recodarla, en ese instante, participa de una cierta didáctica y de una invitación imperiosa a volver filosófica la lectura que Usted está cometiendo.

En esta apropiación del juicio, habría que considerar que tendemos a mentir y auto-engañarnos, sea bajo un impulso que nos es connatural, sea porque las convenciones reguladas por los modales corteses esconden una cierta hipocresía. En este caso, el recurso a unos análisis wittgensteinianos serán bastante útiles para una mejor apropiación de una definición y unos usos de la mentira, en el marco de una filosofía del lenguaje. Lo anterior remite, además, a la toma de decisiones que realizamos en el campo de la moral, específicamente cuando enfrentamos unos dilemas (morales). Esas experiencias que no son propias de una clase social determinada deben de estar subsumidas a una teoría de los procesos deliberativos para dirimir, por un lado, sobre los elementos que constituyen necesariamente a dicha teoría y, por otro, para adentrase en los debates filosóficos contemporáneos sobre esa materia con cierta objetividad y rigor.

El hecho moral se constituye, en las democracias occidentales, a partir de la noción de dignidad de la persona -moral y jurídica- y la proclamación institucionalizada de los derechos humanos; a partir de una breve historia de la conceptualización y vivencia de esas nociones, será preciso advertir que se antepone la universalidad de esos principios con el reclamo de reivindicación de unos derechos que atañe a la singularidad (narcisista) del individuo, los cuales proceden paradójicamente de esos mismos principios. Además, no ignoremos que la realización de esos principios y de sus efectos remite a la cuestión de una justicia igualitaria. Interrogarse sobre las condiciones y los límites de dicha justicia, según un marco nacional y estatal, o según un marco doméstico e internacional permitiría saber cómo los ciudadanos podrían solicitar lo político y apropiarse de ello en su justa medida.

Obviamente, ese deseo de probar el campo del ejercicio de lo político y de la moral implica a su vez afianzar el espíritu crítico de la filosofía mencionado al inicio de esa nota editorial; la famosa teoría crítica asienta el requerido diálogo entre historia y filosofía y, al recurrir a Heidegger y Gadamer, se mide con justeza lo que sus pensamientos encierran de historicidad y temporalidad.

Es esa misma historicidad que participa del devenir filosófico la que obliga a asistir las posibilidades y los límites del lenguaje; es así como en este número se examinan las posibilidades semánticas y la función que tienen las conectivas (tradicionales y otras) de la lógica dentro de la teoría de los modelos mentales. He aquí un método que no solamente pone a prueba filosóficamente los usos del lenguaje (de cara a una precisa teoría) sino que expande los alcances y los límites de una postura intelectual.

Dado que se menciona la confluencia recíproca entre historia y filosofía, convendría asumir la distinción que, desde la filosofía, se provee entre las ciencias sociales y las naturales, al acudir al enfoque intencional cuyo efecto no se limita a un uso del lenguaje, sino que deriva en cuestiones morales y económicas. Al atenerse en la historicidad filosófica y en su extrañeza asombrosa (respecto de otras disciplinas), regresamos inevitablemente a unos pensadores que, de la antigüedad a la modernidad, marcan unas referencias ineludibles al mismo tiempo que son un sostén para asumir unas problemáticas que nos inquietan. Es así como, gracias a un notable Sofista, Gorgias, advenimos a la fuerza del argumento que se aplica a ajustarse a unas tesis y que, a la vez, restituye a quien las encarna por medio de una valoración y de una apropiación de las nociones de visibilidad y corporalidad.

Los que eligen o prefieren - ¡la filosofía también es cuestión de gustos y de disgustos! - el carácter a-histórico y universal de las ideas platónicas a la presencia efectiva y pasional del dominio retórico que otorga un estatuto a la historicidad del lenguaje y de los cuerpos, podrían valerse de las hipótesis provenientes del Estagirita que van en contra del postulado de entidades matemáticas en tanto que serían sustancias no-sensibles separadas de las sensibles. Finalmente, si es bien cierto que la filosofía encara la existencia, o más bien quisiera moldearla y mejorarla ética y estéticamente, ella compite (desde su despliegue heleno) con esta otra ciencia de la vida que es la medicina. He aquí una muestra de controversia desde La Mettrie quien, al apoyarse en un materialismo filosófico, enfrenta el maquiavelismo de los médicos de su época.

¿Qué nos queda después de esta lectura? Lo que Usted habrá puesto en ella y que es el resultante de una suma de sus deseos, de sus intereses, de sus abandonos quizás, pero también de sus conversiones y, sin saberlo todavía, no habrá desmentido de las humanidades hacia un encaminarse bellamente en la vida. Que este deseo, si no se cumple, que quede enunciado, por lo menos, hacia nuestro próximo encuentro.

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