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Praxis Filosófica

versión impresa ISSN 0120-4688versión On-line ISSN 2389-9387

Prax. filos.  no.56 Cali ene./jun. 2023  Epub 20-Abr-2023

https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i56.12843 

Editorial

Nota editorial

François Gagin


Querido Lector,

¿Resistir, conformarse, suspender el juicio, volverse indiferente, caer en el pesimismo o cultivar el optimismo, dejarse fluctuar al tempo de los deseos, los propios y los ajenos, proyectarse hacia un futuro próximo o lejano, aparentar y seguir los códigos convencionales o rebelarse cualquiera sea el costo, forjarse una ética propia, vivir su vida o ajustarse a la moral de la época? En todo el panel de los sentimientos humanos que se avivaron durante y después de la pandemia, algunos pudieron permitirse una suerte de introspección y reflexionar sobre los hábitos de nuestra condición sin que ello se traduzca necesariamente en una firme resolución que trace unos caminos de vida amables, tanto personales como colectivos. Otros ocupados únicamente por sobrevivir no disponen de esos espacios y temporalidades que agudizan trágicamente nuestra facultad de juzgar. Los tiempos son inciertos, lo hemos dicho y escrito en varias ocasiones, y probablemente lo fueron de algún modo para cada generación, las de antaño y las por venir. La inquietud bien podría formularse sobre el modo de unas preguntas auténticamente filosóficas, las que atañen a nuestro rol y a las intenciones que son un preludio a nuestras acciones, las que proceden del encuentro fortuito o provocado con esos otros, conocidos o extraños, y que confortan o hacen tambalear nuestras pobres e insignificantes incertidumbres en esa gran comedia humana que constituimos. Usted que nos lee, probablemente ya habrá traducido esos sentimientos en un modo particular: ¿cuál es la función de la universidad y las personas que la habitan? ¿Qué se espera de la universidad en ese momento que, por muchas razones buenas o malas, es calificado de histórico? ¿Y en qué consistiría la intromisión de la universidad dentro de la denominada sociedad? ¿De hecho, de quién es la universidad y qué es? ¿Cuáles son las políticas que la socavan, cuáles son las ideologías que disminuyen su razón de ser y cuáles son las transformaciones que ahí deberían imperar en pro de unas promesas que rodean a media-voz su extraña topología, si es verdad que la universidad es más que un campus y el ordenamiento arquitectónico de unas facultades? ¿Cuáles son esas promesas? ¿Las de transmitir un saber, las de moldear unos saberes, las de inventarlos, las de forjar y prolongar la cultura a la medida del hombre, del hombre por el hombre y de cara al mundo, las de tener una inmersión en la vida en pro de unas derivaciones insospechadas sobre la moralidad y sobre la sociabilidad extrañamente política del ser humano? ¿Las de propiciar un espíritu crítico que tenga unos efectos dentro y fuera de su seno? ¿O, las de someterse a unas tendencias contemporáneas que tienen la máscara de lo ineluctable bajo el pretexto de que son nuevas y que si la mayoría -cualquier sea, de tipo gubernamental o administrativo- actúa de ese modo, es imperativo seguir esa corriente sin preguntarse de dónde proviene y hasta dónde llegará?

Sabemos por experiencia vivida que el diálogo es difícil y escaso, pero esa asombrosa disciplina o arte -como lo queramos denominar- que es aquel del filosofar lo requiere en tanto que no se puede escapar a esa capacidad reflexiva que es la nuestra. La curiosidad, la amable atención o las intencionalidades que Usted arroja, en tanto que lector, sobre las páginas de Praxis Filosófica lo han revelado y lo siguen revelando de un número a otro. Y sabemos que esa suerte de afecto intelectual que se da entre nosotros no se detiene por unas cuantas formalidades aparentes que se expresan meramente en los que miran de reojo sin leer, sin pensar, sin expresar ni hacerse presentes a lo leído y a lo ofrecido editorialmente. Por ello, nuestro agradecimiento, Lector. Su valiosa contribución que, en ese mismo momento, estamos adivinando entre líneas y de unas páginas a otras, contribuye a la vez a la historicidad de la revista y a su permanencia, a la instauración de una temporalidad que desea hacer presente, de algún modo, al pasado y que espera abrir algunos caminos filosóficos de un autor a otro, de unos pensamientos a otros, de unas problemáticas a otras, involucrando tanto al denominado mundo académico como desbordándolo. He ahí un dinamismo propio del filosofar que no detienen las mundanidades y las vanidades, constituyendo un espíritu común entre todos los que se acercaron a nuestro Departamento de Filosofía. ¡Ojalá se mantenga contra los vientos y mareas de la ordinaria idiotez y de las incivilidades de todo tipo! Sentimos también que Usted está permeado por esos sentimientos y que su curiosidad filosófica responde, por parte, a elaborar críticamente unas preguntas y responderlas a la medida de la época, de su propia singularidad y de la universalidad figurando la condición humana en una aspiración, según el momento y la actualidad, a trascender las subjetividades y las inevitables distinciones y diferencias que se tejen en nuestra alteridad. Y sentimos también que esa misma curiosidad e inquietud se nutre de unos afectos, de unas emociones, de unas preferencias filosóficas, tanto en su modo expresivo formal como en su reiterativa disposición argumentativa; ello es normal y sin esa carnalidad y espiritualidad que nos es común no podríamos ofrecerle de un semestre a otro los números de la revista, ni tampoco Usted recibirlos. En verdad, he aquí mucho más que un simple gesto de ofrecimiento y recibimiento, mucho más que una simple disposición académico-administrativa que haría que tal o cual entidad universitaria tendría o no a su revista.

En efecto, si fuesen las cosas así, un mero formalismo, un mero cumplimiento respondiendo a unos objetivos a-filosóficos, no seríamos merecedores de su atención al mismo tiempo que desmentiríamos de una vocación -quizás la palabra es muy fuerte-, digamos de una apetencia, de una suerte de aptitud, de una apertura a la cultura; y en esa libertad adquirida que jamás podrá ser medida en un modo cuantitativo se trazan, en forma de huella intelectual en la cual todos participamos, una historia y un devenir filosófico, ilustrado y, en cierta forma, concretado por esa impronta que es la presencia de Praxis Filosófica. Así que, como de costumbre -¡bello hábito, en verdad!- escoja libremente en ese número a los pensamientos y temáticas filosóficos que prolongan o modifican sus preferencias. Y quizás, en el concierto de las ocupaciones que se nos imponen y que también alimentamos en gran medida, en y fuera de la universidad pensamos que la realidad es modificable y que los diversos acontecimientos vividos, particularmente en esta tierra y en este cielo vallunos, nos han demostrado que se espera algo del modo de ser filosófico. Ya lo entiende, Lector, Usted no está solo y adivinamos que sabremos escoger la oportunidad para unos encuentros, para unos diálogos, para una reciprocidad y que, en esa renovación inventiva de nosotros mismos, seguimos afirmando que estamos más vivos que nunca.

Es tiempo ahora, querido Lector, de voltear las páginas de esa nota editorial y de librarse a su pasatiempo filosófico, en esa comunidad de escritura y lectura que constituimos, ¡Usted y nosotros!

Suyo, de veras.

François Gagin
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