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Praxis Filosófica

versión impresa ISSN 0120-4688versión On-line ISSN 2389-9387

Prax. filos.  no.56 Cali ene./jun. 2023  Epub 20-Abr-2023

https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i56.12858 

Artículo de investigación

Reflexiones en torno a la crítica foucaultiana del neoliberalismo

Reflections About Foucault’s Criticism of Neoliberalism

Dr. Iván Gabriel Dalmau1  1
http://orcid.org/0000-0003-4045-3488

1 Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas, Universidad de Buenos Aires, Argentina. E-mail: ivandalmau@yahoo.com.ar


Resumen

El propósito de este trabajo es indagar la crítica foucaultiana del neoliberalismo desarrollada en las conferencias que Michel Foucault dictó en el Collège de France en 1979. En dicho curso, el filósofo francés propuso un abordaje crítico de la economía política al que denominó crítica política del saber. Por lo tanto, el foco de este artículo es la crítica política del saber económico que despliega en el curso mencionado. Investigación arqueo-genealógica en la que el neoliberalismo no es estudiado ni como una ideología ni como una teoría económica, sino como una racionalidad gubernamental.

Palabras clave: Foucault; crítica; neoliberalismo; gubernamentalidad; economía política

Abstract

The purpose of this article is to investigate Foucault's criticism of neoliberalism displayed in his conferences given at the Collège de France in 1979. In these lectures, the French philosopher proposed a critical approach to political economy which he called a political criticism of knowledge (savoir). Therefore, the focus of this paper is the political critique of economic knowledge (savoir) that Foucault deployed in the above-mentioned lectures. Archeo-genealogical inquiry in which neoliberalism is studied neither as an ideology, nor as an economic theory, but as a governmental rationality.

Key words: Foucault; Critique; Neoliberalism; Governmentality; Political Economy

I. Consideraciones preliminares2

A lo largo del presente artículo nos proponemos indagar el tipo de crítica que Foucault despliega en el curso dictado en el Collège de France durante el ciclo lectivo 1978-79 -Naissance de la biopolitique- en el que elabora una problematización en torno del neoliberalismo caracterizado como racionalidad de gobierno3. Modo de abordaje que el filósofo presenta a partir de la apuesta de método que consiste en llevar a cabo una crítica política del saber, cuyo blanco privilegiado -habida cuenta del objetivo del curso- será la economía política. Es de destacar que, por medio del característico gesto foucaultiano de recuperación y reelaboración recurrente de sus trabajos precedentes desde la perspectiva de sus indagaciones en curso, que se tornó palpable tras la publicación de los cursos del Collège (Raffin, 2015a, p. 59), Foucault pone en saga dicha apuesta con los trabajos desarrollados previamente respecto de la locura, la delincuencia y la sexualidad, objetos de saber y blancos de ejercicio del poder cuya constitución resulta indisociable de la formación de las ciencias humanas y de las ciencias acerca de la vida, el trabajo y el lenguaje, que recortan la figura del “hombre” tal como fuera problematizada en la modernidad (Castro-Gómez, 2010, p. 162; Foucault, 1966, 2004a; Sabot, 2006, pp. 75-147; Sacchi, 2016, pp. 32-33). Por lo tanto, enfatizamos que el foco de nuestro trabajo lo constituirá la crítica política del saber económico que Foucault despliega en el curso en cuestión, en el que el neoliberalismo no es estudiado ni como una ideología ni como una teoría económica, sino como una racionalidad de gobierno.

En términos formales, dividiremos el trabajo en cuatro apartados. En el primero, nos ocuparemos de reconstruir la imbricación epistemológico-política que atraviesa la grilla de la gubernamentalidad, que se apoya en las propuestas de método de “pasar afuera del objeto, la institución y la función” (Foucault, 2004a) y “suponer que los universales no existen”, cuyo correlato es llevar a cabo una crítica política del saber (Foucault, 2004b). Tras lo cual, nos detendremos en la manera en que el pensador francés problematiza, desde la citada perspectiva, el saber económico que vertebra a la gubernamentalidad neoliberal. En primer lugar, revisaremos la manera en que el filósofo rastrea la emergencia del neoliberalismo en la Europa de entreguerras; tras lo cual, en el siguiente punto, pondremos el foco en el modo en que problematiza la teoría del capital humano desarrollada por la Escuela de Chicago, en tanto radicalización de la gubernamentalidad neoliberal, Por último, cerraremos el trabajo por medio de un breve apartado de reflexión final.

Por otra parte, antes de dar paso a los apartados en los que se abordan las cuestiones previamente explicitadas, consideramos oportuno destacar que no es objetivo de nuestro trabajo entablar una discusión con quienes sostienen que Foucault habría sucumbido a cierta “tentación neoliberal”. Es decir que, dado que el filósofo explicita al comienzo del curso que se propone llevar a cabo una crítica política del saber, contrapuesta a la crítica de la ideología, nos proponemos -tal como lo hemos señalado- dar cuenta del tipo de crítica que despliega. Por ende, si bien realizaremos una lectura diametralmente opuesta que la perfilada por quienes consideran que el pensador sucumbió ante el neoliberalismo, la puesta en discusión de dichas interpretaciones no constituye el objetivo del presente artículo. De todos modos, dada la relevancia que estas lecturas han cobrado dentro del campo de estudios foucaultianos, consideramos oportuno mencionarlas. Esquemáticamente, podrían destacarse dos tipos de lectura, la desplegada por Geoffroy de Lagasnerie (2012), que “celebra” la presunta “conversión” de Foucault al neoliberalismo, y la de quienes objetan esta supuesta deriva foucaultiana desde un enfoque marxista como Daniel Zamora (2016, pp. 75-97; 2021, pp. 298-325) y Michael Behrent (2016, pp. 36-74). En tercer lugar, cabría mencionar la interpretación de Edgardo Castro (2018, pp. 1-32), que sin caer en afirmar que el pensador francés haya sucumbido al neoliberalismo, destaca que en pos de distanciarse de la izquierda marxista Foucault se sintió atraído por algunos desarrollos del pensamiento neoliberal. En contraposición, el presente trabajo se enmarca en la línea de publicaciones que, con matices, han objetado dichas interpretaciones y han reivindicado el carácter crítico de la genealogía foucaultiana del neoliberalismo. A modo de ejemplo, cabe destacar los trabajos de José Luis Villacañas Berlanga (2016, pp. 109-118) y de Pablo Méndez (2020b, pp. 17-41) que tienen por blanco la lectura de de Lagasnerie, el de Rodrigo Castro-Orellana (2021, pp. 110-146) centrado en las interpretaciones de Behrent y Zamora, y el abordaje integral de dichos enfoques desarrollado por Marcelo Raffin (2021, pp. 305-338).

II. Punto de partida: aspectos epistemológico-políticos que vertebran la grilla de la gubernamentalidad

En los cursos correspondientes a los ciclos lectivos 1977-78 y 1978-79 (2004a, 2004b), Foucault complementa y enriquece sus indagaciones acerca de la biopolítica, al desplazar el encuadre de sus investigaciones hacia el proyecto de una historia de la gubernamentalidad, de modo tal de problematizar el marco de racionalidad política en el que pudo configurarse la biopolítica (Castro, 2011, pp. 59-68). Allí, presenta un conjunto de apuestas de método que consideramos oportuno reconstruir como una trama, que se forma por la propuesta de “pasar afuera del objeto, la institución y la función” (Foucault, 2004a, pp. 119-138), la apuesta teórico-metodológica de “suponer que los universales no existen” y la caracterización de las investigaciones en curso en términos de una crítica política del saber (contrapuesta a la crítica de la ideología) (Foucault, 2004b, pp. 3-51). La centralidad que la contraposición entre saber y conocimiento (Foucault, 1969; 1994a, pp. 696-731) conserva a lo largo del decurso de las investigaciones foucaultianas durante la década del ’70 (1994b, pp. 136-156; 2011), el abordaje recurrente del discurso de las ciencias humanas desde una perspectiva diagnóstica (Foucault, 1975, 1976; Raffin, 2014, pp. 116-143), que reivindica la exterioridad y el trabajo sobre el discurso en tanto práctica frente a los abordajes epistemológicamente normativos e historiográficamente teleológicos (par que se encuentra a la base del “perenne” problema de la objetividad cognoscitiva de las ciencias humanas), nos conducen a reconstruir la caja de herramientas forjada por el filósofo a lo largo de esta década en términos de una arqueo-genealogía de las formas de objetivación. Caracterización basada en la enumeración que acabamos de presentar, a la que cabría denominar el conjunto de los “ecos arqueológicos de la genealogía”, que resulta palpable como fruto de la publicación de cursos y conferencias dictados por Foucault que se encontraban inéditos al momento de su muerte (Dalmau, 2021a).

Dichas publicaciones han permitido captar el gesto foucaultiano de recuperación y reformulación recurrente de sus trabajos precedentes desde la perspectiva de sus indagaciones en curso (Fontana y Bertani, 1997, p. 248; Wallenstein, 2013, p. 10), habilitando una puesta en cuestión de las tempranas lecturas etapistas que se hicieron del corpus foucaultiano durante los años ochenta. Formas de interpretación basadas, fundamentalmente, en los libros publicados en vida por parte del filósofo, que establecieron la distinción canónica respecto de las supuestas “etapas” de su pensamiento, esto es: arqueología del saber desarrollada en los años sesenta, genealogía del poder en los setenta y ética de la subjetividad en los ochenta (Blanchot, 1986; Deleuze, 1986; Dreyfus y Rabinow, 1983). Al respecto, querríamos señalar que el señalamiento de la existencia de “ecos arqueológicos de la genealogía”, bajo la lógica de la reformulación, implica una forma de lectura del corpus foucaultiano que busca correrse de la empobrecedora dicotomía entre “continuidad y ruptura”. Dicho de otro modo, al sostener que el filósofo “re-lee” y “re-formula” sus trabajos precedentes, pretendemos captar la riqueza del decurso de la producción foucaultiana, que se perdía cuando sólo se contaba con sus trabajos publicados en vida, y que se perdería también si cayéramos en una suerte de “etapismo invertido”, que aplanara la especificidad de las herramientas forjadas por el pensador y diera lugar erróneamente a la idea de que el filósofo “dijo siempre lo mismo”4.

En primer lugar, consideramos fundamental remarcar que la propuesta de “pasar afuera del objeto, la institución y la función” (Foucault, 2004a, pp. 119-138) recupera y relanza la problematización desarrollada previamente respecto de las prácticas de saber-poder, en tanto este desplazamiento habilita un refinamiento de las herramientas que ha venido desarrollando a lo largo de la década. Así, pasar afuera de la institución permite rastrear y reconstruir la historia efectiva de las prácticas en su dispersión -con sus desviaciones, intersticios y giros- en lugar de desarrollar una lectura lineal que, teleológicamente, pretendiera trazar la historia de una institución tomándola de antemano como evidencia y punto de partida. Si la arqueología del saber requería del desarrollo de un trabajo negativo de puesta entre paréntesis de las unidades de discurso acríticamente aceptadas en el ámbito de la historia de las ideas (Foucault, 1969, pp. 33-46; Murillo, 1996; Raffin, 2020, pp. 51-74), la arqueo-genealogía de las relaciones de saber-poder requiere, como punto de partida, del pasaje afuera con respecto a la institución. Paralelamente, si la indagación de la historia efectiva de las prácticas requiere “pasar afuera de la institución”, para dar cuenta de la emergencia y la procedencia de las prácticas en su dispersión, también exige dejar de lado la idea de “función” que, establecida de antemano, dicha “institución” vendría a cumplir. Como bien lo señala la genealogía de la prisión presentada en Surveiller et punir (Foucault, 1975; Murillo, 1996), no sólo la historia de los dispositivos es mucho más gris que el supuesto desarrollo institucional, sino que además sus giros y declinaciones dan lugar a “rellenos estratégicos” que escapan a la idea de una función prestablecida que ellos tendrían por objetivo satisfacer.

Ahora bien, dicho “trabajo negativo”, se complementa con “pasar afuera del objeto”, puesto que, nuevamente, nos encontramos con una forma de problematización de las prácticas que, en lugar de tomar como punto de partida las formas de saber que atraviesan las coordenadas del pensamiento y sedimentan arqueológicamente en los focos de experiencia, se propone por el contrario problematizar las formas de objetivación. Por ejemplo, busca indagar mediante qué tácticas y estrategias, prácticas discursivas y extra-discursivas (en cuyo seno se formaron las ciencias humanas), se constituyó el criminal como objeto de saber y blanco del ejercicio del poder (Raffin, 2015b, pp. 79-94). Forma de objetivación cuyo surgimiento dio lugar a una transformación en la economía de las relaciones de saber-poder que vertebran las prácticas penales, al introducir -por detrás del crimen- al criminal como objeto. De lo que se trata, entonces, al pasar afuera del objeto, la institución y la función, es ni más ni menos que del despliegue de una forma de problematización que, tras poner entre paréntesis las coordenadas que permean el estado del pensamiento, pueda contribuir al diagnóstico del presente. Puede decirse, entonces, que la apuesta de método introducida en el curso de 1977-78 no hace más que “afinar el lápiz” para la elaboración de una arqueo-genealogía de las formas de objetivación (Dalmau, 2021b). Tal como el propio Foucault lo explicitara:

¿Es posible resituar el Estado moderno en una tecnología general de poder que habría asegurado sus mutaciones, su desarrollo y su funcionamiento? ¿Podemos hablar de algo así como una “gubernamentalidad” que sería al Estado lo que las técnicas de segregación eran a la psiquiatría, lo que las técnicas disciplinarias eran al sistema penal, lo que la biopolítica era a las instituciones médicas? Ésta es un poco la apuesta del curso (Foucault, 2004a, p. 124).

Si la propuesta de método a la que acabamos de referirnos daba lugar al ejercicio de la crítica como actividad de diagnóstico, en tanto que consistía en un conjunto de “tareas negativas” que resultaban fundamentales para evitar una indagación de las prácticas desde una perspectiva teleológica, resulta palpable el modo en que la apuesta teórico-metodológica introducida en el curso siguiente -consistente en “suponer que los universales no existen”- se hace eco de ella. Puesto que, la tarea negativa de poner entre paréntesis los universales habitualmente aceptados, en tanto arqueológicamente sedimentados en el ámbito del análisis histórico, sociológico y de la filosofía política -que constituyen el actual estado del pensamiento respecto de la política-, puede ser leída como un corolario del “pasar afuera” de las instituciones, con sus presuntas funciones y los supuestos objetos que toman por blanco (Botticelli, 2016a, pp. 83-106). Por lo tanto, la elaboración de una perspectiva anti-historicista, que consiste en poner entre paréntesis los universales y ver qué historia puede hacerse (en lugar de pasar los universales por el rallador de la historia), contribuye a diagnosticar el presente, al posibilitar la realización de una historia efectiva de las prácticas que, en vez de tomar de antemano como evidencia y punto de partida los supuestos universales, procura dar cuenta de su formación inmanente a las prácticas de saber-poder. En ese sentido, destacamos que somete los universales a una crítica arqueo-genealógica de las formas de objetivación, al mostrarlos como el emergente de determinadas relaciones de saber-poder (Dalmau, 2021b; Foucault, 2004b, pp. 3-28; Raffin, 2021, pp. 305-327, 2022, pp. 51-68).

Por otra parte, la perspectiva anti-historicista es la que vertebra el proyecto de llevar a cabo una crítica política del saber; en tanto y en cuanto dicha forma de crítica no se despliega adoptando las coordenadas actuales del pensamiento para mirar hacia la historia desde una perspectiva teleológica y normativa, que daría lugar a la “denuncia” de las falsedades que se formularon sobre determinados objetos en el pasado, ni tampoco -dirá Foucault- consiste en torsionar de forma más sofisticada esa forma de crítica para señalar críticamente las verdades que se enunciaron en el pasado. En lugar de adoptar una mirada teleológica, tomar como punto de partida los objetos y como grilla los universales para señalar críticamente el carácter opresivo de ciertos discursos, sea debido a su carácter de falsos o de verdaderos, de lo que se trata es de la realización de un trabajo de archivo que, en sintonía con el carácter de exterioridad reivindicado una década antes por la arqueología (Foucault, 1969, pp. 163-172), se ocupe de trazar la historia efectiva de las prácticas, por medio de las que se formaron, de manera inmanente, los objetos y fueron inscriptos en lo real, quedando sometidos a la división de lo verdadero y de lo falso como fruto de la imbricación entre una serie de prácticas y un régimen de veridicción (Dalmau, 2020a, 2021a; Salinas Araya, 2020, pp. 35-72; Veyne, 2008, pp. 74-78).

En ese sentido, sostenemos que la crítica política del saber se configura como una arqueo-genealogía de las formas de objetivación en la medida en que permite indagar la manera en que, a partir de determinado acontecimiento, se configuraron una serie de prácticas que, articuladas en su dispersión, dieron lugar a la formación de determinados saberes. Saberes cuyas reglas de formación atravesaron la constitución de ciertos objetos, modalidades enunciativas, o sea, posiciones de sujeto, y las elecciones temáticas y los conceptos que, sedimentados en la actualidad como si se tratara de universales, constituyen la grilla a partir de la que los objetos en cuestión pueden ser sometidos a la división de lo verdadero y de lo falso, a partir de la articulación de enunciados en los que, desde ciertas modalidades enunciativas, se ponen en juego determinados conceptos y elecciones temáticas. En ese sentido, la crítica política del saber, al problematizar el discurso de la economía política poniendo entre paréntesis los universales y buscando contribuir al diagnóstico del presente, critica las formas de objetivación. Esto es, que perfila una crítica respecto de la manera en que la formación del discurso de la economía política se liga con la constitución de los objetos, su inscripción en lo real y el surgimiento del economista como la modalidad enunciativa desde la que, aplicando los conceptos y temas del discurso económico, se puede producir un discurso que somete dichos objetos a la división de lo verdadero y de lo falso. En lugar de denunciar el carácter falso de la economía política y proponer su superación (habilitando un modo adecuado de abordar sus objetos), Foucault busca problematizar las formas de objetivación inmanentes a la formación del discurso de la economía política y la manera en que, correlativamente, la modalidad enunciativa que recorta al economista como sujeto de la enunciación emerge como la forma adecuada de cuestionar las prácticas gubernamentales dentro del marco del ejercicio de la soberanía política (Dalmau, 2020a; 2020b). Tal como lo remarcara el especialista Marcelo Raffin:

Al realizar la arqueo-genealogía del liberalismo, Foucault señala que, hacia mediados del siglo XVIII, en las sociedades occidentales, se constata una transformación radical de la racionalidad del gobierno que va a caracterizar lo que se puede denominar la “razón gubernamental moderna” (...). ¿Qué es lo que permitió esta transformación radical, esta emergencia de una limitación interna de la razón gubernamental? La aparición de la economía política. De esta manera, todo un plan de acción gubernamental pasará a un nuevo régimen de verdad (2021, p. 312).

La grilla gubernamental le permite trazar la filial compleja de la procedencia de las prácticas de racionalización del ejercicio del gobierno, al poner entre paréntesis los supuestos universales -el Estado, la sociedad civil, la economía, el mercado, el pueblo, el soberano- y ver qué historia puede hacerse. Remarcamos, entonces, que la introducción de esta grilla permitirá al filósofo explicitar que el análisis microfísico del poder, condensado en su devenida clásica genealogía de la prisión en tanto dispositivo disciplinario (Foucault, 1975), no es una cuestión de escala, sino más bien de perspectiva (Foucault, 2004b, pp. 191-220; Méndez, 2020a, p. 85).

III. La renovación del liberalismo en la Europa de entreguerras: emergencia de la gubernamentalidad neoliberal

De acuerdo con la pregunta que funciona como disparador de la escritura del presente artículo, nos proponemos analizar la manera en que el filósofo despliega una crítica arqueo-genealógica de las formas de objetivación inmanentes a la formación discursiva de la economía política neoliberal. Nos enfocaremos, entonces, en problematizar el modo en que las inflexiones producidas en el seno de la racionalidad política liberal se encuentran imbricadas con la mutación en las formas de objetivación inmanentes al discurso económico, en tanto que permiten inscribir en lo real otra forma de objetivación de la tríada formada por los supuestos universales -“Estado, mercado y sociedad”- y someten las prácticas de gobierno a otra forma de racionalidad5. En torno a lo cual, cabe remarcar que el pensador francés da comienzo a las lecciones dictadas en 1979 retomando lo trabajado en el curso precedente respecto de la emergencia de las formas modernas de gubernamentalidad, al enfatizar lo siguiente: “(…) intenté determinar la manera a través de la cual se ha establecido el dominio de la práctica del gobierno, sus diferentes objetos, sus reglas generales, sus objetivos de conjunto, con el fin de gobernar de la mejor manera posible” (Foucault, 2004b, p. 4).

Al reconstruir la forma en que se produjo la mencionada transformación en el modo de racionalizar el ejercicio del gobierno, Foucault se ocupó de trazar la filial compleja de la procedencia del neoliberalismo, cuya superficie de emergencia se remonta a la Europa de entreguerras (2004b, pp. 77-104). En torno a lo cual, destaca como hito la realización del Coloquio Walter Lippmann en París en agosto de 1938 (Dardot y Laval, 2009, pp. 157-186; Salinas Araya, 2021, pp. 72-109). Encuentro que puede ser considerado como el acta de nacimiento del neoliberalismo (en tanto antecedente de la fundación de la Sociedad Mont-Pèlerin en abril de 1947). En dicho evento participaron renombradas figuras del campo de la economía, el derecho, la epistemología de las ciencias sociales y la filosofía política, como los franceses Louis Rougier y Jacques Rueff, los alemanes Willhelm Röpke y Alexander Rustöw, y los austríacos Ludwig von Mises y Friedrich von Hayek (que luego emigrarían a los Estados Unidos, razón por la que habitualmente se los denomina “economistas austro-americanos”)6. Si bien Foucault no desconoce las tensiones y las líneas de critica interna que atraviesan el Coloquio, que oponen a los ordoliberales alemanes frente a los economistas austro-americanos, se enfoca en el eje común: la apuesta por renovar el liberalismo que tiene como punto de partida el tomar al nazismo como campo de adversidad, al problematizarlo como “punto de coalescencia” en el que convergen las distintas formas de dirigismo y planificación económica, y las políticas sociales de corte “socialista” (Dalmau, 2021c). Esta perspectiva dio lugar a una radical puesta en cuestión de las políticas de redistribución progresiva del ingreso, dado que los neoliberales reivindicarán la desigualdad como base para la competencia, sin la cual no tiene lugar el libre juego de la actividad económica (Dalmau, 2020b, 2021b; Foucault, 2004b, pp. 105-133).

Particularmente, Foucault critica la forma de problematización configurada por el neoliberalismo, en la que se produce un fuerte acoplamiento epistemológico-político entre “el Estado-centrismo” como grilla de inteligibilidad y la “Estado-fobia” como táctica que permite marcar en “lo real” un punto de repulsión a partir del cual, como contrapunto, perfila estratégicamente un programa de sociedad. Al problematizar el neoliberalismo como racionalidad de gobierno, por medio de la elaboración de una crítica política de los saberes que configuran las matrices desde las que se racionaliza la práctica gubernamental, el pensador francés desarrolla una arqueo-genealogía de las formas de objetivación. “Estado”, “sociedad civil” y “mercado” no funcionan como grillas que de antemano permiten orientar el trabajo de archivo sobre los documentos, sino que, como contrapartida de la puesta en cuestión de los universales, la realización de una crítica política del saber (enmarcada en una historia de la gubernamentalidad) debe mostrar arqueo-genealógicamente la filial compleja de la procedencia y las condiciones de posibilidad para la emergencia de prácticas de saber-poder cuyo surgimiento se encuentra en la base de la formación del Estado, la sociedad civil y el mercado como objetos. Como así también, de manera correlativa, esta forma de crítica permitiría desentrañar el surgimiento de la perspectiva económica como modalidad enunciativa desde la que puede articularse un saber respecto de dichos objetos, es decir un discurso atravesado por la división de lo verdadero y de lo falso (Dalmau, 2021b; Oksala, 2013, p. 57).

No podemos dejar de señalar, entonces, que en el curso de 1978-79 el filósofo le dedica una lección entera a la puesta en cuestión de lo que denominaba como “críticas inflacionarias del Estado” (Castro-Orellana, 2018, pp. 411-412; Foucault, 2004b, pp. 191-220), formas de crítica “Estado-céntricas” que resultan peligrosamente tributarias de lo que caracterizó previamente como “fobia al Estado” (Foucault, 2004b, pp. 77-103). Esa “Estado-fobia” fue perspicuamente alentada por el discurso fundacional del neoliberalismo europeo que, al tomar el nazismo como campo de adversidad, señala que el régimen nazi es el punto de coalescencia en el que convergen las distintas formas de intervencionismo estatal sobre la economía, desde las políticas “socialistas” de redistribución progresiva del ingreso hasta la planificación y el dirigismo de cuño keynesiano (Botticelli, 2016b, pp. 16-32). Este modo de problematizar la historia se vale, teleológicamente, del Estado como un universal, lo pasa a la manera historicista por el rallador de la historia y, en una lógica de “descalificación por lo peor”, muestra al nazismo como el punto de llegada al que tiende un presunto proceso de estatización de la sociedad. Puesto que, la articulación en clave teleológica del par “Estado y sociedad civil” como grilla habilita una lectura en la que, en lugar de anclar el ejercicio de la crítica en la historia efectiva de las prácticas, promueve una visión conspirativa en la que el Estado, cual monstruo frío, avanza sobre la sociedad y en la que, por lo tanto, la especificidad de los acontecimientos resulta aplanada. Lo que conduce a una “elisión de la actualidad” (2004b, p. 192). Frente a lo cual, el pensador francés reivindicará como un ejercicio de “moralidad crítica” la problematización de esta grilla que se apoya en el fantasma del “Estado paranoico y devorador” (Foucault, 2004b, p. 194) y alienta una intercambiabilidad de los análisis, al pasar por alto la especificidad de las prácticas y promover una “descalificación general por lo peor” (2004b, p. 193). Por ejemplo, este aplanamiento de los acontecimientos, articulado teleológicamente por la citada lógica de “descalificación por lo peor”, habilita una forma de problematización en la que la seguridad social de los llamados Estados de Bienestar resulta susceptible de ser criticada en tanto “invasión del Estado sobre las distintas esferas de la sociedad civil”, que constituiría una suerte de “antesala” del totalitarismo nazi (Blengino, 2018, p. 159; Dalmau, 2021b).

Lectura frente a la que Foucault opondrá su caracterización del nazismo como una forma de gubernamentalidad específica, la gubernamentalidad de Partido, que no consiste en la expansión inusitada de la estatalidad -una suerte de “estatización de lo social”- sino más bien en un debilitamiento y subordinación del Estado al Partido (Foucault, 2004b, p. 196). Al respecto, cabe remarcar que de lo que se trata, para el proyecto foucaultiano de diagnosticar el presente, es de dar cuenta del proceso de gubernamentalización del Estado, de desbrozar la constitución de éste como una peripecia de las prácticas gubernamentales y no -como sostendría un estilo de crítica al que denuncia como en boga cuando dicta el curso- de denunciar una supuesta estatización de la sociedad. Lectura a través de la que retoma la crítica que había introducido en la clase del 1°de febrero de 1978, en la que advertía que lo fundamental para nuestra actualidad no es la “estatización de la sociedad”, sino más bien la gubernamentalización del Estado (Dalmau, 2021b; Foucault, 2004a, p. 112).

Si toda política de distribución progresiva del ingreso implica una amenaza totalitaria, entonces, frente a los inusitados avances “estatizadores” sobre la “sociedad civil”, que se articulan con las medidas que arbitraria y autoritariamente “distorsionan el mecanismo de los precios de mercado”, resulta adecuado refundar la soberanía estatal y la legitimidad del poder político en el “respeto a la libertad económica”, tal como lo reivindica el consejo científico convocado por Ludwig Erhard en la Alemania de la segunda posguerra, del que Foucault se ocupara en la clase del 31 de enero de 1979 (Foucault, 2004b, pp. 77-103). Así tendrá lugar el proyecto de un Estado radicalmente económico, un Estado que funda su soberanía y puede pretender ser reconocido legítimamente por la comunidad internacional a partir del respeto a la libertad económica7. Forma de articulación del Estado que buscará en el crecimiento económico la fuente de su legitimidad política, en un sendero temporal abierto exclusivamente hacia adelante.

Frente a la lectura neoliberal que engloba en una misma secuencia a un variopinto conjunto de prácticas y formas de ejercicio del poder político, desde las tibias políticas de distribución progresiva del ingreso de la Alemania de fines del siglo XIX hasta las formas de planificación económica de cuño keynesiano y las políticas de seguridad social propias del llamado Estado de Bienestar, cuyo presunto desenlace sería la consolidación del totalitarismo (de ahí la citada caracterización del nazismo como “punto de coalescencia”), Foucault se ocupa minuciosamente de revisar la historia efectiva de las prácticas de racionalización del ejercicio del gobierno. Enfatizamos, entonces, que nada más lejos de la arqueo-genealogía foucaultiana, preocupada por el rastreo de la filial compleja de la procedencia de las prácticas en su historia efectiva -que impugna la visión teleológica que indaga la historia bajo la lógica de “la evolución de una especie o el destino de un pueblo”- que la lectura acuñada por el neoliberalismo europeo que lee en clave teleológica y “Estado-céntrica” al nazismo como aquello a lo que tiende el presunto proceso de expansión del Estado sobre la sociedad civil (que se habría ido urdiendo a lo largo de la constitución de una supuesta “invariante anti-liberal”). Como el propio Foucault lo remarca, es mediante esta ligazón en clave teleológica entre un amplio conjunto de prácticas de gobierno, que habilita una “descalificación por lo peor”, que la seguridad social configurada en el seno de los llamados Estados de Bienestar es criticada a partir de una comparación extemporánea con los campos de concentración.

De este modo, en su momento fundacional, el neoliberalismo objetiva al Estado como una amenaza que avanza sobre la sociedad civil y el mercado, para lo que articula -de forma tan artera como endeble- al nazismo y a las distintas vertientes del dirigismo y la planificación económica en una misma cadena. Así, en un juego de “descalificación por lo peor”, el nazismo será el espejo que presuntamente permite ver de manera anticipada la amenaza para la libertad y la civilización que traería aparejada la planificación económica de cuño keynesiano y los objetivos bienestaristas de pleno empleo y reducción de la desigualdad socioeconómica. Por otra parte, como lo destacamos previamente, frente a esta lectura “Estado-céntrica” (de indudables efectos “Estado-fóbicos”), Foucault problematiza el nazismo como una forma de gubernamentalidad específica, centrada en el debilitamiento del Estado y su subordinación al Partido, en lugar de como una supuesta “expansión inusitada de la estatalidad”. Resulta palpable, entonces, la forma en que la grilla gubernamental (anclada en la puesta en cuestión de los universales), le permite sustraerse de las coordenadas arqueo-genealógicamente sedimentadas que configuran un estado del pensamiento que, como el filósofo lo señala, conduce a una lectura maniquea que concibe al Estado peyorativamente e idealiza a la sociedad civil (Foucault, 1994c, pp. 367-384).

Ahora bien, hasta el momento la reconstrucción de la lectura foucaultiana nos ha permitido dar cuenta de la superficie de emergencia del surgimiento del neoliberalismo. Sin embargo, no nos hemos adentrado aún en aquella transformación que introdujo con respecto al liberalismo clásico, que implica una mutación en las formas de objetivación del mercado y el Estado, como así también de la sociedad civil. Sobre este punto, Foucault destaca lo inapropiado de la crítica que “denuncia” que los neoliberales pretenden volver al siglo XIX, habida cuenta de que, en lugar de considerar al mercado como un universal y al neoliberalismo como una reedición de la defensa decimonónica del “libre mercado”, el pensador francés indaga la manera en que el discurso económico de la Escuela de Friburgo constituye al mercado en tanto objeto (Benente, 2018, p. 360; Foucault, 2004b, pp. 135-164; Saidel, 2018, p. 23). De este modo, al elaborar una crítica de las formas de objetivación, destaca que en el discurso del neoliberalismo alemán se rompe la ligazón entre liberalismo y laissez faire, ya que se produce una mutación en la forma de objetivación del mercado, puesto que deja de ser problematizado como una suerte de “dato natural” y, como contracara de ello, se postula la necesidad de que el mismo sea constituido activamente8. En torno a lo cual, cabe recordar la objeción a las políticas de combate a la desigualdad que hemos señalado previamente, ya que desde el enfoque neoliberal, la desigualdad funciona como base para que pueda inscribirse en lo real el principio de la competencia y, por este motivo, la multiplicación de la desigualdad es buscada en tanto habilita que los distintos aspectos de la vida social sean transformados en “situaciones de mercado”, constituyéndose la sociedad civil como ámbito habitado por empresarios de sí que se encuentran en competencia (Díaz, 2020, p. 42).

En función de la reconstrucción propuesta, sostenemos que en la lectura foucaultiana del neoliberalismo, la mutación de la racionalidad gubernamental se encuentra profundamente imbricada con la ruptura en el modo en que en el discurso de la economía política se constituye el objeto “mercado”. Dicho de otra manera, la transformación en la racionalidad gubernamental se encuentra articulada con la mutación en las formas de objetivación inmanentes a la formación del discurso económico. En el marco de dicha mutación analizada por Foucault, se inscribe la propuesta neoliberal de que en lugar de gobernar limitando la acción del gobierno en función del “respeto” a los mecanismos del mercado, hay que gobernar activamente para producir las condiciones del mercado; desarrollando, así, una gubernamentalidad activa. Desde el programa neoliberal, se alentará un activo gobierno del marco cuyo objetivo fundamental será inscribir en “la realidad” el mecanismo de la competencia, de modo tal de promover la empresarialización de las relaciones sociales. Si bien, desde dicho encuadre, cualquier intervención sobre los mecanismos del mercado será impugnada, se alentarán formas de intervención activas sobre las condiciones de posibilidad del mercado (Castro-Gómez, 2010, p. 183; Dalmau, 2020a, 2020b). En dicho contexto será introducida la distinción de las intervenciones entre reguladoras y ordenadoras.

A partir de la lectura desplegada por Foucault, el neoliberalismo alemán no constituye la propuesta de un retorno al “naturalismo” del siglo XIX, sino que, por el contrario, se trata de un “liberalismo sociológico” que, en lugar de tomar al mercado como dato y límite, lo problematiza bajo la forma de la competencia en tanto principio formal que debe ser inscripto en “lo real” (Foucault, 2004b, pp. 135-164). No podemos dejar de destacar que el gran aporte foucaultiano radica en la problematización del neoliberalismo como racionalidad gubernamental y, en ese sentido, su señalamiento de que es inherente a la racionalidad neoliberal la puesta en cuestión de las políticas de distribución progresiva del ingreso, en tanto que la multiplicación de la desigualdad opera como condición de posibilidad para la instauración de la competencia como principio informador de las relaciones sociales. En consecuencia, no resulta en absoluto apropiado sostener que Foucault no cuestiona la desigualdad que traen aparejadas las políticas neoliberales, ya que, si bien su lectura se realiza en un momento previo a la consolidación del neoliberalismo como mainstream de la política pública a nivel mundial, destaca el lugar estratégico que le corresponde a la desigualdad dentro del programa de sociedad neoliberal. Su señalamiento de que el neoliberalismo “no es una reedición del liberalismo del siglo XIX”, no implica desconocer el modo en que el neoliberalismo procuraba barrer con las políticas de distribución progresiva del ingreso implementadas por los llamados Estados de Bienestar, sino más bien ir más allá del evidente efecto distributivo, y ponderar la relevancia que la promoción de la desigualdad posee para la agenda neoliberal desde la perspectiva del modo en que, desde dicho enfoque, se problematiza cómo gobernar dentro del marco del ejercicio de la soberanía política. En otros términos, si bien el “liberalismo sociológico” puede ser emparentado con el clásico por sus efectos regresivos en la distribución del ingreso, su especificidad como racionalidad de gobierno se capta cuando se problematiza la trama formada por la desigualdad, el principio de la competencia y el objetivo de empresarialización de las relaciones sociales.

Sobre este punto, resulta insoslayable el señalamiento foucaultiano respecto de la manera en que el ordoliberalismo se apoya, epistemológicamente, en la fenomenología husserliana (Foucault, 2004b, pp. 123-125). Puesto que, frente al liberalismo clásico, los ordoliberales sostendrán que la competencia no es algo dado naturalmente, sino que es un principio formal, cuya lógica interna radica en el juego entre desigualdades. Dado su carácter eidético, la competencia pura no sólo no es un dato natural, sino que además nunca puede alcanzarse plenamente; por el contrario, es un objetivo al que se tiende por medio del ejercicio de una política activa. Si el liberalismo clásico consideraba la competencia como dato natural, lo que implicaba que el Estado “dejara hacer” al mercado y, en contraposición, las políticas de distribución progresiva del ingreso buscaban intervenir sobre los mecanismos del mercado, la especificidad del neoliberalismo radicará en la promoción de una gubernamentalidad activa, potencialmente indefinida (Blengino, 2018, pp. 221-223), por medio de la promoción de la desigualdad como base para la inscripción en lo real del principio formal de la competencia9.

Sostenemos, entonces, que la transformación de la forma de objetivación del mercado es correlativa de una mutación en la forma en la que el Estado resulta objetivado, puesto que no se trata de que éste gobierne limitando su accionar en función del respeto a los mecanismos del mercado (como sostenía el liberalismo clásico que problematizaba al mercado como ámbito de “no intervención”), ya que debe intervenir activamente sobre sus condiciones de posibilidad, de modo tal de promover la forma empresa y el correspondiente vínculo competitivo, como modos de subjetivación y matriz de las relaciones sociales. Parafraseando a Foucault, para el ordoliberalismo hay que gobernar para el mercado, más que a causa de éste (2004b, p. 125), ya que no se trata -como en el liberalismo decimonónico- de una delimitación de esferas, sino de que el mecanismo de la competencia de mercado se constituya como el índice general que debe regular las prácticas gubernamentales. Resulta ostensible, entonces, la trama que liga las transformaciones correlativas en las formas de objetivación del mercado, el Estado y la sociedad civil. En tanto y en cuanto se promoverá la forma empresa, basada en el principio formal de la competencia, como matriz de las relaciones sociales, destacará Foucault que será necesario un arbitraje judicial permanente de los conflictos que, en cada momento, podrán darse entre las empresas que componen el tejido social. De este modo, la sociedad civil será problematizada, en el marco del programa neoliberal, a partir de la articulación entre la sociedad de empresa y la sociedad judicial (Foucault, 2004b, p. 155).

IV. La radicalización de la gubernamentalidad neoliberal: la Escuela de Chicago y el desarrollo de la teoría del capital humano

Desde la perspectiva foucaultiana, la citada transformación configurada en la Escuela de Friburgo con relación al liberalismo decimonónico sería profundizada y radicalizada en el marco del desarrollo de la “teoría del capital humano” por parte de la Escuela de Chicago, es decir del neoliberalismo estadounidense10, en cuya formación incidirá el discurso de los economistas austríacos emigrados a Estados Unidos. La teoría del capital humano se configura a partir de la objetivación del capital como “aquello que produce un beneficio”, en el contexto de “asignación de recursos limitados hacia fines mutuamente excluyentes”. Esto permite la introducción de un desbloqueo epistemológico al posibilitar la inclusión del trabajo como actividad dentro del análisis económico (Dalmau, 2020a, 2020b; Foucault, 2004b, pp. 221-244). En el seno de dicho discurso, el “capital humano”, en tanto objeto, se constituirá en torno a una serie de capacidades físicas e intelectuales vinculadas a la “productividad” y al savoir-faire, atravesadas por la tensión entre “lo innato y lo adquirido”. De este modo, la “grilla de análisis económico” es aplicada a la totalidad de las prácticas sociales, es decir, incluso a aquellos comportamientos considerados “habitualmente” como “no económicos”, puesto que, desde este encuadre, todas las acciones pueden ser leídas en términos económicos, ya que implican la asignación de recursos limitados hacia fines mutuamente excluyentes. Por lo tanto, se ubicaría en la estela abierta por la redefinición de la ciencia económica introducida previamente por el economista británico Lionel Robbins. Así, desde la educación y las relaciones familiares, hasta la dieta y el acceso a la salud, serán problematizadas en términos de “inversiones en capital humano”. En sentido estricto, el trabajador en tanto capital humano no es más que un flujo de ingresos y el consumidor es, simplemente, un productor que invierte en la producción de su propia satisfacción. Siguiendo la reconstrucción foucaultiana, para Gary Becker -exponente de la Escuela de Chicago- el análisis económico deberá abordar el modo en que las conductas de los individuos responden de manera sistemática a las transformaciones de las variables del medio. Por lo tanto, resulta analizable en términos económicos cualquier conducta que se deje “afectar por la realidad”.

En este contexto, Foucault enfatiza que frente a la concepción naturalista que objetivaba al homo œconomicus como “socio del intercambio”, con el neoliberalismo esta noción será problematizada como empresario de sí, inmerso en un vínculo competitivo con los otros (Foucault, 2004b, pp. 245-270)11. Subrayamos, entonces, que mediante la aplicación de la grilla economicista de cálculo de costo beneficio a la totalidad de las prácticas sociales, el neoliberalismo estadounidense radicaliza al alemán, por medio de la superación de lo que Foucault señalaba como “equívoco económico-ético” de dicha forma de racionalizar la práctica de gobierno, en tanto que proponía gobernar “para el mercado y contra el mercado”, al sostener la necesidad de compensar ciertos efectos disolventes inherentes a la expansión de la empresarialización de las relaciones sociales (Blengino, 2020, pp. 71-93). Por el contrario, la teoría del capital humano se aplica como grilla de inteligibilidad de todas las prácticas y las relaciones sociales, en tanto que problematiza cualquier acción como una inversión de capital ligada a la búsqueda de un beneficio, que se realiza en una situación determinada. Al respecto, cabe citar la reconstrucción propuesta por el especialista Daniele Lorenzini:

(…) De acuerdo con Foucault, la gubernamentalidad neoliberal consiste principalmente en una acción “medioambiental”, es decir, en un conjunto de mecanismos y tecnologías que estructuran el entorno de los individuos para obtener efectos específicos de su comportamiento (…). Aunque el ordoliberalismo alemán anticipa muchos aspectos del neoliberalismo contemporáneo, tal como fue inaugurado por la Escuela de Chicago, el tipo de acción sobre el entorno teorizado por los economistas de Chicago se basa en diferentes supuestos (2021, pp. 225-226).

Por ende, destacamos nuevamente que los blancos y criterios para racionalizar el ejercicio del gobierno se modifican en estrecha ligazón con la transformación en las formas de objetivación inmanentes al discurso económico, debido a que, en la medida en que la constitución del capital humano en tanto objeto habilita la aplicación de la grilla económica como forma de inteligibilidad de todas las prácticas sociales, se perfila como criterio de intervención gubernamental. En consecuencia, la contracara de que la racionalidad económica sea problematizada como el modo adecuado y sistemático de responder a las transformaciones de las variables del medio es que el blanco del ejercicio del gobierno se tornará eminentemente gobernable, justamente, a través de las intervenciones “esclarecidas” sobre el juego entre dichas variables. Así, frente a lectoras/es como de Lagasnerie (2012), quien sostiene que Foucault vería en el homo œconomicus neoliberal una figura ingobernable (de ahí su presunto “entusiasmo” frente a dicha racionalidad política), resulta indispensable citar el siguiente fragmento de la lección del 28 de marzo de 1979:

(…) En esta definición de Becker que acabo de darles, l' homo œconomicus, es decir, aquel que acepta la realidad o que responde sistemáticamente a las modificaciones de las variables del medio, este homo œconomicus aparece justamente como lo que es manejable, que va a responder sistemáticamente a las modificaciones sistemáticas que se introduzcan artificialmente en el medio. L´homo œconomicus es eminentemente gobernable (Foucault, 2004b, p. 274).

A modo de ejemplo, por medio de su lectura de los trabajos de Gary Becker, Foucault destacará que, frente al discurso criminológico decimonónico, que buscaba descubrir por detrás del crimen al criminal y planteaba la necesidad de calibrar la pena en función de la peligrosidad del delincuente, la grilla forjada por la teoría del capital humano acarrea una borradura antropológica del criminal, al problematizar el crimen como una situación de mercado (Foucault, 2004b, pp. 245-270). Mercado en cuyas condiciones de posibilidad debe intervenir el gobierno esclarecido, en tanto debe valerse de tácticas que propendan a reducir el interés en invertir en él, o sea que el gobierno del delito debe desplegarse por medio de una intervención activa sobre el ambiente, que se ocupe de reducir el interés en la comisión de delitos, al introducir una “demanda negativa”, bajo la forma del denominado enforcement of law (Benente, 2018, pp. 365-366). En otros términos, la gubernamentalidad activa sobre el “mercado del delito” debe ocuparse de que las inversiones en dicho mercado no resulten atractivas para los potenciales inversores, en la medida en que “se dejen afectar por la realidad” e incluyan la información disponible dentro del cálculo economicista de costo-beneficio. Como así también, debe calibrar en términos de costo-beneficio cómo equilibrar los costos del enforcement of law y los costos de que cierta proporción de delitos y delincuentes queden impunes, habida cuenta de que no todos responden a las alteraciones del mercado con el mismo grado de elasticidad, tal como acontece en el caso del mercado ilegal de drogas. Cabe remarcar que, por medio de su crítica política del saber, como arqueo-genealogía de las formas de objetivación que apunta a contribuir al diagnóstico del presente, Foucault reconstruye de qué modo la teoría del capital humano problematiza el crimen, objetivándolo como una situación de mercado, en lugar de buscar por detrás de él al criminal, objetivado en un registro antropológico, cuestión que no implica celebrar la teoría del capital humano, en tanto acarrea una borradura antropológica del criminal (cuya formación fuera blanco de la arqueo-genealogía trazada en Surveiller et punir). Por el contrario, de lo que se trata es de criticar en su especificidad las formas de objetivación inmanentes a la formación discursiva de la teoría del capital humano, de modo tal de contribuir al diagnóstico del presente, desbrozando en su especificidad las formas de gobierno ambiental (Blengino, 2018, pp. 192-207), en tanto formas de control social constitutivas del nuevo orden interior, que Foucault advierte como “la amenaza que se viene” en ese momento, tras el agotamiento de los llamados Estados de Bienestar, en un escenario agudizado por la crisis del petróleo12.

V. Reflexiones finales

Para dar cierre a la lectura desarrollada en las líneas precedentes, consideramos fundamental remarcar que Foucault problematiza el neoliberalismo como una torsión de la racionalidad liberal. En ese sentido, cabría destacar que la razón gubernamental moderna se articula en torno a la formación y las mutaciones del discurso de la economía política, lo que ha dado lugar a las sucesivas inflexiones de las formas de gobierno económico: fisiocrática, liberal y neoliberal. Ahora bien, respecto de ello, resulta insoslayable el punto de contacto que, más allá de las modificaciones que hemos reconstruido, implica una línea de continuidad entre el liberalismo clásico y las distintas vertientes del neoliberalismo: la pervivencia de la imposibilidad de una mirada que pueda totalizar el juego económico. Imposibilidad que opone al liberalismo y sus inflexiones contemporáneas frente a la concepción fisiocrática. En otros términos, más allá de las enormes distancias entre el naturalismo característico del liberalismo clásico y el “liberalismo sociológico” contemporáneo (neoliberalismo alemán) y su radicalización estadounidense (teoría del capital humano), una línea de continuidad perdura: el bloqueo epistemológico-político que opera como “condición de imposibilidad” del ejercicio de la soberanía económica. De este modo, se perfilaría una cadena que, sin menoscabo de las rupturas que separan al neoliberalismo de la racionalidad liberal clásica, permitiría conectar el problema de la invisibilidad de la “mano invisible” del mercado de Adam Smith con el señalamiento del carácter epistémico del mercado, el rol de los precios como transmisores de información y la imposibilidad del cálculo económico en el socialismo tal como lo sostiene la Escuela Austríaca de Economía.

Sobre este punto, no resulta ocioso recordar que, en la clase del 5 de enero de 1983, Foucault reivindicará el ejercicio de la crítica como actividad de diagnóstico de la actualidad frente a la crítica comprendida como analítica de la verdad, preocupada por las posibilidades del conocimiento y sus límites infranqueables (Foucault, 2008, p. 22). Justamente, el pensador francés se ubica en la posteridad de la crítica erigida en torno al Kant que se interroga por su propio presente en el opúsculo dedicado a la pregunta por la Ilustración, frente a la posteridad erigida a partir del Kant de la Crítica de la razón pura. Al respecto, en la onceava clase de Naissance de la biopolitique, al desbrozar el citado problema de la mano invisible del mercado en Adam Smith, Foucault situó la imposibilidad de una mirada que pueda totalizar el juego económico, que descalifica la posibilidad de una soberanía económica, como el antecedente inmediato del Kant que en el clásico de 1781 se ocupó de dar cuenta de las posibilidades del conocimiento y sus límites infranqueables. Así, cinco años antes de que el filósofo de Königsberg señalara que Dios, el alma y el mundo como totalidad, o sea los pretendidos objetos de las metafísicas especiales, no son cognoscibles, el economista escocés remarcó la imposibilidad de una mirada que pueda totalizar el juego económico. Ahora bien, ante el señalamiento epistemológico de los límites de nuestro conocimiento respecto de la complejidad de la dinámica del mercado, que obtura la posibilidad de constitución de una modalidad enunciativa a partir de la que pueda erigirse una soberanía económica, cabe recordar que problematizar los focos de experiencia que configuran nuestra actualidad y nos habitan, es condición de posibilidad para el surgimiento de un mundo-otro y una vida-otra (Foucault, 2009). Por cierto, ¿no resulta ostensible que la búsqueda de la justicia social y la independencia política requiere de una transformación epistemológico-política que permita re-habilitar la soberanía económica?

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Notas:

2El presente artículo es el resultado de la estancia posdoctoral realizada en la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires, bajo la supervisión del Prof. Dr. Marcelo Raffin.

3Quisiera agradecer a mi director, el Dr. Marcelo Raffin, no sólo por la lectura y los valiosos comentarios acerca del presente texto, sino además por el atento y generoso acompañamiento que me ha brindado durante la realización del Programa de Formación Posdoctoral (FSoc-UBA).

4Respecto de la caracterización de la crítica foucaultiana del saber en términos de una arqueo-genealogía de las formas de objetivación, retomo algunas ideas trabajadas previamente (Dalmau, 2019a; 2019b; 2021a). La estrecha ligazón entre arqueología y genealogía fue destacada tempranamente -a contramano de las lecturas “etapistas”- por el especialista Francisco Vázquez García (1987) en su tesis doctoral y por Gary Gutting (1989). Recientemente, en el marco del citado proceso de publicación de los cursos, dicha forma de reconstrucción de la perspectiva de Foucault comenzó a cobrar visibilidad dentro del campo de estudios foucaultianos (Mascaretti, 2014, p.; Villacañas y Castro-Orellana, 2018, pp. 5-6; Raffin, 2021, pp. 305-338).

5En este apartado y el siguiente, retomamos y reformulamos algunas ideas trabajadas previamente (Dalmau, 2020a; 2020b; 2021b).

6Con respecto a la Escuela Austríaca de Economía, problematizada en perspectiva gubernamental, resultan fundamentales los trabajos desarrollados por el grupo de investigación dirigido por la reconocida especialista argentina Susana Murillo (2018, pp. 392-426; de Büren, 2020).

7Una crítica de dicha interpretación propuesta por Foucault se encuentra en un trabajo del especialista José Luis Villacañas Berlanga (2021, pp. 46-71). Si bien en dicho artículo objeta la lectura foucaultiana del ordoliberalismo, por otra parte -en un libro publicado previamente (Villacañas Berlanga, 2020)- reconoció la agudeza de Foucault por haber advertido los peligros que traía aparejado el advenimiento de la gubernamentalidad neoliberal.

8La manera en que debía llevarse a cabo la “renovación” del liberalismo, frente al manchesterianismo decimonónico, será objeto de las aludidas disputas entre los ordoliberales alemanes y los economistas austro-americanos. Siguiendo la reconstrucción propuesta por Dardot y Laval (2009), podría decirse que los ordoliberales veían a los miembros de la Escuela Austríaca casi como “piezas de museo”, esto es demasiado apegados al liberalismo clásico que se proponían renovar; mientras que los austro-americanos consideraban que los miembros de la Escuela de Friburgo no lograban romper plenamente con la tendencia al intervencionismo económico que el neoliberalismo naciente se proponía combatir.

9Consideramos que resulta más que sugerente la lectura foucaultiana del neoliberalismo francés del que era coetáneo, en cuya filial compleja de la procedencia ubicará al proyecto neoliberal alemán de construcción de una Economía Social de Mercado. En dicho contexto, se detendrá en la política de seguridad social bajo el gobierno de Valéry Giscard D´Estaing, mandatario en el momento en que dicta el curso y que previamente había sido ministro de Economía de Georges Pompidou. Política cuyas notas distintivas serán la disociación entre “lo económico” y “lo social”, el abandono del objetivo de pleno empleo y la elisión del problema de la desigualdad (al desaparecer como problema la “pobreza relativa” y emerger como único problema el de la “pobreza absoluta” de la “población flotante”), tal como el pensador francés lo reconstruyera al problematizar el proyecto de implementación de un “impuesto negativo” (Foucault, 2004b, pp. 199-213). En otros términos, en la misma lección en la que se ocupa de problematizar las denominadas críticas inflacionarias del Estado -contexto en el que destaca que las problematiza por una cuestión de moralidad crítica y señala que quienes articulan esa forma de crítica deberían saber que “van con el viento” (p. 197)- muestra los ecos de la racionalidad neoliberal alemana en la política francesa de los años setenta.

10Corriente en la que, entre otros, se destacan Milton Friedman, Gary Becker y Theodore Schultz.

11La crítica de las formas de objetivación del homo œconomicus como correlato de las prácticas gubernamentales, condujo al filósofo a trazar la genealogía del ámbito en el que éste se encuentra inmerso, es decir, la sociedad civil. Si el rastreo de la filial compleja de la procedencia del homo œconomicus lo llevó a dedicarle parte de la lección del 28 de marzo de 1979 al discurso económico de Adam Smith (Foucault, 2004b, pp. 271-294), en la clase siguiente se dispuso a analizar la imbricación entre el homo œconomicus, la sociedad civil y el liberalismo como racionalidad de gobierno. Allí, se detuvo particularmente en la problematización de la sociedad civil que vertebra el ensayo de Adam Ferguson (Foucault, 2004b, pp. 295-320; Blengino, 2018, pp. 200-207). Frente al modo en que el pensador escocés problematiza la sociedad civil, en cuyo seno se destaca la caracterización de ésta como una constante “histórico-natural”, Foucault explicita que la sociedad civil emerge como correlato de la tecnología liberal de gobierno. Si bien, por cuestiones de extensión no podemos detenernos sobre este punto en el presente artículo, resulta clave la manera en que el filósofo contrapone su caracterización de la sociedad civil, enmarcada en la “puesta en cuestión de los universales”, frente al modo en que es problematizada por la tradición liberal que, en un mismo movimiento, se vale de la misma como grilla de inteligibilidad y blanco de intervención (en tanto concepto de tecnología gubernamental). Si para Ferguson la sociedad civil es una “constante histórico-natural”, en contraposición para Foucault no es una “realidad primera e inmediata” sino que es parte de la tecnología gubernamental moderna (2004b, p. 300). Sociedad civil y homo œconomicus son dos elementos indisociables, en tanto que la primera emerge ante la pregunta acerca de cómo gobernar, según reglas jurídicas, un espacio de soberanía poblado por sujetos económicos (2004b, p. 299).

12Al destacar la dimensión ambiental de la gubernamentalidad neoliberal, bajo ningún punto de vista se busca caracterizarla “alegremente” como una suerte de soft power (interpretación sostenida por quienes niegan o relativizan el carácter crítico del abordaje foucaultiano del neoliberalismo). Sobre este punto, resulta fundamental recordar que en la primera lección del curso precedente -Sécurité, Territoire, Population- Foucault advertía que la reconstrucción de las distintas formas de ejercicio del saber-poder en la modernidad no debía ser interpretada de modo “etapista”, al remarcar que “no hay era de lo legal, era de lo disciplinario, era de la seguridad”, sino que lo que cambia es la tecnología dominante (Foucault, 2004a, pp. 3-29). Asimismo, cabe destacar que dicha interpretación presupone una contraposición dicotómica y empobrecedora entre un “Foucault nietzscheano”, que se vale de la grilla bélica como patrón de inteligibilidad de los procesos históricos (Foucault, 1997), y un “Foucault gubernamental”. Retomando el gesto de recuperación y reelaboración recurrente que caracteriza el proceder foucaultiano (al que aludiéramos en la introducción del presente trabajo), seguimos la reconstrucción propuesta por intérpretes que objetan la aludida “compartimentalización” de la analítica foucaultiana de las relaciones de poder (Raffin, 2018, pp. 29-59; Blengino, 2019, pp. 173-183; Sacchi y Saidel, 2020, pp. 95-122).

Recibido: 04 de Octubre de 2022; Aprobado: 13 de Enero de 2023

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Investigador Asistente del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET), dirigido por el Dr. Marcelo Raffin y codirigido por la Dra. Cristina López, radicado en el Instituto de Investigaciones “Gino Germani” de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires (IIGG-FSoc-UBA), Argentina. Licenciado en Filosofía (UBA), Licenciado y Profesor en Sociología (UBA), Doctor en Ciencias Sociales (UBA). Profesor Adjunto de Epistemología de las Ciencias Sociales en la Escuela de Humanidades de la Universidad Nacional de San Martín (UNSAM) y Docente Auxiliar de Filosofía en la Carrera de Sociología (FSoc-UBA). En el IIGG, participa -bajo la dirección del Dr. Marcelo Raffin- en un proyecto de investigación UBACyT centrado en la noción de política en el pensamiento de Michel Foucault, en el Programa de Estudios Foucaultianos (PEF) y en el Grupo de Estudios Críticos en Política, Derecho y Sociedad (PoDeS). Participa en un proyecto de investigación sobre el problema de la alteridad en el mundo contemporáneo dirigido por el Dr. Francisco Vázquez García en la Universidad de Cádiz (UCA). Realizó estancias de investigación como invitado en la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) y en la Universidad de Granada (UGR).

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