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Praxis Filosófica

versión impresa ISSN 0120-4688versión On-line ISSN 2389-9387

Prax. filos.  no.56 Cali ene./jun. 2023  Epub 20-Abr-2023

https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i56.12493 

Reseña

Bayod, J. (2022). La vida imperfecta: una introducció a Montaigne. Quaderns Crema

1 Universitat de València, España. E-mail: vicente.raga@uv.es

Bayod, J. . (, 2022. )., La vida imperfecta: una introducció a Montaigne. ., Quaderns Crema,


¿Por qué reseñar en español un libro publicado en catalán? ¿Acaso no existen más introducciones a la obra de Montaigne? Ciertamente sí, de hecho, puede decirse que los Ensayos del escritor renacentista Michel de Montaigne (1533-1592) han tenido un eco amplio y duradero en el curso del tiempo. Pues, este autor no sólo inauguró con su obra el género ensayístico contemporáneo, sino que escribir sobre Montaigne y su libro (único si no tuviésemos en cuenta el Diario del viaje a Italia) constituye en nuestros días un género en sí mismo, que mientras haya papel y tinta suficiente en el mundo no parece que vaya a dejar de crecer.

En ese sentido, en el seno de los estudios sobre Montaigne encontramos muy buenas introducciones, extensas, eruditas, a menudo profundas, aunque las principales cuentan ya con muchos años y, en general, carecen de traducción (o la tienen, pero al inglés o francés, no al español). Ejemplos de ello son, entre otros, el magnífico libro del estudioso alemán, Hugo Friedrich (1949), como también el del suizo francófono, Jean Starobinski (1982), o el libro del reverendo inglés, Michael Andrew Screech (1983). Encontramos apenas una excepción a esta informal regla en la obra de Burke (1985), vertida a nuestra lengua, aunque es mucho más breve e igualmente algo vetusta.

Además, es posible encontrar hoy en día presentaciones accesibles del pensamiento de Montaigne en versión española, como la exitosa obra de Bakewell (2011), o la también muy popular de Compagnon (2014). Y, por otra parte, existen biografías detalladas y recientes, como la de Desan (2014), que probablemente mejora las múltiples obras dedicadas al estudio de la vida del autor francés (como las de Frame, Strowski o Trinquet), un diccionario íntegramente dedicado al autor (Desan, 2007), así como una concordancia de los términos empleados en los Ensayos (Leake, 1981).

Finalmente, se han venido publicando tanto ensayos (paradigma de los cuales sería el desesperanzadamente hermoso e inacabado de Zweig, 2010), como volúmenes colectivos en francés, inglés, italiano, alemán, e incluso español, sobre las diversas facetas del pensamiento de Montaigne. Asimismo, múltiples son los capítulos de libro y artículos en las lenguas mencionadas, igual que en otras, y especialmente en las últimas décadas, cuando se ha reivindicado no sólo al escritor (que desde hace mucho tiempo viene siendo considerado un clásico de las letras francesas), sino también al pensador. Y este rio innumerable de textos, que cobra fuerza a medida que avanza, torna más urgente la pregunta con la que iniciamos esta reseña, ¿por qué prestar atención a un libro escrito en una lengua con tan pocos lectores, cuando hay tantos en otras predominantes, como la española, en versión original o traducidos, así como en inglés, francés, o en las restantes, académicamente más reconocidas?

El caso es que no conozco una introducción reciente al pensamiento de Montaigne, publicada en España, que logre un tan delicado equilibrio entre erudición y visión sinóptica de la obra del francés. Las que pueden encontrarse, o carecen de traducción, y son bastante antiguas, o pecan de una cierta superficialidad. Otros antes se han dedicado a estudiar la posible melancolía de Montaigne (pp. 142-152), provocada por la muerte del amigo del alma, además de por el ocio estudioso y el inicio de la escritura de los Ensayos o, por el contrario, han tratado de dilucidar los motivos de su más que probable alegría. Con mucha dedicación se ha atendido también, en otros textos, a la inclasificable escritura de Montaigne y a su supuesto proyecto de pintarse con la pluma, como una suerte de recuperación de los ejercicios espirituales del mundo antiguo, o como precedente del sujeto moderno (pp. 153-161). También la amistad ideal con La Boétie, y sus diferencias respecto de los ideales estoicos (pp. 31-46), o la problemática relación de Montaigne con la teología, y la religión en general, de la mano de su “Apología” de Ramón Sibiuda (pp. 181-187), han sido objeto de muchos estudios. Pero ninguno de los trabajos dedicados a un aspecto u otro del pensamiento de Montaigne logra enlazarlos tan bien en una visión de conjunto, breve pero sustanciosa, como lo hace el libro reseñado.

El volumen del profesor Bayod aúna una perspectiva teórica, dado que sostiene una tesis que da coherencia a la lectura continuada de los Ensayos, y a la vez ensaya un recorrido biográfico y cronológico por el pensamiento de Montaigne, escapando a la tentación sistematizadora, tan enemiga del estilo ensayístico. Combina así la aproximación temática y la histórica, muy apropiada para un pensador como Montaigne, cuya perspectiva subjetiva impregna toda reflexión. En el ensayista francés vida y opiniones, ilustres o no, van juntas de manera inextricable, y en esta introducción a su obra se explícita este rasgo característico de su pensamiento y estilo.

Como se ha dicho, el libro no deja aspecto de la obra de Montaigne sin tratar, pese a su razonable extensión, pero lo más interesante es que se plantea siempre un punto de vista propio, oponiéndose cuando así lo considera necesario a las lecturas más usuales o establecidas. Así, por ejemplo, se matiza el tópico que hace de Montaigne un escéptico. Esta idea cobró fortuna con Popkin (2003), para quien una crisis pirrónica habría dado origen a la Modernidad europea, generalizando así la supuestamente breve etapa escéptica de Montaigne, sustentada por el pionero en los estudios sobre el ensayista francés, Pierre Villey (1908). Para Bayod, no obstante, si bien en los Ensayos se observa una importante influencia de la actitud escéptica, esta se mezcla con otras muchas corrientes e ideas que sirven a Montaigne temporalmente para formular su ecléctico pensamiento, sin atarse definitivamente a ningún sistema teórico, ni siquiera al pirrónico (pp. 196-198).

Y lo mismo sucede cuando se trata de valorar las aportaciones de quienes le han precedido a la hora de elaborar una introducción al pensamiento de Montaigne, como Friedrich (1949) que, dado el tiempo transcurrido, presenta ciertos detalles que pueden mejorarse, aunque siga siendo un texto de referencia globalmente considerado. O Starobinski (1982), quien, pese a que se mantiene como una fuente importante a la hora de tratar la relación entre Montaigne y la medicina, por ejemplo, le dio excesiva importancia al rechazo de las apariencias en los Ensayos (p. 171), y quizá, puedo añadir, asumió con demasiado rigor una suerte de esquema ternario hegeliano para entender el pensamiento del ensayista francés. O con Screech (1983), cuya visión un tanto inclinada del lado religioso le lleva a acentuar en ocasiones, de acuerdo con Bayod, ciertas citas o pasajes, en detrimento de otros, lo que hace necesaria una revisión más equilibrada de los textos (p. 255).

Y es que, como se ha advertido en algunas ocasiones, es posible decir casi cualquier cosa de los Ensayos (Sayce, 1972), y elaborar un Montaigne a nuestra imagen y semejanza, porque este no teme contradecirse, y muchas veces puede ser ambiguo en sus aseveraciones. Más aún, no solo la palabra es mitad de quien la pronuncia, mitad de quien la escucha, sino que también en múltiples ocasiones son las voces de otros las que entran en el entramado textual de los Ensayos. Antaño, las citas, prestamos, o imitaciones de otros autores por parte de Montaigne estaban en gran medida disimuladas, pero, aunque hoy (gracias a estudiosos como el ya mencionado Villey) podamos localizar muchas de ellas con facilidad, no por eso su sentido es claro, o siempre coherente. Además, la obra de Montaigne, como es bien sabido, fue elaborada en diversos momentos y tiene muchas capas textuales (al menos las tres que usualmente se mencionan en las ediciones críticas y las variantes o adiciones póstumas, no siempre recogidas en las traducciones). Por eso, parece aconsejable centrar la interpretación de los Ensayos en pasajes concretos, en capítulos determinados, lo que facilita la multiplicación de interpretaciones y la representación de un pensamiento no sólo ecléctico, sino también incoherente y amorfo. No obstante, el profesor Bayod logra sortear tales inconvenientes y peligros con notorio éxito, y defiende la arriesgada tesis de que Montaigne habría alcanzado una perspectiva sólida casi desde el principio, sosteniéndola durante el curso de elaboración de su obra. Ciertamente sus puntos de vista se verían sometidos a progresos, modificaciones, afinaciones, modificaciones de estilo, más libre y personal cuanto más tardío, pero tampoco sería necesario recurrir a los rígidos esquemas evolutivos lineales que algunos atribuyeron al pensamiento del autor francés en otros tiempos.

¿Y cuál sería la perspectiva que emerge de los Ensayos de acuerdo con el profesor Bayod? Ya desde el título de su obra se anuncia que lo que Montaigne habría propuesto en su obra es una alternativa tanto a la propuesta clásica como a la cristiana de perfección del ser humano. Si en el mundo antiguo, ya al menos desde el Sócrates platónico hasta llegar a la última de las escuelas helenísticas, se propone con claridad algo, aquello en lo que coinciden todos (con la excepción quizá de las corrientes escépticas), es en la exigencia de un cambio de vida, de un examen o transformación de nuestras cotidianas y limitadas existencias que nos acerque al ideal divino mediante la figura del sabio (Hadot, 1998). Y si bien para la mayor parte de los filósofos esta vida perfecta no puede lograrse plenamente durante nuestro periplo vital, único en el que podemos ensayar dicha aproximación, cabe acercarse bastante al ideal mundano. Algo que el cristianismo transformaría, al situar la perfección tras la muerte, considerando nuestra existencia como un espacio y tiempo útil para la conversión y salvación ultramundana. Sea como sea, aunque el precio a pagar sea el de padecer los mayores rigores en esta vida (superando incluso los ejercicios espirituales más perentorios de los pensadores clásicos), el premio de la perfección en este caso podría disfrutarse plenamente, en la existencia post-mortem (Agustín de Hipona, 1969).

En lugar de tales trabajos y promesas, siguiendo la lectura del profesor Bayod, Montaigne habría sostenido en los Ensayos primero una vida más ligera, hedonista acaso, acorde con su licenciosa juventud. Luego, la gravedad de los años, las enfermedades y limitaciones, no menos que la lectura constante de los clásicos y la familiaridad con los usos religiosos, así como con algunas posiciones teológicas, le habrían conducido a aceptar nuestra vida imperfecta. En vez de aspirar a un imposible ideal, filosófico o espiritual, conocer y aceptar la propia indigencia, los inagotables deseos que nos recorren, imposibles de satisfacer, así como asumir el movimiento material, irregular y confuso, que nos constituye. En suma, apropiarse de nuestra humana condición, no censurarla, querernos en esa contingencia bajo cuya modalidad existimos, siendo muy poco, prácticamente nada, con un no-ser natural, propio, y, en ese sentido, admirable, sencillamente bueno.

Según la lectura del profesor Bayod, Montaigne tomó buena nota de las enseñanzas del teólogo catalán, Ramón Sibiuda, lo mismo que de las principales doctrinas filosóficas, especialmente platónicas y helenísticas, aunque sin descuidar las lecciones aristotélicas (pero estas últimas de modo más tentativo e indirecto). Sin embargo, su eclecticismo le habría dado la libertad suficiente como para seleccionar lo que le interesaba en cada momento, sin comprometerse con ninguna teoría o sistema, sin ser necesariamente un cristiano escéptico, adepto al fideísmo (término que no aparece ni una sola vez en la obra del profesor Bayod), ni tampoco un completo pirrónico, un estoico a su pesar o un epicúreo libertino (aunque el hedonismo si está muy presente en la visión de la juventud de Montaigne que nos regala su comentarista, pero no la tendencia a la ataraxia, o en el caso epicúreo a la aponía, propias de un estado de insensibilidad e inmovilidad más semejante a la muerte que a la vida).

Dejando de lado todos los rótulos escolares, las adscripciones académicas o las interpretaciones teóricas más sofisticadas, de acuerdo con el autor de esta introducción, Montaigne se adentra en la vida, la suya propia y la del lector, y se propone (o nos propone) disfrutarla, no utilizarla simplemente con fines trascendentes (pp. 260-261). Frente a la sospecha y el rechazo que genera el mundo al cristiano, y más allá del rigor de las escuelas filosóficas, Montaigne se habría propuesto aceptar la vida en su más que soportable banalidad, fluir con ella, dado que somos semejantes en todo al viento, que a diferencia de nosotros no pretende tener una solidez ajena a su (a nuestra) naturaleza. Sócrates será, en efecto, un modelo para Montaigne a lo largo de su obra, pero dotándolo de una sabiduría mundana, sonriente, imperfecta.

Llegamos así al final de esta reseña, tratando de elogiar un excelente libro que no debería pasar desapercibido, aunque siempre se puedan señalar cosas mejorables. Por ejemplo, en el plano formal, hubiera sido bueno contar con una recopilación de la bibliografía citada a lo largo del texto, porque tal dispersión dificulta recuperar algunas referencias tanto de las obras generales empleadas como de los estudios más especializados. Asimismo, también es remarcable la ausencia de un índice de nombres y conceptos, pues, aunque el libro tenga una vocación introductoria, tal índice analítico constituye una herramienta indispensable para la consulta y profundización en alguno de los aspectos del pensamiento de Montaigne mencionados a lo largo del estudio. En último lugar, si bien no se trata de convertir al autor en otro representante de la literatura menor, sin duda la traducción al castellano de la obra ayudaría a su difusión en América latina, donde tampoco se encuentran introducciones tan completas y profundas al pensamiento de un autor que suscita mucho interés en ambos lados del Atlántico.

De cualquier modo, vale la pena acercarse a esta introducción a la obra de Montaigne, elaborada por uno de los traductores al castellano tanto de los Ensayos (2007), como del Diario del viaje a Italia (2020), que conoce con detalle el contexto textual, intelectual e histórico del pensador francés, así como la “historia efectual” de sus obras. Aunque, quizá adolezca de una visión demasiado positiva del autor de los Ensayos, poniéndose de su parte o interpretándolo caritativamente en ocasiones, y actualizándolo en exceso en otras (pues, por ejemplo, puede que la visión de Montaigne acerca de la religión cristiana no fuese tan crítica como parece considerarlo el autor (pp. 269-274)). Además, algunas nociones importantes, como la de “naturaleza”, que tan presente está en la obra de Montaigne, y cuyo tratamiento es, cuanto menos, ambiguo, hubieran requerido al menos un breve análisis en este estudio introductorio.

Dicho esto, cabe finalizar reseñando que no conozco otra introducción a este pensador renacentista que reivindique su modernidad (o su carácter “distemporáneo”) con tanta profundidad argumentativa, así como con tan absoluto dominio de las fuentes y la literatura secundaria. Al leer esta obra, podemos volver sobre los Ensayos, o descubrirlos por primera vez, con una mirada mucho más atenta, cuidadosa y admirada, al caer en cuenta de la importancia de su aportación y del alcance de su pensamiento que llega holgadamente hasta nuestros días. Hace tiempo que Montaigne ha sido recuperado como filósofo, pero todavía hay que reivindicar su relevancia. No es un autor secundario, como desafortunadamente indicó en cierta ocasión el propio Friedrich (1949), sino que tiene una voz propia, que resuena hoy como en su tiempo. Esta magnífica introducción al pensamiento de Montaigne nos invita a releerlo, y con ello aceptar nuestra vida imperfecta como la más natural, la que nos pertenece por derecho propio.

Referencias bibliográficas

Agustín de Hipona. (1969). Obras completas de San Agustín. XV: Escritos bíblicos (1.º): La doctrina cristiana. Comentario al Génesis en réplica a los maniqueos. Comentario literal al Génesis. BAC. [ Links ]

Bakewell, S. (2011). Cómo vivir. Una vida con Montaigne, en una pregunta y veinte intentos de respuesta. Ariel. [ Links ]

Burke, P. (1985). Montaigne. Alianza. [ Links ]

Compagnon, A. (2014). Un verano con Montaigne. Paidós. [ Links ]

Desan, Ph. (Ed.) (2007). Dictionnaire de Michel de Montaigne. Classiques Garnier. [ Links ]

Desan, Ph. (2014). Montaigne : Une biographie politique. Odile Jacob. [ Links ]

Friedrich, H. (1949). Montaigne. Francke. [ Links ]

Hadot, P. (1998). ¿Qué es la filosofía antigua? FCE. [ Links ]

Leake, R. E. (1981). Concordance des Essais de Montaigne (2 vol.). Droz. [ Links ]

Montaigne, M. (2007). Los ensayos. Acantilado. [ Links ]

Montaigne, M. (2020). Diario del viaje a Italia, por Suiza y Alemania (1580-1581). Acantilado. [ Links ]

Popkin, R. H. (2003). The History of Scepticism: From Savonarola to Bayle. Oxford University Press. [ Links ]

Sayce, R. A. (1972). The Essays of Montaigne: A Critical Exploration. Northwestern University Press. [ Links ]

Screech, M. A. (1983). Montaigne & Melancholy. The Wisdom of the Essays. Duckworth. [ Links ]

Starobinski, J. (1982). Montaigne en mouvement. Gallimard. [ Links ]

Villey, P. (1908). Les Sources et l'évolution des Essais de Montaigne (2 vol.). Hachette. [ Links ]

Zweig, S. (2010). Montaigne. Acantilado. [ Links ]

Recibido: 26 de Septiembre de 2022; Aprobado: 20 de Octubre de 2022

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Profesor ayudante doctor de la Universitat de València. Licenciado en Comunicación Audiovisual, Licenciado en Filosofía y Doctor en Filosofía, por la misma universidad (España, 2010). Realizó un posdoctorado en Filosofía en Rutgers, The State University of New Jersey (E.E.U.U., 2012). Es autor de un libro sobre el pensamiento escéptico en la obra de Michel de Montaigne y de una introducción a los problemas de la Teoría del Conocimiento, publicados ambos por la editorial de la Universidad de Antioquia; ha co-editado tres libros y traducido cuatro volúmenes en distintas editoriales y, asimismo, ha publicado diversos artículos, capítulos de libro y conferencias sobre los temas mencionados. Su área de especialidad es la Historia del Pensamiento en la Modernidad temprana, con especial incidencia en las corrientes escépticas europeas de los siglos XVI y XVII, aunque también le interesan los temas escépticos contemporáneos.

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