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Praxis Filosófica

Print version ISSN 0120-4688On-line version ISSN 2389-9387

Prax. filos.  no.58 Cali Jan./June 2024  Epub Jan 16, 2024

https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i58.12581 

Artículo de investigación

El hombre en psicoanálisis a la luz de Foucault: La analítica de la finitud en Freud y Lacan

The Man in Psychoanalysis in the Light of Foucault: The Analytic of Finitude in Freud and Lacan

1 Universidad Nacional de Tucumán, Tucumán, Argentina E-mail: juanzilman1@gmail.com


Resumen

Este artículo examina los desarrollos que Foucault realiza en torno a la analítica de la finitud en su libro Las palabras y las cosas con el fin de dilucidar las diferencias conceptuales con que Freud y Lacan abordan el sujeto del psicoanálisis. Se pretende reconocer la potencia de la crítica foucaultiana al sueño antropológico, revisando si las teorías de Freud y Lacan se encuentran o no dentro del mismo, para pensar la fecundidad de las direcciones contemporáneas del psicoanálisis.

Resultados:

Foucault dejó en claro que es necesario prescindir del hombre para poder pensar de nuevo la realidad humana. Freud abrió las puertas de tal desaparición, aunque sus cimientos epistemológicos lo dejaron fijado a una antropología biologicista. Lacan retornó lingüísticamente a Freud para rescatar la potencia de su descubrimiento y formalizar un psicoanálisis cuyo sujeto no es el hombre. Orientaciones actuales del psicoanálisis parecen olvidar este último esfuerzo.

Palabras clave: sujeto; finitud; responsabilidad; antropología; psicoanálisis

Abstract

This article analyzes the developments that Foucault makes around the analytic of finitude in his book Words and Things to elucidate the conceptual differences with which Freud and Lacan approach the subject of psychoanalysis. It is intended to recognize the power of the Foucaultian critique of the anthropological quadrilateral and review whether or not the theories of Freud and Lacan are within it, seeking to think about the fertility of contemporary directions in psychoanalysis.

Results:

Foucault made it clear that it is necessary to dispense with man in order to rethink human reality. Freud opened the doors of such disappearance, although his epistemological foundations fixed him to biological anthropology. Lacan linguistically returned to Freud to rescue the power of his discovery and formalize a psychoanalysis whose subject is not man. Current orientations of psychoanalysis take pains to forget this last effort.

Keywords: Subject; Finitude; Responsibility; Anthropology; Psychoanalysis

I. Introducción

En Las palabras y las cosas,Foucault (2020) sostiene que “el Hombre” no existía hasta fines del siglo XVIII. Se refiere al hombre como figura epistemológica, en tanto objeto de conocimiento: el hombre del que se ocupan las ciencias humanas. En esta obra, describe una serie de acontecimientos en el campo del saber que formaron una “estructura antropológico-humanista en el pensamiento del siglo XIX” (Foucault, 2013a, p. 89), matriz productora del conocimiento en las llamadas ciencias humanas.

Esta situación es definida por Foucault como un sueño antropológico, que lleva a buscar en el hombre y su finitud el soporte de la realidad y el conocimiento que podemos tener de ella, otorgándole un fondo interior (esencial, universal) que lo determina, al tiempo que lo sostiene como sujeto (fundamento) de sí mismo. En efecto, el Hombre a partir del siglo XIX es a la vez constituido y constituyente, sujetado a sí mismo y fundamento de sí mismo. El hombre no abandona su lugar de sujeto (clásico) a pesar de ser ahora tomado como objeto (moderno): revela su finitud, los límites de su libertad y su conocimiento, encontrando el fundamento de tales límites en sí mismo.

Esta matriz de pensamiento que ubica al hombre como sujeto y objeto va a ser criticada desde la perspectiva de Foucault, quien sostiene la necesidad de despertar del sueño antropológico, es decir, de prescindir de todo sujeto constituyente o universal antropológico para dar cuenta de la realidad humana (Foucault, 1999). Así afirma que “el hombre desaparecerá en cuanto el saber encuentre una forma nueva” (Foucault, 2020, p. 17). Tesis foucaultiana de la muerte del hombre, que le arrebata su carácter constituyente y universal para afirmar que, en tanto el pensamiento contemporáneo descubre “que lo que hace posible al hombre es, en el fondo, un conjunto de estructuras que él puede pensar y describir, pero de las que no es sujeto ni conciencia soberana; la ambigüedad del hombre como sujeto y objeto de estudio ya no es actualmente una hipótesis fecunda, un tema de investigación fecundo” (Foucault, 2013a, p. 90).

Ahora bien, Foucault sostiene que el sueño antropológico existe y seguirá existiendo mientras las investigaciones y reflexiones sobre la realidad humana se soporten en cuatro vectores teórico-epistemológicos que conforman su denominado “cuadrilátero antropológico”, el cual sugiere destruir hasta sus fundamentos últimos para poder pensar de nuevo críticamente a la razón (Foucault, 2020, p. 354).

Los segmentos que constituyen este cuadrilátero son:

1. La analítica de la finitud, referida a una reflexión filosófica sobre la existencia humana que considera al hombre al mismo tiempo como constituido (objeto-sujetado) y constituyente (sujeto-fundamento). El hombre aprende que es finito sobre el fondo de su propia finitud lo cual lo conduce a una serie de oscilaciones que van a conformar el resto del cuadrilátero:

2. La duplicación empírico-trascendental consiste en hacer valer lo trascendental a nivel de lo empírico (en el hombre), dado que en el hombre mismo se toma conocimiento (empírico) de aquello que hace posible todo conocimiento (trascendental).

3. La dualidad entre el cogito y lo impensado, según la cual el hombre se divide entre su conciencia y sus mecanismos inconscientes. Se da así en este “cogito moderno” la tarea de restituir lo impensado a la soberanía de un pensamiento consciente.

4. El retroceso y el retorno al origen consiste en el esfuerzo por buscar un origen de lo humano que se muestra siempre sustraído al saber y la agencia del hombre.

Desde aquí, Foucault distingue dos tipos de saberes posibles: uno cuyas teorías se formulan dentro del cuadrilátero y otro que alcanza su rigurosidad por fuera de él. Pensar al hombre fuera del cuadrilátero implica dejar de considerarlo fundamento de sí mismo, de la realidad y del conocimiento, en fin descentrarlo como sujeto. Matar al hombre en ciencias humanas implica destituirlo como sujeto constituyente y abandonar consecuentemente todo universal antropológico para definirlo (Foucault, 1999).

Ahora bien, ante estas dos formas de conocer, el objetivo de la presente investigación es dilucidar cómo se ubica el psicoanálisis en torno a ellas. Más específicamente, se pretende cernir el asunto a la siguiente cuestión: ¿constituye el psicoanálisis una analítica de la finitud? En efecto, se examinan los alcances de la crítica foucaultiana para revisar un concepto fundamental del psicoanálisis: el sujeto. Atendiendo al lugar que dicha noción encuentra en los textos de Freud y Lacan, se busca establecer si coincide o no con el hombre (es decir con un ser humano individual, lo que clínicamente sería identificarlo al paciente) o bien si el sujeto está o no dentro del hombre.

Asimismo, la investigación se encuentra motivada por la necesidad de un esclarecimiento conceptual y epistemológico en el campo actual del psicoanálisis. Campo en donde se advierte que las divergencias entre los modelos de Freud y Lacan parecen haberse olvidado, lo cual conduce a orientaciones teórico-clínicas que requieren ser cotejadas críticamente en cuanto pueden significar un retorno a los límites del sueño antropológico en el psicoanálisis contemporáneo.

En resumidas cuentas, la propuesta es revisar la noción de sujeto en psicoanálisis a partir de la analítica de la finitud, para mantener un diálogo crítico con Foucault sobre tal entidad conceptual.

II. El conflicto antropológico: la analítica de la finitud y su relación con el psicoanálisis

Foucault desarrolla durante el capítulo nueve de Las palabras y las cosas el pensamiento que caracteriza a la episteme moderna y la reflexión sobre el hombre que en ella tiene lugar. Allí señala cómo el retorno del lenguaje en su dispersión y división moderna contribuye tanto al nacimiento como a la potencial muerte del hombre. A partir del siglo XIX, el hombre pierde el lugar de sujeto soberano como agente racional de la representación, en tanto ya no es él quien maneja el lenguaje sino el lenguaje mismo que se manifiesta enrollado sobre sí, sometido a su propia historicidad, a sus sentidos posibles, a sus leyes determinantes. Es en este punto que se desprenden tanto la emergencia del hombre como figura epistemológica -sujeto/objeto- y la posibilidad de su desaparición.

En relación al nacimiento, en tanto objeto de conocimiento el hombre aparece como determinado por el orden empírico del lenguaje, de la vida y del trabajo; y en tanto sujeto es él quien se propone conocer(se) buscando en sí mismo su determinación. Con esto, sigue siendo el agente y fundamento (sujeto) de todo conocimiento posible, pero, al estudiarlo como objeto, se lo asume doble: sujeto (hablante, pero) finito, fundamento sujetado.

En relación a la desaparición, si el lenguaje se revela con un determinismo propio que el hombre no maneja, sino que se monta sobre él y es tomado por él en cuanto pretende pensar o decir algo, las preguntas que se abren son: ¿Quién habla? ¿Quién tiene el discurso y detenta la palabra? ¿Quién es agente del lenguaje? Cuestiones planteadas por Nietzsche, que apeló a sí mismo (como sujeto parlante e interrogante) para responderlas (Ecce Homo), mientras que Mallarmé dirá “quien habla es la palabra misma” (Foucault, 2020, p. 319). En esa distancia se plantea el problema. Si el lenguaje hace posible todo pensamiento y el hombre no es su fundamento, entonces el sujeto humano puede aparecer como un ser hablado, producido por las leyes del lenguaje, abandonando su lugar constituyente y, consecuentemente, de objeto epistemológico.

Lo que aquí interesa destacar es que el psicoanálisis no es ajeno a este problema y es preciso pensar su sujeto a partir del nacimiento y la potencial muerte del hombre como figura epistemológica. ¿El sujeto con el que se trabaja en psicoanálisis es el hombre o no? Lo que habla en los síntomas con los que trabaja un psicoanalista, ¿es algo interno o externo a quien padece? ¿Quién habla en el texto inconsciente? Se va avanzar sobre estos puntos.

Para delimitar las implicaciones de la analítica de la finitud en psicoanálisis, acentuando su lugar preponderante en los tipos de análisis del cuadrilátero, son efectivas las palabras de Edgardo Castro (2004):

Por analítica de la finitud debemos entender, según Foucault, las diferentes estrategias propias del pensamiento moderno para pensar el hombre a partir de sí mismo, la finitud a partir de la finitud. Estas estrategias son: la oscilación entre lo empírico y lo trascendental, la oscilación entre el cogito y lo impensado y la oscilación entre el retorno y el retroceso del origen. En el sueño antropológico en el que se ha sumido el pensamiento occidental a partir de la ruptura epistémica que se produce entre los últimos años del siglo XVIII y los primeros del XIX, el hombre aparece, a la vez, para servirnos de una terminología kantiana, como lo que se ofrece al conocimiento y lo que debe ser pensado. Es un ser doble: empírico y trascendental, pensado e impensado, originado y originante (p. 25).

La analítica de la finitud implica así una reflexión ambigua sobre el hombre dado que se lo entiende como un duplicado: determinado por la vida el trabajo y el lenguaje (constituido por lo empírico) y como el sujeto capaz de hacerse representaciones de esta vida, de ese lenguaje y de ese trabajo, y del modo en que inciden en él (constituyente de lo trascendental). De esta manera, la analítica de la finitud concibe al hombre como lo que hay que pensar, sosteniéndolo como sujeto constituyente y constituido. El Hombre, finito, es centro de referencia de su realidad, en la medida que “se trata de hacer valer al hombre como fundamento de su propia finitud” (Foucault, 2020, pp. 353-354).

Se trata de una reflexión sobre la finitud del hombre efectuada desde la propia finitud del hombre, enfocada en el hombre mismo que instala un modo antropocéntrico de pensar la realidad y la humanidad que va a organizar el movimiento general de las producciones científico-humanistas del siglo XIX y XX. No obstante, de Kant a Nietzsche, la finitud del hombre lo liga a positividades externas que abren las puertas de su desaparición, instaurando la disyuntiva entre el humanismo de la episteme moderna y el antihumanismo que augura Foucault ante una reconfiguración estructural en el campo del saber.

A partir de la afirmación de un pensamiento moderno de lo Mismo irreductible a la filosofía clásica (Foucault, 2020, p. 329) se abre la posibilidad de un pensamiento de lo Otro que sería irreductible a la filosofía antropológico-humanista de la episteme moderna.

Así como los límites de la representación clásica anunciaron su fracaso y la posibilidad de una reconfiguración epistémica, los límites del sueño antropológico anuncian el fracaso del hombre como fundamento y la posibilidad de que desaparezca como tal, en cuanto nuestro saber encuentre una forma nueva (Foucault, 2020, p. 17). Desde un pensamiento de lo Mismo, el hombre buscó en él el fundamento de su propia finitud. En el camino se topó con una alteridad que le es determinante y, apoyado en el cuadrilátero antropológico, buscó restituirla a sí mismo con infecundos resultados.

En definitiva, cada segmento del cuadrilátero establece leyes que modulan la forma en que se concibe al hombre como duplicado, buscando hacer de eso Otro que lo determina lo Mismo que él. Lo que se pretende es revisar si los postulados tanto de Freud y Lacan como de los analistas contemporáneos se adecúan o no a tales leyes, quedando el resto de los segmentos para avances posteriores de la investigación. Se advierte que Foucault ubica a Freud como un engranaje transicional hacia fuera del sueño antropológico, pero también de que “todo ese saber que se dio una cierta imagen del hombre gira en torno a la obra de Freud, sin salir empero de su disposición fundamental” (Foucault, 2020, p. 373); por ello, es preciso examinar la noción de sujeto del psicoanálisis en su relación con “el hombre”.

III. ¿Quién -o qué- se estudia en psicoanálisis? El estatuto del sujeto del inconsciente

Para el psicoanálisis el hombre no es libre. No es libre y no conoce todo lo que determina su modo de ser, de actuar, de pensar, de desear. No es conscientemente constituyente, dado que está constituido también por una instancia inconsciente. Para los psicoanalistas el cogito no conduce a la evidencia del soy. Para el psicoanálisis, el sujeto humano no es libre en tanto se encuentra determinado por otro sujeto. ¿Qué -o quién- es ese otro sujeto? Cuando se intenta fundamentarlo, se advierte que en la bibliografía psicoanalítica advienen las divergencias y la polisemia.

Esta multiplicidad de sentidos coincide con las ideas de Jean-Luc Nancy (2014):

No hay y no hubo un solo sujeto, no ha habido una sola suposición de la palabra sujeto. Y eso quiere decir, aún y de manera más fina, más aguda, que tal vez tampoco haya una realidad una cada vez que está supuesto un sentido de sujeto. Y entonces que hay que tratar a esa palabra según una multiplicidad de sentido que tal vez, desde ciertos puntos de vista, se revelará irreductible (pp. 17-18).

En principio, el sujeto del psicoanálisis se distingue del sujeto clásico constituido alrededor de su razón consciente. El sujeto en psicoanálisis no es el sujeto del sentido común moderno (agente libre y racional). En nuestra teoría, siguiendo a Darío Groel (2019) “no está tan claro qué se entiende por sujeto” (p. 26); no obstante, el autor sostiene que “el sujeto del psicoanálisis es eso a lo que hacemos referencia los analistas cuando pretendemos dar cuenta de una entidad más o menos dividida por el inconsciente” (Groel, 2019, p. 26). En muchos casos cuando se habla de sujeto se habla de la persona que consulta, entendida como dividida internamente en una instancia consciente y otra inconsciente. En otros, como sostiene Groel (2019) “no sería esa presencia de carne y hueso que ocupa un espacio en nuestros consultorios, ese que habla y sufre” (p. 26).

En psicoanálisis el sujeto puede confundirse con el paciente o no, así como puede identificarse a algo que opera dentro de él o no. Precisando conceptualmente, el sujeto no es el paciente, pero a la hora de establecer qué es y dónde está, la cosa no resulta tan clara. Sobre todo, porque entre Freud y Lacan (principales autores del psicoanálisis) se pueden advertir diferencias en el uso que adquiere la noción de sujeto; aunque estén tratando de desentrañar el mismo asunto y maniobrar sobre los mismos fenómenos, sus marcos teóricos y epistemológicos resultan diferentes, aun cuando el corpus de Lacan no haya podido ser sin -y le deba tanto a- los desarrollos de Freud.

Si se quiere fundamentar qué se entiende por sujeto en psicoanálisis hay que diferenciar el sujeto de Freud del sujeto de Lacan. En efecto, la cuestión a delimitar será si, tomados por separado, estos autores conciben o no al hombre duplicado como aquello que debe ser pensado y estudiado en psicoanálisis, en tanto llevaría en sí mismo la causa de su finitud. Esto conduce a preguntarse qué limita al hombre, desde dónde, y en qué medida lo hace. Ambos autores coinciden en elaborar un marco teórico sobre el funcionamiento de algo que rige la vida de las personas (sujeto) con el fin de aliviar el sufrimiento que les produce; el asunto está en: qué se supone que es ese algo, a qué orden empírico pertenece, y dónde puede ser localizado (lo cual, si se asume a ese algo como constitutivo del hombre, ofrecerá a su vez una definición de lo que el ser humano es).

IV. El sujeto de Freud se sostiene en “el hombre duplicado”

El suelo epistémico que nutrió la obra de Freud estaba organizado en torno al sueño antropológico. Lo interesante es advertir que “Freud pensó en el hombre, pero no supo que con sus palabras le quitaba tiempo de vida” (Bonoris, 2019, p. 15). En convergencia con Bonoris, una de las hipótesis de este trabajo es que Freud posibilitó, pero no ejecutó definitivamente el descentramiento del hombre.

En Freud, el término “sujeto” no tiene un tratamiento conceptual diferenciado, sino que es utilizado por lo general como sinónimo de persona, paciente, o individuo. Se puede decir que el “sujeto freudiano”, refiere a un individuo dividido internamente, portador de su propia causa, pues aquella parte inconsciente de su psiquis constituye su esencia misma y verdadera. Lo Otro y desconocido de sí es a la vez lo más idéntico a sí que podría conocer, aunque lo desconozca. Así, la noción de sujeto que se puede leer en la obra de Freud continúa centrada en la idea del hombre.

Para Freud “el núcleo de nuestro ser consiste en deseos inconscientes” (Freud, 1991a [1900], p. 593) que constituyen el ello (Freud, 2012d [1938]) en el que habitan energías pulsionales (provenientes del interior del organismo) y representaciones inconscientes, que hacen de su sujeto un individuo determinado por representaciones mentales y tendencias naturales.

Entonces, si se considera que “el yo y el ello coinciden, [en tanto] el yo es, en efecto, la parte organizada del ello” (Freud, 2012e [1925], p. 2839) se entiende por qué para Freud en las formaciones del inconsciente se revela la verdadera intención de cada quien. La satisfacción inconsciente del Ello a través del síntoma tiene lugar en el individuo mismo, de allí que para Freud “a los enfermos su padecer les procura una cierta satisfacción” (Freud, 1991b [1909], p. 145).

Esta satisfacción que el síntoma procura, el sujeto no la siente como tal, sino como algo doloroso y lamentable, transformación que es un efecto natural del conflicto psíquico […] aquello que en épocas anteriores fue para el individuo una satisfacción, despierta hoy su repugnancia (Freud, 2012a [1916], p. 2350).

Freud emplea aquí el término sujeto como sinónimo de individuo, para designar a alguien con síntomas neuróticos que entrañan la condición paradojal de implicar un sufrimiento y una satisfacción en él mismo.

El sujeto con el que trabaja Freud, entonces, remite a un individuo sobredeterminado por pulsiones y representaciones inconscientes, internas a él. Es una persona dividida intrapsíquicamente en dos instancias que desatan un conflicto al interior de sí. A raíz de esto, se sostiene al hombre duplicado como un sujeto trascendental sujetado a sí mismo, en tanto aquello que lo sujeta constituye, en su verdad más profunda, el núcleo de su ser y el fundamento de su experiencia.

Paul-Laurent Assoun (2001a), plantea en Introducción a la epistemología freudiana que el psicoanálisis surge como una “Ciencia de la Naturaleza” integrando la dimensión de la historia y la vida individual del hombre con leyes universales derivadas de los modelos naturalistas que regían el campo del saber científico a finales del siglo XIX. Pretende integrar a la comprensión e interpretación de lo humano la explicación de las ciencias positivas. De este modo, Assoun sostiene que en la base epistemológica del freudismo se halla un monismo derivado del ideal científico cuyo aprendizaje realiza Freud en la anatomía y la fisiología, lo cual lo lleva a ubicar el campo físico-químico como su modelo indiscutido, soportando su concepto de pulsión en un energetismo intra-somático.

Freud integra así al cuerpo individual como soporte fundamental de lo que es el sujeto y de lo que entiende por inconsciente. La pulsión tiene su fuente en el quimismo de los órganos, en una excitación corporal interna.

De este modo, la concepción topológica con la que Freud va a pensar al psiquismo en general y al inconsciente en particular es la espacialidad tridimensional: el modelo de una esfera que permite distinguir el mundo interno del mundo externo. De allí el esquema de su segunda tópica, presentada en El Yo y el Ello, donde propone que, a partir de reflexiones apoyadas en la biología, alcanza las nociones de pulsión de vida y pulsión de muerte como pertenecientes al orden de la sustancia viva (Freud, 2012b [1923]).

El fundamento inconsciente, causa determinante del pensamiento y la conducta conscientes, se halla en el interior del hombre mismo, dado que encuentra su punto de anclaje en la materialidad de su cuerpo, en las energías que lo recorren. No desconoce la influencia externa, pero el fundamento del ser es interno al hombre. El sujeto en Freud puede coloquialmente confundirse con el individuo, pero en caso de que se precise al sujeto como aquello dividido por lo inconsciente que opera como instancia determinante en la vida humana no podrá dejar de ser leído en la trama una economía pulsional interna. De esta manera, en el sufrimiento psíquico del hombre se revela su división interna que lo constituye y lo duplica.

Sobre este modelo de un psiquismo contenedor de un inconsciente que a su vez es contenedor de pulsiones y representaciones se va a asentar la metapsicología freudiana para desarrollar teóricamente los mecanismos que rigen la actividad psíquica determinando a cada ser humano más allá de su pensamiento consciente, pero más acá de su individualidad corporal y las determinaciones que le son inherentes a su condición de sujeto humano. El hombre (sujeto humano) sigue siendo el principio explicativo universal. Siguiendo en este punto a P. L. Assoun (1994), esta vez en Introducción a la metapsicología freudiana, la noción de sujeto remite a la función metapsicológica de la división, que en Freud adquiere fundamento endógeno y hace referencia a un “sí-mismo”, aunque deje abierta (y no resuelta) la intromisión de la alteridad.

Freud le quita al sujeto humano su soberanía consciente, pero lo consolida como fundamento ontológico de sí mismo al plantearlo como sujetado a su propia finitud corporal, la cual a su vez modula y motoriza su actividad psíquica, conductual y cultural. El movimiento fue destituir al yo como centro de referencia para advertirlo vasallo del inconsciente, del cuerpo y de la realidad exterior, instancias que conflictúan en el sujeto individual. El hombre es el centro de referencia que nuclea conflictivamente en sí mismo a la naturaleza y la cultura que lo determinan.

Lo inconsciente para Freud es algo profundamente arraigado en la persona, por debajo de su conciencia, de allí que aspire a “proclamar el psicoanálisis como doctrina de los procesos psíquicos más profundos, no accesibles directamene a la conciencia, como una psicología abisal”, dedicada a indagar en “los estratos más profundos de la actividad mental inconsciente” (Freud, 2012c [1924], p. 2739).

De modo que para Freud el psicoanálisis se constituye como el estudio de un inconsciente profundo, propiedad de un sujeto humano que adquiere su estatuto dividido por estar sujetado a dos instancias que conflictúan en su interior. La vida y la cultura, que lo trascienden individualmente, conflictúan en su aparato psíquico. Ese aparato que rige el comportamiento humano anida dentro de cada uno, por lo que el fundamento, el sujeto, sigue estando en el hombre, constituyéndose para el pensamiento de Freud en aquello que el psicoanálisis debe saber y pensar.

Así, el hombre finito debería buscar en él mismo, entonces, el fundamento constituyente (sujeto) de su finitud (sujetado), en algo que es ajeno a su conciencia pero propio a su ser. La dirección clínica consistiría en reconocer eso Otro como algo propio.

No obstante, estos señalamientos con los que Freud quedaría ubicado en el claustro del sueño antropológico, es necesario reconocer que “fundó un discurso sobre el hombre que, paradójicamente, posibilitó su muerte” (Bonoris, 2019, p. 15). El mismo Foucault reconoce esto en Las palabras y las cosas, cuando ubica a Freud como quien anuncia el paso hacia los análisis no antropológicos, aunque él mismo no haya salido, empero, de su disposición fundamental. Lo que se pretende esclarecer es que el sujeto del psicoanálisis ha sufrido mutaciones en su forma de ser concebido, y la más decisiva es la que introduce Lacan respecto de Freud. Aquel no puede ser pensado sin éste, pero no por ello deben confudirse. El sujeto de Freud conserva una antropología que Lacan se encarga de despojar cuando lo despega del energetismo del cuerpo para introducirlo en la lógica del lenguaje.

V. El sujeto en Lacan es un efecto del lenguaje descentrado del hombre

Para Lacan “la clínica psicoanalítica consiste en volver a cuestionar todo lo que Freud dijo” (Lacan, 1981, p.4). Es en ese cuestionar que se despliega una diferencia paradigmática entre ambos autores:

Yo he vuelto a armar lo que dice Freud. Si hablé de ‘retorno a Freud’ es para que nos convenzamos de cuán cojo es. Y me parece que la idea de significante explica sin embargo cómo es que eso marcha [...] El inconsciente, pues, no es de Freud; tengo que decirlo: es de Lacan [...] Freud tenía razón, pero no se puede decir que él haya aislado verdaderamente el inconsciente, que lo haya aislado como lo hago yo mediante la función de lo simbólico, indicada en la noción de significante […] En esta elucubración del inconsciente no hay más que lenguaje (Lacan, 1981, pp. 2-3).

¿Qué implica esta redefinición del inconsciente a partir de la función de lo simbólico y la noción de significante? En primera instancia, que Lacan no va a soportar “lo psíquico” -el sujeto- en el cuerpo individual sino en la estructura del lenguaje: “La cuestión que el inconsciente les plantea es un problema que toca el punto más sensible de la naturaleza del lenguaje, esto es la cuestión del sujeto” (Lacan, 2001 [1966], p. 4). De allí que:

El inconsciente no tiene nada que ver con el instinto o el conocimiento primitivo o la preparación del pensamiento en algún subsuelo. El inconsciente es un pensar con palabras, con pensamientos que escapan la vigilancia, la atención de ustedes […] La idea es encontrar un estatuto preciso para este otro sujeto que podemos determinar tomando nuestro punto de partida en el lenguaje (Lacan, 2001 [1966], p. 5).

Esta redefinición del sujeto condujo a dejar de considerarlo una entidad que anida dentro del hombre, para pensarlo como una estructura compleja y superficial que no admite el problema de lo interno/externo.

Desde aquí se puede advertir una divergencia topológico-espacial entre Freud y Lacan. Mientras el primero presenta al aparato psíquico como un “huevo” tridimensional ligado al cuerpo vivo (Freud, 2012b [1923]), continente de representaciones y pulsiones, con límites claros entre el interior y el exterior; el segundo postula un sujeto del inconsciente efecto de lenguaje, de la articulación significante, que se constituye como una superficie de un solo borde sin adentro ni afuera que recorta y captura los cuerpos.

A partir de la noción de significante, Lacan introduce su sujeto como un concepto novedoso, específico y fundamental que no se confunde con el hombre o el individuo. Efectivamente, “el objeto del psicoanálisis no es el hombre” (Lacan, 2012, p. 229), y al “sujeto del significante debe distinguírselo severamente del individuo” (Lacan, 2014, p. 831) puesto que, cuando se trata del sujeto, “lo que está exactamente en cuestión es el estatuto del problema de la estructura” (Lacan, 2001 [1966], p. 3). Siendo que, para Lacan, estructura de lenguaje es un pleonasmo; de hecho, el sujeto no remite al hombre sino a aquello que lo captura y lo constituye más allá de sí-mismo.

Para Lacan el sujeto es lo radicalmente Otro del hombre, cuya finitud no proviene de él mismo y su corporalidad, sino de la heterogeneidad causal que la incidencia del significante tiene sobre él, de allí que la ética del psicoanálisis no sea individualista (Lacan, 2009, p. 392). El sujeto lacaniano se define por ser lo que un significante representa para otro significante, siendo el significante un elemento fónico-diferencial con el que se compone una lengua que no significa nada en sí mismo; se define por ser pura diferencia respecto a los demás significantes y puede producir significación sólo a condición de estar ligado a otros.

El sujeto, efecto del significante, no es entonces idéntico a sí mismo, no constituye una totalidad completa y cerrada, sino que, en lugar de un fondo esencial, en su fundamento hay un agujero de sin-sentido, de imposibilidad: una división constitutiva entre saber y verdad. División que tiene que ver con una imposibilidad lógica de la estructura en relación a las propiedades de los elementos que la componen (significantes) o de los efectos que producen (significación). Nada que tenga que ver con una persona dividida internamente en dos instancias claramente delimitables, como en la división intrapsíquica freudiana: “El sujeto está allí bien supuesto […] es el significado de la pura relación significante” (Lacan, 2012, p. 608). No se trata de un ser hablante sino de un “ser hablado” (Lacan, 2012, p. 229). El sujeto lacaniano, entonces, no hace el discurso, “está hecho por el discurso, atrapado en él” (Lacan, 2006, p. 53).

Desde aquí se comprende por qué para Lacan si existe una imagen que podría representarnos la noción freudiana del inconsciente ella es, sin duda, la de un sujeto acéfalo” (Lacan, 2019 [1955], p. 254), causado por el significante, “único soporte posible para la experiencia de la repetición” (Lacan, 2004, clase 4, p. 23). Lacan no explica el automatismo de repetición con una fuente de energía interna tendiente a la destrucción sino con la idea de un sentido -regido por combinaciones simbólicas- inscrito en orden del cuerpo (Lacan, 2012, p. 139): el significante es la causa del goce (Lacan, 2008a [1972-1973], p. 33) y de la pulsión de muerte (Lacan, 2019 [1955], p. 481).

Que Lacan considere al significante como el soporte de la repetición implica que la satisfacción del síntoma no tiene lugar a nivel individual o intrapsíquico, sino al nivel del lenguaje. La satisfacción de la pulsión se encuentra articulada en Lacan a la expresión significante antes que a la sustancia viva del cuerpo individual. Así se entiende por qué “el automatismo de repetición toma su principio en la insistencia de la cadena significante” (Lacan, 2009, p. 23). Es el sujeto en tanto articulación significante donde se satisface la pulsión (Lacan, 2008b [1964], p. 174). De modo que el individuo que asiste a un análisis no se satisface internamente con el síntoma, sino que está capturado en un sistema impersonal que alcanza su propio tipo de satisfacción (Lacan, 2008b [1964], p. 174).

No es el paciente quien se satisface con el síntoma, no está en él la causa del mismo. No hay identidad consigo mismo sino pura diferencia en su esencia. De allí que, en los síntomas, los sueños, los lapsus, hable “una voz que ya no es sino la voz de nadie” (Lacan, 2019 [1955], p. 258). Ante la pregunta ¿Quién habla? Se puede decir conjeturalmente que Freud diría “las profundidades del hombre”, mientras Lacan “Eso, la palabra misma, habla”.

En Lacan, el hombre está sujeto a un sujeto que no está en él mismo, que se forma más allá de él y se encuentra por lo tanto “descentrado con respecto a la experiencia individual” (Lacan, 2019 [1955], p. 71). Con base a esto Lacan (1975) se pregunta “¿por qué diablos el hombre sería doble?” (p. 24), y en la obertura a sus Escritos señala que el hombre ya no es una referencia tan segura (Lacan, 2009, p. 21). ¿Qué es lo esencial de su pensamiento si no es el hombre duplicado, entonces? Como se vio: el significante, que no tiene esencia. Concepto que permite a Lacan formalizar su lectura estructuralista y lingüística de Freud, estableciéndolo como fundamento constituyente de la realidad humana, en tanto soporte material del lenguaje que la conforma: “No hay otro amo que el significante” (Lacan, 2012, p. 407). A su vez, Lacan dirá que el va “más lejos que hacer del hombre el ser hablante […] si el psicoanálisis debe ser una ciencia, ese no es un objeto presentable […] el psicoanálisis refuta toda idea del hombre representada hasta aquí […] El objeto del psicoanálisis no es el hombre […] el psicoanálisis como ciencia será estructuralista” (Lacan, 2012, p. 229).

Si se tiene razón al asignar a la lingüística como origen del estructuralismo (Deleuze, 2002), y al estructuralismo como una forma de pensamiento basada en la destitución del hombre en tanto sujeto constituyente de la realidad y de sí mismo (Foucault, 2013a), se entiende por qué para Lacan, al ser el significante el maestro de la realidad humana supeditada a las leyes del lenguaje, el psicoanálisis como ciencia será estructuralista. Desde aquí autores como Bruno Bonoris (2019) pueden afirmar que “el psicoanálisis no es un humanismo” (p. 16), lo que quiere decir que Lacan prescinde del hombre como sujeto constituyente y de universales antropológicos para llevar adelante sus investigaciones.

A partir de modelos extraídos de la lingüística, pudo darle al inconsciente de Freud un “soporte textual” (Lacan, 2012, p. 410). Otorgándole primacía al significante (material constitutivo de la estructura que organiza y produce la realidad humana) y proponiéndolo como aquello que hay que abordar mediante esquemas científicos, Lacan llega al punto en que “la finitud del hombre se ha convertido en su fin” (Foucault, 2020, p. 396), en su fin como objeto de estudio e intervención para el psicoanálisis cuyo sujeto ha sido subvertido y descentrado respecto al hombre.

Con lo visto hasta acá, si para el psicoanálisis la noción de sujeto se define en torno a la idea de subjetividad, esta última puede ser entendida como una interioridad inviolable o como un pliegue del afuera (Díaz, 2014), según el marco teórico que se adopte.

VI. Actualidad del sueño antropológico en psicoanálisis: la responsabilidad subjetiva

Si se reconoce el alcance de la crítica foucaultiana y de estas diferencias conceptuales entre Freud y Lacan, resulta problemática la persistencia actual de cierta dirección contemporánea del psicoanálisis que parece continuar rigiéndose por la lógica del sueño antropológico, por lo general consignada como “freudolacaniana”. Desde allí se sostiene un sujeto definido en términos lacanianos (sujeto, goce, deseo, significante) pero articulado en modelos freudianos (energética pulsional, sustrato somático, satisfacción individual), dando como resultado un sujeto entendido como alguien dividido internamente (con un inconsciente anclado a su propio cuerpo) que se satisface a sí mismo con su síntoma. Un sujeto sujetado a sí mismo, un hombre duplicado.

En esta dirección se encuentran unos psicoanalistas escribiendo textos y atendiendo pacientes bajo una premisa general: lo que determina al paciente yace dentro de sí mismo y, por ende, tiene la responsabilidad de reconocerlo como propio. Cuestión que remite al concepto denominado “responsabilidad subjetiva”, inexistente tanto en Freud como en Lacan. Freud sostuvo que cada quien es responsable del contenido inconsciente porque forma parte de su ser (Freud, 1991c [1925]); Lacan, por su parte, señaló que el inconsciente “es un saber articulado del que ningún sujeto es responsable” (Lacan, 2008c [1969-1970], pp. 81-82). Si bien no hablan sobre responsabilidad subjetiva como dirección clínica, sí presentan diferencias sobre el modo en que la responsabilidad por lo inconsciente puede ser entendida en la teoría, consecuentes con sus respectivos modelos teóricos y su posición respecto a la antropología según lo expuesto hasta aquí.

A continuación, se presentan referencias de autores contemporáneos del psicoanálisis para ilustrar la persistencia de ideas antropológicas e individualistas dentro del campo. Por motivos de extensión se reducen a cuatro. Se invita al lector a realizar su propio rastreo.

Para Beatriz García, la responsabilidad subjetiva implica dejar en manos del sujeto la decisión de qué destino darle a lo que ha aprendido sobre sí mismo. Se trata en psicoanálisis no de una ética del bien, como la kantiana, sino de una ética del mal que habita en cada uno de nosotros (García, 2019).

Escobar Puche (2018) parte de asumir que cada uno es responsable de su elección, cada uno puede responder de su goce y reconoce a eso como implicación subjetiva. Sostiene que la responsabilidad es cosa de uno en la medida en que es uno el que tiene que vérselas y arreglárselas con eso que uno hizo y que sólo está a cargo de uno.

En sintonía con lo anterior, Pineda Gómez y Suárez Pico (2014) exponen en su tesis que la responsabilidad subjetiva es un reconocimiento de la implicación inconsciente que posee todo sujeto en sus deseos y en la vía por la cual ha elegido satisfacerlos […] asumiendo desde su singularidad el goce que le generó su realización.

Por último, para Berenguer en la relación con el paciente deprimido tiene un papel crucial lo que llama ‘rectificación subjetiva’, que consiste en situar al sujeto frente a su deseo y su goce. Expone que una vez situada cierta modalidad de goce e indicadas las vías por las que sus consecuencias se imponen para el sujeto, le queda la posibilidad de hacerse responsable de él (Berenguer, 2007).

La responsabilidad subjetiva como dirección clínica supone atribuir al paciente la propiedad etiológica de su sufrimiento, habilitando significaciones que permitan al sujeto -paciente- saberse (asumirse) causa (y beneficiario inadvertido) de su síntoma. El sujeto -paciente- debe advenir a un lugar de causa, haciendo de eso que percibe como Otro lo Mismo de sí. Hay allí una orientación psicoanalítica que reposa sobre una concepción del inconsciente como instancia interna y propia a cada sí-mismo, y de sujeto como individuo que se satisface a sí mismo con su síntoma. La responsabilidad subjetiva se desprende de una autosatisfacción en el sufrimiento, y se soporta en un modelo teórico cuyas raíces se hunden en la matriz de pensamiento antropológico-humanista del siglo XIX. De esta manera, la responsabilidad subjetiva (como concepto y orientación clínica) deriva en prácticas individualizadoras que privatizan el malestar negando la dimensión estructural que, a partir de Lacan, se reconoce como inherente a la constitución del sujeto en tanto efecto del lenguaje.

VII. El sujeto: un diálogo conjetural de Foucault con Freud, Lacan y el freudolacanismo

Según lo expuesto hasta acá, aunque las relaciones entre el hombre y el sujeto son variables (por la polisemia que este término arrastra), las mismas se pueden buscar en torno a: primero, si el sujeto es el hombre o no; segundo, si no lo es, el asunto se traslada a si, en todo caso, el sujeto (en cuanto fundamento del saber y la verdad) está dentro del hombre o no; lo cual conduce, en tercer lugar, a si se habla de un sujeto concebido en términos de esencia o de producción. Sobre esta base se puede abordar la discusión en torno a las relaciones del hombre y el sujeto teniendo en cuenta los enfoques de Foucault, Freud, Lacan, y el freudolacanismo.

Foucault sostiene hacia el final de su vida que todas sus investigaciones han girado en torno al problema del sujeto y la verdad. Mediante su arqueología y, luego, por su genealogía ha estudiado mediante qué juegos estructurales se instauran verdades y se constituyen las subjetividades. En este punto, Foucault (1999) plantea que estudiar las relaciones entre sujeto y verdad, implica de suyo ciertas selecciones metódicas. En primer lugar, un escepticismo sistemático en relación con todos los universales antropológicos, lo cual alude a todo lo que sea propuesto como de validez universal en cuanto a la naturaleza humana, i.e. todo humanismo que haga valer la naturaleza del ser humano como verdad inmediata e intemporal del sujeto. Sostiene que, cuanto menos, estos universales deben ser interrogados en su constitución histórica. También propone rechazar el recurso filosófico a un sujeto constituyente para poder estudiar las practicas concretas por las que el sujeto se encuentra constituido (Foucault, 1999).

Teniendo en cuenta esto, se puede decir que los freudolacanianos se aproximan a Freud mientras que Lacan se aproxima a Foucault, aunque no por ello coinciden plenamente. Freud no le da al sujeto un lugar específico como concepto, pero por lo general lo emplea como sinónimo de individuo, de alguien dividido internamente por su inconsciente. Lo mismo se advierte en los textos freudolacanianos: cuando el sujeto no se equipara al paciente como alguien portador de un inconsciente interno y el goce de su cuerpo, se lo define en torno a una dinámica intrapsíquica. El sujeto o bien es el hombre, o bien es una instancia interna al hombre que le otorga un fondo esencial y universal ligado a la energética de sus pulsiones, a la mortalidad de su goce, a la intimidad de su deseo, a la autenticidad de su intención inconsciente. Diferencia sutil que engloba una misma dirección clínica: que el hombre pueda apropiarse de su determinación.

Desde Foucault, estas formas de pensar las relaciones entre el sujeto y el hombre se encuadran dentro del sueño antropológico, con la infecundidad y el peligro que ello arrastra. Por el contrario, la noción de sujeto de Lacan se acerca más a la perspectiva foucaultiana, dado que prescinde de universales antropológicos y del recurso a hacer del hombre un sujeto constituyente.

Hay un punto en común para los que fueron llamados estructuralistas pese a que no lo eran -con la excepción de Lévi-Strauss, desde luego-: Althusser, Lacan y yo. ¿Cuál era, en realidad, ese punto de convergencia? Cierta urgencia por replantear de otra manera la cuestión del sujeto, liberarse del postulado fundamental que la filosofía francesa, desde Descartes, no había abandonado jamás y que la fenomenología reforzaba. Con el psicoanálisis como punto de partida, Lacan puso de relieve el hecho de que la teoría del inconsciente no es compatible con una teoría del sujeto (en el sentido cartesiano, pero también fenomenológico de la palabra) […] Lacan llegó por su parte a la conclusión de que era menester, justamente, abandonar la filosofía del sujeto y partir de un análisis de los mecanismos inconscientes […] El método estructural en sentido estricto sirvió como punto de apoyo o confirmación de algo mucho más radical: el cuestionamiento de la teoría del sujeto (Foucault, 2013b, pp. 46-47).

Foucault advierte que con Lacan se orientan en la misma dirección respecto al sujeto. Sin embargo, también se distinguen en que:

No es suficiente decir que el sujeto se constituye en un sistema simbólico. No solamente en el juego de los símbolos se constituye el sujeto. Se constituye en prácticas reales, que son históricamente analizables. Existe una tecnología de la constitución del yo, que cruza los sistemas simbólicos, mientras hace uso de ellos (Foucault, 2012, p. 81).

Junto con Lacan, asume que el sujeto se constituye en sistemas simbólicos, pero va más allá al reconocer que los mismos se encuentran atravesados por relaciones y prácticas de poder históricamente determinadas que no pueden pensarse en el puro “dominio de las estructuras significantes” (Foucault, 2019, p. 25).

Ahora bien, según Seaone (2012), Foucault plantea la constitución de sujetos en oposición a las concepciones esencialistas de las identidades. No existe ningún fondo original simplemente porque las cosas están vacías. No hay algo universal ni esencial en el sujeto, tampoco algo que lo fundamente en el interior del hombre, y en este punto las posiciones de Lacan y Foucault vuelven a coincidir: “El concepto de sujeto, tanto en Lacan como en Foucault, carece de identidad y reflexividad” (Farrán, 2014, p. 124)

Por su parte, Alazraqui (2016) señala que, mientras Foucault analiza el marco histórico social en que se constituyen los sujetos, Lacan toma al sujeto y los avatares de su acceso a la cultura desde su nacimiento como determinantes de su constitución subjetiva. Dos historias enlazadas pero diferenciadas. Lacan y el psicoanálisis en general se ocupan del sujeto del inconsciente. Foucault se interesa a lo largo de su obra de la subjetividad como forma de relación con uno mismo condicionada por sistemas de saber, de poder y al final de su obra del cuidado y de las tecnologías de sí. Foucault no toma el sujeto del inconsciente, aunque ronda la incidencia inconsciente de las estructuras que conforman la realidad y la subjetividad humana.

VIII. Conclusiones

Con base a los resultados del trabajo se pueden extraer las siguientes conclusiones:

El pensamiento de Freud se inscribe todavía en la reflexión de una analítica de la finitud que ubica al hombre como sujeto, como fundamento de aquello que lo determina, a partir de un modelo espacial tridimensional e ideas naturalistas que lo obligan a buscar en el fondo de sí mismo lo constitutivo de su modo de ser. Freud se dirige al hombre según los lineamientos de una analítica de la finitud, aunque haya aportado la posibilidad de su superación.

Por su lado, Lacan aborda un sujeto descentrado del sujeto humano por ser efecto del significante, material constitutivo del lenguaje que encuentra su soporte más allá de los límites individuales, lo cual puede ser formalizado a partir de una topología que no distingue entre adentro y afuera, entre lo propio y lo impropio, para concebir aquello que determina y da su forma al hombre. Con ello, la finitud del hombre que Lacan pretende cernir a partir del lenguaje, lo conduce hasta su fin como soporte de sí y de la realidad. En consecuencia, Lacan piensa más allá de la analítica de la finitud.

En segundo lugar, se advierte que actualmente en psicoanálisis se presenta el siguiente problema: aun cuando Freud haya generado las condiciones para salir del sueño antropológico y Lacan haya formalizado una teoría que prescinde del hombre como principio explicativo, actualmente persisten orientaciones psicoanalíticas con fundamentos epistemológicos propios de la estructura antropológico-humanista que Foucault designa como infecunda.

En resumen, Foucault dejó en claro que es necesario prescindir del hombre para poder pensar de nuevo la realidad humana. Freud abrió las puertas de tal desaparición, aunque sus cimientos epistemológicos lo dejaron fijado a una antropología biologicista. Lacan retornó críticamente a Freud para rescatar la potencia de su descubrimiento y formalizar un psicoanálisis cuyo sujeto no es ni está en el hombre. No obstante, hay orientaciones actuales del psicoanálisis que se esmeran por olvidar este último esfuerzo.

¿Qué le impide al psicoanálisis salir del sueño antropológico? El asunto no está aun suficientemente esclarecido, pero el obstáculo no parecer ser simplemente epistemológico, dado que incumbe a las relaciones entre el poder, el saber y la(s) subjetividad(es).

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Notas:

¿Cómo citar?: Zilman, J. M. (2024). El hombre en psicoanálisis a la luz de Foucault: La analítica de la finitud en Freud y Lacan. Praxis Filosófica, (58), e2051258. https://doi.org/10.25100/pfilosofica.v0i58.1258

Recibido: 09 de Noviembre de 2022; Aprobado: 05 de Abril de 2023

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Psicólogo argentino. Miembro del Proyecto de Investigación PIUNT: “Cartografías contemporáneas de la subjetividad”. Actualmente desempeñando función docente como RRHH Graduado de la asignatura “Direcciones Contemporáneas de la Psicología” en la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Tucumán.

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