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Universitas Humanística

Print version ISSN 0120-4807

univ.humanist.  no.66 Bogotá July/Dec. 2008

 

«Ningún ser humano es ilegal». Novísimos movimientos sociales de migrantes en los Estados Unidos1

"No Human Being Is Illegal" - Newest Migrant Social Movements in the United States

«Nenhum ser humano é ilegal»: Novíssimos Movimentos Sociais de Migrantes nos Estados Unidos

Agustín Lao-Montes2

University of Massachusetts, Amherst, USA
oxunelegua@yahoo.com


1Este artículo es resultado de una combinación de investigación de archivo e investigación acción participativa de parte del autor.
2Profesor Asistente, Departamento de Sociología y Centro para Estudios Latinoamericanos, del Caribe y Latinos. Ph. D. en Sociología, Universidad del Estado de Nueva York en Binghamton (2002).

Recibido: Agosto 23 de 2008, Aceptado: Octubre 17 de 2008



Resumen

Este artículo discute las movilizaciones masivas de migrantes en los Estados Unidos durante la primavera del 2006 elaborando un análisis de su carácter y composición, sus repertorios de acción y discursos, y su significado histórico-mundial. Al hacerse la pregunta de si dichas acciones colectivas (cuyos actores son en su mayoría trans-migrantes Latinos en los Estados Unidos) constituyen un movimiento social, el texto también utiliza varias perspectivas teóricas sobre movimientos sociales a la vez que formula un marco analítico propio a partir de una elaboración del concepto de movimientos anti sistémicos. El trabajo también introduce una perspectiva comparada con Europa y discute las implicaciones ético-políticas del nuevo movimiento de migrantes en los Estados Unidos para la nueva ola de movimientos antisistémicos de principios del siglo XXI.

Palabras clave: movimiento antisistémico, novísimos movimientos sociales, descolonización del poder.


Abstract

This article discusses the massive migrant mobilizations in the United States during the spring of 2006, providing an analysis of their character and composition, their repertories of actions and discourses, and their historical-global meaning. By asking the question if these collective actions (whose actors are in the majority Latin trans-migrants in the United States) constitute a social movement, the text also uses various theoretical perspectives about social movements, at the same time as it formulates a proper analytical framework based on a study of the concept of anti-systemic movements. The work also introduces a perspective compared to Europe and discusses the ethical-political implications of the new migrant movement in the United States on the new wave of anti-systemic movements of the beginnings of the 21st century.

Key words: anti-systemic movement, newest social movements, decolonialization of power.


Resumo

Este artigo discute as mobilizações massivas de migrantes nos Estados Unidos durante a primavera de 2006 elaborando uma análise de seu caráter e composição, seus repertórios de ações e discursos, e seu significado histórico-mundial. Ao fazer-se a pergunta se tais ações coletivas (cujos atores são na sua maioria trans-migrantes latinos nos Estados Unidos) constituem um movimento social, o texto também utiliza várias perspectivas teóricas sobre movimentos sociais e, ao mesmo tempo, formula um marco analítico próprio a partir de uma elaboração do conceito de movimentos anti-sistêmicos. O trabalho também introduz uma perspectiva comparada com a Europa e discute as implicações ético-políticas dos novos movimentos de migrantes nos Estados Unidos com relação à nova onda de movimentos anti-sistêmicos de princípios do século XXI.

Palavras chave: movimento anti-sistêmico, novíssimos movimentos sociais, decolonização do poder.


En la primavera del 2006 los Latinos en los Estados Unidos nos movilizamos hacia la línea frontal del escenario político global. Entre el 10 de marzo y el 1 de mayo, más de 5 millones de personas, en su mayoría inmigrantes Latinos, participaron en marchas masivas, boicots, paros laborales y estudiantiles, y protestas locales y nacionales en contra de la política estatal de vigilancia anti-inmigrante y en oposición a propuestas legislativas para criminalizar a los indocumentados y a quienes les asisten, aumentar la militarización de la frontera con México, y crear un programa para reclutar trabajadores agrícolas migrantes sin derechos básicos. La magnitud de las marchas que incluyeron una demostración de mas de un millón de personas en la ciudad de Los Ángeles y otra de igual magnitud en Chicago, las caracteriza como las mayores en toda la historia estadounidense y se podría argüir que de la historia moderna. En este momento se dio inicio a un ciclo de protesta cuyas olas desembocaron en la consolidación de una organización de movimiento social denominada como la Alianza Nacional pro-Derechos del Inmigrante en agosto del 2006.3

En este artículo analizaremos el carácter sociológico y potencial histórico de las acciones colectivas puestas en escena en dicha coyuntura. Intentaremos ensamblar y ensayar una caja de herramientas conceptuales que nos permita un acercamiento teórico-político a dicha ola de protesta para también realizar una reflexión teórico-metodológica sobre el tema de los movimientos sociales. El articulo tiene dos líneas narrativas que corren paralelamente: un relato de la coyuntura de protestas de inmigrantes en los Estados Unidos en la primavera del 2006 y sus efectos tanto dentro del espacio norteamericano como para otros escenarios nacionales y globales; y un análisis de dicha ola de protestas y del movimiento social que emerge para dilucidar cuestiones político epistémicas más generales.

Hay mucho que analizar sobre el carácter, alcance, y potencial de las luchas por los derechos de inmigrantes en la primavera del 2006 en los Estados Unidos. Es preciso entender el porqué, el cómo, y el para qué, de lo que llamamos la gran revuelta de inmigrantes en los Estados Unidos. Lo más relevante es la aglutinación de una impresionante diversidad de actores sociales de todo tipo unidos contra el exceso coercitivo de la propuesta legislativa HR 4437 que hubiera convertido en criminales tanto a los inmigrantes indocumentados como a las iglesias, los sindicatos, las organizaciones de comunidad y los gobiernos locales que los acogen o les ofrecen servicios. La evidente injusticia inscrita en dicha propuesta de ley tuvo el efecto político de consolidar sensibilidades democráticas y reunir actores sociales que convencionalmente no se asocian. Esto se ve claramente en la enorme pluralidad de actores en las protestas donde convergieron inmigrantes de todo tipo, una amplia gama de organizaciones de comunidad, variedad de activistas y organizaciones de izquierda, iglesias, sindicatos, ONGs, y al principio inclusive políticos del Partido Demócrata. Si en algún espacio social de performance político y cultural tuvo sentido la metáfora de los Estados Unidos como un bricolage de identidades y un crisol de culturas fue en las acciones colectivas (marchas, paros, boicots, actos callejeros) de la primavera del 2006 en contra de las políticas deshumanizantes y en pro de los derechos humanos de los inmigrantes en los Estados Unidos.

Dimensiones estructurales: marcos históricos y contradicciones sociales

Más allá de la fenomenología de las acciones colectivas, es necesario indagar sobre las contradicciones sociales (políticas, económicas, culturales) que configuran el marco histórico dentro del cual surgió la ola de protestas que forjaron el movimiento social de inmigrantes que hoy emerge en los Estados Unidos. Es necesario vincular analíticamente las dimensiones estructurales con las dimensiones subjetivas de la protesta política y las formas de organización que constituyen dicho movimiento social. Lo que denominamos como la primavera de los migrantes es un síntoma de una crisis de la modernidad capitalista en su era de globalización neoliberal que caracterizamos como un entramado de tres contradicciones. Primero destacamos la contradicción entre el carácter globalizado del capital y la permanencia de fronteras territoriales en la definición de la ciudadanía y los derechos ciudadanos, constituyendo una racionalidad de gobierno que orienta políticas públicas inclinadas a excluir a los inmigrantes de la comunidad político-cultural imaginada que es la nación. Definimos esta como la tensión entre la tendencia del capital a transgredir fronteras a contrapunto de los bordes cercados del Estado-nación. Esto convierte la ciudadanía y el entre-juego de identidades, derechos, recursos, y representaciones asociadas a ella en un campo de contiendas.

La segunda es la contradicción entre la voluntad manifiesta en las políticas neoliberales de aspirar a la libre movilidad del capital en contraposición a políticas migratorias dirigidas a amurallar fronteras para regular la libre movilidad del trabajo y, por ende, a desconocer los derechos de los trabajadores migrantes. Esto apunta a la contradicción entre las políticas neoliberales y el crecimiento sustantivo en las migraciones de periferia a centro.4 Estas dinámicas migratorias son motivadas por la exacerbación de las desigualdades en la distribución de riqueza y poder como resultado de las políticas neoliberales y por mayores facilidades de transporte y comunicación. Denominamos esta como una antinomia entre la lógica del capital y los espacios concretos de reproducción y vida del trabajo. Esto se conjuga con la falta de voluntad e incapacidad estructural del Estado neoliberal de mediar debido a su creciente ineptitud de regular la reproducción de la fuerza de trabajo y a su tendencia a convertirse en agente des-nacionalizador a su vez relacionada a su rol como promotor de la globalización capitalista.5

La tercera contradicción es entre el carácter excluyente de la nacionalidad como categoría identitaria y dos procesos convergentes de emergencia étnica con capacidad de desafiar y desestabilizar la hegemonía de lo nacional como discurso de identidad cultural y forma de comunidad política. Estos son, por un lado la tercermundización o periferialización de los centros metropolitanos occidentales debido a una ola continua de inmigraciones desde los viejos espacios coloniales, y la emergencia de movimientos sociales étnicos que articulan discursos multiculturales y políticas de interculturalidad que catalizan rupturas del hiato Estado-nación, lo que es manifiesto en la redefinición de Estados como multiétnicos. Esta la definimos como la contradicción entre el carácter esencialista y exclusivista de la nación en tanto comunidad política y la nacionalidad en tanto categoría de identidad; en contraste con la nueva construcción pluri-étnica y trans-escalar (local, regional, nacional, global) de espacios de comunidad política, que corresponden a la proliferación de subjetividades y nuevas formas de ciudadanía. El carácter exclusivista de la nación en el llamado «Occidente» se define en gran medida a partir de criterios de racialización de la identidad y cultura nacional en contraste a otredades racializadas negativamente como no-blancos/no-occidentales (africanos y afrodescendientes, negros, asiáticos, árabes, orientales, latinos, sudacas, etc.), lo cual sirve de fundamento a los nuevos racismos que tienden a conjugarse con la xenofobia.

Tomado este entramado de contradicciones en su conjunto, argumentamos que las luchas de los migrantes y por los derechos de los inmigrantes en las zonas centrales del capitalismo mundial responden a una coyuntura de cambio histórico profundo a la vez que profundizan la crisis del sistema-mundo moderno/colonial. Caracterizamos esta época como una de triple crisis: una crisis del patrón neoliberal de acumulación de capital, una crisis de la hegemonía político-cultural de Estados Unidos y Europa, y una crisis de legitimidad del modelo imperante de civilización y conocimiento occidental. Las aristas principales de la constelación de poder global están en cuestión, tanto en sus propios términos (su incapacidad de cumplir con sus objetivos de rentabilidad y hegemonía), como también debido a las luchas de los sectores subalternos que van articulando una nueva ola de movimientos antisistémicos.

Las protestas contra la política anti-inmigrante del movimiento social emergente de migrantes latinos en los Estados Unidos responden a la multiplicidad de formas de dominación y explotación que componen el patrón moderno/colonial que Quijano caracteriza como colonialidad del poder. Dicho concepto significa una totalidad histórica que representamos como sistema-mundo moderno/colonial capitalista.6 Dicha constelación de poder se puede representar teóricamente como el entrelace de cuatro sistemas de dominación en su larga duración: capitalismo, racismo, imperialismo y patriarcado. Los nuevos movimientos de migrantes en los Estados Unidos confrontan claramente al menos tres ejes de la colonialidad del poder: son luchas del trabajo contra la explotación por parte del capital, y son enfrentamientos de sujetos subalternos contra la dominación imperial y etno-racial.7

La globalización capitalista neoliberal presidida por el entramado institucional que Quijano denomina como Bloque Imperial Global (compuesto por los Estados centrales de Europa y Estados Unidos, corporaciones transnacionales, e instituciones como el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, y la Organización Mundial de Comercio) promueven la ruptura de fronteras en la medida que estas puedan limitar su capacidad de rentabilidad y dominación.8 Paradójicamente, imponen barreras a la libre movilidad del trabajo y la universalización de la ciudadanía, mientras declaran el mal llamado libre comercio y la libre movilidad de inversiones, mercancías y dinero. Cierran sus fronteras nacionales sobre todo contra la libre entrada de inmigrantes de color mientras dan bienvenida a la sobre-explotación de trabajadores migrantes en sectores como agricultura y servicios donde buscan una fuerza de trabajo barata pero sin derechos.9

En la coyuntura histórico-mundial que se empieza a gestar con la ola de movimientos antisistémicos de los años sesentas y la crisis en la economía mundial de los setentas, que en vista de la derrota histórica relativa tuvo su cauce en la contra-revolución neoliberal de los ochentas, uno de los síntomas de transformación global fue el aumento sustantivo en las migraciones de centro a periferia. Las políticas económicas de libre mercado y ajuste estructural crearon presiones migratorias debido a la pérdida de tierras y baja rentabilidad para los campesinos, al incremento del desempleo crónico y al aumento estructural de la pobreza. Esta agresiva iniciativa del capital transnacional que ha sido caracterizada como una «nueva guerra de clases», también debe verse como una contienda etnoracial que sirve de subtexto al harto discutido «choque de civilizaciones».10 Dichos patrones en la economía política global y las políticas culturales y raciales, convergen en y se corresponden a una tendencia general a la erosión de la democracia liberal representativa y los derechos ciudadanos (ejemplificada con certeza en el Acta Patriótica bajo la administración de George W. Bush). En este registro, las políticas migratorias son un campo complejo que expresan una multiplicidad de contradicciones sociohistóricas y por esa misma razón los movimientos que destacan el tema de las migraciones tienen el potencial de impactar una diversidad de asuntos claves.

Tanto en Estados Unidos como en Europa el enorme flujo de inmigrantes muchos de ellos de las viejas colonias, transformaron la composición etnoracial de estas regiones centrales, lo que junto con las mayores inseguridades económicas (expresadas en fenómenos como el aumento del desempleo y la caída de los salarios reales) y pánicos etnoraciales de perder el control de la identidad y la cultura, alimentaron un sentido común anti-inmigrante. En Estados Unidos, al menos desde la propuesta del Presidente Carter en 1976 de construir una cerca en la frontera con México (jocosamente bautizada como «La Cortina de Tortilla» por el movimiento Chicano), y de propuestas legislativas para imponer sanciones a los empleadores de trabajadores indocumentados (finalmente aprobada en el Acta de Reforma y Control de Inmigración de 1986), existe un consenso virtual en la esfera política y en los medios de comunicación masiva de que existe un «problema de inmigración» que se debe resolver por medio de controles y cierres de frontera. En el continente europeo, con mucho menos experiencia en políticas de inmigración con relación a los Estados Unidos que se autodeclara como «país de inmigrantes», se comenzó a desarrollar lo que se llama la fortificación de Europa. Pero parece ser que el racismo xenofóbico europeo puede ganarle al estadounidense como con la ley de retorno obligado aprobada por el Parlamento Europeo en el verano del 2008, la elección de gobiernos conservadores anti-inmigrantes en Francia e Italia y la ausencia relativa de una tradición acumulada de luchas contra el racismo xenofóbico y a favor de los derechos humanos de los inmigrantes. Volviendo a los Estados Unidos, dicho clima nativista y de racismo xenofóbico sirve de condición estructural del movimiento que surgió en la primavera del 2006. Pero las condiciones históricas y estructurales por sí solas no explican el porqué y el cómo del surgimiento de olas de protesta, como tampoco la emergencia y la caída de los movimientos sociales.

Dimensiones subjetivas: actores, performances, y discursos de la ola de protestas

Como han argumentado muchos analistas de los movimientos sociales, las injusticias y desigualdades estructurales son insuficientes para explicar las políticas de enfrentamiento.11 Hay una brecha entre las condiciones de opresión y las gestas de liberación, un tejido fundamental de mediaciones históricas (culturales, políticas, circunstanciales) y dimensiones de subjetividad (afectivas, éticas, identitarias, epistémicas, simbólicas, de deseo) que son indispensables para explicar el por que las acciones colectivas surgen y los movimientos sociales emergen en coyunturas y lugares particulares. En este registro, en nuestra caja de herramientas nos son útiles conceptos como repertorios de acción y cultura politica/políticas culturales para analizar las sensibilidades y disposiciones culturales y políticas, los géneros y metodologías de lucha, las interpelaciones identitarias y las seducciones afectivas y simbólicas que forjan los sujetos históricos que emergen en dichas luchas y entran al escenario para protagonizar las acciones colectivas que configuran un nuevo movimiento social.12

Para vincular las condiciones estructurales con el papel de la contingencia histórica en la primavera del 2006 podemos hacer un par de preguntas claves: ¿por qué estas grandes marchas ahora? ¿Cuál será su durabilidad y cuáles serán sus efectos y significados para el futuro cercano? Lo más obvio es que la política migratoria represiva evidenció que los migrantes tienen poco que perder y mucho que ganar en los Estados Unidos. Al imperativo ético frente al dramático insulto, a la injusticia escandalosa inscrita simbólicamente en la propuesta de ley HR 4437, se unió la posibilidad clara de movilizar una oposición exitosa debido a la amplia acumulación de fuerzas. Aquí entró en juego una suerte de reidentificación como sujetos políticos en el contexto norteamericano. La embestida política anti-inmigrante se conjugó con el recrudecimiento del racismo cotidiano, lo que en vista de la formación de nuevas comunidades (de vida, de identidad étnica) de migrantes constituyeron los procesos sumergidos que conformaron las nuevas subjetividades políticas.13 No tengo suficiente material de investigación para sustentar con certeza cuáles son las formas de subjetividad e identidad política que emergieron y que siguen surgiendo en este contexto de movilización y organización, pero sí podemos plantear con seguridad que nace una identidad de movimiento la cual interpela una multiplicidad de sujetos que se identifican con las luchas de los migrantes como un eje significativo del entramado de injusticias (económicas, políticas y culturales) y los reclamos de democracia en una variedad de renglones como veremos más adelante. En este sentido, es importante hacer hincapié en la importancia de la emergencia de una nueva insurgencia política en la figura de los migrantes en el centro (tanto en Europa como en los Estados Unidos) como nuevos sujetos históricos dentro de la ola actual de movimientos antisistémicos.14

Esto se dio en un contexto de explosión demográfica de migrantes muchos de los cuales traen con ellos una dote de ricos repertorios de acción y disposiciones de cultura política, por ejemplo contra el imperialismo y la globalización neoliberal. Cabe destacar aquí los nuevos inmigrantes latinoamericanos, por ejemplo guatemaltecos y salvadoreños, que se destacaron tanto por sus números como por sus expresiones críticas. Estos nuevos actores se unieron a viejos activistas latinos y sus organizaciones, muchas de las cuales surgieron a partir de la ola de movimientos antisistémicos de las décadas de 1960 y 1970. Un ejemplo muy importante es cómo la continuidad y memoria del movimiento chicano se articuló en la consigna Somos un Pueblo sin Fronteras. Pero también hay que destacar que esta coyuntura de luchas de migrantes transciende la magnitud y alcance de las de la década de 1960 debido a que en esta nueva ola se han diversificado los repertorios de acción a la vez que se pluraliza la composición de los actores, y se complejizan las formas de cultura política del movimiento. Esto se observa en el hecho de que los «walk-outs» de miles de estudiantes de secundaria, un género de acción que fue creado por estudiantes Chicanos de Los Ángeles en 1960, se repitió en la primavera del 2006 pero con un número considerablemente más numeroso de estudiantes y de mayor variedad étnica. Además de la heterogeneidad etnoracial de las marchas, debemos notar la presencia de pluralidad político-ideológica, y de una rica variedad del performance político (microteatros de calle, músicas diversas, expresiones de estética visual, happenings) que generalmente son características de los actos de protesta multitudinarios de hoy.15

Esta revuelta de migrantes es producto de la acumulación de años de organización de base y la maduración de organizaciones populares de latinos en los Estados Unidos, a la misma vez que es resultado de una coyuntura especifica de convergencias contestatarias en el escenario norteamericano con afinidades translocales tanto en las luchas como en las propuestas. Como dice Christine Newman-Ortiz, vocera de la organización de migrantes en Milwakee, Voces de la Frontera, «estoy contenta de estar viva para ver este giro...pero no estoy sorprendida. Hemos venido construyendo redes humanas por mucho años». Por otro lado, Leticia Zavala, hija de una familia de migrantes que oscilan entre México y Estados Unidos, quien trabaja como organizadora de obreros migrantes, dice que el movimiento tiene una doble raíz, en el movimiento de derechos civiles y en las luchas populares y sindicales en América Latina. En el 2004 ella organizó una campaña para reunir un sindicato binacional de migrantes y ganó un contrato para 10.000 trabajadores. Esto ejemplifica los esfuerzos organizativos que tejen redes transfronterizas, tanto en el ámbito sindical como en otros frentes (de comunidad, ambiental, de salud, con mujeres, con jóvenes, de carácter cultural), creando lazos translocales de solidaridad, ejerciendo prácticas de movilización y estrategias de acción colectiva, constituyendo un movimiento social de los subalternos en el espacio fronterizo entre México y los Estados Unidos. Dichas estrategias de globalización desde abajo son sintomáticas de las nuevas geografías de acción colectiva y las nuevas prácticas de organización de los movimientos sociales en la era de la globalización neoliberal.

El nuevo movimiento de migrantes y contra la política anti-inmigrante tiene una base de activismo, cultura política y repertorios de acción en las luchas de migrantes y sus aliados en los 80 cuando se organizó la Red Nacional pro Derechos de Inmigrantes y Refugiados. Esta red logró constituirse como fuerza de movimiento social (con sindicatos, instituciones y movimientos de comunidades inmigrantes, sectores de izquierda especialmente aquellos que se solidarizaban con las luchas en Centroamérica y se oponían a las políticas imperiales en la región, y activistas de los derechos civiles), hacia mitad de los 80 cuando convergieron propuestas legislativas para castigar a los patronos que empleaban trabajadores indocumentados (aprobada en 1986), con políticas de asilo que discriminaban políticamente a los refugiados salvadoreños y guatemaltecos (que el movimiento definía como reflejos domésticos de la política imperial norteamericana de contrainsurgencia y apoyo a dictaduras Centroamericanas), e inclusión de refugiados cubanos mientras se discriminaba por razones raciales y políticas contra una muchedumbre de inmigrantes haitianos que el Presidente Reagan llamaba despectivamente «gente de los botes». Las campañas de educación popular, los días nacionales de acción (durante la celebración de los 100 años de la Estatua de la Libertad), y las grandes marchas abogando por la legalización de los indocumentados, contra la legislación anti-inmigrante del momento, y a favor de status de refugiados para los salvadoreños, guatemaltecos y haitianos, sembraron la semilla de un movimiento por los derechos de los inmigrantes y refugiados. Las victorias relativas de esta coyuntura de acciones colectivas resultaron en el surgimiento de organizaciones que tornaron la inmigración en un campo de servicios y a los inmigrantes en clientes, lo cual contribuyó al descenso de la ola de protestas y a la «ONGización» del tema migratorio.

Otra vertiente para hacer genealogía del movimiento projusticia migratoria fue la gestión organizativa contra la Proposición 187, la cual pretendía despojar a los indocumentados y sus hijos de derechos básicos de salud, educación y servicios públicos. La Proposición 187 fue aprobada por mayoría en una consulta electoral en el estado de California a principios de la década de los 90, lo que es indicativo tanto del peso de las corrientes culturales xenofóbicas en términos generales en los Estados Unidos como del crecimiento del conservadurismo dentro de las clases trabajadoras y de los grupos racializados (incluyendo afroestadounidenses y latinos). La lucha triunfante contra la implementación de la Proposición 187, que fue propuesta paralelamente a la aprobación del Tratado de Libre Comercio de Norteamérica en 1994, inscribió con firmeza el lenguaje de los derechos humanos en el discurso del movimiento de migrantes. Esto es importante dado que en el escenario político norteamericano la retórica de los derechos humanos tiende a desplazarse hacia los asuntos externos y a ocultar así su relevancia doméstica. Además tiende a reducirse a la retórica de los derechos civiles ya parcialmente desposeída de sus orígenes en un sólido movimiento social presidido por afrodescendientes en el sur de los Estados Unidos. Otro legado del activismo para democratizar la política de migración fue la decisión del AFL-CIO en el 2000 de priorizar la organización sindical de los trabajadores inmigrantes luego de mucho años de presiones del movimiento pro derechos de migrantes a un sindicalismo oficial que se resistía a reconocer los derechos particulares de los trabajadores migrantes. Esta tensión nos ayuda a entender por que el AFL-CIO se sumó a las marchas iniciales pero también porqué luego se divorcio de la coalición que impulso la huelga general del 1 de mayo.

En fin, por primera vez en la historia de los Estados Unidos tanto los inmigrantes en tanto categoría política como los latinos como comunidad pan-étnica, lograron ser protagonistas en los escenarios nacionales norteamericanos, durante la ola de protestas y ponerse a la cabeza de las luchas sociales y en la primera fila del debate político. Aquí procede hacer dos preguntas: ¿por qué el tema de la inmigración nunca se había elevado a dicho nivel de importancia política? ¿Por qué los latinos nunca habíamos ganado ese nivel de atención y visibilidad en la arena nacional norteamericana? Como indicamos anteriormente, aquí una razón de fondo es el aumento significativo en las migraciones globales lo que en el caso de las emigraciones de América Latina y el Caribe hacia los Estados Unidos hay que cualificarlo con dos factores fundamentales: primero la exacerbación de las disparidades norte-sur en la distribución de riquezas a partir de las dinámicas de globalización del capital promovidas por las políticas neoliberales; y segundo los desplazamientos forzados relacionados con condiciones de violencia sostenidas tanto por las políticas imperiales norteamericanas como por las prácticas despóticas y coercitivas de los Estados neoliberales periféricos.

Además de la multiplicación demográfica de los inmigrantes latinos en los Estados Unidos, su emergencia política también es producto de la incorporación del multiculturalismo al discurso hegemónico estadounidense tanto en la institucionalidad estatal como en los medios corporativos y en el medio académico, lo cual analizamos como un resultado no intencionado tanto de los nuevos movimientos sociales (etnoraciales, feministas, ecológicos, etc.) de los 60 y 70 como de las llamadas guerras culturales de los 80 y 90. En los discursos hegemónicos del Estado y el mercado, los latinos ahora somos una población de votantes, un mercado rentable y una fuente para la diversificación étnica de la élite política y corporativa norteamericana. Por otro lado, parte de la razón de la gran escala y proyección de las acciones colectivas de la primavera del 2006, es que en contraste con la mayoría de las movilizaciones en los Estados Unidos (incluyendo el movimiento actual en contra de la guerra y el sector dirigente del movimiento estudiantil de los 60 y 70) este movimiento está compuesto y dirigido por masas subalternas de migrantes donde los latinos son la mayoría.

El vigor y centralidad de estas acciones colectivas dirigidas por colectividades racializadas han motivado a muchos a bautizarle como un nuevo movimiento por los derechos civiles. Dicha designación ha tenido recepciones positivas y negativas dentro de las poblaciones afroestadounidenses, lo que indica las ambigüedades en la relación entre «negros» y «latinos» en ese país. La analogía con las luchas por los derechos civiles de los 60 es debido a que las nuevas luchas de los migrantes buscan extender la franquicia de ciudadanía y derechos. Pero lo que preferimos llamar movimiento social afroestadounidense por la liberación, que fue uno de los pilares de la ola de movimientos antisistémicos de los 60 y 70 fue mucho más que un movimiento por los derechos civiles. Dicho movimiento incluyó organizaciones sindicales radicales como la Liga Revolucionaria de Trabajadores Negros que vinculó la democracia obrera en los centros de trabajo con las luchas en oposición al racismo en Afroamérica y África, y con los movimientos contra el capitalismo mundial en oposición a las guerras de vocación imperialista. Al igual que el movimiento negro de liberación en los 60 y 70 en los Estados Unidos, en el movimiento de los migrantes que surge hoy hay dos vertientes: una orientada hacia la integración a la sociedad dominante (lo que le inclina hacia la política electoral bajo el liderato de la clase media y a la timidez en las estrategias de protesta); mientras la otra ala tiende a cultivar la autonomía del Estado y los partidos, a promover la organización popular y abogar por una democracia participativa sostenida en un liderato de base, lo que a su vez corresponde a formas colectivas y oposicionales de protesta. En vista de esta distinción caracterizamos la primera perspectiva ideológica y política como una política liberal de derechos ciudadanos y representación electoral y la segunda como una política de movimiento social articulando un proyecto de poder subalterno y democratización radical.

Un día sin inmigrantes: rescatando la tradición del 1° de Mayo y la emergencia de una constelación de movimiento social

El deslinde entre estas dos vertientes dentro de la ola de protestas se puso de relieve en el debate de si participar o no en una serie de acciones propuestas para el 1° de mayo del 2006. La propuesta que surgió principalmente del liderato de las organizaciones de base de los migrantes fue la de realizar una huelga general que había de anunciarse con consignas tales como Un día sin Inmigrantes y El Gran Boicot Nacional. Pero mientras para las organizaciones de base popular y los activistas a favor de derechos y poder para los inmigrantes el paro del 1° de mayo representó un salto cualitativo en el movimiento, en contraste, para el Partido Demócrata, las jerarquías eclesiásticas, el liderato sindical oficial, las organizaciones del establishment liberal Latino, y las grandes ONG de la cuestión migratoria, fue un acto de carácter radical que no apoyaron debido a diferencias políticas e ideológicas.

A pesar de la oposición tanto conservadora como liberal, en el 1° de mayo se logró organizar una huelga general en más de 100 ciudades y pueblos a través de los Estados Unidos, lo cual implicó un costo económico de decenas de millones de dólares, además de tener un alto valor simbólico y político para los millones de migrantes que participaron y para el naciente movimiento en búsqueda de darle voz y abrirles espacio. Miles de estudiantes no fueron a la escuela, muchos maestros no dieron clase, muchas fábricas no operaron, montones de tiendas cerraron y hubo ceses considerables en el consumo.

La magnitud e impacto de la huelga general convocada por el nuevo movimiento de migrantes tuvo repercusiones en el terreno nacional estadounidense y en el escenario mundial. En los Estados Unidos hubo un rescate coyuntural de la tradición de Haymarket al reivindicar el 1° de mayo como un día de lucha obrera. La escala sin precedentes de las acciones del 1° de mayo de 2006 donde millones de personas marcharon y muchos más apoyaron el gran boicot; el amplio mosaico humano y el carácter inclusivo y comprensivo de la constelación de movimientos sociales que participaron y de las reivindicaciones sociales que se aclamaron, los puso al frente de la multitud y esto le ofreció el potencial de servir de eje articulador de un bloque popular contestatario en dicha coyuntura.16 A la luz de este éxito y del visible potencial político, se le unieron activistas y organizaciones que se movilizan en contra de la guerra, los que trabajan por un nuevo sindicalismo, los que se organizan contra el racismo, los movimientos culturales de jóvenes y adultos, junto con colectivos de mujeres de color. En fin, se dio una suerte de convergencia de lucha y movimientos donde circunstancialmente se articularon lo que Laclau y Mouffe llaman «cadenas de equivalencia» o, en mi propio lenguaje, se entrelazaron las cadenas de la colonialidad con los lazos de solidaridad.17 Esta capacidad de abrir un espacio donde se entrelazaron una multiplicidad de luchas y demandas procedentes de una diversidad de fuentes sociales, culturales, y políticas, fue una de las grandes virtudes de la coyuntura que analizamos, lo que abrió la posibilidad para la emergencia de un nuevo espacio de movimiento social. En fin, en mayo, luego de varios meses de movilizaciones masivas, educación publica, discusión política y organización, se fue creando la base de organizadores y activistas, las demandas, los discursos propios, los géneros y métodos de acción, y los debates claves, que posibilitaron la emergencia de una nueva constelación de movimiento social.

¿Un novísimo movimiento social?

¿Por qué definimos esta convergencia de concentración de acciones colectivas, y de auge de activistas y organizaciones como un movimiento? ¿De qué tipo de movimiento hablamos? Aquí definimos movimiento social como campos de acción y comunicación, una constelación de acciones colectivas (formales e informales) protagonizadas por un conjunto diverso de actores (individuales y colectivos) con autonomía relativa del sistema político (Estado y partidos), que hacen reivindicaciones y propuestas de cambio, tienen un carácter sostenido y efectos pertinentes para transgredir el orden establecido. En este sentido, la constelación de activistas y organizaciones que comenzó a gestarse en la ola de protestas del 2006 y que se consolidó en una organización de movimiento social en ese agosto se define como un movimiento social. como una constelación de acciones colectivas (formales e informales) protagonizadas por un conjunto diverso de actores (individuales y colectivos) con autonomía relativa del sistema político (Estado y partidos), que hacen reivindicaciones y propuestas de cambio, tienen un carácter sostenido y efectos pertinentes para transgredir el orden establecido. En este sentido, la constelación de activistas y organizaciones que comenzó a gestarse en la ola de protestas del 2006 y que se consolidó en una organización de movimiento social en ese agosto se define como un movimiento social.

Uno de los rasgos distintivos del movimiento social emergente es que la mayoría de sus bases y liderato son migrantes Latinos. En la Asamblea Nacional de Estrategia que se celebró entre el 11 y el 13 de agosto del 2006 en Washington, D.C. el idioma principal fue el castellano. Otra característica es que no hay figuras carismáticas, como Cesar Chávez o Martin Luther King en los 60. Por su liderato colectivo y carácter plural con frecuencia se le describe como un movimiento espontáneo y descentralizado. Además, tiene elementos de organización de movimiento social (OMS). En la reunión nacional del 11 al 13 de agosto donde participaron más de 700 delegados representando alrededor de 400 organizaciones de 40 ciudades de los Estados Unidos, se organizó oficialmente la Alianza Nacional pro-Derechos del Inmigrante. La mayoría de los participantes eran migrantes latinos activos en organización en el ámbito local. La asamblea consolidó el tránsito de la protesta a la propuesta, articulando una serie de demandas básicas incluyendo: legalización de todos los inmigrantes que residen en los Estados Unidos; una moratoria a los arrestos y deportaciones; y el rechazo de todas las propuestas legislativas (incluyendo las apoyadas por el Partido Demócrata, las jerarquías sindicales y eclesiásticas y las ONG oficiales que trabajan con migrantes) ya que todas comparten formas de criminalización de los indocumentados, militarización de la frontera, y programas de trabajo temporal sin reconocer derechos como trabajadores y como sujetos políticos.

En la asamblea nacional de agosto del 2006 se aprobaron dos campañas que implicaron acciones locales a la vez que una coordinación nacional. La primera se propuso vincular los derechos laborales con los derechos de migración y su acción inmediata fueron marchas locales el 2 de septiembre de 2006 para celebrar el Día del Trabajo. Estas acciones colectivas fueron mucho menos numerosas y de menor proyección que las de la primavera lo que ya indicó un declive en la capacidad de convocatoria y en la visibilidad e impacto público del movimiento. La otra fue en defensa de Elvira Carrillo, una inmigrante indocumentada que fue acogida en una Iglesia Metodista para prevenir su deportación ya que es madre de un niño inválido que es ciudadano norteamericano. Elvira fue deportada en el verano del 2007 a pesar de protestas y presiones, lo que también es indicativo de la pérdida de capacidad de movilización e impacto político del movimiento. En los Estados Unidos, la tradición de conversión de iglesias en santuarios para los oprimidos se puede trazar al tren clandestino contra la esclavitud durante el siglo XIX. El movimiento santuario de los 80 resultó ser uno de los métodos de acción colectiva más eficientes contra la política imperial de los Estados Unidos en América Central debido a su habilidad de movilizar a cientos de cristianos a actuar «ilegalmente» en solidaridad con refugiados centroamericanos que el gobierno estadounidense no quería concederles asilo. El hecho de que no se haya podido consolidar una práctica de santuario en los nuevos movimientos de inmigrantes revela sus limitaciones y las dificultades de levantar un movimiento de este tipo en un escenario donde prima la xenofobia.

La asamblea que organizó la Alianza en agosto de 2006, también organizó un caucus de jóvenes y otro de mujeres y debido a los reclamos de estos grupos se aprobó la implementación del principio de paridad de género en la selección de líderes y portavoces. Esto demuestra elementos de continuidad de la ola de movimientos antisistémicos de los 60 a la era actual y cómo los movimientos feministas han catalizado cambios en las prácticas intersubjetivas y las culturas políticas.

¿Cómo caracterizamos los sujetos históricos en marcha? La amplia pluralidad de actores e identidades tanto en las protestas como en las reuniones de planificación y organización, donde coinciden una multiplicidad de grupos indígenas y afrodescendientes latinoamericanos, con mestizos, con árabes y asiáticos de variadas denominaciones, junto con indocumentados irlandeses y polacos, ilustran el carácter heterogéneo de estos nuevos sujetos históricos. Esto nos invita a invocar la imagen de la multitud con la cual Negri y Hardt conceptualizan la pluralidad de nuevas subjetividades políticas que componen el rizoma de luchas y movimientos contra el régimen global que ellos denominan como Imperio.18 La diversa constelación de actores en el nuevo movimiento de migrantes en los Estados Unidos también corresponde a la redefinición radical del concepto de pueblo como categoría critica en la filosofía política de Enrique Dussel, como un bloque heterogéneo capaz de agenciar e integrar luchas por la liberación y que está potencialmente compuesto por las identidades colectivas (clase, etnoracial, género, generación, sexualidad, ecología, lugar, etc.) que convergen con esferas de injusticia y emergen de movimientos sociales.19

Otro referente analítico para caracterizar a los actores de la ola de protestas de la primavera del 2006 y del movimiento emergente, es la figura de Los Condenados de la Tierra acuñada por Fanon. Esta categoría puede significar con certeza el carácter de los sujetos en cuestión ya que la figura del inmigrante gana relieve en tanto representación clave de las nuevas otredades raciales que se multiplican en los centros de Occidente a partir de la ola creciente de emigraciones de sur a norte. La correspondencia entre el racismo y la xenofobia en los centros nodales del capitalismo mundial ha implicado un auge de la figura del inmigrante como enemigo etnoracial y a su asociación con otras figuras racializadas de abyección social como la del «criminal» y «el terrorista», lo cual en los imaginarios xenofóbicos conduce a la enunciación de discursos racistas y a la promoción de políticas de exclusión, expulsión y limpieza étnica. Dichos racismos de expulsión o aniquilación se pueden considerar como reciclajes de las formas de deshumanización y negación de derechos humanos básicos a los inmigrantes, marcados como nuevos condenados de la tierra con un imperativo existencial de afirmar su humanidad y de luchar por la vida.20 Esta racionalidad de autoafirmación político-existencial se expresa en una de las consignas claves del nuevo movimiento de migrantes en los Estados Unidos: Ningún Ser Humano es Ilegal.

La gran variedad de sujetos activos en el movimiento y su diversidad de luchas, reclamos, e identidades, necesariamente envuelven un espectro heterogéneo de ideologías y proyectos políticos. Luego del primer momento alrededor de marzo del 2006 cuando hubo unidad cuasi-universal en las acciones colectivas contra el proyecto de ley HR 4437, se comenzaron a destacar las diferencias políticas e ideológicas, las luchas por el poder y el liderato, y las disputas con relación a las formas de protesta y las metodologías de acción.

La vena contestataria y de visión transformadora fue la que en el clímax del ciclo de protestas sirvió de inspiración para reunir en las grandes marchas una diversidad de sujetos identificados con una variedad de arenas de lucha, teniendo así el potencial de configurar un nuevo movimiento progresista amplio en los Estados Unidos. Como afirmó con el optimismo del momento la activista chicana Christine Newmann-Ortiz, «vamos a cambiar este país, ya hemos ganado prestigio y reconocimiento, y somos la inspiración de un movimiento mayor por el cambio social». Esta posibilidad de protagonizar un giro histórico en la esfera social y política del país más poderoso del mundo tiene raíces histórico-estructurales en el hecho de que la política de migración expresa una diversidad de aristas del poder imperial tanto a nivel doméstico como a escala global.

Múltiples mediaciones de poder y un complejo terreno de luchas

Las luchas de los migrantes revelan diversas contradicciones en la colonialidad del poder y por eso constituyen un espacio donde se pueden articular varios vectores de liberación. Al analizar las tecnologías de poder del nuevo imperialismo norteamericano, concluimos que la política guerrerista en Irak se corresponde con la militarización de las fronteras territoriales estadounidenses y con la criminalización de los inmigrantes indocumentados, configurando una gubernamentalidad imperial donde la guerra se ha convertido en discurso maestro y en estrategia principal de gobierno (por eso la retórica de guerras contra el terror, contra las drogas, y contra los indocumentados que supuestamente pueden ser potadores de drogas, terrorismo y hasta de enfermedades).21 Dicha racionalidad política es parte de la normalización del estado de excepción que acentúa la militarización de lo político y la criminalización de los otros (el oponente como enemigo ilegalizado).22 Esto se ejecuta tanto en las masacres y torturas en Irak como en el crecimiento del complejo industrial-carcelario en los Estados Unidos y en la normalización del sentimiento anti-inmigrantes en política pública. Todo esto implica una reestructuración del Estado y de los términos mismos de la política hacia formas despóticas y la erosión de las instituciones de la democracia liberal representativa, lo cual se muestra tanto en el debilitamiento de los derechos civiles con el Acta Patriótica como en las propuestas legislativas de inmigración que provocaron el ciclo de protestas de la primavera del 2006 en los Estados Unidos.

Es debido a este tipo de correspondencias que durante la ola de protestas el movimiento de migrantes articuló el movimiento anti-guerra con las luchas contra el racismo y con una pluralidad de reivindicaciones de justicia (cultural, sexual, etc.). En este sentido argumentamos que durante la primavera del 2006 representó la emergencia de un novísimo movimiento social donde coincidieron actores, estrategias, y discursos de los viejos y nuevos movimientos, donde convergen sindicatos y partidos de izquierda junto con activistas latinos y luchadores a favor de los derechos de los inmigrantes, con opositores a las guerras imperiales y ecologistas, y lo que quizás es más significativo con nuevos actores, sobre todo migrantes indocumentados muchos de los cuales no habían participado en acciones colectivas, junto con jóvenes racializados (negros, latinos, asiáticos) que se van perfilando como nuevos sujetos históricos.

Es necesario calibrar y evaluar el potencial de dicha convergencia de actores y acciones, de ser y permanecer como fuerza gestora de transformación histórica, y también su capacidad (o no) de mantenerse como movimiento social. Escribimos este artículo en el verano del 2008 cuando la caída de la capacidad de convocatoria, el nivel de activismo, la visibilidad pública y la proyección política de las luchas y de los migrantes, nos lleva a cuestionar la permanencia de un movimiento social a favor del derecho y del poder para los migrantes en los Estados Unidos. Abordaremos dicha interrogante a partir del concepto de movimientos antisistémicos.

El ciclo de protestas de 2006 fue una expresión al interior de los Estados Unidos de la nueva ola movimientos por la justicia global. Esta constelación de luchas va forjando una nueva cultura política de vocación radicalmente democrática y de carácter plural, a la vez que se formulan alternativas como gestiones de economía solidaria, espacios ecológicos, experimentos de gobierno local, y la creación de espacios translocales (como los procesos de Foro Social) para tejer redes de movimiento, planificar acciones y campañas y ensayar nuevas formas institucionales a varios niveles.23 Consideramos a esta secuencia sostenida de luchas, acciones colectivas, organizaciones, espacios e instituciones, que no solo protestan sino que también crean alternativas al sistema-mundo, como una ola de movimientos antisistémicos.24

¿Por qué es adecuado y útil el concepto de movimientos antisistémicos para caracterizar el naciente movimiento de migrantes en los Estados Unidos? Hay al menos tres valores analíticos particulares en el concepto de movimiento antisistémico: primero, que sitúa las luchas y los movimientos en una perspectiva histórico-mundial de larga duración; segundo, que nos permite distinguir entre diferentes tipos de movimientos sociales y analizar su pertinencia histórica con relación a sus efectos de poder; tercero, que provee la mirada epistémica para pensar los movimientos sociales como expresiones diferenciadas del actuar de sujetos en tiempos y espacios diversos y particulares en contraste con el carácter occidentalista de las principales teorías de los movimientos sociales.25 Es decir, el concepto de movimiento antisistémico provee los fundamentos teóricos y metodológicos para entender los movimientos sociales no solamente como fenómenos actuales y locales sino con relación a historias de mayor duración y con articulaciones nacionales, regionales y globales. Segundo, nos permite distinguir entre movimientos que por su intencionalidad o efectos de poder pueden ayudar (a mediano y largo plazo) a reproducir o desafiar el status-quo (es decir, pueden ser pro o anti-sistema). Y tercero, nos permite agrupar y diferenciar los movimientos sociales en diferentes lugares del mundo y en distintos tiempos históricos, en contra del localismo, el nacionalismo metodológico, y el américo-eurocentrismo que priman en el canon de las ciencias sociales.26

Si analizamos las luchas de (y por) los migrantes en su larga duración, veremos que han sido parte de los reclamos por derechos (como trabajadores y como sujetos de gobierno) desde la constitución de los Estados-nación modernos y sus fronteras en el siglo XIX.27 Veremos también que los movimientos a favor de la ciudadanía transfronteriza y del reconocimiento de derechos y poderes a los migrantes, emergieron en la ola de movimientos antisistémicos de los 60 y 70 (los movimientos chicano y asiático-americano en los Estados Unidos) y vienen logrando un carácter más significativo y más global en esta nueva ola de movimientos antisistémicos. La centralidad y vigor relativo de los nuevos movimientos de migrantes se ejemplifican tanto en las luchas que hemos analizado en los Estados Unidos; como en la emergencia de acciones colectivas contra el racismo xenofóbico de las políticas de la Europa amurallada que son protagonizadas por los migrantes y ganan auge en las fuerzas democráticas de la región incluyendo partidos políticos y sectores del parlamento Europeo.

Nueva ola de movimientos antisistémicos y la descolonización del poder

¿Podemos considerar la coyuntura de 2006 en los Estados Unidos y el concomitante movimiento de migrantes como antisistémicos? Hay una dialéctica entre tendencias antisistémicas (con elementos ya sea de intención o de impacto en transgredir, desafiar y, en cierta medida, transformar el sistema) y pro sistémicas (actores cuyos discursos y políticas se conciben como dispositivos de integración a los términos dominantes del sistema con efectos, intencionalmente o no, de recuperación de la hegemonía y el orden normativo). Podemos distinguir estas dos tendencias a partir de la diferenciación que ya hicimos entre los actores que se opusieron a la huelga general del 1° de mayo y los que decidieron apoyarla, que a su vez fueron fundadores de la organización de movimiento social en agosto de 2006. Un análisis más complejo requeriría un desglose cuidadoso de los distintos discursos, ideologías, políticas, formas de organización y movilización, y proyectos históricos. Aquí es importante destacar la proliferación de discursos contra el capitalismo neoliberal y el nuevo imperialismo dentro del entramado de propuestas que se enunciaron y debatieron en la coyuntura en cuestión. Consideramos significativo el que dichas corrientes provienen, por un lado, de culturas políticas (anti-capitalistas, por la interculturalidad descolonizadora, ecológicas) de novísima izquierda que emigran de lugares como América Latina hacia el norte y, por otro lado, se articulan con las formas emergentes de identidad, organización, discurso y proyecto político que provienen en gran medida de los sujetos históricos que nutren la nueva clase obrera y los nuevos movimientos sociales (urbanos, etno-raciales, ecológicos, feministas, de género y sexualidad, etc.) en los Estados Unidos. Como argumentamos, esta pluralidad de identificaciones, reclamos y auto-definiciones de movimiento, obtuvo una suerte de articulación en la ola de protestas de la primavera del 2006, lo que demostró el potencial antisistémico de dicho tejido de movimiento social. Esto también se demostró luego en el éxito tanto del Foro Social Fronterizo como del Foro Social Norteamericano en Atlanta, que fueron primordialmente organizados por «minorías» etnoraciales y los que la cuestión migratoria fue uno de los ejes temáticos principales.

Una de las características particulares del nuevo movimiento de migrantes en los Estados Unidos es su proyección y conciencia global. Esto se expresa en algunas de sus consignas como Por un Mundo sin Fronteras, ¿Tus Tropas en Irak son Ilegales?, A mi me trajo aquí tu política exterior. En una presentación titulada «¿Qué es lo próximo para el movimiento de migrantes?» en la Conferencia de Intelectuales Socialistas en el 2006, Nativo López, el presidente de la Asociación Mexicana-Americana para la Acción Política, concluyó afirmando que este movimiento es de carácter global porque «la clase obrera es internacional y no tiene fronteras». Aparte de su obrerismo simplista y su triunfalismo prematuro, dicha afirmación expresa elementos de continuidad con un antiguo internacionalismo socialista que orienta los movimientos de migrantes y su relación de larga duración con las izquierdas y es sintomático de cómo los discursos que se enuncian en esta onda reciente de protestas y organización de migrantes se inscribe dentro del nuevo sentido común contrahegemónico que se esta gestando en esta ola de movimientos antisistémicos.28

Esta nueva cultura política de conciencia global en el nuevo movimiento de (y por) los migrantes tiene muchas implicaciones incluyendo la inmersión del discurso contra la globalización neoliberal y contra la política imperial en el centro mismo de las fuerzas políticas de transformación y en el debate público estadounidense. Se han gestado proyectos de colaboración, acciones conjuntas, y campañas compartidas con redes de movimientos sociales y ONGs progresistas en América Latina. En el momento cumbre de la ola de protestas que analizamos hubo acciones simultáneas sobre todo entre la frontera de México y los Estados Unidos como lo fue la famosa marcha de la nueva campaña de los Zapatistas en conjunto con el Gran Boicot del 1 de mayo. La asamblea del Observatorio de Control Interamericano por los Derechos de los Migrantes (OCIM), reunida en Chile hacia el final de agosto del 2006, aprobó promover activamente la campaña para organizar el 1° de mayo del 2007 como Día Internacional del Trabajo en Huelga contra el Imperio a través de todas las Américas. Esta huelga no se realizó ni en los Estados Unidos ni en el resto de las Américas lo que sin embargo no nos lleva a concluir que estamos frente al ocaso de dicho movimiento. Es un movimiento más pequeño pero persiste a través de todo el país. A pesar de que las gestiones del movimiento derrotaron la legislación que intentaba criminalizar a los inmigrantes indocumentados y las organizaciones que le asisten, todavía persiste el clima anti-inmigración y las medidas coercitivas como las redadas contra indocumentados han aumentado y se han esparcido por todo los Estados Unidos. En vista de la situación se hacen denuncias públicas y se organizan protestas contra las redadas sobre todo en los centros de trabajo, las cuales han tenido mejor acogida de parte de los sindicatos lo cual ya indica espacios abiertos por el accionar del movimiento. A pesar de que ya no existe el momentum extraordinario de la ola de protestas de la primavera del 2006, hay continuidad y sostenibilidad en las campañas, acciones y organizaciones que constituyen la constelación del movimiento social de migrantes en los Estados Unidos.

Más allá de los vaivenes que caracterizan todo proceso de movimiento social, debemos valorizar y poner en perspectiva esta ola de protestas que no tuvo precedente alguno, marca un hito en la historia estadounidense y se inscribe dentro de la ola de movimientos antisistémicos que está poniendo en jaque al orden global neoliberal. Dichas luchas representan un semillero de alternativas a un sistema-mundo tardomoderno/neocolonial repleto de contradicciones irreconciliables y que es incapaz de satisfacer sus propios proyectos de desarrollo, en vista de su crisis cuádruple (de la democracia liberal, la hegemonía imperial, el patrón global de acumulación de capital, y la razón occidental). A la luz de dicha coyuntura histórico-mundial, argumentamos que esta incipiente ola de luchas de migrantes en los Estados Unidos hay que entenderla en relación con otras gestas por la descolonización y la socialización del poder que se están dando a través del mundo y que adquieren marcado relieve en lugares como Bolivia, donde el gobierno presidido por Evo Morales convierte en discurso de gobierno (al menos en el ámbito retórico) el proyecto de descolonización del Estado, la economía, la educación y la cultura. En este registro de la emancipación en tanto descolonización, una de las trincheras principales es el campo cultural y las luchas esgrimidas por los migrantes en los Estados Unidos que articulan reclamos por un Estado multicultural que muestra semejanzas significativas a las propuestas de interculturalidad formuladas por indígenas y afrodescendientes en la región andina.

La variedad de actores y la riqueza de reclamos de las acciones colectivas de la primavera del 2006 en los Estados Unidos representó lo que Marcuse denominó como un momento de eros, una coyuntura clave de liberación donde se combatieron una multiplicidad de cadenas de colonialidad por medio de una pluralidad de cordones de solidaridad.29 Este argumento tiene afinidad parcial con el planteamiento de Laclau y Mouffe de que la nueva hegemonía se constituye a través de mecanismos de articulación donde los distintos movimientos que representan diferentes identidades y afirman reclamos de carácter distinto se articulan por medio de . Nos distingue de Laclau y Mouffe el que en contraste con su concepto de lo social como discurso, partimos de un concepto de totalidad como constelación histórica lo que implica una perspectiva epistémica histórico-mundial y una concepción del poder como un campo de fuerzas continuamente constituido y contestado por múltiples mediaciones (capitalismo, patriarcado, racismo, imperialismo como regímenes entrelazados de dominación con dimensiones epistémicas, económicas, ecológicas, culturales, políticas, subjetivas). La ola de protestas de la primavera del 2006 confrontó la colonialidad de poder en las entrañas del monstruo y así se sembró la semilla de la descolonización del imperio desde adentro, a la vez se vinculó a la nueva ola de movimientos antisistémicos.30 En este registro, representó una suerte de descolonización donde las cadenas de la colonialidad se combatieron con la articulación de una pluralidad de lazos de liberación. Sin embargo, como hemos dicho, la enorme variedad de actores, discursos, políticas y proyectos que constituyeron tanto el ciclo de protestas como la composición del movimiento emergente requieren una cartografía más compleja y una lectura más diferenciada en la cual se registre la presencia de propuestas de integración y reformas simples que a fin de cuentas pueden resultar funcionales al orden establecido.

Conclusión

Para concluir, argumentamos que la magnitud de la ola de protestas y el nacimiento de un nuevo movimiento de migrantes en los Estados Unidos, al igual que el surgimiento en Europa de la cuestión migratoria como campo clave de contiendas políticas, son sintomáticos de la reconfiguración global de constelaciones de poder y movimientos sociales. Un salto cualitativo en las migraciones de sur a norte, en contexto de aumento en la inequidad de clases y debilitamiento del Estado-nación han compuesto un clima de racismo xenofóbico que se perfila como nuevo sentido común en el imaginario racial occidental. Por otro lado, dentro de los patrones de acumulación flexible y los modos de regulación del Estado neoliberal los obreros migrantes se consolidan como reserva laboral y como categoría de trabajo sujeto a la súper-explotación. Como bien señala el sociólogo Bill Robinson, las «divisiones entre trabajo ciudadano y no-ciudadano (representan) una nueva forma de desigualdad mundial que complica las ya conocidas estratificaciones de raza y género»; lo que corresponde a su marginalización en tanto sujetos políticos y colectividades culturales que se constituyen como fuentes estructurales de la emergencia de la cuestión migratoria como campo de movimientos sociales. En este sentido, los procesos de globalización concuerdan con la globalización de las luchas (de clases, ecológicas, de género, etnoraciales, culturales, etc.) y de los movimientos sociales.

Por otro lado, quiero destacar al concluir este artículo que aunque las políticas de cierre de fronteras y persecución de los migrantes tanto en Europa como en los Estados Unidos están en gran medida sustentadas en nuevas formas de racismo donde la figura del inmigrante prima entre los sujetos racializados negativamente como los otros y las otras de la nación, el nuevo movimiento de migrantes en los Estados Unidos (incluyendo los latinos) no esgrime un claro discurso anti-racista. Afirmo esto sin negar que hay sectores y voces dentro de dicho movimiento que han hecho un análisis del carácter racista de las políticas migratorias del gobierno estadounidense, pero esto no ha primado en los discursos más representativos. En contraste, en Europa la bandera del anti-racismo ha sido la consigna principal que ha articulado los nuevos movimientos de los migrantes y a favor de sus derechos.

En vista del significado de las migraciones y de sujetos migrantes (como trabajadores y sujetos políticos y étnicos) en las nuevas constelaciones de la colonialidad del poder, dada la centralidad del racismo en el sistema-mundo moderno/colonial, y a la luz del surgimiento de olas de protesta como la primavera del 2006 en Estados Unidos y de noviembre del 2005 en Francia (con las respectivas respuestas de derecha), se van madurando las condiciones para que los movimientos de migrantes se vayan tornando en un componente de la nueva ola de movimientos antisistémicos.31


Pie de página

3El concepto de ciclo de protestas fue acuñado por el científico político Sydney Tarrow. Ver Tarrow (1994).
4Un análisis fundamental de la relación estructural entre la globalización del capital y el crecimiento en las migraciones se puede ver en Sassen (1988). La misma autora luego construye un esquema mas complejo teniendo en cuenta otros elementos como el espacio y lo político. Ver Sassen (1998, 1999).
5Hay una vieja polémica sobre la relación entre los procesos de globalización del capital y los papeles y poderes del Estado-nación. Aquí también concuerdo con Sassen que hoy día los Estados tienden a inscribirse dentro y no en contra de los procesos de mundialización del capital. Ver Sassen (1996, 1998, 2006).
6Varios intelectuales utilizan versiones de dicha representación del sistema histórico que Wallerstein conceptualizó primero como sistema-mundo moderno y como economía-mundo capitalista. Ver Grosfoguel et.al. (2002), Mignolo (2000), Quijano (2000a), Lao-Montes (2001). Para el concepto de la colonialidad del poder ver Quijano (2005, 2000a, 2000b, 1999). Para mi propia elaboración ver Lao-Montes (2008).
7Las dimensiones de género del nuevo movimiento social de migrantes en los Estados Unidos no se han explorado en la investigación hecha para este trabajo y es en general un aspecto del tema que necesita estudiarse con más detalle.
8Ver Quijano (2005).
9La expresión «inmigrantes de color» para referirse al eje de Racialización y racismo que divide Blancos de No-Blancos (en este caso «de color») no tiende a usarse en castellano fuera de los Estados Unidos, y en muchos lugares de América Latina tiende a servir como eufemismo para no hablar de negritud. Por eso aclaramos que lo usamos como una categoría identitaria inclusiva de los no-blancos sobre todo en los Estados Unidos y Europa.
10«La nueva guerra de clases» es una expresión crítica que sirve como título de un libro escrito por los científicos sociales norteamericanos Piven y Cloward (1982). En contraste, El choque de civilizaciones es el título de un libro de corte conservador escrito por el científico político Samuel Huntington que intenta presentar un esquema de interpretación de las relaciones internacionales. El mismo autor publicó otro libro como secuela donde expresa su preocupación por el peligro que representan los inmigrantes, sobre todo los mexicanos, para una supuesta integridad de la nación norteamericana, es decir para la narrativa occidentalista de la república Blanca. Ver Huntington (2005, 1998).
11El concepto de «política de enfrentamiento» se lo debemos a los investigadores norteamericanos Sydney Tarrow y Charles Tilly. Aunque tenemos diferencias con sus marcos analíticos que consideramos formalistas y carentes tanto de una análisis histórico-mundial (en este sentido también son eurocéntricos) como de un análisis elaborado de la relación entre cultura y poder; consideramos que aportan conceptos valiosos a los estudios de los movimientos sociales como veremos a través de esta monografía. Ver Tarrow (2005, 1994) y Tilly (2006, 2004).
12El concepto de «repertorios de acción» fue creado por Charles Tilly (2006, 2004) para referirse a las tradiciones y métodos de lucha en tiempo y espacio, aunque debido al carácter américo-eurocéntrico de su trabajo virtualmente solo esta basado en las experiencias históricas de Europa y los Estados Unidos. En contraste, los conceptos de «políticas culturales» y «cultura política» que utilizamos aquí proceden de la teorización e investigaciones dirigidas por Sonia Alvarez, Evelina Dagnino, y Arturo Escobar, que en dos volumenes editados sobre movimientos sociales en América Latina, desarrollan un argumento original fundamentado en un análisis de las articulaciones entre cultura y poder en contextos locales, nacionales, y transnacionales, que transciende los términos del debate entre la escuela norteamericana y la escuela europea . Ver Alvarez, Dagnino, y Escobar (2001, 1992).
13El psiquiatra y sociólogo Italiano Alberto Melucci produjo el concepto de «procesos sumergidos» para conceptualizar cómo desde la cotidianidad surgen las formas invisibles de cultura y subjetividad que nutren la emergencia de las acciones colectivas. Ver Melucci (1999).
14Para un excelente argumento sobre los nuevos movimientos sociales constituyendo nuevos sujetos históricos a favor de cambios radicales a nivel global ver Houtart (2004). Para una propuesta teórica y metodológica que centra el sujeto a la vez que lo enmarca en una perspectiva histórico-mundial ver Zemelman (2007, 2001, 1992a, 1992b). Un trabajo muy sugerente y que se perfila como una contribución importante es la tesis doctoral de la psicóloga Juliana Florez Florez donde ella comienza a elaborar un marco teórico y metodológico para analizar e investigar las dimensiones subjetivas de la acción colectiva.
15Esta enorme diversidad y creatividad en las movilizaciones en tanto performance estético y acto lúdico y de carácter cuasi-carnavalesco, se ha convertido en un género de acción colectiva que consistentemente se ve en otras marchas multitudinarias como las realizadas contra la guerra y en oposición a las instituciones del capital mundial como la Organización Mundial de Comercio y el Fondo Monetario Internacional.
16La noción de «multitud» ha sido desarrollada por Hardt y Negri para conceptualizar la gran pluralidad de identidades culturales y políticas que constituyen el conjunto de sujetos que componen las luchas por la justicia global hoy día. Ver Hardt y Negri (2004).
17Ver Laclau y Mouffe (1985). Esta convergencia de la pluralidad de luchas, identidades, y movimientos a partir de entender sus denominadores comunes es uno de los grandes retos de esta nueva ola de movimientos antisistémicos en vista de la carencia relativa de discursos universales (como el socialismo) que provean un fundamento analítico y político para la unidad.
18Tenemos una serie de críticas sustantivas al carácter abstracto, eurocéntrico, y obrerista del concepto de Imperio desarrollado por Hardt y Negri en su libro con el mismo título. Estas críticas también afectan el valor político epistémico de su concepto de multitud. Sin embargo, consideramos que dicho concepto tiene cierta utilidad para comenzar a conceptualizar la heterogeneidad de los sujetos históricos que constituyen la emergente ola de movimientos antisistémicos. Ver Hardt y Negri (2004, 2001).
19Dussel critica el concepto de multitud por no tener referente claro, a la vez que distingue su concepto de pueblo del populismo y del uso común del término en el habla cotidiana y en el argot de los políticos estatales. En cambio, desarrolla una genealogía del concepto de pueblo y de lo popular en el discurso crítico y radical en América Latina. Ver Dussel (2007, 2006).
20Para estos conceptos de diferenciación de las formas de racismo (como racismo de exclusión, racismo de aniquilación, y racismo de explotación) ver Balibar (1994). Con relación a Fanon ver Fanon (2002) y como comentario ver Gordon (1995) y Maldonado Torres (2008).
21Aquí utilizamos los conceptos de gobierno y gubernamentalidad en el sentido de Foucault para significar el entrelace de tecnologías de poder y formas de dominación que se articulan no solo en los lugares institucionales que denominamos Estado sino a través de todos los espacios de lo social. Ver Foucault (2008).
22La noción de estado de excepción fue originalmente formulada por el filósofo político conservador alemán Carl Schmitt, pero el concepto que usamos aquí esta informado por el análisis del filósofo político radical italiano Giorgio Agamben. Ver Schmitt (1988) y Agamben (2005).
23Dos libros que discuten esta nueva ola de movimientos por la justicia global son, de Sousa Santos (2006) y Reitan (2007).
24Ver Wallerstein (2001).
25Para una crítica excelente de la tradición occidental (sobre todo estadounidense y europea) de conceptualización e investigación de movimientos sociales ver Flórez (2007).
26Para algunas visiones críticas y propuestas alternativas al canon hegemónico de las ciencias sociales ver: Castro-Gómez (2000), Lander (2001), y Wallerstein (2001, 1996).
27Para un excelente análisis del caso europeo ver Sassen (1999).
28La expresión «sentido común contrahegemónico» fue acuñada por de Sousa Santos (2006).
29Para una utilización muy inteligente de esta noción de Marcuse en relación al 1968 como una coyuntura histórico-mundial ver Katsiaficas (1999).
30Para la noción de «descolonización del imperio desde adentro» ver Grosfoguel et.al. (2006). Aunque no compartimos su excesivo optimismo sobre el significado inmediato de la ola de protestas de la primavera del 2006, el cual fue debatido en una conversación de Internet por participantes en una lista colectiva de participantes en la agenda modernidad/colonialidad/decolonialidad durante el verano del 2006.
31En abril, 2008 en Francia se realizó una «marcha decolonial» organizada por migrantes la cual, al igual que los sectores más críticos y radicales del movimiento en los Estados Unidos, articuló una diversidad de reclamos de lucha, en este caso explícitamente bajo la égida de la descolonización.

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