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Universitas Humanística

Print version ISSN 0120-4807

univ.humanist.  no.69 Bogotá Jan./June 2010

 

Editorial


Hace unos meses, una amiga que está estudiando en Sao Paulo (Brasil) me envió un correo de humor restringido. Digo restringido porque era una caricatura en prosa del arbitrario establecimiento de criterios de calidad científica que abundan en nuestra región y que se consolidan como estándares neutrales para la valoración de la producción académica. El mensaje contenía una crítica a la institución equivalente de COLCIENCIAS en el gigante latinoamericano y creo que es una crítica que si es válida en el contexto brasilero también deja algunas enseñanzas para el caso colombiano. El título del mensaje era «Porque Deus nunca chegaria a professor titular ou pesquisador da CAPES ou CNPQ». El resto del forward desarrolla las variantes de la afirmación: Dios solo tiene una publicación; dicha publicación fue escrita, por lo menos, con otras cuatro personas; la publicación no se hizo en inglés sino en hebreo, etc. No voy a hablar de la fineza teológica del mensaje porque no es el asunto de esta página. Por el contrario, me interesa señalar la idea que, a mi juicio, sostiene agradablemente este aviso sobre la mecanización de la evaluación científica.

Es difícil precisar la naturaleza del conocimiento científico en las ciencias sociales. Supongo que dificultades similares se presentaron en la construcción de los primeros indicadores de calidad científica en las ciencias naturales. Sin embargo, al parecer, los criterios de calidad que fueron discutidos para las ciencias naturales se han, precisamente, naturalizado. Es decir, contamos con distintas bases de datos y medidores de calidad que han construido su análisis de las ciencias sociales con base en los criterios formados para satisfacer las exigencias de un conocimiento similar al de las ciencias naturales.

Hay una tensión intrínseca e irresoluble en el intento de medición de la calidad científica en las ciencias sociales: burocratización o crítica. Claro, la disyuntiva es, como en gran parte de los intentos de polarización, una falsedad abierta, pero lentamente, con el paso de los años, la burocratización va ganando espacio al sostener una única manera de entender la producción de conocimiento en ciencias sociales en el país. Las preguntas y exigencias de COLCIENCIAS, el máximo ente de regulación de producción del conocimiento en el país, es incompatible para una parte significativa de las revistas de ciencias sociales. Y, sin embargo, las revistas «acceden» a las calificaciones más altas en PUBLINDEX y logran ingresar en bases de datos estadounidenses con gran prestigio en la comunidad científica internacional.

¿Por qué? Porque hay una burocratización de la medición del conocimiento científico. Los criterios que COLCIENCIAS establece, y que son reproducidos en diferentes partes del mundo, se pueden obtener sin sostener un proyecto editorial de impacto en la comunidad científica nacional. No hablo de revistas buenas o malas: hablo de una ausencia de líneas y trayectorias de investigación en diferentes instituciones nacionales que se vean reflejadas en las publicaciones seriadas; hablo de la ausencia de debates, unos protagonistas indiscutibles de las revistas en los «centros» de producción de conocimiento; hablo, en definitiva, de una apariencia de calidad y de una escasez de la misma.

La disyuntiva (burocratización o crítica) está basada en una ideología mercantil del conocimiento. Porque es inevitable que haya costos e inversiones si se quiere saber cuál es el estado de las publicaciones seriadas en el país. Pero esa inversión se dirige, casi con exclusividad, al refinamiento de los índices de calidad que ya están establecidos en las bases de datos. Habría que sostener que la finura del conocimiento científico en las ciencias sociales no se desprende del número de referencias que van en un artículo, ni del grado obtenido por el autor o de la presencia de miembros de instituciones extranjeras en los comités editorial y científico de las revistas. El conocimiento de las ciencias sociales solo alcanza calidad en la medida en que la educación para las ciencias sociales se fortalezca y no se debilite. Se trata, según sostengo, de un conocimiento deliberativo, no porque triunfe una mayoría, sino porque en el disenso, en la discusión, se calibran los argumentos y se disponen las ideas. No hay laboratorio para la reproducción de los «resultados» obtenidos en las ciencias sociales; pero las revistas científicas deberían hacer parte del escenario en el cual se discuten y plantean los diferentes proyectos de conocimiento que se están desarrollando en las diferentes disciplinas del área.

En ese sentido, la crítica es indispensable. No solo como un lema motivador («siempre será necesaria la crítica») sino como un trabajo inagotable. Por eso es esperanzador saber que hay una evaluación editorial realizada por pares editores que trabajan en la verificación de los criterios burocratizados. Ese es un camino. Creo que no hay fórmula mágica que garantice que una publicación sea buena o mala, pero no está mal que así como se ha ido ampliando la burocracia de almacenamiento y registro de la información de las revistas, también se pueda ir ampliando y fortaleciendo la crítica de nuestras propias publicaciones. Con la crítica, Dios tampoco se convertiría en un investigador de renombre en COLCIENCIAS, pero, por lo menos, será excluido con criterios más reflexivos y sostenibles en el tiempo.

Héctor García Botero
Editor

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