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Universitas Humanística

versión impresa ISSN 0120-4807

univ.humanist.  n.70 Bogotá jul./dic. 2010

 

Un mundo y una versión son esquinas de la misma cuadra: reflexiones teórico-prácticas sobre flotar en una calle y escribir una etnografía de ello1

The world and its version are two corners in the same block: theoretical-practical reflections about floating on a street and writing an ethnography about it

Um mundo e uma versão são esquinas da mesma quadra: reflexões teóricopráticas sobre flutuar em uma rua e escrever uma etnografía disso

Camilo Ernesto Lozano Rivera2
FLACSO, Argentina, y Universidad Autónoma de Madrid, España3
camiloelozanor@hotmail.com


1Este texto hace parte de la tesis "Textos en la 23: etnografía, versiones y fragmentos", presentada por el autor para optar al título de antropólogo en la Universidad de Caldas, Colombia, la cual fue postulada para recibir reconocimiento como meritoria.
2Antropólogo, Universidad de Caldas.
3Estudiante de maestría en Psicología Cognitiva y Aprendizaje, 2010-2012.

Recibido: 28 de abril de 2010 Aceptado: 08 de septiembre de 2010


Resumen

Este artículo recoge reflexiones extraídas de una aproximación etnográfica específica, que tiene como contexto una calle del centro histórico de la ciudad de Manizales (Colombia). A través de él, se intenta mostrar la experiencia de campo del etnógrafo como un trayecto de "andar" la calle, y desde allí incidir en nociones problemáticas y vigentes en antropología, tales como la reflexividad, la significación social de espacios de flujo masivo y las cuestiones metodológicas y prácticas que tales situaciones etnográficas demandan.

Palabras clave: Etnografía, urbanauta, reflexividad, escritura.


Abstract

This paper shuffles together several reflections which were wrung out of a specific ethnographic approach, staged on a street at the Manizales' historical center (Colombia). Through it, the ethnographer's experience on the field is shown as a journey of "walking" on the street, so that it provides the grounds to impinge upon current problematic notions in anthropology, such as reflexivity, the social significance of massive flow spaces and methodological questions, and the practices such ethnographic situations demand.

Key words: ethnography, urbanaut, reflexivity, writing.


Resumo

Este artigo recolhe reflexões extraídas de uma aproximação etnográfica específica, que tem como contexto uma rua do centro histórico da cidade de Manizales (Colômbia). Através deles, tenta-se mostrar a experiência de campo do etnógrafo como um trajeto de "andar" pela rua, e desde aí incidir em noções problemáticas e vigentes em antropologia, tais como a refletividade, a significação social de espaço de fluxo massivo e as questões metodológicas e práticas que tais situações etnográficas demandam.

Palavras chave: Etnografia, urbanauta, refletividade, escritura.


... Las formas y las leyes de nuestros mundos
no se encuentran ahí, ante nosotros, listas para ser descubiertas,
sino que vienen impuestas por las versiones-del-mundo
que nosotros inventamos -bien sea en las ciencias,
en las artes, en la percepción y en la práctica cotidiana-
(Nelson Goodman, De la mente y otras materias).

"La 23 es la calle real pero de la ciudad". "Para mí es la calle más importante". "Uno encuentra de todo". "Es la más bonita". "Ahí está la catedral, la plaza de Bolívar, el comercio, todo, pues, todo". "Por aquí pasa mucha gente, mucho comercio". "Nadie que viva en Manizales no puede decir que no conoce la 23". "Mucha gente trabaja en el centro". "Usted consigue lo mismo que en otras partes sólo que más barato". "La 23, hombre la 23 es 'la calle'".

La ciudad nunca tiene una sola voz. Tampoco la etnografía. Podría decirse que el murmullo conjunto y agitado del centro de la ciudad al atardecer es su única voz. Pero aun esto se compone de múltiples voces. Igual pasa con la etnografía. ¿Y qué si los pensamientos pudieran aislarse y tratarse por separado? ¿Y qué si pudiera hacerse lo mismo con las voces de la ciudad? Nada pasaría, puesto que sin las partes agrupadas, estrechándose unas con otras en diversos tipos de relación, ni hay ciudad, ni hay pensamiento, ni hay etnografía.

No obstante, la etnografía del "centro histórico al atardecer", no está exenta de convertirse en un relato unívoco por su condición textual. La inserción de la multivocalidad o las posibilidades de ordenarla con respecto a la trama narrativa del etnógrafo, son las mismas posibilidades protagónicas que tiene cualquiera de las voces atrapadas en una grabación, cuyo telón de fondo son los incontables sonidos aleatorios, simultáneos e incoherentes del ambiente donde fue captada. Es decir, ninguna4.

Entonces, ¿qué constituye esta etnografía detrás del polvo y del sonido? Si las voces de las grabaciones son falsos protagónicos y la multivocalidad y el texto son incompatibles, ¿de qué voz puede hablarse? La respuesta es: de la voz creada.

La voz creada es aquella que obedece a una composición conjunta, entre los matices experienciales del etnógrafo en el campo, el campo mismo con sus voces naturales y la voz poliforme del texto, cuyos agregados destilan una nueva voz producida por la mezcla de lo que se cuenta y se transcribe: por la mezcla entre lo que se escribe y la manera como es relacionada la información.

En este punto voy a detenerme. Creo que no existe un proceder antropológico que sustituya la capacidad creativa del etnógrafo individual en el momento de decidir, para él o ella mismo (a) y por ende para sus resultados, qué es información y qué no lo es. Y en un caso -como el mío-, en que se considere que todo lo sea, seleccionar qué y por qué "eso" constituirá el corpus narrativo de su exposición final.

Así, información no es más que todo aquello que así quiera asumirse. Ya está. Es importante introducir a la fuerza que la información así planteada se genera a partir de un procedimiento cognitivo y obedece menos a los intereses particulares de la investigación o la cotidianidad, que a unas mediaciones entre la individualidad y la cultura. En parte es un dictado, en parte una invención más. Lo que es -digámoslo-, subjetivo, es el punto medio entre ambas alternativas. Lo que es pertinente, así las cosas, es que el conjunto procede de versiones.

Las distinciones entre las versiones y el privilegio de enunciación que se otorga a unas de ellas en detrimento de otras, constituyen los niveles de jerarquización y posicionamiento representativo del hacer del investigador. Las versiones, entendidas como constructos cognitivos a través de los cuales nos es posible construir la realidad (Goodman, 1995) y posicionar de manera coherente las nociones con las que proyectamos nuestra individualidad y los matices de nuestros enlaces socioculturales, no pueden cosificarse por su naturaleza conceptual y de lenguaje.

Luego, es la modalidad de organización de las versiones en una estructura jerárquica lo que nos permite enunciar y silenciar selectivamente, lo que modela los meandros de la actividad investigativa.

En su flujo continuo, un río deposita progresivamente, en las curvas de sus aguas, los sedimentos que crea y arrastra, mientras la tierra abre hondonadas redondeadas como respuesta a la presión ejercida por las corrientes de agua en las riberas. A nivel representacional, el fluir de la investigación modela sus propias hondonadas en el esquema de realidad que el texto etnográfico muestra como resultante y, con las huellas de los significados abstraídos por el etnógrafo en su experiencia con los acontecimientos, dibuja sobre el terreno tal y como este se explicita en las descripciones, un contexto que bajo ninguna circunstancia puede estar por fuera de la percepción ni del tamiz conceptual al que la corporalidad se ve sometida para poder arribar al plano de la percepción y la experiencia.

Pero la cuestión es que la descripción puede aguardar la pretensión de ser lo descrito. Lo cierto es que hace lo descrito (Goodman, 1995). El origen de las jerarquías entre versiones explícitas en el texto etnográfico -el hecho de que unas maneras de ver y hacer el mundo hagan parte del contraste y otras sean obligadas a reposar en el silencio-, es el tenue reflejo del quehacer investigativo como una manera más de ver y hacer el mundo, cuya expresión narrativa conlleva las posibilidades de selección (y ordenamiento) implícitas en la delimitación del conocer.

Ningún sujeto está en la capacidad de experimentar, como un conjunto unificado, realidades simultáneas sin verse obligado a dirigir su atención (que por lo demás es un mecanismo biológico, selectivo y limitado), o mejor, sus canales perceptivos, a determinadas situaciones. Es muy simple: mientras yo observo con detalle los edificios de una calle y construyo relaciones espaciales entre ellos para asegurarme una descripción ulterior más o menos completa, los intercambios de palabras, pensamientos, imágenes o gestos, inconexos y aleatorios de los transeúntes, no pararon de fluir ni un solo instante.

La fragmentación de la experiencia de campo puede intentar custodiarse mediante estrategias narrativas unificadoras y de gran despliegue autorial-representacional, pero realizar un trabajo de campo rompe la posibilidad de comprobación de que la realidad puede vivenciarse holísticamente en la sucesión de instantes en que el etnógrafo está en terreno. No es la pluma o la hilación de las palabras y conceptos sino explicitar que la investigación se ve obligada a focalizar, lo que funciona como antídoto. Aun cuando no han faltado intentos dilatantes, no existe nada parecido a una antropología del mundo entero y cada texto etnográfico que he leído, desarrolla tópicos y temas fragmentarios, relaciones y vínculos trazados en la forma social y las conexiones entre los contenidos de la vida grupal.

El trabajo de campo diluye el pensar la antropología como la disciplina del que más alto vuele. Personaliza la atención, agudiza los sentidos, actúa como escenario para el actuante-etnógrafo-escritor-urbanauta5 que describa, que razone, involucre, reciba, dé o simplemente construya coherencia entre los sentidos que cree comprender con los argumentos que cree dominar. El trabajo de campo vuela bajo, al alcance de lo expedito. El trabajo de campo hace pensar en el puente que conecta lo lírico y lo soez, sensibiliza las opciones existentes para leer y escribir el entorno. El trabajo de campo insta a la elección.

La elección como criterio de jerarquización es un rasgo inamovible del quehacer investigativo y las versiones de las voces y las voces de las versiones de la ciudad, lejos de ser un sujeto que habla con el etnógrafo, son una manera de expresar las vicisitudes de la lectura de contenidos que, en el terreno, el etnógrafo puede sentir (leer).

El diálogo que establezco con otros constructores de versiones sobre/en la ciudad, está limitado por mi capacidad de ver lo que la ciudad está mostrándome. De haber estado alguna vez frente a la fachada de la Casa Uscher, estoy seguro de que no podría haber visto en las paredes cubiertas de hongos, "tapizándola con la fina y enmarañada capa de un tejido suspendido..." lo que el narrador define de manera contundente como "una atmósfera sin afinidad con el aire del ciclo, emanada de los árboles agostados, de los muros grisáceos, del estanque silencioso..." (Poe, 2003 [1839]).

Pareciera, y de hecho así es, como si el poder descriptivo del enigmático narrador de este relato, no fuese producto de la precisión de sus palabras o de la atenta discriminación de los detalles y la sensibilidad, sino más bien del hecho de ser alguien allegado a la mansión, de su familiaridad con las cosas e historias respecto a las que se teje el sentido del lugar. ¿Podría, acaso, ser otro el narrador de las historias que todos hemos contado, leído o escuchado? ¿Cómo sonaría esta historia si tuviéramos la oportunidad de que Usher, y no su inmóvil amigo, la contara? ¿Varían las imágenes desplegadas por la descripción si varía el descriptor? Sin duda alguna.

De hecho, usted, lector, revisa este texto a través de sus esquemas de entendimiento y supera sus modos de ver (los del texto), únicamente en la medida en que realiza el trabajo de conectar entre sí las partes que componen el relato que he venido escribiendo, para aprobar o desaprobar, comprender o desalojar cualquier sentido antropológico en este remanente de trabajo de campo que es un intento representacional sobre una realidad experimentada (o asertivamente definida como que hace parte del acervo experiencial de quien se refiere a ella con la seguridad de sus planteamientos, asertivamente definidos como que hacen parte del acervo conceptual de sus herramientas expresivas, argumentativas y asertivas).

De otro lado, puesto que la subjetividad la incluyo dentro de los valores agregados de la información una vez iniciado un proceso de construcción del conocimiento -ya que concibo la subjetividad como una posibilidad insoslayable para adicionar matices reflexivos hacia lo experimentado y el conocimiento como una actividad constructiva-, las versiones complementan tanto la selección cultural de lo que se denomina información como el tratamiento reflexivo o interior que quiera darse a ésta. Es decir, una versión no necesariamente antecede la reflexión o las premisas culturales, pero hace parte integral de ambas cosas, acompaña sus movimientos y lo hace, principalmente, a través del lenguaje.

Decir esto, equivale a afirmar que tanto la cognición como la experimentación del mundo bajo la influencia directa de la imaginación sobre él y sus mecanismos, son una mezcla no homogénea entre diversos aspectos que son susceptibles de ser organizados -y de hecho, son organizados- en la expresión, como producto de una compleja mixtura de todo aquello a lo que he venido refiriéndome y que, a esta altura es necesario afirmarlo, la hace posible.

Ahora bien, la multivocalidad no es insertada, solo aparece a su antojo y simultáneamente entre los vórtices del relato, mi escueta pretensión de ser claro, el orden de presentación de los acontecimientos, los acontecimientos que presento y, en fin, el producto de la selección, el resultado de la mezcla entre lo cultural y lo arbitrario. La antropología, claro está, es un discurso arbitrario. Pero la ciudad y la cultura también lo son.

Aunque se trate de hacer una selección aleatoria de los criterios de ordenamiento de la información, esto no incide en la negación de la arbitrariedad de las clasificaciones, sino que es una muestra de ello. Como todo descriptor, he utilizado como punto de partida la arbitrariedad en la descripción y la escritura que ha generado posibilidades comprensivas para que arbitrariedad y lógica (orden) no sean excluyentes entre sí.

La imagen de la ciudad se encuentra
proyectada en cada uno de nosotros
.
(La identidad está parada en cada esquina)

Mi intención no está centrada en el descubrimiento de particularidades distintivas de la ciudad de Manizales. Más bien se apoya en el contraste posible entre formas investigativas-experienciales y cotidianas de concebirla y experimentarla, desplegadas en los intersticios de su centro histórico.

Para ello, considero indispensable referirme a la relación que existe entre la práctica y las versiones o discursos sociales (y socializados) que la auscultan6, y mi propio rol como observador, partiendo de la base inmediata de que la modalidad a través de la cual la ciudad se hace extensiva a sus urbanautas es principalmente discursiva.

Sobre un lugar pueden construirse diversos modos para hablar de él; utilizar el lenguaje para identificar los elementos que lo componen a su vez que el orden en que se encuentran dispuestos; seleccionar apartes sobre la importancia y vitalidad de algunas de sus bases o condiciones de existencia y silenciar otras. El lugar puede ser imaginado, descrito y experimentado con base en esas descripciones y construcciones; en una palabra, el lugar puede ser inventado.

De Manizales podemos hablar en dos direcciones. La primera es hablar de ella definiendo la posible imagen más difundida sobre sí misma, entendida como el producto del condicionamiento ideológico al que conduce el sostenimiento extendido de una versión hegemónica sobre los nodos de producción cultural centrados en la Urbs (disposiciones materiales de la ciudad), justificados, difundidos e impuestos discursivamente por la Polis (normas que rigen la ciudad), y asentados sobre la Civitas (formas de vida social de la ciudad).

Las últimas tres administraciones de Manizales han optado por la búsqueda de un eslogan apropiado para definir la ciudad. Durante los últimos 6 años, la ciudad ha sido definida como "Ciudad Universitaria", "Ciudad de las Puertas Abiertas" y, actualmente, como "La Nueva Ciudad". Esto demuestra un intento de relación entre elementos que presuntamente contienen un potencial no aprovechado y la promoción de la ciudad en competencia con regiones y capitales vecinas.

La coordinación entre Urbs, Polis y Civitas, consiste en maneras de hacer de cada una de ellas un correlato de las otras dos. "La Ciudad de las Puertas Abiertas" abre paso a los viajantes ocasionales; es una invitación explícita para entrar en la ciudad y una invitación implícita a descubrirla. Una síntesis orientada al turismo.

"La Ciudad Universitaria" busca generar la intuición de ciudad jovial al visitante. Opta por magnificar la condición, demográficamente comprobable, de ser una ciudad pequeña (según las cifras -DANE- del último censo, 386.931 habitantes) que, como informa la página web de la alcaldía de Manizales,

    destaca por su carácter universitario y por su actividad académica. Cuenta con nueve Universidades y 3 [sedes] de Universidad a distancia: la Universidad Nacional de Colombia; la Universidad de Caldas; la Universidad de Manizales; la Universidad Autónoma de Manizales; la Universidad Católica de Manizales; la Universidad Luis Amigó; la Universidad Antonio Nariño; la Universidad Cooperativa de Colombia; la Universidad Santo Tomás; la Pontificia Universidad Javeriana y la Universidad del Quindío7.

Esto incluye, implícitamente, además de las posibilidades de generación de conocimiento especializado, una variedad de actividades relacionadas con el ocio y las representaciones de juventud que vinculan la vitalidad y la vanguardia, puntos más interesantes que el primero para la mayoría de viajeros de paso.

"La Nueva Ciudad" es el producto de la iniciativa más reciente de reformar la infraestructura de la ciudad, a través de la modificación de las condiciones de movilidad con la construcción, principalmente, de un nuevo medio de transporte: el Cable Aéreo. Este es un sistema de transporte masivo que consiste en una serie de estaciones puntualizadas en algunas secciones de la ciudad, y vehículos que se transportan suspendidos en un cable aéreo que conecta las estaciones entre sí. Este medio de transporte además de haber consolidado una gran expectativa por la forma de flotar en la ciudad que representa, no es una iniciativa sui generis, sino más bien una suerte de actualización sobre el remanente arquetípico de un medio de transporte particular de la ciudad, que existió en épocas pasadas y comunicaba a Manizales con otras regiones y municipios aledaños8. A esta obra se suman, simultáneamente, algunas otras remodelaciones, también significativas, del entramado vial y el espacio público, tales como el Aeropuerto del Café y el Proyecto San José9.

Lo interesante de estas tres "definiciones" de ciudad, es cómo se han retroalimentado en el tiempo. Aunque cada una hace parte de un plan y una agenda gubernamental enclavada en un lapso específico (las administraciones locales o alcaldías, tienen en Colombia desde 2004, períodos de cuatro años), la aparición de una definición no niega la o las anteriores. En realidad, La Nueva Ciudad es el resultado sintético de los atributos a resaltar de la ciudad por parte de las esferas administrativas y la cualidad oficial del discurso que éstas ostentan.

Esto último puede interpretarse como una manera de difusión, vía Polis, de un sentido de arraigo a las particularidades instituidas en la Urbs que genere una repercusión abarcadora en la Civitas. La Nueva Ciudad es a la vez la ciudad de las puertas abiertas cuyo portal está antecedido por la majestuosidad de una montaña nevada y la ciudad universitaria y jovial, la diversidad y la fiesta. Mi Manizales del Alma, como eslogan, es el blend de dosis exactas entre la contemporaneidad y las expectativas de generar economías solventes (¿favorables para quién?), partiendo de la construcción discursiva y la difusión de potenciales que manifiestan la unicidad de las cualidades de Manizales y la entrelazan con su diversidad socio-cultural. La dosis exacta de arraigo de los arquetipos originales de la arriería y el café con el cambio infraestructural de una tardía modernidad.

Consecuentemente, precisar a la población universitaria como definitoria de la ciudad, tiene ventajas subrepticias sobre el conjunto poblacional y el promedio de clase: los estudiantes mostrados (que, en relación con el exorbitante porcentaje de jóvenes colombianos -obviamente, incluidos los caldenses- imposibilitados para acceder, por múltiples motivos, a la educación superior, podrían sustituirse por clase privilegiada) como sucedáneo del concepto más general de población.

En otras palabras, la ciudad con potencial turístico, social e infraestructural. La ciudad cultural10 que implica distinción y la ciudad renovada, re-estructurada.

La segunda manera de hablar de Manizales, es con respecto a la tradición que impregna su socialidad y, por ende, sus lugares. Tradición entendida como "formas de continuidad cultural que se transmiten en el seno de la localidad urbana" (Cruces, 2006: 17), que son susceptibles de ser percibidas a través de la experiencia de la ciudad.

Caminar de un lado a otro "vitrineando" los almacenes, ir a misa a la catedral, o salir el domingo en familia a recorrer las esquinas, son maneras de socializar, "relaciones de actuaciones y evidencias de relaciones" (Suárez-Guava, 2003: 62); puentes entre la cultura y la socialización de constructos grupales a través de los cuales el dictado cultural es incorporado durante el tránsito, los recorridos y la experimentación contextual de los urbanautas.

Al mismo tiempo, es la vía por medio de la cual se llega a la constitución de las versiones y se encajan las emociones con las que la versión que sustenta el mundo es defendida de otras que, como resultado de existir yuxtapuestas y compartir contexto de creación, resultan transgresoras de lo que se es: de aquello sin lo cual no se es ni se está. Las palabras y expresiones que configuran el mundo vivenciado.

En Manizales, las ideas principales que rodean la versión que yo, etnógrafo, estoy reproduciendo11, corresponden a una tradición conservadora y conservada, que se expresa como estrategia hegemónica de configuración en el espacio del centro histórico de la ciudad, cuya disposición material e ideológica (i.e., las construcciones materiales y los usos sugeridos del espacio público, reglados en el discurso oficial y transportados a través de mecanismos como la historia y la educación, por ejemplo) publica premisas culturales claras, al servicio del poder, que guardan como objetivo asegurar la difusión capilar en la Civitas.

El sustento de lo anterior se encuentra en el pasado. Tales premisas son el producto de las formas perdurables que componen el recuerdo, es decir, los caminos particulares que trazan el recorrido desde la fundación y constitución de Manizales como ciudad capital del Departamento de Caldas, políticamente, hasta los procesos sociales que dicho recorrido ha entrañado y a los que procura darse continuidad culturalmente.

Como resultado, las ideas que vadean en la ciudad corresponden simultáneamente al pasado y al presente, en parte inconexos, en parte consecutivos respecto a las ideas tal y como fueron, y al modo en que han sido delineadas por las maneras habituales de asumir, narrar y pensar el pasado de la ciudad. Un ejemplo de ello es la Catedral Basílica Metropolitana de Nuestra Señora del Rosario de Manizales.

Este templo, hecho con hormigón (material conglomerado de construcción que incluye excremento vacuno y barro), es un resultado, a la vez que un modo etnográfico de identificación sobre una idea política particularmente conservadora, que se sostiene y se multiplica en diversos ámbitos: la de que una nación incipiente necesita la guía y luz de alguna nación de vanguardia (Kuper, 2001). Este templo de hormigón es una emulación de otros templos, que cumple con todos los requerimientos que ecologista cultural alguno pudiera discutir sobre la adaptabilidad de la cultura al medio ambiente, pues obvio y suficiente tenemos con saber que ninguna catedral europea, del tipo Notre Dame de Chartres, está hecha de hormigón. Pero necesariamente, los significados van siempre más allá12.

La manifestación de que esto es así, que la iconicidad y la producción cultural no mantienen una relación indestructible sino de connivencia con las versiones de ciudad construidas por la hegemonía (y hegemónicamente) -sin necesidad de asegurar que no pueda ser de otra manera-, está esbozada a través de fragmentos de realidad, producto de andar en el centro, flotar en su dinamismo y participar del diálogo entre mi posición etnográfica y mi implicación contextual como dos maneras imbricadas de experimentar el lugar antropológico.

El recorrido a través de la arquitectura de la carrera 23, evidencia materialmente fragmentos de recuerdo que viven en los intersticios de las narraciones y concepciones generalizadas sobre la ciudad ("de las puertas abiertas", "universitaria" y "nueva ciudad"), en forma de huellas en las disposiciones espaciales que se mantienen actualmente, donde permanecen rasgos de las tradiciones estéticas de las que la arquitectura conserva una herencia y en las que, a su vez, están implícitos procesos sociales de gran envergadura como la colonia y la república.

Dos hombres se hallan enfrente de una vitrina en donde se exhiben camisas y pantalones, observando los artículos detrás del vidrio y comentando entre ellos acerca de lo que están observando. La vitrina en donde los hombres se encuentran detenidos, corresponde a un almacén grande que está enclavado en una construcción antigua, cuyo balcón posee un ornamento definitorio de la arquitectura republicana en cuanto a estilización (la baranda está sostenida por varios postigos modelados con formas redondeadas, en la mitad de cada uno de los cuales se ensancha un anillo que estiliza las curvas inferiores; cada postigo es de color dorado y, debajo, en la base, hay un tocado de flores talladas, unidas por una cinta que las envuelve tenuemente).

Uno de los dos hombres decide entrar en el almacén y el otro se queda afuera. Este último, mientras espera, alza la mirada hacia el balcón que sobresale por encima de la vitrina y observa durante unos segundos el edificio en donde la vitrina se enclava. El hombre que había entrado al almacén se asoma a la puerta y, haciéndole una seña con la mano, llama al que estaba afuera. Este último entra al almacén y desaparece en su interior.

La relación existente entre arquitectura e ideología en el centro histórico, está mediada por las significaciones inscritas en el diseño arquitectónico del espacio, en tanto éste es ya una fuente de premisas sociopolíticas que actúa como "garantía cultural de una serie de cualidades y valores como el orden, la estabilidad, la seguridad, el control, la delimitación y el enclaustramiento, directamente relacionadas con la particular imagen de la arquitectura de la que depende nuestra cultura" (Wigley en Schnitman, 1994: 241).

En este aparte, cabe anotar qué premisas, cualidades y significaciones derivadas del diseño arquitectónico de un espacio determinado, corresponden a un cerramiento cultural del mismo (Wigley en Schnitman, 1994: 241), y lo proveen de un interior, cuya función es reunir allí la intencionalidad práctica representada en las cualidades significativas del diseño, para aunar la confección y difusión de un discurso cultural.

Pero la funcionalidad del espacio definido por los elementos arquitectónicos, se encuentra en otra parte. Y es en la paradoja de uso del espacio que sostiene las percepciones de los urbanautas sobre el centro histórico-funcional-económico. Allí se expresan las prácticas de asociación entre las edificaciones y el uso comercial de éstas. Como el hombre que, mientras esperaba, echaba una mirada sobre el entorno, pero cuyo interés inmediato estaba definido menos por sus cualidades estéticas que por la utilidad que, en términos prácticos, representaba el uso comercial del entorno en ese instante.

En el terreno, a través de la experiencia de andar por aquí envuelto en estos pensamientos, parece como si esta parte de la ciudad fuera la representación de todo lo que ha acontecido y las construcciones fuesen, esencialmente, testigos taciturnos de los eventos que han dejado cicatrices en sus diseños y tapias; los colores vivos y los tocados en cada alféizar; la perspectiva pomposa de la catedral contrasta con la solemnidad de los rituales; los ornamentos retocados al paso de los años; la plaza y el parque. Al parecer, el flujo de incontables momentos de la vida social ha sido inmenso y disparejo, tal y como ahora.

Sin embargo, también un collage (figuras y formas yuxtapuestas) o un palimpsesto (un texto sobre-escrito en uno anterior): superposiciones e intersecciones de fragmentos que son la muestra de una coherencia total ausente, así como de un cúmulo de entidades disueltas componiendo un todo que es más que sus componentes, pero cuya unidad es una ilusión percibida en el presente pero elaborada en el tiempo, en la historia de cada uno de sus fragmentos.

La arquitectura en la Urbs compone una narrativa visual productora de significados que preñan de sentido las premisas contextuales sobre las que los valores de la sociedad manizaleña tradicional se sostienen, herrumbrados en un monumento a la pujanza y el empeño de la comunidad que toca las puertas del camino al progreso, cuyos remanentes se oyen aún entre las palabras indelebles de los viejos y perviven en las gotas de lluvia que nunca paran de caer, desde que la herramienta diestra del colonizador de estas tierras bravas picó por primera vez y para siempre, la montaña escabrosa.

He dicho que la hegemonía consiste en luchar por el manejo de la cultura (de las políticas culturales) (y si no había sido dicho, ya escrito está) y que esto se lleva a cabo ejecutando de manera permanente acciones en el sentido de, primero, atribuir propiedades de producción cultural a aquello que puede ser controlado (como los monumentos) y, segundo, una vez constituido este eje, hacer girar sobre él la versión, no desprovista de expresiones y juicios valorativos sino más bien fundada en ellos, sobre lo correcto, lo bello o lo deseable.

Controlar la producción cultural supone la posibilidad de ejercer y prolongar el poder y el dominio de las ideas porque se dibuja, sólo en la medida en que el dominio lo permite, el canon de legitimidad que determina los significados y configura la difusión de éstos en todos los niveles de la sociedad. Y este es el origen del consenso sobre unas ideas y no otras, es el origen de los paradigmas, las verdades, las creencias y los dogmas.

Es la tabla de piedra sobre la que se encuentra "tallada" (sólo para no perder la costumbre escritural de sugerir metáforas escriturales para referirse a la representación como modalidad, por antonomasia, de objetivación)13 la versión de la hegemonía. La producción simbólica y la estrecha relación que tiene con el poder y la hegemonía, contrasta en el espacio público con la mirada furtiva que echamos sobre la calle cada uno de los urbanautas que vamos por aquí.

Pienso que la cultura es su propio contexto, dado que las condiciones para la construcción, la producción, la expresión y las manifestaciones de sentidos, significados, herramientas, ideas y valores (así como valoraciones) son a la vez los resultados y el contexto de sí mismas.

Sin querer estar por fuera de ello, me resulta complicado derivar de mi andar algo más que el sentimiento incoloro de que inventar no es algo que se lleve a cabo posteriormente a la lectura de algo más. Más bien, inventar y leer constituyen fines de la construcción de la realidad y, sobre todo, de la producción del ejercicio etnográfico paralelo a la interacción. Línea tras línea y en el hervor de cada párrafo, produzco las series de premisas y contenidos de mi versión de la ciudad (o la ciudad de mi versión).

En todo caso, en lo que a mí respecta, se trata de producción textual. Me vuelco a escribir, porque entiendo la escritura como una reivindicación de la multiplicidad de espacios creativos, que supera los márgenes temporales, y porque es tal vez la labor más vulnerable que conozco. El nivel exigido a un texto es un criterio definido por la crítica y, cuando la escritura constituye una modalidad creativa en la que se funden la imaginación, lo reflexivo y lo irresuelto, los criterios de validez son tan móviles y múltiples como el más sesudo de los intentos por racionalizar un koan14 y tan estrechos y móviles como, podría haber dicho Geertz, la cultura misma.

Para el propósito de una aproximación como la que intento matizar en este artículo, vinculo el trabajo de campo con la actividad de leer. Es decir, que junto a la descripción conviva la confianza epistemológica en que la construcción plural de la realidad se realiza por parte de los urbanautas y ésta contiene en sí misma la susceptibilidad de ser leída como un texto y narrada de forma escrita, desde la perspectiva de los roles experiencial y expresivo del etnógrafo; además de estar sujeta a las variantes de interpretación que conllevan los transcursos temporales.

Con la función de un instrumento de razonamiento, las analogías -una comprehensión de lo menos inteligible por lo más inteligible (Geertz, 1996)-, la de la cultura como texto y por ende la aproximación al medio donde aquella se desenvuelve, desde la perspectiva escritor-lector, constituyen una entrada particular a la posibilidad etnográfica de precisarse en las modalidades de fijación del significado, o sea, en la constitución de significados y la manera como éstos llegan a lograr lo que logran.

La condición evanescente de la realidad es el límite que nos obliga a llevar a cabo acciones de registro para extender, en un tiempo determinado, un componente de nuestros actos y permitir que puedan compartirse y construirse (como mi versión relacionada con las fotografías incluidas en este texto) públicamente a través de diversos vehículos destinados a este fin.

De allí que trasladar las condiciones de aproximación a la realidad hacia la lectura sea una suerte de clave para que el significado de las cosas, según Geertz "lo dicho y no el decir", permanezca hasta cierto punto y durante un tiempo, que "el significado pueda persistir de una manera en que su realidad no puede" (Geertz en Reynoso, 1996: 73).

La lectura de la carrera 23 en el centro histórico de la ciudad de Manizales, y de la ciudad de Manizales a través de sus versiones oficiales, consiste también en considerar que lo que hace -y aquello por lo cual es definido- un urbanauta, a saber, transitar, navegar y flotar, deviene en la versión que construye, a través de la acción de conectar las cualidades materiales del espacio público de Manizales con las versiones prácticas que lo habitan, configuran y convierten en discurso, más que los monumentos que lo componen con el poder que representan.

Es decir, la relación poder-representación es escueta en los monumentos, mientras que la relación del espacio público con las versiones que allí se construyen en la vida social y que a la vez construyen la vida social, además de las implicaciones que tienen sobre las maneras de hacer el mundo local, son efímeras y veladas.

Me sitúo entonces en la aseveración metodológica de que la relación interactiva que entabla el etnógrafo con el contexto espacial referido a la ciudad, es la de observación flotante, que encaja en este texto como una adquisición fundamental de las reflexiones realizadas en la lectura sobre partes de la obra del antropólogo Manuel Delgado.

Si bien Manuel Delgado (1999) asume que este sea un método pertinente para el estudio de la realidad escurridiza y volátil de lo urbano en el espacio público, la propuesta original es de Colette Pétonnet (citado en Delgado, 1999) y consiste en una observación no focalizada, dada la naturaleza procesual y cambiante de la realidad urbana, además de la multiplicidad y simultaneidad de acontecimientos que no admiten registro en su propia especificidad, sino como parte de un conjunto general.

Ahora bien, la condición flotante no es equivalente a un estado periférico de observación, sino que su implicación contextual tiene fuerza suficiente para orientar la experimentación etnográfica del lugar antropológico, en tanto el descentramiento de la atención se ajusta adecuadamente con el ambiente de la ciudad, la intermitencia y simultaneidad de sus incontables acontecimientos, para propiciar la sucesión de tres niveles específicos, a saber, descriptivo, organizativo y analítico.

Este ejercicio, no obstante su cualidad más prominente es la observación, incluye alternativas de percepción por medio de los demás sentidos y por lo tanto incorpora las características de señales diferentes a las visuales, como los sonidos (de la voz ubicua, "creada", del ruido en la calle), los olores, las texturas y todo lo que, en relación con la percepción, añade dimensiones a la imagen general del lugar, a los trayectos múltiples de la ciudad.

De allí que es a través de la observación flotante como he buscado el camino etnográfico para integrar este recorrido y mi propia perspectiva, es decir mi propia interpretación y el estilo interpretativo (Crapanzano, 2000) que es la investigación misma, por ser también yo uno de los usuarios del espacio público, un transeúnte sujeto a las mismas condiciones de sociabilidad y vida urbana que intento componer textualmente, cuidándome de no caer en el error de soslayarme refugiado en los beneficios de vicario (Crapanzano, 2000) que otorga el ejercicio de la antropología15, pero tampoco abstraerlos del todo de mi experiencia.

Manizales no es Madrid, París o Bogotá y los matices que posibilitan una referencia sobre el contexto de experiencia sujeta a la metodología, retribuye los cambios que ésta pueda atravesar durante el trabajo de terreno. No obstante, Manizales tampoco es sólo un templo hecho de hormigón y una arquitectura redundante. Las dinámicas fluctuantes de lo urbano, en mi opinión no se encuentran adscritas a la escala de observación. La preocupación por la configuración y la profundidad del análisis no están dadas por el tamaño de la escala, sino por la cantidad de variables que estén comprometidas en el contexto del desenvolvimiento etnográfico16.

Pero lo urbano no es una cuestión de variables. La Civitas no es susceptible de ser monitoreada y la intencionalidad escueta de este trabajo no es la de tejer una especie de red de relaciones o de trazar las vertientes principales sobre la configuración de la ciudad. Distinto a esto, es cortejar los modos de versionar que del ejercicio de andar a pie por el centro, sujeto cognoscente, antropólogo antropológico, etnógrafo etnográfico, etnólogo etnológico, hijo inocente de la casa que no se deja exotizar, puedan revelarse como las siluetas de mi propia manera de hacer la vida mientras me veo en ella.

En efecto, la acción organizativa individual de la experiencia sobre/en el contexto de la ciudad -pero no sólo en este-, es lo que me define a mí y a cualquier otro individuo (sobre el campo de las paradojas funcionales en que ésta -la ciudad- puede llegar a convertirse), como un sujeto de invención. Así, un urbanauta es también un sujeto de invención, en tanto a través del uso y la expresión de/sobre el espacio, respectivamente, mediadas por el lenguaje, el conjunto de versiones que se construyen y coexisten en el dinamismo del centro histórico, son maneras interdependientes de inventar la realidad.

La etnografía aquí cumple el papel de, entre otras, una forma de organización de la experiencia, cuya manifestación es de orden narrativo. Y propongo la organización de la experiencia precedida del acto inventivo, en la medida en que depende de un proceso compuesto, entre el establecimiento de un orden y una posición entre series de asociaciones programadas -del recuerdo y las dimensiones perceptivas que lo componen-, a la vez que de la expresión y situación de la experiencia organizada por medio del lenguaje y la acción.

Por esto, un trabajo etnográfico del centro histórico de Manizales, corresponde a una invención. Porque integra una organización particular de la experiencia sobre/de este -mi lugar antropológico- y constituye una percepción elaborada desde una invención realizada a través de los recursos narrativos del texto, como un medio para abordar otras maneras de invención adyacentes a la propia, sobre los contenidos de un mismo con-texto.

Para concluir, convengamos que "[...] El mundo, es una imagen del lenguaje. El lenguaje viene primero, el mundo es una consecuencia de él [...]" (Von Foerster en Schnitman, 1994: 100). Pero es una consecuencia variante como lo es el juego desplegado sobre las posibilidades de inventar y hacer del lenguaje estructurado una posibilidad experimental para relacionarse con el mundo, expresarse sobre él y objetivar la sociabilidad consensuada del sujeto cognoscente en lo sinuoso de sus palabras y expresiones.

Tal y como lo es para el poeta peruano, que en líneas estridentes termina definiendo la ciudad para sí:

Al calor de una punta
de pobre sesgo ESFORZADO,
la griega sota de oros tórnase
morena sota de islas,
cobriza sota de lagos
en frente a moribunda Alejandría,
a cuzco moribundo (Vallejo, 1999)17.


Pie de página

4No se trata aquí de desconocer los importantes adelantos y aplicaciones de la polifonía en y al discurso etnográfico, sino más bien de ser consecuente con el hecho de que, en un contexto urbano como el que sirve de soporte empírico a este texto, cualquier polifonía conlleva la restricción de no tomar en cuenta alguna voz, algún murmullo.
5Un urbanauta es aquel que navega por lo urbano. No solamente por contener dentro de sus esquemas de comprensión y juicio sobre el mundo exterior, el conjunto de códigos que le permiten obtener de su experiencia un mapa mental de lugares comunes y sentidos, orientaciones o conexiones para vivir la ciudad, sino también por su cualidad transeúnte y móvil; por sus posibilidades adaptativas más allá de la corporalización de los contenidos urbanos y la posibilidad constructiva que representan al momento de sujetar versiones de ciudad que les permiten vivir y diferenciarse al mismo tiempo.
6En este sentido, sólo aquí hago equiparables los términos "discurso" y "versión", cuyas diferencias semánticas no son uno de los objetivos del trabajo. No obstante, esta elusión no guarda el ánimo de sugerir límites definitivos o generales entre los términos como conceptos o como herramientas analíticas.
7Datos disponibles en: http://www.alcaldiamanizales.gov.co/es/nuestro-municipio/informacion-general/educacion
8Una primera versión de este artículo fue escrita en septiembre de 2009, mes en el que el Cable Aéreo aún no estaba en funcionamiento. Éste fue inaugurado el 30 de octubre de 2009.
9Sobre este último proyecto, ver el documental Viviendo la comuna, realizado por el grupo de investigación Focus de la Universidad de Caldas, disponible en: http://vimeo.com/14190230
10En este caso, Cultura como "cultivo del espíritu" y no como concepto antropológico, lo cual da lugar a pensar acerca del conservadurismo ideológico y lo que éste define o no como cultural.
11Por no alejar las posibles reflexiones que del approach etnográfico puedan derivarse, de la condición primigenia de sujeto cognoscente y conocedor de lógicas determinadas para andar por la ciudad, además de consumidor de sus imágenes y receptor de las huellas de su tradición, independiente -e indiferentemente- de la empresa de este ejercicio etnográficomnémico- narrativo-visual-composicional.
12El sentido icónico de la catedral de Nuestra Señora de Manizales, indudablemente se encuentra encallado en niveles más profundos que los materiales con que fue construida, pues el sentido de su existencia está dado en torno a acontecimientos históricos que han marcado la imaginería popular, tales como los desastres naturales de los años 1920, a raíz de los cuales se apostó por construir un templo de dimensiones mayores y con materiales más resistentes que la madera y las cuerdas. Pero el punto aquí es introducir lo que pueden llamarse "transformaciones estructurales" por las que pasan los modelos estéticos que se extrapolan, o a las que son sometidos para poder importarse. Esta situación esquematiza la manera como el acento en la existencia de estilos europeos en las naciones latinoamericanas es parte de una ideología de acceso, de free pass, al progreso denominado así solamente con respecto a naciones vanguardistas a las que el continente se ha sujetado, tras una presunción de incidir en las esferas de un supuesto ranking mundial de las naciones. Esto para volver sobre la cita de Kuper.
13Me refiero al poder representacional de la escritura y la imposibilidad de prescindir de él en el ejercicio etnográfico-narrativo sin terminar cayendo en sus redes súbitamente, para recaudar moretones e ideas rotas que -para enlazar la idea de Geertz de que la representación del estar allí estando aquí es un poder conferido por la escritura-, vendrían siendo la consecuencia más notoria de la negación autorial. Es el sentimiento oceánico (como decía Freud a propósito de la religión) de no poder ocultar lo que soy en lo que escribo, pero tampoco anidar en la pretensión de ser capaz de esbozarlo todo.
14Se refiere a una indagación sobre un problema irresoluble utilizado en la meditación para romper el intelecto. Ej.: "Si usted comprende, las cosas son tal como son; si usted no comprende, las cosas son tal como son".
15Es decir, la fuerza representacional que tiene para el etnógrafo encarnar la antropología y, por ende, ir a favor de lo objetivo sobre lo humano, sobre la manera de comprenderlo y expresarlo. Es la herencia colonial (ista) de la que La Nueva Etnografía procura distanciar el centro de la disciplina, a través de la translación del objeto al texto mismo, con todas sus implicaciones y la pregunta por la relación existente entre la vida de las personas y aquello que escribimos los antropólogos. Los beneficios de vicario que otorga; ostentar demasiado el título de la comprensión por encima del juicio (o el pre-juicio); situarse en el límite superior entre lo bueno y lo malo.
16Tal y como procuré, aunque no literalmente, mantener el sentido de una reflexión de Beatriz Nates Cruz en la época en que asistí a alguno de sus cursos universitarios.
17El juego entre mayúsculas y minúsculas es del texto original.


Bibliografía

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