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Universitas Humanística

versión impresa ISSN 0120-4807

univ.humanist.  no.78 Bogotá jul./dic. 2014

 

¿Quién habla? Reflexiones a propósito del saber situado en dos etnografías en Colombia1

Who is this? Thoughts on Located Knowledge in two Colombian Ethnographies

Quem fala? Reflexões a propósito do saber situado em duas etnografias na Colômbia

Amandine Delord2
CREDA/IHEAL -Paris 3 La Nouvelle Sorbonne, Paris, Francia3
del.amandine@gmail.com

Angélica María Gómez Medina4
Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Paris, Francia5
 
angelica.gomez@ehess.fr

1Artículo de reflexión. El presente artículo es el resultado de un ejercicio auto reflexivo de dos investigaciones doctorales en Antropología Social y en Sociología que contaron con el financiamiento del Instituto de Altos Estudios para América Latina, Colciencias y CEF (Corporación para los Estudios en Francia) y recurre a fuentes originales que corresponden al proceso de inmersión en el trabajo de campo de sus respectivas autoras.
2
Licenciada en Etnología y Antropología.
3
Estudiante de Doctorado en Antropología en el Instituto de Altos Estudios para América Latina Paris-Francia, Becaria y monitora de la misma institución.
4
Psicóloga, Master en Sociología, Género, Política y Sexualidades.
5
Estudiante de Doctorado en Sociología en la Escuela de Altos Estudios en Ciencias Sociales, Paris Francia.

Documento accesible en línea desde la siguiente dirección: http://revistas.javeriana.edu.co

Recibido: 8 de octubre de 2013 Aceptado: 30 de enero de 2014


Cómo citar este artículo

Delord, A. y Gómez, A. M. (2014). ¿Quién habla? Reflexiones a propósito del saber situado en dos etnografías en Colombia. Universitas Humanística, 78, 163-186. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.UH78.qhrp


Resumen

El presente artículo plantea la necesidad de un ejercicio auto-reflexivo en la producción de conocimiento, evaluando las diversas relaciones de poder que emergen en la situación de investigación, las interacciones establecidas por la investigadora y la manera en que estas inciden en la producción de conocimiento. Lo anterior, tomando como insumo la comparación de dos experiencias de campo narradas en primera persona, que contemplan temáticas relacionadas con el ejercicio de derechos sexuales, la maternidad y la adopción en Colombia. Contrastando la posición de una investigadora nativa del universo que estudia y de otra que se aproxima en tanto que extranjera, pretendemos elaborar una reflexión sobre el impacto de las relaciones de poder y los significados que portamos en la construcción del objeto de estudio, así como los desafíos de las diversas interacciones que emergen durante el trabajo de campo.

Palabras clave: epistemología; reflexividad; trabajo de campo; saber situado


Abstract

This article discusses the need for a self-reflective exercise on the knowledge production, evaluating the various relations of power that emerge in a research context, the interactions established by the researcher and how these affect the production of knowledge. The above taking as input the comparison of two field experiences narrated in first person, which include issues related to the exercise of sexual rights, maternity and adoption in Colombia. Contrasting the position of a native female researcher who studies the universe she comes from and another one who approaches as foreigner, we intend to develop a reflection on the impact of power relations and the meanings we carry in the construction of the object of study, as well as the challenges of the various interactions that emerge during fieldwork.

Keywords: epistemology; reflexivity; fieldwork; located knowledge


Resumo

O presente artigo levanta a necessidade de um exercício autorefletido na produção de conhecimento, avaliando as diversas relações de poder que emergem na situação de pesquisa, as interações estabelecidas pela pesquisadora e a maneira em que estas incidem na produção de conhecimento. Isto, tomando como insumo a comparação de duas experiências de campo narradas em primeira pessoa, que contemplam temáticas relacionadas com o exercício de direitos sexuais, maternidade e adopção na Colômbia. Contrastando a posição de uma pesquisadora nativa do universo que estuda e de outra que se aproxima em tanto que estrangeira, pretendemos elaborar uma reflexão sobre o impacto das relações de poder e os significados que portamos na construção do objeto de estudo, assim como os desafios das diversas interações que emergem durante o trabalho de campo.

Palavras-chave: epistemologia; reflexividade; trabalho de campo; saber situado


Introducción

La experiencia de un trabajo de campo nos conduce a múltiples reflexiones sobre los métodos utilizados para la recolección de datos, así como los abordajes teóricos y epistemológicos que nos permitirán analizar un tema determinado. Sin embargo, resulta necesario indagar acerca de los sujetos que se embarcan en el proceso investigativo. Examinarlos con rigurosidad supone pensar no solamente en aquello que se conoce sino también en quién conoce, quién enuncia y las relaciones que establece a lo largo del proceso, así como las transformaciones que estas implican, pues como lo señalan Naudier y Simonet (2011) "El saber es siempre político, por el simple hecho que quien conoce se encuentra siempre socialmente situado nos dicen las feministas". (p. 10).

La presente reflexión surge del cruce de dos experiencias de investigación. Realizamos nuestras investigaciones de Doctorado en instituciones francesas inscritas en las disciplinas de Antropología Social y Sociología cuyos trabajos de campo, uno de ellos (investigadora nativa) en curso, suponen la interacción con instituciones del Estado en Colombia. Durante el proceso de recolección de datos realizamos entrevistas en profundidad y observaciones participantes. Proponemos dar cuenta de las dinámicas que aparecen en un escenario de investigación y producción del conocimiento, cuando se tienen en cuenta las múltiples posiciones marcadoras de la diferencia como el sexo, el origen, la posición social, la profesión, la clase y la raza/etnicidad de las investigadoras. Lo anterior nos invita a asumir una lectura interseccional de dichas relaciones, entendiendo esta noción como

[...] el análisis de la interacción de tipos específicos de constructed históricos, de distribuciones desiguales de poder o de normativas fundadas sobre categorizaciones socio-culturales construidas discursivamente, institucionalmente o estructuralmente tales como el género, la etnicidad, la raza, la clase, la sexualidad o la generación, la lengua materna etc., que producen diferentes tipos de desigualdades sociales. (Lykke, 2010, p. 50)

De esta forma, analizaremos la investigación como un escenario de producción de conocimiento que se inscribe en dinámicas de poder. Presentaremos entonces, dos experiencias que, desde nuestro punto de vista, permiten confrontar la posición de una investigadora que pertenece al universo al que estudia (joven colombiana investigadora de políticas públicas nacionales y transnacionales sobre salud sexual) y la posición de una investigadora que aprende a relacionarse en un contexto social que le resulta ajeno (joven francesa investigadora de discursos e interacciones de diferentes actores implicados en el sistema de adopción colombiano).

A partir del contraste de las dos experiencias, proponemos articular nuestra reflexión en torno a:

  • Las implicaciones de la producción de un conocimiento que cuestiona la justicia social y cuya interacción con los y las participantes moviliza afectos
  • Las implicaciones del uso de la propia experiencia como insumo para el análisis contemplando las dinámicas de poder que entran en juego.
  • El rol de las expectativas de los y las actoras que participan de la investigación, frente a las posiciones de poder de las investigadoras desde una lectura interseccional que contemple sexo, origen, edad, etnicidad, clase, profesión y viceversa.

El artículo se estructurará de la siguiente manera: inicialmente se presenta el planteamiento metodológico. En la siguiente sección se aborda la manera en la que cada una de las investigadoras construye sus relaciones en el campo, evidenciando cómo las representaciones, expectativas y construcciones sobre la población inciden en la manera de comprender el objeto de estudio. Enseguida daremos cuenta de las relaciones de poder que marcan las múltiples identidades en la situación social constituida en el trabajo de campo. A continuación y teniendo en cuenta las relaciones de poder que se hacen visibles al describir las identidades de las investigadoras, planteamos cómo la toma de conciencia de las mismas supone desafíos en el proceso investigativo cuando se trata de una problemática que interpela la justicia social. Finalmente, abordaremos la manera en que los dos recorridos ilustran la necesidad de un ejercicio auto-reflexivo en la producción de un conocimiento situado y responsable de sus implicaciones.

Abordaje metodológico

Las reflexiones aquí presentadas resultan de un ejercicio auto-etnográfico entendido como "el gesto de hacer valer las experiencias afectivas y cognitivas de quien quiere elaborar conocimiento sobre un aspecto de la realidad basado justamente en su participación en el mundo de la vida en el cual está inscripto dicho aspecto" (Scribano y De Sena, 2009, p.3). Una de las formas para usar la auto-etnografía es aquella focalizada en el análisis de las relaciones establecidas con los otros y las otras. Nos centraremos entonces en nuestra experiencia de incorporación al campo, particularmente en las interacciones mantenidas por ambas investigadoras con las y los actores sociales. La propuesta metodológica de este artículo no describe las herramientas usadas en cada una de las investigaciones a las cuales hacemos referencia sino más bien, el abordaje utilizado para comparar los dos recorridos auto-etnográficos que dan cuenta de nuestra relación con los objetos de estudio y con los y las participantes.

Proponemos elaborar una comparación de los dos recorridos auto-etnográficos, lo cual nos conduce a pensar este trabajo como una etnografía multi-situada en la medida en que plantea desde dicha comparación, las distintas relaciones sociales en dos escenarios que apelan a procesos históricos compartidos y a dinámicas de poder similares. Para Marcus

[...] esta clase de investigación desarrolla una estrategia que reconoce los conceptos básicos teóricos sobre lo macro y las narrativas sobre el sistema mundo pero no depende de ellos para delinear la arquitectura contextual en la que están marcados los sujetos. (2011 p. 111).

El ejercicio comparativo de dos posiciones que implican relaciones distintas con los y las actores da paso a una reflexión sobre el saber situado, de acuerdo con Haraway (1991), un conocimiento cuya objetividad no resulta de una pretendida neutralidad sino más bien de un ejercicio auto-reflexivo de los sujetos cognoscentes quienes serán examinados con la misma rigurosidad con que se analizan los objetos de estudio (Cruz, Reyes y Cornejo, 2012). Nuestra intención es ilustrar con nuestras propias experiencias, reflexiones que han sido ampliamente tratadas por la literatura sobre epistemología, particularmente el feminismo crítico y su llamada a asumir la responsabilidad del conocimiento que se produce (Cruz et al., 2012).

Las creencias, las posiciones y los afectos en la construcción del objeto de estudio

Investigadora extranjera

Iniciando hace siete años mi trabajo sobre la adopción y más ampliamente acerca del parentesco y la familia en Colombia, tenía una opinión -¿estricta? - en cuanto a la posición de la investigadora en ciencias humanas. Escuchar el caso de una estudiante de psicología social cuyo objeto de estudio involucraba la adopción siendo ella misma adoptada me chocaba hasta el punto de cuestionarme mi formación académica francesa y las nociones de toma de distancia necesaria, objetividad versus subjetividad y afectividad neutra que me habían acompañado. Sin embargo, al volver de mis viajes de campo en Colombia, lista para embarcarme en la redacción de mi tesis, me enfrentaba a un bloqueo mayor de escritura. Me preguntaba cómo:

  • Hablar de madres de nacimiento que entregaban a sus hijos en adopción sin caer en una victimización etnocentrista.
  • Abordar a madres substitutas sin tomar posición a su favor o contra la institución pública de protección de la infancia que las explota y las maltrata.
  • Presentar a padres y madres adoptantes franceses en Colombia, impregnados de etnocentrismo, acompañados de cerca -dado mi rol de intérprete-, sin tener la impresión de traicionar y criticarlos.
  • Conservar secretos de vida de ciertos niños adoptados, confiados a los profesionales colombianos de la adopción o por las familias substitutas.

De ese modo, participaba en la constitución de mis propios resultados de investigación. Para producir una reflexión escrita me era necesario deshacerme de mis emociones tomando conciencia de ellas y expresándolas.

Me acompañaba el miedo a traicionar a las y los actores, a ser desleal cuando sus barreras de defensa habían caído, permitiéndome entrever algo de su identidad y su mundo. Tenía la impresión de haber utilizado a las y los actores para obtener mi material. Mi rol de intérprete con las parejas francesas adoptantes me ubicaba en una posición paradójica frente a ellos: los acompañaba en sus trámites de adopción, en su cotidianidad, era testigo de los primeros momentos de filiación, observadora y sin embargo, mi acompañamiento no resultaba gratuito puesto que constituía mis propios datos de investigación.

Ciertamente, aprovechaba situaciones en las que era partícipe y ostentaba el poder de orientar la entrevista hacia una pregunta pertinente para mi reflexión, experimentar interacciones y encuentros que sin mi presencia, no habrían tenido lugar, pero además, por sensibilidad personal y creencias propias acerca de la justicia.

Investigadora Nativa

Mi aproximación al objeto de estudio nació en la carrera de Psicología. Precisamente en el marco de una práctica en Psicología Social, tuve la oportunidad de participar en un proyecto de educación sexual para jóvenes cuyo objetivo inicial se refería a la promoción del ejercicio de derechos sexuales y reproductivos en jóvenes de una zona precaria de Bogotá. Trabajamos en red con diferentes instituciones públicas y privadas que se ocupan de la salud sexual y reproductiva del país. Tomamos contacto con profesionales y funcionarios involucrados en el tema. La preocupación compartida era la de disminuir el número de embarazos adolescentes.

De acuerdo a las encuestas efectuadas por Profamilia (2005), Colombia presentaba una importante tasa de embarazos precoces, considerada factor de riesgo para la población, reproducción de los círculos de pobreza y obstáculo para el desarrollo de los derechos sexuales. Los talleres desarrollados se organizaban con una metodología formulada para la población adolescente, haciendo uso del arte, de narraciones y música entre otras estrategias. Señalábamos la necesidad de trabajar desde una perspectiva de género que yo entendía como una lectura crítica de la opresión histórica ejercida sobre las mujeres.

Como practicante, simpaticé plenamente con los objetivos de contribuir a la disminución de embarazos adolescentes, enfermedades sexualmente transmisibles y la toma de conciencia de las mujeres de su situación de opresión asociada al género. Seguido a esta experiencia, propuse un proyecto de investigación de Maestría "Genre, Politique et Sexualité'. Me interesaba entender los obstáculos para el acceso a métodos de anticoncepción, el uso regular del preservativo, así como las dificultades de las mujeres para decidir sobre su maternidad. Sin embargo, me resultaba inquietante la transformación requerida para asumir los intereses de la investigación. Realicé entonces un trabajo de campo nutrido por observaciones participantes de los talleres con jóvenes; entrevistas a profesionales que se encargaban de educación sexual y conversaciones informales en centros de salud sexual.

Enseguida, en el marco de un proyecto de investigación doctoral, comencé un trabajo de campo en una zona rural del departamento de Nariño, donde nací. Los primeros contactos con las instituciones y con jóvenes me permitieron interrogar sobre las representaciones que las personas entrevistadas tenían sobre mí y vice-versa. Tomé conciencia de los prejuicios y estereotipos que portaba sobre la población rural y sus supuestas características culturales que impedían el ejercicio de una sexualidad segura tal y como se promovía en las instituciones de salud. Me refiero a la percepción de una población incapaz de asumir un comportamiento sexual seguro, es decir, haciendo uso permanente de los métodos de control de fecundidad contemporáneos.

Para acceder a la población joven rural, consideré la posibilidad de hacerlo por la vía institucional, cuyos funcionarios y funcionarias me permitieron una aproximación por talleres. Pese al hecho de que mi trabajo doctoral se inscribía en Sociología, los funcionarios presentes en la investigación otorgaron una mayor importancia a mi formación de base en psicología, dado que los y las psicólogas eran numerosos en las instituciones. Comencé entonces un diálogo con los y las profesionales que se ocupaban de los programas para jóvenes. Cuando presentaba los objetivos de mi trabajo de campo, mi Curriculum Vitae resultaba interesante en la medida en que acreditaba una experiencia cercana con jóvenes. Ciertos funcionarios, particularmente un médico del instituto departamental de salud, me manifestó su interés por mi presencia porque según él, era seguro que mi tesis ayudaría a encontrar la forma de disminuir la problemática de embarazos adolescentes, más marcada en Nariño.

Me señalaron que una de las necesidades de la región eran las intervenciones para transformar las características culturales, responsables de los embarazos adolescentes. Me solicitaron socializar los resultados de mi investigación puesto que según ellos, esto contribuiría a cambiar el machismo de la región, elementos que hacen de Nariño una región atrasada, particularmente en su población rural. Así las cosas, tomé conciencia sobre las expectativas de los funcionarios con respecto a mi trabajo. Expectativas por la presencia de una joven colega que podría compartir sus objetivos con herramientas académicas de su experiencia en Francia. Es así como uno de los funcionarios del Instituto Departamental de salud de Nariño me señaló en una de nuestras conversaciones informales previas: "Así como tú, nosotros creemos que las jóvenes rurales se embarazan por los mitos, la falta de información y la moral de sus familias, queremos apoyarlas para que tomen decisiones responsables".

Posterior a mi encuentro con funcionarios, tomé conciencia de sus expectativas. Me embarqué entonces en un proceso de toma de distancia frente a mis propias concepciones. Sus expectativas compartidas se convirtieron en un primer insumo para dar inicio a un proceso reflexivo sobre las representaciones que guiaron mi trabajo de campo, marcadas por posiciones de poder. Asumí que mi formación como psicóloga, particularmente en psicología social, me había llevado hacia una búsqueda militante de justicia social con principios feministas y buscaba entonces una intervención guiada por esos objetivos.

Análisis comparativo

Las experiencias citadas contribuyen a considerar el conocimiento como un resultado de diversas relaciones sociales y de la interacción de las investigadoras con su objeto de estudio. Todas ellas, mediadas por creencias y pre-concepciones que portan las investigadoras. Ambos procesos se movilizan en la medida en que aquellas se sienten interpeladas por un compromiso con las y los actores. Sin duda, contrastar la experiencia de la investigadora extranjera con la investigadora nativa, no se reduce a un asunto de nacionalidad ni pretende una visión esencialista de la pertenencia a un lugar. Al contrario, lo asumimos como una elección metodológica para ilustrar dos aproximaciones distintas al objeto de estudio que surge de recorridos opuestos. En el caso de la investigadora extranjera, la construcción del objeto de estudio implica movilizarse a un escenario que le resulta inicialmente extraño interpelándola a hacer consciente los prejuicios etnocentristas que implican abordar a los sujetos de estudio como los otros o las otras. En cambio, para la investigadora nativa, sentirse parte del escenario que estudia le implica tomar distancia de las percepciones compartidas con la población y hacer visibles las posiciones de poder que ella misma ocupa.

En ambos casos se hace evidente un interés por situar estas interacciones en un plano científico. Sin embargo, la toma de conciencia de este interés y la posibilidad de examinarlo como parte del objeto de estudio abre paso a una reflexión que nutrirá más adelante sus respectivos análisis. Haciendo eco de Naudier y Simonet (2011) "Nuestros temas de investigación resultan de inclinaciones sociales y afectivas, cuyas raíces suelen quedar en segundo plano en nuestros trabajos [...] (p. 51). La apuesta aquí sugiere rescatar esta mirada.

Investigador e identidades cruzadas: marcadores de la diferencia

Investigadora extranjera

Para indagar en la manera en que los actores me percibían, partiré de escenas vividas durante mi trabajo de campo. Tres variables importantes podrían caracterizar mi identidad en el terreno: edad, sexo, nacionalidad y etnicidad. A través de estos marcadores es que era percibida. Podemos preguntarnos por los efectos generados en la situación de investigación que actuaban en mi beneficio, así como en beneficio de los actores. De los tres elementos mencionados, el de la nacionalidad y del color de la piel es ciertamente el que tiene un impacto mayor en los a priori portados por las y los actores en el campo. Los significados percibidos constituían el esquema siguiente: mujer blanca, francesa o europea perteneciente al primer mundo, lo cual implica un cierto privilegio económico, a diferencia de los países del sur tales como Colombia, donde el color de piel es, en el imaginario, oscuro. Me formularon numerosos comentarios sobre el color claro de mi piel y mi estatus socio-económico supuestamente elevado. Una anécdota registrada en mis diarios de campo permite ilustrar esta reflexión.

En un intento inicial por estudiar las transferencias de niños y niñas de manera informal fuera de los contextos institucionales, realizaba una observación participante con vendedoras ambulantes de dulcerías afro-colombianas en Santa Marta. Acompañando a Yuneris durante sus ventas, nos encontramos de repente en un taller de mecánica. Una de las trabajadoras tenía un solo billete para pagar. Sin encontrar a nadie que nos cambie las vueltas, me señala diciendo: "pídele a la franchute, ella sí debe tener plata". Más tarde en la conversación, una de sus colegas me preguntó sobre mi alojamiento. No me creyó cuando le expliqué que vivía con las vendedoras. Las condiciones de vida algo espartanas, no concordaban con la imagen clásica de la turista blanca. Ante tal seriedad, me preguntó si podía venir conmigo a verificar lo que le resultaba increíble. Yuneris exclama con cierta ambigüedad en un tono no muy serio "claro, son 20.000 pesos", ante lo cual el trabajador replicaba "¿Cómo así, no me vas a hacer pagar por visitar a la franchute?". Esta proposición burlesca evidenciaba una visión del investigador en función de su estatus económico y del potencial beneficio de mi presencia.

Así en el ejemplo siguiente, vivido igualmente en mi trabajo de campo con vendedoras afro-colombianas, mi estatus de extranjera era tomado como ventaja. A mi llegada al terreno la gente fue acogedora, pero cuando se trataba de observar su trabajo acompañándolas en las ventas, la experiencia se tornó más complicada. Los primeros días, cargados de negativas, las mujeres argumentaban que yo no seguiría físicamente el ritmo de la marcha. Era evidente que su temor se fundaba esencialmente en un socavo de sus ventas. En efecto, muy seguido, los clientes (colombianos) se mostraban intrigados, curiosos de ver una joven blanca francesa acompañar la venta de dulces artesanales normalmente reservada a las mujeres negras.

Mi presencia resultaba incongruente, exótica e incomprensible porque mi apariencia física y mi estatus de extranjera hacían de mí la cliente esperada por las vendedoras. Los compradores curiosos se manifestaban doblando las ventas. Dicha actitud de aprovechar de mi presencia puede entenderse también como contrapartida implícita. Frente a la colaboración de las y los actores sociales, la investigadora se encuentra en una situación de deuda: "tú me observas cotidianamente, me cansas con tus preguntas, tu presencia no tiene sentido para mí, entonces en contra partida, espero una ayuda. Así las cosas, ¿Cuál será tu aportación? Eres blanca, europea, entonces tienes dinero, puedes ayudarme a obtener, directa o indirectamente, aprovechando lo que representas para nosotros".

Numerosas anécdotas con las parejas adoptivas francesas ilustran esta expectativa implícita de dinero. A diferencia de la investigadora que domina la lengua nativa y los códigos, las parejas adoptantes eran en su mayoría francófonas, mostrando con frecuencia una incomprensión manifiesta de la situación que podía interpretarse como una falta de lucidez por ciertos actores locales. Mi rol de intérprete en el lugar superaba las tareas de acompañamiento y traducción en el proceso de adopción, lo cual me permitió asumir la misión de defenderlas. Sin embargo, más allá del placer de encontrar consejos y derrotar el injusto incremento irracional de los precios, me di cuenta con distancia, que ese comportamiento podía ser revelador de un dilema propio del etnógrafo. Ciertamente, muy seguido, los precios aumentan cuando las y los locales se encuentran frente a extranjeros y extranjeras considerados sistemáticamente como gringos, o como gente del interior del país, mecanismo que en las zonas turísticas da lugar al encuentro de dos economías, la de los locales y la de los turistas (gringos + gente del interior).

Un comportamiento nacionalista como residuo de prejuicios -de carácter nativo y que intentan sistemáticamente estafar a los extranjeros- podría ser percibido en mi necesidad de defender a mi compatriotas. En realidad, me afectaba profundamente que se burlasen de ellos en mi presencia. Aquello representaba una derrota para mí, como si mi trabajo de inmersión hubiera fracasado.

La defensa de las parejas adoptantes en ese escenario a veces hostil, me otorgó con frecuencia un rol de amortiguador difícil de manejar, emocionalmente complicado implicando inconvenientes de ciertos profesionales de adopción. El ejemplo siguiente denota la desconfianza que generaba frente a la coordinadora regional de adopción del ICBF y la actitud de juicio que la tentaba con frecuencia. En una ocasión, ella reservó una habitación de hotel a una pareja recién llegada. Al día siguiente, la pareja insatisfecha me solicitó visitar otros hoteles y decidió cambiar. Sin tener información, la coordinadora me llamó molesta y señaló: "Te recuerdo que eres solamente intérprete y no tienes ningún derecho a cambiar de hotel a las parejas adoptantes". Intenté en vano, explicarle que justamente como intérprete es que, considerándolos individuos con libertad de actuar, los acompañé en su solicitud.

Finalmente, la variable de mi edad (entre 21 y 28 años durante mi trabajo de campo) asociada a la de mi estatus de extranjera y por lo tanto, la proyección sobre mi posible incomprensión del idioma, me resultaron útiles. En efecto, pude atreverme a pedir detalles sobre las historias de vida, simular inocencia e insistir. Mi edad y mi estatus de extranjera jugaban a mi favor explicando mis posibles imprudencias y mi capacidad de actuar sin vergüenza. Pude entonces obtener informaciones, ser testigo de situaciones que me habrían sido inaccesibles realizando el trabajo de campo en Francia como habría sido, igualmente difícil para un investigador colombiano obtenerlos y vivirlos.

Investigadora Nativa

El acercamiento a las instituciones de salud y el acceso a las entrevistas con diversos funcionarios y profesionales encargados de la atención en salud sexual a la gente joven me había resultado particularmente fácil, dadas las expectativas que generaban mi presencia como psicóloga pero además, algunos marcadores de la diferencia que se fueron revelando a lo largo de la experiencia de trabajo de campo y de interacción. Me refiero con esto a mi edad, mi configuración étnica, mi estatus social percibido como elevado, asociado a mi formación en el extranjero y particularmente en Europa. Es así como en el curso de una entrevista, debí problematizar ciertos aspectos físicos asociados a las diferencias jerárquicas de raza y de estatus socio-económico. Erica de 20 años, me señalaba que:

[...] aquí todas las niñas quieren ser como tú, es decir un poco más monas y blancas como las que aparecen en la T.V. que tienen dinero y que son bien lindas. Aquí se tiñen el cabello de rubio para gustarle a los hombres.

Así comenzaría a problematizar el rol que jugaba la construcción racial y de edad dentro del contexto que investigaba y las implicaciones que suponía ser vista como joven blanca y rubia (tenía durante mis trabajos de campo entre 24 y 27 años), permitiéndome adoptar una mirada más profunda sobre el proceso de la investigación.

Comencé a reflexionar sobre las múltiples ocasiones en las que había escuchado a los funcionarios referirse a la población rural, como esos otros cuyo comportamiento sexual se guiaba por la existencia de mitos y de folklore portadores de costumbres que debían ser transformadas para el desarrollo de la región. Para esos otros -marcados por sus características culturales pero también por sus cuerpos-, su vestuario, entre otros aspectos físicos, empezaron a ser objetos de un proceso que me permitió desnaturalizar nociones. Es evidente que había características comunes en la zona donde llevaba a cabo mis entrevistas y observaciones: la gente en su mayoría, tenía el cabello negro y liso, la piel oscura y una talla pequeña. Estas características físicas se asociaban a las comunidades indígenas, pese a la carencia del reconocimiento de ese estatus en la zona rural donde se llevó a cabo la investigación, ellas eran diferentes de la mayoría del funcionariado que frecuentemente tienen la piel más clara y el cabello teñido de castaño claro (sobre todo las mujeres).

Los campesinos de la zona rural de Nariño se visten con trajes reconocidos como propios de sus comunidades que permiten identificarlos claramente y asociarlos directamente con sus orígenes. Las mujeres -principalmente adultas- portan amplias faldas de colores y con follados (ropas interiores tejidas y visibles con colores vivos) y una ruana (poncho de lana utilizada para el frio). Algunas adolescentes entrevistadas hablaban del uso de la ruana y de las faldas como una costumbre que comienza a cambiar en las nuevas generaciones porque "hay muchachas que prefieren colocarse jeans como los que se ven en la televisión". En cambio, el funcionariado viste con prendas occidentales como se hace en las zonas urbanas y en las ciudades colombianas, tal y como yo lo hacía para salir al trabajo de campo. La diferencia mencionada siempre fue evidente, pero se había naturalizado ante mis ojos.

Problematizar estos indicadores que empezaban a cobrar un sentido, me permitió dar cuenta de la construcción y el mantenimiento de las jerarquizaciones raciales existentes en las instituciones de salud y que influían en la manera en que se aplicaban los programas de salud sexual en las comunidades rurales.

En lo que se refiere a marcadores de la diferencia asociados a la cultura,-particularmente el comportamiento sexual-, el funcionariado me señaló varias veces que:

[...] la población rural de Nariño presenta comportamientos sexuales diferentes a los que se observan en las comunidades negras situadas al borde del mar. Es decir, retardan el comienzo de su sexualidad, las mujeres sacralizan la virginidad puesto que sus creencias religiosas y su timidez impiden la compra de preservativos o el uso de métodos anticonceptivos.

Además, me señalaban las dificultades asociadas al uso de la píldora "porque una mujer del campo no va a acordarse de tomarla [...] y va a volver después a decir que está embarazada. Al contrario, no se encuentran relatos claros sobre el comportamiento de la población urbana". A partir de estas conversaciones comenzaría una reflexión que me permitió comprender un proceso de construcción de alteridad étnica al cual yo misma contribuía en tanto colombiana educada con un relato de país mestizo como locus de enunciación.

El funcionariado que como yo, ejerce en tanto profesional de la salud, es también portador de relatos de nación que buscan un comportamiento sexual asociado a valores como el progreso y la civilización, apoyándose en representaciones de raza y etnicidad de una manera explícita o implícita. Un cuestionamiento sobre las representaciones de funcionarios sobre la población rural de Nariño me incitó a pensar sobre las formas de gobierno de los cuerpos que producen subjetividades sexuales y alteridades étnicas movilizadas por las instituciones de salud y por sus funcionarios. Para eso, mi inserción como psicóloga y las interacciones con sus funcionarios me permitieron una mirada más profunda que exigía nuevamente la deconstrucción de mis propias concepciones.

Análisis comparativo

En ambas experiencias, se revelan elementos que aportan a la construcción del objeto de estudio en la medida en que las investigadoras hacen de sus identidades un insumo para el análisis. La reflexión sobre las interacciones y las expectativas, así como los posibles prejuicios de los y las participantes y/o de las investigadoras, posibilitó una comprensión más amplia. Para la investigadora extranjera, el constante sentimiento de pertenencia a ese estatus de extranjera, su necesidad de involucrarse en la cultura colombiana, así como de defender a sus compatriotas, da cuenta de la experiencia de las parejas de adoptantes al llegar al terreno pero también, provoca el cuestionamiento sobre la manera como la creencia generalizada de un mayor estatus social otorgado a los y las europeas incide en las decisiones propias del proceso de adopción.

Así las cosas, resulta pertinente indagar en la manera en que los y las profesionales de adopción se relacionan con las parejas adoptantes blancas europeas y contrastar las relaciones que establecen con las parejas, principalmente con las madres colombianas que dan en adopción y de qué manera las construcciones raciales juegan un papel en el sistema de adopción a nivel global y local (Delord, 2011; 2012). De otro lado, la investigadora nativa, igualmente inscrita y portadora de construcciones raciales en las que ocupa una posición no marcada, hace uso de este análisis auto-reflexivo para dar cuenta de cómo los y las profesionales de salud ejercen un poder sobre la población a quienes se dirigen, construyendo alteridades étnicas a partir de una nueva normativa sobre la sexualidad que desplaza la cuestión moral y ubica la medicalización en el centro del poder (Gomez, 2011).

Implicación, la pregunta por la justicia social

Investigadora Extranjera

Mi sensibilidad personal se reveló principalmente sobre un eje, haciéndome abandonar mi rol de observadora neutra para asumir el de participante. Atestiguar situaciones injustas me llevó a involucrarme en diversas situaciones, pues me sentía tocada por la problemática. Conociendo a todas las y los actores del sistema de adopción en Colombia, asumía el papel de mediadora, permitiendo la comunicación e incluso encuentros de actores que normalmente se ignoraban.

Tuve dificultades para tomar distancia frente a ciertos actores del sistema que representaban a: el pobre, la oprimida, etc. (familias sustitutas, madres biológicas) y la tendencia a satanizar (al personal público y privado de la adopción en Colombia).

Mis actos fueron sin embargo, la consecuencia de diversos elementos: más allá de mis afectos, respondieron también a mis intereses científicos frente a eventuales revelaciones e interacciones inéditas. Pero a la vez, fui también utilizada por diferentes actores a lo largo de mis experiencias en el campo en tanto especialista de la adopción, (un recurso importante), poseedora de datos y contactos que podrían facilitar trámites y apaciguar inquietudes.

Dado que me resultaba impensable que la madre sustituta, después de procurar los cuidados al niño durante la espera de su adopción, sea puesta a la sombra por los y las profesionales y extirpada del pasado del niño, me obligaba a mencionarla a las parejas adoptivas. Al mismo tiempo, me encontraba nutrida de demandas cotidianas de las parejas adoptantes sobre las necesidades de los niños y niñas, sus costumbres y su pasado, solicitudes a las cuales no podía satisfacer y a las que el ICBF no respondía con precisión.

Proponer el encuentro de las familias de acogida y de los padres adoptantes resultaba una manera de satisfacer la frustración afectiva de los primeros y la carencia de información de los segundos pese al desacuerdo del ICBF regional con este encuentro (sin embargo, los lineamientos de adopción no abordaban el tema). Cuando era posible, tomaba la iniciativa del establecimiento de un vínculo pero les correspondía a las parejas inventarlo: algunos quisieron conocer a la familia de acogida para pasar un momento con ellas y ofrecerles un regalo (sin el niño, yo acompañaba a las parejas), otras me pedían llevar un presente, recoger información y tomar fotos de la casa donde el niño había pasado sus primeros meses. Otros aprovechaban mis idas y vueltas en los últimos años para mantener contacto en la distancia, confiándome fotos del niño para las madres sustitutas, probando el interés de ese vínculo contra lo no-dicho, corolario frecuente de la adopción.

Ciertas familias adoptantes, impulsadas por la falta de información sobre el pasado de los niños y niñas, me pidieron -igualmente fuera del ICBF-, investigar datos sobre la familia sustituta e incluso sobre la familia biológica. Respondía a sus demandas motivada por el bienestar del niño pero ¿cuál era mi objetivo personal? Llevada por el deseo de reestablecer la verdad y por supuesto, por el hecho de vivir una situación original, pude conocer numerosas familias sustitutas y sobre todo, en una ocasión, miembros de la familia biológica.

Defensora del acceso a la información, al comienzo de mi trabajo de campo me distanciaba de los discursos de los profesionales del ICBF incitando a hacer tabula rasa del pasado de la criatura -frecuentemente tortuoso- y proponía una comprensión de la adopción como un nuevo nacimiento, un nuevo aliento en la vida. Ahora, después de abrir la caja de pandora, que no me pertenecía, continúo con esta pregunta abierta: ¿Cómo manejar la información en una adopción? ¿Qué decir, cómo y a quién? ¿Qué hacer con la información no divulgada?

Artur fue el primer niño a quien acompañé en el proceso de adopción. Inmersa en ese rol por azar, sin ninguna formación, me improvisaba como intérprete. Con cierta distancia, puedo decir ahora que ese encuentro fue particular y único. Un vínculo fuerte y singular nos unió desde el principio. ¿Lo calmaba desde los primeros días por mi manejo de su lengua frente a esa pareja extraña que hablaba un idioma desconocido?¿Representaba más tarde, el único vínculo con su cultura, su país y ahora su pasado? Y yo, ¿me sentí conmovida por ese primer contacto con un niño abandonado, víctima de la imagen dramática de niños sin vínculos, errantes en las calles, abandonados en las basuras? ¿Mis primeros alientos maternales serían solicitados?

De todos modos, guardando contacto con la familia adoptiva, no pude negarme cuando la madre adoptiva, inquieta, me pedía un favor. Artur tenía una cicatriz en el vientre ausente en todos los expedientes de salud. Ningún profesional del ICBF conociéndolo desde bebé, pudo explicarla. Sabiendo que yo me encontraba en su ciudad natal, la madre adoptiva me solicitó intentar obtener detalles con el ICBF. Mi primer trámite de búsqueda con la nutricionista terminó en fracaso. Ni ella, ni ningún otro profesional daban respuesta a las preguntas. En otro de los viajes, la familia adoptiva me solicitó localizar a la familia sustituta para obtener elementos más precisos (fotos o anécdotas para reconstituir su pasado entre cero y dos años). Artur sentía la falta de un álbum de familia y de huellas para identificarse a esa edad.

Después de una pequeña búsqueda, logré encontrarlo y los descubrimientos se multiplicaron hasta el punto de contemplar una apertura sobre la familia biológica validada por la pareja adoptiva: conocí entonces a las tías maternas, después al padre, a la hermana biológica y a la abuela paterna. Si bien los encuentros con la familia sustituta y ciertos miembros de la familia biológica, eran impulsados por los padres adoptivos, los llevé a cabo también porque me resultaba conveniente. Reconstruir el rompecabezas de la historia de Artur, conociendo a los diferentes actores presentes en su pasado me permitía acercarme a la parentalidad plural en Colombia gracias a una configuración familiar casi completa. Sin embargo, me asaltaban numerosas dudas frente a esa situación difícil.

Al salir del primer encuentro con la familia sustituta me sentí incómoda con la información obtenida que de un lado, no me pertenecía y que de otro resultaba dolorosa. ¿Cómo reaccionarían finalmente los padres adoptivos de Artur frente a ciertos elementos traumáticos del pasado del niño? ¿Debería contarles todo o contentarme con líneas generales y omitir los detalles?, pero ¿quién era yo para esconder información de su vida? ¿Harían ellos un uso adecuado de la información y de las fotos? ¿Pero qué quiere decir hacer buen uso?

Investigadora Nativa

La toma de conciencia de relaciones que apelaban al proceso de racialización de ciertos grupos poblacionales con los cuales yo misma trabajaba, me permitió enfrentarme a mis propias concepciones y expectativas intentando tomar distancia para abrir una comprensión más amplia del trabajo de investigación. Me pregunté entonces si era necesario manifestar de manera explícita esta perspectiva en la relación con los y las profesionales de la salud. Sin embargo, me habían solicitado apoyar los talleres para participar en las sesiones preparatorias así como en otras reuniones entre profesionales que se ocupaban de la salud sexual. Para establecer el contacto con la población joven, buscaba comprender por fuera de los estereotipos, sus propias experiencias sobre la sexualidad y sobre las transformaciones vinculadas a los programas de promoción para el uso de métodos modernos de anticoncepción. Sin embargo, me resultaba difícil cortar el vínculo establecido con los funcionarios, incluso si compartían los objetivos mencionados.

Me presentaban como psicóloga, relación que acepté, consiente del sentido que cobraba. Es así como los y las jóvenes me identificaron con las instituciones de salud y con sus funcionarios. Cuando comencé las entrevistas, los interrogaba frecuentemente sobre sus expectativas frente a nuestro encuentro y a su visión de mi trabajo. Me narraron algunos encuentros pasados con psicólogos -experiencias valoradas gracias a la obtención de recomendaciones para mejorar su sexualidad y para hacer un uso adecuado de los métodos de prevención. Las psicólogas eran vistas como mujeres que informaban sobre la planificación y la anticoncepción y respondían a preguntas sobre temáticas que resultaban difíciles de abordar en otros contextos. Es así como Alicia -de 21 años- me señaló que "alguna vez fui a una psicóloga y me encantó porque me dio muchos consejos sobre la forma en que debía protegerme para no fracasar".

Patricia -de 19 años- mencionó un encuentro con una psicóloga, una "mujer muy buena" que le permitió hablar abiertamente de sexualidad y formular preguntas imposibles de abordar con su familia. En la medida que la conversación avanzaba, ella manifestaba sus dudas. De esta forma, la situación me resultó delicada en la medida en que Patricia solicitaba mi implicación directa:

—Disculpe, me gustaría hacerle una preguntica porque me siento en confianza con usted
—¿Cuál es tu pregunta?
—Quisiera saber si tener relaciones sexuales antes del matrimonio es un pecado.
—¿Por qué me haces esa pregunta ? ¿Alguien te dijo eso?
—Sí, aquí uno escucha eso todo el tiempo, también en la Iglesia, el padre, pero es verdad que uno ve las cosas distintas ahora, los jóvenes tienen hijos antes de casarse.
—Bueno, yo no tengo una respuesta verdadera o falsa, cada persona tiene su forma de pensar. Para algunas personas está bien y para otras no tanto, lo más importante es tu sentimiento de tranquilidad con la decisión que tomes y que sea tu propia decisión.
—¿Quieres decir que no es un pecado entonces?
—Bueno la idea de pecado es una idea de la religión entonces lo más importante es que tú estés tranquila con tu decisión.
—Entonces me siento mucho más tranquila [...]

Este extracto muestra la manera en que la posición es solicitada en la interacción con los jóvenes y su percepción sobre el investigador. Así, me encuentro interpelada a intervenir incidiendo en las creencias de la joven. Mi discurso, incluso si hay una pretensión de neutralidad, habla de libertades individuales de una manera implícita, pero no está directamente en contra de la prohibición de las relaciones sexuales antes del matrimonio, pues yo intento no transmitir mi opinión. Si bien mi posición implica el respeto por la libertad de elección, la joven señala sentirse tranquila después de la conversación. Así, una investigación distante de las creencias del investigador resulta imposible en la medida en que los datos de la investigación constituyen el resultado de interacciones y de relaciones de poder en la situación social construida.

Miradas cruzadas

Este último apartado resulta pertinente para abordar una reflexión sobre la responsabilidad del conocimiento producido por las investigadoras. Pero además, reconocer la inevitable incidencia del investigador, sus creencias, afectos y posiciones políticas, no solo en la construcción del objeto de estudio sino también en las interacciones que mantiene durante el trabajo de campo. Ambas experiencias dan cuenta de problemáticas que tocan fuertemente la justicia social y que movilizan posiciones. Así, las investigadoras nos vimos interpeladas a incidir en cada uno de los escenarios y asumimos que nuestra presencia, lejos de ser neutral, impactaba sobre las y los actores. Lo anterior resulta interesante en la medida en que postula en el centro del debate la pregunta del para qué de la producción de conocimiento (Cruz et al., 2012).

Conclusiones

Tal y como lo plantea Boltanski "La postura que se reclama neutra, no hace otra cosa que activar y acentuar esquemas por medio de los cuales, la realidad se permite ser vista y se confirma en lo que quiere ser" (2008, p. 88). Las dos experiencias enunciadas pretenden esbozar un recorrido auto-reflexivo para dar cuenta de la necesaria búsqueda de un saber consciente de sus propios esquemas de producción de conocimiento. Así, Gardey (2013) haciendo alusión a Haraway (1991) y a su idea de que "la realidad no es independiente de las exploraciones que hacemos" plantea que esta última no existe como exterioridad.

La realidad no es conocible sino tan sólo en el comercio que establecemos con ella y dado que tal comercio implica, desde ya y para siempre, una impureza tanto en la situación del sujeto del conocimiento, adherido o definido por una multitud de vínculos psíquicos, sociales y naturales como en el objeto del conocimiento que implica una heterogeneidad del mismo orden. (p.173)

La propuesta de contrastar entre la experiencia de la investigadora nativa y la investigadora extranjera resulta un insumo etnográfico que permite dar cuenta de la manera en que cada trayectoria biográfica supone comprensiones diferentes en el proceso investigativo. Además, plantea los desafíos de cada postura. Para la investigadora extranjera el reto implica distanciarse de sus propios sesgos etnocentristas. La investigadora nativa deberá asumir por el contrario, el desafío de tomar distancia y desnaturalizar relaciones que resultan evidentes puesto que se aproxima a un escenario que contribuye a la construcción de sus propias lecturas del mundo. Entendemos entonces la posición de extranjera y nativa -en un sentido más amplio-, como dos posibilidades de llevar a cabo un recorrido investigativo cuando se es parte del universo que se estudia y cuando nos aproximamos a un escenario desconocido, posibilidades que comparten la necesidad de examinar el punto de partida.

De este modo, las expectativas construidas sobre la investigadora extranjera permitirán el acceso a cierto tipo de información probablemente más escasa para un investigador nativo; así mismo dará cuenta de las construcciones étnicas raciales que operan en la situación de investigación, pues no se trata solamente de una presencia externa sino también, de características asociadas a la mujer blanca europea.

Por el contrario, para la investigadora nativa la inmersión total implica la necesidad -y además la posibilidad- de tomar como insumo para el análisis sus propias concepciones en la medida en que estas son compartidas por actores de la investigación. Las relaciones establecidas con ella darán cuenta de la manera en que se construyen y se entrecruzan diversas dinámicas de poder al interior del país. Las construcciones sobre el estatus social, el color de piel, la edad, el sexo y el capital intelectual, entre otros, dan cuenta de la manera en que se articulan las diversas posiciones de poder a un nivel local y global.

Para ambas investigadoras, el proceso posibilitó una toma de conciencia de un marcador antes invisible: la blanquitud que según Cervulle (2012), designa la hegemonía social, cultural y política blanca a la cual se ven confrontadas las minorías etnoraciales. Lo que resulta interesante para el autor al pensar sobre la blanquitud es la posibilidad de contestar la idea según la cual las y los actores socialmente percibidos como blancos escaparían a los procesos de racialización. Sin esencialismos, esta posición que se hizo visible en los procesos de interacción en ambas experiencias, permitió no solamente hacer consciente este marcador, sino además ampliar la comprensión del objeto de estudio y la manera en que opera la raza y la etnicidad entendida a la manera de Restrepo (2004), como una "modalidad de dominación que se ejerce mediante una estrategia de otrerización eurocentrista, que implica la producción de un otro en contraste radical con una no marcada mismisidad"(p.25), en las cuestiones que involucran el ejercicio de derechos sexuales en la libre opción de la maternidad y en los procesos de adopción internacional.

De otro lado, resulta necesario contrastar la manera en que cada una de las experiencias invoca las lecturas que los y las participantes portan sobre las y los investigadores. La recolección de datos constituye un espacio de interacciones sociales impactadas por las posiciones de poder ocupadas que dará cuenta, más adelante, de la relación de las y los actores con las tecnologías de anticoncepción, así como su vivencia de la sexualidad, la filiación o la maternidad. En esta línea, Gardey (2013) señala que una comprensión de la realidad como la mencionada implica

[...] la extensión de la definición de lo social que no puede restringirse a la sociedad de los hombres. Esto significa que el análisis de las relaciones asimétricas que relacionan los hombres entre ellos con aquellos que son definidos como otros (mujeres, hombres de color, coloniales) no es suficiente. Lo social, esa naturaleza cultura de otra forma compleja: es la dimensión contemporánea de nuestra presencia en el mundo en un ambiente tecnocientífico donde las fronteras entre lo vivo y lo artificial han sido inciertos. (Gardey, 2013, p.173)

Ambos procesos de investigación poseen elementos en común entre los cuales podemos mencionar: la alusión a temáticas que impactan profundamente la justicia social, la relación de las problemáticas estudiadas con el ejercicio de derechos sexuales y reproductivos donde sin duda, aparece la maternidad en el centro del debate y nos interpela en nuestra subjetividad política como mujeres; los fines de investigación y el ejercicio auto-etnográfico que resulta revelador de algunos datos de campo que nos proveen de insumos de análisis. Así mismo, ambas resultamos involucradas como actrices de los procesos que observamos, somos interpeladas para dar nuestra opinión o a actuar haciendo uso de nuestras competencias y nuestra formación.

A la manera de Cefai (2010), la etnografía no es otra cosa que la experiencia biográfica en la que la investigadora debe cuestionar su propia trayectoria para llevar a cabo una investigación sobre la investigación embarcándose en un largo proceso de toma de distancia, de prejuicios teóricos ideológicos, políticos y religiosos, entre otros. Lo anterior resulta pertinente como reflexión cuando asumimos el impacto de la producción de un conocimiento sobre las dinámicas sociales que pretendemos describir. Si bien las dos experiencias relatadas se inscriben inicialmente en un interés científico, ambas dan cuenta de dinámicas sociales que impactan sobre la construcción colectiva de la justicia social y que contribuyen al proceso de subjetivación política de sus propias autoras.


Referencias

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