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Universitas Humanística

versão impressa ISSN 0120-4807

univ.humanist.  no.81 Bogotá jan./jun. 2016

https://doi.org/10.11144/Javeriana.uh81.pccs 

Prácticas comunicativas y cambio social: potentia, acción y reacción

Communication practices and social change: potentia, action and reaction

Práticas comunicativas e mudanga social: potentia, ação e reação

Juan Carlos Valencia1
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá, Colombia2 valencia.juan@javeriana.edu.co

Claudia Magallanes3
Universidad Iberoamericana Puebla, Puebla, México4 claudia.magallanes@iberopuebla.mx

1Doctorado en Media, Music, Communication and Cultural Studies de Macquarie University, Australia. Maestría en Comunicación de la Pontificia Universidad Javeriana. Especialización en Estudios Culturales de la Pontificia Universidad Javeriana..
2Profesor Asistente del Departamento de Comunicación.
3Doctora en Humanidades de la Universidad de Western Sydney, Australia.
4Coordinadora de la Maestría en Comunicación y Cambio Social.

Recibido: julio 15 de 2015 Aceptado: agosto 19 de 2015 Disponible en línea: 30 de noviembre de 2015


Cómo citar este artículo

Valencia, J. C. y Magallanes, C. (2016). Prácticas comunicativas y cambio social: potentia, acción y reacción. Universitas Humanística, 81, 15-31. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.uh81.pccs


Resumen

Este artículo propone un nuevo énfasis en el trabajo investigativo y pedagógico de la disciplina latinoamericana de la Comunicación en el estudio de las prácticas comunicativas y su estrecha relación con la alteridad y el cambio social. Las prácticas comunicativas incluyen las dinámicas alrededor de los medios y sus mediaciones y van más allá, para incluir acciones y expresiones cotidianas de extraordinaria riqueza y diversidad, asociadas a redes culturales y sentidos complejos. Dichas prácticas comunicativas ilustran, expanden y profundizan los incesantes esfuerzos de creación, transformación, recuperación y conservación de sentidos, redes y lazos, más allá de lo instrumental, que propenden por cambios profundos y por la construcción de alternativas a un orden social latinoamericano injusto, destructor, colonial y excluyente. El estudio de las prácticas comunicativas en clave de cambio social, especialmente desde Latinoamérica, abre ventanas hacia otras formas de conocimiento y acción alternativas a la modernidad, como la comunalidad o el buen vivir.

Palabras clave: prácticas; comunicación; Latinoamérica; cambio social


Abstract

This article proposes a new emphasis on the research and educational work of the Latin American communication discipline in the study of communication practices and their close relationship with alterity and social change. The communication practices include the media dynamics and its mediations, and they go beyond including actions and everyday expressions of extraordinary richness and diversity associated to cultural networks and complex meanings. Those communication practices illustrate, expand and deepen the ceaseless efforts of creation, transformation, restoration and conservation of meanings, networks and relationships beyond the instrumental. They promote profound changes and the construction of alternatives to an unjust, destructive, colonial and exclusionary social order in Latin America. The study of the communicative practices for social change, especially in Latin America, opens opportunities to access other forms of knowledge and action alternative to modernity, such as comunalidad or good living.

Keywords: practices; communication; Latin America; social change


Resumo

Este artigo propõe nova énfase no trabalho investigativo e pedagógico da disciplina latinoamericana da Comunicação no estudo das práticas comunicativas e sua estreita relação com a alteridade e a mudanga social. As práticas comunicativas incluem as dinámicas ao redor dos meios e suas mediações e as transcendem para incluir ações e expressóes quotidianas de extraordinária riqueza e diversidade, associadas a redes culturais e sentidos complexos. Tais práticas comunicativas ilustram, expandem e aprofundam os incessantes esforgos de criação, transformação, recuperação e conservação de sentidos, redes e vínculos, mais para além do instrumental, que propendem por mudanças profundos e pela construção de alternativas a uma ordem social latino-americano injusto, destrutor, colonial e excludente. O estudo das práticas comunicativas em chave de mudanga social, especialmente desde Latino-américa, abre janelas para outras formas de conhecimento e ação alternativas á modernidade, como a comunalidade ou o bom viver.

Palavras chave: práticas; comunicação; Latino-américa; mudanga social


Queremos introducir a los lectores de esta edición de la revista Universitas Humanística, en una serie de discusiones, temáticas y trabajos alrededor del papel que juegan las prácticas comunicativas en el agenciamiento de cambios sociales. No se trata de una nueva perspectiva dentro de las Ciencias Sociales o la Comunicación, sino de un nuevo énfasis o una exploración de caminos novedosos dentro de lo que han sido dos de los grandes aportes latinoamericanos a la comunicología (Sierra, 2014): 1) considerar los procesos comunicativos como algo que incluye las dinámicas alrededor de los medios, enfatizando lo que Martin-Barbero (1987) describió como mediaciones, pero que va más allá para incluir prácticas cotidianas de extraordinaria riqueza y diversidad, asociadas a redes culturales y sentidos complejos (Couldry, 2004); y 2) vincular esas prácticas comunicativas con los incesantes esfuerzos de creación, transformación, recuperación y conservación de sentidos, redes y lazos, más allá de lo instrumental, que propenden por cambios profundos y por la construcción de alternativas a un orden social injusto, destructor, colonial y excluyente.

Para justificar nuestra insistencia, es preciso mencionar que autores como Bertrán (1985), Hegde y Schome (2002) y otros pensadores poscoloniales y decoloniales (Valencia, 2012) consideran que la Comunicación sigue siendo una disciplina deinida en gran medida por la influencia de Occidente, y que está fuertemente marcada por un ideario modernizante, medio-centrista, con escasa reflexividad sobre su trayectoria histórica (Park y Pooley, 2008). De allí su tardanza o reticencia para entrar en diálogo con campos emergentes de las ciencias sociales y humanas que surgieron en diversas partes del mundo desde inales del siglo XX: estudios culturales, estudios de género, estudios críticos de la ciencia y la tecnología, estudios de la subalternidad, estudios literarios, estudios poscoloniales, estudios visuales y sonoros.

La Comunicación surgió como disciplina en América Latina cuando se academizaron los estudios informales y las prácticas en periodismo que habían tenido tanta importancia en la región y que se habían plegado al ideal letrado, eurocéntrico que describe Ángel Rama (1984). La primera versión académica de la Comunicación experimentó la influencia de la escuela funcionalista norteamericana y del desarrollismo (Araya, 2015), pero paulatinamente, aparecieron miradas más críticas, influenciadas por la Escuela de Frankfurt y luego por el Estructuralismo (Martín-Barbero, 2001; Barranquero y Sáez, 2015; Fuentes, 2003). La emergencia de una mirada propiamente latinoamericana sobre la Comunicación a inales de la década de 1970 abrió la disciplina, la conectó con las ciencias sociales y la ilosofía, la ayudó a perder objetos rígidos y a ganar procesos pletóricos de vida, estudiados desde perspectivas más reflexivas y autocríticas (Valencia, 2012). De la mano de autores regionales como Jesús Martín-Barbero, José Joaquín Brunner, Renato Ortiz, Aníbal Ford, Jorge González, Rosa María Alfaro, Guillermo Sunkel, Rossana Reguillo y Néstor García-Canclini -influenciados por las obras de Paulo Freire, los dependentistas, los teólogos y ilósofos de la liberación, así como por los movimientos sociales, tan activos en la región (Zibechi, 2007)-, surgieron conceptos como mediación e hibridación que transformaron la manera en la que se entiende la comunicación, el papel de los medios, su relación con las dinámicas culturales, y los vínculos entre cultura popular y cultura masiva.

Consideramos que es importante insistir en estudiar esas prácticas comunicativas, en particular aquellas que le apuntan al cambio social, porque en la actualidad y bajo la presión que ejerce el neoliberalismo sobre los sistemas académicos globales (Mato, 2002; Restrepo, 2014), muchas instituciones educativas latinoamericanas están reincidiendo en enfoques instrumentales (Martín-Barbero, 2006) y mediacéntricos. La despolitización de los currículos se está convirtiendo en norma, la Comunicación parece estar reincidiendo en viejos anhelos, en nuestra opinión imposibles y contraproducentes, de convertirse en una disciplina cerrada, en contravía de lo que parece estar ocurriendo en otras ciencias sociales (Hesmondhalgh y Toynbee, 2008); el uso cada vez más intenso y cotidiano de tecnologías informáticas y comunicativas está llevando a académicos de toda la región a reeditar antiguas visiones tan deterministas como ingenuas, y a pesar de los terremotos que sacuden el edificio de las industrias mediáticas y publicitarias tradicionales, el estudio de lo que en su momento se describió como prácticas en cultura y poder (Mato, 2002), descentralizadas, cargadas de potencial y novedad, sigue siendo un punto ciego dentro de la academia comunicacional.

Martin-Barbero (1987, 2002) ha insistido en que la creatividad comunicativa de la gente florece a través de todo tipo de medios, pero que no podemos olvidar que también lo hace en otros espacios: desde las maneras en que los campesinos organizan sus productos en las plazas de mercado, hasta la forma en que la gente rinde tributo a sus muertos en los cementerios populares (Martin-Barbero, 1990a), pasando por las expresiones artísticas de los colectivos juveniles en los entornos urbanos, las formas de organización y operación de los activistas y tantas otras acciones. Estas prácticas comunicativas a menudo pasadas por alto, devaluadas, estigmatizadas, deslegitimadas o folclorizadas por una disciplina académica obsesionada con las grandes industrias culturales, el despliegue tecnológico espectacular y los grandes medios periodísticos (Couldry, 2004), abren ventanas hacia otras formas de conocimiento (Orozco, 1990 p.7; Downing, 2000; Rodriguez, 2001) y acción que se dan en la sociedad y en nuestro contexto latinoamericano que Arturo Escobar (2003) describe como alternativas a la modernidad y otros (Gudynas, 2011), como buen vivir.

Son estas prácticas, unidas a la innegable expansión de las industrias culturales, las que han llevado a analistas como Castells (1997) o Vattimo (1994) a plantear desde hace décadas el surgimiento de una era de la información o de la comunicación. Vattimo por ejemplo, consideraba que el advenimiento de la sociedad de la comunicación generalizada, en la que personas, comunidades y culturas de todo el mundo lograban inalmente hacer oír sus voces, estaba llevando a que el ideal europeo de humanidad fuese visto como uno más entre muchos otros. La visibilidad y el creciente impacto de las prácticas comunicativas, desarrolladas desde abajo y conectadas con otras epistemes y cosmovivencias (Champutiz, 2013; Cadavid y Gumucio, 2014; Martínez y Sierra, 2012), estaría desmontando la supremacía de una modernidad occidental totalitaria y etnocéntrica (Quijano, 2000; Chakrabarty, 2007). Las prácticas -expresión cotidiana de conocimiento encarnado- posibilitarían acciones para la vida, formas más humanas y sensatas de relacionarse con los demás, con uno mismo y con la naturaleza, sugieren la presencia y la manifestación continua y práctica de lo que Robert y Rahnema (2001) -siguiendo al filósofo Spinoza- describen como potentia:

[...] cierta capacidad de subsistencia particular de los pobres, en general, [que] les ha permitido exorcizar la miseria, una capacidad histórica que la modernidad occidental rara vez ha comprendido y nunca reconocido, y cuya negación hace errar todos los discursos sobre la pobreza. Sin embargo, es la existencia o no de esta capacidad la que hace la diferencia entre la pobreza y la miseria. (p.44)

Este optimismo ha sido matizado por perspectivas críticas que fueron emergiendo en las dos décadas pasadas. Desde una mirada postmarxista, pensadores como Michael Hardt y Antonio Negri (2009) consideran que la creciente productividad comunicativa de nuestro tiempo forma parte de una inaudita expansión del mercado y va aparejada de la soisticación de las estrategias de cooptación de la creatividad y la diversidad, y de la expropiación de lo común, por parte del capitalismo posfordista globalizado. Uno de los ejemplos más dramáticos de esa cooptación sería el de la generalización de la minería de datos en internet, que logra mercantilizar y crear utilidades a partir de los afectos, la intimidad y la sociabilidad de la gente (Terranova, 2004; Andrejevic, 2012; Valencia, 2014).

Martín-Barbero (2006) no ignora ese poder del capital. Para él:

[...] pensar en prácticas culturales no significa ignorar el poder de las lógicas de codificación y de los hábitos, sino dar espacio a nuevas formas de inteligibilidad que están contenidas en la apropiación cotidiana de la existencia y en la capacidad de la gente de fracturar concepciones hegemónicas. (Martín-Barbero, 2006, p.286)

El regocijo ante la productividad cultural de la gente no puede llevar a una identificación simplista entre diferencia y resistencia:

La identificación política de lo popular con una resistencia intrínseca y espontánea con la que los subordinados se oponen a lo hegemónico [no tiene en cuenta] la textura densa de la relación entre hegemonía y subordinación ni el entretejido de resistencia y sumisión, oposición y complicidad. (Martín-Barbero, 1987; p. 448).

De esta consideración surge el otro aspecto que queremos enfatizar en esta edición de la revista: el del cambio social. La comunicación es un elemento clave para la materialización de formas de vida y sociedad. Expresa y facilita maneras otras de vivir en comunidad y de relacionarse con la naturaleza; mantiene lazos y reafirma o construye comunidad; establece y engrana dinámicamente sistemas organizativos; conduce y permite visibilizar y negociar disensos; está en la base de la interacción intercultural; posibilita la permanencia de la memoria y la transmisión de legados y lenguajes; construye nuevos saberes que permiten enfrentar la precariedad o lo impredecible de la vida. Pensada desde la clave del cambio social, la comunicación deja de ser un medio para algo, es también un in, un objetivo, una manera de vivir (Barranquero y Sáez, 2015, p. 63). Detenernos en la relación entre prácticas comunicativas y cambio social nos permite vislumbrar la persistencia de estrategias parra borrar u ocultar ciertas maneras de ver, representar, vivir y comprender, pero a la vez, para destacar la tenacidad e inventiva de propuestas vitales y acciones comunicacionales contra dichos ocultamientos (Restrepo, 2011; Cadavid y Gumucio, 2014). Si bien hay historias y prácticas de exclusión, también hay historias y acciones invisibilizadas de oposición a esta exclusión.

Si es cierto que por todos lados se extiende y se precia la cuadrícula de la 'vigilancia', resulta aún más urgente señalar cómo una sociedad entera no se reduce a ella;

[...] qué procedimientos populares juegan con los mecanismos de la disciplina -también 'minúsculos' y cotidianos- y solo se conforman para cambiarlos, en fin, qué 'maneras de hacer' forman la contrapartida del lado de los consumidores (o ¿dominados?), de los procedimientos mudos que organizan el orden sociopolítico. (De Certeau, 1999, p. 245)

El estudio de las prácticas comunicativas, especialmente de aquellas que abren horizontes de vida, que muestran la persistencia y renovación de la alteridad, nos permite contribuir como académicos a la creación de aparatos de esperanza que rompan el desencanto y la parálisis que impulsan los medios hegemónicos, las instituciones neoliberales que niegan las alternativas (Graeber, 2013) y -hay que decirlo- los sectores críticos de la academia, obsesionados con el análisis del poder, que terminan rectificándolo e ignorando sus contradicciones y grietas, e invisibilizando las opciones que se están construyendo (De Souza, 2011).

Las prácticas de comunicación se insertan en el contexto de las prácticas sociales, apoyadas en las relaciones y las interacciones entre los sujetos, de tal manera que al hablar de cambio social, es necesario contemplar a los sujetos interpelados personal y socialmente desde las acciones y las prácticas comunicativas (Uranga, 2006):

La comunicación para el cambio social tiene que ver también con la capacidad de transmitir, desde las propias prácticas y con el lenguaje adecuado, la imagen de un horizonte utópico, de una posibilidad de cambio. La comunicación para el cambio social es, necesariamente, la enunciación de propuestas portadoras de futuro tomando en cuenta la realidad presente. No basta con la denuncia ni con el simple relato de los acontecimientos. (p. 41)

La comunicación para el cambio social nos remite a formas distintas de pensar y de hacer comunicación. Se aleja de la mirada centrada en las empresas mediáticas y las industrias culturales y obsesionada con los efectos, los impactos y la construcción de sentidos colectivos emanados de mensajes homogeneizantes y totalizadores que responden a lógicas de mercado y sistemas de dominación. De manera contraria y desde el énfasis en el cambio social y la alteridad, la comunicación se entiende como un proceso variable que se construye de forma horizontal a partir del diálogo y la interculturalidad (Cerbino, 2002) con base en el respeto de las diferencias, formas radicales de democracia que no ignoran la importancia del antagonismo, el conflicto y las especificidades culturales (Mouffe, 1999). Estas particularidades culturales fortalecen las transformaciones arraigándolas en dimensiones culturales específicas (Magallanes, 2014, p.42). El diálogo es también la forma de definir líneas de acción para contribuir al mejoramiento de la vida desde los principios de justicia, equidad y participación (Gumucio y Tufte, 2008, p. 44). Desde la mirada de la comunicación para el cambio social el proceso es más importante que los productos, ya que desde los procesos y las prácticas comunicativas que estos implican, es posible enfatizar la reflexión, la discusión, el debate y el análisis multidimensional anclado en las necesidades de los actores sociales y en las miradas compartidas, o no, debatidas e interpeladas sobre la realidad que les rodea (Gumucio y Rodríguez, 2006)

Hay un deslizamiento del protagonismo de las tecnologías en el proceso comunicacional de manera simultánea a una expansión de la gama de tecnologías, acciones y prácticas consideradas dentro de los procesos de transformación social. Las tecnologías abarcan desde sistemas digitales y electrónicos de transmisión de datos hasta tecnologías analógicas, incluso mecánicas o manuales, muy antiguas, supuestamente obsoletas, que sin embargo siguen vivas en la memoria y la cotidianidad de la gente en América Latina. El potencial comunicativo y transformador de las latas de pintura, los elementos de una escenografía o los tejidos y bordados de un pueblo originario se revelan como parte clave del proceso de expansión del alcance de las prácticas comunicativas (Magallanes, 2014, p. 42; Downing, 2000).

Entendemos a la comunicación para el cambio desde la tradición de lucha social y política emanada de experiencias en América Latina, el sudeste asiático y África que confrontan modelos modernizadores, desarrollistas y coloniales (Gumucio-Dagron y Tufte, 2008). El anclaje del cambio son la lengua, el territorio y la identidad cultural comprendida -a diferencia de la mirada del proyecto modernizador y desarrollista derivado de la Segunda Guerra Mundial desde Estados Unidos a través de agencias internacionales (Esteva, 1992; Servaes, 2008; Rodriguez, 2001)-, como un elemento sustantivo para el desarrollo local deinido desde los contextos, las necesidades y las miradas concretas de las colectividades. La tecnología tiene sentido solamente en función de las necesidades identificadas y de las acciones planeadas a partir del consenso (Gumucio-Dagron y Tufte, 2008; Servaes, 2008)

El cambio social no es la suma de modificaciones comportamentales de individuos a partir de mensajes difundidos masivamente por medios electrónicos o campañas de mercadotecnia. El cambio social se deriva de acciones de la comunidad (no necesariamente para la comunidad) donde la participación y la alteridad son fundamentales. En este sentido la comunicación es un derecho humano básico que se debe poder ejercer libremente y exigir en su totalidad tanto como comunicación interpersonal, horizontal y dialógica, como comunicación mediatizada por tecnologías diversas con mensajes construidos desde la participación, la inclusión y la mirada multidimensional.

En este número de Universitas Humanística invitamos a los autores a que analizaran las prácticas comunicativas y el cambio social en un sentido amplio, incluyendo todos los matices posibles entre movilizaciones e intervenciones tendientes a problematizar y desestabilizar el estatus-quo, comprendiendo también las que ilustran la construcción de alternativas a la modernidad, e iniciativas que transgreden el orden social con objetivos reaccionarios u opresores. Pero nuestra apuesta está sin duda, en la línea de lo que propone Gibson y Graham (2011):

¿Qué pasa si creemos [...] que el objetivo de la teoría no es solo ampliar y profundizar los conocimientos mediante la confirmación de lo que ya sabemos, que el mundo está lleno de crueldad, miseria y pérdida, que es un lugar de dominación y opresión sistémica? ¿Qué pasa si le pedimos a la teoría hacer algo más, como ayudarnos a ver las aperturas, que nos ayude a encontrar la felicidad, a proveer un espacio de libertad y posibilidad? (2011, p.87)

Los artículos de este número de la revista contribuyen a pensar las formas en que se gestionan prácticas comunicativas diversas, las plataformas que las dinamizan y su ensamblaje tecno-cultural, así como las relaciones de poder que las anclan y que estas propician. Consideramos que los artículos publicados despliegan enfoques teóricos desde los estudios sociales y culturales que problematizan las ideas de diálogo, participación y transformación social que están en la base de procesos comunicativos en torno a una diversidad de escenarios y problemáticas. Dimos espacio a estudios de caso que documentan y analizan críticamente iniciativas concretas en las que la comunicación es pensada y entretejida de forma creativa por actores diversos ubicados en zonas rurales o urbanas, que usan tecnologías digitales o análogas, o van más allá de ellas para reconfigurar sus capitales sociales, generar vínculos con otros actores así como para repensar o reafirmar sus corporalidades, entornos cotidianos y territorio expresivo.

Adriana Ángel y Alejandro Barranquero en "Mapa de objetos y perspectivas en comunicación, desarrollo y cambio social" nos acercan a la mirada sobre la comunicación para el cambio social desde la perspectiva académica a través de la lógica de publicaciones especializadas en Comunicación. Este artículo refleja el incipiente posicionamiento de la comunicación para el cambio social como campo de los estudios de la Comunicación y la persistente hegemonía de la mirada clásica centrada en las industrias culturales y las prácticas mass mediáticas.

En su artículo "El Tsombiach: tejiendo vida entre memoria y tradición" Silvia Leyva Mosquera reflexiona sobre la tradición oral y su materialización en el tejido como elemento narrativo y simbólico que se vincula fuertemente con la lengua y la cultura kaméntsá. La labor del tejido es una práctica de comunicación que conlleva "un sistema de producción de sentidos y, a la vez un lugar integrador del conocimiento" (p.231)

Cristian Cabello Valenzuela analiza las tecnologías de información y comunicación como espacios de construcción simbólica, afectiva y corporal de la "ciudadanía sexual" en Chile (p. 47). En "No hay cuerpo sin imagen. Visualidad gay y política virtual en tiempos liberales" el autor critica la despolitización de la identidad gay a través de su individualización y énfasis como consumidor y reflexiona sobre las estrategias de comunicación que lograron ver lo gay como un movimiento social aceptable alineado con los valores nacionales y liberales de la actual sociedad chilena.

Coincidimos con Washington Uranga (2006) cuando afirma que "la comunicación para el cambio social tiene que partir de la reconstrucción de la memoria [...] porque esto resulta fundamental para entender el sentido del cambio y porque una sociedad sin memoria es un pueblo sin futuro" (p.41). En este sentido Arnaldo José Zangelmi hace un rescate histórico de los movimientos de ocupación de tierras en el nordeste de Minas Gerais en las décadas de 1980 y 1990 enfatizando las mediaciones para comprender por qué suceden los movimientos sociales. A partir de entrevistas de historia de vida el autor construye las traducciones y el bricolaje de significados religiosos, políticos y culturales sobre las organizaciones y los movimientos en cada momento histórico.

En "La actividad publicitaria: entre el simulacro y la utopía" Felipe Vidal Alaudell pone en evidencia los mecanismos de la publicidad para la construcción de imaginarios utópicos inalcanzables que llevan a "la colonización de la imaginación del consumidor" (p.147). Esta crítica permite la reflexión sobre los mecanismos tradicionales de las industrias culturales para la perpetuación de la dominación y la imposición de mapas mentales y modelos de vida alineados con el consumismo irrestricto.

Carlos Baca Feldman en "Experiencias resonantes de comunicación de los pueblos indígenas en Oaxaca, México. Posibilidades, límites y contradicciones del uso de las TICs en los procesos de transformación social" analiza los procesos de comunicación de colectivos indígenas como procesos de lucha contra la penetración de los valores y mecanismos del sistema capitalista. El autor describe estos procesos como experiencias resonantes de comunicación y afirma que generan espacios de diálogo entre diversos actores que desean realizar una transformación. También reflexiona sobre las contradicciones en las que están inmersas estas experiencias resonantes al luchar contra el sistema del cual son parte por lo que las deine en términos de su negatividad, colectividad e historicidad.

Gabriela Veronelli en "Sobre la colonialidad del lenguaje" se basa en el programa de investigación modernidad/colonialidad (Escobar, 2003) -que ha tardado tanto tiempo en ser discutido al interior de la disciplina de la Comunicación- para analizar la colonialidad del lenguaje argumentando que el diálogo no es suiciente para lograr la descolonización debido a que este mismo ha sido colonizado. La autora enfatiza la relación entre comunicación, lenguaje y poder y realiza un recorrido histórico que pone de maniiesto los condicionamientos del lenguaje como consecuencia de la colonialidad.

En "Comunicaciones cuidadosas: generando pro-comunes. Análisis de una red agroecológica desde el ethos del cuidado", María Fernanda Olarte Sierra nos acerca, desde una mirada feminista basada en la teoría del cuidado, a la experiencia de La Canasta en Colombia a través de sus comunicaciones escritas con los integrantes de la red y consumidores. Mediante el estudio de conceptos como interdependencia, reciprocidad y solidaridad la autora evalúa la experiencia de La Canasta como una forma distinta de ejercer una ciudadanía cuidadosa.

El conjunto de miradas diversas que se reúne en este número especial busca hacer una contribución conceptual, metodológica, histórica y de experiencias a la discusión sobre la Comunicación como expresión de o instrumento para el cambio social.


Referencias

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