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Universitas Humanística

Print version ISSN 0120-4807

univ.humanist.  no.83 Bogotá Jan./June 2017

https://doi.org/10.11144/Javeriana.uh83.ieaa 

Reseña

Reseña

María del Carmen Castrillón V

Infancia y educación. Análisis desde la antropología, [Colección Diario de Campo]. Díaz, Maritza; Caviedes, Mauricio. Bogotá: Editorial Pontificia Universidad Javeriana, 2015. 236 ppp.


Desde los últimos veinte años del siglo XX, la infancia como categoría para pensar la sociedad y la cultura viene fortaleciendo un estatus epistemológico propio en las distintas ciencias sociales. No obstante, en décadas anteriores, esta singularidad ya venía fraguándose significativamente en los trabajos de Émile Durkheim, Margaret Mead, Ruth Benedict, Philippe Ariés, Lloyd deMause, Erik Erikson, entre otros. Estos aportes iniciales se vieron actualizados a partir de los años ochenta y noventa, por la diversificación de los campos de saber, impelidos cada vez más hacia el análisis de procesos sociales de individuación y subjetivación, en los que convergían al mismo tiempo categorías sustantivas como el género, la raza, la clase, la nacionalidad, etc. Por otro lado, la progresiva singularización jurídica de la infancia, a partir de la aprobación de la Convención Internacional de los Derechos del Niño (Naciones Unidas, 1989), ratificada en gran par - te de los países, repercutió en las diferentes legislaciones nacionales de protección de los niños, impulsando la investigación histórica, sociológica y antropológica sobre sus condiciones y modos de vida. Se apostó, desde entonces, a una reconceptualización de las perspectivas funcionalistas de la socialización, con el fin de incorporar un matiz polisémico a la construcción de la infancia, que considerara tanto la dimensión generacional como la capacidad que los mismos niños tienen para reconstruir el mundo que los inscribe1. Así las cosas, la infancia no sería el lugar de los “buenos salvajes”, desprovistos de los múltiples malestares de la sociedad y de la cultura. Como actores o agentes históricos, los niños son posicionados y se posicionan en relaciones sociales, descartando cualquier interpretación deficitaria de la condición infantil (los niños serían incompletos, porque aún no son adultos).

En el horizonte de la diferencia y no del déficit, se instalan los nueve capítulos del libro Infancia y educación. Análisis desde la antropología, que si bien se adentran en una ecuación epistemológica clásica -infancia/antropología/educación- ofrecen, en general, descripciones y análisis renovados sobre la socialización, o mejor, sobre las formas posibles de sociabilidad de los niños, en ámbitos diversos de su vida social, particularmente en el país. Los editores señalan en la introducción que los capítulos del libro hacen parte de una serie de debates que se vienen consolidando en el Departamento de Antropología, de la Pontificia Universidad Javeriana de Bogotá, especialmente en algunos simposios sobre Antropología de la Infancia y Antropología de la Educación2.

El libro organiza los diversos capítulos en tres secciones temáticas. La primera, “El lugar social de la infancia en diferentes sociedades”, se dedica a actualizar el campo de la antropología y de la etnografía nacional, en el ámbito teórico y conceptual de la infancia. La sección abre con el trabajo de Ximena Pachón, “La infancia y la antropología colombiana. Una aproximación”, cuya pregunta orientativa es “¿Cómo ha sido el proceso de incorporación de la infancia en la antropología colombiana?”. Para responder a dicha cuestión, la autora construye un balance crítico de la producción investigativa, a partir de la década de 1990 en el país, mostrando, en suma, que la infancia como categoría central de pensamiento ha sido intermitente y que solo hasta las primeras décadas del siglo XXI se inicia un proceso de visibilización más sistemático que, a largo plazo, puede aportar a la consolidación de un campo de saber propio en América Latina. En este balance, valioso por su aproximación bibliográfica y temática, la autora destaca de la antropología nacional una serie de investigaciones iniciales de antropólogos y antropólogas emblemáticos, realizadas entre 1940 y1960, como las de Virginia Gutiérrez, Roberto Pineda Giraldo, Gerardo Reichel Dolmatoff, Alicia Dussán, etc., quienes, sin tener como objeto central la vida social de los niños en las comunidades estudiadas, registraban y describían aspectos de la cotidianidad infantil, forjados entre las relaciones estructurales y los espacios posibles de agencia individual. La autora resalta que, si bien no puede hablarse de una antropología de la infancia, sí existe un conjunto significativo de “fragmentos escritos” que narran las diversas infancias, indígenas, rurales, afrodescendientes, urbanas, etc., quedando pendiente identificar de manera sistemática los soportes antropológicos que las han conceptualizado.

Sigue el trabajo de François Correa, “La construcción del ser y el poder de los ancestros entre los Pãmiwa (Cubeo)”, quien, desde un conjunto de datos etnográficos, identifica cómo en las categorías sociales de este grupo indígena, hay contenidos teóricos complejos para visualizar los procesos identitarios de los niños y, con ello, la constitución de la infancia, a partir de una serie de prácticas rituales que tejen puentes entre diversos mundos. En esta dirección, el autor señala que el sistema de clasificaciones rituales (espirituales/animales/ vegetales) que dan sustento al ser Pãmiwa-Cubeo, está mediado indefectiblemente por las interacciones entre adultos y niños. En el proceso ritual-chamánico el cuidado riguroso de los niños en sus primeros años de vida es consustancial a la “construcción del ser”, evidenciándose el peso simbólico de la infancia en el orden social y familiar del grupo, pues durante esta etapa se garantiza la estabilidad del ciclo reproductivo de los seres humanos, quienes, a su vez, otorgan durabilidad a la misma sociedad.

Se cierra esta primera sección con el trabajo de Ana María Arango Melo, “Saberes, prácticas sonoras y corporales en la primera infancia en el Chocó”. Mediante lo que denomina una “arqueología de las estéticas músico-dancísticas” de los niños chocoanos, la autora intenta mostrar cómo intervienen en dichas estéticas conceptos de infancia y sociedad históricamente definidos, desdibujando aquellos estereotipos que naturalizan la relación entre cuerpo y raza afrochocoana. En este sentido, y abordando las voces de algunos adultos chocoanos sobre la relación cuerpo-baile-música en la vida social de los niños, intenta develar percepciones sobre primera infancia, así como las maneras en que estas se sitúan en la cotidianidad familiar y comunitaria, para orientar prácticas de resistencia frente a las corporalidades hegemónicas. Desde el punto de vista de una etnografía de la infancia que incorpora también las voces de los propios niños (como actores sociales), surgen preguntas aún por responderse. Por ejemplo, ¿qué dicen o expresan los niños chocoanos sobre sus saberes y prácticas corporales/sonoras? ¿Cómo intervienen estos saberes y prácticas infantiles en las estéticas sonoras/corporales definidas y orientadas por adultos?

La segunda sección del libro, “Representaciones e identidades en la infancia y en las políticas de educación”, se propone desarrollar, mediante experiencias etnográficas nacionales y extranjeras, algunas tensiones entre las representaciones institucionalizadas de la relación educación-infancia y las prácticas vivenciadas por lo actores sociales implicados en los procesos de socialización infantil (adultos y niños), tomando como eje orientador las relaciones con el cuerpo, la música y la naturaleza. El trabajo de Paola Andrea López Wilches, “Cuerpo y diversidad: etnografías de la infancia”, problematiza las nociones de desarrollo infantil legitimadas por las agendas del Estado, a partir de una investigación sobre las experiencias de la corporalidad en el mundo del arte, en un centro de expresión artística infantil en Bogotá. Al contrastar vivencias de niños y adultos, a partir de un largo trabajo etnográfico con niños de uno a cinco años, destaca rasgos importantes del oficio de la etnografía, que evidencian “múltiples mundos posibles de la infancia y el arte” (p. 131), cuestionando de paso, modelos unitarios de sujetos sociales -modelos en los que predominan estereotipos deficitarios o incompletos de la infancia-. Por otro lado, ofrece pistas antropológicas para reflexionar sobre las condiciones discursivas que le permiten al Estado normalizar ciertas políticas educativas y sociales para la primera infancia en el país.

Sigue el trabajo de Cecilia Moreno Gutiérrez y Ximena Pachón, “Cantos infantiles y representaciones colectivas de la infancia en la sociedad venezolana”, cuyo propósito central es acercarse a las diversas infancias que circulan en la sociedad venezolana, tomando como fuentes empíricas un conjunto de canciones infantiles tradicionales y de amplia circulación. Con la revisión de sus contenidos temáticos, las autoras buscan identificar “construcciones ideológicas” de clase, género y raza, subyacentes en las infancias narradas en las canciones. Igualmente, resaltan las posibilidades reinterpretativas de dichas canciones -a través de la noción de “reproducción interpretativa” de William Corsaro-, en contextos con gran afluencia de prácticas y saberes diversos que generan nuevas tradiciones sociales y culturales (musicales, lúdicas, etc.), reconstituyendo imaginarios sobre la “venezolanidad”.

Posteriormente, se encuentra el texto de Daniela Botero Marulanda, “Primeros pasos para bailar: cuerpo e identidad en el aprendizaje de danzas folclóricas”, quien, desde un trabajo etnográfico en un colegio distrital de Bogotá, analiza cómo las representaciones identitarias de los niños a través del cuerpo y la danza recrean estereotipos de diverso orden -de clase, de origen racial, territorial, etc.-. Las interacciones entre los espacios de educación escolar y los espacios sociales de la danza develan pistas sobre las clasificaciones culturales y cognitivas del cuerpo, pero no en un sentido genérico, sino de un cuerpo infantil que, en el movimiento dancístico, reinterpretan los estilos aprendidos (ballet, folclor, etc.), a la luz de dichos estereotipos que hacen del género, la clase y la raza lugares comunes y naturales. Así mismo, la autora apuesta por el replanteamiento de las “formas tradicionales de enseñanza-aprendizaje”, a través de la danza, “dispositivo pedagógico” que, al mismo tiempo, impone y cuestiona dichos lugares.

La segunda sección finaliza con el trabajo de Santiago Andrés Gutiérrez Sánchez, “Algunos caminos de la educación propia. Notas para comprender el Programa de Educación del Cotaindoc”, en el cual analiza los procesos organizativos, políticos y culturales de la educación indígena en Silvia, departamento del Cauca. El autor realiza un análisis de las prácticas discursivas, a partir de fuentes escritas y orales, abordando una década del Programa Cotaindoc, desde su surgimiento hasta su proceso de maduración. Identifica lo que podría denominarse líneas de tiempo claves, en las cuales la categoría matriz es la educación, pero con horizontes pedagógicos y filosóficos arraigados en la historia indígena, que entran en tensión con los lineamientos provenientes del Estado. Queda por develar de forma más explícita cuáles lugares ocupan los niños indígenas de Silvia en este proceso de construcción organizativa, política y cultural de una educación propia.

La última sección temática del libro, “Antropología y educación”, discurre por algunas líneas centrales de ambas disciplinas, bajo el filtro de la política y el poder frente a los grupos sociales subordinados en América Latina. El primer trabajo es el de Sandra Pereira Tosta, “A educação como cultura: revisitando algumas ideias em Paulo Freire”, quien desarrolla una reflexión sobre el papel de la cultura en las prácticas políticas y pedagógicas, desde el pensamiento de este educador brasileño de gran influencia internacional. La autora apuesta por una conjugación histórica de las prácticas culturales y las prácticas educativas en los procesos pedagógicos, que permita construir conocimiento horizontal, solidario e intercultural, cuestionando, a su vez, los procesos de homogenización de los saberes locales por parte de las directrices hegemónicas provenientes del Estado y del mercado. Desde esta lectura sobre el pensamiento de Paulo Freire surge una inquietud que la autora no aborda directamente y que atañe a la indagación general del libro: ¿cómo se configura una noción de infancia en esa relación política entre cultura y educación?

El libro cierra con el trabajo de Mauricio Caviedes, “El debate sobre la educación escolar indígena: posibilidades desde el análisis antropológico”. El autor se propone cuestionar las relaciones históricas y culturales que se han establecido entre educación intercultural indígena y los modelos educativos centralizados, a partir de la descripción de algunas experiencias concretas, que dejan ver las asimetrías en los procesos de legitimación de los diferentes conocimientos. Como propuesta analítica para pensar un “proyecto de educación indígena”, revisa la noción de interculturalidad, a partir de su carácter fluido y práctico, en oposición a cualquier representación esencialista de las identidades. Así, sitúa dicha interculturalidad en las tramas de la educación y el aprendizaje de la infancia indígena, cuya agencia -su capacidad de “reproducción interpretativa”- está forjada en la “vida práctica de niños y niñas”, es sus interacciones cotidianas comunitarias o veredales, que suelen ser desconocidas tanto por los antropólogos como por los propios indígenas. Propone, entre otras cuestiones, prestar atención a esta capacidad infantil de resignificar/resimbolizar, con el fin de potenciarla en los escenarios escolares indígenas, abriendo posibilidades de reconocer la diversidad -no la superposición- de sistemas de pensamiento y conocimiento.

Sin duda, el libro contribuye sobremanera al proceso de configuración de una antropología de la infancia en el país, registrando y valorando investigaciones realizadas que, de forma aislada, han venido dialogando con perspectivas nacionales y transnacionales, con trayectorias importantes en los estudios sociales sobre los niños. En el libro, la apuesta por la ecuación infancia/antropología/educación se plasma con mayor claridad en la introducción de los editores que en el conjunto mismo de los capítulos, los cuales, por otra parte, ponen en evidencia una línea analítica aún en ciernes dentro del oficio antropológico: la presencia protagónica de los niños en la construcción de sus propios relatos etnográficos. Interpelamos al niño como actor social, pero todavía hablamos por ellos. Como bien proponen los editores: “Dejemos que la investigación social nos vaya mostrando el camino” (p. 18).

1Doctora en Antropología Social, Universidad de Brasilia (Brasil). Profesora asociada, Departamento de Ciencias Sociales, Facultad de Ciencias Sociales y Económicas, Universidad del Valle (Cali, Colombia). Universidad del Valle, Cali, Colombia maria.castrillon@correounivalle.edu.co

Cómo citar esta reseña Castrillón V., M. del C. (2017). Reseña del libro Infancia y educación. Análisis desde la antropología [Colección Diario de Campo], editado por Maritza Díaz y Mauricio Caviedes. Universitas Humanística, 83, 417-424. http://dx.doi.org/10.11144/Javeriana.uh83.ieaa

1 Durante estas dos décadas emergen estudios claves que recomponen los lugares teóricos y conceptuales de la infancia. De manera aproximada y no exhaustiva, se pueden mencionar autores como Jens Qvortrup (Dinamarca); Chris Jenks, Allison James, Alan Prout (Inglaterra); William Corsaro (Estados Unidos). Para América Latina, el desarrollo investigativo —con fuerte acento historiográfico— estuvo enfocado en develar las condiciones de vida de los niños y las representaciones implícitas, alrededor de la violencia, el trabajo infantil, el abandono, la institucionalización, la escolarización, la asistencia pública, etc. Son significativos, entre otros, los estudios de Ximena Pachón, Cecilia Muñoz, Javier Sáenz Obregón, Oscar Saldarriaga, Armando Ospina (Colombia); Irma Rizzini, Irene Rizzini, Adriana Vianna, Claudia Fonseca, Maria Luiza Marcílio (Brasil); Eva Giberti, Emilio García Méndez, Sandra Carli (Argentina).

2 Además, tiene como precedente otro libro de la misma Colección Diario de Campo: Contribuciones a la Antropología de la Infancia. La niñez como campo de agencia, autonomía y construcción cultural, editado por Maritza Díaz y Socorro Vásquez (2010). En este libro, los autores abordan elementos sustantivos de la antropología de la infancia, enfocando el análisis en aspectos teóricos, históricos y culturales que sustentan las concepciones de niño y niña. Así mismo, indagan en el mundo de las prácticas sociales, pertinentes para estudiar etnográficamente la agencia infantil.

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